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Por, Juan Antonio García Amado
No, no es lo que ustedes están pensando. Tampoco pretendo llamar paquetes a los
progres. Sólo quiero formular una pregunta para que me la responda quien tenga
más luces que las mías. Concreto la cuestión: ¿por qué la ideología si así se puede
llamar del progre abraza nunca mejor dicho, abraza apretadamente contenidos
tan variopintos y hasta difícilmente conciliables?
A continuación voy a enumerar algunos de ellos, pero déjenme antes formular algo
sobre la definición de progre. “Progre” no es aquí empleado como sinónimo de
persona de pensamiento avanzado en temas sociales y económicos, ni de
anticonservador ni, menos, de sujeto con ideas que según la tradición
corresponderían a partidos o movimientos políticos de izquierda. Si tengo que definir
concretamente qué entiendo por “progre”, diría que es aquel individuo (o individua y
tal) que asume como componentes esenciales de su credo vital y de su posición
política todas o la gran mayoría de las ideas heterogéneas y hasta contradictorias
que voy a ir mencionando a continuación. El progre es el que se apunta a todo eso
de una tacada y sin pararse a pensar que todo no cabe así como así en el mismo
cesto y que algunos de esos elementos son incluso difícilmente compatibles con lo
que toda la vida se ha considerado izquierdista, progresista o simplemente
democrático. Progre es el que toma ese paquete entero, porque sí, sin mayor
discernimiento y porque todo eso es lo progre según los progres con los que se
relaciona. A esa indefinida definición ideológica añade luego aunque no es asunto
que vayamos a tocar aquí en este momento algunos rasgos peculiares en la
manera de vestirse, de arreglarse, de colocarse delante de una barra y de hablar
sobre vinos, sobre cine o sobre tipos de soja. Pero en esta ocasión sólo tomaremos
en cuenta sus peculiares ideas características.
Allá va todo ese cúmulo de ideas y eslóganes que caracterizan el pensamiento más
bien acrítico del “progre”:
1. Ecologismo. Suele ser urbanita a tope, pues en las aldeas no abundan los
progres y sobre ecologismo en ellas se lee poco, para qué. Le gusta vincular lo
ecológico con lo saludable y considera acto de muy relevante militancia el comer
tomates o calabacines de agricultura ecológica. Aparte de todos esos detalles
domésticos, tiene muy buena disposición para defender los animales en general y
una debilidad especial por las focas y las ballenas.
2. Feminismo. El progre bajo ningún concepto formularía crítica u objeción a
ninguna de las variantes o corrientes de ese muy plural movimiento llamado
feminismo. Es más, tuerce el gesto cuando alguien que no sea mujer objeta a esta o
a aquella autora feminista, cualquiera. Sin embargo, raramente se ve al varón
progre casado o duraderamente emparejado con una feminista de estricta
observancia, suponiendo que las haya. Él sabrá por qué, yo en esas cuestiones
íntimas no me meto.
3. Pacifismo. Está contra la guerra. Simplemente. Otra cosa es a qué llamamos
guerra. La de guerrillas, por ejemplo, la considera más bien insurgencia y ahí a lo
mejor caben matices. Pero la guerra de toda la vida la ve fatal, al margen de contra
quién sea o por qué. Cuando le preguntan qué le parece la guerra de ingleses,
rusos o norteamericanos contra las huestes de Hitler se va a otra mesa o pasa al
punto siguiente.
4. Antiamericanismo. Se opone con uñas y dientes a la dominante y abusona cultura
yanqui y al predominio económico, político y militar de los estadounidenses. Él los
conoce mejor que nadie, pues, por lo común, presume de su buen nivel de inglés,
asegura que se ha leído todo Faulker y bastante de Hemingway (últimamente y por
lo de la paridad, también cita a Carson McCullers y Sylvia Plath), si tiene hijos los
manda a un colegio inglés o al menos bilingüe, es fanático de las películas de Oliver
Stone y Tim Robbins y no se pierde concierto o disco recopilatorio de Dylan o Bruce
Springsteen.
5. Muticulturalismo y defensa de la inmigración. Que nadie critique en su presencia
a un extranjero, salvo que sea estadounidense, ni insinúe que a lo mejor las del
Islam son una religión y una cultura tan retrógradas como nuestro catolicismo
medieval o el de cuando Franco. Esas comparaciones le resultan sumamente
odiosas. Si un día tuviera hijas, no le importaría nada que se casaran con
musulmanes. Menos mal que está vasectomizado.
6. Contra la educación autoritaria. En materia educativa es carne de cañón para
pedagogos y autores de libros de autoayuda. Si es profesor, al reunirse en círculo
con sus estudiantes y ponerlos a ellos a elaborar los temas y exponerlos, se le
olvida con gesto feliz su oficio docente; al cobrar la nómina, no. Cree que los
conocimientos sólo deben adquirirse cuando a cada uno se lo pide el cuerpo, con
libertad, y así se lo aplica también a sí mismo, del modo más congruente.
7. Contra el cambio climático. Huy, casi se me olvida esto tan fundamental. Ahí no
hay concesiones. En lo del clima vamos hacia el desastre y no hay más que ver
cómo está el tiempo. Si hace calor es el calentamiento y si hace frío es un efecto de
feedback del calentamiento. De momento no va a vender el todoterreno, pero cree
que los granjeros deberían sacrificar unos millones de vacas.
8. Comunitarismo. En materia de filosofía política, el que llega ahí simpatiza mucho
con el comunitarismo, con el derecho de cada cultura a seguir siendo como es y con
la consiguiente prevalencia de los derechos colectivos, los derechos de la cultura
como tal, sobre los derechos individuales. Bien está que cada uno haga lo que
quiera, pero que rotule en la lengua de su comunidad. Afortunadamente, él o no
tiene comunidad o no tiene una tienda.
9. Tradicionalismo. Se emociona con las tradiciones populares. Las tradiciones de
todo tipo son el meollo de una nación y el reflejo mejor del espíritu de un pueblo. Y
tan emocionantes, además. Le encanta leer sobre las tradiciones de los esquimales,
los aymara o los bosquimanos, pero detesta las tradiciones españolas, con tanto
cura, tanta procesión y tanto rito absurdo.
10. Carrilbici. Algunos progres usan de vez en cuando la bicicleta (no me refiero a
la estática, que esa sí la utilizan casi todos) y otros nunca, pero todos coinciden en
dos detalles: uno, el estar contra los coches y defender que en las ciudades se dé
más lugar a las bicicletas y menos a los automóviles; otro, que si se enteran de que
tú te vas a Madrid mañana en tu coche, ya no sacan billete de tren, sino que van
contigo, pero no pagan ni en la gasolinera ni en el peaje, tal vez para no contribuir al
abuso de los vehículos de motor.
Bueno, podríamos buscar más caracteres, pero así, con diez, queda muy redonda la
descripción. Ahora un breve comentario.
Dado que ese tipo de progre es real y abunda, más allá de que mis descripciones
son caricatura, a mí me quedan dos preguntas, que dejo para ustedes. Una: dónde
queda la lucha por la igualdad de oportunidades y un Estado verdaderamente social.
Dos, y sobre todo: por qué a ellos les parece que son de izquierda y por qué los
partidos de izquierda les hacen la pelota a ellos. Opino que el progre es un
personaje más bien lamentable que opera como un auténtico impostor y que ha
conseguido suplantar a los que durante siglos han luchado de verdad por la
liberación e igualación de los oprimidos: contra la opresión económica.
¿Un ejemplo de progre? Je, no sea usted mala, mujer. Seguro que estamos
pensando en el mismo. Lo peor de la crisis ya pasó y tal. Ése. Pero hay más,
infinidad de ellos. Son una puñetera peste y urge una fumigación.
PD
. No me quedo tranquilo sin aclarar algo, por las dudas. Cualquiera de esas diez
opiniones las puede sustentar quien quiera con toda legitimidad y buenas razones.
Yo mismo simpatizo con alguna de ellas (pocas, la verdad). Lo que a mí no me
encaja es que se puedan defender las diez a la vez y en plan guay más que nada y
como quien recita los diez mandamientos y se siente un elegido. No sé si me
entiendes.