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PRESENTACIÓN

El nacimiento de la patria es un proceso decantado en el tiempo y surge entre estertores


sociales provenientes de silenciosas tomas de conciencia sobre la forma de ser y estar en el mundo.
El crisol de donde surge la estirpe múltiple y polifacética de nuestro país, reúne elementos
arramblados por siglos. El sentido de oportunidad histórica de las clases dominantes, la ebullición
popular en busca de nuevos derroteros, el otear de un destino trascendente y común sobre la
topografía de la vida cotidiana, llenó de fervor a actores de diversos calibres de nuestra vida pública
y tomaron decisiones inextinguibles a pesar de consumirse su existencia. ¿Qué determina las
acciones de hombres y mujeres dispuestos a perderlo todo y así ganar para otros la posibilidad de
un ser diferente? Quizá la respuesta no se encuentre sólo en el examen de las condiciones sociales
e históricas de una sociedad, sino también en el estudio de la psicología de aquella época absorta
por las trasformaciones estremecedoras, contenidas en una expresión empleada por Ignacio Allende:
alta lealtad.

Ante el Bicentenario del surgimiento de México como nación libre y soberana, dotada de las
características jurídicas y políticas propias de los estados modernos, el Archivo General de la Nación
desea ilustrar en estas páginas, luminosas en todos los sentidos, algunas palpitaciones de esa
gesta. No es el caso de reproducir aquí una historia animada. Lejos estamos de pretender hacer una
línea de tiempo sin lagunas. Deseamos sólo tener a la vista algunos documentos selectos donde se
plasman episodios trascendentes, hasta llegar a la conformación de nuestro país independiente.
Paulatinamente el acervo se incrementará. Estos pasajes fueron protagonizados por personajes no
exentos de contradicciones, porque la épica está nutrida de emociones. Sin duda, nada sustituye el
estudio puntual de la saga de México, en consecuencia, al mostrar mediante las nuevas tecnologías
algunas expresiones del largo y sinuoso camino de esta nación en marcha y perfiladas en nuestro
patrimonio documental, sólo pretendemos estimular, sin ambages, el amor a la patria. Qué somos y
de dónde venimos, es una cuestión inherente a la naturaleza humana. Por ello, nos mueve llevar a
las generaciones en formación el mensaje de un pasado cada vez más próximo a través del sendero
de la amable persuasión que promueve el conocimiento. Sobre todo, se trata de mostrar el arrojo y la
profundidad de campo de múltiples decisiones individuales donde brillan algunas mentes,
conscientes o intuitivas, apasionadas todas por una entelequia, entonces tan intensa como precaria,
pero igualmente impulsadas de manera indescriptible hacia una especie de conciencia colectiva
donde además de la espada arrojaron su vida en prenda.

La mayoría de los textos relacionados con el Congreso de Chilpancingo se tomaron del Manuscrito Cárdenas de
Ernesto Lemoine, Jefe del Departamento de Investigación de esta Institución en 1980.
LA EXCOMUNIÓN DE MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA
POR EL SUMO PONTÍFICE PÍO VII
“Por la autoridad de Dios Todopoderoso, el Padre, Hijo y Espíritu Santo; y de los santos
cánones, y de la Inmaculada Virgen María madre y nodriza de nuestro Salvador; y de las virtudes
celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominios, papas, querubines y serafines y de todos los
santos patriarcas y profetas; y de los apóstoles y evangelistas; y de los santos inocentes,
quienes a la vista del Santo Cordero se encuentran dignos de cantar la nueva canción; y de los
santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y de los santos, juntamente con
todos los santos elegidos de Dios, lo excomulgamos y anatematizamos, y lo secuestramos de los
umbrales de la iglesia del Dios omnipotente, para que pueda ser atormentado por eternos y
tremendos sufrimientos, juntamente con Datán y Avirán, y aquellos que dicen al Señor, ¡Apártate
de nos! otros! porque no deseamos uno de tus caminos y así como el fuego del camino es
extinguido por el agua, que sea la luz extinguida en él para siempre jamás. Que el Hijo, quien
sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo, que nos fue dado en nuestro bautismo, lo
maldiga. Que la santa cruz a la cual ascendió Cristo por nuestra Salvación, triunfante de sus
enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna Virgen María, madre de Dios, lo maldiga.”

“Que todos los ángeles y arcángeles, principados y potestades, y todos los ejércitos
celestiales, lo maldigan. Que San Juan el precursor, y San Pedro y San Pablo y San Andrés y
todos los demás apóstoles de Cristo juntamente, lo maldigan. Y ojalá que el resto de sus
discípulos y los cuatro evangelistas, quienes por sus predicaciones convirtieron al mundo
universal, y ojalá que la santa compañía de mártires, y confesores, quienes por sus santas obras
se han encontrado agradables al Dios Todopoderoso, lo maldigan. Ojalá que el Cristo de la
Santa Virgen lo condene. Ojalá que todos los santos desde el principio del mundo y todas las
edades, quienes se hallan ser los amados de Dios lo condenen; y ojalá que los cielos y la tierra y
todas las cosas que hay en ellos, lo condenen. Que sea condenado donde quiera que esté, en la
casa o en el campo: en los caminos o en las veredas; en las selvas o en el agua, o aún en la
iglesia. Que sea maldito en el vivir y en el morir; en el comer y el beber; en el ayuno o en la sed;
en el dormitar o en el dormir; en la vigilia o andando; estando de pie o sentado; acostado o
andando; mingiendo o cancando y en todas las sangrías. Que sea maldito interior y
exteriormente. Que sea maldito en su pelo. Que sea maldito en su cerebro. Que sea maldito en
la corona de su cabeza y en sus sienes, en su frente y en sus oídos; y en sus cejas y en sus
mejillas; en sus quijadas y en sus narices; en sus dientes anteriores y en sus molares; en sus
labios y en su garganta; en sus hombros y en sus muñecas; en sus brazos, en sus manos y en
sus dedos. Que sea condenado en su pecho, en su corazón, y en todas las vísceras de su
cuerpo. Que sea condenado en sus venas, en sus músculos, en sus caderas, en sus piernas,
pies y uñas de los pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su cuerpo.
Que desde la parte superior de su cabeza hasta la planta de sus pies, no haya nada
bueno en él. Que el Hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga, y que el
cielo con todos los poderes que hay en él se subleven contra él, lo maldigan y lo condenen.”
“Amén. ¡Así sea! Amén”.

Este edicto de excomunión fue dado a conocer al Padre de la Patria el día 29 de Julio de
1811, antes de ser pasado por las armas.

DECRETO DE EXCOMUNIÓN CONTRA EL CURA MIGUEL


HIDALGO
Decreto lanzado por el obispo Manuel Abad y Queipo. Obispo de Michoacán de 1810 a 1815.

"Por autoridad del Dios Omnipotente, El Padre, El Hijo y El Espíritu Santo y de los santos
cánones, y de las virtudes celestiales, ángeles, arcángeles, tronos, dominaciones, papas, querubines
y serafines: de todos los santos inocentes, quienes a la vista del santo cordero se encuentran dignos
de cantar la nueva canción, y de los santos mártires y santos confesores, y de las santas vírgenes, y
de los santos, juntamente con todos los santos y electos de Dios:

SEA CONDENADO MIGUEL HIDALGO Y COSTILLA,


EXCURA DEL PUEBLO DE DOLORES.
Lo excomulgamos y anatemizamos, y de los umbrales de la iglesia del todo poderoso Dios, lo
secuestramos para que pueda ser atormentado eternamente por indecibles sufrimientos, justamente
con Dathán y Habirán y todos aquellos que le dicen al señor Dios: ¡Vete de nosotros, porque no
queremos ningúno de tus caminos! Y así como el fuego es extinguido por el agua, que se aparte de
él la luz por siempre jamáz. Que el Hijo, quien sufrió por nosotros, lo maldiga. Que el Espíritu Santo,
que nos fue dado a nosotros en el bautismo, lo maldiga. Que la Santa Cruz a la cual Cristo, por
nuestra salvación, ascendió victorioso sobre sus enemigos, lo maldiga. Que la santa y eterna madre
de Dios, lo maldiga. Que San Miguel, el abogado de los santos, lo maldiga. Que todos los ángeles,
los principados y arcángeles, los principados y las potestades y todos los ejércitos celestiales, lo
maldigam.

Que sea San Juan el precursor, San Pablo y San Juan Evangelista, y San Andrés y todos los
demás apóstoles de Cristo juntos, lo maldigan. Y que el resto de sus discípulos y los cuatro
evangelistas, quienes por su predicación convirtieron al mundo universal, y la santa y admirable
compañía de mártires y confesores, quienes por su santa obra se encuentran aceptables al Dios
omnipotente, lo maldigan. Que el Cristo de la santa Vírgen lo condene. Que todos los santos, desde
el principio del mundo y todas las edades, que se encuentran ser amados de Dios, lo condenen. Y
que el cielo y la tierra y todo lo que hay en ellos, lo condenen.
Sea condenado Miguel Hidalgo y Costilla, en dondequiera que esté, en la casa o en el campo,
en el camino o en las veredas, en los bosques o en el agua, y aún en la iglesia. Que sea maldito en
la vida o en la muerte, en el comer o en el beber; en el ayuno o en la sed, en el dormir, en la vigilia y
andando, estando de pie o sentado; estando acostado o andando, mingiendo o cantando, y en toda
sangría. Que sea maldito en su pelo, que sea maldito en su cerebro, que sea maldito en la corona de
su cabeza y en sus sienes; en su frente y en sus oídos, en sus cejas y en sus mejillas, en sus
quijadas y en sus narices, en sus dientes anteriores y en sus molares, en sus labios y en su
garganta, en sus hombros y en sus muñecas, en sus brazos, en sus manos y en sus dedos.

Que sea condenado en su boca, en su pecho y en su corazón y en todas las vísceras de su


cuerpo. Que sea condenado en sus venas y en sus muslos, en sus caderas, en sus rodillas, en sus
piernas, pies y en las uñas de sus pies. Que sea maldito en todas las junturas y articulaciones de su
cuerpo, desde arriba de su cabeza hasta la planta de su pie; que no haya nada bueno en él. Que el
hijo del Dios viviente, con toda la gloria de su majestad, lo maldiga. Y que el cielo, con todos los
poderes que en él se mueven, se levanten contra él.

QUE LO MALDIGAN Y CONDENEN. ¡AMÉN! ASÍ SEA. ¡AMÉN!

El proceso degradatorio se llevó a cabo el 29 de julio de 1811 en una de las salas del Hospital
Real de Chihuahua, y consistió en rasparle la piel de la cabeza, que había sido consagrada, como
cristiano y sacerdote, con el santo crisma.

También le arrancaron la yema de los pulgares e índices de las manos que habían sido
consagradas el día de la ordenación. Después lo entregaron al gobierno español para que lo
fusilaran, sin ninguna de las prerrogativas y beneficios eclesiásticos, en que antes se amparaba
cualquier reo.
Obispo Manuel Abad y Queipo, fue nombrado obispo por la regencia, y nunca fue presentado
por el Papa; además, por ser hijo natural no podía ser sacerdote ni obispo, según las leyes
eclesiásticas de aquella época. Sin embargo, bien aceptaron la excomunión dictada por él. Manuel
Abad y Queipo era obispo de Michoacán, y permaneció en su cargo hasta 1815, en que salió para
España

Las excomuniones de Miguel Hidalgo y José María Morelos,


de nuevo a examen
Miguel Hidalgo no había incurrido en la pena de excomunión por haber iniciado la
independencia pero sí habría sido sujeto de excomunión por los ataques a los clérigos

Del 12 al 14 de mayo de 2009, la Universidad Pontifica de México desarrolló unas jornadas de


historia denominadas “Iglesia, Independencia y Revolución" relativas al papel del catolicismo en la
independencia y la revolución mexicana de 1910. Durante estas jornadas, los obispos de México
dieron a conocer su compromiso para constituir un equipo de historiadores que examinara las
excomuniones de Miguel Hidalgo y Costilla y de José María Morelos y Pavón, próceres del
movimiento insurgente.
Los reclamos para examinar los procesos de excomunión de los insurgentes han provenido,
del mismo modo, de los legisladores del Congreso de la Unión. El 11 de octubre de 2007, diputados
integrantes de las fracciones parlamentarias del Partido Revolucionario Institucional y del Partido de
la Revolución Democrática, posicionaron ante el pleno de la Cámara baja una proposición con punto
de acuerdo para exhortar a la Secretaría de Relaciones Exteriores a iniciar las gestiones relativas al
“levantamiento” de los edictos de excomunión contra los independentistas mexicanos ante el Estado
del Vaticano; por otro lado, dispone un exhorto a la Secretaría de Gobernación para “promover la
revisión de los edictos de excomunión de 1811 y 1814, por representar un desconocimiento de facto
a nuestro país como nación independiente, además de la posible omisión de nuestro orden
constitucional, emanado del Constituyente de Apatzingán en 1814”.

Los diputados, en la exposición de motivos de la propuesta, señalan los pormenores históricos


del movimiento armado así como algunos párrafos del decreto de excomunión contra Hidalgo emitido
por Manuel Abad y Queipo y dado a conocer el 28 de octubre de 1810. El punto de acuerdo
argumenta: “Con el edicto de excomunión publicado por Abad y Queipo –donde se identificaba a
Morelos como uno de los principales cabecillas (sic), el 22 de julio de 1814 en Valladolid, contra los
independentistas mexicanos, se les coloca al lado de los grandes revolucionarios de la historia. Igual
que con la independencia de México, la Iglesia católica fue inflexible con la ciencia moderna y
persiguió a algunos de sus principales cultivadores. Giordano Bruno (1544-1600) fue apresado por la
Inquisición y quemado en el romano Campo de Las Flores. Galileo Galilei (1564-1642) tuvo que
comparecer ante el tribunal de la Inquisición que condenó su teoría científica por herética en 1633 y
vivió su ancianidad bajo la vigilancia de la Inquisición.

Con la excomunión se quiso segregar a Morelos y borra su ascendencia y familia; se le intentó


apartar de su venerada religión, se le quiso condenar por sus amigos y correligionarios…”

Someter a investigación las excomuniones de Hidalgo y Morelos no es nuevo. En 1953, Jesús


García Gutiérrez, José Bravo Ugarte y Juan B. Iguínez presentaron un dictamen al arzobispo de
México, Mons. Luis María Martínez, en el cual ofrecieron las valoraciones históricas sobre las
excomuniones de los independentistas mexicanos. De acuerdo al documento, Hidalgo sí había
sufrido la pena canónica como manifiestan los especialistas:

“a) Que el cura Hidalgo ciertamente incurrió en excomunión del canon porque era latae
sententiae. Más aún, y conforme a la doctrina de Santo Tomás, expuesta por S. Alfonso, que incurrió
en ella varias veces, tantas cuantas puso el acto penado con esa excomunión. (Repetidas prisiones
de sacerdotes y religiosos, degüello de dos de estos (S. Alfonso o.c. Lib VII, dub. 111, No. 16).

Miguel Hidalgo y José María Morelos padecieron el sacrificio en pos de sus ideales
revolucionarios perfectamente reconciliados con la Iglesia
B) Que, de suyo, Hidalgo fue excomulgado vitando, por haber sido excomulgado notorio de
derecho desde su confesión judicial en Chihuahua y excomulgado notorio de hecho desde que se
fueron sabiendo por muchos las prisiones y degüellos de sac erdotes y religiosos hechos por su
orden. (García Gutiérrez-Bravo Ugarte- B. Iguiníz. Dictamen sobre las excomuniones del Cura
Hidalgo, 1953, 13)”.
Sin embargo, la excomunión de la Inquisición no pesó sobre Miguel Hidalgo en virtud de que
no hubo sentencia de ésta contra el cura de Dolores. Los dictaminadores, en esa ocasión,
presentaron sus conclusiones generales al arzobispo de México después de haber realizado su
trabajo con “serena imparcialidad, sin ser movidos por pasión, ni prejuicio alguno” Miguel Hidalgo no
había incurrido en la pena de excomunión por haber iniciado la independencia pero sí habría sido
sujeto de esta condena por los ataques a la libertad y vida de los clérigos y religiososy haber sido
absuelto de sus pecados por el sacramento de la confesión que lo aproximó a los auxilios
espirituales para tener una muerte cristiana.

Más adelante, el 15 de septiembre de 1985, en Dolores Hidalgo, Guanajuato, los obispos


mexicanos rehabilitaron y reconocieron al padre de la patria. Al haberse conmemorado el 175
aniversario del inicio del movimiento de independencia, se celebró una misa en el atrio del templo
donde se diera el famoso “Grito de Dolores”. Treinta y un obispos y 122 presbíteros concelebraron la
eucaristía presidida por el entonces arzobispo de México, el cardenal Ernesto Corripio Ahumada. Los
prelados dijeron que la excomunión contra Hidalgo había sido aplicada por atacar la libertad y la vida
de los clérigos y religiosos, no por haber iniciado la insurgencia. Antes de su fusilamiento, el cura de
Dolores se confesó y fue absuelto, por lo que cesaron los efectos de la excomunión, según
explicaron los obispos en esa ocasión.

Ante casi tres mil fieles que asistieron a la concelebración, el cardenal Corripio manifestó la
voluntad y disposición de los obispos mexicanos para encontrarse con el pueblo y con las raíces de
la nación mexicana. El arzobispo primado de México alabó los ideales de libertad del cura de Dolores
quien “se atrevió a comenzar el movimiento sin contar con más fuerza que la de su pueblo…”
adoptando una imagen, la de Guadalupe, que en las manos de Hidalgo “volvía a ser signo de
esperanza para los habitantes de estas tierras”.

En julio de 2002, vísperas de la visita de Juan Pablo II a México para canonizar a Juan Diego
Cuauhtlatoatzin, diputados federales de la LVIII Legislatura aprovecharon la ocasión para plantear al
Pontífice la rehabilitación de Hidalgo; sin embargo, el nuncio apostólico, Mons. Giuseppe Bertello,
rechazó la propuesta ya que consideró que podría impregnarse de política un hecho religioso tan
importante como la elevación a los altares del indígena de Cuautitlán.

Los prelados dijeron que la excomunión contra Hidalgo había sido aplicada por atacar
la libertad y la vida de los clérigos y religiosos, no por haber iniciado la insurgencia
A raíz del punto de acuerdo de octubre de 2007, el arzobispo primado de México, Mons.
Norberto Rivera Carrera, ordenó la constitución de una comisión que emitiera sus valoraciones en
torno a las excomuniones. El encargo fue encabezado por el Dr. Gustavo Watson Marrón,
especialista en historia de la Iglesia y director del Archivo Histórico del Arzobispado de México. Sus
conclusiones fueron publicadas, un año después, en octubre de 2008, en el Libro Anual del ISEE
(Siglas de Instituto Superior de Estudios Eclesiásticos) bajo el título “Consideraciones en torno a las
excomuniones de Hidalgo y Morelos”.

Watson Marrón recoge en su escrito las consideraciones del dictamen de García Gutiérrez y
Bravo Ugarte, señalando la validez de la excomunión de Abad y Queipo en su calidad de autoridad
máxima de la diócesis de Michoacán; sin embargo, el especialista da cuenta de los honores
tributados a los próceres después de la consumación del movimiento revolucionario.

Efectivamente, un decreto de 19 de julio de 1823 declaró como Beneméritos de la Patria en


Heroico Grado a Miguel Hidalgo, Ignacio Allende, Juan Aldama, Mariano Abasolo, José María
Morelos y “ocho caudillos más” ordenando que sus restos fueran exhumados “y que éstos fueran
trasladados a una caja, que se conduciría a la capital, cuya llave sería custodiada en el archivo del
Congreso. Esa caja se trasladaría a la Catedral el 17 de septiembre…” para “levantar ahí “un
sepulcro… con la inscripción que ponga la Universidad y apruebe el gobierno”. Una pr ocesión
solemne se realizó por toda la ciudad en honor a los caudillos y sus restos fueron depositados en
una bóveda bajo el altar de los Reyes de la Iglesia principal de la diócesis de México, permaneciendo
en Catedral hasta 1926 cuando los mismos fueron trasladados a la columna de la Independencia del
Paseo de la Reforma. Watson Marrón concluye afirmando que “todo esto no hubiera ocurrido si
Hidalgo y Morelos hubieran muerto excomulgados”.

¿Cuál es la situación de la proposición con punto de acuerdo que presentaron los diputados?
Actualmente está en espera de dictamen de las comisiones unidas de Relaciones Exteriores y de
Gobernación que han reunido los documentos necesarios que permitan considerar la viabilidad o no
de la propuesta. Por otro lado, la Comisión Especial de Apoyo a los Festejos del Bicentenario de la
Independencia y del Centenario de la Revolución, presidida por el diputado Francisco Antonio Fraile
García, integrante de la fracción parlamentaria del Partido Acción Nacional, ha valorado todos estos
antecedentes que desembocan, de forma clara, en la reconciliación de Hidalgo y Morelos al seno de
la Iglesia. El 22 de octubre de 2007, Guadalupe Jiménez Codinach, doctora en Historia por la
Universidad de Londres, presentó a la Comisión Especial un documento en el que afirma que “el
cuerpo de una persona excomulgada no puede ser enterrado en terreno sagrado, como se hizo con
el cuerpo de Hidalgo; tampoco podría haber sido objeto como los fueron los restos mortales de este
caudillo, de honras fúnebres, de responsos y de misas celebrados en varias iglesias. Es, por lo tanto,
innecesario solicitar al Vaticano la anulación de la excomunión de Miguel Hidalgo”.

No obstante, la Comisión de Relaciones Exteriores aprobó, el 13 de febrero de 2008, el


dictamen en sentido positivo que avala la proposición con punto de acuerdo sobre las excomuniones
de Hidalgo y Morelos. En parcas consideraciones, los diputados integrantes de ese órgano legislativo
valoraron la conveniencia de dirigir un exhorto a la Secretaría de Relaciones Exteriores para solicitar
“al Estado Vaticano información sobre el estado general que guardan los edictos de excomunión
contra los independentistas mexicanos”, considerando como argumento principal la conmemoración
del décimo quinto aniversario del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y
nuestro país afirmando que el gobierno de México “refrendó su compromiso de continuar su trabajo
de manera coordinada con la Santa Sede, en temas como la defensa de los derechos humanos, la
proscripción de la pena de muerte, la migración, el sentido social de la globalización, el desarme y la
paz y la seguridad internacional”. En este sentido, se aprobó este punto de acuerdo por dieciocho
votos.

Tal dictamen ahora espera la aprobación de la Comisión de Gobernación; sin embargo, las
consideraciones vertidas en el documento tienen una aplicación distinta a la naturaleza y
consecuencias de las excomuniones contra los insurgentes. Echar mano de las buenas relaciones
entre las naciones para que un Estado extranjero informe sobre tales edictos no es un argumento
adecuado dado los juicios históricos y particulares sobre los acontecimientos de 1810 que no pueden
ser justificados por nuestro concepto contemporáneo de “respeto mutuo… en favor de la c onvivencia
armoniosa, la justicia, el respeto a los derechos humanos y la solidaridad entre las naciones”.

(Comisión de Relaciones Exteriores. Dictamen relativo al levantamiento de los edictos


de excomunión en contra de los independentistas mexicanos. p. 3). A decir de Jesús García
Gutiérrez, José Bravo Ugarte y Juan B. Iguiníz, tales argumentos no merecerían ser tomados en
cuenta “porque han sido hechos por personas que poco o nada saben de historia y menos aún de
cánones”. (Dictamen sobre las excomuniones del Cura Hidalgo, 1953, 2).

El tema de las excomuniones de Hidalgo y Morelos sigue en examen. La Comisión de la CEM


ya tiene planteamientos claros que permitirán una reflexión que desembocará en la conclusión que
han tenido los arzobispos Luis María Martínez, Ernesto Corripio Ahumada y Norberto Rivera Carrera
y aún cuando la pasión de los legisladores por los padres de la patria les mueve a afirmar que la
excomunión sería un “desconocimiento de facto de nuestro país”, la sentencia de los historiadores es
indubitable: Miguel Hidalgo y José María Morelos padecieron el sacrificio en pos de sus ideales
revolucionarios perfectamente reconciliados con la Iglesia.

Sursum Corda. El blog de Guillermo Gazanini


http://blogs.periodistadigital.com/sursumcorda.php

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