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UNIVERSIDAD PERUANA LOS ANDES

CATEDRA: TESIS

CATEDRATICA: STEPHANIE POZO ESPEJO

PRESENTADO POR: HUAMAN RODRIGUEZ JHON

ROMERO VILCHEZ MACKELVY

MITMA TORRES DAVID

HUANCAYO – PERU
2018
CAPÍTULO II

MARCO TEÓRICO

2. ANTECEDENTES:

El objeto principal del derecho sucesorio es regular las formas de

la sucesión mortis causa. Al decir formas no me estoy refiriendo

solamente a la legal y a la testamentaria, sino a todo aquello que

concierne el destino de las titularidades y relaciones patrimoniales

activas y pasivas de una persona física después de su muerte1, de

aquellas que surgen como consecuencia de la muerte (cargas de la

herencia, retribución al albacea) y, en el caso específico de la

testamentaria, al cumplimiento de las disposiciones no

patrimoniales del testador.

Por formas, pues, entiendo el conjunto de regulaciones legales que

gobiernan principalmente: la transmisión misma; cómo puede

transmitirse (por ley o por testamento, o anticipadamente a la

muerte); a quiénes puede transmitirse y sus respectivos derechos y

deberes; el pago de las obligaciones del causante y de la sucesorias

y la administración y reparto de lo que se transmite.

Aunque, como hemos visto, hay varias modalidades sucesorias,

comúnmente se conoce como Derecho de Sucesiones aquella parte

del Derecho que se ocupa directamente de la transmisión por causa

de muerte real o presunta. Es preciso decir, sin embargo, que como

1
LACRUZ BERDEJO, J.L. y SANCHO REBULLIDA, Fco. (1988): Derecho de Sucesiones. Barcelona.
Bosch, pág. 10.
consecuencia del óbito no sólo se transmiten bienes, derechos y

obligaciones, sino que pueden surgir derechos o relaciones antes

inexistentes. Tal ocurre, por ejemplo, en cuanto a derechos, con el

de habitación en favor del cónyuge supérstite a que se refiere el

artículo 732 C.C., o con el establecido en el artículo 870 en favor

de quienes hayan vivido en la casa del causante o hayan sido

alimentados por cuenta de él. Y en cuanto a relaciones, aunque

originadas en la transmisión, pueden surgir las que vinculan a

sucesores con el albacea, las relativas a los herederos con terceros

(vide art. 676 C.C.), etc.

El Derecho de Sucesiones, pues, no sólo regula la sucesión en su

acepción de transmisión patrimonial, sino que también disciplina

otros aspectos de variada índole ajenos a la transmisión

propiamente dicha o al patrimonio transmitido. En verdad, a poco

que se revise nuestra normativa se advertirá que sobre la

transmisión misma es escueta (y no muy feliz) la disciplina legal

hereditaria; la mayoría de las previsiones de nuestro ordenamiento

están dirigidas a señalar cómo, quiénes y cuánto suceden, o lo

concerniente a la voluntad del testador. Quiero decir, la regulación

está más enfocada a normar las consecuencias de la sucesión o los

requisitos y formas de suceder, que a la transmisión propiamente

dicha.

Advertido lo anterior, perfectamente se comprenderá que son

distintos el Derecho Hereditario y el Derecho de Sucesiones.

Mientras que el primero concierne a las regulaciones propias del


derecho a suceder como heredero (por ley o por testamento), el

Derecho de Sucesiones tiene un campo mayor de influencia, lo que

se aprecia al extremo de disciplinar un herencia sin heredero (toda

distribuida en legados), o el testamento de quien por carecer (si

fuera el caso extremo) de algo que debe o tiene, se limita a

establecer disposiciones no patrimoniales cuyo cumplimiento

encomienda a un albacea. Por ello puede decirse concisamente con

Gomes2 que el Derecho Civil de Sucesiones regula lo concerniente

a los efectos en el Derecho Privado de la muerte de una persona

natural.

2.1. BASES TEÓRICAS CIENTÍFICAS

Sucesión en General:

Se conoce como sucesión, en línea general, la sustitución de una

persona en la posición que otra ocupaba en una determinada

situación o relación jurídica3. Característica esencial de esto es que

manteniéndose sustancialmente idéntica4 la relación jurídica (vale

decir, sin alteración fundamental de contenido aunque

ocasionalmente se extinga lo accesorio: garantías o de naturaleza

del nexo), se produce un cambio subjetivo de la misma, al

2
GOMES, O. (1970): Sucessoes Editorial Forense. Río de Janeiro, pág. 21.
3
Como bien indica GARCIA RUBIO, M. (1989) y la doctrina por ella citada en La distribución de toda la
herencia en legados. Editorial Civitas. Madrid, pág. 85, «el concepto de sucesión mortis causa es un
subtipo de la noción técnica de sucesión. Respecto a esta última se observa que la doctrina mayoritaria
califica como sucesión al fenómeno por el cual un sujeto asume, respecto a una relación jurídicamente
relevante, la posición que era precedentemente ocupada por otro sujeto». Con amplios comentarios, véase
también FERRI, L. (1964): Successioni en Generale. Bologna , pág. 2 y SS.
4
COVIELLO, N. (1938): Doctrina General del Derecho Civil. UTEHA. México, pág. 337.
sustituirse uno de los sujetos polos de la relación5. De esta manera,

también puede hablarse grosso modo de sucesión cuando se ceden

derechos o se transmite una posición contractual, y en general en

casi todo acto traslativo o derivativo de bienes u obligaciones.

Parece ser, sin embargo, que el concepto originario de succesio,

correspondía en estricto a la transmisión universal de un

patrimonio6, y que fueron más bien los tratadistas post-clásicos

quienes extendieron el vocablo a todo caso de transmisión,

incluyendo la singular que es característica (aunque no privativa)

de la transmisión entre vivos y que en materia sucesoria se tipifica

en el legado.

2.2.1.1. Clases de Sucesión:

El fenómeno sucesorio puede ser a título universal o a título

particular, inter vivos o mortis causa.

La sucesión es a título universal cuando el sucesor adquiere en un

solo acto todo un patrimonio o una cuota ideal del mismo. Vale

decir, cuando subentra en un conjunto de posiciones o relaciones

jurídicas activas o pasivas sin que experimenten modificación.

Aunque hay quien piensa7 que la sucesión universal es privativa

5
Esta era la tesis de SAVIGNY, K.: Sistema de Derecho Romano actual. Madrid, Tomo II. pág. 152 y ss.,
así como la de otros pandectistas. Para la cita de los mismos, véase CARlOTA FERRARA, L.: Le
succesioni per causa di morte. Nápoles, 1955, en particular Tomo 1, pág. 30.
6
BONFANTE. G.: Corso di Diritro romano. Roma, (1930), Vol. VI, pág. 4.
7
Así, por ejemplo, AZZARITI, G. (1990): Le successioni e le donazioni, Jovene Editore. Napoli pág. 4,
quien asevera que «la sucesión mortis causa, a diferencia de la inter vivos, puede ser a título universal y
particular. El criterio distintivo entre una y otra especie [es que la sucesión mortis causa] es a título
universal». Lo mismo piensa FERRERO, A., Derecho..., 4a. edición, pág. 58: «la transmisión intervivos
es siempre y sólo a título particular».
del derecho hereditario, ello no es exacto. En efecto, un típico caso

de sucesión universal entre vivos es el de la fusión por absorción,

según el cual una sociedad absorbe todo el patrimonio de otra, que

se liquida.

La sucesión es a título particular y por cierto la más frecuente entre

vivos cuando la transmisión es de bienes, derechos, obligaciones

individualmente determinadas o, en síntesis, respecta a relaciones

jurídicas singulares, en las que la sucesión en el activo no

necesariamente entraña sucesión en el pasivo, o viceversa.

Sucesión singular mortis causa se produce con el legado.

La sucesión universal o particular es entre vivos cuando la

traslación (o derivación) se produce por voluntad de las partes.

Quiero decir, hay un nexo entre los sujetos que se sustituyen, de

suerte que el cese del primer sujeto está ligado por un nexo que

explica la adquisición por el sucesor8. Esto es importante y merece

un comentario de relevancia cuando se trata de transmisión

singular, pues evidentemente ello lo distingue de la sucesión por

causa de muerte, ya que mientras en esta el sucesor reemplaza a su

causante en la posición que él ocupaba en razón primaria del título

por él habido, la sucesión entre vivos a título singular implica un

nuevo título que justifica el derecho de su adquisición.

La sucesión es mortis causa cuando la transmisión tiene lugar por

fallecimiento del sujeto titular de los bienes, situaciones o las

8
BARASSI, L. (1955): Instituciones de Derecho Civil. Bosch. Barcelona, Vol. 1, pág. 213.
relaciones que se transmiten. A consecuencia del deceso, es preciso

que alguien ocupe la posición jurídica que ostenta el difunto: ellos

son los sucesores. Y sea según el caso, que más adelante veremos

en detalle, la sucesión por causa de muerte deferida legalmente es

siempre a título universal, pero cuando se defiere

testamentariamente puede ser a título universal o particular. De lo

primero es claro ejemplo el caso del heredero; de lo segundo, como

se ha señalado, es típico el legado.

2.2.1.2. Transmisión Sucesoria:

Conforme al dictado del artículo 660, y por la sencilla razón del

óbito de su titular, en el momento de la muerte se produce la

transmisión jurídica del caudal relicto a quienes en definitiva,

aunque en ese momento se ignore quienes son, resulten ser los

sucesores. Empero, como ya hemos señalado, debe entenderse que

la adquisición por sucesor cierto tiene lugar desde el momento de

la aceptación, aunque con efectos retroactivos al instante del

deceso del causante

La trasmisión sucesoria debe entenderse con todos los bienes y

obligaciones de las que el causante es titular al momento de su

fallecimiento; vale decir, con todo el activo y con todo el pasivo

sucesoral, tal como lo determina el artículo 660, hasta donde

alcancen los bienes de la herencia, por orden del artículo 661.

El artículo 660 repite la mención de bienes y derechos del Código

derogado, cuando bastaba referirse a unos o a otros, pues los

derechos son bienes, y éstos a su vez están representados por


aquéllos. Esta redundancia la consignó Lanatta en el artículo 1 de

su Anteproyecto y, como explica su autor, se justifica por ser más

expresiva y frecuentemente empleada en la legislación y la

doctrina. La disposición se refiere a aquellos bienes que

constituyen la herencia, que son los trasmisibles. Los intrasmisibles

se extinguen con la muerte del titular, como son el derecho al

nombre, la renta vitalicia, el mandato, los alimentos, algunas

obligaciones tributarias, la habitación para citar algunos. Obsérvese

que entre los derechos intrasmisibles se encuentran derechos

incluso patrimoniales.

Con más propiedad, el nuevo Código se refiere a los sucesores, en

lugar de “aquéllos que deben recibirla”, como prescribía el Código

anterior. Vale decir, alude a los herederos y legatarios llamados a

recoger la herencia.

Como en el caso de los derechos, las deudas a que se refiere son

únicamente las trasmisibles, pues las personalísimas no son objeto

de trasmisión, tal como lo expresan los artículos 188, 1218 y 1363

del Código Civil Peruano. Las deudas difieren de las cargas, a las

que también menciona el artículo, en que éstas son obligaciones

nacidas después de la muerte, tales como los gastos del funeral o

de incineración, de la última enfermedad del causante y de

habitación y alimentación de sus dependientes.

El artículo 658 del Código derogado consagraba sin limitación

alguna la responsabilidad intra vires hereditatis. Acogía el sistema

de transmisión del resultado matemático de restar las obligaciones


al activo, de manera que los sucesores recibían el saldo. Lanatta9

señaló que la sola declaración del artículo 658 era insuficiente,

opinando por la necesidad de exigir al heredero que haga inventario

judicial para gozar del beneficio de la responsabilidad limitada,

teoría que plasmó en su Anteproyecto en los artículos 2 y 3, y que

el Proyecto de la Comisión Redactora recogió textualmente en su

artículo 708 y 709. De acuerdo al texto de los mismos, si el

heredero no hacía el inventario, u ocultaba bienes hereditarios, o

simulaba deudas o disponía de los bienes dejados por el causante

en perjuicio de los acreedores de la sucesión, perdía el beneficio, y

en consecuencia, respondía ultra vires hereditatis, lo cual implicaba

tener que afrontar ilimitadamente las obligaciones del difunto.

Aceptar esta tesis significaría acoger el sistema de la

responsabilidad ilimitada como regla general; y, por excepción,

cuando el heredero haga inventario judicial, el sistema de la

responsabilidad limitada. Si bien es cierto que los acreedores se

encontrarían más seguros, somos de opinión que no es exactamente

el derecho de éstos lo que interesa cautelar en este caso, sino el de

los herederos. Pensamos con Manuel Augusto Olaechea10 que las

cosas se simplifican grandemente prescindiendo del inventario.

Además, los acreedores tienen diversas medidas de protección que

pueden hacer valer judicialmente. Finalmente, pueden subrogarse

9
LANATTA, Rómulo E. (1981): Anteproyecto de Reforma del Libro de Sucesiones del Código Civil,
Lima, Editorial Desarrollo S.A., p.4
10
ACTAS DE LAS SESIONES DE LA COMISIÓN REFORMADORA DEL CÓDIGO CIVIL (1928),
cuarto fascículo, segunda edición, Lima, Imprenta C.A. Castrillón, p. 37.
en los herederos mediante la acción oblicua, u obtener la ineficacia

de actos realizados por éstos mediante la acción pauliana.

2.2.1.3. MARCO HISTÓRICO DEL DERECHO DE SUCESIONES:

La herencia tiene la misma justificación que el derecho de

propiedad porque, en efecto, si no hubiera propiedad privada no

existirían bienes que trasmitir por herencia.

Los socialistas extremos que niegan el derecho de propiedad

pretenden, como consecuencia, abolir también la herencia; y los

liberales que desean favorecer a las clases pobres piden que se le

restrinja, sobre todo en las líneas colaterales y que, en cualquier

caso, el Estado participe cobrando fuertes impuestos.

Sin embargo, aun cuando se conciba perfectamente el fundamento

del derecho de propiedad, algunos pensadores no ven tan clara la

justificación de la herencia.

Así, MONTESQUIEU dice en “El Espíritu de las Leyes”11

La ley natural ordena a los padres alimentar a sus hijos pero no los

obliga a hacerlos sus herederos.

La partición de bienes, las leyes sobre esta partición, las sucesiones

después de la muerte de aquél que ha obtenido esta partición, todo

esto no puede ser regulado sino por la sociedad y, por consiguiente,

las leyes políticas y civiles. Es cierto que el orden político civil pide

a menudo que los hijos sucedan a sus padres, pero no lo exige

siempre.

11
MONTESQUIEU: De LEspnt des Lois, t. II. Lib. XXVI, Cap. 6. pág. 106.
MIRABEAU12, el célebre orador de la Revolución Francesa, en su

discurso sobre las sucesiones, también decía:

Desde que el derecho de propiedad sobre la mayoría de los bienes

de que gozan los hombres es una ventaja que se les confiere por

convenciones sociales, nada impide, si se desea, que se considere

que esos bienes, por derecho, a la muerte de sus poseedores, deban

entrar al dominio común y vuelvan después de hecho, por la

voluntad general a los herederos llamados legítimos.

Los individualistas en general sostienen que con la muerte

concluye la voluntad del sujeto y, por consiguiente, su derecho de

propiedad, y que el Estado, sólo por una concesión graciosa y para

evitar perturbaciones, puede hacer que los bienes pasen a los

parientes más próximos del difunto.

Pero, contra esas teorías se oponen varias escuelas. Para unos,

como D’AGUANNO13: “si la ley admite y garantiza la propiedad

personal en el individuo, debe reconocer el derecho de trasmitir

esta propiedad a sus descendientes que son una continuación

fisiológica y psicológica de los padres”.

Para otros, la herencia tiene por base la relación y el afecto

familiares. El causante, sostienen, ha acumulado los frutos de su

trabajo para que aprovechen a las personas por quienes más afecto

siente y que han contribuido a la formación de su patrimonio. Por

12
Cita de F. LAURENT: Droit Civil. t. VIII. pág. 555.
13
Génesis y Evolución del Derecho Civil. pág. 452.
consiguiente, la ley debe ser consecuente con tal esfuerzo y

garantizarlo con la herencia.

Por nuestra parte, persuadidos como estamos, de que es necesaria

y conveniente la propiedad privada, consideramos que el derecho

sucesorio emana de una ley natural.

La herencia biológica existe, pero no siempre los hijos heredan los

caracteres de los padres y no puede negarse la influencia de la

educación y del medio sobre las personas ni lo que pueden lograr

por su esfuerzo individual.

La voluntad o el afecto del causante son dignos de tomarse en

consideración, pero, por sí solos, no justifican la herencia. La

voluntad del individuo, como fuente del derecho, nos llevaría a

aceptar el dominio del más fuerte. Los afectos nos conducirían, a

veces, a someternos a la tiranía de las pasiones.

Para la Escuela del Derecho Natural, que vemos esbozarse desde el

mundo Greco-Romano y que adquiere forma definida en la obra de

H. GROC1O titulada “De jure belli et pacis”, existe un derecho

superior al positivo basado en los principios ideales y morales

indispensables a la naturaleza humana. Para ella el hombre, por su

organización y por la forma como vive en la naturaleza, tiene por

atributo importante el derecho de propiedad y, como derivación del

mismo, la facultad de disponer de sus bienes a su fallecimiento.

“De otra manera dice el Dr. JOSÉ LEÓN BARANDIARÁN14, al

exponer esta teoría, la propiedad quedaría trunca porque existiría

14
Versión taquigráfica de sus Lecciones de Derecho Civil. pág. 11.
con sus atributos mientras el dueño viviese, el que podría disponer

inter -vivos, pero a su muerte no podría disponer de su propiedad.

Por consiguiente, para llegar a la conclusión de que existe la

propiedad privada, se establece que a la muerte de una persona se

trasmite a otra persona”.

La Escuela del Derecho Natural criticada de un modo general. Se

dice que si aceptáramos un Derecho natural, como valido para

todas las relaciones humanas, cortaríamos la vida al Derecho

positivo y lo haríamos innecesario o imposible. Se aduce también

que el Derecho natural no tiene precisión ni fuerza obligatoria y

que la autoridad sólo puede aplicar el Derecho positivo y no el

natural. Se agrega que la naturaleza es un concepto abstracto puesto

que se refiere a un conjunto de cosas y fenómenos, pero que la

naturaleza no da normas ni las garantiza, que la norma sale de las

inteligencias humanas asociadas que la piensan y quieren y que las

garantías las da el Estado.

También se sostiene que las normas son el resultado del proceso

histórico que está por encima de la naturaleza.

Se añade que no conocemos un Derecho natural; y si existiera en

una forma intangible no habría medio de percibirlo. Su

interpretación dependería de cada individuo. En realidad, el

llamado Derecho natural sería una fantasía, consistiría en lo que

cada autor enunciara como tal. No habría, así, Derecho natural

general, pues no se sabe quién sería el intérprete que nos pudiera


dar un Derecho natural exacto y verdadero que fuera realmente el

único y el natural.

CHABOT15, encargado de informar al Consejo de los Tribunos o

Tribunado, sobre el título de sucesiones del proyecto de Código

Civil francés, decía lo siguiente:

Antes de que se establecieran las sociedades civiles la propiedad

era más un hecho que un derecho. La naturaleza ha dado la tierra

en común a todos los hombres; no ha asignado a cada uno de ellos

determinada porción. La propiedad particular no podía por tanto

tener otro origen que el derecho del primer ocupante o el derecho

del más fuerte; no duraría sino por la posesión y la fuerza podría

destruirla. La sociedad civil es la única y verdadera fuente de la

propiedad, es ella la que garantiza a cada individuo lo que posee

por justo título; y esta garantía es en sí misma el fin principal de la

sociedad; es uno de los primeros elementos de su existencia, de su

conservación y de su prosperidad. Pero si el hombre, en el estado

de naturaleza, no tenía el derecho de propiedad, no podía

trasmitirlo cuando moría, pues no se puede trasmitir, ni se puede

dar lo que no se tiene. La trasmisión de los bienes por sucesión no

es, pues, un derecho natural, sino un derecho civil. En todas partes,

el orden de las sucesiones se regula por leyes positivas y este objeto

importante ha encontrado su lugar en el Código de todos los

pueblos.

15
Cita de F. LAURENT: Droit Civil. t. VIII. pág. 552 (Chabot. “Rapporr sur le titre des successions”;
Locré,. t. y, pág. 104).
Otros tratadistas en la actualidad consideran también que no puede

justificarse el derecho de sucesión como un atributo inherente al

individuo. Piensan que precisa remontarse a un plano superior y

prescindir de los egoísmos individuales y que, si existe el derecho

de sucesión, es porque así conviene a la sociedad, por interés

colectivo. Así, el Dr. José LEON BARANDIARAN16 dice lo

siguiente:

El fundamento de este derecho está en un principio de utilidad

social porque no se concibe que únicamente esté organizado por

intereses particulares de un individuo, de aquél que sucede o del

causante, sino de la colectividad cuyo interés es que a la muerte de

una persona no se pierda el patrimonio del causante sino que pase

a la persona vinculada con él. Es una concepción súper-

individualista, que explica la conformación de este derecho de

sucesión.

No estamos, sin embargo, de acuerdo con las doctrinas que

desconocen que la herencia tiene por base el Derecho natural.

Creemos que existe un Derecho natural perfectamente

determinado. No es como pretenden algunos autores, sólo el

conjunto de reglas que, sería de desear, se transformasen en leyes

positivas. Tampoco está constituido, como dice PLANIOL17, sólo

por un pequeño número de máximas fundadas en la equidad y el

buen sentido, que se imponen al legislador mismo y de acuerdo con

16
Versión taquigráfica de sus Lecciones de Derecho Civil. pág. 10.
17
M. PLANIOL: Traité Elémentaire de Droit Civil. t. 1. pág. 3. Nº 6.
las cuales podrá ser apreciada, alabada o criticada, la obra

legislativa.

Es más bien, como dice el mismo PLANIOL, la regla suprema de

la legislación; y como apunta CATHREIN18 “un orden del derecho

real válido para todas las relaciones humanas”.

Existen los diez mandamientos, los principios de moral cristiana

perfectamente definidos, de los cuales no debemos ni podemos

apartamos, la ley divina contenida en los Evangelios, los principios

inmutables sobre organización de la familia, el respeto a la vida,

propiedad y familia ajena, etc. Existe, pues, un claro Derecho

natural escrito y al lado de él un verdadero Derecho natural

consuetudinario que se ha ido reconociendo como tal a través de

los siglos y que tiene toda la fuerza y la evidencia de un Derecho

escrito.

A muchos les repugna hablar de un Derecho natural, porque a la

larga nos lleva a fundar el Derecho en los mandatos divinos y,

como creen que Dios ha pasado de moda, rehúyen toda referencia

a Él.

Así resulta muy difícil encontrar una justificación, si nos apartamos

de la realidad y de la esencia de las cosas.

Pero, aun cuando por un momento dejásemos de pensar en todos

los elementos a que nos referimos y que nos permiten creer, con

toda certeza, en la existencia de un Derecho natural, podríamos

afirmar que el hombre, en sí mismo, por su organización espiritual,

18
V. CATHREIN: Filosofía del Derecho, pág. 238.
anatómica y fisiológica y por la forma como vive en sociedad en

todo el mundo, tiene necesidad de un Derecho natural porque debe

existir un Derecho o ciertas normas comunes a todos, que en

esencia sean las que mejor se convengan con sus necesidades

generales como seres vivientes. La misma tendencia mundial a

unificar el Derecho positivo y la intensificación de los estudios de

Derecho comparado, que a la larga conducirían a tal unificación,

nos demuestran la necesidad de un Derecho común a la humanidad

que aun cuando al presente no revista siempre formas positivas está

detrás de toda ley que sea realmente adecuada a la naturaleza

humana, y nos ratificamos en esta creencia cuando pensamos que

las normas de la Religión Católica pueden aplicarse y ser

practicadas sin dificultad tanto por los más refinados tipos humanos

como por el salvaje del Amazonas que acaba de ser incorporado a

la civilización por el misionero.

Podrá haber errores, podrá nublarse la atmósfera que rodea este

Derecho; podrá pensarse que se desvanece; podrá creerse que ya

no existe, pero a la larga tenemos que admitir que hay numerosos

e importantes principios comunes a la naturaleza humana y que,

por consiguiente, las reglas positivas que rigen las relaciones de los

hombres deben estar de acuerdo con tales principios.

Dentro de tales reglas está que el padre vele por sus hijos y los haga

sus herederos y que, en general, se fortifique, mediante la herencia,

la cohesión y prosperidad de la familia que es la célula y base de la

sociedad.
En este sentido vale la pena conocer las brillantes frases con que el

célebre tratadista LAURENT19 sostiene que la herencia se trasmite

por Derecho Natural.

Dice así:

El hombre no se concibe fuera de la sociedad, es esencialmente

sociable, no podría vivir fuera del estado social que es condición

de su existencia. Sin duda la sociedad se desarrolla como todo lo

que concierne a la vida de la humanidad. La sociedad no era, en la

cuna del género humano, lo que es hoy, pero existía en esencia, lo

que basta para arruinar la concepción de un estado de naturaleza

extra-social. De allí que no se pueda decir que la fuerza haya jamás

reinado a título de derecho, y que a posesión y la propiedad tengan

su origen en el derecho del más fuerte.

Si, como lo confiesan los órganos del Tribunado, la propiedad es la

base del orden social; si como dicen, la sociedad sin ella no podría

existir, ni conservarse, ni prosperar, hay que decir que la propiedad

está en la naturaleza del hombre, pues el hombre y la sociedad son

inseparables. ¿Qué importa que la sociedad intervenga para regular

la trasmisión de los bienes a la muerte del propietario actual?

¿Acaso probaría esto que la sucesión no es de derecho natural? En

tal caso nada sería de derecho natural porque la sociedad interviene

en todas las cosas. Es precisamente porque la existencia, la

conservación y la prosperidad de la sociedad, es decir de la

19
F. LAIJRENT: Droit Civil. L VIII, pág. 553, N° 470.
humanidad dependen de la propiedad y de su trasmisión por vía de

herencia, que las leyes regulan esta materia con tanta solicitud, Y

más tarde agrega20: Cada hombre está dotado de facultades

intelectuales y morales que constituyen su ser, su personalidad y

que él tiene por misión desarrollar. No puede vivir y perfeccionarse

si no en el estado de sociedad; la sociedad debe ser organizada de

modo que todo ser humano pueda alcanzar el grado de perfección

a que está destinado en este mundo. He aquí a igualdad que, a justo

título podemos llamar santa porque es una ley de Dios. La

llamamos igualdad de derecho para distinguirla de la igualdad de

hecho que Domat, con razón, declara imposible.

El padre no sólo debe alimentos en vida a sus hijos. ¿Sí muere

dejando hijos menores no debe asegurarles la vida después de su

muerte? ¿Si Dios le ha dado hijos pobres de espíritu, incapaces de

ganarse la vida, el padre no les debe nada después de su muerte? El

padre es rico y tiene hijas que ha educado en medio del lujo u

ociosidad. ¿Les dirá al morir: no os debo nada?... Los padres no

piden nada mejor que trasmitir sus bienes a sus hijos; es para dejar

alguna fortuna que trabajan, que economizan, que se imponen las

más duras privaciones. Se trata de saber si esto es egoísmo o un

sentimiento legítimo.

Que se le llame egoísmo si se quiere, es cierto que tal es el móvil

del hombre; es por esto que tiene afecto a la propiedad; abolir el

20
F. LAIJRENT: Droit Civil. L VIII, pág. 556-557, N° 473.
derecho de sucesión y no habrá más propietarios. Si queréis que

haya propiedad agregadle el derecho de trasmitir los bienes por

herencia.

No debe perderse de vista que la sociedad no existe como un ser

biológico, sino que está formada de individuos, de modo que no

puede dársele tal importancia que llegue a abrumar y a desvanecer

la personalidad individual y la posibilidad de que cada cual labre

su futuro y el de su familia. La tutela social no puede llegar al punto

de convertir al individuo en un simple engranaje que se puede

mover o aplastar a voluntad sin que proteste.

“Anterior al Estado es el hombre, y por esto, antes que se formase

Estado ninguno, debió recibir el hombre de la naturaleza, el

derecho de cuidar de su vida y de su cuerpo”21

Sólo una sociedad totalmente formada por santos podría asumir una

tutela absoluta.

Como bien dice Jean DOMAT22, notable precursor del Código

Napoleón:

Una comunidad universal que habría podido ser justa entre

hombres perfectamente equitativos y que hubieran estado en la

inocencia y sin pasiones, no sería sino quimérica, injusta y llena de

inconvenientes entre hombres hechos como lo somos nosotros.

21
Encíclica Rerum Novaruni. N° 7. (Ed. Poblet, p. 420).
22
Cita de F. LAURENT: Droit Civil, t. VIII. pág. 556. (DOMAT: Des lois civiles. II partie. livre 1. preface.
pág. 324, N° 11).
No queremos sostener con esto que deba organizarse la sociedad

en una forma egoísta sino todo lo contrario. Si tenemos ciertos

deberes con la familia que justifican la existencia del Derecho de

Sucesiones, no podemos prescindir tampoco de la gran familia

humana en medio de la cual vivimos y a la cual por ley divina

debemos también servir y ayudar.

Por ley natural se necesita proteger a la familia, célula de la vida

humana y social; conceder cierta facultad de libre disposición al

individuo para que en uso de su libre albedrío cumpla con sus

deberes morales y sociales; y dar participación al Estado mediante

los impuestos a fin de que sean atendidas las obligaciones que al

individuo corresponden hacia la gran familia humana.

Terminaremos por eso diciendo como LAURENT23:

Nobleza obliga, se decía antes. También hay que decir: riqueza

obliga. Dios nos da los bienes con la vida como instrumento de

perfeccionamiento intelectual y moral. En este sentido el ideal es

que todo hombre sea propietario. Pero no nacemos sólo para

nosotros; el vínculo de la fraternidad nos liga desde luego a nuestra

familia y después a la gran familia humana. Cuando no tenemos

familia en el sentido legal de la palabra, queda todavía la gran

familia: debemos consagrarle nuestra vida, debemos consagrarle

también nuestros bienes

23
F. LAURENT: Droit Civil, pág. 564, Nº 476.
2.3. MARCO CONCEPTUAL:

A. Responsabilidad Sucesoral

Obligación de los herederos de asumir las cargas y deudas de la herencia

dejadas por su causante en proporción a su participación en la herencia,

más no así por la totalidad.24

B. Responsabilidad Ultra Vires Hereditatis

Cuando el heredero oculta dolosamente bienes hereditarios, simula

deudas o dispone de los bienes dejadas por el causante en perjuicio de los

derechos de los acreedores de la sucesión25

C. Responsabilidad Intra Vires hereditatis

El heredero responde de las deudas y cargas de la herencia sólo hasta

donde alcancen los bienes de ésta26

D. Ocultamiento Doloso de Bienes

Felipe Osterling Parodi, Mario Castillo Freyre. Toda sucesión mortis

causa resulta propicia a tentar la codicia humana o a despertar tendencias

latentes de adueñamiento ilegitimo. La ocultación de objetos

hereditarios, especialmente los de carácter mobiliario, cuenta con la

aprobación de los coherederos e incluso de los legatarios como

24
Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas tomo IV, Augusto Ferrero Costa pág. 20
25
Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas tomo IV, Augusto Ferrero Costa pág. 20
26
Código Civil Comentado por los 100 mejores especialistas tomo IV, Augusto Ferrero Costa pág. 23
terapéutica contra la voracidad fiscal. Pero además se produce

aprovechando coyunturas de convivencia en la etapa final de la vida del

causante o en los primeros momentos inmediatos a su muerte, la

substracción de cosas o valores en perjuicio de coherederos menos

íntimos o más alejados.27 Tal deslealtad trata de evitarse o reprimirse por

distintas normas civiles, punitivas y fiscales.28

E. Simulación de Deudas

La declaración de un contenido de voluntad no real, emitida

conscientemente y de acuerdo entre las partes, para producir con fines de

engaño la apariencia de un negocio jurídico que no existe o que es distinto

de aquel que realmente se ha llevado a cabo

F. Nulidad

TORRES VASQUEZ, Anibal: La nulidad es la sanción por cual la ley

priva a un acto jurídico de sus efectos normales, cuando en su ejecución

no se han guardado las normas previstas por la ley, en tanto sean

garantizadas para las partes, lo que excluye la declaración de nulidad

superfluas o sin interés29

G. Acción pauliana

LOHMAN LUCA DE TENA: Guillermo La facultad que la ley otorga al

acreedor para pedir la declaración de inoponibilidad o ineficacia respecto

de él, de ciertos actos de disposición no necesariamente fraudulentos,

27
Felipe Osterling Parodi, Mario Castillo Freyre, (1994), Tratado de las obligaciones Vol XVI Primera
Parte Tomo IV, Fondo Editorial 1era Edición, pág. 88
28
G. CABANELLAS Diccionario enciclopédico de derecho usual Editorial Heliasta tomo V Pág. 649
29
TORRES VASQUEZ, Anibal (2008), Diccionario de Jurisprudencia Civil, pág. 508.
insistimos que el deudor efectúe de su patrimonio y que causen perjuicio

a sus derechos, hasta el límite de ellos. Vista de otro modo: es el modo

de pedir protección contra la violación dañosa de un derecho, cometido

libremente, tanto dolosa como culposamente y, por tanto, por una razón

que no debe prevalecer sobre el derecho perjudicado y que debe

removerse30

H. Acción Oblicua

G. CABANELLAS: La facultad de que los acreedores puedan ejercer en

legítima defensa patrimonial, las acciones y derechos de su deudor se

entronca con la BONORUM VENDITIO del derecho romano. Recibe

esta denominación de oblicua o indirecta por cuanto la satisfacción

económico jurídica no se concreta de verdad en el patrimonio del deudor

directo, sino en el de deudores de ese insolvente o incumplidor.31

30
LOHMAN LUCA DE TENA, Guillermo; (1994) ; Negocio Jurídico Editora Jurídica Grijley EIRL 2da
Edición, Pág. 407
31
G. CABANELLAS Diccionario Enciclopédico de Derecho Usual Editorial Heliasta tomo I Pág. 83

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