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Conceptos fundamentales:

Totalitarismo
Podría decirse que es la experiencia del horror nazi, la experiencia radical que Arendt ha
querido pensar a lo largo de toda su filosofía, sobre todo, poner en cuestión las condiciones
políticas, sociales e incluso morales que han hecho esa experiencia posible. Arendt
considera que el nazismo ha dado forma a un tipo de violencia completamente un nuevo
que se caracteriza no sólo por ser producción sistemática del terror sino por una nueva
forma de administración del terror. A este régimen de administración, que es también un
movimiento social, lo llama totalitarismo, enfatizando que su criminalidad no es
equiparable a nada conocido pues no se trata con él de los crímenes de las dictaduras o los
genocidios ya habidos, ni se trata de una perversión de las relaciones políticas equiparable
a estos casos de violencia. Con el totalitarismo consiste en un sistema de una violencia
ejercida a partir del completo despojo de toda libertad individual y de todo espacio de
interacción humana, haciendo imposible la acción y el espacio común.

Banalidad del mal o mal banal


Cuando Arendt se pregunta qué tipo de mal está detrás de este horror, que tipo de maldad
es la maldad de quienes participaron en él o de quienes lo permitieron, concluye que detrás
de de ese mal ejercido no hay ni perversión, ni patología ni tampoco razones ideológicas o
convicciones morales, lo que hay en las mentes de aquellos hombres es más bien una
ausencia de cualquier posibilidad de referencia a criterios de juicio, se trata de una
“incapacidad de pensar” de una insensatez radical que afecta finalmente nuestra capacidad
de juicio. El criminal del totalitarismo no es un monstruo ni un alienado, tampoco un loco,
es simplemente alguien a tal punto superfluo que se vuelto incapaz de dar respuesta a una
situación moral conflictiva desde su propio juicio. Es por eso que Arendt llama a este
fenómeno banalidad del mal, o mejor del mal banal pues tras él no hay más que
superficialidad. Este mismo concepto se opone al concepto moderno de ‘mal radical’ que
hace residir el mal en una incapacidad ínsita a la naturaleza humana de conciliar el deseo
de su inclinación sensible con el mandato de su máxima racional, tal impotencia sería
natural al hombre y sólo se subsanaría con el progreso de su razón (Kant). En el caso de
Arendt, es imposible pretender que el mal sea algo natural al hombre, consubstancial a su
ser dual, caído o contradictorio, se trata más bien de que el mal atraviesa el divorcio entre
una libertad no soberana y una irrecusable responsabilidad. El mal se cuela por entre las
debilidades de la libertad y las impotencias del juicio.

Natalidad
Una de las notas centrales de la condición humana para Arendt es la natalidad, el hecho que
los hombres no son sólo seres mortales y conscientes de su mortalidad, sino que son
también seres nacientes. Huella de la facticidad humana, es la natalidad y no la moralidad
la que orienta la existencia humana y la pone en perspectiva de sus propias posibilidades.
Se trata de un concepto que opera en varios niveles y no posee un único significado. El
nacimiento no es un comienzo meramente biológico (ni tampoco un concepto metafísico)
sino un inicio que señala el fenómeno de la propia existencia, también la capacidad humana
de comenzar procesos nuevos, de abrir cursos de acción inesperados, y de incorporarse
también por el nacimiento a un mundo humano que le pre-existe y la configura, a la red de
las relaciones interhumanas. También la capacidad de interpretar o de generar nuevas
comprensiones de la acción y su historia

Acción
Profundamente enraizada en la natalidad como su condición ontológica, la acción es la
actividad central de la experiencia humana. El ser humano al actuar comienza un nuevo
curso, abre un camino inesperado, e incierto entre otros. En este sentido, la acción es
portadora de novedad y fecundidad, asimismo es también irreversible e inanticipable en el
mundo de los humano, que es el mundo común. Así la acción es siempre libre, pues como
dice Arendt, siempre podemos ser consciente de que aquello que hicimos bien pudo haber
quedado sin hacer” Es decir, que no hay ninguna forzosidad detrás de lo que la acción
comienza, tras la acción sólo está la capacidad misma del hombre de comenzar.

Vita activa
A juicio de Arendt, la vida activa del hombre, su quehacer se realiza a partir de tres
actividades generales: la acción, la labor y el trabajo. La acción (praxis) ya hemos dichos es
la capacidad sui generis del hombre de comenzar a partir de sí algo nuevo, de emprender
lo inesperado, de propiciar lo inédito, de desatar una cadena de acontecimiento que lo
tienen como su único garante. Pero también existen el trabajo y la labor, la labor está
relacionada aquello que conserva nuestro ser material a los procesos de consumo y
producción que están detrás del mantenimiento de la vida, el trabajo por su parte, apunta
a las actividades que propician nuestra habitación del mundo, a partir de la producción de
objetos de uso que dan al mundo un carácter perdurable más allá de la cadena y generación
y corrupción que preside el ciclo natural de la vida vegetativa. De esta manera entonces, la
condición humana cuenta con niveles de ejercicio: la vida activa, que se despliega a partir
de la labor, el trabajo y la acción y la vida contemplativa, que apunta a las operaciones del
espíritu: pensar, querer y juzgar. Ambas vidas dan forma y especificidad a la condición
humana.

Pluralidad
El hombre está unido irremediablemente a los demás hombres desde el principio y
comparte con ellos el espesor y la textura de la interrelación humana que nos hace tanto
garantes como opositores frente a la capacidad de actuar de otros. Somos en plural. La
condición humana está constituida intersubjetivamente. Tal como la natalidad, la pluralidad
es también un factum de la vida humana, su condición.

Poder
Surge de la confluencia de la acción de los seres humanos, y de su condición de contigüidad
que es la pluralidad. Se trata de la posibilidad de contar con otros e iniciar con otros una
acción que produzca lo nuevo, que funde una realidad nueva. La relación entre los hombres
está sostenida en esta peculiar debilidad de la pluralidad, en esta incapacidad de bastarnos
a nosotros mismos. Ahora bien, tampoco se trata de una comunidad natural o de interés.
El lazo entre los hombres es misterioso y gratuito y la acción como poder, como acción
concertada, da testimonio de ese lazo y de esa ampliación de la acción que surge de la
cooperación entre los hombres, de la superación del inicio individual. La impotencia del
hombre individual se redime en el poder de muchos.

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