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IRONÍA, ANALOGÍA Y CORRESPONDENCIA DE CONTRARIOS: TRES ROSTROS DE

LA LÍRICA MODERNA COLOMBIANA

Nabely Figueroa Lee

Duvan C. González Zúñiga

Hablar de la lírica moderna es hablar de un periodo multicefalico, el cual, casi erigiéndose como
una criatura mítica, tiene un mismo tronco, un mismo pecho, un mismo corazón, pero al subir por
el cuello y llegar a lo que sería la cabeza del sujeto, nos encontramos con ¡oh sorpresa! Hay más
de una cabeza, y cada una de ellas posee una visión de mundo distinta a la otra, cada una tiene su
propio estilo, su propia gestualidad. Todas hablan al tiempo y nunca dicen las mismas palabras,
pero al final el oído presto se da cuenta que todas sus bocas comparten una misma idea. De esta
forma para hablar de la lírica moderna hay que partir del presupuesto que no es momento estático,
totalmente medible u homogéneo, por el contrario es un periodo creativo donde podemos encontrar
desde el culto a la belleza y la búsqueda de la palabra precisa, hasta la burla de una ciudad
irrisoriamente conservadora, y el cuestionamiento por preguntas que tocan al sujeto en su estado
más humano.

De esta forma en el siguiente trabajo se intentara bosquejar tres rostros, de los tantos, que posee la
lírica moderna. Para esto se tomará como guía tres autores colombianos que marcan una pauta
pictórica dentro de los rostros en los cuales se inscriben. Por un lado tenemos a José Asunción
Silva con su poemario Gotas amargas, por otro a Aurelio Arturo con Morada al sur, y por último
tenemos a Luis Vidales con Suenan timbres. Así, con estos tres autores, se buscará encontrar los
rostros de la analogía y la ironía propuestos por Jose Olivio Jimenez en su texto Evolución interior
de la poesía modernista, y tal vez algún rostro hibrido entre los dos.

Para comenzar, entonces, será importante definir los conceptos teóricos con los cuales nos
guiaremos en esta reflexión, que son, a saber, analogía e ironía. Con respecto a la analogía, apunta
Jiménez que esta lee el mundo como un vasto lenguaje de ritmos y correspondencias (Jiménez:
35) así pues, al entender el lenguaje como una correspondencia con el mundo, buscará recrear su
orden y para ello apelará a la metáfora como su mayor recurso estilístico, ya que por medio de esta
se puede establecer correspondencias secretas entre objetos distantes de la realidad (Jiménez: 37).
En la analogía, entonces, no tendrá cabida la palabra disonante, sino que por el contrario primara
el uso de la palabra hermosa, bien calculada, sonora y rítmica, ya que de esta manera el poeta se
podrá acercar desde lo verbal a la belleza del universo que, según esta postura, residiría en su
perfecto orden.

Por otra parte, con respecto a la ironía, apunta que se trata de una descreencia de la sacralidad del
mundo (Jiménez: 38) y por lo tanto el poeta ya no buscará la unidad del universo a través de la
palabra rítmica y eufónica, sino que la duda lo llevará a cuestionamientos acerca de la noción de
orden instaurada desde la visión analógica del mundo. En este cuestionamiento se apelará entonces
al humorismo, a la burla, a la parodia de la “belleza” que se pregonaba en la concepción analógica.
La ironía entonces juega un papel que busca la desmitificación de aquella retórica de la belleza
que había terminado por instaurar, en su mecanización, la ley de la analogía (Jiménez: 38).

Dicho esto nos podemos acercar entonces a los poemarios a trabajar en esta reflexión para
aventurar interpretaciones que respondan a la pregunta por la postura de cada poemario, los rasgos
de sus rostros, bien sea analógicos o irónicos. Respecto a este último aspecto, cabe resaltar que en
la poesía hispanoamericana, y por extensión, la del modernismo –que es la que trabaja Jiménez-
no siempre se presenta los poemas o poemarios como meramente irónicos o meramente analógicos
sino que se pone de relieve la existencia de tensiones entre estos dos aspectos para llegar a efectos
de sentido.

En principio trabajaremos entonces el poemario Gotas amargas, de José Asunción Silva. En este
poemario se presenta mayoritariamente una tendencia hacia la ironía, ya que constantemente se
plantea, en tono de burla y apelando al humor, una crítica a lo que se consideraba estéticamente
bello en el romanticismo. El poeta en esta ocasión, si bien se valdrá de la rima, que es una forma
de trabajar el lenguaje desde la analogía para darle sonoridad, la usará para hablar de temas más
banales y poner de manifiesto cuestiones que no serían propias de un orden analógico, tal es el
caso del poema La respuesta de la tierra, donde el verso final reza “La tierra, como siempre
displicente y callada, / Al gran poeta lírico no le contesto nada” este verso cierra pues un poema
donde se plantean una serie de dudas de un matiz existencial. Silva plantea el silencio de la tierra
al hablante lirico como el nacimiento de la duda dentro del poemario, duda que tiene una gran
cabida dentro de los presupuestos de la ironía ya que es precisamente desde ahí donde nace el
cuestionamiento hacia el orden y la unidad de lo real.
Otra característica de la ironía presente en el poemario de Silva es el coloquialismo y el prosaísmo
del verso, esta característica, dice Jiménez, buscará en últimas generar sorpresa en el poema. Dicha
sorpresa tiene como objetivo mostrar las incongruencias presentes en el orden que la poesía
analógica buscaba darle a lo real. Ejemplo de esta sorpresa está el poema El mal del siglo donde
ya no hay rima y el verso está planteado de una forma prosaica -aludiendo también a lo que pedro
lastra llama recurso a la narratividad, característico de la poesía moderna hispanoamericana-
mostrando una conversación entre médico y paciente sobre el spleen. La sorpresa se manifiesta en
el verso final ya que luego que el paciente manifieste con total seriedad los síntomas que le aquejan,
el médico le responda de una forma socarrona “¡Lo que Ud. tiene es hambre! Esta respuesta
mostrará pues una burla hacia un asunto que se consideraba trascendental en el romanticismo, tal
y como lo era, la angustia vital, el mal del siglo o spleen.

Otro recurso de la ironía en la poesía, según Jiménez, es el uso de palabras que tienen poca
sonoridad, que contrarían la retórica de la belleza perseguida por la analogía. En el poemario Silva
hace varios usos de este tipo de palabras, buscando lograr un efecto de disonancia -no en el sentido
que la entiende Friedrich como aura oscura que rodea al poema- sino como una forma de romper
un pretendido equilibrio rítmico y sonoro dentro del poema, para contrariar los presupuestos de
aquello que se considera “bello”. Ejemplo de esto es el poema Enfermedades de la niñez donde
luego de hacer un poema rimado en el que se cuestionan los presupuestos de amor romántico se
concluye usando la nada sonora palabra “blenorragia”.

De esta forma tenemos que Gotas amargas es un poemario que se construye en el rostro que tiende
a la ironía, que se plantea desde esta visión de mundo y a través de ella le da sentido a su universo
poético. Es un rostro no armónico, fragmentado, al que no le interesa la unidad o la coincidencia
de sus componentes. En contraposición a este rostro dibujado por Silva con sus Gotas amargas,
nos encontramos ahora frente a la composición de Aurelio Arturo con Morada al sur, una poética
que nos dara los trazos para dibujar un segundo rostro de la lírica moderna.

Morada al sur será un poemario donde la analogía tendrá un carácter primordial. Todo el poemario
está construido desde la metáfora que es, a saber, el principal recurso de la poesía analógica. La
gran metáfora de este poemario podría verse en el poema clima que comienza de esta manera:
“Este verde poema, hoja por hoja, / lo mece un viento fértil, suroeste; / este poema es un país que
sueña, / nube de luz y brisa de hojas verdes”. Así pues, si el poema es verde y lleno de hojas
podríamos plantear la metáfora de un poema-árbol tomando esta como la gran metáfora del
poemario. Al ser poema árbol, en todo el poemario se hará una exaltación a la naturaleza del sur,
se hablará de sus montañas, valles, ríos, bosques y todo desde la añoranza de quien está lejos y
desea regresar, esta añoranza se puede ver claramente en el poema Sol donde se dice:

“Si yo cantara mi país un día,

Mi amigo el sol vendría a ayudarme

Con el viento dorado de los días inmensos

Y el antiguo rumor de los árboles

Pero ahora el sol está muy lejos (…)

Y trabaja hombro a hombro con los hombres del campo”

Así como esta añoranza que hace del sol de su tierra al sur todo el poemario estará plagado de una
nostalgia por el lugar de origen, pero esta nostalgia no es vista de una manera negativa como
lamento por lo perdido, sino como motivación para exaltar la tierra de donde sale el yo lírico del
poemario, tierra donde la naturaleza es bella y los hombres son como “robles entre robles” dice el
poema Rapsodia de Saulo, donde también está presente otra gran metáfora que pone al hombre del
sur como roble para dar a entender su fuerza, solidez y quizá, por qué no, su rectitud moral.

La analogía en la poética de Aurelio Arturo en esta Morada al sur se pone de manifiesto también
en el uso mismo del lenguaje ya que es usado por el poeta de una manera armoniosa y musical, tal
como Jiménez afirma que busca ser el lenguaje en la analogía. El poemario está plagado de
ejemplos para mostrar la armoniosidad del lenguaje poético, pero aquí lo ejemplificaremos con un
verso del poema Canción de la noche callada:

“En la noche balsámica, en la noche,

Cuando suben hojas hasta ser estrellas,

Oigo crecer las mujeres en la penumbra malva

Y caer de sus párpados la sombra gota a gota”


Se privilegia el uso de adjetivos que añaden sonoridad, tales como balsámico o malva. Ya no hay
aquí, a diferencia de Silva, una búsqueda de sorpresas o disonancias con el uso de palabras que
restaran sonoridad al verso. A pesar de no conservar rima, los poemas de Morada al sur cuentan
con una gran musicalidad que servirá para crear el efecto de belleza en la naturaleza perseguido
por el autor.

Otro recurso usado reiterativamente por la poesía analógica es la sinestesia, de esta manera al
conectar los sentidos busca crear efecto de unidad donde se unan todos los sentidos superando las
disparidades que pueda haber entre cada uno en la búsqueda de una unidad en la forma se percibir
el mundo. Ejemplo de esta sinestesia está en el poema Canción del ayer, donde encontramos el
verso “La voz de Saúl me era una barca melodiosa”.

Podemos ver entonces en morada al sur un poemario totalmente asimilable desde la analogía,
donde la unidad de lo real no será cuestionada sino más bien buscará ser exaltada en todo momento
desde la añoranza. Esta añoranza también puede verse en una metáfora que es muy fuerte en el
poemario y que podría sugerir una doble percepción, esta metáfora es la del regazo de la mujer
donde el yo lirico se recuesta, figura presente en el poema Nodriza “¿Por qué ya no me arrullas,
oh noche mía amorosa,/ en el valle de yerbas tibias de tu regazo” y que también tendrá presencia
en el poema La ciudad de Almaguer “ “Hablaban las mujeres” (…) y en la voz de las mórbidas
mujeres/ reclinado, mil años me adormía”. Esta figura del recostarse en el regazo puede tener
connotaciones maternas y por analogía podríamos asimilar esta madre que toma a su hijo en el
regazo a la madre tierra, la madre patria, la morada al sur donde el yo lírico constantemente quiere
volver ya que se siente maravillado por la belleza de lo que allí una vez vio y vivió, donde ahora
quiere de nuevo retornar.

En este punto ya hemos bosquejado, por un lado el rostro de la analogía con la lectura poética de
Aurelio Arturo en Morada al sur, y de la misma forma el rostro de la ironía con Gotas Amargas
de José Asunción Silva. Ahora pasaremos a hablar un tercer poemario que nos compete en esta
reflexión, Suenan timbres de Luis Vidales, e intentaremos dilucidar qué tipo de rostro moderno
dibuja en sí mismo.

Este poemario de Vidales posiblemente vaya más allá de las categorías sobre las que hemos venido
trabajando en la presente reflexión, ello podría deberse quizá a que Vidales vaya más allá del
modernismo –que es el espacio donde José Olivio Jiménez circunscribe sus categorías- en el
sentido que no sigue el preciosismo de los primeros modernistas, pero tampoco se hace
dependiente del movimiento para atacarlo, socavarlo, o responder a este. Aunque en Vidales se
puedan encontrar poemas donde es evidente un tono irónico y humorístico tales como cristología
donde se dice:

“Las cruces que hay en el mundo

Son trampas puestas por los hombres

Para cazar a Jesucristo (…)

Esto le ocurre

Desde aquella vez que le pusieron esa CONDECORACION

Tan grande

Que se enredó en ella y se murió

Y sin embargo

Jesucristo ha sido para siempre

A través de todos los tiempos

El más perfecto

MAROMERO

Eso es”

Aquí se percibe la ironía en la desacralización de la divinidad, pero no se hace en una invectiva,


sino que se toma el asunto con humorismo. Es una manera de mostrar la ausencia de figuras divinas
entre los hombres, pero no desde un lamento sino desde un humor calmado, que evita el ataque.

En este poemario, entonces, podríamos decir que Vidales busca una nueva forma de describir las
cosas y lo hace desde la cotidianidad, mostrando una profunda capacidad de observación. Las
cosas, y las personas, tienen correspondencias con otras cosas y personas pero no desde una
identificación total, sino desde su contrario. Este pensamiento lo muestra Vidales en uno de los
relatos que abre el poemario y que lleva por nombre Antípodas, “lo que usted hace, lo está
ejecutando su gemelo, allá, en el preciso lugar que corresponde al equilibrio de Newton. Unas
veces en su mismo sentido, otras en el contrario cuando el ritmo unísono no se da entre los dos”
esta idea del doble contrario no se difuminara en lo que sigue del poemario, sino que por el
contrario se seguirá manifestando de otras formas, como es el caso de la dualidad entre el hombre
y su sombra, donde la sombra sería una extensión de los ademanes del hombre que en ocasiones
puede tomar vida propia, como es el caso del relato la rebelión, o bien el hombre la puede separar
de sí, motivado por el miedo que le infunde ese ser que imita sus ademanes, como en el relato La
sombra muerta, o que lo enreda al caminar, como es el caso del poema las sombras.

Los objetos también pueden contener su contrario, tal como se expone en el relato Teoría de los
objetos, donde el narrador dice “Todos los objetos están en potencia con respecto a su forma
contraria” así un objeto redondo puede ser alargado al mismo tiempo y viceversa. También está el
caso en que “cuando una puerta se abre, la puerta equidistante, al otro lado del mundo se cierra
irremisiblemente. Por esto, de golpe, las puertas se cierran solas” donde se muestra otra vez una
correspondencia contraria.

Con base a lo dicho anteriormente podríamos pensar entonces que Vidales ya no busca mediante
las metáforas al hablar de los objetos encontrar formas de crear correspondencias con lo real para
crear una unidad, como en la analogía, pero que tampoco busca mostrar una disonancia, una
resquebrajadura, una grieta en lo real para cuestionarlo, como en la ironía. Vidales busca ir más
allá y encontrar entonces nuevas maneras de nombrar, de contar, de crear, de observar, pero sin
alejarse de lo cotidiano, que será entonces el objeto de sus observaciones y definiciones. Por esta
razón, los teléfonos son pulpos (El teléfono) o las catedrales son fundas de árboles (Las catedrales)
e incluso llegar a afirmar que las flores tienen alma, pero que su problema es no saber hablar (A
una flor) o que en las colas de los pavos reales habitan ojos de mujeres muertas (Ojos).

En esta nueva forma de nombrar, Vidales empieza entonces a reflexionar como un Demiurgo, a la
manera de los vanguardistas del creacionismo, pero sin escribir un manifiesto acerca de ello, sino
presentándolo a manera de comentario, que llega a la mente repentinamente después de haber
reflexionado sobre la opinión de otro, tal es el caso del poema Paisajes ambulantes donde el yo
lirico reflexiona acerca de cuál sería una buena manera de mejorar los crepúsculos –partiendo de
un comentario de Mr. Wilde- y proponiendo que esta manera sería dándoles movilidad, aunque al
final llegue a la conclusión de que “La gente inventaría jaulas para cazar paisajes. Y un paisaje
dentro de una jaula no debe sentirse contento”
Este tipo de reflexiones acerca de cómo deberían ser las cosas las encontramos en poemas como
Las hojas “Para que el vuelo de las hojas/ fuera a su gusto/ todas deberían ir provistas/ de
motorcitos de mariposa” o en el Poema de la piedra “Y será bello verte/ pues para entonces/
moverás las patas/ y sacarás lentamente la cabeza/ y ante los hombres asustados/ empezarás a
arrastrarte por el mundo”

A manera de conclusión podemos decir que, como se planteó desde el inicio de estas páginas, la
lírica moderna es una lírica de capas, que no es estática, es una lírica que posee varios rostros y
que cada uno de ellos delimita una posición frente al mundo y frente a las esferas sociales e íntimas
de dadas en el momento de su producción. Esto lo podemos ver en la lírica colombiana al hacer
una lectura de tres poetas inscritos dentro del periodo moderno, observando que cada uno de ellos
dibuja a través de sus poemas un rostro de este momento distinto al de los otros, pero al mismo
tiempo no alejado en su totalidad. Al revisar los poemarios podemos ver como ningún rostro se
configura desde la completa pureza, ningún poemario es completamente analógico, o
completamente irónico, si bien tienen tendencias hacia lo uno a lo otro, no se configuran desde la
totalidad de esa visión de mundo, siempre hay algunos rasgos del contrario que se escabullen en
los gestos y líneas del otro. Ya sea a la manera de la analogía como los primeros modernistas,
caso curioso de Aurelio Arturo ya que él escribe su obra en la década del 30, o a la manera de la
ironía como José Asunción Silva en principio de siglo o incluso en un intento de acercamiento a
las vanguardias como es el caso de Luis Vidales, la poesía moderna en Latinoamérica y también
en Colombia es una producción diversa, una criatura mítica de un solo tronco y varias cabezas.
BIBLIOGRAFÍA

Vidales, L. Suenan timbres (1986). Bogota: editorial presencia Ltda.

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