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Instituciones Jurídico-Políticas Griegas Antonio Jiménez Tagle

Resumen de lectura

La Ciudad Antigua de Fustel de Coulanges me parece una lectura indispensable para el estudiante

de las Letras clásicas y también para cualquier amante de la cultura clásica grecorromana. A

pesar de que el núcleo de su trabajo sea el estudio de las instituciones en Grecia y Roma, Fustel

(reconocido sociólogo e historiador francés del siglo XIX) lleva al lector detenidamente, paso a

paso, recorriendo aspectos meticulosos de la vida cotidiana en la edad antigua, y no sólo se limita

a las regiones helenas e itálicas sino que se aventura incluso con la India, punto geográfico que

también nos ha legado una lengua clásica de gran producción, el sánscrito. Al mismo tiempo que

escudriña en realizar un esbozo de la cultura indoeuropea, madre de las futuras civilizaciones que

hoy llamamos clásicas. Con un minucioso comentario acerca de las actividades del ciudadano

griego o romano común (de manera simultánea), varias extrapolaciones y comparaciones con el

mundo indio, un excelente aparato crítico y citas directas del griego y el latín literarios, su obra,

además de breve y concisa, se vuelve placentera a medida que se aprende acerca de los cinco

temas principales que aborda en cada libro, que son: la religión, la institución familiar, la

formación y manejo de la ciudad, las diversas revoluciones surgidas a partir de los cambios de

gobierno, y por último la desaparición del régimen municipal y la llegada del cristianismo. Con

un punto de vista objetivo, se propone examinar la fuente primaria de cada institución,

deshaciéndose de los prejuicios y parámetros de su época, tratando a los antiguos de la manera

más fiel posible a sus costumbres con todo lo que esto conllevas; contexto histórico, cotejo de

fuentes, y sobre todo las impresiones que dejan las literaturas griega y latina acerca del mundo en

que fueron compuestas, escritas y publicadas.


El primer libro versa sobre las creencias antiguas, en este primer apartado nos

encontramos con un estudio acerca de las creencias primigenias sobre la naturaleza del alma, con

base en los testimonios de autores como Homero, Eurípides, Virgilio y Horacio, se llegan a

reconstruir las posibles costumbres de los pueblos indoeuropeos sobre sus muertos, a quienes

solían dar sepultura junto con sus ropas y ofrendas en pos de la creencia en una segunda vida

después de la muerte, en la cual se creía que se necesitaban las pertenencias, igualmente, aquellos

que no recibían sepultura o que no se les ofrendaba la tradicional comida pasaban sufrimiento y

hambre perpetua atormentando a los vivos, de donde también nacen las “apariciones”. Este tipo

de atención a los muertos y los actos rituales llegaron a constituir todo un culto a los muertos,

quienes pasaban por seres sagrados; dioses subterráneos según los griegos y dioses manes para

los romanos. De acuerdo con Varrón, tanto helenos, como latinos, sabinos y etruscos, también

practicaban el culto a los muertos, al igual que los arios de la India según lo atestiguado en el Rig

Veda y en las Leyes de Manú, tradiciones que han sobrevivido a lo largo de varios siglos. Las

ofrendas que se daban a los muertos simbolizaban un contrato en el que estos dioses menores

ofrecían su protección sobre la casa familiar, en cambio, si cesaban las comidas fúnebres las

almas de los muertos se dedicaban a atormentarlos. Aquellos que los griegos llamaban demones,

los latinos denominaban lares a los benévolos y larvas a los malhechores, dependiendo de la

primera vida de éstos y del cuidado que sus parientes vivos les daban. A la par de este culto, tanto

griegos y romanos tenían un altar con una llama de fuego, la cual debía permanecer prendida día

y noche, pues si se apagaba significaba la ruina para ese hogar (salvo el 1º de mayo, algo así

como el año nuevo, este debía ser prendido inmediatamente después bajo un ritual muy

cuidadoso llevado a cabo por el patriarca del hogar y con madreas específicas, ya que no

cualquier árbol era apto). El fuego poseía facultades divinas, esta llama viviente comía y bebía de

las ofrendas otorgadas y crecía de acuerdo al tipo de sacrificio. Éste era un fuego casto, no se
debía incurrir en actos sucios frente a él. El fuego del hogar se fue identificando con una diosa

virginal y protectora, Vesta en Roma, Hestia en Grecia, cuya compatibilidad morfológica apunta

que provienen de una misma forma ritual de adoración indoeuropea. A tal se le rendía culto

siempre al principio y al final de cada comida, pues era intermediario entre los dioses y los

hombres, simbolizaba el orden moral de la humanidad. Estos cultos eran primordialmente

domésticos. Cada familia adoraba a sus propios dioses y eran privados. Los hijos varones

heredaban la costumbre de ofrendar a sus antepasados, es por esto que quien no dejaba

descendencia no descansaría en su otra vida. Las mujeres quedaban excluidas de este rito a

menos que estuviesen acompañadas de su padre o de su marido.

El libro segundo trata sobre la familia, la institución primordial y base de las sociedades

antiguas. La figura paterna representaba la autoridad máxima y superioridad sobre la mujer y los

hijos, por tanto era el encargado de oficiar los ritos domésticos. A continuación nos habla del

papel de la mujer en estos ritos, específicamente su transición al momento de celebrarse el

matrimonio. Esta ceremonia consistía en tres fases equivalentes entre griegos y romanos:

eggýnesis/traditio o abandono del lugar primigenio de la mujer, pompé/deductio in domum o el

rapto de la doncella por parte del joven, y télos/conjarreatio que culmina con un pequeño

banquete compartido por el novio y la novia. Cabe aclarar que simboliza un sacrificio

principalmente para la mujer, pues debe abandonar a sus antiguos dioses manes para recibir a los

nuevos de su marido. El dios familiar presidía las nupcias y se afianza una nueva relación

religiosa, de parentesco y de continuidad familiar, ya que si alguien moría sin descendencia no

poseería la dicha de la inmortalidad, por tanto no era el celibato una forma de vida legal. El

primogénito era el destinado a continuar el culto doméstico. Si una mujer resultaba estéril, el

hombre tenía el derecho a repudiar a su esposa y cambiar de pareja con su ritual correspondiente,
lo que se llamaba divorcio. Las hijas no eran las más deseadas, eran los varones los que cada

familia rogaba tener, en caso de que éste fuera el elemento estéril, algún pariente cercano

(generalmente el hermano) debía procrear con la esposa y otorgarle el derecho de su hijo al

primogénito. La adopción comenzó a surgir para perpetuar la religión doméstico, ya que quien

adoptaba un hijo tenía la obligación de introducirlo a sus cultos del hogar y hacerlo llegar a sus

penates. El principio del parentesco no radicaba en el puro nacimiento, no era una cuestión de

consanguineidad, sino del mismo culto. Según Platón el parentesco es la comunidad de los dioses

domésticos. Los agnados eran parientes no necesariamente de sangre, y estos contaban más que

algunos cognados o consanguíneos, sobre todo si no nacían bajo justas nupcias, entonces se

llamaban espurios. La mujer no transmitía ni herencia ni culto, la religión sólo pasaba de varón a

varón, así como los bienes. La idea de la propiedad privada estaba implicada en la religión

misma, puesto que los manes y penates representaban a cada familia, no la tierra. Por estas

razones el derecho a la propiedad se centraba en el hogar, en el fuego sagrado, y en todo aquello

que tuviera relación con el culto. Pese a que los terrenos estuvieran casi juntos se debía respetar

el altar, cada mes se realizaban ceremonias ante él. El derecho de sucesión se heredaba el culto en

el altar sagrado por vía de varones, así como todas las deudas o beneficios. La ley Voconia,

promulgada por Catón, prohibía que la mujer heredara aunque fuese hija única y legarles más de

la mitad de su patrimonio. Si no se tenía hijos se buscaba un heredero por línea horizontal en el

pariente más cercano. Sólo aquel que pertenecía a la familia, si un individuo era emancipado, se

daba mayor importancia al agnado. En etapas protocívicas no se conocía el testamento, todo se

regulaba de acuerdo al culto. El derecho cesaba con la vida, por tanto el testamento no figuraba

entre las posibilidades de un morente. El derecho antiguo no es obra de un legislador, es el pater

familias el que desempeña este cargo, era un pontífice. El derecho privado se deriva de la

creencia religiosa que colocaba a al hombre en un rango superior al de la mujer. Los hijos eran
sometidos a la autoridad del padre. La familia era un pequeño grupo organizado, con una

sociedad y un gobernante. Para los antiguos, la mater, la mujer era importante en calidad de

cuidadora de los hijos y del esposo. El adulterio era considerado como un acto terrible. Las

cuestiones morales mantenían en alto la dignidad de la familia. Las gens eran grupos de familias

con renombre de acuerdo a sus integrantes. La clientela era gente agregada a una gens sin ser

parte de la familia sin embargo estaban bajo la custodia del pater. Cada curia o fratría tenía un

jefe, cuya función era presidir los sacrificios, poseían todo un aparato religioso. Estas

comunidades fueron creciendo y agrupándose formando una tribu. Cada una tenía su divinidad

protectora a la que celebraban con banquetes, los tribunos regulaban la tribu, base de una

sociedad independiente.

En el tercer libro se aborda el tema de la ciudad. La fratría era el término griego al que

corresponde la curia romana, un grupo de tribus. Adoraban a un dios común, conservaron el culto

a los muertos pero perdían su carácter dogmático, los nuevos dioses eran demonios, héroes y

lares. La sociedad iba en aumento demográfico. La ciudad era la asociación religiosa y política

de las familias y las tribus, el santuario era constituido a la par que la ciudad. La fundación de la

ciudad era un ritual religioso, como la fundación de Roma. Se formaron grupos sacerdotales

independientes de ninguna autoridad extraña, la religión era local y civil. Las comidas públicas se

hacían en honor de los dioses protectores, otorgaban sacrificios tanto en Grecia como en Italia. El

calendario estaba regulado por los cultos ordenados por los sacerdotes. Los reyes eran en

principio los sacerdotes, los jefes del culto. Los magistrados reemplazaron a los reyes, fueron

miembros desprendidos del consulado, con atribuciones religiosas y políticas. La ley era parte de

la religio, los hombres la obedecen por que la respetan y veneran. Se obligaba, por ejemplo, el

servicio militar de cada individuo por un largo periodo de su vida. El ciudadano tenía derechos
políticos y civiles, los extranjeros no podían acceder las ceremonias religiosas quedando

desprotegidos por los dioses, a menos que fueran ricos o nobles. Patria era la tierra de los padres

terra patria, con la que cada ciudadano era parte del suelo sagrado a su religión doméstica, en

cambio, el destierro era la interdicción del culto, los romanos podían prohibir el fuego y el agua a

los desterrados. La religión que ejercía un gran imperio entre todos los integrantes de la ciudad

intervenía con igual autoridad en las relaciones que mediaban las ciudades, por tanto surge un

fenómeno conocido como la guerra. No combatían solo los hombres, sino que los dioses tomaban

parte en estas actividades bélicas. Los antiguos no conocían la libertad individual, pues la religión

era una parte inherente al estado. El ciudadano no podía hacer nada sin antes ser consultado y

aprobado por el estado, pues este regulaba cada movimiento del orbe.

El libro cuarto versa sobre las revoluciones surgidas tanto en Grecia como en Roma. En

las ciudades antiguas, como la romana estaba dividida la sociedad entre patricios y plebeyos. La

plebe formaba la clase más baja per también la más abundante, no formaba parate del pueblo

romano, no practicaban el matrimonio sagrado ni poseían autoridad o cargos políticos. La realeza

primitiva fue despojada de su poder y evolucionó en un cargo sacerdotal. La aristocracia tomó el

poder de las ciudades en Roma, la misma revolución se realizó en Atenas y Esparta. Este

levantamiento aristocrático provocó la realeza religiosa y cambios en la constitución de la

familia. Desaparece el derecho de primogenitura y se dividen las gens, se transformó la ciudad.

El quinto y último libro la desaparición del régimen municipal y la llegada de nuevas

filosofías y el cristianismo. La filosofía cambia las reglas de la política, la ruina del régimen

político que Grecia había creado puede reducirse a dos causas: los hechos morales e intelectuales

(la transformación de las creencias) y en segundo lugar el orden de los hechos materiales. La

religión primitiva se alteró con el tiempo y envejeció, se precisó la noción del alma y de una
inteligencia divina. Los griegos enseñaban que para gobernar era necesario persuadir a los

hombres y actuar con voluntades libres, así despierta la reflexión. El hombre dudó de la justicia

de sus antiguas leyes sociales y surgieron nuevos principios, fue entonces cuando se llegó a

comprender la virtud. Las instituciones de las ciudades antiguas se debilitaron, Roma fue

conquistando cada vez más territorios, arrasando con sus costumbres y permeando su religión y

derecho. Los pueblos entran sucesivamente a la ciudad romana. Por último el cristianismo, ya

entrado el Imperio Romano, cambia las formas de gobierno. La victoria de esta religión marca el

fin de la sociedad antigua y con ésta se detiene la transformación social, la antigua sociedad

constituida por la religión doméstica y politeísta sucumbe ante el avance del cristianismo. No

sólo se revivió el sentimiento religioso, sino que enalteció su expresión hacia una vía menos

material. La idea de Dios era la de un ser verdaderamente extraño por su esencia a la naturaleza y

el mundo, pues era un ser único, denso y universal. Un Dios que era de todos que no hacía

distinción de razas o posición social. Sabemos por las fuentes que el imperio adoptó legal y

oficialmente al cristianismo como religión única e ideal, aboliendo los cultos ahora considerados

“paganos”. Es clara la predilección que De Coulanges demuestra por la religión de Jesucristo a

pesar de su intento objetivo del estudio de la ciudad antigua. Le da un carácter demasiado

positivo a la hegemonía cristiana y las repercusiones sociales que ésta provocó.

Independientemente del pensamiento de Fustel de Coulanges, no podemos negar su

habilidad de abstracción al momento de explicar un tema. Personalmente, el libro primero que

colecta las distintas creencias de los muertos, el fuego sagrado y los dioses familiares, fue el que

más disfruté, sobre todo por la correlación con otras culturas como las de la India y su labor de

reconstrucción de los cultos indoeuropeos. El estudio de Fustel es sin duda una lectura obligada

para el conocimiento de la cultura y la sociedad en la Edad Antigua.

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