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CRIMENES DE LESA HUMANIDAD

Su juzgamiento e historia argentina

Según lo visto anteriormente, Nüremberg fue tomado como el inicio del juzgamiento de los
crímenes alrededor del mundo. Ya con el concepto de “derechos humanos” presente en el ámbito
del derecho internacional y penal, fueron los juicios los que, siendo tomados como precedente,
iniciaron una ola expansiva en búsqueda de justicia en diversos países que se vieron afectados por
diferentes crímenes hacia la humanidad poniendo fin simbólicamente a los mismos, y en el caso
de las sentencias de muerte, un fin real a la vida de sus representantes, marcando así la apertura
de una nueva época.

En algunos de estos juicios, se puede ver en la sentencia los esfuerzos casi acrobáticos de los
tribunales de subsumir todos los crímenes a la categoría de “crímenes de guerra”, para lograr
abarcar y así juzgar a la mayor cantidad de personas que hayan estado comprometidas con los
mismos. Un ejemplo de esto es el de Julius Stricher, pequeño profesor que durante el régimen
nazi se hizo grande al ser uno de los más importantes propagandistas del régimen. Este hombre no
sólo no participó en esta guerra de forma directa, sino que de hecho no se sabe si él mismo mató
en algún momento a alguna persona. Sin embargo, el tribunal logró clasificar a su crimen como
una permanente incitación al exterminio de los judíos, lo que fue suficiente para posteriormente
lograr que fuese condenado a la pena de muerte. Esto demostró la necesidad, no sólo de definir a
los crímenes de lesa humanidad y de extender el principio de la responsabilidad individual a los
mismos (fundamental para el derecho penal) sino de además crear las instancias adecuadas para
sancionar a nivel internacional, de manera independiente y legalmente válida estos crímenes, en
caso que los sistemas nacionales fallaran con esta obligación.

Cada Estado es responsable por el respeto de los derechos humanos en su territorio, pero el
problema se genera en este caso cuando las violaciones a los derechos humanos son cometidos
por los agentes del Estado mismo, y cuando los mismos violadores deben ser los responsables del
castigo. En un Estado con clara separación de poderes sí es posible que la justicia castigue, por
ejemplo, a miembros del ejecutivo (generándose así un sistema de pesos y contrapesos, según lo
ya visto), sin embargo, en las violaciones a los derechos humanos normalmente el sistema judicial
tampoco escapa a los mecanismos de presión que llevan a la impunidad. En algunas
oportunidades, tampoco es necesario que el sistema judicial ceda a las presiones ya que se
encuentra él mismo impregnado por las ideologías propias del Estado violador de los derechos. Un
ejemplo de esto es el sistema de Alemania, en la cual los jueces se encontraban sumamente
implicados en el régimen. Incluso cuando los jueces mantienen más independencia, las
circunstancias de un régimen dictatorial pocas veces permiten que el poder judicial actúe
firmemente contra los abusos del poder. No es circunstancial entonces que la impunidad de los
derechos humanos sea un fenómeno global.

En Austria, en 1947, en medio de un proceso de “desnazificación”, ya que este país había sido
anexado por Hitler a Alemania durante una invasión “pacífica”, se determinó que
aproximadamente unas 50.000 personas habían estado comprometidas con el régimen nazi. Se
juzgó penalmente a 17.500 personas, sólo se condenó a la pena capital a 43 de ellos, y esa pena se
cumplió sólo en 29 de ellos. Años después se decretaron sendas amnistías para aquellos que aún
no habían sido juzgados.

En Italia (principal aliado de la Alemania nazi), el gobierno confiscó las ganancias fascistas de
personas involucradas y del propio partido, separó a funcionarios públicos que estuvieran
involucrados con el régimen y promovió la persecución penal de los mayores responsables de
estos crímenes. Estos procesos se dilataron más de la cuenta y en 1948 se dictó, al igual que en
Austria, una ley de amnistía. En este caso se desató una venganza privada que asesinó alrededor
de 30.000 personas.

En Francia, país ocupado por Alemania durante la guerra, se había establecido un gobierno
francés títere de los invasores. Estos, junto con otros colaboradores sometidos a tribunales
franceses judiciales o extrajudiciales sumaron alrededor de 200.000, la mitad de las cuales llegaron
a ser juzgadas, entre los que se encontró a 65.000 culpables, quienes fueron alcanzados por una
ley de amnistía en 1953.

En Japón se llevo en 1946 el Juicio de Tokio en donde se juzgó por crímenes de guerra a 28
acusados, condenándose a pena de muerte a 7 de ellos y al resto exceptuando a dos, a cadena
perpetua. En 1950 todos los criminales de guerra en prisión fueron liberados y exonerados.

Ante el incumplimiento de los estados nacionales en sancionar a los crímenes cometidos en el


ámbito de su jurisdicción por sus propios agentes, según el principio que otorga competencia al
Estado de la nacionalidad de la víctima, se acepta la posibilidad, al menos en teoría, de que otros
estados asuman esta tarea mediante la extraterritorialidad (En la actualidad en los crímenes
considerados de Lesa humanidad, entre otros, se aplica el principio de jurisdicción o de justicia
penal universal; de ese modo eventualmente, esta clase de delitos, pueden ser investigados y
juzgados en aplicación del Estatuto de la Corte Penal Internacional, o bien en ejercicio de ese
mismo principio pero ejercido por cualquier país). Algunos tratados internacionales proveen una
obligación de los estados miembros de perseguir los actos que contravienen con lo convenido en
estos tratados. Los más conocidos son los casos de las convenciones de Ginebra, y la Convención
contra la Tortura.

El caso de Adolf Eichman, de 1961, es un ejemplo que refleja esta búsqueda del Estado de
sancionar los crímenes: Adolf, uno de los organizadores más destacados del exteminio de los
judíos europeos, huyó de Austria y se instaló en nuestro país bajo el nombre de Ricardo Klement.
Fue capturado por agentes del servicio de seguridad israelita y lo llevaron hacia Jerusalen para
enjuiciarlo en una corte israelí. Fue acusado por dos actos paralelos: “crímenes contra el pueblo
judío” y “crímenes contra la humanidad”. Esta duplicación de la acusación fue realizada como
garantía de su jurisdicción territorial (al utilizar la clasificación de los crímenes de Eichmann contra
los judíos como tales). Por otro lado, no pudieron dejar de lado completamente el aspecto general
del crímen, agregando su calidad de crímenes contra la humanidad.
Encontrar la verdad es una función esencial, pero obviamente no es la única función del sistema
judicial. Ante las cortes, la búsqueda de la verdad se da necesariamente en el marco de la
búsqueda de justicia. Existe un dilema entre la búsqueda de la justicia y la búsqueda de la verdad
al momento de tratar estos crímenes. Como solución a esto, surgieron con distintos apelativos, las
Comisiones de Verdad, primero en casi toda América Latina, luego en Sudáfrica. Están compuestas
por personalidad de alto prestigio moral, y aparecen para recomponer el orden moral de la
sociedad. Son organismos de investigación creados para ayudar a las sociedades que han
enfrentado graves situaciones de violencia política o guerra interna, a enfrentarse críticamente
con su pasado, a fin de superar las profundas crisis y traumas generados por la violencia y evitar
que tales hechos se repitan en el futuro cercano. A través de las Comisiones de la Verdad se busca
conocer las causas de la violencia, identificar a los elementos en Conflicto, Investigar los hechos
más graves de violaciones a los derechos humanos y establecer las responsabilidades jurídicas
correspondientes. El trabajo de la Comisión de la Verdad permite identificar las estructuras del
terror, sus ramificaciones en las diversas instancias de la sociedad (Fuerzas Armadas, Policía, Poder
Judicial, Iglesia), entre otros factores inmersos en esta problemática. Esta investigación abre la
posibilidad de reivindicar la memoria de las víctimas, proponer una política de reparación del
daño, e impedir que aquellos que participaron en las violaciones de los derechos humanos, sigan
cumpliendo con sus funciones públicas, burlándose del Estado de derecho. En Argentina fue en su
momento la CONADEP, Comision Nacional sobre la Desaparicion de Personas.

Se sienta un hito de distancia con el pasado y se espera que este acto simbólico satisfaga en
realidad los reclamos de las víctimas, aunque dejando, para los ojos de la sociedad, un problema
de separación de verdad y de justicia. Recordemos que lo que se ha violado, no solamente es el
alma y el cuerpo de la víctima, del torturado, del desaparecido, sino los derechos de todos
nosotros en ese individuo. El delincuente es llevado hacia la corte penal no porque ha dañado a
determinadas personas, sino porque el delito pone en peligro a la comunidad como entidad
entera.

En la historia reciente de nuestro país, de 1976 a 1983 se llevó a cabo el llamado “Proceso de
reorganización nacional”: una junta militar tomó el poder en la Argentina, con propósitos como
lograr la seguridad nacional, promover la moralidad cristiana y la eficiencia y erradicar la
subversión, y promover el desarrollo económico. Durante esta época se restringieron todas las
libertades civiles y se ejerció en forma sistemática el secuestro de personas, la apropiación de
recién nacidos, la tortura y el abuso sexual, la prisión en más de 300 cárceles clandestinas, el
asesinato, la desaparición forzada de personas, y finalmente el consecuente exterminio de muchas
de ellas, que fueron enterrados en fosas comunes o arrojados al mar desde aviones militares, en
los llamados “vuelos de la muerte”. Las torturas que se realizaron en esta época abarcaron no
sólo la tortura física, sino además la tortura psicológica por medio de, por ejemplo, la prohibición
de ver la luz del día y de esa forma no saber si es de día, si es de noche, en qué lugar se está. Esta
es una de las principales diferencias con los presos políticos: mientras un preso legal era un preso
visible hacia la sociedad y su familia, sus allegados sabían dónde estaba esta persona, el
secuestrado no sabía ni él ni su familia en dónde estaba: empieza allí a operar la categoría de
desaparecido, que eran las personas llevadas hacia centros clandestinos.

Todas las denuncias externas e internas, y la documentación reunida más los testimonios
recolectados fueron decisivos en lo que se conoce como Juicio a las Juntas, el proceso judicial
iniciado en 1983 por la justicia civil contra las tres primeras juntas militares responsables de la
dictadura. Existió una puja entre la justicia civil y la militar, debido a que en aquel momento las
leyes vigentes establecían que los militares sólo podían ser enjuiciados por tribunales militares. Las
demoras y la falta de voluntad de las Fuerzas Armadas fue evidente, y en 1984 el congreso
sancionó una ley que reforma el Código de Justicia Militar, estableciendo que la justicia militar
atendería sólo delitos de tipo militar (como por ejemplo, abandono de guardia, insubordinación y
otros de similar peso) y que cualquier otro delito debía ser juzgado por la justicia civil. La cámara
federal toma la decisión entonces de desplazar al tribunal militar para hacerse cargo
directamente de la causa. A diferencia de los Juicios de Nuremberg y en donde se llevaron a cabo
por los vencedores, este juicio se realizó en el mismo país de los acusados. Fue un caso raro de un
país que se juzgó a sí mismo, que juzgó a sus propios militares y con sus propias leyes. Luego de
diversas audiencias, en las que prestaron declaración 833 personas y dos años después del retorno
a la democracia, se dictó la sentencia en la cual se condena a Jorge Rafael Videla y a Emilio
Eduardo Massera a reclusión perpetua, a Roberto Eduardo Viola a 17 años de prisión, a Armando
Lambruschini a 8 años de prisión y a Orlando Ramon Agosti a 4 años de prisión.

Luego de que el juicio a las juntas militares sentenciara estas condenas, se generaron una
multiplicidad de aperturas de causas, lo que tuvo por respuesta corporativa la presión y amenazas
de las Fuerzas Armadas en repudio por la situación. Esto motivó al entonces presidente Raul
Alfonsín a intentar poner un freno a futuras presentaciones judiciales. De esta manera, se aprueba
en 1986 la ley conocida como “Ley de Punto Final”, que fijaba un plazo de 30 días para receptar
las acusaciones contra militares en la Justicia por violación a los derechos humanos. El gran
malestar sin embargo continuó, debido a que antes de que terminaran los plazos fijados por esta
ley, la justicia federal dictó el procesamiento de unos 500 militares. Ante esa continua presión, el
gobierno promovió la ley de Obediencia Debida, que absolvía a los militares de rango intermedio
y menor, dando lugar al desprocesamiento de la mayoría de oficiales y suboficiales que obraban
bajo subordinación a la autoridad superior. Recién en marzo de 1998 se propuso declarar la
nulidad de las leyes, pero solo se logro la derogación de las normas. En 2003 el Senado dictó la
nulidad de ambas, generando la reapertura de las causas que son de conocimiento público y que
continúan hasta el día de hoy.

- La mayor diferencia entre genocidio y lesa es que lesa es por razones políticas.
- Imprescriptibilidad: La prescripción jurídica es la que no cesa, la capacidad de accionar
judicialmente, de realizar la persecución del delito para que sea condenado o para hacer
efectivo el goce de un derecho.
- Ley 24.584: ratifica la Convención sobre la imprescriptibilidad de los crímenes de guerra y
de los crímenes de lesa humanidad, adopyada por la Asamblea General de las Naciones
Unidas y lo incorpora al derecho interno.
- La imprescriptibilidad de este tipo de crímenes horrendos en la legislación argentina la
estipulan dos leyes, concatenadas entre si. La primera, número 24.584, aprobada el 23 de
noviembre de 1995, a instancias del entonces senador de la UCR, Hipólito Solari Yrigoyen.
La segunda, número 25.778, le dio jerarquía constitucional el 2 de septiembre de 2003. De
este modo la Argentina incorporó a su derecho interno la Convención sobre la
Imprescriptibilidad de los Crímenes de Guerra y de los Crímenes de Lesa Humanidad, que
la ONU hiciera entrar en vigor el 11 de noviembre de 1970.

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