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Sinopsis Capítulo 20
Capítulo 1 Capítulo 21
Capítulo 2 Capítulo 22
Capítulo 3 Capítulo 23
Capítulo 4 Capítulo 24
Capítulo 5 Capítulo 25
Capítulo 6 Capítulo 26
Capítulo 7 Capítulo 27
Capítulo 8 Capítulo 28
Capítulo 9 Capítulo 29
Capítulo 10 Capítulo 30
Capítulo 11 Capítulo 31
Capítulo 12 Capítulo 32
Capítulo 13 Capítulo 33
Capítulo 14 Capítulo 34
Capítulo 15 Siguiente libro
Capítulo 16 Sobre la autora
Capítulo 17 Créditos
Capítulo 18
Capítulo 19
Comenzó con animosidad tácita. La mordida amarga de los celos. Y ahora
su completo odio.
Y somos felices.
Zach no quiere que seamos felices. Quiere que Romeo pague por sacarlo
de Omega y por la noche que pasó en la cárcel. Va a usar cualquier cosa y todo
lo que pueda para conseguir su venganza. Incluyéndome a mí.
Hashtag #2
#TriviaViajera
Más personas son asesinadas anualmente por burros que por accidentes de avión.
#TeEncuentrasASalvo
#AMenosQueTengasUnBurro
… Alpha BuzzFeed
Rimmel
El férreo agarre con el que sujetaba los apoyabrazos no se aflojó hasta que
el avión se detuvo por completo.
Incluso entonces, mis dedos sólo se aflojaron cuando los fuertes sonidos
de esa cosa tipo túnel por la que los pasajeros pasaban para entrar a la terminal
del aeropuerto fue enrollada y asegurada al avión. El aire era sofocante aquí
dentro. No viciado de hecho, pero tampoco fresco. Todos a mi alrededor estaban
inquietos. El vuelo había estado lleno de turbulencias, y un bebé llorando en el
fondo no hizo mucho por calmar los agotados nervios de todo el mundo.
Odiaba volar.
Pero Dios, estaba tan feliz de estar de vuelta. Nunca pensé que extrañaría
tanto Maryland y sus frías estaciones.
Había estado en Florida por casi dos semanas, pero se sintió como una
maldita eternidad. A medida que iba, me choqué contra alguien cargado con un
voluminoso equipaje de mano y otra maleta, pero no me detuve. Murmuré una
disculpa y seguí adelante.
Separé mis labios para que su lengua pudiera barrer por dentro, y cuando
mi lengua se encontró con la suya, deseo, caliente y pesado, se desplegó en mi
interior.
—También yo —susurré.
Dejó otro beso rápido en mis labios y luego me puso sobre mis pies. Me
tambaleé un poco, y se rio entre dientes.
Dado que había ido a Florida, usaba una camiseta de mangas cortas sobre
un par de pantalones de chándal sueltos, por lo que antes de salir al frío aire de
Maryland, busqué en mi maleta y saqué la sudadera que me dio la noche de
nuestro primer beso. La usaba todo el tiempo. Luego de ponérmela, lo miré
sonriendo.
—¿Qué? —pregunté.
—Por supuesto —dije—. Las noches pueden ser frías en esta época del año.
—¿Y?
Sí, lo pensé. Quiero decir, ¿no es que todos los padres se enojan cuando
sus niñitas comienzan a tener pareja? Me encogí de hombros, sintiéndome tonta.
—Debió saber que soy bueno para ti. —Romeo besó el costado de mi
cabeza a medida que salíamos. El aire frío me quitó el aliento, y me acurruqué en
la sudadera—. Estacioné tan cerca como pude —dijo, notando la manera que
hacía una mueca contra el frío.
La tensión dentro del auto creció a medida que conducía. Lo deseaba tanto
que apenas podía pensar o ver. Para alguien que había pasado casi toda su vida
sin sexo, las dos últimas semanas no deberían haber sido un problema, pero oh,
lo fueron. Lo anhelaba.
Su mano libre subió para sujetar mi nuca a la vez que sus dedos
encontraron el húmedo calor de mi centro y se deslizaron más allá.
Me estremecí y gemí.
No pude decir nada. Todo lo que pude hacer fue jadear cuando su dedo
golpeó mi hinchado clítoris y me provocó más. Busqué la pretina de sus
vaqueros, sin importar que no estuviéramos en un lugar privado. Este auto era
lo bastante privado. Lo necesitaba tanto que no iba a parar.
—Oh no, tú no —dijo, su voz tensa. Sus palabras fueron un cruel contraste
con la manera en que sus caderas se inclinaron hacia arriba, invitando a mis
dedos—. No hay suficiente espacio aquí para que te tenga de la manera que
quiero.
Todo mi mundo voló por los aires cuando el orgasmo tembló a través de
mi cuerpo. Me estremecí y sacudí, deshecha en su regazo mientras seguía
acariciándome, usando mis propios jugos para impulsar mi placer. Incluso
después que sus dedos se calmaron, me mecí contra él. Las secuelas del orgasmo
fueron casi tan buenas como la cosa real.
—Espero que estés lista. —Me miró con una sonrisa traviesa.
Mi pulso saltó.
Romeo
Rimmel se enterró bajo el edredón de la cama y apretó su cuerpo desnudo
más contra el mío. A pesar de que ya habíamos tenido relaciones sexuales tres
veces desde que llegamos aquí, mi cuerpo respondió a su toque. Sólo la sensación
de su piel desnuda sedosa rozando contra mí fue suficiente para que la quisiera
de nuevo.
—No creo que alguna vez vaya a acostumbrarse al aire frío de aquí.
—Uf —gimió.
—Ahora volveré.
—Bésame —exigió. Sin dudas era una persona tímida, pero cuanto más
tiempo pasábamos juntos, menos tímida era conmigo cuando estábamos solos.
Me encantaba. Era como tener un atisbo de la persona que nadie más veía.
Me di la vuelta y la inmovilicé debajo de mí, envolviendo mis brazos por
debajo de su espalda y apretando su torso desnudo contra el mío. Su boca estaba
dispuesta y ansiosa mientras su lengua acariciaba expertamente contra la mía.
Fue un beso lento, y no fue corto. Podría explorar las profundidades de su boca
durante horas y todavía encontrar nuevas maneras de hacerla gemir.
Estaba acostumbrado a la atención del sexo opuesto. Hacer que a una chica
le gustase nunca fue realmente un reto.
No era una tarea fácil para alguien hacerme sentir como si fuera especial.
Era casi algo a lo que me había acostumbrado. En realidad, no era algo que
esperase.
Pero con Rimmel, era casi como si ella me quisiera a pesar de todo eso.
Gruñí.
—No me importa.
Sonreí.
Hizo una mueca y la besé en la nariz. Alejarme no era algo que quisiera
hacer, pero su cuerpo necesitaba un descanso. Al menos durante una hora.
—Te traje un regalo.
—¿Sí?
Tiró las mantas sobre ella, protegiéndose contra el aire. Recogí mi Henley
de manga larga de donde la había tirado en el suelo y se la lancé.
Negué, incapaz de hablar. Nunca pensé que esto me pasaría. Nunca pensé
que iba a amar tanto a alguien. Tan rápido.
Di media vuelta y tomé la caja envuelta cerca de la puerta y la traje de
vuelta a la cama. No era nada lujoso, pues lo había envuelto yo mismo. Estaba
cubierta de papel de color rojo claro y tenía un arco de oro en la parte superior.
—¿Vas a abrirla?
Cuando eso no le dejó saber nada, sonrió y rompió el papel para abrirlo.
Puse el regalo en una caja blanca lisa, así que la dejó en su regazo y abrió la tapa
para mirar dentro.
Me miró y sonrió.
—Las amo —dijo y sacó un par de botas de piel blanca. Tenían cintas rojas
en la parte superior para atarlas.
—Pruébatelas —dije.
Rimmel empujó las mantas y sacó sus piernas desnudas para ponerse las
botas. Se puso una y la ató y después metió su pie en la otra.
Su frente se arrugó.
—¿Qué es?
—¡No voy a poner mi mano ahí! —chilló—. Podría ser un bicho.
Sus ojos estaban medio brumosos y eso me llegó. Era un regalo tan simple.
Había gastado más dinero en mis padres y diablos, incluso en Braeden. Pero sabía
que a Rimmel no le gustaría nada llamativo. Ella no querría nada que pareciera
como si estuviera tratando de impresionarla. Amaba eso sobre ella. Amaba el
hecho de que no esperaba nada en absoluto.
En el centro del corazón, hice que grabaran R & R. Parecía como si hubiese
sido tallado a mano.
—Es tan hermoso. Tiene nuestras iniciales —dijo, pasando su dedo por el
grabado.
Ella miró hacia arriba. Sentí sus ojos color avellana en mi cara.
—Te amo.
No decía esas dos palabras muy seguido. Creo que la asustaban. Creo que
la hacían sentir vulnerable, como si expresando lo mucho que se preocupaba por
mí de alguna manera lo arruinara, como si de alguna manera sería alejado de ella.
—Es perfecto.
—¡Hey! —llamé.
Se rio.
—¡Ábrelo!
Romeo
#24
—Voltéalo —dijo ella, y lo hice.
—Sé que negaste un boleto fácil a la NFL cuando le dijiste a Omega donde
podía metérselo. Sé que no lo hubieras hecho si no fuera por mí —dijo Rimmel,
y la miré—. Quería que supieras que creo en ti. Sé que vas a llegar allí. Pensé que
tal vez el trébol te traería suerte. No que la necesites…
—¿En serio?
Asentí.
Era mucho para pedirle. Solo habíamos estado juntos por unos pocos
meses.
—No lo estaba. Cuando volví a casa en las vacaciones, hice una cita con
mi doctor y conseguí algunas. Me hicieron las pruebas cuando estuve ahí. Estoy
limpia.
—No quiero nada en medio de nosotros —le dije—. Quiero estar tan cerca
de ti como pueda.
Ella asintió.
—Tan pronto como me haga la prueba y los resultados lleguen, voy a tirar
los condones —le dije.
—Me gusta ese plan.
—A mí también.
—Por supuesto.
Estaba obsesionada con ella desde que había comenzado a venir a mis
partidos.
—Trato —dijo.
Cuando salí, Murphy estaba sentado en la encimera al lado de una fría lata
de refresco que ella había puesto para mí.
No vi nada.
Pero la verdad era que no estaba seguro de lo que iba a tomar hacer que
mi madre cambie de parecer.
#Chismeaburrido
Recordatorio: Las clases requieren libros. Consigue los tuyos.
#Lalibreríaestáabierta
#Latareaseacerca
… Alpha BuzzFeed.
Rimmel
Los copos de nieve se arremolinaban a través del aire frío. Afuera, el cielo
gris cubría todo, luciendo un poco ominoso con la amenaza de algo más que
simples ráfagas.
Tenía que admitir que estando de pie aquí con la calefacción a toda
potencia, la sidra caliente en mis manos y las peludas botas en mis pies, la nieve
se veía hermosa, incluso juguetona mientras caía al suelo. Mi primer año de
universidad fue en verdad mi primera experiencia con la cosa, nunca había
viajado más allá de Florida hasta entonces.
Mientras él dejaba la taza a un lado, extendí la mano para pasar mis dedos
a través de su pecho, pero él la atrapó y dejó un beso en la punta de mis dedos.
No quería irme. Desde que volví de Florida, el único lugar en que había
estado era aquí. Mi dormitorio estaba todavía allí. Todavía estaba compartiendo
con Ivy, pero ella no estaría de regreso en el campus hasta el final del día.
Fue genial ver a mi papá y a mis abuelos, pero estos dos últimos días aquí
en esta casa, con nadie más que Romeo, habían sido lo más destacado de mis
vacaciones de invierno. Estaba lamentando que llegasen a su fin, a pesar de que
sabía que tenía que hacerlo.
Las cosas que había comprado eran hermosas, pero tenía que admitir que
todavía prefería los pantalones de chándal, blusas holgadas y el cabello
desordenado. Pero me había dicho a mí misma que este semestre dejaría los
pantalones que me hacían tropezar por todos lados y trataría de usar cosas que
fueran un poco más halagadoras.
Sonreí.
—¿Dónde está tu sudadera con capucha? —preguntó.
—No necesito usar tu nombre hoy porque vas a estar justo a mi lado.
Mis ojos no pudieron evitar vagar hacia la piscina donde salvajes copos de
nieve golpeaban el agua y se disolvían instantáneamente. También había una
ligera nube de vapor que se levantaba hacia la parte superior.
Romeo me abrazó un poco más cerca e inclinó su cuerpo para que así ya
no tuviera que ver la piscina. Nuestros pasos se aceleraron hacia el Hellcat, el
ronroneo de su motor ya funcionando, ya es como un sonido familiar.
—¿Eres de Florida?
Asentí.
Suspiró.
—Quizás algún día —dije ya que no sabía qué más decir. Esta era la
conversación más larga que había tenido con una amiga de Romeo. Además de
Braeden, por supuesto.
—Parecía que se estaba llenando de gente allí —dijo él, tomando el libro.
Sus ojos tenían una mirada conocedora.
Lo había hecho a propósito. Sabía casi tan bien como Romeo lo incómoda
que podía sentirme.
—Lo sé. —Sonrió. Fue la única respuesta que tuve. Definitivamente no dijo
que comenzaría a usarlo—. Así que, ¿Missy ya volvió de su descanso?
Lo miré de reojo.
Se encogió de hombros.
Braeden sonrió, pasó su brazo por mis hombros y me acercó a él. Sus
movimientos abruptos ocasionaron que perdiera el equilibrio y cayera contra él.
Su sonrisa se transformó en risa mientras me estabilizaba.
—Genial.
Fruncí el ceño.
—Tú y Rome… son una excepción a la regla. Ustedes dos van en serio,
pero la mayoría de los chicos, chicos como yo, no buscamos sentar cabeza. Les
gusta…
—Exactamente.
—Los chicos querrán divertirse —dije, usando sus palabras—, pero las
chicas tienen más problemas intentando no involucrar sus sentimientos.
No sabía qué significaba eso, pero esperaba que Missy no resultara herida.
Romeo sonrió.
Me reí.
—Hermano, hay una chica ardiente haciendo fila allí —dijo Romeo,
señalando con su barbilla—. Ponte en la fila detrás de ella.
Ella era todo lo opuesto a mí. Parecía una de esas chicas que iban a esquiar
sólo para conquistar hombres, que pasan su tiempo cómodas junto al fuego, en
algún exclusivo centro de esquí. Vestía un par de calzas negras ajustadas, botas
blancas altas, una remera de mangas largas color rosa fuerte, y un chaleco blanco
cerrado sobre su abundante pecho. Su cabello demasiado rubio estaba recogido
y tenía unos lentes de sol sobre su cabeza.
Lo único que delataba que en realidad no estaba esquiando era que sus
brazos estaban llenos de libros, y que todos estábamos en una biblioteca.
Braeden dijo algo y ella volteó. Por la manera en que su cuerpo se acercó
al suyo pude ver que estaba interesada.
—Creo que el primer libro que necesito está por aquí —dije, yendo en esa
dirección.
—¿Qué pasa?
—Solías ser como él —solté. Luego apreté mis labios, regañándome por no
pensar antes de hablar.
—¿Braeden?
Asentí.
—Te gustaba divertirte. Estabas con una chica diferente cada día… —Hice
una pausa y tomé aire—. Chicas lindas.
Algo muy cercano a la furia iluminó sus ojos y ardió como la parte más
caliente de una llama. Antes de que pudiera retroceder, sus grandes manos
pasaron bajo mis brazos y se engancharon debajo de mis hombros. Romeo me
levantó del suelo como si fuera fácil, como si no requiriera esfuerzo alguno. Mis
pies pendían en el aire mientras él me levantaba para que estuviéramos frente a
frente.
—Sabes que fui así alguna vez. Nunca fue un secreto. Pero ahora eres tú,
Rim. No hay nadie más, ni podría haberlo.
Aunque habló en voz baja, pude sentir toda la sala oyéndonos. Mi cuello
picaba por las cientos de miradas, pero no me importó. Sus palabras me habían
penetrado. Tomaron los sentimientos de duda que crecían en mi interior y los
hicieron desaparecer.
Sonreí y algo en sus ojos se relajó. Preocupación que no había notado hasta
que el momento pasó. Me dio una de esas sonrisas torcidas tan encantadoras y
me acercó para besarme.
Debí saberlo.
Zach.
Romeo
Maldito Zach.
Tal vez en el pasado nunca me di cuenta de eso. Demonios, tal vez era el
tipo de chico que pensaba que el dinero igualaba la clase. Tal vez pensé que el
aire de arrogancia que Zach usaba como armadura lo hacía superior a los demás.
Ella destrozó todo lo que pensé que sabía. Y aunque ella pudiera ser la que
estuviera usando lentes, era yo quien finalmente veía claramente.
Los ojos de Zach se deslizaron a donde ella estaba a mi lado, y una sonrisa
dividió su rostro. Mi labio superior se curvó en respuesta, y me volteé
rápidamente, dándole la espalda y bloqueando a Rimmel de su vista.
Ella levantó su teléfono con un suspiro. Era un Buzz sobre mí y Zach. Miré
alrededor y la gente apartó la mirada. No pude evitar preguntarme quién le fue
corriendo al JefedelChisme acerca de mi concurso de miradas.
―Vamos a buscar tus libros. ―Quise voltearme a donde Zach había estado,
pero resistí la urgencia. No iba a empezar nada con él aquí, ahora. No cuando
Rimmel estaba a mi lado. No me gustaba la forma en que la miraba, como si él
fuera un depredador y ella su presa.
Juro que ella necesitaba como veinte kilos en libros. Parecía que en cada
fila que pasábamos ella tenía que añadir otro a su pila.
Ella resopló y se volteó para decirme algo con una sonrisa en sus labios.
Pero las palabras parecieron quedar atrapadas en su garganta y sus ojos pasaron
sobre mi hombro, luego de regreso a mí.
―Puedes pararte en frente de ella todo el día, Anderson. Pero aun sé que
ella está ahí ―dijo Zach, dándome una sonrisa.
―Te veo luego, Rimmel ―dijo Zach, haciendo que los músculos entre mis
omóplatos se apretaran juntos.
Gruñí y me giré hacia Rimmel. Ella me dio una mirada fulminante y luego
a Braeden.
Me preguntaba cómo era para él estar allí desde que había sido rebajado
un escalón o dos.
La miré y sonreí.
Cubrí sus labios con los míos y exploré el interior de su boca con mi
lengua. Entonces retrocedí ligeramente y hablé contra sus labios.
Me encogí de hombros.
Rimmel
Las chicas todavía nos miraban.
Asombro.
Caminé con orgullo, llevando mis cosas a través del estacionamiento con
mi barbilla elevada.
Mis pies eran la mitad de su tamaño. Era casi cómico ver las dos una al
lado de la otra. Unas eran mucho más intimidantes que las otras. Estaba tan
atrapada en maravillarme de la diferencia de talla, por supuesto, que no estaba
prestando atención a lo que hacía.
—¿Qué estás haciendo ahí abajo? —exclamó Romeo con las manos en las
caderas mientras me miraba con divertidos ojos azules.
Su líder era la chica que se me acercó el primer día que llevaba la sudadera
con capucha de Romeo en el campus y me dijo que se aburriría. A medida que
sea acercaban más, mirando como clones de la película Chicas Pesadas, vi la
mirada calculadora en sus ojos. Esto no iba a ser bueno.
Me levanté del suelo para no sentirme tan vulnerable, pero la nueva nieve
estaba resbaladiza y mi mano se deslizó justo debajo de mí y volví a caer de
nuevo.
Las chicas se encontraban detrás de él, así que supe que no las había visto
acercarse. Se detuvieron como una unidad, y me preparé para lo que su líder
estaba a punto de decir.
Romeo se detuvo de ponerme de pie. Sentí sus ojos en mí. Luego sus labios
se tensaron cuando se giró y miró por encima de su hombro.
No es que quisiera que fuera grosero, pero ¿tenía que sonar tan acogedor?
—En realidad —dijo Romeo con voz tranquila—, estoy muy aburrido.
Una por una, vi sus ojos abrirse cuando se dieron cuenta que la vista a la
que se refería era ellas. Sin decir otra palabra, se giró y me miró, su mirada se
volvió suave.
—¿Cómo lo supiste?
—Hubiera apostado dinero en ti. —Me dio un rápido beso en los labios
antes de inclinarme al desorden que hice en la acera.
—Jaja.
—Tu maleta no estaba tan llena cuando te fuiste de aquí —dijo. Juraba que
tenía algún tipo de sensor para ropa nueva.
Ivy lo miró.
Al parecer, este juego era una gran cosa. Era como el Superbowl de fútbol
universitario. Y Romeo era el mariscal de campo titular. Pasó la mayor parte de
su descanso de invierno jugando en los juegos finales. No dijo mucho sobre el
juego, pero sabía lo importante que era. Sabía lo que podía significar para su
carrera.
Ivy pareció aturdida por un minuto, pero luego se recuperó para decir:
—Hablando de… tengo que irme. Necesito estar en el campo. —Su voz
resonó a través de su pecho y contra mi oído mientras hablaba.
Suspiré y salí de sus brazos. Me entristeció que nuestros dos días juntos
hubieran terminado y que estaría aquí esta noche sin él. Las clases comenzaban
mañana, y sabía que íbamos a vernos mucho menos el uno al otro ahora que el
semestre comenzaba.
Sonrió.
Asentí.
—Gracias, nena.
Sonreí.
—¿He dicho que mi abuelo golpeaba sus labios mientras masticaba? —Me
miró y se estremeció.
Me reí.
—Pensé eso después que hablé con él. ¿Missy está molesta?
—Dice que no, que no esperaba que llamara, pero creo que en el fondo
hirió sus sentimientos.
Temía eso.
—Ambos sabemos que Romeo tiene bastante pasado con las chicas. No
hace mucho era como Braeden.
Resoplé.
Gimió.
Me encogí de hombros.
—Por supuesto. ¿Por qué no? —Miré la ropa por toda la cama e hice una
mueca. Se parecía al lado de la habitación de Ivy.
—Vamos.
—Así que… —Empezó a bajar a la planta baja—. Creo que me diste una
idea.
Mi respuesta habría sido no, pero pensé que no era la que ella quería oír.
Se encogió de hombros.
—Me gusta, pero verte a ti y a Romeo… bueno, me hace querer algo así
para mí, ¿sabes?
Dentro del pequeño auto de Ivy no hacía más calor que afuera, y rezaba
para que el calentador funcionara rápido. Me froté las manos y soplé en ellas
mientras Ivy ponía el auto en marcha. Tal vez compraría un par de guantes
mientras estábamos fuera.
Romeo
Alpha U tenía un enorme campo cubierto para que nosotros entrenáramos
durante los meses fríos. No era tan grande como nuestro habitual campo de
futbol, pero era lo bastante grande como para que conservemos el estado y
estemos en la cima de nuestro juego.
Dado que rechacé a Omega, no iba a ser tan sencillo agarrar una entrada a
la NFL. Iba a tener que prepararme para eso con trabajo duro.
Trabajaba duro en las prácticas, dirigiendo entrenamientos y, de vez en
cuando, corriendo el balón. Yo era un poco más corpulento que algunos
mariscales por lo que no corría tan a menudo, pero era algo que aun así practicaba
porque no quería que mi tamaño impidiera mi habilidad para correr.
Asintió.
Asentí.
—¿Qué dijo?
Me encogí de hombros.
—Oye —gritó detrás de mí—. ¿Vamos a tener una fiesta del equipo para
el campeonato o qué?
Me reí.
—Demonios, sí.
Sonreí.
—Vete a la mierda.
Sonrió.
—Si tuviera una ducha privada en casa como tú, también me iría.
—Gracias. Mejor que le pongas hielo a ese hombro. Tal vez llamar a tu
novia para masajearlo.
Era pasada la hora de la cena cuando llegué a casa. Arrojé mis cosas junto
a la puerta y fui directamente a la ducha. Cuando acabé, me puse unos pantalones
y una camiseta y fui hasta la casa principal porque sabía que tendrían mejor
comida que yo.
La cocina estaba con poca luz, solo unas pocas luces colgantes sobre la
enorme isla de mármol. La estancia se iluminó un poco más cuando abrí el
refrigerador de acero inoxidable y rebusqué alguna sobra. Había un contenedor
lleno con pollo a la parrilla, vegetales asados y arroz condimentado, y abrí la tapa
y puse todo en el microondas para que se calentara. Mientras estaba esperando,
ajusté el paquete nuevo de hielo en mi hombro.
—Estoy bien —le dije mientras masticaba un trozo de carne—. Solo duele
por la práctica.
—¿En serio, Roman? —Suspiró y puso una jarra eléctrica con agua en la
estufa para que hirviera.
—Gracias por la comida, mamá.
Regresé a comer, con mejores modales, y fue a sacar una taza de porcelana
blanca y poner un saquito de té dentro.
Gruñí. No era una sorpresa. Papá trabajaba por largas horas. Supongo que
ser un abogado con una buena reputación venía con un precio. A veces me
preguntaba si fue mi madre la que pagó gran parte de ello. Se encontraba aquí
sola más tiempo del que no, y sabía que a veces eso debía ser solitario.
—¿Por qué no me dijiste que ella no tenía una madre? —Su pregunta me
sobresaltó, sacándome de mis pensamientos, y mi cabeza se alzó de golpe. Estaba
empapando el saquito de té rítmicamente en el agua en tanto esperaba una
respuesta.
—No me di cuenta que importara. —Mi voz fue perezosa aunque para
nada lo sentía así. Mi madre se estaba entrometiendo en mi vida. Entrometiendo
con Rimmel, a quien ya una vez lastimó con su actitud para nada amable. No me
agradaba.
—Si te afecta, importa —dijo fríamente, abandonando el saquito de té.
Pero en este momento, supe que esto se trataba de algo más que ella
queriendo protegerme de una chica que pensaba que solo quería algo de mí.
Frunció el ceño.
—No estoy intentando molestarte, Roman. Está claro que ella significa
mucho para ti.
Suspiré.
Me fui antes de que pudiera decir algo más. Llamó detrás de mí, pero seguí
adelante. Me sentí culpable mientras caminaba alrededor de la piscina con un
plato de comida en la mano que sabía que hizo para mí. Me sentí un poco
culpable porque la había dejado allí sola, en lugar de acompañarla un poco.
Seguí caminando.
—Todo lo que hice fue hacer una investigación. Has pasado mucho tiempo
con ella.
—Su madre murió cuando era sólo una niña. —Sus ojos castaños se
suavizaron mientras hablaba.
Mamá asintió.
—Así que si ya sabes todo esto, ¿por qué estamos hablando de eso?
Murphy saltó sobre la isla con un golpe y maulló en voz alta. Mamá se
sacudió en sorpresa e hizo un pequeño chillido.
Sonreí.
—¿Un dulce?
Alcancé el gabinete y saqué una gran bolsa de golosinas. Rimmel dijo que
eran su favorito y le alimentó demasiado de ellos.
Me reí.
—No se sabe. Llegó al refugio así. Nadie lo quería y vivió allí durante un
año. Rimmel le tomó una simpatía especial y se unieron.
—Y tú lo adoptaste.
—No, mamá. Rimmel nunca me ha pedido nada. Lo hice porque sabía que
eso la haría feliz. Ni siquiera lo sabía hasta que ella vino y lo vio aquí. —Todavía
recordaba la mirada en su cara cuando lo vio. La alegría. Lo adoptaría de nuevo
si pudiera, sólo por esa razón.
—La amas, ¿cierto? —No era una acusación, era más una declaración.
—Sí. Lo Hago.
Inclinó la cabeza.
Mamá asintió.
Cuando no respondió de inmediato, supe que su broma era sólo una forma
de encubrir lo nerviosa que mi madre la puso.
¿LO COMIÓ?
SÍ.
Firmó con un hashtag y luego un corazón. Para una chica que dijo que
nunca prestaba atención al JefedelChisme, supe que fue donde obtuvo esa
etiqueta pequeña.
Rimmel
¿VAS A PONÉRTELA HOY?
HOLA
YO TAMBIÉN.
Ivy entró cargando su pequeño bolso de baño y puso sus ojos en blanco al
verme sentada en la cama con el teléfono agarrado en la mano.
—Es demasiado temprano para esto —gruñó y colocó su bolso al final de
la cama.
—¡Eres una santa! —dijo y arremetió contra la taza. Después de tres sorbos
y dos suspiros agradecidos, me contempló desde el borde.
O un espejo.
¿BIEN?
La nieve aún estaba cayendo fuera, y sabía que sería más o menos un Polo
humano para la hora del almuerzo. Añadir otra capa sobre mi camiseta y la
franela no sería una mala idea.
¿ESO ES UN SÍ?
Sonreí
SÍ
DEMONIOS SIP.
Parecía muchísimo mejor que cualquier otra cosa que hubiese planeado
hacer.
Sonrió.
Hizo una mueca y tomó otro trago de café como si estuviese intentando
fortalecerse.
—No lo sé.
—He cambiado de idea como tres veces. Hay demasiadas cosas para
elegir.
—Bien, creo que podrías tan solo ser una estudiante universitaria para
siempre —le dije y sonreí.
Meneó sus cejas como si de hecho ese fuese su diabólico plan secreto.
Mi curso estaba lleno este semestre, y sabía que iba a ser mucho trabajo
mantener el ritmo de todo, pero estaba comprometida. En lo alto de toda mi
repleta agenda, aún era voluntaria en el refugio e iba a ser la tutora de Romeo.
Aun así, sería bonito ser capaz de tener algo de dinero así cuando me
graduase podría comprarme mi propio auto. Aún tenía mi scooter, pero
realmente, era inútil en este clima invernal.
Por supuesto, habría un montón de tiempo para ahorrar para un auto más
tarde. Iba a estar en la escuela mucho tiempo. Convertirse en un veterinario era
un largo compromiso. Después de cuatro años de estudios universitarios (estaba
sacando mi título de Ciencias en Tecnología Veterinaria), tendría que solicitar el
ingreso en una Escuela de Veterinaria. Una vez que me aceptasen, tendría otros
cuatro años de estudios de hecho, antes de terminar mi carrera y obtener el título.
—Zach. —Jadeé como si estuviera sin aliento. Realmente, solo era el mal
sabor que él parecía dejar en mi boca.
—Esto no es un encuentro.
Quería estar lejos de él. Había algo sobre Zach que era simplemente
espeluznante. Incluso si no hubiéramos tenido una historia que probaba que no
era de fiar, igual hubiera estado asustada de él.
—Entiendo por qué todas las chicas en el campus están tan enamoradas
de Romeo. Es popular, buen mozo y tiene dinero. Solo me sorprende que esas
cosas te atrajeran también.
Zach sonrió.
—También es un mentiroso.
—Déjame ir —gruñí.
—Todos saben por qué —espeté, aun luchando. Alguien caminando cerca
nos vio y la manera en que estaba siendo retenida. Sus ojos se dirigieron a Zach
y de vuelta a mí—. Porque te arrestaron —gruñí.
—¿Sobre qué era todo eso? —Miró en la dirección en que Zach había
desaparecido.
Parecía como si quisiera discutir o hacer más preguntas, así que lo corté
con una sonrisa.
—No me voy a quedar parado y ver a una mujer ser maltratada. —Luego
en voz baja, murmuró—. Especialmente a ti.
Romeo
No era un chico de libros.
Todo el tiempo.
No hace falta decir, mis clases matutinas iban a paso de tortuga. Tuve un
lapso de treinta minutos entre la clase de la que acababa de escapar y mi última
clase del día. Una vez que hubiera terminado, iría a buscar algo de comida y
luego iría al campo por algo de entrenamiento antes de que la práctica
comenzara. El campeonato estaba llegando y quería estar tan preparado como
fuera posible.
El viento aún soplaba, pero el sol estaba afuera y se sentía un poco más
tibio que esta mañana. Me preguntaba cómo lo estaba haciendo Rimmel con el
frío y si mi sudadera con capucha la estaba manteniendo caliente.
Mis labios se curvaron en una sonrisa porque si sabía que pensaba de esa
manera, trataría de patear mi trasero. No quería ser vista de esa forma porque
era fuerte. Rimmel había pasado por mucho en su vida y sobrevivido, pero esa
era la razón por la cual me sentía tan protector con ella. Aún era gentil e ingenua
a pesar de todas esas cosas. Y era tan pequeña. Querer protegerla era un insti nto
natural para mí.
—No, hombre. Probablemente no hubiera sabido que era ella, pero estaba
usando tu sudadera.
—¿Qué? —gruñí.
¿Qué mierda estaba haciendo Rimmel con Zach? ¿Por qué él estaba
hablando con ella?
—Es por eso que los noté. Él la agarró y ella gritó. Ella le dijo que la
liberara, pero él solo la sacudía más. Ella casi se cae.
—Iba a hacerlo. Les grité y empecé a avanzar, pero fue entonces cuando la
liberó y se marchó.
Iba a matarlo.
Muerto.
—Le pregunté a ella si estaba bien. No creo que supiera que estoy en el
equipo contigo.
—Pero su muñeca estaba bastante roja. Parecía que iba a dejar un moretón.
Lo bloqueé todo.
Ella estaba sonriendo ante algo que estaba diciendo Ivy, y eso perforó mi
corazón.
—Tal vez deberíamos hablar de esto más tarde —dijo ella, su voz casi un
susurro.
Me reí.
—¿Crees que voy a esperar hasta más tarde para averiguar los detalles de
cómo ese cabrón puso moretones en tu cuerpo?
Uno de sus “amigos” eligió ese momento para pasar por al lado. A juzgar
por la expresión de su cara, sabía que probablemente estaba tomando nota para
poder informar a su amigo más tarde. Me moví a la velocidad del rayo, alargando
mi mano y agarrando su camisa directamente en su cuello. Era más bajo y más
pequeño que yo, y sentí la punta de sus zapatos arrastrándose por el suelo
mientras lo ponía justo delante de mi cara.
—Vamos.
Caminamos por las escaleras lejos de los ojos curiosos de nuestra
audiencia y alrededor de la esquina hacia la biblioteca. Tiré de ella más allá de la
entrada y fuimos más abajo por el pasillo donde nadie excepto el personal nunca
iba.
Ella negó.
—Ah, nena. —Gemí y levanté su muñeca para presionar mis labios en las
marcas—. Estoy siendo un idiota.
—Tú lo has dicho… —Estuvo de acuerdo, dejando que el resto de su frase
quedara inacabada.
—Debiste decírmelo.
Detrás de sus gafas, puso sus ojos en blanco. Se veía adorable de pie allí
aplastada contra la pared, en mi camisa, sus gafas y una trenza en el cabello.
Dejar que ella tomara cualquier responsabilidad por esto era algo que no
permitiría.
Suspiró.
—Estoy diciendo que estás siendo una reina del drama.
—No.
Tomé su cara entre mis manos y la incliné para poder mirarla a los ojos.
Rimmel
No era la clase de chicas que le iba el fútbol americano.
Aprender las diferentes jugadas, posiciones y lo que fuese que los árbitros
estuviesen señalando todo el tiempo no era mi fuerte. Prefería mucho más leer
un libro. O ayudar a un animal.
Pero salir con Romeo me abrió los ojos a un mundo nuevo. No sabía nada
del juego ni de cómo se jugaba, pero disfrutaba mucho ver a Romeo y a los Lobos
en el campo.
A pesar de que mi experiencia con el fútbol era limitada, pensé que sabía
qué esperar cuando el juego de campeonato se acercó.
Durante los días previos al juego, el campus estaba más vivo que de
costumbre. Los letreros y carteles cubrían todos los espacios disponibles. Los
colores de la escuela (azul marino y amarillo dorado) fueron pegados por todas
partes. Algunas personas pintaron con spray su cabello en diseños extravagantes.
Las chicas caminaban por todo el campus con las camisetas de los Lobos y
los números de los jugadores de fútbol dibujados en sus rostros con pintura.
Más de la mitad llevaba el número veinticuatro.
Pero incluso con las chicas mostrando su afecto por mi novio, la energía
que crujía a través del aire era contagiosa.
No le dije lo que Zach me dijo. Estuvo tan enfurecido por los moretones
en mi muñeca que no preguntó lo que Zach quería, y no me molesté en traerlo a
colación. Sólo lo enojaría más.
—Creo que todo el campus tiene resaca. —Me reí mientras Romeo
conducía lentamente por el estacionamiento hacia mi dormitorio.
El día antes del juego, todas las clases en el campus fueron canceladas.
Hubo una gran reunión para el equipo y alrededor de un centenar de diferentes
fiestas pre-partido que duraban prácticamente toda la noche.
—¿Estás nervioso?
—Sé que no he estado mucho por aquí —dijo—, pero después de hoy, mi
horario no estará tan ocupado.
Hizo un ruido.
Sonreí.
—Tengo que admitir que no estaré molesta cuando termine este juego y
todas las chicas de aquí dejen de usar tu número en sus cuerpos.
Sus dientes blancos destellaron.
Resoplé.
Sonrió
—Eso también.
Romeo rozó sus labios sobre los míos. El primer contacto envió piel de
gallina corriendo a través de mi piel. Nuestros labios se encontraron una y otra
vez, acariciándose el uno al otro y creando una fricción chisporroteante que
producía una necesidad hambrienta en mi vientre.
—Me tengo que ir. No puedo llegar tarde al campo. El entrenador tendría
un ataque al corazón.
—Te veré después —dijo—. Y esta noche haremos una fiesta en mi casa.
Todavía era temprano. Tenía algunas horas antes de que necesitara estar
en el juego, así que cuando llegué arriba a mi habitación, decidí que me ducharía
ahora y conseguiría estudiar un poco mientras mi cabello se secaba al aire . La
habitación estaba muy sombría cuando entré. Me arrastré hacia mi cama y miré
a Ivy al otro lado de la habitación.
Escuché la puerta principal del baño cerrarse, y supuse que la chica que
juró nunca beber de nuevo finalmente terminó de vomitar todo lo que bebió
anoche.
Aun nadie.
—¿Hola? —grité.
Tal vez la chica borracha seguía aquí después de todo. Tal vez se desmayó
y golpeó su cabeza en el retrete.
Cuando nadie respondió, aun no podía sacudirme el sentimiento que algo
estaba mal. Todavía agarrando la botella de crema, me moví a través del cuarto
de duchas para ir a revisar a la chica que escuché antes.
—¿Estás bien? —le grité, no porque esperaba una respuesta, sino porque
el sonido de mi propia voz era preferible al silencio.
Cuando el único sonido que respondió fue el goteo del agua en uno de los
lavamanos, me empecé a sentir como una enorme gallina.
Pensé en regresar a lo que hacía, pero decidí que realmente debería revisar
para asegurarme que esa chica no se hubiese desmayado.
A pesar de que todo estaba mayormente borroso sin mis lentes, aun podía
distinguir lo suficiente de mi rostro para aplicar crema hidratante. Eché un poco
de la crema blanca en mis dedos y luego dejé el frasco en el borde del lavamanos.
Luego de esparcirla alrededor de mis dedos, miré al espejo y empecé a frotarla
en mi cara.
Y luego me paralicé.
La dejé abierta.
Ya no estaba abierta.
Me quedé parada viendo del espejo a esa pared de blanco por un momento
interminable.
¿O no era así?
Pasó de nuevo. Esta vez la cortina se balanceó todavía más. Creí ver la
forma oscura de una sombra detrás de ella.
Mi corazón empezó a latir tan fuerte que era el único sonido que podía
escuchar. Mi garganta se contrajo súbitamente y dolía respirar o tragar. El miedo
hizo hormiguear la base de mi columna, dejé caer las manos de mi rostro y limpié
lo que quedaba de la loción en la toalla envuelta alrededor de mi cuerpo.
Uno.
Dos.
Tres.
Tiré de la cortina.
Grité.
#DíaDeJuego
Traigan sus culos con resaca al campo. Tenemos un equipo al que apoyar.
#NadaMásImportaHoy
… AlphaBuzzFeed
Romeo
Algo no se sentía bien.
Rimmel
Una figura vestida de negro salió disparada de la cabina de la ducha y me
envolvió con sus brazos. Grité y me caí hacia atrás, mis chancletas sin
proporcionarme mucha tracción contra el azulejo resbaladizo del suelo.
Sentí como si mis ojos fuesen a caerse de mi cabeza cuando alcé la vista y
vi a Zack y su taimada sonrisa.
―Nunca hubiera adivinado que una nerd como tú tendría tanto fuego
detrás de esas gafas. ―Sus ojos eran evaluadores cuando me miró de arriba
abajo―. ¿Quién hubiera pensado que tendrías un lindo cuerpo debajo de todas
esas feas ropas que usas?
Chasqueó la lengua.
Recogió un par de bragas azul marino con una cintura de encaje que había
comprado específicamente para hacer juego con los colores de los Lobos (y
apoyar a Romeo, por supuesto) y las giró en su dedo.
―Dame eso. ―Jadeé y se las arrebaté de las manos, aferrándolas contra mí.
Se rio.
Sonrió.
—Tal vez. Pero eso todavía haría que su juego vaya mal.
―¿Qué diría todo el mundo de nuestro héroe del campus cuando estropee
el mayor juego del año y le entregara el trofeo al otro equipo? Me pregunto si
seguiría siendo adorado por todos.
―Tal vez ―dijo―, debería enviar esta foto y dejar que todos sepan lo que
estamos haciendo. En este momento. Ya.
Había una frase que leí hace mucho tiempo. Una frase que me encantaba
y me hacía sentir fuerte. Se me había quedado grabada con el paso de los años,
como muchas otras palabras del autor.
Podría ser pequeña. Podría ser fácilmente intimidada, pero podía ser
feroz.
Era feroz.
Con un grito, arremetí hacia delante y arrojé todo mi peso contra Zack. No
había esperado que hiciera tal cosa, y perdió el equilibrio. Retrocedió contra el
asiento de madera apoyado en el centro del espacio, y este causó que se cayera
hacia atrás. Le quité el teléfono de la mano y lo arrojé contra la pared del fondo
de una de las duchas.
Me encogí de hombros.
―Oops.
Pensé que la satisfacción de ver su teléfono roto había sido suficiente para
apaciguar mi enojo. Pero me di cuenta ahora que no había pasado. Enojo
renovado se alzó en mi interior. Estaba enfadada que intentara envenenar algo
especial. Algo que nunca había tenido con nadie más.
―No sé por qué odias tanto a Romeo, y me tiene sin cuidado. Hazte un
favor y olvídalo. Intentar lastimarme para llegar a él no va a funcionar.
Sus ojos eran duros cuando me di la vuelta y marché hasta la esquina hacia
la puerta.
—¿Rimmel?
―Te cubro.
―Sí, pensé que me llamaste porque había algo que no querías que él
supiera.
―¿Él quién? ―dijo Braeden con aspereza. Entonces gruñó―. ¿Esto es sobre
Zack?
―Sí.
―No los tengo ―dije. Me pregunté qué diría si le decía que podría haber
una foto de mí con nada más que una toalla―. Mira, lo explicaré después del
juego de esta noche. Sólo hazlo por Romeo.
―¿Chica tutora?
Sonreí.
―No te preocupes por esto, ¿bien? Por mí tampoco. Todo está bien. Sal allí
y juega.
Colgué el teléfono y tomé una respiración calmante. Esas chicas fuera del
baño tuvieron que haber visto a Zach. Habrían sabido que había estado allí con
él.
TE AMO.
Sonó de inmediato con una respuesta.
Al otro lado del cuarto, Ivy se removió y alzó la cabeza. Su cabello estaba
todo desparramado y cubriendo buena parte de su cara. Empujó la masa
enredada con sus manos y entrecerró sus ojos en mi dirección.
Sonreí y rebusqué a través de mis cajones para encontrar algo que usar.
Sonrió.
Romeo
El enorme campo de fútbol se encontraba vacío y casi silencioso.
Se sentía diferente.
―Estás listo para esto. ―El entrenador habló a mi lado, sin quitar sus ojos
del césped.
―Eres la columna vertebral de este equipo. Sólo quería decirte antes del
partido que estoy orgulloso de ti. Eso no cambiará aunque hoy no traigamos el
trofeo a casa.
Él sonrió.
Una vieja canción acerca de cómo el tipo que cantaba era demasiado sexy
estalló a través del ruido, y todos empezamos a reír.
Me hizo pensar en Rimmel. Tal vez debería ver que se encuentre bien. O
al menos revisar mis mensajes.
―Oye, oye ―dijo―. ¿Qué es esto? Sin teléfonos antes del juego. ¡Tenemos
que concentrarnos!
Se encogió de hombros.
Algo pasó detrás de sus ojos, y sentí que mi visión se cerraba en su rostro.
Mi teléfono se apagó en su mano, y lo alcancé. Lo sostuvo y miró la pantalla.
Cogí el teléfono y miré el texto. Las dos palabras que ella me envió me
hicieron sonreír.
―Mira ―dijo Braeden―. Mírate poniéndote todo blando. Apaga esa cosa
antes de que te conviertas en un imbécil que usa pañal y toma biberón antes del
juego.
―¿Feliz ahora?
―Diablos sí ―dijo Braeden y volvió a poner su teléfono en su casillero.
Rimmel
En el tercer cuarto del juego, empecé a relajarme.
Lanzó cuatro touchdowns justo en la zona final. Los tiros eran tan
perfectos que literalmente navegaban directamente en las manos de sus
compañeros de equipo. Cuando no lanzaba touchdowns, lanzaba pases
completos que daban a los Lobos una ventaja y los tenían por delante en el
marcador.
Supongo que todas esas horas y horas de práctica y estar juntos daba sus
frutos.
Pude relajarme un poco durante la primera mitad del juego, pero cuando
el entretiempo comenzó, empecé a preocuparme de nuevo. ¿Y si alguien le dijera
algo en el vestuario? ¿Qué tal si encendió su teléfono y vio lo de Buzz?
Tal vez no se diera cuenta que era sobre mí, pero ¿y si lo hacía?
Una vez que el medio tiempo terminó y el equipo se apresuró a salir, sabía
que estaba bien. Romeo miró hacia donde mis amigas y yo estábamos sentadas y
sonrió.
Tenía el rostro tan frío que mis mejillas se entumecieron e incluso con mis
botas forradas de piel, mis pies se encontraban fríos y se sentían un poco rígidos.
Vestía un par de gruesos leggings negros, gruesos calcetines de color crema que
llegaban hasta mis rodillas, una camiseta de manga larga, una franela y la
sudadera con capucha de Romeo encima.
Junto a mí, Ivy y Missy se veían tan lindas como siempre en vaqueros,
botas y abrigos de moda que parecían capas. Missy llevaba un par de guantes
con estampado de leopardo (a esa chica le gustaba su estampado animal) e Ivy
llevaba un par de guantes blancos que parecían suéteres.
No podía esperar a estar con él esta noche. A pesar de que me quedé con
él anoche, todavía se sentía como una eternidad desde que lo había visto. Me hizo
enojar que lo que se supone que era una noche entera de celebración y diversión
iba a ser interrumpido por tener que decirle acerca de Zach.
La miré.
Se encogió de hombros.
—Sé que algo está pasando —dijo con firmeza—. He escuchado algunos
rumores volando.
Me puse de pie y grité junto con todos los demás. Me reí cuando Braeden
se lanzó a Romeo y él lo atrapó. Braeden golpeó el casco de Romeo en celebración
mostrando un poco de su bromance en el campo.
—Te lo explicaré más tarde —le dije, esperando que lo dejara ir.
Unos cuantos pases más tarde y los Lobos interceptaron el balón del otro
equipo, y la multitud volvió a enloquecer.
Sujetó el balón mientras buscaba una apertura para hacer el pase. Cuando
encontró a dónde se dirigía, apartó el brazo, listo para lanzar lo que yo sabía que
sería otro tiro perfecto.
Y entonces silencio.
Inmóvil.
Quieto.
—Ese tipo del otro equipo se lanzó hacia Romeo después de lanzar la
pelota. Parecía deliberado. Como si quisiera sacarlo del juego.
Porque era demasiado bueno. Jugaba tan bien que era embarazoso para el
otro equipo.
Antes de que supiese que pasaba, salía de mi lugar y corría como una
exhalación hacia la barandilla que separaba los asientos del campo. Tenía que
asegurarme que se encontraba bien. No podía estar simplemente aquí sentada y
observarle allí tumbado y con dolor.
—No puedo. Ese es mi… —Mi voz se rompió. No podía obligarme a que
la palabra novio saliese de mis labios. Simplemente no era suficiente. No
describía cómo de desesperada estaba por llegar a él.
—Voy a pasar.
Imbécil.
Lo juro nunca había visto a nadie que fuese a partes iguales para morirse
por su aspecto y el alborotador chico de la puerta de al lado.
Echó atrás la cabeza y se rio, y todo el estadio entró en erupción una vez
más. Era consciente que cada momento entre nosotros estaba siendo
retransmitido como algún reality show en vivo, pero por una vez, no me
importaba cuanta gente estuviese mirando.
—Se necesita bastante más que un turbio ataque ilegal para reducirme.
No fue un beso casto. Era la clase de beso que hacía enrojecer cuando lo
veía en la televisión.
Saltó y echó una carrera hacia el entrenador, que le golpeó en la nuca con
su sujetapapeles.
El resto del juego pasó sin más intentos de sacar a Romeo del juego. Sus
compañeros de equipo parecían correr a su alrededor para dejar fuera a
cualquiera que intentase acercarse.
Al final, Romeo lanzó otro touchdown. El que dijo que era para mí.
Romeo
—Eso fue algo turbio ahí fuera, Rome —dijo Braeden una vez que el caos
total por ganar el juego se había reducido a un rugido considerable.
Era casi ridículo que su minúsculo culo fuera a correr hacia un campo lleno
de hombres del doble de su tamaño para asegurarse que yo estaba bien.
El juego desapareció.
Por una vez, estaba fuera del campo y no podía concentrarme solo en el
juego. Pasó a un segundo lugar luego de la chica oscilando en el borde de la
barandilla. No iba a dejar que fuera castigada por preocuparse por mí. Diablos,
ella no sabía que no podía saltar al campo y salir corriendo.
Me reí.
—Mierda —dijo Trent—. ¿Cómo has dicho eso con una cara seria?
—Es un don.
Todo el mundo dentro del alcance del oído dio un fuerte grito.
Trent me miró.
—Sí, yo también.
Me miró.
Braeden giró.
—¿Revisaste mi teléfono?
—Deja que ella sea la única que te diga lo que sea que tiene que decir.
Quédate fuera de tu teléfono y de la mierda hasta que estés con ella.
Parecía como que saber solamente eso hacía más fácil volverme loco. Me
alegré que sintiera que Braeden era alguien con quien pudiera contar, pero quería
que viniera a mí. Siempre.
Hice lo mío y encendí el encanto. Hablé del juego, del equipo, y sonreí.
Demonios, la mitad de las preguntas eran sobre la chica por la que había parado
el juego. Nunca pensé que sería una gran cosa. Sólo había estado reaccionando a
la situación, haciendo lo que me parecía natural.
Braeden, quien había estado a mi lado desde que salimos del vestuario,
me dio una palmada en la espalda.
Asentí.
—¡Felicitaciones!
—Gracias. —De repente, el encanto que por lo general llevaba como ropa
de diseño me falló. Me sentí como si estuviera de pie ante un juez y un jurado, y
todo mi futuro estuviera en la balanza de la impresión que diera aquí mismo,
ahora mismo.
Mierda.
El cazatalentos se rio entre dientes. Dejé escapar el aliento que había estado
conteniendo.
Mierda. Por supuesto que había visto eso. Hablando de poco profesional.
Di un paso adelante.
—Se necesita más que eso para tirarme abajo —le contesté.
—Ya veo.
—Trucos como ese son los que venden tickets. —Miró a Rimmel de nuevo,
quien sonreía con dulzura—. Atraen a toda una nueva audiencia al deporte.
—Técnicamente —dije.
—¿Cuál es tu carrera?
—Gestión de negocios —respondí mientras él sacaba una pequeña tarjeta
de negocios y la sostenía a su lado.
Sonrió.
Me relajé.
—Soy Martin Winters de la NFL. Eso fue algo bueno… —Rimmel se aclaró
la garganta y sonrió—. Impresionante —corrigió— lo que hiciste ahí. Felicidades
por tu victoria. Estaré en contacto.
—Es por eso que no te lo dije —dijo, rozando sus dedos por mi mejilla—.
Quiero que disfrutes de la noche. Te lo has ganado. Pero también quería decirte
cuán feliz estoy por ti.
—¿Qué te dijo?
Arrugó su nariz.
—¿Qué?
Rimmel me dio una sonrisa tensa y mis ojos captaron una de las
notificaciones que apareció en la pantalla. Era un Buzz de hace un par de horas.
Rimmel
El silencio no era oro.
Su silencio era tan callado que fue el sonido más fuerte que haya
escuchado.
Bueno.
No todo.
Alargó las manos y sujetó el volante con tanta fuerza que se pusieron
blancas. Tragué saliva. No estaba asustada de Romeo. Estaba asustada por lo que
podría hacer.
Estaba comenzando a darme cuenta que Zack no era otro idiota. Bueno, lo
era. Todos sabían eso. Pero cuando se trataba de Romeo, había algo más.
Era odio.
En su verdadera forma.
―En verdad tengo que enseñarte a manejar este auto ―dijo Romeo, su voz
áspera irrumpiendo en mis pensamientos.
―¿Qué?
―Porque si supieras cómo conducir este auto, te diría que te fueras así
podría salir a encontrar a ese hijo de perra y matarlo a golpes.
―¿Te tocó?
―Eso es exactamente lo que desea, sabes ―le dije―. La única razón por la
que me molesta es porque quiere afectarte.
―Oye ―dije suavemente y busqué entre los asientos para levantar sus
nudillos blancos del volante―. No lo permitas. Fue estúpido. No fue nada.
Sus dedos se entrelazaron con los míos y me miró, sus ojos torturados.
Esa era la peor parte. La gente iba a pensar que engañé a Romeo. La gente
iba a estar hablando, los rumores se extenderían como fuego.
―No iba a dejar que nada te molestara antes del juego. Este día era
demasiado importante para ti.
Me miró.
―Me crees, ¿verdad? Sabes que yo nunca… ―Por alguna razón, los nervios
apretaron mi vientre. Sentí como si tuviera un niño explorador ahí dentro
intentando ganarse una insignia en atado de nudos.
Romeo se movió rápido y abrió la puerta del lado del conductor. El frío
aire se arremolinó dentro y mezcló con el calor que soplaban las ventilas. Salió
de un brinco, y me quedé mirando tras él con sorpresa.
Mi puerta fue abierta. El frío aire llegó hasta mí de ambos lados ahora y
mi cinturón de seguridad fue arrojado a un lado. Fuertes manos me alzaron y
sacaron a la nieve.
―Voy a tener que hacerte caminar a casa por decir algo tan estúpido ―dijo,
mirándome fijamente.
―Hace frío.
―Mírame.
Alcé la mirada, parpadeando los copos de nieve que humedecían mis ojos
y mejillas.
―No hubo ni una sola duda en mi cabeza sobre ti. Ni una sola vez pensé
que había algo de cierto en esa estúpida notificación. Sé que me amas.
Nos besamos por tanto tiempo que la nieve comenzó a aferrarse a nuestras
ropas y en su cabello. Cada vez que me detenía a tomar aliento, la diferencia entre
el aire y el calor de adentro me sorprendía.
―Lo sé, nena. ―Me guio gentilmente de regreso al auto―. También te amo.
Ahora, vamos. Tengo que hacer acto de presencia en mi fiesta.
Dentro del auto, el viaje fue silencioso. Cuando nos detuvimos en su calle,
jadeé. Toda la calle estaba llena de autos.
Sonrió.
Una vez el auto estuvo estacionado, me sonrió. Eso relajó algo de lo que
estaba sintiendo, pero no todo.
Porque lo vi.
Agarré su brazo antes de que pudiera salir del auto y ser tragado por la
multitud esperando.
Pero en este momento, una fuerte bebida sonaba como una idea realmente
buena.
Se dice que la fiesta exclusiva de Romeo ya no es tan exclusiva
#LibreParaTodos
#ConsigueUnTrago
… Alpha BuzzFeed
Romeo
Esto era mi culpa.
Ese pequeño cabrón la atacó en el baño. Era como agitar una bandera rojo
intenso delante de un toro ya enfurecido.
Era estúpido.
No, ella no estaba herida, pero ese era el punto, ¿verdad? Quería asustarla,
avergonzarla. Quería hacerme ver como un cachorro apaleado enfermo de amor
que dejaba que su chica lo engañara y aun así salía con ella.
Quería mi reputación.
Le salió el tiro por la culata. Dudo que él esperara que Rimmel mantuviera
la boca cerrada. Probablemente pensó que ella correría directamente a mí.
Muestra lo perdedor que era.
Ella era más fuerte que eso. Más fuerte que él. Ella mantuvo la calma, hizo
el control de daños llamando a Braeden, y luego se sentó en las gradas con su
cabeza bien erguida, a pesar de los rumores, y me animó.
Me protegió.
Terminaba ahora.
Sí, él quería que fuera tras él. E iba a entrar en su juego, pero él no sabía de
qué dirección iba a llegar.
—¡Otro!
Todos aplaudieron.
Se rio.
—Está bien.
Estaba bastante seguro que ella estaba un poco entonada. Está bien.
Probablemente estaba borracha. Era la primera vez que la veía de esa forma. Pero
esta noche era una celebración. ¡Era la noche para emborracharse y no recordar!
—Estúpido de mierda.
—¿Qué? —pregunté.
Miré por encima para ver a Zach caminando a través de la multitud. Las
personas se separaban alrededor de él con especulación en sus ojos.
Prácticamente podía escuchar que a las personas se les hacía agua la boca por
probar el drama.
—Vigílala —dije.
Ivy rio.
Probablemente no era mi mejor idea hacer que una chica borracha cuidara
a otra, pero tenía una mandíbula a la que dar un puñetazo.
Todos se apartaron del camino mientras caminaba con paso airado hacia
Zach. Pero nadie se fue. Todos se apresuraron a conseguir buenos asientos para
lo que fuera que estaba a punto de caer.
—No eres bienvenido aquí —dije y crucé mis brazos sobre mi pecho en
desafío. La mayoría del equipo estaba parado detrás de mi espalda y Braeden
estaba justo a mi lado.
Arremetí hacia adelante tan rápido que nadie lo vio venir. Lo tiré hacia
arriba, de la parte de adelante de su abrigo a la moda lleno de botones, con tanta
fuerza que su cabeza se sacudió en su cuello.
—Sal de aquí.
Zach se giró para alejarse, pero no antes de que viera el destello en sus
ojos. Regresó el golpe. Cuando rechacé su puño, llegó abajo como si fuera a
derribarme.
—¡No!
La miré para ver qué estaba mal, pero no estaba ahí. Estaba corriendo hacia
adelante con miedo en su rostro.
Todo sucedió tan rápido. Zach estaba acercándose a mí con una silla. La
tenía equilibrada en el aire, lista para tirarla y hacérmelas pagar.
Zach tiró la silla y Rimmel se sacudió lejos para tratar de esquivar el golpe.
Ella terminó resbalando en el pavimento y cayó de costado.
Rimmel
Agua fría y helada me alcanzó como pegajosos tentáculos, intentando
reclamarme. Mi cuerpo entró al instante en shock, y mi piel ardió como si miles
de agujas penetraran mi piel.
Y entonces me di cuenta.
Algo mucho más frío que el agua casi congelada me chocó. Sentí
sacudirme como si hubiese sido disparada. Estaba en la piscina.
Abrí la boca para gritar, pero ningún sonido salió. En cambio, mi boca se
llenó con más agua sofocante y valiosas burbujas llenas de aire emergieron frente
a mi cara.
Todo estaba difuso y oscuro; parecía hacerse más oscuro a cada momento.
Pánico, cruel y sombrío, se alzó en mi pecho y apretó hasta que pensé que
mis costillas se romperían por la presión.
Mi mochila rosa intenso estaba haciendo doler mis hombros, ¡tenía tanta tarea!,
por lo que la dejé en el piso mientras me quitaba los zapatos.
Retrocedí y subí las escaleras. No podía esperar a decirle lo que sucedió hoy en
Actividades Prácticas. Joey no solamente quemó las pizzas de pan inglés, sino que prendió
fuego el horno y tuvimos un simulacro de incendio. ¡La señorita Kostrley estaba tan
enojada!
Pero no lo estaba.
El silencio me recibió.
No estaba allí.
Sonreí ¡Así que eso había estado haciendo! Estaba cambiando la piscina a mi color
favorito para sorprenderme. Me reí y me acerqué para admirar el color.
Pero mi risa se convirtió en un sonido estrangulado.
—Mami —lloriqueé.
Estaba flotando en el extremo poco profundo, su cuerpo boca abajo y cerca del
borde. Su largo y oscuro cabello flotaba alrededor de su cabeza. Se movía suavemente en
el agua. De alguna manera parecía como un halo oscuro.
Sin pensarlo, me sumergí en la piscina. El agua estaba cálida como siempre, y nadé
fácilmente hacia su lado.
La piscina estaba rosa por la cantidad de su sangre que se había mezclado con el
agua.
No recuerdo cómo logré salir, solo que lo hice. Los pantalones cortos que estaba
usando ya no eran más blancos. Estaban manchados. Manchados.
Muy pérdida.
No los tenía.
Tenía treinta.
Parecía que se merecía algo mejor que alguien diciendo mal su edad en el
día que estaba siendo enterrada.
Romeo.
Deslizó sus brazos debajo de los míos y me jaló fuera del agua. Mis piernas
cedieron, y en vez de dejarme caer, me alzó y sostuvo contra él.
—La tengo —dijo Romeo, y fui movida contra un pecho que conocía
demasiado bien.
Estaba en casa.
Mis dedos estaban tan fríos que dolían, y aunque intenté doblarlos, no me
obedecían.
Comencé a llorar.
¿Fue así cómo se sintió mi madre el día que se ahogó? ¿El agua había
parecido como una prisión que quería llevarla más y más en la oscuridad hasta
que no quedara nada en absoluto?
Romeo me sostuvo con fuerza y se inclinó a mi alrededor, protegiendo mi
cara del rocío de la ducha. Creo que murmuraba palabras gentiles para mí, pero
no pude escucharlas sobre el sonido de mis propios sollozos.
Romeo se acuclilló a mis pies para sacarme suavemente mis botas. Luego
hizo lo mismo con mis gruesos calcetines hasta la rodilla. Sus manos se deslizaron
hacia arriba por mis caderas y hábilmente bajó mis bragas y leggings con un
rápido movimiento.
Sombras oscuras rondaban sus ojos y sus labios estaban pálidos por el frío.
—Estoy muy segura que eso fue un foso del infierno —dije, sin rastro de
humor en mi tono. Esa piscina había sido mi propio infierno personal.
—Puedo esperar.
Él era vida.
Yo era muerte.
Quería más de ello. Más de él.
No le tuve que decir dos veces. Me alzó y lo rodeé con mis piernas. Mi
núcleo ya estaba doliendo de necesidad, y me froté contra su estómago mientras
me besaba con tal intensidad que casi fue como si me estuviera ahogando de
nuevo.
Llevé la delantera, besándolo con todo lo que tenía. Vertí hasta lo último
de emoción que tenía en ese beso.
—Te amo —respondió y subió entre mis muslos. Extendió sus grandes
palmas sobre mis muslos y me abrió las piernas, abriéndome completamente
para él.
—Te eché de menos —le confié. Por lo general, esas eran palabras que no
habría dicho, no en un momento tan vulnerable como éste. Ya le estaba dando
tanto de mí en este momento, pero no era suficiente.
Hizo una pausa y miró hacia abajo, una pregunta en sus ojos.
—Sí, lo estoy.
—Quiero sentir todo de ti. Por favor. —La lluvia de lágrimas llenó mis
ojos, y la parpadeé. Dios mío, ¿cuánto más emocional iba a llegar a ser esta noche?
—Shhh —dijo y se movió sobre mí. Sostuvo su peso sobre sus codos para
que no estuviera aplastándome, pero podía sentir su cuerpo junto al mío.
—Oye —susurró, su voz profunda y tensa. Sentí las yemas de los dedos
en mi mandíbula, y él bajó mi cabeza para poder mirarme una vez más.
Más y más alto fuimos hasta que el primer roce de liberación me atrapó.
Agarré sus bíceps y me apreté contra él. Parecía saber exactamente lo que
necesitaba, y sus movimientos se aceleraron. Me golpeó hasta que no había nada
más que su suave y dura polla haciéndome temblar.
—Tampoco yo.
Me estremecí al pensarlo.
—Oye —dijo Romeo, con tono preocupado—. ¿Todavía tienes frío? —Sus
ojos se preocuparon y se levantó para moverse por la habitación.
—Preferiría que me hiciera daño a mí y no a ti. —Su voz era suave. Luego
sonrió—. Esa silla no me hubiera hecho daño de todos modos.
—¡Qué! —gritó.
—¡Espero que nadie esté desnudo, porque voy a entrar —gritó Braeden.
Unos segundos más tarde, la puerta se abrió y entró. Una de sus manos cubría
sus ojos.
Sonreí.
Braeden dejó caer la mano de sus ojos y se concentró en mí. Tomó todo en
mí no encogerme de la vergüenza. Atravesó la alfombra y me tendió mis gafas.
—Chicas —suspiró.
—Sólo deja tu ropa con la nuestra. Yo la lavaré por ti —grité por la puerta.
Rio.
—¿Estás bien?
Asentí.
Asintió.
—Gracias —susurré.
—En cualquier momento, chica tutora. —Su voz era suave y sus brazos se
apretaron alrededor de mí ligeramente. A pesar de todo su humor ingenioso,
sarcástico, y bromas, Braeden era un buen tipo—. Tenemos que enseñarte a nadar
—observó.
Me estremecí.
Romeo vino a mí, presionó sus labios contra mi frente, y luego se apartó.
Romeo
Tan pronto como la puerta principal se cerró tras de nosotros, miré a
Braeden.
—Va a pagar.
Braeden asintió.
—Estoy contigo.
Negué.
—Él está molesto porque hice que lo arrestaran. Molesto que lo destroné
en Omega. Pero está llevando las cosas muy lejos. Si quiere venir por mí, entonces
debería. No debería tomarla con Rimmel.
—Ella es tu punto débil —dijo Trent—. La está usando para llegar a ti.
Asentí. Esa era una buena idea. ¿Por qué demonios no había pensado en
eso?
—Diría que ya está sufriendo por los golpes que le entregaste —dijo
Braeden. Luego se aclaró la garganta—. Y puede que le haya dado un par de los
míos cuando lo eché de la propiedad.
—Lo haré.
Me quedé afuera un poco más, sobre todo porque sentía que tenía que
hacerlo y menos porque quisiera estar allí. Mayormente, me preocupaba por
Rimmel, si estaba bien adentro sola, lo que mojarse en la piscina había hecho con
ella.
—Voy a entrar.
Él asintió.
Me deslicé bajo las sábanas, llenando el espacio junto a Rimmel para que
estuviera intercalada entre el gato y yo.
En su sueño, se movió hacia mí, girándose y acurrucando su mejilla contra
mi pecho. La atraje cerca y suspiró.
Bajo las sábanas, Rimmel se movió más abajo, deslizando la tela hacia
abajo para permitir que ciertas partes ya excitadas estuvieran libres.
Quiero decir, realmente, no había tal cosa como una mala mamada.
Me gustaba.
—¿Es así? —Su voz era un poco ronca también esta mañana.
Yo sonreí.
—Hazlo desaparecer.
Ella asintió.
—Creo que sí. Sólo un poco mareada. Sobre todo, sólo tengo dolor de
cabeza y me siento confusa.
—Estarás bien, nena. Bebe esa agua. —Me incliné para besarla en la frente.
Ella gimió.
—Ese es de Rim.
Él ignoró mi irritación.
—Ella es una chica. A todas las chicas les gustan esas bebidas cursis.
Levanté el otro café del envase y tomé un sorbo. Era negro. Puede que no
beba esas cosas cursis, pero tampoco tomaba mi café negro.
—Ya le puse.
—¿Y tu pantalón?
—Esta camisa es tan larga que apenas puedes ver mis rodillas.
Ella suspiró en aprecio y envolvió sus manos alrededor del vaso. Tomó un
sorbo y miró a Braeden.
Braeden empujó los donuts hacia ella y ella hizo una mueca.
—¿Qué pasa, mamá? —dije, sabiendo que iba a recibir una reprimenda
sobre lo grande que fue la fiesta anoche.
Dulce.
—Eres una dulzura —dijo Braeden y echó para atrás el asiento vacío a su
lado—. Te he comprado un donut.
—Tiene chispas
—Bueno, supongo que ya que estoy aquí y tengo café… —Señaló la taza
en su mano.
Le guiñé un ojo.
—Sí, lo está.
Volví a sentir los ojos de Rimmel, pero esta vez actué como si no los notara.
No iba a decirle delante de mi madre sobre la orden de restricción que quería.
—También vine a recordarte sobre nuestra cena esta noche —dijo mamá.
—Sí, gracias.
Él asintió.
—Ahora es familia.
Mamá volvió a mirar a Rimmel, sus ojos se suavizaron un poco. Tal vez
un respaldo resonante de Braeden ayudaría a deshacerse de algunas de sus
actitudes hacia mi novia.
—Está bien, entonces. Los veré en la cena esta noche. —Tomó su taza y se
puso de pie—. Braeden, sabes que siempre eres bienvenido en cualquier
momento. Vamos a traer comida italiana de ese lugar calle arriba.
—Mi favorito —dijo Braeden—. Pero no puedo. Ceno con mi otra familia.
—¡Mamá! —exclamé.
—No te preocupes, chica tutora. Ella sólo te hacer pasar ese duro momento
porque sabe que eres la mejor.
—¿Piensas que sí? —preguntó con esperanza.
Él asintió.
Esperaba que él tuviera razón porque no iba a dejar que mi madre tratara
a Rimmel como una mierda. La cena de esta noche podría ir de dos maneras:
1.) Podría ser el comienzo de una relación entre mis padres y la mujer que
amaba.
… Alpha BuzzFeed
Rimmel
Después que la madre de Romeo me vio esta mañana sin pantalones y luego
me dijo que me peinara, sabía que tenía que sacar la artillería pesada.
Por supuesto, ella estaba emocionada. Era como una Barbie humana para
ella. Básicamente podía hacerme lo que quisiera, y no dije nada porque no me
importaba.
Claramente no lo entendía.
Era como un libro colocado en una librería de gama alta. Una librería
donde su madre compraba. Iba a juzgarme por mi cubierta. Si mi cubierta parecía
desaliñada y fuera de lugar, entonces no se molestaría tratando de leer dentro.
—¿Mamazilla?
Resoplé.
—Está bien. —Suspiró—. He estado esperando todo el día. Está claro que
no vas a decir nada.
Miré en el espejo.
—El hecho de que hay rumores en todo el lugar acerca de que engañas a
Romeo. —Hizo una pausa y luego se inclinó en mi oído—. Romeo.
Puse los ojos en blanco.
Ivy se enderezó.
—¡Uf! —dijo Ivy, disgustada—. Y sin embargo, estás, tan… tan… aburrida
de todo.
Gruñí.
—Debió seguirme allí ayer por la mañana. —¿Realmente sólo fue ayer?
Habían pasado tantas cosas desde entonces—. Nos encerró allí, solos. Y se
escondió detrás de la cortina de la ducha como un acosador espeluznante.
—¡No lo hizo!
—Sí.
—Rompí su teléfono.
—¡Bonito!
—Lo hizo con la esperanza de que Romeo se enterara antes del partido.
Quería que jugara mal. Trataba de sabotear el juego y las buenas estadísticas de
Romeo. —Eso aún me enfurecía.
—Por no mencionar que ahora todo el mundo cree que te está dejando
engañarlo —agregó Ivy.
Gruñí.
—Como si fuera a dormir con Zach. —Me estremecí—. Ugh. La idea que
me toque me hace querer arrancarme la piel.
Me volví y la miré.
—¿Por qué?
—¡Lo sé! —gimió y se alejó de mí. Se arrojó sobre la cama—. ¡Soy la peor
amiga de la historia de las amigas!
—Lo siento mucho —dijo Ivy, desesperada—. Lo juro, nunca quise dormir
con él. Sé lo mucho que Romeo lo odia. Sé que es un idiota y te lastimó el último
semestre. Nunca lo habría hecho si hubiera estado sobria.
—Quizá deberías dejar de beber tanto en las fiestas —sugerí. ¿Con quién
más había dormido y lo lamentaba?
Realmente esperaba que lo dijese en serio. No por mi bien sino por el suyo
propio.
—¿Puedes perdonarme?
—¿Por tener una cosa de una sola noche con un imbécil? —pregunté—.
Por supuesto.
Suspiré.
—¿Qué va a hacer?
Ivy me miró con una clara duda en sus ojos. Mi estómago se anudó. No
quería pensar en esto más. No quería pensar en Zach o en las cosas de mierda
que había hecho.
Una vez que mi cara estuvo terminada, me dijo que me pusiese un vestido
negro de manga larga con una falda de rayas horizontales blanca y negra que se
despegaba alrededor de mis caderas y terminaba bastante por encima de mis
rodillas. Iba a negarme a ponérmela hasta que me alcanzó un par de medias
negras para ponerme debajo. Me deslicé dentro de ellas (eran básicamente unas
media apretadas que quedaban perfectas y me llevó como diez minutos ponerme
las estúpidas cosas, y sí, me caí mientras lo intentaba) y me metí en un par de
tacones negros que me dijo que podía prestarme.
—Tu cabello debería estar completamente frío a esta altura —dijo Ivy,
asintiendo con aprobación a mi atuendo. Me senté y puso un poco de sustancia
brillante en sus dedos y la trabajó por toda la extensión de los mechones. Se sentía
pesado y grueso así. Colgaba bien en el centro de mi espalda, casi tocando mi
cintura.
Después lo recorrió con sus dedos un par de veces, lo roció con laca y p asó
a cubrir mis labios con alguna clase de brillo aceitoso.
Le sonreí.
Me veía totalmente diferente. Tanto que tuve que dar un paso más cerca
para asegurarme que era yo. Mi cabello estaba completamente liso y ultra
brillante. Ni siquiera sabía que era posible que mi cabello cayese tan perfecto.
Colgaba sobre mis hombros como una cascasa de agua negra. Algunos mechones
delanteros estaban un poco más cortos y parecían enmarcar mi cara y hacerla
resaltar.
O quizás eso era el maquillaje. Era sutil y apenas allí, pero había cambiado
completamente la manera en que me veía.
Mis ojos estaban más amplios y redondos; el avellana parecía casi dorado
con la sombra y la máscara de ojos. Mis mejillas se veían sonrojadas y sanas y mis
labios añadían la perfecta cantidad de color al resto.
Me reí.
—No.
—Bien, es bueno oír eso porque te mereces algo mucho mejor que él.
—Estudiar. —Hizo una mueca—. Tengo que leer mucho para ponerme al
día.
Él sonrió.
Sonreí.
Me reí.
—Lo sé —dijo arrastrando las palabras—. Bajo ese dulce exterior yace el
corazón de una malvada villana.
—Por completo —dijo con una voz cursi y pretendió que lanzaba un
mechón del cabello largo que no tenía.
Dios, le amaba.
—Así que ¿qué dices? —le tenté mientras sonreía—. ¿Quieres que
faltemos?
Gruñó.
Le saqué la lengua.
Romeo
Mis instintos protectores estaban volviendo a rugir.
Ella estaba tan nerviosa allí sentada en el asiento del pasajero del Hellcat,
retorciendo sus manos en su regazo y rebotando la pierna. La idea que una cena
con mis padres la pusiera así me enfadaba. No debería tener que protegerla de
mi madre. No debería tener que protegerla de algún imbécil rico que acosaba
mujeres en los baños privados y dispersaba rumores sobre su honor.
Cuando pensaba en toda esta mierda y drama que traje a su vida, retorcía
mis entrañas. Estaba sorprendido que siquiera quisiera estar conmigo. Estaba
sorprendido que no estuviera huyendo tan lejos como pudiera.
La amaba tanto. Más de lo que alguna vez pensé que podía amar a alguien.
Alargué la mano a través del asiento y entrelacé mis dedos con los de ella.
Me miró y sonrió. Nunca había visto su cabello tan lacio y suave antes. Por lo
general, era todo salvaje y rebelde. No obstante, lo adoraba, pero amaba esto
también. Era como si acabara de pelar una capa de ella que no había sabido que
existía.
Se rio.
—¿Lo prometes?
Ella asintió.
Pero lo conocía.
—Puedo ver sin duda por qué Roman está tan atraído por ti —dijo papá—
. Eres una belleza.
Rimmel sonrió.
Ella rio.
—¿Y si lo fuera?
Él resopló.
—Roman nos dice que estudias veterinaria —siguió papá—. Eso toma casi
tanto como ser abogado. —Le tendió el brazo—. Ven aquí y cuéntame el
programa.
—Quizás —permitió.
Esta era una casa grande y mis padres estaban muy cómodos en sus
finanzas, pero la casa no era austera. No tenía esa calidad de intocable que ponía
a la gente nerviosa cuando estaban parados dentro.
Había fuentes llenas con varias comidas ya sobre la mesa. Todos estaban
en platos para servir de aspecto elegante, mamá les quitó las tapas a medida que
nos sentábamos. Las ensaladas ya estaban puestas en nuestros asientos, y cada
uno de nosotros tenía un vaso de agua. Además de los cuatro diferentes platos
italianos de donde escoger, había pan de ajo y una fuente de hongos rellenos, de
los cuales agarré y metí en mi boca.
Papá asintió.
—Estoy seguro que con el clima de Florida, siempre está ocupado. Sin toda
la nieve, la temporada de construcción probablemente es en todas las
temporadas.
—Eso debió haber sido solitario —dijo mi madre, casi como si pudiera
leerme los pensamientos. Le eché un vistazo, pero ni siquiera estaba mirándome.
Estaba mirando a Rim, sus ojos suaves.
—Lo saben, Rim. Les conté que tu madre murió cuando tenías once.
—Oh. —Le sonrió a mi madre—. Bueno, entonces, supongo que eso no los
tomó por sorpresa.
Rimmel le sonrió.
—Romeo nos dice que tienes una beca en Alpha U —dijo papá, cambiando
de tema.
Ella asintió.
—Sí. ¿Por qué más me mudaría aquí desde el clima cálido de Florida para
congelarme en la nieve?
Le apreté la cadera. No sabía por qué había estado nervioso. Rimmel podía
manejar a mi madre sola.
Rimmel me miró con una pregunta en sus ojos, pero fingí no ver. No le
había hablado de esto todavía. Pero no importaba. Ella no tenía elección.
Papá sintió que lo que quería decir era serio, así que me dedicó toda su
atención.
—Eso no es necesario.
—Sí. Lo es.
Miró a Rimmel.
—Es Zach.
—Sí.
—Tienes que estar bromeando. —Su voz fue baja y sin alterarse.
—Cuando salió corriendo del baño con nada más que una toalla, utilizó la
pequeña escena que montó para hacer que todos pensaran que me estaba
engañando. Quería meterse con mi cabeza antes del partido.
—Sí, ese era él también. Tuvo el valor de mostrar su rostro aquí anoche.
Así que lo golpeé. Se lo merecía. Entonces le dije que se fuera de la propiedad.
—¿Lo hizo? —preguntó papá, sintiendo que había algo más en la historia.
—No iba a quedarme allí y ver cómo Zach atacaba a Romeo cuando ni
siquiera lo miraba. Podría haberse lastimado —replicó Rimmel. La indignación
en su tono me hizo esconder otra sonrisa.
Una vez más, mi madre jadeó. La miré y supe que estaba dándose cuenta
de lo que probablemente le hubiera hecho a Rimmel una inmersión en la piscina.
Después de todo, gracias al investigador privado, supo cómo murió su madre.
—Me caí.
—No me hables así. —Ella igualó mi tono. El brillo obstinado en sus ojos
me frustró.
Los ojos de Rimmel se abrieron y ella miró a mis padres como si hubiera
olvidado dónde estábamos. Sus mejillas se pusieron rojas y levantó la servilleta
de su regazo y la puso al lado de su plato.
Mierda.
—Te esperaré afuera para que me lleves hasta al campus. —Ella puso
cierta distancia entre nosotros. Unos pocos pasos, un par de metros.
Sabía que no quería hacerlo. Ni siquiera me miró una vez. Sentí como si
alguien me diera una patada en las pelotas.
Estaba tentado a ir tras ella, pero al final, decidí que quizás era mejor si
nos dejaba calmarnos primero.
Miré a mi padre.
Él asintió.
—Tiene un caso. Estoy bastante seguro que puedo poner una en su lugar.
Mándame las fotos que tomaste.
Asentí.
—Hazlo.
—Ella lo necesita. —Me pasé una mano por el cabello—. Él puso sus
manos sobre ella, papá. Moretones ¿Ves lo pequeña que es? ¿Qué tan frágil?
Papá sonrió.
Asentí.
—A las mujeres no les gusta que les digan qué hacer. Les gusta ser las que
nos dicen qué hacer. Quieres que haga algo, vas a tener que hacerlo de otra
manera.
Se rio.
—En parte. —Entonces hizo una pausa—. Pero ella no me parece un tipo
de mujer de joyas.
Suspiré.
—Gracias, papá.
—Me gusta ella, hijo. Y a pesar de cómo actúa tu madre, a ella también le
gusta. Ahora es mejor que vayas a rogar perdón, porque es de las buenas.
Miré hacia la cocina donde Rimmel se había ido. Estaba molesta conmigo.
Y tenía una razón para estarlo. Me preguntaba qué iba a tomar para que arreglara
las cosas.
#ParaTuInformación
Todos quieren saber quién es el #JefedelChisme . No voy a decirlo
#Misterio #IdentidadSecreta
… Alpha BuzzFreed
Rimmel
Oh no, no lo hizo.
El atrevido.
Cerré los ojos contra los recuerdos que me asaltaron cuando me sumergí
en el agua congelada.
Y luego.
Luego…
De todas las veces que su madre decide que quiere tener una conversación
conmigo, fue en ese momento. Diablos. Probablemente quería interrogarme por
gritarle a su hijo.
Puse los platos llenando mis manos sobre la hermosa encimera y me giré
para regresar por más.
—Me disculpo.
—Sí. Lo estaba. —Sus ojos cafés eran sinceros—. Pero debería haber sido
más agradable.
—Anoche en el juego.
—El juego —repetí, sin entender.
¿Por qué eso fue tan importante para todo el mundo? Quiero decir, cielos.
Probablemente me habría caído y lastimado en el segundo que saltara. Luego
habría sido llevada como una criminal.
Ella sonrió.
—Oh, no lo sé. Creo que podría haber conseguido eso de ti. —De hecho,
no creía eso. Lo sabía.
Ella bien podría decirme que fui criada por una jauría de lobos.
—Y el hecho de que te metieras entre mi hijo y una silla, bueno, eso dice
mucho.
Me encogí de hombros.
—Eso debió haber sido difícil —dije. A pesar de que eso acabó hace veinte
años, todavía pude escuchar la angustia en su tono.
—Estaba devastada. Sabía que Anthony también lo estaba, solo que nunca
lo dijo en voz alta. Pero luego quedé embarazada. Todos nos sorprendimos. Fue
un milagro. —Su voz fue susurrada, como si estuviera recordando algo
sagrado—. Estuve en cama durante todo el embarazo. Los médicos no creían que
sería capaz de llevar al bebé a término. Pero estaba decidida. Hice todo lo
humanamente posible para traer a ese niño al mundo.
—Supe que iba a ser especial. Desde el instante en que quedé embarazada,
supe que iba a serlo. Incluso antes de nacer, era fuerte. Era un luchador.
Asentí comprendiendo.
Ella sonrió.
—Sabes… —dije, decidiendo allí mismo que iba a ser honesta, igual que
ella. No iba a simplemente asentir con la cabeza. Iba a hablar realmente, aunque
eso me hiciera sentir incómoda.
Valerie se rio.
—Creo que Romeo tiene suerte de tener una madre como tú. Desearía que
mi madre siguiera aquí, y me gustaría pensar que si lo estuviera, le haría un
interrogatorio a Romeo igual que el que me has dado.
Sonreí a su espalda.
¿Estaba diciendo que pensaba que yo fui la chica que cambió todo para
Romeo? Y si lo era, ¿era aceptación eso en su tono? ¿La había ganado?
Por supuesto, la felicidad que sentí ante eso disminuyó por el hecho de
que estaba tan enfadada con Romeo en este momento.
—Ahora, sobre esta situación con Zach —dijo Valerie. Giró su cara hacia
mí y un ceño fruncido tiró de su rostro perfectamente maquillado. Ciertamente
era una mujer hermosa, el tipo de belleza que era intemporal.
—De verdad que no creo que una orden de restricción sea necesaria.
—Creo que sabes que una sería prudente. Solo creo que estás enojada con
Romeo. —Comencé a discrepar y alzó la mano—. Tienes todo el derecho a estar
molesta con él. Debió haberte hablado sobre esto y no simplemente ordenado.
Mi estómago dio un vuelco al pensar en la discusión que acabábamos de
tener. Nunca antes habíamos discutido, por nada. Probablemente él estaba de
verdad molesto porque le había gritado en frente de sus padres.
Asentí.
Ella tenía razón y lo sabía. Pero todavía estaba muy molesta. Quiero decir,
él tomó fotos de mí sin mi conocimiento. Eso estaba empujando mi confianza
demasiado lejos.
—¿Por qué no se van yendo? —dijo Valerie—. Me haré cargo de los platos.
—Tal vez la siguiente vez podamos atravesar el postre sin una partida de
gritos.
Romeo
La distancia entre nosotros se estaba haciendo más grande.
Una mierda.
Zach había sido la causa de esa noche, y él era más o menos la causa del
espacio entre nosotros ahora.
Su mano estaba rígida mientras tiraba de ella hacia mi casa, pero aun así
me permitió llevarla. Cuando llegamos cerca de la piscina, se acercó más a mi
lado, e incliné mi cuerpo delante de ella para bloquear la vista.
—Sí, lo hice. —No iba a pedir disculpas por ello. En el fondo, debía saber
que las cosas podrían llegar a esto. Era el hijo de un abogado después de todo.
Sabía que las cosas tenían que ser documentadas.
—No me aproveché de ti. Sólo estaba haciendo lo que creía que era mejor.
—¡Bueno, no puedes decidir lo que es mejor para mí! —Su voz se elevó, y
Murphy dejó de ronronear para mirarla.
—Por supuesto que sí. Pero no dijiste nada. Sólo lo hiciste. Como en la
cena. Simplemente anunciaste que conseguiría una orden de restricción. No hubo
ninguna conversación.
—¿Cómo se supone que voy a confiar en ti cuando haces cosas como esta,
sin que yo lo sepa?
—¿No confías en mí? —dije las palabras con calma tranquila. Sin duda,
esto no era suficiente para arruinar la confianza entre nosotros.
Caminé por la habitación. Estaba más oscuro donde estaba ella. Las luces
estaban apagadas aquí, y desde esta posición en la habitación, el fuego en el
dormitorio no daba mucha luz.
Mis pies se detuvieron cuando estuve justo detrás de ella. Por lo general,
la tocaría sin pensar. Pero en ese momento me detuve.
A. La. Mierda.
Puse mis manos alrededor de sus muñecas, después aflojé mi agarre para
deslizar mis manos por sus brazos hasta descansarlas en sus hombros. Sentí su
exhalación, y envolví uno de mis brazos sobre su pecho y la atraje hacia mí.
—Podría decir que lo siento —le susurré al oído—. Podría susurrar cuánto
te amo y que nunca voy a hacer algo como esto otra vez.
—Está bien.
—Bésame, Romeo.
Mi rostro chocó contra sus gafas, y se las quité rápidamente y las arrojé
sobre el sofá.
Sus labios eran cálidos y húmedos mientras los apretaba contra mi piel y
luego los deslizaba para presionar un beso contra el metal del collar.
La giré para besarla de nuevo. Esta vez fue perezoso y lento mientras la
empujaba hacia la cama. A medida que avanzábamos, desabrochó mis vaqueros
y luego metió las manos por mi cintura, metiendo la mano en la parte posterior
de mis boxers y ahuecó mi culo.
Cuando estuvo de pie frente a mí en nada más que un par de bragas negras
y un sujetador de encaje negro, me senté en mis rodillas ante ella. Sus pezones
estaban erectos bajo las copas de su sujetador, y envolví mis labios alrededor de
ellos, humedeciendo la tela y usándola para frotarlo, creando fricción contra la
piel ya sensibilizada.
Ella hizo un sonido de apreciación y alisé mis manos sobre sus caderas y
sobre su culo desnudo. Mi mano se hundió entre sus piernas y se deslizó en sus
jugos ya derramados. Me balanceé contra ella sin pensar y empujó su culito
apretado hacia mí.
Me sumergí el resto del camino y se derrumbó sobre sus codos. Eso cambió
el ángulo y fui aún más profundo dentro de ella. Mi pelvis se balanceaba contra
ella y giraba mis caderas en un círculo.
Odiaba pelear con ella. Pero maldita sea. El sexo de reconciliación era
asombroso.
—¿Romeo?
—Él siguió diciéndome que te preguntara por qué estaba tan enfadado.
—No. Se lo merecía.
—Maldita sea.
Ella levantó su cabeza y apoyó su barbilla sobre mi pecho.
Ella rio. Pero luego sus ojos se volvieron serios y metió la mano debajo de
su barbilla.
—Lo digo en serio, Romeo. Sé que quieres vengarte de él por todo lo que
ha hecho, pero eso solo hará que las cosas empeoren.
—Está bien.
—No.
—¡Ow! —grité.
—¿O qué?
—O ya no te besaré más.
Sonreí y bajé mi cabeza para hacer exactamente eso. Ella giró su rostro, así
que mis labios rozaron su oreja.
Podía decir que ella no iba a ceder. Quería esa orden de protección lista.
No podía estar con ella veinticuatro-siete, pero ese papel sí.
—Gracias.
IREMOS ENSEGUIDA.
—Seguro como el infierno que a mí no. Te ves bien con cualquier cosa. —
Luego me di cuenta que estaba equivocado—. Bueno, excepto el suéter lesbiano
que tienes. Ese no es atractivo para nadie.
Rimmel
Él no dejaba de reírse.
—Te mostraré pequeña —murmuré. Caminé hacia una zona con pasto y
me incliné, agarrando un poco de nieve que estaba acumulada a un lado del
pavimento.
Comencé a reírme.
Él no se veía entretenido.
Resoplé.
Arremetió hacia mí, y yo chillé. Antes de que pudiera esquivarlo, me
agarró por la cintura y me volteó de forma que mi cabeza estaba frente al piso.
Tuve que presionar mis manos contra mis anteojos para mantenerlos en mi cara.
—Sí, lo es. Saber cómo manejar un auto con cambio manual es algo que
cualquier chica debería saber.
Él asintió.
Bien podía doblarles las esquinas y escribir notas en los márgenes mientras
estaba en ello.
Una vez que entré, Romeo se movió y se metió en el asiento del pasajero.
Estábamos sentados en un estacionamiento vacío de algunos negocios que habían
cerrado. El asfalto estaba despejado de nieve, y Romeo había venido aquí
temprano en el día para lanzar sal alrededor sólo para asegurarse que no hubiese
hielo. No había mucha nieve en el suelo, lo suficiente como para cubrir
completamente la hierba.
Sabía que cualquier día habría una enorme tormenta que haría que los
pocos centímetros de ahora parecieran una nimiedad.
Casi.
Contuvo otra sonrisa mientras explicaba cómo necesitaba conducir con los
dos pies. Francamente, me sorprendió que me estuviera enseñando esto. Yo
apenas podía caminar sin caer, y mucho menos conducir un auto con los dos pies
al mismo tiempo.
Le di una mirada que prometía que podría encontrar algo que atropellar.
—Vamos.
Y otra vez.
Sonrió.
Rio.
—Ja-ja —murmuré.
—Sal.
—Es un placer.
Me eché hacia atrás mientras él arrojaba todos los libros de texto en los que
había estado sentada en el asiento del pasajero y se deslizó hacia adentro. Ajustó
el asiento y luego dio una palmadita en su regazo.
—De acuerdo —dijo, con la voz cerca de mi oreja—, pon tus pies sobre los
míos.
Lo hice, pero apenas llegaron, así que me adelanté en el borde del asiento
entre sus piernas y puse mis pies sobre los suyos. Luego tomó mi mano y la puso
en el cambio.
Sentí los músculos de sus piernas trabajar mientras presionaba los pedales
y encendía el auto. Con facilidad, empujó el auto en la primera marcha y soltó el
freno lentamente. El auto avanzó. Su pie se movió y tocó el acelerador. El auto
respondió y ronroneó a la vida, siguiendo adelante.
—Tal vez —dije, acomodándome contra él. Era tan cálido y tan fuerte. Tal
vez las lecciones de conducir no estaban tan mal después de todo.
—Bien.
Una vez que se instaló en el asiento del pasajero y volví a mi pila de libros,
volví a intentarlo, recordando cómo era cuando conducía e intenté igualar eso.
No tenía idea de lo que era una transmisión, pero estuve de acuerdo, así
que ya no tenía que conducir.
Él frunció el ceño.
—Hace frío.
—No es tan malo —respondí. No iba a llamarlo para que detuviera lo que
estaba haciendo sólo para eso. Solía caminar todo el tiempo cuando Michelle no
podía acercarme.
Se suponía que debía hacerse a primera hora de ayer, pero no estaba allí
cuando el mensajero fue a la fraternidad. Intentaron otra vez más tarde, pero él
todavía no había estado allí. Romeo estaba convencido que de alguna manera le
dieron información sobre la orden y evitó a propósito la casa de fraternidad para
que no pudiera ser avisado.
Por lo que sabíamos, aún no había sido avisado hoy. Me estaba poniendo
un poco nerviosa. Zach era imprevisible. No tenía idea de lo que iba a hacer, y si
realmente sabía de la orden de restricción, podría estar muy enojado.
Suspiré.
—Bien.
Romeo
—Pensé que íbamos al gimnasio —dijo Braeden desde el asiento del
pasajero mientras yo disminuía la velocidad del Hellcat y lo estacionaba enfrente
de la Casa Omega.
Miré a Braeden.
—¿Quieres ir a buscarlo?
Sonreí.
—Quiero hablar con Trent primero, ver lo que se dice alrededor de la casa.
—Ah, hombre —se quejó Braeden y volvió al auto—. Estaba ansioso por
cazarlo.
Agarré mi celular para llamar a mi papá y decirle que Zach estaba aquí y
que el mensajero llegara pronto, pero Braeden me dio una palmada en el hombro.
Miré hacia arriba para ver un sedán sin marcar aparecer en la acera. Un
hombre vestido con pantalón y una camisa con botones bajó inmediatamente.
Llevaba un sobre amarillo.
Una vez que el funcionario se fue, Zach miró el sobre. Arrancó el sello y
sacó una pila de papeles. Los papeles que sabía tenían la firma de Rimmel en la
parte inferior.
Una mirada de puro odio cruzó sus rasgos, y juntó los papeles en su puño
antes de sujetarlos a su lado e ir hacia la puerta principal de Omega.
—¡Qué mierda es esto! —gritó Zach. Su voz era baja, pero todavía lo oía.
Estaba vestido con una camiseta azul marino con el símbolo de Omega
extendido sobre su pecho. Él no dijo nada al principio, sól o cruzó los brazos y
miró a Zach mientras este se quedaba boquiabierto ante lo que supuse eran sus
cosas en los escalones.
—¡Esto es una jodida broma! —dijo Zach y tiró los papeles al suelo.
Trent dijo algo más. Su rostro contenía una nota de advertencia y una nota
de finalidad.
Trent se adelantó y bajó el rostro hasta que estaba contra Zach. V i sus
labios moverse, pero no oí nada. El rostro de Zach enrojeció de rabia, pero Trent
lo ignoró. Luego, sin decir nada más, se giró y volvió a la casa.
Al mismo tiempo, Zach giró y sus ojos encontraron mi auto. Incluso con la
distancia, sabía que él sabía que lo estaba mirando. A través del parabrisas,
nuestros ojos se encontraron.
No aparté la mirada.
No iba a retroceder.
Braeden no se molestó en hacer su pregunta de nuevo. Él sabía la
respuesta.
No.
No me sentía mejor.
Rimmel
El refugio era todavía uno de mis lugares favoritos. Mucha gente pensaba
en estos lugares como deprimentes y tristes. Un lugar donde los animales
solitarios estaban sentados en jaulas todo el día, olvidados y sin amor.
Deseaba que cada animal tuviera un hogar lleno de amor, pero desear algo
no lo hacía cierto.
Pero, había más días buenos que tristes en el refugio. Los animales aquí no
eran olvidados y no amados.
Los amaba.
Michelle entró en la parte de atrás, nos miró y sacudió la cabeza con una
sonrisa en su rostro.
—Bueno, puedo ver por qué. —Sonrió y recogió al perro para abrazarlo—
. Buena suerte en tu nuevo hogar, muchacho —dijo rascando detrás de sus orejas.
—¿Puedes asegurarte que salga bien? Tengo que correr y conseguir algo
de alimento para los perros. Estamos bajos de comida. De nuevo.
Fruncí el ceño.
Michelle asintió.
—Con todo el clima frío, tenemos más animales que de costumbre. Esto
realmente agota nuestras provisiones.
Puse los ojos en blanco. Prefería ayudar a los animales aquí. Además, la
mayoría de nosotros aquí en el refugio donábamos suministros siempre que sea
posible porque la verdad era que nunca era suficiente.
—¡Aquí están!
—Romeo no está aquí —espeté—. Está con Braeden. —Pensé que la única
razón por la que estaría aquí sería ver a su hijo.
Sonrió ligeramente.
—Oh —respondí.
Probablemente sólo vio un edificio sin sentido, sin mucho estilo. Ah, y
también olía a animal.
—Bueno, me dan crédito por todas las horas que paso aquí. Cuenta como
horas clínicas. Necesito tener entre quinientas y seiscientas cuando aplique a la
escuela veterinaria. Cuanto más tenga, mejor me veré.
—Oh, no. Es voluntario. Pero tengo un poco que me sobra cada semestre
de mi beca. Y también mi papá me manda dinero. —Fruncí el ceño.
Sonreí. Nuestra relación (si se podría llamar así) era tan nueva, pero
realmente me gustó que estuviera haciendo un esfuerzo para tratar de llegar a
conocerme mejor.
—¡Ahí está! —dijo el niño y se detuvo ante mí. Sailor empezó a menearse
en mis brazos, y sentí su cola golpeando contra mi costado.
Me reí.
—¡Creo que eso es todo! Oh. —Agarré la manta—. Realmente le gusta esta
manta. Era su favorita mientras estaba aquí. Pensé que le gustaría tenerla.
—¡Vámonos!
—Buen chico.
Vi a la familia caminar por la acera hasta su auto, Sailor detrás. Sabía que
iba a tener una gran vida.
Mientras fuimos a través de las habitaciones, hice cosas mientras veía que
necesitaban ser hechas, refrescar el agua, dar golosinas y rascar detrás de las
orejas.
—Así que eso es todo. —La guie hacia la habitación principal de nuevo—
. No es muy grande, pero es efectivo.
—Oh, bueno, esta no fui yo. Solo soy voluntaria aquí. Mucho del crédito
va para Michelle. Ella dirige el lugar.
—Bueno, gracias.
Asentí.
—Todo está hecho en la parte de atrás. Sailor fue a casa. Los papeles de
adopción están en el escritorio para tus archivos.
Además, no quería que Romeo dejara lo que estaba haciendo para venir a
recogerme.
Pero Michelle me cortó al empujar una gran bolsa llena de latas de comida
de gato para ella.
Una vez que todo estaba en la parte trasera (Valerie ayudó con eso
también), agarré mi abrigo y bolso.
Mi bolso cayó al piso cuando lo solté. Ambas mujeres miraron hacia mí,
me sonrojé furiosamente.
Ella sonrió.
Valerie conducía un Audi SUV. Los asientos eran de cuero y el interior del
auto olía a vainilla. Una vez que estaba acomodada en el asiento, saqué mi
teléfono para mandarle un mensaje a Romeo.
¿QUIÉN?
TU MADRE.
¿QUÉ CARAJOS?
LO HARÉ.
Empecé a salir del SUV, pero ella dijo mi nombre. Cuando miré hacia atrás,
leí en su cara que había algo que quería decirme. Regresé al vehículo y la miré
expectante.
—Sé que no ha sido fácil llevarse bien conmigo —empezó—, pero me
gustaría cambiar eso. Me gustaría compensarte por la manera en la que te traté
cuando empezaste a salir con mi hijo.
Aclaré mi garganta.
—Um, sí claro.
Solo podía sonreír. La señora Anderson era una figura maternal para mí.
Era la mamá de Romeo. Tenía toda la cosa maternal hecha una ciencia. Supongo
que no debería sorprenderme que tuviera el repentino anhelo por mi propia
madre. Que de repente me volví intensamente consciente de todo el tiempo de
“chicas” madre-hija que me había perdido los últimos años.
Lo quería tanto que me dolía el pecho. Eso me asustó. Me asustó tanto que
solo quería alejarme.
—¡Genial! —dije alegremente, tal vez demasiado alegre, pero era muy
tarde para tomarlo de regreso—. Gracias de nuevo por el viaje. La veré más tarde.
—¿Todo bien?
En voz alta, estuve de acuerdo con ella, pero por dentro, estaba feliz por
la tarea esta noche. Estaba feliz por la distracción. No quería que la mamá de
Romeo me odiara, pero no estaba segura de querer una relación con ella tampoco.
Romeo
—¿Crees que pueda entrar sin tener que llamar a Rim para que abra la
puerta? —pregunté, sonriéndole a Braeden.
—¿Qué?
—Regresaré enseguida.
Me reí.
—Vamos, entonces.
—Sabes que sí, Rome. Me ha gustado desde el día en que no quiso usar tu
sudadera y ser asociada contigo. —Se rio entre dientes.
Braeden quitó toda su atención de las chicas y me dio una mirada seria.
Exhalé. No había esperado que todo esto saliera de mí, no esta noche.
Supongo que ver a Zach más temprano y la mirada en sus ojos… me asustó. Me
asustó que empujarla a obtener esta orden de restricción sólo empeoraría las
cosas.
Solo quería saber que tenía a más personas además de mí, que Braeden
cuidaría su espalda cuando yo no fuera capaz de hacerlo.
Braeden asintió.
—Sería estúpido si hace algo más. Pero lo entiendo. Sabes que la cuidaré,
Rome. Cuidaré su espalda. Y la tuya.
—Señoritas —llamó Braeden al par que estuvo viendo antes. Trotó hacia
ellas mientras abrían la entrada del dormitorio—. Déjenme sostenerla para
ustedes —dijo, sosteniendo la puerta abierta.
Una de las chicas se rio y siguió adelante. La otra lo miró con sospecha.
—Ella sabe mi nombre —dijo y puso una mano sobre su corazón como si
le hubieran disparado.
Sacudí mi cabeza y suprimí una carcajada.
Braeden sonrió.
—¿Tienes una novia aquí? —dijo la otra chica desde el interior, su voz en
un mohín.
Me reí.
—¡Es para ti! —llamó Ivy detrás de ella, luego abrió la puerta por completo
así pude ver el interior.
—¿Para mí? —gruñó Rimmel, sentada en su cama con su portátil sobre su
regazo. La brillante pantalla se reflejaba en sus anteojos y su cabello estaba en
esta enorme pila sobre su cabeza y lucía como que había varios lápices
acomodados ahí.
—Hola, nena.
Rimmel jadeó e Ivy se echó a reír. Braeden se dio vuelta para sonreírle,
pero cuando Ivy lo vio mirando, su risa se detuvo y ella apartó la mirada.
—Te dije que llamaría —le dije y me senté en la cama, colocándola sobre
mi regazo.
—Tuvimos que asegurarnos que todavía estuvieras en una sola pieza
después de que la señora A vino a verte —dijo Braeden.
—Nunca me lo dijiste.
Braeden sacó la silla del escritorio y se hundió en ella. Luego apoyó los
pies en su cama.
—¿Estabas preocupado?
—Mierda —murmuró.
—Ivy está molesta por lo que pasó entre tú y Missy —explicó Rimmel.
Quiero decir, realmente, creo que Ivy se hizo entender sin que ella lo dijera, pero
tal vez pensó que Braeden necesitaba que se explicara.
1 Icy: Braeden hace referencia a la actitud fría de Ivy y combina la palabra con su nombre.
—No sucedió nada —gruñó Braeden.
Ella rio.
—No, él quiso decir que ella estaba empezando a sentir algo —dije.
—¿Eso fue tan malo? ¿Alguien que te quiere para algo más que sexo? —
preguntó Ivy.
—No.
—Dije que solo nos estábamos divirtiendo. Fui sincero. Nunca le prometí
más que eso. Entonces comencé a sentir que ella quería algo más. No quise
hacerle daño, así que me fui.
Ivy resopló.
Rimmel se tensó contra mí. No creí que hubiera visto a Braeden enojado.
Tenía temperamento. No era tan frío como yo.
—Amigo —dije, arrojando algo de hielo sobre su calor—. Hiciste lo
correcto.
Ella me miró.
—Zach fue citado. Ahora, no puede acercarse a ti —le dije. ¿Por qué ya no
parecía una gran cosa?
—Hey. —Él la miró—. ¿Por qué no estás enfadada conmigo por Missy?
¿Todavía son amigas?
Braeden sonrió.
—¿Sí?
Asintió.
—Síp.
—Creí que no se iba a ir jamás —le dije y la acerqué. Ella apoyó su mejilla
contra mi pecho y descansé mi barbilla encima de su cabeza.
—Me alegro que estés aquí —susurró ella y envolvió su mano alrededor
de mis bíceps.
—¿Vas a decirme qué está mal? —pregunté después de sólo unos pocos
minutos de nada más que ella estando en mis brazos.
—Rim —gruñí.
Ella suspiró.
—Esto es estúpido.
—¿Mi madre dijo algo? —Sabía que ella dijo que las cosas con mamá
habían ido bien, pero no me sorprendería si solo lo estuviera diciendo.
Este era una clase de dolor que no podía hacer desaparecer. Esto no era
algo que yo pudiera golpear o entregar papeles. El dolor y la pérdida no era algo
que supiera cómo tratar. La acerqué más y ella se acurrucó. Uno de los lápices en
su cabello me golpeó.
La besé en la frente.
Ella asintió.
—Y lo sé. Esto es sólo… duro. Quiero pasar tiempo con ella. Lo hago. Esto
es sólo…
Levantó la vista.
—No, en absoluto.
Fruncí el ceño.
—¿Entonces?
Y entonces lo entendí.
Quité sus gafas y las dejé a un lado. Cuando rodé encima de ella, suspiró
y enganchó una de sus piernas alrededor de la mía. La besé profundamente,
arremolinando mí lengua dentro de su boca, tiré su labio con el mío para chupar
suavemente con plenitud. Las manos de Rimmel se deslizaron en mi cabello y
me tiró más cerca.
La besé con todo el amor que tenía dentro de mí, tratando de empujar algo
de esa oscuridad, algo de esa pérdida. Sabía que esa sensación nunca se iría para
ella, pero quería al menos hacerla más pequeña. Quería que mi amor fuera más
grande, para dominar esa duda.
Debajo de mí, Rimmel se puso rígida. Sus manos que habían encontrado
su camino al botón de mis pantalones se pusieron rígidas.
—Saldré enseguida.
Ella rio.
Gruñí.
Mis labios encontraron los suyos otra vez e hicieron un mejor trabajo
convenciéndola que cualquier palabra alguna vez.
—Vale. Vámonos.
—Hecho.
Cogí su mano y la llevé fuera al pasillo. Braeden nos vio y se echó a reír.
—Te veré mañana —dijo Rimmel a Ivy, quien estaba junto a Braeden.
—Me prometiste que podía terminar mi ensayo —me recordó, con voz
ronca.
Rimmel
Las semanas pasaron volando.
Este lugar era tranquilo y bonito. Las servilletas de la mesa eran de tela, y
teníamos platos de pan y copas especiales para el agua. Sin embargo, no era
estirado o extraño; era solo elegante.
Había algunas cosas sobre mí que ella iba a tener que aceptar. Sí quería
gustarle yo, no alguna versión que hubiese creado, sino mi verdadero yo.
Lo amaba.
Sus ojos.
Su sonrisa.
Así que además de las negociaciones del contrato y de los encuentros con
su padre, Romeo estaba entrenando tan duro como siempre. Quería esto
muchísimo, y ahora que su sueño estaba justo delante de él, no iba a dejarlo
escapar.
Estaba orgullosa de él.
Cuando lo conocí por primera vez, pensé que era tan solo otro deportista
mujeriego. Pensé que era un abusón, un holgazán, y que era lo bastante
afortunado por tener algún talento que podía explotar.
Trabajaba duro. Más duro que la mayoría de la gente que había conocido.
La escuela podría no ser su punto fuerte, pero lo intentaba y trabajaba en ello.
Entrenaba sinfín y perfeccionaba el talento que tenía. Nunca había dado nada por
sentado.
Se merecía esto.
También estaba un poco triste, por supuesto. Si era reclutado, ¿dónde les
dejaría eso?
Nunca había dicho en voz alta esta preocupación, ni siquiera había dado
una pista nunca. No sería nada más que un apoyo para él, y no haría nada para
alejarlo de su sueño.
Tenía una clase antes del descanso para comer. Me iba a encontrar con Ivy
y Missy en el comedor. La barra de granola que me había comido apurada esta
mañana de camino a clase no había sido suficiente y mi estómago gruñía sin
piedad.
Este trabajo escolar era importante para mí porque era para mi clase de
ciencia animal. Esta clase era una parte importante de mi carrera, y quería hacer
un buen trabajo y probar que esto era a ciencia cierta el campo de carrera correcto
para mí.
No solo eso, además unas puntuaciones altas en un trabajo en este tema
me ayudarían a destacarme para la escuela de veterinaria cuando me graduase.
Solo sabía que conseguiría una buena nota. Era una buena investigación,
y organizada. Estaba orgullosa de esta tarea en particular, y deseaba ver notas
altas.
Decidí que cuando saliese de clase, iba a llamarle y ver si podíamos vernos
esta noche.
Extraño.
¡VEN A VERME!
—Todo este tiempo pensé que era una estudiante concienzuda. Pensé que
estaba verdaderamente dedicada a su carrera.
El horror me llenó.
—¡Lo soy!
—¿Qué?
—La era de Internet ha hecho que plagiar documentos sea bastante simple.
Los estudiantes a menudo asumen que como profesores somos demasiado
estúpidos o viejos como para darnos cuenta que tales cosas existen.
Una tramposa.
—Tal vez un par de frases eran muy similares por coincidencia. Es decir,
es un tema bien documentado.
—Sí. Podría estar inclinado a creer eso si hubieran sido sólo una o dos
frases, pero era aproximadamente el noventa por ciento del documento.
Demasiado contenido para ser una coincidencia.
En toda mi vida, nunca había sido tratada como un criminal. Nunca había
sentido un intranquilo y enfermizo pánico como este. Mis manos rompieron en
un sudor pegajoso mientras mi corazón seguía acelerándose. Lo seguí fuera de la
habitación, por las escaleras, y fuera del edificio.
Y yo estaba preocupada.
—Pueden entrar.
Mientras pasé a su lado, ella me dio una sonrisa alentadora. Las lágrimas
corrieron por mis ojos, y frunció el ceño.
—Creía que mi cita era… —dijo, pero luego se detuvo cuando casi se
encontró con el profesor.
—Adentro.
—Con rapidez.
Era obvio que no quería que el profesor Monahan supiera que él me dijo
que llamara por refuerzos. Me aferré a esa pequeña pepita de conocimiento como
si fuera la última migaja de comida en un mundo desolado.
—Hola. —La voz de Romeo llenó la línea. Era tan rica, cálida y acogedora
que lloriqueé—. Rimmel —dijo de inmediato, todo el calor en su voz
reemplazado por alarma.
—Creo que puede ser que te necesite —chillé en la línea.
Hubo un instante de silencio en la línea, y luego con fría calma Romeo dijo:
—¿Quién era?
—¿Hijo? —La voz del padre de Romeo llegó a través del otro extremo de
la línea.
Romeo
Algo estaba mal.
—Algo está mal con Rimmel. Tenemos que irnos. Dijo que podría necesitar
un abogado.
—Ella está en la oficina del decano —dije, sin apartar los ojos de la
carretera.
—Hijo —dijo papá cuando salí del auto—. No vayas ahí enojado. Mantén
la calma. No actúes hasta que sepamos la situación. Ser impetuoso podría hacer
que todo lo que suceda sea peor para ella.
Escuché sus palabras pero no respondí. Sabía que tenía razón, pero el
pánico que bombeaba a través de mi torrente sanguíneo en verdad me dificultaba
escuchar.
La mujer detrás del escritorio de la recepción saltó sobre sus pies cuando
entré.
—¿Perdón? —espeté.
—Eres el jugador de fútbol, ¿cierto? El que saltó a las gradas por su novia.
Ni siquiera toqué la puerta. Abrí la puerta tan fuerte que se golpeó contra
la pared. Rimmel estaba sentada en una silla opuesta al escritorio del decano,
lucía espantosamente pálida y preocupada. Se levantó de un salto cuando entré
y su bolso cayó de su regazo al suelo.
—Ryan —dijo él, llamando al decano con su primer nombre—. ¿Qué está
pasando?
—Lamento tanto tener que haberte hecho venir aquí así, Anthony.
—La señorita Hudson está saliendo con Roman. Desde hace algún tiempo.
Ella también es su tutora, lo ayuda a mantener sus calificaciones para que sea
elegible para jugar en el equipo.
El decano suspiró.
—Sí, y el otro ocho por ciento puede ser encontrado en varios otros sitios
web, el contenido palabra por palabra —agregó el profesor como si de alguna
manera pusiera el último clavo en su ataúd.
—No tienes idea lo afortunado que eres, si te golpeara ahora mismo solo
la dañaría a ella —dije en voz baja.
El profesor palideció.
El profesor jadeó.
—Esto es ridículo. Tienes todo lo que necesitas para arrancarle a esta chica
su beca y echarla de esta escuela.
Frunció el ceño.
—Eso es mierda.
Mi corazón se tambaleó.
El decano la miró.
—Eso también está en espera. La escuela provee los fondos para que asista
a esta universidad bajo estrictas pautas que se adhieren a la política de la escuela.
El plagio es una violación directa y seria. Si después de haber examinado todas
las pruebas concluimos que usted es, de hecho, culpable, entonces será despojada
de su beca y será expulsada. Por lo tanto, será escoltada fuera del campus el día
que haga esa llamada.
Quería levantarla y protegerla. Todo esto era tan ridículo. Rimmel no tenía
un hueso engañoso en todo su cuerpo.
Una vez que estuvimos en el pasillo y la puerta del decano estuvo cerrada
detrás de nosotros, se reclinó contra la madera y dejó salir un enorme suspiro.
La mujer suspiró.
Rimmel
Expulsada.
Plagio.
Trampa.
Despojada de la beca.
Entré en la sala, sin rumbo, sin saber realmente qué hacer conmigo.
—Esto podría arruinar toda mi carrera —le dije—. Antes de que empiece.
—Rim…
Se pasó una mano por la cara y me miró como si no supiera qué decir.
—¿Preguntar qué?
—El decano.
Él asintió.
—Tiene que hacerlo, Rim. Igual que cuando tuvo que revisarme y a mi
auto. Está atado por la política y las reglas. —Entrelazó sus dedos con los míos y
apretó—. Es una buena señal que quisiera que llamaras. Él sabe que si alguien
puede sacarte de esto, es mi papá.
Me sentía segura aquí con él. Sus brazos eran mi zona segura. Eran lo más
seguro de mi vida.
—¿Hmm?
—¿Crees que es posible que Zach tuviera algo que ver con esto?
—Sí. —Su voz contenía una nota dura, y me estremecí. Romeo era un chico
tranquilo, pero Zach lo presionaba demasiado.
—Pero, ¿cómo?
—No lo sé. Pero si tu ensayo terminó en algún sitio para que la gente
compre antes de que lo presentaras, entonces alguien tuvo que haberlo tomado y
publicado allí. —Tenía sentido. Era la única manera en que podía haber ocurrido.
—No, y ha estado tan lenta que nadie querría usarla de todos modos.
Realmente pensé que duraría más de un año y medio.
—Nadie —respondí—. Ivy no hizo esto. —Sentí que tenía que señalarlo.
—Entonces tendría que ser una chica. Alguien que vive en mi dormitorio.
Son los únicos con acceso —le dije sin convicción porque simplemente no parecía
correcto. Sí, había chicas que estaban celosas de mi relación con Romeo, ¿pero ir
tan lejos como para robar algo y tratar de sacarme de la escuela?
Y entonces me acordé.
Me quedé sin aliento y me puse de pie. Me volví, sentada entre sus piernas,
y lo miré con los ojos muy abiertos.
Ivy en la cama. La ropa de Ivy por todas partes. Ivy borracha y luego más
tarde su avergonzada confesión.
—¿Qué?
Romeo dejó escapar una serie de palabrotas y se bajó del sofá para pasear
por la habitación.
—¡Romeo! —jadeé.
Se encogió de hombros.
Parpadeé.
—En el dormitorio.
—¿Por qué?
—Y… más del noventa por ciento del ensayo se encontró en sitios en línea.
Quienquiera que lo hizo tuvo que haberlo tomado una vez que casi terminé de
escribirlo.
Romeo
Tenía las manos atadas.
Problema resuelto.
Excepto Braeden.
Y sí, podría haber ido y hecho eso de todos modos. Mis manos casi
temblaban con el deseo cada segundo de cada día que pasaba. Pero no lo hice.
Por mucho que quisiera matar a Zach, hacerlo sería peor. Le daría a él y a
su padre una razón para demandarnos. Haría que Rimmel parezca más culpable
de lo que ya lo hizo, y me jodería mis posibilidades con la NFL.
Iba a dárselo a uno de los chicos que conocía en el campus para que lo
repasara, pero mi padre no quería que fuera nadie relacionado con Alpha U. En
cambio, llamó para pedir un favor a un tipo quien hacía mierdas como esas en
casos de alto perfil en todo el país.
La encontré con los ojos rojos y piel manchada demasiadas veces para
ignorar que esto la estaba matando.
Pensé que ser capaz de volver al lugar que ella amaba ayudaría a sacar a
Rimmel de su indiferencia. No lo hizo.
Suspiró.
—En todo caso la traes. Tu madre está preocupada por ella. Puede que se
sienta mejor si la ve.
Realmente, pensé que sería bueno para Rim. No tenía madre, y mi madre
siempre quiso más de un hijo. Pero no iba a presionar eso. Rimmel tenía que
tomar sus propias decisiones sobre su relación con mamá.
Si decidía que no podía estar cerca de ella, entonces eso sería todo. De
cualquier manera, iba a apoyarla.
Miré el reloj y supe que Rimmel todavía estaba en el refugio, así que decidí
tomar una ducha rápida y cambiarme antes de conducir a la residencia. En el
camino, pasaría por el refugio y la recogería.
—Voy a correr por el dormitorio y verla. Gracias —grité y luego me fui sin
esperar una respuesta. Me apresuré a ir a mi auto y me dirigí al campus,
buscándola mientras conducía.
Una de las chicas que entraban en el dormitorio me dejó entrar, subí los
escalones y llamé a la puerta. Podía oír la música que tocaba dentro, y la
imaginaba sentada en su cama, cantando en voz baja.
—Romeo.
—Explícate —gruñí.
Ivy abrió la puerta hasta el final y me hizo un gesto con la mano. Cruzó la
habitación y señaló un ramo de rosas rojas sobre la mesa junto a la cama de
Rimmel.
Miré a Ivy.
Ivy asintió.
Y ahora lo estaba.
#LosQueOdianVanAOdiar
…..Alpha BuzzFeed
Rimmel
Todo el trabajo estaba hecho. Había pasado muchísimo tiempo aquí los
últimos días que no había nada más que frotar, organizar o alimentar.
El refugio nunca había tenido mejor aspecto, pero yo… era un lío.
—Ya que todo está hecho, creo que me iré temprano— le dije a Michelle.
—Genial. ¡Gracias!
El paseo fue bueno para mí y disfruté de estar afuera al aire libre. Incluso
si hacía un frío helado. Cuando regresé a los dormitorios, ignoré las miradas de
algunas de las chicas y me dediqué a mis asuntos. Tomé una ducha y después
pasé más tiempo de lo que me gustaba secándome por completo el cabello.
Una vez que mi cabello estuvo cepillado y cayendo sobre mis hombros,
me vestí con unos vaqueros claros ajustados, unas botas marrones y un suéter
blanco con parches dorados en los codos.
Me encogí de hombros.
Saltó a su cama.
—No —dije de forma taciturna. Habiendo pasado una semana y sin una
nueva prueba a mi favor, estaba empezando a pensar que no iba a haber ninguna.
—Sí, lo sabemos.
—¿Tú?
—No.
Oí su exclamación de entusiasmo.
—¡Mira! —chilló.
Ivy suspiró.
—Él es casi el tipo perfecto.
Eché un vistazo al reloj. Tenía una hora antes de encontrarme con él. Pensé
en mandarle un mensaje de texto y decirle cuánto había adorado las flores, pero
decidí esperar. Quería decírselo en persona.
Se rio y me hizo prometerle que le contaría todos los detalles más tarde.
No estaba enteramente segura de a qué campo ir, pero decidí que el campo
cubierto sería probablemente el que quería decir. Sabía cuánto me molestaba el
frío, así que tenía sentido que nos encontrásemos en el interior.
No era un paseo corto, pero para el momento en que llegué allí, mis pies y
mis dedos estaban insensibles. No vi su auto en ningún sitio afuera y esperé que
eso no quisiese decir que me había equivocado de campo. Pero decidí entrar de
cualquier modo. Podría haber estacionado en el otro lado donde yo no podía ver
su auto.
Entré, era algo así como un nivel inferior, aunque era en el suelo, porque
los asientos del estadio se levantaban sobre él, creando este espacio vacío debajo
donde los fans podían comprar las entradas para los juegos de prácticas. Había
también baños aquí abajo y un puesto de comida, que obviamente estaba cerrado.
Estaba muy oscuro aquí. Había solo la luz suficiente para que yo percibiese
por donde iba.
Una luz se encendió de golpe y salté hacia atrás y levanté mi brazo para
protegerme los ojos. Era tan brillante e intensa que mis ojos se humedecieron
incluso mientras los protegía.
Grité.
Un par de brazos implacables me rodearon por la cintura, e incluso
aunque grité y golpeé, me mantuvieron cautiva.
Fui arrastrada por las órdenes de un hombre que de verdad había perdido
por completo la cabeza.
#EstáTanFrío
Acabo de ver a un adolescente con los pantalones levantados
#LaRajaDelCuloTambiénSeEnfría #PermanezcanAbrigados
… Alpha BuzzFeed
Romeo
Treinta minutos.
Ese era el tiempo que Rimmel llevaba con el tipo que pretendía ser yo.
Iba a matarlo.
Debería haberlo eliminado hace tiempo. Esto era todo por mi culpa. Si lo
hubiese hecho, entonces ella no estaría en peligro y yo no estaría al borde de un
ataque de nervios.
Santa.
Mierda.
Rimmel estaba en el centro del foco. Sus brazos y piernas estaban atados y
había algo amordazando su boca así que no podía hablar.
Una gruesa soga la envolvía por la mitad y ella estaba colgada como una
especie de piñata humana.
Nunca había conocido esta rabia antes. Nunca había sabido de esta clase
de terror.
Estaba chillando y gritando, pero lo que sea que había contra su boca hacía
que no pudiese oír nada.
Zack se rio.
Me flexioné hacia abajo y embestí a Zach desde atrás. Había estado tan
ensimismado en torturar a Rimmel que ni siquiera se dio cuenta que había
llegado.
Más lágrimas cayeron de sus ojos, y por primera vez, me di cuenta del
moretón en un lado de su cara.
La golpeó.
Asintió. Cerré mis muslos alrededor del poste y envolví lo que pude de la
cuerda colgada alrededor de uno de mis brazos. Entonces empecé a tirar de
ella. No era pesada, pero yo estaba colgando de un poste y su peso se encontraba
debajo de mí, por lo que era incómodo. Pero me negué a renunciar. Seguí tirando,
mi bíceps y mi hombro temblaban por el esfuerzo.
La cuerda era gruesa y las tijeras eran lamentables, así que me tomó unos
minutos, pero cuando finalmente estuvo libre, se inclinó hacia delante con un
gemido. La tomé por la cintura y la arrastré.
—No estoy seguro si puedo liberar tus tobillos desde aquí y mantener el
equilibrio —mencioné mientras quitaba la cuerda que la ataba al poste. Cuando
la corté, la pieza restante quedó sobre el poste.
Ambos.
No estaba seguro de poder bajar por el poste con ella en mi espalda. Sus
brazos eran probablemente demasiado débiles para sujetarme, y necesitaría mis
brazos para bajar. Sus pies estaban atados así que no podrían envolverse
alrededor del poste y deslizarse hacia abajo. Además, estaba temblando tanto
que sus dientes resonaban. No iba a poder hacer mucho.
—Bajándote.
Coloqué las tijeras debajo de mi brazo y cerré mis piernas alrededor del
poste. Bajé mi mitad superior así estaba colgando boca abajo por mis piernas.
—Es algo bueno que ejercite todo el tiempo —murmuré mientras agarraba
las tijeras y las dejaba caer al suelo.
—Confía en mí —murmuré.
Asintió y bajó. La agarré por el medio y luego bajé un poco más así estaba
colgando con mis brazos alrededor de ella.
—Voy a bajar un poco más. Hasta donde pueda alcanzar. Estás más cerca
del suelo ahora. Te voy a soltar. Trata de aterrizar suavemente. Una vez allí, saca
las tijeras y libera tus tobillos.
—Te tengo —dije con mucha más bravuconería de la que sentía justo
entonces. Su seguridad estaba literalmente en mis manos.
—Estoy lista.
—Hazlo —dijo.
La dejé ir y cayó el resto del camino hasta el suelo. Cayó con un golpe y
sus piernas se doblaron debajo de ella.
—Rimmel —grité.
Me miró.
—Estoy bien.
¿Que…
Zach conducía.
—¡Corre!
Pero no podía correr. Sus pies seguían atados. Luchó con las tijeras,
cortando la cuerda.
Rimmel
Todo sucedió tan rápido.
Cuando Zach y sus amigos me agarraron, luché y pateé lo más fuerte que
pude. Hasta que uno de ellos me golpeó lo suficientemente fuerte como para
noquearme.
Me dieron rosas.
Esperaba romance.
Grité su nombre mientras luchaba con las tijeras y finalmente liberé mis
tobillos de la cuerda. Me paré en mis piernas temblorosas que intentaban
rendirse, pero no las iba a dejar. Me acerqué a donde aterrizó, y rodó con un
gruñido.
—Llama a la policía.
Llamé al 911 cuando Romeo avanzó hacia donde Zach estaba caído en su
asiento. Tan pronto como el operador contestó, empecé a detallar dónde
estábamos y qué sucedió.
Bueno, todo lo que pude. Estaba bastante segura que estaba empezando a
balbucear mientras el shock de la noche empezaba a tener pleno efecto.
Él me miró.
—Vamos. Vámonos.
—Estoy bien —le dije—. No creo que ninguna de mis lesiones sea una
emergencia. Debemos esperar a los policías.
—¿Son tus costillas? —le dije, olvidando todo lo que había sucedido y
concentrándome exclusivamente en él.
Su brazo derecho.
Su brazo de lanzador.
Me preguntaba si yo lo hacía.
Asentí y miré los controles del auto. No era muy buena en la conducción
con cambios. Sólo tuve una única lección.
Pero no dije una palabra. En su lugar, me enderecé lo más alto que pude,
ajusté el asiento y respiré hondo.
Y luego conduje.
Policías corriendo hacia el campo cubierto.
Estudiantes llevando a cabo la vigilia en la sala de espera de Urgencias.
#AlguienTieneUnaExplicaciónQueDar.
#AunNoHayNingunaP alabraSobreRomeo.
#LaEsperaEsUnaMierda
… Alpha BuzzFeed
Romeo
El dolor irradiaba a lo largo de todo mi lado derecho. Me dolía el brazo y
el hielo que colocaban sólo parecía empeorarlo.
No sabríamos lo mal que fue el daño hasta que el radiólogo mirara las
imágenes.
Infiernos, no.
Este fue el primer momento que estuve solo desde que caí. Desde que sentí
el hueso en mi brazo romper, desde que sentí la punzada de dolor.
Sonreí.
—Gracias por no hacer pedazos mi auto por el camino hasta aquí —dije,
acariciando un mechón de cabello húmedo detrás de su oreja.
Evité llevar una y sólo estaba usando pantalón y sin camisa. No tenía ni
idea de dónde la enfermera encontró ese pantalón, y no me importó. Los vestidos
eran para mujeres.
Jadeó y la emoción llenó sus ojos. Me encantaba esa mirada. Era mucho
mejor que las sombrías miradas que recibí desde que llegué aquí.
—Tu sueño sigue aquí. Tu brazo podría estar roto ahora, pero va a
arreglarse y vas a jugar mejor que nunca.
Finalmente dije en voz alta lo que nadie, ni siquiera yo, quería oír.
—¿Y si no lo hace?
—Sé que lo haces. Ojalá no hubieras sido herido de esta manera por mi
culpa.
—Quizás ella pudiera tomar esa cama de allí mismo. —Señalé la que
estaba a mi lado—. Así podríamos estar todos en la misma habitación, y tendré
más de una enfermera para ayudarme si la necesito.
—¿En serio? ¿Todas las mujeres tienen que desvivirse por ti?
—¿Qué diablos pasó? —exclamó mi padre. Por una vez, sus suaves
plumas estaban erizadas.
—Oh, Roman.
—Todos lo hicimos —le respondió y se inclinó un poco hacia él. Sus ojos
se deslizaron hacia mi madre, con un poco de expectación en ellos.
—Creo que están esperando los resultados de los rayos X —le dije y miré
a Rimmel. Se había alejado de mi padre y parecía estar un poco perdida allí.
Casi le pedí que dejara la cortina abierta para poder ver el daño, pero
quería este momento con mamá porque sabía que no tendríamos esta
oportunidad de nuevo pronto.
—¿Qué?
—¿Qué diablos, mamá? Pensé que habías terminado con esa mierda.
—¿Qué?
—Su padre está en deudas hasta las cejas. Al parecer, tiene un problema
de juego enorme.
Sacudí la cabeza.
—¿Y?
—No —dije, con fuerza—. Sólo diré esto una vez. Deja de cavar en el
pasado de Rimmel y su familia. Podrías descubrir que toda su familia está llena
de asesinos y todavía la amaría.
—Es curioso que digas eso —dijo mamá—. Porque parece que su padre es
el que mató a su madre.
—¿Cómo te atreves? —dijo. Sus ojos estaban fríos y duros mientras miraba
a mamá.
—¿Cómo te atreves a entrar aquí mientras tu hijo está sufriendo así para
lanzar acusaciones infundadas y falsas?
Luego volví mis ojos hacia la enfermera que estaba al acecho detrás de la
cortina de la cama de Rimmel.
—No es verdad.
—Vamos a lidiar con eso. Todo ello. Una cosa a la vez. Y vamos a hacerlo
juntos —le dije.
Susurré mi respuesta.
—¿Qué pasa si mi carrera en la NFL ha terminado?
—Siempre —juré.
Solo le rogaba a Dios que el uno al otro no fuese todo lo que nos quedaría
cuando todo el odio se asentara.
… Alpha BuzzFeed
Los que juegan van a jugar.
A perseguirnos.
Romeo dice que estamos en esto juntos y ahora mismo la única certeza
somos nosotros. Pero, ¿cuánto puede ser empujado un amor tan nuevo? Las
distancias que tendremos que recorrer para salvar al otro pone todo en riesgo.
Romeo es un #jugador pero, ¿cuánto del juego puede jugar una persona?
Hashtag #3
Cambria Hebert es la autora de la serie paranormal Heven and Hell, la
serie adulta Death Escorts, y las series para jóvenes adultos Take it Off y Hashtag.
Le encanta el latte de caramelo, odia las matemáticas y le tiene miedo a los pollos
(sí, pollos). Fue a la universidad para una licenciatura, no pudo escoger una
especialización y acabó con un título en cosmetología. Así pues, ella asegura que
sus personajes siempre tendrán un buen cabello. Actualmente vive en Carolina
del Norte con su marido e hijos (tanto humanos como peludos) donde está
escribiendo la trama de su siguiente libro.
Moderadoras
Flochi
Genevieve
Traductoras
Addictedread Brisamar58 NatFinlay
âmenoire Flochi Smile.8
AnnaTheBrave Florff StefaniaVera
AsheDarcy Genevieve
Beatrix85 Magnie
Correctoras
Bella’
Flochi
Kish&Lim
Larochz
Lu-017
Nanis
Revisión y recopilación
Flochi
Diseño
Genevieve