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El eslabón perdido
De pocos equipos
“En Colón tuve mala suerte. Porque las tres veces que me tocó
entrar como titular, me lesioné el aductor derecho. La primera
vez fue contra Huracán, en la Capital. Me acuerdo que me salió
Ardiles y yo le hice un sombrerito y ahí nomás sentí el dolor. Y
afuera. La segunda vez fue en Rosario de la Frontera, en un
amistoso. Y la tercera fue contra Vélez. A los 15 minutos del
partido, la Chiva me da un pase en la mitad de la cancha, yo
amago que voy a salir a buscarla y me paro de golpe. El defensor
sigue de largo y cuando quiero arrancar vuelve el maldito dolor.
¡Mirá que yo en la perra vida me había lesionado! Y el cuerpo
técnico –el DT era el Vasco Urriolabeitia- creyó que me
lesionaba a propósito, que era un problema mental. Así que pedí
una junta médica. El doctor me hizo bajar los pantalones y
cuando me vieron la pierna negra, se quedaron mudos. A mí me
molestó que no me tuvieran confianza y pegué la vuelta para el
barrio”.
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Yo fui testigo