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28o DOMINGO ORDINARIO

Ciclo C

1. LECTURA DEL TEXTO: Lc 17,11-19


(Se pide la luz del Espíritu Santo)

Ven, Espíritu Creador,


visita las mentes de los tuyos;
llena de la gracia divina
los corazones que tú has creado.

Tú, llamado el Consolador,


Don del Dios Altísimo;
Fuente viva, Fuego, Caridad
y espiritual Unción.

Tú, con tus siete dones,


eres Fuerza de la diestra de Dios.
Tú, el prometido por el Padre.
Tú pones en nuestros labios tu Palabra.

Enciende tu luz en nuestras mentes,


infunde tu amor en nuestros corazones,
y, a la debilidad de nuestra carne,
vigorízala con redoblada fuerza.

Al enemigo ahuyéntalo lejos,


danos la paz cuanto antes;
yendo tú delante como guía,
sortearemos los peligros.

Que por ti conozcamos al Padre,


conozcamos igualmente al Hijo
y en ti, Espíritu de ambos,
creamos en todo tiempo.

Gloria al Padre por siempre,


gloria al Hijo, resucitado
de entre los muertos, y al
Paráclito por los siglos y siglos.
Amén.

(Cada uno lee en su Sagrada Escritura)

En aquel tiempo, cuando Jesús iba de camino a Jerusalén, pasó entre


Samaria y Galilea. Estaba cerca de un pueblo, cuando le salieron al
encuentro diez leprosos, los cuales se detuvieron a lo lejos y a gritos
le decían: “¡Jesús, maestro, ten compasión de nosotros!”. Al verlos,
Jesús les dijo: “Vayan a presentarse a los sacerdotes”. Mientra iban de
camino, quedaron limpios de la lepra. Uno de ellos, al ver que estaba
curado, regresó, alabando a Dios en voz alta, se postró a los pies de
Jesús y le dio las gracias. Ése era un samaritano. Entonces dijo Jesús:
“¿No eran diez los que quedaron limpios? ¿Dónde están los otros
nueve? ¿No ha habido nadie, fuera de este extranjero, que volviera
para dar gloria a Dios?” Después le dijo al samaritano: Levántate y
vete. Tu fe te ha salvado. Palabra del Señor.

Repasar el texto leído


(Se pregunta a los participantes y responden leyendo los versículos
en su Biblia)

¿Por dónde pasó Jesús cuando caminaba a Jerusalén? v.11

¿Quiénes salieron a su encuentro? v.12

¿Qué dijeron los leprosos a Jesús? v.13

¿Qué les ordenó Jesús? v.14

¿Qué hizo uno de los leprosos? v.15

¿Qué postura tomó estando ante Jesús y quién era? v.16

¿Qué preguntó Jesús cuando vino uno de los leprosos? vv.17-18

¿Qué dijo Jesús cuando despidió al leproso? v.19

Explicación del texto

Este texto también es una narración exclusiva de san Lucas,


temáticamente está ligada a la narración de la parábola anterior: El
amo no tiene porqué agradecer el servicio del siervo porque hizo
solamente lo que tenía qué hacer; en esta narración recomienda la
gratitud del que ha sido curado por Jesús; las dos narraciones
concluyen con la necesidad de la fe.

Este relato seguramente se funda en la tradición que transmitió san


Marcos, 1,40-45, aunque aquí no termina como los milagros, donde la
gente se asombra y da gloria a Dios. Esta parábola finaliza diciendo:
“Levántate y vete. Tu fe te ha salvado”; señala las disposiciones que
exige la oración: gratitud, perseverancia y arrepentimiento.

Jesús pasó a lo largo del límite de las dos provincias, para llegar hasta
el valle del Jordán y descender luego a Jericó, desde donde
emprendería el viaje hacia Jerusalén. Sin embargo sabemos que Lucas
se distingue por su escasa información geográfica de Palestina. La
referencia geográfica tiene más una intención teológica, Jesús realiza
sus obras de salvación entre la gente pagana, de ahí que haya sido
un samaritano quien regresa a dar gracias. Los judíos se han cerrado
al mensaje y a la obra de Dios a través de Jesús, aunque han recibido
el beneficio de la elección, no están dispuesto a escucharlo y a
recibirlo.

Los samaritanos son las personas con los que los judíos no conviven
habitualmente, son extranjeros paganos considerados impuros. Aquí,
la miseria que ocasiona la enfermedad los obliga a vivir en compañía,
las condiciones que comparten hace posible vivir juntos a los judíos y
al samaritano.

Jesús los envía a presentarse ante el sacerdote, para que de


testimonio de que han sido curados, esto era lo que mandaba la ley,
el sacerdote los declaraba impuros y el sacerdote también los
declaraba puros cuando sanaban. Una vez declarados puros, pueden
acercarse al templo y participar en la liturgia con toda la comunidad.

Lo más probable es que el samaritano se presentara ante sus propios


sacerdotes, cerca del monte Garizim. Pero regresó a dar gracias,
como lo hizo el extranjero Naamán de Siria que regresó junto a Eliseo
después de curarse de su lepra (2Re 5,15). Dio gracias bendiciendo y
dando gloria, proclamando las acciones redentoras que Dios hizo en
su propia situación personal.

2. MEDITACIÓN DEL TEXTO


(Cada participante puede compartir su reflexión personal)

El camino que sigue Jesús el Maestro, lo conduce hacia Jerusalén, al


lugar del sacrificio, al cumplimiento fiel de su vocación. Para vivir hay
que morir, para que la vida no quede infecunda se tiene que
desgastar en el servicio. Nacimos para servir y morimos para vivir.
Éste el mismo camino que le toca vivir al discípulo, este camino de
Jesús traza el itinerario de todo discípulo, aquí está el sentido de su
vocación.

Antes de entrar en Jerusalén, Jesús primero tiene que pasar por las
regiones de Samaria y Galilea. Su camino pasa por la tierra de la
infidelidad (Samaria), y de la cotidianidad (Galilea). De la confianza
puesta en los ídolos y la seguridad en la prosperidad humana. Jesús
tiene que pasar entre los hombres que ponen su confianza en los
ídolos que son fugases y aparentes, y entre quienes se sacian en el
cuerpo con toda clase de cosas materiales y sensuales, pero eternos
insatisfechos en el alma y en el espíritu.

Jesús quiere llevar hacia Jerusalén la enfermedad de la lepra del


pecado de todos los hombres, ahí la clavará en la cruz, ahí sanará a la
humanidad entera representada en esos diez leprosos. Porque todos
hemos pecado, y merecemos el salario de la muerte. Todos somos
excluidos de la comunidad (Lv 13,46), separados de los hijos de Dios
como consecuencia del pecado, muertos en vida. Pero como en el
evangelio los leprosos sanados por Jesús, también representan a toda
la humanidad, llamada a formar parte de la comunidad de los hijos
que escuchan y cumplen la palabra del Padre.

El milagro de Jesús no significa sólo una curación física, sino una


restauración en la vida social de su pueblo. Sin embargo, sólo un
extranjero tuvo bastante fe para reconocer la bondad de Dios que
actuaba en Jesús. Además de mostrarse la gratitud del hombre ante
los dones de Dios, nos ilustra sobre la fe de la que había hablado a los
discípulos (17,5). Es la respuesta confiada del hombre ante la gracia
de Dios que siempre nos precede.

El camino de la salvación está abierto a todos, Jesús sigue esperando


la súplica confiada los hombres que pidan la sanación, incluso a los
que el mundo de hoy excluye y margina. Sólo la fe en Jesús
manifestada por el samaritano le aporta la salvación, no basta
sentirse curado y marcharse, es necesaria la unión íntima con el
Salvador, la adoración y la acción de gracias que podemos tributar en
cada eucaristía.

Vayamos también nosotros con los sacerdotes y recibamos de ellos la


Palabra y los sacramentos por que en ellos está la presencia
salvadora y renovadora de Jesús. Ahí encontraremos la salud para
nuestra enfermedad personal y la enfermedad de nuestro mundo.

3. COMPROMISO PERSONAL Y COMUNITARIO


(Cada participante puede proponer compromisos personales y
comunitarios)

 Reconocer que somos pecadores, necesitados de la salvación


de Jesús.

 Rechazar el pecado, pero nunca a una persona porque es


pecadora.

 Hacer una oración de acción de gracias por el don de la


salvación en Jesús.

 Participar en la Eucaristía y en la adoración del Santísimo


Sacramento, pidiendo el aumento y la fortaleza de fe.

 Salir a la misión para llevar a otros el mensaje de la


reconciliación de Jesús y anunciar que vino por los pecadores y
no por los justos.

4. ORACIÓN
(Se puede hacer una oración donde participe quien guste en voz alta
y den gracias a Dios por la Palabra escuchada o recitar alguna oración
ya formulada)
Señor, Tu siempre me has dado
La fuerza necesaria,
y, aunque débil,
Creo en Ti.

Señor, Tu siempre me has guardado


En la prueba,
Y, aunque estoy en ella,
Creo en Ti.

Señor, Tu siempre me has dado


La paz de cada día,
y, aunque angustiado,
Creo en Ti.

Señor, Tu siempre has alumbrado


Mis tinieblas,
Y, aunque no tengo luz,
Creo en Ti.

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