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La regulación política de la
diversidad: academias de lenguas
y prescripción idiomática1
Graciela Barrios

La regulación de la diversidad lingüística es el tema central de políti-


cas lingüísticas de diversa índole. Tradicionalmente, la tensión entre
uniformidad y diversidad se ha manifestado en políticas lingüísticas
homogeneizadoras de tipo purista, nacionalista e imperialista, con ob-
jetivos particulares aunque complementarios. Purismo, nacionalismo e
imperialismo lingüísticos adquieren mayor o menor relevancia y visibi-
lidad según las circunstancias del contexto histórico en que se inscriben
(consolidación de imperios o Estados nacionales, expansión colonial,
integración regional, etc.). En todos los casos operan agentes e instru-
mentos planificadores (academias, campañas idiomáticas, programas
educativos, etc.) que actúan sobre la diversidad y afectan a las prácticas
lingüísticas comunitarias.
Mientras que el purismo lingüístico promueve una determinada va-
riedad de lengua (la lengua estándar) como modelo de corrección idio-
mática, el nacionalismo lingüístico elige una determinada lengua (la len-
gua nacional) como referente identitario de la nación. El imperialismo
lingüístico, por su parte, promociona también una determinada lengua
(internacional), pero en este caso con el argumento de satisfacer nece-
sidades de comunicación amplia («languages of wider communication», en
el sentido de Fishman, 1971), más allá de la comunidad lingüística de
origen. En todos estos casos el objetivo último es la uniformidad: todos
los hablantes deben compartir una determinada lengua o variedad de
lengua para ser considerados ciudadanos cultos, buenos patriotas o par-
ticipantes de una cultura común (por ejemplo, la francofonía, la hispa-
nofonía o, de un modo más amplio, la así llamada cultura global).
El purismo lingüístico se remonta a la formación de las lenguas es-
tándares y ha secundado las políticas lingüísticas nacionalistas llevadas
adelante por los Estados nacionales. El imperialismo lingüístico es tan

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antiguo como la expansión de los grandes imperios de la antigüedad, se


continúa en los períodos de colonización y se confunde con el imperia-
lismo económico, tecnológico y cultural. Así, por ejemplo, el latín en
la antigüedad, el español, el portugués, el inglés y el francés durante
la colonización europea y, más recientemente, el inglés como lengua
paradigmática de la cultura global, expanden sus dominios de uso origi-
nales para imponerse como lenguas de comunicación amplia en nuevos
territorios sometidos políticamente o, por lo menos, dependientes en
términos económicos, tecnológicos y culturales.
Las políticas lingüísticas señaladas se relacionan y complementan
entre sí. Así, el purismo lingüístico acompaña la consolidación de las
lenguas nacionales a través de instituciones normativas que se crean para
velar por la pureza idiomática, pero sobre todo como referentes de la
nacionalidad. Por otra parte, muchos Estados nacionales se ven tentados
de expandir sus territorios o áreas de influencia (económica, cultural), de
modo que algunas lenguas nacionales adquieren propósitos imperialis-
tas y colonizadores. También aquí aparece la cuestión normativa ante la
disyuntiva práctica (y política) de determinar qué norma regional elegir
para la enseñanza de estas lenguas como extranjeras, discusión muy en
boga actualmente en el caso del español.
Los discursos puristas, nacionalistas e imperialistas también se vin-
culan entre sí cuando se interpreta que una lengua está amenazada por la
presión de otra, como ocurre actualmente en el caso de muchas lenguas
en relación con el inglés. La queja suele referirse tanto al estatus como
al corpus de las lenguas. Como ejemplo de lo primero podemos señalar
las discusiones sobre el creciente espacio que ocupa el inglés en el currí-
culo educativo de muchos países, o su preponderancia como lengua de
trabajo en organismos internacionales y en el ámbito científico. Como
ejemplo de lo segundo están las reacciones contra los extranjerismos
(interpretados sobre todo como anglicismos), que en algunos países han
dado lugar a legislación específica que apunta a su prohibición (cf., por
ejemplo, Garcés y Zilles, 2002).
Este trabajo discute algunas acciones de planificación lingüística en
el Uruguay en períodos históricos diversos, que ilustran desde plan-
teamientos fuertemente prescriptivos y nacionalistas hasta un recono-
cimiento expreso de la diversidad. Estos episodios tienen como prota-
gonistas a instituciones normativas de la lengua, campañas idiomáticas
y propuestas educativas, pero también a los discursos y prácticas lin-
güísticas que se generan en torno a lo anterior. La tensión entre uni-
dad y diversidad se retoma finalmente en el marco de la actual política

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lingüística exterior de España, donde el lema «unidad en la diversidad»


ocupa un lugar protagónico.

1. La prescripción idiomática

La norma lingüística, en tanto norma social, implica convenciones y


prescripciones. La lengua estándar se identifica con el «buen hablar y
escribir» y es el resultado de un tipo de planificación particular: la es-
tandarización lingüística. Ésta comprende distintas instancias, comen-
zando por la selección de una variedad que se impone sobre otras en
base al prestigio que le otorga el poder político, económico y cultural,
congruentemente con la función que se le asigna como marco de refe-
rencia para la corrección idiomática y vehículo de la educación (Garvin
y Mathiot, 1968). Esta variedad debe estar convenientemente codificada
y ser aceptada por la comunidad hablante. El proceso de estandarización
no termina en las instancias anteriores, sino que se sostiene en forma
permanente porque las lenguas cambian y también lo hacen sus condi-
ciones de uso, incluyendo las representaciones y actitudes lingüísticas.
La prescripción idiomática surge de la convicción de que en el len-
guaje, como en otros comportamientos sociales, las cosas deben ocu-
rrir de determinada manera, porque se considera que algunas formas
de actuar (o de hablar) son mejores que otras (Milroy y Milroy, 1985);
también se reconoce la existencia de autoridades encargadas de promo-
ver las formas prestigiosas y extender sus dominios de uso. Los juicios
prescriptivos que acompañan estas acciones parten de las esferas de po-
der pero logran adhesiones y se reproducen en el seno de la comunidad,
que desarrolla opiniones acerca de lo que es correcto o incorrecto y, en
caso de duda, recurre a la autoridad. En este juego de legitimaciones y
atribuciones se esgrimen argumentos variados, no siempre congruentes
o del todo convincentes.
Los comportamientos prescriptivos revelan ideologías puristas que
persiguen el respeto riguroso de la norma ejemplar. El purismo es una
ideología que fundamenta estrategias de ajuste para resistir o reemplazar
normas lingüísticas catalogadas como exógenas. En el plano lingüístico
se manifiesta en comportamientos xenófobos (rechazo a los extranjeris-
mos) y elitistas (rechazo a los vulgarismos).2 Se parte de la idea de una
lengua perfecta (Eco, 1994), hablada por hablantes perfectos (nativos,
cultos), que debe ser preservada en su pureza original.3 Todo lo que
resulta ajeno a ese modelo ejemplar es rechazado. Se crea así una conflic-

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tiva oposición entre «nosotros» y «los otros», que justifica movimientos


de ajuste propios de la estandarización: centralización, unificación, eli-
minación de la diversidad. Se ataca la diversidad que existe al interior de
una comunidad y se reduce el número de formas lingüísticas considera-
das legítimas. Los elementos percibidos como ajenos a la lengua propia
son rechazados, junto con los registros o sociolectos de escaso prestigio.
La prescripción idiomática focaliza las políticas lingüísticas de corte
purista, pero también aparece como condición o acotación (más o menos
tímida o explícita) de políticas lingüísticas que promueven la diversi-
dad (vinculadas con la ecología y derechos lingüísticos) y que, por su
naturaleza, podrían considerarse incompatibles con la prescripción idio-
mática. Como veremos en algunos casos tratados en este trabajo, puede
ocurrir que se reconozcan los derechos de las minorías lingüísticas pero
sólo a través de sus variedades estándares, o que se reconozca la diversi-
dad regional de una lengua pero solamente bajo el control y la mirada
atenta de las autoridades normativas tradicionales.

2. Las instituciones normativas

La legitimación institucional de las ideologías lingüísticas tiene como


protagonistas privilegiadas a las autoridades normativas, tanto de la
lengua (las academias, en su rol codificador) como de las prácticas lin-
güísticas (el sistema educativo, en su tarea de control de los hablantes).
Pero esta labor no podría llevarse a cabo exitosamente sin el soporte de
discursos públicos e institucionales que reproducen las ideologías im-
perantes, mediatizadas por la opinión de actores sociales que detentan
capital simbólico, y por la complicidad de los propios usuarios de la len-
gua a través de comentarios y comportamientos lingüísticos explícitos
(Bourdieu, 1985). Las quejas y lamentos sobre lo mal que hablamos no
son exclusivos de las autoridades normativas de la lengua, sino que se
reproducen en hablantes comunes de muy diversas características socia-
les, posiciones políticas, regiones, etc.
Las academias de lenguas son instituciones normativas por natura-
leza y, como tales, sus discursos y acciones promueven la uniformidad
lingüística. Las academias no son instituciones exclusivamente codifi-
cadoras; su labor filológica no se realiza en un vacío social (como nada
en el lenguaje puede hacerlo). Como instituciones insertas en el devenir
histórico y político de una comunidad, son agentes planificadores que
responden a lineamientos político-lingüísticos de más largo alcance.4

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Cumplen un rol práctico en la codificación de la lengua, pero son tam-


bién un referente simbólico interesante en la consolidación de actitudes
favorables hacia la lengua y variedad de lengua que promueven.
La función filológica y codificadora de las academias se sostiene con ar-
gumentos de carácter purista, mientras que su función política se proyecta
con argumentos nacionalistas y en algunos casos también imperialistas. La
función filológica no es de su exclusividad, y de hecho en los países que no
tienen academias de lenguas esta función es ejercida por particulares. Por
eso podríamos considerar que el objetivo último de una institución creada
expresamente para normalizar la lengua es eminentemente político, en
tanto referente de la autoridad y el prestigio de los Estados que represen-
tan. Mediante acciones explícitas de carácter administrativo/funcional y
discursos que respaldan esas decisiones, las academias contribuyen a crear
la representación de una lengua como objeto deseable, que permite el
funcionamiento social del individuo en las sociedades letradas y lo hace
partícipe de una comunidad lingüística mayor.
La autoridad que el poder político confiere a las academias hace que
sus decisiones lingüísticas tengan carácter de oficialidad. En el mundo
hispánico la última palabra en materia normativa la tiene la Real Aca-
demia Española (rae). En América este reconocimiento se manifiesta
oficialmente en el caso de las academias de la lengua española «corres-
pondientes» de la rae, e informalmente en los juicios de usuarios co-
munes que declaran su respeto hacia la autoridad lingüística de España.
Aunque gramáticos particulares, desde Andrés Bello en adelante, hayan
hecho y sigan haciendo aportes sustanciales a la codificación del español,
las obras avaladas por la rae ocupan un espacio normativo de privilegio
ya que están legitimadas por el reconocimiento histórico que las ex-
colonias le atribuyen a España en materia lingüística.
En el caso de la rae se da una situación compleja en la administra-
ción de la lengua que la convoca, por la extensión de su uso y la vigencia
de normas lingüísticas locales con autoridades normativas particulares.
El cuestionamiento hacia la autoridad peninsular tuvo su auge a media-
dos del siglo xix cuando en Hispanoamérica se produjeron sustanciosos
debates sobre la necesidad de fijar una norma local del español ameri-
cano, pues se percibía un contrasentido entre la independencia política
de los nuevos Estados americanos y la dependencia lingüística hacia el
organismo rector de la lengua española.
Las primeras academias en Hispanoamérica surgieron a fines del si-
glo xix y comienzos del xx, cuando el espíritu separatista de las ex-colo-
nias españolas cedió lugar ante la preocupación por mantener la unidad

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cultural y lingüística del mundo hispánico.5 Por este motivo, los países
americanos son en general condescendientes con la idea de mantener vín-
culos estrechos con España, aceptando lo que Cifuentes y Ros (1993: 139)
han calificado como un «imperialismo pacífico» de la rae (Asencio, 2006).

3. Purismo lingüístico en el Uruguay: la creación de la Academia


Nacional de Letras (1943)

En 1923 se crea en Uruguay, por disposición de la rae, la Academia


Uruguaya de la Lengua Correspondiente de la Real Academia Española,
en una relación de clara subordinación con la institución que la autoriza,
que es la que dispone el nombramiento de su director, Juan Zorrilla de
San Martín, escritor uruguayo de clara filiación hispanófila (Asencio,
2006). Veinte años después, en 1943, el Gobierno uruguayo crea la Aca-
demia Nacional de Letras (anl), que establece una relación de mayor
independencia institucional con la rae.
El decreto-ley 10 350 del 10 de febrero de 1943, que dispone la
creación de la anl, ilustra claramente la ideología purista de este tipo de
instituciones. El texto que se reproduce más abajo (Academia Nacional
de Letras, 1983) contiene todos los temas y argumentos que caracterizan
la lengua estándar y sus instituciones normativas. El discurso prescrip-
tivo establece un «deber ser» que no admite cuestionamientos y que en
el decreto-ley se formaliza a través de una estructura presuposicional de
«considerandos» (Asencio, 2006).

DECRETO-LEY N.º 10 350


Montevideo, febrero 10 de 1943.
Considerando: que el idioma es el mayor tesoro que nos legó España, el que,
por constituir como toda lengua viva, un órgano de perpetua transformación,
es necesario vigilar en su correcto empleo para evitar que factores adversos
contraríen su lógico proceso evolutivo;
Considerando: que el fuerte apoyo inmigratorio que ha recibido y recibe
la Nación de las más diversas procedencias y con los más variados caracte-
res étnicos y lingüísticos, al par de enriquecer nuestra lengua, la corrompe
y envicia por la introducción de giros, expresiones y vocablos de idiomas
foráneos, que el pueblo, desapercibido, sanciona con su uso inadecuado e
inconveniente;
Considerando: que la elaboración de expresiones populares, incide asimismo
sobre la pureza del lenguaje, extendiéndose desde los núcleos urbanos a todos

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los ámbitos del país, en forma que hace imperioso organizar un contralor
permanente y eficaz;
Considerando: que el idioma español, sin dejar de ser tal, adquiere en las na-
ciones del Nuevo Mundo modalidad particular que es necesario contemplar y
encauzar, pues si es verdad que el lenguaje en estos países no debe cristalizarse
en casticismo artificial quimérico, que el pueblo no siente y que sería arbitrario
imponer, tampoco puede permitirse que se vicie y corrompa con el uso de ex-
presiones y voces ordinarias o groseras, con menoscabo de la pureza idiomática;
Considerando: que escritores y filólogos de responsabilidad y jerarquía no-
torias en América Latina han señalado insistentemente este peligro que corre
nuestra lengua y que es deber del Estado recoger ese aviso, protegiendo ade-
cuadamente su evolución, razonada y estética;
Considerando: que en los países del Río de la Plata es donde más se acusa el
peligro, a pesar de lo cual Uruguay es uno de los pocos del Continente que
no ha creado un órgano destinado a cumplir esta trascendental misión, como
lo ha hecho la República Argentina hace más de dos lustros al igual que los
Estados Unidos del Brasil en cuanto al idioma pertinente;
Considerando: que nuestra lengua es instrumento admirable de vinculación
y solidaridad entre dieciocho naciones de América, lo que exige se le consi-
dere particularmente bajo su faz continental y nacional, sin perjuicio de las
relaciones necesarias y cordiales con la Academia Española de la Lengua y
demás instituciones peninsulares;
Considerando: que según la opinión de algunos de los escritores, filólogos y
gramáticos uruguayos de mayor prestancia, es conveniente crear un instituto
público que ejerza el rectorado de la cultura literaria del país, así en lo que
se refiere a su sentido espiritual y social, como a su instrumento de expresión
que es el idioma, sobre cuya pureza y conservación es necesario velar;
Considerando: que ese instituto para llenar cumplidamente sus fines debe
gozar de la mayor autonomía,
El Presidente de la República acuerda y decreta
Artículo 1.º - Créase la Academia Nacional de Letras, la que será formada por
diecinueve miembros de número.
Artículo 2.º - Desígnase para formar el núcleo inicial de la Academia Na-
cional de Letras a los señores Monseñor Antonio María Barbieri, Dr. Víctor
Pérez Petit, Raúl Montero Bustamante, Dr. Emilio Frugoni, Álvaro A. Vas-
seur, señora Juana de Ibarbourou, señores Dr. Emilio Oribe, Alberto Zum
Felde y Dr. Carlos Martínez Vigil.
Artículo 3.º - Los académicos de número designados elegirán por mayoría
de votos las personas que deben integrar la Academia hasta completar el
número máximo de miembros.
Artículo 4.º - La Academia Nacional de Letras, una vez integrada, proyectará
y someterá a la aprobación del Poder Ejecutivo el estatuto y reglamento de la
misma.

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Artículo 5.º - Una vez aprobados los documentos a que se refiere el artículo
anterior, la Academia Nacional de Letras será instalada en solemne sesión
pública por el Ministro de Instrucción Pública.
Artículo 6.º - Comuníquese, publíquese, etc.

La interpretación negativa de los procesos de cambio («factores adversos»


que contrarían el «lógico proceso evolutivo» de la lengua) justifica la apli-
cación de actos correctivos (Neustupny, 1989) y la intervención de la
autoridad, encargada de vigilar el «correcto empleo» de la lengua mediante
un «contralor permanente y eficaz».
Esta responsabilidad se deposita en la autoridad del Estado («es deber
del Estado recoger ese aviso, protegiendo adecuadamente su evolución, razonada
y estética»), a través de subagentes planificadores («escritores y filólogos de
responsabilidad y jerarquía notorias en América Latina»; «escritores, filólogos
y gramáticos uruguayos de mayor prestancia») a los que se califica de un
modo laudatorio para destacar su legitimidad.
Se espera que la institución creada ejerza un liderazgo en materia
lingüística y cultural («es conveniente crear un instituto público que ejerza
el rectorado de la cultura literaria del país»; «un órgano destinado a cumplir
esta trascendental misión»), y por la tarea asignada se deduce el prestigio
asignado y el reconocimiento de que será objeto.
La diversidad lingüística de la comunidad sobre la que deberá ac-
tuar la anl aparece referida directamente en su dimensión geográfica
(inmigrantes, naciones del Nuevo Mundo y países del Río de la Plata) e
indirectamente en su dimensión social («expresiones populares»). Esta di-
versidad se evalúa en términos contradictorios, ya que el reconocimiento
de que todo lo anterior permite «enriquecer nuestra lengua» se neutraliza
con una alerta de peligro ante la alteridad, estigmatizada como «expre-
siones foráneas» y «expresiones populares».
La autoridad se legitima con argumentos paternalistas que, sin em-
bargo, dejan traslucir un cierto menosprecio por los hablantes comunes,
a quienes se niega capacidad de discernimiento («el pueblo, desapercibido»).
La autoridad se atribuye además la potestad de interpretar los senti-
mientos y expectativas de la población («que el pueblo no siente y que sería
arbitrario imponer») y nos recuerda que formamos parte de una comuni-
dad lingüística determinada, que su lengua es patrimonio invalorable
de nuestra nacionalidad, y que existen instituciones que velan por su
conservación y difusión del mismo modo como pueden velar por nues-
tras buenas costumbres.

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Las expresiones y los calificativos que aparecen en la ley no dejan lugar


a dudas sobre las funciones prescriptiva y política del organismo propues-
to, y sobre los prejuicios que genera hacia quienes no comparten sus pará-
metros de corrección. El discurso de creación de la anl asume un carácter
catequizante en relación con el «pueblo desapercibido» y se explaya en expre-
siones dicotómicas fuertemente contrastantes. El «mal hablar» se mani-
fiesta a través de expresiones negativas como «factores adversos», «corrompe y
envicia», «inadecuado e inconveniente», «vicie y corrompa», «idiomas foráneos»,
«expresiones y voces ordinarias o groseras», mientras que el «buen hablar»
se identifica con «tesoro», «responsabilidad y jerarquía notorias», «pureza»,
«trascendental misión», «relaciones necesarias y cordiales», «sentido espiritual
y social», «pureza y conservación», «admirable vinculación y solidaridad», y
sobre todo con la lengua propia: «nuestra lengua».
Las lenguas estándares forman parte del acervo histórico de las comu-
nidades, que necesitan anclar sus lenguas en una dimensión histórica.
Un idioma es arraigado no sólo porque se remonta a orígenes conside-
rados limpios y valiosos, sino por su relación con una tradición cultural
viva (Gallardo, 1978). En el caso de lenguas de colonización como el
español, el inglés o el portugués, ocurre un replanteamiento en términos
de arraigo que acompaña el desarrollo de normas lingüísticas locales,
que establecen a su vez un campo de posibles conflictos identitarios
entre colonizadores y colonizados.
Desde el primer «considerando» del texto fundacional de la anl,
la presentación de la lengua española como patrimonio y legado deja
constancia del vínculo con España: «el idioma es el mayor tesoro que nos
legó España». Resulta interesante esta constatación, teniendo en cuenta
el objetivo central de la ley. La propuesta de creación de una academia
uruguaya es un acto de afirmación nacional que, sin embargo, se atenúa
en la medida en que reivindica la función participativa de la lengua es-
pañola por encima de cualquier aspiración separatista.
También se reivindica la experiencia común americana («el idioma
español [...], adquiere en las naciones del Nuevo Mundo modalidad particu-
lar», «escritores y filólogos de responsabilidad y jerarquía notorias en América
Latina») y en particular con el Río de la Plata. El peligro aludido («en
los países del Río de la Plata es donde más se acusa el peligro») refiere a una
experiencia histórica y social compartida: la inmigración europea (el
«fuerte apoyo inmigratorio que ha recibido y recibe la Nación»), e incluye las
«expresiones populares» que se extienden desde la ciudad al resto del país,
hecho motivado por la radicación predominantemente urbana de los
inmigrantes.

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La ubicación geográfica de experiencias compartidas se particulariza


aún más en la referencia a los países limítrofes, cuyo ejemplo se insta a
seguir en la creación de la academia («como lo ha hecho la República Argen-
tina [...] al igual que los Estados Unidos del Brasil»).
La función participativa de «nuestra lengua» se enfatiza al representár-
sela como un «instrumento admirable de vinculación y solidaridad entre die-
ciocho naciones de América, lo que exige se le considere particularmente bajo su
faz continental y nacional». Lo anterior sirve de justificación una vez más
para ratificar el vínculo con España («las relaciones necesarias y cordiales
con la Academia Española de la Lengua y demás instituciones peninsulares»).
La ley de creación de la anl de Uruguay explicita fuertemente su
vocación prescriptiva y más tenuemente el espíritu nacionalista de una
autoridad lingüística propia. Se retoma el pensamiento decimonónico
de Andrés Bello de reconocimiento de las realidades lingüísticas loca-
les, sin perder de vista el destino de la lengua española en su conjunto.
La prescripción idiomática opera como contenedora de la diversidad, al
tiempo que la administración normativa de las particularidades regio-
nales previene cualquier peligro de fragmentación lingüística.

4. Prescripción y campañas idiomáticas:


«Hablemos correctamente nuestro idioma» (1979)

Las políticas homogeneizadoras también se canalizan en campañas idio-


máticas. Durante la dictadura militar en el Uruguay (1973-1985) se
llevaron a cabo tres campañas vinculadas con la afirmación de la lengua
española: una de lucha contra el portugués hablado en el norte del país
(1978) (Barrios y Pugliese, 2005), otra de corte purista («Hablemos co-
rrectamente nuestro idioma», 1979) (Barrios y Pugliese, 2005) y una terce-
ra de alfabetización (1982) (Barrios y Asencio, 2003).
Nunca como durante este período el discurso y las acciones prescripti-
vas fueron tan aguerridos en este país. Nacionalismo y xenofobia apelaron
al español como símbolo de la identidad uruguaya, catalogando como
antipatriota a todo aquel que se apartara del uso (y buen uso) de esta len-
gua. Homogeneidad e identidad nacional se plantearon como sinónimos
y cualquier digresión a esta analogía pasó a considerarse una amenaza a
«nuestro modo de ser».
Las campañas supusieron la estigmatización explícita de minorías lin-
güísticas regionales (las poblaciones lusohablantes de frontera), pero tam-
bién de todos aquellos que no hablaran un español correcto. Mediante este

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tipo de señalamiento, se buscaba concientizar a los usuarios de la lengua


sobre el valor del «buen hablar» como símbolo de identidad nacional:

Se combatirá el envilecimiento del lenguaje, rescatando su pureza original,


con órganos de contralor que contribuirán a la exaltación de valores comprometi-
dos por falta de extensión de los conocimientos o por […] la intromisión penosa
de elementos ajenos a nuestro modo de ser.[6] [El País, 04/12/1978.]

El espíritu nacionalista tuvo su mayor expresión en la campaña de lucha


contra el portugués, en que afirmaciones de este tenor aparecían fre-
cuentemente en las autoridades de gobierno:

Estamos interesados en mantener nuestra nacionalidad a toda costa y por eso


seguiremos trabajando incansablemente. [El País, 23/06/1980.]

[...] confiemos en que el Uruguay mantendrá su identidad nacional a pesar de


la incidencia de factores contra los cuales no es fácil luchar. Tenemos raíces dema-
siado profundas, vigorosas y singulares como para alimentar nuestra seguridad de
que preservaremos en ser como felizmente somos. [El País, 27/09/1978.]

[El portugués] es sin duda, una realidad, contra la cual estamos luchando para
mantener lo que debe ser nuestro idioma. La afirmación nacional es una
preocupación a todos los niveles, tanto en los centros de enseñanza como en los
órganos de centros de gobierno. [El Día, 17/09/1978.]

La campaña purista de 1979 duró seis meses, durante los cuales se pu-
blicaron 69 textos diferentes con una reiteración diaria en diversos me-
dios de prensa. El modo de presentación de la información coincidía
con la formulación típica de los actos correctivos (Neustupny, 1989):
una expresión incorrecta (p. ej., «El zapato me apreta») seguida por
la indicación de su uso correcto (p. ej., «El zapato me aprieta») y una
fundamentación de la incorrección (p. ej. «El verbo irregular apretar se
conjuga como acertar, alentar, etc.»). Se incluía un dibujo alusivo y el
siguiente eslogan: «El buen uso de su idioma es uno de los más significativos
índices de la cultura de una nación». Todos los avisos remitían a la auto-
ridad del Ministerio de Educación y Cultura. El eslogan de la campaña
explicitaba su carácter nacionalista y estimulaba, como lo hacía la ley
de creación de la anl, la propiedad de arraigo de la lengua estándar
(Gallardo, 1978), que la califica como parte del acervo histórico de una
sociedad culturalmente identificable.
En los textos de la campaña se instala tajantemente el discurso del
«deber ser» («no debe emplearse»): quien recibe el mensaje comprende

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que sus comportamientos lingüísticos son controlados y evaluados por


la autoridad política de turno, que se remite a su vez a la autoridad
especializada de la rae. Efectivamente, es la rae (y no la anl urugua-
ya) quien aparece mencionada en varios textos de la campaña, con la
expectativa de que su evocación confirme la validez y seriedad de las
recomendaciones:

Incorrecto Correcto Comentario


El verbo correcto es pro-
mover, promocionar no es-
La prensa promocionó el La prensa promovió el tu-
tá aceptado como verbo
turismo rismo
por la Real Academia Es-
pañola
Organigrama, palabra incor-
porada hace poco al Dic-
cionario académico signi-
Observa cuidadosamente Observa cuidadosamente
fica ‘sinopsis o esquema de
el organograma el organigrama
la organización de una en-
tidad, de una empresa o de
una tarea’

Los «comentarios» de la campaña oscilan entre una actitud autoritaria y


paternalista ante el «pueblo desapercibido» que comete errores por falta de
conocimiento. Estos comentarios buscan legitimar las formas canónicas,
pero muchas veces resultan incongruentes o poco convincentes, como en
estos ejemplos que introducen triviales apreciaciones de sentido común:

Incorrecto Correcto Comentario


Voló por el aire inmedia-
Voló inmediatamente Sólo se vuela por el aire
tamente
Es imposible entrar para
Entró para adentro Entró
afuera
Es imposible bajar para
Bajó para abajo Bajó
arriba

Si nos colocamos «bajo» el


Lo considera bajo el pun- Lo considera desde el
punto de vista histórico no
to de vista histórico punto de vista histórico
vemos ni apreciamos nada

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Los comentarios sobre extranjerismos incluyen consideraciones prácti-


cas (se los califica de «innecesarios»). Como acotación al margen, resul-
ta curioso que justamente los extranjerismos elegidos (versus, bouquet,
speaker) tengan un uso muy restringido en el español uruguayo, lo que
refleja el hiato existente entre el «deber ser» de la autoridad y los usos
reales de la comunidad lingüística:

Incorrecto Correcto Comentario


Versus es un latinismo in-
necesario. Se puede decir
Nacional versus Peñarol Nacional contra Peñarol «juega Nacional contra Pe-
ñarol» o «juegan Nacional
y Peñarol»
Le ofreció un bouquet de Le ofreció un ramo de Bouquet es un galicismo
flores flores innecesario
Speaker es un anglicismo
Lo entrevistó el speaker Lo entrevistó el locutor
innecesario

La calificación del un neologismo como «absurdo» en uno de los comen-


tarios de la campaña revela una suerte de fastidio ante la ignorancia del
«pueblo desapercibido», actitud que debería compartir en todo caso quien
recibe el mensaje, si tenemos en cuenta que se está prohibiendo una
forma (campeonarán) extraña para cualquier uruguayo:

Incorrecto Correcto Comentario


Creen que se campeona- Creen que resultarán Campeonarse es un neolo-
rán campeones gismo absurdo

Algunos comentarios apelan a constataciones de una realidad lingüísti-


ca indefinida. La indicación de que «nadie dice» o «nadie diría» parece
acotar el universo de referencia a un círculo exclusivo de usuarios de la
lengua estándar. Pero aun con este criterio, los ejemplos elegidos son
poco felices: en el primer caso quizás algunos uruguayos usen la for-
ma «incorrecta» el modisto, pero lo que seguramente «nadie usa» es el
equivalente «correcto» (el modista). Por el contrario, las formas a mí me
parece y me parece, que se califican como «incorrecta» y «correcta» respec-
tivamente, son igualmente frecuentes en el español uruguayo, aunque
con diferencias pragmáticas y de registro. Nótese además el comentario
incongruente que sigue al ejemplo mencionado:

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604  |  El dardo en la Academia

Incorrecto Correcto Comentario


Nadie dice «el futbolisto»
El modisto El modista ni «el pianisto» ni «el tra-
pecisto»
Se sobreentiende que «a
A mí me parece Me parece mi». Nadie diría «a ella
me parece»

Quizás los comentarios más interesantes sean, sin embargo, los que no
ofrecen de hecho ningún tipo de explicación, porque se limitan a catalo-
gar como inexistente cualquier forma que no haya sido consagrada por
la autoridad y, por propiedad transitiva, ignorando también a quienes
las emplean.

Incorrecto Correcto Comentario


Primar no existe en nues-
Primó su criterio Privó su criterio
tro lexicón.

Como señalamos en Barrios y Pugliese (2005), la desprolijidad e incon-


gruencia de los fenómenos lingüísticos seleccionados en esta campaña
cuestionan cualquier tipo de finalidad didáctica. De hecho, los conte-
nidos de la campaña desempeñan una función meramente anecdótica,
porque lo que importa no son en realidad los contenidos sino la exis-
tencia misma de una campaña de este tenor. Por su mera existencia, se
nos recuerda que somos partícipes de una comunidad que comparte una
lengua que debe ser preservada y que es patrimonio invalorable de la
nacionalidad; que existen instituciones que se preocupan por la conser-
vación del español en su estado más puro y que estas instituciones velan
por las buenas costumbres del individuo, con un rol paternalista que
intenta disimular el autoritarismo.
La afirmación de la autoridad (aunque sea en algo aparentemente
secundario como es el uso del lenguaje) es el objetivo primordial para
un gobierno como el del período estudiado, pero no es de su exclusivi-
dad. A través de campañas idiomáticas como las referidas se fomenta la
convicción de que en la lengua, como en otros funcionamientos sociales
y políticos, hay formas correctas e incorrectas de actuar, y que existe una
autoridad de referencia a la que podemos recurrir en casos de duda.

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Graciela Barrios  |  605

5. Crónica de una campaña abortada: un llamado de atención


ante la prescripción lingüística (1999)

Las campañas idiomáticas de la dictadura militar en Uruguay fueron se-


guidas por una suerte de vacío discursivo sobre cuestiones lingüísticas,
que coincidió con el retorno de la democracia en 1985. Recién en 1999
hubo un nuevo intento de campaña idiomática. Las acciones fueron pro-
movidas por el entonces ministro de Educación y Cultura, Yamandú
Fau, como resultado de las «malas palabras» empleadas en un programa
de televisión. El hecho concitó la inmediata reacción de autoridades y
público en general, con una repercusión mediática importante y un lla-
mado a las «buenas costumbres».
El ministro Fau señaló que «la chabacanería, la vulgaridad y la gro-
sería están invadiendo de manera hostil y agraviante los medios de co-
municación», y el presidente de la República, Julio María Sanguinetti

[...] se mostró preocupado por el léxico que se utiliza en algunos programas de


consumo masivo y coincidió con el ministro en la necesidad de iniciar una ofensiva
para defender y cuidar el idioma. [El País, 20/05/1999.]

Tanto la prensa escrita como los miembros de la anl adhirieron en prin-


cipio al discurso purista y apoyaron las iniciativas del ministro.
Sin embargo, y pese al revuelo inicial, la propuesta de realizar una
campaña de defensa del idioma no prosperó. El ministro, que inicial-
mente se explayó en comentarios correctivos y pidió el apoyo de la anl
para concretar su iniciativa, fue atenuando sus declaraciones y, frente a
una actitud crecientemente cautelosa de la academia uruguaya, mani-
festó que no había encontrado en esta entidad «ambiente o espíritu para
implementarla» (El País, 21/05/1999). Sus impetuosas iniciativas se des-
dibujaron en confusas explicaciones del desistimiento. La ausencia de
un contexto político propicio para instrumentar una propuesta que, se
temía, podía calificarse como represiva, y el recuerdo del reciente pa-
sado dictatorial, quedaron en evidencia en esta declaración del propio
ministro:

Cuidado con los gobiernos que buscan reglamentar el idioma, porque esto podría
ser riesgoso y puede conducir a fines no queridos. [El País, 21/05/99.]

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606  |  El dardo en la Academia

6. Diversidad y prescripción en la enseñanza de lenguas:


los vientos encontrados de la globalización (2002)

La globalización es un fenómeno económico, político y cultural que


se caracteriza por un constante flujo de capitales (Bayardo y Lacarrieu,
1997), facilitado por los avances tecnológicos y por la creación de orga-
nismos supranacionales que, junto con los movimientos migratorios,
acentúan la desterritorialización.
La globalización económica, política, cultural y lingüística produ-
ce efectos contradictorios sobre la diversidad: mientras que el flujo de
bienes económicos y culturales plantea como fin último la homogenei-
zación, las características mismas del proceso afianzan y redefinen lo-
calismos que ponen de manifiesto la heterogeneidad que se pretende
disimular. Asistimos así a un paradójico revival cultural y lingüístico,
resultado de la inseguridad que causan en el ser humano las exigencias y
expectativas de un mundo globalizado y particularmente complejo, en
que la difusión de los medios de comunicación masiva ha acelerado la
homogeneización cultural, pero también ha acentuado los antagonismos
y subrayado las diferencias culturales (Barrios, 2007). Así por ejemplo
los organismos internacionales, al establecer sus lenguas oficiales y de
trabajo, llaman la atención sobre las «otras lenguas», que quedan al
margen de legitimación oficial.
Como señala Junyent (1998: 207), aunque las facilidades de comu-
nicación permiten el contacto entre comunidades que hasta hace poco se
desconocían totalmente, estos mismos parámetros también acentúan la
distancia económica entre quienes participan del mainstream globaliza-
dor y quienes permanecen al margen. Sobre estos últimos pueden pesar
nuevos argumentos para la marginación, pero también pueden llegar a
ser tratados y reivindicados como patrimonios culturales y lingüísticos.
Toda cultura supone un «nosotros» fundamentado en códigos com-
partidos y formas simbólicas que permiten clasificar, categorizar, nominar
y diferenciar; y todo «nosotros» supone un «otros» en función de una
memoria colectiva común, percepciones y sensibilidades compartidas que
se hacen más notables frente a grupos diferentes (Margulis, 1997: 46). En
este sentido, la «identidad global» pone en tela de juicio la propia defi-
nición de identidad, o bien se redefine como el sentido de pertenencia a
un universo simbólico común no necesariamente equiparable a los límites
nacionales o territoriales de las sociedades actuales (Barrios, 2007).
En el actual contexto de globalización, los discursos sobre la diver-
sidad reivindican los derechos de las minorías lingüísticas, como en

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Graciela Barrios  |  607

el caso de las comunidades lusohablantes de la frontera uruguaya con


Brasil. Tradicionalmente estigmatizadas y perseguidas por sus prácticas
lingüísticas, se reconocen oficialmente desde la puesta en marcha en el
2002 de un Programa de Educación Bilingüe español-portugués.
El discurso de «lucha contra el portugués» cede terreno ante plan-
teos institucionales paternalistas, guiados por la idea de que es preferible
que los hablantes de frontera aprendan el «verdadero» portugués, en lugar
de una variedad que se interpreta como de mezcla y que se conoce popu-
larmente como «portuñol». El reconocimiento de los derechos lingüísticos
pasa aquí por la reivindicación de aprender las lenguas «verdaderas», en
este caso el estándar español y el estándar portugués (Barrios, 2008):
[...] debe asignarse importancia al aprendizaje del portugués estándar en los depar-
tamentos de frontera, la que ha quedado manifiesta a través de los acuerdos culturales
referidos al Mercosur. [Administración Nacional de Educación Pública, Consejo Di-
rectivo Central, resol. n.º 22, 12/09/2002.]

«Lo que hay que hacer en esa zona, es lo que se está haciendo», dijo el ministro
de Educación y Cultura, Yamandú Fau, «Enseñar portugués y español. Si se va a
hablar, que se hable bien. Si hablamos español, que sea un buen español.
Si se habla portugués, que se hable un buen portugués». [Organización de
Estados Iberoamericanos, octubre de 1999, Servicio Informativo Iberoamericano.
Nota de Gustavo Laborde, «Detrás del manejo de la lengua hay actitudes discri-
minatorias».]

Se instala así el discurso de la prescripción también en relación con el


portugués; las representaciones lingüísticas del estándar lo validan como
la única variedad legítima y, por lo tanto, deseable para cualquier indi-
viduo que aspire a un adecuado funcionamiento social, dejando escaso
margen para los vernaculares. Ocurre entonces una curiosa interpreta-
ción de la diversidad: el multilingüismo es aceptado siempre y cuando
cumpla con la condición de ser administrado por el sistema educativo, a
través de variedades estándares. La enseñanza del portugués estándar su-
pone, en definitiva, el objetivo de terminar con el «portuñol». El puris-
mo logra un nuevo espacio discursivo, esta vez (paradójicamente) como
justificativo de políticas lingüísticas que reivindican la diversidad.
En declaraciones sobre el Plan Piloto de Enseñanza de portugués en
escuelas de frontera, Javier Bonilla, ex-presidente del Consejo Directivo
Central de la Administración Nacional de Educación Pública, trataba
de ahuyentar el temor de que la enseñanza de portugués en particular,
y de muchas lenguas en general, pudiera atentar contra la identidad
nacional (Radio Carve, 25/04/2002):

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608  |  El dardo en la Academia

Es muy importante plantear el programa bilingüe que se está desarrollando con


éxito en las primeras etapas que son piloto y relacionarlo con el tema de la iden-
tidad nacional, porque toda la experiencia de países que se han desarrollado más
rápidamente que nosotros, está señalando en realidad que cuanto más idiomas
y cuanto más lenguas son conocidas por una población, más se afirma la
identidad originaria de esa población. La idea que la introducción de idiomas
extranjeros, o el conocimiento de otras lenguas significaría un debilitamiento de la
identidad propia, es exactamente lo contrario.

Sin embargo, en la misma intervención relacionaba la enseñanza de por-


tugués con la corrección idiomática y el objetivo último de erradicar el
«famoso portuñol»:
A nosotros nos preocupa fundamentalmente la zona de frontera donde mejoremos
un alumnado que se maneja con el famoso portuñol, lo que queremos es que
manejen un mejor portugués y español.

El discurso purista se reitera incluyendo ahora también al portugués. El


reconocimiento de la diversidad apunta a una legitimación expresa de
los estándares pero no alcanza a los vernaculares, cuyos usuarios siguen
siendo objeto de discriminación.
En el ámbito educativo, la coexistencia entre prescripción idiomática
y diversidad se manifiesta también en la cuestión de la norma lingüística,
local o peninsular. Oroño (2004: 28) estudia este tema en libros para esco-
lares uruguayos (Garibaldi y Salvo 1999a, b, c y d), en los que se destaca la
selección de autores rioplatenses: 74 % uruguayos, 22 % argentinos y sólo
4 % españoles. Los textos de autores rioplatenses reflejan muchos rasgos
lingüísticos locales, entre ellos el uso variable de formas pronominales y
verbales tuteantes (del tipo tú y tienes, que aparecen en el 69 % de los ca-
sos) y voseantes (del tipo vos y tenés, 31 % de las ocurrencias consignadas).
La variación anterior no se repite, sin embargo, en las consignas de
actividades propuestas para ejercicios dirigidos al alumno (en lo que
puede identificarse como «la voz del maestro»). En ellas sólo aparecen
formas tuteantes:
Tú también puedes hacer un afiche del lugar en que vives para que otras personas
lo conozcan. [Libro de 1.er año: 74.]

¿Qué piensan los niños de sus propios derechos? Para saberlo, puedes realizar una
sencilla encuesta [...]. [Libro de 2.º año: 13.]

Teniendo en cuenta que la A es la reina de este cuento, ¿qué pasa si eliges otra
vocal para contarlo? [Libro de 3.er año: 15.]

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Graciela Barrios  |  609

En esta página hay una palabra de la misma familia que yerba, ¿cuál es? ¿Qué otras
conoces? Escríbelas con ayuda del diccionario. [Libro de 4.º año: 14.]

Los libros atienden, pues, a dos tipos de normas lingüísticas en lo que


a este fenómeno respecta, de Uruguay y de España, y esta última sigue
reservándose para las situaciones comunicativas de mayor formalidad y
prestigio (en este caso, las intervenciones de los docentes).
El libro de 4.º año incluye también actividades expresamente dirigi-
das al reconocimiento de variedades lingüísticas de España y América:

¿Cuál de los textos está escrito en español de España y cuál en español de América?
¿Cómo lo sabes? Reescribe el que corresponda, de acuerdo a tu propia variedad de
español. [Libro de 4.º año: 27.]

Los dos textos puestos a consideración se diferencian por la inclusión


en un caso de formas verbales rioplatenses (sospechás, podés) y en otro pe-
ninsulares (deseáis, recordad, necesitaréis). Pero también aparecen formas
originariamente españolas que se conservan en el español uruguayo en
variación con sus equivalentes «voseantes» (quieres, cuelga, haz, hierve,
que varían con querés, colgá, hacé, herví, respectivamente):

Si sospechás que una casa pertenece a una bruja, no te acerques mucho. Podés
llevarte un susto o quedarte encantado. [Libro de 4.º año: 27.]

Niñas, si deseáis convertiros en brujas, recordad que necesitaréis una buena


biblioteca de recetas y conjuros, así como cuadernos para escribir nuevos hechizos.
Aquí va uno: Si quieres convertir a un príncipe en batracio, haz una fogata, cuel-
ga el caldero y muy despacio hierve en él berzas, hierbajos y setas venenosas con
bizcochos de chocolate y agua de rosas. [Libro de 4.º año: 27.]

7. Las prácticas lingüísticas comunitarias: permanencia


y repercusiones de la prescripción

Las acciones y discursos hegemónicos sobre la lengua tienen consecuen-


cias directas en las prácticas lingüísticas comunitarias. Quienes no ac-
ceden a la lengua legítima (Bourdieu, 1985) sufren los efectos de su
carencia en términos de discriminación e inseguridad lingüística. Las
prácticas de las sociedades modernas acentúan la función participativa
de ciertas lenguas y variedades de lenguas, de modo que su conocimien-
to se vuelve un componente ineludible para quienes participan del mo-
dus operandi de estas sociedades.

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610  |  El dardo en la Academia

Como señala Bourdieu (1985), la legitimación de la lengua estándar no


sería posible sin la aquiescencia de la población a quien se dirige la planifi-
cación, cuya «complicidad» es imprescindible para perpetuar las relaciones
de poder. En este mecanismo juegan un papel fundamental las institucio-
nes normativas, desde y sobre las cuales se generan discursos hegemónicos
que proponen determinados comportamientos lingüísticos como ejempla-
res, de modo que la carencia de la lengua legítima se interpreta como una
carencia de los valores con que se la asocia discursivamente.
Durante la campaña de alfabetización de 1982 en Uruguay, por
ejemplo, se insistió muchísimo en la estrecha relación existente entre el
buen uso del idioma y las buenas costumbres del individuo. El entonces
inspector Adolfo Rodríguez Mallarini señalaba que «el éxito total de la
empresa alfabetizadora» se obtendría si se lograba «plasmar hombres letra-
dos y dignos» (El País, 15/08/1982); se esperaba que todos, «paso a paso,
y a medida que avanzaran en sus lecturas, mejoraran y ampliaran su horizonte
espiritual» (Unión Patriótica Femenina, El País, 15/08/1982).
A raíz de una encuesta de 1998 que mostraba el apoyo de los urugua-
yos a la enseñanza de portugués, el columnista Pablo Silveira reflexio-
naba que esta lengua ya no era vista como una amenaza a la soberanía
nacional sino como un instrumento para la consolidación del Tratado
del Mercosur y la construcción de una identidad «mercosuriana». Sin em-
bargo, el discurso abierto a la diversidad concluía con consideraciones
prescriptivas, en el entendido de que la enseñanza de portugués podía
servir también para defender la pureza del español:

[...] probablemente también nos ponga en condiciones de hacer una mejor de-
fensa de la (relativa) pureza de nuestra propia lengua, ya que la única manera
de saber hasta qué punto estamos incorporando influencias de otro idioma es apren-
der ese idioma como algo diferente del que nosotros hablamos. [El País, 8/02/1998.]7

La reivindicación del multilingüismo no soslaya comentarios sobre el


buen hablar. En un artículo mucho más reciente de la página web Fron-
tera News Net, también referido al bilingüismo español-portugués en
la frontera uruguaya con Brasil, se conjugan reivindicaciones sobre la
diversidad con apreciaciones puristas (Barrios, 2008):

La propuesta de esta página es mostrar la versatilidad con que manejamos dos


idiomas, presentes en una misma ciudad Rivera (Uruguay) – Livramento (Brasil),
una que son dos o dos que son una. Bueno no importa si es Españolés o si es Por-
tuñol, porque a decir verdad no se sabe a ciencia cierta donde empieza uno y donde
termina el otro. Lo importante es decir que aquí también se habla «bien» el
español así como también se habla «bien» el portugués [...].

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Graciela Barrios  |  611

Pero la convicción purista expresada en el texto anterior se desmorona


en el párrafo siguiente del mismo autor, que revela una inseguridad
lingüística que espera resolver apelando a la autoridad (en este caso, de
«investigadores y especialistas»):
Para nosotros, que vivimos en la frontera, puede ser algo muy común y a veces
tratamos el tema con cierto temor pues no sabemos si lo que aquí ocurre
es correcto o no (tal vez ni de eso se trate, lo dejamos con los investiga-
dores y especialistas en fenómenos lingüísticos) pero la verdad sea dicha,
ocurre, y tal vez a los ojos de los extraños a la frontera se presenta como un fe-
nómeno digno de ser analizado y apreciado. [«Giros expresivos», Frontera News
Net, 16/05/2006.]8

El discurso purista incluye ahora también al portugués: el reconocimiento


de la diversidad apunta a los estándares pero no alcanza a los vernaculares,
cuyos usuarios seguirán siendo objeto de discriminación si no aceptan
las reglas de juego de las culturas letradas. Los juicios prescriptivos han
prendido en los hablantes bilingües de frontera, conformando actitudes
lingüísticas que se manifiestan a través de comentarios y valoraciones que
reproducen el discurso oficial. Frente a la pregunta «¿Le parece útil aprender
el portugués?», los hablantes de la ciudad fronteriza de Rivera son recu-
rrentes en sus respuestas: «Sí. Para que no ocurran deformaciones del idioma,
principalmente en zonas de frontera»; «Sí. Para comprender y utilizarlo en forma
correcta»; «Sí. Para no entreverar el español» (Barrios, 2008).
También la apreciación diferencial de variedades regionales de es-
pañol provoca inseguridad lingüística cuando la variedad propia se
considera menos prestigiosa. La valoración que los riverenses hacen de
su propia variedad de español es francamente negativa, mientras que
evalúan positivamente las variedades de otros grupos (montevideanos y
españoles) con los que tienen escaso o nulo contacto directo, pero cuyas
bondades pueden inferir por las apreciaciones que les llegan sobre todo
desde el sistema educativo. Al preguntárseles cómo evalúan la forma de
hablar español en hablantes de frontera, de Montevideo (la capital del
país) y de España, las respuestas son contundentes: la variedad peninsu-
lar es por lejos la más valorada (Barrios, 2008):

Muy mal, mal Regular Bien, muy bien


Fronterizos 55,5 % 33,3 % 8,3 %
Montevideanos 5,5 % 23,6 % 68,0 %
Españoles 5,5 % 2,7 % 86,1 %

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612  |  El dardo en la Academia

8. Y en el caso de España...: prescripción idiomática y unidad


en la diversidad

La actual política lingüística exterior de España se desarrolla en dos pla-


nos de acción complementarios. Por un lado, apunta a regular la unidad
de la lengua española en los países hispanohablantes; por otro, a difun-
dir el español como lengua internacional en países no hispanohablantes.
El neoimperialismo lingüístico español trasciende el ámbito hispá-
nico pero no lo descuida, porque gracias a él justifica numéricamente la
extensión de su lengua, al tiempo que se legitima con apoyos institucio-
nales de diversa índole.
El lema «Unidad en la diversidad» sintetiza la actual política lin-
güística española hacia sus ex-colonias. El objetivo tradicional de man-
tener la unidad de la lengua española y de la comunidad hispanohablan-
te se complementa actualmente con el tópico (políticamente correcto)
de la diversidad. Esto implica políticas vinculadas con el estatus (situa-
ción del español en relación con otras lenguas) y con el corpus (variación
sociodialectal del español).
El primer aspecto ha focalizado la política lingüística interna de Es-
paña en las últimas décadas, al plantear el estatus del catalán, del vasco,
del aranés y del gallego en relación con el español. Temas de estatus se
han planteado también en el ámbito hispánico sobre todo —aunque no
exclusivamente— con las lenguas indígenas. Un episodio ilustrativo en
este sentido fue el «paracongreso» organizado en ocasión del promo-
cionado III Congreso Internacional de la Lengua Española, realizado en
Rosario en noviembre del 2004. El I Congreso de laS LenguaS (así se
denominó, en plural) reivindicó el reconocimiento de una «multiplici-
dad de voces», en contraposición con el carácter «cerrado y elitista» que se
atribuyó al iii cile.9
La diversidad de normas lingüísticas reproduce la tensión entre es-
tandarización y dialectalización, entre focalización y difusión, propia de
las grandes lenguas trasplantadas con vocación de lenguas internacio-
nales. El imperialismo lingüístico acentúa el conflicto normativo, en la
medida en que se plantean decisiones prácticas sobre el tipo de variedad
elegida para la enseñanza, la certificación de conocimientos lingüísticos,
la edición bibliográfica, el doblaje cinematográfico, etc.
La cuestión de la diversidad aparece recurrentemente en múltiples
documentos de la proclamada política lingüística panhispánica, como
éste tomado de la página web de la rae.10

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Graciela Barrios  |  613

REAL ACADEMIA ESPAÑOLA

La política lingüística panhispánica

 En los últimos años, la Real Academia Española y las veintiuna Academias de
América y Filipinas que con ella integran la Asociación de Academias de la Len-
gua Española vienen desarrollando una política lingüística que implica la colabo-
ración de todas ellas, en pie de igualdad y como ejercicio de una responsabilidad
común, en las obras que sustentan y deben expresar la unidad de nuestro idioma
en su rica variedad: el Diccionario, la Gramática y la Ortografía.
Este decidido compromiso académico de avanzar en una acción conjunta tras-
ciende el ámbito lingüístico para constituirse en un refuerzo de lo que es la más
sólida base de unión de los pueblos hispánicos en la Comunidad Iberoamericana
de Naciones: el idioma. Las facilidades de comunicación ofrecidas por las nuevas
tecnologías han favorecido el trabajo concertado de las Academias, que, de este
modo, han forjado una poderosa y activa red de colaboración que, más allá de
cualquier retórica fácil, materializa una política de alcance internacional.
 

Unidad en la diversidad

Una tradición secular, oficialmente reconocida, confía a las Academias la res-


ponsabilidad de fijar la norma que regula el uso correcto del idioma. Las Aca-
demias desempeñan ese trabajo desde la conciencia de que la norma del español
no tiene un eje único, el de su realización española, sino que su carácter es
policéntrico. Se consideran, pues, plenamente legítimos los diferentes usos de
las regiones lingüísticas, con la única condición de que estén generalizados
entre los hablantes cultos de su área y no supongan una ruptura del sistema en
su conjunto, esto es, que ponga en peligro su unidad.
En una tarea de intercambio permanente, las veintidós Academias de la Len-
gua Española articulan un consenso que fija la norma común para todos los
hispanohablantes en cuestiones de léxico, de gramática o de ortografía, armo-
nizando la unidad del idioma con la fecunda diversidad en que se realiza.

El texto apela a una colaboración entre todas las academias de la lengua


española («en pie de igualdad y como ejercicio de una responsabilidad común»),
a quienes confía «la responsabilidad de fijar la norma que regula el uso co-
rrecto del idioma». La propuesta implica el mantenimiento de un delicado
y complejo equilibrio entre unidad y diversidad, una responsabilidad
que sólo cabe encargársele a una institución de prestigio. Se trata de una
empresa común que se fortalece con el apoyo de todas las academias,

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614  |  El dardo en la Academia

que sin embargo mantienen un lugar secundario en relación con la rae,


y que se explicita en la formulación del primer enunciado («[...] la Real
Academia Española y las veintiuna Academias [...]»).
En el texto citado aparecen argumentos normativos novedosos, ya que
se justifica y reformula la vocación prescriptiva de la academia como au-
toridad responsable de administrar la diversidad, aunque «con la única
condición» de que ésta no derive en la fragmentación lingüística (tópico
recurrente en la historia de la lengua española). Igualmente se mantiene la
alerta del «peligro», que en este caso no refiere a aspectos puntuales como
las expresiones populares o foráneas del texto fundacional de la anl de
Uruguay, sino al hecho más general y contundente de la fragmentación.
La rae asume explícitamente el liderazgo de regular y administrar
la diversidad, aunque el rol tradicional de codificar y reprimir variantes
incultas se mantiene por definición.
La diversidad impone sus propios límites en la diatopía (variedades
regionales), quedando fuera cualquier tipo de variedad sociolectal que
no coincida con la de los «hablantes cultos». También en los discursos
contestatarios del centralismo español la reivindicación de la diversidad
se focaliza en las variedades regionales de los hablantes cultos. Nada de
esto puede extrañarnos, porque son éstos los modelos de referencia para la
lengua estándar y es éste el objetivo fundamental de las instituciones nor-
mativas de la lengua. Pero, en honor a la rigurosidad, podría esperarse al
menos un reconocimiento del alcance limitado del concepto de diversidad
tal como se lo maneja en documentos institucionales como el presente.
La discusión sobre las variedades lingüísticas del español en los últi-
mos años no se ha limitado al ámbito de la rae sino que se manifiesta, de
un modo bastante más controvertido, en acciones lideradas por el Institu-
to Cervantes. Un ejemplo de ello es la creación de un Sistema Internacio-
nal de Certificación del Español como Lengua Extranjera (Sicele). En la
página oficial del Instituto Cervantes,11 el Sicele se describe como

[...] la materialización del deseo común, expresado desde todos los ámbitos polí-
ticos y académicos de las Comunidades Iberoamericanas, de fomentar y establecer
mecanismos de cooperación y coordinación que permitan armonizar internacional-
mente criterios para la certificación del español como lengua extranjera.

La iniciativa se originó en el III Congreso Internacional de la Lengua Es-


pañola en Rosario (Argentina) en noviembre del 2004 y se confirmó en
el 2007 en Medellín (Colombia), en un documento suscrito por repre-
sentantes de buena parte del mundo hispánico. No es el objetivo de este
trabajo tratar el tema del Sicele y el rol del Instituto Cervantes como

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Graciela Barrios  |  615

acción y agente respectivos de la política lingüística española. Me limito


aquí a ilustrar el tema siempre presente de las variedades lingüísticas en
un extracto del documento que reproduzco a continuación:

ASAMBLEA DE RECTORES PARA LA APROBACIÓN DEFINI-


TIVA DEL SISTEMA INTERNACIONAL DE CERTIFICACIÓN
DEL ESPAÑOL COMO LENGUA EXTRANJERA

Medellín, 21 a 24 de marzo de 2007

[...]

Tratamiento de las variedades lingüísticas del español en el marco


del Sicele

En relación con la incorporación y el tratamiento de las variedades lingüísti-


cas, el Sicele defiende los siguientes principios:

1. que se incluyan todas las variedades del español según las normas naciona-
les, que aparecerán en los exámenes al ser elegidas de forma aleatoria;

2. que en los exámenes del Sicele se admitan todas las variedades de uso del
español en igualdad de condiciones sin que ninguna norma se vea marcada
de manera positiva o negativa.

3. que la evaluación de la gramática se realice sobre los usos morfosintácticos


generales y comunes del sistema de la lengua española. Por tanto, aunque
los textos puedan mostrar usos sobre formas de tratamiento de las distintas
normas, de los tiempos verbales, de las preposiciones y de la sufijación, por
ejemplo, nunca se pedirá conocimiento directo sobre cuestiones que perte-
nezcan a una norma concreta.

Con el fin de orientar mejor la actividad evaluadora y de enriquecer y fo-


mentar el conocimiento de la lengua por parte de estudiantes y profeso-
res, el Sicele creará una comisión internacional, cuyo cometido consistirá
en delimitar y describir, a partir de la investigación, las variedades lingüís-
ticas, según las normas que una serie de comisiones nacionales propongan.
Se propone así la creación de una red de investigación y cooperación in-
ternacional que aporte la información lingüística que permita identificar
las normas de uso nacionales para los distintos componentes del lenguaje
sujetos a variación; asimismo, las comisiones nacionales aportarán muestras

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de textos orales y escritos que reflejen dichas normas, con el fin de crear un
banco de datos para futuros exámenes del sistema.
Será también trabajo de esta comisión internacional la confección de un glo-
sario de unas cuatro mil palabras, según frecuencia de uso, con las equivalen-
cias correspondientes a las normas.
Finalmente, el Sicele apoyará una política para la formación de profesores,
tanto en el conocimiento de las variedades, como en la evaluación de la com-
petencia, que pueda concretarse en actuaciones conjuntas y colaboración
multilateral en proyectos de formación.

Los numerales 1 y 2 de este documento establecen la voluntad de reco-


nocimiento de todas las variedades del español a efectos la certificación.
Menos clara resulta, sin embargo, su instrumentación. La referencia a «to-
das las variedades del español según las normas nacionales» propone un trata-
miento por lo menos superficial de la realidad sociolingüística del mundo
hispánico. El uso de un procedimiento «aleatorio» para la selección de
variedades permite sospechar que, como mínimo, el término elegido no es
el más apropiado para caracterizar una tarea de esta naturaleza.
Las democráticas declaraciones del numeral 2 no se condicen con el
numeral 3, que establece la evaluación de usos morfosintácticos «genera-
les y comunes». Nuevamente las aspiraciones del documento están reñidas
con la variación sociodialectal de la lengua española. Quizás debería
explicarse cómo es posible evaluar una lengua soslayando aspectos tan
específicos y divergentes en las variedades del español como, por ejem-
plo, el sistema pronominal y verbal. O cómo es posible no evaluar el
«conocimiento directo sobre cuestiones que pertenezcan a una norma concreta».
Más adelante, cuando se indican acciones a seguir para «orientar me-
jor la actividad evaluadora y [...] enriquecer y fomentar el conocimiento de la
lengua por parte de estudiantes y profesores», se propone crear una comisión
internacional cuyo cometido es «delimitar y describir, a partir de la investi-
gación, las variedades lingüísticas, según las normas que una serie de comisiones
nacionales propongan».
La explicitación de tan ambiciosa tarea (a través de una red de inves-
tigación y cooperación internacional que deberá «identificar las normas de
uso nacionales para los distintos componentes del lenguaje sujetos a variación»,
aportar «muestras de textos orales y escritos que reflejen dichas normas» y «crear
un banco de datos para futuros exámenes del sistema») parece cumplir una
función más declarativa que práctica, pero sobre todo ignora la prolífica
investigación ya disponible en el ámbito de la dialectología hispánica.

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El corolario de elaborar «un glosario de unas cuatro mil palabras, según


frecuencia de uso, con las equivalencias correspondientes a las normas» mini-
miza la diversidad lingüística al componente léxico, desatendiendo no
sólo otros niveles del análisis lingüístico, sino las prácticas discursivas
de comunidades lingüísticas muy diversas.
El tema de la diversidad lingüística se «resuelve» en este documento
con una sorprendente falta de rigurosidad. El reconocimiento expreso de
la diversidad se presenta como una concesión coyuntural para soslayar
discusiones políticas más trascendentes. La cuestión de la elección de la
norma lingüística resulta estratégicamente menor, frente al objetivo de
más largo alcance que implica que el Instituto Cervantes lidere y ad-
ministre un certificado común, con la legitimación institucional de los
países que sirven de referencia para la contundente cifra de cuatrocientos
millones de hispanohablantes.

9. A modo de conclusión: Nuevos argumentos


para una regulación política de la prescripción lingüística

Las instituciones normativas se adaptan a los contextos históricos e ideo-


lógicos en que se inscriben. La prescripción idiomática como soporte
de la uniformidad se manifiesta explícitamente en períodos y contextos
nacionalistas, asociada a discursos patrióticos y moralizantes.
En contextos históricos más recientes, la prescripción atenúa su prota-
gonismo ante los encendidos discursos de la diversidad, sin perder por ello
oportunidad para manifestarse. Manteniendo su vocación prescriptiva y
uniformadora, así como la autoridad que le confiere su prestigio secular, la
rae (secundada ahora por el Instituto Cervantes) sigue liderando la regu-
lación de los usos lingüísticos en el ámbito hispánico, con nuevos discur-
sos y propuestas que fomentan la representación de una responsabilidad
compartida. En el actual contexto de globalización, la rae cobra nuevo
protagonismo asumiendo la diversidad que de ignorada pasa a ser reivin-
dicada, aunque convenientemente regulada, acotada y administrada.
Así como el reconocimiento del bilingüismo en el ámbito educativo
ocurre en muchos casos sólo a costa de una sustitución de los dialectos
por sus correspondientes estándares (Barrios, 2008), también las insti-
tuciones normativas de la lengua admiten cierto grado de diversidad
lingüística mientras permanezca bajo su responsabilidad.
La cuestión de la norma, que tuvo su origen en los debates americanos
decimonónicos, es ahora un tema central de discusión en el propio ámbito

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de la rae, bajo su mirada atenta y con iniciativas propias para su regulación.


La rae ya no es sólo referente de la unidad de la lengua española: es también
referente de su diversidad, en un círculo que remite de todos modos y en
última instancia a la focalización: diversidad ma non troppo (Barrios, 2006)
y control de la autoridad para que el cambio, como reza la ley de creación
de la anl de Uruguay, no contraríe el «lógico proceso evolutivo» de la lengua.
La promoción del español como lengua internacional supone, en de-
finitiva, una política lingüística uniformadora además y más allá de sus
concesiones a la diversidad, ya que se trata de cumplir con las funciones
unificadora y participativa imprescindibles para generar la lealtad hacia
la lengua y hacia el país que sigue siendo referencia primordial del uni-
verso hispanohablante: España, la Madre Patria.

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que de hecho se cultiva la diversidad como seña de identidad. También se


ha indicado (Milroy y Milroy, 1991: 15; Giles y Coupland, 1991: 105-108)
que, incluso en sociedades occidentales, existen fuerzas culturales y sociales que
impiden la convergencia y que favorecen la divergencia.

7. «La regulación política de la diversidad: academias de lenguas


y prescripción idomática»
Graciela Barrios

1. El trabajo se realizó en el marco del proyecto «Diversidad lingüística y globa-


lización: políticas lingüísticas y discursos sobre la lengua», financiado por el
Fondo Clemente Estable (dicyt, mec, Uruguay) para el período 2007-2009.
2. Véanse las caracterizaciones del purismo expuestas por L. F. Lara (I: 321-
322), S. Senz, J. Minguell y M. Alberte (I: 503-505) y S. Rodríguez Barcia
(II: 465-467). (N. de las Eds.)
3. Sobre este ideal, véase J. C. Moreno Cabrera (I: 183-202), y S. Senz
(II: 28-39 y 47-49). (N. de las Eds.)
4. En relación con las academias de la lengua española, véase el alcance de su
labor de planificación en S. Senz, J. Minguell y M. Alberte, I: 498-534.
Sobre las áreas de acción de las academias francesa e italiana, véase G. Es-
posito. (N. de las Eds.)
5. Este episodio de la historia de las academias se trata con detalle en S. Senz,
II: 157-171. (N. de las Eds.)
6. Todos los destacados son míos.
7. Cf. <http://www.cifra.com.uy/co080298.htm>.
8. Cf. <http://www.e-rivera.com.uy/fnn/girosexpresivos.htm>.
9. Cf. <http://www.aulaintercultural.org/print.php3?id_article=554>.
10. Cf. <http://www.rae.es/rae/Noticias.nsf/Portada4?ReadForm&menu=4>.
11. Disponible en <http://www.cervantes.es/imagenes/File/lengua/evaluay-
certifica/sicele/sicele_sejecutiva_nov-08.pdf>.

8. «La obra académica a lo largo de tres siglos»


José Martínez de Sousa

1. Agradezco a las editoras, Silvia Senz y Montse Alberte, la aportación de


fuentes que me han resultado muy útiles para la redacción de este trabajo.
2. Idea que se remonta a Antonio de Nebrija, según la cual la lengua, en-
tendida como un ente en constante desarrollo, al alcanzar, tras siglos de
cultivo literario, el punto considerado culminante, puede estabilizarse –si-
guiendo el modelo de las lenguas clásicas– mediante su codificación, para
así perpetuarla por encima de toda posible degeneración.

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