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Debe considerarse que no hay nada más difícil de llevar a cabo, ni de más dudoso éxito, ni más
peligroso de manejar, que iniciar un nuevo orden de cosas.
MACHIAVELLI
nos ha ocurrido que se puede decir una cosa similar sobre la modernidad en
América Latina. Hasta el momento, cuando se trata de ella en el contexto
del siglo XIX, se la considera exclusivamente como un producto de la
visión del mundo y del ideario liberal. Nos parece que esto es un error.
Como en el mundo noratlántico, en la América Latina decimonónica hubo
una variedad de modernidades. Posiblemente, la mayoría de ellas fueron
configuraciones que se inspiraron en un weltanshaaung liberal, pero hubo
otras cuyo origen fue, no el sentimiento o pensamiento conservador
propiamente dicho, sino lo que Hobsbawm y Ranger llamarían la invención
de la tradición.7 El segundo encuentro bibliográfico que nos ha estimulado
a escribir este artículo es el tener a mano la mayor parte del epistolario
garciano. Este material, que nosotros sepamos, no ha sido estudiado
sistemáticamente todavía. Utilizado como cantera para sostener puntos de
vista muchas veces preconcebidos, ha servido para ocultar al verdadero
García Moreno. Uno de los propósitos de este trabajo es el de cederle la
palabra. No será fácil hacerlo. Los cientos de cartas que hemos estudiado se
orientan todas hacia la acción no a la reflexión. Además, constituyen la
mitad de un diálogo, el resto del cual el lector solo puede adivinar. A pesar
de todo, es posible reconstruir, un retazo aquí, otro allá, lo que se podría
llamar el pensamiento social y político de nuestro protagonista. Esto
explica por qué nuestras citas a pie de página no harán referencia a textos
plenamente formulados, sino más bien a fragmentos que ilustran su manera
de pensar.8 Recogida en varios proyectos editoriales, la correspondencia
garciana se encuentra, en su mayor parte, en los cuatro volúmenes editados
7
Eric Hobsbawm y Terence Ranger, edits., The Invention of Tradition, Cambridge, Cambridge
University Press, 2000, especialmente la introducción.
8
Además, en muchos casos las citas no incluirán a todas las referencias que existen en la
correspondencia sobre un punto determinado por ser repetitivas. Nuestro método ha sido el de
hacer un muestreo utilizando dos criterios de la verdad: el de correspondencia y el de
coherencia. Debemos añadir que este último nos ha permitido, de vez en cuando, hacer
inferencias basadas en el contexto de la correspondencia en su totalidad, más que en enunciados
específicos.
11
Wilfrido Loor, Cartas, 1846-1854, pp. 446, 458 y 466; Ídem, Cartas, 1855-1861, pp. 21-22.
12
Ídem, p. 35. Ver también pp. 21,29 y 37.
13
Ídem, Cartas, 1862-1867, p. 210
14
Ídem, Cartas, 1855-1861, p. 223. Ídem, Cartas, 1862-1867, p. 68.
15
Ídem, p. 246.
16
Ídem, Cartas, 1855-1861, p. 37.
17
Ídem, p. 246; Ídem, Cartas, 1868-1876, p. 150.
18
Ídem, p. 451.
19
Ídem, Cartas, 1855-1861, p. 266; Ídem, Cartas 1862-1867, pp. 193 y 287; Ídem, Cartas,
1868-1875, pp. 78 y 97.
20
Ídem, p.78
23
Ídem, p. 316.
24
Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 30, 33, 46, 71, 152 y 163.
25
Ídem, p. 152.
26
Ídem, Cartas, 1855-1861, p. 241; Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 121, 135, 216 y 334; Ídem,
pp. 20, 25 y 28.
27
Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia: religión y política en el
Ecuador 1780-1880, pp. 14-15, 145 y 152-155.
¿De dónde provino esta actitud? Como veremos más tarde, esta
dimensión creativa fue muy propia de su personalidad, pero también fue el
producto de las influencias recibidas. La principal provino de Jaime
Balmes, religioso, filósofo y científico catalán. Autor de El protestantismo
comparado con el catolicismo en sus relaciones con la civilización europea
(1842-1844), Balmes consiguió fama arguyendo que el catolicismo, lejos
de ser enemigo del espíritu moderno, era su creador y su guía. Era su
creador porque los principios ético-religiosos cristianos eran la piedra
angular de la civilización moderna. Podía ser una guía porque tenía la
capacidad de acomodarse a circunstancias nuevas sin perder su esencia.
Para conservarla, era necesario suma vigilancia y un hábil espíritu
reformista, puesto que era indispensable saber cómo y cuándo “conceder a
la época lo justo y conveniente negándole lo injusto a lo dañoso”.29 Esta
28
Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, pp. 61, 88, 133, 314, 329 y 330. Para García Moreno
incluso la resignación debía ser activa. Ver Wilfrido Loor, Cartas, 1846-1854, p. 476.
29
Julio Tobar Donoso, “La influencia de Balmes en el Ecuador”, en Boletín de la Academia
Nacional de Historia 51, 1968, p. 50. Ver también Wilfrido Loor, Cartas, 1846-1854, p. 385.
Otro autor que influenció a García Moreno fue el sacerdote chileno J. I. Eyzaguirre. En la obra
Los intereses católicos en América, publicada en París en 1859, Eyzaguirre proclamó que el
catolicismo era el mejor instrumento para la construcción de una modernidad en América Latina
capaz de combinar libertad política y progreso material con responsabilidad comunitaria e
identidad nacional. Ver Derek Williams, “Piety, Patriotism and Progress: Advocating Los
intereses católicos in Nineteenth Century Latin America”, ponencia presentada en el taller
“Piety, Patriotism and Progress: Catholic Modernity in Nineteenth Century Latin America”.
10
11
12
Una de las impresiones más fuertes que se tiene al leer las cartas de
García Moreno es que su autor, en su entorno social, fue muy a menudo un
“forastero”. Pobre entre ricos, burgués entre aristócratas, costeño entre
serranos, hombre de ciencia entre políticos, García Moreno siempre vivió
en perenne dislocación social. Tal vez esto explica, primero por qué nunca
adoptó mecánicamente identidades recibidas y, segundo por qué las que
finalmente aceptó fueron invenciones suyas. Ya hemos dicho que se
inventó como católico. También se inventó como padre. Muertos los hijos
de su primer matrimonio, adoptó a las hijas de su cuñada y se propuso velar
por ellas.34 Nunca se identificó con su lugar natal. Más bien, con el pasar
del tiempo, se enamoró de Quito. 35 La identidad que más le interesó,
empero, como veremos más adelante, fue la de su nacionalidad, la
ecuatoriana.
34
Ídem, Cartas, 1855-1861, pp. 41 y 212.
35
Ídem, p. 207.
13
14
1850, cuando hacía sus estudios en Francia pensó en hacerse rico utilizando
sus conocimientos científicos en el comercio o en la agricultura.39 Sin
embargo, una vez que se dedicó a la vida pública, no le intereso más la
riqueza. Dio su sueldo de presidente para gastos de beneficencia y adoptó
una rutina familiar digna pero sencilla.40 Sus viajes oficiales en el interior
del país los pagó de su bolsillo, llegando a la circunstancia de no poder
hacerlos en ocasiones por no disponer de dinero. 41 Para fortalecer su
economía doméstica, alquiló la hacienda de Guachalá por cinco años sin
por ello llegar a hacer fortuna.42 Solo poco antes de morir, su situación
económica mejoró, pero esto se debió a las herencias que recibió su
segunda esposa.43 Se debería añadir que no le interesó el prestigio social,
particularmente el heredado. Tuvo parientes en España con algo de
renombre, pero, al contrario de Pedro Pablo, su hermano, no se relacionó
con ellos.44 Como se puede ver, el epistolario garciano sugiere que García
Moreno no fue ni subjetiva ni objetivamente un terrateniente serrano.
Cualquier empatía que él pudo tener con los gamonales del país,
como clase, se agrió durante sus administraciones. El hecho es que desde
muy temprano García Moreno los identificó como el principal obstáculo de
un nuevo orden de cosas, por ser los grandes defensores de “pretensiones
provinciales” y de “pasiones lugareñas”. 45 Y no se equivocó en esta
apreciación. En general, gran parte de sus iniciativas fueron resistidas o
39
Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, pp. 21, 35 y 37
40
Ídem, p. 163; Ídem, Cartas, 1862-1867, p. 382; Ídem, Cartas, 1868-1875, p. 251.
41
Ídem, pp. 394, 406 y 453.
42
Ídem, pp. 418 y 512-513.
43
Ídem, p. 504
44
Ídem, Cartas, 1846-1854, p. 168; Ídem, Cartas, 1868-1875, p. 266.
45
Ídem, Cartas, 1855-1861, pp. 154, 161, 169, 179 y 197; Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 5, 238;
Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 157, 171, 336, 352, 361, 363 y 528.
15
La reforma del clero como base de la reforma moral del país escolló por el
concierto inmenso de odio al Concordato que todos formaron en la República.
La reforma a la instrucción pública, sin la cual el país será siempre lo que es, es
decir nada, escolló porque tuvieron miedo que yo hiciese estudiar a las
generaciones nuevas. La reforma económica, fundada en abrir buenas vías de
comunicación, escolló porque el consejo de Estado, es decir los mismos que me
rodean, se opuso al empréstito sin el cual el camino no podrá concluirse en tres
años. En fin para todo progreso he encontrado una resistencia y un encono como
si yo fuera a labrar mi fortuna.47
16
50
Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 43, 76 y 79; Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 318, 327 y 329.
51
Ídem, Cartas, 1846-1854, pp. 77, 111 y 119.
52
Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 164, 230, 395, 396 y 501.
53
Ídem, p. 347.
54
Ídem, 329. Ver también Julio Tobar Donoso, El indio en el Ecuador independiente, Quito, ed.
Pontificia Universidad Católica del Ecuador, 1992, pp. 92 y 184.
17
55
Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, p. 226.
56
Ídem, p. 218
57
Ídem, Cartas, 1868-1875, p. 344.
58
Ídem, Cartas, 1855-1861, pp. 218 y 241; Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 16, 22 y 23; Ídem,
Cartas, 1868-1875, pp. 374 y 516.
18
19
20
21
22
23
24
71
Sobre el enemigo colombiano ver Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, pp. 305; Ídem, Cartas,
1862-1867, pp. 75, 77, 116, 135, 166, 167, 170, 184 y 185.
72
Sobre las logias masónicas: Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 360, 530 y 538.
73
David Bushnell, The Making of Modern Colombia. A Nation in spite of Itself, Berkeley,
University of California Press, 1993, pp. 104-131.
74
Wilfrido Loor, Cartas, 1862-1867, p. 170.
75
Ídem, pp. 121, 135; Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 315 y 348.
25
76
Ídem, Cartas, 1862-1867, pp. 184, 166, 167, 172 y 181.
77
Ídem, Cartas, 1846-1854, pp. 36 y 43.
78
Ídem, p. 385; Julio Tobar Donoso, “La influencia de Balmes en el Ecuador”, pp. 45-46, 50 y
54-55.
79
Wilfrido Loor, Cartas, 1868-1875, pp. 236 y 244.
26
Han escrito de Alemania a un padre Redentorista que las logias de allá han
ordenado a las de América hagan todo lo posible para derribar al Gobierno
de Ecuador; pudiera ser que el gran maestre Bismarck tuviera parte en esto.
Pero Dios nos protege y confiado con El a nadie temo, a pesar de que nada
somos, de que nada valemos y de que nuestras fuerzas son iguales a cero,
comparadas con las de aquel coloso de pies de barro.81
80
Ídem, pp. 88-90, 105, 114, 161, 235-236, 242, 243-244, 249, 294, 400, 402, 421, 428 y 537-
538.
81
Ídem, pp. 530, 360 y 538.
82
Ídem, pp. 243-244.
27
83
Ídem, p. 408.
84
Ídem, pp. 408, 409 y 410.
28
85
Gertrude Himmelfarb, The Roads to Modernity. The British, French and American
Enlightenments, p. 9.
29
30
90
Ídem, p. 449.
91
Ver José Bruner, “Entonces, ¿existe o no la modernidad en América Latina?”, en Fernando
Calderón, coord., Imágenes desconocidas. La modernidad en la encrucijada postmoderna,
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, 1988, pp. 95-99.
92
Ver Danielle Demélas e Yves Saint-Geours, Jerusalén y Babilonia: religión y política en el
Ecuador 1780-1880, pp. 173-178; Pilar Ponce, Gabriel García Moreno, pp. 97-98, 100, 103-
31
104 y 117-118; Enrique Ayala Mora, “El período garciano: panorama histórico, 1860-1875”, p.
235.
93
Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, p. 275.
94
Gabriel García Moreno, “Defensa de los jesuitas”, en Manuel Pólit Lasso, edit., Escritos y
discursos de Gabriel García Moreno, vol. 1, p. 12.
95
Ídem, p. 77.
96
Según Jürgen Habermas hay tres modelos normativos de la democracia: el liberal, el
republicano y el de procedimiento-deliberativo. El modelo republicano ve a la política como la
articulación de un “bien común”, de una visión sustantiva de la vida ética de la comunidad. El
fin de la política no es la administración de los intereses de la sociedad civil sino más bien la
creación de solidaridad entre los ciudadanos. Ver Jürgen Habermas, “The Normative Models of
Democracy”, en Seyla Benhabib, edit., Democracy and Difference. Contesting the boundaries
of the Political, Princeton, Princeton University Press, 1996, pp. 21-30.
32
33
100
Wilfrido Loor, Cartas, 1862-1867, p. 246.
101
Ídem, pp. 137-138; Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 176, 337, 339, 405 y 527.
34
Conclusión
102
Luis Robalino Dávila, García Moreno, p. 720. La escritura consta así en el original.
103
Enrique Ayala Mora, Lucha política y origen de los partidos en Ecuador, pp. 283-297.
104
Wilfrido Loor, Cartas, 1855-1861, pp. 126, 153, 169; Ídem, Cartas, 1868-1875, pp. 88-90.
105
Véase Enrique Ayala Mora, Lucha política y origen de los partidos en Ecuador, pp. 290-
291.
35
ser confirmado, refutado o tal vez modificado con una nueva lectura de
fuentes ya conocidas. Esta lectura, empero, tiene que ensayar nuevos
instrumentos de análisis. El que ha sido privilegiado por la historia
dominante es el estructuralista.106 No hay la menor duda de que esta
perspectiva puede ser muy útil, sin embargo, también puede llevarnos a
conclusiones erradas, si no se la maneja con suma vigilancia. Nos ha
tentado, por ejemplo, a concluir que la identidad de un individuo se
deriva inevitable y exclusivamente de su posición de clase. Como
hemos visto en este trabajo, este tipo de inferencia no nos permite
comprender a García Moreno. Más a propósito para este fin nos parece
un análisis postmodernista, según el cual la identidad del individuo
como la de las colectividades no surgen todas hechas de estructuraras
subyacentes sino que se inventan sobre la marcha en diálogo con las
circunstancias.107
106
Enrique Ayala Mora, “El período garciano: panorama histórico, 1860-1875”, p. 218.
107
Ernesto Laclau y Chantal Mouffe, Hegemony and Socialist Strategy: Towards a Radical
Democratic Politics,Londres, Verso, 1895, cap. 3.
36
108
Ver la nota cuatro de este ensayo.
109
Heather Thiesse-Reily, “Imagining the Unimaginable: Manuel Isidoro Belzu and Religion as
a Tool for National Identity Construction in Mid-Nineteenth Century Bolivia”, ponencia
presentada a la American Historical Association, Washington D. C., enero de 2004, pp. 6-7.
110
Ídem, p. 21.
37
38
112
Ídem, pp. 10-14.
39