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caballo para cultivar sus campos. La gente, al verlo montado sobre él, le
decía:
-¡Qué buena suerte tienes por tener un caballo y qué mala suerte
tenemos nosotros por no tenerlo!
Un día el caballo escapó del corral hasta la llanura. Cuando los vecinos
se acercaron para condolerse por su mala suerte y lamentar su
desgracia, el granjero replicó:
-La vida es movimiento –dijo la voz- y hay que amarla tal como es. Las
decisiones, los fracasos, los éxitos, los amigos o los temidos enemigos,
no son ni buena, ni mala suerte. Lo único sensato es la respuesta
personal a lo que acontece, a lo que llega y a lo que se va, es lo que
importa, más que las circunstancias. Lo importante en el camino de cada
quien es recorrerlo.