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Afiliado a la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia Salesiana – Roma

Incorporado a la Secretaría de Educación Jalisco

TRABAJO DE DIOS EN EL CRISTIANISMO

Asesor: P. José Luis Plasencia Moncayo. SDB


Estudiante: Luis Ángel Mastranzo Benítez. SDB

Tlaquepaque, Jalisco, México

DICIEMBRE 2016
JESÚS, MANIFESTACIÓN DEL AMOR TRINITARIO

Introducción

El misterio de la Trinidad para nuestra fe es el eje del cual todo parte, pero que así como es
muy imprescindible, también es de difícil comprensión y explicación. Por ello a lo largo de la
historia los Padres y el Magisterio de la Iglesia ha reflexionado sobre este, teniendo como
resultado grandes documentos que nos acercan a la comprensión de nuestro Dios que es
Trinidad. Dentro de toda esta doctrina encontramos como principal referencia el testimonio
que Dios mismo no dio en su presencia en el mundo cuando se encarnó. Cristo en vida
humana nos transmitió la presencia y el mensaje de Dios, el cual se sintetiza en una palabra: el
Amor.

Por ello esta investigación intentará profundizar un poco sobre este tema, el que Jesús es la
manifestación del amor Trinitario. Esto en sus dos vertientes: el amor que se da entre las tres
Personas; y el amor que de esta relación brota hacia el hombre. Para lograrlo, comenzaré
hablando de nuestro Dios cristiano el cual es Trinidad, y que podemos conocer gracias a lo
que Él mismo nos revela. Posteriormente, esbozaré como este Dios que es relación, se
caracteriza por ser una relación de amor. Por último hablaré de como esta relación que es de
amor se manifestó plenamente en la persona de Dios hecho hombre: Cristo, quien nos revela
al Amor y nos invita a amar.

Dios cristiano-Dios Trinitario

No está de más comenzar poniendo en claro que nuestra fe como cristianos, así como la de los
judíos, consiste en la creencia de un solo y único Dios. Pero lo que nos diferencia de las otras
religiones es que este Dios que es Uno, consiste en tres Personas: El Padre, el Hijo y el
Espíritu Santo.

Esta unidad divina nos lleva inmediatamente a hablar de las hipóstasis o de las personas que
forman la única naturaleza divina, es decir, “personalizarlas trinitariamente, puesto que las
Personas divinas califican al ser divino, nos revelan su vida y nos la comunican en simplicidad
y riqueza”1. Es así que el Padre siempre será la fuente y origen de todo, el Hijo, manifestación
del Padre, y el Espíritu el sello de verdad, vida y gozo2.

Por otra parte, como creyentes no podemos ver los acontecimientos del mundo, el ser del
hombre, el actuar de la Iglesia, la vivencia de los sacramentos, sin la referencia a la acción
Trinitaria, es decir: al misterio Cristo, a la presencia vivificadora del Espíritu y a la voluntad
amorosa del Padre. Por ello es importante el adentrarnos a su conocimiento y comprensión, lo
cual sabemos que en su totalidad es imposible, pero a la que si podemos acceder gracias a que
Él mismo nos ha revelado a lo largo de la historia y de nuestras vidas su presencia amorosa.

El acceder a este misterio Trinitario nos es posible mediante dos dimensiones, según nos
propone Bobrinskoy: la dimensión cronológica, la cual consiste en remontarnos a los
testimonios que vienen narrados desde el Antiguo Testamento, pasando por el testimonio de la
vida del Hijo presente en los Evangelios, que incidió y se continuó en tiempos posteriores con
lo que nos dejaron los primeros cristianos en los escritos apostólicos y postapostólicos, e
incluso aquello que se ha ido reflexionando a lo largo de la historia; y la dimensión
experimental, que propiamente es la que se vive en la experiencia eclesial, por la liturgia, los
sacramentos, la oración, etc.

Ya desde la Antigua alianza podemos descubrir elementos que nos adelantan a grandes
verdades del Evangelios. Por ejemplo, aun sin identificar a Dios como Padre, encontramos
rasgos paternos en su relación tierna, misericordiosa, justa y paciente con el pueblo de Israel.
Vemos en varios escritos del AT que su relación con su pueblo se designa con términos de
filiación. Así mismo, encontramos elementos de la presencia del Espíritu Santo, el cual, habló
por los profetas e inspiró las escrituras. “llenó de vida y verdad la Palabra de Dios, que es
constitutiva de la historia de Israel”3.

1
Bobrinskoy Boris, El misterio de la Trinidad, Salamanca, Secretariado Trinitario, 2008, p. 12.
2
Cfr. Ibid
3
Ibidem p. 21
Sin duda, la vida de Jesús, que encontramos en los Evangelios, nos despliega la revelación
Trinitaria. Y es que el hablar de Cristo es hablar del Padre que está siempre presente y activo
en la obra de Jesús (Cfr. Jn 5, 17) y del Espíritu, inseparable y participe de su misión (cfr. Lc
4, 14-22). Este es el centro de donde gira toda reflexión teológica, de donde todo lo demás
emana y cobra sentido.

Así mismo la vida eclesial es una alternancia de dos movimientos: primero del Espíritu que
nos reúne y nos constituye en Cuerpo de Cristo, y nos configura a imagen de Cristo por los
sacramentos haciéndonos hijos adoptivo del Padre; y segundo el pueblo de Dios que creciendo
como Cuerpo de Cristo se hace recipiente del Espíritu que lo vivifica y renueva. “La Iglesia es
el misterio de la divina Trinidad comunicada, participada. Don de amor y de vida del Padre de
la Luz, Presencia y memoria de Cristo en la oración, en el testimonio, en el servicio, fuerza
santificante del Espíritu Santo que conduce a la Iglesia y a sus hijos a su final por la Voz
interior del Espíritu (cfr. 1 Jn 2, 20 y 27)”4.

Finalmente, encontramos que desde que Dios se hizo hombre y así nos divinizó, la unión de
Dios con su creación humana es irreversible, “ya no se puede hablar más de Dios en sí, al
margen de la relación de amor que quiso e instauró”5. Es decir que desde que Cristo ascendió a
los cielos, y está con el Padre, la naturaleza humana se asoció a la divina.

Dios de amor

Hemos visto que nuestro Dios Trino es comunidad la cual está en relación consigo mismo y
con su creación, siendo entre toda ella la más especial el hombre. Dando un paso más sabemos
que la diversidad de las personas del único Dios se funda en la caridad, ya que no hay nada
más perfecto que ésta. La caridad “esencialmente tiende al otro; por ello el amor de sí no
puede ser la realización perfecta del mismo. Para que haya caridad ha de haber por tanto
pluralidad de personas. Para que Dios pueda tener este sumo amor hace falta que haya quien

4
Ibidem p. 22
5
Ibidem p. 23
sea digno de él”6. Es por eso que en la Trinidad hay igualdad entre las personas y unidad en las
sustancias, ya que si esto no fuera así, no habría un solo Dios, sino varios dioses.

Entonces, el amor del Padre se manifiesta en que Él se entrega en totalidad al Hijo, siendo así
que el “Padre se manifiesta en donación y entrega en el Hijo [que] es aceptación y
correspondencia”7, y aunque al Padre le corresponde la primacía del amor, el Hijo es la
perfecta imagen de su amor. Esta correspondencia del amor del Padre, el Hijo la manifiesta
mediante el cumplimiento total de la voluntad paterna. Por su parte el Espíritu Santo “es la
expresión de la unión y el del amor del Padre y del Hijo, y como tal, lo más íntimo del ser
Divino”8.

Leemos en la primera carta de Juan que el constitutivo de Dios es el amor: “Dios es amor, y
quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (4, 16), así podemos entender
que la relación intrínseca de Dios, que es el amor, sale de Él y se transmite al hombre para que
este permanezca y participe del amor. Así mismo, este amor Trinitario es tan inmenso que sale
de sí y se manifiesta en la creación, la cual, amada por Dios, recibe el regalo más grande que
puede existir: que el mismo Dios tome su naturaleza mandando a su Hijo. (cfr. Jn 3, 16).

Jesús, manifestación del Amor

Bien es claro que el punto de partida de la teología cristiana es la persona de Jesucristo, ya


que todo lo santo e inaccesible del misterio de Dios lo podemos confrontar con Cristo. Él es
quien da un rostro histórico y concreto a lo invisible, la misterioso y de cierta manera
inalcanzable de Dios. Es la presencia de Dios personificada, y así, el camino al Padre (cfr.
Jn 14, 6). Como se dice en el compendio de la Doctrina Social, “la benevolencia y la
misericordia, que inspiran el actuar de Dios y ofrecen su clave de interpretación, se vuelven
tan cercanas al hombre que asumen los rasgos del hombre Jesús, el Verbo hecho carne”9.

6
Ladaria Luis, El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, Salamanca, Secretariado Trinitario,
1998, pp. 250-251
7
Ibidem 316
8
Ibidem p. 327
9
DSI 28
Es decir que para crecer en el conocimiento de Dios, y comprender su misterio, la teología
cristiana parte de su intervención en la historia, la cual llega a su plenitud en Cristo Jesús.
Entonces, el que el Verbo se haya hecho carne (Cfr. Jn 1, 14) “es el núcleo de la teología
cristiana y de la correspondiente concepción religiosa”10. Por ello para el cristiano el hablar
de Dios es inmediatamente el referirse a Jesucristo y su relación con el Padre y con su
Espíritu. Así toda iniciativa que reconocemos como actuación del Espíritu mandada por el
Padre, parte y cobra sentido con la creencia en que así fue en Jesús de Nazaret.

Entonces entendemos que la principal misión de Jesús en el mundo fue acercar al hombre a
un encuentro más inmediato con Dios, con su amor. Esto se concretizó en las palabras y
obras que realizó, las cuales manifestaron de diversas maneras el amor salvífico de Dios,
por ejemplo, lo encontramos conviviendo y compartiendo la mesa con los pecadores, con
publicanos, con los pobres, sus encuentros con los niños y mujeres, con los extranjeros y
despreciados, todos estos son signos claros y eficaces del amor universal de Dios.

Ya en la narración de Lucas Jesús mismo describe su misterio mesiánico remontándose a


las palabras de Isaías “el Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista
a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”,
(4,18-19; cfr. Is 61,1-2). Entonces vemos que Jesús se manifiesta como el cumplidor de las
promesas de Dios, y no sólo por las acciones, sino porque en él se cumple el evento
decisivo de la historia de Dios en el mundo. Ya en Juan también afirma “el que me ha visto
a mí, ha visto al Padre” (Jn 14,9), es decir que es Jesús quien hace tangible y definitiva la
figura de Dios y su relación con el hombre.

Además, este amor que Jesús manifiesta al hombre es el mismo que el experimenta y vive
con el Dios amor de su padre, a quien llama Abbá11. Vemos aquí su conciencia de Hijo, la
cual, dentro de su misión, comparte y hace partícipe al hombre de esta filiación, para que
así, reconociendo la gratuidad y misericordia de Dios, genere nuevas vidas que se

10
Mercaba.org, El Dios del amor Trinitario, [en línea]:
http://www.mercaba.org/TEOLOGIA/Dios%20Courth/243-251.htm, consultado el 01 de diciembre del 2016.
11
Cfr. DSI 29
conviertan a Dios, llegando a vivir como Él, en Él y de Él con la ayuda de la gracia del
Espíritu Santo, que hace presente en cada corazón el estilo de vida de Cristo12.

Ya en el Nuevo Testamento vemos los testimonios de los primeros testigos de la presencia


de Dios en el mundo, quienes nos narran con asombro cómo captaron “la revelación plena
del Amor trinitario ofrecida por la Pascua de Jesucristo”13. Por ejemplo, san Juan explicita:
“en esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos
amó y nos envió a su Hijo como propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4,10). Veos
entonces que Dios nos revela su amor salvífico plenamente en Jesucristo Crucificado y
Resucitado. Si bien decimos que esto es manifestación del Dios Trino, es porque en el
acontecimiento Cristo intervienen las tres Personas en comunión infinita de amor. Donde
el Padre funge de fuente, ya que de Él todo proviene; el Hijo comunica este amor en su
entrega al Padre y su entrega a los hombres; y el Espíritu Santo que infunde en el corazón
de cada hombre la fecundidad del amor divino. (cfr. Rm 5,5) 14.

Entonces vemos en la gratuidad y la sobreabundancia del don que el Hijo nos ofrece del
Padre una tarea que nos queda para seguir con el flujo de este amor, la cual Juan nos narra:
“si Dios nos amó de esta manera, también nosotros debemos amarnos unos a otros. A Dios
nadie le ha visto nunca. Si nos amamos unos a otros, Dios permanece en nosotros y su amor
ha llegado en nosotros a su plenitud” (1 Jn 4,11-12). Es así que es la reciprocidad del amor
una exigencia en el seguimiento de Jesús, la cual también el mismo nos deja en su
Evangelio narrado por Juan: “como yo os he amado, así amaos también vosotros los unos a
los otros” (Jn 13,34). Este es el camino para vivir en Cristo, el mandamiento del amor.
Cumpliendo este amarnos nos asemejamos a la comunidad perfecta que es la Trinidad,
comunidad de Amor, y así entonces, participamos de este flujo de amor que nos es dado
gratuitamente, que es compartido a los demás recíprocamente, y nos asemeja a Dios
divinamente.

12
Cfr. Ibid
13
DSI 30
14
Cfr. Ibidem 31
Conclusiones

A partir de lo estudiado, nos damos cuenta que el interés de Dios por su creación es un interés
de amor, el cual tiene como fin la salvación. En esta salvación intervienen las tres Personas,
pero en la cual encontramos la constatación de este actuar es en la persona del Hijo, quien se
encarnó y nos comunica esta voluntad. Vemos así la acción de Dios en Cristo que en vida nos
dejó un mensaje muy claro, el amar. Por ello como Iglesia, continuadora de la misión de
Cristo, debemos asumir todos y cada uno esta misión: transmitir el amor de Dios para así
compartir la vida divina.

Luego, sabemos que Dios ha instaurado su Reino en la historia humana, creando así comunión
y comunicación con los hombres. Lamentablemente encontramos momentos a lo largo de esta
historia en la que los actos humanos no han ido en consonancia con la voluntad de nuestro
Dios Trino, comunidad de amor y para el amor. Y más aun, como individuos constantemente
no somos fuente de flujo de este amor para los demás.

Pienso, como afirma Leonardo Boff, que en nuestras sociedades no se vive conforme a la
Comunidad de Amor, ya que en nuestras formas de convivencia muchos no encuentran lugar.
Encontramos exclusión, explotación, en especial contra los más pobres. Esto no cabe en lo que
sería el deseo de Dios, ya que si correspondiéramos con este, buscaríamos cultivar una
sociedad con una convivencia igualitaria, respetuosa y justa.

Pero el adquirir esta mentalidad sólo se logrará con el conocimiento de Dios, el cual parte del
conocimiento de Cristo. Es una tarea de todo bautizado el irnos configurando con Cristo de tal
forma que con nuestro testimonio demos a conocer su persona, la cual se identifica con el
amor. Es claro que este conocimiento no sólo debe ser conceptual, lo cual es hasta cierto punto
fácil; sino que debe ser un conocimiento personal, el cual incluye lo intelectual, pero también
lo afectivo. Entonces, sólo podremos llegar a la imitación plena de nuestro Dios Trinitario que
es amor, desde una vivencia integral de este recibimiento del amor que se comparta con los
demás, con la consecuencia que así, nos asemeje a Él.
Fuentes

- Bobrinskoy Boris, El misterio de la Trinidad, Salamanca, Secretariado Trinitario, 2008, pp.


363.
- Compendio de la Doctrina social de la Iglesia, [en línea]:
http://www.vatican.va/roman_curia/pontifical_councils/justpeace/documents/rc_pc_ju
stpeace_doc_20060526_compendio-dott-soc_sp.html#La revelación del Amor
trinitario, consultado el 01 de diciembre del 2016.
- Mercaba.org, El Dios del amor Trinitario, [en línea]:
http://www.mercaba.org/TEOLOGIA/Dios%20Courth/243-251.htm, consultado el 01
de diciembre del 2016.
- Ladaria Luis, El Dios vivo y verdadero. El misterio de la Trinidad, Salamanca,
Secretariado Trinitario, 1998, pp. 445.

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