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La neuroarquitectura es una tendencia ya consolidada del “arte de los espacios” que abre
nuevas dimensiones y criterios para modelar nuestro entorno físico.
¿Alguna vez te has preguntado por qué en ciertos espacios tienden a sumergirte en ciertos
estados de ánimo? ¿Por qué hay cuartos de tu propia casa que facilitan tu concentración
mientras que otros simplemente parecieran invitarte a la dispersión? ¿Sabías que tu
mente podría estar siendo influenciada, justo en este momento, por el espacio físico que
te rodea mientras lees este artículo?
Pero mientras esto sucede, no puedo más que recomendarte que observes y especules
sobre el impacto que tus diversos espacios cotidianos inducen en tu mente –un
recordatorio a practicar la mejor técnica de detección de tendencias a la que tenemos
acceso, la simple observación.
A comienzos de los cincuenta Jonas Salk buscaba una vacuna contra la poliomelitis,
enfermedad muy contagiosa que causaba estragos: sólo en Estados Unidos se producían
cerca de 50.000 nuevos casos cada año, lo que suponía miles de pacientes que morían o
quedaban lisiados o con parálisis.
Salk trabajaba en la Escuela de Medicina de la Universidad de Pittsburgh (EE.UU.) y
conocía los principios de la vacunación establecidos por Pasteur: inocular una forma de
virus muerto, inocuo, en el organismo para que produzca anticuerpos resistentes a la
enfermedad. Con todo, este biólogo creía que en el caso de la polio se podía lograr esa
inmunidad inyectando un virus vivo, como en las vacunas de la viruela o la rabia. Pero
algo fallaba una y otra vez, por más que lo intentara en su oscuro laboratorio situado en
un sótano de la universidad. En un intento de romper con su rutina, decidió tomarse unas
vacaciones. Viajó a Italia, a la ciudad medieval de Asís, y allí, dando largos paseos, las
ideas fluyeron de nuevo. Una de ellas le condujo a la vacuna que buscaba. Salk estaba
convencido de que la clave de su inspiración se hallaba en aquel lugar bucólico y que el
diseño y el entorno en que se había sumergido le habían ayudado a abrir su mente. Tanto
creía en la influencia de la arquitectura en las neuronas que se asoció con el arquitecto
Louis Kahn para construir el Instituto Salk, ubicado en el barrio de LaJolla ,en San Diego. La
instalación debía acoger un centro de Investigación y tenía que estar pensado para
fomentar la creatividad entre los investigadores.
Durante años colaboraron para crear aquel edificio que, como solían decir, “tenía que ser
digno de una visita de Picasso”. Y lo lograron. Hoy en día el Instituto Salk es un referente
internacional en espacios neuroarquitectónicos, es decir que están diseñados teniendo en
cuenta cómo funciona nuestro cerebro con el fin de fomentar el bienestar físico e
intelectual.
La semilla que dejó Jonas Salk acabó germinando en el 2003, año en el que nació
la Academia de la neurociencia para la arquitectura (ANFA) en San Diego.
En ella, expertos en ambas materias establecen sinergias para entender y conocer cómo
el entorno modula el cerebro.
Y no son los únicos que indagan en esta materia; poco a poco cada vez hay más escuelas
de arquitectura que ofrecen introducciones a la neurociencia o colegios de arquitectos,
como el de Catalunya que organizan seminarios y talleres en torno al tema. La idea es
qué, si los diseños arquitectónicos incorporan principios neurológicos, seguramente
potenciarán la creatividad y el confort de quienes ocupen esos edificios.
“Todo aquello que nos rodea, nos influye porque es información que llega al organismo. Y
esa información hace que el cerebro ponga en marcha mecanismos de producción de
hormonas que acaban produciendo sensaciones y emociones”, explica la doctora en
biología Elisabet Silvestre, experta en biología del hábitat y que colabora con el Colegio
Oficial de Arquitectos de Catalunya (COAC).
Aunque la neuroarquitectura es un concepto bastante novedoso, que los arquitectos
tomen en cuenta principios de salud a la hora de diseñar inmuebles no lo es. Y es lógico
que sea así, porque más del 90% del tiempo que estamos despiertos al día lo pasamos
dentro de edificios, y lamentablemente muchos de los cuales no están pensados y
construidos para hacernos sentir bien.
De hecho, la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de edificios enfermos; alerta
de que aproximadamente un 30% de los inmuebles actuales no ayudan a que el
organismo mantenga el equilibrio; y cuando eso pasa, aparece la enfermedad. Existen
numerosas pruebas y estudios que demuestran que la Arquitectura afecta al conjunto del
organismo. De ahí que desde la OMS se impulse la construcción de fincas pensadas para
su función: para vivir, para trabajar, para descansar, para enfermos de Alzhéimer, para
educar a los niños, para cuidar a personas convalecientes. Se ha visto, por ejemplo, que
los alumnos que estudian en clases con enormes ventanales y mucha luz obtienen
mejores resultados que aquellos que lo hacen en aulas más oscuras. Y que los pacientes
se recuperan mejor en hospitales diáfanos rodeados de espacios verdes. También se ha
comprobado que, en cambio, ciertos ambientes de ciudad pueden causar
malestar, incomodidad o incluso agresividad.
“Todo eso tiene que ver con el funcionamiento del cerebro”, explica el neurocientífico
Francisco Mora, doctor en Medicina por la Universidad de Granada y en neurociencia por la
Universidad de Oxford. Mora apunta que el diseño de espacios puede estimular la
creatividad, mantener la atención y concentración de estudiantes y favorecer la relajación,
tal y como recoge en su último libro Neuroeducación (Alianza).
Los últimos avances en Neurociencia pueden explicar ahora de qué manera percibimos el
mundo que nos rodea, cómo nos movemos en el espacio y cómo el espacio físico nos
puede condicionar la capacidad de resolver problemas. Esto no es algo totalmente nuevo
para los arquitectos, porque a comienzos del siglo XX, ya se preocuparon por erigir
edificios pensando en la gente. Lo nuevo es el arsenal de conocimiento e instrumentos
que aporta la neurobiología.
Uno de los pilares básicos para esta relación entre las dos disciplinas se erigió hace unos
25 años, cuando se descubrió que teníamos un cerebro plástico.
Hasta entonces, se creía que el cerebro adulto perdía neuronas a medida que envejecía y
que el organismo, a diferencia de lo que ocurría por ejemplo con las células de la piel, era
incapaz de reemplazarlas. A finales de la década de los noventa, varias investigaciones,
como la liderada por el neurobiólogo Fred Gage, demostraron que sí nacen nuevas
neuronas a lo largo de toda nuestra existencia, sobre todo en el hipocampo, la región del
cerebro dedicada a procesar nueva información y a almacenar las memorias y recuerdos.
En el 2003, Gage presentó este descubrimiento en una convención de arquitectos, en el
Instituto Americano de Arquitectura. Y enunció una idea: los cambios en el entorno
cambian el cerebro, y por tanto, modifican nuestro comportamiento. Otro avance
importante que ha propiciado que la Arquitectura se acerque a la neurociencia es que
ahora se comprende mejor cómo el cerebro analiza, interpreta y reconstruye el espacio y
el tiempo, lo que aporta valiosas pistas a los arquitectos a la hora de distribuir los
edificios.
Pero hay mucho más, como ejemplo tenemos la luz. “Una iluminación artificial deficiente
no ayuda al cerebro que debe esforzarse mucho más; eso en las empresas puede influir en
una baja productividad y en las escuelas en un bajo rendimiento”, explica la bióloga
experta en arquitectura Elisabet Silvestre. En el 2008,el Instituto de Neurociencias de los
Países Bajos realizó un estudio en residencias geriátricas.
Seleccionó al azar seis de los 12 centros públicos holandeses y en esos instalaron un
sistema de luz artificial extra con el que aumentaron hasta1000 luxes
la iluminación, en el resto era de 300 luxes. Una oficina bien iluminada suele tener unos
400 luxes y un estudio de televisión, unos 1.000. Pues bien, durante los tres
años y medio que duró el estudio, los científicos analizaron cada seis meses las
capacidades cognitivas de los ancianos que residían en esos centros. Los que
vivían en los mejor iluminados tenían un 5% menos de pérdida de capacidad cognitiva y
había un 19% menos de casos de depresión.
La altura del techo también nos afecta. En el 2007,John Meyers-Levy, un profesor de
marketing de la Universidad de Minnesota, colocó a cien voluntarios en una sala que tenía
tres metros de altura; y a otras 100 personas en una sala con un techo de 2.40 m.
Entonces, les pidió que clasificaran una serie de deportes por categorías que ellos debían
escoger. Meyers-Levy comprobó que aquellos que estaban en la sala con el techo más alto
habían llegado a clasificaciones más abstractas y creativas, mientras que los del techo
más bajo optaron por criterios más concretos. Quizás este tipo de techos son muy
adecuados para un quirófano, en que el cirujano debe concentrarse bien en los detalles,
mientras que techos altos puede que sean más apropiados para talleres de artistas o
escuelas.
Las zonas verdes son otro de los elementos clave.
En el 2007 se publicó un estudio realizado por Nancy Welles, una psicóloga ambiental de
la Universidad de Cornell, quien había analizado el comportamiento de niños de entre 7 y
12 años tras una mudanza familiar. Welles se percató de qué si los niños desde la nueva
casa tenían vistas a algún espacio natural, como un parque o un jardín, conseguían
mejores resultados en un test de atención. Y lo mismo en las escuelas: los alumnos que
aprenden en aulas que ofrecen vistas a espacios verdes obtienen mejores notas que
quienes ven edificios. En los hospitales los enfermos se recuperan antes si pueden
observar espacios naturales desde la habitación. Y para los niños con autismo, pasar
tiempo en contacto con la naturaleza, calma el trastorno, los hace sentir relajados.
Contemplar la naturaleza tiene un efecto restaurador para la mente y aumenta nuestra
capacidad de concentración.
Centros mentales.
Según un estudio del King’s College de Londres del 2011 un tercio de los pacientes
ingresados en un centro psiquiátrico sufren algún episodio de violencia. Se estima que casi
la mitad de los trabajadores de estas instituciones están expuestos a situaciones violentas
cada año. Los esfuerzos para paliarlas han sido en vano. Se ha comprobado, que para los
pacientes el estrés ocasionado por la propia enfermedad se puede ver intensificado por el
trauma de estar confinados durante semanas en pabellones cerrados. La mayoría de estos
centros son muy ruidosos, los enfermos carecen de privacidad y se entorpece la
comunicación entre pacientes y entre estos y los trabajadores.
Hasta ahora la arquitectura se había tenido en cuenta para diseñar edificios más seguros.
Tener en cuenta los principios de la neuroarquitectura permitiría diseñar espacios que
disminuyeran la agresividad, que calmaran emocionalmente a los pacientes con salas
compartidas y asientos móviles que les diera la capacidad de controlar su espacio
personal y la interacción con otros, además de utilizar superficies que absorbieran el ruido
y grandes ventanales para que entre más luz.
Centro de cuidados diurnos para pacientes con Alzheimer.
Teoría y filosofía de la
Neuroarquitectura.
Según describe Juhani Pallasmaa en el capítulo de este libro: “Body, mind and
imagination: The mental essence of Architecture” pag. 51,dice:
El gran filósofo del espacio Gaston Bachelard, escribe en su libro “La poética del espacio”:
“Enfrentados con la bestial hostilidad y fuerza de una tormenta, las virtudes de una casa
de protección y resistencia son transferidas a virtudes humanas. La casa adquiere la
energía física y moral de un cuerpo humano…se vuelve un instrumento vivo, que respira
junto con sus moradores, con el cual enfrentar al cosmos”
Leyendo a todos estos filósofos, podemos concluir que la Neuroarquitectura, se refiere a
proyectar edificios, construcciones y ciudades que nos digan algo, que respiren y vivan
junto con sus moradores, y que logren transmitir a éstos sentimientos de protección,
refugio, tranquilidad, reflexión, de invitación a la creatividad y que sean un reflejo de la
cultura y la época en que son proyectados y construídos. Es decir, edificios vivos y no
cajas vacias.
*** El equipo que presente este tema deberá escoger 2 edificaciones que considere que
cumplen con estos requisitos (uno mexicano y el otro de cualquier otro lugar del mundo) y
presentar imágenes interiores y exteriores de éstos, explicando el por qué cree que es un
“Edificio vivo y emocional” en contraposición de otras 2 edificaciones del mismo tipo, que
el alumno considere como “Edificios mudos” (también con imágenes).
Los edificios sirven para muchos propósitos. Algunos opinan que su función primaria es
proveer de refugio a sus habitantes y sus posesiones – un lugar donde estar seco y
caliente, donde dormir protegido de depredadores y patógenos. Los edificios también
dotan a sus moradores, de espacios para el aprendizaje, el trabajo o la recreación.
También proporcionan un espacio de privacidad y retraimiento, que logran ponernos a
resguardo de las demandas de la vida en sociedad.
Estos requerimientos primarios que nos resuelve un espacio arquitectónico, simplemente
reflejan que somos criaturas biológicas y nos remiten a nuestra condición animal.
De hecho la arquitectura ha estado siempre ligada a la respuesta “no negociable” de
resolver problemas primarios relacionados a la biología humana: la altura de las cubiertas
en una cocina, el radio de giro para diseñar una escalera, el ancho de una puerta, los
niveles de iluminación, la temperatura y flujo de aire en los edificios, son soluciones
patentes del vínculo necesario entre resolver necesidades biológicas y las soluciones
arquitectónicas.
Al mismo tiempo que nuestros edificios proveen de soluciones físicas a problemas dictados
por la biología humana, también esperamos que éstos satisfagan de igual manera
necesidades psicológicas.
Se espera de un proyecto arquitectónico que nos inspire y entusiasme, que promueva
estados mentales que nos ayuden a la investigación, a la creación, que nos sanen y
promuevan un estado de paz mental; en suma que el morador de una edificación
encuentre el camino hacía un estado de bienestar que haga que afloren sus mejores
cualidades. Esperamos también encontrar belleza en ellos…
No es de sorprender que las consideraciones del impacto sicológico de un espacio, formen
parte del proceso de diseño, desde que los humanos empezamos a construir ambientes
comunales.
La ancestral tradición del Vaastu Veda en la India, dictaba el diseño de templos y viviendas
en los orígenes de la sociedad Hindú, enfocándose en “la manera que un edificio hace fluir
las energías espirituales que influyen en el alma de sus habitantes”…
en palabras actuales, el modo en que un diseño arquitectónico impacta en las diversas
facetas del estado mental de bienestar. El Feng shui nace en la antigua China y surge por
las mismas razones.
Tratando de entender de manera más concreta como la Neurociencia puede ser relevante
para el diseño, puede ser útil tratar de entender al cerebro como un dispositivo de
procesamiento de información, que desde luego lo es. De hecho, el cerebro es la unidad
de procesamiento de información más poderosa conocida por el hombre.
El cerebro adquiere la información a través de los sentidos (percepción), y después la
organiza, interpreta e integra (conocimiento), y almacena esta información para poder
acceder a ella cuando se le necesite. Esta información almacenada en el cerebro será la
base para tomar decisiones y acciones futuras (actitudes).
Pensando más allá de estas líneas podemos argumentar que la arquitectura es una
multifacética fuente de información. La Percepción nos dice de qué manera está
organizado un espacio, y si este es útil y legible para facilitar su recorrido. De manera
similar, la apariencia y su relación con la función de un espacio, puede resultar
profundamente simbólica y provocar en el morador una responsabilidad y sentimiento de
identidad que lo conduzcan a ser responsable con el cuidado de su entorno y por tanto de
su relación con la sociedad (Actitudes Favorables).
El área de la Neurociencia que es particularmente estudiada por su relevancia para el
diseño, es la función visual, debido en gran parte a que la percepción a través del
sentido de la vista juega un rol primordial en la experiencia de vivir la Arquitectura. En los
párrafos siguientes nos enfocaremos en entender el sistema visual, para resaltar los
méritos de esta manera de pensar.
La experiencia visual depende como todos sabemos del factor LUZ. La mayoría de los
patrones de luz que percibimos se originan en el reflejo de la incidencia de la luz en las
superficies del ambiente construido o natural.
Uno de los principios de organización del sistema visual se construye alrededor del
concepto de campos de asociación de imágenes.
La asociación de patrones naturales con patrones construidos, realizan de manera
inmediata las conexiones neuronales que representan valores específicos que a su vez,
conectan con emociones que nos remiten a las sensaciones del patrón original.
Escondida en medio de los bosques que rodean las montañas Ozark de Arkansas, la capilla
Thorncrown descansa entre robles, pinos y arces. La humilde capilla, diseñada por Euine
Fay Jones, tiene menos de 35 años y, sin embargo, está en el registro histórico de Estados
Unidos. Ha sido nombrada como uno de los diez mejores edificios del AIA del siglo XX e
incluso ha sido considerada la mejor edificación estadounidense desde 1980 .
A fines de la década de 1970, el maestro de escuela jubilado
Jim Reed compró la propiedad donde se ubicaría la capilla
Thorncrown, originalmente como un espacio para su hogar de
retiro. Pero, después de ver a los turistas detenerse a lo largo
de la carretera para contemplar la belleza del área, su visión
cambió. Imaginó una capilla no confesional, un lugar
espiritual, que Jones describiría más tarde como un "lugar
para pensar sus mejores pensamientos". Tal vez su
simplicidad atraiga a más de 2000 visitantes diarios, es una
arquitectura que todos, no solo los arquitectos, pueden
comprender y apreciar.
Por lo tanto los ambientes construídos que el hombre ha creado para su propia
satisfacción, transitan entre la dualidad de demanda de un espacio funcional y cómodo,
pero que a la vez sea excitante y bello.
La interpretación de esta afirmación de Gombrich, significa que un ambiente construido
óptimo tiene variaciones entre un ambiente totalmente sencillo y legible, pero combinado
con ciertos elementos de novedad que aporten esa excitación necesaria.