Вы находитесь на странице: 1из 3

6.

GILBERT KEITH CHESTERTON

—Siéntese. Usted debe querer p r e g u n t a r m e algunas cosas, y esa h a sido


siempre mi pasión favorita: responder. E s más, algunas veces h e contes-
t a d o antes de q u e m e pregunten. E s cuestión de reflejos.
—Creo que no le entiendo muy bien.
—Yo soy u n h o m b r e gordo. U n m u n d o de gordos daría nuevas posibili-
dades de paz al m u n d o . Los gordos nos entendemos antes que los del-
gaos. Además los gordos nos aburrimos menos. L a s guerras se producen
por aburrimiento de unos ciiantos, cuyo número va haciéndose mayor. El
gordo es partidario de la costi.iinbre, y el delgado es partidario de la
moda. P o r eso a mí me gustaría u n parlamento con t u r n o de partidos gu-
b e r n a m e n t a l e s : el p a r t i d o de los gordos y el partido de los flacos.
—No es una mala idea.
—No he terminado aún. L a costumbre, con el tiempo, g a n a en eficacia;
la moda, con el tiempo, fracasa y h a de ser sustituida.
—¿Usted, si es que no recuerdo mal, escribió un libro
para responder a la pregunta de un critico?
—Sí, lo recuerdo. Se llamaba «Ortodoxia». Alguien me preguntó por mi
filosofía. Y o no tenía u n a filosofía, y me habían desafiado a explicar mi

34
filosofía. No podía responder con un cart.el de desafío, y contesté con u n
libro de desafío. Y a q u e no podía justificar un desafío, lo más claro era
justificar u n a filosofía. '
—¿Por qué concede tanta importancia a la sorfnesa en
sus libros?
—Solamente lie podido acostumbrarme a lo sorprendente. Soy católico,
p o r q u e a d e m á s de ser la única religión verdadera es la única religión sor-
prendente. L a mitología griega es una religión p a r a criados.
—¿Cree en una novela para minorías?
—No crea en las minorías. Creo en la comunión de los Santos.
—¿Ha estado usted en España?
—Tengo un gran cariño p e r España, i Qué p a í s ! Con u n siglo diecinueve
como el español, cualquier país hubiese perdido la cabeza.
—¿Por qiié dice que la mitoloffia griega es una. religión
pcira criados?
— E s que se t r a t a de algo q u e se a p o y a en el chisme. E s u n a religión q u e
se apoya sobre la juerga. Los filósofos griegos son m u c h o m á s serios que
los dioses griegos, y quizá por eso tampoco m e resultan simpáticos. N o
puedo con las gentes serias. Me revientan. Y o h e conocido a u n o de los
hombres m á s serios de Inglaterra, cuyas p a y a s a d a s divertían e irritaban
al público inglés. E r a u n escritor triste que se llamaba B e r n a r d Shaw.
— ¿ E s usted un periodista o un ensayista?
— E n primer lugar soy u n h o m b r e gordo, como lo era Henri Beraud. Ade-
más, soy u n h o m b r e gordo a quien le gusta escribir. Y a u n más, m e di-
vierte escribir. L a ú l t i m a vez qu.e estuve en E s p a ñ a me dieron a leer unos
artículos de Larra, ¿se dice así?
—Poco más ó menos, sí.
—¿Decía algo d e que escribir en E s p a ñ a es llorar?
—Por lo m,enos es algo que se insiste en citar de él.
— ¡ Qué b a r b a r i d a d ! No lo entiendo. Me hablaron de que se suicidó por
amor. ¿ Sabe usted quien fue el gran suicida inglés ?
—No.
—Lord Byron. A u n leyendo su biografía, estamos siempre esperando q u e
suene el disparo.
—Se suicidó poi' amor. Me refiero a Larra.

35
—Ya, ya. Pero ¡ qué tontería suicidarse por a m o r ! ¡ qué torpeza! Suici-
darse p o r amor es no creer en el amor. E s algo así como el avaro q u e fue-
se repartiendo por las calles billetes de cincuenta libras.
—Debió de estar muy enamorado.
—No sé. L a verdad es qu.e siempre h a y después otro amor. La. v e r d a d e r a
creación es, sin d u d a el amor. Lo que ocurre es que cada día h a y m á s
artefactos eléctricos. Y está también el vino, y la cerveza, y las pu.estas
de sol, y las discusiones. No h a y n a d a tan divertido coino cansarse dis-
cutiendo, ni siquiera el atletismo.
—¿Usted ha escrito novelas policiacas?
—Sí, es la gran epopeya de n u e s t r a época. L a novela policíaca es una im-
portantísima creación llevada a cabo por tipos mediocres. E s la lucha
contra la apariencia. E s la esencia contra la apariencia.
—¿Quire decir algo más?
—No sé. Bueno. P o n g a usted que no soy orador.

(Ilustraciones de Manuel Muñoz Barberán)

Вам также может понравиться