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Corporación Universitaria Minuto de Dios

Texto extraído de:


Espinosa, V. (2015). Formación ética. Educación para paz y desarrollo moral. Bogotá: Editorial Aula
de Humanidades, pp. 13-25.

El uso de este texto es solo con finalidades académicos del curso de Ética profesional de Uniminuto

La ética y sus problemas


Presentación
Frente a las demandas sociales de una cultura de paz y el respeto de los
derechos humanos, la ética, en cuanto actuar responsable, es una de las aspiraciones
de la sociedad y ha propiciado las más variadas discusiones filosóficas frente a
conceptos propios de la teorización ética como la perfección, la moral, la
responsabilidad, la verdad y el deber. Pero, ¿qué es a lo que llamamos ética?
El origen de la ética puede abordarse, de manera inicial, desde dos
perspectivas, 1) la ética como saber teórico, 2) la ética como moral vivida y
practicada. La ética, en general, aparece en la antigüedad filosófica occidental como
la búsqueda de una comprensión racional de la acción humana y se orienta a la
reflexión sobre la felicidad (eudaimonía, en griego clásico) y la virtud (areté, del
mismo origen). De aquí que se entienda la ética como un saber humanístico que
centra su atención en el estudio de la acción humana.
El propósito de la ética es dar un fundamento racional al cúmulo de acciones
que elegimos realizar en nuestras relaciones con nosotros mismos, con los demás y
con el entorno. De entrada, podemos dilucidar que la variedad de acciones realizadas
por los seres humanos es muy amplia y varía totalmente de una persona a otra; no
obstante, la unión generada por la costumbre y las creencias compartidas por toda
una cultura permite acercarnos —pese a los tropiezos— a maneras homogéneas de
actuar en las sociedades.
Ahora bien, como señala Adela Cortina (2009), en la vida cotidiana se habla
de manera indistinta de ética y moral, pues con ellas nos referimos a actitudes,
principios, normas y valores. Es necesario, sin embargo, establecer la relación y los
límites, si los hay, entre ética y moral. En un análisis etimológico de estas palabras
hallamos un significado similar, ethos (palabra griega de la que procede ética) y mos
(palabra latina que devino en nuestra moral) hacen referencia, para sus respectivos
contextos lingüísticos, a carácter y costumbre. Tanto ética como moral se refieren a
un tipo de saber que forja el carácter y orienta la acción humana. En sentido general,
esta idea fundamental a las nociones de ética y moral, estará presente a lo largo del
libro y sobre ella se sustentará la necesidad de la formación ética, como formación
de juicio que exige reflexiones cuidadosas sobre el actuar del hombre en sociedad.
No obstante, aun debemos establecer claramente las diferencias y límites de
los conceptos de moral y ética. De acuerdo con Kant, esta diferenciación se logra al
establecer la situación de la razón en cada uno de estos conceptos. Así, entonces, la
moral es razón vivida y la ética, razón pensada; es decir, la moral es del mundo de la
vida cotidiana de las personas, sus deseos, sentimientos y costumbres; y la ética es
la reflexión filosófica sobre las acciones y valores de ese mundo cotidiano, en otras
palabras, la ética como filosofía moral interroga los valores, las normas y acciones
que llamamos morales. En consecuencia, la ética —según Kant— es la investigación
filosófica o el examen racional de nuestros juicios morales, pues la ética nos permite
hacer evaluaciones de las acciones morales que los seres humanos realizamos a
diario.
En términos generales, no iremos —en sentido estricto— más lejos de la
diferenciación kantiana. De esta manera, cada vez que hagamos alusión a la moral
durante este texto, estaremos hablando del conjunto de prácticas de una cultura, la
cual unifica o pone de acuerdo diversas maneras o modos actuar. Así, la moral se
define como la instancia que se encarga, principalmente, de emitir juicios de valor
sobre lo bueno y lo malo, sobre aquello que debe hacerse y lo que merece repudio. A
su vez, al referirnos a la ética, estaremos hablando de una disciplina que se encarga
de encontrar un sustento racional, no a una moral determinada, sino a la moral
misma. En palabras del filósofo británico Bertrand Russell: “No corresponde a la
ética establecer las reglas electivas de conducta, tales como por ejemplo ‘No
hurtarás’. Esto es asunto de la moral. A la ética le incumbe proporcionar una base de
la que estas reglas puedan deducirse” (citado en Fullat y Ferrer, 2001, p. 9).
Ahora bien, de la mano con la aseveración de Bertrand Russell, consideramos
de gran valor la fundamentación racional de la moral en términos generales, pero,
así mismo, cabe destacar el papel de la ética como una instancia que se relaciona
directamente con la realidad de las acciones humanas, pues nuestras acciones e
instituciones —la más de las veces— son planeadas, medidas y apoyadas por un
sistema ético que las sustenta y analiza.
A menudo se le ha denominado ciencia “práctica” pero ¿lo es? La respuesta es
claramente afirmativa. Si las conclusiones de la ética normativa con relación a las
cosas que tienen valor en sí mismas, con relación a los deberes y derechos, y con
relación a la crítica de las instituciones, están bien establecidas, entonces la teoría
ética es de la mayor importancia práctica. (Brandt, 1982, p. 29)
Así, conocer la teoría ética y aplicarla en las elecciones personales es un
propósito fundamental de la ética, el cual complementa su objetivo teórico de dar un
fundamento racional a la conducta humana. De esta manera, aplicar diversas
herramientas de razonamiento ético es de gran utilidad para los hombres que
pretenden vivir en comunidad y llevar relaciones armónicas consigo mismos y con
su entorno. Así pues, establecer parámetros racionales de acción resulta ser una
prioridad que podemos solventar ejercitando nuestro razonamiento y conociendo lo
que se ha realizado en el campo de la ética durante estos siglos de historia. Estas
herramientas conceptuales nos permitirán pensar el pasado, el presente y el futuro
de la ética y, con ella, el desarrollo histórico de las acciones humanas. A
continuación, realizaremos un breve recorrido por algunas corrientes éticas activas
hoy día, las cuales cuentan ya con una larga historia filosófica y serán tratadas con
más detalle a lo largo de este texto. El análisis de estas teorías servirá como
fundamento para, posteriormente, adentrarnos en debates y cuestiones éticas
diversas.
La ética ha sido desde el inicio del pensamiento humano un tópico ineludible,
desde científicos hasta filósofos han contribuido con la conformación de este
conocimiento acerca de la acción humana, el cual permite explorar las posibilidades
de realización plena con las que cuenta el hombre. En los albores de la historia de
Grecia, las acciones humanas se evaluaban de acuerdo a un sistema de valores nacido
de las condiciones históricas de la época, las cuales daban especial valor a cuestiones
de honor, gloria y virtud, originadas, principalmente, en los escenarios de guerra en
los que se desarrollaba la vida por aquel entonces. Así pues, este ‘sistema’,
influenciado por las costumbres y hechos históricos, determinaba lo bueno, lo malo
y lo deseable para la vida del hombre. De este sistema de valores tenemos referencia
gracias a las principales obras escritas en la época, a saber, la Ilíada y la Odisea del
poeta Homero.
Posteriormente, tuvo lugar un giro intelectual impulsado por el nacimiento de
la filosofía, el cual hizo explorar el modelo de planificación de las acciones humanas
e hizo que los juicios de valor imperantes resultaran insuficientes al momento de
hacerle frente a los embates de la razón argumentada. De esta suerte, llega a
posicionarse en el escenario ético un nuevo método y un nuevo contenido para lo que
hasta entonces se concebía como reflexión ética. Con Platón, se inaugura el
pensamiento que catapulta al bien como una idea perfecta que, al ser contemplada
por los hombres, debía desembocar en acciones buenas que impidieran que el
hombre se desviara del camino de la virtud. Esta idea de bien se perseguía,
vehementemente, abandonando las particularidades que tienen lugar en el mundo
hasta llegar a una idea pura que diera cuenta de todo. Sin embargo, Aristóteles
consideró el sistema platónico impreciso para abarcar la acción humana, por esta
razón, elaboró un nuevo sistema en el que la virtud humana aparece como una
propiedad que se desarrolla en el hombre gracias a sus condiciones naturales y al
ejercicio constante de la misma:
Es realizando las acciones relativas a las transacciones con los hombres como nos
hacemos justos y otros injustos; y realizando las acciones relativas a las situaciones
de peligro y acostumbrándonos a temer o a tener valor, unos nos hacemos valientes
y otros cobardes. (EN II, 1103b)
Así pues, las acciones humanas, según Aristóteles, debían servirse más de la
costumbre que de la contemplación de alguna idea. En sus estudios acerca de la ética,
Aristóteles abrió la posibilidad de estudiar la relación entre la existencia de
sentimientos u afecciones y la manera como estos influencian nuestras nociones de
virtud o vicio: “si las virtudes tienen relación con las acciones y afecciones, y a toda
acción y a toda afección le acompaña el placer y el dolor, por esta misma razón la
virtud tendría que ver con los placeres y dolores” (EN II, 1104b). No obstante, este
aspecto no sería elaborado completamente hasta siglos más tarde con las propuestas
del sentimiento moral.
La consideración del sentimiento moral es un punto importante en la historia
de la ética, el cual alcanza su mayor desarrollo con la propuesta de David Hume
(1711-1776). Este filósofo escocés pretendía crear una anatomía o ciencia de la
naturaleza humana que equivaldría, en términos del pensamiento ético, a reconocer
que las conductas de los hombres se ciñen a algunos parámetros que pueden ser
definidos. Para Hume, la dirección de las acciones humanas —de cualquier índole—
se encuentra únicamente en manos de las pasiones que dominan al hombre:
Puesto que la moral tiene una influencia sobre las acciones y afecciones, se sigue que
no puede derivarse de la razón, y esto porque la razón por sí sola, como ya hemos
probado, no puede tener esta influencia. La moral excita las pasiones y produce o
evita acciones. (Hume, 2001, p. 332)
La teoría del sentimiento moral de Hume contiene bastantes puntos
particulares que la distinguen de manera radical de la tradición, por ejemplo, la
esclavitud de la razón frente a las pasiones y su intento por realizar un ‘mapa’
completo de la naturaleza humana y sus capacidades. Comúnmente se reconoce que
la obra del filósofo escocés cambió la manera de pensar de uno de los filósofos más
importantes de la historia, a saber, Immanuel Kant (1724-1804). En su aspecto
moral, la distancia entre Hume y Kant es insalvable, no obstante, la deuda del
prusiano con el escocés —principalmente, en su teoría epistemológica— es bien
conocida. Kant, en su teoría moral, elabora una crítica a dos corrientes filosóficas
que cuestionan la primacía de la razón, en primer lugar, socaba las bases del
emotivismo moral de corte humeano; y, en segundo lugar, establece que las acciones
morales nada tienen que ver con el cálculo de placer esperado, como lo dirían algunas
teorías hedonistas y, posteriormente, las teorías utilitaristas de Jeremy Bentham
(1748-1832) y John Stuart Mill (1806-1873).
Kant concibe a la razón como el único tribunal válido para fundamentar los
actos morales cotidianos, pues solo por medio de la razón podemos alcanzar el grado
de necesariedad requerido para crear un sistema moral universal. Su estrategia fue
mostrar una forma universal a priori en la que debe encajar cualquier enunciado
moral, a saber, el imperativo categórico: “Obra sólo según aquella máxima por la cual
puedas querer que al mismo tiempo se convierta en una ley universal”
(Fundamentación, pág. A 52). La conformidad de nuestras máximas de acción con
el imperativo categórico asegura su universalidad y la obediencia necesaria que
deben suscitar en caso tal de convertirse en leyes. Para Kant, la grandeza de la especie
humana radica, principalmente, en que gracias a su razón puede obrar de acuerdo a
leyes, es decir, instituir deberes:
Ninguna otra cosa salvo esa representación de la ley en sí misma que solo tiene lugar
en los seres racionales, en tanto que dicha representación, y no el efecto esperado, es
el motivo de la voluntad, puede constituir ese bien tan excelente al que llamamos
“bien moral”. (Fundamentación, pág. A 15-16)
Para que la argumentación kantiana pueda sostenerse, debe reconocer que
existen valores ‘en sí mismos’, es decir, independientes de cualquier particularidad
que pueda albergar el hecho moral.
Con Kant damos por finalizado este breve recorrido pese a que posterior a él
han llegado a la escena ética múltiples filósofos. Grosso modo, lo visto hasta ahora
da cuenta de las principales corrientes éticas que sobreviven hoy en día, a saber, ética
de la virtud (Aristóteles), emotivismo moral (Hume), utilitarismo (Mill) y
deontología (Kant). A estas, habría que sumar los esfuerzos de corte
fenomenológico-hermenéutico realizados por Edmund Husserl (1859-1938), Paul
Ricoeur (1913-2005) y Emmanuel Lévinas (1904-1995).
Cada uno de estos sistemas de pensamiento ético ha fundamentado
instituciones sociales e, incluso, organismos internacionales como las Naciones
Unidas. Probablemente, todas estas perspectivas están imbricadas en alguna parte
de nuestra vida diaria, no obstante, el propósito de detallarlas es que cada cual esté
en condiciones de conocerlas, apoyarlas o rechazarlas, para, de esta manera, actuar
en consecuencia con ellas y poder dar cuenta de nuestras acciones como agentes
racionales: “permite a los hombres a la larga adueñarse de sí mismos, superar esa
voluntad del esclavo que, según Hegel, ‘no se sabe aún como libre y es por eso una
voluntad desprovista de voluntad’” (Cortina, 2000, p. 19).

Profundización
“¿Por qué habría yo de hacer algo?” Dos de las muchas formas en que se puede
abordar esta cuestión son éstas: como una expresión de desesperación, cuando
significa algo así como “dame una razón para hacer algo; nada tiene sentido”; y como
una expresión de tono más desafiante, contra la moralidad, cuando significa algo así
como “¿por qué hay algo que yo tuviera que, debiera hacer?”.
Aun cuando a la cuestión, en su primer sentido, podríamos parafrasearla
como “dame una razón para...”, no está nada claro que de hecho pudiéramos dar al
hombre que hace esa pregunta una razón, no está nada claro que empezando de tan
abajo pudiéramos inyectarle, por medio de argumentos, interés por algo. Podríamos,
por supuesto, “darle una razón” en el sentido de encontrarle algo por lo que está
dispuesto a interesarse, pero esto no es inducirle a interesarse por vía de
razonamiento y es muy dudoso que pueda existir tal cosa. Lo que necesita es ayuda,
esperanza, no razonamientos. Por supuesto que si sigue viviendo, estará haciendo
alguna cosa y no otra y que, por tanto, en algún sentido absolutamente mínimo tiene
alguna clase de razón, alguna preferencia mínima por esas cosas y no por otras. Pero
subrayar esto difícilmente nos llevará a ninguna parte, pues hace esas cosas
mecánicamente tal vez, para seguir tirando, sin que por ello signifiquen nada para él.
A su vez, si considera su estado como una razón para el suicidio, entonces eso será
tomar una decisión efectiva; como forma de escapar a la toma de toda decisión, el
suicidio, como decisión que es, llega inevitablemente demasiado tarde (como subraya
Camus en Le Mythe de Sisyphe). Pero no supondría ninguna victoria para nosotros
ni para él si resultara que, después de todo, había justamente una decisión que estaba
dispuesto a reconocer, precisamente esa.
No veo por qué tendría que considerarse como una derrota de la razón o de
la racionalidad la impotencia frente al estado de este hombre; su estado representa
más bien una derrota para la humanidad. Pero en relación con el hombre que hace la
pregunta en el segundo sentido, muchos moralistas han considerado que representa
un desafío efectivo para el razonamiento moral. Pues este hombre reconoce, después
de todo, algunas razones para hacer cosas; es además, como la mayoría de nosotros,
alguien de nuestro tiempo. Si la moralidad puede levantar el vuelo racionalmente,
tendrá que ser capaz de hacerlo con un argumento contra él; pues, aun cuando en su
forma pura —en la que podemos llamarle el hombre amoral—, tal vez no pueda ser
persuadido de hecho, parece que sí sería un respiro para la moralidad el que
existieran razones capaces de persuadir a ese hombre si fuera racional.
Texto tomado de Williams, B. (1998). Introducción a la
ética. España: Cátedra S.A., pp. 17-18.

Para la compresión del texto


1. De acuerdo a lo dicho en la fundamentación, ¿cuál cree usted que es la
mejor manera para darle una razón para actuar a una persona que se
denomina amoral?
2. En el fragmento se reconoce que existe una diferencia entre actuar en
búsqueda de un sentido para la vida propia y actuar por un deber moral.
¿Cuál cree que es la principal diferencia entre estas dos maneras de
actuar?
3. ¿Qué tan importante es el interés en las acciones humanas? ¿Puede
actuarse desinteresadamente?

Problematización
Una característica imperante en el discurso ético es su universalidad,
mediante fórmulas de acción racionales se busca abarcar todo el conjunto de la
naturaleza humana. No obstante, la aplicación de estas fórmulas debe encontrarse
con la realidad de prácticas y costumbres que contradicen o vulneran algunos de sus
principios. En la actualidad, este debate se presenta con más claridad cuando
costumbres locales de grupos humanos chocan con principios aceptados
mundialmente, por ejemplo, con principios establecidos por los derechos humanos.
¿Cómo deben actuar los abanderados de una ética particular frente a estos desafíos
de la realidad? Aquí presentaremos un hecho relacionado con este problema que no
solo despierta diversas opiniones en Colombia, también es una gran problemática en
países como África e Irak. ¿Cuál es su posición? Argumente.

Conmoción por ablación de clítoris en niñas indígenas


En Colombia se practica la mutilación del clítoris en algunas comunidades indígenas.
Al parecer, la muerte de una menor víctima de este procedimiento llevó a la personera
de Pueblo Rico (Risaralda), Araceli Ocampo, a divulgar la situación. Según la
denuncia, en repetidas ocasiones menores indígenas han requerido ayuda médica,
luego de los procedimientos rudimentarios y poco higiénicos a que son sometidas sin
su consentimiento y, de acuerdo con los indígenas, como práctica cultural ancestral.
A juicio de Luis Carlos Leal, defensor del Pueblo en Risaralda, el viernes pasado la
Dirección del Hospital de Pueblo Rico ratificó el hecho en dos niñas, por lo que
sospechan que los casos pueden ser muchos.
El padre Jesús Flórez López, vicario pastoral indígena de la diócesis de
Quibdó, confirmó a Colprensa que la práctica se realiza desde hace tiempo en esa
región entre las comunidades Embera Katío y Embera Chamí, en límites de Risaralda
y Chocó. El sacerdote explicó la creencia de esas comunidades: “piensan que al quitar
el clítoris evitan que las mujeres sean víctimas de malformaciones en el futuro. No es
para evitar placer sexual como se dice. Por lo menos, eso sostienen ellos”. Flórez
explicó que la Iglesia en esa zona está en proceso de diálogo intercultural con dichas
poblaciones, por lo que no se atrevió a realizar juicios sobre la práctica. Sin embargo,
añadió que la Iglesia no deja de preocuparse: “Se trata de violencia física contra una
persona y lo que se busca es que con el tiempo esta comunidad decida trasformar la
práctica”, puntualizó.
Asimismo, Eduardo Gallardo, oficial de acción humanitaria de Unicef (Fondo
de Naciones Unidas para la Infancia) dijo que pudo confirmar ayer la situación, por
lo que ofreció su cooperación para ir en contra de la ablación. “Esto es una violación
absoluta a las niñas, por lo tanto no puede ser tolerado por razones culturales”. Según
la organización internacional, cerca de 130 millones de mujeres en el mundo,
principalmente en África y parte de Asia, han sido víctimas de mutilación en el
clítoris. El oficial de acción humanitaria agregó que tratará de tener más contacto con
los líderes de la comunidad e hizo un llamado a las autoridades para evitar que estas
situaciones se repitan. “Más que un tema médico y sanitario es un atropello a la
libertad y dignidad sexual de las mujeres”.
Sobre el tema, la feminista Florence Thomas, manifestó su rechazo: “Es una
práctica sobre la cual no debe ni preguntarse un punto de vista, porque es un acto
condenable ante el que no se debe invocar la cultura”. A su turno, monseñor
Francisco Nieto, vicario episcopal, sostuvo que la ablación es una práctica ancestral
sobre la cual la Iglesia Católica ha querido ofrecer orientación en la dignidad de la
persona: “Primero está la dignidad de la persona humana”.
Colprensa, Bogotá

Evaluación
1. ¿Cuál es la diferencia entre ética y moral?
2. ¿Considera que la ética puede ser una “disciplina” práctica? ¿Por qué?
3. ¿Cuáles considera que son sus deberes morales actuales? ¿Ha reflexionado
sobre ellos anteriormente?
4. ¿Cuál de los más recientes eventos nacionales le ha causado indignación? ¿Por
qué?
5. En una cuartilla explique cuál cree usted que es la máxima que rige la mayoría
de sus acciones.

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