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ANEXO DE LECTURAS
LECTURAS OBLIGATORIAS
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
ASUNTO
ANTECEDENTES
Alegan que la disposición fue expedida sin cumplir los supuestos habilitantes
previstos en el inciso 19) del artículo 118° de la Constitución, dado que, en los días de
su promulgación, no existía ninguna situación extraordinaria o de excepcional gravedad
en el país en el sector económico o financiero; y que en el contenido de la norma no se
hace alusión a ningún evento o circunstancia extraordinaria.
FUNDAMENTOS
Las nuevas funciones del Estado moderno tienen que ver con aspectos
económicos, sociales, políticos y jurídicos.
a) Supuestos económicos
La economía social de mercado es una condición importante del Estado
social y democrático de derecho. Por ello debe ser ejercida con
responsabilidad social y bajo el presupuesto de los valores constitucionales
de la libertad y la justicia. A tal efecto está caracterizada,
fundamentalmente, por los tres elementos siguientes:
a) Bienestar social; lo que debe traducirse en empleos productivos,
trabajo digno y
reparto justo del ingreso.
b) Mercado libre; lo que supone, por un lado, el respeto a la propiedad, a
la iniciativa
privada y a una libre competencia regida, prima facie, por la oferta y la
demanda en el mercado; y, por otro, el combate a los oligopolios y
monopolios.
c) Un Estado subsidiario y solidario, de manera tal que las acciones
estatales directas aparezcan como auxiliares, complementarias y
temporales.
En suma, se trata de una economía que busque garantizar que la
productividad individual sea, por contrapartida, sinónimo de progreso
social.
b) Supuestos sociales
Se trata del Estado de la integración social, dado que se busca conciliar los
intereses de la sociedad, desterrando los antagonismos clasistas del sistema
industrial. Al respecto, García Pelayo sostiene que la unidad entre el
Estado social y la comunidad nacional hace posible otra característica de
dicho tipo de Estado, a saber, su capacidad para producir la integración de
la sociedad nacional, o sea, el proceso constante, renovado, de conversión
de una pluralidad en una unidad, sin perjuicio de la capacidad de
autodeterminación de las partes (Las Transformaciones... Op. Cit., pág.
45).
c) Supuestos políticos
El Estado social y democrático de derecho posibilita la integración del
Estado y la sociedad, así como la democratización del Estado. La
democracia, por ello, constituye un elemento imprescindible del Estado.
Desde esta perspectiva, la democracia ostenta una función dual: método de
organización política del Estado, es decir, método de elección y
nombramiento de sus operadores, y mecanismo para conseguir el principio
de igualdad en el ámbito social. Así, el principio democrático no sólo
garantiza una serie de libertades políticas, sino que transita e informa todo
el ordenamiento jurídico-político, desde el ejercicio de las libertades
políticas, pasando por la libertad de elección propia del libre desarrollo de
la personalidad, hasta llegar, incluso, al seno mismo del núcleo duro de
todos y cada uno de los derechos fundamentales. De modo que, aun
cuando nuestra Constitución no lo establezca expresamente, el hecho de
que exista una remisión al Estado democrático de derecho como una fuente
de interpretación y también de identificación de los derechos
fundamentales de la persona (artículo 3° de la Constitución), hace del
principio democrático uno que trasciende su connotación primigeniamente
política, para extenderse a todo ámbito de la vida en comunidad. De este
forma, nuestra Carta Fundamental lleva implícito el reconocimiento de una
democracia económica, social y cultural.
d) Supuestos jurídicos
En el Estado social y democrático de derecho, el fenómeno jurídico no
puede ser concebido como una regulación de características estrictamente
formales, sino como una de connotaciones sociales. El sistema jurídico
derivado de esta modalidad estadual trasciende la regulación formal, y
apareja la exigencia de que sus contenidos axiológicos se plasmen en la
vida cotidiana.
§4.3 Igualdad
15. El orden constitucional económico debe ser interpretado también a la luz
del principio de igualdad, reconocido en el inciso 2) del artículo 2° de la
Constitución. Sobre el particular, en el Caso Colegio de Notarios de Lima
(Exps. Acums. N.° 0001-2003-AI/TC y N.° 0003-2002-AI/TC), este
Tribunal precisó que “(...) el principio de igualdad en el Estado
Constitucional, exige del legislador una vinculación negativa o
abstencionista y otra positiva o interventora (...)”.
“(...) La vinculación negativa podrá elucidarse desde la ya consolidada
jurisprudencia de este Colegiado, cuya sucinta expresión es ‘tratar igual a
los que son iguales’ y ‘distinto a los que son distintos’, de forma tal que la
ley, como regla general, tenga una vocación necesaria por la generalidad y
la abstracción, quedando proscrita la posibilidad de que el Estado, a través
del legislador, pueda ser generador de factores discriminatorios de
cualquier índole. Empero, emprender la interpretación del derecho a la
igualdad desde un criterio decimonónico, supondría reducir la protección
constitucional del principio de igualdad a un contenido meramente formal,
razón por la cual es deber de este Colegiado, de los poderes públicos y de
la colectividad en general, dotar de sustancia al principio de igualdad
reconocido en la Constitución”.
Debe reconocerse también una vinculación positiva del legislador con los
derechos fundamentales, de forma tal que los poderes públicos sean
capaces de revertir las condiciones de desigualdad o, lo que es lo mismo,
reponer las condiciones de igualdad que pudieran estarse manifestando en
la realidad social, a contracorriente de las aspiraciones constitucionales.
Dicho juicio, desde luego, es aplicable también al ámbito económico, en el
que, por mandato expreso de la Norma Fundamental, el Estado tiene la
obligación de adoptar las medidas orientadas a brindar oportunidades de
superación a los sectores que sufren cualquier desigualdad (artículo 59°).
20. Entre los usos pragmáticos que el término subsidiariedad puede tener en el
ámbito constitucional se tiene los tres siguientes:
a) El primero tiene que ver con el sentido horizontal del principio y está
referido a la relación clásica entre sociedad y Estado, entre libertad y
autoridad, entre iniciativa privada y poder impositivo del Estado.
Ahora bien, estos usos no se consideran separados los unos de los otros,
sino como momentos de una única esencia que caracteriza la configuración
del ordenamiento estatal. En efecto, la subsidiariedad en el Derecho
Constitucional está condicionada a la forma del Estado y a las relaciones
entre gobernantes y gobernados, reguladas en el ámbito de la disciplina
económica y de la producción de los actos normativos -no ordenados desde
una óptica jerárquica sino, más bien, desde una estructura diversificada
sobre la base axiológica y valorativa-; y, también, a la organización
vertical del Estado, que se distribuye según formas mayores de
descentralización administrativa a favor de los ordenamientos menores.
21. Sin perjuicio de lo expuesto, debe quedar claro que, aunque se postule el
respeto de las libertades de los individuos y de los grupos, el principio de
subsidiariedad no pone en discusión el papel y la importancia del Estado;
por el contrario, se orienta a valorarlo, procediendo a una redefinición y a
una racionalización de los roles en la dinámica de las relaciones entre el
Estado y los ciudadanos, entre lo público y lo privado.
Desde la perspectiva de una organización social inspirada en el principio
de subsidiariedad, el Estado emerge como garante final del interés general,
desde el momento en que su tarea consiste en la intervención directa para
satisfacer una necesidad real de la sociedad, cuando la colectividad y los
grupos sociales, a los cuales corresponde en primer lugar la labor de
intervenir, no están en condiciones de hacerlo.
En ese orden de ideas, las acciones del Estado deben estar vinculadas al
fomento, estimulación, coordinación, complementación, integración o
sustitución, en vía supletoria, complementaria o de reemplazo, de la libre
iniciativa privada. La subsidiariedad se manifiesta como el acto accesorio
o de perfeccionamiento en materia económica, que se justifica por la
inacción o defección de la iniciativa privada.
25. Asimismo, este principio debe ser interpretado en concordancia con otro
de equivalente importancia, como es del pluralismo económico (primer
párrafo del artículo 60° de la Constitución), que se ha desarrollado bajo el
concepto de igualdad jurídica entre los competidores, y que constituye uno
de los pilares del derecho de la competencia. Este régimen de paridad al
que se someten tanto las empresas públicas como las privadas, constituye
una garantía para el desenvolvimiento del tipo de mercado establecido en
la Constitución y la optimización de los principios y valores que
fundamenten el Estado democrático de derecho.
a) El derecho a la propiedad
Establecido en los incisos 8) y 16) del artículo 2° de la Constitución, es
concebido como el poder jurídico que permite a una persona usar,
disfrutar, disponer y reivindicar un bien. Así, la persona propietaria podrá
servirse directamente de su bien, percibir sus frutos y productos, y darle
destino o condición conveniente a sus intereses, siempre que ejerza tales
actividades en armonía con el bien común y dentro de los limites
establecidos por la ley; e incluso podrá recuperarlo si alguien se ha
apoderado de él sin derecho alguno.
Así, mientras que en este último el objeto de la propiedad son las cosas u
objetos materiales susceptibles de valoración, para el derecho
constitucional la propiedad no queda “enclaustrada” en el marco del
dominio y de los derechos reales, sino que abarca y se extiende a la
pluralidad in totum de los bienes materiales e inmateriales que integran el
patrimonio de una persona y que, por ende, son susceptibles de apreciación
económica.
Tal como refiere Haberle, (El Estado Constitucional, México: UNAM, 2001) “en la
democracia pluralista, el bien común –idéntico al interés público- es indispensable”.
Incorporando la necesaria referencia al bien común en el desarrollo de la institución
de la propiedad, dicha libertad fundamental se convierte en parte integrante del
interés público.
Evidentemente, dicha función social tan sólo es aplicable a los bienes de producción
o a los bienes de servicio público, mas no así a los bienes de consumo o a los bienes
de utilidad estrictamente privada, en los que sólo es reconocible una utilidad
estrictamente personal, en cuyo caso bastará abstenerse de aplicar la propiedad en
perjuicio de la comunidad.
El derecho de propiedad individual con el ejercicio del mismo por parte de los
demás individuos.
c) La libertad de trabajo
Establecida en el inciso 15) del artículo 2° de la Constitución, se formula como el
atributo para elegir a voluntad la actividad ocupacional o profesional que cada
persona desee o prefiera desempeñar, disfrutando de su rendimiento económico y
satisfacción espiritual; así como de cambiarla o de cesar de ella. Para tal efecto,
dicha facultad autodeterminativa deberá ser ejercida con sujeción a la ley. Por ello
es que existen limitaciones vinculadas con el orden público, la seguridad nacional,
la salud y el interés público.
d) La libertad de empresa
Consagrada por el artículo 59° de la Constitución, se define como la facultad de
poder elegir la organización y efectuar el desarrollo de una unidad de producción de
bienes o prestación de servicios, para satisfacer la demanda de los consumidores o
usuarios.
Consecuentemente, dicha libertad debe ser ejercida con sujeción a la ley -siendo
sus limitaciones básicas aquellas que derivan de la seguridad, la higiene, la
moralidad o la preservación del medio ambiente-, y su ejercicio deberá respetar los
diversos derechos de carácter socio-económico que la Constitución reconoce.
e) La libertad de comercio
Establecida en el artículo 59° de la Constitución, se trata de la facultad de elegir la
organización y llevar a cabo una actividad ligada al intercambio de mercaderías o
servicios, para satisfacer la demanda de los consumidores o usuarios. Debe ejercerse
con sujeción a la ley.
f) La libertad de industria
Establecida en el artículo 59° de la Constitución, es la facultad de elegir y obrar,
según propia determinación, en el ámbito de la actividad económica cuyo objeto es
la realización de un conjunto de operaciones para la obtención y/o transformación de
uno o varios productos.
32. Ahora bien, pese a que existe un reconocimiento expreso del derecho a la
información y a la protección de la salud y la seguridad de los
consumidores o usuarios, estos no son los únicos que traducen la real
dimensión de la defensa y tuitividad consagrada en la Constitución. Es de
verse que en la Constitución existe una pluralidad de casos referidos a
ciertos atributos que, siendo genéricos en su naturaleza, y admitiendo
manifestaciones objetivamente incorporadas en el mismo texto
fundamental, suponen un numerus apertus a otras expresiones sucedáneas.
Así, el artículo 3° de la Constitución prevé la individualización de
"nuevos" derechos, en función de la aplicación de la teoría de los
“derechos innominados”, allí expuesta y sustentada.
38. De este modo y dentro del respeto a la libre iniciativa privada, la función
orientadora del Estado tiene como propósito el desarrollo del país,
procurando que se materialice el componente social del modelo económico
previsto en la Constitución.
43. Allí radica la especial función que cumplen los organismos reguladores.
Estos organismos tienen la obligación de asumir la delicada misión que les
ha sido asignada bajo principios de transparencia e imparcialidad. De la
eficiente labor en sus respectivos sectores depende, en gran medida, que se
genere verdadera competencia entre los distintos agentes económicos, lo
que redundará en beneficio de los usuarios.
48. Del análisis de los considerandos del Decreto de Urgencia sub exámine, se
colige que los fines de la norma son, por un lado, preservar la salud y la
seguridad de los usuarios de los servicios de transporte de pasajeros y
mercancías, y, por otro, corregir las distorsiones que afecten la
competencia del mercado formal por la presencia masiva de empresas
informales; esto es, de empresas que no cuentan con la autorización
correspondiente para brindar el servicio y/o incumplen obligaciones de
carácter tributario.
49. Tal como ha quedado dicho, uno de los principios rectores que informan al
régimen económico de la Constitución es la función reguladora supletoria
del Estado. Ello porque la economía social de mercado no puede ser
confundida con los regímenes de economía mixta, planificada o
interventora.
La labor del cuerpo político, en el contexto de un Estado social y
democrático de derecho, no puede ser asociada a la idea de que tenga por
regla incidir en la esfera de libertad de los agentes económicos. Su
intervención, en lo que al funcionamiento de regular del mercado se
refiere, debe configurarse como excepcional. Y es que toda regulación
estatal debe justificarse por la presencia de una falla del mercado, es decir,
por una situación en la que el libre juego de la oferta y la demanda y el
régimen de libre competencia impidan alcanzar una asignación eficiente de
recursos, lesionando intereses públicos.
50. Debe tenerse en cuenta, asimismo, el papel de los precios de los bienes y
los servicios, y su importancia decisiva para el adecuado desenvolvimiento
del mercado.
En circunstancias comunes, el precio no es sino el resultado de las
decisiones racionales adoptadas por ofertantes y usuarios. Cuando su
fijación no es artificial, sino estricta consecuencia del intercambio fluido
de bienes y servicios, el precio brinda información valiosa a los agentes
económicos, tanto en lo que respecta a la escasez relativa de los recursos,
como a las condiciones de la oferta y la demanda.
Del mismo modo, la información contenida en la fijación del precio en un
mercado libre incentiva a las empresas a aumentar su eficiencia, a reducir
sus costos y a mejorar la calidad de los productos que ofrece, en beneficio
de los usuarios y consumidores.
58. En el caso de los decretos de urgencia, los requisitos formales son tanto
previos como posteriores a su promulgación. Así, el requisito ex ante está
constituido por el refrendo del Presidente del Consejo de Ministros (inciso
3 del artículo 123° de la Constitución), mientras que el requisito ex post lo
constituye la obligación del Ejecutivo de dar cuenta al Congreso de la
República, de acuerdo con lo previsto por el inciso 19) del artículo 118° de
la Constitución, en concordancia con el procedimiento contralor a cargo
del Parlamento, contemplado en la norma de desarrollo constitucional
contenida en el artículo 91° del Reglamento del Congreso.
61. La aplicación de estos criterios al caso del Decreto de Urgencia N.° 140-
2001, demuestra que éste es inconstitucional por los siguientes motivos:
FALLA
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
REY TERRY
AGUIRRE ROCA
REVOREDO MARSANO
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
EXP.N.° 008-2003-AI/TC
LIMA
ROBERTO NESTA BRERO
SR
AGUIRRE ROCA
Si bien concuerdo con el sentido del fallo, con el debido respeto a mis
honorables colegas, debo precisar que, en mi concepto, las razones
fundamentales por las que la demanda debe ser estimada, residen en el hecho
de que el Decreto de Urgencia N.° 140-2001 ha sido expedido sin que exista
circunstancia alguna de carácter extraordinario o excepcional que lo justifique,
presupuesto que se constituye en elemento sine qua non para la legitimidad de
todo Decreto de Urgencia, tal como lo estipula el inciso 19) del artículo 118°
de la Constitución. Esta inconstitucionalidad se hace aún más evidente desde
que la propia norma con rango de ley impugnada, delega en normas
infralegales la adopción de las supuestas “medidas extraordinarias”,
delegación que deviene en proscrita si nos atenemos a una adecuada
interpretación de la disposición constitucional aludida.
S.
BARDELLI LARTIRIGOYEN
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
I. Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 153
II. Condiciones de constitucionalización . . . . . . . 154
III. Fenomenología de la constitucionalización en Italia 164
LA “ CONSTITUCIONALIZACIÓN”
DEL ORDENAMIENTO JURÍDICO: EL CASO ITALIANO*
I. INTRODUCCIÓN
154
1. Una Constitución rígida
155
control sobre la conformidad de las leyes con la Constitución.
Ahora bien, en la mayor parte de los ordenamientos contempo-
ráneos, el órgano competente para ejercer tal control es un órga-
no jurisdiccional o semijurisdiccional.
Es claro que, en los ordenamientos contemporáneos, existen
sistemas de control muy diversos, que pueden ser evaluados des-
de el punto de vista de su eficacia. A grandes rasgos, se pueden
distinguir tres modelos fundamentales.
1) Primer modelo (como ejemplo, Estados Unidos): control a
posteriori (por vía de excepción) y, por lo tanto, in concreto,
ejercido por cada juez en el ámbito de su propia competencia ju-
risdiccional. Este sistema de control presenta dos características
importantes. En primer lugar, hace posible que una ley inconsti-
tucional entre en vigor y también que sea aplicada por un largo
tiempo antes de que su ilegitimidad constitucional sea reconoci-
da por los jueces. En segundo lugar, dentro de este sistema, la
decisión de un juez —incluso del tribunal supremo— que decla-
re la ilegitimidad constitucional de una ley, no produce efectos
generales, sino sólo efectos circunscritos a la controversia deci-
dida. Por otra parte, conviene subrayar que los efectos de las de-
cisiones de ilegitimidad constitucional, aunque teóricamente li-
mitados, son prácticamente generales en todo ordenamiento en
que esté vigente el principio stare decisis, o sea, el principio que
confiere fuerza vinculante a los precedentes (en particular, a los
precedentes de las jurisdicciones superiores).
2) Segundo modelo (Francia): control a priori (por vía de ac-
ción) y, por lo tanto, in abstracto, ejercido por un tribunal cons-
titucional (o por un órgano similar). Este tipo de control teórica-
mente impide que una ley inconstitucional pueda entrar en
vigor. Pero el control in abstracto no puede asegurar una total
conformidad de las leyes con la Constitución, ya que los posi-
bles efectos inconstitucionales de una ley no siempre pueden ser
determinados plenamente si no es atendiendo a su impacto sobre
casos concretos.
3) Tercer modelo (Alemania, Italia, España, etcétera): control a
posteriori (por vía de excepción) y, por lo tanto, in concreto, ejerci-
do por un tribunal constitucional. Este tipo de control, siendo a
156
posteriori, no puede impedir la entrada en vigor de leyes incons-
titucionales. Por otra parte, la decisión del tribunal constitucio-
nal que declara la ilegitimidad constitucional de una ley está
provista de efectos generales, erga omnes. En otras palabras: la
ley es anulada en definitiva y ya no puede ser aplicada por juez
alguno.
157
compatibles anteriores a la Constitución, ni la invalidez de leyes
incompatibles sucesivas.
Por otra parte, también las normas que confieren derechos de
libertad frecuentemente se presentan más como normas de prin-
cipio que como reglas precisas de conducta, desde el momento
en que, en muchos casos, su formulación, al lado de la enuncia-
ción formal de un derecho subjetivo, incluye igualmente una re-
misión a la ley (un ejemplo, entre muchos, extraído del artículo
40 de la Constitución italiana: “ El derecho de huelga se ejerce
en el ámbito de las leyes que lo regulan” ). De manera que es del
todo posible sostener que semejantes normas no son susceptibles
de aplicación jurisdiccional hasta que no son promulgadas las le-
yes necesarias para precisarlas o concretizarlas.
En suma, según ciertas doctrinas, las Constituciones no son
más que un “ manifiesto” político cuya concretización es tarea
exclusiva del legislador: los tribunales no deben aplicar las nor-
mas constitucionales —carentes de cualquier efecto inmediato—
sino sólo las normas que se recogen por las leyes.
Pues bien, uno de los elementos esenciales del proceso de
constitucionalización es precisamente la difusión, en el seno de la
cultura jurídica, de la idea opuesta, es decir, de la idea de que
toda norma constitucional —independientemente de su estructu-
ra o de su contenido normativo— es una norma jurídica genuina,
vinculante y susceptible de producir efectos jurídicos.
4. La “sobreinterpretación” de la Constitución
158
Por otro lado, una laguna —cualquier laguna, en cualquier
texto normativo— no depende del texto en cuanto tal: depende
de cómo está interpretado el texto en cuestión, ya que todo texto
normativo es susceptible de diversas interpretaciones. En par-
ticular, sucede frecuentemente que un texto dado, según cierta
interpretación, presenta una laguna (en el sentido de que no ex-
presa alguna norma idónea para regular el caso o la controversia
de que se trate), mientras que el mismo texto, según una inter-
pretación distinta, no presenta laguna alguna (al contrario, ex-
presa también una norma que regula el caso o la controversia
para los que se busca la solución).
En principio y simplificando un poco las cosas, se puede de-
cir que toda Constitución es susceptible de dos tipos de interpre-
taciones: una interpretación literal (o mejor, restrictiva) y una in-
terpretación extensiva.
Si se está inclinado por la interpretación literal (y por el ar-
gumento a contrario), ninguna Constitución resulta completa:
antes bien, cualquier Constitución no regula más que una peque-
ña parte de la vida política y social. Existe, por lo tanto, una vasta
parte de la vida social y política que no es regulada, a nivel
constitucional, por norma jurídica alguna. En este espacio jurídi-
camente “ vacío” —vacío, claro está, a nivel constitucional—
toda conducta está, por así decirlo, permitida: el legislador, en
particular, es libre de disponer en un sentido o de disponer en otro,
o de no disponer nada. En cada dominio que no está regulado
por norma constitucional alguna, una ley inconstitucional no es
ni siquiera concebible; en el espacio vacío de derecho constitu-
cional, la discrecionalidad política del legislador está sustraída
de cualquier posible control jurisdiccional por la carencia de
cualquier parámetro.
Por el contrario, si se está inclinado por la interpretación ex-
tensiva (y por el argumento a simili), la Constitución puede ser
interpretada —o más bien, “ sobreinterpretada” — de manera tal
que se le extraigan innumerables normas implícitas, no expresas,
idóneas para regular cualquier aspecto de la vida social y política.
Cuando la Constitución es sobreinterpretada no quedan espacios
vacíos de —o sea, “ libres” del— derecho constitucional: toda
159
decisión legislativa está prerregulada (quizás aún, minuciosamen-
te regulada) por una o por otra norma constitucional. No existe
ley que pueda escapar al control de legitimidad constitucional. En
otras palabras, no existe espacio para ninguna discrecionalidad
legislativa: no hay cuestión de legitimidad constitucional de la
cual se pueda decir que sea sólo una political question, una cues-
tión puramente política, ajena al conocimiento del juez de la le-
gitimidad constitucional de las leyes.
Pues bien, una condición importante de constitucionalización
es precisamente la sobreinterpretación del texto constitucional.
Cabe decir que la sobreinterpretación de la Constitución presu-
pone que la Constitución misma sea entendida como vinculante.
Existe pues un nexo muy estrecho entre la tercera y la cuarta
condiciones de constitucionalización.
160
ción no es apta para producir efectos en la vida social sino des-
pués de haber sido “ concretizada” por leyes.
Por el contrario, en el constitucionalismo de nuestros días se
tiende a pensar que la función de la Constitución es moldear las
relaciones sociales. Por consecuencia, también se tiende a pensar
que las normas constitucionales —sobre todo los principios ge-
nerales y las normas programáticas— pueden producir efectos
directos y ser aplicadas por cualquier juez en ocasión de cual-
quier controversia. La idea es que la Constitución deba ser inme-
diatamente aplicada también en las relaciones entre particulares,
al menos siempre y cuando la controversia de que se trate no
pueda ser resuelta sobre la base de la ley, ya sea porque la ley
muestra lagunas, o por que la ley sí ofrece una solución pero tal
solución parece injusta.
Por otro lado, según la concepción liberal clásica, la Constitu-
ción es un límite a la legislación. Según la concepción que recién
he mencionado, la legislación no es (no debe ser) sino el desarro-
llo de los principios constitucionales o la ejecución de los pro-
gramas de reforma trazados en la Constitución. Y es quizá por
esto que las normas constitucionales son tratadas frecuentemente
como otros tantos têtes de chapitre de cualquier investigación
dogmática: en derecho civil, penal, administrativo, etcétera.
La aplicación directa de la Constitución —junto con la con-
cepción de la Constitución que ésta presupone— es otro elemento
esencial de la constitucionalización del ordenamiento. Conviene
observar, por otra parte, que esta quinta condición de constitucio-
nalización está estrechamente vinculada tanto a la tercera como a
la cuarta, porque la aplicación directa de la Constitución presupo-
ne, por un lado, que la Constitución sea concebida como un con-
junto de normas vinculantes para cualquiera; por otro, que el tex-
to constitucional sea sometido a interpretación extensiva.
161
No existe un texto normativo que tenga un sólo significado
determinado antes de la interpretación. Dicho de otro modo, nin-
gún texto normativo es susceptible nunca de una sola interpreta-
ción. Por otro lado, si usamos el vocablo “ norma” para referir-
nos no al texto mismo, sino a su significado, podemos decir que
cada interpretación de un mismo texto normativo produce una
norma diversa.
Pues bien, sucede frecuentemente que cierta disposición
legislativa —interpretada in abstracto (es decir, simplemente le-
yendo el texto) o in concreto (es decir, en ocasión de una contro-
versia específica)— es susceptible de dos interpretaciones: la
primera, N1, contradice a una norma constitucional, mientras
que la segunda, N2, por el contrario, es del todo conforme con la
Constitución.
Evidentemente, toca al juez elegir la interpretación “ correc-
ta” , en el sentido de que es su tarea decidir cuál interpretación es
preferible. El juez puede, por consiguiente, elegir entre dos posi-
bilidades: interpretar la disposición en cuestión de la primera
forma y, por consecuencia, considerarla inconstitucional, o bien,
interpretarla de la segunda forma y considerar, por tanto, que es
conforme con la Constitución.
Ahora bien, a esta segunda interpretación se le suele llamar
“ conforme” (pero podemos también decir “ adecuadora” o “ ar-
monizante” ): la doctrina de lengua alemana habla de Verfas-
sungskonformgesetzauslegung. La interpretación conforme es,
en suma, aquélla que adecua, armoniza la ley con la Constitu-
ción (previamente interpretada, se entiende), eligiendo —frente
a una doble posibilidad interpretativa— el significado (o sea, la
norma) que evite toda contradicción entre la ley y la Constitu-
ción. El efecto de tal interpretación es, obviamente, el de conser-
var la validez de una ley que, de otra forma, debería ser declara-
da inconstitucional.
La interpretación conforme o adecuadora es otra condición
importante de constitucionalización.
162
7. La influencia de la Constitución sobre las relaciones políticas
163
política (de los órganos y de los actores) para justificar sus ac-
ciones y decisiones.
III. FENOMENOLOGÍA
DE LA CONSTITUCIONALIZACIÓN EN ITALIA
1. La rigidez de la Constitución
164
cesos civiles, penales y administrativos comunes, y son someti-
das a la Corte por los jueces comunes mediante ordenanzas de
remisión.
A posteriori: el control se ejerce sobre las leyes ya en vigor.
Esto quiere decir que este sistema no impide que una ley incons-
titucional sea introducida en el ordenamiento y aplicada aún por
un largo tiempo antes de que su ilegitimidad constitucional sea
declarada por la Corte (y, se entiende, siempre que a la Corte se
le ofrezca la ocasión de pronunciarse al respecto).
In concreto: los jueces comunes no pueden elevar una cues-
tión frente a la Corte más que cuando deban aplicar la ley (de la
cual se sospeche su ilegitimidad constitucional) a un caso con-
creto. Más precisamente, la cuestión no puede ser sometida a la
Corte sino cuando sea “ relevante” en el curso del proceso prin-
cipal, es decir, cuando el proceso principal no pueda ser decidi-
do independientemente de la resolución de la cuestión (artículo
23, Ley 87/1953).
Conviene también subrayar que los jueces comunes no tienen
la obligación de someter a la Corte cualquier cuestión llevada
por las partes del proceso principal. Ellos tienen el poder (y, al
mismo tiempo, el deber) de decidir preliminarmente si la cues-
tión llevada por las partes es “ seria” (artículo 23, Ley 87/1953):
concretamente, de decidir si son plausibles los argumentos adu-
cidos o aducibles contra la legitimidad constitucional de la ley.
Ellos deben abstenerse de remitir a la Corte cuestiones que sean
manifiestamente (es decir, evidentemente) infundadas, en suma,
cuestiones en las cuales la ilegitimidad constitucional de la ley
no se sostenga por algún argumento persuasivo.
Por lo tanto, los jueces comunes ejercen una función de “ fil-
tro” en las controversias ante la Corte Constitucional, operando
una suerte de control preliminar de legitimidad constitucional. Y
es por esta razón que los jueces comunes también contribuyen al
control sobre las leyes: cuando menos rechazando toda cuestión
de legitimidad constitucional que les parezca privada de cual-
quier fundamento.
165
3. La fuerza vinculante de la Constitución
166
bien en el principio cronológico, lex posterior derogat priori.
Como consecuencia, las leyes anteriores incompatibles con la
Constitución no fueron declaradas inconstitucionales sino que
fueron consideradas como tácitamente abrogadas. Evidentemen-
te, una postura semejante no podía dar fundamento a un control
de legitimidad constitucional sobre las leyes posteriores a la
Constitución.
Por el contrario, desde su primera decisión (Corte Constitu-
cional 1/1956), la Corte Constitucional consideró:
a) En primer lugar, que la distinción entre normas precepti-
vas y normas programáticas y/o de principio carecía de cual-
quier relevancia práctica en las controversias de legitimidad
constitucional de las leyes: una ley es inconstitucional no sólo
cuando contradice directamente una norma preceptiva, sino tam-
bién cuando entra en conflicto con un principio o con una norma
programática.
b) En segundo lugar, que la Corte Constitucional es compe-
tente para decidir sobre la legitimidad constitucional de cualquier
ley, poco importa si es anterior o sucesiva a la Constitución.
A esta decisión de la Corte se puede remontar el inicio del
proceso de constitucionalización en el ordenamiento italiano.
4. La sobreintepretación de la Constitución
167
(por ejemplo, Corte Constitucional 215/1987 y 561/1987). Por
otra parte, el vocablo “ inviolable” ha sido entendido —sobre
todo por la doctrina— en el sentido de que las normas que con-
fieren derechos fundamentales no pueden ser sometidas a revi-
sión constitucional: tales normas son principios esenciales del
ordenamiento constitucional que no pueden ser modificados en
modo alguno, a pesar de que el texto constitucional no contenga
alguna prohibición expresa en tal sentido.
El artículo 5o., que establece el principio de unidad e indivi-
sibilidad de la República, ha sido entendido por la Corte Consti-
tucional en el sentido de que las regiones carecen de competen-
cia legislativa en materia penal (Corte Constitucional 58/1959,
142/1969, etcétera) y en materia de relaciones civiles (Corte
Constitucional 19, 242 y 373 de 1997).
El artículo 11, que permite al Estado aceptar “ limitaciones de
soberanía necesarias para un ordenamiento que asegure la paz y
la justicia entre las naciones” , ha sido interpretado por la Corte
como una justificación constitucional de los tratados europeos
(Corte Constitucional 183/1973), que comportan también limita-
ciones no sólo de la “ soberanía” del Estado en la comunidad in-
ternacional, sino de la “ soberanía” del pueblo en la comunidad
estatal (proclamada por el artículo 1o., párrafo segundo, y con-
cretizada por el artículo 70, que confiere a las cámaras repre-
sentativas la función legislativa).
El artículo 21, según el cual “ todos tienen derecho de mani-
festar libremente el pensamiento propio con la palabra, la escri-
tura y cualquier otro medio de difusión” , ha sido entendido en el
sentido de que éste garantiza asimismo el derecho de informar,
como también el derecho de los ciudadanos de ser informados
(por ejemplo, Corte Constitucional 153/1987). Por otro lado, la
Corte Constitucional, en diversas decisiones, ha sido capaz de
extraer, directamente de esta simple disposición, normas relati-
vas a las telecomunicaciones (por ejemplo, Corte Constitucional
225/1974, 226/1974, 202/1976, 153/1987).
El artículo 75, párrafo segundo, que sustrae del referéndum
popular abrogatorio a las leyes fiscales y presupuestales, de am-
nistía e indulto, así como de autorización para la ratificación de
168
tratados internacionales, ha sido interpretado por la Corte Consti-
tucional en el sentido de que está igualmente prohibido cualquier
referéndum abrogatorio que en algún modo sea capaz de introdu-
cir en la causa cualquier “ valor constitucional” (Corte Constitu-
cional 16/1978). Y esta manera de ver ha repercutido, a su vez,
en una larga serie de razones de inadmisibilidad de peticiones de
referéndum (Corte Constitucional 16/1978, 27/1981, 28/1981,
29/1981, 28/1987, 29/1987, 47/1991, 17/1997, 36/1997, etcétera).
El artículo 82, que autoriza a cada cámara para instituir co-
misiones de investigación, ha sido entendido por las propias cá-
maras en el sentido de que son igualmente admisibles las comi-
siones “ bicamerales” , es decir, comisiones mixtas de diputados
y senadores.
El artículo 89, párrafo primero, según el cual “ ningún acto del
Presidente de la República es válido si no es refrendado por los
ministros proponentes” , ha sido interpretado, en la práctica cons-
titucional, en el sentido de que el presidente no tiene la obliga-
ción de producir sólo actos propuestos por ministros, sino que
está también autorizado para perfeccionar actos en ausencia de
cualquier propuesta ministerial (actos que, evidentemente, no de-
ben ser refrendados por el ministro proponente, sino por el minis-
tro competente por materia, según el contenido de cada acto).
El artículo 139, que prohíbe la revisión de la forma republi-
cana del Estado, es entendido generalmente por la doctrina en el
sentido de que no sólo está sustraída de la revisión constitucio-
nal la forma republicana, sino también la forma democrática.
En general, parece que el instrumento más eficaz para sobre-
interpretar la Constitución es el de tratar a sus disposiciones
como expresando ya no normas precisas, sino principios genera-
les de contenido indeterminado.
Por ejemplo, el artículo 3o., párrafo primero, que garantiza la
igualdad de los ciudadanos “ sin distinción de sexo, de raza, de
lengua, de religión, de opiniones políticas, de condiciones perso-
nales y sociales” , ha sido interpretado en el sentido de que el
legislador no sólo tiene la obligación específica de no distinguir
sobre la base del sexo, de la raza, etcétera, sino también la obli-
gación genérica de tratar del mismo modo los casos iguales y, al
169
mismo tiempo, de tratar de forma diferenciada los casos distintos
(por ejemplo, Corte Constitucional 3/1957, 28/1957, 53/1958,
80/1969, etcétera).
Interpretar al texto constitucional como expresando princi-
pios, y no normas, implica dos consecuencias importantes.
Por un lado (y es lo principal en este contexto), los princi-
pios no tienen un campo de aplicación determinado de una vez
por todas: al contrario, son capaces de generar una cantidad in-
numerable de normas ulteriores. El resultado de esta postura
interpretativa es, por lo tanto, una Constitución tendencialmen-
te “ completa” , es decir, conteniendo normas idóneas para deci-
dir cualquier controversia (especialmente, cualquier controver-
sia relativa a la legitimidad constitucional de leyes).
Por otro lado, la aplicación de los principios es fácil de algún
modo, ya que —como dicen algunos teóricos del derecho— las
normas específicas se aplican a modo de “ todo o nada” (all-or-
nothing), mientras que todo principio siempre es susceptible de
“ ponderación” a la luz de otros principios (lo que supone una
valoración en torno a su “ importancia” relativa). Y puede suce-
der que, como resultado de la ponderación, el principio en cues-
tión simplemente sea inaplicado, hecho a un lado.
A. La Corte Constitucional
170
lativa, es decir, sobre el texto de la ley en cuanto tal, sino, en
lugar de ello, sobre una —una sola— de las normas expresadas
por el texto y, por lo tanto, sobre una de sus posibles interpreta-
ciones (ya que toda norma es el resultado de una interpretación
determinada).
Las hay de dos tipos principales: las decisiones que “ recha-
zan” la duda de legitimidad constitucional, declarándola infun-
dada (lo que no equivale a declarar que la norma sea, sin más,
conforme con la Constitución), y las que aceptan la duda de legi-
timidad constitucional, declarándola fundada, cuyo efecto es la
anulación de la norma de que se trata.
a) Sentencias interpretativas de rechazo. Frente a una dispo-
sición legislativa que admite dos interpretaciones, de las cuales
la primera resulta en una norma inconstitucional, mientras la se-
gunda da lugar a una norma conforme con la Constitución; la
Corte Constitucional declara que la duda de legitimidad consti-
tucional no está fundada a condición de que la disposición en
cuestión sea interpretada en el segundo modo, o sea, en el senti-
do de expresar una norma conforme con la Constitución (el pri-
mer ejemplo de decisión de este tipo está en Corte Constitucio-
nal 3/1956).
De este modo, la validez de la disposición es conservada (es
lo que la Corte llama el “ principio de conservación de los actos
normativos” : Corte Constitucional 152/1982, 292/1984). Pero,
al mismo tiempo, la Corte prohíbe (aunque implícitamente) que
la disposición en cuestión sea interpretada de modo que contra-
diga a la Constitución, ya que tal interpretación sería anulada
por la Corte. En consecuencia, la disposición de que se trata pue-
de ser aún utilizada por los jueces en la fundamentación de sus
decisiones, pero a condición de que sea interpretada conforme
con la Constitución.
b) Sentencias interpretativas de aceptación (o sea, de anula-
ción). Sucede frecuentemente que, frente a una disposición le-
gislativa que —como en el caso anterior— admite dos interpre-
taciones alternativas, una conforme y otra disconforme con la
Constitución, la interpretación normalmente aceptada por los
jueces comunes (y, de manera especial, por la Corte de Casa-
171
ción) sea la segunda, es decir, aquélla de la cual resulta una nor-
ma inconstitucional (la interpretación dominante es lo que la Cor-
te Constitucional llama el “ derecho viviente” ). En estos casos, la
Corte declara que la cuestión de legitimidad constitucional es
fundada y que la disposición de que se trata es inconstitucional.
Y sin embargo, la Corte no anula la disposición en cuanto tal —es
decir, independientemente del modo en el que es interpretada—
sino solamente una de sus interpretaciones, diciendo que la dis-
posición es inconstitucional en cuanto que sea interpretada de
modo inconstitucional, o bien, en la parte en la que expresa una
norma inconstitucional (el primer ejemplo está en Corte Consti-
tucional 52/1956).
También en este caso la disposición en cuestión conserva su
validez, pero su interpretación inconstitucional —o, más preci-
samente, la norma que de ella deriva— en definitiva es anulada
con efectos generales, erga omnes.
2) Decisiones “manipuladoras”. Se llaman “ manipulado-
ras” (o también “ normativas” ) aquellas sentencias de acepta-
ción en las cuales la Corte Constitucional no se limita a declarar
la ilegitimidad constitucional de las normas que le son someti-
das, sino además —comportándose como un legislador— modi-
fica directamente el ordenamiento con el objeto de armonizarlo
con la Constitución. Existen dos tipos fundamentales de senten-
cias manipuladoras:
a) Sentencias “aditivas”. Las sentencias que suelen llamarse
“ aditivas” son aquéllas en las cuales la Corte declara la ilegiti-
midad constitucional de una disposición dada, en la parte en que
no expresa cierta norma (que debería expresar para ser confor-
me con la Constitución).
Tales sentencias son a menudo el resultado de la aplicación
del principio de igualdad. Por ejemplo, una disposición legislati-
va atribuye un derecho de seguridad social a una clase de sujetos
S1 y no a otra clase S2. Según la Corte Constitucional, sin em-
bargo, las dos clases de sujetos, S1 y S2, son iguales y, por lo
tanto, deben ser tratadas del mismo modo. Así, por consiguiente,
la disposición de que se trata es inconstitucional porque viola el
principio de igualdad. Pues bien, en casos de este género, la
172
Corte frecuentemente declara que la disposición es constitucio-
nalmente ilegítima en la parte en la que no confiere el mismo
derecho a los sujetos S2. Este tipo de decisiones son susceptibles
de dos reconstrucciones distintas.
Algunos sostienen que, en rigor, tal decisión no es una deci-
sión de anulación. La disposición de que se trata, en realidad,
no es efectivamente anulada por la Corte, si así fuera, los suje-
tos S1 perderían el derecho subjetivo conferido a ellos, mien-
tras que al contrario, lo conservan. En realidad, lo que la Corte
hace es más bien agregar una nueva norma al ordenamiento: la
norma que confiere el mismo derecho subjetivo también a los
sujetos S2. Es precisamente por esta razón que se habla de sen-
tencias “ aditivas” .
Los otros opinan, por el contrario, que en casos similares la
Corte no declara la ilegitimidad constitucional de la norma de
que se trata (la norma que confiere un derecho a los sujetos S1),
sino de otra norma, no expresa, extraída del texto mediante el
argumento a contrario: la norma que niega el mismo derecho a
los sujetos S2. Se entiende que la anulación de una norma que
niega cierto derecho produce el efecto de conferir el derecho en
cuestión.
b) Sentencias “sustitutivas”. Se llaman “ sustitutivas” aque-
llas sentencias en que la Corte declara la ilegitimidad constitu-
cional de una disposición dada, en la parte en la que expresa
cierta norma en lugar de otra: una norma distinta que debería
expresar para ser conforme con la Constitución.
Por ejemplo, una disposición confiere cierto poder a cierto
órgano estatal O1, mientras que, según la Constitución (como es
interpretada por la Corte), tal poder debería ser conferido a un
órgano distinto O2. Por consecuencia, la disposición es inconsti-
tucional y, por lo tanto, debería ser anulada. En casos de este gé-
nero, sin embargo, la Corte no se considera satisfecha con una
pura y simple anulación: la Corte declara que la norma es in-
constitucional en la parte en la que confiere el poder de que se
trata al órgano O1, y no al órgano O2. Actuando así, la Corte,
por un lado, anula la norma que le ha sido sometida; por otro, y
al mismo tiempo, introduce en el ordenamiento una norma nue-
173
va, en virtud de la cual el poder en cuestión resulta atribuido al
órgano O2, y no al órgano O1. Dicho de otro manera: la norma
sometida a la Corte es sustituida por una norma distinta, creada
por la propia Corte (el ejemplo es extraído de Corte Constitucio-
nal 15/1969).
174
que no corresponda al significado común de las palabras ni a la
intención del legislador.
En segundo lugar, la interpretación conforme logra el efecto
de conservar en el ordenamiento textos normativos de los cuales
se pueden obtener normas inconstitucionales. Y, por otro lado,
no existe certeza alguna de que tales textos sean interpretados de
conformidad con la Constitución por cada juez y por cada órga-
no administrativo.
En tercer lugar, cualquier cuestión de legitimidad que tenga
como objeto una norma que puede ser obtenida de una disposi-
ción determinada, no puede considerarse “ manifiestamente in-
fundada” : eso es innegable. Por lo tanto, los jueces comunes no
tienen el derecho de rechazar el someter tal cuestión a la Corte
Constitucional.
175
glamentos es confiado precisamente a los jueces comunes: Corte
Constitucional 484/1993 y 436/1997).
4) Finalmente, según la jurisprudencia de la Corte Constitu-
cional (a partir de la sentencia 122/1970), los derechos subjeti-
vos garantizados por la Constitución —incluidos ahí los dere-
chos de libertad— no son “ derechos públicos” en el sentido de
la doctrina alemana del siglo XIX, es decir, derechos “ frente al
Estado” ; por el contrario, son derechos garantizados erga om-
nes, frente a cualquiera. Esto significa que las normas constitu-
cionales son aplicables no sólo en las controversias que oponga
un ciudadano frente a un poder público, sino también en las rela-
ciones entre particulares, entre ciudadanos. Por consecuencia,
todos los jueces tienen el poder —y el deber— de aplicar direc-
tamente las normas constitucionales en las controversias que se
encuentren por juzgar.
De hecho, es bastante frecuente la aplicación directa de nor-
mas constitucionales por parte de los jueces comunes. Me limito
a mencionar tres ejemplos (en realidad, los dos primeros tam-
bién pueden ser considerados no como casos de aplicación di-
recta de la Constitución, sino más bien como casos de interpreta-
ción conforme o adecuadora de la ley).
Según la jurisprudencia de la Corte Constitucional, entre las
normas constitucionales susceptibles de aplicación directa entran
los artículos 32 (Corte Constitucional 88/1979, 184/1986) y 36 de
la Constitución (Corte Constitucional 129/1963, 156/1971). Se-
gún la Corte de Casación (Casación civil, sesiones unidas,
4674/1998), también el artículo 10 puede ser aplicado directa-
mente.
El artículo 36, párrafo primero, dispone que “ el trabajador
tiene derecho a una retribución proporcionada con la cantidad y
la calidad de su trabajo y, en todo caso, suficiente para asegurar
a sí mismo y a su familia una existencia libre y digna” . Su apli-
cación directa por parte de los jueces comunes (primer ejemplo:
Corte de Apelación de L’Aquila, 24 de octubre de 1950, Rivista
giuridica del lavoro, II, 1951, 1), envuelve la consecuencia de
que cada trabajador tiene derecho a la retribución prevista por el
contrato colectivo (aunque carente de eficacia erga omnes) apli-
176
cable a la categoría de trabajadores a la cual pertenezca o al sec-
tor de la producción al que pertenezca la empresa.
El artículo 32, párrafo primero, garantiza a la salud “ como
derecho fundamental del individuo e interés de la colectividad” .
Los jueces comunes (primer ejemplo: Tribunal de Génova, 25 de
mayo de 1974, Giurisprudenza italiana, I, 1975, 2, 54) han ex-
traído de ahí la consecuencia de que —a pesar de la previsión
expresa y contraria del Código Civil (artículo 2059)— debe ser
resarcido cualquier daño o perjuicio a la salud (lo que suele lla-
marse “ daño biológico” ).
El artículo 10, párrafo tercero, establece que “ el extranjero a
quien sea impedido en su país el ejercicio efectivo de la libertad
democrática garantizada por la Constitución italiana, tiene dere-
cho de asilo en el territorio de la República, de acuerdo con las
condiciones establecidas por la ley” . En una sentencia reciente, la
Corte de Casación (Casación civil, sesiones unidas, 4674/1998)
ha sostenido que —a pesar de la cláusula constitucional “ de
acuerdo con las condiciones establecidas por la ley” — el derecho
de asilo es un verdadero derecho subjetivo para obtener el asilo
aun cuando no exista ley alguna que determine las condiciones de
ejercicio del propio derecho.
177
materia: Corte Constitucional 228 y 229 de 1975), esta expre-
sión se aplica a cualquier órgano del Estado que ejerza, de forma
autónoma e independiente, una atribución conferida al mismo
por normas de rango constitucional (también consuetudinarias:
Corte Constitucional 129/1981).
Después de 1975, la Corte ha tenido ocasión de juzgar una
cantidad notable de conflictos, en los cuales han estado implica-
dos, entre otros: numerosos órganos jurisdiccionales (ya que, se-
gún la Corte, cada juez es un “ poder” del Estado), comisiones
parlamentarias, cada una de las dos cámaras así como sus res-
pectivos presidentes, el Parlamento en su conjunto, el presidente
de la República, el gobierno en su conjunto así como el presi-
dente del Consejo, la Corte de Cuentas, el ministro de justicia, el
Consejo Superior de la Magistratura, el Ministerio Público, y
hasta el comité promotor de un referéndum abrogatorio, consi-
derado como expresión del cuerpo electoral (Corte Constitucio-
nal 13/1975, 231/1975, 69/1978, 85/1978, 123/1979, 129/1981,
406/1989, 379/1992, 462/1993, etcétera).
El conflicto más interesante desde el punto de vista político
es probablemente aquél que, en 1995, fue presentado por un mi-
nistro en contra, al mismo tiempo, del Senado, del presidente de
la República y del presidente del Consejo. Muy brevemente, los
hechos fueron éstos: el Senado votó una moción de censura “ in-
dividual” o “ personal” , es decir, no dirigida contra el gobierno
en su conjunto, sino contra un ministro en lo individual; el mi-
nistro se rehusó a entregar su propia dimisión; el presidente de la
República, con decreto propuesto y refrendado por el presidente
del Consejo, sustituyó al ministro “ censurado” . Entonces, el mi-
nistro presentó un recurso ante la Corte Constitucional argumen-
tando que:
1) El Senado no tiene el poder para votar una censura indivi-
dual, porque un voto semejante no está previsto ni por la Consti-
tución ni por el reglamento del Senado (ello está previsto sólo
por el reglamento de la cámara); al contrario, la Constitución, al
decir que “ el Gobierno debe tener la confianza de las dos Cáma-
ras” (artículo 94, párrafo primero), supone que el voto de con-
178
fianza (artículo 94, párrafo segundo) y el de censura (artículo 94,
párrafo quinto) se dirigen al gabinete en su conjunto.
2) Por consecuencia, el ministro censurado no tiene obliga-
ción alguna de dimitir (salvo que se interprete a la censura indi-
vidual como una censura dirigida al gabinete entero, lo que
comportaría, sin embargo, la obligación de dimisión del propio
presidente del Consejo).
3) El presidente de la República y el presidente del Consejo,
por otro lado, no tienen el poder de sustituir a un ministro por-
que, según la Constitución (artículo 92, párrafo segundo), “el Pre-
sidente de la República nombra al Presidente del Consejo de Mi-
nistros y, a propuesta de éste, a los ministros” , pero no existe
norma constitucional alguna que prevea la revocación y/o la sus-
titución en el cargo de un ministro que no haya dimitido.
La Corte Constitucional resolvió el conflicto (Corte Consti-
tucional 6/1996) aclarando que:
a) La censura individual, aunque no está expresamente pre-
vista por la Constitución, está implícita en las reglas del gobier-
no parlamentario; por otro lado, la Constitución, al lado de la
responsabilidad política del gabinete en su conjunto, estatuye
también que “ los ministros son... responsables... individualmen-
te de los actos de sus respectivos ministerios” (artículo 95, pá-
rrafo segundo).
b) El voto de confianza se dirige al gabinete en su conjunto,
ya que éste consiste, precisamente, en la aprobación del progra-
ma político del gobierno. El voto de censura, por el contrario,
consiste en una evaluación política subsecuente de un comporta-
miento, y tal evaluación no considera necesariamente al gabinete
entero: puede también considerar a un ministro en lo individual.
La consecuencia jurídica del voto de censura es la obligación de
dimisión.
c) En ausencia de dimisión, el decreto de sustitución del mi-
nistro, firmado por el presidente de la República, propuesto y
refrendado por el presidente del Consejo, está plenamente justi-
ficado y es más, es un acto debido que responde al objetivo de
restablecer el funcionamiento correcto del gobierno parlamen-
tario.
179
B. El referéndum derogatorio
180
C. El control de la Corte Constitucional
sobre la “discrecionalidad política” del legislador
181
juicio de valor y envuelve una decisión política. Así, por consi-
guiente, elaborando esta doctrina la Corte se ha construido una
técnica de argumentación mediante la cual puede hacer prevale-
cer sus decisiones políticas sobre las decisiones del Parlamento.
2) La “ponderación” de los principios. Frecuentemente su-
cede que dos principios constitucionales están en conflicto entre
sí. Según algunos, esto es incluso un rasgo definitorio de los
principios, en el sentido de que un principio se distingue de una
norma específica justamente por el hecho de estar siempre y ne-
cesariamente en conflicto con otros principios.
La Constitución italiana ofrece un ejemplo realmente paradig-
mático de conflicto entre principios: el conflicto entre la igualdad
“ formal” (o sea, jurídica) y la igualdad “ sustancial” (es decir,
social). El párrafo primero del artículo 3o., como dije arriba, pro-
clama el principio de igualdad jurídica, prohibiendo toda discri-
minación entre ciudadanos; el párrafo segundo del mismo artícu-
lo, sin embargo, autoriza al legislador a (e incluso le encomienda)
“ remover los obstáculos de orden económico y social que, limi-
tando de hecho la libertad y la igualdad de los ciudadanos, impi-
den el desarrollo pleno de la persona humana y la participación
efectiva de todos los trabajadores en la organización política,
económica y social del país” . En otras palabras, el párrafo prime-
ro prohíbe toda distinción entre ciudadanos, mientras que el pá-
rrafo segundo permite distinguir, reservando un tratamiento más
favorable a los ciudadanos socialmente desaventajados.
¿Qué debemos pensar, por consiguiente, de una ley que, por
ejemplo, distinga claramente entre trabajadores y patrones, reser-
vando a los trabajadores un tratamiento más favorable al interior
del proceso productivo (Ley 533/1973)? ¿Esta ley contradice el
principio de igualdad establecido por el artículo 3o., párrafo pri-
mero, o, al contrario, no hace más que concretizar el principio
consagrado por el artículo 3o., párrafo segundo (a propósito, Cor-
te Constitucional 13/1977)?
Por razones evidentes, este tipo de conflicto entre normas no
puede ser resuelto ni por medio del principio cronológico (lex
posterior) ni por medio del principio jerárquico (lex superior).
La técnica empleada por la Corte Constitucional consiste, de
182
modo muy simple, en instituir una jerarquía “ axiológica” entre
los dos principios en conflicto, es decir, una jerarquía entre los
“ valores” implicados por los dos principios (Corte Constitucio-
nal 467/1991). En virtud de tal jerarquía, uno de los dos princi-
pios prevalece sobre el otro, en el sentido de que uno de los dos
principios es aplicado, mientras que el otro se hace a un lado. Se
advierte, por lo demás, que la jerarquía en cuestión es una jerar-
quía “ móvil” , en el sentido de que es del todo posible que, en un
caso, cierto principio P1 prevalezca sobre otro principio P2 y
que, sin embargo, en un caso distinto aunque similar al prece-
dente, P2 prevalezca sobre P1.
Una jerarquía axiológica, evidentemente, es el resultado de
un juicio de valor: una valoración distinta de aquélla que está
implícita en la decisión legislativa. Así, por consiguiente, ponde-
rando principios, la Corte sustituye la valoración del Parlamento
por un juicio de valor suyo (Corte Constitucional 258/1994,
281/1994, 377/1994).
183
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
En Lima, a los 18 días del mes de marzo de 2014, el Pleno del Tribunal
Constitucional, integrado por los magistrados Urviola Hani, Vergara Gotelli, Mesía
Ramírez, Calle Hayen, Eto Cruz y Álvarez Miranda, pronuncia la siguiente sentencia
con el voto singular del magistrado Urviola Hani y los fundamentos de voto de los
magistrados Vergara Gotelli y Álvarez Miranda, que se agregan.
ASUNTO
ANTECEDENTES
EXP. 04293-2012-PA/TC
LORETO
CONSORCIO REQUENA
FUNDAMENTOS
Este Tribunal Constitucional considera que del análisis del petitorio y de los hechos
e sustentan la demanda de amparo, se advierte que lo que en realidad se plantea
, relacionado con el contenido del derecho constitucional al debido proceso en
e administrativa, al haberse producido básicamente las siguientes afectaciones:
i) afectación al derecho de defensa, en cuanto presuntamente se incorporó el
álisis de hechos nuevos no planteados en el recurso administrativo de apelación
/d 1 demandante; y, ii) afectación del derecho a la igualdad en la aplicación de la
1 y, ocasionada por la emplazada supuestamente por decidir, para el caso concreto
el actor, aplicando un criterio jurídico distinto al previamente establecido en un
ronunciamiento administrativo anterior.
Asi 'smo, indica que si bien no fueron materia de impugnación las cuestiones
ras al cumplimiento de los requisitos del "Gerente de Obras", el demandante
o la oportunidad de formular sus descargos antes de emitir la resolución
estionada, tanto en la audiencia pública del 9 de febrero de 2012 como en su
escrito presentado en la misma fecha.
12. Sobre el "principio de congruencia", si bien se ha explicado que forma parte del
contenido constitucionalmente protegido del derecho a la debida motivación de las
decisiones judiciales y que garantiza que el juzgador resuelva cada caso concreto
sin omitir, alterar o exceder las pretensiones formuladas por las partes (Véase, STC
N.° 08327-2005-PA/TC, fundamento 5), en sede administrativa, dicho principio
procesal se encuentra flexibilizado, en la medida que en el iter del procedimiento
administrativo debe armonizarse con la potestad de invalidación general de la
Administración Pública.
13. En tal línea, entonces, la no existencia de identidad entre las cuestiones plan as
en el recurso de apelación y los extremos resueltos por la Resolución N.° -2012-
TC-S 1 no necesariamente implica una afectación al derecho de eefensa del
administrado, siempre que la autoridad administrativa cumpla cone orgar la debida
oportunidad para realizar los respectivos descargos sobre los 'os hechos a tratar.
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
EXP. NE 04293-2012-PA/TC
LORETO
CONSORCIO REQUENA
16. El recurrente argumenta que la Primera Sala del Tribunal del OSCE ha aplicado
consecuencias jurídicas distintas frente a hechos análogos iguales en relación con la
forma de acreditación del grado profesional del "Gerente de Obras". Indica que la
cuestionada Resolución N.° 170-2012-TC-S1 resolvió su recurso de apelación
aplicando un criterio distinto del utilizado en el pronunciamiento recaído en 1
Resolución N.° 97-2012-TC-S1, a pesar de ser el mismo órgano decisor os
mismos hechos.
21. En el caso de autos, el demandante ha sostenido que en sede a' inistrativa ha sido
objeto de un injustificado tratamiento diferenciado, ocas ado por la Resolución
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
(a) Debe existir identidad en el órgano decisor que resolvió los casos.
(b) El órgano decisor debe tener una composición semejante.
(c) Los supuestos de hecho involucrados deben ser sustancialmente iguales.
(d) Que se haya producido una disparidad en la respuesta jurídica.
(e) No debe existir una motivación del cambio de criterio.
29. Por lo tanto, conforme al segundo párrafo del artículo 1° del Código Proc
Constitucional, no queda para este Tribunal sino más que declarar la irrepa ilidad
del derecho, disponiendo que el emplazado no vuelva a incurrir en las ciones que
motivaron la interposición de la presente demanda y se deje sin e -cto la ejecución
de la carta fianza otorgada por el demandante en g tía de su recurso
administrativo de apelación.
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
b. Tampoco sirvió para aclarar alguna interpretación errónea de las normas que
conforman el bloque de constitucionalidad, tanto más cuanto que en la misma
sentencia no se hace referencia a una aplicación indebida de una norma
perteneciente al mismo.
Con lo expuesto hasta este momento, queda evidenciado que existen razones
objetivas y coherentes para dejar sin efecto el precedente precitado, dado que se fijó
sin respetar las reglas establecidas por el propio Tribunal Constitucional para tal
efecto; sin embargo, resulta pertinente analizar también las razones materiales que
llevan a la misma conclusión.
2. Este Tribunal tiene dicho que el control judicial de const tonalidad de las
leyes es una competencia reconocida a todos los anos jurisdiccionales
para declarar la inaplicabilidad constituciones de la ley, con efectos
particulares, en todos aquellos casos en los la ley aplicable para resolver
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
En ese sentido, queda claro que los tribunales administrativos no son órganos
jurisdiccionales ni tampoco forman parte del Poder Judicial, por lo que no les
corresponde ejercer tan importante atribución.
sentencias en segunda instancia en las que se aplique este mismo precepto, aun
cuando contra éstas no quepa recurso de casación.
En todos estos casos los Magistrados se limitan a declarar la inaplicación de la
norma legal por incompatibilidad constitucional, para el caso concreto, sin
afectar su vigencia, la que es controlada en la forma y modo que la
Constitución establece.
Cuando se trata de normas de inferior jerarquía, rige el mismo principio, no
requiriéndose la elevación en consulta, sin perjuicio del proceso por acción
popular.
HA RESUELTO
Publíquese y notifíquese.
SS.
VERGARA GOTELLI
MESÍA RAMÍREZ
CALLE HAY
ETO CRUZ
ÁLVAREZ M
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
Exp. N° 04293-2012-RA7TC
LORETO
CONSORCIO REQUENA
Petitorio
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
oportunidad deje sin efecto dicho precedente pero por las razones ya expresadas en
la acción de inconstitucionalidad citada.
S.
•.efGOTELLI
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
EXR 04293-2012-pA:Tc
LORETO
CONSORCIO REQU ENA
Las razones que me respaldan para no dejar sin efecto dicho precedente son 35 siguientes:
14.Tanto en el precedente sobre control difuso administrativo. como en aquel otro que
dictó cl propio Pleno del Tribunal Constitucional en el Exp. N.° 00142-2011-
PA/TC, sobre control difuso arbitral (Caso María Julia), los fundamentos que les
sirvieron de base son los mismos:
15.En suma, si el Tribunal Constitucional estima que existen suficientes razones para
establecer extensivamente el control difuso arbitral, entonces no existe justificación
para que se deje sin efecto el control difuso administrativo, que precisamente,
contiene las mismas razones e incluso fue el fundamento de aquel.
"consulta" para cuestionar el ejercicio del control difuso por parte de los tribunales
administrativos. Tienen toda la razón. Si incluso los jueces del Poder Judicial,
cuando aplican el control difuso, deben elevar en consulta el caso a la Sala
Constitucional y Social de la Corte Suprema de Justicia de la República, por qué no
sucede lo mismo en el control difuso administrativo, cuando por ejemplo las partes
no han impugnado judicialmente la respectiva decisión administrativa. Es
indispensable que la decisión administrativa de aplicar dicho precedente debe ser
controlada judicialmente.
Por los argumentos expuestos. estimo que NO CABE DEJAR SIN EFECTO el
precedente vinculante contenido en la sentencia del Exp. N.° 03741-2004-PA/TC, y en
cuanto a los otros extremos de la demanda, coincido con lo expuesto en la posición
mayoritaria que declara INFUNDADA la demanda en cuanto a la afectación del derecho de
defensa, FUNDADA en cuanto a la vulneración del derecho a la igualdad en la aplicación
de la ley y establece que el Tribunal de Contrataciones del OSCE no vuelva a incurrir en la
acción que motivó la aludida afectación.
s.
URVIOLA IIANI
,ctICADI“
e
TRIBUNAL CONSTITUCIONAL
EXP. N.° 04293-2012-PA/TC
LORETO
CONSORCIO REQUENA
S.
ÁLVAREZ MIRANDA
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
ASUNTO
ANTECEDENTES
FUNDAMENTOS
§1. Petitorio
Es común señalar que una de las formas cómo se expresa esa singularidad
tiene que ver con la doble naturaleza. Así, por un lado, en la medida que
crea al Estado, organiza a los poderes públicos, les atribuye sus
competencias y permite la afirmación de un proyecto sociopolítico, que es
encarnación de los valores comunitarios, la Constitución es, prima facie,
una norma política. Ella, en efecto, es la expresión de todo lo que la nación
peruana fue, es y aspira a alcanzar como grupo colectivo.
Finalmente, sólo la Constitución de 1979 fue promulgada ese mismo año por la
propia Asamblea Constituyente, que la sancionó, y posteriormente el entonces
Presidente Constitucional de la República, don Fernando Belaunde Terry, ordenó su
cumplimiento, el 28 de julio de 1980.
Pero una cosa es que la Constitución de 1993 tenga una dudosa legitimidad
de origen y otra, muy distinta, es que por ello devenga en inválida. Cabe,
en consecuencia, interrogarse: ¿puede efectuarse un control de validez
sobre una Constitución?
11. A fin de absolver tal interrogante, conviene precisar que ello dependerá
del concepto de validez que se utilice. Y es que, al no existir un único
concepto de validez, sino una diversidad de formas de comprenderlo, que
varían según la teoría o escuela que lo formule, la respuesta que aquí se
efectúe, obviamente deberá reparar en la distinta conceptualización que se
le brinde [Robert Alexy, El concepto y la validez del derecho, Gedisa,
Barcelona 1997, pág. 87 y sgtes.].
12. En primer lugar, para algunos, una norma es válida cuando esta en
“vigor”. Esto es, que pueda ser observada y usada por sus destinatarios y
por los órganos encargados de su aplicación. Así empleado este concepto,
el juicio de validez que de él se deriva se traduce en plantear proposiciones
como ¿se aplica una norma?, ¿fue cumplida por sus destinatarios?, entre
otras.
Los recurrentes, en afirmación que este Tribunal comparte, han precisado que el
denominado “documento de 1993”, además de adolecer de legitimidad de origen, en
sus primeros años no llegó a regir plenamente, pues fue reiteradamente violado por
sus propios autores. No garantizó la separación o distribución de poderes, y tampoco
el control del poder público; los derechos y libertades fueron apabullados, y la
democracia, como medio para alcanzar el bien común, fue burlada. En una palabra,
como se ha subrayado a lo largo de todo el proceso, se trató de una Constitución que
no tuvo vocación de regir plenamente.
Desde esta perspectiva, la validez de una norma jurídica puede ser formal
y material. Es válida formalmente cuando el proceso de su producción se
ajusta al Derecho vigente que determina el iter de formación de esa norma
jurídica, esto es, que haya sido emitida por el órgano competente y a través
del procedimiento establecido. En tanto que es válida materialmente
cuando su contenido es compatible y coherente con otras normas de rango
superior dentro del ordenamiento jurídico.
Para que una norma jurídica se encuentre vigente, sólo es necesario que
haya sido producida siguiendo los procedimientos mínimos y necesarios
previstos en el ordenamiento jurídico, y que haya sido aprobada por el
órgano competente. En tanto que su validez depende de su coherencia y
conformidad con las normas que regulan el proceso [formal y material] de
su producción jurídica [STC N.° 0010-2002-AI/TC].
16. Sin embargo, este criterio de validez, formulado básicamente para explicar
el caso de las normas infraconstitucionales, no puede ser trasladado
acríticamente al caso de la Constitución, dado que ésta es la norma
suprema del ordenamiento jurídico. Esa posición jerárquica no es el único
elemento que la diferencia del resto de las normas jurídicas. También lo
son las formas y procedimientos para su elaboración, que, como se sabe,
implican un proceso constituyente democrático, sujeto a reglas extrañas al
orden normativo preexistente.
Por las mismas razones, tampoco puede ser objeto de una evaluación de
validez material, pues no existe una norma superior sobre ella, que
determine sus contenidos mínimos. Lo anterior, desde luego, no significa
que cualquier documento pueda ser considerado como una Constitución.
Ésta debe ser obra del Poder Constituyente y, en su texto, como expresa el
artículo 16° de la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del
Ciudadano, debe mínimamente reconocerse y garantizarse los derechos
esenciales del hombre, así como la separación de poderes, que son los
valores primarios del Estado Constitucional.
18. Los recurrentes han dejado entrever que el “documento del 93” se
introdujo en el ordenamiento jurídico nacional vulnerando las metanormas
que regulan su proceso de producción. A su juicio, esas normas serían las
disposiciones de la Constitución de 1979, como este Tribunal ya lo habría
advertido, por ejemplo, en las sentencias recaídas en los Exp. N.os 0010-
2002-AI/TC y 0014-2002-AI/TC.
Dichas pautas jurídicas, por cierto, tendrían que tener una jerarquía
superior a la norma o normas objeto de examen, en este caso, la
Constitución de 1993, lo que es un absurdo, debido a que:
20. No obstante, cabe plantear el mismo tema desde una perspectiva procesal.
Es decir, considerar que la pretensión de los recurrentes está destinada a
obtener de este Tribunal un pronunciamiento jurisdiccional que declare la
inconstitucionalidad de lo que denominan “documento de 1993”. Por
consiguiente, las cuestiones por indagar son las siguientes: ¿cuál ha de ser
el parámetro con el cual este Tribunal Constitucional debe juzgar la
validez/invalidez del “documento de 1993”? ¿Tiene el “documento de
1993” la cualidad para ser objeto de control en la acción de
inconstitucionalidad?
22. Queda claro que no es en este último sentido con el que debe
comprenderse los alcances de la impugnación efectuada.
Todas las paradojas a las que se ha aludido, sin embargo, no son las únicas.
Si hasta ahora se ha mencionado aquellas que surgirían de analizar cuál
sería el parámetro, otro tanto cabe advertir si el análisis se efectúa desde la
perspectiva del objeto del control en la acción de inconstitucionalidad.
5. B. ¿El “documento de 1993” podría ser objeto de control en la acción
de inconstitucionalidad?
Con la expresión “rango” se denota la posición que una fuente formal del
derecho pueda ostentar en el ordenamiento jurídico; en tanto que, con la
fórmula “rango de ley” se indica que las fuentes a las que se ha calificado
como tales, se ubican en el ordenamiento en el grado inmediatamente
inferior al que ocupa la Constitución...”.
26. Pese a ello, lo que los recurrentes han expresado durante el proceso, sobre
la naturaleza que tendría el denominado “documento del 93”, parece haber
sido matizado en la audiencia pública. No se trataría de una
“Constitución”, expresan, y tampoco ya de un “documento” a secas, sino,
en todo caso, de un “documento” que tiene “fuerza de ley”. En virtud de
ello, alegan, este Tribunal sería competente para juzgar la validez de dicho
“documento” con rango de ley, tal como procedió con los decretos leyes en
materia de legislación antiterrorista [STC N.° 0010-2002-AI/TC].
Pero, por otro lado, tampoco es admisible la analogía propuesta, dado que
con la admisión de los decretos leyes como normas sometidas al control en
el seno de este proceso, no se generaba ninguna de las paradojas a las que
se ha hecho referencia en el Fundamento N.° 22 y siguientes de esta
sentencia. A saber:
28. Este Tribunal ha señalado (STC del 21 de enero de 2003 –Exp. N.° 014-
2002-AI/TC) que la Comisión para el Estudio de Bases para la Reforma
Constitucional del Perú, creada por Decreto Supremo N.° 018-2001-JUS,
del 25 de mayo de 2001, que estuvo integrada por distinguidos juristas,
entre ellos el representante de los demandantes, doctor Alberto Borea
Odría, planteó las tres siguientes alternativas para resolver la cuestión
derivada de la abrogación de la Constitución Política de 1979:
Por ello, invoca a este poder del Estado para que adopte las medidas
políticas y legislativas concretas tendientes a lograr dicho fin, y lo exhorta
para que, con anterioridad al vencimiento del mandato representativo de
los actuales congresistas, opte por alguna de las posiciones planteadas o la
que, en ejercicio de sus atribuciones, considere conveniente al interés de la
Nación.
FALLA
Declarando IMPROCEDENTE la demanda de inconstitucionalidad contra la
Constitución Política del Perú de 1993. Exhorta al Congreso de la República
para que proceda conforme a lo señalado en el Fundamento N.° 28, supra.
Dispone la notificación a las partes, su publicación en el diario oficial El
Peruano y la devolución de los actuados.
SS.
ALVA ORLANDINI
BARDELLI LARTIRIGOYEN
REY TERRY
REVOREDO MARSANO
GONZALES OJEDA
GARCÍA TOMA
El artículo 200° de la Const 93’, declara, en su inciso 4°, que entre las
garantías constitucionales figura “La Acción de Inconstitucionalidad que
procede contra las normas que tienen rango de ley: leyes, decretos
legislativos, decretos de urgencia, tratados, reglamentos del Congreso,
normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales que
contravengan la Constitución en la forma o en el fondo”.
Pero además, la Const 93’ impugnada, según las últimas palabras del
artículo 200°, inciso 4) reproducido, sólo permite el trámite, vía acción de
inconstitucionalidad, de las demandas que impugnen normas “(...) que
contravengan la Constitución en la forma o en el fondo”; y siendo evidente
que la misma Const 93’ no es una norma que se contravenga a sí misma, ni en
la forma ni en el fondo, es obvio que ella no puede ser materia de una acción
de inconstitucionalidad ante un Tribunal nacido de ella y reglamentado
ilimitado por ella misma, como lo es éste.
SR
AGUIRRE ROCA
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
LECTURAS COMPLEMENTARIAS
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
Gargarella, Roberto
APUNTES SOBRE EL CONSTITUCIONALISMO LATINOAMERICANO DEL SIGLO XIX. UNA
MIRADA HISTÓRICA
IUS. Revista del Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla A.C., núm. 25, 2010, pp. 30-48
Instituto de Ciencias Jurídicas de Puebla A. C.
Puebla, México
APUNTES SOBRE EL
CONSTITUCIONALISMO
LATINOAMERICANO DEL SIGLO
XIX. UNA MIRADA HISTÓRICA*
NEW LATIN-AMERICAN
CONSTITUTIONALISM AND
POLITICAL CONSTITUTIONALISM
XiX CENTURY
Roberto Gargarella**
resumen abstract
El presente artículo realiza un análisis del dere- This article analyzes Latin American consti-
cho constitucional latinoamericano, enfatizan- tutional law emphasizing that it generally is
do que éste, en términos generales, es resultante a result of the agreement between liberals
del acuerdo entre liberales y conservadores que and conservatives that took place in the early
se produjo en los inicios del siglo xx, caracte- twentieth century, characterized by following
rizándose por seguir patrones foráneos y ser foreign patterns and not very original in re-
poco original en relación con las propias proble- lation to their own problems areas. Thus po-
máticas del área. Así, puntualiza cómo muchas ints out as some of the many contributions
de las contribuciones realizadas han quedado that have been trapped under the inclusion
atrapadas en el marco de la inclusión de dere- of rights have ended up forming long lists. On
chos, hasta conformar largas listas. Sobre estas these considerations an assessment is done of
consideraciones se hace una valoración de las the constitutional reforms produced in recent
reformas constitucionales producidas en las úl- decades and the need to be accompanied by
timas décadas y de la necesidad de que vayan structural changes.
30
acompañadas de cambios estructurales.
palabras clave: Derecho constitucional lati- key words: Latin-America constitutional law,
noamericano, cambios constitucionales en La- constitutional changes in Latin-America, Latin-
tinoamérica, rasgos del derecho constitucional America constitutional law features.
latinoamericano.
Sumario
1. Introducción
2. Sobre la estructura constitucional vigente
3. Sobre las (débiles) propuestas constitucionales del progresismo
4. Derechos económicos y sociales
5. Hiper-presidencialismo e izquierda
6. El “proyecto moral” de la izquierda
7. ¿Cómo se modifica el orden constitucional existente?
8. Breves conclusiones
1. Introducción1
3
En mi opinión, las principales excepciones, en este sentido, están representadas por Constituciones como las de
Ecuador y Bolivia, aprobadas en 2008 y 2009, respectivamente. Con todas sus enormes imperfecciones e inconsisten-
cias, ambos textos —y muy especialmente el de Bolivia— representan un intento de una mayor innovación institucio-
32 nal. La nueva Constitución de Bolivia, en particular, responde además —y como pocas otras— a un objetivo principal
de crucial importancia para la izquierda, cual es el de la integración política y social de un sector mayoritario de la
población —el sector indígena— tradicionalmente excluido del poder por las minorías gobernantes.
4
Véase The Legal Foundations of Inequality, Cambridge, Harvard University Press, 2010.
5
Una cuestión clave, tan importante como difícil de responder, se refiere a cómo definir la idea de “fuerzas progre-
sistas” o “de izquierda” (términos que en adelante, y por ahora, tomaré como sinónimos). Provisionalmente, asociaré
dichos términos a lo que fue la tradición radical-republicana que podemos encontrar en la historia constitucional
latinoamericana, y que asocio —es mi interpretación— con dos rasgos fundamentales. Primero, una marcada vo-
cación por fortalecer el poder del pueblo y de sus representantes en el proceso de toma de decisiones y, segundo,
una preocupación por los aspectos sociales de las nuevas comunidades entonces nacientes, y que se traducía de
modo habitual en una preocupación por la igualdad, que implicaba trabajar por mejorar la suerte de los más des-
favorecidos.
AP U N T E S S O B R E E L C O N S T I T U C I O N AL I S M O LAT I N O A M E R I C A N O D E L S I G L O X I X . . .
consistentes con los ideales igualitarios que pregonaban. En las páginas que
siguen me ocuparé de reflexionar sobre las reformas constitucionales que se han
ido dando en la región latinoamericana en las últimas décadas, y en particular
prestaré atención a las (limitadas, imperfectas) contribuciones de los grupos más
progresistas en esos procesos de cambio, enmarcados en un statu quo constitu-
cional de carácter regresivo, desigual e injusto.
Chile (con las reformas liberales del orden conservador) y Colombia (con las re-
formas conservadoras del orden liberal).
El pacto liberal-conservador resultó entonces sorpresivo pero en absoluto
inexplicable. Finalmente, ambos grupos tenían, a pesar de sus diferencias, mu-
chos objetivos en común. Su principal punto de diferencia se encontraba en
temas como el religioso: mientras unos querían el establecimiento de un orden
favorable al imperio de la religión, los otros defendían, por una diversidad de
razones (que iban desde la necesidad de atraer inmigrantes, hasta ciertas convic-
ciones ateas en algunos de sus miembros más osados), un orden constitucional
más abierto. Liberales y conservadores diferían, también, en cuanto a la mayor
o menor concentración que proponían para la autoridad nacional y política.
Sin embargo, como dijera, los espacios compartidos entre ambas fuerzas eran
también amplios. A ambos grupos les interesaba la defensa de la propiedad, a
la que veían amenazada por las demandas crecientes de grupos políticamente
cada vez más demandantes. En tal sentido, además, liberales y conservadores se
mostraban temerosos de las consecuencias posibles, previsibles, de un masivo y
activo involucramiento de las masas en el sistema de toma de decisiones.
El resultado de los acuerdos que se dieron entre liberales y conservadores
implicó la adopción de un esquema constitucional que supo combinar rasgos
valorados por ambos grupos. El producto finalmente adoptado, en una mayoría
de países, representó entonces un híbrido: un sistema de tipo liberal, organizado
a partir de la idea norteamericana de los “frenos y contrapesos”, pero desbalan-
ceado gracias a una autoridad ejecutiva más poderosa, como la demandada por
los sectores conservadores. Del mismo modo, se crearon entonces órdenes legales
que, por lo general, consagraron la tolerancia religiosa pero que —como en el
caso argentino— dejaron en un sitial privilegiado al catolicismo, o documentos
escritos que (como modo de resolver un tema que parecía irresoluble) se deci-
dían por hacer silencio sobre el tema —como el caso de México en 1857—. Así
también, se alumbraron sistemas de organización federal en lo declamativo, pero
unitarios en la práctica, o sistemas “centro-federales” destinados a combinar, de
34 modo más o menos infructuoso, las antitéticas exigencias de ambos grupos en
la materia. En todos los casos, liberales y conservadores se pusieron de acuerdo
en la consagración de protecciones especiales para ciertos derechos (la propiedad
contra las confiscaciones; el domicilio y los papeles privados frente a las requisas
injustificadas; la libertad personal básica ante las diversas formas de la esclavi-
tud). Por lo demás, ellos coincidieron en la creación de ordenamientos políticos
excluyentes, poco afectos a la participación popular, y que establecían trabas
para la consagración de derechos políticos formales y sustantivos para las masas.
Se trataba, en definitiva, de la constitución de ordenamientos contramayoritarios
AP U N T E S S O B R E E L C O N S T I T U C I O N AL I S M O LAT I N O A M E R I C A N O D E L S I G L O X I X . . .
El segundo punto que me interesa subrayar tiene que ver con las escasas y poco
imaginativas propuestas de cambio constitucional presentadas por el progresis-
mo en todos estos años. Este análisis debe realizarse sin perder de vista el punto
anterior, esto es, la existencia y vigencia de un orden político moldeado a la luz
del pacto liberal-conservador —punto que torna más urgente el cambio constitu-
cional, y más importante el papel que, potencialmente, pueden jugar las fuerzas
progresistas dentro de ese marco—.
Son muchas las razones que dan cuenta del lugar opaco jugado por el pro-
gresismo en la materia, en todo este tiempo. Tal vez las más importantes tengan
que ver con eventos y acciones “externos” a dichas fuerzas, incluyendo desde
las medidas represivas tomadas en contra de los sectores progresistas, hasta las
disposiciones culturales persecutorias del ideario de izquierda; o bien los acuer-
dos políticos excluyentes, celebrados en desmedro de las fuerzas de izquierda
—acuerdos que tuvieron algunas de sus expresiones más visibles e influyentes,
durante el siglo xx, en los acuerdos de “Punto Fijo” en Venezuela, o en la for-
mación del “Frente Nacional” en Colombia—. Otros factores, sin duda, son más
“internos” y tienen que ver con las propias fallas en la formación de los cuadros
de izquierda, un hecho que resulta particularmente notable —y explicable— en
el área de la reforma institucional. En efecto, hasta hace pocos años los líderes y
militantes de la izquierda no dudaron en tratar todas las cuestiones relacionadas
35
con el cambio institucional como medidas meramente “reformistas” (y por tanto
indeseables) o, lo que resultó más común y más grave, como iniciativas vincula-
das con la “superestructura”, y por tanto —finalmente— inútiles.
El hecho es que, como adelantara, la participación de las fuerzas progresistas
en las reformas constitucionales desarrolladas en las últimas décadas terminó
siendo más bien deslucida.
De manera habitual, los representantes de la izquierda no se destacaron por
su inventiva e imaginación constitucional. Un problema común que pareció
IUS 25 | VERANO 2010 R evis t a d e l I ns t i t u t o d e C ienci a s J ur í d ic a s d e p ue b l a
La respuesta más habitual que encontró la izquierda, en estos casos (un hecho
que por ahora, y dada la extensión de este trabajo, tomaré como un dato), fue
la relacionada con la incorporación de nuevos derechos sociales, económicos y
culturales.6 De tal forma, en una mayoría de convenciones constituyentes los
delegados de la izquierda se limitaron a proponer el agregado de más derechos
en los textos constitucionales —un hecho que ha contribuido a que los lati-
noamericanos tengamos Constituciones más extensas que las de los países más
desarrollados—. Estas expandidas listas de derechos tendían a ser aceptadas por
las facciones políticas dominantes, puesto que socialmente no se veían mal y
reafirmaban el compromiso de los convencionales con la suerte general de la
población. De ahí que, en muchos casos, este tipo de iniciativas promovidas o
avaladas por las fuerzas de izquierda terminó siendo formalmente incorporado
a los textos constitucionales bajo discusión.
Este resultado, producto (parcial) de la presión de las fuerzas de izquierda,
puede ser considerado, en parte, como un éxito alcanzado por tales fuerzas.
Sin duda, y contra lo que algunos puedan decir, existe un cierto valor (como
mínimo, expresivo) en el mero hecho de contar con más cláusulas sociales en la
Constitución. Es cierto que, en principio, y por algunas décadas, muchas de tales
cláusulas quedaron como “derechos dormidos” —derechos aparentemente inope-
37
rantes, meramente consagrados en el “papel” de la Constitución—. Sin embargo,
también es cierto que en muchos casos, y con el paso del tiempo, esos derechos
demostraron tener capacidad para “despertarse” y “activarse”, junto con la su-
cesión de cambios en la correlación de fuerzas políticas prevaleciente. Esto es
6
Se puede comprobar la extensión de estas nuevas listas de derechos sociales en Constituciones como las de
Argentina, de 1994; Bolivia, de 2009; Brasil, de 1988; Colombia, de 1991; Ecuador, de 2008, y Venezuela, de 1999,
aunque, por supuesto, estoy generalizando y simplificando un panorama complejo a los fines de tornar más visible
el argumento.
IUS 25 | VERANO 2010 R evis t a d e l I ns t i t u t o d e C ienci a s J ur í d ic a s d e p ue b l a
lo que ocurrió, de cierto modo, con los derechos sociales incorporados en las
Constituciones latinoamericanas desde principios de siglo (así, desde la reforma
constitucional de México de 1917). Tales derechos, consagrados al comienzo del
siglo xx, quedaron en silencio e inactivos durante décadas, pero comenzaron a ga-
nar cierta fuerza hacia finales del mismo siglo, cuando las presiones sociales a
favor de tales derechos se tornaron más importantes. Por otra parte, y en respal-
do de la política de “más derechos constitucionales” auspiciada por la izquierda,
puede decirse que siempre resulta importante contar con un respaldo constitu-
cional explícito que avale la adopción de políticas de avanzada. En tal sentido,
podría decirse que países con Constituciones más espartanas, como los Estados
Unidos o Chile, han mostrado más dificultades para desarrollar —especialmente
a través de la intervención del Poder Judicial— políticas sociales. Dicho resultado
debe verse en parte como producto de esa austeridad constitucional inicial (i.e.,
porque los jueces latinoamericanos han tendido a denegar aquello que no en-
contraban explícitamente consagrado en la Constitución). De allí la importancia
de desbrozar el camino constitucional de elementos que puedan convertirse en
obstáculos para la puesta en práctica de políticas sociales de avanzada.
Contra aquellos aspectos, indudablemente positivos, vinculados con la incor-
poración de más y más derechos dentro del texto constitucional, hay otros que
tornan las iniciativas del progresismo constitucional, en esta materia, iniciati-
vas paradójicas. Por un lado, la consagración de más derechos constitucionales
—podría decirse— amenaza con cercenar el espacio de la discusión democrática.
Aunque los efectos que pueden producirse en el campo democrático, en este
sentido, son complejos, parece cierto que la creación de un nuevo “derecho”
implica, en primer lugar, que las mayorías pierdan el poder de decidir libremente
sobre un cierto aspecto relevante de la vida política (imaginemos, por caso, que
se da estatus constitucional al “libre mercado”, o que se refuerzan las proteccio-
nes constitucionales asignadas a la propiedad). En segundo lugar, la adopción
de más y más derechos constitucionales tiene un obvio impacto (también) en el
área de la Constitución no referida a los derechos, es decir, en relación con la
38 amplia parte que la Constitución destina a la organización del poder (la parte
“orgánica” de la misma). En tal sentido, podría decirse que la introducción de
mayores derechos tiende a expandir el poder de los órganos judiciales, que
aparecen así como los principales encargados de custodiar los derechos incor-
porados en la Constitución. Este resultado, nuevamente, se vuelve paradójico si
se lo observa como producto de iniciativas de carácter progresista. En los hechos,
lo que pareciera ocurrir es que la introducción de nuevos derechos (destinada a
favorecer políticas progresistas) termina provocando, institucionalmente, el ro-
bustecimiento del poder de los funcionarios públicos más ajenos a la discusión
AP U N T E S S O B R E E L C O N S T I T U C I O N AL I S M O LAT I N O A M E R I C A N O D E L S I G L O X I X . . .
pública, más blindados frente al control popular, menos sujetos a las presiones
de la ciudadanía. Otra vez, entonces, nos encontramos con que el resultado de
las iniciativas constitucionales de la izquierda es un potencial desapoderamiento
de la ciudadanía, y un transvasamiento de la autoridad popular hacia los órga-
nos menos democráticos creados por la Constitución. Este hecho vuelve a poner
dudas sobre lo que ha sido —en mi opinión— la principal contribución de las
fuerzas de izquierda en las convenciones constituyentes en las que le ha tocado
participar en las últimas décadas.
Dicho lo anterior, y a los fines de contar con un panorama más completo
que nos permita evaluar mejor el desempeño de las fuerzas de izquierda en las
convenciones constituyentes, quisiera hacer referencia a algunas otras cuestiones
que trataré en el apartado siguiente.
5. Hiper-presidencialismo e izquierda
El radicalismo político del siglo xix, en Latinoamérica, los Estados Unidos y Eu-
ropa, fue inequívocamente anti-presidencialista y partidario de un poder po-
lítico federalizado, desconcentrado, sensible a las expresiones del pueblo.7 En
Latinoamérica, y contra lo que muchos pudieran pensar, dicha postura anti-
presidencialista estuvo muy vinculada con la insistente reacción de radicales y
republicanos contra el caudillismo y personalismo de figuras como Simón Bolí-
var, a quienes temían y de cuya influencia escapaban.
Notablemente, el progresismo latinoamericano del siglo xx dejó de lado aque-
lla persistente actitud anti-presidencialista, y en las convenciones constituyentes
en las que llegó a participar adoptó una actitud ya sea de apoyo activo, o bien
de efectiva complacencia, frente a las iniciativas de fortalecimiento del presiden-
cialismo o de reelección presidencial. Contra lo que hubiera podido esperarse,
los grupos de izquierda no se constituyeron en vanguardia de la lucha anti-
presidencialista, como sí supieron serlo durante el siglo xix.
El punto resulta importante, según entiendo, como muestra del deterioro de
39
los compromisos igualitarios del progresismo; su falta de consistencia ideológica
y sus yerros en materia constitucional. Más aún, a la luz de los sólidos estu-
dios que nos han ayudado a ver los graves problemas (de estabilidad política,
por caso) generados por lo que se ha dado en llamar el hiper-presidencialismo
latinoamericano.8 Por eso mismo es que quisiera detenerme unos instantes en
7
Analizo la cuestión en The Legal Foundations..., cit.
8
Algunos de tales problemas pueden verse resumidos, por ejemplo, en The Failure of Presidential Democracy,
editado por Juan Linz y Arturo Valenzuela, Baltimore, The Johns Hopkins University Press, 1994.
IUS 25 | VERANO 2010 R evis t a d e l I ns t i t u t o d e C ienci a s J ur í d ic a s d e p ue b l a
9
La posición de Unger y una discusión importante en la materia puede encontrarse en Presidencialismo vs. parla-
mentarismo, editado por Carlos Nino, Buenos Aires, eudeba, 1988.
AP U N T E S S O B R E E L C O N S T I T U C I O N AL I S M O LAT I N O A M E R I C A N O D E L S I G L O X I X . . .
El primer adversario teórico que desafío parece demasiado torpe y poco atrac-
tivo. Sin embargo, lo cierto es que una mayoría de los operadores jurídicos actúa
como si la estructura legal hoy vigente no tuviera fuerza por sí misma ni capaci-
dad de resistencia frente a las reformas que puedan instituirse en su contra, o en
una dirección diferente a la que le es propia. La hipótesis que quisiera sugerir,
en este sentido, es la siguiente: si la estructura institucional sobre la cual quere-
mos actuar es (por caso, y como he sugerido) de naturaleza liberal-conservadora,
luego, es dable esperar que dicha estructura obstaculice la llegada de “injertos”
o “implantes” propios de proyectos (“cuerpos”) legales que le son ajenos. Pen-
semos, por caso, en la suerte corrida por los derechos sociales en las últimas
décadas, y luego de ser incorporados en nuestras Constituciones a principios del
siglo xx. El hecho es que en casi todos los países de la región dichos derechos
quedaron “dormitando”, al menos hasta fines del siglo —si no hasta hoy—. ¿Qué
es lo que puede explicar dicha “inactividad” propia de las cláusulas sociales in-
corporadas hace casi un siglo en nuestras Constituciones? Sin duda, son muchos
los factores a los que puede hacerse alusión en este sentido. Sin embargo, creo
que nuestra respuesta sería fundamentalmente incompleta si ella no fuera con-
sciente de las limitaciones impuestas por la propia estructura constitucional en
donde tales (nuevos) derechos vinieron a injertarse. Otra vez: es razonable pensar
que el contar con derechos sociales “activos” requiere de ciudadanos motivados
por llegar a los tribunales, organizaciones cívicas alertas y activas, tribunales
bien dispuestos, jueces con orientaciones más o menos progresistas.12 Resulta-
dos como éstos son producto de muchas circunstancias pero también, sin duda,
de una cierta manufactura institucional. Así, por ejemplo, si institucionalmente
restringimos o no ampliamos los derechos de standing, si cerramos los caminos
de acceso a los tribunales, si permitimos que se encarezca infinitamente o se
burocratice el litigio, luego, naturalmente, deberemos esperar dificultades en la
activación judicial de los derechos sociales que —según decíamos— estábamos
interesados en promover. El punto es, entonces, que una reforma progresista de
la Constitución no requiere, solamente, de la introducción de nuevos derechos
46 sociales, económicos y culturales. Ella requiere, también, de la introducción de
cambios profundos en el resto de la estructura constitucional que va a recibir y
dar marco a esos derechos que queremos vitales y “activos”.
El segundo punto que me interesa mencionar es el siguiente: la modificación
del orden constitucional vigente no requiere sólo de la reforma o agregado de
algunas normas (i.e., la introducción de nuevos derechos sociales), y ni siquiera
Se discuten posiciones más fuertes al respecto en el número 4 de la revista Discusiones, Argentina, año iii (2004),
12
8. Breves conclusiones
Elster, Jon, Ulyses and the Sirens, Cambridge, Cambridge University Press.
14
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
EL NUEVO CONSTITUCIONALISMO
lATINOAMERICANO (UNA PERSPECTIVA CRÍTICA)*
I. Introducción
345
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esos derechos puede ser más o menos extenso pero, según dicta
la tradición liberal, al menos debe contener a las que Bobbio lla-
maba las “cuatro grandes libertades de los modernos” (personal,
de pensamiento, de reunión y de asociación). Si, además, el do-
cumento constitucional contiene derechos políticos hablaremos
de un constitucionalismo democrático y si contiene algunos de-
rechos sociales, entonces, tendremos un constitucionalismo so-
cial. Cuando el documento contiene los tres tipos de derechos
hablamos de un “Estado social y democrático de derecho” o, con
una formulación más simple, de una “democracia constitucional”.
En todos los casos, como segunda condición para la existencia
de una Constitución, el ordenamiento debe contemplar garantías
para esos derechos dentro de las que no puede faltar un esquema
de poderes divididos que garantice al principio de legalidad y la
imparcialidad judicial.
La mayoría de los ordenamientos constitucionales contempo-
ráneos recogen derechos de los tres tipos por lo que, formalmente,
se articulan siguiendo las premisas de lo que se conoce en la teoría
como el “modelo democrático constitucional” (MDC). Un mo-
delo complejo que reúne instituciones de diferentes tradiciones
(liberal, democrática y social) y que maduró en occidente sobre
todo después de la Segunda Guerra Mundial. Sus elementos ca-
racterísticos, como vimos en el capítulo precedente, son: a) una
Constitución escrita, rígida y suprema; b) un amplio catálogo de
derechos fundamentales (libertades, derechos políticos y derechos
sociales); c) reglas para organizar democráticamente el acceso y
la gestión del poder político; d) mecanismos de control constitu-
cional sobre leyes (cortes o tribunales constitucionales).2 Se trata
de un modelo que combina —además de diferentes tradiciones
del pensamiento— instituciones democráticas con mecanismos
de control constitucional. Esta particularidad genera algunas ten-
7 Ibidem, p. 128.
8 Como recuerda Uprimny, el adjetivo es de Boaventura, cfr. Boaventura de
Sousa, Santos, Refundación del Estado en América Latina. Perspectivas desde
una epistemología del Sur, La Paz, Plural Editores, 2010.
9 Cfr. Martínez R. y Viciano, R., “Aspectos generales del nuevo constitucio-
nalismo latinoamericano”, mimio. Ellos hablan de cuatro grandes modelos de
constitucionalismo que provienen de cuatro momentos constituyentes y prece-
den al NCL: a) liberal-revolucionario de las revoluciones burguesas del XVIII;
b) reacción conservadora de la burguesía y la aristocracia (siglo XIX y parte del
XX); c) recuperación del constitucionalismo democrático (primeras décadas
del XX); d) aparición del constitucionalismo social de posguerra.
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20 Ibidem, p. 23.
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¿En qué sentido pude decirse que la Pacha Mama tienen una
expectativa a recibir una prestación o a que no le sea causada
una lesión? ¿Cuál es el contenido de ese derecho? ¿Quién es el
sujeto obligado al que le corresponde satisfacer la expectativa o
que debe abstenerse de lesionar a la naturaleza? ¿Cómo puede ser
garantizado de manera efectiva ese supuesto “derecho subjetivo”?
Son algunas interrogantes que emergen de la lectura de esa y otras
disposiciones que contienen los documentos constitucionales del
NCL. El problema no reside en el ánimo ecologista que inspira a
la disposición —y que debería ser ampliamente compartido por
los habitantes del planeta en el siglo XXI— sino por la naturaleza
jurídica de la disposición en la que está contenida. O, para decirlo
con otras palabras, el problema es que se trata de una disposición
constitucional que, por lo mismo, está orientada a tener efectos
normativos y no de una proclama política sin pretensiones vincu-
lantes. No es la ideología que la sustenta sino el carácter jurídico
de la disposición la que despierta reservas fundadas. Un elemento
básico de todo derecho subjetivo es la identificación del sujeto
titular y la Pacha Mama no es un sujeto definido.
Si se piensa en la interpretación constitucional las contradic-
ciones teóricas y las mezcolanzas conceptuales también resultan
problemáticas. La teoría política y la teoría del derecho —pienso
en las tradiciones maduradas sobre todo en el contexto del pensa-
miento occidental—, a lo largo de muchos años, sedimentaron ca-
tegorías para referir y connotar tradiciones del pensamiento que,
aun siendo diversas y alternativas, se encuentran aceptablemen-
te definidas. La mayoría de esas tradiciones son complejas en sí
mismas —piénsese, por ejemplo, en el liberalismo, el socialismo,
la democracia, el comunitarismo, el multiculturalismo, el absolu-
tismo, la autocracia, el totalitarismo, etcétera— y no siempre es
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26 Ibidem, p. 54.
27 Idem.
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32 Ecuador, por ejemplo, como recuerda César Astudillo, “de 1979 a 2007
ha estado gobernado por 12 presidente, de los cuales ocho fueron electos para
ese cargo directamente por sufragio popular, tres accedieron al poder a través
de mecanismos de sustitución presidencial establecidos por la Constitución y
uno más, Alarcón, fue designado presidente interino, aunque dicha figura no es-
taba contemplada en la Constitución de 1978… Cada uno de los presidentes ha
durado un promedio de 2.3 años en el cargo”. Astudillo, C., “Algunas reflexio-
nes sobre el proceso constituyente de América Latina con especial referencia a
Ecuador”, en Serna de la Garza, J. M., Procesos constituyentes…, cit., nota 13,
p. 291. Sobre el caso venezolano, cfr. Brewer Carías, A., Reforma constitucional
y fraude constitucional. Venezuela 1999-2009, Caracas, Academia de Ciencias
Políticas y Sociales-Fundación Juan Germán Roscio, 2009.
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I. Todas las personas, naturales y jurídicas, así como los órganos pú-
blicos, funciones públicas e instituciones, se encuentran sometidos a
la presente Constitución.
II. La Constitución es la norma suprema del ordenamiento jurídi-
co boliviano y goza de primacía frente a cualquier otra disposición
normativa. El bloque de constitucionalidad está integrado por los tra-
tados y convenios internacionales en materia de derechos humanos y
las normas de derecho comunitario, ratificados por el país. La apli-
cación de las normas jurídicas se regirá por la siguiente jerarquía, de
acuerdo a las competencias de las entidades territoriales:
1. Constitución Política del Estado.
2. Los tratados internacionales
3. Las leyes nacionales, los estatutos autonómicos, las cartas orgá-
nicas y el resto de legislación departamental, municipal e indígena.
4. Los decretos, reglamentos y demás resoluciones emanadas de
los órganos ejecutivos correspondientes.
quía por rango que indica que la ley superior prevalece sobre la
de rango inferior. En la teoría piramidal kelseniana ese principio
permitía identificar a la Constitución como parámetro último de
descarte. Pero las cosas no son tan fáciles en los ordenamientos
fundados en el “bloque de constitucionalidad” y el principio “pro
persona”. En esos contextos, los intérpretes y/o aplicadores jurí-
dicos deben privilegiar las disposiciones o normas que, más allá
de su ubicación en la estructura del ordenamiento, en virtud de
su contenido, brinden mayor protección a los derechos humanos
o fundamentales. Dichas disposiciones no necesariamente se en-
contrarán en el texto constitucional.
c) Uno de los temas más complejos en el constitucionalismo
contemporáneo es el de la justicia constitucional. En el ámbito del
NCL, de hecho, es particularmente problemático porque los ras-
gos elitistas del control de constitucionalidad sobre leyes entran
en fuerte tensión con los presupuestos populistas del fenómeno
constitucional que nos ocupa. Sin embargo, paradójicamente, la
amplitud de los catálogos de derechos y de principios abstrac-
tos que contienen las extensas Constituciones del NCL (con la
complejidad que las caracteriza y que ya hemos mencionado)
más la supremacía del documento constitucional adicionado con
apertura hacia el Sistema Internacional de los Derechos Huma-
nos (SIDH) coloca, potencialmente, a los jueces responsables de
velar por la vigencia de esas Constituciones en una posición pri-
vilegiada desde la perspectiva jurídica y también desde el punto
de vista político. Esa es una paradoja que ya había sido identifi-
cada por Carlos Nino en el caso del MDC pero que ahora, en el
NCL, se potencia de manera significativa. Esto es así porque la
vocación popular del NCL que se manifiesta en la aprobación de
documentos extensos y con formulaciones simbólicas termina po-
tenciando lo que la teoría constitucional ha llamado “la dificultad
contramayoritaria”.41 Los jueces constitucionales podrían termi-
Artículo 196.
I. El Tribunal Constitucional Plurinacional vela por la supremacía
de la Constitución, ejerce el control de constitucionalidad, y precau-
tela el respeto y la vigencia de los derechos y las garantías constitu-
cionales.
…
Artículo 197.
I. El Tribunal Constitucional Plurinacional estará integrado por
magistradas y magistrados elegidos con criterios de plurinacionali-
dad, con representación del sistema ordinario y del sistema indígena
originario campesino.
…
Artículo 198.
Las magistradas y los magistrados del Tribunal Constitucional
Plurinacional se elegirán mediante sufragio universal, según el pro-
cedimiento, mecanismo y formalidades de los miembros del Tribunal
Supremo de Justicia.46
Artículo 199.
I. Para optar a la magistratura del Tribunal Constitucional Plurina-
cional se requerirá, además de los requisitos generales para el acceso
al servicio público, haber cumplido treinta y cinco años y tener es-
pecialización o experiencia acreditada de por lo menos ocho años en
las disciplinas de derecho constitucional, administrativo o derechos
humanos. Para la calificación de méritos se tomará en cuenta el haber
ejercido la calidad de autoridad originaria bajo su sistema de justicia.
II. Las candidatas y los candidatos al Tribunal Constitucional Plu-
rinacional podrán ser propuestas y propuestos por organizaciones de
51 Escribo este texto en mayo de 2012 cuando existen dudas sobre su estado
de salud, pero el presidente Chávez sigue postulado como candidato para una
nueva reelección.
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IX. Conclusión
El Dr. Rubén Martínez Dalmau hace unos meses visitó nuestro país; con
ocasión de ello, aceptó que le realizáramos algunas preguntas sobre lo que
RESUMEN
se ha venido a llamar nuevo constitucionalismo latinoamericano, término que
alude al movimiento constitucional que ha inspirado a los recientes procesos
constituyentes de Venezuela, Bolivia y Ecuador –lista en la que el entrevis-
tado incorpora a la Constitución colombiana de 1991– y que pone énfasis en
su carácter democrático. El resultado de la entrevista, como podrá apreciar-
se, ha sido esclarecedor y sin duda sugestivo.
Gaceta Constitucional (GC): ¿Qué es el dimensiones, que durante mucho tiempo ha-
“nuevo constitucionalismo latinoame- bían sido casi contrarias, por un lado la legi-
ricano” y básicamente en qué consiste? timidad del poder basada en la democracia, y
por otro el constitucionalismo fundamentado
Rubén Martínez Dalmau (RMD): El nuevo
en el control del poder del Estado, podían unir-
constitucionalismo latinoamericano es una co-
se y existir un poder controlado, que llamamos
rriente doctrinal y al mismo tiempo práctica
poder constituido, fundamentado en una legiti-
que se inicia en América Latina, pero que no
midad del pueblo, que llamamos poder consti-
tiene solo sus bases teóricas allí. De hecho, el
tuyente. Esa es la idea básica del constitucio-
nuevo constitucionalismo como corriente doc-
nalismo democrático.
trinal tiende puentes hacia el propio origen del
contexto de la Constitución democrática. Las Lamentablemente desapareció por la ola con-
constituciones democráticas surgen en un mo- servadora, sobre todo durante el siglo XIX
mento muy específico, que es finales del siglo –alianzas terribles entre reyes y burguesía
XVIII, en un lugar también bastante concreto se produjeron en Europa–, con lo que el con-
que es Estados Unidos y Francia (Europa) y cepto de constitucionalismo democrático aca-
a partir de ahí se expande la idea de que dos bó siendo algo puramente banal, es más,
* Rubén Martínez Dalmau es profesor en la Universidad de Valencia y ha participado asesorando a las asambleas constituyen-
tes ecuatoriana, boliviana y venezolana.
** Coordinador general de Gaceta Constitucional. Miembro de Constitucionalismo Crítico.
incluso peligroso. En el siglo XX, después RMD: Sí, efectivamente, es la crítica que se
de la experiencia del constitucionalismo so- hace, sobre todo desde California y algunas
cial en Europa, aparecen una serie de asam- universidades más. Tales son planteamien-
bleas constituyentes –se entiende que proce- tos puramente reaccionarios. En primer lugar,
sos constituyentes democráticos– que crean tenemos que definir qué significa populista.
unas constituciones de nuevo cuño, pero que “Populismo” es un concepto politológico, que
mantienen una relación bien importante con aparece hace 30 o 40 años, que cuenta con
las constituciones del liberalismo clásico-de- elementos sociales o sociopolíticos concretos
mocrático. A esas constituciones son a las que y que nunca nadie ha acabado todavía de defi-
llamamos constituciones del nuevo constitu- nir. De hecho, hay algunos autores que reivin-
cionalismo, pues plantean de nuevo la recu- dican hoy el término populismo. Si populismo
peración del concepto democrático de Consti- significa que la gente pueda comer, que ten-
tución. Desde ese punto de vista, es un nuevo ga una serie de derechos garantizados, pues
constitucionalismo, ya que esas constitucio- viva el populismo. Yo no pienso así, pero sí
nes son fruto del poder constituyente, no so- hay gente que incluso reivindica ese tipo de
lamente porque incorpora elementos dentro términos.
del poder constituido muchos más cercanos Ahora bien, yo entiendo tu preocupación cuan-
a lo que hoy en día entenderíamos como una do me dices que son constituciones muy cer-
democracia emancipadora o una democracia canas a regímenes que pueden ser considera-
profundizada. A estas constituciones, como dos, en general, populistas. Desde ese punto
son constituciones que aparecen en primer de vista, hay que entender la diferencia entre
lugar en América Latina, se les puede llamar la voluntad del poder constituyente y la volun-
constituciones del nuevo constitucionalismo tad o generación del poder constituido: eso es
latinoamericano. Pero no se crea que es una fundamental. Es muy difícil entender o defen-
definición puramente regional, seguramente la der que las constituciones puedan ser “popu-
Constitución que salga en Túnez inaugurará listas”, porque la Constitución es la voluntad
uno nuevo constitucionalismo magrebí, africa- del poder constituyente. No existe una volun-
no o árabe; o la Constitución que salga en Is- tad ajena diferente a la del poder constituyen-
landia inaugurara también un nuevo constitu- te; por ello, para calificarlas a las constitucio-
cionalismo europeo. Yo creo, además, que es nes de populistas tiene que haber alguien que
el camino hacia la emancipación de nuestras se coloque en una situación diferenciada a la
sociedades. del poder constituyente y que pueda juzgar-
lo, cosa que desde la perspectiva democrática
GC: Cuando uno dice el “nuevo consti- no se puede hacer. Esta crítica es, pues, una
tucionalismo latinoamericano” puede crítica puramente contramayoritaria.
referirse a esta vocación democrática Otra cosa es lo que hagan los gobiernos con
de las nuevas constituyentes; sin em- esas constituciones. Entramos en la dinámica,
bargo, algunas voces hacen referencia ya no del poder constituyente, sino la del po-
a su impronta populista en nuestra re- der constituido; y, dentro de esta, seguramen-
gión. Al respecto, ¿tal vez no estamos te coincido contigo con que no ha existido, qui-
idealizando, con el nombre de “nuevo zá, una búsqueda absoluta para que siempre
constitucionalismo latinoamericano”, se apliquen las constituciones. Pero solo si en-
a constituciones de cuño básicamen- tendemos los dos regímenes, los dos ámbitos,
te populista?, ¿no se está haciendo es cuando podemos dar a entender el signifi-
un ejercicio de retórica al ponerle cado del concepto populista.
ese membrete, cuando realidad es-
tamos ante constituciones que legi- GC: Una forma de controlar a los
timan poderes políticos que buscan gobiernos, luego de dada una Cons-
ser plebiscitarios, cesaristas, delegati- titución democrática, es a través de
vos … ? la participación del pueblo mediante
302
¿Qué es el “nuevo constitucionalismo latinoamericano”?
304
¿Qué es el “nuevo constitucionalismo latinoamericano”?
elijan a sus tribunales constitucionales, porque dignidad de las personas, sus derechos y, fun-
es una forma de dar legitimidad directa a quie- damentalmente, la organización de un sistema
nes acaban entendiendo qué es la Constitu- político concreto.
ción. Por eso, por un lado, se apuesta por el
Esta tesis neoconstitucional está enriqueci-
reforzamiento de la legitimidad democrática
da por los aportes democráticos. Por ejemplo,
del Tribunal Constitucional.
el neoconstitucionalismo entiende –como se-
Por otro lado, es fundamental incorporar en ñala Carbonell– que la Constitución alemana
la propia Constitución los elementos de inter- es “Constitución” porque es una norma fun-
pretación. Ya sabemos la diferencia entre in- damental, una Grundgesetz como dicen los
terpretación jurídica general e interpretación alemanes; para el nuevo constitucionalismo
jurídica particular. La interpretación constitu- la Constitución alemana no es una “Consti-
cional es una interpretación más grave, por- tución” –es una norma fundamental, pero no
que no existe ninguna norma superior que dé una “Constitución”– porque no ha sido fruto
luz a esa interpretación. del poder constituyente, no es una Verfassung
como dirían los propios alemanes. Por lo tan-
Las nuevas constituciones –caso ecuatoria- to, lo que ha hecho el nuevo constitucionalis-
no, caso boliviano– incorporan qué tipo de mo es enriquecer las tesis del neoonstitucio-
técnicas interpretativas debe utilizar el Tribu- nalismo, y le dice que la Constitución no es
nal Constitucional a la hora de que ellas sean solo la norma fundamental, sino es la volun-
aplicadas e interpretadas; y nos dicen que lo tad del poder constituyente; y, por lo tanto, una
primero por lo que tiene que velar el Tribunal Constitución que no sea la voluntad del poder
Constitucional es por la vigencia de los dere- constituyente no es una Constitución del nue-
chos, o por la voluntad del pueblo constituyen- vo constitucionalismo.
te, o por el tenor literal de la Ley. De esa forma,
las nuevas constituciones no solo incorporan Claro, lo que te pueden decir los neoconsti-
una mayor legitimidad en aquellas personas tucionalistas, y allí la diferencia grave, es que
que van a acabar interpretando la Constitu- pueden haber constituciones que provengan
ción, sino que también permite controlarlos y del poder constituyente y que no sean cons-
decirles: ustedes tienen la obligación de seguir tituciones democráticas; por lo tanto, que fa-
la voluntad del poder constituyente a la hora llen a la hora de promover la dignidad de las
de interpretar la Constitución. Esa para mí es personas y la defensa de los derechos. Lo que
la solución. decimos los teóricos del nuevo constituciona-
lismo es que eso es absolutamente imposible,
GC: El neoconstitucionalismo tiene porque la dinámica del poder constituyente
dos nociones fundamentales: la dig- siempre es una dinámica democrática. El po-
nidad humana y los derechos funda- der constituyente nunca se va a activar para
mentales: ¿eso cambia en el nuevo producir normas que vayan en contra del pro-
constitucionalismo? ¿Hay una noción pio pueblo; al contrario, se va a activar siem-
que reemplace a estas? pre para avanzar, como históricamente se ha
demostrado en el marco de la emancipación
RMD: No. Tenemos que entender que el nue-
social.
vo constitucionalismo no es otra cosa que una
evolución democrática del neoconstitucionalis-
GC: ¿Esto quiere decir que el constitu-
mo; y este es una forma de entender el De- yente no se equivoca, que no puede
recho, de entender la posición de la Constitu- equivocarse al decidir “lo mejor” para sí?
ción en el Derecho. La tesis neoconstitucional
es que la Constitución prima frente a cualquier RMD: No se puede equivocar porque no hay
otra norma jurídica, que es también el funda- una voluntad fuera del poder constituyente.
mento del constitucionalismo democrático.
Eso significa, lógicamente, que la Constitu- GC: ¿Quién calificaría lo erróneo…?
ción tiene como misión básica el respeto por la RMD: No existe esa posibilidad.
306
¿Qué es el “nuevo constitucionalismo latinoamericano”?
elementos de control. Chávez quiso reformar RMD: En el marco del Derecho Constitucio-
la Constitución y no pudo reformarla. nal me preguntas, ¿no? Recordemos que
para hablar del nuevo constitucionalismo,
Por lo tanto, yo me fío del poder constituyente
hay que hablar también del viejo constitucio-
y me fío de las nuevas constituciones, aunque
nalismo. En América, lamentablemente, des-
tenga mi desconfianza sobre el poder consti- de el constitucionalismo fundacional todo ha
tuido, sobre cómo está funcionando. Creo sin- sido prácticamente un constitucionalismo de
ceramente que esa distinción los críticos no la adaptación y muy positivista. En las universi-
alcanzan a ver. dades lo que se enseña es casi positivismo
puro. La Constitución es el texto de la Cons-
GC: Si tuviera que elegir una Consti- titución y poco más, no hay teoría política, no
tución modélica en la región que per-
hay ideas sobre el origen democrático de la
mita contemplar mejor este nuevo
Constitución y eso es algo que se ha visto en
constitucionalismo, la que más repre-
los grandes autores latinoamericanos, me re-
sente al constitucionalismo democrá-
fiero a los más conocidos, muy positivistas y
tico, ¿cuál escogería?
muy alejados de la teoría política. Una de las
RMD: Sin duda, la ecuatoriana de 2008. Creo cosas que a mí me impresionó es que no ha-
que es la Constitución más avanzada del mun- bían constitucionalistas y los que habían eran
do: incorpora las bases de lo que vamos a co- constitucionalistas más cercanos a los proce-
nocer en el futuro democrático como Estado sos constitucionales a las acciones de ampa-
Constitucional; avanza de una forma especta- ro, a la acción de defensa, etc., que realmente
cular con respecto a los derechos de la natu- a la teoría constitucional. No es que no había-
raleza, de los animales, sin dejar de lado un nada, había muy poco. Lógicamente, en cada
avance fantástico respecto de los derechos de país se encuentra a los grandes referentes.
las personas; incorpora mecanismos de demo- México tiene lo suyo, Chile tiene lo suyo, Ar-
cracia participativa fenomenales como el “con- gentina tiene un par, pero no había un bagaje
trol social”, y creo que tendrá ser estudiada en de constitucionalistas, tal como podría haber
todas las universidades, porque tiene la misma existido en Europa. Y eso es fruto de la idea
importancia que la Constitución francesa de de un constitucionalismo puramente positivis-
1791, la norteamericana del 1787 o la Consti- ta, que seguramente durante 180 o 190 años
tución española de 1812. Por lo tanto, yo creo ha rondado. Las cosas han cambiado radical-
que se tendría que recuperar esa Constitución, mente, las nuevas generaciones son ahora
revisarla bien, y enseñarse en las aulas. Y que mucho más críticas, con mucha mayor capa-
la gente entienda que esta es la Constitución cidad para entender el fenómeno que están
que va a servir de modelo para todo constitu- estudiando. Son generaciones que van a asu-
cionalismo democrático en el futuro. mir este relevo con una fuerza impresionante.
Desde este punto de vista, yo prefiero traba-
GC: Usted que viaja con cierta frecuen- jar con los constitucionalistas jóvenes que con
cia por la región: ¿cómo ve el consti- los antiguos, porque les es más difícil captar
tucionalismo latinoamericano?, ¿cuál este tipo de situaciones, y yo creo –sincera-
cree que son sus puntos débiles, que mente– que van a morir sin haber entendido
autores conoce, que doctrinas? nada de lo que está pasando.
308
CURSO “COSNTITUCION Y DERECHOS FUNDAMENTALES”
http://studylib.es/doc/5558689/jurisprudencia-tem%C3%
A1tica
Índice
JUSTICIA CONSTITUCIONAL.
REVISTA DE JURISPRUDENCIA Y DOCTRINA
Nº 1 - Año I - setiembre, Lima 2005
publicación semestral
Director:
César Landa
Secretario:
Jorge León
Comité de Redacción:
Elena Alvitez
Claudia Del Pozo
Pedro Grández
Luis Huerta
Betzabé Marciani
Mijail Mendoza
Victorhugo Montoya
Róger Rodríguez
Daniel Soria
Arelí Valencia
Índice
Correspondencia a:
Jr. Ica 435 Of. 201
justiciaconstitucional@palestraeditores.com 3
Reflexiones sobre la Sentencia del TC... / ENRIQUE BERNALES BALLESTEROS
I. ANTECEDENTES
La Constitución de 1993 se origina en un golpe de Estado y fue creada
con el objetivo central de institucionalizar el proceso autoritario en marcha.
Es un texto espurio, que por su origen no debe mantenerse en su integridad.
Si bien hay aspectos positivos, también existen zonas de penumbra: desequi-
librios en las competencias de los órganos del Estado, deficiente tratamiento
del Derecho de los Tratados, excesos en el régimen económico y deficiencias
en las formas en que se relacionan los poderes del Estado1.
Análisis y Comentarios
Por eso, desde que se constituyó en noviembre del 2000, el Gobierno
Transitorio de Valentín Paniagua tuvo entre sus principales objetivos sentar las
bases para la reforma constitucional, por lo que se creó la Comisión de Ba-
ses de la Reforma Constitucional2, a fin de proponer las normas constitucio-
nales que podrían ser reformadas y el procedimiento para llevar a cabo estos
cambios.
Finalizado su trabajo, la Comisión propuso tres alternativas para la re-
forma constitucional:
3. Esta norma fue publicada en el diario oficial «El Peruano» el 16 de diciembre del 2001.
108 4. Sentencia del expediente 014-2002-AI/TC, publicada el 25 de enero de 2003.
Reflexiones sobre la Sentencia del TC... / ENRIQUE BERNALES BALLESTEROS
Análisis y Comentarios
ferirnos a algunos aspectos de esta sentencia.
5. Sobre este tema se puede revisar: Ojo ciudadano en el Congreso. Lima: Consorcio
Sociedad Democrática, 2003. Nº 2, p. 64-66.
6. Sentencia del expediente 014-2003-AI/TC, publicada el 19 de diciembre del 2003. 109
JUSTICIA CONSTITUCIONAL. Revista de jurisprudencia y doctrina
Sobre este tema, cabe preguntarnos si estas normas son las únicas que
pueden ser cuestionadas en un proceso de inconstitucionalidad, y si no es
así, es decir si sólo es una lista enunciativa, realizarnos otra pregunta: sí se
puede cuestionar la Constitución a través de un proceso de inconstitucio-
nalidad.
Respecto al primer punto, el Tribunal ha señalado que las normas com-
prendidas en el inciso 4) del artículo 200 de la Constitución «sólo tienen un
carácter enunciativo y no taxativo de las normas que son susceptibles de ser
sometidas al control en una acción de inconstitucionalidad»7. En razón de ello,
el Tribunal se ha pronunciado sobre la constitucionalidad de normas que no
se encuentran expresamente señalados en este artículo constitucional, como
los decretos leyes y las leyes de reforma constitucional.
- En relación a los Decretos Leyes, el Tribunal ha señalado que estos
constituyen «un fenómeno sui géneris, ya que son producto de la violación de
las normas sobre producción jurídica señalada en la Constitución; y mantie-
nen relación con la vida jurídica sólo por (la teoría de la continuidad)», asi-
mismo, «deben considerarse como actos con jerarquía de ley y, por lo tanto,
susceptibles de ser modificados o derogados por otras normas del mismo valor
y rango; y por ende, sujetos al control de la constitucionalidad»8. En ese
sentido, el Tribunal es competente para conocer demandas de inconstitucio-
nalidad contra decretos leyes, en su condición de órgano de control consti-
tucional.
- En relación a las leyes de reforma constitucional, el Tribunal ha seña-
Análisis y Comentarios
lado que «si bien el inciso 4) del artículo 200° de la Constitución no prevé
expresamente las leyes de reforma constitucional como objeto de la acción de
inconstitucionalidad, también es verdad que ésta se introduce al ordenamiento
constitucional mediante una ley y, además, porque el poder de reforma de la
Constitución, por muy especial y singular que sea su condición, no deja de ser
un auténtico poder constituido y, por lo tanto, limitado»9. Esta interpretación
permite que el Tribunal pueda pronunciarse sobre la constitucionalidad de la
Ley 27600, que determina el proceso a seguir para la reforma de la Consti-
tución de 1993.
Si bien el Tribunal ha interpretado que puede conocer demandas de
inconstitucionalidad contra normas no previstas en el artículo 200 inciso 4 de
la Constitución, por ser ésta una lista enunciativa, es preciso analizar si pue-
de conocer una demanda contra el propio texto constitucional. Al parecer,
desde el momento en que se declara admisible la demanda presentada por más
de cinco mil ciudadanos, el Tribunal se considera competente para conocer
este caso.
El Tribunal se encarga de resolver esta pregunta cuando cuestiona que
la demanda se presente contra el «documento de 1993», término que pretende
desconocer el carácter normativo del texto constitucional. El Tribunal aclara
que «los documentos por muy generales que puedan ser sus disposiciones, y
el grado de aceptación o no que puedan tener, no son susceptibles de ser
impugnados mediante una acción de inconstitucionalidad. Mediante este
proceso sólo se puede declarar la inconstitucionalidad de normas con rango
de ley, esto es, fuentes formales del derecho»10. En consecuencia, si se trata
de un documento la demanda no prosperaría.
Es por ello que los demandantes, durante la audiencia pública de este
proceso, alegaron que se trataba de un documento con fuerza de ley con el
objeto que el Tribunal pueda pronunciarse sobre su constitucionalidad. El
Tribunal, sin embargo, advierte que de aceptarse este argumento, es decir,
considerar a la Constitución de 1993 como una norma objeto de control
constitucional, se producirían las siguientes paradojas:
Análisis y Comentarios
Estado peruano.
- Declarar la inconstitucionalidad del texto que regula el proceso de
inconstitucionalidad.
- Evaluar la constitucionalidad del denominado «documento» a partir de
un parámetro o criterio no objetivable.
- Según sea el caso: a) que el objeto de control, es decir, el «documen-
to de 1993» y el parámetro de ese control, terminen identificándose; b)
que el Tribunal Constitucional juzgue la validez del «documento de 1993»
conforme a la Constitución de 1979, que no sólo no está vigente, sino
que incluso no preveía a este Tribunal Constitucional de la manera en que
actualmente se encuentra establecido y operando»11.
Análisis y Comentarios
Tribunal Constitucional señala que estas sentencias producen efectos generales
desde el día siguiente a la fecha de su publicación.
En consecuencia, las sentencias del Tribunal no tienen efectos retroac-
tivos sino hacia el futuro (ex nunc). Sin embargo, LANDA nos recuerda que
se puede plantear excepcionalmente la retroactividad de las sentencias del
Tribunal18. Así, el artículo 103 de la Constitución establece la retroactividad
benigna en materia penal, en consecuencia se podría plantear que si la sen-
tencia del Tribunal resulta ser más favorable al reo ésta se podría aplicar re-
troactivamente.
los ciudadanos contra los actos reformatorios de la Constitución, cualquiera que sea
su origen, sólo por vicios de procedimiento en su formación».
17. Sentencia del expediente 0021-2003-AI/TC, publicada el 26 de junio del 2004,
fundamento 4.
18. LANDA ARROYO, César. Tribunal Constitucional y Estado Democrático. Lima:
Palestra, 2003, Segunda edición, p. 174- 176. 113
JUSTICIA CONSTITUCIONAL. Revista de jurisprudencia y doctrina
do».
De otro lado, hay que señalar que si bien el Tribunal ha aceptado que se
pueda aplicar ultraactivamente el artículo 307 de la constitución de 1979, de
ello no se puede desprender la vigencia de todo el anterior texto constitucio-
nal. El Tribunal ha señalado que no puede confundirse «la aplicación ultraac-
tiva de una determinada disposición constitucional, que es una cuestión que
tiene que ver con su aplicabilidad, con el reconocimiento de la vigencia de la
Constitución de 1979 (...)19».
Incluso esto último es debatible, pues si bien la Constitución de 1979
establecía en su artículo 307 que no perdía su vigencia por actos que contra-
vengan a este texto, debemos considerar que con el referéndum realizado el
31 de octubre de 1993 se aprobó una nueva constitución que establece los
principios y derechos aplicables a todas las personas, y cuyas normas son de
cumplimiento obligatorio hacia todos los órganos del Estado. Debemos en-
tender que fue este referéndum el que otorgó legitimidad a la Constitución
de 1993, al ser la expresión del poder constituyente. A pesar de que se pue-
da cuestionar dicho proceso la respuesta mayoritaria fue a favor de su apro-
bación20.
Asimismo, el artículo 103 de la Constitución de 1993 establece que nin-
guna ley tiene fuerza ni efecto retroactivo, salvo en materia penal cuando
favorece al reo. En consecuencia, en la Constitución que nos rige, el prin-
cipio de irretroactividad es el que debe ser aplicable, salvo excepciones pre-
vistas en la Primera Disposición Final y Transitoria, que reconoce la teoría de
los derechos adquiridos en materia de pensiones.
En ese sentido, concordamos con WIELAND cuando señala que «la
Constitución de 1993, actualmente en vigor, no fue el producto de una re-
visión ni total ni parcial de la Constitución de 1979 sino, más bien, de un
proceso constituyente caracterizado por tres momentos: la elección del Con-
greso Constituyente Democrático, la redacción y aprobación del proyecto de
Constitución en el seno de dicho Congreso, y la ratificación final por el pue-
blo mediante referéndum. Por consiguiente, no existe vínculo formal alguno
entre ambas normas fundamentales y el artículo 307º de la Carta de 1979
carece de valor jurídico para fundamentar la supuesta «inconstitucionalidad»
de la Constitución actual»21. –subrayado nuestro-
Finalmente, la Decimosexta disposición final y transitoria de la Consti-
tución de 1993 aclara la duda sobre la vigencia de la Constitución anterior al
Análisis y Comentarios
señalar que «promulgada la presente Constitución, sustituye a la del año
1979».
20. Los resultados del referéndum sobre la aprobación de la Constitución de 1993, según
cifras oficiales del Jurado Nacional de Elecciones, fueron los siguientes: Si: 3, 895,
763 y No: 3, 548, 334. Estas cifras fueron publicados en el diario oficial «El Perua-
no» el 26 de agosto de 1994.
21. WIELAND CONROY, Hubert. La Constitución de 1993 ante el Tribunal Constitu-
cional: Las paradojas de la admisibilidad de una demanda improcedente (abril del
2004), publicado en el sitio web de la Comisión Andina de Juristas (sección juris-
prudencia constitucional). 115
JUSTICIA CONSTITUCIONAL. Revista de jurisprudencia y doctrina
Sobre este tema, el Tribunal considera que «si bien ahora se encuentra
vigente la Constitución de 1993, ello no impide que contra los golpistas del
5 de abril de 1992 y sus funcionarios se aplique ultraactivamente el artículo
307 de la Constitución de 1979, pues en el momento en que se cometieron
tan luctuosos acontecimientos y hasta el 31 de diciembre de 1993, dicha
Constitución se encontraba en vigencia, y, por lo tanto, ella es perfectamen-
te aplicable para el juzgamiento de todos aquellos que participaron en la
demolición de la institucionalidad democrática de nuestro país»24.
Respecto a lo mencionado por el Tribunal cabe preguntarse si ello tiene
algún efecto vinculante. El artículo 35 de su Ley Orgánica señala que las
sentencias recaídas en los procesos de inconstitucionalidad vinculan a todos
los poderes públicos. Sin embargo, no queda claro si toda la sentencia del
Análisis y Comentarios
Tribunal es vinculante o sólo su parte resolutiva en la que se pronuncia sobre
si una norma es compatible con la Constitución.
En el derecho comparado, como en el caso de Colombia, se establece que
sólo la parte resolutiva de la sentencia tiene carácter vinculante. La Ley Es-
tatutaria de la Administración de Justicia de Colombia (Ley 270 de 1996)
señala en el artículo 48 lo siguiente:
miento jurídico.
La justificación de utilizar este tipo de sentencias radica en que los Tri-
bunales pretenden evitar vacíos y lagunas al declarar inconstitucional una
norma. En ese sentido, el Tribunal Constitucional ha señalado que «el uso de
ese tipo de sentencias radica en el principio de la conservación de la ley y en
la exigencia de una interpretación conforme a la Constitución, a fin de no
lesionar el principio básico de la primacía constitucional(...)»25.
En ese sentido, el rol tradicional del Tribunal Constitucional de ser sólo
legislador negativo ha variado, siendo importante que en el uso de este nue-
vo tipo de decisiones no se produzca alguna intromisión en las atribuciones
del Poder Legislativo.
El Tribunal Constitucional peruano actualmente está emitiendo senten-
cias interpretativas, una de las cuales es conocida como exhortativa y se apli-
ca cuando resulta perjudicial declarar inconstitucional una norma, por lo que
Análisis y Comentarios
Debemos advertir que el Tribunal está haciendo un uso frecuente de las
sentencias exhortativas no necesariamente para declarar incompatible una
norma con la Constitución sino para que el legislador regule determinadas
normas, que incluso no habían sido cuestionadas originariamente en la de-
26. Respecto a las sentencias interpretativas se pueden revisar: DÍAZ REVORIO, F. Javier.
La Interpretación Constitucional de la Ley (las sentencias interpretativas del Tribu-
nal Constitucional). Lima: Palestra, 2003, 445 p.; EGUIGUREN PRAELI, Francis-
co. Los efectos de las sentencias sobre inconstitucionalidad del Tribunal Constitu-
cional. En Estudios Constitucionales. Lima: ARA editores, 2002; y HUERTA GUE-
RRERO, Luis Alberto. El proceso de inconstitucionalidad en el Perú. En: Revista
Jurídica del Perú. Normas Legales, 2003. N° 52, p. 35- 61.
27. Sentencia del expediente 010-2002-AI/TC, fundamento 32.
28. Sentencia del expediente 010-2002-AI/TC, fundamento 137.
29. Una crítica a las sentencias exhortativas del Tribunal Constitucional se puede revi-
sar en el siguiente texto: GARCÍA BELAÚNDE, Domingo. ¿Antejuicio, acusación
constitucional, juicio político?. En: Revista Jurídica del Perú. Normas Legales, 2004.
N° 55, p.79- 88. 119
JUSTICIA CONSTITUCIONAL. Revista de jurisprudencia y doctrina
Análisis y Comentarios
titucional considerado el supremo intérprete de la Constitución.
V. REFLEXIONES FINALES
La presentación de una demanda de inconstitucionalidad contra la Cons-
titución de 1993 no hace más que manifestar los cuestionamientos a su ori-
gen, modelo y contenido. Es por ello que es vital avanzar en una reforma
constitucional que supere las graves deficiencias y limitaciones de la Consti-
tución de 1993.
En el Mensaje a la Nación último del Presidente de la República, Alejan-
do Toledo, se insta a retomar la discusión sobre la vía para llevar a cabo esta
ansiada reforma constitucional para el fortalecimiento de la institucionalidad
democrática del Perú. Para ello planteó tres alternativas: a) la reforma de la
Constitución por el actual Congreso en las dos próximas legislaturas, conforme
lo previsto en su artículo 206º, b) entregar competencias constituyentes por
espacio de seis meses al próximo Parlamento, el mismo que iniciará sus fun-
ciones en julio del 2006; y c) convocatoria a una Asamblea Constituyente. 121
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