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Cervantes
Aurelio González
El Colegio de M é x i c o
La multiforme y rica obra literaria cervantina tiene una valoración que se renueva
continuamente y que desde cada género y en cada momento provoca nuevas
interpretaciones, sin embargo, la parte teatral casi siempre es una de las menos valoradas,
aunque por lo general se salvan los entremeses. Pero no hay que olvidar que Cervantes,
aunque sea el autor con el que se inicia la novela moderna, especialmente con la
publicación del Quijote en 1605, era también un hombre de teatro que, a pesar de
muchas de las opiniones de la crítica moderna del siglo X X sobre su fracaso e incapacidad
teatrales, 1
conocía profundamente el teatro y sus mecanismos y es m u y probable
que entre 1582 y 1586 haya andado por los caminos de España junto con compañías
en las que pudiera haber llegado a remendar versos y tal v e z a dejar algún entremés.
Por otra parte Cervantes mismo, con la publicación de sus Comedias en 1616 dice
explícitamente que considera que las comedias B y los entremeses que las acompañanB
no son "tan malas ni tan malos que no mereciesen salir de las tinieblas del ingenio". 2
interesa.
casos también puede recoger elementos poéticos que pertenecerían con más razón
al texto literario. En este sentido, baste recordar las acotaciones de algunos autores
contemporáneos c o m o Valle Inclán (Luces de Bohemia), García Lorca (El público)
o Buero Vallejo (Las cartas abiertas). N o nos debe extrañar que los dramaturgos
del Siglo de Oro, poseedores de un amplio sentido de lo teatral, también incluyan,
en este tipo de texto paralelo, elementos que pueden no ser estrictamente pertinentes
para la creación o el funcionamiento de la mecánica teatral. Por ejemplo, en el caso
de Cervantes, las afirmaciones que hace en las acotaciones sobre haber visto
personalmente situaciones c o m o la petición para las ánimas que hace Buitrago en
El gallardo español.
Cervantes no hace diferencias en los procedimientos generales de caracterización
de personajes en las comedias y los entremeses. N o olvidemos que nuestro autor
trata, desde una perspectiva escénica, el entremés de La cueva de Salamanca con
la técnica de la comedia:
el juego espacial es complejo y está perfectamente articulado en el texto dramático
empleando el tablado del corral en todas sus dimensiones (alto y bajo, horizontal
y dentro y fuera), pero sin recurrir a los artificios de la tramoya. La comicidad
haciendo alusión a las cuchilladas del andrajoso traje que le cuelgan del vestido y
de las calzas cual ridículos tentáculos de pulpo.
Es claro que un personaje también puede ser caracterizado por boca de otro personaje,
pero cuando se trata de la apariencia física o el vestido, esta caracterización debe
mantener una coherencia para que el público pueda seguir el significado de la obra.
Otra forma de caracterización empleada por Cervantes es a través de un tipo particular
de lenguaje, ya sea del propio personaje o de quienes le rodean, c o m o sucede en
El rufián dichoso, donde el lenguaje de germanía empleado indica la condición de
los personajes y sugiere el tipo de acciones que llevan a cabo:
GANCHOSO. Quiso Lugo empinarse sobre hombre,
y siendo rufo de primer tonsura,
asentarse en la cátedra de prima,
teniendo al lombre aquí por espantajo
LUGO. M i s sores, p o c o a poco. Y o soy m o z o
y mazo, y tengo hígados y bofes
El rufián dichoso, I, 1-8
Alfredo Hermenegildo nos dice con respecto a la función del personaje teatral
y la manera en que se debe interpretar lo siguiente:
El personaje dramático es un signo cargado de funciones Bactante, actor, rolB.
Es un signo al que se le adjudica una serie de objetivos alcanzables de m o d o
más o menos ritualizado. [...] El personaje no puede ser un signo preexistente
a la representación, un signo autónomo y libre de toda dependencia, de la contingencia
del hic et nunc de una deterrninada puesta en escena. El personaje textual no existe
de manera aislada. El personaje que surge de la representación de un texto dramático
no está solo, sino que se presenta rodeado del conjunto de discursos que le envuelven
y de las intervenciones que en t o m o a él llevan a cabo los otros personajes y
agentes de la representación. 14
Estos elementos implícitos en el texto dramático del entremés se deben plasmar sobre
el escenario con elementos que corresponden a la actuación, a la gestualidad de cada
uno. Esta gestualidad ha sido vista por Canavaggio incluso como una guía dinámica
de la pieza.
Dans La cueva de Salamanca, chaque personnage apparaît doté d=une gestualité
spécifique: le langage du corps extériorise les conduites respectives du mari naïf,
de l=épouse adultère et de sa complice, du barbier et du sacristain et de l=étudiant
inventif, construisant une polyphonie dont le crescendo s=identifie avec la progression
m ê m m e de l=action, et dont la scène finale constitue le point culminant. 16
Todos estos contrastes están enriquecidos con los matices del gesto de la cara
angustiada o sonriente de la actriz o el actor, su gesto falsamente contrariado o su
mirada crédula, tan difíciles de percibir fuera del tablado del corral, que dan nuevas
dimensiones o incluso interpretaciones a textos cómicos sobre el engaño del cónyuge
y la burla del sexo habituales en los entremeses (y en esto La cueva de Salamanca
no es ninguna excepción).
Por otra parte no hay que olvidar que los personajes prototípicos y tópicos de
este tipo de teatro como los pastores, gitanos, sacristanes, rufianes, estudiantes, soldados,
etc. adquieren verosimilitud y sentido en un espacio determinado que les es natural.
La caracterización en otro tipo de espacios se modifica y se puede volver entonces
incluso contraria a su primer significado. Se entiende fácilmente que la presencia,
por ejemplo, de un rústico pastor en el ámbito de la corte por sí sola puede generar
en el momento de la representación una situación cómica o dramática. La reacción
de los otros personajes ante esta situación inclusive los caracterizará.
Otro elemento que subraya la caracterización burlesca de los personajes son los
Cervantes pensaba que "los tiempos mudan las cosas / y perficionan las artes"
y así se lo hace decir al personaje de la Comedia en El rufián dichoso (II, 1229-1230)
y es en esta línea en la que el estudio de su obra dramática puede resultar más
enriquecedor sin relacionarlo tan estrechamente con sus otras producciones, en especial
con el Quijote.
También hay que tomar en cuenta que Cervantes no aceptó y ciegamente la propuesta
de la comedia de Lope, pero tampoco la rechazó totalmente, no podía hacerlo alguien
que c o m o él entendía y valoraba la creación dramática.
A l hablar del teatro y de los entremeses cervantinos, lo que en realidad no se
debe olvidar es que se trata de un autor del Barroco con extremos y contrastes, y
que como tal se adentró por caminos complejos en los cuales planteó su forma personal
de concebir el teatro empleando aquellas técnicas de su tiempo que le parecieron
más adecuadas a sus objetivos. En su teatro Cervantes no olvida nunca la dimensión
humana ni siquiera cuando la condición del género entremesil implica que es esencial
hacer reír.
1
Baste citar algunas: Cotarelo y Valledor: "Las comedias de Cervantes más se parecen
a una novela dialogada que a lo que ahora se llama obra dramática"; Entwistle: "His mind
was that of a novelist... he saw no essential difference between a play and a short story";
incluso grandes especialistas de nuestros días en la obra teatral cervantina como Stanislav
Zimic consideran que "Cervantes, en efecto, no parece satisfacerse con la mera presentación
de la acción dramática. Se observa en él una constante tendencia a novelarla" y Joaquín Casalduero,
quien ha revisado toda la producción cervantina buscando su sentido y forma identifica la
nueva estética de la comedia cervantina en la estructura del Quijote de 1615. Sin embargo,
también hay que hacer notar los estudios globales de 1966 de Casalduero, en 1977 la magna
obra de Canavaggio y en 1992, la revisión de Stanislav Zimic.
2
Miguel de Cervantes, Teatro completo, ed. de Florencio Sevilla Arroyo y Antonio Rey
Hazas, Planeta, Barcelona, 1987, p. 12.
3
José de Jesús Bustos Tovar, "La construcción del diálogo en los entremeses cervantinos",
en José Berbel, Heraclia Castellón, Antonio Orejudo y Antonio Serrano (eds.), En torno al
teatro del Siglo de oro. Actas jornadas XII-XIII. Almería, Instituto de Estudios Almerienses,
Almería, 1996, p. 278.
4
Miguel de Cervantes, Entremeses, ed. de Eugenio Asensio, Castalia, Madrid, 1970, p.
41.
5
Eugenio Asensio, Itinerario del entremés: desde Lope de Rueda a Quiñones de Benavente,
Gredos, Madrid, 1965, p. 101.
6
Cuando en el teatro se quiere emplear este recurso lo más frecuente es utilizar a un
personaje para que llene las funciones del narrador, en muchos casos privándolo incluso de
cualquier participación dramática efectiva que rebase la del simple observador que abandona
el espacio dramático (el de la ficción) para situarse en el espacio escénico (el de la representación),
casi como en un dilatado aparte. En estos casos, por lo general, el personaje no será un narrador
de tipo omnisciente.
7
Cf. Tadeusz Kowsan, Literatura y espectáculo, Taurus, Madrid, 1992, p. 180.
8
Teresa Kirschner, "Técnicas de representación de la multitud en el teatro de Lope de
Vega", en Encuentros y desencuentros de culturas: desde la Edad Media al siglo XVIII. AIH
Actas Irvine-92, Universidad de California, Irvine, 1994, p. 155.
9
Teresa Kirschner, "Desarrollo de la puesta en escena en el teatro histórico de Lope de
Vega" en Revista Canadiense de Estudios Hispánicos, 15-3 (1991), pp. 453-464.
Véase: Alfredo Hermenegildo, "Los signos condicionantes de la representación: el bloque
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didascálico", en Luis T. González del Valle y Julio Baena, eds., Critical Essays on the Literatures
of Spain and Spanish America, Society of Spanish and Spanish-American Studies, Boulder,
Colorado, 1991, pp. 121-131.
Aurelio González, "Construcción del espacio dramático en el entremés de La cueva
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cervantino", en Aurelio González (ed.), Texto y representación en el teatro del Siglo de Oro,
El Colegio de México, México, 1997, pp. 11-21.
Cito por la edición del Teatro completo, op. cit., e indico la jornada y el número del
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verso en las comedias (en el caso de las acotaciones indico el inmediato) y de página en
los entremeses en prosa.
Alfredo Hermenegildo, Juegos dramáticos de la locura festiva, José de J. Olafleta, Palma
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