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Sinopsis Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Siguiente libro
Capítulo 16 Sobre la autora
Capítulo 17 Créditos
Capítulo 18
Capítulo 19
Comenzó con animosidad tácita. La mordida amarga de los celos. Y ahora
su completo odio.

Fue durante mi primer partido de fútbol que sentí el primer escalofrío de


odio. Lo miré directamente a los ojos y sentí que sus tentáculos pegajosos me
llegaban. Nunca había experimentado algo tan frío y vacío antes.

El efecto de esa mirada permaneció, como una promesa tácita, mucho


después de que desapareciera.

Convertirse en una pareja, convertirse en la otra mitad de una celebridad


del campus no fue fácil. Abandoné las paredes resguardando mi corazón y él
miró más allá de mis anteojos y tendencias propensas a accidentes. Romeo y yo
somos una pareja poco probable, una #nerd y un atleta. Pero lo conseguimos.

Y somos felices.

Zach no quiere que seamos felices. Quiere que Romeo pague por sacarlo
de Omega y por la noche que pasó en la cárcel. Va a usar cualquier cosa y todo
lo que pueda para conseguir su venganza. Incluyéndome a mí.

A medida que el clima en el campus se enfría y los días se oscurecen, la


venganza se convierte en el centro de la vida de alguien y la felicidad por la que
Romeo y yo trabajamos tan duro se ve amenazada.

No puedo evitar preocuparme de que nuestro amor sea eclipsado por el


odio.

Hashtag #2
#TriviaViajera
Más personas son asesinadas anualmente por burros que por accidentes de avión.
#TeEncuentrasASalvo
#AMenosQueTengasUnBurro
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi


Corregido por Bella’

Rimmel
El férreo agarre con el que sujetaba los apoyabrazos no se aflojó hasta que
el avión se detuvo por completo.

Incluso entonces, mis dedos sólo se aflojaron cuando los fuertes sonidos
de esa cosa tipo túnel por la que los pasajeros pasaban para entrar a la terminal
del aeropuerto fue enrollada y asegurada al avión. El aire era sofocante aquí
dentro. No viciado de hecho, pero tampoco fresco. Todos a mi alrededor estaban
inquietos. El vuelo había estado lleno de turbulencias, y un bebé llorando en el
fondo no hizo mucho por calmar los agotados nervios de todo el mundo.

Odiaba volar.

Pero Dios, estaba tan feliz de estar de vuelta. Nunca pensé que extrañaría
tanto Maryland y sus frías estaciones.

Por supuesto, no era el lugar lo que de verdad extrañaba.

Era una persona.

Todos comenzaron a hacer fila hacia la puerta, juntándose en sus intentos


por salir disparados de esa trampa mortal voladora. Me puse de pie y esperé mi
turno, alzando mi bolso sobre mi hombro y encendí mi celular.

En el instante en que se iluminó y fui capaz, envié un mensaje.

ATERRICÉ. SALIENDO AHORA.

La respuesta de Romeo fue instantánea, y sonreí.


ESTOY ESPERANDO.

Eché un vistazo por la diminuta ventana detrás de mí como si pudiera


verlo de pie en el pavimento. Sabía que no estaba, pero no pude evitar que mis
ojos revisaran la zona abierta. Mariposas dieron volteretas debajo de mi caja
torácica cuando un hombre pasando junto a mi fila se detuvo y me indicó que
saliera.

Le lancé una sonrisa agradecida y me deslicé pasándolo en el pasillo. La


auxiliar de vuelo sonreía y le deseaba lo mejor a todo el mundo a medida que
salíamos del avión y llegábamos a la pasarela que llevaba a la terminal. Me moví
rápidamente, más que ansiosa por mi primer vistazo de Romeo.

Había estado en Florida por casi dos semanas, pero se sintió como una
maldita eternidad. A medida que iba, me choqué contra alguien cargado con un
voluminoso equipaje de mano y otra maleta, pero no me detuve. Murmuré una
disculpa y seguí adelante.

Cuando irrumpí en la terminal, mis ojos se movieron por el entorno,


rebotando de persona en persona en el espacio abarrotado y desbordante. Mi
estómago se desplomó un poco cuando no lo vi, pero sabía que probablemente
no pudo llegar tan lejos. Probablemente se encontraba en la zona de reclamo de
equipaje.

Busqué alrededor algún cartel que me señalara la dirección correcta y


finalmente vi una que decía Reclamo de equipaje con una flecha apuntando a la
izquierda.

Pero no seguí la flecha.

Mis ojos quedaron fijos en alguien parado debajo del cartel.

Sus manos estaban metidas en los bolsillos de sus desgastados vaqueros.


La acción relajada tiraba de su cinturilla hacia abajo, resaltando la cintura plana
y estrecha que su camiseta Henley moldeaba. Como siempre, estaba usando su
chaqueta del equipo universitario y su cabello rubio era un desastre.

Mi mirada quedó fija en sus ojos azul zafiro y no se apartó. Sus


ojos, Diosmío, sus ojos. El azul era tan intenso que servía como un freno de
emergencia para todo en mi vida. En el instante que lo miraba, todo lo demás se
detenía. Ya no noté la enorme multitud que se apresuraba alrededor.

La ansiedad provocada por el vuelo era un recuerdo distante, y las dos


semanas que pasé anhelando su tacto se convirtieron en algo que viviría diez
veces sólo para estar en este momento de nuevo con él.
Sus labios esbozaron una sonrisa y el encanto que rezumaba de cada poro
de su cuerpo me hizo marear. Romeo sacó las manos de sus bolsillos y se
enderezó, haciéndome señas.

Corrí a través del espacio separándonos, mi bolso chocándose contra mi


costado cuando, por una vez, maniobré con gracia alrededor de las personas en
mi camino.

Su risa me rozó cuando estaba a pocos pasos de distancia, y me arrojé hacia


él con un pequeño suspiro de alivio. Mis piernas se envolvieron alrededor de su
cintura y sus brazos rodearon mi espalda. Enterré el rostro en su hombro e inhalé
profundamente, absorbiendo su distintivo aroma.

—Rim —murmuró, su voz baja. Retrocedí y sus labios estuvieron sobre


los míos al instante.

En el momento que nuestros labios se tocaron, se quedó inmóvil, su cuerpo


y boca detenidos contra mí. Antes de poder preguntarme por qué, murmuró una
incoherente maldición contra mi boca y luego sus labios comenzaron a moverse.
Me besó suavemente, pero con ferocidad. Había tanta posesión en la manera que
me besaba, en la manera en que cerró sus brazos a mi alrededor que mi corazón
tartamudeó.

Separé mis labios para que su lengua pudiera barrer por dentro, y cuando
mi lengua se encontró con la suya, deseo, caliente y pesado, se desplegó en mi
interior.

Alguien se rio entre dientes cuando pasó a mi lado, y Romeo se retiró un


poco, todavía dejando su boca permanecer sobre la mía antes de retirarse por
completo.

Apoyó su frente contra la mía y sonrió.

—Te extrañé muchísimo.

—También yo —susurré.

Dejó otro beso rápido en mis labios y luego me puso sobre mis pies. Me
tambaleé un poco, y se rio entre dientes.

—Vamos, busquemos tu maleta para que podamos irnos. Quiero estar a


solas contigo.

Mi estómago se hundió y algo dentro de mí se aflojó.

Nos tomamos de las manos a través de la larga terminal. Ni siquiera me


soltó cuando agarró mis cosas de la zona de reclamo de equipaje.

Dado que había ido a Florida, usaba una camiseta de mangas cortas sobre
un par de pantalones de chándal sueltos, por lo que antes de salir al frío aire de
Maryland, busqué en mi maleta y saqué la sudadera que me dio la noche de
nuestro primer beso. La usaba todo el tiempo. Luego de ponérmela, lo miré
sonriendo.

—¿Qué? —pregunté.

—¿Te llevaste eso a Florida?

—Por supuesto —dije—. Las noches pueden ser frías en esta época del año.

—¿Y qué dijo tu padre sobre usar la sudadera de algún chico?

—No eres algún chico. Eres mi novio —respondí y busqué su mano.

—¿Y finalmente le dijiste a tu padre sobre nosotros? —insistió.

—Sí, lo hice. —A pesar de que habíamos estado saliendo por un par de


meses, apenas le conté a mi padre en el receso de invierno. No estaba segura de
lo que diría cuando le contara que estaba saliendo. Se lo tomó mejor de lo que
pensé, incluso fue tan lejos como para decir que estaba feliz por mí.

—¿Y?

—Se lo tomó mucho mejor de lo que pensé.

La sorpresa en mi voz fue evidente y Romeo me miró.

—¿De verdad pensabas que estaría molesto?

Sí, lo pensé. Quiero decir, ¿no es que todos los padres se enojan cuando
sus niñitas comienzan a tener pareja? Me encogí de hombros, sintiéndome tonta.

—Supongo que no estaba segura cómo se lo tomaría.

Cuando él me preguntó por el nombre en la espalda y le expliqué que era


un apodo, una mirada dudosa cruzó su rostro, y dijo que no estaba seguro cómo
sentirse con su hija saliendo con algún tipo que se ganó el apodo de mujeriego.

Entonces me preparé para una discusión, pero nada llegó. Pareció


interrumpir cual fuera el sermón que estaba a punto de arrojarme y dijo que
mientras fuera feliz, eso era todo lo que importaba.

—Debió saber que soy bueno para ti. —Romeo besó el costado de mi
cabeza a medida que salíamos. El aire frío me quitó el aliento, y me acurruqué en
la sudadera—. Estacioné tan cerca como pude —dijo, notando la manera que
hacía una mueca contra el frío.

Nos apresuramos al lugar donde el Hellcat estaba estacionado en la


sección temporal. Abrió la puerta del copiloto y me apresuró a entrar, luego
arrojó mis cosas en el maletero. Me apoyé contra el asiento de cuero,
asombrándome lo familiar que era para mí este auto ahora.

Era un viaje de una hora desde el aeropuerto hasta el campus. No


hablamos mucho, a pesar de tener mucho de lo que hablar. Cada vez que pensaba
en decir algo, su pulgar acariciaría suavemente el interior de mi palma donde
nuestras manos se unían y mi piel se pondría de gallina.

La tensión dentro del auto creció a medida que conducía. Lo deseaba tanto
que apenas podía pensar o ver. Para alguien que había pasado casi toda su vida
sin sexo, las dos últimas semanas no deberían haber sido un problema, pero oh,
lo fueron. Lo anhelaba.

Sólo sostener su mano hacía que mi piel hormiguease de anticipación.

Cuando finalmente salimos de la interestatal, Romeo giró abruptamente


en una carretera lateral vacía con árboles a cada lado.

—¿Adónde vas? —pregunté cuando se desvió a un lado del camino y


detuvo el auto.

—No puedo soportarlo más, Rim.

Se estiró por mí, prácticamente alzándome del asiento y jalándome por el


centro hacia él. Estaba muy dispuesta mientras me subía en su regazo a
horcajadas.

Llegó hasta el desordenado moño en mi cabeza y quitó el lazo del cabello.


El pesado desastre que era mi cabello cayó sobre mis hombros y espalda mientras
quitaba con cuidado mis gafas antes de enterrar sus manos y acercarme.

El beso fue apasionado. No fue como el del aeropuerto donde contuvo su


deseo. En cambio, éste explotó a mí alrededor, y me mecí en su ya rígida longitud
y gemí bajo en mi garganta.

Mis dedos se deslizaron en su cabello y masajeé su cuero cabelludo, y


trabajó su boca sobre la mía. Comencé a moverme sobre él. Me mecí hacia atrás
y adelante, rotando mis caderas y presionándome en la dureza debajo de sus
vaqueros.
Murmuró mi nombre y sus manos abandonaron mi cabello para sujetar
mis caderas, instándome a moverme más rápido.

Tan desesperada por la liberación, succioné su labio inferior en mi boca y


tiré con mi lengua y dientes. Un sonido—más como una plegaria— se abrió paso
en mi garganta, y él lo tragó.

Sentí su sonrisa contra mí y una carcajada estrangulada fluyó.

—Maldita sea, Rimmel. Creo que me extrañaste tanto como yo a ti.

Ya no podía hablar. En respuesta, me mecí contra él otra vez y me


estremecí ante la urgencia fluyendo en mi sistema. Un sonido frustrado se generó
en mi pecho, y mis manos se deslizaron a cada lado de su cuello.

—Sé lo que quieres, nena —susurró mientras su mano se deslizaba en la


cintura elástica de mis pantalones.

Mi cuerpo se quedó quieto mientras lo anhelaba. Sus dedos hurgaron en


mis pantalones, más allá de la cinturilla de mis bragas, y rozaron contra el suave
centro encima de mi hendidura.

—Romeo —gruñí y me hundí hacia delante, mi frente contra su hombro.

Su mano libre subió para sujetar mi nuca a la vez que sus dedos
encontraron el húmedo calor de mi centro y se deslizaron más allá.

Me estremecí y gemí.

—Ya estás lista para mí.

No pude decir nada. Todo lo que pude hacer fue jadear cuando su dedo
golpeó mi hinchado clítoris y me provocó más. Busqué la pretina de sus
vaqueros, sin importar que no estuviéramos en un lugar privado. Este auto era
lo bastante privado. Lo necesitaba tanto que no iba a parar.

—Oh no, tú no —dijo, su voz tensa. Sus palabras fueron un cruel contraste
con la manera en que sus caderas se inclinaron hacia arriba, invitando a mis
dedos—. No hay suficiente espacio aquí para que te tenga de la manera que
quiero.

Un sonido roto se escapó de mí, y se rio entre dientes.

—Pero voy a ocuparme de ti. Aquí mismo. Ahora mismo.

Me estremecí ante su animada promesa mientras la presión de sus dedos


se incrementaba y presionaba en mi sensible botón. La fricción que creó en mi
centro con sólo su mano tuvo a mis dedos cerrándose en el frente de su camiseta,
y me mecí en su toque.

Todo mi mundo voló por los aires cuando el orgasmo tembló a través de
mi cuerpo. Me estremecí y sacudí, deshecha en su regazo mientras seguía
acariciándome, usando mis propios jugos para impulsar mi placer. Incluso
después que sus dedos se calmaron, me mecí contra él. Las secuelas del orgasmo
fueron casi tan buenas como la cosa real.

Largos minutos pasaron, y quitó su mano de mi centro y ahuecó mi rostro.


Mis ojos se sentían pesados; mi cerebro estaba brumoso cuando me besó
suavemente antes de regresarme a mi asiento y tirar del cinturón de seguridad
sobre mi pecho.

—¿Qué hay de ti? —murmuré cuando el auto comenzó a moverse


nuevamente.

—No te preocupes por mí, nena. Cuando lleguemos a mi casa, obtendré lo


mío.

A pesar de que él había liberado algo de la tensión en mi cuerpo, ya


necesitaba más.

—Espero que estés lista. —Me miró con una sonrisa traviesa.

Mi pulso saltó.

Oh, estaba lista.


#ElCampeonatoEstáLlegando
¡Mientras estabas comiendo pavo y Tarta, los LOBOS estaban rompiéndose la espalda en el
campo!
#24NosLlevaráHastaLaFinal
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Smile.8 y NatFinlay


Corregido por Flochi

Romeo
Rimmel se enterró bajo el edredón de la cama y apretó su cuerpo desnudo
más contra el mío. A pesar de que ya habíamos tenido relaciones sexuales tres
veces desde que llegamos aquí, mi cuerpo respondió a su toque. Sólo la sensación
de su piel desnuda sedosa rozando contra mí fue suficiente para que la quisiera
de nuevo.

Ella gimió y metió sus dedos entre mi lateral y el colchón.

—No creo que alguna vez vaya a acostumbrarse al aire frío de aquí.

Me reí y besé su frente.

—Sólo espera a que nieve.

—Uf —gimió.

—Encenderé la calefacción —dije y empecé a moverme de debajo de ella.


Me agarró acercándome más e hizo un sonido determinado. Me reí. Jodidamente
me encantaba que a ella le gustase tenerme tan cerca—. Pensé que tenías frío —
dije con afecto.

—Pero tú estás caliente.

—Ahora volveré.

—Bésame —exigió. Sin dudas era una persona tímida, pero cuanto más
tiempo pasábamos juntos, menos tímida era conmigo cuando estábamos solos.
Me encantaba. Era como tener un atisbo de la persona que nadie más veía.
Me di la vuelta y la inmovilicé debajo de mí, envolviendo mis brazos por
debajo de su espalda y apretando su torso desnudo contra el mío. Su boca estaba
dispuesta y ansiosa mientras su lengua acariciaba expertamente contra la mía.
Fue un beso lento, y no fue corto. Podría explorar las profundidades de su boca
durante horas y todavía encontrar nuevas maneras de hacerla gemir.

Cuando el impulso de sumergirse en su centro se hizo casi demasiado, me


eché hacia atrás. Sus ojos estaban desenfocados y sus labios estaban hinchados
mientras me sonreía.

La quería tanto, tanto como cuando la vi buscando a través de la multitud


del aeropuerto con anticipación en sus ojos. Atravesando toda la seguridad extra
sólo para estar en la puerta cuando ella vino bien valió la pena la molestia. La
forma en que su rostro se iluminó cuando me vio hizo que mi pecho se apretase.

Estaba acostumbrado a la atención del sexo opuesto. Hacer que a una chica
le gustase nunca fue realmente un reto.

Pero Rimmel era diferente.

Ella no otorgaba esa mirada a cualquiera. De hecho, nunca la había visto


mirar a nada ni a nadie de la forma en que me miraba. Incluso los animales en el
refugio, los que ella consideraba sus amigos.

No era una tarea fácil para alguien hacerme sentir como si fuera especial.
Era casi algo a lo que me había acostumbrado. En realidad, no era algo que
esperase.

Pero con Rimmel, era casi como si ella me quisiera a pesar de todo eso.

—Me estás volviendo loco —murmuré, acariciándole el cabello de la cara.

Su mano se deslizó a través de la parte posterior de mi hombro y se


arrastró hasta la parte baja de mi espalda.

Gruñí.

—Te va a doler mañana, Rim.

—No me importa.

Sonreí.

—Lo sé. Pero a mí sí.

Hizo una mueca y la besé en la nariz. Alejarme no era algo que quisiera
hacer, pero su cuerpo necesitaba un descanso. Al menos durante una hora.
—Te traje un regalo.

Sus ojos se agrandaron.

—¿Sí?

—¿De verdad crees que no te haría un regalo de Navidad?

Ella se encogió de hombros debajo de mí.

—No esperaba que lo hicieras. Además, pasamos la Navidad separados.

—¿Qué clase de novio no le hace un regalo a su novia? —pregunté, y salí


de la cama.

Tiró las mantas sobre ella, protegiéndose contra el aire. Recogí mi Henley
de manga larga de donde la había tirado en el suelo y se la lancé.

Fui y subí la temperatura y pulsé el interruptor de la chimenea de gas en


la pared frente a la cama. Las llamas rugieron a la vida y llenaron la habitación
oscura con un naranja bailarín.

—Esto seguro supera mi dormitorio —dijo en un medio suspiro.

Me reí y me di la vuelta. El aliento que estaba tomando se congeló a medio


camino de mis pulmones.

Estaba sentada en el centro de la cama, las sábanas arrugadas y apiladas a


su alrededor. Mi camisa era demasiado grande y el cuello se deslizaba bajo sobre
uno de sus hombros delgados, dejando al descubierto una amplia porción de piel
cremosa. Tenía las mejillas rosadas y sus labios estaban hinchados. La larga y
gruesa mata de cabello estaba enredada y desordenada, cayendo alrededor de su
cara y espalda.

La había echado de menos.

La había echado de menos más de lo que me permití darme cuenta. Pero


verla sentada allí ocupando tan poco espacio en mi cama, pero tanto espacio en
mi pecho era algo que no podía negar.

Inclinó su cabeza y me miró, frunciendo la nariz.

—¿Me veo como un desastre? —preguntó.

Negué, incapaz de hablar. Nunca pensé que esto me pasaría. Nunca pensé
que iba a amar tanto a alguien. Tan rápido.
Di media vuelta y tomé la caja envuelta cerca de la puerta y la traje de
vuelta a la cama. No era nada lujoso, pues lo había envuelto yo mismo. Estaba
cubierta de papel de color rojo claro y tenía un arco de oro en la parte superior.

Le tendí la caja y ella la tomó, colocándola en su regazo sobre las mantas.


Sus ojos recorrieron mi cuerpo desnudo, calor y apreciación en ellos. Sonreí y
alcancé un par de calzoncillos y me los puse. Si ella no dejaba de mirarme así, no
duraría los próximos cinco minutos, y mucho menos un par de horas.

Me metí en la cama junto a ella y me acosté de lado, apoyándome en mi


codo.

—¿Vas a abrirla?

Se mordió el labio y bajó la mirada hacia ella. Murphy dio un salto en el


extremo de la cama y se sentó, mirándonos con su cola moviéndose adelante y
atrás. Rimmel tomó la caja y la sacudió.

Cuando eso no le dejó saber nada, sonrió y rompió el papel para abrirlo.
Puse el regalo en una caja blanca lisa, así que la dejó en su regazo y abrió la tapa
para mirar dentro.

Me miró y sonrió.

—Pensé que mi chica de Florida podría utilizar algo para mantenerse


caliente cuando no esté.

—Las amo —dijo y sacó un par de botas de piel blanca. Tenían cintas rojas
en la parte superior para atarlas.

Deslizó sus dedos sobre la suave piel sintética blanca y suspiró en


agradecimiento. Con una en cada mano, se arrojó sobre mí y envolvió sus brazos
alrededor de mi cuello.

—Gracias, Romeo —dijo y me besó en la mejilla—. Las amo.

—Pruébatelas —dije.

Rimmel empujó las mantas y sacó sus piernas desnudas para ponerse las
botas. Se puso una y la ató y después metió su pie en la otra.

Su frente se arrugó.

—Hay algo allí —dijo y rápidamente se la sacó.

—¿Qué es?
—¡No voy a poner mi mano ahí! —chilló—. Podría ser un bicho.

—¿Un bicho? —Me hizo gracia—. ¿Cómo llegaría un bicho allí?

Hizo una mueca y me sacó la lengua.

—¿Quién sabe? Los bichos son así de espeluznantes.

Me reí y metí mi mano en la bota. Ella miró como si estuviera esperando


que algo me comiera la mano. Saqué la caja blanca cuadrada y se la ofrecí.

—Creo que podría ser para ti —le dije y le guiñé un ojo.

Sus ojos se movieron entre mí y la caja que sostenía.

—Las zapatillas eran más que suficiente.

—Lo sé —contesté y se la ofrecí.

Ella la tomó y levantó la tapa. Oí el crujido del papel de seda y luego se


quedó mirando durante unos segundos.

—Necesito mis gafas —dijo, su voz un suave susurro.

Alcancé detrás de mí y las tomé de la mesa y se las entregué. Ella se las


puso y miró de nuevo.

—Es tan hermoso.

Su voz estaba en silencio como si de alguna manera pudiera alterar el


contenido de la caja, y se quedó mirando como si pudiera desaparecer. Me hizo
preocuparme que tal vez no le gustase. Tal vez estaba tratando de pensar en algo
que decir.

—Si no te gusta… —empecé, y ella jadeó.

—Por supuesto que me gusta. —Levantó la vista—. Me encanta. Nunca he


tenido algo así.

Sus ojos estaban medio brumosos y eso me llegó. Era un regalo tan simple.
Había gastado más dinero en mis padres y diablos, incluso en Braeden. Pero sabía
que a Rimmel no le gustaría nada llamativo. Ella no querría nada que pareciera
como si estuviera tratando de impresionarla. Amaba eso sobre ella. Amaba el
hecho de que no esperaba nada en absoluto.

—Pruébatelo —dije y alcancé la caja. No había mucho en la pulsera. La


vendedora la calificó como un brazalete. Era básicamente un alambre grueso de
oro que se envolvía alrededor de su muñeca. En el centro había un corazón de
oro con dos pequeños bucles a cada lado donde el brazalete se enganchaba. Lo
desabroché y Rimmel deslizó su mano a través de él. Una vez que estuvo
alrededor de su muñeca, lo volví a enganchar y lo ajusté para que el corazón
estuviera plano contra la parte superior de su muñeca.

En el centro del corazón, hice que grabaran R & R. Parecía como si hubiese
sido tallado a mano.

—Es tan hermoso. Tiene nuestras iniciales —dijo, pasando su dedo por el
grabado.

—Me conoces —dije medio en broma—. Cualquier manera en que pueda


conseguir mi nombre en ti.

Ella miró hacia arriba. Sentí sus ojos color avellana en mi cara.

—Te amo.

No decía esas dos palabras muy seguido. Creo que la asustaban. Creo que
la hacían sentir vulnerable, como si expresando lo mucho que se preocupaba por
mí de alguna manera lo arruinara, como si de alguna manera sería alejado de ella.

No importaba que yo supiera cómo se sentía. Oírla decirlo me atravesaba


profundamente.

Acerqué su rostro al mío.

—También te amo, nena.

La besé lento y profundo, penetrando su boca de la manera que sus


palabras penetraron mi alma.

Cuando se alejó, miró al oro alrededor de su muñeca y sonrió.

—Elegí dorado porque combina con el collar de tu madre.

—Es perfecto.

Antes de que pudiera acercarla de nuevo, saltó de la cama y fue a la otra


habitación.

—¡Hey! —llamé.

Ella rio y oí una cremallera siendo jalada. Un segundo más tarde,


reapareció, mi camisa casi llegando a sus rodillas, una bota peluda puesta y la
otra fuera de vista.
Me reí y sostuve la otra bota. Se acercó y deslizó su pie dentro. Cuando
terminé de atar el lazo encima, movió una pequeña caja debajo de mi nariz.

—Te conseguí algo.

La así por la cintura y la lancé a la cama, subiendo sobre ella.

Se rio.

—¡Ábrelo!

Aún sentado sobre sus caderas, me enderecé y tomé el regalo de su mano.


Era una pequeña caja rectangular con un lazo verde oscuro atado en el centro.
Deshice el lazo y levanté la tapa.

Dentro había unas placas de identificación con una cadena plateada. La


placa en sí no era plateada, sino un color azul marino.

La saqué de la caja y sostuve la placa en mi mano. El lado frontal tenía mi


nombre y el número de mi camiseta.

Romeo
#24
—Voltéalo —dijo ella, y lo hice.

La parte de atrás también estaba engravada. Decía: Todo es posible. Y debajo


de las letras había un trébol de cuatro hojas.

—¿Sabes lo difícil que es comprar para un chico? —dijo, medio divertida.

Pasé mi dedo sobre el trébol.

—Sé que negaste un boleto fácil a la NFL cuando le dijiste a Omega donde
podía metérselo. Sé que no lo hubieras hecho si no fuera por mí —dijo Rimmel,
y la miré—. Quería que supieras que creo en ti. Sé que vas a llegar allí. Pensé que
tal vez el trébol te traería suerte. No que la necesites…

Detuve sus palabras con un beso. Un caliente, beso abrasador. Gimió


mientras sus dedos se hundían en mi cabello y sus piernas se envolvían alrededor
de mi cintura. Pensamientos sobre darle a su cuerpo un descanso fueron
completamente olvidados cuando moví mi mano bajo el dobladillo de mi camisa
y masajeé su pecho.

Su cabeza cayó a un lado y tomé ventaja de la oportunidad para besar su


hombro desnudo. Mi polla estaba palpitando por ella. La quería tanto que no
podía pensar en nada más. La placa de identificación estaba aún en mi mano
cuando empujé mis bóxer hacia abajo, solo lo suficiente para que saltara libre.

Su entrada estaba ya resbaladiza y caliente. Con un movimiento rápido,


me deslicé dentro de su cuerpo con una larga estocada.

Ambos jadeamos al contacto. Era la primera vez que olvidaba ponerme un


condón. Santa mierda, se sentía tan ajustada y caliente. Todo estaba magnificado,
la manera en que sus músculos apretaban mi piel desnuda, la manera en que sus
jugos empapaban mi polla palpitante.

—Jesús —gruñí, peleando con la necesidad de empujar en ella una y otra


vez.

—Romeo —susurró, sus uñas enterrándose en mi espalda.

—Lo sé, nena. Me olvidé. Lo siento. Lo arreglaré.

Comencé a retirarme y ella gimió, sus dedos apretándose contra mí.


Tragué con fuerza. Esta era la primera vez que estaba dentro de una mujer sin un
condón. No tenía idea que se sentiría así. Era mucho, mucho… más.

—Solo una más —murmuré, empujándome profundo.

Mi cuerpo entero se estremeció y las rodillas de Rimmel comenzaron a


temblar.

En un movimiento fluido, me retiré. Si me permitía estar solo un segundo


más dentro de ella así, no sería capaz de retirarme. Inmediatamente después,
extrañé su calor. Alcancé un condón mientras la necesidad de enterrarme de
nuevo dentro de ella rugía en mí.

Me puse el condón tan rápido como pude y me sumergí dentro


nuevamente. Empujé dentro de ella con fuerza, sobrecogido con emoción y
necesidad. No tomó demasiado para que los dos nos tensáramos contra el otro,
mientras el alivio del placer nos atravesaba.

Cuando se terminó, rodé a su lado y solté una respiración temblorosa.

—¿Eso significa que te gustó? —preguntó, rodando sobre su costado para


verme.

Giré mi cabeza y sonreí.

—¿Tú que crees?

—Eso se sintió realmente bien — susurró.


Gemí y restregué mis manos sobre mi cara. Se sintió tan bien que sabía que
era todo en lo que iba a ser capaz de pensar. Me giré para enfrentarla.

—Nunca he estado con alguien de esa manera.

Detrás de sus gafas, sus ojos se agrandaron.

—¿En serio?

Asentí.

—¿Confías en mí, Rimmel? —pregunté.

—Por supuesto —respondió sin un segundo de duda.

—Quiero examinarme. Solo para estar seguro de lo que ya sé. Estoy


limpio, pero quiero probártelo.

—Te creo —dijo ella.

Sabía que lo hacía. Pero quería probarlo.

—¿Considerarías comenzar con la píldora?

Era mucho para pedirle. Solo habíamos estado juntos por unos pocos
meses.

—Ya me encargué de eso —dijo ella, tomándome fuera de guardia.

—¿Qué? Pensé que no la estabas tomando.

—No lo estaba. Cuando volví a casa en las vacaciones, hice una cita con
mi doctor y conseguí algunas. Me hicieron las pruebas cuando estuve ahí. Estoy
limpia.

Sabía que lo estaría. Infiernos, ni siquiera iba a pedirle hacerse la prueba.


Pero lo hizo de cualquier manera; lo hizo por mí.

—No quiero nada en medio de nosotros —le dije—. Quiero estar tan cerca
de ti como pueda.

—Quiero eso también —susurró, acunando mi mandíbula en su palma.

—¿Estas segura? —pregunté.

Ella asintió.

—Tan pronto como me haga la prueba y los resultados lleguen, voy a tirar
los condones —le dije.
—Me gusta ese plan.

Gruñí y la halé contra mí.

—A mí también.

—¿Vas a usarlo? —preguntó, su voz amortiguada contra mi pecho.

Recordé el collar que empuñaba. Lo sostuve entre nosotros.

—Por supuesto.

Se veía tímida mientras lo sacaba de mi mano y lo sostenía frente a mí para


que deslizara mi cabeza dentro. El metal frío descansó contra mi pecho.

—Soy tu mayor fan, lo sabes —susurró, y luego su estómago gruñó


audiblemente.

Me reí y le di un rápido beso.

—Mi mayor fan está hambrienta.

Hizo una mueca.

—No comí antes de mi vuelo. Temía descomponerme.

—Pizza. Película. Tú en esa camiseta y nada más —dije.

—¿Sidra de manzana? —preguntó.

Estaba obsesionada con ella desde que había comenzado a venir a mis
partidos.

—Sabes que tengo en la cocina —le dije.

—Trato —dijo.

Ordené la pizza mientras ella estaba en la cocina sirviéndose su sidra.

Cuando salí, Murphy estaba sentado en la encimera al lado de una fría lata
de refresco que ella había puesto para mí.

La mayor parte del tiempo de espera por la pizza fue pasado


besuqueándonos, y cuando el timbre sonó, estaba a medias irritado por la
interrupción. Rimmel caminó detrás de mí en sus pantuflas (en las cuales lucía
sexy como el infierno) y mi camiseta.

Mantuve mi cuerpo ocultándola para que el repartidor no pudiera notar


lo caliente que se veía.
Cuando él se alejaba, hice malabares con las cajas de pizza y me moví para
cerrar la puerta. Pero Rimmel no retrocedió. Estaba parada sin moverse, mirando
fijamente fuera de la puerta.

—¿Qué es? —pregunté y volteé para ver.

No vi nada.

—¿Es esa tu madre en la ventana? —preguntó, señalando con su barbilla.

Eché un vistazo a la casa, a una de las ventanas iluminadas. Mi madre


estaba mirando hacia nosotros. Cuando nos notó viéndola, desapareció de vuelta
en la habitación.

Rimmel estaba callada cuando se movió en la sala de estar hacia el sofá y


la TV. Sabía que mi madre hacía que Rimmel se sintiera incómoda. Juzgando por
la vez que se conocieron, no podía decir que la culpaba.

—Oye —dije, dejando las cajas y acariciando su espalda.

Ella giró sus ojos sombríos hacia mí.

—Nunca le voy a agradar, ¿cierto?

La tristeza en su tono causó que la ira se encendiera dentro de mí.

—Por supuesto que le agradarás —murmuré y la halé a mi costado—. Tan


pronto como llegue a conocerte, no será capaz de no amarte.

No me había dado cuenta de lo mucho que el rechazo de mi madre cuando


se conocieron semanas atrás había molestado a Rimmel. Pero lo veía ahora en las
profundidades de sus ojos. Quería llevármelo lejos. Quería arreglarlo.

Pero la verdad era que no estaba seguro de lo que iba a tomar hacer que
mi madre cambie de parecer.
#Chismeaburrido
Recordatorio: Las clases requieren libros. Consigue los tuyos.
#Lalibreríaestáabierta
#Latareaseacerca
… Alpha BuzzFeed.

Traducido por Addictedread y AnnaTheBrave


Corregido por Bella’

Rimmel
Los copos de nieve se arremolinaban a través del aire frío. Afuera, el cielo
gris cubría todo, luciendo un poco ominoso con la amenaza de algo más que
simples ráfagas.

Miré fuera de la ventana de la casa de Romeo, haciendo mi mejor esfuerzo


para evitar mirar la piscina gigante ubicada justo en mi línea de visión. Mis
manos estaban ahuecadas alrededor de una taza de cerámica blanca y el aroma a
canela y clavo de olor flotaba hacia mi nariz, quitando algunos de mis
sentimientos contrariados a causa de la promesa de nieve.

Tenía que admitir que estando de pie aquí con la calefacción a toda
potencia, la sidra caliente en mis manos y las peludas botas en mis pies, la nieve
se veía hermosa, incluso juguetona mientras caía al suelo. Mi primer año de
universidad fue en verdad mi primera experiencia con la cosa, nunca había
viajado más allá de Florida hasta entonces.

Todavía recordaba la maravilla de mi primera nevada. Fue un sentimiento


de corta duración porque en el momento en que tuve que salir y hacer la caminata
hacia las clases, la magia se derritió como deseaba que la cosa blanca hiciera.

Sentí a Romeo aparecer detrás de mí, su gran presencia imposible de


ignorar. Mi cuerpo zumbó con anticipación a su toque, y disfruté ese sentimiento
porque desearlo era algo de lo que nunca me cansaría.

—¿Estás admirando la nieve? —murmuró cuando ambos brazos se


envolvieron alrededor de mi cintura y me empujó dentro del círculo de su
cuerpo. Su barbilla descansó sobre mi hombro y su respiración se filtró en el
cabello junto a mi oreja.

—Está empezando a adherirse al suelo —respondí, tomando una


profunda respiración y empujándome más contra él. Olía bien, como a su
champú. Me hizo pensar en la hora que pasamos en la ducha hace apenas un rato.

Romeo envolvió su mano alrededor de mi taza y tiró suavemente. La solté


y él se enderezó para tomar un sorbo del líquido. Me giré ligeramente para ver
cómo trabajaba su garganta al tragar. Sus ojos azul zafiro me miraron sobre el
borde, y la química que siempre parecía estar entre nosotros alteró el aire.

Él no estaba usando una camiseta, sólo un par de vaqueros y la placa de


identificación que le di, descansaba contra su pecho entre sus increíbles
músculos.

Mientras él dejaba la taza a un lado, extendí la mano para pasar mis dedos
a través de su pecho, pero él la atrapó y dejó un beso en la punta de mis dedos.

—No me tientes —medio gruñó.

Batí mis pestañas inocentemente.

Rio entre dientes.

—Tal como señalaste, la nieve está comenzando a adherirse. Debemos


irnos antes de que comience a caer más fuerte.

No quería irme. Desde que volví de Florida, el único lugar en que había
estado era aquí. Mi dormitorio estaba todavía allí. Todavía estaba compartiendo
con Ivy, pero ella no estaría de regreso en el campus hasta el final del día.

Fue genial ver a mi papá y a mis abuelos, pero estos dos últimos días aquí
en esta casa, con nadie más que Romeo, habían sido lo más destacado de mis
vacaciones de invierno. Estaba lamentando que llegasen a su fin, a pesar de que
sabía que tenía que hacerlo.

—Voy a vestirme —suspiré y me giré.

Se rio y me tiró hacia atrás.

—Todavía tenemos esta noche. —Sus ojos se oscurecieron con promesa.

Las clases no comenzaban hasta pasado mañana, y no planeaba quedarme


en mi dormitorio hasta entonces. Pero necesitaba conseguir mis libros. Nunca
antes los había comprado tan tarde. Sólo esperaba que quedaran algunos.

Mi maleta repleta estaba tirada abierta en el suelo de la habitación de


Romeo. La ropa se derramaba por los costados y amenazaba con caer al suelo.
Tendría que sentarme sobre ella para cerrar la cremallera antes de regresar.
Cuando me fui, sólo había estado medio llena.

Cuando estuve en casa, le mencioné a mi abuela que pensaba conseguir


algo de ropa, unas que no fueran tan holgadas. Considerando que ella pasó la
mitad de mi vida tratando de hacerme usar las últimas tendencias y que ni una
sola vez mostré algo de interés, actuó como si se hubiera ganado la lotería. Insistió
en ir de compras (lo que me alegró porque yo no tenía idea de qué elegir) e
insistió en pagar todo. También insistió en comprar tres veces más de lo que
realmente necesitaba.

Ivy iba a delirar cuando viera toda la ropa nueva.

Las cosas que había comprado eran hermosas, pero tenía que admitir que
todavía prefería los pantalones de chándal, blusas holgadas y el cabello
desordenado. Pero me había dicho a mí misma que este semestre dejaría los
pantalones que me hacían tropezar por todos lados y trataría de usar cosas que
fueran un poco más halagadoras.

Saqué un par de vaqueros ceñidos de color desteñido y arranqué la


etiqueta. Una vez que me deslicé dentro de ellos, excavé en busca de una blusa
abrigada, mi mano aterrizó sobre un suéter con líneas horizontales de color gris
y blanco, el cual era grueso y caliente. Lo puse sobre mi sujetador y mi camiseta
blanca y disfruté la forma en que el dobladillo cayó sobre mi trasero.

La pulsera que Romeo me dio aún estaba en mi muñeca. Planeaba nunca


quitármela.

Mi cabello era un desastre porque todo lo que Romeo y yo habíamos hecho


desde que llegamos fue alternar entre el sofá y la cama, así que pasé mi cepillo a
través de los nudos y rápidamente lo amontoné sobre mi cabeza.

Romeo estaba junto a la puerta, atando los cordones de un par de botas de


cuero café. Después de que pusiera sus vaqueros sobre los cordones, se enderezó
y sonrió. Estaba vestido con una camiseta roja de mangas largas.

—¿Ropa nueva? —preguntó mientras se ponía su chaqueta universitaria.

—Sí —dije un poco cohibida. No estaba acostumbrada a que las personas


miraran mi ropa o notaran la forma en que me vestía.

—Luces sexy —dijo con admiración.

Sonreí.
—¿Dónde está tu sudadera con capucha? —preguntó.

Debería haber sabido que querría que usara su sudadera, ya que


estábamos yendo al campus. Miré fuera de la ventana. Ahora la nieve estaba
cayendo un poco más pesada.

Volví corriendo al dormitorio, excavé en el fondo de mi maleta y saqué mi


nuevo abrigo. Me encantaba usar la sudadera con capucha de Romeo, pero hoy
simplemente estaba demasiado helado. Necesitaba un abrigo.

Me puse la campera inflada de color blanco y le subí la cremallera mientras


caminaba. El interior estaba forrado con polar y era cómodamente cálido. La
enorme capucha se extendía contra mi espalda y era salvaje con un forro de piel
sintética de color gris.

Romeo levantó una ceja cuando aparecí, y tomé su mano.

—No necesito usar tu nombre hoy porque vas a estar justo a mi lado.

Gruñó y salimos al fresco aire de invierno. Inhalé profundamente ante el


frío y me apreté en el costado de Romeo mientras caminábamos.

Se rio entre dientes y envolvió un brazo alrededor de mis hombros.

Mis ojos no pudieron evitar vagar hacia la piscina donde salvajes copos de
nieve golpeaban el agua y se disolvían instantáneamente. También había una
ligera nube de vapor que se levantaba hacia la parte superior.

—¿Por qué tus padres no cubren la piscina en el invierno como todo el


mundo? —pregunté, mi voz sonando más gruñona de lo que tenía previsto.

No pude evitarlo. Mi madre se ahogó en una piscina. Yo encontré su


cuerpo. La visión del agua teñida de rosa y su cuerpo sin vida en el centro me
hacía temblar.

Romeo me abrazó un poco más cerca e inclinó su cuerpo para que así ya
no tuviera que ver la piscina. Nuestros pasos se aceleraron hacia el Hellcat, el
ronroneo de su motor ya funcionando, ya es como un sonido familiar.

—Porque a mi mamá le gusta la forma en que se ilumina en la noche. Dice


que es bonita para fiestas y para ver cómo los copos de nieve se derriten en el
agua caliente.

—Mantenerla caliente todo el invierno tiene que ser costoso —murmuré.


La mención de su madre borró el feo recuerdo de encontrar a la mía muerta. A
Valerie no le gustaba. Pensaaba que yo quería algo de Romeo, un punto que dejó
muy claro la noche que nos conocimos.

Traté de no mostrar lo mucho que me molestaba, pero lo hacía. Tal vez


fuera porque hace mucho que no tenía a mi madre aquí y una relación amistosa
con la madre de Romeo habría sido agradable. Sabía que nadie podría
reemplazar a mi madre alguna vez, pero llevarme bien con ella era importante
para mí.

—Estoy seguro que lo es —respondió Romeo, sacándome de mis


pensamientos. Abrió la puerta del copiloto del Hellcat y me indicó que subiera.

Una vez que estuve dentro, se acercó a mí y tiró el cinturón de seguridad


a través de mi pecho. No me molesté en decirle que podía abrocharlo yo misma.
Nunca escuchaba

—No lo mantienen a la temperatura para nadar —continúa él—. Sólo


lo suficientemente caliente para que no se congele.

Una vez que él estuvo en el asiento del conductor, prendió la calefacción


y ésta se derramó dentro del auto. El encendido remoto que instaló era lo mejor
del mundo. Significaba nunca tener que esperar para que la calefacción entrara
en calor.

Después de que los limpiaparabrisas limpiaran toda la nieve del vidrio, se


dirigió hacia la calle. Mis ojos volvieron a la piscina mientras él conducía y
permanecieron atados a ella hasta que estuve fuera del lugar.

El campus no estaba tan abarrotado como de costumbre, a pesar de que


había gente paseando mientras los estudiantes regresaban de las vacaciones de
invierno. El lugar de estacionamiento de Romeo estaba vacío (como siempre) y
entró con facilidad. Me abracé contra el frío una vez más mientras corríamos
hacia el edificio con la biblioteca del campus dentro.

El aroma a café y a comida nos recibió en la puerta porque el nivel de


arriba del edificio era la zona de restaurantes.

En la planta baja, las personas paseaban consiguiendo libros y suministros,


y la fila en la caja registradora era más grande de lo que me hubiera gustado.
Como de costumbre, al segundo en que Romeo entró, fue el centro de atención.
Las personas decían su nombre y le daban palmadas.
Mientras él hablaba y bromeaba con la gente que se había acercado a
nosotros, me enfoqué en sacar mi lista de libros y suministros. Traté de
deslizarme a través de la multitud para comenzar mis compras, pero Romeo
apretó su mano alrededor de la mía. Miré hacia arriba hacia él, y me sonrió.

A pesar de que me estaba impidiendo huir, le devolví la sonrisa.


Probablemente le sonreiría si estuviera muriendo. Sólo mirarlo me llenaba de
alegría. Era la razón por la cual estaba aprendiendo a lidiar con su estatus de
celebridad. Esto venía con él, y Romeo no era alguien al que quisiera renunciar.

—Me encanta tu abrigo ―dijo alguien a un lado.

Romeo me empujó porque no me había dado cuenta que ella estaba


hablando conmigo. Salté un poco y me giré hacia ella. Era alguien con quien
nunca había hablado antes. La había visto por ahí. Parte de mí pensaba que
podría ser una animadora.

―Gracias ―dije, forzándome a mí misma a no encogerme en su costado.


Romeo no necesitaba una novia que huyera de su vida. Él necesitaba a alguien
para abrazar, exactamente de la manera en que me había abrazado.

Le di a la chica una triste sonrisa y dije:

—Intentar encontrar un abrigo en Florida es casi imposible.

Sus ojos se ampliaron un poco cuando le di una respuesta de más de una


palabra. Pero se recuperó y sonrió.

—¿Eres de Florida?

Asentí.

Suspiró.

—Qué suerte. Amaría vivir junto a la playa.

—Quizás algún día —dije ya que no sabía qué más decir. Esta era la
conversación más larga que había tenido con una amiga de Romeo. Además de
Braeden, por supuesto.

Como si lo hubiese invocado, Braeden se materializó cerca y gritó:

—¡Rome! ¿Dónde te has estado escondiendo?

La multitud se separó ligeramente para dejar pasar al mejor amigo de


Romeo, y él sonrió cuando me vio allí.
—Ah —dijo—. La chica tutora está de vuelta.

Suspiré dramáticamente. ¿Iba a dejar de llamarme así alguna vez?

Braeden se metió en el centro de la pequeña multitud y me rodeó con el


brazo, y Romeo soltó mi mano mientras Braeden me tiraba a su lado.

—Ha estado insoportable mientras no estabas —dijo. Era consciente que


todo el mundo veía el afecto fácil que me mostraba. Me incomodaba un poco,
incluso si lo disfrutaba.

—Lo dudo —dije, pinchándolo en las costillas—. Probablemente estabas


molestando.

La gente a nuestro alrededor rio, y Braeden silbó.

—Rome, necesito pedir prestada a tu chica. Ella sabe de libros y no puedo


encontrar el que necesito.

Empujó su papel arrugado debajo de mi nariz y me alejó de la multitud


para que yo le ayudara.

Encontré el libro en unos tres segundos y se lo entregué con una mirada


de ¿es enserio? en mi rostro.

—Parecía que se estaba llenando de gente allí —dijo él, tomando el libro.
Sus ojos tenían una mirada conocedora.

Lo había hecho a propósito. Sabía casi tan bien como Romeo lo incómoda
que podía sentirme.

—Gracias —le dije, y lo decía en serio.

—Cuando quieras, tutora.

—Tengo un nombre, ¿lo sabías? —comenté.

—Lo sé. —Sonrió. Fue la única respuesta que tuve. Definitivamente no dijo
que comenzaría a usarlo—. Así que, ¿Missy ya volvió de su descanso?

Lo miré de reojo.

—¿No has hablado con ella?

Se encogió de hombros.

—¿Por qué lo haría?


Porque estaban acostándose… Al menos, lo habían estado haciendo antes
de que todos nos fuéramos.

—Uhhh —respondí, sintiéndome incómoda de repente. Probablemente no


debería tener que señalarle algo así.

Braeden sonrió, pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él. Sus
movimientos abruptos ocasionaron que perdiera el equilibrio y cayera contra él.
Su sonrisa se transformó en risa mientras me estabilizaba.

Me enderecé y empujé mis lentes.

—Creo que vuelve mañana.

—Genial.

Fruncí el ceño.

—¿Realmente no has hablado con ella?

—Nop. —Se encogió de hombros como si no fuera un gran problema. Me


pregunté qué pensaba Missy al respecto.

—Así que, ¿ustedes no están saliendo en realidad? —presioné.

Braeden suspiró, pasó su brazo alrededor de mis hombros, otra vez, y me


condujo hacia una pila de libros.

—Tan inocente —murmuró—. Chica tutora, como tu mejor amigo y auto-


denominado hermano mayor, siento que es momento de enseñarte sobre el
mundo real.

—¿Eres mi auto-denominado hermano mayor? —pregunté, levantando


la vista hacia él.

Asintió como si fuera algo obvio.

—Tú y Rome… son una excepción a la regla. Ustedes dos van en serio,
pero la mayoría de los chicos, chicos como yo, no buscamos sentar cabeza. Les
gusta…

—¿Divertirse? —terminé por él, ligeramente divertida.

—Exactamente.

—Pero, ¿qué pasa con las chicas? —pregunté.

Me miró confundido. Suspiré.


—Tal vez soy yo quién necesita enseñarte, hermano.

Levantó una ceja.

—Los chicos querrán divertirse —dije, usando sus palabras—, pero las
chicas tienen más problemas intentando no involucrar sus sentimientos.

—Relájate, chica tutora —dijo Braeden—. Sé cómo manejar las cosas.

No sabía qué significaba eso, pero esperaba que Missy no resultara herida.

Romeo apareció frente a nosotros, cruzando sus brazos sobre su amplio


pecho, y nos miró fijamente a ambos. A Braeden no pareció importarle la mirada
de muerte que estaba recibiendo.

—Te ves terriblemente cómodo con mi chica.

—Sólo le enseñaba a nuestra chica sobre cómo funciona el mundo —


respondió Braeden tranquilamente.

—¿Nuestra chica? —repitió Romeo.

—No hagas tanto problema. —Braeden sonrió.

Interrumpí su charla de machos con una charla propia.

—Estaba preguntándome por Missy.

Romeo sonrió.

Braeden quitó sus brazos de alrededor de mí y me dio una mirada de


traición.

—¿Qué paso con la confidencia de hermano-hermana?

Me reí.

—Hermano, hay una chica ardiente haciendo fila allí —dijo Romeo,
señalando con su barbilla—. Ponte en la fila detrás de ella.

Braeden volteó y una sonrisa se esparció lentamente por su mandíbula sin


afeitar.

—Rayos —dijo—. Buen ojo, Rome. —Levantó su puño y Romeo lo chocó.

—Chica tutora —dijo Braeden, y luego se fue. Lo miré mientras se ponía


lentamente en la fila justo detrás de la chica que Romeo había declarado ardiente.

Ella era todo lo opuesto a mí. Parecía una de esas chicas que iban a esquiar
sólo para conquistar hombres, que pasan su tiempo cómodas junto al fuego, en
algún exclusivo centro de esquí. Vestía un par de calzas negras ajustadas, botas
blancas altas, una remera de mangas largas color rosa fuerte, y un chaleco blanco
cerrado sobre su abundante pecho. Su cabello demasiado rubio estaba recogido
y tenía unos lentes de sol sobre su cabeza.

Lo único que delataba que en realidad no estaba esquiando era que sus
brazos estaban llenos de libros, y que todos estábamos en una biblioteca.

Braeden dijo algo y ella volteó. Por la manera en que su cuerpo se acercó
al suyo pude ver que estaba interesada.

Eso dejó una sensación horrible en mi estómago.

—Oye —dijo Romeo, a mi lado.

Quité mi mirada de Braeden y me concentré en la lista en mi mano.

—Creo que el primer libro que necesito está por aquí —dije, yendo en esa
dirección.

Romeo me tomó por el codo y suavemente me giró.

—¿Qué pasa?

—Solías ser como él —solté. Luego apreté mis labios, regañándome por no
pensar antes de hablar.

Las cejas de Romeo se juntaron.

—¿Braeden?

Asentí.

—Te gustaba divertirte. Estabas con una chica diferente cada día… —Hice
una pausa y tomé aire—. Chicas lindas.

Algo muy cercano a la furia iluminó sus ojos y ardió como la parte más
caliente de una llama. Antes de que pudiera retroceder, sus grandes manos
pasaron bajo mis brazos y se engancharon debajo de mis hombros. Romeo me
levantó del suelo como si fuera fácil, como si no requiriera esfuerzo alguno. Mis
pies pendían en el aire mientras él me levantaba para que estuviéramos frente a
frente.

—Mil de esas chicas —dijo, señalando con su cabeza en dirección a


Braeden—, no podrían reemplazarte.
—Romeo —susurré, atraída por la llama azul que titilaba en sus ojos.

—Sabes que fui así alguna vez. Nunca fue un secreto. Pero ahora eres tú,
Rim. No hay nadie más, ni podría haberlo.

Aunque habló en voz baja, pude sentir toda la sala oyéndonos. Mi cuello
picaba por las cientos de miradas, pero no me importó. Sus palabras me habían
penetrado. Tomaron los sentimientos de duda que crecían en mi interior y los
hicieron desaparecer.

Sonreí y algo en sus ojos se relajó. Preocupación que no había notado hasta
que el momento pasó. Me dio una de esas sonrisas torcidas tan encantadoras y
me acercó para besarme.

Fue un beso rápido, pero más que efectivo.

Cuando mis pies tocaron la tierra, la realidad me golpeó y noté la gran


audiencia que teníamos.

Comencé a agachar mi cabeza, pero Romeo tomó la lista de mi mano y me


arrastró a la sección más cercana. Así de rápido, todo pareció reorganizarse.
Todos se movieron de nuevo, y la sala volvió a la vida.

Mis labios picaban mientras me estiraba para tomar un libro que


necesitaba, y comencé a revolver la pila, buscando alguno usado (costaban
mucho menos). Romeo se acercó y me ayudó a buscar.

Unos segundos más tarde se alejó, su cuerpo rígido.

—¿Encontraste alguno? —pregunté, volteándome.

Sus manos estaban vacías y su cuerpo irradiaba tensión.

—¿Romeo? —dije, presionando mi mano contra la parte baja de su


espalda. Sus músculos reaccionaron, tensándose al instante.

Miré a su alrededor, preguntándome qué podría causar semejante


reacción.

Debí saberlo.

No era un qué, sino un quién.

Zach.

Juzgando por el semi gruñido que se formó en sus labios y el brillo


calculador en sus ojos, no había venido por un libro como el resto de nosotros.
No, había venido por un trozo de Romeo.
#OhOh
Los viejos hábitos tardan en morir y parece que también algunas rivalidades.
#TodoElMundoAmaARomeo #ExceptoPorUno
#ComprarLibrosAcabaDeVolverseInteresante
… Alpha BuzzFeed

Traducido por StefaniaVera


Corregido por Kish&Lim

Romeo
Maldito Zach.

Si existiera un premio al pendejo del año, él sería el campeón reinante.

Estaba tan carcomido por la reputación de su padre, el dinero de su padre,


y todo lo que él pensó que era, que nunca se detuvo a considerar la verdad.

Solo era un perdedor con una tarjeta de crédito.

Tal vez en el pasado nunca me di cuenta de eso. Demonios, tal vez era el
tipo de chico que pensaba que el dinero igualaba la clase. Tal vez pensé que el
aire de arrogancia que Zach usaba como armadura lo hacía superior a los demás.

Y luego me enamoré de una chica que era el epítome de lo opuesto a mi


mundo.

Ella destrozó todo lo que pensé que sabía. Y aunque ella pudiera ser la que
estuviera usando lentes, era yo quien finalmente veía claramente.

Nuestros ojos se cruzaron a través de la librería. Sus labios curvados como


si tuviera algo desagradable que decir, y en parte quería que lo hiciera. Me
encantaría tener una excusa para borrar esa mirada de su cara.

El sonido familiar de teléfonos sonando fue en parte distractor, pero


ninguno de los dos miró hacia otro lado. Era como si estuviéramos atrapados en
un concurso de miradas para ver quien retrocedería primero.
La pequeña mano de Rimmel se deslizó en la mía, sus dedos curvándose
contra mi palma mientras su pulgar se curvaba y tironeaba. Aun así, no aparté la
mirada de Zach.

—Romeo. ―Su voz era baja y tironeó mi mano de nuevo.

Los ojos de Zach se deslizaron a donde ella estaba a mi lado, y una sonrisa
dividió su rostro. Mi labio superior se curvó en respuesta, y me volteé
rápidamente, dándole la espalda y bloqueando a Rimmel de su vista.

Ella levantó su teléfono con un suspiro. Era un Buzz sobre mí y Zach. Miré
alrededor y la gente apartó la mirada. No pude evitar preguntarme quién le fue
corriendo al JefedelChisme acerca de mi concurso de miradas.

La gente necesitaba conseguirse una vida.

―¿Alguna vez te preguntaste quién es JefedelChisme? —preguntó


Rimmel.

―Nope ―respondí sinceramente―. No podría importarme menos.

Se metió su teléfono en el bolsillo.

―Bueno, seguro que se preocupan por ti.

―Vamos a buscar tus libros. ―Quise voltearme a donde Zach había estado,
pero resistí la urgencia. No iba a empezar nada con él aquí, ahora. No cuando
Rimmel estaba a mi lado. No me gustaba la forma en que la miraba, como si él
fuera un depredador y ella su presa.

Juro que ella necesitaba como veinte kilos en libros. Parecía que en cada
fila que pasábamos ella tenía que añadir otro a su pila.

―Demonios, si hubiese sabido que necesitabas tantos, me podría haber


saltado el entrenamiento esta mañana —bromeé.

Ella resopló y se volteó para decirme algo con una sonrisa en sus labios.
Pero las palabras parecieron quedar atrapadas en su garganta y sus ojos pasaron
sobre mi hombro, luego de regreso a mí.

―Aun juntos, veo ―dijo Zach detrás de mí.

Me puse a toda mi altura y me giré completamente, inclinando mi cuerpo


para que bloqueara completamente a Rimmel de su vista. A pesar de que me
vengué por lo que le hizo a ella en la casa embrujada, no iba a olvidarlo. No quería
que estuviera cerca de ella.
Detrás de mí, Rimmel intentó dar un vistazo a mí alrededor, puse mis pies
más firmemente en el suelo y me moví para bloquearla.

Su pequeño y lindo jadeo de frustración solo me hizo estar más


determinado en mantenerla fuera de su vista, de mantenerla protegida.

Zach tenía cabello oscuro que se mantenía parado en la parte delantera y


fue cortado cerca de su cabeza alrededor de sus orejas y cuello. Era un corte de
niño bonito en el que probablemente pasaba treinta minutos cada mañana.
Estaba vestido con un pantalón vaquero y un abrigo azul marino con demasiados
malditos botones. ¿Para qué demonios necesitaba un chico tantos botones? A
menos que estuviera sobrecompensando otras áreas en donde le faltaba.

El pensamiento me hizo sonreír.

―Puedes pararte en frente de ella todo el día, Anderson. Pero aun sé que
ella está ahí ―dijo Zach, dándome una sonrisa.

Unos pocos susurros se extendieron a través de la tienda mientras todos


en el lugar escuchaban atentamente nuestro intercambio. Desde que Zach fue
destronado de su presidencia de Omega y fue dicho que yo estuve involucrado,
los rumores volaron alrededor del campus más rápido que el tempestuoso viento
de invierno.

Sin embargo, no di dos mierdas acerca de los rumores. Continúe como


siempre. Sonreí, bromeé, y jugué futbol. Si alguien pensó que mi participación
fue sospechosa, nunca lo dijeron en mi cara o al alcance del oído de cualquiera
de mis amigos.

Demonios, en lo que a mí respecta, era un nuevo semestre. Todo lo que


pasó con Omega estaba en el pasado, noticias viejas. No tenía interés alguno en
traerlo todo de vuelta.

Claramente, Zach tenía otras ideas.

—¿Qué demonios quieres, Bettinger? ―le pregunté, ya aburrido de él.

―Quería hacerte saber que no me he olvidado de lo que hiciste.

―¿Lo que hice? ―Mantuve mi voz tranquila, casi conversacional. Levanté


mis cejas―. ¿Y que fue eso?

Él se acercó, un gruñido estropeando sus rasgos de niño bonito.

―La venganza es una perra ―dijo en voz baja.


―¿Es eso una amenaza? ―Todos los músculos en mi cuerpo se tensaron.
Mis ojos se estrecharon en su rostro.

Braeden apareció a mi lado, plantando sus pies en el suelo e imitando mi


posición. Sus brazos se cruzaron encima de su pecho mientras miraba a Zach.
Pero me habló a mí.

―¿Qué pasa, Rome? ¿Problemas en el vecindario?

―Nada que no pueda manejar. ―Miré directamente a los ojos de Zach


cuando respondí.

―Yo no hago amenazas ―respondió Zach, mirándome de regreso―. Hago


promesas.

No pude evitarlo. Sonreí.

―¿Qué carajos es esto? ―pregunté―. ¿Alguna película cursi después de la


escuela?

Un par risitas flotaron a través de la tienda a nuestro alrededor, y Zach se


puso rígido.

―Vete de aquí, hombre ―dijo Braeden―. Antes de que te avergüences más.

Luego de otra larga y cargada mirada de Zach, se giró.

―Te veo luego, Rimmel ―dijo Zach, haciendo que los músculos entre mis
omóplatos se apretaran juntos.

Braeden puso una mano en el centro de mi pecho como si supiera que


estaba a segundos de agarrar a ese bastardo por la parte trasera de su cuello y
plantar su cara en la superficie dura más cercana.

―Olvídalo ―dijo Braeden en voz baja.

Gruñí y me giré hacia Rimmel. Ella me dio una mirada fulminante y luego
a Braeden.

―¿Acerca de qué demonios fue todo eso?

Braeden silbó entre dientes.

―La chica tutora se puso molesta.

Rimmel entrecerró sus ojos.

Braeden habló rápidamente.


―Me tengo que ir. Una chica sexy está guardando mi lugar en la fila. —Me
dio una palmada en el hombro y se fue.

―Cobarde ―murmuré detrás de él, y se rio.

Puse mi brazo alrededor de los hombros de Rimmel y la dirigí hacia la


siguiente pila de libros que necesitaba.

―Solo está molesto porque ya no es el presidente de Omega.

―Parece creer que tú eres la razón ―dijo en voz baja.

No le dije a Rimmel acerca de mi participación en arrestar a Zach, lo que


le hizo perder la presidencia. No necesitaba saber todo eso. Quería que tuviera
una negación plausible. Había pasado por suficiente debido a mí, y no estaba a
punto de ponerla a través de más. Además, nadie necesitaba saber excepto el par
de personas que ayudaron a prepararlo, y sabía que ellos no iban a hablar. No
querían arriesgarse a la ira de Zach.

Especialmente desde que seguían en la misma fraternidad.

Resulto ser que su pequeño “robo” al decano fue suficiente para


conseguirle una noche en la cárcel y la pérdida del primer puesto en Omega, pero
no fue suficiente para ser completamente botado. Debería haberlo sido, pero
Zach no estaba sin conexiones. Su papá jaló algunas cuerdas, pidió algunos
favores, y estaba aún en la hermandad.

Me preguntaba cómo era para él estar allí desde que había sido rebajado
un escalón o dos.

―Romeo ―dijo Rimmel cuando no respondí inmediatamente.

La miré y sonreí.

―Las personas que odian van a odiar.

Su mano se deslizó entre mi camisa y chaqueta dándome un toque en las


costillas.

―Esa no es una respuesta.

Cubrí sus labios con los míos y exploré el interior de su boca con mi
lengua. Entonces retrocedí ligeramente y hablé contra sus labios.

―Me estoy muriendo de hambre. Vamos a conseguir tus libros e irnos de


aquí. ―Me eche más hacia atrás para mirarla a los ojos. Hoy había manchas
verdes en sus profundidades―. Te llevare a almorzar.
―¿Qué hay de la nieve? ―preguntó.

Me encogí de hombros.

―Entonces, conseguiremos comida para llevar en el camino a mi casa.

Si pensaba algo más sobre Zach, no lo mostró.

Por supuesto, eso no me hizo sentir mejor porque él estaba en el fondo de


mi mente y también la oscura manera en la que me miró cuando prometió
venganza.

Ya no sentía que iba a ser capaz de dejar el último semestre donde


pertenecía, en el pasado.

Si hoy era alguna indicación, Zach estaba arrastrando todo nuestro


equipaje viejo al presente.
Nuevo año. Nuevo semestre. ¡Las clases empiezan de nuevo! ¡Bienvenidos de nuevo ALPHA U!
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Genevieve y AsheDarcy


Corregido por Bella’

Rimmel
Las chicas todavía nos miraban.

O mejor dicho, miraban a Romeo dondequiera que fuéramos. Era


prácticamente el sol del universo universitario.

Como resultado, me miraban también. Primero porque estaba a su lado,


pero luego las miradas se volvieron curiosas, algunas envidiosas.

Nunca me acostumbré a ello el semestre pasado, y ahora sabía, sólo por


unos momentos en el campus, que no lo haría este semestre tampoco. Había una
nueva dimensión en las miradas ahora. Además de la curiosidad habitual,
también había algo más.

Asombro.

La gente se sorprendía que todavía estuviéramos juntos.

Sentí que mis mejillas se calentaban un poco mientras caminábamos por


el frío, y las ráfagas blancas cubrían el cabello oscuro alrededor de mis hombros.
Sabía lo que estaban pensando.

Pensaban que se cansaría de mí. Que superaría cualquier fase que lo


poseyó a salir conmigo en primer lugar. Aunque las miradas silenciosas y los
susurros malvados se burlaban de mi mente, me negaba a ceder.

Caminé con orgullo, llevando mis cosas a través del estacionamiento con
mi barbilla elevada.

Romeo lideraba el camino. Incluso cargado con mi maleta casi estallando


y un par de bolsas extra, todavía era elegante y atlético. Sus piernas eran
poderosas y ágiles mientras caminaba a través del suelo, sus zapatillas dejaban
impresiones oscuras contra la nieve recién caída que cubría el asfalto. Me
maravillé de lo grande que esas formas oscuras parecían y se veían por encima
de mi hombro, de vuelta a donde mis huellas seguían a las suyas.

Mis pies eran la mitad de su tamaño. Era casi cómico ver las dos una al
lado de la otra. Unas eran mucho más intimidantes que las otras. Estaba tan
atrapada en maravillarme de la diferencia de talla, por supuesto, que no estaba
prestando atención a lo que hacía.

Mi pie golpeó el frente de la acera y fui volando hacia adelante. Dejé


escapar un pequeño chillido cuando la bolsa que llevaba salió volando de mis
manos y salió a la derecha. Caí sobre la fría y húmeda acera de hormigón. Mi
bolso se cayó de mi hombro y se enredó alrededor de mí y todo se fue rodando
por todas partes.

La gente se detuvo y me miró fijamente. Algunas de las chicas se rieron.

Aterricé de costado, mi cadera se llevó el peso de la caída. Me dolía y ardía


por el golpe, pero lo ignoré y luché por sentarme rápidamente. Realmente no
tenía sentido apurarse para que nadie lo viera.

Todo el mundo lo vio.

Un par de piernas revestidas de jean aparecieron ante mí, y mi maleta y


todas mis otras cosas cayeron cerca.

—¿Qué estás haciendo ahí abajo? —exclamó Romeo con las manos en las
caderas mientras me miraba con divertidos ojos azules.

—Hacer un ángel de nieve —bromeé. Eché un vistazo a mis manos, que


estaban cubiertas de nieve húmeda y trozos de sal (para evitar que el pavimento
se helara).

Claramente, el hielo no era necesario para que cayera.

Un pequeño grupo de chicas “simplemente pasó”, y por eso quiero decir


que habían mirado a Romeo con ojos de cachorrito de pero y me dieron miradas
crueles. Cuando caí, lo tomaron como una oportunidad para descender como
buitres acechando a los muertos.

Su líder era la chica que se me acercó el primer día que llevaba la sudadera
con capucha de Romeo en el campus y me dijo que se aburriría. A medida que
sea acercaban más, mirando como clones de la película Chicas Pesadas, vi la
mirada calculadora en sus ojos. Esto no iba a ser bueno.

Me levanté del suelo para no sentirme tan vulnerable, pero la nueva nieve
estaba resbaladiza y mi mano se deslizó justo debajo de mí y volví a caer de
nuevo.

Romeo se encontraba allí de inmediato, la luz provocadora en sus ojos se


fue cuando él deslizó su mano alrededor de mi espalda y comenzó levantarme.

—Cuidado, nena —dijo suavemente.

Las chicas se encontraban detrás de él, así que supe que no las había visto
acercarse. Se detuvieron como una unidad, y me preparé para lo que su líder
estaba a punto de decir.

Llevaba vaqueros ajustados (quiero decir, en serio, ¿cómo se sentaba y


todavía respiraba?) y un abrigo de diseñador con una bufanda con monograma
envuelta a la moda alrededor de su cuello. Sus botas eran de tacón alto, de
gamuza y atadas por detrás con cinta contrastante.

—Vaya —dijo, abriendo sus labios perfectamente pintados de rosa—. Lo


vi desde allá. Eso pareció doler —lo dijo bastante amistosamente, pero cualquiera
que pudiera ver el giro en su boca cuando lo dijo, sabría que era diferente.

Romeo se detuvo de ponerme de pie. Sentí sus ojos en mí. Luego sus labios
se tensaron cuando se giró y miró por encima de su hombro.

—Señoritas —dijo como si estuviera saludando a un grupo de amigos


bienvenidos. La molestia me apuñaló el estómago como agujas diminutas.

No es que quisiera que fuera grosero, pero ¿tenía que sonar tan acogedor?

—Romeo —ronroneó Cruella DeBarbie (no sabía su verdadero nombre,


pero éste encajaba)—. ¿No te has aburrido de esta torpe mula aún?

Incapaz de detenerme, jadeé y me puse de pie. Si quería llamarme mula,


le mostraría el asno que podía ser.

Romeo sacó su brazo y me impidió caminar. Choqué contra él, y si sus


dedos no me hubieran agarrado deliberadamente para estabilizarme, me habría
caído de nuevo.

—En realidad —dijo Romeo con voz tranquila—, estoy muy aburrido.

Tres sonrisas fueron dirigidas hacia mí. Qué montón de idiotas.

—La vista desde donde estoy deja mucho que desear.

Una por una, vi sus ojos abrirse cuando se dieron cuenta que la vista a la
que se refería era ellas. Sin decir otra palabra, se giró y me miró, su mirada se
volvió suave.

—No hay necesidad de hacer ángeles de nieve, nena —dijo lo


suficientemente alto como para que las arpías de mandíbula floja oyeran—. Ya
te pareces a uno con toda esa nieve en tu cabello.

Antes de que pudiera decir una palabra, me levantó y presionó su boca en


la mía. Mis piernas se arrastraron alrededor de su cintura sin pensarlo, y lo besé
mientras la suave nieve caía sobre nuestras caras. Su lengua era cálida comparada
con el aire, y lo bebí con avidez. En algún lugar en medio de nuestra exhibición
pública de afecto, oí unos bufidos y unas botas.

Lentamente, retrocedió y me puso cuidadosamente en el suelo, su frente


tocó la mía, y me miró.

—¿Esa es la chica que te dijo algo el último semestre?

—¿Cómo lo supiste?

—Pensé que iba a tener que refrenarte. —Sonrió—. Estabas a punto de


tirarte a ellas.

—Probablemente me habría avergonzado —le confié. Me moví así


nuestras narices se tocaban, así como nuestras frentes.

—Hubiera apostado dinero en ti. —Me dio un rápido beso en los labios
antes de inclinarme al desorden que hice en la acera.

Trabajamos rápidamente, metiendo todo de mi bolso de nuevo dentro.


Cuando terminamos, Romeo se enderezó y me dirigió una sonrisa amplia y
descarada.

—Tal vez debería cargarte. Puede ser más seguro.

—Jaja.

Arriba en mi habitación, Ivy ya había desempacado completamente.


Bueno, si por desempacar significaba que su ropa ya estaba esparcida por toda la
habitación.

Chilló cuando entré y corrió hacia mí como si no nos hubiéramos visto en


meses en vez de semanas. Sonreí cuando Romeo entró detrás de mí, bloqueando
el camino de Ivy. Sus ojos siguieron mi gigante maleta mientras él la arrastraba,
y cerré la puerta.

—Tu maleta no estaba tan llena cuando te fuiste de aquí —dijo. Juraba que
tenía algún tipo de sensor para ropa nueva.

—Fui de compras —dije con indiferencia.

Chilló y me reí. El pobre Romeo fue prácticamente atropellado por su


intento de llegar a la bolsa, y la abrió antes de que pudiera tirar el resto de mis
cosas en la cama.

—OhDiosmío —dijo, las palabras apresurándose juntas. Miró fijamente el


lío de ropa como si fuera algún santuario sagrado—. ¡Mira todo esto!

Romeo me miró como si estuviera confundido, y me encogí de hombros.


Ivy se apartó de mi nuevo vestuario a la moda y me agarró, dándome un gran
abrazo. Estaba un poco desprevenida por su afecto. Tener un círculo de amigos
todavía se sentía tan nuevo para mí, pero era agradable, así que la abracé.

—Comenzaba a pensar que no llegarías nunca aquí —dijo, volviendo a mi


ropa y sacándola una por una.

—He estado en casa de Romeo.

Ivy lo miró.

—¿No estás muy ocupado preparándote para el campeonato?

Al parecer, este juego era una gran cosa. Era como el Superbowl de fútbol
universitario. Y Romeo era el mariscal de campo titular. Pasó la mayor parte de
su descanso de invierno jugando en los juegos finales. No dijo mucho sobre el
juego, pero sabía lo importante que era. Sabía lo que podía significar para su
carrera.

Le dio el tratamiento completo de Romeo, pasando una mano por su


cabello rubio, sonriendo, y mostrando esos ojos azul bebé a ella.

—He estado haciendo mi entrenamiento.

Ivy pareció aturdida por un minuto, pero luego se recuperó para decir:

—Bueno, definitivamente pareces haber estado entrenando.

—Acabo de salir con Murphy cuando estaba en la práctica —agregué y me


acerqué a él. Su brazo se envolvió en mi cintura y me tiró hacia su costado.
Automáticamente, mi mejilla estaba contra su pecho, y suspiré.

—Hablando de… tengo que irme. Necesito estar en el campo. —Su voz
resonó a través de su pecho y contra mi oído mientras hablaba.
Suspiré y salí de sus brazos. Me entristeció que nuestros dos días juntos
hubieran terminado y que estaría aquí esta noche sin él. Las clases comenzaban
mañana, y sabía que íbamos a vernos mucho menos el uno al otro ahora que el
semestre comenzaba.

—Te acompañaré —dije, y lo seguí hacia la puerta.

Ivy todavía estaba cavando a través de mi ropa y gritó un adiós.

—Sólo quédate dentro —dijo, agarrando la manilla—. Afuera hace frío y


está resbaladizo. Estarás más segura aquí.

Hice una mueca.

—Probablemente tengas razón.

Sonrió.

—Te llamaré más tarde, ¿está bien?

Asentí.

Soltó la manilla de la puerta y cerró la distancia entre nosotros con un paso.


Las puntas de sus zapatos chocaron contra mis botas y el frente de su chaqueta
me rozó.

Mi estómago revoloteó y mi ritmo cardíaco se duplicó. El efecto que tuvo


en mí fue increíble. Incliné mi cabeza hacia atrás para poder levantar la mirada a
sus ojos, y la esquina de su boca se alzó. Me miró con tanto afecto en su mirada
que la emoción se atrapó en mi garganta. No tuvo que decir nada porque lo oí
todo simplemente mirándolo a los ojos.

Mis dedos se curvaron alrededor del dobladillo de su camisa y se


enredaron en el tejido de algodón, y al mismo tiempo que me estiré, él se agachó.

La sensación de sus labios contra mí era mi sensación favorita. Nada


comparado con la forma en que su boca poseía la mía. Su lengua salió, barriendo
a través de mi boca con una suave presión, y suspiré en él y me incliné hacia
adelante.

Una risa baja vibró su pecho y retrocedió.

—Ten cuidado al caminar a clase mañana, ¿eh? No te caigas ni te lastimes.

Asentí, apenas comprendiendo sus palabras.

Se escabulló por la puerta antes de que la realidad me inundara. Corrí


hacia delante, tomé la puerta que se cerraba y lo llamé.

Se detuvo y se volvió. La sonrisa torcida en su rostro era presumida.

—Buena suerte en la práctica —dije, ignorando a las pocas chicas que se


detenían a vigilarnos.

—Gracias, nena.

Juro que todas las chicas que estaban a su alcance suspiraron.

Ni siquiera podía culparlas.

Cerré la puerta y me apoyé en ella.

Ivy se puso las manos en sus caderas y me miró.

—Voy a necesitar un mega suministro de bolsas para vomitar este


semestre para soportarlos a ustedes dos.

Sonreí.

—¿Cómo fue tu descanso?

—Normal. Mis hermanos me atormentaron, mi mamá hizo demasiada


comida y a mi abuelo le tomó una hora y media para comer. —El afecto en su voz
anuló totalmente la forma en que trató de hacer sonarlo como una tortura.

—Suena bien —dije y me senté en su cama. La mía estaba cubierta de ropa.


Traté de imaginar cómo sería tener dos hermanos, una madre y un grupo de otros
miembros de la familia alrededor de mi mesa. Si mi madre no hubiera muerto,
nuestras vacaciones podrían parecerse a las de Ivy. Este año, fuimos mi papá, mis
abuelos y yo.

—¿He dicho que mi abuelo golpeaba sus labios mientras masticaba? —Me
miró y se estremeció.

Me reí.

—¿Y Missy está de vuelta? —pregunté.

—Regresó ayer —contestó, sosteniendo un suéter azul hielo con un


corazón blanco en el pecho—. Este me queda mejor.

—Braeden me preguntó por ella.

Ivy lanzó el suéter a un lado e hizo un sonido dramático.


—Él no la llamó ni le escribió una sola vez.

—Pensé eso después que hablé con él. ¿Missy está molesta?

Ivy se dejó caer en mi silla de escritorio.

—Dice que no, que no esperaba que llamara, pero creo que en el fondo
hirió sus sentimientos.

Temía eso.

—Los chicos simplemente no lo entienden. —Suspiré.

Ivy arrugó su cara y buscó una almohada en mi cama. Lo siguiente que


supe, fue que la lanzó y grité cuando me golpeó en la cabeza.

—¡Oye! —grité y me arrojé sobre la cama.

—Los chicos simplemente no lo entienden —se burló con un falso tono


alto en su voz—. Dice la chica con el novio perfecto.

—Él no es perfecto… —dije, aunque lo era un poco.

Ivy se echó a reír.

—Ni siquiera puedes decir eso con un rostro serio.

Le arrojé una almohada a través de la habitación. Se la quitó con la mano.


Me senté y ajusté mis gafas.

—Ambos sabemos que Romeo tiene bastante pasado con las chicas. No
hace mucho era como Braeden.

—¿Cuál es tu secreto? —preguntó Ivy, inclinándose hacia delante como si


estuviera esperando que divulgara una tremenda información.

Resoplé.

—¿En serio? ¿Crees que lo sé?

—Eres la única chica en todo este campus que ha llegado a Romeo


Anderson.

—No llegué a él —dije, con una nota seria en mi tono—. Ni siquiera


buscaba.

Gimió.

—Bueno, ¿cómo no buscas a un chico?


Me levanté de la cama, fui a la mininevera, y me acerqué por una botella
de agua. Estaba vacía.

—Agh. Necesitamos suministros.

—Podemos irnos ahora si quieres. Yo manejaré.

Me encogí de hombros.

—Por supuesto. ¿Por qué no? —Miré la ropa por toda la cama e hice una
mueca. Se parecía al lado de la habitación de Ivy.

Se dio cuenta y se rio.

—Vamos.

Tomé mi bolsa y el abrigo de la cama y la seguí por la puerta.

—Así que… —Empezó a bajar a la planta baja—. Creo que me diste una
idea.

—¿Lo hice? —pregunté, sorprendida.

El desordenado moño rubio en la parte superior de su cabeza rebotó


mientras asentía.

—Este semestre voy a encontrar a un chico no buscando uno.

—¿Estás buscando un chico?

Me miró fijamente por el rabillo del ojo.

—¿No están todas las chicas buscando al chico?

Mi respuesta habría sido no, pero pensé que no era la que ella quería oír.

—Pensé que te gustaba ser soltera.

Se encogió de hombros.

—Me gusta, pero verte a ti y a Romeo… bueno, me hace querer algo así
para mí, ¿sabes?

—Sí —dije en acuerdo. Podía entender eso. Ni siquiera me di cuenta que


lo quería hasta que Romeo me lo dio.

Afuera, el cielo se cerraba en la oscuridad. La nieve blanca seguía cayendo


mientras el viento frío soplaba a nuestro alrededor. Gracias a Dios Alpha U tenía
un campo cubierto, porque la idea de que Romeo practicara en esto era un
pensamiento terrible.

Dentro del pequeño auto de Ivy no hacía más calor que afuera, y rezaba
para que el calentador funcionara rápido. Me froté las manos y soplé en ellas
mientras Ivy ponía el auto en marcha. Tal vez compraría un par de guantes
mientras estábamos fuera.

Cuando Ivy retrocedió de su estacionamiento, me volví hacia ella.

—Espero que lo encuentres —dije—. Ya sabes... al chico.

—Gracias. —Sonrió—. Y tal vez mientras no lo esté buscando, puedo


divertirme.

—Ten cuidado —canté—. Pareces Braeden.

—Hmmm —pensó—. Tal vez Braeden tenga la idea correcta después de


todo.

Nos miramos y nos reímos.


#Curiosidad
La Universidad de Victoria tiene una clase en ciencia de Batman
#FalloAlphaU #LosQueApestanEnMatesEstudianABatman
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi y Magnie


Corregido por LarochzCR

Romeo
Alpha U tenía un enorme campo cubierto para que nosotros entrenáramos
durante los meses fríos. No era tan grande como nuestro habitual campo de
futbol, pero era lo bastante grande como para que conservemos el estado y
estemos en la cima de nuestro juego.

El deporte del futbol se encontraba en su temporada baja, pero los


jugadores no. Los Lobos practicaban durante casi todo el año. Era eso lo que nos
hacía tan competitivos. Es lo que nos llevó al campeonato este año. La mayoría
de los equipos universitarios acababan con su temporada. Estaban disfrutando
de un programa más ligero, pero nosotros no.

Todo el descanso de invierno estaba lleno de entrenamientos, prácticas


cada mañana y viajando a los juegos finales.

Toda esa preparación, todas esas victorias… todas desembocaban en una


sola cosa. El campeonato.

Era la próxima semana, y los Lobos se encontraban famélicos por


este. Yo estaba famélico por él.

Sabía que algunos cazatalentos de la NFL se encontraban en algunos


juegos finales, sabía que jugaba bastante bien como para impresionarlos, pero la
gran prueba era este juego. Como mariscal de campo, sentía aún más presión
para dirigir al equipo a la victoria, y como jugador, sentía la presión de cumplir
con mi futuro.

Dado que rechacé a Omega, no iba a ser tan sencillo agarrar una entrada a
la NFL. Iba a tener que prepararme para eso con trabajo duro.
Trabajaba duro en las prácticas, dirigiendo entrenamientos y, de vez en
cuando, corriendo el balón. Yo era un poco más corpulento que algunos
mariscales por lo que no corría tan a menudo, pero era algo que aun así practicaba
porque no quería que mi tamaño impidiera mi habilidad para correr.

Cuando salía al campo, era solamente yo y las luces. Yo y el balón. Me


concentraba en mi respiración, en el sonido que este hacía al llenar mis pulmones.
Mantenía mis ojos y mente enfocados en el campo, el equipo y las jugadas.

Cuando el entrenador dio por finalizada la práctica, me quedé un poco


más con Braeden y practiqué lanzamientos en el campo. Para cuando acabé, mi
hombro dolía y los músculos de mi cuerpo se estremecían por el cansancio.

Cuando Braeden y yo nos dirigimos fuera del campo, vi a Trent en los


laterales, observándonos. Ya se había cambiado, usando un par de pantalones
vaqueros y una sudadera de Alpha.

—Te viste bien allí —dijo cuando pude escucharlo.

—Gracias, hombre —dije, agarrando mi agua de los bancos. Vacié la


botella y la arrojé en el tacho de basura cercano.

—Te has estado presionando —dijo Trent.

—Quiero el trofeo la próxima semana.

—Todos queremos ese trofeo —comentó Braeden desde atrás.

—¿Alguna suerte con los cazatalentos? —preguntó Trent.

—Todavía no —respondí, frotando una toalla sobre mi cabeza mojada con


sudor.

—La oferta para ser un Omega todavía sigue en pie —contestó—. La


conexión podría ayudar.

—Gracias, pero voy a hacer esto en mis términos.

Asintió.

—Puedo respetar eso.

Chocamos los puños y sonreí.

—Hablando de Omega, ¿cómo se siente ser el presidente?

Trent reemplazó a Zack como presidente de los Omega casi


inmediatamente, luego de que fuera esposado.
—Nada mal. —Sonrió engreídamente.

—¿Cómo es con Zack todavía cerca?

Su expresión desapareció un poco.

—Amigo, ese tipo es un completo idiota.

Asentí.

—¿Sigue bastante enfadado por lo del semestre pasado o qué?

—Oh, sí —dijo Trent—. Pensó que seguía siendo el presidente luego de


todo. Demonios, ni siquiera estaría allí de no haber sido porque su padre
intervino.

—¿Está dando problemas? —pregunté, mis ojos entrecerrándose.

—Parece estar tranquilo por el momento —respondió Trent—. Pero


conociendo a Zack, solo significa que está tramando algo.

—Me amenazó el otro día.

Trent se puso derecho, su mirada enfocándose en mi cara. A mi lado,


Braeden cruzó los brazos sobre su pecho.

—¿Qué dijo?

Me encogí de hombros.

—Nada específico, solo que no había olvidado.

Trent juró en voz baja.

—Mantendré un ojo en él. Tengo un par de chicos en la casa que hacen lo


mismo. Te haré saber si escucho algo.

—Lo aprecio, hombre. —Agarré mi equipo para ir a las duchas. Mi


hombro estaba adolorido y tenía que enfriarlo.

—Oye —gritó detrás de mí—. ¿Vamos a tener una fiesta del equipo para
el campeonato o qué?

Me reí.

—Demonios, sí.

Braeden hizo unos gritos de hurra.


—Bien podría planear a esa perra para ahora, porque la victoria está
asegurada.

Sonreí.

—Podemos hacerlo en mi casa. Solamente miembros del equipo y sus


citas.

—Exclusivo —dijo Braeden—. Me gusta.

—Genial. Pasaré la palabra entre los chicos —agregó Trent—, traer


bebidas.

Me dirigí al vestuario e hice una nota mental para decirle a mamá de la


fiesta. Se aseguraría de tener comida y eso sería algo menos de lo que
preocuparme. Podríamos haberlo hecho en otro lugar, pero como el mariscal del
equipo, sentí que era mi lugar hacer algo para el equipo.

Luego de quitarme el equipo y arrojarlo en mi casillero, me senté y busqué


en mi bolso. Estaba agotado y hambriento. Decidí saltarme la ducha y tomar una
en casa.

—¡Oye, me voy! —le dije a Braeden.

Giró la esquina en nada más que una toalla.

—Amigo, te lo he dicho antes. Eres un sujeto apuesto también. Es que no


muchos pueden resistirse a esto. —Sonrió y se señaló a sí mismo con la mano—.
A veces es solitario ser tan jodidamente bueno.

Sonreí y agarré una bolsa de hielo del refrigerador cercano. Luego de


masajearlo por un minuto, lo puse en mi hombro debajo de mi chaqueta y reí.

—Vete a la mierda.

Sonrió.

—Si tuviera una ducha privada en casa como tú, también me iría.

—Mi casa es tu casa —le dije.

—Gracias. Mejor que le pongas hielo a ese hombro. Tal vez llamar a tu
novia para masajearlo.

Estaba agotado, pero la idea de Rimmel y sus manos sobre mí fue


suficiente para darme impulso.

—Te veré mañana —grité y me fui.


Pude escuchar la ducha corriendo y a Braeden cantando alguna canción
patética a todo lo que daban sus pulmones mientras recorría el pasillo.

Era pasada la hora de la cena cuando llegué a casa. Arrojé mis cosas junto
a la puerta y fui directamente a la ducha. Cuando acabé, me puse unos pantalones
y una camiseta y fui hasta la casa principal porque sabía que tendrían mejor
comida que yo.

La cocina estaba con poca luz, solo unas pocas luces colgantes sobre la
enorme isla de mármol. La estancia se iluminó un poco más cuando abrí el
refrigerador de acero inoxidable y rebusqué alguna sobra. Había un contenedor
lleno con pollo a la parrilla, vegetales asados y arroz condimentado, y abrí la tapa
y puse todo en el microondas para que se calentara. Mientras estaba esperando,
ajusté el paquete nuevo de hielo en mi hombro.

Rimmel estaba en la biblioteca, trabajando en algún ensayo que no debía


ser entregado hasta otras dos semanas. Había querido tener una ventaja había
dicho. Yo nunca había hecho una tarea tan adelantada. Demonios, si no fuera
porque ella me estaba tutorando este semestre de nuevo, probablemente estaría
pisando terreno arenoso con mis notas. Pero ella me mantendría por el buen
camino.

Cuando mi comida finalmente terminó de calentarse, alargué la mano


para sacarlo y me di la vuelta para tomar un tenedor. Mi madre estaba de pie al
otro lado de la isla. Observándome.

—Diablos, mamá. ¿No es demasiado espeluznante eso? —dije, agarrando


un tenedor y luego apoyándome contra la encimera para comer.

—¿Por qué te estás poniendo hielo en el hombro? —preguntó, sus ojos


centrados en mi brazo.

—Estoy bien —le dije mientras masticaba un trozo de carne—. Solo duele
por la práctica.

Sacó una de sus sillas tapizadas en la isla y me la señaló.

—Siéntate cuando comas.

Metí otro enorme bocado en mi boca y me aseguré de masticar


fuertemente mientras me dirigía a la silla.

—¿En serio, Roman? —Suspiró y puso una jarra eléctrica con agua en la
estufa para que hirviera.
—Gracias por la comida, mamá.

—Siempre habrá comida para ti aquí. Sé lo duro que trabajas y lo ajetreada


que es tu agenda. Lo último que necesitas es preocuparte por intentar
alimentarte.

Sonreí mostrando los dientes, asegurándome que obtuviera un vistazo de


lo que estaba masticando. Chasqueó la lengua pero sonrió cariñosamente y se rio
en voz baja.

Regresé a comer, con mejores modales, y fue a sacar una taza de porcelana
blanca y poner un saquito de té dentro.

Cuando pude escuchar el agua caliente burbujeando dentro de la jarra, la


alzó del calor y vertió el líquido caliente sobre el té.

—¿Dónde está papá? —pregunté.

—Trabajando hasta tarde. Tiene un caso.

Gruñí. No era una sorpresa. Papá trabajaba por largas horas. Supongo que
ser un abogado con una buena reputación venía con un precio. A veces me
preguntaba si fue mi madre la que pagó gran parte de ello. Se encontraba aquí
sola más tiempo del que no, y sabía que a veces eso debía ser solitario.

—¿Por qué no me dijiste que ella no tenía una madre? —Su pregunta me
sobresaltó, sacándome de mis pensamientos, y mi cabeza se alzó de golpe. Estaba
empapando el saquito de té rítmicamente en el agua en tanto esperaba una
respuesta.

Estaba sorprendido. Pudo haberme preguntado por mis notas, futbol, o


cualquier otra cosa si vamos al caso. Rimmel no era un tema sobre el que alguna
vez conversáramos.

Dejó claro cómo se sentía.

Y yo dejé claro que me importaba una mierda.

Por lo que ahora fue interesante que estuviera recurriendo a mí con


información que nunca le di.

—No me di cuenta que importara. —Mi voz fue perezosa aunque para
nada lo sentía así. Mi madre se estaba entrometiendo en mi vida. Entrometiendo
con Rimmel, a quien ya una vez lastimó con su actitud para nada amable. No me
agradaba.
—Si te afecta, importa —dijo fríamente, abandonando el saquito de té.

Mi madre se preocupaba por mí. No diría o pensaría lo contrario. El hecho


es que yo era su único hijo, su bebé milagroso, y sabía que me amaba más que a
nadie. Y la amaba, pero a veces su ferocidad se entrometía en mi vida. A medida
que crecía, tal vez menos lo noté. Tal vez me dije que eso no existía, y a veces era
sencillo sentir como que yo no era nada más que un trofeo para que mis padres
de la alta sociedad exhibieran.

Pero en este momento, supe que esto se trataba de algo más que ella
queriendo protegerme de una chica que pensaba que solo quería algo de mí.

Y entonces lo entendí perfectamente.

—¿Contrataste a un detective privado para averiguar sobre mi novia? —


No pude esconder el frío desprecio de mi tono. Mi tenedor resonó contra el plato.

Sus ojos se agrandaron solo una fracción y se aclaró la garganta.

—Claro que sí. ¿Cómo iba a descubrir algo sobre ella?

—Pudiste haber preguntado.

Frunció el ceño.

—No estoy intentando molestarte, Roman. Está claro que ella significa
mucho para ti.

Suspiré.

—Sí, lo es. Lo cual es exactamente por lo que no voy a entrar en esto


contigo. —Me levanté, empujando hacia atrás el taburete y agarré la comida—.
Iré a terminar esto en mi casa.

Me fui antes de que pudiera decir algo más. Llamó detrás de mí, pero seguí
adelante. Me sentí culpable mientras caminaba alrededor de la piscina con un
plato de comida en la mano que sabía que hizo para mí. Me sentí un poco
culpable porque la había dejado allí sola, en lugar de acompañarla un poco.

Pero entonces recordé ver el rostro de Rimmel en la noche en que mi


madre la acusaba de querer algo de mí. Recordé lo asustada que estaba viendo
su pequeño cuerpo caminando de vuelta al campus en una calle oscura, sola.

Seguí caminando.

En el interior, puse mi comida en el mostrador y agarré una botella de


agua de la nevera. Saqué mi teléfono de mi bolsillo y pensé en enviar mensajes
de texto a Rim para ver si había terminado de estudiar, pero el sonido del cierre
de la puerta principal me hizo mirar hacia arriba.

Mi madre me siguió a la cocina, llevando su taza de té en sus manos. Me


apoyé contra el mostrador y reajusté el hielo sobre mi hombro y esperé.

—Eso fue grosero. —Alzó una ceja.

—Mamá —repuse, apenas conteniendo mi paciencia—. ¿Qué clase de


reacción esperabas?

—Todo lo que hice fue hacer una investigación. Has pasado mucho tiempo
con ella.

Mientras hablaba, Murphy entró en la habitación como si quisiera


interrumpir el punto de mamá. Le dirigió una mirada al negro animal de un solo
ojo y luego sus ojos brillaron a los míos como si dijera: Mira, te lo dije.

No estaba muy emocionada cuando llegó un día para encontrar un gato


sentado en el mostrador de la cocina. Los animales realmente no encajan en
nuestro estilo de vida y el pelo de los animales realmente no iba con la decoración
en la casa principal.

Esperaba una pelea, que ella me dijera que lo sacara.

No lo hizo. Mamá me dijo que era mi trabajo limpiar detrás de él, no de la


ama de llaves.

—Entonces, ¿estás diciendo que hiciste revisar sus antecedentes porque no


confías en mi juicio?

Sus ojos se estrecharon.

—No me hables así. —Tomó un sorbo de té y respiró profundo—.


Simplemente estaba haciendo lo responsable que cualquier padre haría. Tu padre
tiene una muy buena reputación. Tenemos buena reputación en esta comunidad.
¿Es tan malo querer asegurarme que era quien dijo?

No iba a discutir. No importaba.

—Y supongo que ahora estás satisfecha.

Puso a un lado su té y me miró con ojos serios y oscuros. Su cabello rubio


estaba alrededor de sus hombros hoy. Era recto y grueso. Sabía que había gastado
mucho tiempo y dinero para mantenerlo así.

Casi sonreí debido a las diferencias entre ella y Rimmel.


Mi madre era tan refinada y pulida y Rimmel era natural y sin cortes.

Después de enderezar su suéter de punto por encima de sus pantalones


de mezclilla blancos, dijo:

—Su madre murió cuando era sólo una niña. —Sus ojos castaños se
suavizaron mientras hablaba.

—Encontró su cuerpo en la piscina —agregué.

Mamá asintió.

—Leí eso en el expediente enviado por el investigador.

Mis dientes posteriores se unieron.

—Así que si ya sabes todo esto, ¿por qué estamos hablando de eso?

Murphy saltó sobre la isla con un golpe y maulló en voz alta. Mamá se
sacudió en sorpresa e hizo un pequeño chillido.

Sonreí.

Recogió su taza y se alejó más mientras miraba al gato.

—No estoy acostumbrada a que los animales estén cerca.

—Es inofensivo, mamá. Sólo quiere un dulce.

—¿Un dulce?

Alcancé el gabinete y saqué una gran bolsa de golosinas. Rimmel dijo que
eran su favorito y le alimentó demasiado de ellos.

—Aquí —dije, entregándole la bolsa—. Dale uno. Rimmel no estará a esta


noche, así que hoy no conseguirá su acostumbrado veinticinco.

—Veinticinco —repitió—. Eso parece un poco excesivo.

Me reí.

—Lo es, pero a Rimmel no le importa.

Tomó la bolsa y la abrió con cuidado para alcanzar un pequeño aperitivo


marrón. Este era con sabor de atún. Murphy vio lo que estaba haciendo y empezó
a ronronear en voz alta y cruzó el mostrador hacia mi madre.
Frunció el ceño al verlo en la superficie, pero no le dijo que bajara. Se sentó
a su lado y esperó pacientemente, todo el tiempo ronroneando como un pequeño
motor.

—Es muy ruidoso —comentó y colocó la merienda en su palma y la


sostuvo. Murphy se inclinó y olisqueó la golosina antes de quitarla suavemente
de la mano para masticarla.

—¿Qué le pasó a su ojo? —preguntó mamá, observándolo.

—No se sabe. Llegó al refugio así. Nadie lo quería y vivió allí durante un
año. Rimmel le tomó una simpatía especial y se unieron.

—Y tú lo adoptaste.

—Ella no podía. No en el dormitorio. Además, es un gato extraordinario.


—Estiré la mano y rasqué a Murphy detrás de las orejas. Después de unos
minutos, saltó y salió de la habitación.

—¿Te lo pidió? —preguntó.

—No, mamá. Rimmel nunca me ha pedido nada. Lo hice porque sabía que
eso la haría feliz. Ni siquiera lo sabía hasta que ella vino y lo vio aquí. —Todavía
recordaba la mirada en su cara cuando lo vio. La alegría. Lo adoptaría de nuevo
si pudiera, sólo por esa razón.

—La amas, ¿cierto? —No era una acusación, era más una declaración.

—Sí. Lo Hago.

Mamá se quedó en silencio un momento y tomó su taza. La etiqueta


revoloteó contra el lado de la porcelana.

—Me gustaría conocerla.

Eso me sorprendió. Sentí que mis cejas se disparaban a mitad de mi frente.

—Así puedes insultarla de nuevo como la última vez que la acorralaste en


el camino de entrada.

—No la he acorralado —dijo ella con un tono de desaprobación—. Cuando


tengas un hijo propio, comprenderás por qué hice lo que hice.

No estaba seguro si estaba de acuerdo. La idea de tener un hijo parecía tan


lejana que ni siquiera importaba.

—Dudo que Rim quiera hablar contigo.


—¿Es tan sensible, entonces? —preguntó, bebiendo su bebida.

Me sentí erizar aunque sabía que eso era lo que quería.

—No. Pero yo sí. No quiero que la lastimes. Ya ha pasado por bastante.

Inclinó la cabeza.

—¿Con la muerte de su madre, quieres decir?

Me encogí de hombros sin compromisos. Eso era parte de esto.

Pero mi madre sabía leer a la gente. No era una mujer estúpida.

—No puedo imaginar esencialmente que ella enganchando al soltero más


codiciado del campus fuera fácil. —Tomó un sorbo de té y añadió—:
Especialmente para alguien como ella.

Levanté una ceja.

—¿Alguien como ella?

Mamá puso los ojos en blanco.

—Por favor, Román. Tú y yo sabemos que no está en el mismo círculo


social que tú.

—¿Importa? —pregunté sin rodeos.

Bajó la taza y me miró directamente a los ojos.

—Si te quiere, entonces no.

Mis hombros se relajaron. Sabía que Rimmel me quería. Ni siquiera


tendría que tratar de demostrarlo.

—Veré si quiere conocerte a ti y a papá.

Mamá asintió.

—Cenaremos la próxima semana.

—Te lo haré saber —dije, sin aceptar nada.

—Encargaré la comida —aclaró por encima del hombro mientras llevaba


su taza a la puerta principal—. Hasta entonces.

Al parecer, ella tomó mí quizá como un sí.

Saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Rimmel.


MIS PADRES QUIEREN CONOCERTE.

PIENSO QUE ES TIEMPO DE QUE ROMPAMOS.

Me reí en voz alta.

NO CONSEGUIREMOS LIBRARNOS DE ESTO TAN FÁCIL.

Cuando no respondió de inmediato, supe que su broma era sólo una forma
de encubrir lo nerviosa que mi madre la puso.

MAMÁ DIO A MURPHY UN DULCE.

Un mero segundo marcó cuando mi teléfono vibró. Sonreí.

¿LO COMIÓ?

SÍ.

DE ACUERDO. ¿CUÁNDO Y DÓNDE?

CENA, PRÓXIMA SEMANA.

TENDRÉ MI MEJOR COMPORTAMIENTO.

Firmó con un hashtag y luego un corazón. Para una chica que dijo que
nunca prestaba atención al JefedelChisme, supe que fue donde obtuvo esa
etiqueta pequeña.

Colgué mi teléfono en mi bolsillo mientras pensaba en la cena de la


próxima semana. No me preocupaba cómo Rimmel se comportaría, pero mi
madre… esa era una historia diferente.
Ella aún viste su sudadera. El soltero más elegible de Alpha U está oficialmente
#FueraDelMercado
¿Romero y Rimmel Para Siempre?
#LaNerdesAúnLaNuevaSexy
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Florff y NatFinlay


Corregido por Flochi

Rimmel
¿VAS A PONÉRTELA HOY?

BUENOS DÍAS A TI TAMBIÉN

BUENOS DÍAS, HERMOSA

HOLA

QUIERO QUE TE LA PONGAS

Me quedé mirando fijamente hacia el teléfono, encantada y frustrada a


partes iguales. Romeo solo tenía que tener su nombre en mí. Era temprano, el
primer día de clases de este semestre, y quería asegurarse que iba a
“representarlo” en el campus hoy.

TE ECHÉ DE MENOS CERCA DE MÍ ANOCHE

Incluso aunque ya es más que temprano por la mañana, me derretí. Le he


echado de menos también. Me desperté más de una vez y me estiré buscándole.
Es bastante fácil acostumbrarse a su gran y cálido cuerpo a mi lado, y cuando ya
no está, es como si hubiese perdido algo.

YO TAMBIÉN.

Ivy entró cargando su pequeño bolso de baño y puso sus ojos en blanco al
verme sentada en la cama con el teléfono agarrado en la mano.
—Es demasiado temprano para esto —gruñó y colocó su bolso al final de
la cama.

—Te hice café —dije y señalé hacia la cafetera y su taza.

—¡Eres una santa! —dijo y arremetió contra la taza. Después de tres sorbos
y dos suspiros agradecidos, me contempló desde el borde.

—¿No vas a hacerte el cabello? —preguntó, observándome.

—¿Qué tiene de malo? —pregunté. Lo había levantado en un moño.

De acuerdo, sí, no había usado un cepillo.

O un espejo.

Mi teléfono vibró en mi mano y olvidé mi cabello.

¿BIEN?

Ya estaba vestida con un par de leggings azul marino y una camisa de


franela con botones. Era escocesa, azul marino, roja y blanca. La abuela dijo que
estas camisas habían vuelto a ponerse de moda. No podía importarme menos.
Sólo estaba feliz de que hubiese tratado de convencerme de comprar algo cálido
y holgado que poner con leggings.

La nieve aún estaba cayendo fuera, y sabía que sería más o menos un Polo
humano para la hora del almuerzo. Añadir otra capa sobre mi camiseta y la
franela no sería una mala idea.

¿ESO ES UN SÍ?

Sonreí

DEMONIOS SIP.

—De verdad —dijo Ivy y tomó el teléfono de mi mano y lo arrojó sobre la


almohada—. No tienes tiempo para eso justo en este momento. Tienes una
emergencia capilar.

—¿No puedo ponerme un sombrero y ya?


—¡No en el primer día de vuelta!

No oí un no. Lo que oí fue que ponerse un sombrero algunas veces está a


la moda. Necesitaba conseguir un sombrero.

Tomó otro sorbo de café y después atacó mi cabello. Cuando terminó, me


pasé cuidadosamente la sudadera de Romeo por la cabeza y me miré en el espejo.
Aún llevaba el cabello colocado en un moño suelto en lo alto de la cabeza. Pero
había una trenza a un lado que empezaba delante e iba por toda la cabeza
rodeándola para detenerse por encima de la oreja del lado opuesto. Finalizó
colocando unos pocos mechones sueltos alrededor de mis orejas y cuello.

Parecía muchísimo mejor que cualquier otra cosa que hubiese planeado
hacer.

—Deberías ser peluquera —le dije.

Sonrió.

—Eso sí que suena como una carrera divertida.

Me di cuenta que no tenía ni idea de en lo que se estaba especializando,


así que pregunté.

Hizo una mueca y tomó otro trago de café como si estuviese intentando
fortalecerse.

—No lo sé.

Me sentí horrorizada. ¡No lo sabía! ¡Cómo podía no saber siquiera por lo


que estaba aquí!

—He cambiado de idea como tres veces. Hay demasiadas cosas para
elegir.

—Bien, creo que podrías tan solo ser una estudiante universitaria para
siempre —le dije y sonreí.

Meneó sus cejas como si de hecho ese fuese su diabólico plan secreto.

Eché un vistazo al reloj y suspiré.

—Creo que mejor nos ponemos en marcha para clase.

—¿Quieres que nos encontremos para el almuerzo en el patio de comidas


más tarde? —preguntó.

—Seguro. Te veré allí.


Ambas teníamos el mismo descanso para comer, y me pregunté si eso se
convertiría en una cosa regular. Esperaba que sí.

Mi curso estaba lleno este semestre, y sabía que iba a ser mucho trabajo
mantener el ritmo de todo, pero estaba comprometida. En lo alto de toda mi
repleta agenda, aún era voluntaria en el refugio e iba a ser la tutora de Romeo.

Parte de mí deseaba poder conseguir un trabajo a tiempo parcial, pero no


tenía tiempo. Mi beca pagaba todos mis libros, mi dormitorio, y mis derechos de
matrícula. Había un pequeño remanente de dinero al finalizar el semestre que
era capaz de usar para comidas y cosas extra que necesitaba. Honestamente, no
necesitaba mucho dinero. No era la clase de chica que salía los fines de semana o
gastaba un montón de dinero en el centro comercial. Mi papá me enviaba dinero
cada mes, y mis abuelos también lo hacían ocasionalmente, pero nunca pedía
nada a menos que fuese algo realmente necesario.

Aun así, sería bonito ser capaz de tener algo de dinero así cuando me
graduase podría comprarme mi propio auto. Aún tenía mi scooter, pero
realmente, era inútil en este clima invernal.

Por supuesto, habría un montón de tiempo para ahorrar para un auto más
tarde. Iba a estar en la escuela mucho tiempo. Convertirse en un veterinario era
un largo compromiso. Después de cuatro años de estudios universitarios (estaba
sacando mi título de Ciencias en Tecnología Veterinaria), tendría que solicitar el
ingreso en una Escuela de Veterinaria. Una vez que me aceptasen, tendría otros
cuatro años de estudios de hecho, antes de terminar mi carrera y obtener el título.

Planeaba tomar cursos de verano, que me ayudarían a acelerar un poco las


cosas, pero ya que era solo una estudiante de primer año, aún tenía bas tante
camino que andar.

Intenté no pensar en lo mucho que había abandonado. En su lugar, traté


de tomarme un semestre cada vez.

Con dos lecturas/laboratorio este semestre, una clase de comportamiento


animal, y precálculo en mi agenda, probablemente era un plan inteligente.

Me acurruqué en la sudadera mientras caminaba y parpadeaba contra el


fuerte viento y nieve soplando. Cuando mi edificio finalmente apareció a la vista,
casi celebré. Mi cara estaba entumecida, mis dedos estaban rígidos, y estaba
comenzando a preguntarme si alguna vez sentiría mis oídos nuevamente.
Me apresuré, anticipando la cálida corriente que me recibiría en la puerta.
Mantuve mi cabeza gacha así mi cara no sería maltratada por el viento más de lo
necesario.

Debí haberlo sabido mejor.

La puerta de vidrio del edificio se abrió y esa primera corriente cálida se


mezcló con el aire frío y me atrajo más cerca. Apresuré mi paso y me estrellé con
alguien en la entrada. Reboté contra este. Automáticamente, mis manos se
agarraron para mantenerme estable.

Me agarré a lo más cercano a mí.

Mis dedos entumecidos se enterraron en la rasposa lana de un abrigo, y


miré hacia arriba sorprendida.

—¡Lo siento! —dije, abochornada.

Y luego noté quien era.

Ojos familiares me miraron, volviéndose calculadores al instante.

—Zach. —Jadeé como si estuviera sin aliento. Realmente, solo era el mal
sabor que él parecía dejar en mi boca.

—Bueno, mira quién es —dijo él, una sonrisa curvando su boca.

Fruncí el ceño y su sonrisa se convirtió en una sonrisa plena.

—Veo que estás teniendo problemas con dejarme ir.

Miré hacia abajo.

Mis manos estaban todavía agarrándose al frente de su presumido abrigo.


Lo solté inmediatamente, retrocediendo unos pasos. La gente se apresuraba
alrededor de nosotros para entrar en el edificio, y los miré anhelante.

Comencé a caminar alrededor de Zach, para entrar, pero él bloqueó el


camino.

—Qué fantástico encontrarte aquí.

—Esto no es un encuentro.

—¿Dónde está tu guardaespaldas?

—¿Te refieres a mi novio? —le corregí.


—Podría haberme engañado. Actúa más como si fueras algo de su
posesión.

Él era un imbécil, y no tenía tiempo para esto. Lo empujé y entré. Mi clase


era en el segundo piso, así que me dirigí a las escaleras cercanas a la pared a mi
derecha.

Zach acomodó su paso al mío. Lo miré por el rabillo del ojo.

—¿No estabas saliendo?

—Acabo de darme cuenta que también tengo clases en este edificio.

¿Acaso significaba que se tropezó conmigo a propósito? Él ya estaba


adentro. La única razón por la que hubiera estado saliendo, si no para irse, fue
porque me vio.

—Voy a llegar tarde. —Apresuré mi paso en las escaleras, ignorando el


peso de mi mochila y empujándome más rápido.

Quería estar lejos de él. Había algo sobre Zach que era simplemente
espeluznante. Incluso si no hubiéramos tenido una historia que probaba que no
era de fiar, igual hubiera estado asustada de él.

—Sabes… —comenzó, y gemí internamente. ¿No había acabado de


hablarme todavía?—. Nunca me pareciste el tipo de chica que se deja engañar
por una sonrisa encantadora. Pensé que una chica como tú era más lista que eso.

Mis pasos vacilaron un poco.

—¿Disculpa? —pregunté gélidamente.

—Entiendo por qué todas las chicas en el campus están tan enamoradas
de Romeo. Es popular, buen mozo y tiene dinero. Solo me sorprende que esas
cosas te atrajeran también.

La puerta de mi clase apareció y nunca había estado más feliz de llegar a


una clase temprano en la mañana de lo que estaba en este momento. Antes de
entrar, me detuve y giré para enfrentar a Zach. Tenía una bufanda colgando
alrededor de su cuello y sus ojos eran agudos como si tratara de hacer que picara
el anzuelo.

Por qué carajos quería que picara, no tenía idea.

—No me podría importar menos el dinero de Romeo y su estatus social —


dije. No tenía que darle explicaciones, pero en ese momento, como que sentí que
sí. Era un insulto a Romeo que Zach implicara que no tenía nada más que ofrecer
que cosas superficiales—. Él es más que eso.

Zach sonrió.

—Sí, supongo que lo es.

Parpadeé. ¿Estaba dándome la razón? Esperaba una respuesta de


sabelotodo irritante.

Zach dio un paso adelante y se inclinó como si estuviera divulgando un


gran secreto.

—También es un mentiroso.

Me giré lejos de él hacia la puerta de mi clase, pero no llegué muy lejos.


Zach agarró mi muñeca y me haló de vuelta, su mano apretando mi brazo un
poco demasiado fuerte.

Traté de retorcerme de su mano, pero solo apretó su agarre.

—Déjame ir —gruñí.

Ignoró mi petición y apretó más fuerte.

—Estás lastimándome —gruñí, tratando nuevamente de librarme.

—Por qué no le preguntas porque ya no soy presidente de Omega.

—Todos saben por qué —espeté, aun luchando. Alguien caminando cerca
nos vio y la manera en que estaba siendo retenida. Sus ojos se dirigieron a Zach
y de vuelta a mí—. Porque te arrestaron —gruñí.

Me haló más cerca. Me tambaleé y hubiera caído si no me hubiera


golpeado con su pecho.

—Hey —dijo el chico mirándonos. Caminó hacia mí mientras me alejaba


de Zach.

—Pregúntale a tu guardaespaldas por qué me arrestaron —dijo Zach en


voz baja.

Me soltó y luego se alejó. Froté el enrojecimiento en mi muñeca inflamada


y lo miré desaparecer en una clase cercana.

—¿Estás bien? —preguntó el chico.

Lo miré y sonreí débilmente.


—Sí, estoy bien. —Halé la manga demasiado larga de la sudadera y miré
de reojo a mi muñeca. Estaba roja e hinchada.

Atrapé al extraño viéndola también (¿me parecía familiar?) y me apresuré


a cubrirla de nuevo con la manga.

—¿Sobre qué era todo eso? —Miró en la dirección en que Zach había
desaparecido.

—Nada —respondí—. Solo estaba siendo un imbécil.

Parecía como si quisiera discutir o hacer más preguntas, así que lo corté
con una sonrisa.

—Gracias por intervenir. No tenías que hacerlo.

Sus ojos se agrandaron y una mirada de horror cruzó su rostro.

—No me voy a quedar parado y ver a una mujer ser maltratada. —Luego
en voz baja, murmuró—. Especialmente a ti.

—¿Qué? —pregunté, cuestionándome si lo oí correctamente.

—Vas a llegar tarde. —Señaló al salón detrás de mí.

Me enderecé. ¡Mierda! ¡Me había olvidado de la clase! Me apresuré dentro


del aula y me deslicé en un asiento cerca del frente.

Cuando el profesor empezó su cátedra, presentándose y a los objetivos


para este semestre, mis ojos y mente vagaron hacia la puerta abierta.

Nadie estaba ahí. No ahora.

Pero mi muñeca todavía ardía y dolía y no podía evitar preguntarme sobre


lo que Zach había dicho.
¿Una pelea de amantes en el patio de comidas?
Cuéntenme…
#LaComidaHizoQueLoHicieran
#¿PodríaConsiderarseTeatroEnElAlmuerzo?
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Addictedread y Smile.8


Corregido por Flochi

Romeo
No era un chico de libros.

Sentado en clases y escuchando a los profesores hablando monótonamente


una y otra vez… y otra vez, francamente no era mi concepto de un buen
momento. La mitad del tiempo, me desconectaba y de todos modos, no
escuchaba lo que estaban diciendo.

Está bien, vale. No la mitad del tiempo.

Todo el tiempo.

Era un chico físico. Quería estar en movimiento. Estar afuera. Estar


haciendo cualquier cosa que requiriera acción.

No hace falta decir, mis clases matutinas iban a paso de tortuga. Tuve un
lapso de treinta minutos entre la clase de la que acababa de escapar y mi última
clase del día. Una vez que hubiera terminado, iría a buscar algo de comida y
luego iría al campo por algo de entrenamiento antes de que la práctica
comenzara. El campeonato estaba llegando y quería estar tan preparado como
fuera posible.

El viento aún soplaba, pero el sol estaba afuera y se sentía un poco más
tibio que esta mañana. Me preguntaba cómo lo estaba haciendo Rimmel con el
frío y si mi sudadera con capucha la estaba manteniendo caliente.

Estaba contento que la estuviera usando. Capté algunas de las miradas de


sorpresa que conseguimos ayer. La gente pensaba que la habría desechado para
ahora. No me gustó eso.
Si ella pasaba un duro momento cuando estábamos juntos, sería peor si
todos pensaban que la abandoné. Se burlarían de ella por ser usada y echada a
un lado. El pensamiento de ello hizo que mis manos se empuñaran. Ella era
demasiado buena para eso. Demasiado gentil e ingenua.

Mis labios se curvaron en una sonrisa porque si sabía que pensaba de esa
manera, trataría de patear mi trasero. No quería ser vista de esa forma porque
era fuerte. Rimmel había pasado por mucho en su vida y sobrevivido, pero esa
era la razón por la cual me sentía tan protector con ella. Aún era gentil e ingenua
a pesar de todas esas cosas. Y era tan pequeña. Querer protegerla era un insti nto
natural para mí.

En cierto modo, mi sudadera con capucha era un escudo silencioso


alrededor de ella, y hoy, todos los que todavía no sabían que aún estábamos
juntos lo sabrían. Con suerte, mantendría alejado a algunos de los buitres.

Me tomé mi tiempo dirigiéndome al edificio en el que estaba mi próxima


clase. Me detuve en una máquina expendedora, tomé un refresco y luego, un par
de chicos del equipo pasaron y comenzamos a conversar sobre la estrategia para
el gran juego.

Todos estaban bromeando sobre la fiesta en mi casa cuando salieron.


Mientras destapaba mi bebida, noté que Michael estaba quedándose un poco.

—¿Tienes algo en mente? —grité, señalándolo con mi barbilla.

Él era un buen jugador, trabajaba duro en la campo y lo respetaba. Sin


embargo, tuve la sensación que no me iba a gustar lo que quería decir. Podía
decirlo por la duda en su cara y por su lenguaje corporal. Probablemente no
estaba de acuerdo con algunas de las jugadas que yo quería probar esta noche y
no quería enfadarme por miedo a que lo excluyera del campo.

Pero yo no era así. Dejaba la mierda personal en el vestuario. No había


espacio para el drama en el juego.

Caminó de regreso frente a mí mientras ajustaba la correa sobre su


hombro.

—Sólo dilo, hombre. Está bien.

—Vi a tu chica esta mañana. —Comenzó él, y todo en mí se enfrió.

Esto no era sobre el fútbol. Era personal.

—¿Estás mirando a Rimmel? —pregunté, mi voz calmada y baja.


Sus ojos se ampliaron un poco, pero sacudió su cabeza.

—No, hombre. Probablemente no hubiera sabido que era ella, pero estaba
usando tu sudadera.

Asentí hacia él para que continuara.

—Estaba en el pasillo, afuera de su clase —dijo él, mirándome.

Necesitaba llegar ya al maldito punto. Estaba perdiendo mi paciencia.

—Ese chico Zach estaba con ella. Parecía muy intenso.

Me erguí con brusquedad.

—¿Qué? —gruñí.

¿Qué mierda estaba haciendo Rimmel con Zach? ¿Por qué él estaba
hablando con ella?

—Él estaba agarrándola del brazo. Sacudiéndola bastante.

Rojo tiñó mi visión y la adrenalina comenzó a bombear en mis venas.

—¿Qué acabas de decir?

Michael asintió sombríamente.

—Es por eso que los noté. Él la agarró y ella gritó. Ella le dijo que la
liberara, pero él solo la sacudía más. Ella casi se cae.

Un ruido retumbó fuera de mi pecho, y rabia tan rápida y caliente que me


hirió de lleno.

—Dime que lo apartaste de ella —recité.

—Iba a hacerlo. Les grité y empecé a avanzar, pero fue entonces cuando la
liberó y se marchó.

Iba a matarlo.

Muerto.

—Le pregunté a ella si estaba bien. No creo que supiera que estoy en el
equipo contigo.

—Probablemente no —murmuré, aun tratando de controlar la rabia


girando fuera de control dentro de mí.
—Ella dijo que lo estaba —continuó él, pero escuché la duda en su voz.

—¿Pero? —La palabra salió más severa de lo que pretendía, pero él no


pareció notarlo.

—Pero su muñeca estaba bastante roja. Parecía que iba a dejar un moretón.

La razón se interrumpió en mi cabeza. La racionalidad evaporada.

—Gracias por decirme —dije y salí corriendo en la dirección opuesta a mi


siguiente clase.

Revisé la hora en mi celular y supe que Rimmel probablemente estaba en


el patio de comidas. Tenía un descanso ahora y me mencionó esta mañana sobre
almorzar con Ivy. Nunca mencionó una palabra sobre Zach.

Tomé dos escalones a la vez hasta el patio de comidas, pasando a toda


velocidad a las personas que gritaban mi nombre, sin siquiera parpadear.

La gente estaba por todas partes, caminando con bandejas, sentados


alrededor riendo y de pie en las filas. El aroma a café y pizza llenaba el aire, y la
música sonaba por los altavoces, peleando con el sonido de todos hablando entre
sí.

Lo bloqueé todo.

Mis ojos examinaron la habitación, dando vueltas alrededor de la multitud


de personas. Buscando a Rimmel en una sala llena de gente podría parecer como
encontrar una aguja en un pajar para algunos.

Pero no para mí.

Estaba atraído hacia ella en una forma que ni siquiera entendía.

La encontré en cuestión de segundos. Estaba sentada en el fondo de la


habitación, en frente de Ivy en una mesa para cuatro personas. Missy estaba al
otro lado de Ivy, y la cuarta silla al lado de Rimmel estaba vacía.

Ella estaba sonriendo ante algo que estaba diciendo Ivy, y eso perforó mi
corazón.

Sin pensarlo, di zancadas a través de la multitud, sin detener mi ritmo


cuando me acerqué. Ella me notó. Su rostro esbozó una sonrisa y sus ojos se
iluminaron.

Pero entonces debió sentir mi estado de ánimo. La forma peligrosa en que


me estaba moviendo. Sus ojos se ampliaron y la sonrisa se escurrió de sus labios.
No dije una palabra cuando me detuve ante la mesa. Simplemente levanté
su brazo y empujé hacia atrás la manga de su sudadera. Su muñeca estaba bien.
Cremosa y suave piel sin una sola mancha.

—Romeo —dijo ella, sorprendida—. ¿Qué estás haciendo?

Mis movimientos eran erráticos y rígidos cuando dejé caer el brazo y


alcancé el otro. Lo tiré hacia arriba y su cuerpo se tensó. Levanté la vista hacia su
rostro y vi la punzada de dolor en sus ojos, y en vez de sentir lástima por herirla,
me enojé aún más.

A pesar de que quería arrancar la manga, me forcé a mí mismo a empujarla


hacia atrás con suavidad, conociendo—sabiendo—que no me iba a gustar lo que
iba a ver.

Mis dientes se apretaron, haciendo un sonido agudo cuando vi.

Tenía contusiones. Un anillo de moretones púrpuras y grandes rodeaba su


delgada muñeca, y alrededor de ellos la piel estaba roja e irritada. Acuné la palma
de su mano en la mía y giré su mano para notar el mismo tipo de hematomas y
ligera hinchazón debajo también.

—Oh, Dios mío —dijo Ivy a mi lado—. ¿Qué le pasó a tu muñeca?

Rimmel trató de deslizar su mano de la mía, pero no se lo permití. Mis ojos


perforaron los suyos, hundiéndose en ellos, tratando de encontrar una respuesta.

—¿Me vas a contar sobre esto? —pregunté, mortalmente calmado.

—Estoy bien —discutió, liberando su mano de la mía. Quise tomarla de


nuevo para continuar mirando las marcas que algún otro hombre puso en su piel.

Pero no lo hice. No le haría daño de esa manera.

Hice un sonido de frustración profundamente en mi garganta y metí mis


manos por mi cabello. Entonces puse mis manos detrás de mi cabeza y dejé
escapar un suspiro, incapaz de quedarme quieto.

—Maldita sea, Rimmel —dije, ásperamente. Sentí las miradas de varias


mesas cercanas.

—Tal vez deberíamos hablar de esto más tarde —dijo ella, su voz casi un
susurro.

Me reí.
—¿Crees que voy a esperar hasta más tarde para averiguar los detalles de
cómo ese cabrón puso moretones en tu cuerpo?

Missy abrió su boca e Ivy hizo un sonido de angustia. No miré, sin


embargo. Mantuve los ojos sobre mi novia mientras dejaba salir respiraciones
rápidas y superficiales.

Me sentía fuera de control en ese momento. Nunca me había sentido así


antes. Estaba acostumbrado a estar tranquilo y sereno, pero no podía encontrar
esa parte de mí en ese momento. La visión de esos moretones, de Michael de pie
delante de mí con cautela diciéndome cómo fue testigo de Rimmel siendo
empujada en un pasillo, me asaltó.

La vista de Zach sonriendo en la biblioteca hace unos días, el sonido de su


voz cuando me dijo que no había olvidado.

Uno de sus “amigos” eligió ese momento para pasar por al lado. A juzgar
por la expresión de su cara, sabía que probablemente estaba tomando nota para
poder informar a su amigo más tarde. Me moví a la velocidad del rayo, alargando
mi mano y agarrando su camisa directamente en su cuello. Era más bajo y más
pequeño que yo, y sentí la punta de sus zapatos arrastrándose por el suelo
mientras lo ponía justo delante de mi cara.

—¿Dónde está? —pregunté.

—¿Quién? —preguntó, con sus ojos saltando de sus órbitas.

—Sabes quién —gruñí.

—¡Romeo! —La voz de Rimmel cortó a través de parte de la rabia cegadora


dentro de mí. Sus manos se deslizaron alrededor de mi cintura y trató de meterse
entre yo y el tipo al que estaba interrogando—. Bájalo.

Me quedé allí. No le hice caso.

—Vamos, vamos a hablar. —Ella tiró de mi camisa, y lo liberé.

Él se alejó mientras la gente lo miraba. Me volví hacia Rimmel. Agarró su


bolso del asiento a su lado y bajó la mirada hacia su bandeja.

—Yo me ocupo —dijo Ivy y me miró.

Ella asintió y deslizó su mano en la mía.

—Vamos.
Caminamos por las escaleras lejos de los ojos curiosos de nuestra
audiencia y alrededor de la esquina hacia la biblioteca. Tiré de ella más allá de la
entrada y fuimos más abajo por el pasillo donde nadie excepto el personal nunca
iba.

Cuando sentí que estábamos lo suficientemente solos, dejé de caminar.


Rimmel dejó caer su bolsa en el suelo y me miró.

—¿No tienes clase?

—Llegaré tarde —dije, mis ojos no dejando su rostro.

Ella negó.

—Llegar tarde el primer día…

Corté su sermón. Me precipité hacia ella y la agarré por la cintura y la


empujé contra la pared. Mi boca se desplomó sobre la suya, y gimió, poniéndose
de puntitas para encontrarse con mi beso.

Fue desesperado y un poco enfadado. La besé más duramente de lo que


debería, pero no podía parar. Ella me devolvió el beso con la misma agresividad.
Fue como si cualquier emoción que estuviera en mi interior estuviese también
dentro de ella.

Presioné hacia adelante, empujando mi cuerpo contra el suyo, y mis


brazos rodearon su cintura.

Algo de la intensidad de mi ira se disipó y se agotó. Después de un beso


muy largo y caliente, me separé, respirando con dificultad.

La cabeza de Rimmel se derrumbó contra la pared y me miró con sus ojos


color avellana desenfocados. Las manchas de color en el centro eran verdes hoy.

—Romeo —dijo sin aliento.

Me alejé lo suficiente como para poder levantar su brazo y agarrar sus


dedos. Ella hizo un sonido de protesta cuando empujé hacia atrás el material de
su camisa una vez más y me quedé mirando las manchas oscuras que
estropeaban su piel.

—¿Cómo me vas a explicar esto? —gruñí.

—No te iba a mentir, si eso es lo que estás dando a entender —espetó.

—Ah, nena. —Gemí y levanté su muñeca para presionar mis labios en las
marcas—. Estoy siendo un idiota.
—Tú lo has dicho… —Estuvo de acuerdo, dejando que el resto de su frase
quedara inacabada.

Sonreí contra su piel y luego la besé en la parte interna de la muñeca una


vez más.

—¿Sabes cómo me sentí cuando Michael me contó lo que vio a Zach


hacerte?

—¿Michael? —preguntó, una pregunta en sus ojos. Después se alejó y


susurró—: El chico del pasillo.

Mis ojos se estrecharon. No me gustaba la idea de cualquier tipo yendo en


su defensa si no era yo. Sostuve esa pequeña pieza de información. No creía que
ella lo apreciaría. Además, estaba agradecido que él estuviera allí. Si no hubiera
hablado, ¿quién sabe lo que habría hecho Zach?

—Está en el equipo —expliqué.

Suspiró con cansancio.

—¿Hay alguien en el campus que no conozcas?

Sonreí, pero la inmovilicé con una mirada seria.

—Debiste decírmelo.

Detrás de sus gafas, puso sus ojos en blanco. Se veía adorable de pie allí
aplastada contra la pared, en mi camisa, sus gafas y una trenza en el cabello.

—No es tu trabajo protegerme, Romeo.

—Estás equivocada —dije, mi voz no dejando espacio para la discusión—


. Lo es y lo haré.

—Eres mi novio. No mi guardaespaldas. —Sus palabras eran enfadadas,


y sentí algo detrás de ellas. Pero antes de que pudiera interrogarla, ella
continuó—. Él sólo estaba siendo un idiota. Traté de alejarme y me detuvo. Si no
hubiera luchado contra él, probablemente no tendría ningún moratón.

Sentí que mis ojos se estrechaban mientras hablaba peligrosamente bajo.

—¿Estás diciendo que es tu culpa que Zach te tratase de esta manera?

Dejar que ella tomara cualquier responsabilidad por esto era algo que no
permitiría.

Suspiró.
—Estoy diciendo que estás siendo una reina del drama.

Me reí y levanté mi ceja.

—¿Me veo como una mujer para ti?

Un rubor rosa se diseminó por sus pómulos.

—No.

Tomé su cara entre mis manos y la incliné para poder mirarla a los ojos.

—Escúchame. Que reaccione a alguien poniendo sus manos sobre ti no es


ser dramático; soy yo amándote.

—Oh, Romeo —susurró mi nombre y mi pene se endureció.

La acerqué a mi pecho y envolví mis brazos alrededor de ella.

—Ser un idiota es sólo parte de mi encanto, nena —dije realistamente,


incapaz de evitar la sonrisa en mi voz—. Esto soy yo amándote.

—Amas muy bien —murmuró contra mi pecho, acercándome un poco


más.

Acuné la parte posterior de su cabeza, sosteniéndola con fuerza. Me daba


miedo lo mucho que la quería a veces. Como la rabia que había sentido hace unos
momentos me asustó. Era crudo e intenso. Casi bordeando el odio.

Y todo ello… cada llama de animosidad iba dirigida a un solo hombre.

Había estado bien preparado para dejarlo todo en el pasado.

Pero esos moretones en el cuerpo de Rimmel no estaban en el pasado.

Y no iba a dejarlos ir.


#Atrapada
Una señorita muy despeinada hizo su salida de la Casa Omega temprano esta mañana.
#PaseoDeLaVergüenza #LaCervezaLaHizoHacerlo
… Alpha Buzfeed

Traducido por AnnaTheBrave y StefaniaVera


Corregido por Bella’

Rimmel
No era la clase de chicas que le iba el fútbol americano.

Aprender las diferentes jugadas, posiciones y lo que fuese que los árbitros
estuviesen señalando todo el tiempo no era mi fuerte. Prefería mucho más leer
un libro. O ayudar a un animal.

Pero salir con Romeo me abrió los ojos a un mundo nuevo. No sabía nada
del juego ni de cómo se jugaba, pero disfrutaba mucho ver a Romeo y a los Lobos
en el campo.

Siempre existía tanta energía en los partidos de fútbol. Los fans


emocionados, las energéticas animadoras, y la música fuerte, todos creaban una
sensación de emoción en el aire. Era divertido ir a sentarse en las gradas con Ivy
y Missy, tomar sidra de manzana caliente, y era bastante divertido ver a Romeo
correr en esos pantalones apretados.

A pesar de que mi experiencia con el fútbol era limitada, pensé que sabía
qué esperar cuando el juego de campeonato se acercó.

Pero no tenía idea.

Durante los días previos al juego, el campus estaba más vivo que de
costumbre. Los letreros y carteles cubrían todos los espacios disponibles. Los
colores de la escuela (azul marino y amarillo dorado) fueron pegados por todas
partes. Algunas personas pintaron con spray su cabello en diseños extravagantes.

Las chicas caminaban por todo el campus con las camisetas de los Lobos y
los números de los jugadores de fútbol dibujados en sus rostros con pintura.
Más de la mitad llevaba el número veinticuatro.

Intenté no dejar que me molestara. Quiero decir, era básicamente una


tradición de la escuela para mostrar apoyo al equipo. Pero, ¿por qué la mayoría
de las chicas tenían que mostrar apoyo a mi jugador?

Pero incluso con las chicas mostrando su afecto por mi novio, la energía
que crujía a través del aire era contagiosa.

El campeonato era un juego local, eso significaba que ocurría aquí, en


nuestro terreno (mírame, hablando la jerga como una profesional), y me alegré
porque significaba que podría estar en el juego sin tener que viajar.

No vi mucho a Romeo la primera semana y media de clases porque se


encontraba muy ocupado con el entrenamiento, la práctica y las reuniones con el
equipo. En cierto modo, fue bueno porque me dio la oportunidad de tener una
buena ventaja en todo mi trabajo de clase. El primer día, los profesores
usualmente nos daban un plan de estudios del curso, y me gustaba revisarlo y
ver si había algo en lo que podía trabajar de antemano. Era una planificadora. Me
gustaba realmente aprender el material de cada clase, porque era muy posible
que algo que aprendiera ahora pudiera salvar la vida de un animal más tarde. Ya
había sido capaz de esbozar un documento que tenía fecha de entrega en un par
de semanas.

También era bueno porque mantuvo a Romeo distraído. Distraído de


Zach. Nunca olvidaría la mirada ardiente en sus ojos cuando este irrumpió en el
patio de comidas ese primer día. Nunca lo vi tan enojado.

Quería estar enojada por su reacción hacia mí no enviándole mensajes de


texto o llamando de inmediato, pero la verdad era que no podía estar enojada
con él por ser quien era. No podría estar enojada con él por amarme y estar
enfurecida de alguien que le causó problemas a él (y a nosotros) en el pasado
causaba problemas de nuevo.

No le dije lo que Zach me dijo. Estuvo tan enfurecido por los moretones
en mi muñeca que no preguntó lo que Zach quería, y no me molesté en traerlo a
colación. Sólo lo enojaría más.

Además, Zach probablemente mentía y trataba de causar problemas de


todos modos.

Romeo necesitaba mantenerse enfocado en el juego. Esto podría ser un


paso a la NFL.

—Creo que todo el campus tiene resaca. —Me reí mientras Romeo
conducía lentamente por el estacionamiento hacia mi dormitorio.

El día antes del juego, todas las clases en el campus fueron canceladas.
Hubo una gran reunión para el equipo y alrededor de un centenar de diferentes
fiestas pre-partido que duraban prácticamente toda la noche.

No fuimos a ninguna fiesta. Ninguno de los jugadores lo hizo. El juego era


demasiado grande para arriesgarse a salir la noche anterior y que todo el mundo
estuviese resacoso. Me alojé esa noche en la casa de Romeo. Pasé la noche en sus
brazos.

Dondequiera que mirase, las personas tropezaban en abrigos y sudaderas


de gran tamaño. Algunos de ellos con gafas de sol sobre sus rostros y la mayoría
con gigantes tazas de café en sus manos.

Romeo se echó a reír.

—Deben de haber sido unas fiestas épicas.

Mientras aparcaba el Hellcat junto a la acera frente a mi dormitorio, me


volví en mi asiento para enfrentarme a él

—¿Estás nervioso?

Apoyó la parte de atrás de su cabeza contra su asiento y me miró.

—Nah. —Su sonrisa torcida era contagiosa—. Tengo mi amuleto de la


buena suerte —dijo y sacó la placa de perro que le regalé de debajo de su camisa.

—No necesitas un amuleto de la buena suerte porque eres un gran


jugador.

Me alcanzó y tomó mi mano.

—Sé que no he estado mucho por aquí —dijo—, pero después de hoy, mi
horario no estará tan ocupado.

—Lo entiendo —dije en voz baja. Y lo hacía—. El fútbol es tu vida. Es tu


sueño.

Hizo un ruido.

—Eres igual de importante para mí.

Sonreí.

—Tengo que admitir que no estaré molesta cuando termine este juego y
todas las chicas de aquí dejen de usar tu número en sus cuerpos.
Sus dientes blancos destellaron.

—¿Hay alguien celosa?

Resoplé.

Su sonrisa se hizo más amplia.

—Tal vez un poco —admití.

Se lanzó hacia adelante y en segundos me tenía en su regazo, mis piernas


a horcajadas sobre él, así que estábamos cara a cara. Enterró sus manos en mi
enmarañado desastre de cabello.

Admito que ni siquiera lo había cepillado cuando salimos de la cama esta


mañana.

—Eres mi chica favorita —susurró.

—Será mejor que sea tu única chica.

Sonrió

—Eso también.

Romeo rozó sus labios sobre los míos. El primer contacto envió piel de
gallina corriendo a través de mi piel. Nuestros labios se encontraron una y otra
vez, acariciándose el uno al otro y creando una fricción chisporroteante que
producía una necesidad hambrienta en mi vientre.

Mientras nos besábamos, sus pulgares dibujaban círculos perezosos a los


lados de mi mandíbula y me hundía más y más en su calor.

Finalmente, se apartó y miró el tablero. Gimió.

—Me tengo que ir. No puedo llegar tarde al campo. El entrenador tendría
un ataque al corazón.

Apoyé mi frente contra la suya

—Buena suerte hoy.

—Gracias, nena. —Acarició el costado de mi cabeza, y deseé fugazmente


haberme cepillado el cabello para que fuera suave y sedoso para su mano.

Metió la mano en la consola central del auto y sacó un sobre blanco

—Aquí tienes tu entrada al estadio. Para Missy e Ivy también.


Tomé el sobre y sonreí.

—Gracias por conseguirnos buenos asientos.

—Gracias por venir y por animarme.

—Sabes que no me lo perdería.

—Te veré después —dijo—. Y esta noche haremos una fiesta en mi casa.

Después de un último beso, salí de su regazo y fui a la acera. Helaba


afuera, e hice una nota mental para ponerme tantas capas de ropa como pudiese
o sería un helado antes del medio tiempo.

El por qué no hicieron el estadio cubierto lo suficientemente grande para


los juegos iba más allá de mi compresión. Romeo dijo que era demasiado
pequeño por lo que sólo se utilizaba para las prácticas.

Todavía era temprano. Tenía algunas horas antes de que necesitara estar
en el juego, así que cuando llegué arriba a mi habitación, decidí que me ducharía
ahora y conseguiría estudiar un poco mientras mi cabello se secaba al aire . La
habitación estaba muy sombría cuando entré. Me arrastré hacia mi cama y miré
a Ivy al otro lado de la habitación.

Estaba tumbada enredada en las mantas, una pierna desnuda arrojada a


un lado y colgando de la cama, su rostro enterrado en una almohada. Todo lo
que podía ver era su cabello rubio, salvaje y por todas partes. Realmente me hacía
sentir mejor acerca de la forma en que el mío se veía.

Roncaba ligeramente y el débil olor a alcohol impregnaba su lado de la


habitación.

Iba a tener tanta resaca.

Tan tranquilamente como pude, recogí todo lo que necesitaba para


ducharme y salí de la habitación. Nuestro baño compartido estaba al final del
pasillo. Estaba en su mayoría tranquilo en nuestra planta, con la excepción de un
par de chicas luciendo un poco peor que claramente tropezaban buscando sus
habitaciones después de una larga noche de fiesta.

El baño era grande y básicamente dividido en tres secciones. Las cabinas


con los retretes alineados a la derecha de la entrada cuando entrabas. Al seguir
por el pasillo de azulejos, escuché el desafortunado sonido de alguien vomitando
el contenido de su estómago.

—Nunca volveré a beber —la escuché gemir entre arcadas.


Hice una mueca y seguí moviéndome. Todo el camino de regreso era una
sección de duchas. Justo antes de las duchas había una fila de bancos de madera,
algunos espejos y simples mesas a lo largo de una pared.

Fui a la última ducha y puse mi bolsa y toalla en el banco frente a mi


selección. Empujé la cortina blanca y me estiré para encender el agua. Mientras
esperaba a que se calentara, colgué mi toalla en un pequeño gancho justo al lado
de la cortina y me quité la ropa, apilándolos junto a mi bolsa.

Mantuve un par de chancletas en mis pies mientras caminaba debajo del


rocío. Nunca había usado la ducha sin mis zapatos. La idea de mis dedos
desnudos tocando este suelo público hacía que mi piel se estremeciera.

El agua estaba caliente, y suspiré agradecida, sumergiendo mi cabeza


debajo del rocío y dejando que mi cabello se saturara. Permanecí en la ducha más
de lo habitual porque era muy raro que las tuviera para mí sola, pero como era
temprano un sábado y todos los demás tenían resaca, conseguí algo de
privacidad.

Luego de que enjuagué mi cabello una última vez, apague el roció y me


estiré para agarrar mi toalla. Me quedé detrás de la cortina para secarme.

Escuché la puerta principal del baño cerrarse, y supuse que la chica que
juró nunca beber de nuevo finalmente terminó de vomitar todo lo que bebió
anoche.

Después de exprimir el exceso de agua de mi cabello, envolví la toalla


alrededor de mi cuerpo y abrí la cortina. La habitación se hallaba llena de vapor
por mi ducha súper caliente y el aire estaba húmedo y espeso.

Excavé en mi bolsa por un cepillo y empecé tratando de peinar a través de


los enredos en mi cabello. El sonido de una riña distante me hizo mirar alrededor
con curiosidad, pero no vi a nadie. Me encogí de hombros y volví a cepillarlo.

Cuando la mayoría de los nudos salieron, reemplacé el cepillo y agarré


una botella de crema humectante para mi piel. Otro sonido, un poco como un
fuerte golpe, cortó a través del silencio, salté y me volteé.

Aun nadie.

—¿Hola? —grité.

Tal vez la chica borracha seguía aquí después de todo. Tal vez se desmayó
y golpeó su cabeza en el retrete.
Cuando nadie respondió, aun no podía sacudirme el sentimiento que algo
estaba mal. Todavía agarrando la botella de crema, me moví a través del cuarto
de duchas para ir a revisar a la chica que escuché antes.

Mis chancletas seguían mojadas por mi ducha e hicieron un sonido


chirriante contra el azulejo. Mientras caminaba, vi los espejos que cubrían las
paredes. Todos ellos cubiertos con vapor por el calor de mi ducha. De repente,
tener el lugar para mí ya no se sentía bien.

—¿Estás bien? —le grité, no porque esperaba una respuesta, sino porque
el sonido de mi propia voz era preferible al silencio.

Cuando el único sonido que respondió fue el goteo del agua en uno de los
lavamanos, me empecé a sentir como una enorme gallina.

Es decir, en serio, ¿quién se asustaba mientras tomaba una ducha en un


dormitorio lleno de chicas?

Pensé en regresar a lo que hacía, pero decidí que realmente debería revisar
para asegurarme que esa chica no se hubiese desmayado.

La última puerta al lado del compartimiento se hallaba cerrada mientras


que el resto estaba parcialmente entre abierta. Tiré de la toalla un poco más
apretada alrededor de mí mientras una gota de agua perdida se deslizaba por la
parte posterior de mi pierna y sobre la parte posterior de mi rodilla. Me estremecí
ante la espeluznante sensación que dejó en su estela.

Hubo un poco de movimiento a mi derecha, y salté, jadeando un poco.


Giré todo el camino hacia el movimiento que había visto y luego me eché a reír.

—Solo tú estarías asustada de tu propio reflejo —murmuré.

Los espejos en esta habitación no estaban todos empañados por la ducha,


y el movimiento que noté fue a mi pasándolo. Realmente no podía distinguir
todas mis características porque dejé mis lentes con mi ropa.

Eso explicaría el aspecto ligeramente turbio de todo lo que hay aquí.

Gah, perdía la cabeza.

—Contrólate —dije en voz alta, mi voz resonando en la habitación vacía.


Mis pies golpearon sobre el piso mientras me moví rápidamente a la casilla con
la puerta cerrada.

—¿Hay alguien aquí? —grité y abrí la puerta. Hizo un sonido de golpeteo


cuando golpeó contra la pared y la endeble casilla vibró por la fuerza de mi escaso
empujón.

Nadie estaba aquí.

Volteé mis ojos y retrocedí, mirando en cada casilla antes de regresar al


cuarto de las duchas.

Decidí nunca contarle a alguien acerca de esto. Hablando de embarazoso.

De vuelta al cuarto de las duchas, los espejos seguían empañados y el aire


era más caliente. Mis cosas seguían apiladas en el banco donde las dejé y usé mi
mano en el espejo sobre el lavamanos más cercano para remover la niebla y así
poder ver.

A pesar de que todo estaba mayormente borroso sin mis lentes, aun podía
distinguir lo suficiente de mi rostro para aplicar crema hidratante. Eché un poco
de la crema blanca en mis dedos y luego dejé el frasco en el borde del lavamanos.
Luego de esparcirla alrededor de mis dedos, miré al espejo y empecé a frotarla
en mi cara.

Y luego me paralicé.

Me quedé inmóvil, con las manos pegadas a mi rostro mientras miraba en


el espejo lo que estaba detrás de mí.

Era solo la cortina de la ducha, me dije.

Sí, pero no cerré la cortina cuando salí.

La dejé abierta.

Ya no estaba abierta.

La tela gruesa y blanca se extendía por toda la abertura, bloqueando toda


la superficie de la ducha de la vista.

Me quedé parada viendo del espejo a esa pared de blanco por un momento
interminable.

¿La cerré y simplemente olvidé?

Ya revisé el baño. Me encontraba sola aquí.

¿O no era así?

Y luego algo detrás de la cortina se movió.

El movimiento envió ondas de actividad a través de la tela blanca, y vi con


horror cómo se balanceaba ligeramente.

¿Me imaginé eso?

Pasó de nuevo. Esta vez la cortina se balanceó todavía más. Creí ver la
forma oscura de una sombra detrás de ella.

Mi corazón empezó a latir tan fuerte que era el único sonido que podía
escuchar. Mi garganta se contrajo súbitamente y dolía respirar o tragar. El miedo
hizo hormiguear la base de mi columna, dejé caer las manos de mi rostro y limpié
lo que quedaba de la loción en la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo.

No estaba dispuesta a ser atacada hoy.

Mientras usaba únicamente una toalla.

Me deslicé lo más silenciosamente que pude y me estiré por mis lentes. Si


una chica iba a defenderse a sí misma, necesitaba ser capaz de ver.

La habitación se enfocó claramente, y me sentí ligeramente más en control.


Hasta que la cortina se movió de nuevo.

Con un fuerte suspiro, rodeé el banco y me acerqué a la ducha.

Extendí la mano y agarré el borde de la cortina.

Mis pulmones ardían con la necesidad de oxígeno, pero no era capaz de


tomar aire. Me encontraba tan asustada en ese momento que era todo lo que
podía hacer para no huir.

Debería huir totalmente.

En vez de eso, conté hasta tres.

Uno.

Dos.

Tres.

Tiré de la cortina.

Alguien se abalanzó sobre mí.

Grité.
#DíaDeJuego
Traigan sus culos con resaca al campo. Tenemos un equipo al que apoyar.
#NadaMásImportaHoy
… AlphaBuzzFeed

Traducido por StefaniaVera


Corregido por Kish&Lim

Romeo
Algo no se sentía bien.

Pero tenía un juego que ganar.

Todo lo demás iba a tener que esperar.


Elementos imprescindibles para el dormitorio: Ropa.
#NadieQuiereVerTodoEso
#MantenloContenido #DepilaEsaMierda
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi


Corregido por Kish&Lim

Rimmel
Una figura vestida de negro salió disparada de la cabina de la ducha y me
envolvió con sus brazos. Grité y me caí hacia atrás, mis chancletas sin
proporcionarme mucha tracción contra el azulejo resbaladizo del suelo.

Forcejeé para agarrarme de mi atacante y evitar caerme, él me agarró y nos


enderezó mientras una risa llenaba el espacio.

Sentí como si mis ojos fuesen a caerse de mi cabeza cuando alcé la vista y
vi a Zack y su taimada sonrisa.

Me aparté de él, chocándome contra el borde del pedestal del lavabo,


aferrando la toalla (que de pronto parecía demasiado pequeña) alrededor de
donde se había deslizado y casi expuso todos mis atributos a este rastrero.

―¡Qué demonios estás haciendo! ―grité.

Se rio entre dientes.

―Deberías ver tu cara.

El enojo creció en mi interior. Enojo e indignación. ¡Cómo se atrevía a


asustarme de esa manera!

El sonido de una nítida bofetada retumbó a través del espacio cuando mi


palma abierta hizo contacto con su rostro. La cabeza de Zack se meció sobre sus
hombros y su mano subió para tocarse la mandíbula y masajear con sus dedos la
mejilla enrojeciéndose.

―Nunca hubiera adivinado que una nerd como tú tendría tanto fuego
detrás de esas gafas. ―Sus ojos eran evaluadores cuando me miró de arriba
abajo―. ¿Quién hubiera pensado que tendrías un lindo cuerpo debajo de todas
esas feas ropas que usas?

Iba a volver a golpearlo.

Me sentí expuesta y vulnerable parada así en estas condiciones. Quería mi


ropa. Quería salir de aquí. Estaba parado entre todas mis cosas y yo.

―¿Cómo entraste aquí? ―exigí, mirando hacia la puerta.

―No te preocupes ―dijo, alargando una mano hacia un mechón de mi


cabello mojado. Me aparté y sonrió―. Cerré con llave así no seríamos molestados.

―Voy a comenzar a gritar ―advertí, retrocediendo contra el lavabo otra


vez.

Chasqueó la lengua.

―No, no lo harás. Porque estando sola en el baño de mujeres conmigo…


desnuda… ―Enfatizó esa última palabra como si yo estuviera desnuda con él
porque quería estarlo. Me dio náuseas―. Correría más rápido de lo que podrías
ponerte esas braguitas de encaje.

Recogió un par de bragas azul marino con una cintura de encaje que había
comprado específicamente para hacer juego con los colores de los Lobos (y
apoyar a Romeo, por supuesto) y las giró en su dedo.

Iba a tener que quemarlas. Le estaba pegando sus mugrientos piojos.

Qué lástima. Ni siquiera había podido ponérmelas.

―Dame eso. ―Jadeé y se las arrebaté de las manos, aferrándolas contra mí.

Se rio.

―Los mensajes de texto volarían, y Romeo, oh, Romeo… ―Suspiró―, se


enteraría de esta conversación íntima, y entonces su cabeza estaría toda hecha un
lío para su gran juego.

—Eres un imbécil —gruñí.

—Imagina a su preciosa nerd y yo… su mayor aversión, desnudos juntos.

—Eres repugnante. Él sabe que nunca estaría a solas contigo


voluntariamente.

Sonrió.
—Tal vez. Pero eso todavía haría que su juego vaya mal.

Había tenido suficiente, y me moví para empujarlo, pero él me empujó


hacia atrás.

―¿Qué diría todo el mundo de nuestro héroe del campus cuando estropee
el mayor juego del año y le entregara el trofeo al otro equipo? Me pregunto si
seguiría siendo adorado por todos.

Sacó su teléfono de su bolsillo y lo alzó. Antes de saber lo que estaba


haciendo, sacó una foto de mí de pie con la toalla.

―Tal vez ―dijo―, debería enviar esta foto y dejar que todos sepan lo que
estamos haciendo. En este momento. Ya.

Había una frase que leí hace mucho tiempo. Una frase que me encantaba
y me hacía sentir fuerte. Se me había quedado grabada con el paso de los años,
como muchas otras palabras del autor.

Y aunque ella era pequeña, era feroz. ―Shakespeare

Pensé en esa frase en este momento.

Podría ser pequeña. Podría ser fácilmente intimidada, pero podía ser
feroz.

Era feroz.

Con un grito, arremetí hacia delante y arrojé todo mi peso contra Zack. No
había esperado que hiciera tal cosa, y perdió el equilibrio. Retrocedió contra el
asiento de madera apoyado en el centro del espacio, y este causó que se cayera
hacia atrás. Le quité el teléfono de la mano y lo arrojé contra la pared del fondo
de una de las duchas.

El pequeño dispositivo chocó con los azulejos y se hizo añicos, pequeños


pedazos volando en todas las direcciones.

Me miró con sorpresa en la cara.

Me encogí de hombros.

―Oops.

―¡Ese era un teléfono de quinientos dólares! ―gritó y se puso de pie de un


salto para examinar todos los trozos desparramados.

Comencé a reunir mis cosas y corrí a la puerta.


―¿Le preguntaste? ―dijo, su voz deteniendo mis pasos.

Miré por encima de mi hombro hacia él.

―Claro que no.

―Entonces, supongo que no te importa si estás saliendo con un mentiroso.


―Lo dijo como si de alguna manera esas estúpidas palabras serían usadas como
psicología inversa sobre mí. Como si de alguna manera fuera a ser envenenada
contra Romeo, contra el único hombre que he amado.

Pensé que la satisfacción de ver su teléfono roto había sido suficiente para
apaciguar mi enojo. Pero me di cuenta ahora que no había pasado. Enojo
renovado se alzó en mi interior. Estaba enfadada que intentara envenenar algo
especial. Algo que nunca había tenido con nadie más.

No le permitiría tomar eso de mí. O de Romeo.

―¿Sabes qué? ―dije, dándome la vuelta para encararlo―. No me importa.

Alzó una ceja.

―No me importa si tienes razón. Incluso si Romeo me mintió sobre algo,


lo perdonaré. No importará. Las probabilidades para que mintiera, serían porque
pensó que me protegería.

Esto soy yo amándote. Sus palabras rebotaron en mi interior mientras


buscaba defender nuestro amor.

Miré los trozos del teléfono arruinado. Esta era yo amándolo.

―No sé por qué odias tanto a Romeo, y me tiene sin cuidado. Hazte un
favor y olvídalo. Intentar lastimarme para llegar a él no va a funcionar.

Sus ojos eran duros cuando me di la vuelta y marché hasta la esquina hacia
la puerta.

Efectivamente, la puerta estaba cerrada con llave desde el interior.

Quité el pestillo y abrí la puerta y salí al pasillo dando un traspié usando


nada más que una toalla. Dos chicas estaban de pie allí con todas sus cosas para
la ducha en sus manos y expresiones confundidas en sus caras, dividiendo su
atención entre la puerta y yo.

Aunque me estaba muriendo por dentro por la vergüenza, marché por el


pasillo y entré en mi habitación.
Una vez que estuve allí, dejé todo junto a la puerta y corrí por mi teléfono.

Lo agarré y apreté un número que estaba alegre de tener.

Sonó y sonó, mi estómago comenzó a revolverse con temor que no fuera a


responder.

Justo cuando supe que el teléfono iba a ir al buzón de voz, contestó.

—¿Rimmel?

―Braeden ―dije con aparente alivio en mi voz. Me relajé contra la puerta


y aferré el teléfono en mi oreja.

―¿Qué sucede? ―preguntó, su voz volviéndose brusca, y sentí su alarma


llegar a través de la línea.

―Estoy bien ―dije rápidamente, intentando que no se asustara. No quería


molestarlo antes del juego tampoco, pero era el único al que podía llamar―.
Solo… necesito un favor.

―Te cubro.

―Tener un hermano no es tan malo ―dije.

El ruido en el vestuario casi venció a su risita, y escuché al entrenador de


fondo, gritando algo.

―Oye, hombre, ya regreso. Cúbreme. ―Escuché su voz amortiguada sobre


la línea.

―Claro ―contestó Romeo, y cerré con fuerza los ojos.

El ruido de fondo se desvaneció y entonces solo estaba Braeden.

―¿Qué está pasando, Rim?

―No le dijiste que era yo ―dije.

―Sí, pensé que me llamaste porque había algo que no querías que él
supiera.

―Necesito que lo mantengas lejos de su teléfono antes del juego. Y lejos de


cualquiera que no sea del equipo. Sin chismes.

―¿Qué demonios sucedió? ―exigió. El enojo en su tono me hizo


preguntarme si tal vez no debería haberlo involucrado.
―Nada ―mentí. Entonces suspiré―. Bueno, es algo. Pero no quiero que se
meta con la cabeza de Romeo antes del juego. Eso es lo que él quiere.

―¿Él quién? ―dijo Braeden con aspereza. Entonces gruñó―. ¿Esto es sobre
Zack?

―Sí.

―Chica, mejor que no tengas más moretones ―recitó.

Me estremecí porque su voz fue tan mortal como la de Romeo.

―No los tengo ―dije. Me pregunté qué diría si le decía que podría haber
una foto de mí con nada más que una toalla―. Mira, lo explicaré después del
juego de esta noche. Sólo hazlo por Romeo.

―Claro que lo haré.

―¿Braeden? ―dije cuando pensé que colgó.

―¿Chica tutora?

Sonreí.

―No te preocupes por esto, ¿bien? Por mí tampoco. Todo está bien. Sal allí
y juega.

―Entendido. ―La sonrisa en su voz me hizo relajar.

―Buena suerte hoy.

―Gracias, hermanita. Te veré esta noche.

Colgué el teléfono y tomé una respiración calmante. Esas chicas fuera del
baño tuvieron que haber visto a Zach. Habrían sabido que había estado allí con
él.

Solo podía imaginar lo que él les habría dicho.

Los rumores iban a empezar a volar.

Entré más en el cuarto y bajé la mirada a la cama y a la sudadera de Romeo.


Esperaba que Braeden pudiera evitar que los rumores llegaran a él.

Antes de arrojar mi teléfono a un lado, le mandé un mensaje rápido a


Romeo.

TE AMO.
Sonó de inmediato con una respuesta.

TE AMO. APAGO EL TELÉFONO AHORA. ÓRDENES DE BRAEDEN.

Gracias a Dios por Braeden.

Al otro lado del cuarto, Ivy se removió y alzó la cabeza. Su cabello estaba
todo desparramado y cubriendo buena parte de su cara. Empujó la masa
enredada con sus manos y entrecerró sus ojos en mi dirección.

―Dios ―gimió―. ¿Es de mañana?

―Sí. El día del juego.

Su cabeza cayó en la almohada y volvió a gemir.

Sonreí y rebusqué a través de mis cajones para encontrar algo que usar.

―¿Fiesta loca anoche?

―No tienes idea ―murmuró y se sentó, apoyándose contra la pared.


Observé mientras apartaba los cobertores de su cuerpo y bajó la mirada. Sus ojos
se ampliaron y volvió a subir la sábana―. ¿Dónde demonios está mi ropa?

Me reí y miré alrededor.

―Allí ―dije y señalé su camiseta de breteles―. Y allí. ―Señalé a otra parte


a sus vaqueros.

Sonrió.

―Bueno, debí haber pasado un maldito buen momento.

Me reí y di la vuelta para vestirme. No podía dejar de pensar en Romeo…


y Zach. Y el baño.

Iba a volverse loco cuando le contara.

Pero no tenía opción.

Solo oraba a Dios que yo fuera capaz de decirle primero.


#Atrapada
Una muy familiar #Nerd usando nada más que una toalla dejando un baño cerrado.
Alguien que no era #24 la seguía.
#Infiel #NerdActuóMal
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Brisamar58


Corregido por Kish&Lim

Romeo
El enorme campo de fútbol se encontraba vacío y casi silencioso.

Los únicos sonidos provenían del personal trabajando en los laterales,


asegurándose que todo estuviese en su lugar y listo para el juego.

No pasaría mucho tiempo hasta que los asientos estuvieran llenos de


gente, la música explotando en el aire, las imágenes y los olores de un partido de
fútbol de un domingo llenarían la atmósfera.

Además de la energía de antes del juego derramándose del vestuario,


también había una cantidad tácita de nervios. Este era un partido muy
importante para nosotros. Una victoria era mucho más que un trofeo.

La escuela conseguiría más dinero en subvenciones. El prestigio de esta


universidad como un todo se elevaría al siguiente nivel. Y los Lobos… los Lobos
serían recordados en la historia de Alpha U.

Estábamos listos. Lo sentía en mis huesos. Nos esforzamos mucho para


esto. Sabía que podíamos ganar el juego. Lo quería.

Eché un vistazo a la sección de la platea donde sabía que algunos de los


cazatalentos de la NFL estarían sentados. Tenía mucho en juego personalmente.
Luego bajé la mirada a la sección cercana al campo donde sabía que Rimmel
estaría sentada. Sería capaz de verla desde los laterales.

Verla apoyándome significaba mucho más para mí de lo que ella sabría.


Mis padres también estarían allí. Tenían asientos en la platea, igual que en la
mayoría de mis juegos locales. Ellos me brindaban apoyo, siempre lo habían
hecho. Pero el apoyo de Rimmel era diferente.

Se sentía diferente.

Se sentía como si ya no estuviera haciendo esto solamente por mí, sino


también por ella.

Quería hacerla sentir orgullosa.

Una mano pesada bajó sobre mi hombro y el entrenador se movió hasta


estar a mi lado. Nos quedamos mirando el silencioso campo, al que se le había
limpiado expertamente toda la nieve. Sabía por los enormes copos cayendo
perezosamente desde el cielo que el verde que se extendía delante de nosotros
probablemente no se conservaría tan inmaculado como estaba ahora.

―Estás listo para esto. ―El entrenador habló a mi lado, sin quitar sus ojos
del césped.

―Todo el equipo lo está ―concordé.

El entrenador se aclaró la garganta.

―Eres un buen jugador, Anderson. El respeto que tienes por el juego y la


determinación que muestras en el campo no es algo que vea muy a menudo entre
los jugadores.

—Gracias ―dije, sin saber qué más decirle a un cumplido así.

―Eres la columna vertebral de este equipo. Sólo quería decirte antes del
partido que estoy orgulloso de ti. Eso no cambiará aunque hoy no traigamos el
trofeo a casa.

Algo de la tensión y los nervios que se envolvían dentro de mí se relajaron.


Retiré los ojos del campo y miré al entrenador. Estaba vestido con un par de
pantalones de color amarillo dorado y un jersey de los Lobos con las palabras
Entrenador O'Connor en la espalda. Un silbato colgaba alrededor de su cuello y
una gorra de béisbol con el logotipo del equipo (garras que destrozan) colocada
sobre su cabeza.

―Vamos a traer a casa ese trofeo ―dije, decidido.

Él sonrió.

―Pensé que dirías eso.

―Supongo que mejor voy a hacer que todo el mundo se alborote.


―Tú haces eso ―dijo el entrenador, regresando al campo―. Voy a estar
aquí unos minutos más. La tranquilidad antes de un partido es un buen momento
para reflexionar.

Lo dejé en paz y entré al vestidor. Los chicos eran ruidosos y bulliciosos,


haciéndose bromas unos a los otros y preparando sus cosas.

Me tomé un minuto para asimilarlo todo como lo había hecho en el campo.


Por alguna razón, sentí que las cosas estaban cambiando, que este tipo de
momentos eran fugaces.

Mi objetivo final siempre había sido la NFL, y me gustaría saltar a la


oportunidad de llegar allí. Pero aun así, el recuerdo del fútbol universitario
siempre sería un momento decisivo en mi vida. Eran momentos como estos que
me hacían recordar lo que era el fútbol.

―Oye, ¿dónde estás, chico lindo? ―gritó Braeden y dio la vuelta a la


esquina.

Sonreí y él se echó a reír.

―¿Estás listo para hoy? ―dijo y pasó un brazo alrededor de mi cuello


tratando de hacerme agachar para poder desordenar mi cabello.

―Sí, diablos ―dije, esquivando su intento.

Los chicos que estaban alrededor de nosotros empezaron a intercambiar


insultos, así que nos unimos hasta que el sonido de la música apagó la risa.

Una vieja canción acerca de cómo el tipo que cantaba era demasiado sexy
estalló a través del ruido, y todos empezamos a reír.

―¡B-hombre! ―gritó alguien una hilera más allá―. El teléfono está


sonando.

Braeden salió en dirección a su teléfono, y lo seguí, hablando con algunos


de los chicos en el camino. Trent y yo intercambiamos cabeceos y golpes de puño.

Cuando llegué a la esquina, me concentré en el hecho de que todo sobre


Braeden había cambiado. No llevaba una camiseta y todos los músculos de su
espalda estaban amontonados, apretados. Estaba encorvado alrededor del
teléfono y tenía un dedo presionado en su oído opuesto para escuchar mejor.

Algo andaba mal.


Me acerqué a su lado y estaba a punto de preguntar lo que estaba
sucediendo cuando dijo:

―Oye, hombre, ya vuelvo. Cúbreme.

―Claro ―le dije mientras se alejaba con su teléfono.

Me pareció extraño. ¿Quién le estaría llamando justo antes de un gran


partido para que él realmente tome la llamada y deje el vestuario para hablar?

Esperaba que nada estuviera mal.

Me hizo pensar en Rimmel. Tal vez debería ver que se encuentre bien. O
al menos revisar mis mensajes.

Revisé los bolsillos de mi chaqueta y saqué el teléfono. Antes de que


pudiera revisar la pantalla, un par de chicos vinieron a hablar de jugadas
conmigo, y les di toda mi atención. Cuando se fueron, levanté el teléfono para
encender la pantalla.

Braeden apareció a mi lado y agarró el teléfono.

―Oye, oye ―dijo―. ¿Qué es esto? Sin teléfonos antes del juego. ¡Tenemos
que concentrarnos!

―Lo dice el hombre que acaba de recibir una llamada.

Se encogió de hombros.

―Tuve que atender una llamada.

―Y yo tengo que ver cómo está Rimmel.

Algo pasó detrás de sus ojos, y sentí que mi visión se cerraba en su rostro.
Mi teléfono se apagó en su mano, y lo alcancé. Lo sostuvo y miró la pantalla.

―Hablando del diablo.

Cogí el teléfono y miré el texto. Las dos palabras que ella me envió me
hicieron sonreír.

―Mira ―dijo Braeden―. Mírate poniéndote todo blando. Apaga esa cosa
antes de que te conviertas en un imbécil que usa pañal y toma biberón antes del
juego.

Me reí y lancé una respuesta a Rim, luego pulsé el botón de apagado.

―¿Feliz ahora?
―Diablos sí ―dijo Braeden y volvió a poner su teléfono en su casillero.

Me di cuenta que él no lo apagó.

La voz del entrenador resonó a través del vestuario.

―Vístanse. ¡Vamos a calentarnos!

Mi estómago saltó de excitación. Era casi la hora del juego.

Cuando estuvimos todos vestidos y todo el mundo estaba en el campo, me


di cuenta que dejé la placa de identificación que Rimmel me dio en el casillero.
Me apresuré a regresar para ponérmela por encima de mi cabeza y meterla debajo
de todas mis almohadillas.

Pasando por el armario de Braeden, mis pasos vacilaron. Algo estaba


sucediendo.

Sin pensarlo más, abrí su casillero y cogí su teléfono. Abrí el historial


reciente en su registro de llamadas y me quedé mirando la última llamada.

Había sido Rimmel.

―¡Oye! ―gritó Trent desde la parte delantera de la habitación.

―¡Voy! ―grité de regreso y empujé el teléfono de vuelta donde había


estado.

Mientras corría para unirme al equipo en el campo, todo lo que podía


pensar era lo que Braeden no me había dicho.

¿Por qué diablos le había llamado Rimmel?

¿Qué era lo que no sabía?


¿Quién tiene un #Mojo Épico ?
¡#24 Lo tiene!

Traducido por AsheDarcy y Florff


Corregido por Bella’

Rimmel
En el tercer cuarto del juego, empecé a relajarme.

Romeo dominaba el campo. Se encontraba totalmente en la zona y era


asombroso de ver.

Mi pecho se hinchaba de orgullo cada vez que lo miraba.

Lanzó cuatro touchdowns justo en la zona final. Los tiros eran tan
perfectos que literalmente navegaban directamente en las manos de sus
compañeros de equipo. Cuando no lanzaba touchdowns, lanzaba pases
completos que daban a los Lobos una ventaja y los tenían por delante en el
marcador.

El resto del equipo también estaba en llamas. Trabajaban como una


unidad, como un todo. Era como si se conocieran tan bien que podían anticipar
los movimientos del otro antes de que los hicieran.

Supongo que todas esas horas y horas de práctica y estar juntos daba sus
frutos.

Fui un manojo de nervios y ansiedad mientras me preparaba para el juego.


Revisé mi teléfono constantemente para textos crípticos y cada notificación de
Buzz. Me envió uno que me hizo sudar frío, y oré para que Romeo no lo hubiera
visto.

Pero a juzgar por la forma en que jugaba, no lo hizo.

Pude relajarme un poco durante la primera mitad del juego, pero cuando
el entretiempo comenzó, empecé a preocuparme de nuevo. ¿Y si alguien le dijera
algo en el vestuario? ¿Qué tal si encendió su teléfono y vio lo de Buzz?

Tal vez no se diera cuenta que era sobre mí, pero ¿y si lo hacía?
Una vez que el medio tiempo terminó y el equipo se apresuró a salir, sabía
que estaba bien. Romeo miró hacia donde mis amigas y yo estábamos sentadas y
sonrió.

Le di un pulgar hacia arriba y sonreí.

Cuando los jugadores se establecieron nuevamente en el juego, conseguí


una nueva sidra de manzana. El que conseguí antes se enfrió. Mi estómago se
hallaba tan anudado que no pude beberlo. Pero cuando el vendedor me entregó
una nueva taza humeante, sabía que podría disfrutarlo.

Tenía el rostro tan frío que mis mejillas se entumecieron e incluso con mis
botas forradas de piel, mis pies se encontraban fríos y se sentían un poco rígidos.
Vestía un par de gruesos leggings negros, gruesos calcetines de color crema que
llegaban hasta mis rodillas, una camiseta de manga larga, una franela y la
sudadera con capucha de Romeo encima.

Incluso añadí un par de guantes púrpura y una gorra de punto color


púrpura. Debajo de ella, dejé el cabello suelto, esperando que la longitud
proporcionara una capa extra de calor. Traté de rizarlo en aquellos rizos sueltos
que Ivy hizo ver tan fácil.

Me quemé la frente y la oreja antes de rendirme.

El resultado fue un cabello parcialmente rizado.

Era bueno que llevara un sombrero. Mantenía cubierto mi pobre intento


de peinado. Como de costumbre, llevaba mis gafas y ni un punto de maquillaje
(excepto mi protector labial).

Junto a mí, Ivy y Missy se veían tan lindas como siempre en vaqueros,
botas y abrigos de moda que parecían capas. Missy llevaba un par de guantes
con estampado de leopardo (a esa chica le gustaba su estampado animal) e Ivy
llevaba un par de guantes blancos que parecían suéteres.

Ambas llevaban maquillaje aplicado con habilidad y parecían demasiado


buenas para ser dos damas que se quedaron hasta la mayor parte de la noche de
fiesta.

La multitud empezó a corear el número de Romeo, y yo aplaudí mientras


salía corriendo al campo con sus compañeros de equipo.

Levanté la mirada a la gran pantalla que mostraba fotos aleatorias de las


personas en las gradas y disparos de primer plano del juego. La imagen de
Romeo llenó el cuadro y la gente comenzó a animar. Incluso en la pantalla y con
un casco en la cabeza, el efecto de sus ojos azules era absoluto.

No podía esperar a estar con él esta noche. A pesar de que me quedé con
él anoche, todavía se sentía como una eternidad desde que lo había visto. Me hizo
enojar que lo que se supone que era una noche entera de celebración y diversión
iba a ser interrumpido por tener que decirle acerca de Zach.

—¿Estás bien? —dijo Ivy, inclinándose para hablar en mi oído.

La miré.

—Por supuesto. ¿Por qué?

Se encogió de hombros.

—Pareces un poco rara… un poco silenciosa.

—Siempre estoy callada —señalé y luego sorbí la sidra.

—Sé que algo está pasando —dijo con firmeza—. He escuchado algunos
rumores volando.

Todo el mundo a nuestro alrededor se volvió salvaje y se puso en pie de


un salto. Miré hacia arriba para ver que Romeo lanzó otro perfecto pase justo en
la zona final.

Me puse de pie y grité junto con todos los demás. Me reí cuando Braeden
se lanzó a Romeo y él lo atrapó. Braeden golpeó el casco de Romeo en celebración
mostrando un poco de su bromance en el campo.

Hice una nota mental para burlarme de Braeden más tarde.

Una vez que la multitud se calmó, Ivy me miró de nuevo.

—Te lo explicaré más tarde —le dije, esperando que lo dejara ir.

—Puedes decírmelo en la fiesta de esta noche.

Asentí y tomé otro sorbo de la sidra para no tener que comprometerme.

Unos cuantos pases más tarde y los Lobos interceptaron el balón del otro
equipo, y la multitud volvió a enloquecer.

Mis ojos siguieron al enorme veinticuatro en la parte de atrás de la


camiseta de Romeo mientras salía corriendo al campo para hacer el juego
ofensivo.

Unos momentos más tarde, el balón quedó en sus capaces manos, y me


maravilló cómo se las arregló para parecer pequeño cuando lo atrapó.

Sujetó el balón mientras buscaba una apertura para hacer el pase. Cuando
encontró a dónde se dirigía, apartó el brazo, listo para lanzar lo que yo sabía que
sería otro tiro perfecto.

Vi la pelota volar en espiral por el aire, hacia su objetivo. El jugador atrapó


la pelota y corrió por el campo.

Las personas gritaban y animaban.

Y entonces silencio.

—¡Oh, Dios mío! —gritó Ivy, y sus dedos se clavaron en mi brazo.

A pesar de que los Lobos anotaron otro touchdown, el estadio se quedó


misteriosamente callado.

Una sensación enfermiza retorció la boca de mi estómago y mis ojos


buscaron a Romeo. Pero no se encontraba donde debía estar.

En cambio, un jugador se hallaba tendido en el suelo, extendido debajo de


otro jugador del equipo contrario.

Mi pecho se apretó cuando varios de los Lobos se lanzaron contra el


jugador y lo sacaron. Braeden empujó al tipo hacia atrás con tanta agresión que
tropezó.

Los árbitros se agolpaban y escuché varios silbidos.

Todo se desaceleró para mí.

Romeo estaba tendido en el campo, plano sobre su espalda.

Inmóvil.

Quieto.

—¿Qué está pasando? —murmuré, mi cerebro incapaz de procesar lo que


estaba viendo.

—Ese tipo del otro equipo se lanzó hacia Romeo después de lanzar la
pelota. Parecía deliberado. Como si quisiera sacarlo del juego.

—¡Miren! —dijo Missy, agarrando mi brazo y apartando mi atención del


campo y subiendo a la pantalla gigante.

Repetían lo que pasó.


Las lágrimas llenaron mis ojos y empañaron mi visión mientras miraba a
Romeo, que no lo vio venir, tacleado y rudamente llevado al suelo.

—No —susurré. ¿Por qué alguien querría herirle así?

Porque era demasiado bueno. Jugaba tan bien que era embarazoso para el
otro equipo.

Los Lobos, el entrenador, y uno de los árbitros se apiñaban alrededor de


Romeo, y cuando miré, no pude verle más. Pero sabía que seguía allí tendido.

¿Qué pasa si se encontraba herido?

¿Qué pasa si algo se rompió?

Antes de que supiese que pasaba, salía de mi lugar y corría como una
exhalación hacia la barandilla que separaba los asientos del campo. Tenía que
asegurarme que se encontraba bien. No podía estar simplemente aquí sentada y
observarle allí tumbado y con dolor.

Escuché gritar mi nombre, pero lo ignoré mientras lancé mi pierna por


encima de la valla y me preparé para darme un empujón.

Uno de los tipos que trabajaban en seguridad resultó verme, y corriendo


tras de mí me ordenó que me detuviese.

—No puedo. Ese es mi… —Mi voz se rompió. No podía obligarme a que
la palabra novio saliese de mis labios. Simplemente no era suficiente. No
describía cómo de desesperada estaba por llegar a él.

—Él es mi todo —terminé.

El guardia de seguridad me dio una mirada adusta.

—No puedes entrar al campo.

Una lágrima solitaria se escurrió hacia abajo por mi mejilla, y estiré mi


cuello. Frustrada, eché una mirada hacia arriba a la gran pantalla para ver si
mostraban un ángulo diferente.

Pero no ponían a Romeo en la pantalla. Estaba centrados en mí.

Parpadeé ante mi imagen medio a horcajadas sobre la barandilla y el


guardia de seguridad de pie allí con una mirada adusta en su rostro mientras me
miraba fijamente. Mis mejillas estaban rojas y, detrás de mis gafas, mis ojos
salvajes.
Dejé de ver la pantalla, irritada que no estuviesen centrados en Romeo.

Le eché un vistazo al guardia.

—Voy a pasar.

Cruzó sus brazos sobre el pecho como si dijese, atrévete.

Lancé mi otra pierna por la barandilla así me hallaba equilibrada sobre la


parte inferior del peldaño.

—Esta es la última advertencia —gritó el guardia.

La multitud empezó a animar y se volvió loca. El número de Romeo


empezó a llenar el aire. Alcé la vista.

¡Él estaba bien!

Estaba de pie, con el casco en la mano, y riéndose de algo que Braeden


estaba diciendo. A su lado, el entrenador parecía aliviado, y todos los Lobos
aplaudían.

El tipo que lo tacleó estaba siendo escoltado fuera del campo.

Imbécil.

El alivio hizo que me debilitara y un sollozo se quedó atrapado en mi


garganta. Me hundí contra el frío metal de la barandilla. El guardia hizo un gesto
para pedir respaldo, y unos pocos vestidos como él empezaron a venir en mi
dirección.

¿En serio? Estaba siendo un poquito dramático. Yo era solamente una


chica. Y encima una pequeña.

Ivy se apareció detrás de mí y me agarró por los hombros.

—¿Estás loca? —gritó—. Vuelve aquí.

—Solamente quería asegurarme que estaba bien.

—Lo está —respondió—. ¡Ahora, vamos!

Empecé a darme la vuelta cuando el guardia me agarró por el tobillo.

—Vas a tener que venir conmigo —recitó.

La muchedumbre empezó a volverse loca. Incluso más loca que cuando


Romeo se levantó después del golpe. Estaba escalando por la valla,
preguntándome si me gustaría la prisión, cuando Ivy suspiró.

—Te lo juro. Tienes un montón de suerte.

Confundida, miré a mí alrededor. Romeo estaba corriendo hacia nosotros,


con el casco en sus manos.

Rápidamente, eché un vistazo a la gran pantalla y se estaba mostrando una


amplia imagen de mí subiendo por la valla y de él corriendo hacia nosotros.

Cuando llegó, le dio una palmada al guardia en la espalda y le dijo algo al


oído. El guardia me miró y sonrió y después se alejó.

Romeo subió a donde estaba. A la altura de la valla en que estaba subida


era más alta que él, por una vez.

—Me estás matando, pequeña —dijo—. Tuve que interrumpir un


campeonato para mantenerte fuera de la cárcel.

—Estaba preocupada. No te levantabas.

—Así que decidiste dirigirte directo al campo, ¿y luego qué?

Dios, se veía tan… tan increíble justo entonces. Su uniforme ciñéndose


sobre sus amplios hombros y su estrecha cintura. Las almohadillas que envolvían
su cuerpo lo hacían parecer incluso aún más fuerte. Tenía rastros de hierba en
sus rodillas, sudor en su cabello, y una carcajada malhumorada en sus brillantes
ojos azules.

Lo juro nunca había visto a nadie que fuese a partes iguales para morirse
por su aspecto y el alborotador chico de la puerta de al lado.

—Iba a salir allí y besarlo y mejorarlo.

Echó atrás la cabeza y se rio, y todo el estadio entró en erupción una vez
más. Era consciente que cada momento entre nosotros estaba siendo
retransmitido como algún reality show en vivo, pero por una vez, no me
importaba cuanta gente estuviese mirando.

Este era nuestro momento.

Y estaba absoluta y terriblemente feliz que no estuviese herido.

—¿Entonces estás bien? —le pregunté.

—Se necesita bastante más que un turbio ataque ilegal para reducirme.

Detrás de él, los jugadores estaban regresando al juego, apurándose para


salir al campo, y el entrenador estaba gritando las órdenes.

—Entonces volveré a mi asiento —dije.

Se movió con rapidez hacia delante y me sacó de la valla. La multitud


aclamaba cuando me deslizó hacia abajo por su cuerpo y presionó sus labios
contra los míos.

No fue un beso casto. Era la clase de beso que hacía enrojecer cuando lo
veía en la televisión.

Pero de todas formas lo besé. Me perdí en él.

Cuando me echó hacia atrás, dije:

—A propósito, lo estás haciendo estupendo ahí.

Se rio entre dientes y me colocó de regreso en la valla manteniendo una


mano en mi trasero mientras saltaba de nuevo. De regreso en las gradas, sujeté el
frío metal y le saludé.

Había estado caminando de regreso hacia su equipo, pero entonces


cambió de dirección y corrió veloz hacia mí. En un salto lleno de gracia, estaba
por encima de la pared y recostándose en la valla.

—Te amo —mitad gruñó y presionó un beso rápido en los labios—. El


siguiente touchdown es para ti.

Detrás de nosotros, el entrenador estaba gritando su nombre, el juego se


reanudaba.

Saltó y echó una carrera hacia el entrenador, que le golpeó en la nuca con
su sujetapapeles.

A mi lado, Ivy suspiró.

—Quiero ser una nerd.

Le di un codazo y ambas nos reímos.

El resto del juego pasó sin más intentos de sacar a Romeo del juego. Sus
compañeros de equipo parecían correr a su alrededor para dejar fuera a
cualquiera que intentase acercarse.

Al final, Romeo lanzó otro touchdown. El que dijo que era para mí.

Y cuando el reloj llegó a su fin, los Lobos se convirtieron en los campeones


de fútbol universitario.
Alpha U estaba consiguiendo un nuevo trofeo.
#SeñoritasSuspiren
Olvídense de subir por una ventana.
Los Romeos modernos interrumpen los partidos de fútbol y suben por las vallas
#ManifestaciónPúblicaDeAfecto
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Magnie y Smile.8


Corregido por Lu-017

Romeo
—Eso fue algo turbio ahí fuera, Rome —dijo Braeden una vez que el caos
total por ganar el juego se había reducido a un rugido considerable.

Finalmente estábamos en el vestuario y me estaba quitando el sudor y el


equipo manchado de hierba.

—Un movimiento totalmente estúpido —coincidí.

No era la primera vez que un equipo intentaba sacarme de un juego. Era


prácticamente una práctica común, especialmente cuando algo como un título y
un campeonato estaban en juego. Aun así, nunca había tenido a nadie que me
atacara así antes.

El juego ya estaba en progreso. Sacándome no habría cambiado el


touchdown que acababa de lanzar. Excepto, por supuesto, impedirme que lance
otro.

Ese tipo entró deliberadamente como un tren de carga y me arrasó.


Permanecí tumbado durante largo rato, esperando que el aire volviera a mis
pulmones y que mi cuerpo procesara el impacto del golpe.

Afortunadamente, no era tan bueno tacleando y no hizo nada más que


aturdirme.

E hizo que lo echaran fuera del juego.

Realmente no había sido un gran problema. Como dije, pasaba mucho.


Pero fue la primera vez que pasó frente a Rimmel.
No pude evitar notar cómo la gran pantalla del campo se había
concentrado en la chica de la sudadera número veinticuatro, que subía por la
barandilla y se preparaba para saltar al campo.

El guardia de seguridad le estaba gritando, pero ella apenas lo notaba. Sus


ojos estaban centrados en el campo, donde yo estaba.

Era casi ridículo que su minúsculo culo fuera a correr hacia un campo lleno
de hombres del doble de su tamaño para asegurarse que yo estaba bien.

Maldición. La amé aún más en ese momento.

Cuando el guardia le puso la mano en su tobillo, tratando de detenerla de


regresar a su asiento, sucedió algo.

Algo que nunca me pasó en toda mi vida entera jugando al fútbol.

El juego desapareció.

Por una vez, estaba fuera del campo y no podía concentrarme solo en el
juego. Pasó a un segundo lugar luego de la chica oscilando en el borde de la
barandilla. No iba a dejar que fuera castigada por preocuparse por mí. Diablos,
ella no sabía que no podía saltar al campo y salir corriendo.

Sonreí para mí mismo. Iba a tener que darle algunas reglas.

—Amigo —dijo Trent y se detuvo frente a mi casillero. Levanté la


mirada—. Ahora cada chica dentro de un radio de ochenta kilómetros de este
lugar va a esperar que todos los chicos hagamos alguna gran mierda romántica
en el campo como acabas de hacer.

Me reí.

—No, hombre. —No estaba de acuerdo—. Nadie estaba vigilando.

—Mierda —dijo Trent—. ¿Cómo has dicho eso con una cara seria?

—Es un don.

Braeden interrumpió la conversación, su cabello sobresaliendo para todos


lados y una toalla colgada alrededor de su cintura.

—¡Nos pondremos borrachos esta noche! —gritó.

Todo el mundo dentro del alcance del oído dio un fuerte grito.

Braeden me lanzó una sonrisa tímida.


—Entonces, ¿nuestra fiesta exclusiva esta noche?

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Bueno, podría haber invitado a más de una cita.

Trent me miró.

—Sí, yo también.

Gruñí. Eso significaba que nuestra fiesta exclusiva ya no era exclusiva. No


es que hubiera esperado nada menos.

Fuimos los campeones universitarios después de todo.

Y maldita sea si no había jugado increíble.

—Voy a tomar una ducha —dijo Braeden y cerró de golpe el casillero.

—Oye —le dije y lo cogí por el hombro.

Me miró.

—¿Quieres decirme por qué te llamó Rimmel antes del partido?

Braeden giró.

—¿Revisaste mi teléfono?

—¿Me mentiste sobre mi chica? —contraataqué.

Se pasó la mano por la cara.

—Maldición A. No me pongas en el medio, Rome.

—Eres mi mejor amigo, idiota. No hay medio. Estás de mi lado.

—Oye ahora —dijo—. Hermanas antes que señores y todo eso.

—¿Qué diablos significa eso? —dije divertido.

—Significa que la he tomado como mi hermana pequeña. Eres su señor.


Estoy oficialmente en territorio neutral.

—¿Realmente me estás diciendo que estás escogiendo su lado?

Murmuró algunas maldiciones en voz baja y suspiró.


—Estoy de tu lado, Rome. Siempre. Estoy haciendo esto por ti. Algo ha
sucedido. Eso es todo lo que voy a decir. Y esa chica te ama, así que mejor no lo
jodas.

—¿Y cómo haría yo eso?

—Deja que ella sea la única que te diga lo que sea que tiene que decir.
Quédate fuera de tu teléfono y de la mierda hasta que estés con ella.

Lo miré durante largos minutos. No retrocedió ni cayó en absoluto.

—Muy bien, hombre. Gracias por la advertencia.

Los gritos y las risas de la victoria no se detuvieron mientras todos se


duchaban y cambiaban, pero apenas los escuchaba. Sabía que no me iba a gustar
lo razón por la cual tuvo que llamar a Braeden. Traté de no estar molesto porque
ella lo llamó a él y no a mí, pero la verdad era que me cabreaba.

Al menos sabía que no estaba herida. La acababa de ver en el campo.


Físicamente, estaba bien.

Parecía como que saber solamente eso hacía más fácil volverme loco. Me
alegré que sintiera que Braeden era alguien con quien pudiera contar, pero quería
que viniera a mí. Siempre.

Salir fuera del vestuario no fue algo rápido. Había demasiadas


celebraciones para hacer. Parte de mí ansiaba encontrar a Rimmel, pero la otra
parte de mí quería disfrutar de esta victoria. Habíamos trabajado jodidamente
duro por el trofeo del que todos estábamos bebiendo cerveza, así que me dije que
la encontraría más tarde.

Después de la pre-fiesta en el vestuario, di un par de entrevistas. Los


periodistas estaban esperando fuera de los vestuarios en el túnel que conducía al
campo. Tenían cámaras, bolígrafos e insignias pegadas a sus abrigos.

Hice lo mío y encendí el encanto. Hablé del juego, del equipo, y sonreí.
Demonios, la mitad de las preguntas eran sobre la chica por la que había parado
el juego. Nunca pensé que sería una gran cosa. Sólo había estado reaccionando a
la situación, haciendo lo que me parecía natural.

Cuando el entrenador salió del vestuario, los periodistas se volvieron


hacia él, los otros miembros del equipo y yo que estábamos siendo entrevistados
pudimos escapar.
Aún me sentía animado por el juego y nuestra victoria, pero la adrenalina
empezaba a desvanecerse y un poco de agotamiento se estaba hundiendo.

Estábamos dirigiéndonos hacia el estacionamiento cuando doblé la


esquina y una figura familiar atrapó mi atención.

Rimmel estaba apoyada contra la pared con las manos enterradas en el


bolsillo delantero de mi sudadera.

Braeden, quien había estado a mi lado desde que salimos del vestuario,
me dio una palmada en la espalda.

—Te veo en la fiesta.

Asentí.

Corrió hacia delante y Rimmel se apartó de la pared y le sonrió. Ella


levantó la mano para un choque los cinco y dijo:

—¡Felicitaciones!

Braeden apartó su mano, se agachó para recogerla y hacerla girar en


círculos. Ella rio.

—Gracias, chica tutora. —Él la puso de pie y luego se fue.

Rimmel me miró y sonrió. Reconocí la expresión de su cara, así que cuando


vino corriendo hacia mí, estuve listo y tendí mis brazos. Ella saltó en ellos y
envolvió sus piernas alrededor de mi cintura. Puso sus brazos alrededor de mi
cuello y sonrió ampliamente.

—¡Estoy tan orgullosa de ti!

Le di un beso sonoro y descuidado.

Gritó y luego se retiró.

—Entonces, ¿cómo se siente ser el campeón, señor “Jugador más valioso”?

—Jodidamente bastante bien.

Se inclinó hacia adelante y me besó. No fue un beso descuidado; fue uno


de verdad. Y apretó mis entrañas y me hizo pensar en pasar de la fiesta esta noche
y simplemente pasarla en la cama con ella.

Detrás de nosotros, alguien se aclaró la garganta.


Rimmel se apartó como si estuviera en problemas, y apreté mi agarre sobre
ella y perezosamente la giré para que su espalda estuviera contra quien fuera que
estaba allí y yo estuviera frente a él.

Llevaba un abrigo de la Liga de Fútbol Nacional sobre sus vaqueros y


botas.

Mi ritmo cardíaco se aceleró, haciendo que mi pecho se sitiera como si


estuviera en peligro de explotar. Puse a Rimmel cuidadosamente a mi lado y me
adelanté.

—Soy Roman Anderson. Encantado de conocerle.

El hombre dio un paso adelante y me ofreció su mano, que sacudí.

—Sé quién es, señor Anderson.

—Espero que haya disfrutado del partido de esta noche —dije.

—Jugaste muy bien —dijo.

—Gracias. —De repente, el encanto que por lo general llevaba como ropa
de diseño me falló. Me sentí como si estuviera de pie ante un juez y un jurado, y
todo mi futuro estuviera en la balanza de la impresión que diera aquí mismo,
ahora mismo.

—Tendré que estar en desacuerdo —dijo Rimmel, dando un paso a mi


lado.

Ambos nos volvimos hacia ella. Le di una mirada cautelosa, esperando


que entendiera quién era él. Me ignoró.

Mierda.

—¿No estás de acuerdo? —dijo el cazatalentos, centrándose únicamente


en ella.

—Romeo no jugó bien. Él estuvo impresionante. —Puntualizó su


declaración empujando sus gafas sobre la nariz.

El cazatalentos se rio entre dientes. Dejé escapar el aliento que había estado
conteniendo.

—¿Y tú quién eres?


Sus ojos se abrieron cuando se dio cuenta que había puesto toda la
atención sobre ella y sus mejillas enrojecieron. Pero se adelantó y ofreció su
pequeña mano enguantada.

—Rimmel. Soy la mayor fan de Romeo.

El cazatalentos le dio la mano e inclinó su cabeza.

—¿No eres por la que el señor Anderson aquí interrumpió el juego?

Mierda. Por supuesto que había visto eso. Hablando de poco profesional.

Di un paso adelante.

—Es mi novia, señor. Es nueva en todo el mundo del fútbol y no me había


visto recibir un golpe así antes.

—Eso fue un muy buen golpe. —Estuvo de acuerdo, mirándome—. Sin


embargo, te levantaste.

—Se necesita más que eso para tirarme abajo —le contesté.

Sus ojos me apreciaron.

—Ya veo.

Miró entre Rimmel y yo.

—Trucos como el que hiciste no son comunes.

—Yo… —empecé a hablar, para decirle que no volvería a ocurrir. Quería


patearme en el culo. Pero antes de poder decir nada, habló sobre mí.

—Trucos como ese son los que venden tickets. —Miró a Rimmel de nuevo,
quien sonreía con dulzura—. Atraen a toda una nueva audiencia al deporte.

Tragué la excusa que estaba a punto de decir. Le gustó. A él le gustaba


Rimmel. El encanto que me falló antes regresó muy deprisa. Sonreí y puse mi
brazo sobre los hombros de Rimmel.

—No hay nada como una audiencia cautiva.

—Sí —dijo y luego buscó en el interior de su chaqueta—. Todavía te


quedan un par de años por delante de universidad, ¿verdad?

—Técnicamente —dije.

—¿Cuál es tu carrera?
—Gestión de negocios —respondí mientras él sacaba una pequeña tarjeta
de negocios y la sostenía a su lado.

Sonrió.

—Así que estás realmente aquí sólo por el balón.

Me relajé.

—El juego es todo lo que importa.

—Eres joven, pero tienes talento. —Miró a Rimmel—. También tienes


mucho apoyo.

Rimmel asintió con entusiasmo.

El cazatalentos se rio entre dientes.

Maldita sea. Mi nena estaba enamorando a este tipo.

Sostuvo la tarjeta en su mano.

—Soy Martin Winters de la NFL. Eso fue algo bueno… —Rimmel se aclaró
la garganta y sonrió—. Impresionante —corrigió— lo que hiciste ahí. Felicidades
por tu victoria. Estaré en contacto.

Tomé la tarjeta y le di la mano.

—Lo estaré esperando.

Rimmel y yo nos quedamos en silencio y lo vimos alejarse. Permanecimos


quietos hasta que estuvo completamente fuera de la vista.

Cuando se fue, me volví hacia ella.

Ella abrió su boca en forma de O y saltó arriba y abajo.

Se me escapó un grito tan fuerte que hizo eco a nuestro alrededor. El


agotamiento que sentía hace unos momentos estaba completamente borrado por
la nueva adrenalina. Levanté a Rimmel sobre sus pies y le di vueltas hasta que
me rogó que parase.

Caímos contra la pared y tapé su boca con la mía.

La besé duro y profundo. Sus dedos se hundieron en mi cabello aún


húmedo y masajeó mi cuero cabelludo, lo que me hizo gruñir bajo en mi pecho.
Cuando comenzó a moverse contra mí, supe que probablemente era momento de
enfriar las cosas. Todavía estábamos en el estadio.
—No sabía que me esperabas. Me hubiera apresurado.

—Es por eso que no te lo dije —dijo, rozando sus dedos por mi mejilla—.
Quiero que disfrutes de la noche. Te lo has ganado. Pero también quería decirte
cuán feliz estoy por ti.

—¿Es esa la única razón? —pregunté, inmovilizándola con una mirada.

Suspiró y me empujó para que la dejara sobre sus pies. Lo hice y


empezamos a caminar hacia el estacionamiento.

—Me gustaría que esto pudiera esperar, pero sé que no puede.

—Sé que llamaste a Braeden.

Sus dientes se hundieron en su labio inferior y me miró con rapidez.

—¿Qué te dijo?

—Nada. Hermanas antes que señores, ya sabes.

Arrugó su nariz.

—¿Qué?

—Exactamente. —Estuve de acuerdo.

La nieve seguía cayendo del cielo cuando entramos en el estacionamiento.


El Hellcat estaba cubierto con una fina capa de la materia blanca porque había
estado estacionado allí durante tanto tiempo. A mi lado, Rimmel se estremeció,
y me sentí como un idiota ya que había estado en este frío medio día, y luego se
quedó en el túnel con corrientes de aire y tuvo que esperarme.

El motor ya ronroneaba; golpeé el arranque electrónico tan pronto como


estuvo a la vista. Me quité la chaqueta del equipo universitario mientras
caminábamos alrededor del lado del pasajero, y la envolví alrededor de sus
hombros.

—Muy pronto tendré todo tu vestuario. —Ella sonrió y apretó mi abrigo


más a su alrededor.

—Puedes tener lo que quieras, nena.

Abrí la puerta y la apresuré para que entrara. En mi camino alrededor del


capó, recordé que mi teléfono todavía estaba apagado y lo encendí. Dentro del
auto, encendí los limpiaparabrisas para limpiar la nieve suelta de la ventana.
Mi teléfono comenzó a sonar con un montón de notificaciones. Sonreí y lo
recogí para silenciarlo.

—Esto va a estar sonando toda la noche.

Rimmel me dio una sonrisa tensa y mis ojos captaron una de las
notificaciones que apareció en la pantalla. Era un Buzz de hace un par de horas.

Se trataba de una #Nerd en una toalla...

Oh, infiernos no.

Miré a Rimmel y giré la pantalla para que pudiera verlo.

—Mejor que empieces a hablar.


#Pregunta
¿Él se quedará con ella? ¿O el hombre más cotizado del campus volverá al mercado?
#LasDamasEstánRezando #QuéHarías
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi


Corregido por Kish&Lim

Rimmel
El silencio no era oro.

El silencio era aterrador.

En especial el tipo de silencio que Romeo estaba exudando ahora.

Su silencio era tan callado que fue el sonido más fuerte que haya
escuchado.

En el minuto que había visto el Buzz, supo que se trataba de mí. El


JefedelChisme solamente llamaba a una persona en el campus #Nerd. No lo
eludí. No intenté minimizar lo que sucedió o incluso dramatizarlo.

La verdad era lo bastante mala.

Así que se lo dije. Le conté todo.

Bueno.

No todo.

Dejé fuera la parte sobre Zack tocando mi ropa interior.

O la foto que destruí.

Era mejor no contar algunas cosas.

No dijo nada. Ni una sola vez. No me miró tampoco. Se quedó mirando


por el parabrisas a la oscuridad.
Miraba con tanta fuerza y tanto tiempo que me giré para mirar también.
Lo único que vi fue la nieve bailando en los faros del Hellcat detenido.

Finalmente, tras lo que parecieron interminables horas de una tensión


silenciosa en el confinado espacio de su auto, hizo algo.

Alargó las manos y sujetó el volante con tanta fuerza que se pusieron
blancas. Tragué saliva. No estaba asustada de Romeo. Estaba asustada por lo que
podría hacer.

Estaba comenzando a darme cuenta que Zack no era otro idiota. Bueno, lo
era. Todos sabían eso. Pero cuando se trataba de Romeo, había algo más.

Era odio.

En su verdadera forma.

Era casi incomprensible. ¿Qué podía causar tan despreciable animosidad?


¿Romeo odiaba a Zack también?

―En verdad tengo que enseñarte a manejar este auto ―dijo Romeo, su voz
áspera irrumpiendo en mis pensamientos.

No era lo que esperaba que dijera.

―¿Qué?

Mantuvo los ojos fijos más allá del parabrisas.

―Porque si supieras cómo conducir este auto, te diría que te fueras así
podría salir a encontrar a ese hijo de perra y matarlo a golpes.

―Dios. ―Resoplé, los nervios haciéndome extremadamente incómoda―.


Bueno, si esa no es una razón para aprender a conducir con cambios, no sé lo que
es.

Me miró, sus ojos duros.

―¿Te tocó?

―Te dije que no.

Sus ojos taladraron en los míos.

―Quiero arrancar cada prenda de ropa de tu cuerpo aquí mismo, en este


preciso instante, para poder buscar moretones.
Me estremecí contra la idea de estar desnuda delante de él, pero el
estremecimiento desapareció rápidamente.

―¿Estás diciendo que miento?

Algo muy parecido al enojo escoció en el fondo de mi garganta.

―¡Demonios! ―gruñó y golpeó el volante―. Estoy diciendo que la idea de


él estando cerca de ti me vuelve loco.

―Eso es exactamente lo que desea, sabes ―le dije―. La única razón por la
que me molesta es porque quiere afectarte.

―Bueno, está funcionando, maldita sea.

―Oye ―dije suavemente y busqué entre los asientos para levantar sus
nudillos blancos del volante―. No lo permitas. Fue estúpido. No fue nada.

Sus dedos se entrelazaron con los míos y me miró, sus ojos torturados.

―No se trató de nada. Te asustó. Se encerró en un cuarto contigo. Eras


vulnerable. Estabas desnuda. ¿Cómo demonios consiguió entrar de todas
maneras? ―murmuró.

Me había preguntado eso, pero no lo expresé porque Romeo ya estaba


bastante enojado.

―No dejes que esto arruine tu noche ―rogué―. Ni siquiera te lo habría


dicho hasta mañana, pero supe que escucharías algo. Hubo gente que me vio salir
del baño. Yo no estaba vestida. Y estoy segura que él salió momentos después.

Esa era la peor parte. La gente iba a pensar que engañé a Romeo. La gente
iba a estar hablando, los rumores se extenderían como fuego.

―Por eso llamaste a Braeden ―dijo como si acabara de darse cuenta―. Le


dijiste que me hiciera apagar el celular.

Asentí, queriendo que entendiera.

―No iba a dejar que nada te molestara antes del juego. Este día era
demasiado importante para ti.

Los músculos de su mandíbula se tensaron, y una vez más quedó callado.

―¿Romeo? ―pregunté suavemente, minutos después.

Me miró.
―Me crees, ¿verdad? Sabes que yo nunca… ―Por alguna razón, los nervios
apretaron mi vientre. Sentí como si tuviera un niño explorador ahí dentro
intentando ganarse una insignia en atado de nudos.

Romeo se movió rápido y abrió la puerta del lado del conductor. El frío
aire se arremolinó dentro y mezcló con el calor que soplaban las ventilas. Salió
de un brinco, y me quedé mirando tras él con sorpresa.

Pequeñas ventiscas blancas se apresuraron dentro y derritieron contra el


cuero de su ahora asiento vacío.

¿Eso quería decir que no me creía… ?

Mi puerta fue abierta. El frío aire llegó hasta mí de ambos lados ahora y
mi cinturón de seguridad fue arrojado a un lado. Fuertes manos me alzaron y
sacaron a la nieve.

―Voy a tener que hacerte caminar a casa por decir algo tan estúpido ―dijo,
mirándome fijamente.

―Hace frío.

Gruñó y me agarró por los hombros.

―Mírame.

Alcé la mirada, parpadeando los copos de nieve que humedecían mis ojos
y mejillas.

―No hubo ni una sola duda en mi cabeza sobre ti. Ni una sola vez pensé
que había algo de cierto en esa estúpida notificación. Sé que me amas.

―¿Lo sabes? ―me preocupé, sintiendo a mis ojos empañarse―. Sé que no


lo digo mucho. Lo diré más…

Detuvo mis palabras con un beso.

Me derretí contra él como un muñeco de nieve en el medio de las


Bermudas.

Nos besamos por tanto tiempo que la nieve comenzó a aferrarse a nuestras
ropas y en su cabello. Cada vez que me detenía a tomar aliento, la diferencia entre
el aire y el calor de adentro me sorprendía.

Cuando finalmente nos separamos, estaba sin aliento y me olvidé de lo


que habíamos estado hablando.
―Amo ese gorro ―murmuró, dejando un beso en mi nariz.

―Te ves como un muñeco de nieve. ―Sonreí, contemplando su cabello


cubierto de blanco.

―Cariño, si fuera un muñeco de nieve, estaría hecho un charco a tus pies


a esta altura.

―Sí te amo ―susurré, regresando a nuestra conversación.

―Lo sé, nena. ―Me guio gentilmente de regreso al auto―. También te amo.
Ahora, vamos. Tengo que hacer acto de presencia en mi fiesta.

Dentro del auto, el viaje fue silencioso. Cuando nos detuvimos en su calle,
jadeé. Toda la calle estaba llena de autos.

―Pensé que era una fiesta privada.

Sonrió.

―Creo que se corrió la voz.

A pesar de que había un montón de autos y la gente probablemente estaba


por todas partes, todavía había un camino despejado en su entrada. La nieve
cubría el sendero como una abundante alfombra blanca. El Hellcat ronroneó en
la entrada, y la gente comenzó a vitorear y rodear el auto.

Fue irreal. Como alguna especie de película.

Romeo tocó el claxon y gritó por la ventana.

La enorme multitud me dejó sintiendo un poco cohibida e incómoda.


Todos mis años intentando ser invisible vinieron en estampida, y me pregunté si
habría un lugar tranquilo dentro donde pudiera esconderme.

Una vez el auto estuvo estacionado, me sonrió. Eso relajó algo de lo que
estaba sintiendo, pero no todo.

Porque lo vi.

Vi que debajo de ese exterior sonriente el enojo todavía ardía.

Romeo no iba a dejar pasar esto.

Agarré su brazo antes de que pudiera salir del auto y ser tragado por la
multitud esperando.

―Prométeme algo ―dije.


―¿Qué?

―Promete que lo dejarás pasar. Prométeme que no lo empeorarás.

Lenta y suavemente, sacó mi mano de su brazo y la llevó a sus labios para


besar el dorso de mis nudillos.

―Ahora, nena, sabes que no puedo hacer eso.

Me tomó unos segundos que su negación calara.

Para ese momento, él ya estaba fuera del auto y la conversación había


acabado.

Recosté mi cabeza contra el asiento.

Nunca bebía. El alcohol no era lo mío.

Pero en este momento, una fuerte bebida sonaba como una idea realmente
buena.
Se dice que la fiesta exclusiva de Romeo ya no es tan exclusiva
#LibreParaTodos
#ConsigueUnTrago
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Addictedread


Corregido por Flochi

Romeo
Esto era mi culpa.

Debería haberlo hecho pagar la segunda vez que vi esos moretones en


Rimmel.

Había estado demasiado envuelto en el fútbol, en mi propia vida, que dejé


que el primer incidente con Zach quedara impune por un largo tiempo.

Y ahora, él había hecho esto.

Ese pequeño cabrón la atacó en el baño. Era como agitar una bandera rojo
intenso delante de un toro ya enfurecido.

Era estúpido.

También iba a pagarlo.

No, ella no estaba herida, pero ese era el punto, ¿verdad? Quería asustarla,
avergonzarla. Quería hacerme ver como un cachorro apaleado enfermo de amor
que dejaba que su chica lo engañara y aun así salía con ella.

Quería mi reputación.

También quería revolver mi cabeza y joderme con el juego.

Le salió el tiro por la culata. Dudo que él esperara que Rimmel mantuviera
la boca cerrada. Probablemente pensó que ella correría directamente a mí.
Muestra lo perdedor que era.
Ella era más fuerte que eso. Más fuerte que él. Ella mantuvo la calma, hizo
el control de daños llamando a Braeden, y luego se sentó en las gradas con su
cabeza bien erguida, a pesar de los rumores, y me animó.

Me protegió.

Y yo había hecho un trabajo de mierda al hacer lo mismo.

Terminaba ahora.

Sí, él quería que fuera tras él. E iba a entrar en su juego, pero él no sabía de
qué dirección iba a llegar.

Tomé mi cuarto chupito de la noche y lo seguí con un trago de cerveza.

—¡Otro!

Todos aplaudieron.

Estábamos sentados en un círculo alrededor de la gran chimenea de


piedra, a la derecha de la casa de huéspedes. La gente estaba por todas partes, en
el patio, cerca de la piscina y esparcidas por mi casa.

Mi madre probablemente estaba dentro de la casa principal teniendo un


paro cardíaco por el desorden que todo el mundo estaba haciendo.

A mi izquierda estaba Braeden, junto con la mitad del equipo; y a mi


derecha estaba Rimmel, Ivy y Missy. Rimmel estaba riéndose de algo que Ivy
estaba diciendo y tenía una taza roja en su mano. Estire el brazo e incliné la taza
hacia mí para ver que estaba vacía.

La agarré por la cintura y la levanté sobre mi regazo.

—¡Tómate un chupito conmigo!

Se rio.

—Está bien.

Estaba bastante seguro que ella estaba un poco entonada. Está bien.
Probablemente estaba borracha. Era la primera vez que la veía de esa forma. Pero
esta noche era una celebración. ¡Era la noche para emborracharse y no recordar!

Está bien, sí, yo también estaba borracho.

Braeden preparó tres vasos con un líquido cristalino. Rimmel y yo


tomamos uno, y Braeden levantó el suyo.
—¡A la mierda el brindis! ¡Solo beban!

Todos vitorearon y los tres lanzamos el alcohol dentro de nuestras


gargantas. Braeden y yo miramos a Rimmel mientras arrugaba su rostro y sus
ojos se aguaban. Luego comenzó a toser. Todos rieron y yo le di una palmadita
en la espalda.

—¡Esto quema! —graznó.

—¡Cómo me gusta como quema! —cantó Braeden. Preparó otro chupito y


se lo tendió a Rimmel. Lo tomé y lo lancé al fondo.

—Amigo —dijo él—. Era de ella.

—Amigo —repetí—. Pesa como cincuenta kilos. Y ya está borracha.

Como para probar mi punto, Rimmel se derrumbó contra mi pecho con


un ataque de risitas.

—Peso ligero —murmuró Braeden.

Ella se rio un poco más. La forma en que se movía en mi regazo estaba


haciendo que mi polla se moviera. Incluso borracho, aun así era capaz de
levantarse por ella. Pensamientos lujuriosos comenzaron a amontonarse en mi
cabeza y comencé a hacer planes para escapar de regreso a mi habitación con ella.

Justo cuando estaba a punto de deslizarme entre la multitud con ella en


mis brazos, un profundo silencio cayó sobre la fiesta.

Bajo su respiración, Braeden gruñó:

—Estúpido de mierda.

—¿Qué? —pregunté.

Señaló con su cerveza al otro lado del patio.

Miré por encima para ver a Zach caminando a través de la multitud. Las
personas se separaban alrededor de él con especulación en sus ojos.
Prácticamente podía escuchar que a las personas se les hacía agua la boca por
probar el drama.

La simple visión de él hizo que mi detonador se encendiera. Mi actitud


tranquila y fría se fue por la ventana. Incluso borracho, eso no podía ser
contenido.

—¿Qué mierda está haciendo aquí? —gruñí.


En mi regazo, Rimmel se enderezó y comenzó a mirar a su alrededor.

Sentí que su cuerpo se ponía rígido cuando lo vio.

Eso solo me enfadó más.

—Está aquí para una paliza —gritó Braeden y se puso de pie.

Detrás de mí, varios de los otros Lobos hicieron lo mismo.

Eso era lo bueno de estar en un equipo. Ellos ni siquiera conocían toda la


historia. Demonios, había estado escuchando teléfonos sonar toda la noche. Sabía
lo que las personas estaban hablando. Pero a estos tipos no les importaba.

Estaban detrás de mí. Cubrían mi espalda. No importa qué.

Me puse de pie lentamente y deposité a Rimmel junto a Ivy.

—Vigílala —dije.

Rimmel resopló y murmuró algo sobre no ser un perro.

Luego ella ladró.

Ivy rio.

Probablemente no era mi mejor idea hacer que una chica borracha cuidara
a otra, pero tenía una mandíbula a la que dar un puñetazo.

Todos se apartaron del camino mientras caminaba con paso airado hacia
Zach. Pero nadie se fue. Todos se apresuraron a conseguir buenos asientos para
lo que fuera que estaba a punto de caer.

—¿Qué carajo haces aquí? —escupí, acercándome al aspirante a presidente


de la fraternidad.

—Celebrando el campeonato de los Lobos como todos los demás —dijo


Zach, con una leve mueca en su boca.

—No eres bienvenido aquí —dije y crucé mis brazos sobre mi pecho en
desafío. La mayoría del equipo estaba parado detrás de mi espalda y Braeden
estaba justo a mi lado.

—Ese fue el movimiento de una escoria —dijo Braeden, con fuerza—.


Atacar a una mujer así.

Zach fingió parecer sorprendido.


—¿Es eso lo que ella dijo? —preguntó él, divertido. Luego asintió—.
Supongo que entiendo el por qué. Imagina lo que las chicas de por aquí le harían
si saben que la chica que logró sacarte del mercado se estaba desnudando
conmigo en el baño de chicas de la residencia de estudiantes.

—Cierra la jodida boca —gruñí. El rojo estaba comenzando a teñir mi


visión, y empuñé mis manos—. Lárgate de mi propiedad.

—Detente —gritó Rimmel desde algún lugar detrás de mí. Segundos


después, ella empujó entre Braeden y yo.

Zach la miró, evaluándola.

—Tengo que decirlo, Anderson, ella es muy sexy cuando no se está


ahogando por la ropa.

Arremetí hacia adelante tan rápido que nadie lo vio venir. Lo tiré hacia
arriba, de la parte de adelante de su abrigo a la moda lleno de botones, con tanta
fuerza que su cabeza se sacudió en su cuello.

Traje mi mano libre y la estrellé contra su mandíbula. Se desplomó hacia


adelante, pero yo todavía lo estaba sujetando. Lo retuve y enterré mi puño en su
abdomen.

Cuando lo dejé ir, se desplomó sobre el suelo.

Me incliné donde se desplomó y susurré en su oído:

—Si te acercas a ella de nuevo, esto va a parecer como un día en el patio


de juegos.

Zach levantó la cabeza y sonrió. Sangre estaba corriendo por la comisura


de su labio.

—¿Alguien más escuchó eso? Eso era una amenaza.

Lo levanté y lo estrellé sobre sus pies.

—Sal de aquí.

Zach se giró para alejarse, pero no antes de que viera el destello en sus
ojos. Regresó el golpe. Cuando rechacé su puño, llegó abajo como si fuera a
derribarme.

Fijé mis pies en el suelo y dejé que me agrediera. La fuerza de él


golpeándome, hizo que mis pasos vacilaran, pero por lo demás, no me moví.
Envolvió los brazos alrededor de mi cintura y empujó.
Gruñí, lo levanté por la cintura y lo volteé sobre mi hombro. Quería
taladrarlo en el suelo, pero me contuve. En vez de eso, lo arrojé.

Todos estaban en silencio mientras miraban el intercambio. Braeden


estaba justo allí. Podía verlo ansioso por dar un paso al frente y también darle a
Zach un pedazo de él. Sacudí mi cabeza sutilmente. Esta era mi pelea. Él se metió
con mi chica.

Braeden se quedó mientras Zach permaneció sobre el suelo.

—Estúpido —murmuré y me giré para alejarme.

Mis ojos trataron de localizar a Rimmel. Ella estaba cerca, al borde de la


multitud. Su rostros estaba pálido y sus ojos estaban redondos.

—¿Alguien quiere sacar la basura? —pregunté y subí un pulgar sobre mi


hombro hacia Zach.

Braeden y Trent intercambiaron una mirada y asintieron sombríamente.

El sonido de un arañazo cortó a través de todo el bajo murmullo de la


multitud y comencé a girarme en el mismo momento que Rimmel gritó:

—¡No!

La miré para ver qué estaba mal, pero no estaba ahí. Estaba corriendo hacia
adelante con miedo en su rostro.

—Romeo —gritó y zigzagueó alrededor de mí.

Braeden soltó una maldición y me giré.

Todo sucedió tan rápido. Zach estaba acercándose a mí con una silla. La
tenía equilibrada en el aire, lista para tirarla y hacérmelas pagar.

Pero Rimmel estaba en el camino.

Me lancé hacia adelante, pero era demasiado tarde.

Zach tiró la silla y Rimmel se sacudió lejos para tratar de esquivar el golpe.
Ella terminó resbalando en el pavimento y cayó de costado.

Hubo un gran chapoteo, gotitas de agua salpicando por todas partes.

Sorprendido, Zach dejó caer la silla y se giró para quedarse mirando la


piscina.

La piscina en la que Rimmel acaba de sumergirse.


La piscina de la que ella tenía un miedo mortal.

Vi como su pequeño cuerpo luchaba solo un segundo y luego se puso


rígida. Comenzó a hundirse en el agua helada.
Una pelea. Una zambullida en agua helada.
La fiesta de la victoria acaba de ponerse interesante
#EllosNoHanRoto #Aún
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi y AnnaTheBrave


Corregido por LarochzCR

Rimmel
Agua fría y helada me alcanzó como pegajosos tentáculos, intentando
reclamarme. Mi cuerpo entró al instante en shock, y mi piel ardió como si miles
de agujas penetraran mi piel.

Una y otra vez.

Luché contra la congelada prisión, a pesar de que esta buscaba encerrarme.


Alargué mis brazos hacia arriba, hacia la parpadeante superficie de arriba…

Y entonces me di cuenta.

Me di cuenta dónde estaba.

Algo mucho más frío que el agua casi congelada me chocó. Sentí
sacudirme como si hubiese sido disparada. Estaba en la piscina.

Me había resbalado y caído en la piscina.

Igual que mi madre.

Abrí la boca para gritar, pero ningún sonido salió. En cambio, mi boca se
llenó con más agua sofocante y valiosas burbujas llenas de aire emergieron frente
a mi cara.

Todo estaba difuso y oscuro; parecía hacerse más oscuro a cada momento.

Y entonces la oscuridad pareció llenarse con un profundo tono de rojo. Se


arremolinó alrededor de mí. La manera en que el color serpenteó a través del
agua fue conmovedoramente hermoso. Como cintas siendo sopladas en el viento.
Me estiré para tocarlo, pero mi mano lo atravesó como si tocara una nube.

El rojo se dispersó y el color se tornó más claro, más un tono rosado.

Pánico, cruel y sombrío, se alzó en mi pecho y apretó hasta que pensé que
mis costillas se romperían por la presión.

—¡Mamá! —grité, corriendo a través de la puerta delantera.

Mi mochila rosa intenso estaba haciendo doler mis hombros, ¡tenía tanta tarea!,
por lo que la dejé en el piso mientras me quitaba los zapatos.

—¡Mamá! ¿Dónde estás? —Volví a llamar, vagando fuera del vestíbulo y


entrando a la sala principal abierta. A la derecha estaba la cocina con una encimera y
directamente delante estaba la sala con un sofá y la televisión.

Ella no estaba mirando un programa de entrevistas. No había nada cocinándose


en el fogón. Probablemente se encontraba arriba y perdió la noción del tiempo.

Retrocedí y subí las escaleras. No podía esperar a decirle lo que sucedió hoy en
Actividades Prácticas. Joey no solamente quemó las pizzas de pan inglés, sino que prendió
fuego el horno y tuvimos un simulacro de incendio. ¡La señorita Kostrley estaba tan
enojada!

Corrí a la habitación de mis padres, pensando que ella estaría allí.

Pero no lo estaba.

—¡Mamá! —grité—. ¡Estoy en casa! ¿Dónde estás?

El silencio me recibió.

—¡Muy graciosa! —grité—. ¡Eres terrible para esconderte, y voy a encontrarte!


—Con razón no estaba en la parada del autobús. Estaba jugando conmigo.

Busqué en todo el piso de arriba.

No estaba allí.

Corrí hacia abajo y comprobé la despensa, el baño, incluso la lavandería. Cuando


me dirigía a mirar en el gabinete de la sala, pasé junto a las grandes ventanas con vistas
a la piscina con mamparas del patio.

Arrugué la nariz porque algo no parecía bien.

Abrí la puerta deslizante y salí. El agua de la piscina estaba rosa.

Sonreí ¡Así que eso había estado haciendo! Estaba cambiando la piscina a mi color
favorito para sorprenderme. Me reí y me acerqué para admirar el color.
Pero mi risa se convirtió en un sonido estrangulado.

Me quedé allí de pie, completamente inmóvil, con terror e incredulidad.

—Mami —lloriqueé.

Estaba flotando en el extremo poco profundo, su cuerpo boca abajo y cerca del
borde. Su largo y oscuro cabello flotaba alrededor de su cabeza. Se movía suavemente en
el agua. De alguna manera parecía como un halo oscuro.

—¡Mamá! —grité, su nombre desgarrándose de mi garganta mientras contenía


la bilis borboteando.

Sin pensarlo, me sumergí en la piscina. El agua estaba cálida como siempre, y nadé
fácilmente hacia su lado.

—Mamá —sollocé y alcancé su hombro.

Le di vuelta lo suficiente para ver el gran corte en su frente, su hinchado rostro


azul, y la manera en que sus ojos azules una vez hermosos ojos azules me miraron
fijamente con una lechosa capa blanca sobre ellos. Su expresión de espanto.

Todo mi cuerpo comenzó a temblar sin control. Las convulsiones me hicieron


doblarme con tanta fuerza que mis dientes castañearon. Mis ojos regresaron a la herida
abierta en su cabeza.

La piscina no estaba rosa a propósito.

La piscina estaba rosa por la cantidad de su sangre que se había mezclado con el
agua.

Estaba parada en una piscina con la sangre de mi madre.

No recuerdo cómo logré salir, solo que lo hice. Los pantalones cortos que estaba
usando ya no eran más blancos. Estaban manchados. Manchados.

Eran del color de la sangre diluida.

Algo se sumergió en el agua encima de mí. Vi una figura caer con


velocidad y precisión. Apenas lo noté. En ese punto, estaba muy lejos.

Muy pérdida.

Perdida en el mundo submarino de la muerte rosa.

Atrapada en los recuerdos del día que había encontrado a mi madre


ahogada.
Todavía recordaba cuando cerraron la cremallera en la bolsa negra sobre
su cara. Fue la última vez que la había visto. La imagen de ella yaciendo sin vida
en una bolsa me perseguiría por siempre.

Recordaba los sonidos de la gente cantando en la iglesia el día de su


funeral. El pastor hablando en el frente había anunciado mal su edad. Él estaba
equivocado. Y siguió diciendo el número incorrecto. Una y otra vez.

Dijo que ella tenía treinta y uno.

No los tenía.

Tenía treinta.

Solamente treinta años.

Parecía que se merecía algo mejor que alguien diciendo mal su edad en el
día que estaba siendo enterrada.

Algo agarró mi brazo y me jaló hacia arriba. El agua congelada me arañó


como ramas secas de un árbol en el viento de invierno mientras flotaba hacia la
superficie del agua.

Todavía estaba rosa.

Todo en mi visión estaba rosa.

Odiaba el color rosa.

Mi cabeza traspasó el agua, y un fuerte brazo se envolvió alrededor de mi


cintura mientras mis pulmones automáticamente aspiraban el aire. Comencé a
toser de inmediato, escupiendo agua por la boca.

Parpadeé contra mi visión borrosa mientras una conmoción estallaba


alrededor de mí.

—Ayúdame, hombre —dijo una voz. Era desesperada y cruda.

Romeo.

—La tengo —dijo otra voz familiar, Braeden.

Deslizó sus brazos debajo de los míos y me jaló fuera del agua. Mis piernas
cedieron, y en vez de dejarme caer, me alzó y sostuvo contra él.

Bajé mi cabeza contra su hombro y arrugué la nariz. No se sentía correcto.


El sonido de agua salpicando llegó hasta mí, y me estremecí contra el
sonido.

—La tengo —dijo Romeo, y fui movida contra un pecho que conocía
demasiado bien.

Estaba en casa.

Lloriqueé porque él se sentía tan bien, y sus brazos se apretaron a mi


alrededor.

—No dejes a nadie dentro de la casa —dijo Romeo, y escuché a Braeden


estar de acuerdo.

Detrás de nosotros se escuchaba el sonido de pelea, pero rápidamente se


desvaneció. Mi cuerpo temblando violentamente. Igual que ese día… el día que
mi madre murió.

Mis dedos estaban tan fríos que dolían, y aunque intenté doblarlos, no me
obedecían.

—Te tengo —dijo Romeo mientras caminaba velozmente a través de la


casa

Encendió la ducha y luego entró. Me tensé, anticipando el agua


golpeándome, pero no lo hizo. Me sostuvo con su espalda contra el rocío.

—Vamos a calentarte —murmuró. Unos segundos después, dijo—: Ahora


debería estar lo bastante caliente.

Se dio la vuelta y gotas suaves y cálidas de agua cayeron en cascada sobre


mí. De alguna manera se sintió como estar bajo una tormenta de verano tras vivir
en el duro invierno por demasiado tiempo.

Comencé a llorar.

Empujé mi cara en el pecho de Romeo y solté unos sollozos profundos y


devastadores. Los recuerdos de ese día estaban todavía demasiado cerca de la
superficie de mi mente y me rondaban.

¿Fue así cómo se sintió mi madre el día que se ahogó? ¿El agua había
parecido como una prisión que quería llevarla más y más en la oscuridad hasta
que no quedara nada en absoluto?
Romeo me sostuvo con fuerza y se inclinó a mi alrededor, protegiendo mi
cara del rocío de la ducha. Creo que murmuraba palabras gentiles para mí, pero
no pude escucharlas sobre el sonido de mis propios sollozos.

Finalmente, me calmé y tomé una inhalación temblorosa.

—Tenemos que sacarte la ropa. Todavía están congeladas —dijo Romeo—


. Voy a sentarte.

Me puso de pie en la ducha, y me dejé caer contra la pared. Estaba


completamente drenada y vacía.

Romeo se acuclilló a mis pies para sacarme suavemente mis botas. Luego
hizo lo mismo con mis gruesos calcetines hasta la rodilla. Sus manos se deslizaron
hacia arriba por mis caderas y hábilmente bajó mis bragas y leggings con un
rápido movimiento.

Cuando esos ya no estuvieron, sacó la empapada sudadera de mi cuerpo


y se puso a trabajar con los botones de mi franela.

—¿Cuántas capas de ropa tienes? —susurró, una pequeña sonrisa en su


voz.

Eso encendió algo dentro de mí. Una pequeña chispa de vida.

Un rayo de luz solar en un mundo desolado.

Me concentré en él. Todo parecía borroso todavía, pero estaba lo bastante


cerca como para verlo.

Estaba completamente empapado. Sus vaqueros, zapatos, chaqueta y


camiseta. Estaba tan mojado como yo. Su cabello rubio normalmente revuelto
estaba más oscuro y chato en su cabeza por el peso del agua.

Sombras oscuras rondaban sus ojos y sus labios estaban pálidos por el frío.

—Saltaste detrás de mí —susurré.

—Saltaría a los fosos del infierno por ti, Rim.

—Estoy muy segura que eso fue un foso del infierno —dije, sin rastro de
humor en mi tono. Esa piscina había sido mi propio infierno personal.

—Lo lamento tanto —dijo, su voz quebrándose.

—Estás congelado también —recalqué mientras le quitaba la ropa del


cuerpo.
Comencé tirando de su chaqueta, y dejó de desvestirme el tiempo
suficiente para poder arrojarlo al suelo con el resto de nuestras ropas. Desabotoné
sus vaqueros e intenté bajarlos, pero mis dedos estaban muy rígidos para el
trabajo.

—Tu primero —murmuró y quitó la última prenda de ropa de mi cuerpo.


Di un paso debajo de la ducha mientras la cálida agua ahuyentaba lo peor del
frío. Dejé que corriera sobre mi cabello, y en el fondo de mi mente me pregunté a
dónde había ido mi gorro.

Romeo me estaba observando cuando abrí mis ojos. Seguía vestido.

—Tus ropas —dije.

—Puedo esperar.

—No —insistí—. Ahora.

Lo observé mientras se desvestía. Incluso en mi condición medio borracha,


afligida y asustada, apreciaba la manera en que sus músculos se flexionaban
debajo de su piel.

La manera en que el agua lo golpeaba y corría como riachuelos a través de


las profundas formas de su cuerpo hizo a mi cuerpo calentarse desde el interior
hacia fuera.

—Tu turno —dije y lo jalé debajo del agua.

En vez de permitirme retroceder, envolvió sus brazos alrededor de mí y


nos quedamos allí parados, juntos. Apoyé mi cabeza contra su pecho, escuchando
el sonido de su errático latido.

Clavé mis dedos en su espalda, aferrándome a él casi con desesperación.


Si dolía, no dijo nada al respecto.

Lentamente, acarició mi espalda, arrastrando sus dedos a lo largo de mi


espalda en un movimiento tranquilizador. La atmósfera alrededor cambió poco
a poco. Comencé a sentir más que solamente miedo corriendo a través de mis
entrañas.

El latido de su corazón. La sonrisa a medias en sus labios. El sonido de su


voz. Fue todo mi mundo entonces.

Él era vida.

Yo era muerte.
Quería más de ello. Más de él.

Mi mano se deslizó hacia abajo por su caja torácica y palmeé su cadera.


Sentí a sus labios moverse contra mi cabello, y cerré mis ojos. La sensación de
nosotros, piel contra piel, era exactamente lo que necesitaba.

—Romeo —murmuré. Mis labios rozaron su piel, y me moví contra él.

Gimió y deslizó sus dedos en mi cabello.

—Te deseo —susurré, y moví mi mano lejos de su cadera y la bajé al centro


de su cuerpo. Sabía que me deseaba también porque su longitud estaba creciendo
contra mí.

Cuando envolví mi mano alrededor de él, hizo un sonido bajo en su


garganta.

—Ahora probablemente no sea el mejor momento, nena —murmuró—.


Estás borracha y acabas…

Le di a su pene un pequeño apretón y se sacudió en mi mano.

—Estoy segura que ese baño helado me despejó de mi borrachera. Y lo


otro… es exactamente la razón por la que te necesito. En este momento. Quiero
estar viva de nuevo, Romeo. Quiero sentirte dentro de mí.

No le tuve que decir dos veces. Me alzó y lo rodeé con mis piernas. Mi
núcleo ya estaba doliendo de necesidad, y me froté contra su estómago mientras
me besaba con tal intensidad que casi fue como si me estuviera ahogando de
nuevo.

Pero este era un buen ahogamiento.

Una de sus manos encontró mi seno y masajeó la carne, y ronroneé.

—No aquí —jadeé, meciéndome contra él—. No en el agua.

Alargó la mano y cerró la ducha inmediatamente y salimos de la cabina.


En dirección a su cuarto, quitó una toalla del anaquel y la envolvió alrededor de
mi espalda. Llené mis manos con su cabello mojado y llevé su boca hacia la mía.

Llevé la delantera, besándolo con todo lo que tenía. Vertí hasta lo último
de emoción que tenía en ese beso.

Mi cuerpo comenzó a temblar nuevamente, mis rodillas completamente


débiles. Pero esta vez no se trataba del trauma; era por amor.
—Te amo —susurré mientras me depositaba en su cama.

—Te amo —respondió y subió entre mis muslos. Extendió sus grandes
palmas sobre mis muslos y me abrió las piernas, abriéndome completamente
para él.

Estiré la mano entre nosotros y tomé su longitud, acariciándola con cariño.

—Te eché de menos —le confié. Por lo general, esas eran palabras que no
habría dicho, no en un momento tan vulnerable como éste. Ya le estaba dando
tanto de mí en este momento, pero no era suficiente.

Quería que lo tuviera todo.

—Mierda, nena. No tienes idea. Gracias a Dios la temporada ha terminado


—soltó apresurado mientras alcanzaba el cajón en su mesita de noche.

—No —dije, presionando una mano en su centro.

Hizo una pausa y miró hacia abajo, una pregunta en sus ojos.

—He estado tomando la píldora por semanas.

—Aún no tengo los resultados de mis pruebas.

Le miré a los ojos.

—Romeo, ¿estás limpio?

—Sí, lo estoy.

Le creí. Confiaba en él más de lo que confiaba en nadie.

—Quiero sentir todo de ti. Por favor. —La lluvia de lágrimas llenó mis
ojos, y la parpadeé. Dios mío, ¿cuánto más emocional iba a llegar a ser esta noche?

Romeo iba a salir huyendo.

—Shhh —dijo y se movió sobre mí. Sostuvo su peso sobre sus codos para
que no estuviera aplastándome, pero podía sentir su cuerpo junto al mío.

Suspiré y acaricié su mandíbula.

Su suave y dura punta se deslizó contra mi entrada. Gemí y mordí mi


labio. Los ojos azules zafiros de Romeo se clavaron en los míos y nuestras
miradas se sostuvieron.
Lentamente, se deslizó dentro de mí. Centímetro a delicioso centímetro,
empujó hasta que estuvo enterrado tan lejos como podía ir. Mis ojos rodaron
hacia atrás en mi cabeza y me arqueé contra él.

—Oye —susurró, su voz profunda y tensa. Sentí las yemas de los dedos
en mi mandíbula, y él bajó mi cabeza para poder mirarme una vez más.

Empezó a moverse dentro de mí, y no pude detener los gemidos que


llenaban la habitación que nos rodeaba. Me moví con él. Nos balanceamos juntos
hasta que la creciente presión dentro de mí amenazó con consumirme.

Susurró mi nombre. Sonaba más como una oración. Y succionó mi labio


inferior en su boca y chupó.

Más y más alto fuimos hasta que el primer roce de liberación me atrapó.
Agarré sus bíceps y me apreté contra él. Parecía saber exactamente lo que
necesitaba, y sus movimientos se aceleraron. Me golpeó hasta que no había nada
más que su suave y dura polla haciéndome temblar.

El orgasmo onduló a través de mí, y me arqueé contra él, mi boca abierta


pero ningún sonido escapando de ella. Dios mío, la dulce liberación que fluyó a
través de mi cuerpo fue como una sacudida de electricidad a una batería muerta.

Justo cuando pensé que no podía mejorar, todo su cuerpo se tensó y me


miró rápidamente. Comenzó a retirarse, alarmado, pero envolví mis piernas a su
alrededor y lo empujé profundamente.

El gemido de Romeo llenó mis oídos cuando lo sentí empujando dentro


de mí mientras derramaba su semilla caliente dentro de mi cuerpo. Nunca había
sentido nada más íntimo en toda mi vida.

Le besé el hombro y el interior de su cuello cuando se desplomó


parcialmente encima de mí.

Dejé escapar un suspiro, contenta.

Se apartó y me miró, sus ojos desenfocados y caídos.

—No tenía ni idea que se sentiría así.

—Tampoco yo.

—Prométeme que nunca dejarás que nadie te haga esto. Sólo yo —


demandó—. Solamente yo.

Era tan posesivo. Era tan egoísta cuando se trataba de mí.


Me gustaba.

Tal vez no debería, pero Dios, lo hacía.

—¿Qué hay de ti? —pregunté.

—Oh, cariño, la idea de meter mi polla en alguien que no seas tú no hace


nada en mí.

—Está bien —concordé—. Sólo tú.

Su lengua acarició la mía, saboreándome como si no hubiera tenido


suficiente.

La risa y la música se elevaron desde afuera, y mi cuerpo se tensó


ligeramente. Era tan fácil creer que estábamos en nuestro pequeño mundo,
aunque no lo estuviéramos.

—Necesito regresar ahí afuera. —Suspiró y acarició su rostro en mi cuello.

—No puedo. —Completa ansiedad me llenó solo de pensarlo. No sólo no


quería hacer frente a la gente que me había visto hacer una idiota de mí misma
después que un tipo le dijo a todo el mundo que estaba engañando a Romeo, sino
que no estaba preparada para mirar a esa piscina.

Me estremecí al pensarlo.

—Oye —dijo Romeo, con tono preocupado—. ¿Todavía tienes frío? —Sus
ojos se preocuparon y se levantó para moverse por la habitación.

Oí el familiar toque del interruptor de la chimenea y segundos más tarde


el leve sonido de chisporroteo del fuego prendiéndose. Me senté y usé la toalla
para secar el resto de mi cuerpo y limpiarme.

Romeo me entregó una de sus camisetas y una sudadera Nike. Luego me


tiró un par de bragas de la bolsa que había dejado aquí anoche, unos calcetines y,
finalmente, las zapatillas de piel sintética que me había regalado en Navidad.

Rápidamente me puse todo y fui a agarrar mi cepillo.

En el momento en que rocé mi cabello, Romeo estaba vestido con un par


de pantalones vaqueros y otra sudadera con capucha de diseño.

—Ya he tenido suficiente de la fiesta —dije, esperando que no se


molestara.

Sus ojos se oscurecieron.


—Cuando te vi caer…

Levanté la mano. No necesitaba revivirlo. Una vez fue bastante malo.

Romeo se adelantó y me agarró por los hombros.

—¿Qué diablos estabas pensando?

Lo miré sin comprender. Sopló un suspiro frustrado.

—Te interpusiste entre mí y una silla, Rimmel.

—Él iba a golpearte —murmuré, sombría—. No iba a quedarme allí. No


dejaré que te haga daño.

—Preferiría que me hiciera daño a mí y no a ti. —Su voz era suave. Luego
sonrió—. Esa silla no me hubiera hecho daño de todos modos.

Sacudí la cabeza. Había tanta emoción girando en mi interior que todo


estaba amontonado. Clasificarlo todo en frases parecía que requeriría más
esfuerzo que correr un maratón.

—Hablaremos más tarde. —Romeo se inclinó y me besó en la frente—.


Quédate en la cama con Murphy. Ponte debajo de las sábanas y caliéntate.

Se oyó un golpe en la puerta del dormitorio y Romeo se puso rígido.

—¡Qué! —gritó.

—¡Espero que nadie esté desnudo, porque voy a entrar —gritó Braeden.
Unos segundos más tarde, la puerta se abrió y entró. Una de sus manos cubría
sus ojos.

—¿Es seguro? —preguntó.

Sonreí.

—¿Eso es un no para los tacos?

Romeo sacudió la cabeza y puso los ojos en blanco.

—Estamos vestidos, hombre.

Braeden dejó caer la mano de sus ojos y se concentró en mí. Tomó todo en
mí no encogerme de la vergüenza. Atravesó la alfombra y me tendió mis gafas.

—Ten —dijo—, pensé que podrías necesitar esto.

Ah, eso explicaba por qué todo se veía tan borroso.


Las coloqué en su sitio y sonreí mientras mi vista volvía a la normalidad.
Me di cuenta que Braeden estaba empapado.

—¡Oh! —exclamé—. ¡Tienes que estar congelándote!

Corrí por la habitación, sacando ropa y calcetines y arrojándolos a los pies


de Braeden.

—¡Aquí! Ponte estas cosas.

—Está regalando tu ropa, hombre —susurró Braeden a Romeo.

—Chicas —suspiró.

Braeden sacudió la cabeza.

—¡Estás goteando en la alfombra! —le recordé.

Se rio y fue al baño a vestirse.

—Sólo deja tu ropa con la nuestra. Yo la lavaré por ti —grité por la puerta.

Rio.

—¿Servicio de lavandería? ¡Maldita sea! Me estoy mudando.

Romeo sacudió la cabeza.

Bostecé. Este día me estaba pasando factura. Romeo frunció el ceño.

—Haré que todos se vayan… —comenzó.

—¡No! —exclamé—. ¡Esta es tu fiesta de victoria! Ve a disfrutarla. Me


quedaré aquí.

Parecía desgarrado en lo que debía hacer. Braeden salió con la ropa de


Romeo (le quedaba muy bien) y me miró con preocupación.

—¿Estás bien?

Asentí.

—¿Saltaste a la piscina para conseguir mis gafas?

Asintió.

—De hecho, saltó a la piscina justo después que yo lo hiciera. En caso de


que necesitara ayuda para sacarte —corrigió Romeo.

Miré a Braeden para confirmarlo. Se encogió de hombros.


—¿Qué clase de hermano sería si dejo que te ahogues?

Sin pensarlo, me acerqué y le rodeé con los brazos. Parecía un poco


desconcertado por mi muestra de afecto, pero después de un minuto, me abrazó.

—Gracias —susurré.

—En cualquier momento, chica tutora. —Su voz era suave y sus brazos se
apretaron alrededor de mí ligeramente. A pesar de todo su humor ingenioso,
sarcástico, y bromas, Braeden era un buen tipo—. Tenemos que enseñarte a nadar
—observó.

Me estremecí.

—Sé cómo nadar.

—Bueno, te hundiste en el fondo como un ancla —gruñó.

—Debe haber sido el alcohol —murmuré y me alejé. No quería hablar de


por qué me congelé, por qué no pude nadar.

—¿Dónde está la basura? —preguntó Romeo, su voz plana y dura.

Me puse rígida y Braeden me dio unas palmaditas en la espalda.

—Escoltado fuera por varios Lobos —contestó.

—Amigo —dijo Romeo, y sonó como una amenaza velada.

Braeden me miró y levantó la mano.

—Lo sé. Se han hecho cargo.

—¿Qué significa eso? —pregunté, los nervios me llenaron.

Fingieron que no estaba allí.

—No es suficiente —dijo Romeo.

Braeden asintió, sus ojos sombríos.

Romeo vino a mí, presionó sus labios contra mi frente, y luego se apartó.

—Tengo que ir allí. Regresaré tan pronto como pueda.

—No tienes que apresurarte —afirmé y le di una sonrisa. Aunque no tenía


ganas de sonreír.

—Dile a Ivy y a Missy que estoy bien.


Cuando él y Braeden se fueron, me hice una taza de sidra de manzana
humeante y la llevé al dormitorio. Una vez que las mantas estaban acomodadas
y Murphy estaba acurrucado a mi lado, me senté contra las almohadas y vi las
llamas bailarinas en la chimenea.

Pero no fueron las llamas lo que vi.

Todo lo que podía ver era agua de color rosa.


#ConsejoParaSobrevivirEnInvierno
No comas nieve amarilla.
#LosChicosBorrachosOrinanPorTodasPartes
… AlphaBuzzFeed

Traducido por StefaniaVera y AsheDarcy


Corregido por Nanis

Romeo
Tan pronto como la puerta principal se cerró tras de nosotros, miré a
Braeden.

—Va a pagar.

Braeden asintió.

—Estoy contigo.

Algún chico que apenas conocía intentó deslizarse alrededor de nosotros


para entrar en la casa. Lo agarré por el hombro.

—La casa está fuera de los límites.

—Tengo que orinar, hombre.

Señalé hacia algún jardín en el lado del patio.

—Hay algunos arbustos por ahí.

—Están cubiertos de nieve —murmuro el chico, pero no discutió.

—¿Qué pasa con ella y la piscina, hombre? —preguntó Braeden.

Pase una mano por mi rostro.

—Su mamá se ahogó, hombre. Encontró su cuerpo flotando en una


piscina.

Braeden maldijo entre dientes.

—¿Qué demonios pasa con Zach? ¿La siguió al baño en el campus?


Un sonido retumbó en mi pecho. Trent se unió a los dos y me miró como
si también quisiera una respuesta.

Negué.

—Él está molesto porque hice que lo arrestaran. Molesto que lo destroné
en Omega. Pero está llevando las cosas muy lejos. Si quiere venir por mí, entonces
debería. No debería tomarla con Rimmel.

—Ella es tu punto débil —dijo Trent—. La está usando para llegar a ti.

—¿Cómo puedes soportar tener a ese chico en tu fraternidad, hombre? —


lo acusé.

Trent hizo una mueca.

—Nadie lo quiere ahí. Silenciosamente estoy construyendo un caso para


llevárselo al decano para sacarlo completamente. Ninguna llamada de su padre
será capaz de barrer una carpeta entera de cosas de mierda que ha hecho bajo la
alfombra.

—Bueno, puedes agregar atacar a una mujer indefensa en el baño y tratar


de golpearla con una silla a la lista —espeté—. Sin mencionar los moretones que
le dejo en la muñeca el primer día de clases.

—Tu papá es un abogado —dijo Braeden—. Pídele que le imponga una


orden de restricción. Mantenlo alejado de la chica tutora.

Asentí. Esa era una buena idea. ¿Por qué demonios no había pensado en
eso?

—Eso realmente forzaría la mano del decano a deshacerse de él en Omega


—agregó Trent.

—Considéralo hecho —dije. Hablaría con mi papá a primera hora de la


mañana. Dejé salir un suspiro—. Estoy tentado de ir a buscarlo y golpearlo en el
piso en este momento. —Crují mis nudillos mientras pensaba acerca de cuán
bueno se sentiría romper el rostro de Zach.

—Diría que ya está sufriendo por los golpes que le entregaste —dijo
Braeden. Luego se aclaró la garganta—. Y puede que le haya dado un par de los
míos cuando lo eché de la propiedad.

Demonios, sí. Sonreí.


Era lo mejor de todas maneras. Necesitaba quedarme aquí donde Rimmel
estaba. Me encargaría de Zach más tarde. Solo no estaba seguro de cómo aún.

—Vamos a conseguir cerveza —dijo Braeden. Lo seguí y a Trent hacia el


barril, pero fui interceptado por Ivy y Missy.

—¿Ella está bien? —preguntó Ivy—. ¿Dónde está?

—Está en la casa. No saldrá de nuevo. Está tratando de entrar en calor.

Missy asintió seriamente.

—Dile que la llamaremos mañana.

—Lo haré.

Me uní al equipo junto al fuego, y nadie dijo ni una palabra acerca de lo


que pasó. Era como si nunca hubiese sucedido. La fiesta continuó y la gente bebió
y celebró el triunfo de los Lobos.

Me quedé afuera un poco más, sobre todo porque sentía que tenía que
hacerlo y menos porque quisiera estar allí. Mayormente, me preocupaba por
Rimmel, si estaba bien adentro sola, lo que mojarse en la piscina había hecho con
ella.

La mirada en sus ojos cuando la arrastré por primera vez en la casa me


asustó. Estaba vacía, vacante… como si se estuviera apagando. Luego de hacer el
amor, parecía mejor, más como ella misma. Aun así, quería estar con ella. Quería
asegurarme que estaba bien.

Cuando ya no pude soportarlo más, palmeé a Braeden en la espalda.

—Voy a entrar.

Él asintió.

—Cuando quieras dormir, solo toma el sillón. Nada de conducir.

—Gracias, hombre —contestó.

Dentro, la casa estaba caliente, el fuego seguía ardiendo, y Rimmel era


apenas visible en el centro de mi cama. Mientras dejaba a un lado mi ropa,
Murphy parpadeó con el ojo abierto y me miró, pero no se molestó en moverse.

Me deslicé bajo las sábanas, llenando el espacio junto a Rimmel para que
estuviera intercalada entre el gato y yo.
En su sueño, se movió hacia mí, girándose y acurrucando su mejilla contra
mi pecho. La atraje cerca y suspiró.

Permanecí allí durante mucho tiempo, planeando maneras de hacer sufrir


a Zach, antes de que finalmente me permitiera dormir.

La mañana siguiente, me desperté con besos ligeros como plumas sobre


mi abdomen y jugando con la cintura de mis bóxeres.

Bajo las sábanas, Rimmel se movió más abajo, deslizando la tela hacia
abajo para permitir que ciertas partes ya excitadas estuvieran libres.

Claramente, esas ciertas partes se despertaron mucho más rápido que el


resto de mí.

Sonreí satisfecho mientras su lengua probaba mi polla y me lamía como si


fuera un postre gigante. Con un gemido bajo, mi mano hurgó bajo las sábanas
para enredarse en su cabello en la parte de atrás de su cabeza.

Esta era mi manera favorita de despertarme. Con Rimmel en mi cama y su


boca en mí. Una de sus manos frotó mi muslo interno, masajeando los músculos
allí, y abrí mis piernas un poco más para un mejor acceso. Su boca me trabajó a
diferentes velocidades, deslizándose arriba y abajo de mi eje, mientras una de sus
manos sostenía la base de mi vara, manteniéndola exactamente donde ella quería.

Gemí ante la sensación de sus suaves labios deslizándose sobre mí y me


deleitaba en la forma en que succionaba. Era exhaustiva, casi diligente. Me dio
un placer que nunca había experimentado antes.

Quiero decir, realmente, no había tal cosa como una mala mamada.

Pero sí había una cosa como la jodidamente mejor de todas.

Y cada una de esas jodidamente mejor de todas eran cortesía de Rimmel


(y su boca).

Mis abdominales empezaron a temblar y supe que estaba cerca. Desenredé


mi mano de su cabello y traté de levantarla, pensando en enterrarme
profundamente dentro de su cuerpo, pero hizo un sonido de protesta y arrastró
ligeramente sus dientes a lo largo de la punta de mi eje.

Mi mano cayó a mi lado y me estremecí.


Lo siguiente que supe, sus labios estaban envueltos de nuevo a mi
alrededor en el ángulo perfecto, aplicando la presión perfecta, y un orgasmo
salvaje me recorrió.

Incluso mientras me sacudía y derramaba en su boca, ella continuó


moviéndose. Rimmel ordeñó mi liberación hasta que caí de nuevo en el colchón,
completamente saciado y agotado. Maldita sea, era como la susurradora de
pollas.

Cuando al fin me dejó ir, no se alejó o deslizó hacia arriba en mi cuerpo


para besarme. En vez de eso, movió mis bóxeres hacia abajo por mis piernas y las
liberó. Entonces se contoneó de vuelta hacia mi cintura y uso la tela para
limpiarme totalmente, masajeándome gentilmente mientras trabajaba.

Ronroneé como un maldito gato.

Cuando terminó, su cabeza oscura despejó las sábanas mientras colapsó a


mi lado, su cabello salvaje y despeinado. Me giré y la clavé en las almohadas. Sus
brazos se deslizaron a mi alrededor y suspiró.

La besé, deslizando mi lengua en su boca. El interior de su boca era


ligeramente salado y supe que era por mí. La mayoría de los chicos
probablemente no tenían deseo de probarse a sí mismos en los labios de su mujer,
pero no yo.

Me gustaba.

No había nada acerca de ser íntimo con Rimmel que no me gustara.


Además, todo el mundo sabía cuánto me gustaba tener mi nombre en ella…
bueno, me gustaba saber que había una parte de mí en ella también.

—¿Qué hice para ganarme ese tipo de despertador, y cómo lo hago de


nuevo? —dije cuando me separé de sus labios.

Sonrió, sus ojos cerrados.

—Solo manteniendo a mi Sr. Jugador más valioso feliz —murmuró.

—Oye. —Suavemente agarré su barbilla así sus ojos se abrirían. Estaban


enrojecidos y un poco opacos—. Podrías nunca volver a hacer eso y aun así sería
feliz contigo.

—¿Es así? —Su voz era un poco ronca también esta mañana.

—Sí, pero no tengas ninguna idea.


Ella rio, pero se convirtió en un gemido.

Yo sonreí.

—Alguien tiene resaca.

Ella gimió de nuevo.

—Hazlo desaparecer.

Me reí entre dientes y salté de la cama. Me puse unos pantalones porque


no estaba seguro de quién estaba en la sala de estar y luego salí de la habitación.

Esperaba ver a Braeden en el sofá, pero no estaba allí. La marca de su


cabeza estaba en una de las almohadas y había un par de mantas tiradas en el
fondo, pero él se había ido. Nunca lo había visto levantarse y marcharse tan
temprano.

Afortunadamente nadie más estaba en la casa, así que entré en la cocina y


tomé una botella de agua y un analgésico del gabinete.

—Ten —le dije a Rimmel en la habitación. Se sentó y le di las píldoras y el


agua. Las tragó con aprecio.

Parecía un poco pálida, y fruncí el ceño.

—¿Tu estómago está bien?

Ella asintió.

—Creo que sí. Sólo un poco mareada. Sobre todo, sólo tengo dolor de
cabeza y me siento confusa.

—Estarás bien, nena. Bebe esa agua. —Me incliné para besarla en la frente.

En la otra habitación, la puerta principal se cerró de golpe.

—¡Café! —gritó Braeden.

Así que ahí fue donde se había ido.

—Realmente debes gustarle a B, Rim —dije—. Nunca va y trae café para


mí.

Ella gimió.

Me reí y me dirigí hacia la puerta.

—Te dejaré revolcarte en paz.


—¿Ni siquiera tienes resaca? —me gritó.

En la cocina, Braeden se echó a reír.

—¡Te dije que era un peso ligero!

—No, cariño. Soy un niño grande. Puedo manejar mi licor —bromeé.

En la cocina, Braeden todavía llevaba mis vaqueros, y la sudadera que


Rimmel le había dado para que se la llevara estaba colgada sobre una de las sillas.
Se veía un poco soñoliento mientras se sentaba a la mesa bebiendo lo que parecía
un café tamaño gigante. En el centro de la mesa había una enorme caja de
rosquillas.

Señaló el café y fui a levantar uno. Sacudió la cabeza.

—Ese es de Rim.

—¿Conoces su pedido de café? —le pregunté sospechosamente.

Él ignoró mi irritación.

—Ella es una chica. A todas las chicas les gustan esas bebidas cursis.

Gruñí porque él me tenía allí.

Levanté el otro café del envase y tomé un sorbo. Era negro. Puede que no
beba esas cosas cursis, pero tampoco tomaba mi café negro.

Me metí en la nevera, saqué un poco de crema y tiré algo en mi taza.

Se la tendí a Braeden y él sacudió la cabeza.

—Ya le puse.

—¿Qué tan malo es el desastre fuera? —le pregunté, tomando asiento


frente a él.

Levantó la tapa a la caja de donuts y agarró una glaseada y empujó la


mitad en su boca.

—El típico desastre de fiesta.

Rimmel apareció en el umbral de la cocina. Su cabello era un desastre, sus


gafas estaban torcidas, y no llevaba pantalón.

—Umm, creo que olvidaste algo —le dije.

Ella arrugó la nariz.


—No me olvidé peinarme el cabello. Simplemente no me apetece —gruñó.

Braeden se echó a reír.

—¿Y tu pantalón?

Sus ojos se abrieron y miró sus piernas desnudas. Luego se encogió de


hombros.

—Esta camisa es tan larga que apenas puedes ver mis rodillas.

Ambos la observamos mientras sacaba una silla y se hundía en ella. Sus


zapatillas estaban en sus manos así que se las puso, dándome un destello de
bragas cuando levantó su pierna.

Miré a Braeden para asegurarse que no estaba mirando, pero estaba


ocupado inhalando otro donut. Tomé su café del mostrador y lo puse frente a
ella.

Ella suspiró en aprecio y envolvió sus manos alrededor del vaso. Tomó un
sorbo y miró a Braeden.

—¿Cómo supiste que me gusta mocha?

—Porque eres una chica.

—Oh —dijo y volvió a su café.

Braeden empujó los donuts hacia ella y ella hizo una mueca.

—Café, sí. Donuts, no. Todavía no estoy segura si mi estómago no se


rebelará.

Agarré un donut de pastel de arándanos de la caja y tomé un bocado


enorme. Braeden siguió mi ejemplo. Rimmel nos observó y dijo:

—No entiendo cómo están los dos tan bien.

—La temporada ha terminado —explicó Braeden.

La puerta principal se abrió y se cerró de nuevo, y levanté la vista mientras


mi madre entraba en la cocina. Junto a mí, Rimmel se puso rígida y se sentó un
poco más recta en su silla.

—¡Señora A! —dijo Braeden.

—Hola, Braeden —dijo, mirándolo con una sonrisa en sus labios.


Mi madre amaba a Braeden. Siempre lo había hecho, desde que éramos
niños.

—¿Qué pasa, mamá? —dije, sabiendo que iba a recibir una reprimenda
sobre lo grande que fue la fiesta anoche.

—Quería decirte que no hay necesidad de intentar limpiar lo de anoche.


Tengo un equipo de limpieza viniendo. Deberían estar aquí en cualquier
momento.

Dulce.

—Eres una dulzura —dijo Braeden y echó para atrás el asiento vacío a su
lado—. Te he comprado un donut.

—Sabes que no como donas, Braeden —dijo, exasperada. Pero también


afectada por su tono.

—Tiene chispas

—Bueno, supongo que ya que estoy aquí y tengo café… —Señaló la taza
en su mano.

Los ojos de Rimmel se abrieron cuando mi madre se sentó en la silla que


Braeden empujó hacia ella. Extendió la mano y puso un donut rociado en una
servilleta y lo deslizó a través de la mesa.

Rimmel me miró sorprendida.

Le guiñé un ojo.

—¿Papá está en casa? —pregunté.

—Sí, lo está.

—Tengo que hablar con él hoy.

Volví a sentir los ojos de Rimmel, pero esta vez actué como si no los notara.
No iba a decirle delante de mi madre sobre la orden de restricción que quería.

—También vine a recordarte sobre nuestra cena esta noche —dijo mamá.

Mierda. Había olvidado completamente que esta noche era la noche de


nuestra cena.

—Celebraremos tu victoria esta noche. —Luego sus ojos se movieron a mi


lado—. ¿Aún piensas venir, Rimmel?
Rimmel asintió.

—Sí, gracias.

—Cena con los arrendadores. —Braeden silbó—. Ve despacio con mi


pequeña hermana, señora A.

La señora Anderson miró a Braeden.

—¿Pequeña hermana? —Pareció sorprendida.

Él asintió.

—Ahora es familia.

Mamá se volvió pensativa y dejó su café.

—¿Así que te gusta?

Rimmel se puso rígida y quise gemir.

—Mamá —le advertí con dureza.

Braeden se echó a reír.

—Infiernos, sí. —Me miró—. Rim es genial.

Mamá volvió a mirar a Rimmel, sus ojos se suavizaron un poco. Tal vez
un respaldo resonante de Braeden ayudaría a deshacerse de algunas de sus
actitudes hacia mi novia.

—Está bien, entonces. Los veré en la cena esta noche. —Tomó su taza y se
puso de pie—. Braeden, sabes que siempre eres bienvenido en cualquier
momento. Vamos a traer comida italiana de ese lugar calle arriba.

—Mi favorito —dijo Braeden—. Pero no puedo. Ceno con mi otra familia.

—Bueno, saluda a tu madre por mí. —Antes de salir de la habitación, miró


a Rimmel—. Tal vez te peines el cabello antes de comer.

—¡Mamá! —exclamé.

Rimmel parecía que quería trepar por debajo de la mesa y esconderse.


Gemí cuando la puerta se cerró.

Braeden se echó a reír y se volvió hacia Rimmel.

—No te preocupes, chica tutora. Ella sólo te hacer pasar ese duro momento
porque sabe que eres la mejor.
—¿Piensas que sí? —preguntó con esperanza.

Él asintió.

Esperaba que él tuviera razón porque no iba a dejar que mi madre tratara
a Rimmel como una mierda. La cena de esta noche podría ir de dos maneras:

1.) Podría ser el comienzo de una relación entre mis padres y la mujer que
amaba.

2.) Podría ser un viaje directo al infierno.


#ExamenesTrimestralesEstaSemana

Los padres lo llaman malas notas…

El #JefedelChisme lo llama ¡pasar de todos modos!

… Alpha BuzzFeed

Traducido por Genevieve y Florff


Corregido por Flochi

Rimmel
Después que la madre de Romeo me vio esta mañana sin pantalones y luego
me dijo que me peinara, sabía que tenía que sacar la artillería pesada.

O mejor dicho, la artillería elegante.

Así que me puse a merced de Ivy y le supliqué que me hiciera quedar lo


suficientemente decente como para pasar la temida prueba de su madre.

Por supuesto, ella estaba emocionada. Era como una Barbie humana para
ella. Básicamente podía hacerme lo que quisiera, y no dije nada porque no me
importaba.

Después del recordatorio de esta mañana de la cena de la noche, salí con


Braeden y Romeo durante una parte del día y bebí agua, tratando de eliminar lo
que quedaba del alcohol de mi sistema. Tener resaca no era algo que quisiera
repetir. Sentía como si alguien estuviera perforando mi cráneo con una
herramienta eléctrica.

Una vez que me sentí ligeramente mejor, aproveché el hecho de que


Romeo tenía su propio baño y me duché allí. Después de secarme el cabello, lo
obligué a regresarme a mi habitación para que Ivy pudiera ayudarme.

Trató de decirme que no tenía que arreglarme.

Claramente no lo entendía.
Era como un libro colocado en una librería de gama alta. Una librería
donde su madre compraba. Iba a juzgarme por mi cubierta. Si mi cubierta parecía
desaliñada y fuera de lugar, entonces no se molestaría tratando de leer dentro.

Mis páginas eran bastante buenas.

Ahora necesitaba una cubierta a juego.

Al menos por esta noche.

Maldita sea si iba a hacer esto todos los días.

Ser femenina era demasiado trabajo.

—Estás demasiado nerviosa —dijo Ivy, deteniéndose mientras planchaba


mi cabello. Pensé que iba a rizarlo como la noche que fui a mi primera fiesta de
fraternidad con Romeo. Pero anunció que esta noche requería algo liso y recto.
Un estilo que brillara y reflejara la luz.

—¿Has conocido a su madre? —murmuré.

Ivy se echó a reír.

—¿Mamazilla?

Resoplé.

—Hace que Mamazilla parezca una abuela amistosa.

—No hagas eso en la cena —me instruyó y me dio unas palmaditas en el


hombro.

—Tal vez debería cancelar.

—¿Estás bromeando? —dijo Ivy mientras seguía trabajando en mi


cabello—. Será mejor que le muestres a su mamá que no vas a ir a ninguna parte.

—Oh, ¿eso es todo? —medité.

—Está bien. —Suspiró—. He estado esperando todo el día. Está claro que
no vas a decir nada.

Miré en el espejo.

—¿Decir algo sobre qué?

—El hecho de que hay rumores en todo el lugar acerca de que engañas a
Romeo. —Hizo una pausa y luego se inclinó en mi oído—. Romeo.
Puse los ojos en blanco.

—Sí, soy consciente de quién es.

Ivy se enderezó.

—Y luego está el pequeño episodio de anoche. Cuando Romeo golpeó a


Zach hasta dejarlo en el suelo, pero luego Zach se levantó y trató de noquearlo
con una silla. —Tomó un respiro y siguió adelante—. ¡Pero! ¡Te metiste en el
camino y caíste en la piscina!

—Wow —dije—. Qué bueno que recapitularas todo el drama en mi vida.


Lo habría olvidado.

—¡Uf! —dijo Ivy, disgustada—. Y sin embargo, estás, tan… tan… aburrida
de todo.

—Lo siento si todos los trastornos en mi vida no me emocionan.

—Chica —dijo con su actitud descarada. Levantó un cepillo—. No me


hagas sacártelo a golpes.

—Zach me ha estado usando para llegar a Romeo. —Sonó tan simple


cuando lo dije de esa manera. Pero era cualquier cosa menos eso. Zach estaba
loco. Empezaba a asustarme. Empezaba a preguntarme si tal vez tenía un par de
tornillos sueltos en su cabeza.

—¿Por qué Zach odia tanto a Romeo? —preguntó Ivy.

—No lo sé. Todo comenzó el último semestre con la iniciación.

Ivy asintió. Le había contado todo. La iniciación, el hecho de que Romeo


rechazó un lugar en Omega porque se negó a usarme y hacer lo que Zach quería.

—Es como si estuviera celoso o algo así. —Suspiré.

—¿Qué pasó en el baño?

Gruñí.

—Debió seguirme allí ayer por la mañana. —¿Realmente sólo fue ayer?
Habían pasado tantas cosas desde entonces—. Nos encerró allí, solos. Y se
escondió detrás de la cortina de la ducha como un acosador espeluznante.

Ivy fingió un estremecimiento.

—Tomó una foto de mí con mi toalla y nada más.


Ivy jadeó.

—¡No lo hizo!

—Sí.

—Romeo va a enloquecer si eso sale a la luz.

—No se lo dije. Y no lo haré —le dije de una manera que transmitía el


mensaje tácito para que mantuviera la boca cerrada.

—¿Cómo puedes estar tan segura? —preguntó.

—Rompí su teléfono.

—¡Bonito!

—Pero luego salí corriendo casi desnuda, y un par de chicas estaban en la


puerta. Debieron ver a Zach salir del baño.

—Eso explicaría la notificación de Buzz. —Ivy asintió.

—Lo hizo con la esperanza de que Romeo se enterara antes del partido.
Quería que jugara mal. Trataba de sabotear el juego y las buenas estadísticas de
Romeo. —Eso aún me enfurecía.

—Por no mencionar que ahora todo el mundo cree que te está dejando
engañarlo —agregó Ivy.

Gruñí.

—Como si fuera a dormir con Zach. —Me estremecí—. Ugh. La idea que
me toque me hace querer arrancarme la piel.

Ivy continuó en mi cabello y no dijo nada.

—Me pregunto cómo llegó hasta el edificio. —Deliberé en voz alta—.


¿Dónde estaba que me vio entrar al baño?

Sin embargo, Ivy se quedó en silencio. De hecho, de repente parecía muy


concentrada en mi cabello.

—Ivy —dije, una nota de advertencia en mi tono.

Ella levantó la mirada.

—¿Qué no me estás diciendo?

—¿Qué? —Se detuvo—. Nada. Sólo me concentro en tu cabello.


Resoplé.

—Podrías arreglar mi cabello mientras duermes, y las dos lo sabemos.

Sus hombros cayeron hacia adelante.

—Estoy tan avergonzada.

Me volví y la miré.

—¿Por qué?

—DormíconZach —soltó las palabras como si fueran una sola.

—¡Qué! —Jadeé. Mi mano voló hasta mis labios—. ¡Ew!

—¡Lo sé! —gimió y se alejó de mí. Se arrojó sobre la cama—. ¡Soy la peor
amiga de la historia de las amigas!

Después de recuperarme del shock (y la desafortunada imagen mental de


Zach e Ivy juntos en la cama… ewwww), dije:

—Dime lo que pasó.

Ivy se incorporó y bajó la cabeza.

—Estábamos en la fiesta previa al partido, ¿sabes, en la casa Omega?

Asentí. Romeo y yo no fuimos a causa del juego al día siguiente.

—Estaba muy borracha. En serio. No tengo ni idea de qué diablos pusieron


en ese ponche esa noche —dijo, haciendo una mueca—. Lo siguiente que supe,
estaba aquí en la habitación con Zach. No recuerdo mucho, pero sí sé que… tú
sabes…

Me sentí enferma por ella. Como físicamente enferma. Zach se aprovechó


básicamente de su estado de embriaguez. Entonces, al salir a la mañana siguiente,
probablemente me vio entrar en el edificio y decidió divertirse un poco, a
expensas de Romeo.

—Lo siento mucho —dijo Ivy, desesperada—. Lo juro, nunca quise dormir
con él. Sé lo mucho que Romeo lo odia. Sé que es un idiota y te lastimó el último
semestre. Nunca lo habría hecho si hubiera estado sobria.

—Quizá deberías dejar de beber tanto en las fiestas —sugerí. ¿Con quién
más había dormido y lo lamentaba?

Ella asintió sabiamente.


—Lo estoy. Lo haré. Esa noche fue una llamada de atención. No más estar
tan borracha que no pueda pensar correctamente. No más sexo casual. No más.

Realmente esperaba que lo dijese en serio. No por mi bien sino por el suyo
propio.

—¿Puedes perdonarme?

—¿Por tener una cosa de una sola noche con un imbécil? —pregunté—.
Por supuesto.

—Pero si no fuera por mí, él no habría estado en el edificio. No te habría


acorralado en el baño.

Suspiré.

—Tan solo habría encontrado otra manera de cabrear a Romeo.

Ivy se levantó y se acercó para terminar mi cabello.

—Él está bastante cabreado, ¿eh?

—Cabreado es una sutileza —murmuré.

—¿Qué va a hacer?

—Con suerte, nada. Con suerte, lo sacó de su sistema la noche pasada.

Ivy me miró con una clara duda en sus ojos. Mi estómago se anudó. No
quería pensar en esto más. No quería pensar en Zach o en las cosas de mierda
que había hecho.

Así que cambié de tema. Las ropas y el maquillaje. Le permití hablar


animadamente con las lecciones sobre cómo hacer más grandes mis ojos y labios
llenos. Incluso le dejé ponerme algo de maquillaje en la cara. Era la primera vez
que me había puesto maquillaje en casi siete años.

No me gustaba la manera en que se sentía mi piel, pero no dije nada.


Tampoco le dije a Ivy que no tenía ninguna intención de ponerme maquillaje en
otros siete años.

Una vez que mi cara estuvo terminada, me dijo que me pusiese un vestido
negro de manga larga con una falda de rayas horizontales blanca y negra que se
despegaba alrededor de mis caderas y terminaba bastante por encima de mis
rodillas. Iba a negarme a ponérmela hasta que me alcanzó un par de medias
negras para ponerme debajo. Me deslicé dentro de ellas (eran básicamente unas
media apretadas que quedaban perfectas y me llevó como diez minutos ponerme
las estúpidas cosas, y sí, me caí mientras lo intentaba) y me metí en un par de
tacones negros que me dijo que podía prestarme.

Me puse el brazalete que Romeo me había dado (nunca me lo quitaba) y


añadí un largo colgante de oro de mi madre con un gran camafeo al final.

—Tu cabello debería estar completamente frío a esta altura —dijo Ivy,
asintiendo con aprobación a mi atuendo. Me senté y puso un poco de sustancia
brillante en sus dedos y la trabajó por toda la extensión de los mechones. Se sentía
pesado y grueso así. Colgaba bien en el centro de mi espalda, casi tocando mi
cintura.

Después lo recorrió con sus dedos un par de veces, lo roció con laca y p asó
a cubrir mis labios con alguna clase de brillo aceitoso.

Cuando hubo terminado, dio un paso atrás para contemplar su obra.

—Maldición. Soy buena.

Le sonreí.

—¿Voy a pasar el test de la madre?

—Si no lo haces, entonces esa mujer es de veras una mamazilla.

—Quiero ver. —Salté y me fui hasta el espejo.

Me veía totalmente diferente. Tanto que tuve que dar un paso más cerca
para asegurarme que era yo. Mi cabello estaba completamente liso y ultra
brillante. Ni siquiera sabía que era posible que mi cabello cayese tan perfecto.
Colgaba sobre mis hombros como una cascasa de agua negra. Algunos mechones
delanteros estaban un poco más cortos y parecían enmarcar mi cara y hacerla
resaltar.

O quizás eso era el maquillaje. Era sutil y apenas allí, pero había cambiado
completamente la manera en que me veía.

Era como yo. Pero mucho mejor.

Mis ojos estaban más amplios y redondos; el avellana parecía casi dorado
con la sombra y la máscara de ojos. Mis mejillas se veían sonrojadas y sanas y mis
labios añadían la perfecta cantidad de color al resto.

—Gracias —dije, volviéndome del espejo y apurándome a abrazar a Ivy.

Ella me abrazó también y después se echó hacia atrás.


—¡No estropees el maquillaje!

Me reí.

—Ese vestido se ve mejor en ti que en mí.

—De ninguna manera —dije—. Lo llenas mucho mejor.

Pero aun así, el vestido sí que me quedaba halagador. La falda al completo


daba la ilusión que tenía más curvas de las que tenía. Flotaba desde mi estrecha
cintura y mis piernas cubiertas con medias se asomaban debajo, pareciendo extra
largas a causa de los tacones y de la falda corta.

—¿De verdad no estás enojada conmigo? —dijo Ivy y se hundió en la


cama.

—No.

—Te juro que nunca me acercaré a él de nuevo.

—Bien, es bueno oír eso porque te mereces algo mucho mejor que él.

Ivy parecía que podría llorar, así que cambié de tema.

—¿Qué vas a hacer esta noche?

—Estudiar. —Hizo una mueca—. Tengo que leer mucho para ponerme al
día.

Hubo un golpe en la puerta y supe que era Romeo. Mariposas alzaron el


vuelo en mi estómago mientras fui a responder. Estaba tan nerviosa por esta
noche.

Los ojos de Romeo se ampliaron cuando abrí la puerta. Hizo un silbido.

—Santa mierda, pequeña.

—¿Me veo bien? —Me preocupé—. ¿Crees que tu madre me aprobará?

Romeo extendió una mano y me agarró por la cintura.

—No tienes que impresionarla. No quiero o necesito su aprobación. Eres


mi chica. Fin.

—¿Sin vuelta atrás? —susurré.

Él sonrió.

—No hay vuelta atrás.


Me giré de regreso a Ivy.

—Podría no estar de regreso hasta mañana. ¿Vas a estar bien?

—Sip. Solos mi libro de biología y yo.

—Mándame un mensaje si necesitas algo. —Agarré mi abrigo de la cama.

—Gracias —dije sinceramente.

Sonreí.

—Y gracias por hacerme parecer presentable.

—Te ves caliente —me corrigió Romeo en voz alta.

Un par de chicas que estaban pasando por la habitación se rieron


tontamente.

Ivy me saludó despidiéndose, y cerré la puerta tras nosotros. Romeo dejó


caer su brazo sobre mis hombros mientras salíamos del edificio.

Mi cabello flotaba a mi alrededor con la brisa de la noche, y Romeo atrapó


un mechón antes de abrir la puerta del auto.

—De verdad te ves hermosa —murmuró, bajando su cabeza.

—Gracias —dije contra sus labios.

Su beso encendió el deseo dentro de mí instantáneamente. Incluso aunque


habíamos pasado la última noche juntos, y la noche anterior, le extrañaba
terriblemente. Sentía como si no tuviésemos suficiente tiempo a solas. Quería
más. Quería mucho más.

Gruñó y se echó hacia atrás.

—Vamos a conseguir terminar con esta cena —dijo malhumorado—.


Quiero pasar más tiempo solo contigo.

—Me acabas de leer la mente.

—Ahora que la temporada ha terminado, tendremos más tiempo juntos.

—¿Quieres ir al Taco Bell y ocultarnos en tu casa? —pregunté cuando se


deslizó en el asiento del conductor.

Se rio. El sonido llenó el interior del auto.


—Cielos, Rimmel… —Presionó una mano en su pecho como si estuviese
escandalizado—. ¿Estás sugiriendo que plantemos a mi madre?

Me reí.

—Lo sé —dijo arrastrando las palabras—. Bajo ese dulce exterior yace el
corazón de una malvada villana.

Me reí a todo volumen.

—¿Una malvada villana?

—Por completo —dijo con una voz cursi y pretendió que lanzaba un
mechón del cabello largo que no tenía.

Dios, le amaba.

—Así que ¿qué dices? —le tenté mientras sonreía—. ¿Quieres que
faltemos?

Gruñó.

—Me encantaría, nena, pero no podemos.

Le saqué la lengua.

—Mira lo que haces con esa cosa, nenita.

—¿Sí? ¿O qué? —lo desafié.

—O podríamos llegar tarde y podría hacer un lío con el perfecto peinado


y maquillaje que llevas. —Sus ojos echaban chispas y fingió un resoplido
mientras ponía el auto en marcha—. ¿Qué diría madre?

Mientras nos acercábamos a su casa, mi humor aligerado se esfumó. El


dolor de cabeza con el que había luchado esta mañana amenazó con reaparecer.

Me preocupaba que mi “cubierta” no fuese lo bastante buena. Me


preocupaba que haga lo que haga esta noche, no importa lo bueno que fuera, no
fuese suficiente.

Tenía el presentimiento que ella ya se había formado una opinión sobre


mí y no sería persuadida.

Si ese era el caso, no importaba cómo llevase el cabello o lo que me pusiese.

Nunca conseguiría la aprobación de la madre de Romeo.


#CuandoCosasMalasLesSucedenALaGenteBuena
Ese momento cuando te preparas un cuenco de cereal pero no queda leche.
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Flochi y Magnie


Corregido por Lu-017

Romeo
Mis instintos protectores estaban volviendo a rugir.

Respiré hondo y me dije que mantuviera el control.

Ella estaba tan nerviosa allí sentada en el asiento del pasajero del Hellcat,
retorciendo sus manos en su regazo y rebotando la pierna. La idea que una cena
con mis padres la pusiera así me enfadaba. No debería tener que protegerla de
mi madre. No debería tener que protegerla de algún imbécil rico que acosaba
mujeres en los baños privados y dispersaba rumores sobre su honor.

Cuando pensaba en toda esta mierda y drama que traje a su vida, retorcía
mis entrañas. Estaba sorprendido que siquiera quisiera estar conmigo. Estaba
sorprendido que no estuviera huyendo tan lejos como pudiera.

Solo la idea de eso me volvía loco.

La amaba tanto. Más de lo que alguna vez pensé que podía amar a alguien.

Iba a protegerla de eso. De cualquiera y de cualquier cosa que siquiera


diera indicios de intentar destruirla.

Alargué la mano a través del asiento y entrelacé mis dedos con los de ella.
Me miró y sonrió. Nunca había visto su cabello tan lacio y suave antes. Por lo
general, era todo salvaje y rebelde. No obstante, lo adoraba, pero amaba esto
también. Era como si acabara de pelar una capa de ella que no había sabido que
existía.

No podía esperar a ver qué capa descubriría luego.


Cuando estacioné en la entrada, se puso a jugar nerviosa con sus gafas.
Rimmel las acomodó sobre su nariz y se pasó los dedos a través del largo de su
cabello.

—Si esta comida sale mal, la dejaremos e iremos a un Taco Bell.

Se rio.

—¿Lo prometes?

—Hey —murmuré y metí un sedoso mechón de cabello detrás de su


oreja—. Te van a amar. No existe manera en que no lo hagan.

Ella asintió.

El interior de la casa de mis padres estaba silencioso y cálido. Suave


música de jazz y sus voces bajas flotaban desde la dirección de la cocina, y antes
de que los siguiéramos, tomé su abrigo y lo colgué junto a la puerta.

Me veía demasiado casual al lado de ella, un par de vaqueros y una


camiseta de mangas largas.

—Roman —llamó mi madre—. ¿Eres tú?

—No. Es Santa —respondí.

Rimmel ni siquiera esbozó una sonrisa. Tomé su mano y la apreté en un


agarre férreo. Caminamos hacia la cocina juntos, y pude sentirla contemplando
las paredes de tonos fríos, el rico mobiliario, y todos los detalles de esta casa que
probablemente yo nunca había notado. Me dio curiosidad el lugar donde creció,
cómo se vería su casa.

Mi madre estaba de pie junto a la encimera y mi padre estaba sirviéndole


un vaso de vino. Ambos alzaron la vista cuando entramos, y los ojos de mi madre
fueron directamente a Rimmel. Se agrandaron un poco cuando contempló la
apariencia de Rim y sonreí.

Mi padre fue menos obvio en la inspección. De hecho, si no lo conociera,


pensaría que apenas la miró antes de girarse hacia mí.

Pero lo conocía.

Anthony Anderson daba la apariencia de no ver nada, cuando en realidad,


lo notaba todo.

—Roman —dijo mi padre, abandonando el vino y acercándose—. Y esta


debe ser Rimmel.
Se detuvo frente a nosotros y extendió la mano. Rimmel la tomó de
inmediato y le dio una buena sacudida.

—Puedo ver sin duda por qué Roman está tan atraído por ti —dijo papá—
. Eres una belleza.

Rimmel sonrió.

—Gracias, señor. Tiene una casa encantadora.

—¡Nada de señor! —dijo papá y sonrió. Sus ojos brillaron—. Puedes


llamarme Tony.

Tony. Alcé una ceja hacia él de manera inquisitiva. Simplemente me guiñó.


Nunca le había dicho a nadie que lo llamara Tony. Mi madre ni siquiera lo
llamaba así.

A mi lado, Rimmel se relajó y una sonrisa genuina reemplazó a la amable.

—No eres alguna sosa vegetariana, ¿no? —le preguntó mi padre.

Ella rio.

—¿Y si lo fuera?

Él resopló.

—Entonces tendría que decirte que regreses a llamarme señor.

—Qué bueno que no sea una sosa vegetariana entonces.

Papá se rio entre dientes y sonreí. Estaba desplegando todo el encanto


Anderson esta noche. Miré a mamá y me pregunté si él estaba exagerando para
tal vez compensar lo que sea que mi madre fuera a decir.

—Roman nos dice que estudias veterinaria —siguió papá—. Eso toma casi
tanto como ser abogado. —Le tendió el brazo—. Ven aquí y cuéntame el
programa.

Rimmel deslizó su mano en su codo y se acercaron a la encimera donde se


explayó sobre su carrera elegida. La pasión y el amor que tenía por los animales
eran tan evidente que mi pecho se hinchó de orgullo.

Mi madre escuchó en silencio, sorbiendo su vino. Estudió a Rimmel como


si se tratara de alguna pintura en el museo. Fue como si la estuviera viendo desde
cada ángulo, evaluando su profundidad y significado oculto.
Cuando había tenido suficiente, atrapé su mirada y negué con la cabeza
imperceptiblemente.

—¿Estamos listos para comer? —dijo, escuchándome.

—¿Hay algo que pueda hacer para ayudar? —preguntó Rimmel


amablemente.

—No. Ya está todo listo en el comedor.

Papá se apropió de Rimmel una vez más y la guio al comedor. Él estaba


hablando animadamente sobre algún caso en el que estaba trabajando, y Rimmel
escuchaba atentamente.

—Bueno —dijo mamá cuando estuvimos solos—, parece haberse ganado


a tu padre.

—Tal vez deberías darle una oportunidad —dije.

—Quizás —permitió.

Esta era una casa grande y mis padres estaban muy cómodos en sus
finanzas, pero la casa no era austera. No tenía esa calidad de intocable que ponía
a la gente nerviosa cuando estaban parados dentro.

El comedor básicamente era un gran cuadrado con ventanas en un lado.


Tenían vistas al patio y de ahí a la piscina. Los suelos eran de madera dura
oscurecida y en el centro había una gran alfombra en varios tonos de verde. Sobre
la alfombra había una mesa de roble con espacio para diez. En vez de sillas, en
un lado había un banco tapizado de una tela de tono claro. Las dos sillas de los
extremos eran de respaldo alto tapizadas en terciopelo oscuro de un verde moho.
Al otro lado de la mesa había más sillas, pero estas eran más sencill as y de la
misma tela que el banco.

Había fuentes llenas con varias comidas ya sobre la mesa. Todos estaban
en platos para servir de aspecto elegante, mamá les quitó las tapas a medida que
nos sentábamos. Las ensaladas ya estaban puestas en nuestros asientos, y cada
uno de nosotros tenía un vaso de agua. Además de los cuatro diferentes platos
italianos de donde escoger, había pan de ajo y una fuente de hongos rellenos, de
los cuales agarré y metí en mi boca.

Papá tomó asiento en la cabecera y me deslicé en el banco y palmeé el


espacio a mi lado para Rimmel. Mamá se sentó frente a nosotros en una de las
otras sillas.
La conversación fue bastante ligera. Papá y yo hablamos sobre el juego la
mayoría del tiempo y lo épicamente que yo jugaba. Les conté a mis padres sobre
mi breve encuentro con el cazatalentos de la NFL y papá se lanzó en un detallado
plan para conseguir al hombre en el teléfono y conseguir algún tipo de boceto de
oferta. Mamá se comportó, y a medida que pasaba más el tiempo, Rimmel se
relajó y fue capaz de ser más como ella misma.

—Entonces, Rimmel… —comenzó mamá, volviendo su atención hacia


Rim—. Cuéntanos de tu padre. ¿Qué hace?

Rogué que este no fuera el comienzo de una maldita inquisición.

Rimmel bajó el vaso de agua y respondió.

—Trabaja en la construcción. Lo ha estado haciendo toda mi vida. Eso lo


mantiene ocupado.

Papá asintió.

—Estoy seguro que con el clima de Florida, siempre está ocupado. Sin toda
la nieve, la temporada de construcción probablemente es en todas las
temporadas.

Rimmel le sonrió y asintió.

—Sí, prácticamente. Incluso trabajaba en las vacaciones de invierno


cuando estaba en casa.

La miré. Nunca mencionó eso. Tenía la impresión que él se tomaba


vacaciones para pasar tiempo con ella. Eso me hizo preguntarme cuánto tiempo
pasó sola. La idea de ella sentada sola durante las fiestas no fue una imagen que
quería que se quedara en mi cerebro.

—Eso debió haber sido solitario —dijo mi madre, casi como si pudiera
leerme los pensamientos. Le eché un vistazo, pero ni siquiera estaba mirándome.
Estaba mirando a Rim, sus ojos suaves.

—Oh, no —dijo rápidamente—. No lo fue. Pasé mucho tiempo con mi


abuela.

—¿Eres cercana a ella entonces? —preguntó mamá casualmente.

Terminé lo que estaba en mi plato y me recliné, asegurándome que mi


brazo rodeara la cintura de Rimmel. Esperaba que fuera un mensaje silencioso
para mi madre que iba a ponerle un fin al cuestionario.
—Oh sí —contestó Rimmel. Había un afecto evidente en su tono—. Ella y
mi abuelo. Luego de que mamá muriera… —En cuanto las palabras dejaron su
boca, cerró los labios y sus ojos se agrandaron. Sentí su sorpresa en la rigidez de
su cuerpo. Su sorpresa ante cómo ella trajo eso a colación. No era algo de lo que
le gustara hablar con nadie.

Se aclaró la garganta y dijo:

—Lo siento, yo…

Apreté mi brazo alrededor de ella.

—Lo saben, Rim. Les conté que tu madre murió cuando tenías once.

Su cuerpo se relajó un poco.

—Oh. —Le sonrió a mi madre—. Bueno, entonces, supongo que eso no los
tomó por sorpresa.

—Ni tampoco a ti —respondió mi madre.

Mis ojos se entrecerraron.

Rimmel ni siquiera pestañeó. Soltó una risita.

—Sí. Bueno, la muerte de mi madre no es algo que saque en una


conversación casual. Especialmente no con gente… —Se detuvo y luego dijo—:
Con gente que no conozco bien.

—Está bien, querida —dijo papá, entendimiento en su tono.

Rimmel le sonrió.

—Supongo que eso significa que estoy cómoda alrededor de su familia y


puedo contarle de mí sin ningún tipo de sentencia.

Sus ojos giraron hacia mi madre y no vacilaron.

Punto para mi chica.

Tomé mi agua y bebí un poco, no queriendo que mamá viera la sonrisita


en mi cara.

—Claro que no —respondió mi madre suavemente.

Rimmel siguió como si no hubiera vacilado.


—De todas maneras, luego de que mi madre muriera, pasé mucho tiempo
con mis abuelos.

—Romeo nos dice que tienes una beca en Alpha U —dijo papá, cambiando
de tema.

Ella asintió.

—Sí. ¿Por qué más me mudaría aquí desde el clima cálido de Florida para
congelarme en la nieve?

Papá rio enérgicamente y sus ojos azules brillaron.

Rimmel me miró y sonrió.

—Veo de dónde conseguiste los ojos azules.

Quise agarrarla y besarla. No creí que mi madre estaría de acuerdo en que


eso fuera un buen comportamiento para la cena. Así que me acomodé para darle
una sonrisa torcida.

—¿Quién quiere cheesecake? —preguntó mamá, levantándose de la mesa.


Miró a Rimmel con un poco de arrogancia en su mirada—. El cheesecake es el
favorito de Romeo.

¿De verdad? ¿Ella estaba intentando aventajar a mi novia probando que


sabía el postre que más me gustaba?

—Bueno, puedo entender por qué —dijo Rimmel y sonrió—. ¿Puedo


ayudarla?

La mirada en los ojos de mamá se despejó.

—No, gracias. Iré a buscarlo y volveré.

Le apreté la cadera. No sabía por qué había estado nervioso. Rimmel podía
manejar a mi madre sola.

Mientras ella estaba en la cocina, papá volvió a cambiar el tema.

—La de anoche sí que fue una fiesta —dijo.

Hice una mueca.

—Espero no haberte mantenido a ti y a mamá despiertos toda la noche.

Desechó mis palabras con un gesto de su mano.


—Para nada. Puedo dormir como muerto. Solíamos tener fiestas así cada
fin de semana cuando estaba en los Omega.

La mención de Omega me hizo pensar en Zach. Los músculos en mi nuca


se apretaron.

—Hablando de eso… hay algo que tengo que hablar contigo.

Rimmel me miró con una pregunta en sus ojos, pero fingí no ver. No le
había hablado de esto todavía. Pero no importaba. Ella no tenía elección.

Mamá reapareció cargando un enorme cheesecake redondo con cintas de


chocolate en la parte superior. La dejó junto a mi padre y comenzó a cortar
rodajas gruesas y transferirlas a platos. Cuando me entregó mi pedazo, lo dejé y
lo ignoré.

Papá sintió que lo que quería decir era serio, así que me dedicó toda su
atención.

—Te necesito para sacar una orden de restricción para alguien.

Mi madre jadeó y Rimmel se puso tiesa sobre el banco.

—¡Una orden de restricción! —exclamó mamá—. ¿Para qué necesitas una


de esas?

—No es para mí —dije—. Es para Rimmel.

Rimmel gimió a mi lado.

—Eso no es necesario.

—Sí. Lo es.

Papá me miró sin mostrar mucha reacción.

—Ya sabes — dijo y tomó un bocado de su postre—, no puedo obtener una


orden de restricción a menos que la persona que presenta la denuncia haya sido
físicamente amenazada o dañada de alguna manera.

—Estoy muy consciente de eso, papá.

Miró a Rimmel.

—¿Alguien te ha hecho daño?

—Realmente no es un gran problema. No creo que sea necesaria una orden


de restricción. —Su mano fue debajo de la mesa y aterrizó en mi muslo y apretó.
Sabía que quería que lo retirara, pero no iba a hacerlo. Esto era sobre su
seguridad.

—¿Quién es esa persona? —preguntó mamá.

Suspiré. No les iba a gustar esto.

—Es Zach.

—¿El hijo de Richard Bettinger? —preguntó papá, sorprendido en su tono.

—Sí.

—Sabes que Richard es un colega mío —dijo, su duda clara.

—Estoy en un par de organizaciones benéficas con su madre —agregó mi


madre.

—Sí, bueno, él es un completo imbécil —dije llanamente.

—¡Roman! —Mi madre jadeó.

Me aparté de ella completamente.

—No puedo probarlo, pero el semestre pasado, él la atacó en la casa


embrujada. La inmovilizo físicamente en el suelo.

Mi papá comenzó a sacudir la cabeza como si no fuera suficiente, pero yo


era implacable.

—Más recientemente, él le ha dejado moretones. Sobre su muñeca y brazo.


La agarró y la sacudió incluso después de que ella le dijo que se detuviera.

Papá frunció el ceño y supe que tenía la atención de mamá.

—Alguien en el equipo fue testigo de esto. —Miré a Rimmel, sabiendo que


ella iba a estar enojada—. Tengo fotos de los moretones.

—¡Qué! —exclamó ella.

—Las tomé mientras estabas durmiendo.

—Tienes que estar bromeando. —Su voz fue baja y sin alterarse.

—Entonces, ayer, la siguió hasta el baño de las chicas en su dormitorio. Se


encerró allí y se escondió mientras ella estaba tomando una ducha. —Tuve que
hacer una pausa para inhalar un poco de aire y controlar la ira dentro de mí—.
Cuando salió, la atacó.
Mi madre jadeó y Rimmel se apresuró a decirle:

—No es así. No me tocó.

—Cuando salió corriendo del baño con nada más que una toalla, utilizó la
pequeña escena que montó para hacer que todos pensaran que me estaba
engañando. Quería meterse con mi cabeza antes del partido.

—¿Y anoche? —dijo papá—. Cuando alguien cayó en la piscina.

—Sí, ese era él también. Tuvo el valor de mostrar su rostro aquí anoche.
Así que lo golpeé. Se lo merecía. Entonces le dije que se fuera de la propiedad.

—¿Lo hizo? —preguntó papá, sintiendo que había algo más en la historia.

—Él vino tras de mí con una silla.

—¡Él hizo qué! —exclamó mamá.

Junté los dientes.

—Sí. Pero Rimmel se interpuso en el camino. Ella terminó en la maldita


piscina. En el agua helada.

—¿Por qué te metiste en el camino? —preguntó mamá, clara confusión en


su voz.

—No iba a quedarme allí y ver cómo Zach atacaba a Romeo cuando ni
siquiera lo miraba. Podría haberse lastimado —replicó Rimmel. La indignación
en su tono me hizo esconder otra sonrisa.

—¿Te metiste en medio de dos hombres adultos luchando para proteger a


mi hijo? —Los ojos de mamá estaban anchos mientras miraba a Rim.

—Por supuesto —dijo Rimmel sin hacer una pausa.

—Necesitas cubrir esa piscina, papá —dije—. Podría haberse ahogado.

Una vez más, mi madre jadeó. La miré y supe que estaba dándose cuenta
de lo que probablemente le hubiera hecho a Rimmel una inmersión en la piscina.
Después de todo, gracias al investigador privado, supo cómo murió su madre.

—Por supuesto. Llamaré mañana —dijo papá. Sus labios se volvieron


hacia abajo mientras digería toda esa información—. ¿Por qué Zach haría todo
esto?

—Me odia. Está celoso. Me culpa por perder su presidencia en Omega. Es


la razón por la cual abandoné la iniciación el semestre pasado.
La comprensión brilló en los ojos de mi padre. Había estado decepcionado
cuando le dije que había cambiado de opinión sobre Omega. Pero nunca le dije
por qué.

—Esto ha estado sucediendo por un tiempo, entonces.

—Sí. Y ahora está molestando a Rimmel. No lo dejaré.

Rimmel hizo un sonido frustrado.

—No eres mi niñera. No puedes simplemente anunciar que voy a recibir


una orden de restricción y esperar que esté de acuerdo contigo. Ni siquiera me
has hablado acerca de esto.

—Es lo mejor —le dije.

—¿Dice quién? —exclamó ella, levantando la voz—. No puedes decirme


qué hacer, Roman Anderson.

—Te empujó a la piscina —gruñí.

—Me caí.

—¡Porque iba a golpearte con una maldita silla!

—No me hables así. —Ella igualó mi tono. El brillo obstinado en sus ojos
me frustró.

—Si no hubiera saltado en esa piscina después de ti, te habrías ahogado —


le dije, áspero, tratando de hacerle entender lo grave que era esto.

Demasiado tarde me di cuenta de lo que había dicho.

Su rostro palideció como si le hubiera lanzado agua helada.

—Roman —dijo mi madre en voz baja, amonestándome con su tono.

Los ojos de Rimmel se abrieron y ella miró a mis padres como si hubiera
olvidado dónde estábamos. Sus mejillas se pusieron rojas y levantó la servilleta
de su regazo y la puso al lado de su plato.

—Lo siento terriblemente —se disculpó—. No deberían haber tenido que


ver esto. Solo me iré.

—Rimmel. —La agarré del brazo, pero ella se apartó de mí y se puso de


pie.

Mierda.
—Te esperaré afuera para que me lleves hasta al campus. —Ella puso
cierta distancia entre nosotros. Unos pocos pasos, un par de metros.

Se sentía como cien kilómetros.

—Muchas gracias por la encantadora cena —dijo cortésmente—. Fue un


placer conocerlos.

Se encaminó hacia la puerta y me alejé de la mesa.

—Rimmel —dijo mi madre sin levantarse.

Podría haberla llamado mil veces y me hubiera ignorado.

Pero mi madre no era alguien para ser ignorada.

Rimmel se detuvo y se volvió.

—¿Te importaría ayudarme en la cocina antes de irte?

Sabía que no quería hacerlo. Ni siquiera me miró una vez. Sentí como si
alguien me diera una patada en las pelotas.

—Por supuesto —respondió cortésmente. Era demasiado amable para


decir que no.

Había un pesado e incómodo silencio mientras ellas recogían los platos


que podían llevar y luego entraron en la cocina.

Estaba tentado a ir tras ella, pero al final, decidí que quizás era mejor si
nos dejaba calmarnos primero.

Miré a mi padre.

—Quiero esa orden de restricción.

Él asintió.

—Tiene un caso. Estoy bastante seguro que puedo poner una en su lugar.
Mándame las fotos que tomaste.

Asentí.

—Hazlo.

—Suena como si ella no quisiera una.

—Ella lo necesita. —Me pasé una mano por el cabello—. Él puso sus
manos sobre ella, papá. Moretones ¿Ves lo pequeña que es? ¿Qué tan frágil?
Papá sonrió.

—No parecía tan frágil hace un minuto.

Gruñí y luego sonreí.

—Está bastante molesta.

—Hijo —pensó—, déjame darte un pequeño consejo.

Asentí.

—A las mujeres no les gusta que les digan qué hacer. Les gusta ser las que
nos dicen qué hacer. Quieres que haga algo, vas a tener que hacerlo de otra
manera.

—¿Es por eso que mamá tiene tantas joyas? —pregunté.

Se rio.

—En parte. —Entonces hizo una pausa—. Pero ella no me parece un tipo
de mujer de joyas.

—No lo es. —Pero le gustaba la honestidad. Probablemente preferiría


comprarle un diamante que decirle lo que fue para mí saber que había sido
acechada en el cuarto de su baño.

—Tendré el papeleo en su lugar. Ella tendrá que firmarlo.

—Lo hará —No me importaba lo que se necesitara.

Papá sacudió la cabeza y suspiró.

—Richard se pondrá lívido.

—Zach tiene algunos tornillos sueltos. Está enfadado conmigo y usa mi


única debilidad para vengarse.

—¿De qué necesita venganza?

Suspiré.

—Podría ser en parte responsable de que lo destronaran en Omega.

—Sé que quieres proteger a tu novia, hijo, pero no puedes estar


involucrado en ese tipo de situaciones. Necesitas mantenerte limpio. Tu futuro
en la NFL depende de ello.
Asentí como si estuviera de acuerdo. Y supongo que sí. Pero no había
manera en el infierno que iba a estar de brazos cruzados y dejar a Rimmel ser
herida.

—Por eso necesitamos esa orden de restricción.

—Considéralo hecho —dijo, levantándose de la mesa.

—Gracias, papá.

—No me lo agradezcas todavía —dijo—. Todavía tiene que firmarlo.

Antes de salir de la habitación, papá se volvió hacia mí.

—Me gusta ella, hijo. Y a pesar de cómo actúa tu madre, a ella también le
gusta. Ahora es mejor que vayas a rogar perdón, porque es de las buenas.

Miré hacia la cocina donde Rimmel se había ido. Estaba molesta conmigo.
Y tenía una razón para estarlo. Me preguntaba qué iba a tomar para que arreglara
las cosas.
#ParaTuInformación
Todos quieren saber quién es el #JefedelChisme . No voy a decirlo
#Misterio #IdentidadSecreta
… Alpha BuzzFreed

Traducido por Flochi


Corregido por Kish&Lim

Rimmel
Oh no, no lo hizo.

(Pero sí. De hecho, lo hizo)

El atrevido.

Amaba a Romeo. Más que a nada.

Pero a veces cuando abría la boca, salía pura estupidez.

No sé qué lo poseyó para levantarse y anunciar en la comida que iba a


pedir una orden de restricción. Luego fue tan lejos como para decirle a su padre
que redactara los papeles.

No era una marioneta sujeta por cuerdas.

Admito que era tímida y a veces, extraña, pero no sería controlada.

Ni siquiera se trataba de que odiase la idea de la orden de restricción. De


hecho, pensaba que podría ser una buena idea. Zach me estaba asustando. Luego
de anoche…

Cerré los ojos contra los recuerdos que me asaltaron cuando me sumergí
en el agua congelada.

Pero no sería mangoneada.

Y luego cuando le dije eso, ¡me gritó! Y esperaba a que lo aceptara.

Y luego.
Luego…

Trajo a colación a mi madre. Prácticamente arrojó en mi cara que me


congelé cuando golpeé el agua y tuvo que entrar a salvarme.

Quise irme. Quise ir a casa y ponerme furiosa. Lo habría hecho.

Pero ella me detuvo.

De todas las veces que su madre decide que quiere tener una conversación
conmigo, fue en ese momento. Diablos. Probablemente quería interrogarme por
gritarle a su hijo.

Bueno, adelante, señora. Estaba de un pésimo estado de humor y le


gritaría también.

De acuerdo. Probablemente no lo haría.

Puse los platos llenando mis manos sobre la hermosa encimera y me giré
para regresar por más.

—Espera —dijo—. Quería hablar contigo.

Supe que esto iba a suceder por lo que asentí.

—Me disculpo.

Eso no era lo que estaba esperando escuchar. De hecho, estaba convencida


que escuché mal.

Debe haberse dado cuenta por la expresión en mi cara que estaba


confundida, porque sonrió.

—No he sido muy receptiva contigo, y por eso, te pido disculpas.

—Está bien —dije con cuidado—. Estabas preocupada por Romeo.

—Sí. Lo estaba. —Sus ojos cafés eran sinceros—. Pero debería haber sido
más agradable.

Me quedé parada incómodamente, sin saber realmente qué decir. Hace


solo unos momentos, había estado enojada como el infierno, pero ahora estaba
sin habla.

—No entiendo por qué ―solté—. ¿Por qué cambió repentinamente de


idea?

—Anoche en el juego.
—El juego —repetí, sin entender.

—Ibas a saltar al campo porque pensaste que él estaba herido.

¿Por qué eso fue tan importante para todo el mundo? Quiero decir, cielos.
Probablemente me habría caído y lastimado en el segundo que saltara. Luego
habría sido llevada como una criminal.

—No lo pensaste. Actuaste. Igual que esta noche.

Estaba tan avergonzada.

—Me disculpo por gritar. Me tomó de sorpresa.

Ella sonrió.

—Es como su padre en eso. Decide lo que quiere y eso es todo.

—Oh, no lo sé. Creo que podría haber conseguido eso de ti. —De hecho,
no creía eso. Lo sabía.

—Vi lo mismo nuevamente hace unos minutos. Reaccionaste. Ni siquiera


pensaste y no soportaste su mierda. —El cariño en sus ojos por su hijo era
inconfundible—. Solamente una chica que estuviera realmente enamorada
reaccionaría tan rápidamente sin pensar en sus acciones.

De nuevo, estaba avergonzada.

Ella bien podría decirme que fui criada por una jauría de lobos.

Comencé a disculparme una vez más, pero alzó la mano.

—Y el hecho de que te metieras entre mi hijo y una silla, bueno, eso dice
mucho.

Me encogí de hombros.

—Lo amo. No quiero verlo lastimado.

—Sabes —dijo ella, rodeando la encimera y poniendo algunos platos en el


fregadero mientras hablaba—, los médicos me dijeron que nunca tendría hijos.
Intentamos por años quedar embarazada y nunca sucedió. Fui a cuatro médicos
y cada uno de ellos me dijo lo mismo. Nunca sería capaz de tener un hijo por mi
cuenta.

—Eso debió haber sido difícil —dije. A pesar de que eso acabó hace veinte
años, todavía pude escuchar la angustia en su tono.
—Estaba devastada. Sabía que Anthony también lo estaba, solo que nunca
lo dijo en voz alta. Pero luego quedé embarazada. Todos nos sorprendimos. Fue
un milagro. —Su voz fue susurrada, como si estuviera recordando algo
sagrado—. Estuve en cama durante todo el embarazo. Los médicos no creían que
sería capaz de llevar al bebé a término. Pero estaba decidida. Hice todo lo
humanamente posible para traer a ese niño al mundo.

Me acerqué y senté en un taburete, completamente cautivada en la historia


de cómo Romeo llegó a existir.

—Supe que iba a ser especial. Desde el instante en que quedé embarazada,
supe que iba a serlo. Incluso antes de nacer, era fuerte. Era un luchador.

Sonreí porque Romeo sin lugar a dudas era todo eso.

—Me dediqué a él, mi pequeño bebé milagroso. Cómo disfruté de esos


días cuando era pequeño. Pasaron tan rápidamente —reflexionó, luego
parpadeó, pareciendo regresar al presente—. Lo que estoy intentando decir es
que cuando pasaste años intentando vivir con el hecho de que nunca tendrás un
hijo, pero luego por algún milagro se te da uno, uno perfecto, una madre hará lo
que sea para protegerlo.

Asentí comprendiendo.

—Es difícil dejarlo ir, mantenerme alejada y observarlo vivir mientras tú


contienes el aliento y ruegas a Dios haber hecho un trabajo lo bastante bueno para
criarlo.

—Lo hiciste —susurré.

Ella sonrió.

—No es excusa para mi comportamiento, pero es la verdad.

—Sabes… —dije, decidiendo allí mismo que iba a ser honesta, igual que
ella. No iba a simplemente asentir con la cabeza. Iba a hablar realmente, aunque
eso me hiciera sentir incómoda.

Especialmente luego de todo lo que ella acababa de decir.

Alguien que amaba a Romeo, su hijo, tanto así lo merecía.

—Nunca te pedí dejarlo. Tal vez solo aflojar un poco el agarre.

Valerie se rio.
—Creo que Romeo tiene suerte de tener una madre como tú. Desearía que
mi madre siguiera aquí, y me gustaría pensar que si lo estuviera, le haría un
interrogatorio a Romeo igual que el que me has dado.

—No lo sé —reflexionó su madre—. Él es muy encantador.

—Bueno, eso, por un lado —concedí.

Se giró hacia los platos.

—No voy a quitártelo. —Mi declaración suavemente expresada la tuvo


deteniéndose en el fregadero—. Ni siquiera lo intentaría. Una madre tiene un
lugar especial en el corazón de un hijo que nadie jamás llenará. Incluso después
de que son adultos.

—Me estás empezando a gustar —dijo sin darse la vuelta.

Sonreí a su espalda.

—Bueno, Braeden me dio su sello de aprobación.

—Ese chico. —Rio entre dientes—. Es tan encantador como Romeo.

—Definitivamente es un galán —acordé.

—Solo que no ha conocido a la chica correcta todavía. Lo hará. Encontrará


a alguien, igual que Romeo te encontró. Y luego todo cambiará.

¿Estaba diciendo que pensaba que yo fui la chica que cambió todo para
Romeo? Y si lo era, ¿era aceptación eso en su tono? ¿La había ganado?

Por supuesto, la felicidad que sentí ante eso disminuyó por el hecho de
que estaba tan enfadada con Romeo en este momento.

—Ahora, sobre esta situación con Zach —dijo Valerie. Giró su cara hacia
mí y un ceño fruncido tiró de su rostro perfectamente maquillado. Ciertamente
era una mujer hermosa, el tipo de belleza que era intemporal.

—Con el debido respeto, no es asunto tuyo.

—Es mi asunto. Le concierne a mi hijo. —Me dejó inmóvil con una


mirada—. Te concierne.

—De verdad que no creo que una orden de restricción sea necesaria.

—Creo que sabes que una sería prudente. Solo creo que estás enojada con
Romeo. —Comencé a discrepar y alzó la mano—. Tienes todo el derecho a estar
molesta con él. Debió haberte hablado sobre esto y no simplemente ordenado.
Mi estómago dio un vuelco al pensar en la discusión que acabábamos de
tener. Nunca antes habíamos discutido, por nada. Probablemente él estaba de
verdad molesto porque le había gritado en frente de sus padres.

—Voy a darte mi consejo. Puedes hacer con este lo que desees.

Asentí.

—Consigue la orden. Si no es por tu propia tranquilidad, por la de Romeo.


No se altera muy a menudo, y se ha alterado por esto. Solo está intentando
protegerte. Eres un blanco fácil porque es tan evidente cómo se siente mi hijo por
ti, está escrito en toda su cara. Tal vez si haces esto, le enviará un mensaje claro a
Zach y él retrocederá.

Ella tenía razón y lo sabía. Pero todavía estaba muy molesta. Quiero decir,
él tomó fotos de mí sin mi conocimiento. Eso estaba empujando mi confianza
demasiado lejos.

Romeo apareció en el umbral de la cocina, las manos metidas en los


bolsillos delanteros de sus vaqueros.

—¿Es seguro entrar?

—Por supuesto —respondió Valerie.

Evité mirarlo. Cuando entró más en la sala, la tensión en el aire se volvió


notablemente pesada.

—¿Por qué no se van yendo? —dijo Valerie—. Me haré cargo de los platos.

—Oh, no. Dije que ayudaría —discutí.

—Y aprecio la oferta, pero no es necesario.

—Vamos, Rim. Deberíamos hablar. —Romeo puso una mano en mi brazo,


y me puse rígida. Inmediatamente se retiró, pero la acción provocó una punzada
de pena en mi pecho.

—Gracias de nuevo por la cena —dije.

—Tal vez la siguiente vez podamos atravesar el postre sin una partida de
gritos.

Hice una mueca, pero ella simplemente rio.

—Nos vemos después, mamá. Gracias por la comida. —Romeo se acercó


y le dio un beso en la mejilla, y ella le sonrió.
Lo seguí a través de la casa hacia la puerta. No vi a su padre por ninguna
parte. Antes de salir, me puse mi abrigo y le subí la cremallera hasta arriba.
Afuera estaba helando, y mi respiración salió alrededor de mí en una gran nube
blanca.

Me dirigí en dirección a su auto, pensando que iba a llevarme de regreso


al campus.

―¿A dónde crees que vas? ―dijo desde atrás.

Miré encima de mi hombro. Estaba de pie viéndose adorablemente besable


con una mirada avergonzada en sus ojos.

—¿De regreso al dormitorio? —dije.

Negó con la cabeza y la mirada en su cara fue reemplazada con algo


mucho más intenso. Mi sangre se calentó a pesar del frío en el aire, y tragué mi
deseo inmediato mientras avanzaba hacia mí.

—Oh, no, no irás. —Tomó mi mano y me jaló suavemente hacia su casa—


. No irás a ninguna parte.
#MeditacionesNocturnas
Nadie muere virgen. La vida nos jode a todos.
#HechosReales
#¿HayAlgunaCosaComoSexoMalo?
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Smile.8 y Addictedread


Corregido por Nanis

Romeo
La distancia entre nosotros se estaba haciendo más grande.

Ella pensaba que simplemente la llevaría de vuelta al campus, que


simplemente dejaría que se fuera enfadada.

Una mierda.

Todavía recordaba la noche en que salió del Hellcat y se alejó de mí. La


noche que tuve que decirle que acercarme a ella había sido sólo una apuesta. El
dolor en sus ojos todavía me llegaba a mi núcleo.

No quería una repetición de esa noche. Nunca más.

Zach había sido la causa de esa noche, y él era más o menos la causa del
espacio entre nosotros ahora.

Era un enemigo. Así de simple.

No podía. No dejaría que el odio que vomitó de tan buena voluntad


eclipsara todo lo que tenía con Rimmel. Estaba de acuerdo con mi padre.

Ella era de las buenas.

Su mano estaba rígida mientras tiraba de ella hacia mi casa, pero aun así
me permitió llevarla. Cuando llegamos cerca de la piscina, se acercó más a mi
lado, e incliné mi cuerpo delante de ella para bloquear la vista.

Una vez dentro, no hablamos. Se quitó sus tacones y abrigo, y fui a


encender el fuego en el dormitorio. Cuando regresé, ella estaba en cuclillas en la
sala de estar, acariciando a Murphy, quien estaba haciendo eses alrededor de sus
pies.

—Tomaste fotos de mí cuando estaba durmiendo. —Su voz era tranquila


y baja, pero llenaba la habitación.

—Sí, lo hice. —No iba a pedir disculpas por ello. En el fondo, debía saber
que las cosas podrían llegar a esto. Era el hijo de un abogado después de todo.
Sabía que las cosas tenían que ser documentadas.

—Podrías simplemente habérmelo preguntado. —Se enderezó desde


donde estaba Murphy y me miró—. En su lugar, te aprovechaste de mí y nunca
dijiste ni una palabra.

—No me aproveché de ti. Sólo estaba haciendo lo que creía que era mejor.

—¡Bueno, no puedes decidir lo que es mejor para mí! —Su voz se elevó, y
Murphy dejó de ronronear para mirarla.

—¿No tengo nada que decir? —respondí, tratando de contener mi


temperamento.

Ella respiró hondo.

—Por supuesto que sí. Pero no dijiste nada. Sólo lo hiciste. Como en la
cena. Simplemente anunciaste que conseguiría una orden de restricción. No hubo
ninguna conversación.

Abrí la boca, pero ella siguió hablando.

—¿Cómo se supone que voy a confiar en ti cuando haces cosas como esta,
sin que yo lo sepa?

—¿No confías en mí? —dije las palabras con calma tranquila. Sin duda,
esto no era suficiente para arruinar la confianza entre nosotros.

Ella dejó escapar un suspiro y empezó a pasearse por la habitación.

—No he dicho eso. —Se apartó de mí y miró la pared—. Estoy molesta.

Caminé por la habitación. Estaba más oscuro donde estaba ella. Las luces
estaban apagadas aquí, y desde esta posición en la habitación, el fuego en el
dormitorio no daba mucha luz.

Mis pies se detuvieron cuando estuve justo detrás de ella. Por lo general,
la tocaría sin pensar. Pero en ese momento me detuve.
A. La. Mierda.

Puse mis manos alrededor de sus muñecas, después aflojé mi agarre para
deslizar mis manos por sus brazos hasta descansarlas en sus hombros. Sentí su
exhalación, y envolví uno de mis brazos sobre su pecho y la atraje hacia mí.

—Podría decir que lo siento —le susurré al oído—. Podría susurrar cuánto
te amo y que nunca voy a hacer algo como esto otra vez.

La parte posterior de su cabeza golpeó mi pecho mientras hablaba. Los


hilos de seda de su cabello perfectamente recto haciéndome cosquillas en los
labios mientras hablaba, y el olor de su champú atrayéndome más cerca.

—Pero no voy a pedir disculpas.

Se puso rígida, pero fortalecí mi agarre, poco dispuesto a dejar que se


apartase. Mantuve mi voz en un susurro suave y mis labios junto a su oreja.

—Lo haría de nuevo, en un jodido instante si eso es lo que pienso que


necesitarías.

La frustración en su cuerpo era evidente, pero lo ignoré.

—¿Sabes cuánto te amo? —susurré—. Te amo tan condenadamente tanto


que me asusta. No tienes ni idea de la clase de poder que ejerces, cuánto de mí
posees. Sabiendo que eras completamente vulnerable, que fuiste encerrada sin
saberlo, en un cuarto de baño con alguien que, literalmente, se ocultaba mientras
estabas desnuda, mientras estabas duchándote, me enferma. Podría haberte
violado. —Mi voz se rompió en la última parte porque tuve que forzar las
palabras de mi boca.

—No lo hizo —dijo rápidamente y trató de girarse hacia mí.

No la dejé. Me gustaba dónde estaba. Era más fácil desnudar mi corazón


cuando ella no estaba mirándome con sus ojos.

—No, no lo hizo. Pero él puso moretones en ti. La forma en que te veías en


esa piscina anoche. La forma en que tu cuerpo simplemente paró. Te hundiste
hasta el fondo con una nube oscura de cabello ocultando tu rostro. Sabía que
estabas reviviendo lo que pasó. Me rompió, Rim. Amarme te ha costado tanto.
Demasiado.

Esta vez, no me dejó abrazarla. Se dio la vuelta y elevó su barbilla para


mirarme. La dejé mirarme. La dejé ver la desolación en mis ojos.
—Amarte me ha dado mucho más de lo que imaginaba. —Ella se levantó y
pasó el dorso de sus nudillos por mi mejilla. Arrastré mis dedos por su cabello.

»Me asusta también —susurró Rimmel—. Cuánto te amo.

—Voy a protegerte. Voy a protegernos —dije—. No voy a parar nunca.

—La próxima vez, habla conmigo. Nueve de cada diez veces,


probablemente haré lo que pides sólo porque me lo pediste. Sé que quieres
protegerme, pero no puedo estar a tu lado, si siempre me estás empujando detrás
de ti.

—Está bien.

Rimmel se inclinó para besarme, pero levanté mis labios, negándoselos.


Sus ojos se estrecharon, y sonreí.

—Una cosa más.

—¿Qué? —preguntó con recelo.

—No te pongas entre yo y una silla. Yo y cualquier pelea nunca más.

—Ya veremos —respondió sin comprometerse.

Gruñí con disgusto, pero ella se limitó a sonreír.

—Bésame, Romeo.

Empujé mi rostro hacia el suyo. Nuestros labios se fundieron juntos como


si fueran uno. Para mí, sus labios se sentían como el terciopelo, el toque más
suave que había conocido.

Me encorvé a su alrededor, queriéndola más cerca, acercándola contra mí


hasta que no había siquiera espacio suficiente para el aire entre nuestros cuerpos.
Mi lengua se deslizó en su boca y lamió la suya, la textura ligeramente áspera un
contraste directo con la suavidad del resto de ella.

Gemí, pero el sonido se hizo eco en su boca.

Mi rostro chocó contra sus gafas, y se las quité rápidamente y las arrojé
sobre el sofá.

Sus manos comenzaron a vagar por encima de mi cuerpo y se deslizaron


bajo el dobladillo de mi camisa. Su toque era ligero mientras bailaba a través de
mis abdominales y por encima de mi pecho. Cuando sus manos rozaron la chapa
de identificación en mi pecho, se retiró para empujar mi camisa y revelar la
extensión de mi estómago y parte de mi pecho.

Sus labios eran cálidos y húmedos mientras los apretaba contra mi piel y
luego los deslizaba para presionar un beso contra el metal del collar.

—Nena —murmuré y agarré un puñado de cabello de la parte posterior


de su cuello. Suavemente, incliné su cabeza y abrió los ojos para mirarme —. No
lo siento por lo que hice. Pero lo siento si te hice daño.

—Te amo —susurró.

Las palabras traspasaron mi alma.

Caminamos a través de la casa a oscuras, nada más que dos sombras en la


noche, hasta que entramos en el dormitorio y nuestros cuerpos fueron
iluminados por el resplandor naranja de la luz del fuego.

La giré para besarla de nuevo. Esta vez fue perezoso y lento mientras la
empujaba hacia la cama. A medida que avanzábamos, desabrochó mis vaqueros
y luego metió las manos por mi cintura, metiendo la mano en la parte posterior
de mis boxers y ahuecó mi culo.

Mi pene ya estaba latiendo, celoso de que estaba tocando el resto de mí.


Me aparté para poder quitarme rápidamente la ropa, y cuando miré hacia atrás,
me di cuenta que ella estaba haciendo lo mismo.

Cuando estuvo de pie frente a mí en nada más que un par de bragas negras
y un sujetador de encaje negro, me senté en mis rodillas ante ella. Sus pezones
estaban erectos bajo las copas de su sujetador, y envolví mis labios alrededor de
ellos, humedeciendo la tela y usándola para frotarlo, creando fricción contra la
piel ya sensibilizada.

Sus manos se hundieron más en mi cabello, haciendo un puño con el


cabello, y su espalda se arqueó. Prodigué atención a ambos pechos hasta que la
tela estuvo mojada y ella jadeando. Sus caderas se retorcían como si estuvieran
buscando algo, y sonreí.

La besé por su vientre plano y luego enterré mi rostro en el centro de sus


bragas.

El gemido de Rimmel llenó el dormitorio y me sentí como un superhéroe.


La tela entre nosotros era demasiado, así que la bajé por sus piernas y ella con un
puntapié la pateó fuera.
Su cuerpo se balanceó sobre sus pies cuando lamí su centro con una larga
caricia. Mis manos se envolvieron alrededor de sus estrechas caderas y la empujé
hacia atrás para que se sentara sobre la cama. Me puse de pie para moverla más
atrás, pero ella se agarró de mi sobresaliente polla y deslizó su boca sobre ella.

Me sacudí en el estrecho espacio de su boca y me tomó lo más profundo


que pudo. Dejé que me acariciara y lamiera, hasta que mis huesos comenzaron a
sentirse débiles y supe que no sería capaz de apartarla si iba más lejos.

Me aparté y ella alzó la vista. La pequeña lengua rosada de Rimmel salió


como una flecha para lamer sus labios, como si estuviera saboreando hasta el
último pedazo de mí.

Un gruñido bajo retumbó en el centro de mi pecho y ella sonrió. Se movió


rápidamente, girándose, así su culo desnudo estaba a la vista perfectamente, y se
arrastró a la cabecera de la cama para acostarse. Antes de que se diera la vuelta
de sus manos y rodillas, me miró por encima de su hombro.

Me lancé hacia delante, agarrando sus caderas y tirándolas hacia el centro


de mi cuerpo.

Ella hizo un sonido de apreciación y alisé mis manos sobre sus caderas y
sobre su culo desnudo. Mi mano se hundió entre sus piernas y se deslizó en sus
jugos ya derramados. Me balanceé contra ella sin pensar y empujó su culito
apretado hacia mí.

No lo pensé dos veces. Empujé la punta de mi hinchada cabeza dentro de


ella. Ella se estremeció y miré hacia abajo, a su estrecha cintura que daba paso a
las suaves curvas de sus caderas.

Me sumergí el resto del camino y se derrumbó sobre sus codos. Eso cambió
el ángulo y fui aún más profundo dentro de ella. Mi pelvis se balanceaba contra
ella y giraba mis caderas en un círculo.

Estaba tan apretada. Tan húmeda y tan jodidamente perfecta.

Mis ojos se cerraron mientras la montaba desde atrás. Empujaba dentro y


fuera, dentro y fuera. Podía ver sus manos empuñadas en la manta y escuchaba
su respiración irregular. Me doblé por la cintura, llevando mi pecho contra su
frente y llené mis manos con su pecho. Cuidadosamente, pellizqué el pezón y lo
hice rodar en mis dedos.

Rimmel apretó contra mí y comenzó a balancear sus caderas. Sabía que


ella estaba cerca. Sus músculos internos se apretaron alrededor de mí. Mi mano
libre se deslizó más abajo y presioné mi pulgar contra su hinchado clítoris.
Se cayó a pedazos en mis brazos. Cuando se hubiera derrumbado
completamente sobre la cama, la sostuve y seguí montándola. Mi propia
liberación fue dura y rápida. Palpité y me vacié en su cuerpo, mientras el éxtasis
se robó hasta la última parte de mí.

Me desplomé sobre la cama a su lado y levanté su débil cuerpo sobre mi


pecho.

Odiaba pelear con ella. Pero maldita sea. El sexo de reconciliación era
asombroso.

Ambos estábamos tan satisfechos que ninguno de nosotros se movió.


Pensé brevemente en abrir las sábanas para cubrirla, pero con el fuego y nuestro
calor corporal, en verdad no era necesario.

Pensé que se había quedado dormida, pero mucho tiempo después, su


tranquila voz llenó la habitación.

—¿Romeo?

—¿Hmm? —pregunté y arrastré una mano por la longitud de su columna


vertebral.

—Él siguió diciéndome que te preguntara por qué estaba tan enfadado.

Sabía de quién estaba hablando, y me alegré de que no dijera su nombre.


No lo quería en esta cama con nosotros.

—Soy el que hizo que lo arrestaran. Hice que pusieran la placa de


identificación en su habitación. Le pedí al decano que la buscara. Sabía lo que iba
a encontrar.

—Él perdió la presidencia por tu culpa.

—No. Perdió la presidencia porque es un idiota y porque los miembros de


Omega solo necesitaban una excusa para destronarlo. Se suponía que estuviera
fuera de la casa por completo, pero su papi hizo algunas llamadas.

Ella volvió a quedarse en silencio. No era un silencio incómodo, pero un


silencio de todos modos. Yo sabía que estaba despierta por la forma en que
ocasionalmente acariciaba su pulgar a través de mi bíceps.

—¿Te enojaste de nuevo? —pregunté al final.

—No. Se lo merecía.

—Maldita sea.
Ella levantó su cabeza y apoyó su barbilla sobre mi pecho.

—¿Querías que me enojara?

Le di una sonrisa torcida.

—Esperaba más sexo de reconciliación.

Ella rio. Pero luego sus ojos se volvieron serios y metió la mano debajo de
su barbilla.

—Tienes que alejarte de él. No más juegos.

La miré fijamente con compostura sin decir una palabra.

—Lo digo en serio, Romeo. Sé que quieres vengarte de él por todo lo que
ha hecho, pero eso solo hará que las cosas empeoren.

—Firma la orden de restricción.

—Está bien.

Levanté una ceja.

—¿Así como así?

—La firmaré si te alejas de él.

—No.

Ella torció mi pezón.

—¡Ow! —grité.

Ella rio y la rodé para sujetarla debajo de mí.

—Dilo —demandó ella.

—¿O qué?

—O ya no te besaré más.

Sonreí y bajé mi cabeza para hacer exactamente eso. Ella giró su rostro, así
que mis labios rozaron su oreja.

—Tengo formas —dije sombríamente—, de conseguir lo que quiero.

—Yo también. —Igualó mi tono.


Hice un sonido frustrado y rodé lejos de ella. Se enderezó y todo su cabello
cayó sobre sus hombros, creando una cortina sobre su pecho desnudo.

—Por favor, Romeo —dijo sinceramente—. No más de esto. Conseguiré la


orden de restricción y ese será el final de esto.

Podía decir que ella no iba a ceder. Quería esa orden de protección lista.
No podía estar con ella veinticuatro-siete, pero ese papel sí.

—Bien —acepté a regañadientes.

Rimmel sonrió brillantemente y se inclinó para besarme.

—Gracias.

En algún lugar de la habitación, mi teléfono sonó. Salté y lo saqué del


bolsillo de mis vaqueros. Era un mensaje de texto de mi padre.

EL PAPELEO ESTÁ REDACTADO. NECESITAN LAS FIRMAS.

IREMOS ENSEGUIDA.

Tiré el teléfono sobre la cama.

—El papeleo está listo.

Sus cejas se dispararon.

—Eso fue rápido.

—Le dije que iríamos.

Ella frunció el ceño.

Mierda. ¿En serio cambió de opinión ya?

—¿Qué es? —pregunté, ligeramente irritado.

—No quiero volver a ponerme esa ropa.

Tiré mi cabeza hacia atrás y reí.

Ella me fulminó con la mirada.

—¿Tienes alguna idea de lo incómodas que son esas estúpidas mallas?

—Bueno, te veías sexy.


—¿A quién le importa?

Reí entre dientes.

—Seguro como el infierno que a mí no. Te ves bien con cualquier cosa. —
Luego me di cuenta que estaba equivocado—. Bueno, excepto el suéter lesbiano
que tienes. Ese no es atractivo para nadie.

Me tiró una almohada. La agarré.

—Vamos, puedes usar una de mis camisas.

Eso pareció hacerla feliz, y rápidamente se puso un deslucido pantalón de


pijama, las zapatillas que le di y una de mis camisas. Me vestí con unos
pantalones de ejercicio y una camiseta. En la puerta, me agaché y señalé mi
espalda.

Ella saltó y la levanté con facilidad. Dios, no pesaba prácticamente nada


de nada. Sus piernas se envolvieron alrededor de mi cintura y sus brazos se
engancharon alrededor de mi cuello.

La cargué entre las casas y dentro de la oficina de mi padre.

Él sonrió cuando entré con ella sobre mi espalda. Desde detrás de su


escritorio, torció el papeleo hacia nosotros y yo pasé un bolígrafo negro sobre mi
hombro.

Cuando Rimmel me dio unas palmaditas en la espalda para que la bajara,


no la escuché. En cambio, me incliné para que ella pudiera alcanzar los papeles.
Se rio, pero puso el bolígrafo en el papel. Después de que firmó con su nombre,
me puse de pie.

—Gracias por hacer esto, señor Anderson —dijo Rimmel.

—Tony —corrigió él.

—Tony —repitió ella.

—Es un placer —respondió. Luego me miró—. Entrarán en circulación por


la mañana.

Sabía que era su manera de advertirme delante de Rimmel.

Él quería que estuviera preparado porque ambos sabíamos que Zach, y el


padre de este, no iba a estar feliz.
Para el estudiante derrapando en círculos en el estacionamiento: la facultad NO está
entretenida.
#PeroYoLoEstoy #HieloNegroPuedeSerDivertido
… Alpha Buzzfeed

Traducido por AnnaTheBrave


Corregido por Flochi

Rimmel
Él no dejaba de reírse.

Mi mirada de muerte no estaba funcionando.

De hecho, solo lo estaba haciendo reír más.

Crucé los brazos frente a mi pecho y me bajé.

—¡Pequeña! —gritó detrás de mí, luego comenzó a reírse de nuevo.

—Te mostraré pequeña —murmuré. Caminé hacia una zona con pasto y
me incliné, agarrando un poco de nieve que estaba acumulada a un lado del
pavimento.

Ignoré el picor en mis dedos mientras convertía la frígida masa blanca en


una dura bola.

—Nena —dijo Romeo, viniendo detrás de mí—. Vamos, lo siento.

Me puse de pie y le lancé la bola mientras me giraba. Lo golpeó entre el


cuello y el hombro. El hielo blanco explotó y algo de este se deslizó dentro de su
chaqueta.

Comencé a reírme.

Él no se veía entretenido.

Admito que me hizo reír más fuerte.

Calmadamente, Romeo limpió los restos de nieve que estaban pegados a


su hombro.

Resoplé.
Arremetió hacia mí, y yo chillé. Antes de que pudiera esquivarlo, me
agarró por la cintura y me volteó de forma que mi cabeza estaba frente al piso.
Tuve que presionar mis manos contra mis anteojos para mantenerlos en mi cara.

Parecía la cosa más sencilla en el mundo para él caminar mientras yo


colgaba sobre el suelo. Se detuvo frente a la pila de nieve de la que hice la bola.
Estiró los brazos para que yo colgara sobre esta y me bajó más.

Comencé a removerme y a luchar, intentando liberarme.

—¡No! —grité—. ¡Está frío!

—¿Te refieres a que no quieres que hunda tu rostro en este montón de


nieve?

—Romeo —le advertí.

—La venganza es justa —cantó él.

—¡Te lo merecías y lo sabes! —La sangre corría a mi cabeza y me hacía


sentir mareada—. ¡Bájame!

Él rio y me volvió a mis pies.

—Apestas —dije y le saqué la lengua.

—Usualmente, esa lengua me distraería, como sé que quieres hacer, pero


no hoy. Estamos ocupados. —Pasó un brazo por mis hombros y me dirigió de
vuelta en dirección al Hellcat en espera.

Estaba inmaculado. El exterior verde lima apenas tenía una mancha.


Romeo lo limpiaba constantemente. Él odiaba cómo la nieve y sal en las carreteras
lo ensuciaba todo el tiempo.

—Esto realmente no es necesario. —Intenté por milésima quinta vez.

—Sí, lo es. Saber cómo manejar un auto con cambio manual es algo que
cualquier chica debería saber.

—Pero yo no soy cualquier chica —gruñí.

—No. Tú eres mi chica. Y mi chica necesita saber cómo manejar un Hellcat.

—¿Por qué no podrías haber conseguido un automático como todas las


personas del país?

—Los hombres de verdad conducen con cambio manual.

Exhalé por la nariz.

—Vamos —dijo con una sonrisa volviendo a aparecer en su rostro.

—¡Deja de reírte de mí!


—No puedo evitarlo, pequeña. Es la primera vez que alguien ha
necesitado una pila de libros para ver sobre el tablero de un auto.

Le di una mirada desdeñosa.

—Tiene asientos de auto deportivo.

Él asintió.

—Sabía que mis libros de textos serían útiles algún día.

Puse los ojos en blanco y me empujó suavemente hacia el asiento del


conductor. Con un suspiro, cedí y me senté en mi pila de libros.

Francamente, pensaba que esto era un crimen contra la palabra escrita.

Bien podía doblarles las esquinas y escribir notas en los márgenes mientras
estaba en ello.

Una vez que entré, Romeo se movió y se metió en el asiento del pasajero.
Estábamos sentados en un estacionamiento vacío de algunos negocios que habían
cerrado. El asfalto estaba despejado de nieve, y Romeo había venido aquí
temprano en el día para lanzar sal alrededor sólo para asegurarse que no hubiese
hielo. No había mucha nieve en el suelo, lo suficiente como para cubrir
completamente la hierba.

Sabía que cualquier día habría una enorme tormenta que haría que los
pocos centímetros de ahora parecieran una nimiedad.

Como si pudiera leer mis pensamientos, Romeo dijo:

—Necesito enseñarte ahora antes de que los caminos se pongan malos y


tengamos que esperar hasta la primavera.

Era casi suficiente para hacerme desear nieve.

Casi.

—Bien —murmuré—. Vamos a hacerlo.

Contuvo otra sonrisa mientras explicaba cómo necesitaba conducir con los
dos pies. Francamente, me sorprendió que me estuviera enseñando esto. Yo
apenas podía caminar sin caer, y mucho menos conducir un auto con los dos pies
al mismo tiempo.

Era un desastre esperando a suceder, y él me dejaba aprender sobre su


precioso bebé Hellcat.

—Este es el cambio de marcha —continuó, tomando mi mano y


colocándola en la cosa que salía de entre los asientos—. Empieza en uno —dijo y
luego continuó explicando el resto. Escuché, porque cuanto más rápido
aprendiera, más rápido podríamos terminar.
Aunque escuchaba, era confuso.

—De acuerdo —dijo Romeo cuando hubo terminado—. Ahora intenta.

—¿Y si lo choco? —me preocupé.

—Aquí no hay nada con que chocar, Rim.

Le di una mirada que prometía que podría encontrar algo que atropellar.

Se rio, pero luego negó con la cabeza.

—Vamos.

Con un suspiro, empujé el embrague y el freno al mismo tiempo. Giré el


motor y puse mi mano en el volante. El auto se tambaleó hacia delante, luego se
detuvo.

—Está bien —dijo pacientemente—. Inténtalo de nuevo.

Intenté otra vez.

Y otra vez.

En el quinto intento, conseguí que el auto se moviera un par de


centímetros antes de que se estancara.

Romeo se aferraba a su paciencia, pero yo no.

—Soy un fracaso —dije.

Sonrió.

—No. Sólo necesitas más práctica.

—Lo que necesito es el número de una buena compañía de taxis.

Rio.

—No intentes ir a ninguna parte —bromeó y saltó del auto.

—Ja-ja —murmuré.

Abrió la puerta del conductor y se inclinó hacia abajo.

—Sal.

—Es un placer.

Me eché hacia atrás mientras él arrojaba todos los libros de texto en los que
había estado sentada en el asiento del pasajero y se deslizó hacia adentro. Ajustó
el asiento y luego dio una palmadita en su regazo.

Lo miré como si estuviera loco.

—Vamos a intentarlo de esta manera.


Resoplé.

—Sólo quieres que me siente en tu regazo.

—Demonios, sí. —Guiñó un ojo—. Ven.

Cómo pensaba que íbamos a conducir conmigo sentada en su regazo


estaba más allá de mí, pero lo hice de todos modos.

Tal vez sólo quería sentarme en su regazo.

—De acuerdo —dijo, con la voz cerca de mi oreja—, pon tus pies sobre los
míos.

Lo hice, pero apenas llegaron, así que me adelanté en el borde del asiento
entre sus piernas y puse mis pies sobre los suyos. Luego tomó mi mano y la puso
en el cambio.

Pequeños escalofríos de electricidad recorrieron mi brazo y bajaron por mi


columna cuando su mano grande y cálida cubrió la mía.

—Voy a empezar. Puedes sentir cómo el auto se mueve debajo de


nosotros, tener una idea de cómo funcionan los pies.

—De acuerdo —contesté, sin aliento.

Sentí los músculos de sus piernas trabajar mientras presionaba los pedales
y encendía el auto. Con facilidad, empujó el auto en la primera marcha y soltó el
freno lentamente. El auto avanzó. Su pie se movió y tocó el acelerador. El auto
respondió y ronroneó a la vida, siguiendo adelante.

Se movió de nuevo, mi mano intercalada entre la suya y el eje del cambio.


Habló en voz baja mientras conducía y se movía, explicando todo a medida que
avanzábamos. Dimos vueltas alrededor del estacionamiento más veces de lo que
podía contar, y finalmente, me puse a tono con el auto.

—¿Estás lista para intentarlo otra vez? —preguntó mientras el auto se


detenía.

—Tal vez —dije, acomodándome contra él. Era tan cálido y tan fuerte. Tal
vez las lecciones de conducir no estaban tan mal después de todo.

Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura y me tiró fuertemente contra


él. Sus dientes rozaron el lóbulo de mi oreja, y gemí.

—¿Estás tratando de distraerme? —preguntó.

—Dice el muchacho con el lóbulo de mi oreja en la boca.

—Te gusta —susurró.

—Oh, sí —susurré de vuelta.


Podía sentirlo moviéndose contra mi trasero, y el interior del auto estaba
lleno de deseo lujurioso. Romeo gimió.

—Vamos. Un último intento antes de partir.

—Bien.

Una vez que se instaló en el asiento del pasajero y volví a mi pila de libros,
volví a intentarlo, recordando cómo era cuando conducía e intenté igualar eso.

Llegué a mitad del estacionamiento antes de que el Hellcat tartamudeara


y se apagara.

—¡Lo hice! —exclamé y arrojé mis brazos a su cuello.

Él rio entre dientes y tiró de mis cabellos.

—¿Quieres conducirte al refugio?

Hice una mueca.

—¿De verdad quieres que vaya en la carretera con otras personas? —


pregunté e incliné mi cabeza hacia un lado.

Él hizo una mueca.

—Tal vez yo debería conducir. Además, la mala transmisión


probablemente está gritando por un descanso.

No tenía idea de lo que era una transmisión, pero estuve de acuerdo, así
que ya no tenía que conducir.

Fuera del refugio, me volví hacia él.

—¿Quieres venir por un rato?

—No puedo. Voy a reunirme con Braeden en el gimnasio —dijo y se


inclinó para besarme.

—Si necesitas un viaje de regreso al campus cuando termines, llámame.

—Puedo caminar. Es sólo un par de cuadras.

Él frunció el ceño.

—Hace frío.

—No es tan malo —respondí. No iba a llamarlo para que detuviera lo que
estaba haciendo sólo para eso. Solía caminar todo el tiempo cuando Michelle no
podía acercarme.

—Probablemente va a estar oscuro. No quiero que camines por la noche.


No es seguro.
Eso me hizo pensar en Zach.

—¿Crees que ya le avisaron? —susurré.

El rostro de Romeo se endureció.

—Espero que así sea.

Se suponía que debía hacerse a primera hora de ayer, pero no estaba allí
cuando el mensajero fue a la fraternidad. Intentaron otra vez más tarde, pero él
todavía no había estado allí. Romeo estaba convencido que de alguna manera le
dieron información sobre la orden y evitó a propósito la casa de fraternidad para
que no pudiera ser avisado.

Por lo que sabíamos, aún no había sido avisado hoy. Me estaba poniendo
un poco nerviosa. Zach era imprevisible. No tenía idea de lo que iba a hacer, y si
realmente sabía de la orden de restricción, podría estar muy enojado.

—¿Sabes qué? —dijo Romeo—. Sólo espérame esta noche. Te recogeré.

—Le diré a Michelle que me acerque.

—Rim —medio gruñó.

Suspiré.

—Bien.

No tenía sentido discutir. Hasta que no supiéramos cuál sería la reacción


de Zach, no podríamos ser demasiado cautelosos.
#AlertaAcosador
A alguien le dieron una orden de restricción.
El #JefedelChisme sabía que la #Nerd era demasiado inteligente para engañarlo
#LoSientoChicas
… Alpha Buzzfeed

Traducido por Genevieve


Corregido por Nanis

Romeo
—Pensé que íbamos al gimnasio —dijo Braeden desde el asiento del
pasajero mientras yo disminuía la velocidad del Hellcat y lo estacionaba enfrente
de la Casa Omega.

—Sí, lo haremos —dije, apagando el motor y mirando la casa.

—¿Aún no se lo notificaron? —preguntó Braeden.

—Maldición, no. El pequeño bastardo se esconde. Mientras tanto, Rim está


caminando con un maldito blanco en su espalda.

—O tal vez esta vez venga por ti.

Miré a Braeden.

—Bueno. Déjalo. Necesita dejar de acosar a mi chica. —Solté un suspiro—


. ¿Qué clase de maldito rufián va detrás de una mujer?

Braeden sacudió la cabeza.

—¿Quieres ir a buscarlo?

Ese pensamiento no se me había ocurrido. Estuve demasiado ocupado


pensando en Rimmel y asegurándome que estuviera segura y ocupada conmigo.
Pero sólo pude encontrar algunas maneras de mantenerla a mi lado hasta que
ambos tuvimos que volver a la vida.

Es la razón por la que estaba en el refugio en este momento y yo se suponía


que estuviera ejercitándome.
—Sí —dije—. Veamos si podemos encontrarlo.

—Las escondidas al estilo de la universidad. —Braeden sonrió y se frotó


las manos—. Esto va a ser divertido.

Sonreí.

—Quiero hablar con Trent primero, ver lo que se dice alrededor de la casa.

—Vamos a hacerlo. —Braeden abrió su puerta del auto, y yo hice lo


mismo.

Justo cuando estaba a punto de salir, un auto llegó a la fraternidad y


estacionó a lo largo del lado en la porción de los miembros. Era un BMW plata.
Zach.

—Oye —dije y volví al auto y cerré la puerta—. Él está aquí.

—Ah, hombre —se quejó Braeden y volvió al auto—. Estaba ansioso por
cazarlo.

Sonreí. Yo también lo estaba, pero me alegraba saber dónde estaba.

Agarré mi celular para llamar a mi papá y decirle que Zach estaba aquí y
que el mensajero llegara pronto, pero Braeden me dio una palmada en el hombro.

—Mira —dijo en voz baja.

Miré hacia arriba para ver un sedán sin marcar aparecer en la acera. Un
hombre vestido con pantalón y una camisa con botones bajó inmediatamente.
Llevaba un sobre amarillo.

—Ese tiene que ser el tipo de la corte o lo que sea —dijo.

Zach caminaba hacia el frente de la casa desde el estacionamiento. Parecía


que no le preocupaba nada en el mundo. Dios, su ego era del tamaño de un
pequeño país. La ira seguía arremolinada dentro de mí. Me preguntaba si alguna
vez sería capaz de mirarlo y ver nada más que los moretones en el brazo de
Rimmel o la forma en que debió acosarla cuando se duchaba.

—Ah, mierda. —Braeden se rio—. El karma viene, imbécil.

Su comentario corriente fue cortesía del hecho de que Zach finalmente


notó que el hombre se dirigía hacia él en la acera. Zach hizo una pausa y le dirigió
al hombre una mirada odiosa. Demostró que sabía que la gente lo buscaba.
El hombre del sobre llamó a Zach y se puso rígido. Luego se incorporó y
se acercó.

El hombre dijo algo breve. Zach asintió y luego le dieron el sobre. El


hombre se giró y se alejó. Zach lo miró con cólera en el rostro.

Una vez que el funcionario se fue, Zach miró el sobre. Arrancó el sello y
sacó una pila de papeles. Los papeles que sabía tenían la firma de Rimmel en la
parte inferior.

Zach los volteó una vez. Luego dos veces.

Una mirada de puro odio cruzó sus rasgos, y juntó los papeles en su puño
antes de sujetarlos a su lado e ir hacia la puerta principal de Omega.

—Ese tipo es un idiota de primera —dijo Braeden.

Tuve que estar de acuerdo.

Mientras Zach sacaba las llaves de la puerta principal, se abrió. Levantó la


mirada y Braeden y yo también. Nadie salió, pero hubo movimiento en la puerta.
Una maleta grande y un bolso de viaje igualmente grande fueron echadas en el
pórtico de concreto.

Me acerqué y giré la llave en el encendido justo lo suficiente para poder


golpear el botón y bajar la ventana un poco. Estábamos bastante lejos, pero si
empezaba a gritar, podríamos escuchar.

—De escondidas a vigilancia al estilo universitario. —Braeden se rio y


extendió el puño en el centro de los asientos.

No podía dejarlo colgando, así que lo golpeé.

—¡Qué mierda es esto! —gritó Zach. Su voz era baja, pero todavía lo oía.

Trent apareció en los escalones, cerrando firmemente la puerta de la casa


que había detrás. Era un tipo grande, alto, con hombros anchos. Se ejercitaba duro
como el resto del equipo, y sabía que podía limpiar el pavimento con Zach.

Estaba vestido con una camiseta azul marino con el símbolo de Omega
extendido sobre su pecho. Él no dijo nada al principio, sól o cruzó los brazos y
miró a Zach mientras este se quedaba boquiabierto ante lo que supuse eran sus
cosas en los escalones.

Los labios de Trent se movieron, pero no pude oírlo. No importaba. Sabía


lo que estaba haciendo.
Estaba echando a Zachy.

Zach se abalanzó y empujó su rostro hacia el de Trent. Para su crédito,


Trent no se movió. Sus ojos sólo siguieron a un furioso Zach.

—¡No puedes echarme de aquí! —gritó.

Trent dijo algo de nuevo, bajo y lo suficientemente tranquilo como para no


poder oírlo. Luego hizo un gesto a la orden de restricción arrugada que seguía
en el puño de Zach.

—¡Esto es una jodida broma! —dijo Zach y tiró los papeles al suelo.

Braeden sacudió la cabeza y suspiró dramáticamente.

—No hay respeto por la ley.

Gruñí y mantuve los ojos en Zach.

Trent dijo algo más. Su rostro contenía una nota de advertencia y una nota
de finalidad.

—¡Esa perra está siendo dramática! —gritó.

Me puse rígido y Braeden puso una mano en mi brazo.

Trent se adelantó y bajó el rostro hasta que estaba contra Zach. V i sus
labios moverse, pero no oí nada. El rostro de Zach enrojeció de rabia, pero Trent
lo ignoró. Luego, sin decir nada más, se giró y volvió a la casa.

Zach se quedó mirando la puerta cerrada con sus pertenencias y los


papeles de la orden de restricción que cubría el suelo a su alrededor.

Estaba hecho. Estaba fuera de Omega y no iba a volver a entrar. Y si se


acercaba a Rimmel, me aseguraría que lo llevaran a la cárcel.

—¿Te sientes mejor ahora? —preguntó Braeden.

Al mismo tiempo, Zach giró y sus ojos encontraron mi auto. Incluso con la
distancia, sabía que él sabía que lo estaba mirando. A través del parabrisas,
nuestros ojos se encontraron.

Había una animosidad tácita en el aire invernal que lo rodeaba.

No aparté la mirada.

No iba a retroceder.
Braeden no se molestó en hacer su pregunta de nuevo. Él sabía la
respuesta.

No.

No me sentía mejor.

En todo caso, tenía miedo que las cosas empeoraran.


Un hombre puede ser juzgado por otro hombre debido a sus acciones. Pero s er un gran
imbécil con una mujer…. Eso te hace un cretino
#EsteBuzzEsParaTiZach
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Beatrix85 y StefaniaVera


Corregido por LarochzCR

Rimmel
El refugio era todavía uno de mis lugares favoritos. Mucha gente pensaba
en estos lugares como deprimentes y tristes. Un lugar donde los animales
solitarios estaban sentados en jaulas todo el día, olvidados y sin amor.

Y sí, algunos días eran tristes.

Deseaba que cada animal tuviera un hogar lleno de amor, pero desear algo
no lo hacía cierto.

Pero, había más días buenos que tristes en el refugio. Los animales aquí no
eran olvidados y no amados.

Los amaba.

Y también lo hacían todos los demás que trabajaban aquí.

Todos aquí daban su tiempo y cuidado a estos animales. Éramos un


refugio no-matar y eso significaba que estábamos llenísimos de mascotas. Pero
aun así, no rechazábamos a ningún animal necesitado.

Michelle, la mujer que estaba al mando por aquí, trabajaba en estrecha


colaboración con varios locales de rescate de mascotas y lugares de acogida para
ayudar a evitar el hacinamiento y encontrar hogares amorosos.

Hoy fue un día feliz en el refugio. Uno de los animales, un Chihuahua de


cabello largo de cuatro años, iba a ser adoptado. Había estado aquí por varios
meses, a veces buscaban algunas de las razas más grandes y más populares. Lo
llamé Sailor, por ninguna otra razón más que gustarme el nombre.
Era un perro marrón con ojos marrones y una nariz rosada. Sabía que iba
a ser un gran compañero y las personas que lo adoptaron iban a darle un gran
hogar.

Como su nueva familia venía a recogerlo en cualquier momento, terminé


de prepararlo. Acaricié su suave pelaje y doblé la manta que le gustaba. Quería
que la tuviera. Le resultaba familiar.

Abrí mi bolsa y saqué un suéter azul con un ancla y sonreí.

—Hace frío, Sailor —dije y le arranqué las etiquetas—. Te traje un pequeño


regalo.

Fue paciente mientras lo tiraba por encima de su cabeza y sus peludas


orejas marrones salían. Una vez que estaba vestido, me eché hacia atrás y admiré
lo lindo que se veía.

—Buen chico —dije, y su cola se movió hacia adelante y hacia atrás.

Michelle entró en la parte de atrás, nos miró y sacudió la cabeza con una
sonrisa en su rostro.

—¿Le compraste un suéter?

—No me pude resistir —susurré con timidez.

—Bueno, puedo ver por qué. —Sonrió y recogió al perro para abrazarlo—
. Buena suerte en tu nuevo hogar, muchacho —dijo rascando detrás de sus orejas.

Después de bajarlo, me miró.

—¿Puedes asegurarte que salga bien? Tengo que correr y conseguir algo
de alimento para los perros. Estamos bajos de comida. De nuevo.

Fruncí el ceño.

—¿Ya estamos bajos de comida?

Michelle asintió.

—Con todo el clima frío, tenemos más animales que de costumbre. Esto
realmente agota nuestras provisiones.

—La próxima vez que salga, recogeré algunos también.

—No tienes que hacer eso.

—Lo sé, pero quiero.


—La mayoría de los estudiantes universitarios van de compras o compran
cerveza con su dinero.

Puse los ojos en blanco. Prefería ayudar a los animales aquí. Además, la
mayoría de nosotros aquí en el refugio donábamos suministros siempre que sea
posible porque la verdad era que nunca era suficiente.

—Becky llegará más tarde —aseguró Michelle, agarrando su abrigo y su


bolso—. No estarás aquí mucho tiempo sola.

—Estaré bien —dije.

Cuando desapareció, terminé de preparar los papeles de Sailor, y luego lo


llevé junto con sus cosas, al frente para esperar a su familia.

Me senté en recepción y lo puse en la superficie. Se sentó expectante y


esperó como un caballero. Me reí y rasqué sus orejas.

La puerta principal se abrió y le hice una cara emocionada a Sailor.

—¡Aquí están!

Levanté la vista y tuve que comprobar dos veces.

No era la nueva familia de Sailor.

Era Valerie Anderson.

—Señora. Anderson —dije, sorprendida, poniéndome de pie—. No la


esperaba.

—Por favor, llámame Valerie.

Asentí a pesar de que probablemente no iba a hacerlo.

—Romeo no está aquí —espeté—. Está con Braeden. —Pensé que la única
razón por la que estaría aquí sería ver a su hijo.

—No estaba buscando a Roman. Vine a verte a ti.

—¿A mí? —No pude ocultar la conmoción en mi tono.

Sonrió ligeramente.

—Sí. Quería ver dónde eras voluntaria.

—Oh —respondí.

Me dio una sonrisa conocedora.


—Sé que estás sorprendida. Pero eres la novia de mi hijo y me gustaría
conocerte mejor.

¿Significaba esto que ella aprobaba a su hijo y a mí?

—Y tengo que admitir que estoy impresionada de que gastes tanto de tu


tiempo en el voluntariado. —Echó un vistazo alrededor de la habitación, y traté
de verla a través de sus ojos.

Probablemente sólo vio un edificio sin sentido, sin mucho estilo. Ah, y
también olía a animal.

—Bueno, me dan crédito por todas las horas que paso aquí. Cuenta como
horas clínicas. Necesito tener entre quinientas y seiscientas cuando aplique a la
escuela veterinaria. Cuanto más tenga, mejor me veré.

—Algo me dice que no es la única razón por la que vienes aquí.

—No. —Me encogí de hombros—. Me gusta estar aquí.

Sailor se empujó contra mi mano, y sonreí.

—Sé que estás aquí. —Me reí y lo recogí.

—¿Quién es? —preguntó Valerie.

Caminé alrededor de la mesa para que pudiera verlo mejor.

—Sailor. Está siendo adoptado hoy.

—Bueno, es un suéter muy lindo —afirmó, mirando al perro. Estaba claro


que tenía poca o ninguna experiencia con los animales.

—No me pude resistir. —Sonreí.

—¿Lo has comprado para él?

—Sí. Una especie de regalo de despedida.

Miró a su alrededor, sus ojos entrando en la habitación.

—¿Dónde están todos los demás?

—Ahora, soy la única aquí. Michelle salió a comprar algo de alimento.


Estamos escasos.

—¿El albergue paga por eso? —preguntó.


—Bueno, por lo general. Pero a veces nos quedamos sin nada, así que
todos participamos.

—¿Te pagan por tu trabajo aquí?

—Oh, no. Es voluntario. Pero tengo un poco que me sobra cada semestre
de mi beca. Y también mi papá me manda dinero. —Fruncí el ceño.

—¿Hay algo mal? —cuestionó.

—Uh, no. —Sonreí. Acababa de darme cuenta que mi padre no me había


enviado un cheque desde que había vuelto de las vacaciones—. ¿Quieres que te
muestre todo? —pregunté, realmente no sabía qué más hacer.

—Eso sería encantador —dijo.

Sonreí. Nuestra relación (si se podría llamar así) era tan nueva, pero
realmente me gustó que estuviera haciendo un esfuerzo para tratar de llegar a
conocerme mejor.

Justo cuando estaba a punto de comenzar la vuelta, la familia que adoptó


Sailor entró por la puerta. Eran dirigidos por un niño que parecía tener unos ocho
o nueve años.

—¡Ahí está! —dijo el niño y se detuvo ante mí. Sailor empezó a menearse
en mis brazos, y sentí su cola golpeando contra mi costado.

Me reí.

—¡Ha estado esperando por ti! —exclamé.

El pequeño muchacho extendió la mano hacia el perro, y entregué a Sailor.

—Habríamos estado aquí antes —dijo su madre—, pero nos detuvimos en


la tienda de mascotas para conseguir algunos suministros.

—No hay problema en absoluto. —Sonreí. Miré a Valerie—. En seguida


estaré contigo.

Asintió, y caminé alrededor del escritorio para que la nueva familia de


Sailor pudiera firmar el papeleo y hacerlo oficial. Mientras repasábamos los
detalles, el muchacho puso a Sailor en el suelo y sacó un juguete del bolsillo de
su abrigo.

El muchacho y el perro comenzaron a jugar, y yo estaba


momentáneamente distraída viéndolos. Mi corazón se hinchó. Estaba tan
agradecida que esta gente fuera a cuidar de Sailor.
Una vez que los papeles fueron rellenados, aparté mis ojos del perro y me
aseguré que todo estaba en orden.

—¡Creo que eso es todo! Oh. —Agarré la manta—. Realmente le gusta esta
manta. Era su favorita mientras estaba aquí. Pensé que le gustaría tenerla.

—Eso es muy amable de tu parte —dijo la mujer, tomando la manta. Tenía


el cabello corto y oscuro y los ojos azules—. Vamos a cuidar bien de él.

—Lo sé, y no podría estar más agradecida.

El hombre con la mujer y el niño silbó, y el perro corrió hacia la puerta. El


chico fue corriendo tras ellos y lo recogió.

—¡Vámonos!

Antes de que se fueran, le di a Sailor un último achuchón, y me lamió en


la nariz. Me reí.

—Buen chico.

Vi a la familia caminar por la acera hasta su auto, Sailor detrás. Sabía que
iba a tener una gran vida.

Sentí los ojos de Valerie sobre mí, me gire y sonreí.

—Siempre es un buen día cuando uno de nuestros animales encuentra un


hogar. Vamos —dije, guiándola a la parte trasera—. Te mostraré los alrededores.

Le mostré todo (incluso los animales). Estaba mucho más interesada de lo


que pensé originalmente. Hizo preguntas y pareció genuinamente conmovida no
solo en lo que hacía, sino acerca de lo que era el refugio en realidad.

Mientras fuimos a través de las habitaciones, hice cosas mientras veía que
necesitaban ser hechas, refrescar el agua, dar golosinas y rascar detrás de las
orejas.

—Así que eso es todo. —La guie hacia la habitación principal de nuevo—
. No es muy grande, pero es efectivo.

—Estoy bastante impresionada contigo —dijo Valerie.

—Oh, bueno, esta no fui yo. Solo soy voluntaria aquí. Mucho del crédito
va para Michelle. Ella dirige el lugar.

—No me refería al lugar, aunque es impresionante también. Me refería a


ti.
Estaba confundida y un poco incómoda con el cumplido. No estaba
acostumbrada.

—Eres claramente muy dedicada a lo que haces. Y mantienes tus notas,


trabajas aquí, y das tutorías a Roman para ayudarlo a quedarse en el equipo.

—Bueno, gracias.

Michelle vino al frente, cargando varias bolsas de comida.

—Hay más en el auto —gritó y luego notó que no estaba sola.

—Michelle, esta es Valerie Anderson. Es la madre de Romeo.

Michelle sonrió ampliamente y dejó caer las bolsas al piso.

—¡Encantada de conocerte! Romeo es genial. Todos lo amamos por aquí.

—¿Pasa mucho tiempo aquí? —preguntó.

—Algunas veces —respondí—. Pero me recoge a menudo y me lleva de


regreso al campus, no quiere que camine —dije con una mueca.

—Eso suena como Roman —reflexionó.

—Hablando de eso… Una vez que traigamos la comida adentro, puedes


irte por la noche si quieres —dijo Michelle.

Asentí.

—Todo está hecho en la parte de atrás. Sailor fue a casa. Los papeles de
adopción están en el escritorio para tus archivos.

—¿Roman va a recogerte? —preguntó Valerie.

—Se supone que debo llamarlo.

—Bueno, estaría feliz de llevarte al campus si tú quieres.

Traté de no mostrar en mi cara el shock que sentí. En vez de eso, sonreí y


asentí. No podría decir que no. Probablemente la ofendería.

Además, no quería que Romeo dejara lo que estaba haciendo para venir a
recogerme.

—Gracias. Solo será un par de minutos. Déjame ayudarte, Michelle. —


Corrí hacia afuera al frío y al auto estacionado. Tomé una gran bolsa de comida
y giré.
Valerie estaba parada allí, y salté por la sorpresa.

—¿Qué puedo cargar?

—Oh, no tienes que…

Pero Michelle me cortó al empujar una gran bolsa llena de latas de comida
de gato para ella.

—Esto, por favor.

Valerie tomó la bolsa y las tres cargamos el resto de los suministros a la


tienda.

Una vez que todo estaba en la parte trasera (Valerie ayudó con eso
también), agarré mi abrigo y bolso.

—Michelle —dijo Valerie mientras me movía alrededor—, ¿haces alguna


recaudación de fondos aquí para el refugio?

—Hacemos lo que podemos. La mayoría de las cosas que hemos intentado


en el pasado no han sido muy exitosas.

—Me gustaría ayudar a cambiar eso.

Mi bolso cayó al piso cuando lo solté. Ambas mujeres miraron hacia mí,
me sonrojé furiosamente.

¿Por qué estaba haciendo esto?

—Bueno, eso sería maravilloso, pero tengo que advertirte. La recaudación


de fondos es un montón de trabajo y es difícil conseguir interés para el refugio.

Ella sonrió.

—Sí, soy consciente del trabajo de una recaudación de fondos. Estoy en


varias organizaciones benéficas y comités. Hago este tipo de cosas con bastante
frecuencia.

—Oh, bueno, no pretendía ofenderte. —Se apresuró a decir Michelle. Me


miró, y sonreí. Al menos no era la única que encontraba a la madre de Romeo
intimidante.

—No lo hiciste. No sabes en lo que estoy involucrada. Pero me gustaría


armar un evento de caridad para el efugio. Rimmel puede ayudarme con los
detalles.

Ambas mujeres me miraron. Tragué profundamente.


—Por supuesto. Estaría feliz de ayudar. Lo que sea por los animales.

Me preguntaba cómo iba a ser trabajar con Valerie. Me preguntaba cuánto


tiempo tendríamos que pasar juntas.

—¡Genial! Solo déjame saber que necesitas y cuando lo necesitas. Ayudaré


en todo lo que pueda.

—Maravilloso. —Valerie sonrió—. Estaré en contacto. ¿Estas lista?

—Sí, señora —aseguré.

La seguí a la puerta, y en mi camino hacia la salida, miré de regreso a


Michelle. Me dio un pulgar hacia arriba.

Valerie conducía un Audi SUV. Los asientos eran de cuero y el interior del
auto olía a vainilla. Una vez que estaba acomodada en el asiento, saqué mi
teléfono para mandarle un mensaje a Romeo.

CONSEGUÍ UN AVENTÓN AL CAMPUS.

Contestó unos segundos más tarde.

¿QUIÉN?

TU MADRE.

¿QUÉ CARAJOS?

Suprimí la necesidad de reír y respondí.

LLÁMAME MÁS TARDE.

LO HARÉ.

Fue un viaje rápido al campus y no tuvimos mucho tiempo para hablar.


Mayormente, dijo ideas para la recaudación de fondos, y estuve de acuerdo con
todo porque no sabía nada acerca de estas cosas. La dirigí a mi dormitorio, y
estacionó en la acera.

—Gracias por el viaje —mencioné, desatando el cinturón de seguridad.

—Gracias por darme un tour en el refugio.

—Claro. Fue divertido. —Extraño. Pero divertido.

Empecé a salir del SUV, pero ella dijo mi nombre. Cuando miré hacia atrás,
leí en su cara que había algo que quería decirme. Regresé al vehículo y la miré
expectante.
—Sé que no ha sido fácil llevarse bien conmigo —empezó—, pero me
gustaría cambiar eso. Me gustaría compensarte por la manera en la que te traté
cuando empezaste a salir con mi hijo.

—No tienes que compensarme por nada. Lo entiendo. Está olvidado.

—Aprecio eso. Pero aun así me gustaría pasar tiempo contigo.

Una inmediata avalancha de emociones quemó el fondo de mi garganta.


No lo había esperado, pero estaba allí de todos modos. Tragué varias veces,
tratando de asegurarme que sería capaz de hablar.

—Me gustaría eso —dije. Las palabras no sonaban como lo harían


usualmente. En vez de eso eran un poco agudas y un poco rotas.

Sonrió. No sabía si solo estaba siendo amable cerca de mi súbita emoción


o no lo había notado.

—Maravilloso. Conseguiré juntar algunas ideas y planes para el evento y


luego podemos encontrarnos para discutirlo. Tal vez, ¿podríamos almorzar?

Aclaré mi garganta.

—Um, sí claro.

—No he tenido un almuerzo de chicas real en mucho tiempo —mencionó,


con voz cálida. Me recordaba más ahora a como sonaba cuando hablaba con
Braeden.

Solo podía sonreír. La señora Anderson era una figura maternal para mí.
Era la mamá de Romeo. Tenía toda la cosa maternal hecha una ciencia. Supongo
que no debería sorprenderme que tuviera el repentino anhelo por mi propia
madre. Que de repente me volví intensamente consciente de todo el tiempo de
“chicas” madre-hija que me había perdido los últimos años.

Y ahora aquí estaba la mamá de Romeo, ofreciéndome una versión de la


verdadera cosa que no había tenido.

Lo quería tanto que me dolía el pecho. Eso me asustó. Me asustó tanto que
solo quería alejarme.

—¡Genial! —dije alegremente, tal vez demasiado alegre, pero era muy
tarde para tomarlo de regreso—. Gracias de nuevo por el viaje. La veré más tarde.

No esperé a que respondiera. En vez de eso, me fui corriendo. Corrí al


dormitorio y no me detuve hasta que estuve a salvo dentro de mi habitación.
Desde la posición en su cama, Ivy miró hacia arriba de la tarea que estaba
haciendo.

—¿Todo bien?

—Sí, genial —mentí—. Esta congelando allí afuera.

—Se supone que nevara.

—Gran sorpresa allí —dije, arrojando todas mis cosas en la cama.

—¿Qué harás por el resto de la noche? —preguntó.

—Estudiar. Tengo un ensayo que terminar.

—Ugh —dijo—. La tarea apesta.

En voz alta, estuve de acuerdo con ella, pero por dentro, estaba feliz por
la tarea esta noche. Estaba feliz por la distracción. No quería que la mamá de
Romeo me odiara, pero no estaba segura de querer una relación con ella tampoco.

Ya había perdido a mi madre. No quería arriesgarme a perder otra.


#AlertadeMalaFraseParaLigar
¿Tú cuerpo es hecho en McDonald’s?
Porque me encanta.
#EstoNoHaráQueTengasSexo
… Alpha BuzzFeed

Traducido por âmenoire, Brisamar58 y Magnie


Corregido por Lu-017

Romeo
—¿Crees que pueda entrar sin tener que llamar a Rim para que abra la
puerta? —pregunté, sonriéndole a Braeden.

—Por favor —respondió—. ¿Las mujeres tienen tetas?

—Amigo. Eso estuvo mal.

Braeden me miró con una expresión de ¿qué demonios?

—¿Qué?

Me reí, salí del Hellcat y me incliné contra la puerta.

—Regresaré enseguida.

—Oh, demonios no —respondió Braeden y salió—. ¿Crees que puedes


entrar en un dormitorio lleno de chicas y decirme que espere en el auto? Amigo.
¡Pensé que éramos mejores amigos por siempre!

Me reí.

—Vamos, entonces.

—Además, tengo que asegurarme que Rim sobrevivió a la extraña visita


de tu mamá.

Miré a Braeden mientras nos aproximábamos a la entrada.

—Te gusta, ¿eh?


—¿Tú mamá? —respondió, sabiendo muy bien que no estaba hablando
sobre mi madre—. Es agradable.

—B. —Le di una mirada seria.

—Sabes que sí, Rome. Me ha gustado desde el día en que no quiso usar tu
sudadera y ser asociada contigo. —Se rio entre dientes.

—Bueno, ahora está asociada a mí. —Era mía. Todos lo sabían.

—Tranquilo, hermano. —Braeden suspiró mientras examinaba un par de


chicas que pasaron junto a nosotros. Nos dirigieron una sonrisa y Braeden sonrió
de vuelta—. Es como la hermana menor que nunca tuve.

—¿Lo dices en serio?

Braeden quitó toda su atención de las chicas y me dio una mirada seria.

—¿Qué sucede? ¿Por qué estás preguntando?

Exhalé. No había esperado que todo esto saliera de mí, no esta noche.
Supongo que ver a Zach más temprano y la mirada en sus ojos… me asustó. Me
asustó que empujarla a obtener esta orden de restricción sólo empeoraría las
cosas.

Solo quería saber que tenía a más personas además de mí, que Braeden
cuidaría su espalda cuando yo no fuera capaz de hacerlo.

—Mierda, hombre —murmuré—. Supongo que sólo estoy preocupado


porque Zach vaya a intentar algo más. No quiero que ella salga lastimada.

Braeden asintió.

—Sería estúpido si hace algo más. Pero lo entiendo. Sabes que la cuidaré,
Rome. Cuidaré su espalda. Y la tuya.

—Amigo. —Levanté mi puño. Chocó el suyo contra el mío—. Gracias.

—Señoritas —llamó Braeden al par que estuvo viendo antes. Trotó hacia
ellas mientras abrían la entrada del dormitorio—. Déjenme sostenerla para
ustedes —dijo, sosteniendo la puerta abierta.

Una de las chicas se rio y siguió adelante. La otra lo miró con sospecha.

—¿Estás tratando de entrar en el edificio, Braeden?

—Ella sabe mi nombre —dijo y puso una mano sobre su corazón como si
le hubieran disparado.
Sacudí mi cabeza y suprimí una carcajada.

—Todos saben tu nombre —murmuró ella.

Braeden sonrió.

—Sí, necesitamos entrar.

—¿Tienes una novia aquí? —dijo la otra chica desde el interior, su voz en
un mohín.

—Demonios, no —dijo Braeden—. Estoy abierto a hacer negocios.

Ambas chicas se rieron y me acerqué. Ambas dejaron de mirarlo y me


miraron a mí.

—Romeo —dijo la chica que cuestionó a Braeden.

—Señoritas. —Les dirigí una encantadora sonrisa—. Sólo estaba de


camino para ver a mi chica. Es una sorpresa. —Sonreí un poco más amplio.

Alguien desde el interior del edificio suspiró.

—Tiene tanta suerte —dijo la chica en la puerta—. Entren.

En los escalones hacia el segundo piso, Braeden me golpeó en el brazo.

—Maldición, hombre. Tenías que robar mi trueno.

Me reí.

—¿Estás bromeando? Nadie roba tu trueno.

—Mmm —pronunció lentamente—. Incluso tomado, todavía captas la


atención.

—¿Qué puedo decir? Es un don.

Atrajimos un montón de miradas y risas cuando nos detuvimos afuera de


la puerta de Rimmel y tocamos. Braeden acaparaba la atención, pero yo estaba
enfocado en la chica en el interior.

La puerta se abrió y la rubia cabeza de Ivy apareció. Sus ojos se ampliaron


cuando nos vio a Braeden y a mí.

—¡Es para ti! —llamó Ivy detrás de ella, luego abrió la puerta por completo
así pude ver el interior.
—¿Para mí? —gruñó Rimmel, sentada en su cama con su portátil sobre su
regazo. La brillante pantalla se reflejaba en sus anteojos y su cabello estaba en
esta enorme pila sobre su cabeza y lucía como que había varios lápices
acomodados ahí.

Era un atractivo desorden.

Y amaba jodidamente cada centímetro de él.

—¡Hermanita! —dijo Braeden en voz alta y se empujó para pasar junto a


mí.

Rimmel hizo un sonido estrangulado y levantó la mirada, sorprendida.

—¿Braeden? —Sus ojos fueron detrás de él y me sonrió.

—Hola, nena.

Movió su portátil para quitarlo de su regazo y salió de la cama. Vestía unos


flojos pantalones de chándal y mi sudadera. Braeden la levantó de l suelo y la
abrazó. Ella se rio cuando le dio vueltas.

—Maldita sea, chica —dijo él—. Necesitas un filete.

Luego miró hacia mí.

—¿Cómo demonios no la has roto para este momento?

Rimmel jadeó e Ivy se echó a reír. Braeden se dio vuelta para sonreírle,
pero cuando Ivy lo vio mirando, su risa se detuvo y ella apartó la mirada.

Braeden me miró y alzó una ceja en una pregunta silenciosa.

—¿Has terminado? —pregunté, mirándolo fijamente con Rimmel en sus


brazos.

—Claro, hombre —dijo y me la entregó como una muñeca de trapo. Sus


pies colgaban sobre el piso y ella me lanzó una mirada fulminante.

La ignoré y la alcancé. Su ceño fruncido aumentó cuando presioné mis


labios contra los de ella, pero en el momento en que hicimos contacto, ella se
derritió y me devolvió el beso.

—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó cuando me retiré.

—Te dije que llamaría —le dije y me senté en la cama, colocándola sobre
mi regazo.
—Tuvimos que asegurarnos que todavía estuvieras en una sola pieza
después de que la señora A vino a verte —dijo Braeden.

Ivy le dio a Rimmel una mirada curiosa.

—Nunca me lo dijiste.

—No fue un gran problema —respondió Rimmel rápidamente—. Nada


que contar.

Braeden sacó la silla del escritorio y se hundió en ella. Luego apoyó los
pies en su cama.

—Sabía que podías manejarlo —dijo y me señaló con la barbilla—. Este


tipo se ha preocupado como una maldita mujer.

Rimmel me miró con una expresión divertida en la cara.

—¿Estabas preocupado?

—No, en realidad —le dije. No por eso de todos modos.

—Bueno —dijo Ivy, levantándose de su cama y mirando a Braeden—.


Ustedes ocupan demasiado espacio aquí. Voy a las duchas.

—¿Quieres compañía? —preguntó Braeden.

—Ya quisieras —murmuró Ivy.

—Icy1 —murmuró Braeden.

Rimmel le lanzó una mirada desagradable.

—Ya sabes, no —dijo Ivy, atrayendo toda nuestra atención. Entonces


golpeó a Braeden en el hombro.

—¡Au! —gritó—. ¿Qué te pasa, mujer?

—Eso es por lo que le hiciste a Missy.

—Mierda —murmuró.

—Ivy está molesta por lo que pasó entre tú y Missy —explicó Rimmel.
Quiero decir, realmente, creo que Ivy se hizo entender sin que ella lo dijera, pero
tal vez pensó que Braeden necesitaba que se explicara.

1 Icy: Braeden hace referencia a la actitud fría de Ivy y combina la palabra con su nombre.
—No sucedió nada —gruñó Braeden.

—Exactamente —dijeron Rimmel e Ivy al mismo tiempo.

—Ah, mierda, B. Ahora formaron un equipo. —Sonreí. Me gustaba ver a


Braeden en la mira.

—Esperaba algo mejor, hermanita. —Dio a Rimmel una mirada asesina.

Ella rio.

—En serio —dijo Ivy—. ¿Por qué ni siquiera la llamaste?

Braeden se pasó la mano por la cara.

—Porque estaba teniendo sentimientos.

—¿No la llamaste porque empezaste a tener sentimientos por ella? —


preguntó Rimmel, confundida. Le di un pequeño apretón en la cintura.

—No, él quiso decir que ella estaba empezando a sentir algo —dije.

—¿Eso fue tan malo? ¿Alguien que te quiere para algo más que sexo? —
preguntó Ivy.

Braeden frunció el ceño.

—No.

Luego miró a Ivy.

—Dije que solo nos estábamos divirtiendo. Fui sincero. Nunca le prometí
más que eso. Entonces comencé a sentir que ella quería algo más. No quise
hacerle daño, así que me fui.

—Dejar a alguien tan abruptamente es algo malo —dijo Rimmel.

Ivy resopló.

—Ella está siendo amable. Actuaste como un idiota.

Los ojos de Braeden parpadearon de rabia.

—No. Sería un idiota si la hubiera dejado pensar que estaba interesado,


jugara con sus sentimientos y luego la botara.

Rimmel se tensó contra mí. No creí que hubiera visto a Braeden enojado.
Tenía temperamento. No era tan frío como yo.
—Amigo —dije, arrojando algo de hielo sobre su calor—. Hiciste lo
correcto.

—Voy a ducharme —dijo Ivy. Recogió sus cosas y se fue segundos


después.

No pude evitar preguntarme si alguien estaba al acecho en el baño como


un asqueroso mirón, esperando verla.

—Chicas. —Braeden suspiró cuando Ivy se fue.

—Soy una chica —dijo Rimmel.

—No, eres diferente. —Braeden sonrió.

—Entonces, ¿qué quería mi mamá? —pregunté.

Ella me miró.

—Quería ver el refugio, quería saber más al respecto. Se ha ofrecido a


organizar una recaudación de fondos para ayudarnos.

—Sabía que entraría en razón. —Le acaricié la pierna.

—Sí. —Ella estuvo de acuerdo, pero su voz estaba apagada y parecía


mucho menos emocionada por la repentina aceptación de mi madre.

—¿Qué pasa? —pregunté.

—Nada. —Era una mentirosa terrible.

Estaba a punto de obligarla a decirme cuando Braeden la interrumpió.

—¿Rome ya te ha dicho la buena noticia?

—¿Qué noticias? —Ella miró entre nosotros.

—Zach fue citado. Ahora, no puede acercarse a ti —le dije. ¿Por qué ya no
parecía una gran cosa?

—También fue expulsado de Omega —dijo Braeden—. Tuvimos asientos


en primera fila.

Rimmel me miró y yo asentí.

—Él está acabado.

—Bueno, no puedo decir que lo sienta —dijo, apoyándose en mí.


Braeden resopló.

—El imbécil lo merecía.

En silencio, estuve de acuerdo.

—Oye, hombre, ¿nos das un minuto? —pregunté.

Él asintió y bajó los pies de la cama.

—Por supuesto. Vi en el vestíbulo a unas señoritas de buen aspecto.

Rimmel se echó a reír.

—Hey. —Él la miró—. ¿Por qué no estás enfadada conmigo por Missy?
¿Todavía son amigas?

—Sí, lo somos. —Ella asintió—. Supongo que pensaste que hacías lo


correcto.

Braeden sonrió.

—¿Sí?

—Mejor terminarlo ahora antes de que sus sentimientos realmente se


lastimaran.

Asintió.

—Missy es una chica genial. Pero yo no tengo relaciones.

—La gente cambia —le dije, pensando en un tiempo no hace mucho


cuando me sentía de la misma manera.

—Nah. Ustedes dos son sólo raritos —interrumpió Braeden. Luego


extendió la mano y sacudió el cabello ya desordenado de Rimmel.

»¡Oh! —gritó y sacudió la mano de regreso—. ¡Qué demonios! ¿Tienes


armas allí?

Se rio y sacó un lápiz del desorden.

—Síp.

—Chica... —Sacudió la cabeza—. No estás bien.

—Se siente muy bien para mí —dije, y ella sonrió.

—¿Ves? —Braeden sacudió la cabeza—. Raritos.


Abrió la puerta y camino al vestíbulo.

—¡Señoritas! —gritó cuando la puerta se cerró detrás de él.

—Creí que no se iba a ir jamás —le dije y la acerqué. Ella apoyó su mejilla
contra mi pecho y descansé mi barbilla encima de su cabeza.

—Me alegro que estés aquí —susurró ella y envolvió su mano alrededor
de mis bíceps.

—¿Vas a decirme qué está mal? —pregunté después de sólo unos pocos
minutos de nada más que ella estando en mis brazos.

—No lo había planeado.

—Rim —gruñí.

Ella suspiró.

—Esto es estúpido.

—¿Mi madre dijo algo? —Sabía que ella dijo que las cosas con mamá
habían ido bien, pero no me sorprendería si solo lo estuviera diciendo.

—No. Sí —dijo ella. Luego soltó un suspiro—. No lo sé.

—Vas a tener que ayudarme aquí, nena. No hablo mujer.

Ella soltó una risita y el sonido apretó mi estómago y agitó mi deseo.

—Quiere que la ayude a planear la recaudación de fondos. Quiere tener


tiempo de chicas.

—No estoy entendiendo como esto es malo. —A veces las mujeres me


confunden sobremanera. ¿No quería que a mi madre le agradara?

—Realmente no he hecho eso desde que mi mamá… —Su voz se


desvaneció y todo hizo clic.

Ah, mierda. Mi madre le estaba recordando a su madre y todas las cosas


que le faltaban.

—Echas de menos a tu madre.

—Todos los días —susurró, y mi pecho se tensó.

Este era una clase de dolor que no podía hacer desaparecer. Esto no era
algo que yo pudiera golpear o entregar papeles. El dolor y la pérdida no era algo
que supiera cómo tratar. La acerqué más y ella se acurrucó. Uno de los lápices en
su cabello me golpeó.

Me acerqué y lo saqué. Luego otro.

—Lo siento —murmuró.

La besé en la frente.

—Sabes que mi mamá nunca podría tomar el lugar de la tuya.

—Suena como algo que le dije a tu mamá sobre ti —murmuró.

—Oh, ¿sí? —Sonreí contra ella.

Ella asintió.

—Y lo sé. Esto es sólo… duro. Quiero pasar tiempo con ella. Lo hago. Esto
es sólo…

—¿Sientes que estás traicionando a tu madre?

Levantó la vista.

—No, en absoluto.

Fruncí el ceño.

—¿Entonces?

—¿Qué pasa si terminamos? —Se apresuró a pronunciar las palabras tan


rápido que luché por entenderlas.

—¿Crees que vamos a romper? —Sólo el pensamiento me dio dolores en


el pecho.

—No todo dura para siempre.

Y entonces lo entendí.

Comprendí exactamente por qué pasar tiempo con mi madre la asustaba.

—Nena —murmuré y la levanté fuera de mi regazo. Su computadora


portátil abierta estaba cerca y la bajé al suelo. Me miraba con sombras en sus ojos
cuando me volví a mirarla y estas me perseguían.

Ahuequé su rostro en mis manos y la miré fijamente.

—Puedes dejarlos entrar. No voy a ir a ninguna parte.


Detrás de sus lentes, apretó sus ojos con fuerza.

Le besé la punta de la nariz.

—Te amo tanto. No te voy a dejar. Mi familia es tu familia ahora. No dejaré


que nadie te lo quite.

—Duele —susurró ella.

Algo en mi pecho se contrajo. El dolor en su voz era inconfundible.

—Era inevitable. Ahora lo sé. En el momento en que me entregaron ese


papel con tu nombre para la tutoría, fue como si de alguna manera estuviera
gravado en piedra que entrarías aquí —dijo Rimmel mientras presionaba su
mano sobre su corazón.

Sus ojos se encontraron con los míos.

—Te amo más que a nadie. Cualquier cosa. Y la idea de perderte me


mantiene despierta por la noche. No sabes lo que es perder a alguien.

—No, no lo sé —dije suavemente.

—No puedo dejarla entrar también. No puedo arriesgarme a amar a


alguien y perderlos.

—Ven aquí. —La alcancé y sus brazos se cerraron alrededor de mi cuello.


Me estiré en el colchón, tirándola conmigo. Su cuerpo estaba presionado a lo
largo del mío y su rostro estaba enterrado en mi cuello. La abracé sin decir una
palabra.

Realmente no había nada que yo pudiera decir. No realmente. Me mató


que ella estuviera lastimada así. Me mató que no sabía cómo detenerlo. Todo lo
que podía hacer era amarla. Amarla y nunca abandonarla.

—Sabes —dije, tratando de aliviar el estado de ánimo—. Mi madre es un


monstruo del control. No es tan amable como yo.

La risa que salió de ella alivió algo de la tensión en mis hombros.

Ella me miró. Lágrimas llenaban sus ojos.

—Nadie es tan amable como tú.

Quité sus gafas y las dejé a un lado. Cuando rodé encima de ella, suspiró
y enganchó una de sus piernas alrededor de la mía. La besé profundamente,
arremolinando mí lengua dentro de su boca, tiré su labio con el mío para chupar
suavemente con plenitud. Las manos de Rimmel se deslizaron en mi cabello y
me tiró más cerca.

La besé con todo el amor que tenía dentro de mí, tratando de empujar algo
de esa oscuridad, algo de esa pérdida. Sabía que esa sensación nunca se iría para
ella, pero quería al menos hacerla más pequeña. Quería que mi amor fuera más
grande, para dominar esa duda.

Se arqueó de la cama hacía mí. Incluso a través de nuestra ropa, podía


sentir los guijarros erguidos de sus pezones. Extendió sus muslos y me acomodé
entre sus piernas, gruñendo de frustración ante las capas de ropa que me
mantenían lejos de su piel.

Empujé mis caderas contra ella y me encontró con su propio empuje.


Arranqué mi boca lejos de la de ella y besé bajo su cuello, pellizcando la piel
expuesta con mis dientes.

Suspiró mi nombre y puse mi dura longitud contra ella. Se movió inquieta


y buscó el borde de mi camisa.

El deseo me empujó tan fuerte y rápido que ni siquiera oí abrir la puerta.


Sólo seguí besándola, tratando de acercarme.

La lengua de Rimmel se metió en mi boca y gemí.

—¡Eh, amigo! —gritó Braeden—. Ya no estás solo.

Debajo de mí, Rimmel se puso rígida. Sus manos que habían encontrado
su camino al botón de mis pantalones se pusieron rígidas.

Levanté la cabeza y parpadeé, tratando de volver a enfocar mi vista.


Braeden estaba parado junto a mis pies, mirándonos con una expresión divertida
en su rostro.

—¿No has oído que Ivy entró en la habitación?

—No —gruñí. El deseo seguía fluyendo a través de mí y me irritaba que


él estuviera hablando.

—Bueno, le dieron un espectáculo.

Rimmel enterró su rostro en mi cuello con un chillido.

—Saldré enseguida.

—Vamos, rubia. Vamos a darles un momento. —Braeden arrojó su brazo


alrededor de Ivy, quien estaba de pie allí mismo y ni siquiera la había visto.
Cuando la puerta se cerró detrás de ellos, dejé caer mi frente sobre el
colchón junto al rostro de Rimmel y aspiré un tembloroso aliento.

—Quédate en mi casa esta noche —dije, con mi voz ronca.

—Tengo clase por la mañana.

—Te llevaré de regreso. —Me levantaría en medio de la noche si tuviera


que hacerlo.

—Tengo que terminar este ensayo. Mi computadora portátil está


funcionando realmente lento últimamente y es para entregar mañana. —
Mientras ponía excusas, sus dedos resbalaban de la pretina de mis pantalones
vaqueros.

—Puedes usar mi portátil. Es nueva. Demonios, puedes tener la cosa.

Ella rio.

Gruñí.

—Por favor, nena. No puedo dejarte aquí.

Mis labios encontraron los suyos otra vez e hicieron un mejor trabajo
convenciéndola que cualquier palabra alguna vez.

—¿Prometes que me dejarás terminar el ensayo? —preguntó ella y arrancó


su boca liberándola.

—Por mi honor —dije solemnemente y me empujé hacia arriba para poner


una mano sobre mi corazón.

Sus ojos fueron a mi entrepierna y la enorme tienda en mis vaqueros. Su


lengua salió y lamió su labio inferior. Gruñí.

—Vale. Vámonos.

Me levanté y recogí su portátil y su cable de alimentación.

—Trae algo de ropa para mañana.

Necesitaba espacio en mi casa. Estaba demasiado impaciente para que ella


empacara una bolsa.

—Necesito mi bolso de libros —dijo mientras metió la ropa en una


mochila.
Lo tiré por encima del hombro y metí el ordenador bajo mi brazo. Rimmel
terminó de empaquetar su bolsa y se llevó las gafas a la cara.

—Hecho.

Cogí su mano y la llevé fuera al pasillo. Braeden nos vio y se echó a reír.

—Te veré mañana —dijo Rimmel a Ivy, quien estaba junto a Braeden.

Cuando dejamos a Braeden en su dormitorio, agarré su cara y la besé de


nuevo. Largo. Lento. Profundo.

—Me prometiste que podía terminar mi ensayo —me recordó, con voz
ronca.

—Sí, pero nunca prometí nada acerca del sueño.

—No necesito dormir. Solo a ti.

No pensé en Zach, en el fútbol ni en mi madre el resto de la noche. Sólo


era ella.
#NoticiasdeUltimaHoradeBuzz
Fuentes dicen que nuestro jugador favorito está en tratos con la NFL
#MojoÉpico
#ElCampusNoSeráLoMismoSinÉl
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Florff y Smile.8


Corregido por Nanis

Rimmel
Las semanas pasaron volando.

V a Romeo, pero ni de cerca tanto como hubiese querido. La mayoría del


tiempo que pasábamos juntos era durante las tutorías o con besos robados entre
clases u otras obligaciones. Deseaba colarme en su casa otra noche o un fin de
semana entero.

Hablábamos por mensaje de texto y cuando nos veíamos, pero durante el


pasado par de semanas, había sido realmente difícil encontrar largos trechos de
tiempo para estar a solas.

Estaba pasando mi tiempo con Valerie. Nada demasiado excesivo; estaba


tratando de tomármelo con calma. Ella no me empujaba, y me preguntaba si
Romeo le había dicho algo sobre mis dudas de ser más cercanas o si quizás ella
era tan solo perceptiva. Teníamos un almuerzo a la semana. Me llevaba a algún
lugar en el que nunca había estado. No eran el tipo de lugares en que Romeo y
yo comíamos, con servilletas de papel y música alta.

Este lugar era tranquilo y bonito. Las servilletas de la mesa eran de tela, y
teníamos platos de pan y copas especiales para el agua. Sin embargo, no era
estirado o extraño; era solo elegante.

Mayormente hablábamos del refugio y de los planes para la recaudación


de fondos. Valerie era una mujer muy organizada. Tenía blocs de notas y un
calendario para todo. No preguntaba mucho por mi vida. Ocasionalmente,
preguntaría por Romeo, o mencionaría a mi abuela.
También salíamos por ahí una vez tarde mirando sitios para el evento.
Eran todos muy elegantes, y me preocupaba cuánto costarían. Ella simplemente
restaba importancia a mis preocupaciones y decía que el coste de las entradas
cubriría el precio del salón.

Traté de ser yo misma tanto como me fue posible, mucho en mi propio


detrimento. Temía que, si era muy yo, ella se sentiría horrorizada y no querría
tener nada que ver conmigo. Así que siempre me vestía bien e Ivy me arreglaba
el cabello cuando iba a encontrarme con ella. Pero no cambié mi personalidad.
No cambié mis gafas.

Había algunas cosas sobre mí que ella iba a tener que aceptar. Sí quería
gustarle yo, no alguna versión que hubiese creado, sino mi verdadero yo.

Michelle estaba más que emocionada con la oportunidad de la


recaudación de fondos y una y otra vez insistía en lo afortunada que era de
relacionarme con Romeo, que tenía una gran posición en la comunidad. Pero su
estatus no era la razón por la que estaba con él.

Lo amaba.

Sus ojos.

Su sonrisa.

La manera en que me amaba.

Incluso aunque la temporada de fútbol estaba terminada, él parecía tan


ocupado con ella como nunca. El cazatalentos de la NFL que encontramos en el
juego del campeonato lo llamó.

La NFL estaba interesada. Hablaron de contratos, equipos, de


reclutamiento.

El padre de Romeo estaba manejando las negociaciones. Aparentemente,


había estado estudiando las entradas y salidas de los contratos de fútbol y los
tratos desde que Romeo estaba en el instituto. Y ya que era abogado y tomaría
las mejores decisiones para los intereses de Romeo, le hacía el perfecto
representante.

Así que además de las negociaciones del contrato y de los encuentros con
su padre, Romeo estaba entrenando tan duro como siempre. Quería esto
muchísimo, y ahora que su sueño estaba justo delante de él, no iba a dejarlo
escapar.
Estaba orgullosa de él.

Cuando lo conocí por primera vez, pensé que era tan solo otro deportista
mujeriego. Pensé que era un abusón, un holgazán, y que era lo bastante
afortunado por tener algún talento que podía explotar.

No podía estar más equivocada.

Trabajaba duro. Más duro que la mayoría de la gente que había conocido.
La escuela podría no ser su punto fuerte, pero lo intentaba y trabajaba en ello.
Entrenaba sinfín y perfeccionaba el talento que tenía. Nunca había dado nada por
sentado.

Se merecía esto.

También estaba un poco triste, por supuesto. Si era reclutado, ¿dónde les
dejaría eso?

Nunca había dicho en voz alta esta preocupación, ni siquiera había dado
una pista nunca. No sería nada más que un apoyo para él, y no haría nada para
alejarlo de su sueño.

Tenía una clase antes del descanso para comer. Me iba a encontrar con Ivy
y Missy en el comedor. La barra de granola que me había comido apurada esta
mañana de camino a clase no había sido suficiente y mi estómago gruñía sin
piedad.

Sin embargo, estaba emocionada por la clase.

Sí. Lo sé. Nadie se emociona por una clase.

Excepto los nerds.

Había llegado a aceptar ese título. Lo poseía.

Hoy me iban a devolver mi ensayo, uno en el que había trabajado sin


descanso desde la primera semana de clases. Había investigado una tonelada,
pasado horas juntando el tema y la tesis. Lo escribí, edité y después lo revisé. Mi
computadora me lo hizo difícil porque últimamente había estado yendo lento, e
hice una nota mental para llevarla a algún sitio para que le echasen un vistazo.

Este trabajo escolar era importante para mí porque era para mi clase de
ciencia animal. Esta clase era una parte importante de mi carrera, y quería hacer
un buen trabajo y probar que esto era a ciencia cierta el campo de carrera correcto
para mí.
No solo eso, además unas puntuaciones altas en un trabajo en este tema
me ayudarían a destacarme para la escuela de veterinaria cuando me graduase.

Solo sabía que conseguiría una buena nota. Era una buena investigación,
y organizada. Estaba orgullosa de esta tarea en particular, y deseaba ver notas
altas.

Tomé asiento en la clase y escuché una corta lectura de lo que íbamos a


analizar en las próximas semanas y también una recapitulación de todo lo que
habíamos revisado este semestre. Era aburrido, y mientras intentaba escuchar,
mis pensamientos se mantenían volviendo a Romeo.

Decidí que cuando saliese de clase, iba a llamarle y ver si podíamos vernos
esta noche.

El profesor anunció que los ensayos que habíamos entregado se


clasificaron y una vez que nos los diese, éramos libres para marcharnos por el día
de hoy. Empaqué mis cosas en la bolsa y esperé mientras él los distribuyó.

Cuando me dio el mío, no sonrió e incluso ni me reconoció. Era como si


estuviese intentando no mirarme.

Extraño.

Realmente no pensé en ello porque estaba demasiado ansiosa por mi nota


y sus observaciones así que levanté la portada profesional que había diseñado y
me quedé mirando la escritura roja.

¡VEN A VERME!

Eché una mirada a la habitación, preguntándome si alguien más tenía una


nota tan sumamente extraña en sus trabajos. Nadie más parecía ni mínimamente
preocupado. De hecho, la mayoría de la gente ya estaba levantándose de sus
asientos y salían volando de la habitación.

Volví a mirar y hojeé el trabajo al completo. No había ningún otro


comentario u observación. Muchos pasajes estaban subrayados en rojo, pero eso
era todo.

¿Qué rayos estaba pasando?

Me senté allí confundida hasta que el último estudiante abandonó la


habitación. El profesor estaba delante, sentado detrás del escritorio. Volteé las
páginas para cerrar y me puse de pie, agarrándolo en mi mano.

—¿Profesor Monahan? ¿Había algún problema con mi trabajo?


Levantó la mirada hacia mí con una expresión acusatoria. Flaqueé y casi
di un paso atrás.

—Estoy bastante decepcionado — dijo.

—¿Disculpe? —Mi corazón empezó a golpear con fuerza contra mis


costillas y algo en mi estómago se volvió ácido. No sabía lo que estaba pasando
aquí, pero sabía que no era bueno.

—Todo este tiempo pensé que era una estudiante concienzuda. Pensé que
estaba verdaderamente dedicada a su carrera.

El horror me llenó.

—¡Lo soy!

¿Cómo podía pensar alguna otra cosa?

Sacudió la cabeza tristemente y después me miró como si fuese alguna


clase de mugre en la suela de su zapato.

—¿Sabe lo serio que es el plagio?

Levanté la mirada velozmente.

—¿Qué?

—Es una infracción muy seria, señorita Hudson.

—Sí, puedo imaginar que lo es —dije, cautelosa—. ¿Por qué está


preguntándome por el plagio?

—Oh, deje de actuar inocentemente con esos ojos abiertos —espetó y se


apartó de su escritorio—. Los dos sabemos que es culpable y el ensayo que ha
intentado hacer pasar como suyo no es suyo en absoluto.

—¿Qué? —di un grito ahogado—. Profesor Monahan, le puedo asegurar


que he escrito cada palabra de este artículo y no lo he plagiado.

—¿Me veo como un tonto para usted? —preguntó, inclinándose sobre la


mesa y dándome una mirada que probablemente estaba hecha para hacerme
pensar que podía ver a través de mí.

Sólo me hizo enojar.

—¿En realidad me está acusando de plagio?

—Oh, no la estoy acusando. Tengo pruebas.


Resoplé.

—No puede ser.

Su portátil estaba abierto en su escritorio, y golpeó muy pocas teclas y


luego giró la pantalla para que la pudiera ver.

—La era de Internet ha hecho que plagiar documentos sea bastante simple.
Los estudiantes a menudo asumen que como profesores somos demasiado
estúpidos o viejos como para darnos cuenta que tales cosas existen.

Me quedé mirando la pantalla, tratando de averiguar lo que estaba viendo.

—Esto, señorita Hudson, es un sitio web que yo y varios otros profesores


aquí en el campus utilizamos para validar documentos con los artículos que están
a la venta en varios sitios en la web.

Miré lejos del ordenador y al hombre acusándome de ser una tramposa.

Una tramposa.

Si no estuviera tan asustada en este momento, me reiría.

—¿Está diciendo que comprobó mi artículo en este sitio —señalé hacia el


portátil—, y que obtuvo una coincidencia?

—Eso es exactamente lo que estoy diciendo.

—Tal vez un par de frases eran muy similares por coincidencia. Es decir,
es un tema bien documentado.

—Sí. Podría estar inclinado a creer eso si hubieran sido sólo una o dos
frases, pero era aproximadamente el noventa por ciento del documento.
Demasiado contenido para ser una coincidencia.

De repente, me sentí mareada. La incredulidad haciendo eco a través de


mi cuerpo era profunda. ¿Cómo fue esto posible? No compré este artículo.
Trabajé en él. Por semanas.

—Creo que necesito sentarme —dije, agarrando el borde de la mesa.

Me pareció ver un destello de algo que podría ser interpretado como


piedad o duda en sus ojos, pero luego se endureció una vez más.

—Sí. Bueno, puede sentarse en la oficina del decano.

—¿Perdone? —Mis dedos se apretaron sobre la repisa de la mesa.


—He alertado al decano. Este es un tema muy serio. Su propio futuro en
esta universidad está en riesgo.

—¿Qué? —Me tropecé un poco, pero me sostuve. Mi bolsa de libros cayó


encima de mi hombro y por mi brazo.

—Vamos —dijo y tomó su maletín y un juego de llaves—. La acompañaré


hasta allí.

En toda mi vida, nunca había sido tratada como un criminal. Nunca había
sentido un intranquilo y enfermizo pánico como este. Mis manos rompieron en
un sudor pegajoso mientras mi corazón seguía acelerándose. Lo seguí fuera de la
habitación, por las escaleras, y fuera del edificio.

Todo el tiempo que caminé, miré al documento, ahora marcado todo en


rojo. Era mi ensayo. Reconocí las palabras en cada página. Había trabajado tanto
tiempo en él que probablemente podría recitar la mayor parte en sueños.

—Profesor Monahan —rogué mientras caminábamos—. Tiene que


creerme. Se trata de algún tipo de error.

Miró hacia atrás por encima de su hombro mientras caminábamos.

—No cometo errores. Este fue un plagio flagrante.

Tragué la bilis en mi garganta y traté de calmar mis extremidades


temblorosas. Mientras caminaba, el viento se agitó y la nieve comenzó a caer en
mayor medida y a cubrir el césped y la acera. Me preguntaba si Ivy se preguntaría
dónde estaba, si podría pensar que algo estaba mal.

Pensé en enviarle un mensaje diciéndole que no se preocupase. Pero no


pude.

Algo andaba mal.

Y yo estaba preocupada.

Cuando entramos en el edificio del personal donde se encontraba la


oficina del decano, continuamos a través de pasillos que olían a le jía y limón. Los
teléfonos sonaban constantemente y el sonido de altos tacones en el suelo se
sentía como uñas en una pizarra.

Tomé una respiración estabilizadora cuando entramos en la pequeña


entrada que conducía a la oficina del decano. Una mujer mayor estaba sentada
detrás de un escritorio, y cuando entramos, levantó la vista y sonrió.
No pude obligarme a devolverle la sonrisa.

Me tomó todo en mí para no vomitar.

—Dile que el profesor Monahan está aquí —dijo el profesor.

La recepcionista asintió e hizo lo que se le pidió. Cuando colgó el teléfono,


asintió.

—Pueden entrar.

Mientras pasé a su lado, ella me dio una sonrisa alentadora. Las lágrimas
corrieron por mis ojos, y frunció el ceño.

—Dese prisa, chica —dijo el profesor Monahan con la mano en el pomo de


la puerta del decano. Sobresaltada, me precipité hacia adelante y mi pie quedó
atrapado en el borde de una alfombra debajo de la mesa de la recepcionista. Salí
volando hacia adelante. El ensayo que una vez consideré como mi mejor trabajo
fue volando y se deslizó por debajo de una silla.

—¡Oh! —La mujer abrió la boca y se precipitó alrededor de la mesa para


ayudarme—. ¿Estás bien, cariño?

Sorbí. Mi rodilla dolía y también la palma de la mano. Pero me levanté.

—Oh, sí, estoy bien.

—Tratar de dar lástima sólo le empeorará las cosas al final —entonó el


profesor.

La recepcionista frunció el ceño y le lanzó una mirada agria.

—Vamos, déjame ayudarte. —Ella fue a recuperar mi trabajo mientras yo


me levantaba y arreglaba mi abrigo.

—Aquí tienes —dijo, y extendí la mano para cogerlo.

—Gracias —le dije con sinceridad. Su amabilidad era bienvenida en ese


momento en que todo mi mundo se caía a pedazos.

La gran puerta de la oficina del decano se abrió y un hombre con hombros


anchos llenó la puerta.

—Creía que mi cita era… —dijo, pero luego se detuvo cuando casi se
encontró con el profesor.

—Estábamos entrando, decano —dijo—. Ella estaba perdiendo el tiempo.


—¡Ella se cayó! Podía estar herida —le regañó la recepcionista.

El decano pasó alrededor del profesor Monahan y se encontró con mis


ojos. Me reconoció de inmediato. Lo vi parpadear en sus ojos.

—Señorita Hudson —dijo. Luego miró al profesor, que de pronto estaba


muy incómodo—. ¿Esta es la chica a la que está acusando de plagio? —preguntó
el decano, levantando una ceja.

El profesor Monahan vaciló y luego se enderezó, su postura rígida.

—Sí. Y tengo pruebas.

Solté un suspiro tembloroso. La mujer a mi lado me palmeó el hombro.

Le di al decano una mirada suplicante, pero él se limitó a suspirar y a


gesticular para que entráramos al interior de su oficina.

—Adentro.

El profesor Monahan fue el primero en entrar. El decano se paró y esperó


a que yo pasara. A medida que pasaba por su lado, se inclinó y me susurró:

—Tienes que llamarle. Llámale.

Mis ojos volaron a su cara. Me hizo un gesto imperceptible. Entré más en


la habitación, y el hombre acusándome me dio una mirada dura.

Me giré y miré hacia el decano.

—Señor, ¿estaría bien si hiciera una llamada telefónica? Tengo la sensación


que voy a estar aquí un tiempo y no quiero que quienes me esperan se preocupen.

Se movió alrededor de su escritorio y me dio una mirada de disgusto.

—Con rapidez.

Era obvio que no quería que el profesor Monahan supiera que él me dijo
que llamara por refuerzos. Me aferré a esa pequeña pepita de conocimiento como
si fuera la última migaja de comida en un mundo desolado.

Rápidamente, marqué a Romeo y rogué porque respondiera. Mientras


sonaba, me paseé por la habitación, poniendo mi espalda hacia los hombres.

—Hola. —La voz de Romeo llenó la línea. Era tan rica, cálida y acogedora
que lloriqueé—. Rimmel —dijo de inmediato, todo el calor en su voz
reemplazado por alarma.
—Creo que puede ser que te necesite —chillé en la línea.

—¿Quién es ese? —dijo el profesor Monahan en voz alta a través del


cuarto—. ¿A quién estás llamando?

Hubo un instante de silencio en la línea, y luego con fría calma Romeo dijo:

—¿Quién era?

—¿Hijo? —La voz del padre de Romeo llegó a través del otro extremo de
la línea.

—¿Estás con tu padre? —pregunté, agarrando el teléfono tan fuerte como


pude.

—Sí. En casa. ¿Qué pasa, Rimmel?

—Estoy en la oficina del decano en el campus. ¿Puedes venir? Y traer a tu


padre. Creo que podría necesitar un abogado.
¿La #Nerd es una farsante?
Rumores de plagio…
#DiQueNoEsAsí #AlgoSombríoVaASuceder
… Alpha Buzzfeed

Traducido por Addictedread y StefaniaVera


Corregido por Flochi

Romeo
Algo estaba mal.

En el segundo en que escuché su gemido, todo dentro de mí se puso en


alerta. Y el hombre gritando en el fondo, ¿qué demonios era eso?

Aparté el teléfono de mi oído y miré a mi padre.

—Algo está mal con Rimmel. Tenemos que irnos. Dijo que podría necesitar
un abogado.

Mi padre frunció el ceño y se puso de pie inmediatamente. Como si


sintiera mi urgencia, no me hizo más preguntas. Sólo tomó su maletín, la
chaqueta y me siguió fuera.

El auto rugió a la vida tan pronto como llegué a la puerta de la casa y


apenas le di tiempo a papá de cerrar la puerta del pasajero antes de que estuviera
arrancando por el acceso.

—Cuidado ahora —dijo papá—. No serás nada de ayuda para ella si


tienes un accidente al costado de la carretera.

No iba a tener un accidente. Y si lo hacía, escaparía y correría el resto del


camino hacia el campus.

—Ella está en la oficina del decano —dije, sin apartar los ojos de la
carretera.

El pequeño gemido que dio cuando escuchó mi voz golpeteaba a través de


mis oídos y me perseguía.

—Espero que esto no sea sobre Zach. —Papá suspiró.


Mis nudillos se pusieron blancos. ¿Este era su plan todo el tiempo? ¿Pasar
desapercibido por semanas, actuar como si fuera a obedecer la orden de
restricción y no hablar una palabra de mí o de Rimmel a nadie… y luego ¡bam!,
hacer algo loco?

Si era él, iba a matarlo.

Me deslicé alrededor de la esquina del estacionamiento y detuve el auto


en la acera, sin molestarme con un espacio.

—Hijo —dijo papá cuando salí del auto—. No vayas ahí enojado. Mantén
la calma. No actúes hasta que sepamos la situación. Ser impetuoso podría hacer
que todo lo que suceda sea peor para ella.

Escuché sus palabras pero no respondí. Sabía que tenía razón, pero el
pánico que bombeaba a través de mi torrente sanguíneo en verdad me dificultaba
escuchar.

La mujer detrás del escritorio de la recepción saltó sobre sus pies cuando
entré.

—Sabía que la reconocí —dijo ella inmediatamente.

—¿Perdón? —espeté.

—Eres el jugador de fútbol, ¿cierto? El que saltó a las gradas por su novia.

—¿Sí? —dije, impaciente.

—Ella está aquí —respondió ella, señalando la puerta de la oficina.

—¿Qué está pasando? ¿Puedes decirnos algo? —dijo papá mientras


caminaba hasta la puerta.

—En verdad no estoy segura —evadió la mujer—. Pero el profesor estaba


muy enojado. Le gritó. La pobre estaba tan asustada que se cayó al suelo.

Y eso fue todo lo que necesité oír.

Ni siquiera toqué la puerta. Abrí la puerta tan fuerte que se golpeó contra
la pared. Rimmel estaba sentada en una silla opuesta al escritorio del decano,
lucía espantosamente pálida y preocupada. Se levantó de un salto cuando entré
y su bolso cayó de su regazo al suelo.

—¡Esta es una reunión privada! —Un hombre a su derecha hizo un jadeo.


Supuse que éste era el mamón que hizo que se cayera.

—¿Quién demonios eres tú? —gruñí y me planté delante de Rimmel,


enfrentando al hombre.

Para su crédito, el decano se sentó tranquilamente en su escritorio y


simplemente miró la escena que se desarrollaba.
El hombre al que estaba a punto de golpear miró al decano.

—¿Simplemente vas a permitirle que irrumpa aquí?

Mi padre entró en la habitación y con calma cerró la puerta.

—Ryan —dijo él, llamando al decano con su primer nombre—. ¿Qué está
pasando?

El profesor miró hacia adelante y hacia atrás, entre el decano y mi papá.

“Ryan” se levantó de su silla y extendió su mano para estrechar la de mi


padre.

—Lamento tanto tener que haberte hecho venir aquí así, Anthony.

—¡Tú lo llamaste! —gritó el profesor.

Le di una mirada dura y despectiva, y se calló.

—Profesor Monahan —dijo el decano formalmente—, este es el mariscal


de campo de nuestra escuela, Roman Anderson, y este es su padre, el abogado
Anthony Anderson.

El profesor tragó saliva.

—No te reconocí, Romeo —dijo él.

—El resultado aún es el mismo —gruñí.

—La señorita Hudson está saliendo con Roman. Desde hace algún tiempo.
Ella también es su tutora, lo ayuda a mantener sus calificaciones para que sea
elegible para jugar en el equipo.

—Ella es de la familia —dije. No me gustó la forma en que sonó


“saliendo”. Solo no era lo suficientemente bueno. No para Rimmel.

Sentí su mano en la parte de atrás de mi camisa. Sentí la forma en que sus


dedos temblaban, y eso me enojó de nuevo.

—Hechos son hechos —dijo el profesor Monahan.

El decano suspiró.

—Sí. Entiendo eso.

Le lanzó a mi padre una rápida mirada arrepentida.

—¡Qué demonio está pasando! —exclamé y me desplacé para envolver un


brazo alrededor de Rimmel. Ella se hundió en mi costado por un largo momento,
pero luego se retiró y enderezó.

—He sido acusada de plagio —anunció ella.


Mi padre y yo nos reímos.

Ella me miró con ojos serios.

—Lo digo en serio. Aparentemente, el noventa por ciento del ensayo, mi


ensayo, el que entregué hace unas semanas, está disponible para su compra en
un sitio web.

—Sí, y el otro ocho por ciento puede ser encontrado en varios otros sitios
web, el contenido palabra por palabra —agregó el profesor como si de alguna
manera pusiera el último clavo en su ataúd.

—No tienes idea lo afortunado que eres, si te golpeara ahora mismo solo
la dañaría a ella —dije en voz baja.

El profesor palideció.

Mi padre dio un paso adelante.

—¿Qué tipo de evidencia tiene para respaldar estas acusaciones?

El decano le dio una pila de papeles. Le tomó varios minutos echarles un


vistazo y luego me miró a mí. Sus ojos no tenían muy buenas noticias.

—¿La estás acusando de algo?

Di un paso al frente hacia el decano, mis ojos se estrecharon. Me miró con


el mismo tipo de mirada que me dio la noche en que los policías vinieron y
buscaron en mi auto su placa de identificación. Sus manos estaban atadas.

—No —evadió—. No por el momento.

El profesor jadeó.

—Esto es ridículo. Tienes todo lo que necesitas para arrancarle a esta chica
su beca y echarla de esta escuela.

Rimmel se hundió en su silla como si no pudiera soportarlo más. Yo estaba


completamente anonadado. ¿Esto era así de malo? ¿Iban a expulsarla de la
escuela?

—¿Estás hablando en serio? —exclamé—. Sus calificaciones son perfectas.


Es una estudiante modelo. ¡Cuando no está estudiando o dando tutorías, es
voluntaria en el maldito refugio de animales, por el amor de Dios!

—Tengo que estar de acuerdo, Ryan. La expulsión parece un poco extrema


en este momento —dijo mi padre.

Ryan inclinó su cabeza.


—El código de conducta estudiantil de la Universidad Alpha indica que el
plagio de cualquier tipo no será tolerado en esta universidad y se les pedirá a los
estudiantes que se retiren.

—¿Está usted consciente, Decano —dijo mi padre, entrando en el modo


abogado—, que la señorita Hudson aquí ha sido hostigada y acosada
repetidamente por uno de sus estudiantes aquí en Alpha U?

Frunció el ceño.

—Sí, de eso estoy muy consciente.

—¿Y que se ha impuesto una orden de restricción a esa persona en el


nombre de la señorita Hudson y para la seguridad de su persona?

—Sí, también estoy al tanto de eso, Anthony —dijo el decano.

—Entonces encontrarás que no es improbable que este sea algún tipo de


venganza elaborada por la pérdida del estatus de ese estudiante aquí en el
campus.

—No puedes negar los hechos —habló el profesor—. El trabajo está a la


venta en internet. Ha estado a la venta desde antes que lo entregara.

Miré a Rimmel y asintió miserablemente.

—¿Qué razón tendría una estudiante con un promedio de cuatro puntos


para plagiar? —preguntó mi padre.

El profesor Monahan estaba listo para la pregunta.

—Tal vez la presión de mantener ese promedio se volvió demasiada.


Como ya señaló, ella da tutorías y es voluntaria además de su pesada carga de
cursado. Tal vez con todo eso, además de salir con un hombre muy popular en el
campus, se ha visto demasiado abrumada para actuar en clase.

Apreté mis manos a los lados.

—Eso es mierda.

—Roman —me advirtió mi padre.

—Pienso que es mejor si nos tomamos un poco de tiempo para procesarlo.


Voy a revisar la documentación, consultar con algunos colegas, y luego
determinar cuál sería el mejor recurso.

—¿Estás hablando en serio? —entonó el profesor.

El decano le dio una mirada en blanco.

—Cuidado, Harold, estas sonando como un profesor que tiene un interés


personal. ¿Es esto personal?
Se sonrojó.

—Por supuesto que no.

—Entonces respetarás mi decisión. —Se volteó hacia mi padre—. Aparte


del respeto profesional a tu familia y en nombre del JMV aquí en Alpha U,
también extiendo esto como una cortesía a ti. Anthony, daré mi plena
cooperación en este asunto, ya que supongo que representarás a la señorita
Hudson.

—Por supuesto. Gracias, Ryan.

—No entiendo que está pasando —dijo Rimmel desde su silla.

Mi corazón se tambaleó.

El decano la miró.

—Justo ahora, señorita Hudson, está en período de prueba. Puede


permanecer aquí en el campus, permanecer en el dormitorio, pero no se le
permite ir a clase. Necesitas permanecer en el campus…

—¡Qué! —gruñí. No la tendría como reclusa de la escuela. Infiernos, no.

El decano me ignoró y miró a mi padre.

—Tienes permitido ir a la casa de los Anderson tan seguido como sea


necesario, ya que él es tu representante legal.

—¿Qué hay de mi beca? —Rimmel se preocupó. Sus manos estaban tan


apretadas en su regazo que estaban blancas.

—Eso también está en espera. La escuela provee los fondos para que asista
a esta universidad bajo estrictas pautas que se adhieren a la política de la escuela.
El plagio es una violación directa y seria. Si después de haber examinado todas
las pruebas concluimos que usted es, de hecho, culpable, entonces será despojada
de su beca y será expulsada. Por lo tanto, será escoltada fuera del campus el día
que haga esa llamada.

Una lágrima se deslizó por su mejilla y bajó la cabeza.

Quería levantarla y protegerla. Todo esto era tan ridículo. Rimmel no tenía
un hueso engañoso en todo su cuerpo.

—Esto es ridículo —juré.

—Roman, ¿por qué no llevas a Rimmel a casa? Luce un poco enferma en


este momento —dijo mi padre—. Tengo algunas cosas más que discutir con Ryan.
Llamaré un taxi cuando terminemos.
Asentí y deslicé un brazo alrededor de Rimmel y prácticamente la levanté
de la silla. Recogí su mochila y los papeles arrugados a sus pies. Cuando me
volteé, estaba parada enfrente de mi padre con ojos llorosos.

—Gracias por venir.

Los ojos de mi papá se suavizaron y aclaró su garganta. Incluso él se sintió


alterado por sus ojos serios y doloridos.

—Por supuesto —dijo y tomó su mano—. Hablaremos más tarde.

La puse a mi lado. Al salir de la habitación, le di al profesor que la acusaba


de semejante mierda otra mirada desdeñosa. Mi mente daba vueltas con las
maneras en las que podía castigarlo por lastimarla así.

Una vez que estuvimos en el pasillo y la puerta del decano estuvo cerrada
detrás de nosotros, se reclinó contra la madera y dejó salir un enorme suspiro.

—Oye —le dije, volteándome así mi cuerpo la bloqueaba de los ojos


curiosos de la recepcionista.

Me sonrió débilmente mientras otra lágrima se deslizó por su mejilla.

—¿Qué demonios voy a hacer? —dijo con voz áspera.

—Va a estar bien. —La alcancé, sintiendo la manera en la que su cuerpo


temblaba, me incliné y la arrastré a mis brazos.

Su mejilla cayó contra mi pecho y su mano se curvó alrededor de mi cuello.

—¿Está ella bien? —preguntó la mujer desde detrás de su escritorio.

Le di una sonrisa y guiñé un ojo.

—Está bien. A ella solo le gusta cuando la llevo.

La mujer suspiró.

—Bueno, ciertamente puedo ver por qué.

Rimmel hizo un sonido ahogado mientras caminaba a través del edificio.

—Mi vida se está cayendo a pedazos, y las mujeres mayores están


coqueteándote.

—Lo siento, nena. Trataré de ser menos irresistible.

Bufó y limpió su nariz en mi camisa.

Afuera, cambié su peso a un brazo y abrí la puesta de pasajeros con el otro.


La puse en el asiento y su bolsa de libros en la parte trasera.

—No quiero ir al dormitorio. No ahora mismo.


—Mi casa —le dije.

Asintió y apoyó su cabeza en contra del asiento.

—Oye —le dije, tomando su mandíbula y girando su cabeza así podría


mirarme—. Esto va a estar bien. Vamos a arreglar esto.

Sus ojos se llenaron de lágrimas, y maldije. Luego de un rápido beso en


sus labios, y corrí y me metí en el asiento del conductor.

Teníamos que arreglar esto.

Si ella perdía su beca, probablemente volvería a Florida.

Toda su vida estaría destrozada.

Y también lo estaría la mía.


#NotaAMíMisma
No COMPRES ensayos en línea
#TareaDeContrabando
#HacerTrampaEsDifícilEstosDías
… Alpha Buzzfeed

Traducido por Genevieve


Corregido por Flochi

Rimmel
Expulsada.

Plagio.

Trampa.

Despojada de la beca.

Éstas eran las palabras que circulaban por mi mente. Estaba


conmocionada, confundida y avergonzada.

¿Cómo podría alguien pensar que yo haría trampa?

¿Cómo podría casi todo mi ensayo ser encontrado en línea?

¿Qué iba a hacer si me expulsaban de la escuela?

Las preguntas fueron implacables. La duda que nublaba todo casi me


cegaba.

Un momento, estaba emocionada por la clase, sentada allí con anticipación


por una buena nota que era bien merecida. Planeaba lo que comería en el
almuerzo con mis amigos en el patio de comidas.

Y al instante siguiente, todo fue destruido.

—Rim —dijo Romeo a mi lado. Su voz sonó a miles de kilómetros de


distancia. Parpadeé y me di cuenta que estábamos en su casa. Salí al frío,
ignorando los varios centímetros de nieve que cubrían el suelo.
Caminé más allá de la piscina ahora cubierta y ni pestañeé.

Dentro de la casa, me quité las botas y colgué mi abrigo junto a la puerta.


Romeo hizo lo mismo, añadiendo mi mochila junto a los zapatos.

Entré en la sala, sin rumbo, sin saber realmente qué hacer conmigo.

El sonido familiar de un ronroneo y la sensación de piel caliente frotando


mi pierna me robaron la atención, y miré hacia abajo para ver a Murphy entrando
y saliendo de mis piernas. Solté un sollozo, uno que ni siquiera me había dado
cuenta que estuve conteniendo, cogí al gato y lo abracé contra mi pecho.

Había tantas implicaciones de lo que acababa de suceder que apenas podía


distinguir mis pensamientos.

—¿Qué diablos pasó hoy? —preguntó Romeo gentilmente a mi lado.

Me dejé caer en el sofá, todavía sosteniendo a Murphy.

—No tengo idea. Solo me acusaron, de la nada.

—Mi papá resolverá esto —dijo, sonando tan seguro.

No me sentía nada segura.

—Esto podría arruinar toda mi carrera —le dije—. Antes de que empiece.

Él comenzó a sacudir la cabeza, a decir algo para tratar de hacerme sentir


mejor. Pero lo detuve.

—Incluso si prueban que no fui yo, la nube de deshonestidad me seguirá.


Se suponía que debía comenzar a aplicar a las escuelas veterinarias este otoño.
¿Sabes lo competitivo que es entrar en esas? Miran todo, y todo el mundo tiene
una lista de logros. Ahora seré la chica que podría haber plagiado.

—Rim…

—No —dije bruscamente—. Este era mi sueño. Es mi sueño. Y se me está


deslizando entre los dedos.

Se pasó una mano por la cara y me miró como si no supiera qué decir.

—¿Cómo se supone que debo quedarme sentada y esperar que una


habitación llena de hombres decidan mi futuro?

—No vamos a quedarnos sentados —dijo, su rostro una máscara de


determinación.
—Entonces, ¿qué vamos a hacer?

—Vamos a resolver esto.

Murphy saltó de mi regazo, y giré mi cuerpo para que enfrentar a Romeo.

—Ni siquiera me lo preguntaste.

Su cabeza se inclinó hacia un lado.

—¿Preguntar qué?

—Si lo hice. Ni siquiera me has preguntado si es verdad.

—Eso es porque sé que no lo hiciste. No hay manera en el infierno.

Emoción tan fuerte y rápida apretó mi pecho. Tenía fe en mí, y significaba


tanto.

—Gracias por venir cuando llamé hoy.

—Cariño, ¿no sabes ya que siempre que me necesites, voy a ir?

De repente, no todo parecía tan increíblemente terrible. Sí, todavía estaba


dolorosamente mal y todavía quería gritar, pero ya no sentía que mi mundo
entero había terminado.

Todavía tenía a Romeo.

—Me dijo que te llamara, ¿sabes?

—¿Quién? —preguntó Romeo, entrecerrando los ojos.

—El decano.

Él asintió.

—Tiene sentido. No cree que hicieras esto tampoco.

—Pero me suspendió. Está hablando de expulsarme.

—Tiene que hacerlo, Rim. Igual que cuando tuvo que revisarme y a mi
auto. Está atado por la política y las reglas. —Entrelazó sus dedos con los míos y
apretó—. Es una buena señal que quisiera que llamaras. Él sabe que si alguien
puede sacarte de esto, es mi papá.

—Sólo desearía saber qué pasó —dije y apoyé mi cabeza en el sofá.

—Oye —dijo Romeo y se acercó—. ¿Qué es esto?


—¿Qué?

—Soy la única almohada que necesitas. —Se estiró en el sofá y me llevó a


sus piernas para estar apoyada en él. Me giré y puse mi mejilla en su pecho, y me
envolvió en sus brazos.

Me sentía segura aquí con él. Sus brazos eran mi zona segura. Eran lo más
seguro de mi vida.

—¿Romeo? —susurré, sin querer decirlo, pero incapaz de guardármelo.

—¿Hmm?

—¿Crees que es posible que Zach tuviera algo que ver con esto?

—Sí. —Su voz contenía una nota dura, y me estremecí. Romeo era un chico
tranquilo, pero Zach lo presionaba demasiado.

—Pero, ¿cómo?

—No lo sé. Pero si tu ensayo terminó en algún sitio para que la gente
compre antes de que lo presentaras, entonces alguien tuvo que haberlo tomado y
publicado allí. —Tenía sentido. Era la única manera en que podía haber ocurrido.

—Nunca trabajé en mi ensayo en ninguna computadora que no fuera la


mía. Excepto una noche aquí contigo.

—¿Alguien ha tenido acceso a tu computadora últimamente? ¿La


prestaste?

—No, y ha estado tan lenta que nadie querría usarla de todos modos.
Realmente pensé que duraría más de un año y medio.

—Mantienes tu computadora en tu dormitorio, ¿verdad? ¿Quién tiene


acceso a la habitación además de Ivy?

—Nadie —respondí—. Ivy no hizo esto. —Sentí que tenía que señalarlo.

—Quizá alguien se haya metido en su habitación cuando ambas salieron


una noche.

—Entonces tendría que ser una chica. Alguien que vive en mi dormitorio.
Son los únicos con acceso —le dije sin convicción porque simplemente no parecía
correcto. Sí, había chicas que estaban celosas de mi relación con Romeo, ¿pero ir
tan lejos como para robar algo y tratar de sacarme de la escuela?

Eso era extremo.


—No necesariamente —dijo Romeo, su voz dura.

—¿Qué quieres decir? —Levanté la cabeza y miré.

—Cualquiera puede tener acceso al edificio si lo dejan entrar. Me dejan


entrar a mí y a B todo el tiempo.

—Pero tú eres tú. —Señalé.

Él se rio entre dientes.

—Pero no soy el único chico en el campus. —Pero entonces su voz se


endureció y su brazo volvió a mi alrededor, más apretado que antes—. Y
claramente hay alguien en ese dormitorio sin estándares o Zach no habría podido
entrar en el edificio para acecharte en la ducha.

Y entonces me acordé.

Me quedé sin aliento y me puse de pie. Me volví, sentada entre sus piernas,
y lo miré con los ojos muy abiertos.

—Él no estuvo solamente en el baño ese día —solté. Los recuerdos de


aquella mañana regresaron.

Ivy en la cama. La ropa de Ivy por todas partes. Ivy borracha y luego más
tarde su avergonzada confesión.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Romeo.

—Estaba en mi habitación. Allí pasó la noche.

—¿Qué?

—Ivy fue a la fiesta de pre-juego en la casa de Omega. Se puso realmente


borracha.

—¿Estás diciendo que trajo a Zach a tu habitación y lo folló?

—Bueno, no lo iba a decir así.

Romeo dejó escapar una serie de palabrotas y se bajó del sofá para pasear
por la habitación.

—Ese tipo no tiene moral alguna. Probablemente la emborrachó para


poder aprovecharse de ella.

—Estaba realmente avergonzada y no quería decírmelo.


—Esa chica —murmuró—. Necesita seriamente mantener las piernas
cerradas.

—¡Romeo! —jadeé.

Se encogió de hombros.

—Es la verdad. Si no hubiera estado tan dispuesta a follarlo, no habría


tenido acceso a tu habitación. Al baño esa mañana. A tu computadora…

—Es mi amiga —dije con firmeza—. No puedes decir cosas…

—Olvídate de Ivy. —Él me cortó—. ¿Dónde está tu portátil?

Parpadeé.

—En el dormitorio.

—Tenemos que ir a buscarlo.

—¿Por qué?

—Porque podría haber dejado algún tipo de rastro en el disco duro.

Suspiré. Eso parecía improbable.

—Incluso si hubiera husmeado en mi portátil esa noche, mi ensayo no


estaba terminado entonces. Lo empecé, pero no lo terminé.

—¿Y? —No pareció entender lo que decía.

—Y… más del noventa por ciento del ensayo se encontró en sitios en línea.
Quienquiera que lo hizo tuvo que haberlo tomado una vez que casi terminé de
escribirlo.

—Necesitamos tu computadora —dijo de nuevo, tan ansioso como antes—


. Tal vez de alguna manera lo hackeó y dejó una especie de puerta abierta que le
permitió acceder a él desde un lugar diferente.

—¿Eso es posible? —pregunté en voz alta.

—Estoy seguro que vamos a averiguarlo. —Salió de la habitación y oí el


crujido de su abrigo y el tintineo de las llaves del auto.

Corrí detrás de él, tratando de no despertar mis esperanzas.

Esta era una posibilidad remota.

Pero era la única oportunidad que tenía.


Las rosas son rojas, las violetas azules Hay romance en el aire esta noche, pero también
huelo a problemas.
… Alpha Buuzfeed

Traducido por Beatrix85


Corregido por Nanis

Romeo
Tenía las manos atadas.

Mi padre literalmente me prohibió acercarme a Zach.

Francamente, pensé que era ridículo para nosotros sentarnos y esperar…


y esperar un poco más, cuando podría ir a encontrarlo y sacarle la verdad a
golpes en cuestión de segundos.

Problema resuelto.

Nadie más parecía estar de acuerdo con mi lógica.

Excepto Braeden.

Pero mi padre también le prohibió.

Y sí, podría haber ido y hecho eso de todos modos. Mis manos casi
temblaban con el deseo cada segundo de cada día que pasaba. Pero no lo hice.

Supongo que, en el fondo de toda mi ira, un pedazo de mí estaba de


acuerdo con mi padre.

Mierda. Me estaba convirtiendo en un adulto.

Por mucho que quisiera matar a Zach, hacerlo sería peor. Le daría a él y a
su padre una razón para demandarnos. Haría que Rimmel parezca más culpable
de lo que ya lo hizo, y me jodería mis posibilidades con la NFL.

La NFL con la que acababa de firmar.

Ahora era un jugador de fútbol profesional, un agente libre que estaba


siendo perseguido por dos equipos principales. Era sólo cuestión de tiempo antes
de ser reclutado, antes de que me dieran la oportunidad de probarme en el
campo.

Mi padre todavía estaba en negociaciones. Hubo reuniones. Había


entrenamiento. Había mucho que hacer.

Y ni siquiera estaba excitado.

¿Cómo podía estar entusiasmado con mi sueño cuando la vida de Rimmel


estaba siendo destrozada?

Fuimos y conseguimos su computadora portátil y la comprobé. No vi


nada, pero eso no significaba que algo no estuviera allí. Yo no era un friki de la
computadora. Pero funcionaba lento, y yo estaba tomando eso como una señal
de que algo estaba mal.

Iba a dárselo a uno de los chicos que conocía en el campus para que lo
repasara, pero mi padre no quería que fuera nadie relacionado con Alpha U. En
cambio, llamó para pedir un favor a un tipo quien hacía mierdas como esas en
casos de alto perfil en todo el país.

La computadora le fue entregada, y estábamos sentados esperando que se


sacara el pulgar del culo y encontrara algo.

De acuerdo, no estaba sentado con el pulgar en el culo.

Estaba trabajando en un caso de asesinato de alto perfil, pero, aun así.


Rimmel era más importante para mí. Y verla esperar era como sacarme las
pestañas una a la vez con un par de pinzas.

Estaba todavía en período de prueba, básicamente detención en el campus


con permiso para estar en mi casa (bajo el supuesto de que estaba pasando todo
el tiempo trabajando con mi padre, su abogado). No podía ir a clases, y el rumor
volaba.

En este punto, el JefedelChisme podría también renombrar a la aplicación


Alpha como Reality Show de Romeo & Rimmel. Pensé en cazar a ese tipo y golpearlo
en la cara también.

La encontré con los ojos rojos y piel manchada demasiadas veces para
ignorar que esto la estaba matando.

Al tercer día de espera, entré en la oficina del decano y le pedí que le


permitiera continuar su trabajo voluntario en el refugio. No soportaba verla tan
inquieta y perdida. Mi madre incluso envió toda una pila de papeleo y recibos
para probar el trabajo que Rimmel estaba haciendo para reunir una gran
recaudación de fondos en la comunidad para ayudar.

Él estuvo de acuerdo, como sabía que lo haría.

Parecía arrepentido y hasta culpable de que esto estuviera ocurriendo.


Pero como me recordó al salir de la oficina, no tenía otra opción.

Y luego nos deseó suerte en refutar las acusaciones de plagio.

Pensé que ser capaz de volver al lugar que ella amaba ayudaría a sacar a
Rimmel de su indiferencia. No lo hizo.

En todo caso, se alejó más de mí y se escondió en el refugio con sus amados


animales.

Una semana después de que ella fue suspendida de las clases y


básicamente empujada al limbo, tuve suficiente. Ir a las clases, el entrenamiento
(aún más difícil de lo habitual para resolver la frustración), las llamadas de
campo, y las reuniones con la NFL, básicamente vivir mi vida me estaba
cansando.

Tenía todo lo que quería, pero no significaba nada.

La miseria de Rimmel ensombrecía todo. No podría ser feliz a menos que


ella lo fuera.

Mi teléfono sonó cuando caminaba por la puerta de una sesión de


entrenamiento de dos horas.

—¿Papá? —le contesté al ver que era él.

—Quería que tú y Rimmel sepan que mi contacto comenzará a registrar el


portátil esta noche. Debería tener algunas respuestas mañana o al día siguiente.

—Haciendo perder el tiempo —murmuré.

—Ha sido una semana larga —admitió papá—. Va a encontrar algo, y


cuando lo haga, tendré todas las acusaciones eliminadas y borradas de su archivo
para que esto no pueda seguirla hasta el próximo año.

—¿Y qué hay de Zach? —pregunté, con fuerza.

Suspiró.

—Nos ocuparemos de Zach.

Me ericé y mi padre gruñó.


—Sólo mantente fuera de problemas, hijo. Eres un agente libre con la NFL.
No puedes permitirte ninguna mala prensa, arrestos, nada. No ayudarás a
Rimmel arruinando tu vida.

—Mira, papá, tengo que irme.

—¿Le dirás a Rimmel?

—Sí, iré ahora mismo.

—En todo caso la traes. Tu madre está preocupada por ella. Puede que se
sienta mejor si la ve.

—Sí, está bien. —Estuve de acuerdo, luego colgué.

Mi madre le había tomado afecto a mi novia. Se contuvo para no


abrumarla (según mi petición), pero sabía que era sólo cuestión de tiempo antes
de que mi mamá fuera todo maternal con ella y no podría reprimirla.

Realmente, pensé que sería bueno para Rim. No tenía madre, y mi madre
siempre quiso más de un hijo. Pero no iba a presionar eso. Rimmel tenía que
tomar sus propias decisiones sobre su relación con mamá.

Si decidía que no podía estar cerca de ella, entonces eso sería todo. De
cualquier manera, iba a apoyarla.

Miré el reloj y supe que Rimmel todavía estaba en el refugio, así que decidí
tomar una ducha rápida y cambiarme antes de conducir a la residencia. En el
camino, pasaría por el refugio y la recogería.

Sólo que no estaba en el refugio.

Michelle pareció confundida cuando entré a recogerla.

—¿Rim está en la parte de atrás? —le pregunté.

—Se fue. Pensé que sabías… —dijo torpemente.

—No. Estoy aquí para recogerla.

—Bueno, me dijo que te envió un mensaje y luego se fue unos minutos


más tarde. —Michelle frunció el ceño.

No quería hacerla sentir mal. Claramente, ya se sentía algo culpable.

—No te preocupes. —Le sonreí y ella se relajó—. Probablemente caminó


de regreso al campus. —El pensamiento me dio un sarpullido—. A ella le gusta
caminar. —Pero nunca la dejé. Porque era peligroso.
La irritación se estrelló contra mí. La distancia entre nosotros había
terminado. Iba a encontrarla y arreglar esto porque no podía soportarlo más.

—Voy a correr por el dormitorio y verla. Gracias —grité y luego me fui sin
esperar una respuesta. Me apresuré a ir a mi auto y me dirigí al campus,
buscándola mientras conducía.

Ella no estaba en ninguna parte en la que pudiera ser vista, y yo estaba


parcialmente contento. Ya estaba oscuro afuera, y esperaba que, si hubiera
caminado, lo hubiera hecho antes de que el sol se metiera.

Una de las chicas que entraban en el dormitorio me dejó entrar, subí los
escalones y llamé a la puerta. Podía oír la música que tocaba dentro, y la
imaginaba sentada en su cama, cantando en voz baja.

Ivy abrió la puerta y sus ojos se abrieron.

—Romeo.

—Hola —dije sin mi sonrisa habitual. No pude evitarlo. Todavía estaba un


poco enojado con ella por haber dejado a Zach meterse en sus pantalones.

—¿Qué haces aquí? —Parecía confundida.

¿Para qué demonios estaría aquí?

—Uh, para ver a mi novia.

—Pero salió contigo. —Entonces su boca se abrió—. Bueno, al menos eso


es lo que dijo.

—Explícate —gruñí.

Ivy abrió la puerta hasta el final y me hizo un gesto con la mano. Cruzó la
habitación y señaló un ramo de rosas rojas sobre la mesa junto a la cama de
Rimmel.

—Le enviaste esto… —dijo como si fuera obvio—. Le pediste encontrarte.


—Ivy levantó un pequeño sobre blanco que había sido apoyado contra el jarrón.

Yo era un idiota por dos razones:

1.) No envié estas flores.

2.) Probablemente debería haberlo hecho.


Saqué la pequeña tarjeta blanca del sobre para leer el mensaje que era
“mío”.

Encuéntrame en el campo a las 8:00 —R

Miré a Ivy.

—No he enviado esto.

Sus ojos se agrandaron.

—Entonces, ¿quién lo hizo?

Dejé salir una maldición.

—¿Ella fue aquí? —dije, señalando la tarjeta.

Ivy asintió.

—Estaba sorprendida pero feliz. Pensó que te iba a encontrar.

Pánico, agudo y penetrante, me llenó. Aplasté la tarjeta en mi mano y salí


corriendo de la habitación.

Alguien le envió una nota a Rimmel, fingiendo ser yo.

Alguien que obviamente quería que estuviera sola.

Y ahora lo estaba.
#LosQueOdianVanAOdiar
…..Alpha BuzzFeed

Traducido por Florff


Corregido por Lu-017

Rimmel
Todo el trabajo estaba hecho. Había pasado muchísimo tiempo aquí los
últimos días que no había nada más que frotar, organizar o alimentar.

El refugio nunca había tenido mejor aspecto, pero yo… era un lío.

Echaba de menos a Romeo, la cercanía que compartíamos normalmente.


Incluso cuando habíamos superado brechas de tiempo entre nosotros, me sentía
más cercana a él. Pero últimamente había sido amortiguado. Había sido difícil de
tragar.

Y sabía que era culpa mía.

Necesitaba dejar de ocultarme y parar de empujar lejos a todo el mundo.

—Ya que todo está hecho, creo que me iré temprano— le dije a Michelle.

—¡Por supuesto! —dijo ella—. Este lugar está impecable.

—Genial. ¡Gracias!

—¿Necesitas que te lleve al campus?

—Oh, no, le mandé un mensaje a Romeo —mentí.

La verdad es que quería caminar. Quería aclarar mi cabeza y organizar mis


pensamientos. Necesitaba guardar algunos de mis sentimientos y alejarlos para
así poder estar allí para Romeo. Apenas sabía lo que estaba pasando en su vida
porque había estado demasiado enfocada en la caída y ruina de la mía.

Michelle sonrió y me gritó adiós antes de regresar a su oficina. Estaba


aliviada de no tener que quedarme allí parada pretendiendo que esperaba, así
que salí corriendo al frío y empecé a ir hacia el campus.
Había nieve al lado del camino, así que caminé con cuidado y mantuve mi
cabeza baja contra el viento.

El paseo fue bueno para mí y disfruté de estar afuera al aire libre. Incluso
si hacía un frío helado. Cuando regresé a los dormitorios, ignoré las miradas de
algunas de las chicas y me dediqué a mis asuntos. Tomé una ducha y después
pasé más tiempo de lo que me gustaba secándome por completo el cabello.

No me había estado esforzando con mi apariencia últimamente, y ya que


planeaba llamar a Romeo más tarde, decidí hacer un esfuerzo por parecer bonita.

Una vez que mi cabello estuvo cepillado y cayendo sobre mis hombros,
me vestí con unos vaqueros claros ajustados, unas botas marrones y un suéter
blanco con parches dorados en los codos.

Ivy volvió de una clase y me dio un vistazo.

—Guau, ¿qué celebramos?

Me encogí de hombros.

—Tan solo estoy cansada de estar deprimida.

Ella asintió con un ceño fruncido.

—Aún me siento terrible… —empezó, pero levanté una mano.

—Deja de disculparte. No podías haber sabido detrás de lo que estaba


Zach la noche que lo trajiste aquí.

Saltó a su cama.

—¿Se sabe algo del tipo de la computadora? ¿Y del padre de Romeo?

—No —dije de forma taciturna. Habiendo pasado una semana y sin una
nueva prueba a mi favor, estaba empezando a pensar que no iba a haber ninguna.

—¡Ugh! —gritó Ivy—. ¡No puedo creer que te haría esto!

—Bueno, técnicamente, no sabemos si fue él —admití.

Ivy hizo un sonido grosero.

—Sí, lo sabemos.

Hubo un golpe firme en la puerta. Ivy y yo compartimos una mirada.

—¿Estás esperando a alguien? —pregunté.


Sacudió la cabeza.

—¿Tú?

Me encogí, preocupada de repente porque fueran más malas noticias.

—No.

Saltó de la cama y echó su largo cabello por encima de su hombro. Abrió


la puerta solo lo suficiente para asomar la cabeza.

—Rimmel Hudson —dijo un hombre al otro lado de la puerta, y me quedé


rígida.

Oí su exclamación de entusiasmo.

—¡Gracias! —gritó, después regresó a la habitación, cerrando la puerta de


un golpe con el pie.

—¡Mira! —chilló.

Le di una mirada y jadeé. Estaba cargando un enorme ramo de rosas rojas.


Era tan grande que ni siquiera podía ver su cabeza detrás de las flores.

—Es precioso —susurré, contemplando los pétalos sedosos, el rojo


brillante, y la manera en que arqueaban con gracia en el gran florero.

Nunca nadie me había enviado flores antes.

—¡Lee la tarjeta! —exclamó Ivy mientras las colocaba en la mesa cercana a


mi cama—. A pesar de que ya sabemos quien las envía.

Sonreí y saqué la tarjeta de un pequeño porta tarjetas que estaba en medio


del ramo. Me reí y lo presioné contra mi pecho.

—Quiere encontrarse conmigo. Esta noche.

Ivy pretendió desmayarse mientras yo permanecía allí de pie con una


sonrisa idiota en la cara. Supuse que Romeo ya había tenido bastante de distancia
entre nosotros también.

—¿Qué crees que ha planeado? —preguntó Ivy.

—No lo sé —le respondí, colocando gentilmente la tarjeta en el jarrón. Me


incliné para oler las flores—. Ni siquiera me importa de verdad —musité.

Ivy suspiró.
—Él es casi el tipo perfecto.

Eché un vistazo al reloj. Tenía una hora antes de encontrarme con él. Pensé
en mandarle un mensaje de texto y decirle cuánto había adorado las flores, pero
decidí esperar. Quería decírselo en persona.

Ivy empezó a jugar con mi cabello y terminar de pasarle la plancha para


que así estuviese liso sobre mis hombros. Y empezó a hablar una y otra vez del
romance, pero apenas la escuché. Estaba demasiado ocupada pensando en
Romeo.

Cuando eran cerca de las ocho, me puse mi abrigo y metí el teléfono en el


bolsillo.

—No me esperes despierta— le dije a Ivy.

Se rio y me hizo prometerle que le contaría todos los detalles más tarde.

No estaba enteramente segura de a qué campo ir, pero decidí que el campo
cubierto sería probablemente el que quería decir. Sabía cuánto me molestaba el
frío, así que tenía sentido que nos encontrásemos en el interior.

No era un paseo corto, pero para el momento en que llegué allí, mis pies y
mis dedos estaban insensibles. No vi su auto en ningún sitio afuera y esperé que
eso no quisiese decir que me había equivocado de campo. Pero decidí entrar de
cualquier modo. Podría haber estacionado en el otro lado donde yo no podía ver
su auto.

Entré, era algo así como un nivel inferior, aunque era en el suelo, porque
los asientos del estadio se levantaban sobre él, creando este espacio vacío debajo
donde los fans podían comprar las entradas para los juegos de prácticas. Había
también baños aquí abajo y un puesto de comida, que obviamente estaba cerrado.

Mientras caminaba, mis pasos hacían eco en el cemento y el más ligero


indicio de miedo me recorrió la espina dorsal. Alejé el escalofrío y continué,
preguntándome qué clase de sorpresa había planeado Romeo.

Subí las escaleras dirigiéndome al campo y los bancos.

—¿Romeo? —grité, pensando que estaba bastante calmado y oscuro aquí


para alguien que había planeado algo.

No respondió, pero sí que oí un sonido. El sonido de pies arrastrándose


arriba.
Me detuve, pero después continué el resto del camino, pensando que
debería de ser Romeo.

—Tengo las flores —grité—. Son muy hermosas.

Cuando alcancé la cima de las escaleras, atravesé la habitación hacia la


valla para mirar desde arriba al campo.

Estaba muy oscuro aquí. Había solo la luz suficiente para que yo percibiese
por donde iba.

Claramente, era el campo equivocado.

No queriendo ni imaginarme el camino al otro campo, saqué mi teléfono


celular para llamar a Romeo. Tan solo le pediría que viniese a recogerme. Estaba
demasiado frío para caminar.

Una luz se encendió de golpe y salté hacia atrás y levanté mi brazo para
protegerme los ojos. Era tan brillante e intensa que mis ojos se humedecieron
incluso mientras los protegía.

—¿Hola? —grité—. ¿Romeo? —Alguien detrás de mí se rio. Alguien que


estaba más alto en las escaleras.

Romeo no se reía así.

El foco que me había cegado osciló por el gran espacio, haciéndome


marear antes de colocarse sobre su objetivo.

—Llegas tarde —dijo una voz.

Jadeé y levanté la mirada.

Conocía esa voz.

Estaba iluminado por la luz, de pie en uno de los bancos, y mirando


fijamente hacia mí con una sonrisa engreída.

—Zach —dije, confundida—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Esperándote —respondió como si fuese obvio.

El miedo me golpeó y me precipité hacia los escalones. Dos figuras se


materializaron en la oscuridad de las escaleras y me apuraron. El teléfono celular
me fue arrancado de la mano, y oí como se rompía cuando era arrojado contra el
suelo de hormigón.

Grité.
Un par de brazos implacables me rodearon por la cintura, e incluso
aunque grité y golpeé, me mantuvieron cautiva.

—Tráiganla —ordenó Zach.

Fui arrastrada por las órdenes de un hombre que de verdad había perdido
por completo la cabeza.
#EstáTanFrío
Acabo de ver a un adolescente con los pantalones levantados
#LaRajaDelCuloTambiénSeEnfría #PermanezcanAbrigados
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Florff y Genevieve


Corregido por LarochzCR

Romeo
Treinta minutos.

Ese era el tiempo que Rimmel llevaba con el tipo que pretendía ser yo.

Estaba seguro que esa persona estaba ya allí.

La llamé por teléfono un millón de veces mientras cruzaba el campus hacia


la puerta interior del campo de fútbol y le rezaba a Dios que tuviese el lugar
correcto.

Ella no está respondiendo.

Había estado sola con él durante treinta minutos.

Ella no está respondiendo.

Que se joda mi futuro.

Iba a matarlo.

Debería haberlo eliminado hace tiempo. Esto era todo por mi culpa. Si lo
hubiese hecho, entonces ella no estaría en peligro y yo no estaría al borde de un
ataque de nervios.

El estacionamiento estaba vacío, pero sabía que eso no significaba nada.


Corrí todo el camino a la entrada y frené de golpe. Dejé el Hellcat allí tirado,
guardé las llaves y me apuré hacia la puerta.

—¡Rimmel! —rugí, entré corriendo y subí las escaleras—. ¡Rimmel!




Había una sola luz radiante brillando en el campo. Señalaba hacia el final,
a uno de los postes del tiro de campo. Mis ojos siguieron la luz mientras el sonido
de gritos sofocados hacía eco por el estadio.

Santa.

Mierda.

Todo mi cuerpo se congeló. Era como si tuviese un ataque al corazón, todo


en mí dejó de funcionar. El horror de lo que estaba viendo me tenía
completamente anonadado.

Rimmel estaba en el centro del foco. Sus brazos y piernas estaban atados y
había algo amordazando su boca así que no podía hablar.

Pero esa no era la peor parte.

La peor parte era su localización.

Estaba colgando del poste de gol.

Una gruesa soga la envolvía por la mitad y ella estaba colgada como una
especie de piñata humana.

Nunca había conocido esta rabia antes. Nunca había sabido de esta clase
de terror.

Era de la clase que me volvía instantáneamente mudo, casi como si mi


cerebro tan solo no pudiese comprender la clase de mierda que estaba viendo. La
adrenalina atravesó mi sistema, haciéndome sentir nervioso, y mi estómago se
anudó con tanta fuerza que tuve que tragar las arcadas que subían por mi
garganta.

Estaba mirando en mi dirección. No estaba seguro si podía verme, pero


tuvo que haberme oído gritar su nombre. Incluso desde la distancia que nos
separaba, podía ver sus mejillas manchadas de lágrimas y el miedo en sus ojos.

Sus gafas no estaban.

Estaba chillando y gritando, pero lo que sea que había contra su boca hacía
que no pudiese oír nada.

—Estoy aquí, nena —grite—. Voy a bajarte.

Me preparé para saltar por encima de la valla y bajar al campo, pero un


movimiento bajo ella me detuvo.
—Ya era hora que aparecieses —dijo Zach, dando un paso más cerca de
donde ella colgaba. Estaba arrastrando algo detrás de él, y mis ojos se
estrecharon.

—Deja de ser un jodido maricón, Zach. Si tienes algún problema conmigo,


entonces sé un hombre y ven aquí. No acoses a mujeres indefensas —le grité.

—Pero verte a ti correr en su defensa es recompensa suficiente —


canturreó.

¿Qué demonios? Este tipo estaba seriamente mal de la cabeza. Necesitaba


una celda acolchada y pastillas. Ya mismo.

—Me pregunto —gritó Zack mientras yo saltaba la valla y aterrizaba en el


campo—. ¿Cuánto tarda la hipotermia en establecerse?


¿Qué demonios? Empecé a ir hacia ellos.

—¿O es posible que alguien se ahogue sin estar sumergido en agua?

Rimmel empezó a gritar, sus gritos amortiguados y llenos de pánico, su


cuerpo empezó a bambolearse de un lado a otro.

Zack levantó lo que tenía entre las manos.

Rimmel gritó más.

Yo estaba en la otra esquina al final del campo y empecé a correr.

—No lo hagas — chillé.

Zack se rio.

Entonces sostuvo la manguera que el equipo de mantenimiento usaba y la


apuntó a Rimmel.

—¡No! —rugí y empujé mi cuerpo tan duro como aguantase. Cubrí la


distancia del campo rápidamente, pero no iba lo bastante rápido.

El agua salió disparada de la boquilla y golpeó a Rimmel. Su cuerpo se


retorció como si fuese disparada mientras el agua empapaba su cuerpo entero.

Zach se rio y rio. Sonaba como un maníaco mientras agitaba la manguera


de un lado a otro por todas partes, asegurándose de rociar cada centímetro de su
cuerpo.

Mientras me acercaba, la oí luchar. Vi el agua corriendo por su cara.


Enfadado ni siquiera empezaba a describir como me sentía.

Me flexioné hacia abajo y embestí a Zach desde atrás. Había estado tan
ensimismado en torturar a Rimmel que ni siquiera se dio cuenta que había
llegado.

Lo arrojé al suelo y dejó caer la manguera. Me senté, sujetándolo contra el


suelo con mi peso, y empecé a pegarle puñetazos tan fuertes como pude. Estaba
tan enfadado que ni apuntaba. Tan solo le daba golpes en cualquier parte . Sus
gemidos y el sonido de huesos rotos eran los sonidos más satisfactorios que
hubiese oído alguna vez.

—Continua… golpe… ando. —Rio entre golpes. Sus dientes estaban


bordeados de sangre—. Ella se… va… a congelar.

Le golpeé otra vez y su cabeza se sacudió hacia un lado, y no se movió. Me


alejé de él y levanté la vista a Rimmel colgando del poste, amarrada con una soga,
y goteando agua. Ya estaba temblando.

—Voy a bajarte, nena. Aguanta —dije.

Desde los laterales, dos tipos observaban el desarrollo de la escena como


si estuviesen atónitos.

—¿Qué demonios pensaban que iba a suceder cuando ayudaron a este


imbécil a secuestrar a una mujer? —grité—. ¡Encuentren algo para bajarla!


Se apresuraron a entrar en acción, y calibré la distancia de la que ella estaba


colgando sobre mí. No iba a ser capaz de saltar para alcanzarla. ¿Cómo demonios
habían sido capaces siquiera de subirla hasta allí?


Sentí la mirada de Rimmel mientras me movía alrededor por debajo de


ella, buscando alrededor por algo que pudiese usar para conseguir bajarla. Sus
ojos estaban pegados a los míos como si estuviese aferrándose a mi imagen.

Me detuve y miré hacia arriba.

—No me voy a ningún sitio. Todo está bien ahora.

Más lágrimas cayeron de sus ojos, y por primera vez, me di cuenta del
moretón en un lado de su cara.

La golpeó.

Él. Jodidamente. La. Golpeó.


Impaciente y sin deseos de aventurarme demasiado lejos para buscar una
escalera, tomé un impulso de carrera y brinqué hacia arriba por el poste. Salté tan
alto como pude y me envolví alrededor. Al ser alto, conseguí hacer una buena
distancia.

El tiro de campo tenía la forma de una U gigante sobre un palo. Usando


mis brazos y piernas, contoneé mi cuerpo hasta que llegué a la parte
superior. Rimmel observó mientras me balanceaba al final de la parte en forma
de U a la que estaba atada. Estaba lo suficientemente lejos para tener que montar
a horcajadas el poste e ir hacia ella.

Cuanto más me acercaba, el poste se volvía más resbaladizo. Todo estaba


empapado. Su cabello estaba cubierto de mechones húmedos colgando de su
rostro, su piel estaba pálida y sus labios azules.

Tomé una firme respiración al llegar al lugar en que se encontraba


atada. El peso de su cuerpo empapado la llevaba hacia abajo, y supe que la cuerda
atada a su alrededor estaba cortándole la piel. Tenía que doler.

—Voy a levantarte, ¿de acuerdo? —dije.

Asintió. Cerré mis muslos alrededor del poste y envolví lo que pude de la
cuerda colgada alrededor de uno de mis brazos. Entonces empecé a tirar de
ella. No era pesada, pero yo estaba colgando de un poste y su peso se encontraba
debajo de mí, por lo que era incómodo. Pero me negué a renunciar. Seguí tirando,
mi bíceps y mi hombro temblaban por el esfuerzo.

Un pequeño sonido de dolor salió desde debajo de mí, y me atravesó por


completo. Ignorando cuanto me ardía el brazo y la forma en que la cuerda me
cortaba la piel, di un último tirón. Pude envolver mi otro brazo alrededor de ella
y colocarla entre mis piernas.

Me hundí de alivio mientras ella intentaba no colapsar contra mí. Estaba


rígida y sostuve tanto de su peso como pude. La admiraba porque sabía que tenía
que estar sufriendo.

Tenía lo que parecía una vieja camiseta en su boca y atada en la parte


posterior de su cabeza. La desaté y tiré la tela.

Tomó una respiración agónica y tosió.

—Romeo —dijo, con voz ronca y débil.

—Shh —susurré—. Ahora estás bien.


Uno de los perdedores apareció en la parte inferior, y sostenía un par de
tijeras grandes de jardinería.

—Arrójalas —le grité. Aparté el brazo de Rimmel y abrí la mano—. Aquí.

El tipo dudó, e hice un sonido impaciente. Se movió, así se encontraba bajo


mi brazo y luego usó ambas manos para arrojar las cosas hacia arriba. Las tomé
en el aire en el primer intento.

—Equilíbrate, ¿de acuerdo? —dije y la empujé lejos de mí para poder


separar sus manos de detrás de su espalda.

La cuerda era gruesa y las tijeras eran lamentables, así que me tomó unos
minutos, pero cuando finalmente estuvo libre, se inclinó hacia delante con un
gemido. La tomé por la cintura y la arrastré.

—No estoy seguro si puedo liberar tus tobillos desde aquí y mantener el
equilibrio —mencioné mientras quitaba la cuerda que la ataba al poste. Cuando
la corté, la pieza restante quedó sobre el poste.

—Sólo quiero bajar —dijo con voz ronca.

—¿Dónde está la escalera? —grité hacia abajo.

Pero el idiota había desaparecido.

Ambos.

Miré hacia donde dejé a Zach tumbado.

También se había ido.

—Solo somos tú y yo —susurré.

—¿Quieres que salte? —preguntó.

—¡No! —contesté rápidamente—. No puedes saltar de aquí. Estás


atada. Eres débil. Te romperías algo.

—No creo que tengamos otra opción.

No estaba seguro de poder bajar por el poste con ella en mi espalda. Sus
brazos eran probablemente demasiado débiles para sujetarme, y necesitaría mis
brazos para bajar. Sus pies estaban atados así que no podrían envolverse
alrededor del poste y deslizarse hacia abajo. Además, estaba temblando tanto
que sus dientes resonaban. No iba a poder hacer mucho.

Esto dependía de mí.


—Espera —dije y la equilibré en el poste. Lo agarró como si fuera una
cuerda salvavidas mientras su cuerpo temblaba. Estaba tan débil y fría que no iba
a poder aguantar mucho tiempo, si es que lo hacía. Me moví para estar a su lado
con mis rodillas dobladas y mis piernas colgando del costado.

—¿Qué estás haciendo? —cuestionó.

—Bajándote.

Coloqué las tijeras debajo de mi brazo y cerré mis piernas alrededor del
poste. Bajé mi mitad superior así estaba colgando boca abajo por mis piernas.

—Es algo bueno que ejercite todo el tiempo —murmuré mientras agarraba
las tijeras y las dejaba caer al suelo.

La sangre se precipitó a mi cabeza e hice una sentadilla parcial y la


agarré. Me miró como si estuviera loco.

—Confía en mí —murmuré.

Asintió y bajó. La agarré por el medio y luego bajé un poco más así estaba
colgando con mis brazos alrededor de ella.

—Envuelve tus brazos alrededor de mi cintura. Agárrate fuerte.

Lo hizo, y básicamente la deslicé por mi cuerpo hasta que mis manos


estuvieron debajo de sus axilas.

—Voy a bajar un poco más. Hasta donde pueda alcanzar. Estás más cerca
del suelo ahora. Te voy a soltar. Trata de aterrizar suavemente. Una vez allí, saca
las tijeras y libera tus tobillos.

—Tengo miedo, Romeo.

—Te tengo —dije con mucha más bravuconería de la que sentía justo
entonces. Su seguridad estaba literalmente en mis manos.

Tomó una respiración temblorosa.

—Estoy lista.

Le solté los brazos y cayó, un pequeño grito de alarma rasgó su garganta,


pero la agarré alrededor de la muñeca antes de que terminara de gritar.

—¿Estás lista? —pregunté. El peso de mi cuerpo empezaba a hacer arder


mis músculos.

—Hazlo —dijo.
La dejé ir y cayó el resto del camino hasta el suelo. Cayó con un golpe y
sus piernas se doblaron debajo de ella.

—Rimmel —grité.

Me miró.

—Estoy bien.

El alivio inundó mi cuerpo.

—¿Qué hay de ti? —gritó.

Comencé a decirle que me deslizaría por el poste, pero el fuerte sonido de


un motor atravesó el estadio.

¿Que…

Mi pensamiento fue cortado cuando uno de los cortacéspedes gigantes que


la gente de mantenimiento utilizaba, se acercó hacia nosotros tan rápido como
podía.

Zach conducía.

Parecía aún más enfermo y retorcido con sangre y magulladuras en toda


la cara.

—¡Rimmel! —grité y estiré mis brazos hacia ella.

No pude alcanzarla, pero fue todo lo que pude hacer.

—¡Corre!

Pero no podía correr. Sus pies seguían atados. Luchó con las tijeras,
cortando la cuerda.

Zach venía rápido.

Pero la rodeó y nuestras miradas se encontraron.

Él vendría por mí.

Empecé a sentarme, pero ya era demasiado tarde. Se puso de pie y la


cortadora se sacudió erráticamente mientras me cogía la mano y seguía
conduciendo. La velocidad y la presión del tirón eran demasiado para mis
músculos, y me sentí deslizarme directamente del poste.

Zach soltó mi mano y siguió adelante, pero el daño ya estaba hecho.


Me preparé para la caída mientras el duro suelo se precipitaba hacia mí.
#Localizado
EL famoso Hellcat visto más de una vez en su camino hacia la sala de emergencias
#¿HéroeCaído? #MásActualizacionesPorVenir
… Alpha Buzz Feed

Traducido por Magnie


Corregido por Lu-017

Rimmel
Todo sucedió tan rápido.

En un momento, Romeo estaba subiendo por el poste de la portería y se


acercaba a mí, y al siguiente golpeaba el suelo, finalmente libre de las cuerdas
que me ataban.

Cuando Zach y sus amigos me agarraron, luché y pateé lo más fuerte que
pude. Hasta que uno de ellos me golpeó lo suficientemente fuerte como para
noquearme.

Cuando desperté, estaba colgando del poste.

El miedo que sentí cuando me di cuenta de dónde estaba no podía


describirse. Me imaginé que se sentiría mucho como estar colgado sobre un
acantilado.

Ni siquiera pude rogar ser puesta en libertad porque mi boca estaba


amordazada y atada.

Ni siquiera podía imaginar que algo así sucedería.

Me dieron rosas.

Esperaba una sorpresa.

Esperaba romance.

Lo que conseguí fue puro horror.


Justo cuando pensé que lo peor había pasado, escuché el acelerar de un
pequeño motor. Romeo seguía colgando boca abajo del poste y yo estaba allí
tumbada. Lo siguiente que supe fue que una loca máquina conducida por Zach
se acercó a nosotros y observé impotente mientras él se paró en la cosa y, a
propósito, agarró a Romeo y lo tiró.

Mientras Zach se alejaba, Romeo hizo literalmente una vuelta en el aire y


luego aterrizó con una dura bofetada en el campo.

Grité su nombre mientras luchaba con las tijeras y finalmente liberé mis
tobillos de la cuerda. Me paré en mis piernas temblorosas que intentaban
rendirse, pero no las iba a dejar. Me acerqué a donde aterrizó, y rodó con un
gruñido.

—Oh, dios mío —grité y caí de rodillas junto a él.

—Estoy bien —dijo y se esforzó por sentarse.

Noté que envolvió una mano alrededor de su cintura.

—¿Dónde estás herido? —pregunte precipitadamente.

No llegó a responder porque Zach había girado el cortacésped y volvía


hacia nosotros.

De verdad. Estábamos siendo atacados con una cortadora de césped.

Si no tuviera tanto miedo, me reiría.

Romeo se apresuró a recoger la manguera. La puso a máxima capacidad y


roció a Zach directamente en la cara. A medida que se acercaba, la presión del
agua se intensificó, él perdió el control y la cosa se desvió chocando contra el
poste cercano.

Romeo sacó su celular de sus pantalones y me lo dio.

—Llama a la policía.

Llamé al 911 cuando Romeo avanzó hacia donde Zach estaba caído en su
asiento. Tan pronto como el operador contestó, empecé a detallar dónde
estábamos y qué sucedió.

Bueno, todo lo que pude. Estaba bastante segura que estaba empezando a
balbucear mientras el shock de la noche empezaba a tener pleno efecto.

Zach estaba inconsciente. Su cara estaba magullada, ensangrentada y


había un corte en su cabeza goteando sangre. Romeo lo agarró por la nuca y sacó
su cuerpo flojo de la cortacésped. En lugar de dejarlo caer, lo sostuvo y le clavó
el puño en la cara una última vez.

—¡Hijo de puta! —espetó y lo dejó caer en un montón.

Él me miró.

—Dile al operador que no vamos a esperar a los policías. Vamos al


hospital.

Retransmití la información y ella trató de convencerme que no lo hiciera.


Pero Romeo tomó el teléfono y presionó el botón de finalizar llamada.

—Vamos. Vámonos.

—Estoy bien —le dije—. No creo que ninguna de mis lesiones sea una
emergencia. Debemos esperar a los policías.

—Tienen que revisarte —dijo brusco—. Y yo también. —Mientras hablaba,


envolvió su brazo izquierdo sobre su cuerpo una vez más y apoyó su mano en su
brazo derecho.

—Romeo —jadeé—. ¿Dónde estás herido?

Hizo una mueca.

—¿Son tus costillas? —le dije, olvidando todo lo que había sucedido y
concentrándome exclusivamente en él.

—No —dijo y se movió. Él me miró, sus ojos sombríos y mezclados con


dolor—. Mi brazo está roto.

Respiré profundamente y lo miré. No estaba sosteniendo sus costillas.


Estaba sosteniendo su brazo.

Su brazo derecho.

Su brazo de lanzador.

Contuve las lágrimas que se apresuraban en mis ojos. Él no necesitaba


lágrimas en este momento.

Necesitaba que yo fuera fuerte, como lo había sido cuando me ayudó.

—Dame las llaves del auto —dije.

Me miró como si tuviera cuatro cabezas.


—No puedes conducir con un brazo roto. Cambiar de marchas sólo lo hará
peor.

—En el bolsillo delantero —dijo.

Las agarré y empezamos a caminar de nuevo. Lo miré cada pocos


segundos porque estaba muy preocupada.

Cuando el Hellcat finalmente apareció a la vista, hice clic en el arranque


automático y me apresuré a subir. Cuando entró, lo volví a mirar.

—Estoy bien. Esto no es nada.

Me preguntaba si realmente creía eso.

Me preguntaba si yo lo hacía.

Asentí y miré los controles del auto. No era muy buena en la conducción
con cambios. Sólo tuve una única lección.

Y me faltaban los libros que necesitaba para ayudarme a ver.

Pero no dije una palabra. En su lugar, me enderecé lo más alto que pude,
ajusté el asiento y respiré hondo.

—Cariño, por favor, no choques en el camino al hospital —dijo Romeo.

Le eché un vistazo y le dije con mucha más audacia de lo que sentía:

—Puedo con esto.

Y luego conduje.
Policías corriendo hacia el campo cubierto.
Estudiantes llevando a cabo la vigilia en la sala de espera de Urgencias.
#AlguienTieneUnaExplicaciónQueDar.
#AunNoHayNingunaP alabraSobreRomeo.
#LaEsperaEsUnaMierda
… Alpha BuzzFeed

Traducido por Beatrix85


Corregido por Nanis

Romeo
El dolor irradiaba a lo largo de todo mi lado derecho. Me dolía el brazo y
el hielo que colocaban sólo parecía empeorarlo.

Acababa de regresar de la radiografía.

No sabríamos lo mal que fue el daño hasta que el radiólogo mirara las
imágenes.

Mi brazo estaba hinchado, púrpura manchado en algunas áreas, y


básicamente totalmente jodido.

Acababa de firmar con la NFL.

Los equipos profesionales estaban haciendo ofertas.

Era mariscal de campo.

Lanzaba pases de touchdown todo el día. Tenía el mejor récord en el


estado. Mi brazo derecho era mi boleto para la vida que siempre soñé.

Y ahora estaba roto.

Todo el personal aquí era solemne y malhumorado a mi alrededor, casi


como si hubiera muerto. Tan pronto como entré con Rimmel, se apresuraron
hacia mí. Intentaron hacerla sentarse en la sala de espera, pero eso sólo hizo que
le gritase a la gente y me elevara la presión arterial.
Había estado jodidamente colgada de un poste. Estaba mojada, fría,
magullada y maltratada. Estaba en peor forma que yo, pero querían hacerla
esperar para recibir tratamiento.

Infiernos, no.

Este fue el primer momento que estuve solo desde que caí. Desde que sentí
el hueso en mi brazo romper, desde que sentí la punzada de dolor.

Supe inmediatamente lo que significaba.

Comprendí que mi vida podría haber terminado.

¿Qué carajos iba a hacer?

Mi brazo picaba por la presión del hielo, lo arranqué y tiré a través de la


habitación. Golpeó la pared con un fuerte golpe cuando la puerta de mi
habitación se abrió.

Rimmel miró dentro.

Todavía no llevaba gafas porque no sabíamos qué les sucedió.

—Hola —dijo en voz baja, vacilando en la puerta.

Levanté el brazo hacia ella y entró corriendo. La doblé contra mí y sostuvo


su cuerpo rígidamente para que no me causara ningún dolor.

—¿No deberías estar con el doctor? —le pregunté.

—Salí de la habitación cuando no miraban.

Sonreí.

—Gracias por no hacer pedazos mi auto por el camino hasta aquí —dije,
acariciando un mechón de cabello húmedo detrás de su oreja.

Estaba vestida con una bata de hospital.

Evité llevar una y sólo estaba usando pantalón y sin camisa. No tenía ni
idea de dónde la enfermera encontró ese pantalón, y no me importó. Los vestidos
eran para mujeres.

—¿Qué tan malo es? —preguntó, sus ojos llenos de preocupación.

—No estoy seguro todavía.

Puso su mano alrededor de mi mandíbula.


—Estará bien. Lo sé.

—¿Sí? —pregunté, con el dolor atravesando mi pecho—. ¿Cómo lo sabes?

—Porque eres el número veinticuatro. Tienes un mojo épico.

—Firmé con la NFL la semana pasada. Hay ofertas en la mesa de dos


equipos profesionales.

Jadeó y la emoción llenó sus ojos. Me encantaba esa mirada. Era mucho
mejor que las sombrías miradas que recibí desde que llegué aquí.

—¡Romeo! ¡Eso es increíble! ¿Por qué no me lo dijiste?

—Porque lo que está pasando contigo es más importante.

Me tomó el rostro y me obligó a bajar la cabeza para poder mirarme a los


ojos.

—Nunca soy más importante que tú. Lo eres todo.

—Bésame —le pedí.

Hizo lo que le dije. Cuando terminó, se hundió de nuevo en las puntas de


sus pies.

—Tu sueño sigue aquí. Tu brazo podría estar roto ahora, pero va a
arreglarse y vas a jugar mejor que nunca.

Finalmente dije en voz alta lo que nadie, ni siquiera yo, quería oír.

—¿Y si no lo hace?

—No lo creo. Ni por un segundo. —Miró mi brazo maltrecho y de nuevo


a mí—. Pero si eso es lo que sucede, entonces otra cosa increíble sucederá para ti.
Y seguiré amándote. No importa qué.

—Te amo, Rim.

—Sé que lo haces. Ojalá no hubieras sido herido de esta manera por mi
culpa.

Comencé a responder, pero la puerta se abrió una vez más. Dos


enfermeras entraron con expresión descontenta en sus rostros.

—Ahí está —dijo la rubia.

Rimmel hizo una mueca.


—No puedes dejar tu cubículo, señorita. —La enfermera de cabellos
oscuros la regañó.

—Damas —dije y activé el encanto—. Tendrán que perdonarla. Estaba


lloriqueando como un bebé grande y le supliqué que se quedara aquí conmigo.

—Ese es el jugador de fútbol —susurró la rubia. Rimmel se puso tensa.

—Quizás ella pudiera tomar esa cama de allí mismo. —Señalé la que
estaba a mi lado—. Así podríamos estar todos en la misma habitación, y tendré
más de una enfermera para ayudarme si la necesito.

Rimmel suspiró cuando accedieron de inmediato y se apresuraron a


buscar su historial y otros suministros para la habitación.

—¿En serio? ¿Todas las mujeres tienen que desvivirse por ti?

—Te quería aquí —dije.

Sus ojos se suavizaron.

La puerta se abrió de nuevo y mis padres entraron corriendo.

—¿Qué diablos pasó? —exclamó mi padre. Por una vez, sus suaves
plumas estaban erizadas.

Mamá corrió hacia mi lado con lágrimas en los ojos.

—Oh, Roman.

—Estoy bien —dije—. Sólo un hueso roto. Viviré.

—Tu brazo —dijo papá. Sabía que estaba pensando en mi carrera.

—Todavía estamos esperando noticias —dije—. Además, Rim lo tuvo peor


que yo.

—Rimmel. —Mi padre se acercó y la rodeó con un brazo—. La enfermera


nos habló de tu experiencia. Lo siento mucho. Pensé que la orden de restricción
lo mantendría alejado.

—Todos lo hicimos —le respondió y se inclinó un poco hacia él. Sus ojos
se deslizaron hacia mi madre, con un poco de expectación en ellos.

Mamá ni siquiera miró en su direción.

De hecho, era como si estuviera haciendo un esfuerzo por no mirar a


Rimmel.
¿Qué demonios está pasando ahora?

—¿No deberían estar poniendo yeso en esto ahora? —dijo mamá


preocupada.

—Creo que están esperando los resultados de los rayos X —le dije y miré
a Rimmel. Se había alejado de mi padre y parecía estar un poco perdida allí.

Claramente, la reprimenda de mi madre la había herido.

Realmente no estaba de humor para esto.

—Papá, ¿te importaría ir a ver si el radiólogo ha terminado de leer los


resultados? Estoy ansioso por saber…

—Por supuesto, hijo. Voy a ver qué puedo averiguar.

Al salir, la enfermera de Rimmel entró corriendo y le pidió que se acostara.


La empujó hacia su lado de la habitación y tiró de la cortina entre nosotros para
que pudiera comprobar las quemaduras de la cuerda de Rimmel sufrida
alrededor de su vientre.

Casi le pedí que dejara la cortina abierta para poder ver el daño, pero
quería este momento con mamá porque sabía que no tendríamos esta
oportunidad de nuevo pronto.

La clavé con una mirada dura. Me la devolvió.

—¿Qué diablos fue eso? —gruñí.

—¿Qué?

—No juegues. Estoy sentado en el hospital. Mi brazo está destrozado, mi


chica está maltratada y mi carrera podría haber terminado. ¿Por qué diablos la
despreciaste de esa manera, especialmente después de que hizo un esfuerzo tan
grande para dejarte entrar?

—Hoy recibí una llamada del investigador privado que contraté.

—¿Qué diablos, mamá? Pensé que habías terminado con esa mierda.

Ni siquiera me regañó por mi lenguaje. Fue entonces cuando supe que no


me iba a gustar esto.

—Lo hacía. Pero encontró algo y pensó que me gustaría saberlo.

—¿Qué?
—Su padre está en deudas hasta las cejas. Al parecer, tiene un problema
de juego enorme.

Sacudí la cabeza.

—¿Y?

—¿No es suficiente para demostrar que te persigue por tu dinero? —Alzó


una ceja.

—No —dije, con fuerza—. Sólo diré esto una vez. Deja de cavar en el
pasado de Rimmel y su familia. Podrías descubrir que toda su familia está llena
de asesinos y todavía la amaría.

—Es curioso que digas eso —dijo mamá—. Porque parece que su padre es
el que mató a su madre.

Un jadeo audible llenó la habitación. La cortina entre las camas fue


empujada hacia atrás y Rimmel se quedó allí, parecía blanca como un fantasma,
con la boca abierta.

—¿Cómo te atreves? —dijo. Sus ojos estaban fríos y duros mientras miraba
a mamá.

—Rimmel… —empecé, preocupado que después de todo lo que pasó, esto


la enviaría al borde.

Se dirigió hacia adelante, concentrada en mi madre.

—¿Cómo te atreves a entrar aquí mientras tu hijo está sufriendo así para
lanzar acusaciones infundadas y falsas?

—No son infundadas. Tu padre es adicto al juego. Estaba endeudado años


atrás, tan severamente que su vida estaba amenazada. Cuando no pudo pagar lo
que le debía, los hombres a los que les debía se lo cobraron. En sangre. La sangre
de tu madre.

Rimmel se balanceó sobre sus pies.

—Vete —gruñí—. ¡Sal de esta habitación y quédate afuera!

—Roman —dijo mamá, su voz sorprendida.

Me aparté de ella y le tendí el brazo a Rimmel. Se precipitó hacia este con


un lamento. Miré a mi madre con ojos duros y fríos.
Al ver que ella cometió un error enorme, retrocedió. La miré hasta que se
fue.

Luego volví mis ojos hacia la enfermera que estaba al acecho detrás de la
cortina de la cama de Rimmel.

Saltó y salió corriendo de la habitación.

Mi brazo dolía, y me preguntaba de lo que estaba enterándose mi padre.

—Rim —dije suavemente.

Levantó su cabeza de mi pecho.

—No es verdad.

—Lo sé —murmuré y la abracé de nuevo. Sin embargo… no podía creer


que mi madre dijera todo eso si no tuviera la prueba para respaldarlo.

Pero eso no disculpó la forma en que dio la noticia.

Teníamos tantos problemas en este momento, tanto odio empujándose en


nuestra dirección, y ahora no era el momento para más.

Los pensamientos de Rimmel parecían reflejar los míos. Se apartó para


decir:

—¿Qué vamos a hacer, Romeo?

Hasta este punto, yo estaba sentado en el extremo de mi cama, mis pies en


el suelo. La solté y me subí a la cama. Con cautela, me recliné contra las
almohadas y dejé escapar un suspiro. Entonces levanté mi brazo izquierdo y la
invité a mi lado.

Se subió a la cama, tratando de no empujarme, y se acomodó contra mi


costado.

—Vamos a lidiar con eso. Todo ello. Una cosa a la vez. Y vamos a hacerlo
juntos —le dije.

Apoyó su mejilla contra mí y suspiró.

Después de un rato, su susurro flotó por la habitación.

—¿Y si lo que dijo tu mamá es cierto?

Susurré mi respuesta.
—¿Qué pasa si mi carrera en la NFL ha terminado?

Rimmel inclinó la cabeza hacia atrás y me miró.

—Todavía nos tendremos el uno al otro, ¿verdad?

—Siempre —juré.

Solo le rogaba a Dios que el uno al otro no fuese todo lo que nos quedaría
cuando todo el odio se asentara.

… Alpha BuzzFeed
Los que juegan van a jugar.

El odio es como un veneno. Lo


contamina todo.

También lo hace la duda.

A pesar que niego lo que escuché,


aunque insisto que no es verdad, la
semilla de la duda ha sido plantada. No
puedo evitar sentirme atormentada con
los infinitos “y si” que se han apoderado
de nuestras vidas.

Romeo y yo estábamos felizmente enamorados. El futuro se extendía ante


nosotros más brillante que cualquier estrella en el cielo más oscuro. Ahora todo
está roto. Literalmente roto. Toda la carrera de Romeo se encuentra en peligro,
mi futuro está amenazado… ¿y mi pasado?

Está regresando a perseguirme.

A perseguirnos.

Romeo dice que estamos en esto juntos y ahora mismo la única certeza
somos nosotros. Pero, ¿cuánto puede ser empujado un amor tan nuevo? Las
distancias que tendremos que recorrer para salvar al otro pone todo en riesgo.

Romeo es un #jugador pero, ¿cuánto del juego puede jugar una persona?

Hashtag #3
Cambria Hebert es la autora de la serie paranormal Heven and Hell, la
serie adulta Death Escorts, y las series para jóvenes adultos Take it Off y Hashtag.
Le encanta el latte de caramelo, odia las matemáticas y le tiene miedo a los pollos
(sí, pollos). Fue a la universidad para una licenciatura, no pudo escoger una
especialización y acabó con un título en cosmetología. Así pues, ella asegura que
sus personajes siempre tendrán un buen cabello. Actualmente vive en Carolina
del Norte con su marido e hijos (tanto humanos como peludos) donde está
escribiendo la trama de su siguiente libro.
Moderadoras
Flochi
Genevieve

Traductoras
Addictedread Brisamar58 NatFinlay
âmenoire Flochi Smile.8
AnnaTheBrave Florff StefaniaVera
AsheDarcy Genevieve
Beatrix85 Magnie
Correctoras
Bella’
Flochi
Kish&Lim
Larochz
Lu-017
Nanis

Revisión y recopilación
Flochi

Diseño
Genevieve

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