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uno
1 Una versión anterior del presente texto apareció como: Benjamín Mayer Foulkes, “Por
una ceguera que siegue”, en Patricia Brogna (ed.), Visiones y revisiones de la discapacidad,
Fondo de Cultura Económica, México, 2009.
benjamín mayer foulkes
dos
5 “Evgen Bav ar, el fotógrafo ciego”, El Paseante, núm. 17, Madrid, enero de 1991.
benjamín mayer foulkes
Era la niña que más me gustaba. Ahora no sé dónde está aquella primera fo-
tografía. El placer que experimenté entonces surgió del hecho de haber roba-
el fotógrafo siega
6 Manuel López, “La luz de las tinieblas. Seis horas con Evgen Bav ar, el fotógrafo ciego”,
Foto profesional, Madrid, julio de 1991.
7 Evgen Bav ar, Le voyeur absolu, Éditions du Seuil, París, 1992 (el volumen forma parte de
la colección dirigida por Denis Roche).
benjamín mayer foulkes
Tiene razón Bav ar cuando afirma que la ceguera no es sólo problema del
ciego, sino, y sobre todo, de los videntes. Enunciada con insistencia por és-
tos, las preguntas lo persiguen como una sombra: ¿un fotógrafo ciego?,
¿cómo es posible que tome fotos, si está ciego?, ¿cómo las puede tomar?
Entre quienes ven, la figura de un ciego que toma fotos no cesa de sorpren-
der, de inquietar e, incluso, de provocar resentimiento y molestia. ¿Por qué?
Ante la insistente interrogación acerca de su “método” y su “legitimidad”,
Bav ar responde sin más: La cuestión no es cómo un ciego toma fotos, sino
cuál es su deseo de imágenes. Como explica a Michael Gibson:
Aun aquellos que no pueden ver tienen dentro de ellos mismos lo que podría-
mos llamar una necesidad visual. Una persona en una habitación oscura ne-
cesita ver la luz y la busca a toda costa. Ésta es la misma necesidad que
expreso cuando saco una foto. Los ciegos suspiran por la luz como un niño en
un tren mientras viaja por el túnel.
8 Evgen Bav ar, Les tentes démontées. Ou le monde inconnu des perceptions, Item, París, 1993.
9 Evgen Bav ar, Engel unter dem Berg / À la reencontre de l’ange, Pixis bei Janus Press, Ber-
lín, 1996.
10 Evgen Bav ar, L`inaccesible étoile, ou un voyage dans le temps, Benteli, Berlín, 1996.
el fotógrafo siega
El que la gente me pregunte cómo tomo mis fotos y que se sorprenda de que 15
efectivamente tenga la capacidad para producir imágenes, a menudo es con-
secuencia de prejuicios históricamente condicionados acerca de los ciegos,
quienes siempre han sido convocados a demostrar que pueden hacerlo todo, y
a hacerlo constantemente. Tengo un amigo ciego que aprendió a disparar con
una carabina sólo para demostrar que era capaz de hacerlo. Yo mismo me las
ingenié para montar a caballo, e incluso para conducir una moto, cosa que lo-
gré hacer en primera marcha y con una mujer de pasajero. Aquellos que asu-
men que no están discapacitados, a menudo se sienten tranquilos de no tener
que cuestionar su preeminencia competitiva en algún campo.
Empero, ¿cómo dar cuenta del extraño malestar que produce Bav ar
entre los no ciegos?, ¿por qué produce tal reacción el fotógrafo ciego?, ¿cómo
explicarla?
En Occidente, los prejuicios contra los ciegos son inmemoriales. Ya en
Grecia el conocimiento, la verdad y la vista aparecen irreductiblemente vin-
culados: en Platón la Idea consiste en una forma incolora visible y Descartes
desplegará esta vinculación en el ámbito de la observación empírica que
está en la base de la ciencia moderna. Pero también hay que tomar en cuen-
ta el carácter del trabajo desarrollado por Bav ar: contra todo lo que pudiese
pensarse de un fotógrafo que, a diferencia de la mayor parte de sus colegas,
no parte de la luz sino de la oscuridad, contemplar las imágenes de Bav ar
es enfrentar un intolerable destello, una revelación cegadora, por efecto de
una fotografía que no es propiamente un arte de la luz sino del deslumbra-
miento. Acaso por eso al recibir visitas en su pequeño departamento de Pa-
rís, Bav ar lo hace a menudo en la total oscuridad. Y acaso también por eso
es posible afirmar de él, como hace el poeta y crítico berlinés Walter Aue,
que después de Nicéphore Niépce, William Henry Fox Talbot y Louis Dague-
rre, Evgen Bav ar es el cuarto inventor de la fotografía. Hay que discernir,
entonces, la especificidad de la fotografía inventada por Bav ar y compren-
der su consecuente necesidad de reemplazar el nombre fotografía por otro
más fiel y preciso, el de iconografía:
Soy el grado cero de la fotografía. Digamos que más que un fotógrafo soy un
iconógrafo. He conocido a ciegos que también hacen fotografías, pero ningu-
benjamín mayer foulkes
16 no de una forma tan reflexiva como yo. Algunos, incluso, la realizan con la
esperanza de volver a ver algún día...
Galería interior
Tengo un recuerdo del rojo y del amarillo, son los colores que se me han que- 19
dado grabados. El rojo para mí es un ladrillo iluminado por el sol. El azul, en
cambio, lo tengo más disperso.
El deseo de las imágenes significa que tendemos hacia las realidades invisi-
bles, hasta el punto de que en cada fragmento de nuestra existencia estamos,
también, como lo decía Ernst Bloch, “en la oscuridad del instante vivido”.
En este marco, ¿cuál es la estrategia que orienta los proyectos de Bav ar?
Lejos de servir como confirmación de la iluminada tiranía de los ojos, en
sus manos el dispositivo fotográfico supone precisamente su anublamien-
to. Porque Bav ar desmarca su posición tanto del exotismo, cuanto de la
militancia ciega de un Demócrito (quien se habría sacado los ojos para ver
mejor), posiciones ambas cuya posibilidad resulta determinada de antema-
no por ese panopticon que es el oculocentrismo. No, con Bav ar se trata de
otra cosa:
el fotógrafo siega
Mis fotografías no se sujetan a las leyes de la vista que se han vuelto habitua- 21
les, más bien están escenificadas en el mito griego que manifiesta a la vez el
horror y su posible redención. Mi labor es reunir el mundo visible con el invi-
sible. La fotografía me permite pervertir el método de percepción establecido
entre las personas que ven y las que no.
En verdad, los fotógrafos tradicionales son los que están un poco ciegos a cau-
sa del continuo bombardeo de imágenes que reciben. Yo a veces les pregunto
qué es lo que ven y percibo que les cuesta trabajo contármelo. Les resulta muy
difícil encontrar imágenes genuinas, fuera de los clichés. Es el mundo el que
está ciego: hay imágenes de más, una especie de polución. Nadie puede ver
nada. Es preciso atravesarlas para hallar las verdaderas imágenes.
Cuando llegué a París subí a la Torre Eiffel cerca de cuarenta veces. Toqué su
estructura hasta conocerla a fondo, y me hice mi propia imagen de ella, regis-
trada en múltiples fotografías que he hecho en París. Intento en mis fotos
destruir una imagen con otra, que considero más real.
Dependo de otros para hacer mis fotos. Necesito que me describan un paisa-
je, o cualquier escena que tenga delante. De acuerdo con lo que otros me
cuentan que ven, así actúo. Utilizo el mismo método que otros para escoger
mis fotos en una tira de contactos, con la única restricción de que debo con-
trolar la mirada física de aquellos que sirven como mediadores entre dicha
tira y mi realidad interior.
La estrella inaccesible 23
Hoy vemos una ampliación del mundo de la vista, lo que provoca una expan-
sión recíproca del mundo invisible. Quizás esta dialéctica implacable debe ser
aceptada para poder rechazar la noción de la supuesta capacidad del hombre
moderno para la vista infinita, noción demasiado servil a la ideología de la
técnica. Yo distingo entre la luz (lumière) y el alumbramiento (éclairage): los
juegos de la luz son para mí los velos que nos impiden alcanzar lo real. El
alumbramiento difiere de la luz producida mediante métodos modernos, por-
que siempre está exiliado del campo de la percepción obvia: debe ser alcanza-
do a pesar de la debilidad de nuestros medios.
El tercer ojo es la puesta en contacto de los ojos del vidente y del ciego,
así como su simultánea disolución; el punto ciego originario y desbordante
de toda vista y toda ceguera. La invisibilidad tras la que se aventura Bav ar
no es, pues, una visibilidad potencial o diferida, sino una invisibilidad prima-
ria e indomable, que Merleau-Ponty describe así: “Principio: no considerar lo
invisible como otro visible ‘posible’, o un ‘posible’ visible para otro. […] Lo in-
visible está allí sin ser un objeto, es pura trascendencia, sin máscara óntica”.
Asimismo, el tercer ojo invocado por Bav ar sería lo radicalmente infigurable
que está en el origen de toda figura, aquel “centro invisible” al que se refiere
Derrida, centro que, desde un retiro absoluto, “asegura a la distancia una si-
benjamín mayer foulkes
De niño aprendí que, cuando hay poca luz, las golondrinas vuelan a poca al- 25
tura, y cuando hay mucha, vuelan en lo más alto del cielo: estas criaturas
forman parte del paisaje de mi infancia...
Nadie es capaz de explicarte de dónde viene, ni adónde va, ni cómo es, pero su
evidencia es innegable: el viento no es, se oye, se siente.
26 La mirada invisible
28 que nos descubrimos mirados. Así, el fotógrafo ciego nos coloca ante un
infrecuente espejo que nos precipita a la experiencia de hallarnos mirados
por nuestra propia mirada. Al señalamiento de que Bav ar recibe a sus visi-
tas en la oscuridad hay que agregar que su departamento también está aba-
rrotado de espejos. Lo ominoso de esta experiencia es producto del
redoblamiento estructural que la constituye. De seguir las indicaciones de
Freud relativas a lo unheimlich (en “Lo ominoso”), observaremos que tal ex-
periencia surge de la reanimación de la intuición, previamente reprimida,
de la ceguera constitutiva del espectador: todos somos Edipo después del he-
cho. Conocemos el desenlace de esta revelación intolerable, que el psicoana-
lista describe en términos tomados de Heine: “los dioses, tras la ruina de su
religión, se convierten en demonios”. La luz, tan deseada antes, se torna en-
tonces en deslumbramiento: nada hay más cegador para la mirada que el
monstruoso espectáculo de su ceguera.
En este punto debemos reconsiderar el oculocentrismo en todo el peso
de sus instituciones para arriesgar la hipótesis de que, aunque su efectivi-
dad nunca sea más que aparente, su pulcro impulso taxonómico y su inten-
to por disociar lo indisociable (el ojo del ciego y el del vidente, la luz y la
oscuridad) cumplen una función trascendental y bien determinada: inter-
ponerse a la experiencia de lo ominoso, prevenir su proliferación, tratar de
que no pase nada ahí donde todo pasa. ¿De qué otro modo explicar la tozu-
dez de las directrices oculocéntricas que orientan a la industria de la foto-
grafía?, ¿cómo más dar cuenta del escaso acogimiento de los ciegos en las
escuelas de fotografía, de cine y de televisión? Visto lo cual, también debe-
mos reconsiderar la trascendencia de lo que Bav ar pone en juego con su
iconografía. Si bien su obra produce una suerte de tautología en que los vi-
dentes no hacen sino verse a sí mismos viendo, dicha tautología está lejos
de resultar estéril. Para parafrasear a Derrida: hacer de la experiencia de lo
que le sucede a la vista por la vista misma la huella de una especie de cuasi-
tautología, no es simplemente mirar en vano y para no observar nada: por el
contrario, como un alumbramiento desasosegado y desasosegante, la icono-
grafía de Bav ar interviene ahí —es decir, en todas partes— donde las insti-
tuciones del oculocentrismo reniegan de la vista y no juegan más que a ser
gallinas ciegas. A su paso por la geografía insondable del oculocentrismo,
Bav ar contrapone pacientemente un deslumbramiento a otro (el deslum-
el fotógrafo siega
11 Procedencia de los pasajes citados a lo largo de este escrito: Anónimo, “El mensaje de un
invidente”, La voz de Almería, Almería, 14 de abril de 1991; Anónimo, “Evgen Bav ar, el ciego
que ve la luz”, Ideal, Granada, 14 de abril de 1991; Anónimo, “Evgen Bav ar, el fotógrafo
ciego”, El paseante, op. cit.; Anónimo, “Para fotógrafo cego, o mundo é que nao ve”, Folha da
Tarde, São Paulo, 6 de julio de 1993; Anónimo, “Seeing through the dark”, Life, Nueva York,
abril de 1998; Walter Aue, “Narcissist without a mirror” y “The lust of seeing”, catálogo de
la exposición de Evgen Bav ar, Concealed Memories, spi; Miguel Ángel Blanco, “Las expli-
caciones de los niños guían al fotógrafo ciego Eugene Bav ar”, Ya, Madrid, 22 de abril de
1991; Carles Blaya, “La mirada invisible d’Evgen Bav ar”, Cultures, Barcelona, 5 de noviem-
bre de 1997; Eliana Castro, “mac expoe imagens de fotógrafo cego”, O Estado de São Paulo,
São Paulo, 2 de julio de 1993; Roberto Comodo, “Un visionario da escuridao”, Jornal do Bra-
sil, São Paulo, 2 de julio de 1993; Michael Francis Gibson, “Evgen Bav ar: Through a Came-
ra´s Eye”, International Herald Tribune, París, 27 de junio de 1989; Ángel González, “Evgen
Bav ar. El fotógrafo ciego expone sus trabajos en Almería”, El País, Madrid, 9 de abril de
1991; Felipe González, “Fotografías a ciegas”, La Vanguardia, Barcelona, 18 de noviembre
de 1997; Benoit Junod, Enlightened Visions y Bernard Matignon, Photography-Skin, en el
catálogo de la exposición de Evgen Bav ar, Images of Elsewhere, sanart, Ankara, 1992; La
voz de Almería, Almería, 6 de abril de 1991; Amir Labaki, “Ve-se com o Cerebro, diz fotógra-
fo cego”, Folha de São Paulo, São Paulo, 6 de julio de 1993; Manuel López, op. cit.; mab, “En la
Alcazaba de Almería y la Alhambra de Granada”, Ideal, Granada, 14 de abril de 1991; Diego
Martínez, “Evgen Bav ar, único fotógrafo ciego en el mundo, expone su obra en Almería”;
Benjamín Mayer Foulkes, “Más allá de la mirada. Entrevista con Evgen Bav ar”, La Jornada
Semanal, México, 1º de agosto de 1999; Pilar Parcerisas, “Sóc cec, pero l'essencial és que tinc
desing d'imatges” (entrevista), Avui, Dijous, 27 de noviembre de 1997; Juan Pedro Quiño-
nero, “Evgen Bav ar, un vidente de la fotografía”, abc, Madrid, 10 de julio de 1992; Antonio
Sánchez de Amo, “Evgen Bav ar, un fotógrafo a tientas”, Ideal, Granada, 8 de abril de 1991;
benjamín mayer foulkes
Antonio Santomauro, “A fotografia cega do esloveno Evgen Bav ar”, Correio Popular, Cam-
pinas, 6 de julio de 1993; Marieclaire Uberoquoi, “El tercer ojo de Evgen Bav ar”, El Mundo,
Madrid, 7 de noviembre de 1997.
12 Luna Córnea, núm. 17, Centro de la Imagen, México, enero-abril de 1999. Actualmente tam-
bién en línea: http://centrodelaimagen.wordpress.com/2013/07/15/luna-cornea-17-la-ce-
guera-disponible-en-linea/ [Consulta: 30 de agosto de 2014] Todas las referencias en línea
en este artículo fueron consultadas en la misma fecha.
13 El hombre dinero de Mario Bellatin (Sexto Piso, México, 2013) refiere a un fotógrafo ciego
llamado Paco Grande.
14 El primer volumen de la presente colección Diecisiete (La mirada invisible, 17, México,
2011, que puede consultarse en línea: http://www.diecisiete.mx/) contiene el catálogo
respectivo.
15 La extensa lista actual de integrantes de este colectivo neoyorquino comprende a Mark
Andres, Steven Erra, Victorine Floyd-Fludd, John Gardner, Marixza Hernandez, Alan Key,
Anja Ligtenberg, Phil Malek, Donald Martínez, Benjamin Paige, Satyam Ramcoobeer,
Irwin Ramirez, Marion Sheppard, Sonia Soberats (sobre la que versa el filme El laberinto
de lo posible, Dir. Wanadi Siso, Venezuela/Estados Unidos/Chile, 2013), Florence Baney, Ed
Bassuk, Cara Bristol, Dale Cannedy, Humberto Carreno, Stephen Domínguez, Christina
Hardy, Jessica Jones, Roseann Kahn, Morty Karen Knoblach King, Alfredo Quintero y Lord
Fredrick xiii xiii. Cfr. http://www.seeingwithphotography.com/
el fotógrafo siega
2006), Kfir Sivan e Iris Darel-Shinar, The Blind Photographer (Israel, 2006), 31
María del Carmen Silva y Fernando Figheras, Los ojos del alma (República
Dominicana, 2007), Ricardo Guzmán, Ver no es mirar (México, 2008), Juan
Alecsovich, Creer para ver (Argentina, 2009) y Miguel Ángel Herrera, Arte-
Sano Buró Cultural (México, 2012). En Japón se celebra desde 1995 un cer-
tamen y una exposición anuales de fotógrafos ciegos.18
tres
Pareciera que sólo por el hecho de ser ciegos y hacer fotografía habría que fes-
tejarlos de manera extraordinaria, evitando pudorosamente toda opinión con-
traria para permanecer dentro de lo políticamente correcto. Y en esto no se
pueden dejar de lado los mecanismos del poder, que cuidadosamente le dan
relevancia al tema […] El tema de los fotógrafos ciegos no es nuevo en México.
Desde principios de los cuarenta ya se tenía conocimiento de ello en la prensa
de la época, aunque desde entonces, como ahora, desde un plano de espectacu-
laridad amarillista. Nada sobre un razonamiento que enfrentara los procesos
20 José Antonio Rodríguez, “Foto y ceguera i”, columna Clicks a la distancia, El Financiero,
México, viernes 2 de junio de 2000, Sección cultural, p. 55.
el fotógrafo siega
más abundan bajo la alusión a ciegos ilustres (Tiresias, Homero, Edipo) y a pa- 33
sajes mitológicos que pretenden, de manera siempre tangencial, “arrojar luz”
sobre un tema que casi nunca son las imágenes mismas, sino sus circunstan-
cias de producción.
Los comentarios del propio Bav ar se manejan en el mismo tenor. Acaso
esto se deba simplemente a que no estamos ante una obra fotográfica, sino
ante una construcción discursiva en la cual la imagen es por completo irrele-
vante.21
cuatro
21 José Raúl Pérez, “Bav ar, ¿contra la percepción?”, Reforma, México, viernes 20 de octubre
de 2000, Sección cultural, p. 50.
22 “Cómo hacerse vidente”, en el presente volumen, pp. 265-272.
benjamín mayer foulkes
La interacción de los videntes con los físicamente ciegos es, para su condi-
ción, el antídoto natural.
Puesto que lo visible y lo visual son registros distintos, no hay razón para
que los ciegos no produzcan imágenes, fotográficas y no fotográficas. Ya
viven con ellas.
Las escuelas de fotografía, cine, arte y diseño harían bien en instituir formas 35
de colaboración con ciegos a fin de hacer de la imagen algo más inteligible
para quienes ven.
El autorretrato del fotógrafo ciego saca a plena luz la ley del autorretrato,
que es la disyunción última entre el icono y su creador: el autorretrato se
reconoce sólo por conjetura, nada hay en la imagen que garantice la identi-
dad del retratado y el retratador.
benjamín mayer foulkes
No hay ceguera absoluta. Hay quien mira y ve, y hay quien solamente mira.
Aquellos que sólo miran develan la mirada como la condición misma de la
vista, porque quienes ven permanecen ciegos a la mirada.
cinco
23 El sitio aloja buena parte de las fotografías que integraron esa exposición:
http://v1.zonezero.com/exposiciones/fotografos/bavcar/indexsp.html
benjamín mayer foulkes
24 Comunicación personal de Gerardo Zurita. Para conocer la influencia ejercida por la figu-
ra de Bav ar en el guión de la telenovela, cfr. Gerardo Zurita, “La calle de las novias”, en
Equis. Cultura y sociedad, núm. 29, México, septiembre de 2000, p. 29.
el fotógrafo siega
seis
25 Evgen Bav ar, “Struthof, entre la memoria y el olvido”, traducción de Isabel Vericat, en La
Jornada Semanal, México, domingo 18 de junio de 2006.
En línea: http://www.jornada.unam.mx/2006/06/18/sem-evgen.html/
benjamín mayer foulkes
40 Los primeros tres son de sobra conocidos. Primero, el modo que aquí
denominaré religioso, aquel en el que se asigna a la ceguera un sentido tras-
cendental —aun en clave secular— a partir del cual el ciego podrá ser suje-
to de redención o condena, exclusión o inclusión. Sus operadores se llaman:
pecado, caridad, emancipación, justicia, derechos… Segundo, el modo técni-
co, que codifica la ceguera —sin tener en cuenta la subjetividad del ciego—
a fin de proscribirla más efectivamente: sus operaciones anhelan devolver
la vista “plena” (a menudo con consecuencias catastróficas en lo subjetivo),
sustituirla, hacerla prescindible, integrar al ciego; en suma, hacer de la vista
y la ceguera cosas enteramente intercambiables en el plano personal. Ter-
cero, el modo estético, que implica la subjetividad del ciego en un relato
orientado por un ideal u otro. El ciego como mártir, envidioso, músico, lasci-
vo, vidente, genio… bondad, maldad, perversión, poesía, saber, iluminación…
El cuarto es el menos usual —y precisamente el que me parece estar en
juego en lo relatado aquí—: lo denominaré el modo segador. En este cuarto
modo, no se trata de asegurar un significado para la ceguera, ni de codificar-
la para proscribirla mejor, ni de situar la subjetividad del ciego con respecto
a algún ideal. (De cualquier modo, ¿bajo qué condiciones sería posible de-
tentar un significado final de la ceguera, cuando ni siquiera es posible de-
terminar si con ella se trata de un mal o de un bien?; ¿y cómo sería posible
proscribirla si la suya es una existencia necesaria, aun en términos de la
más pura operación de la vista?; por lo demás, ¿alguna vez un ideal logró
saturar los horizontes de un sujeto?) Según este modo segador, se trata, en
cambio, de partir siempre de la ceguera y de su experiencia concreta —entre
ciegos como entre no ciegos— para interpelar los significados ordinaria-
mente asociados con ella, refutar la codificaciones corrientes que la tornan
del todo asimilable y derribar los ideales que apuestan a su inmovilización.
Si usualmente el ciego y la ceguera aparecen como un remanente de
insuficiencia o exceso con respecto a la normalidad de la vista y el enten-
dimiento; si los modos religioso, técnico y estético de emplazar la condición
del ciego no son más que intentos de moderar su anomalía y de reestable-
cer el orden del régimen escópico, entonces, por contraste, el modo segador
de poner en juego la ceguera implicará partir una y otra vez de dicho rema-
nente hacia la impugnación del statu quo de sus sentidos asignados, de su
ordenamiento conceptual y práctico, así como de las formaciones ideológi-
el fotógrafo siega
cas que les corresponden. ¿Con qué fin? Con el objetivo doble, primero, de 41
reabrir un espacio a la singularidad de cada sujeto ahí donde las generali-
zaciones vuelven invivible la vida; y, segundo, de dar pie a nuevas articula-
ciones institucionales —sociales, discursivas, organizacionales— que
resulten menos mortíferas para éstos.
Sin duda, la ceguera es también un don: de los ciegos a quienes perma-
necen ciegos a su ceguera; de Bav ar a la historia y estructura de la fotogra-
fía; de quienes saben que permanecen en contacto con lo invisible en nuestra
“era de las imágenes”; del campo visual a los campos asociados con otros
sentidos y percepciones. Afirmarlo no es suscribir a Demócrito, quien se ha-
bría sacado los ojos por considerar la vista como un nublamiento y quien de
este modo convertiría la ceguera sólo en una nueva forma de vista plena. Es
precisamente tal plenitud lo que no ha lugar, ni del lado de la vista, ni del
lado de la ceguera. El don de la ceguera es el don de la parcialidad.
siete
Este volumen reúne los ensayos más significativos sobre Evgen Bav ar es-
critos en México a lo largo de los últimos quince años. Entre nosotros, el
célebre artista, escritor e investigador suscitó un número de exposiciones,
debates y publicaciones, cuya trascendencia puede leerse enseguida. El vo-
lumen también incorpora dos diarios de sus viajes por nuestro país. El pri-
mero, del año 2000, relata su paso por la ciudad de México, Teotihuacan,
Puebla y Oaxaca: la serie de fotografías captadas por él en tierras mexica-
nas, que circulan por primera vez, son de ese año. El segundo diario, de 2010,
recoge su aceptación en México del primer doctorado Honoris Causa que le
fuera ofrecido. Aunque el azar me concedió el privilegio de convocar a Bav-
ar a México por primera vez y de impulsar muchas de las discusiones resul-
tantes, he reservado a una edición posterior mis textos sobre él.
Los escritos siguientes de Michael Francis Gibson, Silvia Pappe, Fran-
cisco Segovia, César González Ochoa, Andrés de Luna, Raymundo Mier,
Hans Saettele y Jean-Claude Lemagny fueron preparados en ocasión del
encuentro Vista, ceguera, invisibilidad, 1999. Los trabajos de Luisa Ruiz Mo-
reno, Iván Ruiz y Juan Antonio Montiel fueron fruto del encuentro sosteni-
do con Bav ar en el Seminario de Estudios de la Significación, de la
benjamín mayer foulkes