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Jean Guillaumin

LA ADOLESCENCIA Y SEPARCIÓN

La separación con el fin de que la individualización se opere plenamente para las


misiones vitales de la edad adulta, recurre al estado amoroso como a un medio privilegiado
de corto-circular., o más bien de dejar de suspenso la experiencia depresiva insoportable que
implicaría una elaboración de duelo “in presentía” de objetos todavía demasiado
ambivalentes.
El ESTADO AMOROSO, asimilable en cierta medida a esos “prototipos normales de
la psicopatología” a los cuales Freud ha relacionado también el sueño y otras psíquicas,
parece en efecto tener una función particular en la gestión de los problemas específicos de
separación a los cuales confronta el devenir psíquico. Por SEPARACION la autora entiende
que es una tomas de distancia en buena parte activa, apuntando o implicando para el sujeto
un nuevo proceso de existencia, más o menos sustraído al apuntalamiento y a las regulaciones
perceptivas u otras, aseguradas por el entorno humano anterior. La SEPARACIÓN no se
confunde exactamente ni con la perdida (que es desaparición material del objeto externo)
pérdida esencialmente sufrida ni con el duelo. Este comporta una elaboración intrapsiquica
del lazo con el objeto ausente, mientras que la separación puede ser realizada, evitando el
duelo, dejando entonces para más tarde. Separarse, en este sentido, puede ser visto como una
conducta principalmente activa de adelanto a la pérdida y al duelo, aun si como yo lo pienso
la conducta de separación moviliza contra actitudes de rechazo de parte de los otros y se
apoya en ellas.
En una primera aproximación, se puede decir que la función de “protección” transitoria
así asegurada por el estado amoroso se caracteriza por el “enceguecimiento” y por la
“adicción” de los amorosos con la relación de objeto, trazos que recubren en parte la
“sobreestimación” del objeto y la cristalización stendhaliana bien conocida.
1) El enceguecimiento parece constituir un “hábil ” mecanismo por el
cual la desmentida casi total o focalizada de la realidad externa relativa a las
limitaciones humanas y materiales del entorno tienen lugar volviéndolas hacia
afuera, desmentida respecto a las realidades intrapsiquicas relativas a las
estructuras conflictuales del Edipo(violencias de las diferencias de los sexos,
cruzadas por las violencias de las diferencias de generaciones y de la filiación ).Por
el enceguecimiento amoroso el sujeto encuentra el medio de tratar de alguna manera
sin saberlo por desplazamiento proyectivo, en una actuación sentimental y a menudo
material, a través de la “elección de objetos” incongruentes, imprevistas,
marginales, chocantes “para el medio” su desconfianza y su desafío respecto de las
prohibiciones internas de las infancia y de la adolescencia.
La PROTECCIÓN asegurada de la problemática de perdida y de cambio de objeto
resulta entonces de lo que la mutación del apego se hace sin trabajo de duelo, conjurando de
alguna manera una incontrolable experiencia depresiva. La violencia, la rapidez y el
sufrimiento que acompañan el proceso de cambio son, en efecto, masivamente transformadas
por la elación o “equilibradas por la elación” al modo de lo grandioso, de lo mágico o de lo
desesperado. Hay evitamiento de la ambivalencia y de la contención en el yo psíquico del
objeto ambivalente, por efecto de una fuerte escisión entre la representación del nuevo objeto
de amor, positivando al máximo y aquella de los viejos objetos, sentidos como fecalisantes e
invivibles.
El estado amoroso es , sin duda, una manera de formación intermedia entre lo normal
y patológica, y por otra parte entre dos momentos económicos de una vida humana, no hay
más que tener este lugar afuera para evacuar de si toda meditación , mediación o indecisión
del adentro.
“hacia afuera” no es quizás, sin embrago, la expresión más justa. Habría que decir
probablemente que el estado amoroso transfiere hacia afuera del yo no solamente el objeto
interno dirigido a un nuevo soporte sino también todo el aparato psíquico del enamorado.
Este aparato es como dado en administración a la díada formada con el objeto investido.
Intensas introyecciones y proyecciones cambios de pensamiento, de identificaciones, de
afectos.
Es bastante probable que este sistema de exteriorización separado del aparato psíquico
sea cercano en principio a lo que el PSA entiende por “amor de transferencia” (Freud 1914)
en la neurosis de trasferencia o por acoplamiento trasferencia/contratransferencia en una “two
body psycology” analítica. El encuadre analítico, mantenido por el analista, liga un
funcionamiento tal con una situación limitada y repetitiva. El Estado Amoroso, que da a la
manera del amor de transferencia, el enamorado de una guía representativa y también una
energía auxiliares, capaces de hacerlo despegar de sus adhesiones por la única fuerza
atractiva de esta puesta en órbita periférica.
2) La segunda de las características amorosas: la ADICCIÓN, se
trata en efecto de alguna cosa del genero de un apuntalamiento del yo o del sí mismo(o
quizás de un “neo-apuntalamiento”) en el sentido donde el objeto amado
amorosamente es un espejo a la vez deslumbrante y turbio del sujeto, en el cual brilla
como “suyo” todo lo que no es él. Al mismo tiempo que se pierde en el otro todo lo
que és.Alucinación positiva y alucinación negativa aquí combinadas según una receta
particular que las umbilical a la inversa la una a la otra o las confunde después
oponiéndolos de manera oscilante en el amor pasión.
Esta situación corresponde exactamente a la de la adicción, donde de alguna manera es
la substancia del otro que falta al adicto y no sus marcas identificatorias.En tales condiciones
, se puede hablar justamente de una muy fuerte y total (en términos de unidad narcisitica
primaria y no en términos de unidad diferenciada ) atracción del enamorado por y hacia el
objeto del cual quiere ser, del cual quiere “el ser” y no los “haberes” diferenciales, estos
últimos estando como engomados en sus poderes específicos de interpelar el deseo, poder
enteramente reducido y como diluido en el plano narcisista. Esta regresión pulsional tiene
como consecuencia natural imantar globalmente el objeto de amor para él o la amante. Y es
esto que le da la fuerza de ruptura que le permite abandonar los antiguos objetos, como un
satélite que diverge por la atracción de un nuevo planeta, devenida enorme, cualesquiera que
sean las fuerzas gravitacionales de resistencia.
El Estado Amoroso es un procedimiento de separación particularmente adaptado a los
periodos críticos principales de la vida o de mutaciones profundas cuyo bloqueo es necesario
y se impone en el proceso de la vida misma. Un procedimiento de separación de urgencia
susceptible de intervenir cuando el duelo elabotativo contenido temporalmente desarrollado
“in praesentia objecti” se ha vuelto de pronto imposible o muy difícil por el surgimiento de
presiones que corresponde sea a la problemática general del desarrollo (rápido crecimiento y
maduración sexual por ejemplo) sea a las circunstancias externas o a las demandas del
entorno humano sobre un fondo de inmadurez del sujeto. Procedimiento de despegue de
urgencia que por empujar el tiempo, en alguna forma post-traumática después del arranque
como yo lo he surgido más arriba.
Las estrategias de separación que usan los jóvenes, tan necesarias al cumplimiento de
su tarea esencial(devenir ellos mismos y contener una vida transformada en la suya y aquella
que trasmitirán) están a menudo trabadas por el peso inevitable, de su historia identificatoria
quizás hoy complicada por el desorden simbólico de nuestra civilización. Al lado o en
compañía de otros modos de provocación a la ruptura, por ejemplo entre aquellos que atacan
directamente el medio familiar en sus valores ideológicos y sus comportamientos para
ayudarse a partir haciéndose rechazar, la entrada en el estado amoroso súbitamente a veces,
pero siempre altamente condensara de energía narcisista, retirada de los investimentos
realistas y de los vínculos con objetos anteriores, es la forma más general y la más notable
de huida hacia adelante.
Notas relativas a la Patología del estado amoroso: a) sobre el rol general de
identificaciones “negativas” en la dinámica del despegue amoroso) sobre el fracaso suicida
entre los adolescentes de esta dinámica y aun en los sujetos adultos.
A) Hoy en dia es posible tomar una vista de conjunto de la formación del
yo, encarada desde la perspectiva de devenir el mismo, es decir de la individuación
y de la diferenciación como efecto de un “complejo de elección de identificaciones”.
en la problemática de la castración y de la bisexualidad psíquica se ha pensado,
muy a menudo, en el pasado, que se tiene solamente elecciones identificatorias
repartiendo y organizando, en relación a la identidad partes, rasgos o aspectos de
representación consciente e inconsciente del padre por una parte de la madre por otra ,
cada uno de los padres, imaginando al modo de una personalidad integrada y unitaria,
siendo más o menos relevado de la función de “blanco”identificatorio por sustitutos o
equivalentes específicos fuera de la familia o en medio frecuentados.
Hoy en día se sabe cada vez mejor por la clínica, confirmada largamente a
continuación por la observación banal que las apropiaciones identificantes, que pueden
por otra parte tener origen o destinos variables son en efecto llevadas o encajonadas en
“muñecas rusas “las unas por o dentro de las otras. Identificarse en alguna cosa de sus
identificaciones (relativas, pues, a sus propios padres) y así siguiendo de generación a
generación.
Ciertamente es una de las tareas capitales del trabajo analítico, en la cura profunda,
hacer aparecer y ayudar a colocarse en un orden acorde con las generaciones y el sexo
los diversos aportes.
La violencia destruye o rechaza. Y el único para que ella no lo haga verdaderamente
y sin embargo igual lo haga y permita así una oposición personalizante es que las
elecciones identificantes que servían para individualizarse y separarse sean llevado sobre
las partes psíquicas del blanco mismo están cargados de ambivalencia, de represión, de
denegación o de desmentida.
La formulación de esta hipótesis, a mi modo de ver necesaria nos llevara ahora a
interrogarnos, de manera en alguna forma paradojal, sobre el rol que un tal mecanismo
puede jugar en la experiencia amorosa, enfocada como una técnica de separación,
utilizada esencialmente, pero no únicamente en la adolescencia. Se comprende como la
cultura y la apropiación más o menos profundas y durables de posiciones y de valores
muy contra-investidos por los personajes-modelos familiares, pueden operar a la vez esta
separación y este lazo (la individuación no puede hacerse sin pérdida total de la
herencia).Y se comprende también, que una dosis notable de oposición sobre los valores,
pueda, tentar la elección amorosa como medio de separación y de suspender, por la
misma, el duelo a realizar. Sin embrago, en la adolescencia, la oposición sobre los
“valores conscientes no es siempre clara”, lejos de ello, a menos que uno extienda, a
puntos relativamente secundarios, y no juega a menudo más que un rol auxiliar, a veces
un engaño, cubriendo maniobras más profundas.
La base de la observación psicoanalítica que el “falling in love” funciona él mismo
como una identificación con la parte “loca” del amor del uno o del otro de los padres o
sus sustitutos. Se trata de una suerte de novela familiar en el cual una serie de índices de
comportamiento o de palabras, viviendo de los cercanos, es de una cierta manera
secretamente ensamblada, sobre el modo auto-erótico y en una ensoñación narcisista, por
el joven, para animar una imagen fascinante de “héroe del amor” que ha cambiado la cara
de las cosas y trastocado el orden establecido transgrediendo todas las pusilanimidades y
todos los tabús sociales atrayéndose finalmente la admiración y el amor secretos de todos
por la audacia de su vida. Tal novela se forma leyendo entre las líneas al revés del alivio
sontomial.Estas defensas y no-dichos haciendo de síntomas pueden ser por ejemplo
declaraciones insistentes sobre la inocencia del amor-pasión, o un silencio sobre una
“locura” amorosa reciente o antigua de los padres, o familiares próximos, a continuación
entrados en el rango o desaparecidos y que solo vagas alusiones evocan.
Se trata de la desmentida en común de alguna manera constitutiva teniendo el
valor de “contrato narcisistico” (en el sentido de P.Aulagnier) alrededor de los cuales y
por los cuales el grupo familiar o la pareja parental se mantienen.
Es en el “agujero” en donde ese no-dicho en que la desmentida del deseo en el seno
de la “institución” pareja o familia que se “pega” la identificación con los sueños
amorosos prohibidos de los padres en el joven.
Ala separación habrá alcanzado su óptimo efecto por la acción de un suerte de
cohete en tres etapas comprendiendo en un encadenamiento muy rápido que resume el
análisis de la autora en:
1) Ruptura de los símbolos identificatorios
2) El investimento, en una clase de trastorno denegatorio, de una fuerza
narcisistica enorme de atracción (amor-pasión) y por otra parte de repulsión
(desamor) más o menos ayudada por las provocaciones sociales, sobre un fondo de
fusión de los atributos identificatorios del sujeto y de su objeto de amor, y de
insoportable efecto de carencia, con adicción en relación del Ser o del Self del
amado.
3) La contención vehicular de estos efectos en una “identificación
amorosa” más o menos ICC a un “héroe de amor” escondido o inconscientemente
de filiación familiar, alcanzado o haciendo alcanzar al compañero la cima de Eros,
mas allá de todas las limitaciones de lo real.
B) Es esencial, examinar lo que se produce en la experiencia del suicidio
.La salida suicida, se sabe, no es precisamente rara, en los amores pasión de la
adolescencia, y aun en otras más tardías.
Para la autora “no hay suicidio de amor” que no incluya de soporte identificaste
a un personaje suicidante inscripto ya en los modelos familiares o susttutos.Toda
epidemiologia suicida va en ese sentido, y uno esta asombrado que esta cuestión
probablemente capital no sea entonces, ni aun jamás, trabajaba de frente, ni a fondo.
En el caso del suicidio ha habido fallas de la intrincación de la “pulsión de muerte” o
de la “violencia”, con las pulsiones libidinales, por un efecto de trastrocamiento
perverso, donde la violencia finalizada por la representación dada de lo
irrepresentable deviene el significante de la pulsión de vida. Lo que no se puede a
partir de la ilusión que alguno investido haya vivido una experiencia de atentar contra
la vida precipitándose en la muerte. Esta conversión o este desplazamiento, tiene buen
lugar, pero el seria inafectable psíquicamente sin el estímulo y la facilitación investida
amorosamente de un modelo personalizado omnipotente de la autodestrucción.
La muerte por suicidio puede funcionar de manera muy expresiva, precisamente
como solución “ideal” de separación y de afirmación del sí mismo. Desde las tres
separaciones mayores de la existencia: nacimiento fin de los adolescencia y muerte,
la última sustituye entonces a las dos otras, desastrosamente, sin que se lo haya
esperado.
El suicida adolescente, es pues, probablemente la patología degeneraría
específica del fracaso de la separación. Se podría sin duda mostrar que los suicidas
adolescentes constituyen como una condensación mágica de todos os procedimientos
de salida de la adolescencia: provocación, ideología, marginalización social y
moral, poesía y escritura, identificación al agresor caída loca y huida hacia adelante
en “EL AMOR ETERNO”… y puesta en obra realista, medios concretos de la muerte.
La fuerte ambivalencia, cargada de amor y de odio que el impulso amoroso
permite cortar provisoriamente por la idealización masiva del objeto narcisista,
vuelve modificada económicamente bajo la forma de la actuación auto-agresiva
definitiva que exprese directamente y sin repetición la pulsión de muerte, enviada
contra el yo en lugar de la pulsión de vida después del fracaso de su desvió objetal.
Estas consideraciones terminales sobre el suicida amoroso o más bien sobre el
amor del suicidio o del suicida, en la patología de la separación nos ha llevado al
centro de lo que podríamos llamar “novela de la separación”.
El amor narcisistico del “fallin in love” se corrompe en el amor de la muerte.
Pero, en los dos casos, banal o patológica, la prevención del trabajo depresivo del
duelo esta en primer plano, con devolución de una imagen especular del yo, cargada
más mágicamente de realizar “heroicamente ” la separación , a la vez, deseada e
insoportable y así, de garantizar al yo por una suerte de anticipación estática, que ella
no puede sino advenir en un cierto futuro mítico puesto que “ya” realizado: el a
posteriori es entonces confundido con el antes o a priori de lo traumático, en el otro
lado del espejo de una maravillosa e ilusoria historia.

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