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El alma como principio de vida. Según esta concepción, todos los seres
vivos tienen alma; ésta perece al morir los seres; es un alma-
aliento (Thymós). El alma está unida al cuerpo y, por tanto, existe y
deja de existir con él.
Nous Espíritu
Psyché Alma
Soma Cuerpo
Hay quienes dicen que el (cuerpo, sôma) es la tumba (sêma) del alma
(…) Sin embargo, creo que fueron Orfeo y los suyos quienes pusieron
este nombre, sobre todo en la idea de que el alma expía las culpas que
debe expiar y de que tiene al cuerpo como recinto en el que
resguardarse bajo la forma de prisión. Sí pues, éste es el
sôma (prisión) del alma, tal como se le nombra.
PSYQUE Thymós
Espithymia
En este caso el Nous, a veces confundido con el Logos como razón por
diversos estudiosos, constituye aquella parte que se relaciona con
el Nous como espíritu. Es la única parte inmortal del alma, y está
situada en la cabeza. Su principio es la razón, y su virtud la prudencia.
El Thymós es la pasión o fogosidad, de naturaleza mortal, que se
identifica con el corazón pero que subyace en el diafragma. Su principio
es la ira, y su virtud el valor o coraje. Finalmente, la Epithymia es la
concupiscencia, igualmente mortal, sede de los apetitos inferiores. Se
ubica en el bajo vientre, su principio es la irracionalidad y el deseo, y su
virtud la templanza. Platón relaciona estas partes del alma según un
orden natural, regidas por la justicia, su cuarta virtud cardinal. Además
relaciona estos componentes con una tipología humana expuesta en su
mito de Los metales (República), y que aplican a la organización social
y política de la ciudad ideal.
Las almas de los hombres intentan seguir a las de los dioses, pero dada
la naturaleza compuesta y discordante que poseen, son atraídas por un
inmenso remolino que las precipita en los cuerpos materiales. En esta
etapa las alas originales se convierten en “muñones implumes” que se
agitan en el recuerdo de lo Bello captado en los objetos físicos. La
primera encarnación del alma es como hombre, que puede ser de nueve
tipos, dependiendo de la cantidad de verdad que haya contemplado:
7) Artesano o campesino.
8) Sofista o demagogo.
9) Tirano.
Quien haya llevado una vida justa tendrá un destino mejor al morir, y el
que haya vivido injustamente, uno peor. Platón dice que de la región
supra celeste nadie regresa antes de cumplir 10.000 años, excepto el
filósofo, que recobra sus alas si ha elegido el mismo tipo de existencia
tres veces. Las demás almas, cuando terminan su primera vida, unas
son llamadas a juicio y juzgadas, yendo a parar a prisiones bajo tierra,
donde expían sus injusticias con castigos; y otras, por haber abrazado
la justicia, ocupan un lugar en el interior de los cielos, y después de
1.000 años eligen libremente su segunda vida, que puede ser como
animal o como hombre. El alma que nunca ha visto la verdad no puede
adquirir una forma humana, pues el hombre tiene como naturaleza
comprender las ideas universales, avanzando desde las sensaciones
hasta la unidad que abarca el pensamiento puro. En la vida mortal es
posible recuperar la visión de la Realidad mediante la reminiscencia.
De manera que sólo la razón del filósofo recupera sus alas, al utilizar el
recuerdo de lo divino e inmutable, para perfeccionarse en los Misterios.
El estado óptimo del alma humana es la justa combinación de sus
partes, es decir, su Areté o Dikaiosyne, colaboración armoniosa de las
tres partes (el auriga y los caballos) bajo la dirección de la razón (los
dioses).
Platón continúa su alegoría con el tema del crecimiento de las alas del
alma, a través de la percepción de la belleza física y de la consecuente
recolección de la belleza misma, la forma vista en una visión supra
celestial (Hiperuranos). Los dolores de un amor insatisfecho son
seguidos por un profundo gozo y satisfacción, porque el amor es el que
sana el sufrimiento. El estado del amante es de reverente devoción y
profunda absorción en el amado. Lo que los hombres llaman Eros, los
dioses lo llaman de otra forma, Pteros, el alado, por tener el poder de
renovar el plumaje del alma. El alma que está más cerca de este ideal
platónico es la del filósofo; por eso debe proponerse llegar hasta la más
grande realidad y quedarse lo más cerca de ella.
El alma y Eros
Platón sostiene que Eros es una donación de los dioses al amado y al
amante para su felicidad, y ésta es, a la vez, competente para propiciar
el recuerdo y la demostración racional de la inmortalidad del alma.
Aborda en Fedro y El Banquete el carácter mediador de Eros entre los
hombres y los dioses, y a la vez como despertador de la sensibilidad
hacia la Belleza, primero en un cuerpo, luego en dos y después hacia
todo lo bello sin distinción. Este último estado es el del Daimon-
Filósofo, el alma del justo mediador que Platón vio en Sócrates como
analogía, incluso por sus rasgos físicos, rescatando a su maestro de la
ridiculización a la que lo había llevado Aristófanes.
La muerte y la inmortalidad
El dicho que sobre esto se declara en los Misterios de que los humanos
estamos en una especie de prisión y que no debe uno liberarse a sí
mismo ni escapar de ésta, me parece un aserto solemne y difícil de
comprender. No obstante, me parece que (…) no dice sino bien esto:
que los dioses son los que cuidan de nosotros y que nosotros, los
humanos, somos una posesión de los dioses.
a) De los opuestos. Todas las cosas que tienen opuestos son engendradas
de estos opuestos. Así, la vida deviene de la muerte y ésta de la vida.
La reminiscencia
En el Menón, Platón propone la discusión en torno a la virtud, que al
parecer debe ser encontrada mediante el recuerdo. Volvemos a
encontrar argumentos acerca de la inmortalidad del alma y del ciclo de
reencarnaciones, apoyadas por citas de Píndaro. La virtud no se
adquiere sino que se recuerda, argumento que utiliza en contra de los
sofistas, que pretenden enseñarla. El saber en sí –que no es el
conocimiento intelectual-, es recuerdo que mediante indagación lleva a
la reminiscencia, como una suerte de despertar del alma, después de un
largo sueño. Siguiendo este método, Sócrates demuestra que un
esclavo, que no tiene una sólida formación cultural, puede “recordar”
un teorema geométrico cuya lógica subyace en su alma y puede ser
llamada mediante la indagación. Esta “técnica” de parto es semejante,
dice Sócrates, al arte que practica su madre, una comadrona que ayuda
a las mujeres a tener a sus hijos. Las Ideas, que ya se encuentran
impresas en el alma, salen a la luz por medio de la mayéutica.
Conclusiones
Francisco Duque