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Universidad Nacional Autónoma de México

Facultad de Estudios Superiores Acatlán


Licenciatura en Filosofía
Materia: Seminario de Investigación II (teorías filosóficas)
Frías Triana Ruth Deípara
Trabajo: Critica a los conceptos de libertad y determinismo en Cerebro y Libertad de Roger Bartra.

Introducción:

Comenzaremos el presente ensayo poniendo en claro que lo que nos interesa en


primera instancia no es sólo desarrollar y explicar los conceptos de libertad y
orden causal de la obra Cerebro y Libertad de Roger Bartra, sino tomarlos como
referencia y examinarlos para someterlos a reflexión.
Cabe decir que pretendemos hacer una crítica a Bartra, y para esto nos
serviremos de algunas teorías ajenas mencionadas por el autor en su obra, que
nos servirán de apoyo y base para desarrollar mi visión personal respecto a la
libertad y el determinismo. Pero, sin perder el hilo, destacaré la propuesta de
Bartra. Antes que nada, considero importante mencionar brevemente en esta
introducción, algunos elementos de la obra del autor, que nos gustaría retomar
como referencia en el ensayo: 1) La oposición entre determinismo y libertad. 2)
Propuesta del autor que consiste en colocar los problemas de la libertad en el
terreno de la conciencia y la construcción que hace de una salida con la
concepción que tiene de ésta (conciencia): proceso que vincula la actividad
neuronal con las redes simbólicas cerebrales. Aquí, la conciencia incluye un
sistema simbólico de sustitución de funciones que el cerebro no realiza
únicamente por medios neuronales, gracias a lo cual es posible la libertad.
Además estas ideas generales, a la vez que las exponemos, las iremos
examinando.
Dicho esto, pretendo desarrollar mi postura personal a partir de una
propuesta ante el problema de la oposición existente de la neurología con el
supuesto moderno de la libertad. Para eso no sólo me serviré de la propuesta y la

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noción de determinismo y libertad de Bartra (como ya mencionamos), sino también
de los siguientes autores: Libet (experimento), Hume (azar) y Schwartz (terapia
cognitiva conductual9.
Con el primero me interesa destacar la posibilidad que se tiene de alterar el
curso de una acción y de ir en contra de una disposición cerebral a causa de la
voluntad. Del segundo, el contorno que guarda la acción en una cadena de causas
y efectos, sin que por eso ésta sea determinante (esto se desarrollará con más
detalle a lo largo del ensayo). Finalmente, tomo a Schwartz para destacar la
posibilidad de aprender formas alternativas de conducta, de condicionar el cerebro
y crear sinapsis neuronales nuevas, según el autor.
Mis intervenciones con los autores mencionados serán las siguientes:
Partiré primero de Libet para teorizar respecto al grado de intervención y relación
que hay del cerebro con la conducta, y defender la libertad no como producto de
algo “no neuronal”, sino como algo de orden físico que hace que haya libertad.
Precisamente en esta parte me interesa destacar que no considero que la
neurología, niegue la libertad, y que es posible alterar el curso de una
predisposición tanto cerebral como accional, desde el cerebro. Con Hume me
interesa manifestar mi acuerdo en un solo punto: que para teorizar respecto a la
libertad se deben aceptar los principios de causalidad y necesidad. La libertad no
puede ser opuesta a la libertad, ya que implicaría azar, y ésta no posee ningún ser
en la naturaleza, según Hume. De aquí partiré para desarrollar mi consideración
de la libertad como algo condicionado pero no determinado por antecedentes
físicos y sociales. Posteriormente pasaré a Schwartz y el acuerdo que establezco
con este autor respecto al cambio de química cerebral y conducta a través del
aprendizaje de vías alternas de comportamiento. De aquí, partiré para explicar por
qué para mí, la postura de Schwartz, me resulta parecida a la propuesta de Bartra
respecto al papel que tiene el exocerebro en los procesos neuronales y en la
conducta humana (esto, de igual manera de ira aclarando a lo largo del ensayo.
Cabe mencionar que este último auto me va servir de vinculo para dirigir mi
critica a la visión que establece Bartra respecto al determinismo y la libertad, es
decir, para Bartra, cuando la conciencia es definida como un proceso que ocurre

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únicamente en el interior del cerebro, se termina cayendo en el enfoque mecánico
determinista, así pues, la libertad para el autor no es posible en el contorno del
cerebro, sino que incluye un contexto (social y cultural). Si bien el autor considera
la intervención de un circuito híbrido (cerebro y exocerebro) como algo que da
espacio a la libertad, da peso al exocerebro como factor determinante para que
sea posible la libertad y cae, según mi parecer, en un determinismo social.
Nuestra oposición con el autor reside en que tomamos a esta extensión cerebral y
simbólica (exocerebro) como elemento de formación social en el individuo que a
pesar de tener como bases los procesos neuronales, funge como factor
determinante.
Para Bartra no se puede reducir la voluntad consciente (libre albedrío) a
una escala neuronal, para él, el libre albedrió tiene dependencia con la interacción
de redes neuronales y simbólicas. Así, no pretendo rechazar la idea de que exista
una relación de las redes neuronales con la cultura, pero niego que esas sean las
condiciones para que se dé la libertad. Dicho esto, acordamos con el autor en que
es posible elegir con un voluntad consiente lo que hemos asimilado del entorno
(cultura), peor creemos que esto no ofrece sino elementos ya dados, que sólo son
aprendidos y reproducidos aunque por voluntad consciente los elijamos. Creemos
que el cambio a nivel neuronal y conductual, y la ruptura en una cadena causal, no
se logra en función del exocerebro ni por el papel de un sistema de significados a
través del lenguaje o la interacción con el campo social y cultural, sino por un
determinación que hace la cognición en los pensamientos y en las acciones a
través del cerebro.
En este trabajo nos interesa manejar a la libertad como un cierto tipo de
actividad que se da en el cerebro que es capaz de alterar el curso de una
disposición mental o conductual. Es preciso enunciar que no negamos la
retroalimentación que hay del cerebro con los medios culturales, sociales y
sensoriales, pero, no dejamos a la libertad en ese nivel, ya que podríamos pensar
a la dimensión de la libertad en la medida en que nos retroalimentamos con los
medios ya mencionados. En cambio, la libertad para nosotros, se sirve de los
elementos obtenidos del medio, pero no se limita a los esquemas aprendidos

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(sistema lingüístico, cultura, experiencias visuales, olfativas, etc.), sino que, los
trasciende. Para nosotros, la libertad sólo ocurre por medio neuronales, ya que si
damos importancia a factores o esquemas aprendidos (sociales, culturales y
sensoriales) se cae, a mi parecer, en un determinismo. Así, nosotros creemos que
la libertad es posible en la medida en que la cognición es el elemento
determinante de las acciones y pensamientos. Dicho sea de paso, tampoco
creemos que estemos cayendo en un reduccionismo físico, ya que considero que
hablar de la libertad en términos físicos, no implica una contradicción con el
supuesto de la libertad, ya que, como ya dijimos, en el ensayo se tomará al
cerebro como capaz de alterar una cadena causal de pensamientos y acciones.
También es importante aclarar que tratamos al nivel físico la libertad, porque
creemos que todo lo que hacemos y pensamos tiene representación a nivel
cerebral.
Así, básicamente, con Bartra me interesa acordar la retroalimentación que
hay del cerebro con el medio, y la importancia para el desarrollo de éste. Pero, me
interesa destacar, partiendo de su propuesta, el papel determinante que tiene, la
cognición, es decir, el cerebro (juntos con su acervo de experiencias sociales,
culturales y ambientales) en el ejercicio de la libertad. El cerebro es, en pocas
palabras el elemento que elige conscientemente, con sus elementos y
experiencias por detrás, el tipo de acción que se va a realizar. El papel de la
cultura es sólo un elemento más del que se sirve la cognición y el papel de ésta
reside en que es capaz, no sólo determinar acciones y pensamientos a partir de lo
aprendido, sino que trasciende la reproducción de lo conocido y se reconfigura así
misma de modos distintos y nuevos. Para finalizar esta parte introductoria, me
gustaría decir que, no pretendo que mi crítica sea contundente, ni la establezco
como mejor que la de Bartra, solamente la reconozco como otra interpretación al
tema de la libertad humana.

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Planteamiento del problema:

Bartra reconoce que los humanos suponemos que somos libres, es decir, que
podemos elegir con libertad sobre nuestras acciones. El autor considera
específicamente que “los humanos suponemos bajo condiciones “normales”
somos seres racionales capaces de elegir libremente nuestros actos (Cerebro y
libertad pág.10). Así, entendemos por “condiciones normales”, las circunstancias
que no impliquen una amenaza al ejercicio de nuestra voluntad. Dicho esto, lo
seres humanos que se ven inmersos en situaciones estables, suponen que
pueden, como seres racionales, elegir con libertad.
No queda muy claro en qué sentido el autor maneja la expresión “seres
racionales” y cuáles sean exactamente las “condiciones normales” para que se dé
la libertad, pero me parece que el autor lo menciona sin aclaraciones,
precisamente porque tenemos una idea vaga el respecto. Las personas
comúnmente se consideran que son libre y racionales, no piensan mucho al
respecto, sólo lo creen. “Suponemos, por lo tanto, que no todo lo que hacemos
tiene una causa suficiente que determina nuestros actos. Creemos en el libre
albedrio.” (Ibíd. págs.10-11), la visión que tenemos de nosotros en la actualidad
es de “seres libres” que pueden llegar a elegir algo y verse exentos de causas que
determinen sus acciones. Sin embargo, esto ha entrado en contradicción con los
estudios científicos recientes respecto al sistema nervioso. Pienso que la
neurobiología se ha encargado de abordar a través del estudio minucioso y
registrado, el funcionamiento del cerebro y sus manifestaciones, y sus resultados
se han enfrentado con la visión común que tiene el hombre respecto a sí mismo
ella actualidad, a saber, que es libre.
Para Bartra “La neurobiología… ha invadido otros territorios custodiado
tradicionalmente por lo filósofos: la ética. Podemos comprender que buena parte
de la moral moderna se funda en la aceptación de que existe el libre albedrio”
(Ibíd. pág. 11). Así, enfrentarnos ante una visión científica que habla de
mecanismos determinados en nuestro cerebro y por ende en nuestra conducta,
puede entrar en conflicto con la creencia de que somos libres.

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Penar en si el hombre es libre o no, nos llevaría a tratar de rastrear sus
actos y pensamientos, es decir, tendríamos que buscar, cuáles de ellos se ven
exentos de una causa que los determine. Es cierto que “nos enfrentamos a una
infinita maraña de causas y efectos, una apretada red que abarca tanto procesos
psicológicos como sociales y políticos.” (Ibíd. pág. 12), situación que no dificulta
ver con claridad qué dentro de esta red se ve libre de determinación. Para Bartra
“la vida de una persona está sujeta a sus circunstancias, sus memorias, sus
aptitudes y sus tendencias, es difícil encontrar un espacio para la libertad, pues
parece sometida a una estructura determinista.” (Ibíd. pág. 13), Ante esto, me
parece que, nos veríamos libres de esa estructura en la medida en que,
reconozcamos cuáles son esas circunstancias, memorias, aptitudes y tendencias y
las evitemos. Pero el autor plantea una cuestión que revoca mi idea: “si la
persona, para tomar decisiones libres, pudiera ser insensible a su entorno y a su
pasado, entonces viviría una vida sometida al azar: Sería una vida basada en la
libertad o más bien una existencia sumergida en el absurdo” (Ibíd.). Considerar el
azar como condición de la libertad ya comienza a complicar las cosas, ya que,
“suponemos” que es imposible que el hombre borré sus memorias, y creemos que
es difícil que ahogue de un momento a otro, sus aptitudes y tendencias de así lo
decide. “La fuerza del argumentos determinista proviene de una idea simple:
vivimos en un universo donde todos los acontecimientos tienen una cusa
suficiente que los antecede. (Ibíd. pág. 14), Así, todo evento está determinado por
causas que lo preceden, ¿Por qué los actos conscientes serían una excepción?
Precisamente, para el autor, la excepción podía ser explicada con argumentos no
científicos religiosos o metafísicos, y eso incluía instancias no físicas capaces de
actuar sobre el mundo físico.
En la actualidad, la visión de que algo “no físico” -libre de las cadenas
deterministas y la materialidad-, hacen al hombre libre, vino a ser enfrentada por
otra visión que, toma a la libertad como ilusión ya que “El cerebro estaría cruzado
por cadenas causales empíricamente comprobables en las que habría una
conexión entre pensamientos y acciones.” (Ibíd. pág. 20). Parece que, esta última
visión, a través del registro y la comprobación experimental establece una

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causalidad y determinación de los actos humanos. Para Bartra “Si la conciencia es
definida como un proceso que ocurre exclusivamente en el interior del cerebro, se
llega casi irremediablemente a un enfoque mecánico deterministas. En vista de
ello y siguiendo los pasos del autor, podemos establecer que, la comprobación
empírica y registro del proceso que se da en el interior cerebro, demuestra el
encadenamiento de los pensamientos y acciones, lo que conlleva a un enfoque
determinista.
El determinismo planteado por Bartra, estaría precisamente ligado, con la
noción de que los pensamientos y actos estarían estrechamente ligados. No
habría, entonces, variabilidad en esta cadena causal, sino sólo repetición y
correspondencia entre lo que se piensa y lo que se hace. Al respecto, pienso que
tal vez por “cadena causal”, el autor se refiera a una actividad cerebral traducida
en ciertos pensamientos que guardan coherencia con ciertos actos. Para el autor
“afirmar que la mente tiene un carácter físico no ayuda en nada a explicar el
funcionamiento de los procesos subyacentes a la toma de decisiones” (Ibíd. pág.
40), ya que, “La libertad no se puede entender si la conciencia es encerrada en el
cerebro. Cuando muchos neurocientíficos se empecinan en rechazar esta idea en
la cual el libre albedrio no es más que una ilusión creada por el cerebro,” (Ibíd.
pág. 42). Al respecto, pienso que el hablar de la libertad en términos físicos, no
necesariamente implica que ésta sea una ilusión, o que se esté hablando sólo de
una red de cadenas causales, en las cuelas no haya variabilidad ni especio para la
libertad. (Esto lo iremos desarrollando más adelante)
Pienso que el determinismo es una alternativa que asume que el
pensamiento tiene localización a nivel cerebral y que, guarda, un proceso y orden
determinado, que puede provocar una acción igualmente determinada. Creo,
además, que esta visión defiende que nos vemos sometidos a un proceso físico y
proyecciones acciónales invariables. Sin embargo, creo que podemos también
pensar en algo que no obedezca al determinismo y tenga una base material, a
saber, el cerebro. Pero vayamos más lento y pensemos cómo se establece la idea
de la determinación: Pienso que, tal como describe Roger el determinismo,
podemos pensarlo del siguiente modo: tal vez, a través, del registro y la

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observación de los procesos cerebrales, es decir, a través del “cómo sucede”,
surge la idea de que el cerebro adquiere estados específicos determinados por
causas físicas que, a su vez llevan a una acción determinada y tomarlos así me
lleva a imaginar una alegoría. Imaginemos una mesa de billar. Cuando un jugador
hace una “tirada”, se observa que el la fuerza de empuje que le imprime a una
pelota y el contacto de ésta misma con otras pelotas al ser empujada, hace que
todas se muevan. Así, las pelotas que fueron movidas, no se movieron si no
porque una causa las antecedió, es decir, algo las empujó. Bien, entonces si
pensamos al cerebro, con este mismo esquema y lo traducimos al enfoque
determinista, podemos decir que entendemos esta visión como una suerte de
juego de billar, donde los pensamientos y acciones (pelotas de billar), son movidos
por un mecanismo cerebral.
Lo interesante de este ejemplo en relación con el determinismo
neurofisiológico es que, el cerebro no resulta ser una causa ajena, ya que es
nuestro propio cerebro desde el enfoque determinista el que determina la cadena
de pensamientos y acciones. Pero mi reflexión respecto a esto es que aunque el
cerebro sea la base física de los procesos que se llevan a cabo en nuestra
cabeza, no hace que se asuma al determinismo. Además hablar de
correspondencia entre pensamientos y acciones implica una cadena determinista,
y creemos que sólo este asunto se hace un problema si nos cuestionamos si esa
cadena puede ser rota o no. Al respecto, me parece que la respuesta es sí, una
cadena de correspondencia entre pensamientos y acciones puede romperse, ya
que solemos experimentar que siempre pudimos haber hecho algo diferente de lo
que hicimos, o que, pudimos haber pensado diferente a cómo pensamos.
Antes de cualquier cosa, considero importante mencionar mis valoraciones
respecto a la cadena causal y la voluntad: considero que la cadena causal o
correspondencia de los pensamientos con las acciones y su comprobación
empírica, no implican determinismo. Creemos que lo que afirmaría al
determinismo propiamente, es pensar en un “origen” o causa ajena a nuestra
voluntad. Aquí no habría libre albedrio y la voluntad libre sería una ilusión.
También considero que la perspectiva de Bartra de que la consciencia puede ser

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explicada en términos físicos, incluye que, todo pensamiento y toda acción
siempre tienen una causa que los precede y que el cerebro, no es, sino el
receptáculo y continuador de una inercia “física”.
Al respecto, podemos decir que, aunque se haga comprobación de una
relación entre pensamientos y actos, no implica que se demuestre que ambos
están sometidos a una cadena causal y mecánica. Para empezar, eso de “cadena
causal” entre pensamientos y actos puede pensarse de varios modos, pero,
tratemos de identificar dos formas en que la vemos: la voluntad puede generar una
cadena causal entre pensamiento y actos, es decir, puede determinar la
correspondencia entre lo que se piensa y se hace. El problema surge cuando esa
voluntad de pensar y por consiguiente de hacer, se ve determinada por algo ajena
a ella. Cabe decir que, es importante tener cuidado con las “trampas del
determinismo” ya que si consideramos a la libertad como algo que no tiene una
causa anterior que la preceda, podemos caer en un error. En realidad, no somos
seres que de vean ajenos a tendencias, memorias o experiencias (sociales,
culturales y sensoriales), y por lo mismo, siempre va a ver algo que preceda
nuestra voluntad.
Entonces, ¿A qué no referimos cuando decimos que no hay determinismo
cuando la voluntad determina una correspondencia entre pensamientos y actos?
Básicamente nos referimos al orden. Me explico: debemos empezar por
considerar que no negamos que los procesos neuronales guarden relación con los
medios social, cultura y sensorial; entre otros; pero pensar a la libertad como
voluntad que determina una correspondencia de pensamiento y actos es pensarla
como un estado mental que induce otros estados mentales y acciones. Ahora
bien, pienso que negamos la libertad si pensamos en el siguiente esquema:
factores de estímulos (sociales, culturales y sensoriales)- percepción- reacción-
voluntad. Aquí, es evidente que “la voluntad sobra”, ya que se encuentra al final
del esquema. Pero la pusimos así porque en un esquemas determinista, la
voluntad sería una ilusión, es decir, no cabe dentro de ningún esquema de
interacciones del cerebro con el medio

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Los factores de estímulo representan todos aquellos elementos con los que
interactuamos en el medio en el que nos encontramos. Creemos además, que la
interacción ocurre todo el tiempo y que a nuestra percepción le es imposible no
establecer contacto con esos factores de estímulo. Ahora bien, si pensamos en
un enfoque determinista, la reacción sería el elemento que siguiera a los factores
de estímulo y a la percepción. Sin embargo, no estamos negando que en
ocasiones caigamos en el determinismo, eso no los demuestran los instintos y
muchas otras reacciones que no controlamos. Pero retomando la voluntad, pienso
que ésta es posible, no cuando se niega la participación de los factores de
estímulo en los procesos neuronales, sino cuando la voluntad (como actos
conscientes), se establece antes que la reacción o el acto.
A propósito, debemos aclarar, otra vez que, por consciencia, yo entiendo lo
siguiente: conocimiento de los efectos y la causa que los producen). Así pues, la
verdadera voluntad no es una reacción inconsciente (ignorante) de la causa de
sus percepciones y experiencias, sino es un estado mental consciente que
reconoce el medio con el que tiene contacto y su percepción que tiene de éste, y
es capaz de generar un estado mental que guarde correspondencia con actos
que, de igual manera serán voluntarios. Respetando lo que prometimos en la parte
introductoria, traeré los tres autores mencionados por Bartra en su obra: Libet,
Hume y Schwartz, y tomaré los elementos de cada uno que, de igual manera
mencionamos en la introducción.
Lo que nos interesa específicamente de Libet fue la labor que hizo del
tiempo transcurrido en el momento en que una persona decide actuar y el instante
en que realmente lo hace. Sabemos que registró la actividad cerebral y
cronometró los acontecimientos. Se demostró con su experimento que, el
potencial eléctrico de preparación se presentaba antes de que de la intención
consciente de ejecutar una acción se hiciera presente. Mostró también que una
decisión voluntaria podía abortar un movimiento, a pesar de que se hubiese
desencadenado el potencial de preparación. Libet creía que podía existir algo
como “campo mental consciente” que fuera mediador y sin conexiones
neuronales. Hasta aquí, cabe pensar que, con base en el experimento de Libet,

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podemos tomar al cerebro como un elemento que puede intervenir en la conducta,
haciendo que cambio de curso o sea otra diferente. Sin embargo, debo decir que,
no estoy de acuerdo en los último que le autor establece, a saber, que existe un
“campo mental consciente” que funciona sin conexiones neuronales, ya que
considero no es posible que pensemos algo o hagamos algo si no tenemos
nuestro cerebro, es decir, nuestras conexiones neuronales.
El experimento de Libet me parece bastante ilustrativo, ya que, considero
que demuestra un hecho irrevocable, aunque no precisamente considerado por el
autor: desde el cerebro surge la voluntad como elemento de orden físico capaz de
alterar el curso de una predisposición cerebral. Así, pensamos que la
neurobiología no necesariamente niega la libertad, pues se puede hacer un una
descripción en términos físicos de cambios cerebrales y accionales que un sujeto
puede llevar a cabo.

En conclusión, creemos que la libertad es posible, aunque la consideremos


en un nivel cerebral. Ahora, tenemos la necesidad de hablar de un asunto al que
nos conduce la línea del ensayo, a saber, azar. Para esto no serviremos de Hume,
como ya habíamos mencionado en la parte introductoria. Empecemos diciendo
que según Roger, Hume rechaza una teoría de la libertad que no acepte la
causalidad y la necesidad. Si éstos se remueven, la libertad es aniquilada por el
azar. Para Hume, “Es universalmente aceptado que nada existe sin una causa y
que el azar, no significa ningún poder real que posea en ninguna parte un ser en la
naturaleza”. (Ibíd. pág. 37). Así, con Hume me interesa manifestar mi acuerdo en
un solo punto como se mencionó en la parte introductoria: para teorizar respecto a
la libertad se deben aceptar los principios de causalidad y necesidad. La libertad
no puede ser opuesta al azar. Así, partimos de la consideración de la libertad
como algo condicionado pero no determinado por antecedentes físicos y sociales.

No podemos pensar la libertad como algo que se ve libre de nuestras


memorias, experiencias, aspiraciones, pensamientos, acciones, cerebro, etc. No
creo que la libertad sea una suerte de “campo mental inmaterial”, ya que considero
que todo lo que hacemos o pensamos tiene en nosotros un punto de partida: el

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cerebro. Asumirlo así no es caer en un determinismo. Considerar, además, las
condiciones, que se hacen presentes en nuestras toma de decisiones voluntarias,
tampoco es caer en el determinismo. Pero, caer en el esquema de que la libertad
no depende de nada, sí resulta a mí parecer, algo absurdo. Con Schwartz
tomemos otros ejemplo que muestra como el libre albedrio es demostrable
científicamente. Tal asunción parte del tratamiento que se da del trastorno
obsesivo-compulsivo, que consiste en que las personas que tienen ese trastorno,
aprendan conductas alternativas que sustituyan su compulsión. A los afectados
por este trastorno se les hace entender que se ven afectados por un desequilibrio
químico. “Jeffrey Schwartz, a partir de esto, arguye que el tratamiento produce
cambios sistemáticos en el metabolismo cerebral de la glucosa como resultado de
una serie de decisiones voluntarias realizadas por el individuo durante el
tratamiento” (Ibíd.).

Entonces, estos cambios se deben, según el autor a una pequeña parte de


la actividad humana donde se escapa de los mecanismos deterministas. Al final,
Roger termina la exposición que hace de este autor, diciendo que éste toma a la
“fuerza mental” como un fuerza física genuina generada por un esfuerzo mental
real. Al respecto, cabe decir, que no estamos de acuerdo en que algo mental
pueda tener la suficiente fuerza para provocar en nuestro cerebro cambios físicos.
De nuevo, no creemos la libertad pueda partir de que algo inmaterial o no físico
para causar cambios a nivel físico en el cerebro. Respecto a esto, debo hacer una
importante aclaración. El que digamos que “no creemos que algo inmaterial o no
físico puede ser determinante en los cambios a nivel físico del cerebro, no implica
que estamos negando las interacciones que se dan de nuestro cerebro con el
medio externo. Bien sabemos que en nuestro contacto con el medio recibimos
estímulos que en muchas ocasiones nos hacen actuar involuntariamente (la luz
solar, la lluvia, el polvo, el frío en fin, todas las cosas físicas del medio externo que
se puedan considerar). También, hay otro tipo de interacción con el medio externo
de un nivel más complejo: el social y cultural. Y aunque no negamos los tipos de
interacciones que recibimos del medio, no nos ubicamos al nivel de las
interacciones físicas (neuronales) y socio-culturales en que se ubica el autor.

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Dicho lo anterior, con Schwartz quisimos destacar un punto: a través del
aprendizaje de otros modos de conducta se puede vencer un determinismo a nivel
cerebral. Sin embargo, no pretendimos darle u peso determinante a las cosas que
se aprenden en sentido externo (lenguaje, música, arte, esquemas sociales y
culturales), ya que, si bien existe interacciones con el medio externo, creemos que
lo realmente determinante es la cognición, y por ésta entendemos la valoración
que se da de lo que se conoce. La cognición para nosotros es determinante para
que sea posible la libertad. Si bien, ésta se construye con la interacción de los
físico y lo social, las experiencias mentales y físicas, las percepciones etc.,
creemos que no depende en su totalidad del marco socio-cultural y simbólico, o en
u sentido general del medio externo. Para nosotros, éste en un elemento o
herramienta del que se sirve la cognición, y cuando ésta lleva la batuta del pensar
y de la acción, es donde creemos que existe la libertad.

Para el autor “La voluntad consciente sería una propiedad o una condición
del sistema de redes cerebrales y exocerebrales.” (Ibíd. pág. 43). Para esto, Bartra
pretende colocar el problema del libre albedrio en un nivel más alto de
complejidad, sin olvidarse del nivel neuronal, químico y físico. La voluntad
consciente para Bartra, no puede existir sin la red de procesos simbólicos y en
esto estamos de acuerdo. Sólo que no vemos al sistema simbólico como algo
fuera de las estructuras cerebrales. Sigo esto porque considero que todo lo
cultural y social, tuvo sola una fuente: el cerebro humano. Así, al final de cuentas,
al lenguaje, lo considero como un elemento más de la cognición. Cabe decir
que, podríamos considerar a los cultural y los social como algo exógeno en la
medida en que nos es ajeno, es decir, son esquemas creados por otros cerebros
que ya existían cuando nacimos. Y puede que durante toda nuestra vida haya
habido una extrema interacción entre nuestros cerebro y los esquemas sociales,
pero aun así, la cognición puede verse libre de tales esquemas. El papel de la
cultura lo considero como un elemento más del que se sirve la cognición y
creemos que ésta es capaz, no sólo determina acciones y pensamientos a partir
de lo aprendido, sino de trascender la reproducción de lo conocido reconfigurarse
así misma de modos distintos y nuevos.

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El nivel social y cultural, no puede existir sin alguien que viva y piense la
cultura y los marcos sociales. Peor la cognición, a pesar de que la cultura formó
parte de su construcción, no sólo es capaz de prescindir de ella en la toma
decisiones apoyándose de lo aprendido, sino que es capaz de superarla y
reconfigurarse de un modo diferente. Por supuesto que acordamos con Bartra en
que es necesario explorar si las confluencias de diversos factores, a saber, los que
vienen del sistema nervioso y los del mundo que nos rodea, permiten la libre
elección. Pero, volviendo una vez más a recalcar mi opinión al respecto, debo
decir que, no pienso que los procesos que permiten la libre elección, vengan de la
mezcla de los factores físicos (nuestro cerebro) y los elementos de los medios
externos (físicos y socioculturales), sino de la manipulación que hace la cognición
de la interacción que tienen del medio externo.

Entonces, para nosotros, la libertad es aquello que tiene y siempre tendrá


como base material el cerebro. El proceso de libre elección se ve inmerso en
condiciones específicas, pero nunca resulta totalmente determinado por ésta. Nos
atrevemos además, a reducir el libre albedrio al nivel físico. Sin embargo creemos
que si se hiciera registro de la actividad cerebral en el momento en que se
suponen que uno toma una decisión voluntaria, no sería suficiente. Me veo en la
necesidad de decir que no fue de nuestro interés ligar la ética con el problema de
la libertad y el determinismo, ya que profundizar en un tema así requiere más
páginas, pero por el formato del trabajo nos resulta imposible abarcar el tema. Así,
diremos que el última instancia, consideramos que la libertad es posible en la
medida en que la cognición determina el pensar o el actuar a partir de la
manipulación de las interacciones con el medio externo, más que sólo el contacto
con éste. De este modo, es posible la resistencia ante las determinaciones de los
elementos sociales, culturales y físicos a los que a veces no vemos sometidos. No
podemos evitar estos niveles, pero la libre elección se hace presente cuando la
cognición los manipula y los re -direcciona.

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Conclusión:

Creemos que la libertad es producida por el cerebro desde la cognición. Y


consideramos a ésta como facultad capaz de manipular lo adquirido a través de
las interacciones de los niveles físico (neuronal) y el medio externo. Damos peso,
así, a las estructuras cerebrales como elemento determinante en la
reconfiguración de las determinaciones físicas, culturales y sociales. Además,
consideramos que hablar de la libre elección en términos neuronales y cognitivos
no niega la libertad. Cabe decir que no consideramos a ésta igual al azar, ya que
tiene como base la materia cerebral y se ve influenciada por factores externos
(sociales y naturales) e internos (estados mentales).
En conclusión, somos libres en la medida en que a través de la cognición
alteramos las cadenas deterministas y a partir de nuestro acervo mental y
experimental reconfiguramos y re direccionamos nuestro pensar y accionar.

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