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Introducción
Esta ponencia efectúa un breve repaso por los enfoques de planificación urbana frente a
la ciudad informal elaborados entre 1960 y la actualidad (2015), así como las lecciones
desde abajo que han dado los pobladores que han sido beneficiados y/ o sujetos de
programas insertos en dichos enfoques. La mayoría de los enfoques, salvo en un caso,
han sido producidos en Occidente y han sido asumidos por políticos, urbanistas y
científicos sociales que han pretendido dar solución al problema de los asentamientos
precarios, uno de los más acuciantes que la urbanización acelerada latinoamericana
presenta a la gestión de las ciudades y la atención de la pobreza urbana.
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Esta ponencia se basa en mi ensayo “Planificando la ciudad informal. Lecciones desde abajo”, financiado
por el Lincoln Institute de Boston (Working paper Lessons from the Ground Up: Approaches to Squatter
Sttlements WP14JC4), y publicado en español en Miradas, enfoques y estudios sobe las ciudades.
Ediciones Vicio Perpetuo Vicio Perfecto, Lima, 2014.
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de 1980, justo cuando los enfoques occidentales viraban a una opción en favor del
mercado y la privatización.
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El proceso de urbanización se concentró en unas pocas ciudades. Entre 1950-1960 Bogotá
observó una tasa anual de crecimiento de su población en 7.2, seguida de Caracas con
6.6, Sao Paulo con 5.5, Lima y Ciudad de México con 5.0, entre otros. En la siguiente
década, 1960-1970, Sao Paulo creció a una tasa anual de 6.7, seguida de Bogotá con 5.9,
Ciudad de México con 5.6, Lima con 5.3 y Caracas con 4.5. Es en la década 1970-1980
que las tasas de crecimiento disminuyeron, tal como fue el caso de Sao Paulo con 4.4,
Ciudad de México con 4.2, Lima con 3.7 y Bogotá con 3.0 (Gilbert, 1997, 49).
Hacia el año 2005, Naciones Unidas estimaba que un 25% de la población urbana de AL
habitaba en asentamientos precarios, existiendo países por encima del promedio como
Haití con 70%, Bolivia un 49%, Perú con 35% y Brasil con 29% (Naciones Unidas, 2012).
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Por su visibilidad y crecimiento desde 1950 devinieron en una de las áreas clásicas de
preocupaciones de los planificadores urbanos. Desde entonces, en el plano del
pensamiento, en el urbanismo y las ciencias sociales se han sucedido diversas teorías y
enfoques frente a la ciudad informal e ilegal.
Los enfoques, en la pretensión de direccionar las prácticas de los sujetos, son discursos
con la doble pretensión de comprender la estructura social, económica y cultural en que
los hechos transcurren y comprender el propio mundo de sentido que sus habitantes
otorgan a sus vidas. Los enfoques asumen la doble hermenéutica (Giddens, 1997),
objetivan realidades dotándolas de una eficacia social capaz de constreñir las prácticas
(Bourdieu, 2007: 63), describen y prescriben (son normativos) y buscan persuadir acerca
de la necesidad de su aplicación. No son estáticos, y cambian conforme la realidad a la
que aluden cambia, y es posible que se complementen e imbriquen en políticas específicas
ya que no son mutuamente excluyentes.
A diferencia de los enfoques que se basan en el saber científico y académico, las prácticas
tienen su propia racionalidad y funcionan con principios o postulados no definidos (que
admiten márgenes de tolerancia) y tradiciones, con reglas implícitas, que pueden
invertirse o combinarse, que pueden navegar o no entre reglas oficiales, y que escogen
entre un repertorio para efectuar sus operaciones que incluye “transferencias”, metáforas
o un laberíntico lenguaje (De Certeau, 1988). Como toda práctica humana, las estrategias
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Conviene recordar la distinción de Robert Merton entre teorías de alcance intermedio como un punto
medio entre las teorías generales de los sistemas y las descripciones ordenadas de las particularidades, y las
teorías unificadas y sus esfuerzos sistemáticos totalizadores.
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A su vez, una aproximación es una representación inexacta pero suficientemente fiel como para ser útil;
una corriente es una agrupación que muestra rasgos comunes de pensar y proceder y una perspectiva es el
conjunto de circunstancias que rodean al observador e influyen en su percepción y juicio.
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de la población están sujetas a la distinción entre pensar/ decir / hacer (Giddens, 2003).
Las prácticas pueden conducir a conductas ciudadanas y emancipadoras, y a actitudes
pragmáticas, clientelares y manipuladoras.
Algunos ejemplos pueden reforzar este punto de vista. Las teorías de la “cultura de la
pobreza” del antropólogo norteamericano Oscar Lewis (1969) interpretan, con aciertos y
errores, la cultura de los pobres de los asentamientos precarios en tanto adaptación y
reacción frente a su posición marginal en una sociedad capitalista estratificada en clases
y desde un alto nivel de individuación. Las interpretaciones de DESAL indicaban que los
pobladores no tenían participación en la distribución de los bienes y servicios de la ciudad
ni en la toma de decisiones y concluía en una “falta de incorporación orgánica o funcional
del individuo a los grupos de participantes” (DESAL, 1969, 392). Las interpretaciones
críticas (Pradilla o Burgess) abordan la estructura pero en cuanto a las políticas específicas
excluyen cualquier posibilidad de beneficio de los esfuerzos del Estado y la cooperación
internacional por apoyar programas de autoconstrucción de viviendas, así como
minimizan el rol de la participación comunitaria como uno de sus elementos integrales
(Stein, 1991, 5). En todos estos ejemplos, las soluciones atañen a cambios en las
estructuras económicas y sociales (la modernización, el cambio social) pero no derivaron
en enfoques específicos frente a la ciudad informal que son los que se abordarán en este
trabajo.4
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Tampoco abordaré aquí un balance de las teorías urbanas y sociales sobre la informalidad y la
autoconstrucción que tienen un extenso recorrido y una profusa bibliografía (Oliven, 1980; Stein, 1991;
Duhau, 1998; Roy y Al Zayyar, 2004; Qadeer, 2012: Connolly, 2012).
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Enfoques de planificación urbana frente a la ciudad informal
Desde la década de 1960 los enfoques se han plasmado en políticas específicas, tales
como los programas y proyectos de lotes y servicios, la autoconstrucción asistida y la
legalización de la tenencia de la tierra, entre otros. En el paso de enfoques a políticas
(programas) median poderes, intereses y valores de las elites. En este trabajo interesa más
someter los enfoques a las lecciones desde abajo, antes que evaluar las políticas como tal,
respecto a lo cual existe una profusa bibliografía (Pradilla, 1976; Burgess, 1982 y 1992;
Stein, 1991; Mathey, 1992; Smolka, 2003; Ward, 2012).
Entre las décadas de 1960 y 1970 algo nuevo surgió en la planificación urbana. Un
paradigma novedoso remplazó a políticas que promovían las estrategias de demolición
(“bulldozer operations”), la edificación de vivienda pública y el desarrollo rural. Se
planteó la “auto ayuda”, los sitios y servicios y el mejoramiento de áreas no planeadas
(Carroll, 2002; Greene, 2010; Qadeer, 2012). La idea era que los propios pobladores
(pobres) hacían bastante por ellos mismos y que era la hora que los Estados dejen atrás
una política represiva o de salubridad y planifiquen la “informalidad” (entonces el
término usado era la “marginalidad”) hasta integrarla a la normalidad. Es reconocido que
el arquitecto John Turner (además de otros como Charles Abrams) aportó a la concepción
y aceptación del enfoque de desarrollo progresivo, el cual es la matriz intelectual de los
enfoques de seguridad de tenencia y programas de mejoramiento y las políticas de lotes
y servicios, autoayuda, seguridad de tenencia, participación comunitaria y otros. La
narrativa epistemológica suponía que las barriadas eran una solución antes que un
problema y que el Estado hacía mal las cosas.
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El foco del discurso se centró en la relación hombre y medio (los pobres buscan
emplazamiento, seguridad de tenencia y abrigo) y en los costos de leyes que pensadas
para otros contextos sociales dificultan la vida de los pobladores y los llevan a actuar por
fuera de ellas. Las familias adecuan necesidades y medios para enfrentar los periodos de
crisis a través de una sucesión lógica de respuestas a las necesidades cambiantes dentro
de sus posibilidades. En la autoconstrucción de la vivienda la familia actúa como su
propio contratista, elimina gastos generales y beneficios administrativos, construye sin
crédito, evade las ordenanzas de construcción y emplea su propia mano de obra. Al final,
el dinero ahorrado con relación a lo que hubiera representado adquirir una vivienda
construida era de dos tercios (Mangin y Turner, 1978/ 1969: 147). Los pobladores,
finalmente, resolvían problemas de alojamiento en países con una urbanización explosiva,
los cuales no podían ser abordados por el Estado y el mercado y que, inclusive, resultaban
ser mejores opciones que la vivienda pública y los tugurios (slums).
Los lotes y servicios fueron impulsados entre 1972 y 1975 entregando el Estado terrenos
y equipamiento urbano y comprometiendo a la comunidad en la recuperación de costos
pues no se concibieron subsidios. Se buscaba terrenos urbanizados, convenientemente
situados y dotados de servicios básicos. Entre 1972 y 1990 el Banco Mundial apoyó 116
proyectos de lotes y servicios en 55 países con una inversión promedio por proyecto de
26 millones de dólares americanos (Cira, 2003). No obstante, los resultados no fueron los
deseados: entre un 30% a 60% de las personas destinadas a ser beneficiarias no pudieron
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cumplir con las obligaciones financieras (Peattie, 1987),5 no fue fácil bajar los estándares
urbanísticos por el temor de los gobiernos a igualarlos con los asentamientos espontáneos,
lo que precisamente se buscaba combatir, hubo dificultades para conseguir tierra bien
localizada para los pobres (Cohen, 1983: Stein, 1991), falta de participación comunitaria
y de desarrollo de mercados financieros (Cohen, 1983). Los beneficiarios fueron los
constructores, desarrolladores de tierras y la clase media, incluyendo a los empleados
públicos.
Las lecciones desde abajo fueron que si el Estado no hacía lotes y servicios y
mejoramiento, la gente, impulsada por la necesidad, continuaría atendiendo
espontáneamente su demanda de vivienda en sus vías conocidas: más invasiones y
mercados ilegales, más autoconstrucción no asistida, más densificación y hacinamiento,
etcétera. Las promesas oficiales incumplidas volvieron a los pobladores más escépticos y
desconfiados de la autoridad pública, y propensos a ser parte del juego clientelar que los
gobiernos mismos desarrollaban.
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Peattie (1987), citado por Davis (2006, 67-76).
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Seguridad de tenencia y derechos de propiedad
El enfoque de seguridad de tenencia también fue elaborado por John Turner quien
consideró que los ocupantes de los asentamientos precarios requerían, antes de iniciar la
construcción definitiva de sus viviendas e instalación de servicios, la garantía, por parte
del Estado, que esa sería su localización definitiva y que no serían removidos o
erradicados (Turner, 1968). Una segunda vertiente, en la década de 1990, puso el énfasis
en el uso de los derechos de propiedad (De Soto, 1986; Banco Mundial, 1991).
En la década de 1990 el enfoque de seguridad abre una segunda vertiente que prioriza el
uso de los derechos de propiedad, teniendo su origen en Hernando de Soto (1986) quien
destaca el papel de los individuos, reduce el de la comunidad y encuentra la causa de la
informalidad en los altos costos del derecho formal y los procedimientos. Plantea que al
otorgarse la propiedad a los sectores de menores ingresos, éstos tendrán un mayor valor
en sus predios y podrán darle un uso colateral (a través de la hipoteca), desarrollar
empresas e inversiones, mejorar su vivienda, entre otros.
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la teoría (Calderón, 2001; 2013; Field y Torero, 2004; Caria, 2008). Tampoco los
propietarios han usado sus títulos para insertarse en los mercados inmobiliarios formales,
lo cual refleja la escasa movilidad residencial y la persistencia de los mercados ilegales
(vivienda en compra- venta y alquiler) (Abramo, 2008: Calderón, 2010; Ward, 2011;
Galiani y Schargrodsky, 2012). Tampoco los pobres titulados han resultado buenos
pagadores de los impuestos prediales como se pensaba.
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La teoría histórica estructural desarrolla su interpretación desde las contradicciones del capitalismo
dependiente (Pradilla, 1976; Kowarik, 1979; Burgess, 1982; Ward, 1982). El estructuralismo marxista y
enfoque de economía política dio pie en AL a un enfoque teórico, diferenciado de sus fuentes occidentales
(Castells, Topalov), y crítico de la crítica.
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consideraciones sociales y políticas. Bajo gobiernos municipales de izquierda (Lima,
Montevideo, San Salvador, México DF, San Pablo, Buenos Aires, Córdoba, Managua).
Se promovió la cogestión Estado y pobladores, así como complementar la democracia
representativa con la democracia participativa, a través de un contrato político que
convierta la autonomía mutua de las organizaciones comunitarias y ciudadanas en una
autonomía relativa, un modelo de cogestión (Santos, 2004).
Las lecciones desde abajo muestran una doble dificultad. Por un lado, las agencias
internacionales tiende a minimizar los logros de las experiencias y relegar su discurso a
su no existencia considerándolo irrelevante, politizado, ideológico o “exceso de
democracia”. Por otro lado, es acogido por las posiciones progresistas con un entusiasmo
tal que al mistificarlo observa sólo los aspectos positivos e ignora los negativos o
cuestionadores. Las limitaciones principales son financieras y la generación de procesos
de simulación adaptativa en la relación entre técnicos y pobladores, entre otros.
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lugar de intervenciones puntuales busca integrar a los asentamientos precarios al tejido
urbano y social de la ciudad edificada, promoviendo intervenciones físicas articuladas
con programas sociales, generación de trabajo y renta y cambios en la calidad de vida de
las comunidades (Dimuro, 2007). La ambiciosa propuesta supera la escala pequeña,
promueve una mayor descentralización al incorporar a las municipalidades y reconoce la
necesidad de los subsidios.
Entre sus aspectos positivos, los programas de mejoramiento integral han cubierto el
ámbito nacional (en Chile y Argentina abarcaron varias regiones o departamentos) y en
las ciudades han aumentado su cobertura (Brasil, Colombia, por ejemplo). Se estima que
Favela Barrio en Rio de Janeiro benefició entre el 70% a 75% de la población de favelas.
Los programas, en diversos grados, han comprometido a las municipalidades y se han
insertado en los procesos de descentralización del Estado. En sus aspectos operativos,
combinaron equipos de apoyo técnico y social, disminuyeron la pobreza al proporcionar
saneamiento e infraestructura, desarrollaron un sentido de civismo y pertenencia en las
poblaciones.
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En cuanto a la inversión, Guarapiranga (1993-2000) tuvo 207 millones de dólares para 250 mil habitantes,
Favela Barrio (1994-1999 y 2000-2004) 760 millones de dólares, PROMEBA en Argentina unos 170
millones de dólares entre 1997-2001, a los que se añadieron 98 más el 2002 (Dimuro, 2007; Imparato y
Ruster, 2003; Lentini, 2007).
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En cuanto a aspectos críticos hay dificultades en la sostenibilidad financiera de la
experiencia y, a pesar de los subsidios, hay problemas en la recuperación de los costos, la
sostenibilidad y el trabajo social con la población (Imparato y Ruster, 2003). Un escollo
ha sido la regularización de la tenencia de la tierra debido a que, por diversas
circunstancias ha sido difícil definir y otorgar la propiedad. En cuanto a la participación
comunitaria hay evaluaciones favorables en el caso de Favela Barrio en Río de Janeiro
(Dimuro, 2007: 22-23) en el sentido que se ha respetado el modo de pensar de la gente,
lo cual se ha materializado en la recuperación de los espacios públicos. En otros casos ha
habido dificultades institucionales y de procedimientos. La distancia cultural entre policy
makers y las comunidades se mantiene.
Las lecciones desde abajo serían que los esfuerzos desarrollados han mejorado la calidad
de vida y por lo general han llegado a los verdaderamente necesitados. A pesar del
componente social y participativo, la gente no siente haber sido consultada e informada,
y la misma participación es vista por sus operadores como un paso a saltar. Existen
problemas de comunicación y distancia cultural entre pobladores y policy makers La
población está acostumbrada a dudar de todo y toma lo que se le ofrece aunque esto no
deba tomarse como la materialización de su deseo ya que puede no ser lo que realmente
esperaba.
Conclusiones
Las lecciones desde abajo muestran una brecha cultural entre los enfoques/ políticas y las
prácticas desde abajo, entre el Estado y los pobladores, entre los policy makers y
comunidades. Los pobladores sólo parcialmente se sienten beneficiados por los proyectos
públicos, tienen dificultades en pagar sus cuentas y reclaman más participación. En la
visión del mundo propia de los pobladores se percibe al Estado como más interesado en
apoyar a los “otros” (la clase media, “los ricos”) y que frente a ellos tiene un
comportamiento político vertical y engañoso.
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inferiores). La planificación urbana actual ante la ciudad informal requeriría reformular
las bases epistemológicas y ontológicas sobre las cuales se sustenta.
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