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Siguiendo con los “grandes grupos de alimentos” dentro de esta saga hoy abordaré varias
categorías de alimentos (“grupos” si se prefiere) que reúnen una característica nutricional a
modo de denominador común: se trata de alimentos o grupos de alimentos ricos en
proteínas o que de alguna forma son considerados una buena fuente dietética de este
macronutriente o principio inmediato.
En este punto la cosa se complica un poco. Hasta ahora ninguno de los grupos abordados en
anteriores capítulos debían, en general, su inclusión en las guías alimentarias a su aporte de
proteínas. Si acaso los lácteos, cuya principal virtud para aparecer de forma destacada en
algunas guías se justifica principalmente por su riqueza en calcio (y creo que ya quedó claro
este punto). Y si bien es cierto que la leche aporta cierta cantidad de proteínas, esa cifra no es
como para tirar cohetes precisamente (100 gramos de leche aportan sobre los 3 a 3,5 gramos
de proteína) aunque, también hay que reconocerlo, en el caso de los quesos este aporte
podría ser considerable. Sin embargo, también es cierto, que en el caso de los niños el aporte
de proteínas en su dieta a partir de los lácteos es un elemento a considerar tal y como señaló
en su día el estudio EnKid.
Así, los grupos de los que trataré hoy son considerados buena fuente dietética de proteínas:
las carnes, los pescados, los huevos, las legumbres y los frutos secos. Sí, ya sé que lo más
probable es que haya quien discrepe, por eso hagamos algunas aclaraciones.
En líneas muy generales y salvo excepciones de libro, se considera que los alimentos de origen
animal presentan, todos, proteínas de alto valor biológico y que los de origen vegetal aportan
solo y con independencia de su cantidad proteínas de bajo valor biológico. Por aquello de
aclarar una de las preguntas más frecuentes en este terreno… sí, es posible seguir una
alimentación vegetariana estricta (o vegana) gracias a la adecuada combinación de fuentes
alimentarias vegetales; afortunadamente los aminoácidos esenciales escasos en alimentos con
un determinado origen vegetal, están presentes en otros alimentos con otro origen también
vegetal. Usando el ejemplo clásico: lo que les falta a los cereales en términos de aminoácidos
lo tienen las legumbres y viceversa. Por tanto, el déficit de aminoácidos esenciales no debería
constituir problema alguno dentro de un patrón vegetariano bien estructurado.
Es más, a este tenor y a pesar de lo que sé que me expongo con este comentario, en nuestro
entorno, sin carencias energéticas evidentes, no hay pruebas de que sea necesario una
combinación consciente de aminoácidos entre la población vegana.
Además del tema de la naturaleza de las proteínas está, la cuestión de que en nuestro medio,
al parecer resulta impensable imaginarse alguna de las comidas principales (comida y cena) sin
la presencia de un segundo plato en forma de, principalmente, carne o los derivados de esta
en cualquier receta. Y lo cierto es que no es necesario hacerlo así. Digo que no es necesaria
tanta carne, todos los días, y al menos dos veces por día.
Además, este patrón de consumo de alimentos se traduce, como no podría ser de otra
forma, en un exceso de proteínas de origen animal, muchas veces concretado en un exceso de
carnes grasas y embutidos tal y como señala el Libro Blanco de la Nutrición en España en base
a las estadísticas más recientes. Así, según esas encuestas y tal y como te comenté en esta
entrada la ingesta observada de proteína en España en hombres es de 109 g/día y en mujeres
de 88 g/día. En ambos casos estos valores son muy superiores a las Ingestas Dietéticas de
Referencia para la población española, establecidas en 54 g/día y 41 g/día
respectivamente (Moreiras et al., 2011) y a las establecidas por la Autoridad Europea de
Seguridad Alimentaria.
A este aporte de proteínas contribuyen de forma relativa y de media los siguientes grupos de
alimentos: Cárnicos y derivados 31%; Pescados, moluscos, crustáceos y derivados 27%; y ya
bastante por debajo, Huevos y derivados 11%; Lácteos y derivados 10% y Legumbres, semillas,
frutos secos y derivados 6%.
Dicho de otra forma, en mi opinión consumimos demasiados productos cárnicos (en general
sin entrar de momento en más detalles) y dejamos de lado otras interesantes fuentes de
proteína que tienen muchas menos dudas al respecto del incremento del riesgo sobre
determinadas enfermedades metabólicas, es decir que a priori se postulan como más
saludables y que al mismo tiempo, además, son más económicas.
Nos vemos la semana que viene con más temas sobre esta cuestión de las guías.
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Tags: alimentación, alimentos, carne, carne grasa, carne roja, consejos, derivados
cárnicos, frutos secos, guías alimentarias, hábitos
alimentarios, Huevos, legumbres, Pescado, pirámide, proteínas, salud | Almacenado
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10 comentarios
No me ha pagado nadie, ni para escribir estas líneas en concreto ni ningunas otras cuando por
ejemplo blasfemo, figuradamente hablando, sobre el más sedicioso de los sistemas
adelgazantes… ni en los otros casos tampoco cuando toca ensalzar a alguien. Me pagan, eso sí
he de reconocerlo, por escribir lo que pienso para el medio en el que ahora estás leyendo estas
líneas.
Pero hoy es uno de esos días “frescos”. Es un día en el que algo te sorprende muy, pero que
muy gratamente. No vas a tener que leer mucho para saber cuál es el objeto de mi
gratificación: se trata de un anuncio de legumbres con un par de… legumbres; se trata del spot
televisivo de legumbres Luengo… y de su márquetin, por supuesto. Chapó.
Hacía falta. Publicidad positiva para destacar un hábito positivo y… ¿perdido? No tengo
intención de redundar en el tema, así que voy con una recomendación seca, seria e
incontrovertida basada en las más actuales recomendaciones al respecto del comer de forma
adecuada: Come más legumbres… joer, come legumbres, como lo hacían tus abuelos; come el
doble de las que comían tus padres (depende de la generación a la que pertenezcas), pero
coño… joer… come más legumbres de las que actualmente comes. Tu salud, tu sapiencia
culinaria y tu hedónico reporte gastronómico te lo agradecerán… por no hablar de tu bolsillo al
tratarse de un alimento con un precio relativamente bajo. Y me da igual la marca; si es Luengo
estupendo, pero como si son de cualquier otra. Come más legumbres… joer (y perdona tanto
taco, pero es que la publi como digo me ha emocionado)
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Imagen: sritangphoto vía freedigitalphotos.net
Para ir centrando el tema, la fibra a la que hace referencia “la fibra” es ese componente
dietético que el ser humano es prácticamente incapaz de digerir y que se encuentra de forma
característica en los alimentos de origen vegetal (aquellos que no se han “refinado” y la
conservan, claro) es decir en, frutas, frutos secos, legumbres, verduras, hortalizas y productos
elaborados con cereales enteros o “integrales”. Todos estos alimentos tienen dos tipos
genéricos de fibra, por un lado la llamada “fibra soluble”; y por el otro la “fibra insoluble”.
Pero uno de los beneficios menos conocidos de los alimentos ricos en fibra resulta de conocer
que, aquellos alimentos que la incorporan de forma “natural”, consustancial, además se
acompañan de una importante cantidad de diversos nutrientes y fitonutrientes de interesantes
propiedades nutricionales tales como: vitaminas, minerales, ácidos grasos poliinsaturados,
compuestos fenólicos, polifenoles, etcétera, difíciles de “encontrar” en alimentos refinados o,
directamente sin fibra.
Así, en una especie de sumatorio de beneficios y propiedades aquellos patrones de
alimentación con una adecuada cantidad de fibra proveniente de los alimentos se ha
relacionado con la probabilidad de:
Además podría contribuir a controlar el peso gracias a su especial capacidad para aumentar la
sensación de saciedad y, por tanto reducir la probabilidad de seguir comiendo y con ello la de
incorporar más calorías.
Si estás interesado en incorporar más fibra en tu dieta empieza por consumir con más
frecuencia verduras y hortalizas (en sus más variadas formas y preparaciones en forma de
primeros platos o en forma de guarniciones e ingredientes de otras recetas), posteriormente
estaría fenomenal que te pasaras, por sistema, al consumo de productos elaborados con
cereales integrales (pan, arroz, pasta…) y que te plantearas consumir más a menudo recetas a
base de legumbres (lentejas, soja, hummus, garbanzos, habas, alubias, guisantes…). Si te hace
falta, seguro que encuentras mucha inspiración en esta entrada. Además, piensa en fruta:
postres, almuerzos y meriendas son buenas ocasiones para incorporarlas… sin dejar de lado, si
gustas, los frutos secos.
Ya sabes, todo con mesura y poco a poco. A ver si te vas a cansar antes de empezar, y no es
cuestión.
Trata pues que tu alimentación sea adecuada de forma entera, integral, en bloque y no
pretendidamente buena a base de remiendos puntuales o de ir parcheando aquí y allá
haciendo del maldito nutricionismo una especie de consumista, y absurda, forma de vida.
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Tags: alimentos, alimentos integrales, alimentos saludables, fibra, fruta, legumbres, vegetales |
Almacenado en: Alimentación saludable, Alimentos, Enfermedades, Estilos de
vida, Gastronomía, Suplementos
8 comentarios
Como no tenía ni idea y mis recetarios domésticos no incluían la menor mención a esta
legumbre, no tuve otro remedio que recurrir a “San Internet”, ahí sí que sí, había un variado
muestrario de recetas, algo muy de agradecer, pero al mismo tiempo unas muy diferentes
recomendaciones sobre el como cocinarla.
Luego estaba el tema del cocinado, de su cocido. En muchas páginas proponían tiempos de
cocción de 40 minutos en una cazuela convencional (tras las 10 horas de remojo, sí). Visto
como las tenía ya de “blanditas” decidí que lo mejor era ponerlas a cocer cual de lentejas se
tratara (con una punta de jamón sin grasa) e ir probando periódicamente. E hice bien ya
que en apenas 19 minutos los granos de soja ya se estaban empezando a abrir y por tanto
pidiendo a gritos que las sacara del fuego.
Mientras se cocían hice un sofrito de cebolla, ajo cortados en brunoise y zanahoria en ruedas
finas al que, una vez más o menos listo, agregue un tomate de buen tamaño pelado y en trozos
grandes. Escurrí la soja verde y la agregué al sofrito. Como además nos había sobrado algo
de arroz basmati con “arroz salvaje” del día anterior, también se lo añadí. El resultado es que
se puede comprobar en la foto. Por cierto, como se puede apreciar en el momento de
emplatar, acompañé la receta con unas ruedas de berenjena asadas al horno.
Mi opinión: Aparte de mejorar el tema del remojo y la cocción para la próxima vez (quedaron
un poco demasiado harinosas) el aspecto del plato fue bastante apetecible. Ahora bien, a la
hora de probarlo me llevé una desilusión. Se trata de una legumbre “plana” en cuanto a sus
características organolépticas, sosa o incluso insípida, sin personalidad alguna; y que ni tan
siquiera se “empapa” de los sabores de los otros alimentos. Al menos la que yo probé (que
luego me di cuenta, era de origen argentino). La parte más positiva es que al menos en el
plato, el hollejo pasaba totalmente desapercibido. Y digo bien en el plato por que los efectos
secundarios de haber comido legumbres fueron importantes: flatulencias y una cierta
aceleración del tránsito destacables (nos pasó a todos a pesar de estar acostumbrados a comer
legumbres con cierta periodiodicidad)
Nos queda soja verde para 2 veces más (compré medio kilo y gastamos 150g para dos adultos
y dos niñas) y por mi parte lo tengo claro, y después de eso creo que tardaré bastante en
volverla a meter en mi cocina, salvo que me aseguren unas características excepcionales. En mi
opinión, donde estén unas buenas lentejas, unas habitas, unos guisantes, unas alubias
(blancas, rojas o pintas) o unos buenos garbanzos… que se quite la soja verde de en medio.
Será muy exótica, muy verde y todo lo que uno quiera, pero a mí no me ha convencido.
¿La habéis probado, qué os ha parecido…? Podéis dejar vuestros comentarios a continuación.
¡Gracias!
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Tags: Cocina, legumbres, Receta, Soja verde | Almacenado en: Sin categoría
24 comentarios
Empecemos por el dato apócrifo que me hizo llegar en su día un publicista que conocía de
primera mano las cifras de venta de una conocida marca de fabada en conserva. Esta marca
espera los meses de verano como agua de mayo ya que al parecer es en ellos cuando hace su
agosto particular, es decir, cuando registra sus mayores índices de venta en su producto
estrella, “la fabada”. ¿Fabada en agosto? Parece un contrasentido pero la marca achacaba el
repunte de este producto a la figura de “los Rodríguez” en su acepción más machista. Es decir,
tal y como recoge el DRAE a esa figura que, coloquialmente hablando, corresponde a la
del hombre casado que se queda trabajando mientras su familia está fuera, normalmente de
veraneo (sic). Ver para creer.
El alimento
Como alimento las legumbres son un ingrediente sorprendente. Hace uno días plantee a mis
alumnos de la universidad una pregunta-juego en el que había que proponer y razonar una
única receta que, en el hipotético caso de que solo pudiéramos comer eso toda nuestra santa
vida, fuera lo más completa posible a la par que saludable… Pues bien, muchas de las recetas
propuestas tenían como ingrediente central a las legumbres. Con otros ingredientes eso sí, ya
digo que había que se podían proponer “recetas” no solo alimentos. Para que te hagas una
idea del importante valor nutricional de las legumbres en general quizá te sorprenda el saber
que, en términos generales, tienen tantas o más proteínas por unidad de peso que las carnes.
Por ejemplo, 100g de lenteja aporta 23 gramos de proteínas, frente a los 19,3 gramos
contenidos en 100g de solomillo de ternera. El “problema”, sí, ya lo sé, es que a estas
proteínas les falta un aminoácido esencial (la metionina) y por esa razón se dice de este tipo de
proteínas que son de “bajo valor biológico”. Pero ¿es esto un “problema”?Para nada, otros
alimentos, como por ejemplo los cereales contienen ese aminoácido, les falta a su vez otro
aminoácido esencial (la lisina) eso es cierto y por eso las proteínas de los cereales también son
consideradas de bajo valor biológico. Pero lo que les falta a unas lo tienen los otros y viceversa.
Quizá por eso y desde hace tanto tiempo es tradicional combinar en una misma receta ambos
ingredientes… además de muchos otros.
En definitivas cuentas, desde el, punto de vista nutricional, muchas ventajas: sin colesterol,
de bajo índice glucémico, buen aporte de fibra, económico, etcétera; y pocas
desventajas… ¿las flatulencias?
En la cocina de verano
El caso es que hace unos días unas compañeras se liaron la manta a la cabeza para
promocionar el consumo de las legumbres en verano (¡y sin marcas de por medio!), crearon
una etiqueta en twitter (#legumbresenverano) y han publicado una entrada en el blog “Come
sano come bien” recopilando todas las recetas que les han hecho llegar.
Te recomiendo que les eches un vistazo y te ilustres acerca del modo de introducir este grupo
de alimentos en tu dieta habitual en cualquier época del año. Después de ver las magníficas
recetas allí encontradas (y sus fotos) me da un poco de corte el aportar la mía, pero bueno, no
me resisto. Allá voy
Elaboración: Abrir el bote y escurrir el líquido. Cortar las hortalizas y los encurtidos como para
hacer una guarnición de gazpacho, los tomates cherry a mitades y dejar las aceitunas enteras.
Desmigar el atún. Juntar todo. Aliñar al gusto. Enfriar y disfrutar #slurpslurp.
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Nota: Quiero agradecer a todos los lectores y comentaristas (asiduos o puntuales) vuestra
dedicación y atenciones para con este blog. “El nutricionista de la general” baja la persiana con
motivo de sus merecidas y necesitadas vacaciones estivales y volverá a subirla a partir del 16
de julio… con tantas ganas e ilusión como siempre, es decir, con muchas. Feliz verano.
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Es entonces cuando Daniel le propone a Aspenaz hacer un “ensayo clínico” y le sugiere que
pruebe a darles sólo durante diez días la comida que él solicita y que después decida a la luz de
la “saludabilidad” que reflejen sus rostros en comparación con la de otros… Y al cabo de los
diez días pactados resultó que los jóvenes judíos presentaban “un rostro mejor y más robusto”
que aquellos otros jóvenes que seguían la dieta del rey a base de otros alimentos, entre ellos
carne y vino.