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geografía biblia ok exceleemte


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Efesios : nos enseña como debemos vivir los cristianos en la tierra, a la vez que nos inspira, y nos da
la energía espiritual para hacer frente a los problemas personales, a las complejas situaciones de la
convivencia con otros, y a las luchas de la vida en una sociedad que se aleja progresivamente de Dios.
Efeso, era una ciudad hermosa, populosa, e influyente desde el punto de vista comercial, político y
religioso.ciudad principal de Asia Menor y, probablemente, de toda la sección oriental del Imperio
Romano. Sólo era superada por Roma. Había sido fundada en el año 2.000 A.C. por los Hititas.
Por un largo período de 2.500 años, Éfeso fue una de las ciudades más grandes del mundo. Tenía un
puerto que hoy ya no existe; se encuentra actualmente obstruido por sedimentos y el mar se encuentra
a varios kilómetros
El templo de Diana en Éfeso era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Fue el mayor templo
griego jamás construido, cuatro veces más grande que el Partenón, pero muy similar a él.
Aquí dice: Pablo, apóstol de Jesucristo. Esta frase debería ser cambiada y quedar de esta manera:
"Pablo, un apóstol de Cristo Jesús". ¿Por qué decimos eso? Bueno, esperamos que usted no piense
que nosotros estamos hilando muy fino aquí, pero a través de toda esta Epístola y en muchos otros
lugares debería decir, "Cristo Jesús". La palabra "Cristo" es el título, que indica quien es Él: En Mateo
16:15 vimos que Pedro le dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Jesús era su nombre
humano. En Segunda de Corintios 5:16 Pablo pudo decir que a Cristo ya no le conocemos según
criterios humanos. Pablo no le conoció como el Jesús de los tres años de ministerio público sino más
bien como el Cristo glorificado con quien se encontró en el camino de Damasco. El apóstol Pablo
siempre enfatizó el nombre de Cristo primero, refiriéndose a Él como Cristo Jesús.
Él dijo aquí que era un apóstol. Ahora, ¿qué era un apóstol? Ése fue el cargo o ministerio más alto que
la iglesia ha tenido. Nadie puede hoy ser un apóstol en aquel sentido original por la sencilla razón que
no puede cumplir los requisitos de aquellos apóstoles de la iglesia primitiva. Estos eran los requisitos:
(1) Los apóstoles recibieron su comisión directamente de los labios del Señor Jesucristo. Pablo mismo
alegó esa condición para sí mismo, cuando escribió a los Gálatas en 6:1 diciendo: "Pablo, apóstol (no
por disposición de hombres, ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos)". O sea, que había sido nombrado apóstol directamente por Jesucristo. Y ésa fue la razón por
la cual creemos que Pablo ocupó el lugar de Judas, y no Matías. Los apóstoles habían votado para
elegir a Matías. Pero, no encontramos en ningún lugar que el Señor Jesucristo lo hubiera hecho
apóstol. Aparentemente todos los apóstoles recibieron su comisión directamente del Señor Jesucristo.
(2) El segundo requisito para ser apóstol, era que esta persona tenía que haber visto al Salvador
después de Su resurrección. Pablo podía cumplir con ese requisito, como bien sabemos. (3) Y luego,
el tercer requisito de un apóstol era que ellos ejercitaban una inspiración especial explicaban y
escribían la Escritura. (ver Juan 14:26; 16:13; Gal. 1:11-12). Ciertamente, Pablo estaba a la altura de
este requisito más que cualquier otro apóstol. (4) Ellos ejercitaron una autoridad suprema. (ver Juan
20:22-23; 2 Cor. 10:8). (5) El distintivo de su autoridad era el poder para realizar milagros. (ver Marcos
6:13; Lucas 9:1-2; Hechos 2:43). Así que ésa era la señal de un apóstol. Hacia el final del siglo Juan
escribió en su segunda carta v. 10, "10Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis
en casa ni le digáis: ¡Bienvenido!" La señal distintiva ya no era la capacidad de realizar milagros, sino
tener la doctrina correcta. (6) A ellos se les dio la comisión universal de establecer iglesias (ver 2 Cor.
11:28). Y Pablo satisfizo expresamente estos 6 requisitos del apostolado.
Luego, dijo aquí que él era apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios. Pablo apoyó su apostolado
en la voluntad de Dios, en lugar de hacerlo por cualquier ambición personal, por la voluntad de algún
hombre, o por la petición de una iglesia. En su epístola a los Gálatas, capítulo 1, versículos 15 y 16 el
Apóstol Pablo escribió: Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me
llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicara entre los no judíos. Y Pablo le dijo
a Timoteo en su Primera Carta, capítulo 1 y versículos 12 y 13: "Doy gracias al que me fortaleció, a
Cristo Jesús, nuestro Señor, porque, teniéndome por fiel, me puso en su ministerio, habiendo yo sido
antes blasfemo, perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia,
en incredulidad". Y Pablo se refería constantemente a la voluntad de Dios como el fundamento de su
apostolado. Si usted quiere constatar estas afirmaciones, puede leerlas en la Primera Epístola a los
Corintios, capítulo 1, versículo 1. También en la Segunda epístola a los Corintios, capítulo 1, versículo
1. En su epístola a los Colosenses, capítulo 1, versículo 1. En la Segunda Epístola a Timoteo, capítulo
1, versículo 1. En todos estos pasajes bíblicos, Pablo estaba diciendo que él era un apóstol por la
voluntad de Dios.
Ahora, él les está escribiendo a los santos. Esa palabra "santos", en el idioma original, es "hágios" y
quiere decir "separados o apartados para el uso único de Dios". Es decir, aquello que pertenece a
Dios, por ejemplo, los utensilios que estaban en el tabernáculo fueron llamados "utensilios santos"
¿Por qué? ¿Acaso porque éstos eran artefactos especialmente santos, o acaso porque eran muy
hermosos? No, creemos que estos utensilios estaban golpeados y usados después de aquel largo
viaje por el desierto; eran santos porque estaban separados para el uso exclusivo de Dios. Y estimado
oyente, un santo es aquel que ha confiado en Cristo y ha sido separado para el uso exclusivo de Dios.
En realidad, en el presente existen solamente dos clases de personas: los santos, y los que no lo son.
Ahora podemos decir que hay algunos santos que no están siendo utilizados por Dios, por supuesto;
pero eso es por su propia culpa. Porque ellos han sido separados para el uso de Dios y para Su
servicio. Los santos deberían actuar santamente, eso es cierto. Pero ellos no son santos por la forma
en que estén actuando; ellos son santos gracias a la posición que tienen en Cristo, y le pertenecen a
Él para ser usados por Él.
Y después dijo: a los fieles en Cristo Jesús. Los fieles son los creyentes. Los fieles y los santos son las
mismas personas. Un santo deber ser santo, y un creyente debe ser fiel. Un creyente es una persona
que ha confiado en Cristo y un santo también. El término "santo" es el aspecto del creyente en relación
con Dios. Mientras que el término "creyente" es el aspecto del creyente en relación con las personas.
Ahora, refiriéndonos nuevamente a nuestro texto, dijo Pablo: en Cristo Jesús, y esto es probablemente
lo más maravilloso de todo. Para mí la palabra más importante en el Nuevo Testamento, es la
preposición en. Algunos teólogos han salido con ciertas ideas tratando de decirnos lo que significa el
ser salvo. ¿Cómo definiría usted nuestra salvación? Pues bien, ellos nos han salido con palabras
como: redención, expiación, justificación, reconciliación, propiciación, y el vicario, sacrificio substitutivo
de Cristo. Todas estas palabras son buenas, pero cada una de ellas simplemente nos da un aspecto
de nuestra salvación. Pero, ¿qué significa realmente ser salvo? El ser salvo significa estar en Cristo,
es decir, unido a Cristo. Nosotros estamos unidos irrevocable y orgánicamente a Cristo, por el
bautismo del Espíritu Santo (ver 1 Corintios 12:12 y 13). Hemos sido colocados en el cuerpo de los
creyentes. En su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 6, versículo 17, el apóstol Pablo dijo: "Pero
el que se une al Señor, un espíritu es con él". Nosotros le pertenecemos a Él, y no hay nada más
hermoso que eso. Porque como también dijo Pablo en Romanos 8:1", ninguna condenación hay para
los que están en Cristo Jesús". ¿Puede usted, estimado oyente, mejorar esa realidad? Estar unido a
Cristo es el gran logro de la salvación.
Esta expresión de estar "en Cristo" aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. El Señor
Jesucristo dijo en Juan, capítulo 15, versículo 4: "Permaneced en mí, y yo en vosotros". ¡Qué gran
realidad es ésta! Nosotros estamos en Cristo, unidos a Cristo. No podemos explicarlo, es tan profundo.
Las analogías pueden ayudarnos algo. Podemos decir que el ave está en el aire, y que el aire está en
el ave. El pez está en el agua, y el agua está en el pez.
Y el creyente está en Cristo, y Cristo está en el creyente: estamos unidos a Él. La Cabeza está en el
cuerpo y el cuerpo está en la Cabeza. Mi cuerpo no se puede mover sin que la cabeza lo dirija. Ahora
la Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, está en Cristo, la Cabeza. Todas las verdades de esta Epístola a
los Efesios giran alrededor de esa gran verdad.
Luego continuó diciendo el apóstol, que están en Éfeso. Y ya nos hemos referido a esto.
Tenemos que dedicar tiempo a examinar atentamente esta epístola. Yo siento la convicción de que
junto con Romanos, Primera y Segunda de Corintios y Gálatas, a Efesios se la debería dar la máxima
prioridad entre las cartas apostólicas. Estas cartas contienen un mensaje palpitante, personal y vivo
para usted y para mí en la actualidad, probablemente, como ninguna otra parte de las Sagradas
Escrituras. Son las grandes cartas doctrinales. Por ejemplo, cuando Dios le dijo a Josué en Josué 1:2,
Levántate y pasa este Jordán, por supuesto, no me estaba hablando a mí, sino que le estaba dando
instrucciones a Josué. Sin embargo, para mí hay allí una aplicación. La epístola a los Efesios equivale
al libro de Josué en el Nuevo Testamento, y siento que me habla directamente a mí de una manera
especial.
En el versículo 2 tenemos la expresión Gracia . . . a vosotros. "Gracia" era la forma de saludar entre los
no judíos del tiempo de Pablo. El término griego equivalente era "charis". En la actualidad se utiliza
entre los griegos una forma parecida.
Y Pablo añadió y paz. Éste era el saludo en el mundo religioso. Ésa es la palabra que usted
escucharía en Jerusalén: "shalom".
Pablo tomó estas dos palabras que constituían un saludo común de la época y les dio un significado
hermoso, elevándolas a las alturas. La gracia de Dios es el medio por el cual Él nos salvó. Usted debe
conocer la gracia de Dios antes de poder experimentar la paz de Dios. Pablo siempre las mencionó en
ese orden, la gracia antes que la paz. Como dijo también Pablo en Romanos 5:1, Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy podemos ver la palabra "paz" por todas partes. Generalmente se refiere a la paz en alguna parte
del mundo, o a la paz mundial. Pero el mundo nunca podrá conocer la paz hasta que conozca la gracia
de Dios. Lo interesante es que uno no ve mucho por ahí la palabra "gracia". Uno suele ver las palabras
"amor" y "paz", son palabras muy familiares, y se supone que han sido tomadas de la Biblia, pero con
frecuencia no se usan con el significado de la Biblia. La "paz" es paz con Dios porque nuestros
pecados son perdonados. Nuestros pecados nunca pueden ser perdonados hasta que conozcamos
algo de la gracia de Dios.
La frase final del versículo 2 dice: de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. La gracia y
paz provienen de Dios nuestro Padre: En realidad, Él se convierte en nuestro Padre cuando nosotros
experimentamos la gracia de Dios y somos regenerados por el Espíritu de Dios. La gracia y la paz
también provienen del Señor Jesucristo. ¿Por qué no dijo Pablo que ellas también provienen del
Espíritu Santo? ¿No creía Pablo en la Trinidad? Sí, creía, pero el Espíritu Santo ya estaba en Éfeso
habitando en los cristianos. El Señor Jesús estaba sentado a la derecha de Dios en el cielo. Cuando
estudiamos la Biblia, debemos tener la geografía correcta. Mucha gente tiene su teología fuera del
debido equilibrio debido a que su punto de vista sobre la posición de las personas de la Trinidad no es
correcto. En nuestro próximo programa continuaremos avanzando por este capítulo 1 de Efesios, y al
despedirnos le deseamos que pueda usted conocer la gracia de Dios, para que experimente la paz
que sólo Él puede dar.

Efesios 1:1-2
Estimado oyente, en nuestro programa anterior hicimos simplemente una introducción a esta gran
Epístola a los Efesios. Este libro, por una parte nos eleva para contemplar las riquezas espirituales de
los creyentes en los lugares celestiales, y por otra parte nos enseña como debemos vivir los cristianos
en la tierra, a la vez que nos inspira, y nos da la energía espiritual para hacer frente a los problemas
personales, a las complejas situaciones de la convivencia con otros, y a las luchas de la vida en una
sociedad que se aleja progresivamente de Dios.
Hemos considerado todos los antecedentes y creemos que es una de las cartas más importantes que
encontramos en el Nuevo Testamento. La ciudad de Éfeso, como dijimos en nuestro programa anterior,
era una ciudad hermosa, populosa, e influyente desde el punto de vista comercial, político y religioso.
Así, Éfeso era la ciudad principal de Asia Menor y, probablemente, de toda la sección oriental del
Imperio Romano. Sólo era superada por Roma. Había sido fundada en el año 2.000 A.C. por los Hititas.
Fue lo que llamaríamos una ciudad oriental, asiática, hasta el año 1.000 A.C., cuando entraron los
griegos. Allí uno podía ver una mezcla del este y del oeste.
Por un largo período de 2.500 años, Éfeso fue una de las ciudades más grandes del mundo. Tenía un
puerto que hoy ya no existe; se encuentra actualmente obstruido por sedimentos y el mar se
encuentra a varios kilómetros. Cuando Pablo fue a esa ciudad, al entrar al puerto y desembarcar, se
encontró con una calle muy hermosa de mármol blanco. Era una calle muy ancha y el mármol para su
construcción había sido traído de las canteras del Monte Prion.
El templo de Diana en Éfeso era una de las siete maravillas del mundo antiguo. Fue el mayor templo
griego jamás construido, cuatro veces más grande que el Partenón, pero muy similar a él. Fue
construido en un pantano, sobre un fundamento artificial de pieles y carbón vegetal, de manera que no
era afectado por terremotos. El arte y las riquezas de los ciudadanos de Éfeso contribuyeron a su
embellecimiento. Tenía 127 hermosas columnas, algunas de ellas artísticamente talladas y pintadas. El
templo también guardaba grandes obras de arte, como por ejemplo, un cuadro que representaba a
Alejandro Magno arrojando un rayo.
Y dentro de ese hermoso templo se encontraba el ídolo de Diana. No era la hermosa Diana de la
mitología griega. No era la diosa de la luna. Era la concepción oriental de la diosa de la fertilidad; un
ídolo de madera, vulgar, con muchos pechos. A la sombra de este templo tenían lugar todo tipo de
prácticas inmorales.
Y con la fabricación de santuarios o templecillos de plata, que todos los visitantes se llevaban como
recuerdo, se había desarrollado un floreciente comercio, que proporcionaba grandes ganancias a los
fabricantes.
Así que ésa fue la ciudad a la cual Pablo llegó. Primero se dirigió a la sinagoga y allí habló
valientemente por espacio de 3 meses. Luego fue a la escuela de Tirano y allí continuó por 2 años.
Dice Hechos 19:10, de manera que todos los que habitaron en Asia, judíos y griegos, oyeron la palabra
del Señor Jesús. Éste fue probablemente el momento culminante del trabajo misionero de Pablo. Él
consideró a Éfeso como su gran oportunidad y se quedó allí más tiempo que en cualquier otro lugar.
Los habitantes de Éfeso escucharon más enseñanza Bíblica de Pablo que los de otros pueblos, y ése
fue el motivo por el cual él pudo escribirles sobre las profundas verdades que esta epístola contiene.
Efectivamente, Pablo podría escribir más adelante en su Carta a los Corintios 16:8 y 9, diciendo: "Pero
estaré en Éfeso hasta Pentecostés, porque se me ha abierto una puerta grande y eficaz, aunque
muchos son los adversarios". Como la predicación de Pablo perjudicó el negocio de los plateros, surgió
una gran oposición y como resultado, se produjeron graves disturbios en la ciudad. Pablo estaba
predicando el evangelio del Dios viviente y sobre la vida que hay en Jesucristo. Dios le protegió de
forma sobrenatural y le animó a continuar en su labor (Hechos 19:23-41). Pablo amó a esa iglesia de
Éfeso. Su última reunión con los líderes espirituales de esa iglesia fue una tierna despedida (Hechos
20:17-38).
Un gran número de personas se convirtieron a Cristo. Por ello creemos que el evangelio fue más
efectivo en esa zona que en cualquier otro lugar y que en otras épocas en la historia del mundo.
Aquella iglesia fue la de más alto nivel espiritual. Nos resulta sorprendente que viviendo aquellas
personas en una ciudad pagana, comprendieran tan bien las verdades de esta carta. Si no hubiera sido
ese el caso, Pablo no les habría escrito a los creyentes de Éfeso en esos términos. Además, en el libro
de Apocalipsis encontramos que Éfeso fue la primera de las siete iglesias de Asia mencionada en una
serie de iglesias que nos ofrecen cierta descripción del desarrollo general de la historia de la iglesia. Allí
vemos que Éfeso se destacó como la iglesia de mayor profundidad espiritual.
Hablando de una manera global, podemos decir que la iglesia es la obra de arte de Dios. Es más
hermosa que cualquier templo construido por manos humanas. Este edificio espiritual está siendo
construido por piedras vivas, y es habitado por el Espíritu Santo de Dios. Es como el cuerpo de Cristo
en este mundo para vivir y caminar en esta tierra como Él habría caminado, para luchar contra las
artimañas del enemigo espiritual, el diablo. Algún día la iglesia será presentada a Cristo como una
esposa.
Vamos a hacer referencia ahora a la parte del Bosquejo General que se refiere al capítulo 1. En este
primer capítulo de la Carta a los Efesios, vemos que la Iglesia es un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Ésta
es una realidad y el cuerpo va creciendo y desarrollándose hoy en el mundo. En los primeros dos
versículos encontraremos una introducción, y luego veremos cómo Dios el Padre planeó la Iglesia, en
los versículos 3 al 6. Luego tenemos en los versículos 7 al 12, de este primer capítulo de la epístola a
los Efesios, que Dios el Hijo pagó el precio por la Iglesia. Porque tenemos redención por medio de la
sangre que Él derramó en la cruz. Luego vemos en los versículos 13 y 14, que Dios, el Espíritu Santo
protege a la Iglesia; Pablo dijo "fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa". Aquí podemos
recordar también sus palabras de Primera de Corintios 12:13: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados en un cuerpo". Luego, entre los versículos 15 y 23, tenemos la oración del apóstol pidiendo
conocimiento y poder. Y nosotros necesitamos esa oración, al llegar a estudiar esta Epístola a los
Efesios, en el día de hoy, oremos por lo tanto: "Señor, oramos pidiendo que Tú hagas que esta Epístola
sea algo viviente y real a nuestros corazones, y lo hacemos rogándolo en el nombre de nuestro Señor
Jesucristo. Amén."
El texto de la carta a los Efesios comienza con la sección doctrinal que trata sobre el llamado celestial
de la iglesia. Vamos a leer los versículos 1 y 2, que comienzan la

Introducción
"Pablo, apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios, a los santos y fieles en Cristo Jesús que están en
Éfeso: Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo."
Ésta es la introducción más breve de todas las introducciones a las cartas de Pablo. Es breve porque
esta carta fue enviada a la iglesia en Éfeso pero en realidad estaba destinada a ser leída por todas las
iglesias. En algunos de los principales manuscritos, las palabras "en Éfeso" no son mencionadas.
Aparentemente ésta es la Carta a la cual se refirió Pablo cuando dijo en su epístola a los Colosenses,
que se leyera la Epístola dirigida a los de Laodicea. En otras palabras, ésta era una Carta escrita para
circular entre las Iglesias de aquella época. El autor no estaba escribiendo aquí tanto para la iglesia
local de Éfeso como para la iglesia en general, es decir, para el cuerpo invisible de creyentes.
Aquí dice: Pablo, apóstol de Jesucristo. Esta frase debería ser cambiada y quedar de esta manera:
"Pablo, un apóstol de Cristo Jesús". ¿Por qué decimos eso? Bueno, esperamos que usted no piense que
nosotros estamos hilando muy fino aquí, pero a través de toda esta Epístola y en muchos otros lugares
debería decir, "Cristo Jesús". La palabra "Cristo" es el título, que indica quien es Él: En Mateo 16:15
vimos que Pedro le dijo: "Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente". Jesús era su nombre humano. En
Segunda de Corintios 5:16 Pablo pudo decir que a Cristo ya no le conocemos según criterios humanos.
Pablo no le conoció como el Jesús de los tres años de ministerio público sino más bien como el Cristo
glorificado con quien se encontró en el camino de Damasco. El apóstol Pablo siempre enfatizó el
nombre de Cristo primero, refiriéndose a Él como Cristo Jesús.
Él dijo aquí que era un apóstol. Ahora, ¿qué era un apóstol? Ése fue el cargo o ministerio más alto que
la iglesia ha tenido. Nadie puede hoy ser un apóstol en aquel sentido original por la sencilla razón que
no puede cumplir los requisitos de aquellos apóstoles de la iglesia primitiva. Estos eran los requisitos:
(1) Los apóstoles recibieron su comisión directamente de los labios del Señor Jesucristo. Pablo mismo
alegó esa condición para sí mismo, cuando escribió a los Gálatas en 6:1 diciendo: "Pablo, apóstol (no
por disposición de hombres, ni por hombre, sino por Jesucristo y por Dios Padre que lo resucitó de los
muertos)". O sea, que había sido nombrado apóstol directamente por Jesucristo. Y ésa fue la razón por
la cual creemos que Pablo ocupó el lugar de Judas, y no Matías. Los apóstoles habían votado para
elegir a Matías. Pero, no encontramos en ningún lugar que el Señor Jesucristo lo hubiera hecho
apóstol. Aparentemente todos los apóstoles recibieron su comisión directamente del Señor Jesucristo.
(2) El segundo requisito para ser apóstol, era que esta persona tenía que haber visto al Salvador
después de Su resurrección. Pablo podía cumplir con ese requisito, como bien sabemos. (3) Y luego, el
tercer requisito de un apóstol era que ellos ejercitaban una inspiración especial explicaban y escribían
la Escritura. (ver Juan 14:26; 16:13; Gal. 1:11-12). Ciertamente, Pablo estaba a la altura de este
requisito más que cualquier otro apóstol. (4) Ellos ejercitaron una autoridad suprema. (ver Juan 20:22-
23; 2 Cor. 10:8). (5) El distintivo de su autoridad era el poder para realizar milagros. (ver Marcos 6:13;
Lucas 9:1-2; Hechos 2:43). Así que ésa era la señal de un apóstol. Hacia el final del siglo Juan escribió
en su segunda carta v. 10, "10Si alguno viene a vosotros y no trae esta doctrina, no lo recibáis en casa
ni le digáis: ¡Bienvenido!" La señal distintiva ya no era la capacidad de realizar milagros, sino tener la
doctrina correcta. (6) A ellos se les dio la comisión universal de establecer iglesias (ver 2 Cor. 11:28). Y
Pablo satisfizo expresamente estos 6 requisitos del apostolado.
Luego, dijo aquí que él era apóstol de Jesucristo por la voluntad de Dios. Pablo apoyó su apostolado en
la voluntad de Dios, en lugar de hacerlo por cualquier ambición personal, por la voluntad de algún
hombre, o por la petición de una iglesia. En su epístola a los Gálatas, capítulo 1, versículos 15 y 16 el
Apóstol Pablo escribió: Pero cuando agradó a Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me
llamó por su gracia, revelar a su Hijo en mí, para que yo le predicara entre los no judíos. Y Pablo le dijo
a Timoteo en su Primera Carta, capítulo 1 y versículos 12 y 13: "Doy gracias al que me fortaleció, a
Cristo Jesús, nuestro Señor, porque, teniéndome por fiel, me puso en su ministerio, habiendo yo sido
antes blasfemo, perseguidor e injuriador; pero fui recibido a misericordia porque lo hice por ignorancia,
en incredulidad". Y Pablo se refería constantemente a la voluntad de Dios como el fundamento de su
apostolado. Si usted quiere constatar estas afirmaciones, puede leerlas en la Primera Epístola a los
Corintios, capítulo 1, versículo 1. También en la Segunda epístola a los Corintios, capítulo 1, versículo
1. En su epístola a los Colosenses, capítulo 1, versículo 1. En la Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 1,
versículo 1. En todos estos pasajes bíblicos, Pablo estaba diciendo que él era un apóstol por la voluntad
de Dios.
Ahora, él les está escribiendo a los santos. Esa palabra "santos", en el idioma original, es "hágios" y
quiere decir "separados o apartados para el uso único de Dios". Es decir, aquello que pertenece a Dios,
por ejemplo, los utensilios que estaban en el tabernáculo fueron llamados "utensilios santos" ¿Por qué?
¿Acaso porque éstos eran artefactos especialmente santos, o acaso porque eran muy hermosos? No,
creemos que estos utensilios estaban golpeados y usados después de aquel largo viaje por el desierto;
eran santos porque estaban separados para el uso exclusivo de Dios. Y estimado oyente, un santo es
aquel que ha confiado en Cristo y ha sido separado para el uso exclusivo de Dios. En realidad, en el
presente existen solamente dos clases de personas: los santos, y los que no lo son. Ahora podemos
decir que hay algunos santos que no están siendo utilizados por Dios, por supuesto; pero eso es por su
propia culpa. Porque ellos han sido separados para el uso de Dios y para Su servicio. Los santos
deberían actuar santamente, eso es cierto. Pero ellos no son santos por la forma en que estén
actuando; ellos son santos gracias a la posición que tienen en Cristo, y le pertenecen a Él para ser
usados por Él.
Y después dijo: a los fieles en Cristo Jesús. Los fieles son los creyentes. Los fieles y los santos son las
mismas personas. Un santo deber ser santo, y un creyente debe ser fiel. Un creyente es una persona
que ha confiado en Cristo y un santo también. El término "santo" es el aspecto del creyente en relación
con Dios. Mientras que el término "creyente" es el aspecto del creyente en relación con las personas.
Ahora, refiriéndonos nuevamente a nuestro texto, dijo Pablo: en Cristo Jesús, y esto es probablemente
lo más maravilloso de todo. Para mí la palabra más importante en el Nuevo Testamento, es la
preposición en. Algunos teólogos han salido con ciertas ideas tratando de decirnos lo que significa el
ser salvo. ¿Cómo definiría usted nuestra salvación? Pues bien, ellos nos han salido con palabras como:
redención, expiación, justificación, reconciliación, propiciación, y el vicario, sacrificio substitutivo de
Cristo. Todas estas palabras son buenas, pero cada una de ellas simplemente nos da un aspecto de
nuestra salvación. Pero, ¿qué significa realmente ser salvo? El ser salvo significa estar en Cristo, es
decir, unido a Cristo. Nosotros estamos unidos irrevocable y orgánicamente a Cristo, por el bautismo
del Espíritu Santo (ver 1 Corintios 12:12 y 13). Hemos sido colocados en el cuerpo de los creyentes. En
su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 6, versículo 17, el apóstol Pablo dijo: "Pero el que se une al
Señor, un espíritu es con él". Nosotros le pertenecemos a Él, y no hay nada más hermoso que eso.
Porque como también dijo Pablo en Romanos 8:1", ninguna condenación hay para los que están en
Cristo Jesús". ¿Puede usted, estimado oyente, mejorar esa realidad? Estar unido a Cristo es el gran
logro de la salvación.
Esta expresión de estar "en Cristo" aparece muchas veces en el Nuevo Testamento. El Señor Jesucristo
dijo en Juan, capítulo 15, versículo 4: "Permaneced en mí, y yo en vosotros". ¡Qué gran realidad es
ésta! Nosotros estamos en Cristo, unidos a Cristo. No podemos explicarlo, es tan profundo. Las
analogías pueden ayudarnos algo. Podemos decir que el ave está en el aire, y que el aire está en el
ave. El pez está en el agua, y el agua está en el pez.
Y el creyente está en Cristo, y Cristo está en el creyente: estamos unidos a Él. La Cabeza está en el
cuerpo y el cuerpo está en la Cabeza. Mi cuerpo no se puede mover sin que la cabeza lo dirija. Ahora la
Iglesia, que es el cuerpo de Cristo, está en Cristo, la Cabeza. Todas las verdades de esta Epístola a los
Efesios giran alrededor de esa gran verdad.
Luego continuó diciendo el apóstol, que están en Éfeso. Y ya nos hemos referido a esto.
Tenemos que dedicar tiempo a examinar atentamente esta epístola. Yo siento la convicción de que
junto con Romanos, Primera y Segunda de Corintios y Gálatas, a Efesios se la debería dar la máxima
prioridad entre las cartas apostólicas. Estas cartas contienen un mensaje palpitante, personal y vivo
para usted y para mí en la actualidad, probablemente, como ninguna otra parte de las Sagradas
Escrituras. Son las grandes cartas doctrinales. Por ejemplo, cuando Dios le dijo a Josué en Josué 1:2,
Levántate y pasa este Jordán, por supuesto, no me estaba hablando a mí, sino que le estaba dando
instrucciones a Josué. Sin embargo, para mí hay allí una aplicación. La epístola a los Efesios equivale al
libro de Josué en el Nuevo Testamento, y siento que me habla directamente a mí de una manera
especial.
En el versículo 2 tenemos la expresión Gracia . . . a vosotros. "Gracia" era la forma de saludar entre los
no judíos del tiempo de Pablo. El término griego equivalente era "charis". En la actualidad se utiliza
entre los griegos una forma parecida.
Y Pablo añadió y paz. Éste era el saludo en el mundo religioso. Ésa es la palabra que usted escucharía
en Jerusalén: "shalom".
Pablo tomó estas dos palabras que constituían un saludo común de la época y les dio un significado
hermoso, elevándolas a las alturas. La gracia de Dios es el medio por el cual Él nos salvó. Usted debe
conocer la gracia de Dios antes de poder experimentar la paz de Dios. Pablo siempre las mencionó en
ese orden, la gracia antes que la paz. Como dijo también Pablo en Romanos 5:1, Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy podemos ver la palabra "paz" por todas partes. Generalmente se refiere a la paz en alguna parte
del mundo, o a la paz mundial. Pero el mundo nunca podrá conocer la paz hasta que conozca la gracia
de Dios. Lo interesante es que uno no ve mucho por ahí la palabra "gracia". Uno suele ver las palabras
"amor" y "paz", son palabras muy familiares, y se supone que han sido tomadas de la Biblia, pero con
frecuencia no se usan con el significado de la Biblia. La "paz" es paz con Dios porque nuestros pecados
son perdonados. Nuestros pecados nunca pueden ser perdonados hasta que conozcamos algo de la
gracia de Dios.
La frase final del versículo 2 dice: de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. La gracia y
paz provienen de Dios nuestro Padre: En realidad, Él se convierte en nuestro Padre cuando nosotros
experimentamos la gracia de Dios y somos regenerados por el Espíritu de Dios. La gracia y la paz
también provienen del Señor Jesucristo. ¿Por qué no dijo Pablo que ellas también provienen del Espíritu
Santo? ¿No creía Pablo en la Trinidad? Sí, creía, pero el Espíritu Santo ya estaba en Éfeso habitando en
los cristianos. El Señor Jesús estaba sentado a la derecha de Dios en el cielo. Cuando estudiamos la
Biblia, debemos tener la geografía correcta. Mucha gente tiene su teología fuera del debido equilibrio
debido a que su punto de vista sobre la posición de las personas de la Trinidad no es correcto. En
nuestro próximo programa continuaremos avanzando por este capítulo 1 de Efesios, y al despedirnos le
deseamos que pueda usted conocer la gracia de Dios, para que experimente la paz que sólo Él puede
dar.

Efesios 1:2-3
Antes de comenzar a considerar nuevamente el versículo 2, vamos a hacer referencia ahora a la parte
del Bosquejo General que se refiere al capítulo 1, y a otras consideraciones generales que nos ayudan
a recordar el contexto de esta carta. En este primer capítulo de la Carta a los Efesios, vemos que la
Iglesia es un cuerpo, el cuerpo de Cristo. Ésta es una realidad y el cuerpo va creciendo y
desarrollándose hoy en el mundo. En los primeros dos versículos encontraremos una introducción, y
luego veremos cómo Dios el Padre planeó la Iglesia, en los versículos 3 al 6. Luego tenemos en los
versículos 7 al 12, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios, que Dios el Hijo pagó el precio
por la Iglesia. Porque tenemos redención por medio de la sangre que Él derramó en la cruz. Luego
vemos en los versículos 13 y 14, que Dios, el Espíritu Santo protege a la Iglesia; Pablo dijo fuisteis
sellados con el Espíritu Santo de la promesa. Aquí podemos recordar también sus palabras de Primera
de Corintios 12:13: "Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo". Luego, entre
los versículos 15 y 23, tenemos la oración del apóstol pidiendo conocimiento y poder.
Tenemos que dedicar tiempo a examinar atentamente esta epístola. Yo siento la convicción de que
junto con Romanos, Primera y Segunda de Corintios y Gálatas, a Efesios se la debería dar la máxima
prioridad entre las cartas apostólicas. Estas cartas contienen un mensaje palpitante, personal y vivo
para usted y para mí en la actualidad, probablemente, como ninguna otra parte de las Sagradas
Escrituras. Son las grandes cartas doctrinales. Por ejemplo, cuando Dios le dijo a Josué en Josué 1:2,
"Levántate y pasa este Jordán", por supuesto, no me estaba hablando a mí, sino que le estaba dando
instrucciones a Josué. Sin embargo, para mí hay allí una aplicación. La epístola a los Efesios equivale al
libro de Josué en el Nuevo Testamento, y siento que me habla directamente a mí de una manera
especial.
En este programa vamos a considerar nuevamente el versículo 2 de esta carta a los Efesios. Leamos
entonces este versículo 2 de Efesios 1:
"Gracia y paz a vosotros de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo."
En nuestro programa anterior dijimos que ésta era la introducción más breve de todas las
introducciones a las cartas de Pablo. Es breve porque esta carta fue enviada a la iglesia en Éfeso pero
en realidad estaba destinada a ser leída por todas las iglesias. En algunos de los principales
manuscritos, las palabras "en Éfeso" no son mencionadas. Aparentemente ésta es la Carta a la cual se
refirió Pablo cuando dijo en su epístola a los Colosenses, que se leyera la Epístola dirigida a los de
Laodicea. En otras palabras, ésta era una Carta escrita para circular entre las Iglesias de aquella época.
El autor no estaba escribiendo aquí tanto para la iglesia local de Éfeso como para la iglesia en general,
es decir, para el cuerpo invisible de creyentes.
En el versículo 2 tenemos la expresión Gracia . . . a vosotros. "Gracia" era la forma de saludar entre los
no judíos del tiempo de Pablo. El término griego equivalente era "charis". En la actualidad se utiliza
entre los griegos una forma parecida.
Y Pablo añadió y paz. Éste era el saludo en el mundo religioso. Ésa es la palabra que usted escucharía
en Jerusalén: "shalom".
Pablo tomó estas dos palabras que constituían un saludo común de la época y les dio un significado
hermoso, elevándolas a las alturas. La gracia de Dios es el medio por el cual Él nos salvó. Usted debe
conocer la gracia de Dios antes de poder experimentar la paz de Dios. Pablo siempre las mencionó en
ese orden, la gracia antes que la paz. Como dijo también Pablo en Romanos 5:1, Justificados, pues,
por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Hoy podemos ver la palabra "paz" por todas partes. Generalmente se refiere a la paz en alguna parte
del mundo, o a la paz mundial. Pero el mundo nunca podrá conocer la paz hasta que conozca la gracia
de Dios. Lo interesante es que uno no ve mucho por ahí la palabra "gracia". Uno suele ver las palabras
"amor" y "paz", son palabras muy familiares, y se supone que han sido tomadas de la Biblia, pero con
frecuencia no se usan con el significado de la Biblia. La "paz" es paz con Dios porque nuestros pecados
son perdonados. Nuestros pecados nunca pueden ser perdonados hasta que conozcamos algo de la
gracia de Dios.
La frase final del versículo 2 dice: de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesucristo. La gracia y
paz provienen de Dios nuestro Padre: En realidad, Él se convierte en nuestro Padre cuando nosotros
experimentamos la gracia de Dios y somos regenerados por el Espíritu de Dios. La gracia y la paz
también provienen del Señor Jesucristo. ¿Por qué no dijo Pablo que ellas también provienen del Espíritu
Santo? ¿No creía Pablo en la Trinidad? Sí, creía, pero el Espíritu Santo ya estaba en Éfeso habitando en
los cristianos.
Después de los versículos 1 y 2, que forman la introducción, seguimos en el capítulo 1 que hemos
titulado "La iglesia es un cuerpo", y vamos a leer el versículo 3, comienza un párrafo que en nuestro
Bosquejo General hemos titulado

Dios el Padre planeó la Iglesia


"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo"
En este versículo Pablo presentó una exaltada doxología, que es una fórmula especial de alabanza a la
Trinidad. Esta alabanza se dirige a Dios como el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que el versículo 6
será llamado el "Amado", recordando que toda dádiva espiritual ha sido puesta a disposición de la
iglesia, la cual existe y recibe su vida de Cristo, quien es la Cabeza de ese cuerpo u organismo vivo, y
que ahora reina en los "lugares celestiales". Aquí podemos notar algo que es muy importante. Dios nos
ha bendecido. Nosotros le alabamos a Él con nuestros labios porque Él primero nos ha bendecido. Y
nuestra bendición es una declaración. Sus bendiciones son hechos. Nuestra bendición es una
declaración. Sus bendiciones son acciones. Nosotros le declaramos bendito. Él nos hace benditos a
nosotros. ¿Qué es lo que quiere decir "bendito"? La palabra "bendito" contiene la connotación de
"felicidad" y "gozo". Dios se está alegrando en el día de hoy. Él es feliz porque Él tiene un camino, una
forma de salvarle a usted, y Él puede bendecirle. Aquí dice que Dios nos bendijo. No podemos pensar
en algo más maravilloso que esto. Él no estaba hablando de algo que puede ser nuestro cuando
lleguemos al cielo, sino de algo que es nuestro ahora mismo. Alguien me preguntó una vez: ¿Ha
recibido usted la segunda bendición? Estimado oyente, yo estoy recibiendo cientos de ellas. No sólo he
recibido la segunda bendición, sino que he tenido miles de bendiciones. Él nos ha bendecido, y lo ha
hecho por medio del Señor Jesucristo.
Aquí estamos bendecidos con toda bendición espiritual, y tenemos que apreciar lo siguiente: que es en
los lugares celestiales. Aunque el adjetivo se usa en otros pasajes, la expresión completa "lugares
celestiales" y considerando la totalidad del Nuevo Testamento, sólo se emplea en Efesios. Se encuentra
cinco veces: aquí en 1:3, en 1:20, en 2:6, en 3:10 y en 6:12. El sustantivo "lugares" no se encuentra
en el original. Este término denota las esferas o ámbitos de nuestra asociación en Cristo. Todavía no
estamos en el cielo, pero nuestro llamamiento es celestial; el poder de nuestro vivir diario es celestial;
la provisión de Dios es celestial. Y aquí estamos, bendecidos con toda bendición espiritual, y eso ocurre
en las regiones celestiales. No sabemos exactamente donde están esas regiones celestiales, pero sí
sabemos donde está el Señor Jesús. Él está a la derecha de Dios y aquí se nos dice que estas
bendiciones son en Cristo. Debemos enfatizar que aquí no dice que estas bendiciones están "con
Cristo". Ahora mismo, usted y yo estamos sentados "en Cristo", al estar unidos a Cristo. Cuando
alguien nos pregunta: ¿va a ir usted al cielo algún día? La respuesta generalmente es "Sí, así lo
espero". Pero habría que matizar la respuesta. Si usted va a ir al cielo, en un sentido espiritual ya se
encuentra allí unido a Cristo. Él le ha bendecido en las regiones celestiales y usted se encuentra allí,
indiferentemente de cual sea su posición aquí. Su vida práctica aquí puede no ser buena, pero si usted
es un hijo de Dios, usted ya está en Cristo, es decir, unido a Cristo.
Algunos lo interpretan erróneamente en otra dirección. Al finalizar una sesión de Estudio Bíblico alguien
oró diciendo: "Señor, te damos gracias porque hoy hemos estado sentados en los lugares celestiales en
Cristo". Esta persona no había entendido el asunto. No tenemos que pasar por una experiencia
espiritual concreta, como asistir a un servicio religioso o a una sesión de estudio, tan importantes como
puedan ser, y sentir el corazón lleno de esas verdades espirituales, para estar sentados en las regiones
celestiales. El hecho es que usted está en esas regiones celestiales incluso cuando se encuentra
deprimido. Debemos estar agradecidos a Dios que nuestra elevada posición no depende de nuestros
cambiantes estados de ánimo, a veces agravados por situaciones de aflicción, angustia, soledad o
desánimo. Todos los que están unidos a Cristo se encuentran sentados en esas regiones celestiales.
Ésa es la posición que Él nos ha dado.
Ahora, Dios es bendito. Dijo Pablo en el versículo: "Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo". Y nosotros le alabamos. ¿Por qué? Porque Él nos ha bendecido. Ahora, Él nos ha bendecido
con toda bendición espiritual. El paralelo aquí es el libro de Josué en el Antiguo Testamento. En el
estudio de ese libro vimos que Dios entregó a los israelitas la tierra de Canaán. Canaán no es una
figura del cielo. Canaán es una figura del lugar en que hoy vivimos. Nunca podría ser una figura del
cielo porque allí había enemigos con quienes luchar y batallas que ganar. Aquí abajo, en la tierra, es
donde se libran las batallas. Cuando lleguemos al cielo, estimado oyente, ya no habrá más batallas. Lo
interesante es que Dios les dio a los israelitas la tierra prometida. Todo lo que tenían que hacer era
tomar posesión de ella. Como leemos en Josué 1:3, Dios le dijo a Josué: "Yo os he entregado, tal como
lo dije a Moisés, todos los lugares que pisen las plantas de vuestros pies". Y Josué podría haber dicho:
"Bueno, Señor, ya nos la has dado, déjanos ahora entrar y tomarla"
Estimado oyente, Dios nos ha bendecido con toda bendición espiritual. Estamos en Cristo. ¿Se ha
detenido alguna vez a pensar en lo que tenemos en Cristo? Dios ha hecho que Cristo sea justicia, y
nuestra santificación. Cuando yo era niño estaba tratando de lograr mi salvación por medio de las
obras, pero no me fue muy bien en el intento. Después aprendí que Cristo era mi justicia, mi
justificación, y después de ser salvo, intenté esforzarme para ser bueno. Y tampoco me fue muy bien
en el intento. Luego, aprendí que Dios había hecho que Cristo fuera mi santificación. Es que yo tengo
todo en Cristo; he sido bendecido con toda clase de bendiciones espirituales. Y uno no puede mejorar
esa situación, ¿no le parece? Cuando usted viene a Cristo, tiene todo en Él. No es necesario esperar un
poco más, tenemos todas las bendiciones concedidas en Cristo. Sólo falta un detalle importante.
Tenemos que tomar posesión de ellas.
Existen dos formas de actuar frente a esas bendiciones espirituales, que actualmente son posesiones
espirituales nuestras, de esos bienes que ya nos pertenecen.
Permítanos contar dos historias hoy, y ambas son verídicas. En cierta ocasión apareció en un periódico
de una gran ciudad una noticia en la primera página, la cual al encontrarse casi al final de ella, podía
haber pasado desapercibida para muchos. Esto era lo que decía: "Los bares de esta ciudad, así como
las posadas más miserables que suelen ser frecuentadas por los vagos, están siendo objeto de una
intensa búsqueda en el día de hoy, para tratar de encontrar a una persona (y daba el nombre) de 50
años de edad, un graduado de la Universidad de Oxford; que ha heredado la mitad de una herencia de
siete millones de euros. El Departamento de Personas Perdidas espera que, entre aquellos indigentes
que frecuentan lugares como éstos, o en alguno de los hoteles baratos de esta ciudad, aparezca el hijo
del acaudalado naviero que ha dejado esta fabulosa herencia". Al leer eso, amigo oyente, uno piensa
en lo trágico que es esto. Imagínese usted ser el heredero de la mitad de una fortuna semejante y ser
un vagabundo que se pasa la noche durmiendo en los peores lugares de la ciudad. Ahora, ¿sabe usted
cuál fue el resultado de ese artículo que mencionamos, que apareció en ese periódico? ¿Sabe usted lo
que realmente sucedió? Pues bien, al fin encontraron a ese hombre. Pero lo encontraron muerto. Había
estado durmiendo a las puertas de un comercio, en una noche muy fría. Muchos cristianos viven y
mueren en esa condición de miseria espiritual, y sin embargo han sido bendecidos con todas las
bendiciones espirituales disponibles en Cristo, en las regiones celestiales.
Hay otra historia que quisiéramos relatar en este momento, y esta historia también es verídica. Hace
algún tiempo el heredero de un noble británico estaba viviendo en la pobreza, tratando de sobrevivir
en la misma miseria. Finalmente, cuando murió ese miembro de la nobleza, comenzaron a buscar a
este heredero y lo encontraron. Entonces, procedieron a darle la buena noticia, y le dijeron que él era
el heredero de ese noble. Y, ¿sabe usted lo que hizo este hombre? Creyó en lo que le dijeron. La gran
publicidad en torno a este caso le convirtió rápidamente en una persona bien conocida. Fue a una
sastrería y compró el mejor traje. Y después, compró un billete de primera clase para viajar al país
donde debía cobrar la herencia, para regresar con la elegancia y comodidad que su nueva situación
requería. Y, ¿sabe por qué? Porque él había creído que esa fortuna era suya y actuó en consecuencia.
Estimado oyente, usted puede vivir una vida cristiana haciendo el viaje en primera clase, o en la clase
más económica, aquella que ofrece únicamente lo indispensable. Hay muchos creyentes hoy que más
que vivir, sobreviven con lo elemental, lo indispensable. Se puede vivir en la riqueza espiritual,
disfrutando de esas abundantes riquezas a nivel personal, e incluso compartiéndolas con otros.
Resultando de bendición para otros cristianos. O se puede vivir en una pobreza espiritual, y
recordemos que en una vida de escasez predominan la amargura, la envidia, y el descontento con uno
mismo. Ese estado es bastante común, en una época en que los valores de los creyentes están
especialmente enfocados en las cuestiones materiales. Muchos cristianos recurren al activismo, que es
una mera serie interminable de acciones destinadas a llenar un vacío en la vida del cristiano. Pero tarde
o temprano, el activismo conduce al hastío, al cansancio. Porque no puede ocupar el lugar que sólo las
riquezas y bendiciones espirituales pueden llenar para satisfacer al corazón humano. Dios quiere que
usted sepa que usted ha sido bendecido con todas las bendiciones espirituales en Cristo. Él no nos ha
prometido bendiciones físicas o prosperidad, pero nos ha garantizado las espirituales, las que están ya
disponibles en los lugares celestiales. Estimado oyente, usted no va a recibir ninguna bendición
espiritual en esta vida a no ser que le llegue por medio de Jesucristo. Él no sólo nos ha salvado, pero
también es el que nos colma de bendiciones. Como necesitamos hoy tomar posesión de ellas para
comenzar a vivir como un hijo de Dios debería vivir, con una vida de auténtica calidad. Después de
todo, hoy la gente busca aumentar su calidad de vida material, surtiéndose de todo lo necesario para
disfrutar de todas las ventajas que ofrece la sociedad de consumo. Entonces, ¿por qué no buscar un
aumento de la calidad de la vida espiritual? ¿Por qué conformarse con una vida espiritual raquítica, de
escasez, que depende exclusivamente del esfuerzo humano y en la capacidad de entretenimiento de
tener muchas actividades para llenar el tiempo y los espacios vacíos?
Ahora, al terminar el versículo 3 hemos llegado a una sección muy importante. Nos encontramos en
esa división del Bosquejo General, en el capítulo 1. Como ya vimos antes, al iniciar la consideración del
versículo 3, nos encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó
la iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora
surgen las preguntas: ¿cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? Aunque
comenzaremos con este tema en nuestro próximo programa, nos limitaremos a mencionar que Dios
hizo tres cosas: (1) Nos escogió en Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, e (3)
Impartió Su gracia sobre nosotros en el Amado.
Lo importante, estimado oyente, es que al oír hablar de los planes de Dios en la iglesia, usted sea
consciente de que está incluido en los planes y propósitos de Dios. Y en consecuencia, Él conoce su
nombre, su situación en la vida y su actual condición. Pero Él ve su parte interior, aquella que sólo sus
seres queridos conocen. Más aún, en el estudio de la Biblia y, concretamente del Salmo 139, que
estudiamos en la serie del Libro de los Salmos, seguramente recordará usted que enfatizamos el hecho
de que Dios conoce nuestros más íntimos pensamientos, aquellos que nadie conoce sino sólo nosotros
mismos. En el versículo 2, el apóstol Pablo, en sus palabras introductorias a esta carta, y después de
haber saludado a sus lectores, se refirió a Dios como "nuestro Padre". Y al despedirnos hoy le
preguntamos: ¿puede usted considerar a Dios como su Padre celestial? ¿Tiene usted esa relación con
Él? Si no la tiene, le recordamos que puede iniciarla ahora mismo. Recuerde el saludo del apóstol Pablo
al principio de esta carta dirigida a aquellos antiguos lectores suyos, y recíbalo usted de una manera
estrictamente personal. Dijo el apóstol: "Gracia y paz. . . de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor
Jesucristo".

Efesios 1:4-5
Regresamos hoy, amigo oyente, al primer capítulo de esta Carta a los Efesios. Estamos avanzando
lentamente aquí, y nos encontramos en una sección bastante difícil. Vimos en nuestro programa
anterior este maravilloso versículo 3, de este primer capítulo, donde hemos recibido una gran
bendición. Allí dice:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo"
Todas las bendiciones espirituales son una bendición triple, digamos. En primer lugar se nos dice: toda
bendición espiritual. Esto es como un paquete que se ha envuelto en los lugares celestiales. Y
finalmente, son colocados en una esfera más grande, esto es en Cristo. Y el pensamiento completo es
que uno debe abrir este regalo para ver lo que Dios ha hecho por usted, para poder entonces, vivir por
la fe, y asirse de ello, y vivir en el día de hoy en los lugares elevados a los cuales Dios lo ha llevado a
usted. Él le ha hecho a usted un hijo; lo ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales. Y
nosotros necesitamos vivir de esa manera en el mundo del presente.
En esta sección vemos que todo este proceso se ha llevado a cabo siguiendo un plan. Dios el Padre
planeó la iglesia. Dios El Hijo pagó con Su sangre por la Iglesia, y Dios el Espíritu Santo protege la
Iglesia. La fuente de todas nuestras bendiciones es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él nos
hace pensar en la eternidad pasada, y hace que nos demos cuenta que la salvación es completamente
de Dios, y que allí no hay nada de nosotros mismos. Cuando hacemos eso nos damos cuenta de que
usted y yo no somos originadores de esto, ni tampoco los promotores, ni los consumadores de nuestra
salvación. Él lo hizo todo, amigo oyente.
Hay una canción que lo expresa de la siguiente manera. "No he sido yo, Señor, quien te eligió, porque
eso no podía ser. Mi corazón aun te rechazaría, pero tú me has elegido a mí". Y otra canción dice:
"Jesús me buscó cuando era in extraño, alejándome del redil de Dios. Y Él, para rescatarme del peligro,
interpuso su preciosa sangre". Dios es quien planificó nuestra salvación, amigo oyente, en la eternidad
en el pasado, mucho antes de que usted y yo llegáramos a este mundo. El Señor Jesucristo es quien
vino a este mundo y cuando se cumplió el tiempo determinado, logró nuestra salvación sobre la cruz
del Calvario. Y luego Dios el Espíritu Santo es quien nos convence de culpa y de pecado en el presente.
Él es quien nos lleva al lugar de fe en Cristo y al conocimiento salvador de la gracia de Dios que es
revelada en el Señor Jesucristo.
Se cuenta la historia de un joven que se presentó ante las autoridades de una Iglesia y dijo que quería
pertenecer a esa congregación. Los diáconos lo examinaron y le hicieron las siguientes preguntas:
"¿Cómo es que llegaste a ser salvo?" "Bien", dijo el joven, "Yo hice mi parte y Dios hizo la Suya". Y
esos diáconos pensaron que este joven estaba equivocado. Y le dijeron: "¿Cuál fue tu parte y cuál la
parte de Dios?" Y el respondió sin titubear, respondió: "Mi parte fue la de pecar, huí de Dios tan rápido
como me pudieron llevar estas piernas rebeldes que yo tengo, y donde mi corazón pecaminoso me
llevara. Me escapé de Él. Y, ¿saben una cosa? Él corrió detrás de mí y me alcanzó."
Dios es quien salva. Nuestra parte es la de pecar. También, el desaparecido Dr. Henry Ironside, dijo en
cierta ocasión, que a un muchacho se le había preguntado: "¿Has encontrado a Jesucristo?" Y el joven
respondió: "Bien, señor, yo no sabía que Él se había perdido. Pero yo estaba perdido y Él me
encontró". Y amigo oyente, usted no encuentra a Jesucristo, es Él quién lo encuentra a usted. Él es
quien salió a buscar la oveja que se había perdido. Y Él es quien la encontró. Escuchemos lo que dice
aquí este versículo 4, del capítulo 1, de la epístola a los Efesios:
"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha
delante de él."
La palabra "según" es un conectivo que modifica la declaración anterior del versículo 3. Las bendiciones
espirituales que usted y yo recibimos están de acuerdo con la voluntad divina. Todo se hace en
consonancia y armonía con el propósito de Dios. Este mundo y el universo operarán de acuerdo con el
plan y propósito de Dios. Así la palabra "según" mira hacia atrás a las tres bendiciones del versículo 3.
Dios escogió a los creyentes en Cristo antes de la fundación del mundo. Y esto quiere decir antes de
todo tiempo, allá en la eternidad pasada. Permítanos decirle, estimado oyente, que eso quiere decir
que ni usted ni yo hicimos la elección. Él no nos eligió porque fuéramos buenos, sino que nos eligió
para que pudiéramos hacer algo bueno. Y toda la elección pertenece total y exclusivamente a la
soberanía, a la sabiduría, y también a la bondad de Dios.
El predicador Spurgeon, dijo lo siguiente en cierta ocasión: "Dios me escogió antes de que yo viniera a
este mundo, porque si Él hubiera esperado hasta que yo llegara aquí, entonces Él nunca me hubiera
escogido". Es Dios quien nos ha escogido y nosotros no le hemos escogido a Él.
Recuerde usted lo que el Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el aposento alto: "No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros".(Juan 15:16). Como solía decir el Dr.
Campbell Morgan: "Eso pone toda la responsabilidad en Él. Si Él fue quien nos escogió, entonces Él es
responsable". Y eso es algo realmente maravilloso, amigo oyente.
Israel es un ejemplo de la elección divina. Recordemos lo que Dios dijo acerca de los hijos de Israel; en
el libro de Amós, capítulo 3, versículos 1 y 2, dice: "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra
vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A
vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas
vuestras maldades". Dios escogió a Israel en el tiempo. Él escogió a la Iglesia en la eternidad. Dios hizo
esa elección en la eternidad, y no se ha presentado nada inesperado que haya causado que Dios
cambie su programa, o su forma de pensar. Él supo el fin de todo desde el mismo principio (ver
Hechos 15:18).
Él lo hizo con cierto propósito; para que nosotros llegáramos a ser santos y sin mancha ante Él. Dios
nos escogió para santificarnos. Él nos salva y Él nos santifica, para que seamos santos. Éste es lado
positivo de Su propósito. Y esto tiene que ver con la vida interior del creyente. La elección de Dios
requiere una vida santa. Hay muchas personas hoy que dicen: "Bueno, yo soy uno de los elegidos, he
sido salvado por gracia y puedo hacer lo que quiera". Pablo respondió a las personas que opinan de
esa manera cuando dijo en Romanos 6:1-2, "1¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado
para que la gracia abunde? 2¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?" Usted no puede usar la gracia como una licencia para pecar. Si usted continúa
viviendo en el pecado es porque usted es un pecador y no ha sido salvo. Un pecador que ha sido salvo
mostrará un cambio en su forma de vivir.
No sólo nos eligió Dios para que fuéramos santos sino también para que fuéramos sin mancha. Éste es
el lado negativo. El creyente en Cristo es visto ante Dios como sin mancha. Otra vez vemos un ejemplo
de esto en Israel. Dios no permitió que Balaám maldijera a Israel o que encontrara alguna falta en Su
pueblo. Escuchemos lo que dijo en el libro de Números 23:21, "No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha
visto perversidad en Israel. El Señor su Dios está con él, y ellos lo aclaman como rey". Luego, nosotros
tenemos que ser sin mancha. Ése es el lado negativo. Sí, pero si usted hubiera descendido al
campamento de Israel, habrá visto que Dios encontró faltas en ellos, y los juzgó. Y Él estaba
santificando y purificando ese campamento.
Amigo oyente, si Dios lo ha escogido a usted es para hacerlo santo, para convertirlo en una persona sin
mancha. Y si no hay evidencias de cambio, entonces, usted no es uno de los escogidos. Dios quiere
que Sus hijos vivan vidas que no estén marcadas o manchadas con el pecado, y Él ha hecho toda la
provisión necesaria para que ellos sean absueltos de toda culpa. Recordemos que Juan dijo en su
primera carta 2:1 y 2, "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es el sacrificio por el perdón de
nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo". (1 Juan
2:1-2)
Y a propósito, eso responde al interrogante de una expiación limitada, es decir, que Cristo sólo murió
por los escogidos. Este versículo de Primera de Juan aquí deja bien claro que Él murió por el mundo. Y
no interesa quién sea usted. Aquí hay una oferta legítima que le ha sido enviada a usted hoy, de parte
de Dios, y esa oferta es que Jesucristo ha muerto por usted. Usted no se puede ocultar y decir: "Yo no
soy uno de los elegidos". Usted forma parte de los escogidos si escucha Su voz. Usted también tiene
una voluntad libre para no oír Su voz. ¡Y es algo maravilloso y glorioso que el Dios del cielo escogiera a
algunos de nosotros aquí abajo y nos salvara! Ahora, yo no me propongo comprender esta verdad. Yo
simplemente la creo.
Usted recuerda la ilustración que nos dio el Señor Jesucristo de un camino amplio, grande, y a un lado
del camino hay una entrada muy angosta, y sobre esta entrada se ha puesto el anuncio: Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6) Lo interesante es que el
camino ancho, por donde la mayoría de la gente transita, lo lleva a uno hacia abajo y se hace cada vez
más estrecho, hasta que finalmente lleva a la destrucción. Usted puede continuar andando por ese
camino ancho, pero también puede salirse de él si así lo desea. Usted puede abandonar ese camino al
ver la invitación que dice: El que a mí viene, no le echo fuera, (Juan 6:37). Usted puede entrar por ese
camino angosto y lo interesante es que la entrada es muy estrecha pero luego el camino se amplía. El
Señor dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia". (Juan 10:10).
Se habla acerca del camino ancho; pero el camino ancho, amigo oyente, comienza después que usted
ha pasado por esa puerta estrecha. Es que usted tiene que hacer su propia elección. Todo aquel que
quiera, puede venir, y esta declaración le incluye a usted. Es una invitación legítima.
El Señor Jesucristo le ha extendido a usted una invitación, y todo aquel que quiera puede entrar. No
trate de decir que usted ha sido dejado a un lado, porque eso no es así. En el evangelio según San
Juan, capítulo 3, versículo 16, leemos: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". La frase
"todo aquel" nos incluye a usted a mí. Donde dice: todo aquel, allí puede usted poner su propio
nombre. Ahora bien, el hecho de que haya elegidos no quiere decir que sepamos quienes son, y usted
no tiene ningún derecho a decir que usted es uno de los que no son elegidos. Si usted abre su corazón,
puede entrar. Y eso es todo que usted tiene que hacer. No creemos en la idea de que usted pueda
tener reservas mentales. El problema es que hay pecado en su vida y que la Biblia lo condena. Pero, si
usted acude a Cristo, quiere decir que usted tiene que apartarse de ese pecado, y algunas personas,
sencillamente, no quieren apartarse de su pecado.
"Nos escogió en Cristo". Una y otra vea la Biblia enfatiza la elección soberana de Dios. Y el mismo
apóstol Pablo dijo en Segunda de Tesalonicenses 2:13 y 14, "13Pero nosotros debemos dar siempre
gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. 14Para
esto él os llamó por medio de nuestro evangelio: para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo". Y
el apóstol Pedro en su Primera Carta, capítulo 1, versículo 2 dice: "elegidos según el previo
conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas". Llama la atención el ver que la elección y la
santificación parecen ir juntas y ambas tienen lugar en el Señor Jesucristo. Si Dios le ha salvado a
usted, no lo ha hecho porque usted sea bueno, sino precisamente por que no lo es. Creemos que el
apóstol Pablo lo explicó en una manera clara en su Epístola a los Romanos (9:14-16) cuando dijo:
"¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no
depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Moisés se dirigió a Dios
en oración, y Dios le respondió: "Moisés, Yo voy a escuchar y a contestar tu oración. Pero no porque tú
seas Moisés, el libertador, sino porque Yo voy a mostrar misericordia en quien quiera y mostraré
compasión en quien Yo quiera". Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano
sino de la misericordia de Dios. ¿Le agradaría a usted, amigo oyente, experimentar la compasión de
Dios? Entonces usted tendrá que volver hacia Él.
Creemos que una de las mejores ilustraciones que podemos tener de este tema, la encontramos en el
libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 27, versículos 22 al 24. Recordemos que el apóstol Pablo,
luego de haber padecido una tormenta huracanada y cuando su barco estaba inclinado peligrosamente,
listo para hundirse, cuando los marineros ya habían arrojado algo de los aparejos de la nave, Pablo dijo
al capitán de la nave: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de
vida entre vosotros, sino solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios
de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante
César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Ésa era la presciencia de Dios,
eso era elección. Dios había escogido que ninguno de los que había en ese barco, se perdiera. Un poco
más tarde, Pablo encontró a un grupo de marineros que estaban tratando de abandonar el barco en un
pequeño esquife para llegar a tierra de esa manera. Pero, Pablo dijo al capitán y a los soldados: "Si
estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros". (Hechos 27:31) Bueno, el capitán de la
nave podría haberle dicho a Pablo: "Un momento. Ya me has dicho que ninguno perecería"; y él estaba
en lo correcto, eso es lo que Pablo había dicho. Y ese era el lado de Dios: nadie perecería. Pero la
condición era que si aquellos no permanecían en la nave, los demás no podrían salvarse. Y ese era el
lado del hombre: ellos debían permanecer en el barco.
Debemos decir, amigo oyente, que Dios es quien conoce a los escogidos. Yo no sé quienes son. En
cierta ocasión, alguien se dirigió a ese gran predicador que fue Spurgeon y le dijo: "Señor Spurgeon: si
yo creyera lo que usted cree, no predicaría de la forma en que usted lo hace. Usted dice que cree que
hay aquellos que son escogidos, pero usted predica como si todos pudieran ser salvos". "Bueno", le
dijo el señor Spurgeon, "ellos pueden serlo. Pero, si Dios hubiera pintado una línea amarilla, digamos,
en la espalda de aquellos que han sido escogidos, yo podría andar por la calle y levantar las camisas de
esa gente, para ver si están pintados con esa línea amarilla en su espalda. Entonces, yo les presentaría
a ellos el evangelio, pero Dios no hizo eso; Él me dijo a mí, que predicara el evangelio a toda criatura y
todo aquel que cree, puede ser salvo". Amigo oyente, ésas son nuestras órdenes y en cuanto a mí se
refiere, y mientras Dios no nos entregue la lista de los escogidos, vamos a continuar presentando este
evangelio a todos, diciéndoles que todo aquel que crea en Dios puede ser salvo. Este es el evangelio
que nosotros debemos predicar hoy.
Alguien lo explicó de esta manera: en la puerta del cielo, del lado nuestro, se puede leer: "Yo soy la
puerta, el que por mi entre será salvo; entrará y. . . y hallará pastos". (Juan 10:9) Pero luego, cuando
usted pasa al otro lado de la puerta, cuando usted entra al cielo, puede mirar hacia atrás y ver que en
esa misma puerta dice: "Escogidos en Él, antes de la fundación del mundo". Pero, amigo oyente, ya
que yo todavía no he visto el otro lado de la puerta, le doy a Dios el derecho de planificar Su iglesia.
Es como lo que ocurrió en una pareja que deseaba edificar una nueva casa. Y mostraron a unos
amigos suyos, los planos que habían elaborado para edificar esta casa. Esta pareja construyó un
hermoso lugar, una hermosa casa. Luego de algún tiempo, estos amigos fueron a visitarlos y vieron
esa pareja había construido esa casa, tal como lo habían planeado. Ahora, estas personas no tenían
ningún conocimiento sobrenatural, pero nadie les discutió si ellos tenían el derecho de hacer y disponer
de algo que era de su propiedad, según el plan que habían elaborado. Dios ha planeado la Iglesia;
después de todo, este es Su universo y la Iglesia es Su Iglesia. ¿Y cuál es este plan? Como decía el
versículo 4, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin
mancha delante de él. Sigue diciendo el versículo 5 de Efesios 1:
"Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro
afecto de su voluntad"
Otra versión traduce la última parte de este versículo de la siguiente manera: "según el buen propósito
de su voluntad". Ahora, nos encontramos en una sección muy importante. Nos encontramos en esa
división del Bosquejo General, en el capítulo 1. Como ya vimos antes, al iniciar la consideración del
versículo 3, nos encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó
la iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora
surgen las preguntas: ¿Cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? La gran
magnitud de su obra puede resumirse en la siguiente afirmación: Él hizo tres cosas: (1) Nos escogió en
Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, y (3) Impartió Su gracia sobre nosotros en el
Amado.
Necesitamos saber que hemos sido escogidos en Él y debemos mantenernos firmes hoy por Dios, y eso
causará una diferencia en nuestra forma de vivir aquí en este mundo. Estimado oyente, le invitamos a
establecer esa relación con Dios al creer en el Señor Jesucristo como su Salvador. Y entonces
comprobará usted cómo el poder de Dios, por el Espíritu Santo puede transformar su vida, llenándola
de significado, e impulsándola con una nueva motivación.

Efesios 1:4-5
Regresamos hoy, amigo oyente, al primer capítulo de esta Carta a los Efesios. Estamos avanzando
lentamente aquí, y nos encontramos en una sección bastante difícil. Vimos en nuestro programa
anterior este maravilloso versículo 3, de este primer capítulo, donde hemos recibido una gran
bendición. Allí dice:
"Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos bendijo con toda bendición espiritual
en los lugares celestiales en Cristo"
Todas las bendiciones espirituales son una bendición triple, digamos. En primer lugar se nos dice: toda
bendición espiritual. Esto es como un paquete que se ha envuelto en los lugares celestiales. Y
finalmente, son colocados en una esfera más grande, esto es en Cristo. Y el pensamiento completo es
que uno debe abrir este regalo para ver lo que Dios ha hecho por usted, para poder entonces, vivir por
la fe, y asirse de ello, y vivir en el día de hoy en los lugares elevados a los cuales Dios lo ha llevado a
usted. Él le ha hecho a usted un hijo; lo ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales. Y
nosotros necesitamos vivir de esa manera en el mundo del presente.
En esta sección vemos que todo este proceso se ha llevado a cabo siguiendo un plan. Dios el Padre
planeó la iglesia. Dios El Hijo pagó con Su sangre por la Iglesia, y Dios el Espíritu Santo protege la
Iglesia. La fuente de todas nuestras bendiciones es el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo. Él nos
hace pensar en la eternidad pasada, y hace que nos demos cuenta que la salvación es completamente
de Dios, y que allí no hay nada de nosotros mismos. Cuando hacemos eso nos damos cuenta de que
usted y yo no somos originadores de esto, ni tampoco los promotores, ni los consumadores de nuestra
salvación. Él lo hizo todo, amigo oyente.
Hay una canción que lo expresa de la siguiente manera. "No he sido yo, Señor, quien te eligió, porque
eso no podía ser. Mi corazón aun te rechazaría, pero tú me has elegido a mí". Y otra canción dice:
"Jesús me buscó cuando era in extraño, alejándome del redil de Dios. Y Él, para rescatarme del peligro,
interpuso su preciosa sangre". Dios es quien planificó nuestra salvación, amigo oyente, en la eternidad
en el pasado, mucho antes de que usted y yo llegáramos a este mundo. El Señor Jesucristo es quien
vino a este mundo y cuando se cumplió el tiempo determinado, logró nuestra salvación sobre la cruz
del Calvario. Y luego Dios el Espíritu Santo es quien nos convence de culpa y de pecado en el presente.
Él es quien nos lleva al lugar de fe en Cristo y al conocimiento salvador de la gracia de Dios que es
revelada en el Señor Jesucristo.
Se cuenta la historia de un joven que se presentó ante las autoridades de una Iglesia y dijo que quería
pertenecer a esa congregación. Los diáconos lo examinaron y le hicieron las siguientes preguntas:
"¿Cómo es que llegaste a ser salvo?" "Bien", dijo el joven, "Yo hice mi parte y Dios hizo la Suya". Y
esos diáconos pensaron que este joven estaba equivocado. Y le dijeron: "¿Cuál fue tu parte y cuál la
parte de Dios?" Y el respondió sin titubear, respondió: "Mi parte fue la de pecar, huí de Dios tan rápido
como me pudieron llevar estas piernas rebeldes que yo tengo, y donde mi corazón pecaminoso me
llevara. Me escapé de Él. Y, ¿saben una cosa? Él corrió detrás de mí y me alcanzó."
Dios es quien salva. Nuestra parte es la de pecar. También, el desaparecido Dr. Henry Ironside, dijo en
cierta ocasión, que a un muchacho se le había preguntado: "¿Has encontrado a Jesucristo?" Y el joven
respondió: "Bien, señor, yo no sabía que Él se había perdido. Pero yo estaba perdido y Él me
encontró". Y amigo oyente, usted no encuentra a Jesucristo, es Él quién lo encuentra a usted. Él es
quien salió a buscar la oveja que se había perdido. Y Él es quien la encontró. Escuchemos lo que dice
aquí este versículo 4, del capítulo 1, de la epístola a los Efesios:
"Según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha
delante de él."
La palabra "según" es un conectivo que modifica la declaración anterior del versículo 3. Las bendiciones
espirituales que usted y yo recibimos están de acuerdo con la voluntad divina. Todo se hace en
consonancia y armonía con el propósito de Dios. Este mundo y el universo operarán de acuerdo con el
plan y propósito de Dios. Así la palabra "según" mira hacia atrás a las tres bendiciones del versículo 3.
Dios escogió a los creyentes en Cristo antes de la fundación del mundo. Y esto quiere decir antes de
todo tiempo, allá en la eternidad pasada. Permítanos decirle, estimado oyente, que eso quiere decir
que ni usted ni yo hicimos la elección. Él no nos eligió porque fuéramos buenos, sino que nos eligió
para que pudiéramos hacer algo bueno. Y toda la elección pertenece total y exclusivamente a la
soberanía, a la sabiduría, y también a la bondad de Dios.
El predicador Spurgeon, dijo lo siguiente en cierta ocasión: "Dios me escogió antes de que yo viniera a
este mundo, porque si Él hubiera esperado hasta que yo llegara aquí, entonces Él nunca me hubiera
escogido". Es Dios quien nos ha escogido y nosotros no le hemos escogido a Él.
Recuerde usted lo que el Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el aposento alto: "No me
elegisteis vosotros a mí, sino que yo os elegí a vosotros".(Juan 15:16). Como solía decir el Dr.
Campbell Morgan: "Eso pone toda la responsabilidad en Él. Si Él fue quien nos escogió, entonces Él es
responsable". Y eso es algo realmente maravilloso, amigo oyente.
Israel es un ejemplo de la elección divina. Recordemos lo que Dios dijo acerca de los hijos de Israel; en
el libro de Amós, capítulo 3, versículos 1 y 2, dice: "Oíd esta palabra que ha hablado Jehová contra
vosotros, hijos de Israel, contra toda la familia que hice subir de la tierra de Egipto. Dice así: A
vosotros solamente he conocido de todas las familias de la tierra; por tanto, os castigaré por todas
vuestras maldades". Dios escogió a Israel en el tiempo. Él escogió a la Iglesia en la eternidad. Dios hizo
esa elección en la eternidad, y no se ha presentado nada inesperado que haya causado que Dios
cambie su programa, o su forma de pensar. Él supo el fin de todo desde el mismo principio (ver
Hechos 15:18).
Él lo hizo con cierto propósito; para que nosotros llegáramos a ser santos y sin mancha ante Él. Dios
nos escogió para santificarnos. Él nos salva y Él nos santifica, para que seamos santos. Éste es lado
positivo de Su propósito. Y esto tiene que ver con la vida interior del creyente. La elección de Dios
requiere una vida santa. Hay muchas personas hoy que dicen: "Bueno, yo soy uno de los elegidos, he
sido salvado por gracia y puedo hacer lo que quiera". Pablo respondió a las personas que opinan de
esa manera cuando dijo en Romanos 6:1-2, "1¿Qué, pues, diremos? ¿Perseveraremos en el pecado
para que la gracia abunde? 2¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo
viviremos aún en él?" Usted no puede usar la gracia como una licencia para pecar. Si usted continúa
viviendo en el pecado es porque usted es un pecador y no ha sido salvo. Un pecador que ha sido salvo
mostrará un cambio en su forma de vivir.
No sólo nos eligió Dios para que fuéramos santos sino también para que fuéramos sin mancha. Éste es
el lado negativo. El creyente en Cristo es visto ante Dios como sin mancha. Otra vez vemos un ejemplo
de esto en Israel. Dios no permitió que Balaám maldijera a Israel o que encontrara alguna falta en Su
pueblo. Escuchemos lo que dijo en el libro de Números 23:21, "No ha notado iniquidad en Jacob, ni ha
visto perversidad en Israel. El Señor su Dios está con él, y ellos lo aclaman como rey". Luego, nosotros
tenemos que ser sin mancha. Ése es el lado negativo. Sí, pero si usted hubiera descendido al
campamento de Israel, habrá visto que Dios encontró faltas en ellos, y los juzgó. Y Él estaba
santificando y purificando ese campamento.
Amigo oyente, si Dios lo ha escogido a usted es para hacerlo santo, para convertirlo en una persona sin
mancha. Y si no hay evidencias de cambio, entonces, usted no es uno de los escogidos. Dios quiere
que Sus hijos vivan vidas que no estén marcadas o manchadas con el pecado, y Él ha hecho toda la
provisión necesaria para que ellos sean absueltos de toda culpa. Recordemos que Juan dijo en su
primera carta 2:1 y 2, "Hijitos míos, estas cosas os escribo para que no pequéis; pero si alguno ha
pecado, abogado tenemos para con el Padre, a Jesucristo el justo. Y él es el sacrificio por el perdón de
nuestros pecados; y no solamente por los nuestros, sino también por los de todo el mundo". (1 Juan
2:1-2)
Y a propósito, eso responde al interrogante de una expiación limitada, es decir, que Cristo sólo murió
por los escogidos. Este versículo de Primera de Juan aquí deja bien claro que Él murió por el mundo. Y
no interesa quién sea usted. Aquí hay una oferta legítima que le ha sido enviada a usted hoy, de parte
de Dios, y esa oferta es que Jesucristo ha muerto por usted. Usted no se puede ocultar y decir: "Yo no
soy uno de los elegidos". Usted forma parte de los escogidos si escucha Su voz. Usted también tiene
una voluntad libre para no oír Su voz. ¡Y es algo maravilloso y glorioso que el Dios del cielo escogiera a
algunos de nosotros aquí abajo y nos salvara! Ahora, yo no me propongo comprender esta verdad. Yo
simplemente la creo.
Usted recuerda la ilustración que nos dio el Señor Jesucristo de un camino amplio, grande, y a un lado
del camino hay una entrada muy angosta, y sobre esta entrada se ha puesto el anuncio: Yo soy el
camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí. (Juan 14:6) Lo interesante es que el
camino ancho, por donde la mayoría de la gente transita, lo lleva a uno hacia abajo y se hace cada vez
más estrecho, hasta que finalmente lleva a la destrucción. Usted puede continuar andando por ese
camino ancho, pero también puede salirse de él si así lo desea. Usted puede abandonar ese camino al
ver la invitación que dice: El que a mí viene, no le echo fuera, (Juan 6:37). Usted puede entrar por ese
camino angosto y lo interesante es que la entrada es muy estrecha pero luego el camino se amplía. El
Señor dijo: "Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia". (Juan 10:10).
Se habla acerca del camino ancho; pero el camino ancho, amigo oyente, comienza después que usted
ha pasado por esa puerta estrecha. Es que usted tiene que hacer su propia elección. Todo aquel que
quiera, puede venir, y esta declaración le incluye a usted. Es una invitación legítima.
El Señor Jesucristo le ha extendido a usted una invitación, y todo aquel que quiera puede entrar. No
trate de decir que usted ha sido dejado a un lado, porque eso no es así. En el evangelio según San
Juan, capítulo 3, versículo 16, leemos: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna". La frase
"todo aquel" nos incluye a usted a mí. Donde dice: todo aquel, allí puede usted poner su propio
nombre. Ahora bien, el hecho de que haya elegidos no quiere decir que sepamos quienes son, y usted
no tiene ningún derecho a decir que usted es uno de los que no son elegidos. Si usted abre su corazón,
puede entrar. Y eso es todo que usted tiene que hacer. No creemos en la idea de que usted pueda
tener reservas mentales. El problema es que hay pecado en su vida y que la Biblia lo condena. Pero, si
usted acude a Cristo, quiere decir que usted tiene que apartarse de ese pecado, y algunas personas,
sencillamente, no quieren apartarse de su pecado.
"Nos escogió en Cristo". Una y otra vea la Biblia enfatiza la elección soberana de Dios. Y el mismo
apóstol Pablo dijo en Segunda de Tesalonicenses 2:13 y 14, "13Pero nosotros debemos dar siempre
gracias a Dios respecto a vosotros, hermanos amados por el Señor, de que Dios os haya escogido
desde el principio para salvación, mediante la santificación por el Espíritu y la fe en la verdad. 14Para
esto él os llamó por medio de nuestro evangelio: para alcanzar la gloria de nuestro Señor Jesucristo". Y
el apóstol Pedro en su Primera Carta, capítulo 1, versículo 2 dice: "elegidos según el previo
conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu, para obedecer y ser rociados con la sangre de
Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas". Llama la atención el ver que la elección y la
santificación parecen ir juntas y ambas tienen lugar en el Señor Jesucristo. Si Dios le ha salvado a
usted, no lo ha hecho porque usted sea bueno, sino precisamente por que no lo es. Creemos que el
apóstol Pablo lo explicó en una manera clara en su Epístola a los Romanos (9:14-16) cuando dijo:
"¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? En ninguna manera. Pues a Moisés dice: Tendré
misericordia del que yo tenga misericordia, y me compadeceré del que yo me compadezca. Así que no
depende del que quiere, ni del que corre, sino de Dios que tiene misericordia". Moisés se dirigió a Dios
en oración, y Dios le respondió: "Moisés, Yo voy a escuchar y a contestar tu oración. Pero no porque tú
seas Moisés, el libertador, sino porque Yo voy a mostrar misericordia en quien quiera y mostraré
compasión en quien Yo quiera". Por lo tanto, la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano
sino de la misericordia de Dios. ¿Le agradaría a usted, amigo oyente, experimentar la compasión de
Dios? Entonces usted tendrá que volver hacia Él.
Creemos que una de las mejores ilustraciones que podemos tener de este tema, la encontramos en el
libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 27, versículos 22 al 24. Recordemos que el apóstol Pablo,
luego de haber padecido una tormenta huracanada y cuando su barco estaba inclinado peligrosamente,
listo para hundirse, cuando los marineros ya habían arrojado algo de los aparejos de la nave, Pablo dijo
al capitán de la nave: "Pero ahora os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de
vida entre vosotros, sino solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios
de quien soy y a quien sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante
César; además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Ésa era la presciencia de Dios,
eso era elección. Dios había escogido que ninguno de los que había en ese barco, se perdiera. Un poco
más tarde, Pablo encontró a un grupo de marineros que estaban tratando de abandonar el barco en un
pequeño esquife para llegar a tierra de esa manera. Pero, Pablo dijo al capitán y a los soldados: "Si
estos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros". (Hechos 27:31) Bueno, el capitán de la
nave podría haberle dicho a Pablo: "Un momento. Ya me has dicho que ninguno perecería"; y él estaba
en lo correcto, eso es lo que Pablo había dicho. Y ese era el lado de Dios: nadie perecería. Pero la
condición era que si aquellos no permanecían en la nave, los demás no podrían salvarse. Y ese era el
lado del hombre: ellos debían permanecer en el barco.
Debemos decir, amigo oyente, que Dios es quien conoce a los escogidos. Yo no sé quienes son. En
cierta ocasión, alguien se dirigió a ese gran predicador que fue Spurgeon y le dijo: "Señor Spurgeon: si
yo creyera lo que usted cree, no predicaría de la forma en que usted lo hace. Usted dice que cree que
hay aquellos que son escogidos, pero usted predica como si todos pudieran ser salvos". "Bueno", le
dijo el señor Spurgeon, "ellos pueden serlo. Pero, si Dios hubiera pintado una línea amarilla, digamos,
en la espalda de aquellos que han sido escogidos, yo podría andar por la calle y levantar las camisas de
esa gente, para ver si están pintados con esa línea amarilla en su espalda. Entonces, yo les presentaría
a ellos el evangelio, pero Dios no hizo eso; Él me dijo a mí, que predicara el evangelio a toda criatura y
todo aquel que cree, puede ser salvo". Amigo oyente, ésas son nuestras órdenes y en cuanto a mí se
refiere, y mientras Dios no nos entregue la lista de los escogidos, vamos a continuar presentando este
evangelio a todos, diciéndoles que todo aquel que crea en Dios puede ser salvo. Este es el evangelio
que nosotros debemos predicar hoy.
Alguien lo explicó de esta manera: en la puerta del cielo, del lado nuestro, se puede leer: "Yo soy la
puerta, el que por mi entre será salvo; entrará y. . . y hallará pastos". (Juan 10:9) Pero luego, cuando
usted pasa al otro lado de la puerta, cuando usted entra al cielo, puede mirar hacia atrás y ver que en
esa misma puerta dice: "Escogidos en Él, antes de la fundación del mundo". Pero, amigo oyente, ya
que yo todavía no he visto el otro lado de la puerta, le doy a Dios el derecho de planificar Su iglesia.
Es como lo que ocurrió en una pareja que deseaba edificar una nueva casa. Y mostraron a unos
amigos suyos, los planos que habían elaborado para edificar esta casa. Esta pareja construyó un
hermoso lugar, una hermosa casa. Luego de algún tiempo, estos amigos fueron a visitarlos y vieron
esa pareja había construido esa casa, tal como lo habían planeado. Ahora, estas personas no tenían
ningún conocimiento sobrenatural, pero nadie les discutió si ellos tenían el derecho de hacer y disponer
de algo que era de su propiedad, según el plan que habían elaborado. Dios ha planeado la Iglesia;
después de todo, este es Su universo y la Iglesia es Su Iglesia. ¿Y cuál es este plan? Como decía el
versículo 4, según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin
mancha delante de él. Sigue diciendo el versículo 5 de Efesios 1:
"Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro
afecto de su voluntad"
Otra versión traduce la última parte de este versículo de la siguiente manera: "según el buen propósito
de su voluntad". Ahora, nos encontramos en una sección muy importante. Nos encontramos en esa
división del Bosquejo General, en el capítulo 1. Como ya vimos antes, al iniciar la consideración del
versículo 3, nos encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó
la iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora
surgen las preguntas: ¿Cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? La gran
magnitud de su obra puede resumirse en la siguiente afirmación: Él hizo tres cosas: (1) Nos escogió en
Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, y (3) Impartió Su gracia sobre nosotros en el
Amado.
Necesitamos saber que hemos sido escogidos en Él y debemos mantenernos firmes hoy por Dios, y eso
causará una diferencia en nuestra forma de vivir aquí en este mundo. Estimado oyente, le invitamos a
establecer esa relación con Dios al creer en el Señor Jesucristo como su Salvador. Y entonces
comprobará usted cómo el poder de Dios, por el Espíritu Santo puede transformar su vida, llenándola
de significado, e impulsándola con una nueva motivación.

El plan del padre

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Programación diaria

Efesios 1:5-6
Estamos pasando por una de las cumbres de Efesios. Nos encontramos en la eternidad
pasada, cuando Dios planeó la iglesia. No nos encontrábamos allí para darle nuestras
sugerencias sobre como llevar a cabo su plan. Así que es Dios quien nos está contando como
lo hizo. Él ha hecho tres cosas por nosotros al planear la iglesia. En primer lugar, hemos dicho
que nos eligió, y ésa ya es difícil de asimilar; en segundo lugar, el Padre nos predestinó para
ocupar la posición de hijos; y en tercer lugar, el Padre nos aceptó en Su Hijo amado.
Creemos que una de las mejores ilustraciones que podemos tener de este tema, la
encontramos en el libro de los Hechos de los apóstoles, capítulo 27, versículos 22 al 24.
Recordemos que el apóstol Pablo, después de haber padecido una tormenta huracanada y
cuando su barco estaba inclinado peligrosamente, listo para hundirse, cuando los marineros ya
habían arrojado algo de los aparejos de la nave, Pablo dijo al capitán de la nave: "Pero ahora
os exhorto a tener buen ánimo, pues no habrá ninguna pérdida de vida entre vosotros, sino
solamente de la nave, pues esta noche ha estado conmigo el ángel del Dios de quien soy y a
quien sirvo, y me ha dicho: Pablo, no temas; es necesario que comparezcas ante César;
además, Dios te ha concedido todos los que navegan contigo". Eso era elección de Dios. Dios
había escogido que ninguno de los que había en ese barco, se perdiera. Un poco más tarde,
Pablo encontró a un grupo de marineros que estaban tratando de abandonar el barco en un
pequeño esquife para llegar a tierra de esa manera. Pero, Pablo dijo al capitán y a los
soldados: "Si éstos no permanecen en la nave, vosotros no podéis salvaros". (Hechos 27:31)
Bueno, el capitán de la nave podría haberle dicho a Pablo: "Un momento. Ya me has dicho que
ninguno perecería"; y él estaba en lo correcto, eso es lo que Pablo había dicho. Y ésa era la
parte de Dios: nadie perecería. Pero la condición era que si aquellos no permanecían en la
nave, los demás no podrían salvarse. Y ésa era la parte del hombre; ellos debían permanecer
en el barco.
Alguien lo explicó de esta manera: en la puerta del cielo, del lado nuestro, se puede leer: "Yo
soy la puerta, el que por mi entre será salvo; entrará y. . . y hallará pastos". (Juan 10:9) "Pero
luego, cuando usted pasa al otro lado de la puerta, cuando usted entra al cielo, puede mirar
hacia atrás y ver que en esa misma puerta dice: "Escogidos en Él, antes de la fundación del
mundo". Pero, amigo oyente, ya que yo todavía no he visto el otro lado de la puerta, le doy a
Dios el derecho de planificar Su iglesia.
Ahora, Dios ha planeado la Iglesia; después de todo, éste es Su universo y la Iglesia es Su
Iglesia. ¿Y cuál es este plan? Como decía el versículo 4, según nos escogió en él antes de la
fundación del mundo, para que fuéramos santos y sin mancha delante de él. Y dice el
versículo 5 de Efesios 1:
"Por su amor, nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el
puro afecto de su voluntad"
Otra versión traduce la última parte de este versículo de la siguiente manera: "según el buen
propósito de su voluntad". Ahora, nos encontramos en una sección muy importante. Nos
encontramos en el párrafo de nuestro Bosquejo General titulado Dios el Padre planeó la
iglesia. (1:3-6). Nadie edificaría una casa sin haber preparado previamente un proyecto. Ahora
surgen las preguntas: ¿Cuál es el proyecto de Dios? ¿Qué hizo Dios al planear la iglesia? La
gran magnitud de su obra puede resumirse en la siguiente afirmación: Él hizo tres cosas: (1)
Nos escogió en Cristo. (2) Nos predestinó para ser adoptados como hijos, y (3) Impartió Su
gracia sobre nosotros en el Amado.
Necesitamos saber que hemos sido escogidos en Él y debemos mantenernos firmes hoy por
Dios, y eso causará una diferencia en nuestra forma de vivir aquí en este mundo.
No podemos repetir con la suficiente frecuencia que la elección consiste en que Dios nos eligió
en Cristo. Y enfatizamos nuevamente que los hombres no se pierden porque no hayan sido
elegidos. Se pierden por ser pecadores. Ésa es la opción que ellos quieren, y la que han
elegido. La voluntad libre del ser humano no es violada a causa de la elección de Dios. La
persona perdida hace su propia elección. Agustín lo expresó así: "si no hubiera gracia por libre
voluntad de Dios, ¿cómo puede Él salvar al mundo? Y si no hubiera voluntad libre en el
hombre, ¿cómo puede el mundo ser juzgado por Dios? Escuchemos la enérgica declaración de
Pablo en Romanos 9:14, "14¿Qué, pues, diremos? ¿Que hay injusticia en Dios? ¡De ninguna
manera!" Si usted cree que hay alguna injusticia en Dios, sería mejor que cambiara de opinión.
No somos salvos por ser buenas personas, por hacernos miembros de una iglesia, o por sentir
alguna inclinación de volvernos a Dios. Él dice que somos salvos porque Él extiende Su
misericordia sobre nosotros. Y se lo tuvo que decir incluso a Moisés. Moisés no alegó méritos
propios como para ser el líder que condujo a los israelitas fuera de Egipto, ni se consideró
indispensable. Dios había dicho que Él tendría misericordia y compasión de quien Él quisiera.
Dios le dijo a Moisés que iba a escuchar y contestar su oración, pero no porque él fuera
Moisés, porque la elección no depende del deseo ni del esfuerzo humano sino de la
misericordia de Dios.
Estimado oyente, yo estaré un día en el cielo, pero no por méritos personales o por haber sido
una buena persona. Si usted me conociera como me conozco a mí mismo, usted me
descalificaría. Y si yo le conociera como usted se conoce a sí mismo, también le descalificaría.
Ambos somos pecadores y los méritos o logros personales no cuentan para nada. El único
motivo por el cual estaremos allí en el cielo será la gracia de Dios. Hasta que usted y yo
estemos dispuestos a venir a Él tal como somos y estamos, sin nada que ofrecer, y le
permitamos que nos convierta en nuevas personas, nunca seremos salvos.
Es al pecador perdido a quien Dios está dispuesto a extenderle su misericordia.
No diga usted que su problema son los problemas intelectuales con la historia de la Biblia.
Nuestro problema es que la Biblia condena el pecado en nuestras vidas. Dios le salvará cuando
su corazón esté dispuesto a volverse a él. Dios lo planeó de esta manera para llevarnos a
usted y a mí algún día al cielo. Y cuando lleguemos allí, comprobaremos que Él fue quien así lo
hizo.
Y ahora, en el versículo 5, llegamos a la siguiente cosa que Dios hizo por nosotros: Por su
amor, nos predestino. Algunos dirán que no sabían que se podía hablar de la predestinación y
del amor conjuntamente, en el mismo versículo. Pero aquí están. El amor de Dios está
implicado en esta palabra que ha infundido temor a muchos. La palabra "predestinación" viene
del griego prooriso y significa literalmente "definir, marcar, separar. Significa delinear el
horizonte". Si usted se encuentra al aire libre, en una zona muy llana y mira a su alrededor, en
ciertos lugares sólo podrá ver nada más que el horizonte. Es como si usted estuviera colocado
en esa área. Cuando se refiere a Dios, la predestinación tiene que ver con el propósito de Dios
para aquellos que Él elige.
La palabra "predestinación" nunca se usa en referencia a personas que no son salvas. Dios
nunca predestinó a nadie para que se perdiera. Si usted se pierde, estimado oyente, es porque
ha rechazado el remedio provisto por Dios. Es como si tuviéramos a un enfermo que se está
muriendo, a quien el médico le ofrece cierta medicina que le puede curar. Y el hombre podría
mirar sorprendido al médico y decirle que no le cree. Podría extender su mano para recibirlo
pero no lo hace. Cuando ese hombre muere: el informe médico dirá que murió de cierta
enfermedad, y es verdad. Pero él tenía a su disposición un remedio y murió porque no lo quiso
tomar. Dios ha provisto un remedio. Ahora, repetimos, Dios nunca ha predestinado a nadie
para que se pierda. Aquí es donde entra en juego su voluntad, su libre albedrío y usted tiene
que decidir por usted mismo que opción elegirá.
La predestinación tiene que ver sólo con los que son salvos. Y lo que esto quiere decir es que
cuando Dios comienza con cien ovejas, Él va a finalizar con cien ovejas. Regresemos una vez
más a la carta a los Romanos y allí encontramos un pasaje que es citado con frecuencia. Se
encuentra en el capítulo 8 de esa epístola, en los versículos 28 y 29, que dicen: 28Sabemos,
además, que a los que aman a Dios, todas las cosas los ayudan a bien, esto es, a los que
conforme a su propósito son llamados. 29A los que antes conoció, también los predestinó para
que fueran hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre
muchos hermanos. Como acostumbraba a decir el Dr. Torrey, "ésta es una almohada donde el
corazón cargado puede descansar. Los que fueron llamados de acuerdo con su propósito son
predestinados para ser transformados según la imagen de Su Hijo. Estamos hablando aquí de
personas salvas. Romanos continúa explicando como se lleva esto a cabo. Leamos el versículo
30: 30Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también
justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó. Es decir, que cuando Dios comienza
con cien ovejas, Él va a finalizar con cien ovejas. Ahora, hay que admitir que ése es un buen
porcentaje, porque aquellos que cuidan ovejas nos han dicho que ya quisieran ellos alcanzar
un porcentaje de un 65 por ciento de supervivencia sobre el grupo inicial de ovejas, porque
con esa cantidad ya podrían ganar dinero. Y entonces nos preguntamos ¿qué perjuicio habría
en que se perdiera una oveja?
El Señor Jesucristo contó una parábola sobre un hombre que tenía 100 ovejas y una pequeña
se había perdido. Esto se parece a lo que nos sucede a muchos de nosotros, que nos
perdemos después de haber sido salvos. Eso no quiere decir que perdemos nuestra salvación,
pero con toda seguridad nos apartamos de una relación de compañerismo con El buen Pastor.
Algunos creyentes se han alejado tanto que realmente temen haber perdido la salvación. Pero
la pequeña oveja perdida es aún una oveja aunque se encuentre alejada y perdida. Dijo el
profeta Isaías 53:6, "Todos nosotros nos descarriamos como ovejas. . ". Ésa es nuestra
propensión, ésa es nuestra tendencia, ésa es la dirección que llevamos. Nosotros no vamos
hacia Dios: más bien nos alejamos de Él y nos vamos a lugares apartados, alejados
completamente de Él. ¿Y qué hace el pastor? Bien, Él sale a buscar a esa oveja perdida.
Seguramente ningún granjero saldría de su casa en una noche fría, durante alguna tormenta o
quizá bajo la nieve, para buscar a una oveja perdida. Más bien, diría: "Bueno, habrá que
dejarla ir". Pero, gracias a Dios, estimado oyente, que nosotros tenemos un Pastor que nunca
adoptaría esa actitud. Él sabe que comenzó con cien ovejas, y va a terminar con cien ovejas.
Ahora, supongamos que ha llegado el día futuro en el que Él deba contar estas ovejas allá
arriba en el cielo. Pues allí estarán todas ellas, sin faltar ni siquiera una. Eso es lo que quiere
decir predestinación. Yo no sé en cuanto a usted, estimado oyente, pero amamos esa Palabra.
Ésa es la garantía de Dios que tenemos. Bien dijo Jesús en Juan 16:27 y 28: "27Mis ovejas
oyen mi voz y yo las conozco, y me siguen; 28yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, ni
nadie las arrebatará de mi mano". Recordemos siempre que si las ovejas son salvas, no lo
serán por ser ovejas inteligentes porque, por cierto, son animales bastante torpes. Si están en
un lugar seguro es porque tienen un pastor maravilloso. Ésta es realmente una hermosa y
reconfortante verdad.
Ésta es la segunda cosa que Él hace por nosotros. Pero Él también nos ha predestinado para
ser adoptados hijos Suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.
Adopción, quiere decir que hemos sido colocados en la posición de hijos crecidos. Ya hemos
tratado este tema cuando estudiamos la carta a los Gálatas. Y creemos que ello implica dos
cosas muy importantes. En primer lugar, que nosotros hemos sido regenerados por el Espíritu
Santo. Como dijo el apóstol Pedro en su primera carta 1:23, el hijo de Dios ha sido renacido
no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la palabra de Dios que vive y permanece
para siempre. Ha nacido a una nueva relación. Esto es lo que el Señor Jesús quiso decir
cuando habló con Nicodemo y le dijo que él debería nacer de nuevo. Ahora, en segundo lugar,
la adopción quiere decir algo más. Quiere decir un lugar de posición y de privilegio. Cuando
somos salvos, nacemos en la familia de Dios como pequeñas criaturas en Cristo; pero además,
se nos da la posición de un hijo adulto. Nos encontramos en una posición en la cual podemos
comprender la Palabra del Padre, porque Él nos ha dado el Espíritu Santo como nuestro
Maestro.
Los niños pequeños a veces no pueden comprender lo que decimos, pero, amigo oyente, Él
nos ha colocado ahora en una posición donde podemos comprender lo que Él dice. ¿Y cómo?
Bueno, el apóstol Pablo dijo en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 2, versículo 12: "Y
nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que proviene de Dios, para
que sepamos lo que Dios nos ha concedido". Y todo esto ha sido hecho por medio de Cristo
Jesús. Porque, como dijo el apóstol Pablo a Timoteo en su primera carta, 2:5, "5pues hay un
solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres: Jesucristo hombre". Leamos ahora el
versículo 6, del capítulo 1, de la epístola a los Efesios que estamos considerando, que dice:
"Para alabanza de la gloria de su gracia, con la cual nos hizo aceptos en el Amado."
Ya que todo este proceso es para la gloria y honra de Dios, Pablo entonó esta hermosa
doxología, este maravilloso salmo de alabanza. Todo se ha hecho en base a Su gracia y el
propósito es la gloria de Dios. El comienzo es la gracia; la concepción es la adopción; y la
recepción, es para su gloria y honra.
En la frase "nos hizo aceptos en el Amado", el Amado se refiere a nuestro Señor Jesucristo.
Fue Él quien dijo en el evangelio según San Juan, capítulo 17, versículo 24: "Padre, aquellos
que me has dado, quiero que donde yo estoy, también ellos estén conmigo, para que vean mi
gloria que me has dado, porque me has amado desde antes de la fundación del mundo". Dios
ve al creyente en Cristo y Él acepta al creyente de la misma manera en que acepta a Su propio
Hijo. Y eso es maravilloso. Ésa es la única base por la cual yo podré estar en el cielo. No
puedo entrar allí por mis propios méritos. Sólo puedo ser aceptado en el Amado. Dios ama al
creyente, estimado oyente, de la misma manera en que ama a Cristo, porque el creyente está
en Cristo, unido a Cristo. Y el Señor Jesucristo dijo en el capítulo 17 del evangelio según San
Juan, versículo 23: "Yo en ellos y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el
mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has
amado".
Ésta es la obra triple que fue llevada a cabo aquí por Dios el Padre. Él nos escogió en Cristo. El
Padre nos predestinó para ser adoptados hijos suyos. El Padre nos hizo aceptos en el Amado.
Y todo esto es para la alabanza de la gloria de su gracia. Él es quien recibe la alabanza. Él es
quien hizo todo.
¿Sabe una cosa, estimado oyente? Todo esto es por su bien y por el mío. Y me agrada
disfrutar de esta verdad, y hablo de ella porque vale la pena hacerlo. Tiene mucho más valor
que todos los chismes y habladurías que a veces se oyen en nombre de la religión. Cómo
necesitamos ver la gracia de Dios revelada en Cristo.
En nuestro próximo programa comenzaremos a considerar el versículo 7, a partir del cual el
tema gira alrededor del precio que el Hijo de Dios pagó por la iglesia. Por nuestro estudio de
los libros del Antiguo Testamento, vimos la realidad del pecado en la naturaleza humana, que
aleja a los seres humanos de su Creador, y como el pecado destruye a las personas interior y
exteriormente. Especialmente en los libros de Éxodo, Levítico y Números, vimos como los
sacrificios realizados en el altar prefiguraban la obra redentora de Cristo, realizada en el altar
de la cruz, donde derramó Su sangre para que al creer en Él como nuestro Salvador, fuéramos
librados del castigo del pecado y nos convirtiéramos en hijos de Dios. El conjunto de los hijos
de Dios comenzó a formar este pueblo de Dios que llamamos la iglesia. Y todo este proceso se
está llevando a cabo hoy en el mundo, tal como fue diseñado en la eternidad pasada, antes de
la creación del mundo, nos escogió en Cristo para que lleváramos una vida santa, sin defecto
en Su presencia. Y por su amor nos había destinado para ser adoptados como hijos suyos por
medio de Jesucristo, según la determinación bondadosa de su voluntad. Esta obra la llevó a
cabo para que alabemos siempre a Dios por su gloriosa bondad, por su compasión y
misericordia hacia quienes estábamos alejados de Él, es decir, por Su amor expresado en la
obra del Señor Jesucristo en la cruz.
Por todo ello, estimado oyente, le invitamos a pensar en que Dios ha pensado en usted desde
tiempos remotos. Su aparición en el mundo, su vida, no es un simple incidente biológico
producto del azar. Independientemente de su situación en esta vida, usted tiene mucho valor
para Dios. El Dios que le creó, quiere ser también Su Salvador. Y si usted, reconociendo su
necesidad de la salvación da el paso de fe de creer en el Señor Jesucristo como Salvador,
entonces, Dios le acepta como hijo. A partir de ese momento, su vida adquiere un nuevo
significado, pues experimentara, por la obra del Espíritu Santo la acción de Dios en su vida,
guiándole, dándole fuerzas para la vida diaria, y haciéndole experimentar por anticipado las
bendiciones de la vida eterna.

Efesios 1:7
Continuamos dentro la sección doctrinal de esta carta, que abarca los capítulos 1 al 3. El párrafo que
hoy comenzamos se extiende desde el versículo 7 hasta el 12 y el énfasis recae en el hecho de la
redención por la sangre de Cristo. Leamos entonces el versículo 7, de este primer capítulo de la
epístola a los Efesios, que comienza el párrafo titulado

Dios el Hijo pagó el precio por la Iglesia


"En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia"
Estos versículos que tenemos ante nosotros son como las cumbres de diferentes montañas. Nosotros
hemos estado saltando de una cumbre a otra cumbre. Y, seguimos pensando que vamos a llegar a una
cumbre donde finalmente vamos a poder bajar y luego seguir adelante, pero no es así. Esto que
tenemos aquí es muy importante y vital para nosotros en el presente.
En el tiempo viajamos hacia la eternidad. En el pasado, Dios nos escogió, Dios predestinó, y Dios nos
hizo aceptos en el Amado, y ahora salimos de esa eternidad y nos trasladamos a la esfera del tiempo,
en el que el plan de Dios el Padre, es colocado en las manos de Cristo, quien se mueve en el espacio y
el tiempo para edificar la Iglesia.
Debemos señalar que es un hecho histórico el que Jesucristo nació en este mundo hace más de 2000
años. Dios se hizo presente en la humanidad entonces, y después de estar en esta tierra por 33 años,
Él murió en la cruz; fue sepultado; resucitó nuevamente y ascendió a los cielos. Éstos son todos hechos
históricos que la Palabra de Dios nos da. Mientras Él estuvo aquí, Él nos redimió, y esa redención se
llevó a cabo por medio de Su sangre. Este aspecto no es muy popular en el presente. La mayoría de la
gente prefiere una religión hermosa, una religión que apele a su naturaleza estética. Ahora, la cruz de
Cristo no apela a la parte estética del ser humano, y tampoco apela al orgullo del hombre.
Desafortunadamente, en el día de hoy existen ciertos sectores del cristianismo en los que se hace una
apelación a la vieja naturaleza del hombre, y por tanto, no se pone un énfasis en la sangre de Cristo, lo
cual es considerado repulsivo.
Una persona se presentó ante un maestro de la Biblia y le dijo: "A mí no me gusta escuchar hablar
acerca de la sangre, eso es algo repulsivo para mí. Ofende mi naturaleza estética". Y el predicador le
respondió con toda calma, con todo aplomo: "Yo estoy de acuerdo con usted, señora, que en este
tema hay un aspecto repulsivo pero lo único que resulta verdaderamente repulsivo es en realidad su
pecado y el mío". Así que el pecado es el elemento repelente en el tema de la redención por la sangre.
En otra ocasión otra persona se acercó a un pastor pidiéndole que, al predicar, no pusiera demasiado
énfasis en la sangre de Cristo. Él la miró y le respondió: "Puedo asegurarle que yo no voy a enfatizar
demasiado ese aspecto". Pero cuando esa persona ya se disponía a manifestarle su agradecimiento, él
pastor continuó diciendo: "Espere usted un momento, usted quizás no se da cuenta que, en realidad,
uno no podría enfatizar ese tema demasiado". Bueno, es que ese aspecto puede resultar repulsivo para
algunos, pero es por medio la sangre de Cristo que tenemos redención.
Después de que Dios preparó el proyecto, el Hijo vino a esta tierra para formar la Iglesia con Sus
manos taladradas con los clavos de la cruz. Todo el contexto del Antiguo Testamento expone la
expiación del pecado por la sangre de un animal ofrecido en un sacrificio; pero este medio no podía
quitar los pecados, sólo Cristo podía hacerlo. El escritor de la epístola a los Hebreos, dijo lo siguiente,
en el capítulo 10, de esa epístola, versículos 6 al 13: "6Holocaustos y expiaciones por el pecado no te
agradaron. 7Entonces dije: He aquí, vengo, Dios, para hacer tu voluntad, Como en el rollo del libro
está escrito de mí". 8Diciendo primero: Sacrificio y ofrenda, holocaustos y expiaciones por el pecado no
quisiste, ni te agradaron (cosas que se ofrecen según la ley), 9y diciendo luego: He aquí, vengo, Dios,
para hacer tu voluntad; quita lo primero para establecer esto último. 10Y en virtud de esa voluntad
somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.
11Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos
sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; 12pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para
siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios. 13 Allí estará esperando
hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies;"
Aquí en el versículo 7 de Efesios 1, cuando dice en él tenemos redención se refiere al Amado, que es
Cristo. Nosotros hemos sido aceptados en el Amado.
La redención es la obra principal de Cristo. En realidad traduciéndolo literalmente, lo que dice aquí es,
"la" redención. O sea, "En quien tenemos la redención". El artículo "la" le da una prominencia, y el
hecho de que es mencionada primero, le da la más alta prioridad. Ése fue el motivo por el cual Él vino
a este mundo. En el evangelio según San Mateo, capítulo 20, versículo 28, leemos: Como el Hijo del
Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate, por muchos. Él vino
aquí para pagar el precio de su redención y la mía, estimado oyente. Nosotros éramos esclavos del
pecado, y Él vino para liberarnos, a darnos libertad, pagando un precio por nosotros.
Hay tres palabras en el Nuevo Testamento que son traducidas al castellano, con la palabra "redención".
Una palabra que es muy importante es la palabra "agorazo", que significa comprar en el mercado. Aquí
tenemos la figura de una ama de casa por la mañana haciendo la compra del día. Encuentra lo que
estaba buscando, lo coloca en la cesta, paga el precio requerido al vendedor. A partir de ese momento,
lo que ha comprado, por supuesto, le pertenece. Así es que la única idea de esta palabra "agorazo" es
la de comprar y llevar. Ésa es la palabra que el apóstol Pablo utilizó en su Primera Epístola a los
Corintios, capítulo 6, versículo 20, donde dice: "Pues habéis sido comprados por precio; glorificad,
pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios".
La palabra griega "exagorazo" significa "comprar y retirar del mercado" y contiene la idea de comprar
algo para el uso personal. Él fue y nos compró en el mercado de esclavos. Es que alguien podría ir al
mercado y comprar alimentos, y después dirigirse a otro lugar donde escasearan esos productos y
ponerlos a la venta para obtener un beneficio. Sin embargo, esta palabra "exagorazo" significa retirar
los productos comprados del mercado no para volverlos a vender, sino para destinarlos al uso personal.
De paso digamos que ésa fue la palabra que usó el apóstol Pablo en su carta a los Gálatas, capítulo 3,
versículo 13, donde dijo: "Cristo nos redimió de la maldición de la ley, haciéndose maldición por
nosotros (pues está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero)". Eso quiere decir que Cristo
nos redimió, para que nosotros no fuéramos expuestos a la venta otra vez. Él ha pagado el precio y
nos ha sacado del mercado. Y ahora le pertenecemos.
La tercera palabra griega para redención es "apolutrosis", que es la palabra usada en este capítulo en
el versículo 7. Significa "liberar pagando un rescate para liberar a una persona". Y tiene este mismo
significado en Lucas capítulo 21, versículo 28: "Cuando estas cosas comiencen a suceder, erguíos y
levantad vuestra cabeza porque vuestra redención está cerca". Ésta es una hermosa palabra. Quiere
decir no sólo que uno va al mercado y paga el precio; ni sacar del mercado para el propio uso
personal, y no vender ese producto nunca más, sino que también significa el ponerlo en libertad o
liberarlo después de pagar el precio. La última idea se aplica a la compra de un esclavo para rescatarlo
de la esclavitud y ponerlo en libertad. Y ésta es la palabra para redención que tenemos en este
versículo 7 de Efesios 1. Es que el hombre ha sido vendido bajo el pecado y se encuentra en la
esclavitud del pecado. Todo lo que usted tiene que hacer es mirar a su alrededor para comprobar que
esto es verdad. El hombre es un pecador corrompido, un pecador perdido y no puede hacer otra cosa
que pecar. Es un esclavo del pecado. Ahora, Cristo vino a pagar el precio de la libertad del ser humano.
Y eso es lo que el Señor Jesucristo quiso decir con estas palabras: "Si el Hijo os libertare, seréis
verdaderamente libres". (Juan 8:36).
Esta redención es por Su sangre. Ése fue el precio que Él pagó. El apóstol Pedro habló de esa sangre
en su primera epístola, capítulo 1, versículos 18 y 19, y dijo: "Pues ya sabéis que fuisteis rescatados de
vuestra vana manera de vivir (la cual recibisteis de vuestros padres) no con cosas corruptibles, como
oro y plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un Cordero sin mancha y sin
contaminación". La sangre de Cristo tiene mucho más valor que el oro y la plata. La sangre del Hijo
santo de Dios puede salvar a cada pecador en cualquier parte de este mundo, si ese pecador deposita
su confianza en el Salvador. Nosotros tenemos la redención por medio de su sangre, y el motivo por el
cual Él nos salva de esa manera es que, según dice Hebreos 9:22, "Sin el derramamiento de sangre no
hay remisión de pecados". Éste es un principio del Antiguo Testamento aplicable a toda la raza
humana, desde Adán hasta el último hombre. Nosotros hemos sido redimidos, no por la sangre de
animales, sino por la preciosa sangre de Cristo.
Y así es que tenemos, como dice este versículo 7, el perdón de nuestros pecados, de nuestras
transgresiones. Nuestro perdón, por tanto, no es un acto de una deidad indulgente impulsada
sentimentalmente y dejando de lado la justicia, la rectitud y la santidad. El perdón depende del
derramamiento de la sangre. Requiere y depende del pago del castigo por los pecados. La muerte de
Cristo y el derramamiento de Su sangre constituyen el fundamento para el perdón y sin él, no podría
haber perdón.
Creemos que aquí deberíamos aprender a hacer una diferencia entre el perdón humano y el perdón
divino. No son lo mismo. El perdón humano siempre está basado en el hecho de que se merece un
castigo y que ese castigo no es impuesto. Simplemente quiere decir que uno borra o salda la cuenta.
Dios es santo y justo. Por lo tanto, el perdón divino está siempre basado en el hecho de que ha habido
una ejecución del castigo y que el precio ha sido pagado. En otras palabras, el perdón humano llega
antes de que sea ejecutado el castigo. Y el perdón divino, por otra parte, depende de que el castigo
sea ejecutado. Es que la justicia de la ley requiere que se pague el castigo, que se cumpla la pena. En
cierta ocasión un juez dijo: "Bueno, si Dios puede perdonar, entonces yo puedo perdonar". Pero, amigo
oyente, Dios pagó el castigo. ¿Estará ese juez dispuesto a pagar el castigo en lugar de aquel que ha
quebrantado la ley?
Un Dios justo perdona en base a que el castigo ya ha sido ejecutado. Ahora, ¿cuándo fue ejecutado?
Cuando Cristo derramó su sangre hace más 2.000 años. El espectáculo de Cristo derramando Su
sangre en la cruz no resulta estético y no le agrada a la naturaleza refinada del hombre civilizado de la
actualidad. Al ser humano el pecado no le parece tan malo. Trata de ser sofisticado y se considera
progresista y muy inteligente. Pero, amigo oyente, tenemos que reconocer que somos pecadores
perdidos, y Dios no puede perdonarnos hasta que el castigo haya sido ejecutado. Y la buena noticia es
que ese castigo ya ha sido ejecutado. Es por esa razón que en la Palabra de Dios uno encontrará el
perdón mencionado junto a la sangre de Jesucristo. Porque el perdón depende de la sangre de
Jesucristo. Aquí nos podemos dar cuenta de cuán valiosa es la sangre de Cristo. Lo hemos dicho
anteriormente y lo repetiremos otra vez. Acérquese a Dios siendo nadie, y permita que Él le convierta
en alguien. Él puede perdonarle sus pecados porque Él ya pagó el castigo por sus pecados, y ésa es la
única forma en que usted y yo podemos obtener el perdón por nuestros pecados.
El Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el evangelio según San Lucas, capítulo 24, versículos 46
y 47: "Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer
día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén". Pablo dijo lo mismo en su carta a los Colosenses, capítulo 1, versículo
14: "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". Cuando Jesús se encontró con
Pablo en el camino de Damasco, le dijo que se dirigiera a los no judíos, como dice el relato en los
Hechos 26:18, "Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y de la
potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y herencia
entre los santificados". El derramamiento de la sangre de Cristo y Su muerte en la cruz es el
fundamento del perdón, sin lo cual no lo hay. Dios no puede perdonar hasta que el castigo haya sido
pagado.
La palabra para "pecados" es "paraptoma", que significa un delito o caída. El apóstol Pablo describió el
primer pecado del hombre como una transgresión en Romanos 5:15. Y utilizó la misma palabra en
Romanos, capítulo 4, versículo 25: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado
para nuestra justificación". Así es que la palabra pecados incluye la lista completa de todos los pecados
imputable al ser humano. Agustín lo expresó concisamente al decir: "Cristo compró a la iglesia impura
para poder hacerla inmaculada". Cristo la compró con Su propia sangre y pagó el castigo por nuestro
pecado.
Como continúa diciendo el versículo 7, la redención y el perdón son otorgados "según las riquezas de
su gracia". Esa es una expresión interesante. Observemos que él no dijo "de" las riquezas de su gracia,
sino "según" las riquezas de su gracia. Permítanos ilustrar la diferencia que existe aquí. Hace algunos
años un millonario estaba jugando en un campo de golf y siempre le daba al caddie, su ayudante, una
moneda. Como usted puede ver, él no estaba dando aquí según sus riquezas: estaba dando de sus
riquezas. Si este hombre hubiera dado según sus riquezas, entonces su ayudante hubiera llegado a ser
rico. Pues bien, de la misma manera, Dios nos ha redimido según las riquezas de Su gracia. Dios es
rico en gracia, y Él está dispuesto a dar de acuerdo con Sus riquezas de gracia. Él ha tenido que
concederme mucha gracia a mí, pero aún le queda suficiente para usted. Dios tiene lo suficiente como
para darnos a todos nosotros. Dios puede salvarle, guardarle, y todo ello debido a Su gracia.
Estamos tratando el tema de la obra de Dios el Hijo a favor de la iglesia. Esa obra es triple: (1) Cristo
nos redimió por Su sangre; (2) Él ha revelado el misterio de Su voluntad; y (3) Él nos recompensa con
una herencia.
Hemos examinado las palabras griegas para la redención y vimos que implicaban el pago de un precio
que era la sangre de Cristo: podemos tener perdón porque Él pagó el precio. Sabemos que,
figurativamente hablando Cristo fue al mercado donde estábamos en venta con el grupo de esclavos
del pecado y nos compró a todos. Dios va a usarnos para Sí mismo y entonces establece una relación
personal. También vimos que nos compró para ponernos en libertad. Y hay que destacar que la palabra
para redención en el versículo 7 de este capítulo 1 de Romanos, "apolutrosis", significa que Dios nunca
le pregunta qué ha hecho usted por Él. Y esto es precisamente lo maravilloso de la gracia de Dios;
cuando Dios le salva por Su gracia, no le pone en deuda con Él. Dios le compró para ponerle a usted
en libertad.
Alguien podría preguntar: ¿pero no tenemos que servirle? Es verdad. Pero sobre una base diferente, es
decir, en base a una nueva relación; una relación de amor. En Juan 14:15, leímos que el Señor Jesús
les dijo a Sus discípulos: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". No les dijo: "como he muerto por
vosotros, tenéis que cumplir mis mandamientos". Les dijo, si me amáis. Así que, si hoy usted le ama, Él
quiere que usted le sirva. Si usted no le ama, olvídese de este tema del servicio. Hoy oímos hablar
mucho de tener un compromiso con Cristo. Estimado oyente, usted y yo tenemos muy poco que
comprometer ante Él. Tenemos que responder con una actitud de amor hacia Dios y ello implica una
base totalmente diferente. Nosotros le amamos porque el nos amó primero.
Hay una historia de la época de la esclavitud que ilustra esta gran verdad. En la época de la esclavitud,
había una hermosa joven que estaba a la venta en un grupo de esclavos. Entre los posibles
compradores se encontraba un propietario de esclavos que era realmente brutal en el trato con ellos y
éste comenzó a pujar por ella. Cada vez que él hacía una oferta, la joven se estremecía y una
expresión de temor aparecía en su rostro. Pero allí se encontraba también el rico propietario de una
plantación que era muy bondadoso con sus esclavos: éste también comenzó a pujar por la joven. Hizo
una oferta mayor que el otro hombre y compró a la joven. Pagó el precio acordado y comenzó a
alejarse. La joven, entonces, le siguió; pero él se dio vuelta dirigiéndose hacia ella y le dijo: "No me
interpretes mal. Yo no te compré porque necesitaba una esclava. Te compré para ponerte en libertad".
Ella simplemente se quedó inmóvil y aturdida sólo por un instante. Y después, cayó sobre sus rodillas
diciendo: "¿por qué? Yo te serviré para siempre". Esta sencilla historia ilustra la base sobre la cual el
Señor Jesús quiere que le sirvamos. Él le amó, pagó un precio por usted. Se entregó a Sí mismo y
derramó Su sangre para que usted pueda tener el perdón de sus pecados. Este perdón es totalmente
suyo si usted está dispuesto a venir a Él y aceptarle como su Salvador. Estimado oyente, nunca olvide
que su redención, su liberación y el perdón le son otorgados por Dios conforme a las riquezas de Su
gracia.

Efesioes 1:7-11
En este día, amigo oyente, regresamos a este maravilloso primer capítulo de la Epístola a los Efesios.
Éste es el capítulo que muestra a la Iglesia como el cuerpo de Cristo. Dios el Padre planificó la Iglesia y
ahora nos encontramos en una sección donde vemos que Dios el Hijo ha pagado por la Iglesia. Lo
primero que notamos aquí es que hemos sido redimidos por Su sangre. Tenemos redención. Y en
nuestro programa anterior examinamos las tres palabras griegas que se usan en el original griego del
Nuevo Testamento y que son traducidas al castellano por la redención. Leamos nuevamente el
versículo 7:
"En él tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados según las riquezas de su gracia"
Un Dios justo perdona en base a que el castigo ya ha sido ejecutado. Ahora, ¿cuándo fue ejecutado?
Cuando Cristo derramó su sangre hace más de 2.000 años. La imagen de Cristo derramando Su sangre
en la cruz no resulta estético y no le agrada a la naturaleza refinada del hombre civilizado de la
actualidad, en cambio al ser humano el pecado no le parece tan malo. Trata de ser sofisticado y se
considera progresista y muy inteligente. Pero, amigo oyente, tenemos que reconocer que somos
pecadores perdidos, y Dios no puede perdonarnos hasta que el castigo haya sido ejecutado. Y la buena
noticia es que ese castigo ya ha sido ejecutado. Es por esa razón que en la Palabra de Dios uno
encontrará el perdón mencionado junto a la sangre de Jesucristo. Porque el perdón depende de la
sangre de Jesucristo. Aquí nos podemos dar cuenta de cuán valiosa es la sangre de Cristo. Lo hemos
dicho anteriormente y lo repetiremos otra vez. Acérquese a Dios siendo nadie, y permita que Él le
convierta en alguien. Él puede perdonarle sus pecados porque Él ya pagó el castigo por sus pecados, y
ésa es la única forma en que usted y yo podemos obtener el perdón por nuestros pecados.
El Señor Jesucristo les dijo a Sus discípulos en el evangelio según San Lucas, capítulo 24, versículos 46
y 47: "Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciera y resucitara de los muertos al tercer
día; y que se predicara en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones,
comenzando desde Jerusalén". Y el apóstol Pablo dijo lo mismo en su carta a los Colosenses, capítulo
1, versículo 14: "en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados". Cuando Jesús se
encontró con Pablo en el camino de Damasco, le dijo que se dirigiera a los no judíos, como dice el
relato en los Hechos 26:18, "Para que abras sus ojos, para que se conviertan de las tinieblas a la luz y
de la potestad de Satanás a Dios; para que reciban, por la fe que es en mí, perdón de pecados y
herencia entre los santificados". El derramamiento de la sangre de Cristo y Su muerte en la cruz es el
fundamento del perdón, sin lo cual no lo hay. Dios no puede perdonar hasta que el castigo haya sido
pagado.
La palabra para "pecados" es "paraptoma", que significa un delito o caída. El apóstol Pablo describió el
primer pecado del hombre como una transgresión en Romanos 5:15. Y utilizó la misma palabra en
Romanos, capítulo 4, versículo 25: "El cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado
para nuestra justificación". Así es que la palabra pecados incluye la lista completa de todos los pecados
imputable al ser humano. Agustín lo expresó concisamente al decir: "Cristo compró a la iglesia impura
para poder hacerla inmaculada". Cristo la compró con Su propia sangre y pagó el castigo por nuestro
pecado.
Y como continúa diciendo el versículo 7, la redención y el perdón son otorgados "según las riquezas de
su gracia". Ésa es una expresión interesante. Observemos que él no dijo "de" las riquezas de su gracia,
sino "según" las riquezas de su gracia. Permítanos ilustrar la diferencia que existe aquí. Hace algunos
años un millonario estaba jugando en un campo de golf y siempre le daba al caddie, su ayudante, una
moneda. Como usted puede ver, él no estaba dando aquí según sus riquezas: estaba dando de sus
riquezas. Si este hombre hubiera dado según sus riquezas, entonces su ayudante hubiera llegado a ser
rico. Pues bien, de la misma manera, Dios nos ha redimido según las riquezas de Su gracia. Dios es
rico en gracia, y Él está dispuesto a dar de acuerdo con Sus riquezas de gracia. Él ha tenido que
concederme mucha gracia a mí, pero aún le queda suficiente para usted. Él tiene lo suficiente como
para darnos a todos nosotros. Dios puede salvarle, guardarle, y todo ello debido a Su gracia.
Estamos tratando el tema de la obra de Dios el Hijo a favor de la iglesia. Esa obra es triple: (1) Cristo
nos redimió por Su sangre; (2) Él ha revelado el misterio de Su voluntad; y (3) Él nos recompensa con
una herencia.
Hemos examinado las palabras griegas para la redención y vimos que implicaban el pago de un precio
que era la sangre de Cristo: podemos tener perdón porque Él pagó el precio. Sabemos que,
figurativamente hablando Cristo fue al mercado donde estábamos en venta con el grupo de esclavos
del pecado y nos compró a todos. Él va a usarnos para Sí mismo y entonces establece una relación
personal. También vimos que nos compró para ponernos en libertad. Y hay que destacar que la palabra
para redención en el versículo 7 de este capítulo 1 de Romanos, "apolutrosis", significa que Dios nunca
le pregunta qué ha hecho usted por Él. Y esto es precisamente lo maravilloso de la gracia de Dios;
cuando Dios le salva por Su gracia, no le pone en deuda con Él. Dios le compró para ponerle a usted
en libertad.
Alguien podría preguntar: ¿pero no tenemos que servirle? Es verdad. Pero sobre una base diferente, es
decir, en base a una nueva relación; una relación de amor. En Juan 14:15, leímos que el Señor Jesús
les dijo a Sus discípulos: "Si me amáis, guardad mis mandamientos". No les dijo: "como he muerto por
vosotros, tenéis que cumplir mis mandamientos". Les dijo, si me amáis. Así que, si hoy usted le ama, Él
quiere que usted le sirva. Si usted no le ama, olvídese de este tema del servicio. Hoy oímos hablar
mucho de tener un compromiso con Cristo. Estimado oyente, usted y yo tenemos muy poco que
comprometer ante Él. Tenemos que responder con una actitud de amor hacia Él y esto implica una
base totalmente diferente. Nosotros le amamos porque Él nos amó primero.
Ahora llegamos a la segunda obra de Dios el Hijo a favor de la iglesia, Él reveló el misterio de Su
voluntad. Leamos los versículos 8 al 10, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios
"Que hizo sobreabundar para con nosotros en toda sabiduría e inteligencia. Él nos dio a conocer el
misterio de su voluntad, según su beneplácito, el cual se había propuesto en sí mismo, de reunir todas
las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en los cielos
como las que están en la tierra."
¿Qué es un misterio en las Sagradas Escrituras? No es una novela o historia de misterio, ni algo sobre
lo cual uno se hace preguntas o le anda dando vueltas. Un misterio en las Sagradas Escrituras quiere
decir que Dios estaba revelando algo que hasta ese momento Él no había revelado. Hay dos elementos
que siempre entran en un misterio del Nuevo Testamento: (1) No puede ser descubierto por medios
humanos, porque es siempre una revelación de Dios; y (2) es revelado en el momento oportuno y no
ocultado, y se revela lo suficiente para establecer el hecho sin que se hagan conocer todos los detalles.
Hay unos once misterios mencionados en el Nuevo Testamento. Pero aun considerando tales misterios,
¿sabe usted que Dios no nos ha dicho todo? Hay muchas cosas que Dios no nos ha revelado. Hay
muchas preguntas que yo quisiera hacerle a Dios. Hay muchas personas que nos escriben haciéndonos
muchas preguntas, y nosotros tratamos de contestarlas. Bien, yo tengo muchas preguntas también, y
no tengo a quién hacérselas porque nadie conoce las respuestas. Pero algún día, amigo oyente, Él nos
las revelará.
Bien, entonces, un misterio es algo que Él no ha revelado previamente y nos lo está dando a conocer.
Así, ahora tenemos este maravilloso misterio que no fue revelado en el Antiguo Testamento. Vamos a
recordar los versículos 8 y 9 para ampliar de alguna manera, leyéndolos de otra versión: "que Dios nos
dio en abundancia con toda sabiduría y entendimiento. Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad
conforme al buen propósito que de antemano estableció en Cristo". Ahora, ¿cuál es el misterio de Su
voluntad? En primer lugar, es algo revelado conforme a sabiduría y prudencia. No es algo sencillo o
simple. Los que nos escriben nos dicen que presentamos el evangelio de una forma comprensible para
la gente. Y apreciamos esas opiniones porque eso es lo que debemos hacer. Pero tenemos que decir
aquí también, que hay temas profundos de la sabiduría de Dios, que ni usted ni yo podemos explorar
fácilmente, o misterios en los cuales no podemos penetrar en absoluto. Por tanto, tenemos que utilizar
toda la agudeza mental que tenemos, para poder tratar de comprender algo de los grandes propósitos
de Dios, y del plan de Dios. Y Dios quiere que conozcamos estas cosas porque ahora este misterio ha
sido revelado.
En el versículo 10 habla de reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos
establecidos. Otra versión traduce: "con miras a una buena administración en el cumplimiento de los
tiempos, es decir, de reunir todas las cosas en Cristo".
En primer lugar, no se está hablando aquí de un período de tiempo, como si el escritor se refiriera a
una época. Escuchamos hablar acerca de la época o período de la gracia; ése sí es un período de
tiempo. La expresión de nuestro pasaje "los tiempos establecidos", a veces traducida como
"dispensación" "administración" o "economía" en realidad es un orden o un sistema que se pone en
vigor, que se lleva a la práctica. Es una forma de hacer las cosas.
Por ejemplo, hemos oído hablar de cursos de economía doméstica, en el cual las personas aprenden
como llevar las cosas en un hogar. Es decir que uno planea por ejemplo las comidas que va a tener
hoy, las que tendrá en la cena del día de mañana, y lo que va a hacer más adelante, elaborando un
calendario. También debemos decir que hay cursos de "Economía Política", es decir, sobre la forma de
ejercer el gobierno de una nación y en ese sentido, cada país tiene su sistema de gobierno, así como
diferentes maneras de organizar otros asuntos como, por ejemplo, el tráfico, la enseñanza, etc.
Así que al hablar de "administración" "sistema" o "economía" vemos que pueden encajar en un período
de tiempo. Pero realmente se refieren a la forma en que Dios hace las cosas en cierta época en
particular. Por ejemplo, es evidente que Dios trató con Adán en base a una relación diferente a la que
trata con nosotros. Cualquiera puede reconocer que la situación en el jardín del Edén era diferente a la
nuestra hoy. Y Dios trató con Adán de una manera diferente a como trata con nosotros en la
actualidad.
Ahora bien, Dios ha tenido un solo método de salvar a la gente. Todo su plan se apoya sobre un
método de salvación. Sin embargo, la aproximación, el planteamiento y el hombre bajo un determinado
sistema han sido diferentes. Por ejemplo, Abel ofreció a Dios un cordero y así lo hizo también
Abraham. Los sacerdotes del Antiguo Testamento ofrecieron a Dios corderos, y Dios consideró que
estaba bien. Pero ésa no es la forma en que Dios nos dice que nos aproximemos a Él. Es que nosotros
vivimos en una economía diferente.
Recordemos aquí que en este versículo se nos habla del cumplimiento de los tiempos establecidos.
Ahora, ¿cuál es ese cumplimiento de los tiempos? Bueno, no podemos entrar en todos los aspectos de
esa expresión, pero podemos decir que Dios está actuando e impulsando todas las cosas hacia el
momento en que Cristo gobierne sobre todo en los cielos y en la tierra. Ésta es la "plenitud de los
tiempos", el "pleroma", cuando todas las cosas estén bajo el gobierno y autoridad del Señor Jesucristo.
Esa plenitud es como un vasto receptáculo dentro del cual siglos y milenios han estado cayendo. Todo
el pasado, el presente y el futuro confluyen hacia el instante en que toda rodilla tendrá que doblarse y
toda lengua confesar que Jesús es el Señor. Éste es el misterio que nos es revelado. El propósito de
reunir todas las cosas en Cristo, en el cumplimiento de los tiempos establecidos, así las que están en
los cielos como las que están en la tierra. Y como dice el escritor de Hebreos 2:8, aprendemos lo
siguiente de Cristo, que Dios le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque todavía
no vemos que todas las cosas le sean sujetas. Estas palabras dejan bien en claro que aún no hemos
llegado a ese momento de la historia. Es que estamos viviendo en una economía diferente, en un
orden diferente. Pero Dios nos ha revelado este acontecimiento que va a ocurrir, y que no había sido
revelado en el pasado.
El cielo y la tierra no están afinados en la actualidad. No coinciden en el mismo tono. Nosotros estamos
interpretando nuestra propia melodía. Pero llegará un día en el cual el cielo y la tierra estarán afinados
y entonces, en una armonía perfecta todas las cosas que existen serán reunidas en Cristo Llegamos
ahora a la tercera obra de Dios el Hijo a favor de la iglesia: Cristo nos recompensa con una herencia.
Leamos el versículo 11 del capítulo 1 de Efesios, que dice lo siguiente:
"En él asimismo tuvimos herencia, habiendo sido predestinados conforme al propósito del que hace
todas las cosas según el designio de su voluntad"
Aquí tenemos otra hermosa verdad. Él nos da una herencia, es decir, que nos recompensa por algo
que no hemos hecho. Es el plan y propósito total de Dios, que los creyentes tengan una parte en la
herencia de Cristo. Ellos van a heredar con Cristo porque ellos están en Cristo, están unidos a Cristo.
En la epístola a los Romanos, capítulo 8, versículo 17, Pablo dijo: "Y si hijos, también herederos;
herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que
juntamente con él seamos glorificados". Luego, en su primera epístola a los Corintios, capítulo 3,
versículos 21 al 23 dijo: "Así que, ninguno se gloríe en los hombres; porque todo es vuestro: sea Pablo,
Apolos o Cefas, sea el mundo, la vida o la muerte, sea lo presente o lo porvenir. Todo es vuestro, y
vosotros sois de Cristo y Cristo de Dios". Ésa es una declaración tremenda por parte de Dios. No
podemos comprenderla ni asimilarla, pero nos eleva del lugar en donde estamos sentados hasta el
mismo cielo. Todas las cosas son nuestras. Cristo me pertenece a mí, Pablo también me pertenece a
mí. Incluso la muerte misma puede pertenecerme. Todo es mío. Y es así porque Él me lo ha dado.
Cristo es mío. Dios es mío. ¡Qué experiencia para nosotros!
A veces uno siente deseos de gritar ante una realidad tan maravillosa. Él ha predestinado todo esto. Él
lo ha determinado. Y reiteramos que esta provisión, esta experiencia se refiere a las personas que han
sido salvas. Recordemos que Dios nunca predestinó a una persona para que se perdiera. Él nos ha
predestinado a nosotros para que recibamos una herencia. Y si Él no la hubiera predestinado para mí,
yo nunca la habría conseguido. Es algo que no merezco. Es una recompensa que proviene de Su gracia
y no de mis propios méritos. Ésta es la voluntad de Dios, y ésa es la única base en la cual todo esto se
hace realidad. Es bueno, es correcto, y es lo mejor. ¿Por qué? Porque ése fue el propósito de Dios,
estimado oyente, y usted no podría recibir algo mejor.
Así que, recapitulando, estas son las tres obras maravillosas que Cristo ha hecho por nosotros: nos
redimió con Su sangre; nos ha revelado el misterio de Su voluntad; y nos recompensa con una
herencia. ¡Qué hermoso es esto, yo no puedo perder! Él pagó por la iglesia, y yo le pertenezco porque
Él pagó un precio.
Tenemos que decir que hoy la iglesia es muy importante para Él. Los planes humanos aquí en la tierra
no tienen importancia. Nosotros pensamos que la tienen. Los seres humanos están corriendo de aquí
para allá con un proyecto para el mundo actual, pero ellos ni siquiera estarán aquí en los próximos cien
años. Esta generación ya habrá pasado a la historia. Pero los grandes planes de Dios serán llevados a
cabo. Y tenemos que estar agradecidos a Dios por ello.
Y llegamos ahora al último tema básico de este capítulo 1, y por supuesto sólo podemos mencionarlo,
porque ya el tiempo se nos acaba. En este primer capítulo de Efesios, que hemos titulado "La Iglesia es
un Cuerpo", hemos visto que Dios el Padre planeó la iglesia, antes de la creación del mundo. Después
consideramos que Dios el Hijo pagó el precio por la iglesia, derramando Su sangre en la cruz. Y en
nuestro próximo programa veremos cómo Dios el Espíritu Santo protege a la iglesia. En tal sentido, el
versículo 13 de este capítulo 1 dice que fuimos sellados con el Espíritu Santo. Un pasaje destacado en
tal sentido es el de Primera de Corintios 12:13, en el cual el apóstol Pablo dijo: "porque por un solo
Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo."
No olvidemos el énfasis de esta sección que hemos terminado, y seamos conscientes de que los
acontecimientos humanos se han desarrollado hasta ahora y continúan moviéndose en la dirección
señalada por las palabras que hemos leído, aproximándose al clímax de la historia humana, en el cual
el Señor Jesucristo ocupará el lugar que le corresponde, cuando todas las personas y elementos sean
puestos bajo Su autoridad y control. Mientras ese día no llega, estimado oyente, le invitamos a unirse a
los planes divinos, estableciendo una relación con Dios por medio de Jesucristo.
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Efesios 1:12-17
Regresamos hoy, amigo oyente, a la Epístola a los Efesios, y en nuestro programa anterior finalizamos
con la obra del Señor Jesucristo, quien pagó el precio por la Iglesia. Dios el Padre había planificado la
Iglesia, y Dios el Hijo pagó por la Iglesia. Vamos a ver hoy que Dios el Espíritu Santo protege la Iglesia.
El versículo 12, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios es una de las grandes doxologías
que encontramos en las epístolas. Cada vez que el Apóstol Pablo terminó de decirnos algo acerca de
una de las personas de la Trinidad, se detuvo y expresó una doxología, y luego continuó hablando de
la otra persona. Y aquí, habiendo acabado de hablarnos acerca de la obra del Hijo, que nos redimió por
medio de Su sangre, que reveló el misterio de Su voluntad, y que recompensa a los Suyos con una
herencia, nos dijo en el versículo 12, de este capítulo 1:
"A fin de que seamos para alabanza de su gloria, nosotros los que primeramente esperábamos en
Cristo."
Eso es algo maravilloso. El creyente existe para la alabanza de su gloria. Amigo oyente, Dios no existe
para satisfacer los caprichos y deseos del creyente, y el creyente existe para la gloria de Dios. Cuando
el creyente se encuentra en el centro de la voluntad de Dios, está viviendo una vida de plenitud, llena
de satisfacción y alegría. Y cuando usted no se encuentra en esa esfera de la voluntad de Dios, los
problemas se avecinan. El vivir de acuerdo con la voluntad de Dios añade propósito y significado a la
vida y el creyente que vive de esa manera traerá honra y gloria a Dios. Esta vida de calidad es la que
confiere valor, una posición honorable, dignidad, propósito, alegría y honra a la vida. Existimos para la
alabanza de Su gloria y esto es suficiente.
Por supuesto, esta doxología mira anticipadamente al futuro, a la venida de Cristo. La tercera
doxología, como veremos ahora, se refiere a la obra del Espíritu Santo. Vamos entonces a considerar
como

Dios el Espíritu Santo protege a la iglesia


Cuando destacamos la obra del Espíritu Santo, vemos que: (1) Él nos regenera, (2) Él es un refugio
para nosotros, y (3) da realidad a nuestras vidas. Primero tenemos la regeneración. Veamos lo que
dice el versículo 13:
"En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la promesa"
Creemos que esta sección en la cual nos encontramos, es sin lugar a dudas una de las más destacadas
de las Sagradas Escrituras. Alguien podría decir que aquí el escritor no mencionó a la regeneración
pero en realidad, la mencionó y de una forma sublime, porque ahora estamos pasando de la obra de
Dios a favor nuestro, a la obra del Espíritu Santo en nosotros. La obra de Dios de planear la iglesia y la
obra del Señor Jesús de redimir a la iglesia y pagar un precio por ella fueron objetivas. La obra del
Espíritu Santo de proteger a la iglesia es diferente porque es subjetiva; ocurre dentro de nosotros.
En esta obra de regeneración y de renovación, el Espíritu Santo motiva al pecador a oír y creer en su
corazón; eso es lo que lo convierte en un hijo de Dios. El Señor Jesucristo dijo en Juan 3:7: "Os es
necesario nacer de nuevo". Y, ¿cómo puede uno renacer? Juan explicó en 1:12 de su Evangelio: "Mas a
todos los que lo recibieron, a quienes creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de
Dios". Sencillamente, tenemos que creer en Su nombre.
Aquí en Efesios 1:13, En él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad. Oír aquí, no quiere
decir escuchar simplemente el sonido de las palabras, sino el de escuchar con comprensión. Pablo
escribió en Primera de Corintios 1:23 y 24, "Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría,
pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los no
judíos locura. En cambio para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de
Dios". Ahora, ¿quiénes son los llamados? ¿Son los que han oído simplemente el sonido de las palabras?
No. Son aquellos que han escuchado con entendimiento, con comprensión. Dios los llamó. No es
meramente una llamada donde se escuchan palabras, sino que constituye un llamado donde el Espíritu
Santo hace que estas palabras sean reales y verdaderas. La fe es por el oír, y el oír, por la Palabra de
Dios. (Rom. 10:17) Aquellos que son llamados oyen la Palabra de Dios y responden a ella, ¿entonces
qué sucede? Bueno, el apóstol Pedro lo explicó de esta manera, en su primera epístola, capítulo 1,
versículo 23, dice Pedro: "pues habéis renacido, no de simiente corruptible, sino de incorruptible, por la
Palabra de Dios que vive y permanece para siempre". O sea, que la Palabra de Dios es predicada,
como está siendo expuesta en este mismo instante o por la palabra impresa. Nosotros estamos
diciendo que el Hijo de Dios ha muerto por usted y si usted confía en Él, será salvo. "Bien", podría decir
alguien: "Yo oigo estas palabras, o las leo, pero ellas no tienen ningún significado para mí. Sin
embargo, alguien más oye o lee este mensaje, y el Espíritu de Dios lo aplica a su corazón de manera
que esa persona cree, y en el momento en que confía en Cristo, es regenerada. El creer es el paso
lógico después de haber oído. Puede que no sea el próximo paso cronológico, pero es el paso lógico.
En Él también vosotros, habiendo oído la palabra de verdad, el evangelio de vuestra salvación, y
habiendo creído en Él. Ésta es la mejor explicación de lo que significa nacer de nuevo que hemos leído
en la Palabra de Dios. Usted escucha la Palabra de Verdad, el Evangelio de su salvación, las buenas
noticias de su liberación, y usted deposita su confianza en Cristo.
Y el versículo 13 finaliza diciendo: y habiendo creído en él, fuisteis sellados con el Espíritu Santo de la
promesa. Esto significa que cuando usted oye y cree, es también sellado; todo ocurre al mismo tiempo.
Otra versión traduce este versículo de la siguiente manera: "cuando oísteis el mensaje de la verdad, el
evangelio que os trajo la salvación, y lo creísteis, fuisteis marcados con el sello que es el Espíritu Santo
prometido". Por cierto, en este momento tiene lugar el bautismo del Espíritu Santo. Usted es bautizado
en el momento en que cree en Cristo. Usted es también sellado en el momento en que confía en Cristo.
El Espíritu Santo abre primero el oído para poder oír, y entonces implanta la fe. Su próximo paso lógico
es el de sellar al creyente.
Ahora, sabemos que hay quienes discuten hoy si es Dios el Padre o Dios el Hijo, el que sella con el
Espíritu Santo, o si es el Espíritu Santo mismo quien sella. Realmente, esa discusión y sus argumentos
pueden llegar a producir cierto cansancio. Nos recuerdan ciertas discusiones de la Edad Media, en la
cual se producían polémicas por los detalles más minuciosos y se dejaban de lado asuntos importantes.
Ahora, la verdad es que si uno discute asuntos como éstos, en realidad, nunca llega a ninguna parte.
Creemos que este versículo expone que el Espíritu Santo es el sello. Dios el Padre entregó al hijo a
morir en la cruz, pero el Hijo se ofreció a sí mismo voluntariamente. Así que Dios el Padre y Dios el
Hijo, ambos, dieron. Y Dios el Padre y Dios el Hijo enviaron al Espíritu Santo para realizar una obra
determinada, pero es el Espíritu el que realiza esa obra. Él regenera al pecador, y sella al pecador al
mismo tiempo. Y creemos que el Espíritu mismo es el sello.
Ahora creemos que hay un doble propósito en la obra del Espíritu Santo al sellar al creyente. Él
implanta la imagen de Dios sobre el corazón para proporcionar una realidad al creyente. Usted sabe
que un sello se coloca en un documento, y que ese sello tiene una imagen. Creemos que eso es
exactamente lo que el Espíritu de Dios hace en el creyente. El Apóstol Juan en el capítulo 3, del
evangelio que lleva su nombre, versículo 33, dijo: "El que recibe su testimonio, éste atestigua que Dios
es veraz". Aparentemente, ésa es la idea aquí. Dios ha implantado Su imagen sobre el creyente.
Ahora, el segundo propósito de este sello es indicar el derecho de una legítima propiedad. En la
Segunda Epístola a Timoteo, capítulo 2, versículo 19, leemos: Pero el fundamento de Dios está firme,
teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel que
invoca el nombre de Cristo. Ahora, que Él provea esta seguridad para usted, no quiere decir que usted
puede vivir en el pecado. Si usted invoca el nombre de Cristo, usted se va a apartar de la iniquidad. Y
si no es así, si no hay esta evidencia, entonces usted no ha sido regenerado o sellado.
El Espíritu Santo es el sello, y eso garantiza que Él nos va a entregar, porque el apóstol Pablo, un poco
más adelante en esta Epístola dirá: "con el cual, o sea con el Espíritu Santo, fuisteis sellados para el día
de la redención". Llegará un día en que el Espíritu Santo nos entregará a Cristo y es muy bueno estar
sellados de esta manera. Somos como una carta asegurada. En la actualidad, en una carta certificada
se coloca un sello especial, lo cual significa que el correo garantiza la entrega de esa carta.
Ahora llegamos a la tercera y final obra del Espíritu Santo al proteger a la iglesia. Se menciona en el
versículo 14, de este primer capítulo de la epístola a los Efesios y dice:
"Que es las arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión adquirida, para alabanza de su
gloria."
El dinero de las Arras constituye la entrega al contado de una parte del precio acordado, o el depósito
de una cantidad con la que se garantiza el cumplimiento de una obligación. Se da como prenda en
señal, en algún contrato. Es decir, que si uno va a comprar alguna propiedad y quiere que el vendedor
le reserve la propiedad, usted, deja cierto dinero como un depósito, como una señal. También quiere
decir que más adelante usted entregará más dinero, lo que falta para completar el pago de la
propiedad. Ahora, el Espíritu Santo es como ese dinero de las arras, como esa garantía. Dios nos ha
dado a los creyentes el Espíritu Santo como una promesa y señal de que hay más bendiciones
espirituales en el futuro. Ya hemos visto anteriormente que tenemos una herencia. Es decir, que queda
por recibir más al tomar posesión de la herencia. Y el Espíritu Santo es la garantía. Otra versión
traduce este versículo 14 de la siguiente manera: "el Espíritu Santo garantiza nuestra herencia hasta
que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios."
Y todo esto es para la alabanza de su gloria. Y aquí encontramos la tercera doxología en este capítulo.
Como ya hemos visto, Pablo presentó una doxología después de considerar la obra de cada miembro
de la Trinidad. Aquí el hecho de que el Espíritu Santo nos regenera, se convierte en nuestro refugio y
sello, y nos proporciona una realidad espiritual, es un motivo para la alabanza de Su gloria. Y estas
grandes verdades entonces impulsaron al apóstol Pablo a expresar una oración. Vamos a leer entonces
los versículos 15 y 16, en los que comienza

La oración de Pablo por conocimiento y poder para los efesios


"Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús y de vuestro amor para con
todos los santos, no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones"
Esta Iglesia se destacaba por su fe y por su amor. El amor no era para esa gente simplemente un lema
o una etiqueta. Los cristianos de esa congregación expresaban un verdadero amor, que estaba basado
en su fe en el Señor Jesús. Y ésa era la Iglesia en su más elevada expresión. En el Libro de Apocalipsis,
en el capítulo 2, la iglesia en Éfeso representa a la Iglesia cristiana primitiva en la situación ideal. Pablo
le dio gracias a Dios por el amor y la fe de los Efesios.
En el día de hoy, las circunstancias que nos impulsan a orar son las dificultades, las enfermedades, los
problemas, o una crisis de una determinada iglesia. Y es triste que nuestra oración tenga que estar
motivada por causas negativas. Pero en el caso del apóstol Pablo, lo que le impulsaba a orar a él, eran
las cosas positivas. En nuestro caso, la oración a Dios está motivada por el deseo de tener ciertas cosas
y de esa manera, se convierte en una lista de pedidos. ¿Por qué no le expresamos nuestro
agradecimiento con mayor frecuencia? A Dios le agradaría que le expresáramos nuestra gratitud de
una forma regular. En algunas iglesias, la reunión de oración se apartó de su monotonía habitual y
recibió un nuevo impulso cuando los asistentes acordaron que no harían otra cosa que expresarle a
Dios su gratitud en oraciones breves, pero que brotaron del corazón. Así lo hicieron y pudieron
comprobar que, a medida que oraban, iban apareciendo más y más motivos de gratitud por lo que Dios
había hecho por ellos y la duración de la reunión se extendió más allá de lo habitual, porque el tiempo
no resultaba suficiente para dar gracias a Dios. A nadie se le ocurrió pedir nada. Y disfrutaron de una
hermosa experiencia espiritual.
Éste fue el impulso que sintió el apóstol Pablo cuando recibió las noticias e informes de la iglesia en
Éfeso. Y dijo, "no ceso de dar gracias por vosotros". Resulta interesante que no pensamos con
demasiada frecuencia en Pablo como un destacado hombre de oración. Le colocamos en el primer
lugar de la lista como un gran misionero de la cruz. No nos imaginamos un mejor ejemplo de
apostolado que el del apóstol Pablo. Si tuviéramos que preparar una lista de los 10 mejores
predicadores de la iglesia, con toda seguridad le colocaríamos en el primer lugar. El apóstol Pablo
también fue uno de los mejores maestros de las Sagradas Escrituras. El Señor Jesús fue, por supuesto
el mejor maestro: Recordemos lo que dijeron los guardias en su informe a los principales sacerdotes y
fariseos sobre Jesús, palabras registradas en Juan 7:46: "¡Jamás hombre alguno ha hablado como este
hombre!" Y el apóstol Pablo continuó con esa tradición. También fue un ejemplo como un buen pastor.
De acuerdo con el relato de Lucas en los Hechos 20, Pablo lloró al despedirse de los creyentes en
Éfeso. El les amaba profundamente y ellos a él.
Siempre solemos evaluar el nivel de vida espiritual de una iglesia por la manera en que sus miembros
aman a su pastor, o a sus líderes, siempre y cuando éstos sean fieles a la Palabra de Dios. La iglesia en
Éfeso no sólo amaba al apóstol Pablo, sino que también amaban a la Palabra de Dios.
Como hemos dicho, siempre que pensamos en alguien que se destacara en un área del servicio
cristiano en la iglesia primitiva, el nombre de Pablo ocupa el primer lugar. ¿Por qué no colocarle
también en un lugar de honor como representativo de un gran hombre de oración? Consideramos a
Moisés como un gran intercesor en oración en la cima del monte. Recordamos al rey David con sus
salmos y la confesión de su grave pecado. Pensamos en el profeta Elías, que se puso en pie él solo
frente a un altar empapado con agua en el Monte Carmelo, y ante cuya oración descendió fuego del
cielo. Y después recordamos al profeta Daniel que abría su ventana orientada hacia Jerusalén y oraba,
aunque vivía en una tierra hostil gobernada por un poder enemigo. Y el Señor Jesucristo fue el Hombre
de oración, hasta tal punto que uno de Sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos a orar". (Lucas 11.1).
Si hiciéramos una lista de citas Bíblicas de las veces en que Pablo dijo que estaba orando por alguien,
nos sorprendería comprobar la extensa lista de oración que tenía el apóstol. Él oró por mucha gente.
Fue un gran hombre de oración.
En esta epístola hay dos de las oraciones de Pablo. Estas oraciones revelan la preocupación de Pablo
como un hijo de Dios por otros creyentes. Una de las razones para evaluar si una persona es un hijo de
Dios es su vida de oración. ¿Qué nivel de dependencia de Dios siente esa persona? Si ella tiene una
necesidad personal, se dirigirá a Dios en oración. Y también acudirá a Dios en intercesión por otros.
Recordemos, según el relato de los Hechos 9:11, cuando Ananías, en la ciudad de Damasco, se
inquietó cuando el ángel le dijo que se acercara a Saulo de Tarso y él puso objeciones porque Saulo
era el hombre que perseguía a la iglesia. Pero entonces el ángel le dijo que Saulo estaba orando. Ésa
fue una indicación a Ananías de que algo le había sucedido a Saulo de Tarso, a quién luego
conoceríamos como el apóstol Pablo.
En el versículo 16, Pablo dijo que no cesaba de dar gracias a Dios por ellos. Ellos estaban en su lista de
oración y suponemos que todas las iglesias estaban incluidas en dicha lista.
Continuó diciendo haciendo mención de vosotros en mis oraciones. Seguramente mencionó a los
Efesios por sus nombres. El mencionar nombres concretos en nuestras oraciones es un ejemplo a
imitar.
Ya hemos mencionado que el motivo de la oración de Pablo eran buenas noticias. Ahora veremos que
no oró por cosas materiales sino por bendiciones espirituales. Éstas son las bendiciones de primera
importancia. Leamos, finalmente por hoy, el versículo 17 de Efesios 1:
"Para que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de
revelación en el conocimiento de él"
Habiendo escrito que la iglesia es el cuerpo de Cristo. Y que el Padre la planeó, que Dios el Hijo pagó
un precio por ella, y que Dios el Espíritu Santo la protegía, reconoció que los Efesios no serían capaces
de comprender estas verdades, a menos que el Espíritu de Dios fuera su maestro y les explicara la
Palabra de Dios. Porque sólo el Espíritu de Dios puede revelar el conocimiento de Dios.
Un destacado maestro de la Biblia, el Dr. Ironside, practicó una dependencia total del Espíritu Santo en
su propio ministerio. En una ocasión, cuando estaba enseñando el libro del Cantar de los Cantares, dijo
que nunca había quedado satisfecho con el material que había encontrado en los tratados de Estudio
Bíblico y entonces, se puso de rodillas y le pidió a Dios que le revelara el mensaje de ese libro. La
verdad es que este hombre escribió una obra sobre el Cantar de los Cantares y, con toda sinceridad, su
interpretación es la única que ha satisfecho mi propio corazón.
¡Qué experiencia hermosa y fructífera es tener al Espíritu de Dios como el maestro que nos enseñe! Y
el versículo 17 dice: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo. . . os de espíritu de sabiduría y de
revelación en un mejor conocimiento de él. ¿Y cómo tendrá lugar esa acción divina? Se llevará a cabo
por el Espíritu de Dios, el único que puede abrir nuestros ojos y enseñarnos la Palabra de Dios.
Estimado oyente, usted puede considerarse incluido en esa oración, como todos los creyentes en
Cristo. Le invitamos a leer la Biblia, sugiriéndole que dirija una sencilla oración a Dios, pidiéndole que el
Espíritu Santo ilumine su mente y le guíe en su lectura.

Efesios 1:15-23
Hoy llegaremos al final de este capítulo 1 de Efesios. Después de una introducción, hemos visto, en
primer lugar, como Dios el Padre planeó la iglesia (vv. 3 al 6). En segundo lugar, vimos como Dios el
Hijo pagó el precio por la iglesia derramando Su sangre en la cruz, por lo cual al creer en Él fuimos
redimidos (vv. 7 al 12). En tercer lugar, destacamos que Dios el Espíritu Santo protege a la iglesia (vv.
13 y 14). La última parte de este capítulo incluye la oración del apóstol Pablo, pidiendo conocimiento y
poder para los creyentes. Esta sección se extiende desde los versículos 15 al 23.
En el día de hoy, las circunstancias que nos impulsan a orar son las dificultades, las enfermedades, los
problemas, o una crisis de una determinada iglesia. Y es triste que nuestra oración tenga que estar
motivada por causas negativas. Pero en el caso del apóstol Pablo, lo que le impulsaba a orar a él, eran
las cosas positivas. En nuestro caso, la oración a Dios está motivada por el deseo de tener ciertas cosas
y de esa manera, se convierte en una lista de pedidos. ¿Por qué no le expresamos nuestro
agradecimiento con mayor frecuencia?
Éste fue el impulso que sintió el apóstol Pablo cuando recibió las noticias e informes de la iglesia en
Éfeso. Y dijo, "no ceso de dar gracias por vosotros". Resulta interesante que no pensamos con
demasiada frecuencia en Pablo como un destacado hombre de oración. Le colocamos en el primer
lugar de la lista como un gran misionero de la cruz. No nos imaginamos un mejor ejemplo de
apostolado que el del apóstol Pablo. Si tuviéramos que preparar una lista de los 10 mejores
predicadores de la iglesia, con toda seguridad le colocaríamos en el primer lugar. Pablo también fue
uno de los mejores maestros de las Sagradas Escrituras. El Señor Jesús fue, por supuesto el mejor
maestro: Recordemos lo que dijeron los guardias en su informe a los principales sacerdotes y fariseos
sobre Jesús, palabras registradas en Juan 7:46: ¡Jamás hombre alguno ha hablado como este hombre!
Y el apóstol Pablo continuó con esa tradición. Y también fue un ejemplo como un buen pastor. De
acuerdo con el relato de Lucas en los Hechos 20, Pablo lloró al despedirse de los creyentes en Éfeso. El
les amaba profundamente y ellos a él.
Siempre solemos evaluar el nivel de vida espiritual de una iglesia por la manera en que sus miembros
aman a su pastor, o a sus líderes, siempre y cuando éstos sean fieles a la Palabra de Dios. La iglesia en
Éfeso no solo amaba al apóstol Pablo, sino que también amaban a la Palabra de Dios.
Como hemos dicho, siempre que pensamos en alguien que se destacara en un área del servicio
cristiano en la iglesia primitiva, el nombre de Pablo ocupa el primer lugar. ¿Por qué no colocarle
también en un lugar de honor como representativo de un gran hombre de oración? Consideramos a
Moisés como un gran intercesor en oración en la cima del monte. Recordamos al rey David con sus
salmos y la confesión de su grave pecado. Pensamos en el profeta Elías, que se puso en pie él solo
frente a un altar empapado con agua en el Monte Carmelo, y ante cuya oración descendió fuego del
cielo. Y después recordamos al profeta Daniel que abría su ventana orientada hacia Jerusalén y oraba,
aunque vivía en una tierra hostil gobernada por un poder enemigo. Y el Señor Jesucristo fue el Hombre
de oración, hasta tal punto que uno de Sus discípulos le pidió: "Señor, enséñanos a orar". (Lucas 11.1).
¿No sabía usted que Pablo fue un gran hombre de oración? Si hiciéramos una lista de citas Bíblicas de
las veces en que Pablo dijo que estaba orando por alguien, nos sorprendería comprobar la extensa lista
de oración que tenía el apóstol. Él oró por mucha gente. Fue un gran hombre de oración.
En esta epístola hay dos de las oraciones de Pablo. Estas oraciones revelan la preocupación de Pablo
como un hijo de Dios por otros creyentes. Una de las razones para evaluar si una persona es un hijo de
Dios es su vida de oración. ¿Qué nivel de dependencia de Dios siente esa persona? Si ella tiene una
necesidad personal, se dirigirá a Dios en oración. Y también acudirá a Dios en intercesión por otros.
Recordemos, según el relato de los Hechos 9:11, cuando Ananías, en la ciudad de Damasco, se
inquietó cuando el ángel le dijo que se acercara a Saulo de Tarso. Él puso objeciones porque Saulo era
el hombre que perseguía a la iglesia. Pero entonces el ángel le dijo que Saulo estaba orando. Ésa fue
una indicación a Ananías de que algo le había sucedido a Saulo de Tarso, a quién luego conoceríamos
como el apóstol Pablo.
En el versículo 16 de este capítulo 1 de Efesios, Pablo dijo que no cesaba de dar gracias a Dios por
ellos. Ellos estaban en su lista de oración y suponemos que todas las iglesias estaban incluidas en dicha
lista.
Continuó diciendo haciendo mención de vosotros en mis oraciones. Seguramente mencionó a los
Efesios por sus nombres. El mencionar nombres concretos en nuestras oraciones es un ejemplo a
imitar.
Ya hemos mencionado que el motivo de la oración de Pablo eran buenas noticias. Ahora veremos que
no oró por cosas materiales sino por bendiciones espirituales. Éstas son las bendiciones de primera
importancia. Vamos a comenzar nuestra lectura de hoy por el versículo 16, que no puede separarse del
versículo 17:
"No ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones, para que el
Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de gloria, os dé espíritu de sabiduría y de revelación en el
conocimiento de él"
Habiendo escrito que la iglesia es el cuerpo de Cristo. Y que el Padre la planeó, que Dios el Hijo pagó
un precio por ella, y que Dios el Espíritu Santo la protegía, reconoció que los Efesios no serían capaces
de comprender estas verdades, a menos que el Espíritu de Dios fuera su maestro y les explicara la
Palabra de Dios. Porque sólo el Espíritu de Dios puede revelar el conocimiento de Dios.
Un destacado maestro de la Biblia, el Dr. Ironside, practicó una dependencia total del Espíritu Santo en
su propio ministerio. En una ocasión, cuando estaba enseñando el libro del Cantar de los Cantares, dijo
que nunca había quedado satisfecho con el material que había encontrado en los tratados de Estudio
Bíblico y entonces, se puso de rodillas y le pidió a Dios que le revelara el mensaje de ese libro. La
verdad es que este hombre escribió una obra sobre el Cantar de los Cantares y, con toda sinceridad, su
interpretación es la única que ha satisfecho mi propio corazón.
¡Qué experiencia hermosa y fructífera es tener al Espíritu de Dios como el maestro que nos enseñe! El
versículo 17 dice: "Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo. . . os de espíritu de sabiduría y de
revelación en un mejor conocimiento de él". ¿Y cómo tendrá lugar esa acción divina? Se llevará a cabo
por el Espíritu de Dios, el único que puede abrir nuestros ojos y enseñarnos la Palabra de Dios.
"Que él alumbre los ojos de vuestro entendimiento, para que sepáis cuál es la esperanza a que él os ha
llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos"
Otra versión, de forma más adecuada, traduce literalmente el comienzo de este versículo 18 de la
siguiente manera: "que os sean iluminados los ojos del corazón". Porque son los ojos del corazón los
que tienen que entender. Uno puede ser intelectualmente brillante, pero eso no garantiza que habrá
una comprensión de la verdad espiritual. Las Sagradas Escrituras ponen más énfasis en la comprensión
del corazón que en la de la mente. En Romanos 10:9-10, el apóstol Pablo escribió: "9Si confiesas con
tu boca que Jesús es el Señor y crees en tu corazón que Dios lo levantó de entre los muertos, serás
salvo, 10porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación".
En lo que se refiere al conocimiento espiritual, ninguna persona puede comprenderlo aparte del Espíritu
de Dios. Eso es lo que el apóstol Pablo, citando al profeta Isaías, escribió en Primera de Corintios 2:9-
10: "Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha
preparado para los que le aman. Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu
todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios". Y este ministerio del Espíritu Santo se convierte en
realidad entre nosotros, sólo en cuanto a lo que usted y yo estemos dispuestos a permitir que el
Espíritu de Dios nos enseñe.
El Dr. Vernon McGee visitó en una ocasión a una anciana, que no podía leer ni escribir, a quien sus
amigos leían la Biblia. Teniendo en cuenta las limitaciones de la anciana, su propósito era compartir
con ella las enseñanzas de la Palabra de Dios. Después de explicarle las implicaciones de Juan 14 y
para su sorpresa, la anciana le señaló algunos detalles sobre ese capítulo que al Dr. McGee le habían
pasado desapercibidos, que no figuraban en los comentarios Bíblicos que él había leído y que revelaron
la percepción espiritual de aquella mujer. ¿Cómo los había ella deducido? Sencillamente porque los ojos
de su corazón habían sido abiertos por el Espíritu Santo.
El Espíritu de Dios quiere hoy enseñarnos. Y una de las razones por la cual muchos en el pueblo de
Dios no alcanzan una comprensión plena de las Sagradas Escrituras es que no están dispuestos a que
el Espíritu de Dios les enseñe. Los maestros, los cursos libres de Estudio Bíblico presenciales o a
distancia, y los Seminarios tienen su lugar e importancia. ¿Por qué no permitir que el Espíritu de Dios
sea quien nos enseñe? Estimado oyente, dedíquele tiempo a la lectura y estudio de la Biblia. A veces
llegará usted a un pasaje al cual no le encuentra ningún significado. Si después de releerlo no le
encuentra ningún valor para su propia vida, diríjase a Dios en oración manifestándole su dificultad para
entender dicho pasaje Bíblico, y pidiéndole que el Espíritu Santo guíe sus pensamientos y le enseñe.
Eso os lo que otros maestros y yo hacemos, y sentimos que Él nos ayuda a entender y a aplicar las
verdades de la Palabra de Dios. Cuando usted lea un pasaje de las Sagradas Escrituras, estimado
oyente, Él puede también enseñarle a usted e iluminar para su comprensión y aplicación práctica
aquellas páginas de la Biblia que a usted puedan resultarle oscuras, ambiguas o incomprensibles. De
todas formas, debemos aceptar que hay algunos pasajes de la Biblia que se refieren a asuntos no
esenciales para la fe cristiana y su aplicación práctica, que son interpretados de diferente manera por
diversos maestros de la Biblia o simplemente, con diferentes matices. Es que Dios no nos ha revelado
la totalidad de los detalles de los tiempos futuros, de aquellas épocas muy cercanas a la culminación de
la historia y al triunfo final de Jesucristo. Y debemos respetar las áreas en las que Dios no nos ha
dejado información específica, sabiendo que algún día tendremos acceso a la totalidad del programa de
Dios para sus relaciones con los creyentes y los no creyentes. Pero todas las verdades necesarias para
la salvación, y la totalidad de las lecciones que deben ser aplicadas por los cristianos en su vida
práctica para vivir una vida de calidad espiritual y humana, así como para agradar a Dios, se
encuentran claramente expuestas en las Sagradas Escrituras.
La segunda lección de este versículo 18 parte de la frase para que sepáis cuál es la esperanza a que él
os ha llamado, cuáles las riquezas de la gloria de su herencia en los santos. Hemos mencionado
anteriormente que tenemos una herencia en el Señor. También tenemos que saber que Él tiene una
herencia en nosotros. Pensamos que encontramos una buena ilustración de esta verdad en la tierra de
Canaán. La tierra de Canaán pertenecía a Dios, pero Él se la entregó a los israelitas para que la
poseyeran. Ellos están vinculados a esa tierra. Sin embargo, llegará un día en el que Dios tomará
posesión de todo este universo en el cual usted y yo vivimos hoy, y reclamará a Israel y a esa tierra
como su propia posesión. En la actualidad, usted y yo, como cristianos, somos Su iglesia y Dios actúa
por medio de nosotros. Pero llegará el tiempo en el cual reinaremos con Él. Dios nos reclamará como
Su herencia. A veces nos hemos preguntado sobre el alcance de esa verdad y reconocemos que es un
área demasiado profunda para asimilarla con nuestra mente. Y necesitamos que el Espíritu Santo la
convierta en una realidad comprensible y que afecte a nuestra vida.
Continuando con nuestro estudio, vemos que Pablo continuó expresando su petición a Dios. Leamos el
versículo 19 de Efesios capítulo 1:
"Y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, según la acción de
su fuerza poderosa."
Aquí la palabra poder corresponde a la palabra griega "dunameos", el poder de la dinamita; la palabra
acción corresponde a la palabra griega "energeian", que enfatiza la capacidad de ese poder para
activar, para transmitir energía. ¿Y qué pudo lograr ese gran poder, esa gran fuerza, esa gran energía?
Leamos el versículo 20:
"Esta fuerza operó en Cristo, resucitándolo de los muertos y sentándolo a su derecha en los lugares
celestiales"
Este tremendo poder fue suficiente para resucitar a Cristo de entre los muertos. Y no sólo fue poder
para la resurrección, sino también para colocar a Cristo en su posición a la derecha de Dios, o sea, que
fue un poder para la ascensión de Cristo. En muchas iglesias no se le da la debida importancia a la
Ascensión. Siempre se enfatiza la Navidad y la llamada Semana Santa, pero parecemos relegar a un
segundo plano el gran evento que ocurrió después. ¿Nos hemos detenido a pensar en el poder que
llevó a Cristo nuevamente a su posición en el cielo? Humanamente hablando, nos impresiona el poder
y la fuerza necesaria para elevar una nave y proyectarla hacia el espacio, transportando a personas y
equipos de investigación a distancias siderales, y la energía para reintegrarlos a la tierra. Ese poder
actúa en el ámbito físico. Pero el poder que intervino para que Cristo regresara a ocupar el lugar que le
correspondía a la derecha de Dios en el cielo es el mismo poder que se encuentra disponible para los
creyentes en la actualidad. Por tal motivo el apóstol Pablo oró a Dios para que los cristianos pudieran
conocer la grandeza de ese poder. El apóstol escribió lo siguiente en Filipenses 3:10, "Quiero conocerlo
a él y el poder de su resurrección". Leamos, finalmente por hoy, los versículos 21 al 23 de este primer
capítulo de Efesios:
"Sobre todo principado y autoridad, poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra, no sólo en
este siglo, sino también en el venidero. Y sometió todas las cosas debajo de sus pies, y lo dio por
cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel que todo lo llena en
todo."
Y así, el apóstol Pablo concluyó su oración con una nota elevada. La iglesia es un organismo, es el
cuerpo de Cristo, y Cristo es la Cabeza de la iglesia. Algún día futuro todo va a estar bajo Su control. El
escritor de la carta a los Hebreos lo expresó con claridad en su capítulo 2:8, cuando dijo: "Todo lo
sujetaste bajo sus pies. En cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque
todavía no vemos que todas las cosas le sean sujetas. "
En la época actual lo único que se encuentra bajo Su control es la iglesia. Y al decir "iglesia" nos
referimos a la verdadera iglesia, la que está formada por verdaderos cristianos, por auténticos
creyentes. Hay muchos grupos organizados que se identifican como iglesias, pero habría que evaluar si
escuchan y obedecen al Señor de la iglesia. Porque algunos sectores del cristianismo parecen estar
paralizados. Es que la visión más trágica de un hijo de Dios, figurativamente hablando, es contemplarle
postrado en cama, impotente, incapacitado para salir de esa situación, habiendo perdido su capacidad
mental o espiritual, como si su cerebro estuviera separado de su cuerpo. A veces hemos visto a
algunos que profesan ser cristianos, que actúan como si estuvieran separados o distanciados de Cristo,
que es la Cabeza de la iglesia. Estimado oyente, Él dijo, en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". En otras palabras, yo pude mover un dedo o cualquier otra parte de mi cuerpo porque
mi cabeza controla la situación. Y cuando Él quiere que usted se mueva, es decir, que ejercite cualquier
don que Él le haya dado, tendrá que practicarlo con amor; si no es así, significará que usted no está
unido a Cristo. Y esto tiene una gran importancia en los tiempos que vivimos. El apóstol Pablo ilustró la
iglesia y nuestra relación con ella de la siguiente manera en Primera de Corintios 12:12-13, cuando
escribió: "12Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del cuerpo,
siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. 13Porque por un solo Espíritu fuimos todos
bautizados para constituir un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como libres; y a
todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu".
Lo que tenemos que ver con claridad es que Cristo es la Cabeza del cuerpo, que es su iglesia, y al estar
unidos a Él, todos estamos bajo Su autoridad. En nuestro próximo programa comenzaremos a estudiar
el capítulo 2 de esta carta a los Efesios, en el cual veremos a la iglesia como un templo. Pero hoy,
estimado oyente, le invitamos a que evalúe en qué condición se encuentra su relación con Dios, y al
examinarse a sí mismo pueda comprobar si verdaderamente se considera usted unido a su Salvador, el
Señor Jesucristo.

La iglesia es un templo

Efesios 2:1-2
Amigo oyente, llegamos hoy al capítulo 2, de esta epístola del apóstol Pablo a los Efesios. Antes de
presentar una introducción al mismo, vamos a recordar algunos comentarios a los versículos 22 y 23,
del capítulo 1.
El apóstol Pablo concluyó su oración con una nota elevada. La iglesia es un organismo, es el cuerpo de
Cristo, y Cristo es la Cabeza de la iglesia. Algún día futuro todo va a estar bajo Su control. El escritor de
la carta a los Hebreos lo expresó con claridad en su capítulo 2:8, cuando dijo: "Todo lo sujetaste bajo
sus pies. En cuanto le sujetó todas las cosas, nada dejó que no le sea sujeto, aunque todavía no vemos
que todas las cosas le sean sujetas".
En la época actual lo único que se encuentra bajo Su control es la iglesia. Y al decir "iglesia" nos
referimos a la verdadera iglesia, la que está formada por verdaderos cristianos, por auténticos
creyentes. Hay muchos grupos organizados que se identifican como iglesias, pero habría que evaluar si
escuchan y obedecen al Señor de la iglesia. Porque algunos sectores del cristianismo parecen estar
paralizados. Es que la visión más trágica de un hijo de Dios, figurativamente hablando, es contemplarle
postrado en cama, impotente, incapacitado para salir de esa situación, habiendo perdido su capacidad
mental o espiritual, como si su cerebro estuviera separado de su cuerpo. A veces hemos visto a
algunos que profesan ser cristianos, que actúan como si estuvieran separados o distanciados de Cristo,
que es la Cabeza de la Iglesia. Estimado oyente, Él dijo, en Juan 14:15, "Si me amáis, guardad mis
mandamientos". En otras palabras, yo pude mover un dedo o cualquier otra parte de mi cuerpo porque
mi cabeza controla la situación. Y cuando Dios quiere que usted se mueva, es decir, que ejercite
cualquier don que Él le haya dado, tendrá que practicarlo con amor; si no es así, significará que usted
no está unido a Cristo. Y esto tiene una gran importancia en los tiempos que vivimos. El apóstol Pablo
ilustró la iglesia y nuestra relación con ella de la siguiente manera en Primera de Corintios 12:12-13,
cuando escribió: "12Así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los miembros del
cuerpo, siendo muchos, forman un solo cuerpo, así también Cristo. 13Porque por un solo Espíritu
fuimos todos bautizados para constituir un solo cuerpo, tanto judíos como griegos, tanto esclavos como
libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu".
Ahora tendremos algunas palabras de introducción al capítulo 2. Este capítulo, en el original, comienza
con la conjunción Y. Así que es realmente una continuación del pensamiento del primer capítulo. Pablo
había estado hablando del gran poder que resucitó a Jesús de los muertos. Veremos que ese poder fue
el mismo poder que, cuando estábamos muertos en nuestras transgresiones y pecados, nos dio vida en
Cristo. ¡Ello requería poder! Requería el poder de la resurrección. Y es el poder que tantos de los hijos
de Dios quieren experimentar. Un poeta llamado Havergal expresó este anhelo de una manera
hermosa y adecuada y estamos seguros de que constituye la oración de muchos cristianos en la
actualidad: "Oh, déjame conocer el poder de la resurrección. Oh, déjame mostrar Tu vida resucitada,
en clara y calma sobriedad. Oh, déjame compartir de los dones que Tú has dado gratuitamente. Oh,
permíteme vivir una vida abundante porque Tú vives".
Pareciera que Dios es reacio a permitir que el ser humano tenga poder. Y creemos que nos damos
cuenta por qué. Podemos pensar en los siglos que han pasado sin que el hombre supiera nada del
poder atómico. Luego, el hombre lo descubrió, y ello cambia al mundo. ¿Y qué fue lo que este
descubrimiento hizo para el mundo? ¿Lo convirtió acaso en un maravilloso lugar para vivir? No,
estimado oyente, lo convirtió en un lugar terrible para vivir, porque el hombre tiene en el día de hoy el
poder de destruir al mundo. El ser humano hoy es una persona peligrosa. Aquellos que piensan que
ninguna nación se atrevería a utilizar ese poder nuclear están haciendo como el avestruz cuando
esconde su cabeza en la arena. Hay hombres que ocupan posiciones en el poder que podrían liberar
esa energía destructiva en cualquier momento, si supieran que son capaces de evitar las consecuencias
de la catástrofe.
Sin embargo el poder de Dios del cual habla esta epístola es el poder que Dios hace actuar en la vida
de alguien que recurra a Jesucristo. El levantará a esa persona de una situación de muerte espiritual
hacia la vida espiritual. Este poder es expuesto por Cristo en el mundo. El Señor Jesús se expresa en el
mundo actual por medio de la iglesia.
En muchas maneras, la iglesia como un templo se corresponde con el templo del Antiguo Testamento
que fue, a su vez, precedido por el tabernáculo o tienda de reunión del desierto. Y creemos que la
comparación aquí es muy evidente. Y los contrastes son claros y notables. El tabernáculo y el templo,
por ejemplo, fueron construidos de árboles de madera de acacia, y éstos fueron cortados en tablones.
Pero para formar la iglesia, Dios toma el material muerto y lo convierte en un templo viviente. Tanto el
templo como el tabernáculo fueron moradas para la gloria de Dios. Y la iglesia es una morada para la
persona del Espíritu Santo. El tabernáculo y el templo eran lugares donde se cumplía un ritual y se
repetía el sacrificio por el pecado. Y la iglesia está edificada sobre el sacrificio único de Cristo en un
pasado histórico, un sacrificio que no se repite. En este sentido el escritor de la carta a los Hebreos,
escribió en 9:25-26: "25Y no entró para ofrecerse muchas veces, como entra el sumo sacerdote en el
Lugar santísimo cada año con sangre ajena. 26De otra manera le hubiera sido necesario padecer
muchas veces desde el principio del mundo; pero ahora, en la consumación de los tiempos, se
presentó una vez para siempre por el sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado".
Tampoco la iglesia tiene hoy un sistema de ritos. Es un organismo funcional en el cual el Espíritu Santo
actúa a través de piedras vivas.
Queremos enfatizar aquí que Dios no ha dado un ritual a la iglesia, así como había un ritual en el
templo. Algunas personas creen que han celebrado un servicio religioso porque se sigue un cierto
orden, como por ejemplo una oración o doxología, el canto de himnos o canciones y luego, la gente
sentada escucha la exposición de las Sagradas Escrituras. Sin embargo para ellas constituye sólo un
ritual sin sentido y, en realidad, a la iglesia no se le ha dado en la Biblia ningún ritual. Ante esta
afirmación alguien podría preguntar: ¿entonces, no deberíamos hacerlo así? Bueno, la verdad es que
para muchas personas, el pasar por el ejercicio de verbalizar y repetir palabras se ha convertido en un
ritual sin sentido. Estas acciones tendrían que tener un significado; son apropiadas, por supuesto,
cuando expresan un sentido, una realidad espiritual.
La iglesia hoy no sólo carece del ritual del templo, sino que no es un templo construido por la mano
humana. El hecho impresionante de la época de la iglesia es que Dios está habitando en creyentes
individuales. Escuchemos lo que dicen los siguientes versículos de dos pasajes del Nuevo Testamento.
En primer lugar, leemos en los Hechos 17:24-25: 24El Dios que hizo el mundo y todas las cosas que en
él hay, siendo Señor del cielo y de la tierra, no habita en templos hechos por manos humanas, 25ni es
honrado por manos de hombres, como si necesitase de algo, pues él es quien da a todos vida, aliento y
todas las cosas. Luego, el apóstol Pablo nos dijo en su Primera Epístola a los Corintios, capítulo 6,
versículos 19 y 20: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en
vosotros, el cual habéis recibido de Dios, y que no sois vuestros?, pues habéis sido comprados por
precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios."
Quizá aquí debemos enfatizar algo importante y es lo siguiente: que en el Antiguo Testamento, Israel
nunca creyó que Dios estaba confinado en un templo. En Primera de Reyes 8:27, leemos que cuando
Salomón dedicó el templo, expresó lo siguiente en su oración: "Pero ¿es verdad que Dios habitará
sobre la tierra? Si los cielos, y los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta Casa
que yo he edificado?" Y todos los israelitas debidamente instruidos sabían que Dios no vivía en el
templo, en una pequeña caja. Algunos críticos han tratado de dar la impresión de que ellos tenían esa
idea. Hace algunos años un profesor pronunciando una conferencia en cierta universidad muy
conocida, afirmó que los israelitas tenían un punto de vista primitivo de Dios y, en consecuencia creían
que Él podía habitar en un pequeño cofre. El problema era que dicho catedrático tenía un punto de
vista primitivo de la Biblia. Si él hubiera simplemente leído el Antiguo Testamento a fondo, habría
percibido que los israelitas no tenían esa creencia. Dios les había dicho que el templo era el lugar
donde Él se reuniría con ellos. Por tal motivo ellos acudían al templo con un sacrificio y para cumplir un
ritual. Y la iglesia en la actualidad no tiene ese sistema.
Otro gran contraste entre la iglesia y el templo del Antiguo Testamento es la posición de los no judíos.
Recordemos que ellos tenían que acudir a él como prosélitos, y estaban confinados en el patio o sector
de los que no eran judíos. Un prosélito era alguien de otro pueblo que se había incorporado a la
religión judía. Si usted visita alguna vez la ciudad de Jerusalén, vaya al Hotel Ciudad Santa (u Hotel
Holy City) y podrá ver una réplica, una maqueta de la ciudad de Jerusalén como era en los días de
Herodes que eran, por supuesto, los tiempos del Señor Jesucristo. Entonces podrá apreciar, mirando
hacia las instalaciones del templo, que los que no eran judíos ocupaban un lugar muy apartado del
templo mismo, a la izquierda. Ellos no se podían acercar mucho. Es por eso que el apóstol Pablo iba a
decir más adelante en este capítulo 2:13 de epístola a los Efesios: Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros
(es decir, nosotros los no judíos) que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos por la
sangre de Cristo. En el día de hoy nosotros, que no somos judíos, hemos sido acercados. En realidad,
desde un punto de vista espiritual y real, estamos en los lugares celestiales en Cristo. Y uno no puede
mejorar esa situación de ninguna manera.
Estos comentarios introductorios que hemos presentado, nos dan ciertos antecedentes para poder
comprender mejor este capítulo que comenzamos hoy. Habíamos dicho al principio que este capítulo
presenta a la iglesia como un templo. Hemos dividido este capítulo en tres partes: en la primera parte,
entre los versículos 1 y 10 se habla de los materiales para la construcción; en la segunda parte, entre
los versículos 11 y 18, se habla sobre el método de construcción. Y en la tercera parte, entre los
versículos 19 y 22, se trata el tema del significado de la construcción.
Comencemos entonces nuestra lectura de hoy leyendo los versículos 1 y 2 de este capítulo 2 de Efesios
que, como hemos dicho, comienzan a tratar el tema de

Los materiales para la construcción del templo


"Él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en los cuales
anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad
del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia."
Otra versión traduce estos versículos de la siguiente manera: "En otro tiempo vosotros estabais
muertos en vuestras transgresiones y pecados, en los cuales andabais conforme a los poderes de este
mundo (o sea, de acuerdo con el espíritu de la época, el secularismo, siguiendo el rumbo y los
principios de este mundo. Y continúa diciendo el versículo) os conducíais según el que gobierna las
tinieblas (o sea el cosmos, la sociedad, la civilización), según el espíritu que ahora ejerce su poder (o
autoridad) en los que viven en la desobediencia".
Veamos la frase del versículo 1, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados. Observe usted
que hemos dejado fuera la frase Él os dio vida, que en algunas versiones aparece en letra cursiva,
porque no se encuentra en el original griego, pero se ha añadido para facilitar un poco la traducción.
Creemos que la adición de esta frase breve es correcta, porque esa explicación parece necesaria. Sin
embargo, estamos intentando destacar el texto original para presentar el significado sin mejorar la
traducción.
De esa manera, la frase original se lee así: Cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados, en
los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo (o el espíritu de este
mundo). La palabra "mundo" aquí no significa el universo físico. Se refiere al cosmos, a la sociedad, a
la civilización, al modelo de vida, el estilo de vida secular. O sea, vivir de acuerdo con el secularismo,
que constituye una integración de todos los valores de la vida alrededor del espíritu de la época, en vez
de que dichos valores giren alrededor de Dios. Es vivir como si el orden material fuera el supremo y
Dios no existiese. (Una breve definición del "mundo" lo describe como el sistema satánicamente
organizado que odia o se opone a Dios, y a los que siguen fielmente a Dios).
El versículo 2 continúa diciendo: Conforme al príncipe de la potestad del aire, (es decir, la autoridad) el
espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia. Ahora, el diablo toma este material muerto
(porque estamos muertos en nuestros delitos y pecados) y él lo activa, provee la energía. Por tal
motivo, los cultos o sectas son hoy tan activos. Esos grupos religiosos nos avergüenzan con su
dedicación y con su entusiasmo. El príncipe de este mundo les da la energía. Hay gente que habla de
los milagros realizados por esos cultos extraños. No vamos a discutir ahora esas actividades. Pueden
ser ciertas, o engañosas, con una apariencia de verdad. También hay que tener en cuenta las
exageraciones que se producen apelando a la espectacularidad de esas noticias y a su impacto público.
En el caso de que los milagros ocurran realmente, ¿quién los estaría realizando? Satanás puede
duplicar muchos de los milagros que se relatan en las Sagradas Escrituras. Después de todo, ¿no
fueron los magos de Egipto capaces de duplicar los primeros milagros de Moisés? Por supuesto, los
últimos milagros que tuvieron lugar en esos días, no pudieron ser duplicados. Ahora, cuando una
persona entra en la esfera del nuevo nacimiento espiritual y de la cercanía de la misma presencia de
Dios, el diablo resulta impotente contra tal persona. Pero él es poderoso hoy para engañar y hacer
creer falsedades, y para llevar a alguien por el mal camino. Y él es poderoso para actuar en los cultos
falsos que proliferan en todas las épocas y en todas las partes del mundo.
Conviene añadir alguna explicación a la frase muertos en vuestros delitos y pecados. Ese es el estado
de aquellos que no han sido regenerados. La muerte, es una muerte espiritual, no física, porque las
personas que no han sido salvas están vivas físicamente. La muerte significa una ausencia total de
comunicación con las personas que están vivas. Alguien que esté muerto espiritualmente no tiene
ninguna comunicación con Dios; está totalmente separado de Dios. Esta frase en vuestros delitos y
pecados nos muestra la esfera de la muerte, sugiriendo que el pecado mata. Así lo aclaró el apóstol
Pablo en Romanos 5:12, que dice: "Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre y por
el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron". Y de esta
manera, los seres humanos permanecen en ese estado de muerte espiritual. En cuanto a la palabra
"delitos", otra versión la traduce como "transgresiones". La palabra griega se refiere a "pasos en falso"
y la palabra "pecados" significa "actos de no dar en el blanco". Las palabras delitos y pecados, aunque
de significados diferentes en el significado de su raíz, son básicamente sinónimas o sea, que tienen el
mismo significado. Ambas sugieren actos deliberados contra Dios y Su justicia, es decir, un fracaso del
ser humano en vivir como debiera, sin poder cumplir con el nivel de vida que Dios requiere. El plural de
estos dos sustantivos indica el carácter repetitivo de la implicación de las personas en el pecado y, en
consecuencia, ellas permanecen como personas no regeneradas.
La Biblia nos deja una imagen clara de la realidad dramática del príncipe de este mundo. El apóstol
Juan en su primera carta, 5:19, dijo que sabemos que somos hijos de Dios, y que el mundo entero está
bajo el control del maligno. Y el apóstol Pablo, en Segunda de Corintios 4:4, lo llamó el "dios de este
siglo", y explicó sus actividades entre los seres humanos, diciendo que en esta época ha cegado la
mente de los incrédulos, para que no vean la luz del Evangelio de Cristo.
Las personas que no son salvas están atrapadas en sus garras, y persisten en su oposición a Dios. Son
lo que el versículo 2 llama "los hijos de desobediencia". Otra versión traduce la frase como "los que
viven en la desobediencia". Aquí la palabra "hijos" sugiera una característica distintiva. Un "hijo de
desobediencia" es una persona clara y marcadamente desobediente. La expresión entonces sugiere
una rebelión consciente y activa, y una oposición terminante a Dios.
Como decíamos en otro momento, para salir de esta situación hace falta una fuerza ajena al poder
humano: Porque no hay fuerza ni poder suficiente para liberar al ser humano de la esclavitud de la
maldad, del pecado, y de sus consecuencias. Y ya que nadie puede liberarse a sí mismo, el único
remedio es el poder de Dios. Bien dijo el apóstol Pablo en Romanos 1:16, "el Evangelio es el poder de
Dios para salvación de todo aquel que cree". ¿Y en quién hay que creer? Pues, en el Señor Jesucristo
como Salvador, es decir que su obra de liberación a favor suyo, estimado oyente, quedó completada al
morir en la cruz y resucitar. Le invitamos a depositar su confianza en Dios, y experimentar Su poder,
que transformará su vida en esta tierra y después, le llevará a Su presencia para estar siempre con Él.

El material para la construcción de un templo

Efesios 2:3-7
Regresamos hoy amigo oyente, a esta sección del segundo capítulo de la epístola a los Efesios. Y nos
gustaría concluir esta parte diciendo lo siguiente: que estamos ahora en un área donde se menciona el
pasado, el presente y el futuro de la Iglesia y de los creyentes. Lo podemos hacer aún más personal,
amigo creyente; aquí tenemos su pasado, su presente y su futuro. Leamos el versículo 3 de este
capítulo 2 de Efesios:
"Entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo, andando en los deseos de nuestra carne,
haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos; y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo
que los demás."
Leamos este versículo, de otra versión de la Biblia: En ese tiempo también todos nosotros vivíamos
como ellos, impulsados por nuestros deseos pecaminosos, siguiendo nuestra propia voluntad y
nuestros propósitos. Como los demás, éramos por naturaleza objeto de la ira de Dios. Para entender
mejor los versículos 1 al 7 tenemos que destacar que forman una oración periódica única en el idioma
griego. En el griego clásico abundan las oraciones periódicas, toda clase de genitivos absolutos, frases
y tiempos de verbos, lo cual lo hace difícil de leer. EL griego más popular, llamado koiné, es
generalmente más fácil de leer, pero aquí tenemos la citada oración periódica que revela que Pablo era
capaz de escribir en un griego de nivel superior al popular griego koiné de su tiempo.
Ya hemos destacado que en el original el capítulo comienza con la conjunción "Y", que lo conecta con
el capítulo anterior. En el capítulo 1 Pablo había estado hablando sobre la salvación y en el versículo 19
reanudó su desarrollo del tema de la enorme grandeza del poder de Dios. Aquí en el capítulo 2:1, dice
que estábamos muertos en transgresiones y pecados. Esto nos habla de la muerte de Adán, que fue
imputada, atribuida, a nosotros. Dice Romanos 5:12, 12Por tanto, como el pecado entró en el mundo
por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos
pecaron. El pecado de Adán nos convirtió en hijos o descendientes de un hombre caído, y todos
tenemos la misma naturaleza que tuvo Adán. Es una naturaleza caída que no tiene capacidad o
inclinación hacia Dios.
Adán murió espiritualmente el día en que no creyó en Dios y le desobedeció, huyó de Dios y trató de
esconderse. Ya no buscó a Dios. Y ésa es la posición del hombre natural en la actualidad. Esta idea de
que los seres humanos, tienen una chispa de lo divino y están buscando a Dios es falsa. El día en que
Adán desobedeció murió espiritualmente con respecto a Dios y a las cosas de Dios, aunque no murió
físicamente hasta novecientos años después de haber comido del fruto prohibido. Pero Adán perdió la
capacidad y el anhelo por Dios. Se separó de Dios. Después de todo, la muerte implica separación.
Toda muerte es una separación. La muerte física es una separación del espíritu y del alma, del cuerpo.
Cuando alguien muere, no vemos la separación del espíritu y del alma; sólo vemos el cuerpo muerto.
La muerte espiritual es una separación de Dios. Después que el Adán pecó, pudo continuar viviendo
física y mentalmente, pero estaba espiritualmente muerto, separado de Dios y transmitió esa misma
naturaleza muerta a toda su descendencia. Sólo el poder de convicción del Espíritu Santo puede hacer
que al ser humano actual le remuerda la conciencia. Ni usted ni yo podemos hacer eso. Sólo el Espíritu
de Dios puede hacerlo.
El Dr. McGee, recuerda que siempre que dejaba los micrófonos de la radio para predicar desde el
púlpito se sentía impotente. Tenía la sensación de estar predicando en un cementerio porque muchos
de los que estaban sentados ante él estaban espiritualmente muertos en su estado de pecado.
Entonces oraba a Dios pidiendo Su ayuda, porque era consciente de que necesitaba el poder del
Espíritu de Dios para que aquella gente pudiera escuchar y responder al mensaje del Evangelio. Pero
también fue consciente de que el Espíritu de Dios actuó y continuaría actuando para que los que
estaban en aquel estado de muerte espiritual pudieran reaccionar. El Señor, hablando del Espíritu
Santo les dijo a Sus discípulos, en Juan 16:8, "Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de
justicia y de juicio". ¿Sabe usted, estimado oyente, que usted y yo que vivimos en este mundo nos
encontramos es una especie de cementerio? Los seres humanos están espiritualmente muertos.
Recordamos en este momento una definición que alguien dio sobre un cementerio: "es el lugar donde
viven los muertos". Esta frase describe a nuestro mundo desde el punto de vista de Dios.
Adán cometió una transgresión, se salió de los límites que Dios había establecido. El pecado significa
no acertar en el blanco. Es que no estamos a la altura del nivel que Dios requiere. Ésa es la verdadera
condición; muertos en transgresiones y pecados y bajo la influencia del maligno. Esa declaración
describe nuestro estado antes de que fuéramos salvos y cada persona no salva está andando de acá
para allá como un autómata o un zombi.
La descripción de nuestro pasado, pues, no es muy halagadora. Vivíamos conforme al espíritu de
nuestra época. Nos adaptamos a la civilización y al estilo de vida del sistema de valores del mundo,
según el que gobierna las tinieblas, según el espíritu que ahora ejerce su poder en los que viven en
desobediencia. Es Satanás el que les influencia.
Hoy cuando los cristianos hablan de estar separados de esa forma de pensar del mundo, piensan en las
pasiones humanas físicas e impías. Los pecados característicos del mundo perdido son los pecados
mentales y espirituales; y éstos son, en realidad y ante Dios, peores que los pecados físicos.
Escuchemos lo que dijo el apóstol Santiago en 4:1-4, "1¿De dónde vienen las guerras y los pleitos
entre vosotros? ¿No es de vuestras pasiones, las cuales combaten en vuestros miembros? 2Codiciáis y
no tenéis; matáis y ardéis de envidia y nada podéis alcanzar; combatís y lucháis, pero no tenéis lo que
deseáis, porque no pedís. 3Pedís, pero no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites.
4¡Adúlteros!, ¿no sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que
quiera ser amigo del mundo se constituye en enemigo de Dios."
El apóstol Juan, en Primera de Juan 2:15-17 lo expresó de esta manera: "15No améis al mundo ni las
cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él, 16porque
nada de lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la
vida, proviene del Padre, sino del mundo. 17Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la
voluntad de Dios permanece para siempre."
Hay mucha gente que hoy dice: "yo no cometería esos pecados. O no viviría ni actuaría como mucha
gente actúa". El Dr.Campbell Morgan solía hacer las siguientes preguntas: "¿Le agradaría vivir como
ellos viven?" "¿Le agrada ver en la pantalla de TV a la gente pecando porque de esa manera usted está
cometiendo los mismos actos indirectamente?" Eso es lo que al apóstol Juan quiso decir cuando
escribió que no debíamos amar al mundo. ¿Lo ama usted realmente? ¿Cómo se siente al respecto?
Amigo cristiano, ¿anhela usted realmente la venida del Señor por Su iglesia? Es hermoso hablar sobre
ese tema, pero me gustaría preguntarle: ¿Lamentaría usted abandonar este mundo porque está
embelesado con él? ¿Está usted tan apegado a un trabajo, a un negocio, a alguna asociación o círculo
social? ¿Sería usted reacio a partir de este mundo por los cambios drásticos que ello implicaría?
Recordemos la forma en que Simón Pedro describió a un mundo perdido en Segunda de Pedro 2:15-
16, "15Han dejado el camino recto y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el
cual amó el premio de la maldad 16y fue reprendido por su iniquidad, pues una muda bestia de carga,
hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta". Ésta es pues una figura del sistema del
mundo. ¿Se ve usted como hijo de Dios adaptándose a ese panorama?
Antes de conocer a Cristo vivíamos conformes al que gobierna los poderes de este mundo, que es
Satanás. No podemos servir a Dios y a Satanás. Aquel a quien uno cede su voluntad se convierte en el
señor. Incluso el cristiano tiene que elegir a quien servir. Algunos creen que servir a Dios consiste en
apartarse de ciertas prácticas externas o de cierta clase de personas. Pero esto no es una verdadera
separación del mal. Es absurdo pensar de esa manera cuando la vida de un cristiano está llena de
amargura, resentimiento y orgullo que, por cierto, son graves pecados.
Aquí en el versículo 3 Pablo dijo entre ellos vivíamos también todos nosotros en otro tiempo,
impulsados por nuestros deseos pecaminosos. Observemos que Pablo dijo "nosotros". Se incluyó a sí
mismo en esta primera persona del plural. Se incluyó en ese grupo y usted y yo también tenemos que
hacerlo. Podríamos leer este versículo de manera ampliada, y de otra versión: De esa manera vivíamos
también todos nosotros en otro tiempo, siguiendo nuestros propios deseos y satisfaciendo los caprichos
de nuestra naturaleza pecadora y de nuestros pensamientos. A causa de esa naturaleza merecíamos el
terrible castigo de Dios, igual que los demás. Desgraciadamente, hay quienes profesan ser cristianos y
viven para esa vieja naturaleza caída y dominada por las pasiones. Viven exactamente igual que una
persona sujeta al estilo de vida de los valores de este mundo. Su forma de vivir está impulsada y
motivada por una filosofía en la cual Dios no tiene cabida, e influenciada por los principios del maligno.
Así vemos que en esta sección del segundo capítulo de Efesios Pablo estaba presentando una
descripción del pasado, presente y futuro de la iglesia y de todos los creyentes en Cristo. A veces en
algunos países pueden verse anuncios en los que se ofrece adivinar el futuro de las personas. Hay
gente dispuesta a predecir que usted pronto recibirá una fortuna, o se encontrará con el amor de su
vida. Hay quienes no pueden solucionar su propia vida y, sin embargo, pretenden ofrecer soluciones a
las vidas de los demás. El cristiano no necesita dirigirse hacia esa gente. Porque Dios ya nos ha
revelado nuestro pasado, nuestro presente y nuestro futuro. Leamos ahora los versículos 4 al 6 del
capítulo 2 de Efesios:
"Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros
muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo (por gracia sois salvos). Juntamente con él
nos resucitó, y asimismo nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús"
Esta pequeña preposición pero es importante. Pero Dios, que es rico en misericordia. Y, estimado
oyente, Dios es rico en compasión y en misericordia y Él ha tenido misericordia de mí. Yo sé que
también ha tenido misericordia de usted, por su gran amor con que nos amó. Aquí vemos un cambio
radical con respecto a los tres primeros versículos del capítulo, que no podían presentar un panorama
más desesperanzador. El ser humano es un fracaso total; es incapaz de salvarse a sí mismo. Dios
interviene en esa escena de muerte con su compasión abundante. Él tiene un excedente de compasión
y nunca llega tarde. Él es un Dios infinito que es rico, porque tiene una misericordia infinita. Él tiene lo
que una persona necesita, lo que usted necesita. El único requisito es que usted crea en Él.
¿Qué significa ser salvado por la gracia de Dios? Estábamos espiritualmente muertos en nuestros
pecados y éramos totalmente incapaces de salvarnos a nosotros mismos. Dios intervino en esa escena
y por gracia nos alcanzó. ¿Por qué lo hizo? No pudo encontrar en nosotros un motivo. Lo encontró en
sí mismo. Cuando Dios descendió para liberar a los israelitas, no lo hizo porque ellos eran buenos,
atractivos o le estuvieran sirviendo porque no lo estaban haciendo. Eran un pueblo obstinado e idólatra
porque adoraron a un becerro de oro en el desierto. Pero Dios dijo que escuchó su clamor. ¿Por qué
decidió intervenir a su favor? Porque les amaba. Él le ama a usted y me ama a mí. Sin embargo, Dios
no nos salva por Su amor, nos salva por Su gracia.
Una vez el profesor McGee se encontró con un joven que en varias partes de su ropa tenía escrita la
palabra "amor". Y el Dr. McGee le preguntó "¿por qué tienes escrita esa palabra amor por todas
partes?" "¡Ah!", respondió el joven, "Dios es amor". El Dr. McGee le dijo que él estaba de acuerdo con
eso. Que nada podía ser más cierto que eso, que Dios es amor. Y luego el joven dijo: "Dios nos salva
por Su amor". Y a esto el Dr. McGee le respondió que él no estaba de acuerdo con esa afirmación.
"Dios no nos salva por Su amor", le dijo; y le pidió al joven que le diera un versículo donde dijera eso.
El joven se puso a pensar por unos momentos y luego reconoció que no recordaba ninguno, a lo cual
el Dr. McGee le contestó: "Cuando lo encuentres dime dónde está, porque nunca lo he podido
encontrar", a lo cual el joven respondió: "Bien, si Dios no nos salva por Su amor, ¿cómo es que nos
salva, entonces?" El Dr. McGee le replicó que la Biblia dice: "Porque por gracia sois salvos por medio de
la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se jacte". Dios nos
salva por gracia. Y entonces este joven quiso saber cuál era la diferencia. El Dr. McGee le explicó que
la diferencia era sencillamente la siguiente: Dios sí le ama. No pierda eso de vista. Dios nos ama a
todos. Pero Dios, simplemente basándose en el amor, no puede abrir la puerta de atrás del cielo, y
hacernos entrar en la oscuridad de la noche. No puede derribar las barreras del cielo para permitirnos
entrar por la puerta principal, a causa de Su amor. Porque Él no es sólo un Dios de amor, Él es también
un Dios de luz. Él es el soberano moral de este universo, es justo, es santo, y es bueno. Todo esto
quiere decir que Dios no puede hacer las cosas que son malas, es decir, malas de acuerdo a Su norma
y nivel. Así que Dios no nos puede salvar por amor. Dios podía amar sin poder salvar. Veamos una vez
más el conocido texto de Juan 3:16, que dice; 16De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su
Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna. ¿Dice
acaso que como Dios amó tanto al mundo lo salvó? No. Eso es exactamente lo que no dice. Dios amó
de tal manera al mundo que envió a Su Hijo. Es que Dios no podía salvar al mundo simplemente por Su
amor porque el versículo continúa diciendo que aquel que crea, no se perderá. Usted y yo íbamos a
perdernos: Éramos pecadores perdidos, y Dios aun así nos amaba. Pero el amor de Dios no podía
introducirnos en el cielo. Dios tenía que proveer la salvación y pagó el castigo por nuestros pecados.
Ahora un Dios de amor puede extender Su mano a cada persona de un mundo perdido: "Si usted cree
en mi Hijo, porque Él murió por usted, si usted viene a Él se salvará". Por tal motivo que Dios no nos
salva por Su amor. Nos salva por Su gracia.
Y francamente hablando, estimado oyente, creemos que de esta manera es mucho mejor. A causa de
un pecado puedo perder mi compañerismo con Dios, porque el pecado rompe esa comunión. Pero
nunca puedo perder mi relación como hijo suyo. Puedo entristecer al Espíritu de Dios, pero siempre
puedo recuperar el trato con Él. Recordemos que el apóstol Juan dijo en su primera carta 1:9, "Si
confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados y limpiarnos de toda
maldad". Como dijo anteriormente en el mismo capítulo Juan, si afirmamos que tenemos comunión con
él, pero vivimos en la oscuridad, mentimos y no ponemos en práctica la verdad. Por ello también dijo
Juan que "si vivimos en la luz, así como Él está en la luz, tenemos comunión unos con otros, y la
sangre de su Hijo Jesucristo nos limpia de todo pecado". Si vivo a la luz de Dios y veo que estoy
distanciado de Él, la sangre de su Hijo Jesucristo continúa limpiándome de todo pecado. ¿Por qué?
Porque Dios actúa por Su gracia. Es rico en compasión y en gracia.
Por ello Dios extiende sus brazos al mundo perdido, indicándoles a las personas que pueden venir a Él
en los términos que Él ha establecido. Recordemos que éste es el universo de Dios y que Él hace las
cosas a Su manera. Es posible que usted crea que tiene una forma mejor de hacer las cosas, pero
usted no tiene que controlar a un universo. Dios es el que dicta las normas en ese universo y usted
tendrá que adaptarse a ello. Dios le ama, y usted no puede evitar que Él le ame. Tampoco puede evitar
que el sol continúe brillando, pero usted puede apartarse de los rayos del sol. El pecado, el estar fuera
de la esfera de la voluntad de Dios, el darle la espalda, todo ello impedirá que usted experimente el
amor de Dios. Si usted viene a Él por medio de Cristo, Él le salvará y entonces usted experimentará ese
amor. Porque Su compasión es abundante.
Dios nos levantó de un cementerio espiritual. Nuestra posición actual es que en unión con Cristo Jesús,
Dios nos resucitó y nos hizo sentar con Él en las regiones celestiales (2:6). Y ¿cuál es nuestro futuro?
¿Para qué todo esto? Leamos ahora el versículo 7 del capítulo 2 de Efesios:
"Para mostrar en los siglos venideros las abundantes riquezas de su gracia en su bondad para con
nosotros en Cristo Jesús."
Algún día, estaré en exposición. Los ángeles pasarán por delante y dirán: "Mirad, éste estaba perdido y
no merecía ser salvado, pero está aquí en el cielo. Sólo por la gracia de Dios fue salvado y traído aquí".
Éste será un motivo de alabanza a Dios por toda la eternidad. No voy a recibir ningún mérito por ello,
pero estaré allí, y eso será suficiente. Por lo que se, ésta es la expectativa más hermosa. Y será así por
la gracia de Dios. Estimado oyente, a usted también puede alcanzarle esa misma gracia. Sólo tiene que
acercarse a Dios dirigiéndose a Él en el nombre de Cristo, en base a los méritos de Su obra en la cruz,
diciéndole que quiere depositar su fe en Él.

Salvos por gracia el material de la construcción

Efesios 2:8-17
Recordemos que nos encontramos en el capítulo 2, que hemos titulado "La iglesia como un templo", y
que estamos considerando la primera parte de ese capítulo, (versículos 1 al 10) que trata sobre los
materiales de la construcción del templo. Al comenzar hoy nuestro estudio, estimado, vamos a leer los
versículos 8 y 9, de este capítulo 2 de la epístola a los Efesios; y allí dice:
"Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios. No por
obras, para que nadie se gloríe"
Éstas son grandes versículos con los que culmina esta sección en la cual el apóstol Pablo nos ha
presentado el pasado, el presente y el futuro del creyente. Nosotros estábamos muertos en nuestros
delitos y pecados; andando conforme a la corriente de este sistema que se opone a Dios. Y ahora, Dios
por medio de Su gracia infinita, nos resucitó espiritualmente elevándonos a las regiones celestiales con
Cristo Jesús; y algún día estaremos allí exhibiendo la gracia de Dios. Ningún aspecto de esa realidad
depende de nuestras propias obras o mérito. Aquí dice por gracia sois salvos. Y deberíamos usar el
artículo, diciendo "La Gracia", destacando así que se trata de algo especial. El gran énfasis es la gracia
de Dios. Es un favor concedido a quienes no son dignos de él, y que no lo merecen.
Nadie puede andar diciendo por ahí "espero ser salvo". Si usted ha depositado su confianza en Cristo,
puede decir "Yo soy salvo". Alguien podría expresar dudas diciendo; "Bueno, no me atrevería a afirmar
eso porque no se que deparará el futuro". Estimado oyente, su salvación se apoya en la gracia de Dios,
y no en su propia fidelidad. Usted puede confiar en la siguiente afirmación del apóstol Pablo en
Filipenses 1:6, "El que comenzó en vosotros la buena obra la perfeccionará hasta el día de Cristo
Jesús". Si usted es un hijo de Dios, podrá alejarse de Él, pero Él siempre le facilitará el camino de
regreso porque es por gracia, y sólo por gracia que usted es salvo. Usted tiene una salvación
completada, consumada. En base a lo que Cristo ha hecho por usted y por el hecho de que el Espíritu
Santo le ha inclinado hacia Cristo, habiendo usted creído a la Palabra de Dios y confiado en Él, usted
puede afirmar "Yo soy salvo". No se trata de decir "así lo espero" o "intentaré salvarme". Es una
salvación lograda por la gracia de Dios, por medio de la fe, y ello no ha dependido de usted, sino que
es un regalo, un don de Dios.
La gracia de Dios ha sido definida como un favor inmerecido. Me agrada hablar de ello como de "amor
en acción".
Quisiéramos que usted escuche ahora lo que dijo el Dr. Lewis Sperry Chaefer sobre la gracia y el amor
de Dios: "Existe una diferencia bien marcada entre el amor compasivo de Dios por los pecadores, y Su
gracia que ahora se les ofrece por medio del Señor Jesucristo. El amor divino y la gracia divina no son
una y la misma cosa. Dios puede amar a los pecadores con una compasión indecible y sin embargo, a
causa de una justicia divina y una santidad ultrajada, no puede rescatarlos de su justo castigo. Sin
embargo, como se ha dicho anteriormente, si el amor pudiera proveer en forma gratuita para ese
pecador todo lo que esa justicia divina y la santidad requieren, el amor de Dios quedaría entonces libre
para actuar sin ninguna limitación, en favor de aquellos por los cuales se realizó ese sacrificio
sustitutivo perfecto. Ése es el logro realizado por Cristo sobre la cruz. Por otra parte, la gracia divina en
la salvación es la compasión ilimitada de Dios, actuando hacia el pecador, en base a esa libertad que ya
ha sido asegurada a través del juicio justo contra el pecado, asegurada por Cristo en Su muerte
sacrificial. El amor divino puede desear salvar, sin embargo puede resultar incapaz de hacerlo
justicieramente; pero la divina gracia está libre para actuar ya que Cristo murió. Se observa entonces,
que el propósito general de Dios no es únicamente el de la manifestación de su amor, aun cuando Su
amor y Su misericordia son, como su gracia, mencionados en este contexto y expresados en la muerte
de Cristo; sino que ese propósito es más bien la manifestación de Su gracia".
Del cofre de los tesoros de Dios, Él colma a los pecadores de Su gracia sin restricción ni obstáculo.
Ahora la fe es la causa instrumental de la salvación. Es el único elemento que el pecador trae a la gran
transacción de la salvación. Sin embargo, la fe también es un don de Dios. Claro que alguien podría
decir: "ya que la fe es un don de Dios y Él no me lo ha dado, supongo que nadie me puede culpar si yo
no creo". Pero en este caso la respuesta es la siguiente. Dios ha dejado bien claro que como dijo el
apóstol Pablo en Romanos 10:17, la fe viene por el oír, y el oír por la Palabra de Dios. O sea, que la fe
viene como resultado de oír el mensaje, y el mensaje que se oye es la palabra de Cristo. Si usted
quiere confiar en Cristo, tendrá que escuchar la Palabra de Dios. Dios dará fe a todos los que hagan
caso, que tomen en cuenta el mensaje del Evangelio.
Encontramos esta enseñanza en Segunda de Corintios: Moisés tenía un velo sobre su rostro, no porque
estuviera deslumbrando o cegando a todos como si fuera un faro, sino para que la gente no pudiera
ver la gloria reflejada en su rostro que estaba desapareciendo. Era la gloria que pertenecía al sistema
mosaico, la gloria de la Ley. Dice Segunda de Corintios 3:14, 14Pero el entendimiento de ellos se
embotó, porque hasta el día de hoy, cuando leen el antiguo pacto, les queda el mismo velo sin
descorrer, el cual por Cristo es quitado. Hoy no hay necesidad de velo porque Él es el Cristo
descubierto, sin velo; el Evangelio es libremente proclamado. Pero en los versículos que siguen de este
pasaje, 15 y 16, dice: 15Y aun hasta el día de hoy, cuando se lee a Moisés, el velo está puesto sobre el
corazón de ellos. 16Pero cuando se conviertan al Señor, el velo será quitado. O sea, que cuando ellos
se vuelvan a Cristo, el velo será quitado. En cualquier momento en que usted esté dispuesto a volverse
a Cristo, usted puede hacerlo, puede dirigirse hacia Él.
Algunos dicen: "quizás a mí no se me ha dado el don de la fe". Ése no es su problema. Su problema es
que usted no quiere dejar sus pecados, que la Biblia condena. Cuando usted esté harto de sus
pecados, cuando quiera desligarse de su propia naturaleza vieja, de los valores del sistema del mundo,
de esa aparente religiosidad, de todo lo que la Biblia condena para volverse a Cristo, entonces usted
recibirá el don de la fe. Y podrá confiar en Él.
Nos agobia el oír a personas decir que no creen porque tienen problemas intelectuales. En realidad
verían que tienen problemas más morales que intelectuales, si estuvieran dispuestos a enfrentarse con
ellos, si estuvieran preparados para admitirlo. El pecado es hoy el verdadero problema en los corazones
de muchísimas personas. Incluso muchos cristianos no disfrutan de su salvación por ese mismo motivo.
Los sicólogos de cierta universidad realizaron un estudio y como resultado del mismo concluyeron que
la segunda razón más frecuente por la que muchas personas están perturbadas emocionalmente y
mentalmente inestables es porque están viviendo en el pasado. Están preocupadas por errores y
fracasos pasados, y se están mirando a sí mismas en vez de mirar a Cristo y confiar en Él.
La fe es el instrumento de la salvación. El célebre predicador Spurgeon dijo: "No es su alegría en Cristo
lo que le salva; es Cristo. No es su esperanza en Cristo lo que le salva; es Cristo. No es incluso su fe en
Cristo, aunque ése es el instrumento; es la sangre y los méritos de Cristo".
Pablo no estaba hablando sobre la fe cuando dijo: y esto no (procede) de vosotros. Se estaba
refiriendo a la salvación. La salvación es un don que elimina la jactancia humana. Todo depende de
Dios y no de nosotros. Es un regalo de Dios. Y el versículo 10, continúa el pensamiento:
"Pues somos hechura suya, creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de
antemano para que anduviéramos en ellas."
Dice aquí que somos hechura suya. La palabra griega es "poiema", de la cual proviene nuestra palabra
poema. La iglesia es Su poema y Su nueva creación. Pablo no estaba hablando de la iglesia o
congregación local, sino más bien sobre el cuerpo de creyentes existente entre el día de Pentecostés
hasta el momento en que Cristo recoja a Su iglesia. Los que son realmente cristianos (y la mayoría de
ellos son miembros de comunidades locales). Ese cuerpo de creyentes es Su creación y su nueva
creación en Cristo Jesús.
Ahora, ¿para qué hemos sido creados? Para buenas obras. Cuando lleguemos a la última parte de esta
carta a los Efesios, se nos dirá que tenemos que vivir de una manera que sea encomiable y aceptable
para Dios. Aunque espiritualmente estemos sentados en las regiones celestiales en Cristo Jesús, aquí
en la tierra tenemos que vivir de una forma que traiga honor y gloria a Su nombre.
Leamos ahora los versículos 11 y 12, que nos inician al tema de

El método de construcción de la Iglesia como templo de Dios


"Por lo tanto, recordad los no judíos de nacimiento, los que sois llamados "incircuncisos" por aquellos
que se llaman de la circuncisión, la cual se hace en el cuerpo por mano humana, recordad que en ese
entonces estabais separados de Cristo, excluidos de la ciudadanía de Israel y ajenos a los pactos de la
promesa, sin esperanza y sin Dios en el mundo."
La iglesia en Éfeso estaba constituida mayormente por no judíos, aunque había allí una pequeña
colonia de judíos. Los no judíos eran además identificados como la "incircucisión". Esta etiqueta les
había sido puesta por la llamada "circuncisión", es decir, por los judíos.
Dios hizo una verdadera distinción entre el judío y el no judío, comenzando con Abraham y avanzando
hasta la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Israel ocupó una posición única entre las naciones.
Un no judío podía añadirse a ese pueblo únicamente como un prosélito. Con el tiempo, esta distinción
causó fricciones porque Israel se enorgulleció de su posición. Los israelitas llegaron a despreciar a los
no judíos, y el odio empezó a aparecer en el corazón de ambos grupos.
En estos versículos hay una descripción de la triste suerte y desesperada situación de los no judíos.
Son también una imagen exacta de cualquier ser humano perdido. Esto es lo que significa estar
perdido:
1. Sin Cristo: Ésta es la mejor definición de una persona perdida. Es lo opuesto a estar en Cristo, unido
a Cristo.
2. Alejados de la ciudadanía de Israel: O separados de la ciudadanía de Israel. Ésta era la definición
exacta de un no judío. El no judío no tenía una religión dada por Dios, como la tenía el judío. No tenía
derecho a mirar atrás al Antiguo Testamento y a tomar las promesas que Dios había hecho a Israel y
apropiárselas. Nosotros tampoco tenemos ese derecho. Dios no nos hizo aquellas promesas a nosotros.
3. Ajenos a los pactos de la promesa: Dios había hecho ciertas promesas a la nación de Israel. Los
pactos que hizo con Israel son aún válidos, pero ningún no judío tenía derecho a apropiárselos. Dios les
había prometido a los israelitas una tierra. Algún día ellos la conseguirán, pero bajo las condiciones de
Dios, no las de ellos. La promesa que Él nos ha dado a nosotros se encuentra en Juan 14:2-3, y es
ésta: "voy, pues, a preparar lugar para vosotros. 3Y si me voy y os preparo lugar, vendré otra vez y os
tomaré a mí mismo, para que donde yo esté, vosotros también estéis".
4. Sin esperanza: Observemos a las religiones del mundo, no tienen una esperanza segura. No pueden
prometer resurrección y son vagos o confusos acerca de lo que sucede después de la muerte. Los
cultos o sectas no ofrecen ninguna esperanza. Erigen un obstáculo que ningún ser humano podría
superar. La falta de esperanza era la condición trágica de los no judíos. Para el ser humano perdido, la
vida presente es sumamente importante y si el pierde el bienestar y las diversiones aquí, queda
doblemente desesperado. En el mundo pagano la muerte sólo podía traer desolación y era una
verdadera tragedia.
5. Sin Dios en el mundo: Esto no significaba que Dios se había apartado del ser humano, sino que era
más bien el hombre el que se había apartado de Dios. El hombre se queda sin Dios por decisión propia.
Se encuentra en la oscuridad, deambulando con el resto de la humanidad perdida. Francamente, si yo
estuviera hoy en la posición de una persona perdida, me hundiría en la desesperación y no se lo que
haría para olvidarme de todo, pues ya no me quedaría ninguna esperanza. ¿Qué más podría hacer una
persona en semejante situación? Lo único que me quedaría por hacer sería exprimir esta vida al
máximo como una fruta, para obtener todo el jugo que pudiera. No habría ninguna esperanza o
expectativa para después de la muerte. Eso es lo que implicaría estar sin esperanza y sin Dios.
En estos versículos Pablo describió una terrible y trágica condición humana. Pero observemos lo que
sucedió, leyendo el versículo 13:
"Pero ahora en Cristo Jesús, vosotros que en otro tiempo estabais lejos, habéis sido hechos cercanos
por la sangre de Cristo."
En el templo se encontraba el patio de los no judíos en un costado apartado. A los no judíos se les
permitía ir allí, pero se encontraban lejanos, apartados. Pero a partir de la primera venida de Cristo,
para los no judíos que se habían unido a Él, todo había cambiado. Estaban separados de Cristo, y en el
nuevo orden, estaban unidos a Él. La distancia y el muro que les separaban de Dios habían sido
derribadas, y Dios les había acercado por medio de la sangre de Cristo. Veamos ahora lo que dicen los
versículos 14 al 17, de este capítulo 2, de la epístola a los Efesios:
"Él es nuestra paz, que de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación,
aboliendo en su carne las enemistades (la ley de los mandamientos expresados en ordenanzas), para
crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar
con Dios a ambos en un solo cuerpo, matando en ella las enemistades. Y vino y anunció las buenas
nuevas de paz a vosotros que estabais lejos y a los que estáis cerca"
Así es que cuando usted viene al Señor Jesucristo, estimado oyente, no solamente pasa a formar parte
de un cuerpo, sino que es llevado a un lugar donde usted puede estar ante Dios en un mismo nivel con
los demás. Usted y yo podemos estar al mismo nivel ante Él. Así que hoy no debería de haber ni un
punto de separación entre creyentes en Cristo bajo ninguna circunstancia. Hemos sido hechos uno en
Cristo. Si usted es un creyente en Cristo, y no importa quién sea usted, usted y yo vamos a estar
juntos por toda la eternidad.
El contraste en este pasaje es realmente entre el judío y el que no lo es. El Señor Jesucristo es la paz
que ha sido lograda entre ellos. La pared intermedia de separación, de enemistad entre ambos ha sido
derribada. De los dos Él ha hecho un nuevo hombre. Hemos sido colocados juntos en Cristo, quien ha
conseguido la paz. Esto significa que ahora tenemos paz con Dios, y también tendríamos que tener paz
entre nosotros.
La reconciliación de Dios, ya ha sido completada. Él está dispuesto a recibirle a usted, si usted está
dispuesto a venir. En consecuencia, el mensaje que se difunde es, como dijo Pablo en Segunda de
Corintios 5:20, Reconciliaos con Dios. Si usted se reconcilia, será introducido en un nuevo cuerpo, un
cuerpo de creyentes, y no hay diferencia en que sea usted un no judío o un judío. El color de la piel
tampoco establece ninguna diferencia. Hemos sido convertidos en un hombre nuevo y deberíamos
tener paz.
El énfasis de este pasaje recae en la persona gloriosa de Cristo. Él no sólo hizo paz por medio de la
cruz, sino que aquellos que confían en Él y son colocados en Él, unidos a Él, se convierten en nuevas
personas. Originalmente, Dios había hecho una diferencia separando al judío de las demás naciones.
Con el tiempo, el judío desarrolló un orgullo espiritual y eso condujo al odio final entre el judío y el que
no lo era. Al ser unidos ambos a Cristo, hubo paz y no sólo por la existencia de una nueva posición,
sino también porque algo nuevo había comenzado a existir. Algo que Pablo identificó como el nuevo
hombre. Fue por ese motivo que Pablo escribió a los Corintios, en su primera carta 10:32, que no
dieran mal ejemplo a nadie, ni a los judíos, ni a los no judíos, ni a los que pertenecían a la iglesia de
Dios. Esta "iglesia" era el nuevo hombre.
No era que el no judío había sido elevado a la posición del judío. Cristo había elevado a ambos a un
nivel superior. Crisóstomo lo explicó de esta manera: "Él no quería decir que nos había elevado a
nosotros a la alta dignidad de ellos, pero Él nos ha elevado a ambos a un nivel aún más alto. . . . . Os
daré una ilustración. Imaginemos que hay dos estatuas, una de plata y la otra de plomo, y que
entonces ambas se funden, y se convierten en oro. Y así, Él ha hecho de las dos, una sola". Ésta es
una hermosa ilustración de cómo hemos sido unidos en Cristo.
No creemos en la fraternidad universal de las personas, ni en la paternidad universal de Dios. Es una
gran herejía. Creemos que la verdadera hermandad está formada por aquellos que están unidos a
Cristo. Éste es el edificio, el templo que Dios está construyendo hoy.
Más que decir que el no judío ha sido elevado a la posición del judío, podríamos decir que es el judío el
que ha sido rebajado al nivel del no judío, porque ambos, el judío y el no judío están en el mismo
estado de pecado. En realidad, como pecadores, somos todos hermanos, al ser todos descendientes de
Adán. Dijo Pablo en Romanos 3:9, "9¿Qué, pues? ¿Somos los judíos mejores que ellos? ¡De ninguna
manera!, pues hemos demostrado que todos, tanto judíos como no judíos, están bajo el pecado". Ésta
es la posición en la que estamos todos. La paz de este pasaje es la paz entre judíos y no judíos.
Cuando ambos grupos vienen a la cruz como pecadores, son convertidos en una nueva creación. Se
convierten en un nuevo hombre, el cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu Santo.
El templo del Antiguo Testamento, que sucedió al tabernáculo de Moisés, estuvo caracterizado por
divisiones. Había tres entradas para tres departamentos: el patio exterior, el Lugar Santo, y el Lugar
Santísimo. Había secciones del edificio para los sacerdotes, el pueblo, las mujeres y los no judíos.
Cristo, por Su muerte, retiró el velo o cortina y se convirtió en el Camino (el patio exterior), la Verdad
(el Lugar Santo) y la Vida (el Lugar Santísimo). Ahora podemos ir por medio de Cristo directamente a
la presencia de Dios el Padre. Aquellos que vienen a Él son traídos de sus pequeños departamentos o
secciones, y colocados en Cristo, el nuevo Templo en el cual no hay secciones ni departamentos. La
cruz disuelve todas las vallas, y el Evangelio es predicado a los no judíos, a los que se encontraban
lejos, y a los judíos, que se encontraban cerca. Es una gran imagen la que tenemos aquí. Por ello, el
mensaje del amor de Dios revelado en Cristo, llega a todos los pueblos de la tierra, a todas las
personas, cualquiera que sea su condición. Y le llega a usted, estimado oyente, de una manera
personal, para invitarle a formar parte de este edificio que Dios está edificando.

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