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¡Es
un
deseo
de
abrazar
las
infinitas
desesperación.
Todo
el
que
haga
esto,
es
un
perro
y
posibilidades!
debe
morir
como
tal,
tu
blasón
se
debería
clavar
¡Ay
señores!
¿Qué
es
lo
que
hacemos
aquí?
¿Qué
sobre
la
puerta
de
un
prostíbulo.
¿Tengo
yo
la
culpa
es
lo
que
podemos
ganar?
de
que
el
olor
de
tu
maquillaje
y
de
tus
perfumes
me
¡Ay
de
mí!
¡Qué
es
esta
vida
para
la
ciencia!
Por
huelen
a
perro?
Dime,
don
Miguel,
caballero
de
otro
lado,
este
pobre
mundo
no
tendría
Calatrava,
¿tengo
yo
la
culpa?
Si
tu
padre
estuviese
capacidad
de
alimentar
mis
oscuros
deseos,
los
vivo
te
escupiría
en
la
cara;
pero
tu
padre
ha
muerto.
de
un
amo
como
yo,
con
armas;
las
buenas
obras
No
está
ya
para
defender
el
honor
de
su
sangre;
ni
no
me
interesan,
vosotros
sabéis
que
los
tampoco
tu
madre
para
secar
las
lágrimas
de
su
niño
hombres
actúan
como
perros
sarnosos,
como
y
consolarlo
entre
sus
brazos.
fétidos
estercoleros;
y
ciertamente
también
¡Esta
es
la
caballería
de
hoy!
sabéis
que
un
Rey
no
es
nadie
cuando
Dios
se
ha
Sin
embargo,
un
judío
en
su
fétido
gueto,
un
judío
fiel
alejado
de
él.
a
su
esposa
y
con
ternura
hacia
sus
pequeños,
es
mil
DON
ALFONSO.-
¡Qué
bien
predica
nuestro
veces
más
honorable
que
tú.
¡Por
quién
ha
sacrificado
sapientísimo
doctor
de
Belcebú!
¡Qué
gestos,
qué
la
vida
nuestro
Rey,
él,
que
ni
siquiera
ha
podido
voz,
qué
fuego!
Pero
a
ninguna
conclusión
ha
amar
según
su
corazón,
que
ha
palidecido
y
llegado.
¡Fijaos
con
qué
pasión
este
tipo
tan
envejecido
antes
de
tiempo
entre
el
polvo
de
los
negativo
y
endurecido
nos
muestra
un
nuevo
pergaminos
de
Estado!
¡Ay
de
mí!
(Esconde
el
rostro
paraíso!
Me
gustaría
saber,
por
todos
los
cuernos
entre
la
manos.
Silencio
bastante
largo.)
Escúchame,
de
diablo,
qué
es
lo
que
espera
de
nosotros
y
de
Miguel.
Eres
joven.
Tienes
treinta
años.
Y
eres
rico
sí
mismo.
¿Qué
haremos?
Y
tú,
hijo
mío,
¿qué
porque
posees
una
razón
malvada
pero
potente.
harás?
¡Treinta
años!
No
sé
si
debo
reír
o
llorar.
¡Treinta
DON
MIGUEL.-
Vosotros
os
burlaréis
de
Dios,
años!
Son
como
el
perfume
de
los
campos
de
trigo,
como
antes,
Mañara
se
burlará
de
vosotros,
como
la
sonrisa
de
la
noche
en
la
ventana
donde
debe
igual
que
antes,
señores.
aparecer
un
rostro
dulcemente
iluminado
por
el
DON
FERNANDO.-
(En
voz
baja,
inclinándose
corazón
de
una
rosa.
(Silencio.)
hacia
don
Miguel.)
Si
tú,
Miguel,
me
ves
aquí
a
¡Miguel!
¡Hijo
mío!
¡Niño
mío!
¡Soy
un
viejo
loco!
pesar
de
mis
cabellos
blancos,
es
porque
hace
ya
Te
he
hablado
como
un
viejo
imbécil.
He
sido
injusto.
mucho
tiempo
que
te
estoy
observando.
Fui
el
También
a
mí
me
gustaban
las
muchas,
cuando
fui
mejor
amigo
de
tu
padre,
don
Tomás
de
Leca,
joven.
No
las
seducía,
no
las
engañaba,
no
las
conocí
a
tu
madre
doña
Jerónima
Anfriano.
Tu
abandonaba,
pero
me
gustaban,
las
deseaba.
También
madre
era
una
santa
mujer.
Tu
padre,
un
valiente
fui
joven,
Miguel.
Perdona.
Perdona
a
este
viejo
y
gentilhombre,
fiel
a
Dios
y
al
Rey.
Murió
en
mis
tosco
soldado.
No
soy
un
hombre
de
Corte,
no
estoy
brazos.
Mírame,
Miguel:
fíjate,
no
bajo
los
ojos
ni
habituado
al
trato
refinado.
¡Cielos!
Nuestra
vida
ha
va
a
cambiar
el
color
de
mi
cara
para
decirte
lo
sido
dura.
No
debes
reprocharme
nada.
Debes
que
tengo
que
decir:
eres
un
cobarde
y
traidor.
perdonarme.
Tú
eres
hermoso,
Miguel;
tienes
la
DON
MIGUEL.-
¿Estáis
loco,
don
Fernando,
o
frente
alta;
los
ojos
fieros.
Dame
la
mano,
venga,
borracho,
o
quizás
estáis
cansado
de
vivir?
dame
la
mano.
(Breve
silencio.
Mira
fijamente
la
mano
DON
FERNANDO.-
Sabes
que
he
envejecido
en
de
don
Miguel.)
Una
mano
noble.
Tienes
los
dedos
santísimas
batallas,
y
que
jamás
me
separaré
de
delgados,
las
venas
azules,
un
azul
que
rara
vez
se
mi
espada,
ni
siquiera
a
la
hora
de
la
muerte.
Han
encuentra.
Te
pareces
a
tu
padre.
(Largo
silencio.)
matado
cuatro
caballos
míos
sin
matarme
a
mí;
Escúchame,
Miguel.
En
Sevilla,
nuestra
buena
y
vieja
hablo
al
Rey
cara
a
cara
y
son
descubrir
mi
ciudad,
hay
una
casa
modesta
y
muy
antigua,
no
está
cabeza.
Podría
tirarte
de
las
orejas,
canalla;
pero
lejos
de
la
iglesia
de
la
Caridad.
La
casa
pertenece
a
me
basta
con
repetirte
que
eres
un
cobarde
y
un
un
hidalgo
muy
anciano.
Tu
padre
lo
conoció.
Yo
soy
traidor.
Todo
el
que
hace
sufrir
a
las
mujeres
y
su
amigo
desde
la
infancia.
Se
llama
Carillo
de
las
traiciona
es
un
cobarde
y
un
canalla.
Y
todo
el
Mendoza.
(Breve
Silencio.)
Sólo
tiene
una
hija
para
que
desea
la
mujer
de
otro
es
un
vil
consolarlo
en
su
largo
sufrimiento
que
se
llama
sinvergüenza,
como
lo
es
el
que
roba
el
santo
Jerónima
y
es
hija
única.
Se
llama
como
tu
madre,
tesoro
de
la
virginidad
a
la
última
muchacha
del
Miguel.
El
nombre
de
esta
muchacha
es,
por
tanto
pueblo
y
luego
la
abandona
a
la
vergüenza,
a
la
Jerónima
Carrillo
de
Mendoza.
Es
una
muchacha
2
ANTROPOLOGÍA RELIGIOSA – INTRODUCCIÓN
hecho,
no
es
soportable.
Por
eso
necesito
la
luna
HELICON
o
la
felicidad,
o
la
inmortalidad,
algo
(Después
de
un
silencio)
descabellado
quizá,
pero
que
no
sea
de
este
Eso
es
verdad.
mundo.
CALIGULA
HELICON
(Se
levanta
con
visible
esfuerzo)
Es
un
razonamiento
que
se
siente
de
pie.
Pero
en
Escucha,
Helicón.
Oigo
pasos
y
rumor
a
voces.
Guarda
general
no
es
posible
sostenerlo
hasta
el
fin.
silencio
y
olvida
que
acabas
de
verme.
CALIGULA
HELICON
(Levantándose,
pero
con
la
misma
sencillez)
He
comprendido.
Tú
de
eso
no
sabes
nada.
Si
las
cosas
no
se
CALIGULA
consiguen
es
porque
nunca
se
las
persigue
hasta
(Se
dirige
a
la
salida.
Se
vuelve)
el
fin.
Pero
quizá
basta
con
permanecer
lógico
Y
te
lo
ruego:
en
adelante,
ayúdame.
hasta
el
fin.
(Mira
a
Helicón)
También
sé
lo
que
HELICON
está
pensando.
¡Cuántas
complicaciones
por
la
No
tengo
razones
para
no
hacerlo,
Cayo.
Pero
yo
sé
muerte
de
una
mujer!
Pero
no
es
eso.
Creo
muchas
cosas
y
hay
pocas
que
me
interesen…
¿En
qué
recordar,
es
cierto,
que
hace
unos
días
murió
una
puedo
ayudarte?
mujer
a
quien
yo
amaba.
Pero
¿Qué
es
el
amor?
CALIGULA
Poca
cosa.
Esa
muerte
no
significa
nada,
te
lo
En
lo
imposible.
juro;
sólo
es
la
señal
de
una
verdad
que
me
hace
HELICON
necesaria
la
luna.
Es
una
verdad
muy
simple
y
Haré
lo
que
pueda.
muy
clara,
un
poco
tonta,
pero
difícil
de
descubrir
y
pesada
de
llevar.
HELICON
ESCENA
14
¿Y
cuál
es
esa
verdad,
Cayo?
CALIGULA
CALÍGULA
(Apartado,
en
tono
neutro)
Todo
parece
tan
complicado.
Y
sin
embargo
es
Los
hombres
mueren
y
no
son
felices.
tan
sencillo.
Si
hubiera
conseguido
la
luna,
nada
HELICON
habría
sido
igual.
Pero
¿dónde
aplacar
esta
sed?
¿Qué
(Después
de
una
pausa)
corazón,
qué
dios
tendrían
para
mí
la
profundidad
de
Vamos,
Cayo,
es
una
verdad
a
la
que
nos
un
lago?
(Se
arrodilla
y
llora.)
Nada
hay,
ni
en
este
acomodamos
muy
bien.
Mira
a
tu
alrededor.
Eso
mundo
ni
en
el
otro,
hecho
a
mi
medida.
Y
eso
que
sé,
no
les
impide
almorzar.
y
tú
también
lo
sabes
(Alarga
la
mano
hacia
el
espejo,
CALIGULA
llorando.),
que
bastaría
con
que
lo
imposible
(Con
súbito
estallido)
existiera.
¡Lo
imposible!
En
los
límites
del
mundo
lo
Entonces
todo
a
mí
alrededor
es
mentira,
y
yo
he
buscado,
en
los
confines
de
mí
mismo.
He
tendido
quiero
que
vivamos
en
la
verdad.
Y
justamente
las
manos
(Gritando,),
tiendo
las
manos
y
te
tengo
los
medios
para
hacerles
vivir
en
la
encuentro
a
ti,
siempre
a
ti
frente
a
mí,
y
me
inspiras
verdad.
Porque
sé
lo
que
les
falta,
Helicón.
Están
un
inmenso
odio.
privados
de
conocimiento
y
les
falta
un
profesor
No
he
seguido
el
camino
adecuado,
no
me
conduce
a
que
sepa
lo
que
dice.
nada.
Mi
libertad
no
es
buena.
¡Helicón!
¡Helicón!
HELICON
¡Nada!
¡Nada
de
nada!
¡Ah,
cómo
pesa
esta
noche!
No
te
ofendas,
Cayo,
por
lo
que
voy
a
decirte.
Helicón
no
vendrá:
¡seremos
culpables
para
siempre!
Pero
deberías
descansar
primero.
Esta
noche
pesa
como
el
dolor
humano.
CALIGULA
(Sentándose
y
con
dulzura)
No
es
posible,
Helicón,
ya
nunca
será
posible.
HELICON
¿Y
por
qué
no?
CALIGULA
Si
duermo,
¿Quién
me
dará
la
luna?
4