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de la Historia
Tomo II
Tomo II
Grandes Batallas Sudamericanas
2010
Dirección editorial
Cnl (R) Omar Locatelli
Revisión
Lic. Juan Ignacio Cánepa
Diseño y diagramación
Alejandro Arce
Corrección
Diana Palma Parodi de Bertorello
Introducción ..............................................................................................
Tcnl (R) Claudio Morales Gorleri
Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Doctor en Historia (Universidad del Salvador) y
Magíster en Historia de la Guerra. Fue Secretario Académico de la Escuela Superior de Gue-
rra (ESG). Actualmente se desempeña como profesor de Historia Militar Argentina, Historia
de la Educación Argentina y Americana, y Análisis y crisis de la Historia (ESG). Es director
de la Comisión de Estudio e Investigación de Historia y director de la Maestría en Historia de
la Guerra. Es investigador universitario acreditado ante el Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología. Ha publicado ensayos, artículos, cuentos y poesías. Entre sus obras se destacan
los libros El rey de la Patagonia, El general Petit y La batalla de San Ignacio.
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Introducción
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tos esenciales fijos en su enunciación, pero de aplicación siempre variable en
el campo experimental. Para los historiadores militares de mediados del siglo
XX constituyen la teoría de la guerra y es la que encarna el conocimiento de la
técnica del arte. El Mariscal Foch decía: “Podemos, pues, con razón, llegar a la
conclusión de que el arte de la guerra, como todos los otros, tiene sus teorías,
sus principios, o bien no sería un arte”.
Napoleón Bonaparte, en una carta a Marmont, dice: “Recuerde Usted
siempre estas tres cosas: reunión de las fuerzas, actividad y firme resolución
de morir con gloria”. Si leemos con detenimiento esos principios de Napo-
león, llegamos a la conclusión de que contienen en su escueta enunciación,
los principios como hoy los consideramos.
De todos modos, el conductor no se puede encasillar en esos axiomas y
tomarlos como dogma. El mayor Perón escribía en sus Apuntes de Historia
Militar la respuesta a la pregunta que Verdy du Vernois se hacía al llegar al
campo de batalla de Nachod: “Frente a las dificultades que se le presentaban,
se golpea la cabeza, busca en su memoria un ejemplo o una enseñanza que le
dé la línea de conducta que debe seguir. Nada lo inspira: “¡Al diablo -dice- la
historia y los principios! Después de todo, ¿de qué se trata? E inmediatamen-
te su inteligencia se despeja. He ahí la manera objetiva de tratar el tema. Se
aborda una operación por un objeto, en el sentido más amplio de la palabra:
¿De qué se trata?”
El conocimiento de los principios de la guerra ha constituído el obje-
to principal de la instrucción de oficiales durante el siglo XIX y XX. En el
caso particular de la Historia Militar Sudamericana, se debe tener en cuenta,
además, la doctrina que emanaba de las Ordenanzas del Ejército Español de
1768, fijadas en el segundo tomo como reglas de la táctica elemental. A esa
base doctrinaria se fueron agregando diversas modificaciones en función de
la evolución del armamento y de la observación de la táctica y de la estrategia
de Napoleón a partir de su invasión a Italia.
Los reglamentos tácticos o de maniobra constituyen el mecanismo de las
evoluciones, dan el medio de despliegue de las tropas, la concentración, el
descanso, el movimiento o el combate. Sus prescripciones son rígidas cuando
se trata de la sección, de la compañía, escuadrón o batería. Ya no pueden serlo
para el batallón o el regimiento, mucho menos para la brigada y para la divi-
sión, en cuyas composiciones se integran tropas de las tres armas. En estas
organizaciones no son posibles las reglas fijas, sino sólo indicaciones, normas
generales que tienen más de consejos que de prescripciones.
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Se preparaba la acción con el despliegue del ejército, generalmente en dos
líneas, con una tercera fuerza de reserva. Estas líneas no podían ser rígidas
como las de Federico el Grande, se adaptaban al terreno y a las circunstancias.
Se componían de un modo variable y no uniforme con “densidad de ocupa-
ción” que no es la misma en toda la extensión del frente.
Las tropas de primera línea desplegaban en orden de combate, variando
en los detalles su disposición según los casos y las circunstancias; las de se-
gunda línea, fuera del alcance eficaz de los fuegos enemigos, se colocaban en
formaciones concentradas para estar más a la mano de sus jefes. La caballería
se agrupaba en las puntas donde estaba menos expuesta, pero atenta siempre
a aprovecharse de los momentos oportunos para ejercer su potencia. La ar-
tillería se establecía intercalada donde la acción de su fuerza podía ejercerse
con mayor eficacia y era dirigida tanto a neutralizar (“apagar”) los esfuerzos
de la artillería enemiga como a batir una brecha del punto asignado al ataque
decisivo. La primera línea tenía un cometido de preparación, empeñaba el
primer combate, pero el efecto definitivo no podía obtenerse más que con la
intervención de la segunda, encargada de la acción decisiva, con apoyo de la
reserva si el caso llegaba a estar muy empeñado y se requería la intervención
de todas las fuerzas.
Esta concepción general de la táctica española no era diferente de la napo-
leónica y constituyó la esencia de las acciones que se desarrollaron en Améri-
ca del Sur durante el siglo XIX.
En nuestro país, la concepción moderna de la táctica, o bien la más actua-
lizada, hace su aparición con la llegada a Buenos Aires del teniente coronel
José de San Martín en marzo de 1812. Con él, la organización, el despliegue
y la instrucción de las fuerzas adquirieron características profesionales, a las
que agregó un profundo sentido patriótico, respaldado con códigos de honor
que fortificaron espiritualmente a las tropas.
En 1891, el general Luis María Campos, como Inspector General del Ejér-
cito, publicó el reglamento de táctica, en cuyo artículo 161 decía que, en de-
finitiva, el jefe tendría que optar entre dos opciones: “la más audaz y la más
prudente”. Siempre -decía- optará por la más audaz que será la única capaz de
obtener la victoria.
Ese artículo no era una excepción ni una excentricidad. Se basaba en lo
que Clausewitz había escrito casi ochenta años antes: “En cualquier situa-
ción específica, en cualquier medida que podamos tomar, siempre tenemos
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la opción entre la solución más audaz y la más cuidadosa. Algunas personas
piensan que la teoría de la guerra siempre aconseja la última. La suposición
es falsa. Sí, la más decisiva, esto es, la más audaz. Sin embargo, la teoría deja
al conductor militar la libertad de actuar según un coraje, de acuerdo a un
espíritu de empresa y a la confianza que tenga en sí mismo. En consecuencia,
haga su Alteza la elección de acuerdo con estas fuerzas interiores, pero nunca
olvide que ningún jefe militar se convierte en grande sin audacia”.
Esa fue la esencia de los ejércitos sudamericanos donde a la castiza auda-
cia se le llamó coraje.
No existe una compilación congruente de la Historia Militar de Suda-
mérica, razón por la cual el equipo de investigación se abocó a su estudio,
trabajando en conjunto a especialistas de Bolivia, Brasil, Chile, Perú, Uru-
guay y Venezuela, a través de los cursantes de esos países y sus respectivos
agregados militares en sus Embajadas. Del mismo modo, el aporte biblio-
gráfico del Ministerio de Defensa de España ha acrecentado la profundidad
de la indagación.
Por otro lado, es de hacer notar que el equipo de investigación que estu-
dió “los principios de la guerra en los niveles táctico y operacional a través
de la historia militar”, constituye ya una organización historiográfica que se
retroalimenta en una adecuada simbiosis con la Maestría en Historia de la
Guerra. Esta maestría es única en el mundo por la particularidad de su objeto
de estudio.
La Universidad de Kansas está gestando un doctorado en esta disciplina
con la carencia de obras en inglés sobre la historia militar sudamericana. En
Chile, su Escuela Superior de Guerra comenzó a dictar una Maestría en Es-
trategia e Historia Militar con menor carga horaria que la nuestra. En este
sentido, resulta relevante hacer notar que nuestra Maestría ha sido acreditada
en el año 2000 y re-acreditada en el 2007 por la Comisión Nacional de Eva-
luación y Acreditación Universitaria (CONEAU), sin observaciones y por un
lapso mayor al normal (seis años).
Esa simbiosis entre el equipo de investigación, compuesto por veintitrés
investigadores, y la Maestría, ha conectado el método de estudio con los sabe-
res. En ese sentido, y avalando la hipótesis de la indagación, es demostrativa
la respuesta del teniente general Julien Thompson, comandante de la Fuerza
de Tareas inglesa en Malvinas, a uno de nuestros investigadores cuando lo
entrevistó en Londres durante el año 2009. Ante la pregunta de si tuvo en
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cuenta los principios de la guerra en la operación, el comandante inglés res-
pondió afirmativamente, destacando que el “mantenimiento del objetivo” fue
el prioritario y lo tenía escrito en la puerta de su camarote.
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ORÍGENES Y
EVOLUCIÓN DEL FUSIL
Manuel Giménez Puig
Contador Público (UBA), analista estratégico y magíster en Estrategia y Geopolítica
(Escuela Superior de Guerra). Ejerce y ha ejercido la docencia universitaria en las Uni-
versidades de Buenos Aires, Belgrano, Argentina de la Empresa, Concepción del Uru-
guay, IESE, entre otras. Es socio honorario de la Asociación Argentina de Coleccionis-
tas de Armas y Municiones, vitalicio del Centro Numismático Buenos Aires y miembro
de número de la Academia Argentina de Numismática y Medallística.
Orígenes y evolución del fusil
Dr. Manuel Giménez Puig
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La Táctica en las Batallas de la Historia
campo abierto. Fue necesario esperar importantes avances para que su uso se
generalizara por parte de la infantería. El primero de ellos fue que, en lugar de
darse el fuego por la parte superior del cañón, se hiciera por su costado dere-
cho, permitiendo apuntar el arma. Pero ya no por medio de un hierro canden-
te, sino inflamando con una mecha una pequeña carga de pólvora más fina o
“cebo”, depositada externamente en una cavidad o “cazoleta” que comunicaba
con el interior del cañón a través de un orificio u “oído”, de menor diámetro
que el anterior. Eso permitía reducir la pérdida de potencia del disparo por
fuga de gases a través de éste.
La gran novedad vino a continuación: la cuerda o mecha se sujetó, median-
te algún sencillo dispositivo de tornillo o resorte a un extremo de un “gancho”
metálico que atravesaba la caja de madera; el otro extremo sobresalía por su
parte inferior, haciendo las veces de una “cola del disparador”, en forma si-
milar a como se venía haciendo desde siglos atrás con las ballestas. Bastaba,
entonces, oprimir ese extremo inferior del “gancho” para que la mecha encen-
dida se introdujera en la cazoleta, produciéndose el disparo. Al menos en teo-
ría, claro está, porque era necesario ir avanzando la cuerda o mecha a medida
que se consumía, de forma que no se apagara entre las piezas metálicas que
la sujetaban, y que tuviera la longitud adecuada para incidir en la cazoleta.
Por supuesto, era muy conveniente soplar cada tanto la mecha, para avivar
su lumbre y evitar que la ceniza acumulada pudiera interferir en el “tren de
fuego”. Aunque, al soplar la cuerda, también se podía dispersar el “cebo” de
“polvorín” contenido en la “cazoleta”, si antes no lo había hecho el viento. Si
algún grano de “polvorín” tocaba en su vuelo la cuerda encendida, tal vez se
produjera un disparo accidental en el peor momento. La solución fue dotar a
la cazoleta de una tapa giratoria, que se hacía girar a último momento, y man-
tenía al cebo a buen recaudo del viento y de la ley de gravedad. Por la lluvia no
había que preocuparse, ¡porque antes habría apagado a la cuerda!
Llegada esta etapa final de la evolución técnica del arcabuz, algunos in-
convenientes seguían sin solución. Por ejemplo, que la llama y la onda expan-
siva de la combustión del “polvorín” contenido en la “cazoleta”, tanto podían
apagar la cuerda como consumir algún tramo de la misma; y que, en conse-
cuencia, era necesario, luego de cada disparo, verificar si aún tenía fuego y
a qué distancia de la “cazoleta”. En las formaciones de grandes unidades, un
hombre se mantenía tras las filas de arcabuceros, mecha encendida en mano,
dispuesto a dar lumbre a quien la necesitara. Pero si este no era el caso, había
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Orígenes y Evolución del Fusil
dos opciones; una, encender nuevamente la cuerda, con los elementos pro-
pios de la época (yesca y pedernal), tomara el tiempo que tomara. Para esta
operación se necesitan las dos manos. Al mismo tiempo, tiene que sujetar de
alguna forma el arma.
La otra opción era mantener ambos extremos de la cuerda encendidos, por
si uno se apagaba. Es claro que esto duplicaba la velocidad con que se consumía
(o, si se prefiere, reducía a la mitad el tiempo de duración). Además, de esta
forma eran dos los peligros por los cuales preocuparse a la hora de manipular
la pólvora y dos los puntos luminosos delatores durante la noche.
Al menos en España, en la época de esplendor de los Tercios, los arcabuces
y su munición no eran provistos por la Corona, sino que cada cual los adquiría
de acuerdo con su gusto y fortuna; dentro de unas normas generales, claro está,
en cuanto a calibre, largo de cañón y principales características técnicas.
Los arcabuceros eran considerados especialistas, con un plus en su paga y
provisión de plomo para que fundieran su propia munición. Formaban, nor-
malmente, en los extremos de las grandes unidades de “picas secas” que, sal-
vo su longitud, no habían cambiado prácticamente su armamento y tácticas
desde los tiempos de la Grecia clásica. La idea era que estos especialistas de
elite aportaran solidez al conjunto de la formación, como más tarde se haría
con las compañías de granaderos y “voltígeros”, o cazadores ligeros. Pero no
faltan ilustraciones de la época en las cuales se observa una disposición in-
versa, en la que la masa de piqueros envuelve los flancos y retaguardia de los
arcabuceros.
La lentitud de disparo se paliaba, en parte, con la formación en varias
líneas, de cantidad variable según las épocas, reglamentos y tamaño de la
unidad. Así, luego de haber disparado la primera línea, sus integrantes retro-
cedían hasta ocupar el último lugar –caminando hacia atrás, siempre miran-
do al enemigo- por entre el espacio que a tal efecto se dejaba, lateralmente,
entre hombre y hombre. Las que habían sido segunda línea y las siguientes
avanzaban uno o dos pasos, reconstruyendo el frente de la formación, con
la primera lista para disparar. Este tipo de formación, unido a reglamentos
sobre tiempos y formas de cargar las armas, continuamente practicados, y el
uso de cargas de pólvora preparadas de antemano (los “doce apóstoles”, que
se llevaban colgando sobre el pecho, en tubos de latón o madera, a lo largo de
una bandolera, y a los que debería agregarse el frasco, generalmente metálico,
conteniendo el polvorín para el cebo) permitieron mantener una cadencia de
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Orígenes y Evolución del Fusil
llave era el principal -si no único- inconveniente técnico del nuevo sistema,
que, sin embargo, no llegó a generalizarse para el grueso de la infantería. Su
uso quedó relegado a las armas cortas, propias de los oficiales, de algunas
unidades de elite, y a fines deportivos. En uno o en otro caso, bajo severas
restricciones legales. La causa real de su limitado uso no parece que pasara
realmente por su elevado costo o por la dificultad de su operación por el
grueso de la tropa, sino por percibir su difusión como potencialmente pe-
ligrosa para el orden social establecido. Su uso se prolongó, al menos, hasta
mediados del siglo XVII.
La “edad de piedra”
Hacia 1630 aparece en occidente la llave de chispa, que habría tenido ori-
gen en el Mediterráneo oriental. Su funcionamiento estaba basado en el uso
de una piedra de sílex u otra de similares características, tallada de forma
tal que, al golpear sobre una pieza de acero que cubría la cazoleta, producía
chispas que inflamaban el polvorín contenido en ella. A pesar de que tal vez
no era tan seguro el disparo como en la llave de rueda, la fue desplazando en
base a su practicidad de manejo y economía relativa.
A fines del siglo XVII, había sustituido casi totalmente al sistema de me-
cha en el grueso de la infantería; La Ordenanza francesa de 1670 estableció
por primera vez medidas y características uniformes. Pero el primer modelo
reglamentado y oficialmente adoptado, de uso efectivo, surgió en 1717. Re-
cién con el modelo de 1777 se impuso en forma general para todas sus fuer-
zas armadas. Su reinado se extendió durante todo el XVIII, y hasta bastante
después de Waterloo en los principales países europeos. Fue casi exclusiva
protagonista en Caseros, y llegó a ver acción la Guerra de la Triple Alianza.
Se usó la palabra “fusil” primero en Francia y poco después en España.
De etimología y origen inciertos y controvertidos, parece hacer referencia a
la “piedra de fuego” o a la pieza de acero que la complementaba. Lo cierto es
que designaba a un componente del arma y no a ella en su conjunto, como
luego se generalizó.
El “fusil” toma su forma definitiva al incorporársele la bayoneta. De origen
también confuso y mezclado con leyendas y suposiciones, lo cierto es que las
primeras se insertaban en el interior del cañón, con lo que se impedía cargar
y disparar el arma; era, ciertamente, el último recurso al que podía acudirse,
cuando ya no había tiempo para recargar el arma. Parece cierto que la bayo-
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La Táctica en las Batallas de la Historia
neta “de cubo” sería de origen inglés y con fecha de aparición no anterior a
1689. Al quedar el extremo del cañón en el interior de su empuñadura, que lo
rodeaba, no había obstáculo para operarse normalmente el ciclo de fuego, al
tiempo de disponerse de un razonable sustituto de la pica.
Otro importante aporte fue la aparición del cartucho. Aunque ya venía
de tiempo atrás su uso en la artillería, recién en 1690 se habría adoptado por
primera vez oficialmente para armas largas individuales2. Limitado a la carga
propiamente dicha y no al cebo -que siguió requiriendo del uso del frasco con
polvorín-, el cartucho consistía en un cilindro de papel que contenía la pól-
vora y el proyectil, y que se introducía completo en el cañón. Recién en 1744
se reglamentó en España lo de “morder el cartucho”, para verter una pequeña
cantidad en la cazoleta y el resto en el interior del cañón, sirviendo el papel
a modo de taco o empaquetadura, para reducir el “viento” o espacio entre el
proyectil esférico y la pared del cañón.
La efectividad del ya llamado “fusil” dejaba bastante que desear. Aunque su
alcance teórico era de alrededor de 200 metros, pasados los 50 carecía de sen-
tido el tiro individual contra un objetivo igualmente individual; tan sólo las
descargas cerradas de densas formaciones contra otras similares era efectivo,
y esto a muy cortas distancias. En condiciones reales de combate, tan sólo de
un 3% a un 4% de los disparos alcanzaban al adversario a 200 metros; y no
mucho más de un 5% a 100 metros. Se aceptaba que un soldado descansado,
con un fusil limpio, piedra nueva y buen tiempo, no lograra la ejecución del
disparo una de cada seis veces; lo que se incrementaba rápidamente a más
de una en cuatro intentos en tiempo húmedo (no lluvioso, que directamente
interrumpía el fuego) o combate prolongado, por desgaste de la piedra, obs-
trucción del cañón por restos de cartuchos y residuos de la combustión de la
pólvora, por obstrucción del “oído”, o por fallas mecánicas.
En teoría, y en condiciones óptimas, un soldado perfectamente instruido
podía disparar cinco veces por minuto, pero en combate dif ícilmente superaba
los tres. Estas cadencias, relativamente elevadas, se lograban a través de per-
manente entrenamiento, repitiendo los movimientos hasta hacerlos instintivos.
Según los países y los distintos reglamentos, los tiempos o movimientos varia-
ban, pero básicamente consistían en: 1) sacar cartucho, 2) poner horizontal el
fusil, 3) morder el cartucho para romper su parte inferior, 4) verter una pequeña
cantidad de pólvora en la cazoleta (quedaba abierta luego del disparo; si era
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Orígenes y Evolución del Fusil
Luego de la piedra
Eran muchos los inconvenientes de la llave de chispa, como para no desear
superarla. El siguiente paso vino de la mano de los “mixtos fulminantes”, a base
de fulminato de mercurio. Conocidos desde finales del siglo XVII, no tuvieron
realmente aplicación práctica hasta que el inglés Eggs (posiblemente inspirado
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La Táctica en las Batallas de la Historia
El estriado
Desde los primeros tiempos de la artillería se conocía empíricamente que,
imprimiendo a los proyectiles un movimiento de rotación, se obtenía mejor
alcance y precisión en el disparo.
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Orígenes y Evolución del Fusil
Según Albino3, esto habría sido atribuido a la supuesta afición de las cria-
turas infernales de viajar montadas en los proyectiles, que desviaban de la
trayectoria a su capricho. Puestos a suponer, no los creían buenos jinetes,
pues la idea era que no mantendrían el equilibrio si su montura giraba, y la li-
berarían de su maléfica presencia. Con fundamentos menos pintorescos, pero
no mucho más científicos, y probablemente inspirados en las armas utilizadas
por los colonos de América del Norte y los cazadores alemanes, los ingleses
adoptaron en 1801, para algunas unidades selectas, el rifle (palabra con la que
siguen designando a las armas largas de ánima estriada) Baker, con cañón
estriado. Para hacer deslizar el proyectil desde la boca y a lo largo del cañón,
era preciso forzarlo a golpes de baqueta, a veces con la ayuda de un mazo, con
la consiguiente pérdida de tiempo, pero conpensado por la precisión y el al-
cance logrados: el disparo era efectivo a 200 metros y, en casos excepcionales,
hasta 800 metros. Esto a pesar de que su cañón era de longitud mucho menor
que la del “mosquete liso”, debido a las dificultades expuestas para cargar por
la boca un cañón de la longitud ordinaria. Algunos de estos “rifles” vinieron al
Río de la Plata -y se quedaron- durante las invasiones inglesas; al parecer, no
despertaron mayor entusiasmo entre sus nuevos usuarios.
En Francia probaron diferentes formas para lograr que el proyectil se
adaptara a las estrías, basándose en los métodos aplicados a los proyectiles
esféricos de menor calibre que el ánima, a los que se aplastaba a golpes de
baqueta, más pesada que las usadas anteriormente.
No fue sino hasta 1846 que Francia adoptó oficialmente el primer modelo
de fusil con cañón estriado, al que poco después sucedieron otros con ligeras
modificaciones4, hasta la adopción del más perfeccionado proyectil ideado en
1849 por Minié, de forma cilíndrico ojival y calibre ligeramente menos que
el del ánima, con una cavidad en su base. Con ayuda de una pieza de hierro
tronco cónica alojada en esa cavidad, o cuando se advirtió que no era necesa-
ria, por simple presión de los gases, las paredes del proyectil eran forzadas a
expandirse, tomando entonces las estrías. El sistema Minié fue rápidamente
adoptado por muchos países, y constituyó el avance máximo que pudo lo-
grarse con armas de avancarga. En resumen: las mejoras balísticas logradas
3 Albino, Oscar C., “De flechas, balas, estrías, ángeles y demonios”, Boletín de la Asocia-
ción argentina de coleccionistas de armas y municiones, nº 126, abril de 1996, pág. 14/16.
4 Ver en las obras de carácter general citadas en la bibliograf ía: Delvigne, Ponchara,
Thouvenin, Minié.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Desde los orígenes mismos de las armas de fuego portátiles, pueden ras-
trearse antecedentes más o menos afortunados de sistemas de retrocarga;
esto es, introducir el proyectil y la carga de pólvora que lo ha de impulsar por
la parte posterior del cañón.
Pero el más evolucionado de ellos en su momento, y de aplicación masiva,
fue el presentado por Dreyse en 1827, conocido como “de aguja”, y perfeccio-
nado hasta lograr su adopción por Prusia en 1841.
Su acción era “a cerrojo” o “manivela”, como el que más tarde popularizaría
Mauser, aunque su invención fuera anterior aun a Dreyse. Debía su denomi-
nación “de aguja” al largo percutor, necesario para atravesar la base del cartu-
cho de papel y toda la carga de pólvora, hasta llegar a la base del proyectil, en
donde se encontraba la mezcla fulminante iniciadora del fuego.
Entre sus ventajas: efectiva solución al problema de que el proyectil “to-
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Orígenes y Evolución del Fusil
mara” las estrías del cañón; por primera vez, el proyectil podía ser de igual o
superior calibre que el del ánima; aunque, en este caso, el proyectil era de for-
ma ovoide, rodeado lateral y posteriormente por cartón, en el que realmente
penetraban las estrías, elevada cadencia de fuego, al menos en los primeros
disparos y posibilidad de cargar y disparar en posición de cuerpo a tierra.
Entre sus inconvenientes: carencia de un efectivo sistema de sellado de la
recámara, lo que traía como consecuencia la posibilidad de pérdida de gases
en dirección al rostro del tirador. A los pocos disparos, los residuos de papel
y pólvora de los cartuchos y de la combustión de la pólvora obstruían el fun-
cionamiento del cerrojo, debiéndose golpear con algún objeto fuerte y pesado
para abrirlo y cerrarlo; la larga aguja percutora, en contacto directo con los
gases calientes y corrosivos, tendía a deteriorarse rápidamente.
Fabricado en grandes cantidades, y tratando Prusia de mantener el secreto
de su existencia todo el tiempo que le fuera posible, es generalmente aceptado
que tuvo su bautismo de fuego en la guerra entre Prusia y Dinamarca de 1864,
y con efectos devastadores sobre los austriacos, armados con fusiles de avan-
carga, en la batalla de Sadowa, en 1866. Pero según Demaría5, algunos fusiles
Dreyse habrían participado en la batalla de Caseros, en manos de alemanes al
servicio del Imperio del Brasil.
Luego de muchos ensayos, Francia adoptó el Chassepot en 1866; su única
diferencia notable respecto de su predecesor prusiano, era que, aunque ge-
néricamente fuera catalogado como “de aguja”, ésta ya no tenía que atravesar
toda la carga de pólvora, sino que percutía sobre la mezcla fulminante coloca-
da en un disco de cartón, fijado en la base del cartucho combustible.
Mientras Francia fabricaba aceleradamente el nuevo fusil, incluso contra-
tando importantes cantidades en el exterior, se encaró también la conversión de
los existentes de avancarga a retrocarga, destinados a tropas de segunda línea,
como medida de urgencia y ante la inferioridad técnica percibida respecto de
sus vecinos. Lo hizo empleando el sistema Snider, uno de los muchos probados
por esos días, conocido como “cierre a tabaquera”, y usado ya por Inglaterra para
modernizar parte de su enorme existencia de más de 800.000 fusiles Enfield de
avancarga. Lo curioso es que el sistema Snider utilizaba un cartucho similar a
los actuales de escopeta, de fuego central, muy superior técnicamente a los usa-
5 Demaría, Rafael M., Historia de las armas de fuego en la Argentina 1530-1852, Buenos
Aires, Ediciones Cabargón, 1972, Cap. V, pág. 317.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Ilustración 3. Fusil Gras francés 1866 calibre 11mm. Primer fusil militar con cartucho
metálico. Utilizado en la Guerra del Pacífico.
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Orígenes y Evolución del Fusil
Ilustración 5. Lee Enfield Nº I Mark 3 – Iª Guerra Mundial (arriba), y Lee Enfield Nº III (1936).
Las principales diferencias son: la mayor distancia entre el alza y el punto de mira y el alza con
mira ortóptica “agujerito”. Longitud de la bayoneta. Simplicidad general de construcción.
Ilustración 6. Fusil M1 Garand (1936). Ver diferencias de bayonetas con que se lo dotó
en el principio (1903) y la más pequeña de la Guerra de Corea (1950).
Primer fusil semiautomático operativo.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Bibliograf ía
Albino, Oscar C., “De flechas, balas, estrías, ángeles y demonios”, Boletín de la
A.A.C.A.M., Buenos Aires, abril de 1996, nº 126, págs. 14-16.
Almirante, José, Diccionario militar, etimológico, histórico, tecnológico, Madrid, Im-
prenta y Litograf ía del Depósito de la Guerra, 1869.
Demaría, Rafael M., Historia de las armas de fuego en la Argentina 1530-1852, Bue-
nos Aires, Ediciones Cabargón, 1972.
Espasa-Calpe S.A., Enciclopedia universal ilustrada europeo-americana, Madrid,
1908/1958.
Florentiis, Giuseppe de, Historia de la pistola, Barcelona, Editorial De Vecchi, 1975.
Hicks, James E., French Military Weapons 1717-1938, Connecticut, USA, N. Flayder-
man & Co., 1973.
Martín, Jean, Armes a feu de l´Armee Francaise, 1860 á 1940, París, Ediciones Cepin-
Leblond, 1974.
Myatt, F., The Illustrated Encyclopedia of 19 th Century Firearms, New York, Crescent
Books, 1979.
The National Rifle Association of America, Gun collectors guide, Washington DC,
1972.
www.losarapiles.com (fecha: 10/0207).
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SAN MARTÍN Y
EL ORDEN OBLICUO EN MAIPÚ
Jorge Ariel Vigo
Abogado, magíster en Historia de la Guerra y en International Defense Management
por el Defense Resources Management Institute, Naval Postgraduate School de Mon-
terrey, Califórnia, EEUU. Actualmente se desempeña como profesor de Organización
y Administración de Empresas (Universidad de Belgrano); de Historia Militar (Colegio
Militar de la Nación y Escuela Superior de Guerra); y de Sociología y Ética de la Guerra
(ESG). Además, es Investigador Universitario por el Programa de Incentivos Docente
del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Ha publicado artículos y libros,
entre los que se destacan Fuego y Maniobra, Breve historia del Arte Táctico e Historia
del Estado Mayor.
San Martín y
el orden oblicuo en Maipú
Mg. Jorge Ariel Vigo
1 Giunti, Luis L., Páginas de Gloria, Biblioteca del Oficial, Vol. 784, Buenos Aires, Círcu-
lo Militar, 2002, pág. 53.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
Ilustración 1.
2 Decimos esto porque la infantería que porta escudo tiende a torcer su marcha hacia la
derecha. Ver Vigo, Jorge A., Fuego y maniobra. Breve Historia del Arte Táctico, Buenos
Aires, Folgore Ediciones, 2005, pág.33.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
sor no podía concentrar sus fuerzas contra ella, pues los cuerpos retrasados
aferraban las tropas propias. Cuando la falange espartana realizaba su manio-
bra, se encontraba, no sólo con una falange más fuerte y profunda, sino que,
además, era contraatacada por el flanco por la Banda Sagrada (ilus. 2).
Ilustración 2.
3 Vigo, Jorge A., “Fuego y maniobra. Breve Historia del Arte Táctico”, Buenos Aires, Fol-
gore Ediciones, 2005, págs. 33-37.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
4 El texto fue tomado de la edición digital de la obra realizada por Antonio Diego Duarte
Sánchez., Jorge Mambrilla Royo, y Alfonso Rodríguez Belmonte. Veáse también Fla-
vius Vegetius Renatus ,“De Re Military”, en Roots of Strategy, London, Stackpole, 1985,
págs.160-161
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
6 Jomini, Antoine Henri, Compendio del Arte de la Guerra, Madrid, Impr. de D.M. de
Burgos, Librería de D.A. Pérez, 1840.
7 Ornstein, Leopoldo, De Chacabuco a Maipo, Biblioteca del Oficial, Vol. 176, Buenos
Aires, Círculo Militar, 1933.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
8 Soria, Diego Alejandro, Las Campañas Militares del General San Martín, Buenos Ai-
res, Instituto Nacional Sanmartiniano, 2004,págs.75-82.
9 Díaz, Francisco Javier, La Batalla de Maipo(5 de abril de 1818), Santiago de Chile,
Talleres del EMG, 1918, y O’Higgins, Biblioteca del Oficial, Vol. 334, Buenos Aires,
Círculo Militar, 1946.
10 Pasquali, Patricia, San Martín. La fuerza de la misión y la soledad de la gloria, Buenos
Aires, Planeta, 1999.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
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La Táctica en las Batallas de la Historia
ción perfecta dejaba de ser esencial, y se hacían mucho menores las diferen-
cias entre las formaciones de marcha y las de combate.
Otra mejora en la táctica se completó con la generalización del empleo
de la bayoneta a partir de 1700. Esta arma permitió la homogeneización del
soldado de infantería; desaparecerán los piqueros y alabarderos, para dejar
solamente en el campo de batalla a fusileros todos de igual categoría. Este
hecho hacía que las unidades de infantería fuesen iguales entre sí, y por ello
perfectamente reemplazables, lo que facilitaba grandemente el ordenamiento
del despliegue en batalla.
El empleo francés de la columna comprendía tanto el avance en este tipo
de formación como su uso en el ataque. Aunque aún conservaban la idea de
la batalla lineal, la introducción de la fuerza de choque de la columna le dio
mayor velocidad de combate a los ejércitos galos. Esta nueva habilidad va a
marcar un cambio fundamental: columnas rápidas de infantería podían fá-
cilmente alcanzar el flanco o la retaguardia de ejércitos formados en línea,
maniobra ésta reservada hasta ese momento a la caballería.
Paralelamente a estas mejoras, en el campo de la artillería se producían
también importantes desarrollos. “Cuando las investigaciones revelaron que
cargas de pólvora más pequeñas con tubos más cortos y balas más ajustadas
[al calibre], podían producir el mismo alcance, las fundiciones de cañones
podían hacer tubos más delgados y cortos, reduciendo a la mitad el peso de
algunas piezas”11.
Cañones más livianos y el desarrollo de nuevos arreos permitieron el per-
feccionamiento de cureñas y avantrenes más ágiles que le dieron mayor mo-
vilidad a la artillería. Además se mejoraron los mecanismos de elevación y
puntería, y se incrementó la cadencia de fuego. En lo que hace a municiones,
empezó a emplearse la metralla, lo cual incrementaba el efecto del fuego a
corta distancia. Estas mejoras, unidas a la idea táctica de la concentración
del fuego de artillería, le dieron a esta arma un carácter ofensivo que hasta
entonces no tenía, sin disminuir sus virtudes defensivas.
Nos encontramos ahora con que la caballería especializada en ligera y
pesada, conserva su característica maniobrabilidad ofensiva, mientras que
la artillería y la infantería incorporan ahora también habilidades semejantes
11 Jones, A., The Art Of War in the Western World, Chicago, Illinois University Press, 1987,
pág. 311
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
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12 Gat, Azar, The Origins of Military Thought from the Englishmen to Clausewitz, Oxford,
Clarendon Press, 1989, pág. 52.
13 Guibert, Jaques de, Essai General de Tactique, París, Ed Nation Armee, 1977, p. 51.
En la obra de Liddell Hart, El Espectro de Napoleón, Buenos Aires, Eudeba, 1969,
se encuentra una trascripción de buena parte de ese prefacio en la páginas 94 y 95.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
14 Priego López, J., Guerra de la Independencia, Madrid, Editorial San Martín, 1989,
pág. 50.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
15 Priego López, J., Guerra de la Independencia, Madrid, Editorial San Martín, 1989, pág. 51.
16 Haythornthwaite, P., The Napoleonic source book”, London, Arms and Armour, 1996,
pág. 291.
17 Jul, Pierre, “Baylen, 1808”, en Les Grandes Batailles de l’histoire, Nro 28, París, Socomer
Editions, 1994, págs. 39-41.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
a veces como un antecedente de l’ordre mixte francés. Santa cruz insistía tam-
bién en el mantenimiento de una fuerte reserva para decidir la batalla. Esto
último es de aplicación a la operación de Maipú.
El coronel Raúl Aguirre Molina, en su obra San Martín, Amigo de los li-
bros, nos ha dejado algunas listas de volúmenes que poseía el Libertador; de
ellas hemos extractado el siguiente detalle:
1) Histoire de Jeanne d’ Arc
2) Relation de la dernière campagne de Bonaparte
3) Memoria de la guerra de los franceses en España
4) Revolución Francesa
5) Obras de Federico II
6) Droit de la Guerree
7) Mes Rêveries
8) Tableaux historiques de la Révolution francaise
9) Description historique de l’île de Sainte-Héléne
10) Ilíada de Homero
11) Memorias históricas sobre las últimas guerras con la Gran Bretaña
12) Comentarios de la guerra de España
13) De los comentarios de la guerra de España, año de 1710
14) La Fortificación perpendicular - 5 tomos
15) Encyclopédie: Arts militaires - 9 tomos
16) Instrucción para la caballería - 2 tomos
17) Arte de la guerra - 1 tomo
18) Gramática militar de táctica de Caballería. 1 tomo
19) Manual de caballería. 2 tomos
20) Reglamento para el Ejercicio y Maniobras de la caballería cívica de
las Provincias Unidas de Sud América. 1 tomo
21) Nuevo Tratado de la escuela de a caballo - 1 tomo
22) Instrucción dirigida a los oficiales de infantería - 1 tomo
23) L’Ingénieur de rampagne - 1 tomo
24) Reflexiones militares y políticas - 12 tomos
25) Droit de la guerre - 2 tomos
26) Del ataque y defensa de las plazas. 1 tomo
27) Ensayo general de Fortificación y del ataque y defensa de las
plazas - 1 tomo
28) El arte de atacar y. defender las plazas - 1 tomo
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La Táctica en las Batallas de la Historia
18 Aguirre Molina, Raúl, San Martín, Amigo de los libros, Buenos Aires, 1948.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
Sabemos que San Martín era un apasionado lector de esta obra por un
hecho particular: contagió su vehemente interés a su amigo el general Manuel
Belgrano, como lo demuestra la correspondencia entre ambos, donde citan
al maestro francés dando muestras de su profundo conocimiento. Belgrano
en una de sus misivas a su amigo dice: “Creo a Guibert el maestro único de la
táctica..., Lagunillas 25 de setiembre de 1813”19.
19 Belgrano, Manuel, Epistolario Belgraniano, Buenos Aires, Taurus, 2001, pág. 234.
20 La noticia biográfica fue tomada de Chandler, D., Dictionary of the Napoleonic’s Wars,
New York, Simon & Schuster, 1993, págs.188-189.
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21 Guibert, Jaques de, Essai General de Tactique, París, Ed Nation Armee, 1977, pág.188.
22 Guibert, Jaques de, Essai General de Tactique, París, Ed Nation Armee, 1977, pág.188.
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
Ilustración 3.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
En este sentido, creo que San Martín empleó el término Orden Oblicuo al
referirse a la batalla, y no en su aspecto más clásico. Curiosamente, si acep-
tamos esta interpretación, todos los autores citados coincidirían, aun cuando
empleasen términos diferentes; pero para que ello fuera así, esos mismos es-
critores debieran, siguiendo a Guibert, conocer el “mecanismo interior” de la
operación, lo cual resulta más dif ícil de conocer (ilus. 4).
Ilustración 4.
La Historia Militar
Al comenzar este trabajo, mencioné brevemente particularidades de la
Historia Militar. Ahora, y a efectos de arribar a una efectiva conclusión, de-
searía profundizar en el tema.
Una aproximación sencilla a la Historia Militar nos lleva a interpretarla
como el relato de la sucesión de los conflictos bélicos, campañas y batallas.
Pero esta inferencia resulta estrecha e incompleta para comprender el com-
plejo fenómeno de la guerra.
Es posible manejarse con una definición estrecha cuando hablamos de
guerras anteriores al siglo XVIII, cuando los conflictos se reducían a disputas
dinásticas, y el combate estaba limitado por normas y reglas rígidas que defi-
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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San Martín y el Orden Oblicuo en Maipú
Bibliograf ía
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Liddell Hart, El Espectro de Napoleón, Buenos Aires, Eudeba, 1969.
Ornstein, Leopoldo, De Chacabuco a Maipo, Biblioteca del Oficial, Vol. 176, Buenos
Aires, Círculo Militar, 1933.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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ALVEAR Y
LA BATALLA DE ITUZAINGÓ
Suzzi Casal de Lizarazu
Magíster en Historia de la Guerra (IESE), especialista en Investigación de la Historia
Argentina y Americana. Actualmente se desempeña como directora titular en la ENS
N° 10 Juan Bautista Alberdi, profesora de Historia Contemporánea (Universidad de
Belgrano) y de Historia de América (UNCentro, UNCórdoba). Integra la Comisión de
Investigación de la Escuela Superior de Guerra, es miembro del Instituto de Historia
Militar Argentina y becaria de la Organización de Estados Americanos. Entre sus pu-
blicaciones se cuenta La Guerra del Chaco. Repercusiones en la Argentina, El 25 de
mayo de 1810 en Montevideo, y Las repercusiones en Europa de la Invasión Portuguesa
a la Banda Oriental.
Alvear y la Batalla de Ituzaingó
Mg. Suzzi Casal de Lizarazu
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La Táctica en las Batallas de la Historia
2 Cfr. Beverina, Juan, La Guerra contra el Imperio del Brasil. Contribución al estudio de sus
antecedentes y de las operaciones hasta Ituzaingó, Buenos Aires, Biblioteca del Oficial,
1927; Baldrich, J. Amadeo, Historia de la Guerra del Brasil, Buenos Aires, Harlem, 1905.
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Alvear y la Batalla de Ituzaingó
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La Táctica en las Batallas de la Historia
A ello había que agregar el personal médico, y los encargados del parque y
la maestranza y el traslado de 120 vehículos, que llevaban elementos de hospi-
tal, heridos y municiones de artillería e infantería, además de las galeras para
el transporte de Jefes y Oficiales.
Las tropas sumaban alrededor de 8.000 hombres, número que varía según
diferentes autores, ya que algunos consideraban las tropas convocadas, otros
las movilizadas, y otros las que participaron del combate. Los soldados per-
tenecían a las tres armas, con preponderancia de la caballería, lo que hacía
evidente que el Ejército Republicano aplicaría la táctica ofensiva y la sorpresa.
El plan estratégico de Alvear tenía como objetivo inicial alcanzar la ciudad
de Bagé para evitar la unión de las tropas del marqués de Barbacena, estable-
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Alvear y la Batalla de Ituzaingó
El Ejército Imperial
La organización del Ejército brasileño adoleció en líneas generales, de las
mismas carencias que el Ejército Republicano. Después de las derrotas de Rin-
cón y Sarandí, las tropas se retiraron hacia el interior de Río Grande, donde se
estancaron. Ante la amenaza de la guerra con las Provincias Unidas, las tropas
fueron reforzadas con el envío de 3.000 hombres llegados desde Río de Janeiro.
Para encarar su reorganización, el Emperador Pedro I, en septiembre de
1826, designó comandante en jefe al teniente general Felisberto Caldeira
Brant Pontes, Marqués de Barbacena. El 1° de enero de 1827 tomó posesión
del cargo en el campamento de Santa Ana, encontrando al Ejército descalzo,
vestido con harapos sin víveres municiones ni caballada, y reducido a una
posición defensiva. Tomó medidas para resolver tal situación, solicitando ur-
gentes envíos de elementos y recursos. Resolvió trasladarse a Bagé, encomen-
dando al Brigadier Sebastián Barreto buscar un punto adecuado, cercano a
dicha posición. Pero ante la presencia de las fuerzas republicanas, decidió
iniciar los movimientos, buscar mejores campos de pastura para las caballa-
das e informaciones más precisas sobre el enemigo para formular un plan de
operaciones. Para ello, destacó a un antiguo conocedor de esos territorios, el
riograndense Bentos Manuel, para que siguiera por el flanco a los republica-
nos e informara acerca de sus movimientos.
Originariamente, Barbacena había presentado un plan ofensivo que había
sido aceptado por el emperador, y que proponía :1) expulsar al enemigo más
allá del Río Uruguay; 2)ocupar Entre Ríos y obligar a las Provincias Unidas
a pedir la paz, sin ninguna posibilidad de renovar sus hostilidades. Ese pro-
yecto no pudo aplicarse sobre su plan estratégico, porque no había tenido
tiempo para conocer en detalle la situación y el despliegue de las fuerzas; por
ello, optó por un plan ambiguo, ya que no se resolvió ni por el ataque, ni por
6 Beverina, Juan, op. cit. A las tropas de caballería se agregaban trompas y clarines para
la comunicación, en tanto la infantería lo hacía por medio de tambores y redoblantes
en; Baldrich, J. Amadeo, op. cit., págs. 201-205.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
la defensiva, sino que esperó conocer los movimientos enemigos para actuar
en consecuencia. Es decir, que le dejó la iniciativa al enemigo, con lo cual se
facilitaba la sorpresa, principio importante para las acciones militares.7
Avance republicano
En cumplimiento del plan establecido, Alvear ordenó la partida de las tropas
el 26 de diciembre de 1826 hacia Bagé. Proyectaba que la marcha se realizaría
de la manera más sigilosa posible, recostándose en la margen derecha del Río
Negro. Trataría de llevar a cabo una acción de sorpresa, interponiéndose, como
se ha dicho, entre los dos núcleos imperiales (ver ANEXO I).
Las fuerzas republicanas estaban organizadas en tres Cuerpos:
• El I Cuerpo, a órdenes de Juan A. Lavalleja, estaba integrado por orien-
tales y organizado en 3 Div Cab:
- Div Cab del Grl Julián Laguna, integrada por el RC de Milicias de
Maldonado, a órdenes del Tcnl Leonardo Olivera, y el RC de Milicias
de Paysandú, a órdenes del Tcnl José María Raña.
- Div Cab del Cnl Manuel Oribe, integrada por el RC 9, encabezado
por el propio Manuel Oribe, y el RC de Dragones Libertadores, al
mando del Cnl Ignacio Oribe.
- Div Cab del Cnl Servando Gómez, integrada por el RC de Dragones
Orientales y partidas menores de Milicias, entre las que se encontra-
ban las de Soriano, al mando del Tcnl Planes.
• El II Cuerpo estaba a órdenes directas de Alvear y contaba también
con tres Div Cab:
- Div Cab Brandsen, integrada por el RC 1 de Línea al mando del Cnl
Federico Brandsen, el RC 3 de Línea, al mando del Tcnl Ángel Pa-
checo, y el Esc Republicano de Alemanes, al mando Kart von Heine.
- La Div Cab Lavalle compuesta por el RC 4 de Línea, al mando del
Coronel Juan Galo de Lavalle, y el RC de Colorados, al mando del
Cnl José María Vilela.
- La Div Cab Zufriategui, compuesta por el RC 8 de Línea, al mando
del Cnl Juan Zufriategui, el RC16 de Línea, al mando del Cnl José de
Olavarria, y el Escuadrón de Coraceros de Línea, al mando del Tcnl
Anacleto Medina.
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Alvear y la Batalla de Ituzaingó
• El III Cuerpo, al mando del Grl Miguel Soler, estaba compuesto por:
- La Div Cab Paz, integrada por el RC 2 de Línea, al mando del Cnl
José María Paz, y el Esc de Tiradores (Milicias Orientales), al mando
del Tcnl Adrián Medina.
- Div I, al mando del Cnl Félix Olazábal, integrada por los Bat I Lig
(Cazadores) 1º, 2º, 3º y 5º, al mando, respectivamente, del Tcnl Ma-
nuel Correa, Cnl Ventura Alegre, Cnl Eugenio Garzón y Tcnl Anto-
nio Díaz, todos ellos orientales.
- La Artillería (500 hombres), al mando del Tcnl Tomás de Iriarte y
compuesta por 16 piezas, agrupadas en 2 Escuadrones al mando del
My Luis Argerich (Ba de los Cap Martiniano Chilavert y Benito Na-
zar) y del My Juan Antonio Vázquez (Ba de los Cap Guillermo Mu-
ñoz y José María Pirán).
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El desarrollo de la batalla
En la madrugada del 20, el general Alvear, después de impartir las órdenes
de marchar hacia el campo de batalla, se adelantó a las posiciones que había
mandado ocupar a Olazábal, encontrando al Bat 5 y a la Batería Chilavert
en sus posiciones, listos para enfrentar al enemigo. Las tropas orientales de
Lavalleja cubrían la derecha de las tropas de Olazábal, un poco escalonadas
hacia la retaguardia (ver ANEXO II).
Desde las alturas ocupadas por su vanguardia, Alvear observó al enemigo
preparado para el ataque. La situación del Ejército Republicano era dif ícil,
pues el grueso de sus fuerzas demoraría un tiempo en llegar a las posiciones,
ya que las unidades se desplazaban desdobladas por un terreno poco pro-
picio. Era fundamental mantener esas alturas hasta que todo el ejército se
encontrara desplegado en batalla. Olazábal recibió la orden de resistir hasta
la muerte y la Div Laguna fue enviada a proteger la izquierda de las fuerzas
amenazadas por un ataque de la caballería imperial.
En tanto, la 1ª Div brasileña había avanzado contra la vanguardia republi-
cana, atravesando el zanjón interpuesto entre las dos alturas. Laguna lanzó
sus escuadrones contra la caballería de la 1ª Div y, si bien la carga fue re-
chazada tres veces consecutivas, la temeridad del ataque y la violencia con
que fue llevada a cabo, lograron detener al adversario. En consecuencia, los
batallones de Brown formaron los cuadros en previsión de un ataque de toda
la caballería. Pero al advertir la debilidad de las fuerzas enemigas, renovaron
sus ataques, siendo repelidos por el fuego del 5 de Cazadores y de la batería
de Chilavert. A su vez, los escuadrones de Laguna lanzaron una última carga
contra los imperiales, logrando otra vez detener su avance.
El grueso de la caballería republicana llegó al campo de batalla. La Div
Zufriategui (RC 8, RC 16 y los Coraceros de Medina) reforzó el cuerpo de
Lavalleja, reemplazando a la Div Laguna. Los RC de Brandsen, Pacheco y Paz
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Alvear, quien después del triunfo obtenido en el ala derecha se retiró hacia
el centro de la posición para dominar la situación, advirtió el nuevo plan de
ataque del enemigo. Para detenerlos, ordenó al coronel Brandsen cargar con
el RC 1 contra la infantería de la 1ª Div. La carga fue realizada, pero la zanja y
el fuego de los batallones malograron el éxito del ataque, cayendo herido de
muerte el coronel Brandsen frente a sus tropas. El sacrificio de Brandsen, que
fue duramente criticado al comandante en jefe, sirvió para que los imperiales
renunciaran a salir de sus posiciones del otro lado de la zanja
Por su parte, el coronel Paz, por propia iniciativa, efectuó una nueva carga
con el RC 2 contra la 2ª Div que acudía en apoyo del brigadier Brown. Los lan-
ceros chocaron contra la infantería del brigadier Calado y, a pesar de haber sido
destrozados, la acción republicana retrasó el movimiento de los adversarios.
La situación del Marqués de Barbacena era comprometida. La Caballería
republicana había rodeado las alas y amenazaba la retaguardia imperial, ya
que los batallones de sus enemigos estaban intactos y podrían ser lanzados
en un ataque frontal para completar el éxito de su caballería. Además, el in-
cendio de los campos a espaldas de la línea brasileña amenazaba hacer volar
las municiones, poniendo en peligro a las tropas. Barbacena, considerando
imposible continuar con el combate, dio orden de retirada, que se efectuó en
el Paso Cacequí, en el río del mismo nombre.
La infantería republicana, encuadrada por las tropas de Lavalleja a la de-
recha y por las de Lavalle a la izquierda, inició la persecución por orden de
Alvear, quien al poco tiempo, la suspendió. No se pudo explicar por qué no se
llevó a cabo la explotación del éxito.14
Las pérdidas sufridas por ambos ejércitos fueron importantes. El Ejército
republicano tuvo 157 muertos y 256 heridos, incluyendo las tropas de Lava-
lleja y los RC 8 y 9, habiendo sufrido las tropas orientales aproximadamente
la mitad de aquellas bajas. Salvo los 3 muertos y 6 heridos sufrido por el RI
5 Cazadores, la totalidad de las bajas correspondieron a la caballería, lo cual
explica que esa arma fuera la que mayor desempeño tuvo en la batalla.
Por su parte, el Ejército Imperial sufrió pérdidas muy importantes, espe-
cialmente por la dispersión de alrededor de 1500 hombres. Las bajas fueron:
200 muertos, 150 heridos y prisioneros dejados en el campo, 91 heridos que
se retiraron con el Ejército, más los dispersos o extraviados, entre los que se
encontraban los enfermos que estaban en el hospital.
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Alvear y la Batalla de Ituzaingó
Bibliograf ía
Acevedo Diaz, Eduardo, Épocas militares en los países del Plata, Montevideo, 1911.
Baldrich, J. Amadeo, Historia de la Guerra del Brasil, Buenos Aires, Harlem,1905.
Best, Félix, Historia de las Guerras Argentinas, Buenos Aires, Peuser, 1950.
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Tasso Fragoso, A, A batalha do Passo do Rosario, Río do Janeiro, Imprensa Militar, 1922.
15 Ibidem, p357.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Alvear y la Batalla de Ituzaingó
ANEXO I
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La Táctica en las Batallas de la Historia
ANEXO II
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ISIDORO SUÁREZ Y
LA BATALLA DE JUNÍN
Claudio Morales Gorleri
Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Doctor en Historia (Universidad del Salvador) y
Magíster en Historia de la Guerra. Fue Secretario Académico de la Escuela Superior de Gue-
rra (ESG). Actualmente se desempeña como profesor de Historia Militar Argentina, Historia
de la Educación Argentina y Americana, y Análisis y crisis de la Historia (ESG). Es director
de la Comisión de Estudio e Investigación de Historia y director de la Maestría en Historia de
la Guerra. Es investigador universitario acreditado ante el Ministerio de Educación, Ciencia
y Tecnología. Ha publicado ensayos, artículos, cuentos y poesías. Entre sus obras se destacan
los libros El rey de la Patagonia, El general Petit y La batalla de San Ignacio.
Isidoro Suárez y la Batalla de Junín
Tcnl (R) Claudio Morales Gorleri
1 Terragno, Rodolfo, Diario íntimo de San Martín. Londres 1824. Una misión secreta,
Buenos Aires, Sudamericana, 2009, pág. 41.
81 |
La Táctica en las Batallas de la Historia
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Isidoro Suárez y la Batalla de Junín
Sucre era el jefe de estado mayor del ejército constituido por las cuatros
repúblicas de América del Sur. Mitre hace mención que todas las “de la Amé-
rica meridional existentes entonces, estaban representadas (con excepción de
México) en un solo ejército continental”.2
Con el alejamiento del general Valdés convocado por el virrey, Bolívar se
encontró con que 7000 hombres ya no estaban para impedir su campaña, cuyo
objetivo era adueñarse del valle de Jauja, del mismo modo que, en dos oportuni-
dades, ya lo había hecho el general Arenales. Con la rigurosidad en los detalles
de la marcha y la organización del general Sucre, Bolívar avanzó con su ejército
por el trayecto más difícil de la montaña con la intención de no ser detectado
por el general realista Canterac, quien permanecía en el valle de Jauja en la más
completa inacción con 8000 infantes, 1300 caballos y 8 piezas de artillería.
El irlandés Daniel Florencio O’Leary, edecán de Bolívar, relata la revista
que pasó el Libertador a su ejército de 9000 hombres formados en el llano
Rancas el 2 de agosto, ante quienes proclamó: “Vais a completar la obra más
grande que el cielo ha encargado a los hombres: la de salvar un mundo entero
de la esclavitud. El Perú y la América toda aguardan de nosotros la paz, hija
de la victoria, y aún la Europa os contempla con encanto; porque la libertad
del Nuevo Mundo es la esperanza del universo”.3
El lago Reyes, de grandes dimensiones, se encuentra al sur de Pasco, entre
las cordilleras oriental y occidental, ocupando toda la depresión del terreno
hasta donde se inicia el valle de Jauja. El camino de la margen oriental del lago
que, desde Tarma, va a hacia Pasco es el más llano, mientras que el camino
que va de Pasco a Junín, en el occidente, es más anfractuoso. En el extremo
sur está la pampa de Junín, entre pantanos y riachuelos formados por el lago.
Los realistas a órdenes de Canterac, que estaban en Jauja, al enterarse de
los movimientos independientes iniciaron un reconocimiento el primero de
agosto sobre datos imprecisos. Ambos ejércitos estaban marchando en for-
ma paralela pero en direcciones distintas: los realistas por el camino llano,
y Bolívar por el occidental y dificultoso. El 5 de agosto, como Bolívar había
destacado guerrillas al otro lado del lago Reyes, Canterac, temiendo por su
retaguardia y por perder su base de operaciones, decidió su retirada por el
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Isidoro Suárez y la Batalla de Junín
4 García Camba, Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, Tomo II,
Madrid, Biblioteca Ayacucho, 1846, pág. 193.
5 Collingwood, R.G., Idea de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, pág. 30.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
llos, los cuales, sin embargo, no pudieron soportar el mayor número español
y fueron arrollados y perseguidos por la espalda, arrastrando la cabeza de la
vanguardia patriota, que recién salía del desfiladero.
Urien relata épicamente ese momento: “Es en medio de aquel desorden y
espantosa confusión que suena el clarín de Necochea tocando reunión. El sol-
dado de los Andes, montado en su corcel de guerra, con el fuego del valor en la
pupila, hermoso, soberbio en la bravura y exclamando con el timbre vibrante
de su voz a los soldados que lo siguen ‘¡Adentro Granaderos!’, clava espuelas a
su bridón y con sable en mano se lanza sobre los enemigos, sobre el centro de
los Dragones del Perú, cuyas líneas y columnas pretende penetrar y deshacer”.6
El general Canterac cometió un error fatal al no disponer de reservas y car-
gar con toda su fuerza. Sus escuadrones se internaron en la persecución en el
desfiladero en un gran desorden, pasando a cuchillo a los independentistas que
huían. Necochea sufrió heridas7, pisado por caballos y, tomado prisionero, fue
dado por muerto. Por eso, José Joaquín Olmedo, en su canto a “La victoria de
Junín”, poema de más de 800 versos que compuso a pedido de Bolívar, dice:
“En tanto el argentino valeroso
Recuerda que vencer se le ha mandado
Y no ya cual caudillo, cual soldado
Los formidables ímpetus contiene
Y uno en contra de ciento se sostiene,
Como tigre furiosa
De rabiosos mastines acosada,
Que guardan el redil, mata, destroza
Ahuyenta sus contrarios, y aunque herida,
Sale con la victoria y con la vida”
Blasón ilustra de tu ilustre patria
No morirás; tu nombre eternamente
En nuestros fastos sonará glorioso
Y bellas ninfas de tu Plata undoso
A la gloria darán sonoro canto
Y a tu ingrato destino acerbo llanto”
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Isidoro Suárez y la Batalla de Junín
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La Táctica en las Batallas de la Historia
En Junín quedaron 250 realistas muertos a sable y lanza. Entre los patrio-
tas, sumando muertos y heridos no pasaron los 150, entre ellos Necochea,
que fue gloriosamente rescatado. Se persiguió a los realistas hasta que se reu-
nieron con su infantería.
El ejército español en América se quebró en Junín y finalizará sin pena ni
gloria poco tiempo después en Ayacucho.
Bolívar, que se había quedado en una altura a 8 kilómetros, al ver el desbande
de los escuadrones colombianos, lo dio todo por perdido, replegándose aún más.
Sobre el campo de batalla homenajeó a los vencedores, y al glorioso Regi-
miento Húsares del Perú de Manuel Isidoro Suárez, lo rebautizó con el nom-
bre “Húsares de Junín”.
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Isidoro Suárez y la Batalla de Junín
Bibliograf ía
Camogli, Pablo, Batallas por la libertad, Buenos Aires, Aguilar, 2005.
Collingwood, R.G., Idea de la historia, México, Fondo de Cultura Económica, 1998.
García Camba, Memorias para la historia de las armas españolas en el Perú, Tomo II,
Madrid, Biblioteca Ayacucho, 1846.
Mitre, Bartolomé, Obras completas, Volumen V, Buenos Aires, Congreso de la Na-
ción, 1940.
O’Leary, D.F., Memorias, Tomo II, Caracas, Imprenta de la Gazeta Oficial, 1879.
Terragno, Rodolfo, Diario íntimo de San Martín. Londres 1824. Una misión secreta,
Buenos Aires, Sudamericana, 2009.
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MEDINACELI Y
LA BATALLA DE TUMUSLA
Martín R. Villagrán San Millán
Abogado por la Universidad de Buenos Aires y magíster en Historia de la Guerra por la
Escuela Superior de Guerra (ESG). Se desempeña como vicerrector de la Universidad
Favaloro y como profesor titular de Contratación Compleja y de Colaboración Empre-
saria (UCES). Es miembro de número y secretario del Instituto Nacional Belgraniano.
También es profesor suplente e investigador en la ESG y miembro del Comité Acadé-
mico Científico de la AAA Universidad Ben Gurion (Neguev, Israel). Fue Inspector
General de Justicia de la Nación. Actualmente está cursando el Doctorado en Historia
de la Universidad Torcuato Di Tella.
Medinaceli y la Batalla de Tumusla
Mg. Martín R. Villagrán San Millán
1 Giebel, Florian, Historia de Bolivia. Algunos historiadores, entre ellos Teodosio Ima-
ña, afirman que en Tumusla sólo hubo un intercambio de balas y por lo tanto consi-
deran que la batalla no existió. http://www.la-razon.com/Versiones/20060806_005625/
nota_244_316985.htm 15/09/08. Urcullo, quien tenía la misión de intimar la rendición
de Olañeta, declaró que sólo se disparó el tiro que mató a Olañeta, hecho por un solda-
do que vengó la honra de su esposa. http://www.astrored.org/enciclopedia/wiki/Bata-
lla_del_Tumusla#cite_ref-6 15/09/08
Cfr. Miller, John, Memorias, Tomo II, Madrid, Editorial América, pág. 215.
2 El agraciado nunca se enteró de su designación ya que la misma estaba fechada, irónica-
mente, a tres meses de producida su muerte. Ergo, tampoco se enteró Olañeta la desau-
torización real a su pretendido –y autoproclamado-, virreinato del Perú.
3 Torata, Conde de, Documentos para la Historia de la Guerra Separatista del Perú – Trai-
ción de Olañeta, Tomo IV, Madrid, Impr. de la viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1898.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
García Camba, Andrés, Memorias del General García Camba para la historia de las
armas españolas en el Perú 1822-1825, Tomo II, Madrid, Colección Ayacucho dirigida
por Rufino Blanco Fombona, sin fecha de edición ni colofón, págs.216//266.
Torrente, Mariano, Historia de la Revolución Hispano-Americana, Tomo III, Madrid,
1830, págs. 453/454-510-515.
4 Lo ocurrido en esa batalla, tiende a tener diferentes versiones y argumentos discordes,
debido al protagonismo que se dio a Bolivar y Sucre por parte de los chuquisaqueños de
aquel tiempo. http://www.e-ciencia.com/recursos/enciclopedia/Batalla_del_Tumuslael
Tumusla De Wikipedia, la enciclopedia libre.
5 Véase lo que expresa don Víctor Hugo Medinaceli en la segunda de dos notas de su autoría
publicadas en El Diario de La Paz, Bolivia, con fecha 25 de mayo de 2008.
6 Tampoco hubo una lista de muertos, heridos, prisioneros, ni demás detalles de rigor
en un oficial de carrera. http://www.e-ciencia.com/recursos/enciclopedia/Batalla_del_
Tumusla el Tumusla.
Cfr. Medinaceli Denus, René, Batalla de Tumusla. 150 muertos por parte del ejército
patriota, una decena de heridos entre jefes o oficiales, se desconoce las bajas del
enemigo, sin embargo cae muerto su comandante y último Gral. realista Pedro Antonio
Olañeta, en La Colina de “San Carlos”, ribera Norte del río Tumusla escenario del
combate.” http://www.opinion.com.bo/Portal.html?CodNot=23111&CodSec=15, 08
de Septiembre de 2008, De Wikipedia, la enciclopedia libre.
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
encuentros con Valdés, y vigilante hacia el sur, hacia las Provincias Unidas,
con las que tenía firmado un armisticio con la provincia de Salta.7 A este
respecto, no pueden ser más ilustrativas las palabras que dirigía por carta
fechada el 24 de mayo de 1824, desde Yungay, el virrey La Serna a Valdés, su
jefe del Ejército del Sur: “…no he dudado ni puedo dudar que sus ideas [las
de Olañeta] son las de un malvado encubierto con la máscara de la religión
y de la fidelidad al rey, trata de obrar de acuerdo con los enemigos del Rey
y de la Nación. Es este supuesto, y que en virtud de mi orden de 28 de abril
último, que transcribo a V. S. previno al General Olañeta de moverse con su
división sobre Salta, no tiene contestación; lo demás de que trata el citado
oficio de V. S. y así sólo diré que si Olañeta no obedece mi orden citada del
28 de Abril, debe V. S. con las fuerzas que considere necesarias, hacer entrar
en el orden al insubordinado Olañeta, pues ni el servicio del Rey, ni la se-
guridad del Perú, ni la disciplina militar, permiten por más tiempo se tolere
a un General que más bien parece enemigo que General del Rey”.8 Las di-
vergencias se tornaron insalvables entre el autoproclamado virrey del Perú,
Olañeta9, representante paradigmático del estólido absolutismo borbóni-
co10 del tristemente célebre Fernando VII, y el titular efectivo del virreinato
de Lima, el liberal La Serna.11
Quizás sea útil, por sus consecuencias militares y políticas, tener presente
un aspecto de la personalidad de Olañeta: era de todos conocida su desme-
surada vocación por el lucro y la acumulación de riquezas.12 Esto lo llevaba
7 Torata, Conde de, Documentos para la Historia de la Guerra Separatista del Perú –
Traición de Olañeta, Tomo IV, Madrid, Impr. de la viuda de M. Minuesa de los Ríos,
1898, pág. 134. E idem, Tomo III doble, pág. 183.
8 Torata, Conde de, Documentos para la Historia de la Guerra Separatista del Perú –
Traición de Olañeta, Tomo IV, Madrid, Impr. de la viuda de M. Minuesa de los Ríos,
1898, págs.152/153.
9 Por su parte, Fernando VII no bien estuvo de regreso en Madrid, el 19 de octubre de 1823,
confirmó a La Serna en el virreinato del Perú, aprobando todos los actos que realizara en
tal carácter con anterioridad. García Camba, Andrés, Ob. cit., pág. 213.
10 Carrillo, Joaquín, Jujuy provincia federal argentina. Apuntes de su historia civil (Con
muchos documentos), Buenos Aires, 1877, pág. 406.
11 Una exposición novedosa e inteligente sobre el liberalismo español y sus reales alcan-
ces y consecuencias en América, véase: Breña, Roderto, El primer liberalismo español
y la emancipación de América: tradición y reforma, México, El Colegio de México,
2002. http://shial.colmex.mx/SHI/RobertoBrenadic2002.pdf. Citado con autorización
del autor.
12 Era directamente o por medio de sus agentes el proveedor de tropas y surtidor general
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
cia, finalmente fallida, del segundo.17 Desde el punto de vista táctico, Sucre y
el Ejército Unido Libertador se vieron más que beneficiados en Ayacucho por
el hecho de que Olañeta estuviese aferrado en el Alto Perú. Por otra parte,
no menos significativo era el hecho de que las fuerzas de Valdés concurrie-
ron a los campos de Ayacucho muy menguadas por los encuentros sufridos
con Olañeta poco antes de la batalla.18 Los acontecimientos se precipitaron y
se sucedieron los enfrentamientos con diversos resultados para sus conten-
dientes19, que pusieron de manifiesto una increíble capacidad de maniobra y
desplazamiento de parte de quienes estaban. La respuesta de Olañeta a Valdés
del 20 de junio de 1824, es muy ilustrativa de tal estado de cosas.20
Las fuerzas de Valdés estaban compuestas por dos batallones del Gerona,
el 2º batallón del Imperial Alejandro, el 1er. Batallón del 1er. Regimiento de
Infantería, tres escuadrones de Granaderos de la Guardia, un escuadrón de
Granaderos de Cochabamba y dos piezas de artillería de montaña. Su direc-
ción de marcha: de Oruro a Potosí. Por su parte, Olañeta había distribuido sus
efectivos de la siguiente manera: él mismo, en Potosí; en Chuquisaca, el coro-
nel Marquiegui21 con su segundo el comandante Francisco Valdés, conocido
como “el Barbarucho”22, y, en Cochabamba, llegados desde Santa Cruz de la
17 García Camba, Andrés, Ob. cit., T. II, págs. 205/215. Valdés, Jerónimo, Ob. cit., en
Torata, Conde de, Documentos para la Historia de la Guerra Separatista del Perú,
Tomo I, Madrid, Impr. de la viuda de M. Minuesa de los Ríos, 1898, págs. 61/86.
Torata, Conde de, Refutación que hace el mariscal de campo don Jerónimo Valdés del
manifiesto que el teniente general don Joaquín de la Pezuela imprimió e 1821 á su regreso
del Perú. La publica su hijo el … coronel retirado de Artillería. Madrid 1895 1ª Ed. Tomo
II. Apéndice Nº 4. Manifestación de la criminal conducta del general Olañeta hace a
S. M. el virrey del Perú don José de La Serna [original impreso en Cuzco, Imprenta del
Gobierno Año de 1824]. Pp.476/497.
18 Desencantado La Serna de Olañeta por sus incumplimientos a lo que se conviniera
en Tarapaya, intentó volverlo al orden mediante la providencia de fecha 4 de junio de
1824 mediante la cual se le ordenaba comparecer en el Cuzco en el perentorio término
de tres días para someterse a juicio conforme las ordenanzas o, en su caso, marchar a
España a tales efectos acompañado de quienes estimase pertinentes. García Camba,
Andrés, Ob. cit., Tomo II. págs. 225/206.
19 Torata, Conde de, ob. cit., T.IV, págs. 75-152/159-164/165-167.
20 Torrente, Mariano, Historia de la revolución Hispano-Americana, Tomo III, Madrid,
1830, págs. 463-464/473.
21 Cuñado de Olañeta.
22 Quien mandaba las fuerzas que en el año 21 dispararon sobre el general Güemes
ocasionándole su muerte.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
23 Torrente, Mariano, Ob. cit., T. III, págs. 465/466. A la vista de la retaguardia del
“Barbarucho”, Valdés se dirige acompañado por un ordenanza y dos ayudantes a
arengar a las tropas contrarias para persuadirlas a que desistan de su actitud. Ya
había conseguido que una compañía de infantería y 25 jinetes se sometieran al virrey,
cuando el “Barbarucho” ordenó a sus granaderos arcabucear al general adversario y sus
tres acompañantes. Pese a la inmediatez en que se encontraban los involucrados, las
víctimas fueron las de quedar muertos los caballos de Valdés y su ayudante; heridos los
caballos de los ordenanzas y uno de ellos, también. Valdés atribuye esto no a la mala
puntería de los granaderos, sino a su resistencia a ejecutar un acto de tal vileza.
García Camba, Andrés, Ob. cit., T. II, pág.231.
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
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La Táctica en las Batallas de la Historia
a tan sólo 9 leguas de Potosí. Allí se pordujo la segunda feroz batalla entre las
fuerzas de Valdés y Olañeta, sólo que en este caso la acción fue entre los dos
Valdés, Don Jerónimo y el Barbarucho. Fue un combate en el que no se ahorró
obstinación, furor ni sangre, en el que se desperdició valentía y esfuerzo hasta
la prodigalidad. Atacó el Barbarucho con una acción fingida sobre el ala de-
recha de Valdés, mientras se empeñaba real y personalmente sobre el centro
donde se situaba éste. Los dos campeones del ejército realista se ponían frente
a frente. Si el esfuerzo del Barbarucho hubiese sido cierto -y no fingido-, sobre
la derecha de Valdés, quizás hubiese evitado el oportuno auxilio que recibiera
el centro de Valdés de parte de las fuerzas de caballería que llegaron desde
la izquierda de los virreinales. De las fuerzas del Barbarucho, solamente se
salvaron 40 o 50 jinetes a uña de buenos caballos. Los demás, incluido el Bar-
barucho, quedaron prisioneros de Valdés quien, desobedeciendo la orden de
ejecutar a cuantos rebeldes cayesen en sus manos, mandó asistir a los heridos
como si fuesen propios.
Olañeta se situó en Tarija, sobre el río Cinti. Enterados los oficiales de éste
de la derrota de La Lava, ofrecieron entregar a Olañeta al brigadier Ferraz, a
quien Valdés dejara el mando de parte de sus fuerzas mientras él mismo ope-
raba sobre Aguilera. Ferraz no quiso asumir la decisión sin consultar a su jefe
y pasó la oportunidad.
Canterac fue vencido en Junín y La Serna pidió el urgente concurso del
Ejército del Sur. De resultas de estas circunstancias, se frustró el esfuerzo de
Valdés y quedó librado al arbitrio de Olañeta todo el Alto Perú. Se le ha re-
criminado ácidamente a La Serna haber distraído las fuerzas de Valdés en el
estéril enfrentamiento con Olañeta en lugar de haber concentrado su poder
sobre Bolívar, para luego operar sobre el insubordinado jefe del Alto Perú.24
Pero, sobre la historia que no fue, sólo cabe expresarse en subjuntivo.
Lo cierto de todo ello fue que Valdés concurrió a Ayacucho con sus fuerzas
disminuidas casi en un 50% y habiendo perdido la mayor parte de sus efecti-
vos europeos, que eran los de mayor calidad combativa, toda vez que la tropa
americana del Ejército real debía ser mantenida en cuadro o en columnas
durante las noches, para aminorar los terribles efectos de las deserciones.
El sol de América brillaba en Ayacucho el 8 de diciembre de 1824, para
iluminar la victoria de sus hijos conducidos por Sucre, sobre las fuerzas reuni-
das de los Ejércitos del Norte y del Sur, comandados en jefe por el mismísimo
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
virrey La Serna. Quedaba Olañeta en posesión del Alto Perú, con acceso al
Pacífico por Iquique, lo que le hacía alentar esperanzas de recibir apoyo y
refuerzos desde la península Ibérica.
25 Frías, Bernardo, Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta o sea
de la independencia argentina, Tomo V, Buenos Aires, 1973, pág. 622/650.
Sierra, Vicente D, Historia de la Argentina, Tomo VII, cap. Séptimo, par. 8, págs.
439/442.
26 Torrente, Mariano, Ob. cit., Tomo III, pág. 509.
27 Una vez más, serían Buenos Aires, Salta y Cuyo quienes tuvieran a su cargo soportar
el peso de las luchas por la independencia de lo que luego sería la República Argentina.
La Nación tomó los aportes salteños como anticipos a buena cuenta Sierra, Vicente D.,
Ob. cit., Tomo VII, Cap. Séptimo, Par. 8, pág 435.
Cfr. Frías, Bernardo, Ob. cit., Tomo V, pág. 631. Correspondencia Oficial, 1825 Archivo
de Salta, citado en nota 21, pág.631.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
colaborar con Arenales. Al llegar a Salta, se encontró con que ya había partido
el contingente avanzado salteño, y que en él iba, como segundo, el teniente
coronel José María Paz.28
Producida la victoria de Ayacucho, una de sus consecuencias fue que el
general Alvarado, prisionero en Puno, pasó a ser jefe de gobierno de la pro-
vincia. Inmediatamente Sucre puso a este destacado general de San Martín
al frente de la vanguardia con la que operaba sobre Olañeta. En su mérito,
Alvarado puso 500 hombres sobre el Puente del Inca en el Desaguadero y ha-
biendo solicitado refuerzos de Sucre, éste le envió dos batallones, con lo que
quedó formada la vanguardia del Ejército Libertador, por el norte.
Sucre, por sí mismo, y a través de Alvarado, trató de convencer a Olañeta
de la inutilidad de nuevos derramamientos de sangre, resultando infructuosas
todas las tratativas en tal sentido. De esta manera, entonces, comisionó a Al-
varado para que tratara con Arenales -de quien fuera camarada en el ejército
de San Martín-, para solicitarle que, como gobernador de Salta, se moviera
con cuanta fuerza le fuera posible, acometiendo a Olañeta desde el sur, en
tanto que él haría lo propio desde Puno con sus importantes fuerzas (se ha-
blaba de unos 10.000 hombres). De este modo, el jefe realista se vería amena-
zado por su frente y su retaguardia.29
Las fuerzas que partieron de Salta estaban compuestas por unos 1.400
efectivos de las tres armas al mando directo del coronel Francisco Bedoya.
Este contingente se vio engrosado prontamente por las fuerzas al mando del
general José M. Pérez de Urdininea, quien, desde luego por razones de rango,
tomó la jefatura de la fuerza y puso a su división a la vanguardia.30 Una vez
organizadas todas las fuerzas en campaña, se dio inicio a la misma el 25 de
marzo de 1825, marchando sobre el Perú el Ejército del Norte en su última
campaña al Alto Perú. Lo mandaba en Jefe el gobernador de Salta, general An-
tonio Álvarez de Arenales,31 por su segundo iba el teniente coronel José Ma-
ría Paz, la División San Juan al mando de su jefe el general Pérez de Urdininea,
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
los escuadrones de Salta y Jujuy se pusieron a las órdenes del coronel Toribio
Tedín (ex ministro de Güemes). El doctor Mariano Serrano (peruano como
Urdininea), tuvo a su cargo la secretaría de la expedición.32 El camino elegido
por Arenales para el desplazamiento fue el de la quebrada de Humahuaca.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
Despliegue de Olañeta
La línea del ejército de Olañeta, que, según fuentes realistas, llegaba a
unos 2.500 hombres,40 se formaba apoyado en Cotagaita. Allí se encontraba
al mando el coronel Carlos Medinaceli Lizarazu formando con el Batallón
Chichas, a quienes se sumaban los voluntarios que engrosaron dicha unidad
y la de “Cazadores Chuquisaca”. Valdez con el batallón Unión; Olañeta, con el
grueso de las fuerzas.
El avance del Ejército Libertador desde el norte, prosiguió implacablemen-
te. El 29 de marzo, Sucre ya se encontraba en Potosí. El 29 de marzo, fecha
nefasta para Olañeta, Medinaceli le escribió a su jefe, informándolo de su de-
fección. En el acto su batallón de Chichas fue engrosado con efectivos patrio-
tas de Cotagaita, (el mismo lugar donde tuviera lugar el primer combate del
Ejército Auxiliar del Perú el 27 de octubre de 1810). A ellos se habrían sumado
500 tarijeños que respondían al caudillo “Moto” Méndez.41
En vista de tan graves acontecimientos, Olañeta llamó a consejo de gue-
rra y, por mayoría de votos,42 se resolvió retirarse sobre Chichas y jugarse
a todo o nada antes que capitular con los disidentes. Antes de las 24 horas,
Olañeta se anotició de que Urdininea, de la división Arenales, se hallaba ya a
la entrada de Tupiza y destacaba a su primer ayudante, nuestro ya conocido
Ángel Hevia, para batir las fuerzas contrarias, operando en combinación con
el coronel Medinaceli, quien disponía de dos escuadrones y un batallón en
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La Táctica en las Batallas de la Historia
La suerte, echada
El 1º de abril de 1825 los ejércitos de Medinaceli y de Olañeta estaban a
la vista. Al norte de ellos, se encuentra Sucre a menos de 10 leguas; al sur,
Arenales cerrando camino y convergiendo sobre Olañeta. Había llegado el
tiempo de honrar su decisión expresada en la junta de guerra: ¡a vencer o
morir! La mañana dio tiempo a los preparativos y jactancias previas a todo
combate de la época. Medinaceli arengó a sus soldados en estos términos:
“¡Jefes, Oficiales y Soldados! ¡Valerosos Chicheños, Tarijeños y Compa-
triotas! Por la libertad y la autonomía de la Patria, enfrentemos decididos
a la División enemiga que avistamos ya. De vuestro empuje, denuedo y
valor de esta tarde, del primer día de abril, de jueves Santo, dependerá
la gran victoria o la derrota definitiva de nuestro Regimiento y Batallón
‘Cazadores’ y ‘Chichas’. Cortemos a la vez la traidora contramarcha del
Batallón “Unión” del coronel Manuel Valdés, alias Barbarucho. ¡Adelan-
te Camaradas! Y los enemigos que aparecen al norte y con ellos los del
Sud, desaparecerán como las sombras con el día! / ¡Viva la Patria y viva
la Libertad! / Campo de Tumusla, Abril 1 de 1825. / (Fdo.). Cnl. Carlos
Medinaceli”.44
43 Tumusla es la capital del cantón del mismo nombre y está ubicada a 15 minutos
sobre el camino real a Cotagaita, que es la capital de provincia. Tumusla tiene el río
del mismo nombre que en época de lluvias es de gran magnitud, es afluente de la
Cuenca del Plata. A la vera de este río y con la ayuda de los cerros aledaños (desde los
cuales se divisaba la llegada de Olañeta, desde Vitichi, como también se divisaba la
retaguardia donde estaba ubicado Valdés, el Barbarucho), se efectuó “La Gran Batalla
de Tumusla” (sic) Medinaceli, Víctor Hugo, Batalla de Tumusla: 1 de Abril de 1825,
Día de la Independencia de Bolivia http://www.eldiario.net/noticias/nt080330/6_01clt.
php.07/09/08.
44 Medinaceli, Víctor Hugo, Batalla de Tumusla: 1 de Abril de 1825, Día de la Independencia
de Bolivia http://www.eldiario.net/noticias/nt080330/6_01clt.php. 07/09/08.
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
Despliegue
El ejército patriota se posesionó en la ribera Sur del río de Tumusla. Esta
posición se tomó en el convencimiento de que el ejército realista no podría
cruzar sus aguas. A eso de las tres de la tarde, dio comienzo la acción, un típi-
co encuentro encarnizado de larga duración, ya que la lucha se extendió hasta
las siete, según se verá en el parte. Fueron cuatro horas de entusiasta matanza,
como suele presentarse en las luchas entre ex camaradas. Los detalles del rea-
to varían entre quienes hacen morir a Olañeta en el campo de batalla, quienes
sostienen que murió al día siguiente de resultas de la herida producida por la
bala de un fusil, y otros que relatan que fue víctima de una insubordinación de
su propia tropa. Esto para no volver sobre la versión del marido despechado.
Lo cierto es que el general don Pedro Antonio de Olañeta, como diría Borges,
“encontró en Tumusla su destino latinoamericano” a los pies de la colina de
San Carlos, ribera norte del río Tumusla. Si tal cosa aconteció, nos muestra
que el empuje de Olañeta no fue menor, ya que habría logrado cruzar el río
que para Medinaceli se trataba de un obstáculo de importancia. Al concluir
la acción, quedó un saldo de 150 muertos por parte del ejército patriota, con
45 Las batallas rodearon el Alto Perú Las fuerzas patriotas de Bolívar y Sucre no pelearon
nunca en lo que hoy es Bolivia. La batalla de Tumusla sería la respuesta. http://
nuevodia.glradio.com/Versiones/20060806_006819/nota_244_316975.htm07/09/08.
46 “Chichas”, llamado más tarde “Regimiento de la victoria y libertad del Alto Perú”.
47 Medinaceli Denus, René, Ob. Cit. También llegaron 800 hombres de Tupiza,
hijos de tierra chicheña. Batalla de Tumusla http://www.opinion.com.bo/Portal.
html?CodNot=23111&CodSec=15 lunes, 08 de Septiembre de 2008. Cochabamba -
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La Táctica en las Batallas de la Historia
más una decena de heridos entre jefes y oficiales.48 Se desconocen las ba-
jas del enemigo, sin embargo, cayó muerto su comandante y último general
realista, Pedro Antonio Olañeta.49 Se tomaron 200 prisioneros, 20 oficiales,
bagajes, municiones, y la posesión de todo el parque de guerra de Olañeta.
El Barbarucho Valdés logró retirarse con su batallón “Unión” solamente para
postergar agonías, ya que tuvo que rendirse a Urdininea, como se dijo. En el
parte recibido, decía lacónicamente: “Fuimos 26 Jefes y Oficiales con 1.300
clases y soldados, los vencedores en la Batalla de Tumusla, efectuada frente al
río Tumusla y sobre el camino real y adyacencias del cerro, la tarde del Jueves
Santo [el 1º de abril de 1825, de las 3 de la tarde a las 7 de la noche”.
Julio Ortiz Linares, el más completo historiador de Medinaceli y Tumusla,50
señala que concluida la batalla de Tumusla, se generó una activa correspon-
dencia entre Medinaceli y Sucre, de la que se destacó carta formulada en estos
términos: “... Después de haber logrado la victoria, me propusieron capitula-
ción, a la cual la humanidad me ha exigido condescender, en virtud del llanto
y la sumisión con la que me lo expusieron, me hizo aceptar a ella. De lo cual y
todo lo acontecido esta feliz tarde y noche para la nueva patria (...) La batalla
se decidió de las tres de la tarde a las siete de la noche. Y en el momento de un
pequeño desahogo enviaré a V.E. el parte individual con detalles. Al concluir
ésta, he tenido de que el Gral. P. A. Olañeta acaba de expirar. Saludos a Vd.”.
Por su parte, Bolívar escribía a Medinaceli: “Abril 18 de 1825 (Perú): /
Señor Coronel Carlos Medinaceli: Últimamente escribí una nota especial al
Gral. Sucre, manifestando mis parabienes por la actitud de Ud. con respecto a
la lección vigorosa y campal que dio usted al último de los generales españoles
48 Desde luego, como ya se dijera tantas veces, resulta muy dif ícil hacer coincidir la
verdad formal con la verdad real en lo referente a pérdidas propias y ajenas cuando
de combates se trata ya que aún los partes oficiales no siempre suelen ser veraces
ya porque se exageran datos en más o en menos, según convenga; o, en su caso, se
redactan con fines políticos o pensando en cómo se escribirá luego la historia. De
todos modos resultará ilustrativo transcribir datos de alguna precisión formulados
por fuentes bolivianas: 156 muertos y 270 heridos Medinaceli Denus, René, Batalla de
Tumusla.
http://www.opinion.com.bo/Portal.html?CodNot=23111&CodSec=15 lunes, 08 de
Septiembre de 2008. Cochabamba - 11:53:52 Horas Visitante: 34338939.
49 Fuentes bolivianas precisan las bajas realistas en 509 muertos, incluido Olañeta y 734
heridos. http://nuevodia.glradio.com/Versiones/20060806_006819/nota_244_316975.
htm 05/09/08.
50 www.bolivia.com/Noticias/AutoNoticias/DetalleNoticia31346.asp - 49k - 05/09/08.
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Medinaceli y la Batalla de Tumusla
51 http://nuevodia.glradio.com/Versiones/20060806_006819/nota_244_316975.htm.
05/09/08
52 http://es.metapedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Ildefonso_Alvarez_de_Arenales.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
vincias Unidas del Río de La Plata a las que, en derecho, pertenecían, y a las
que los diputados del Alto Perú habían brindado su protagónica participación
en la declaración de independencia del año 1816; o si, por el contrario, se
declararían independientes del Perú, del Río de la Plata y de cualquier otra
potencia. En definitiva, el Congreso decidió constituir la República de Bolivia.
Por su parte, no puede soslayarse el hecho de que el Congreso General Cons-
tituyente de Buenos Aires, por decreto de 9 de mayo de 1825, declaró que
“aunque las cuatro provincias del Alto Perú, han pertenecido siempre a este
Estado, es la voluntad del congreso general constituyente, que ellas queden en
plena libertad para disponer de su suerte, según crean convenir a sus intereses
y a su felicidad”, despejando el camino a la independencia altoperuana.53 El
diputado José Mariano Serrano, con una envidiable economía de lenguaje,
expresó en el acta de la independencia de Bolivia redactada en el Congreso
del que fuera presidente: “El mundo sabe que el Alto Perú ha sido en el conti-
nente de América, el ara donde vertió la primera sangre de los libres y la tierra
donde existe la tumba del último de los tiranos”.54
Bibliograf ía
Beruti, Juan Manuel. Memorias curiosas de los sujetos que han sido gobernadores y
virreyes de las provincias del Río de la Plata; como de los señores alcaldes ordina-
rios de 1º y 2º voto, y síndicos procuradores del ilustrísimo Cabildo de Buenos Ayres
desde el año de 1717 hasta este de 1789, en que saqué esta copia de un manuscrito
original que me prestó un amigo; y yo Juan Manuel Beruti, lo sigue desde este pre-
sente año de 1790, aumentándole otras noticias más que ocurra, dignas de notarse,
Buenos Aires, Senado de la Nación, Biblioteca de Mayo, Tomo IV (de XIX), 1960.
Carrillo, Joaquín, Jujuy provincia federal argentina. Apuntes de su historia civil (Con
muchos documentos), Buenos Aires, 1877.
Frías, Bernardo, Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta o sea
de la independencia argentina, Tomo V, Buenos Aires, 1973.
García Camba, Andrés, Memorias del General García Camba para la historia de las
armas españolas en el Perú 1822-1825, Tomos I y II y último, Madrid, Colección
Ayacucho dirigida por Rufino Blanco Fombona, sin fecha de edición ni colofón.
Leguizamón, Juan Martín, “Límites con Bolivia”, artículos publicados en “La Demo-
cracia” de Salta / por /D… -Jurisdicción histórica de Salta sobre Tarija por D.
Casiano J. Goytia / Y / Apuntes Históricos / de la / Provincia de Salta / en la época
del coloniaje / por / D. Mariano Zorreguieta. / Publicación ordenada por el Exmo.
Gobierno. Salta. 1872. Imprenta Argentina. 1872. Salta.
| 110
Medinaceli y la Batalla de Tumusla
Internet
Breña, Roberto. El primer liberalismo español y la emancipación de América: tra-
dición y reforma. El Colegio de México. Presentado en el Seminario de Historia
Intelectual. El Colegio de México. Diciembre de 2002
http://shial.colmex.mx/SHI/RobertoBrenadic2002.pdf. Citado con autorización del
autor.15/09/08)
Cortés, Manuel José. Ensayo sobre la historia de Bolivia. 1861. Sucre. Imprenta de
Beeche. Google.books.
Medinaceli Denus, René, Batalla de Tumusla, http://www.opinion.com.bo/Portal.
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bamba - 11:53:52 Horas Visitante :34338939.
Medinaceli, Víctor Hugo, A propósito de la Batalla de Tumusla, http://www.eldiario.
net/noticias/nt080525/6_03clt.php (02/09/08).
Meléndez M. Joel J. Prof. El mariscal Antonio José de Sucre, su gloria y el ocaso.
http://servicio.cid.uc.edu.ve/educacion/revista/a6n11/6-11-9.pdf
Olañeta. Biograf ía de (En inglés) www.famousamericans.net/pedroantoniodeolane-
ta/ 04/09/08.
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de Potosí, Bolivia. Edición del día Jueves 9 de marzo del año 2006. http://www.
elpotosi.net/2006/0309/n_p__10.html 21/09/08.
Weinberg, Félix. Un anónimo poema gauchesco de 1825 sobre la Guerra de la Inde-
pendencia [edición de]
http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/acadLetArg/
01349442022137388866802/p0000002.htm#I_3_ 21/09/08.
http://www.camdipsalta.gov.ar/INFSALTA/suipacha.htm. 12/09/08.
http://es.metapedia.org/wiki/Jos%C3%A9_Ildefonso_Alvarez_de_Arenales.
12/09/08.
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http://www.e-ciencia.com/recursos/enciclopedia/Batalla_del_Tumuslael Tumusla
De Wikipedia, la enciclopedia libre 01/09/08.
http://www.opinion.com.bo/Portal.html?CodNot=23111&CodSec=15 08 de Sep-
tiembre de 2008 De Wikipedia, la enciclopedia libre. 08/09/08.
http://www.eldiario.net/noticias/nt080525/6_03clt.php 04/09/08.
http://shial.colmex.mx/SHI/RobertoBrenadic2002.pdf. Citado con autorización del
autor. 17/09/08.
http://elnuevodia.com/Versiones/20060806_006819/nota_244_316976.htm 7/09/08
01-22/09/08 En el diario “ El Nuevo Día” de Santa Cruz, Bolivia, se encuentran
los siguientes artículos relacionado con la batalla de Tumusla: 8 de junio de 2007:
Lofstrom Masterson, William La presidencia de Sucre rompió el pasado colonial;
http://elnuevodia.info/versiones/20070806_007179/nota_244_462809.htm Sin
firma: “La independencia se consiguió con héroes y “dos caras” http://elnuevodia.
info/versiones/20060806_006819/nota_244_316976.htm y Sin firma: “Las bata-
llas rodearon el Alto Perú” http://elnuevodia.info/versiones/ 20060806_006819/
nota_244_316975.htm
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MITRE Y
LA BATALLA DE CURUPAYTÍ
Jorge Osvaldo Sillone
Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Magíster en Historia de la Guerra, licen-
ciado en Estrategia y Organización, licenciado en Administración y Gestión de la Edu-
cación, y profesor en Historia. Actualmente se desempeña en la Escuela Superior de
Guerra como profesor de Historia Militar Contemporánea y de Historia de la Guerra
en los cursos de grado y post grado. Es investigador principal de las Guerras del siglo
XX en la Comisión de Estudio e Investigación de Historia. Autor de trabajos relacio-
nados con la Historia y el Campo de la Defensa publicados en el país y en el exterior.
Mitre y la Batalla de Curupaytí1
Mg Jorge Osvaldo Sillone
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Ilustración 1.
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
Parte I
3 Thompsom, Jorge, La guerra del Paraguay, Buenos Aires, Impr. Americana, 1869.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Confiar en que la misión de fuego había sido eficaz era natural para esa épo-
ca donde las comunicaciones y las verificaciones de la información en tiempo
real eran extremadamente difíciles rayando en lo imposible. Por lo tanto, la
infantería marchó a conquistar las posiciones paraguayas, confiando en que las
capacidades de combate iniciales de estas habían disminuido sensiblemente.
Bajo el mando directo de los generales Paunero y Emilio Mitre, 9000 ar-
gentinos y 400 uruguayos se lanzaron al ataque. Otros 10.000 brasileños, con-
ducidos por el general Manuel Marques de Souza, barón de Porto Alegre,
hacían lo propio. Eran, en total, 28 cuerpos, a los que se sumaron posterior-
mente otros 15 batallones argentinos y 9 cuerpos brasileños que quedaron
formando la reserva y que más tarde tomaron parte del asalto. En total, eran
20.000 aliados. En Curupaytí los esperaban 5.000 soldados paraguayos con 49
piezas de artillería comandados por el General José Eduvigis Díaz.
La acción de la defensa paraguaya fue heroica ante el avance de la infan-
tería aliada, con la masa de sus efectivos provenientes de Buenos Aires. El
concepto de la maniobra efectuada no fue original de Mitre, ya que éste favo-
recía en los planes la concepción de atacar por la retaguardia de las posiciones
enemigas. Sobre este tema volveremos en la Parte II.
Los defensores actuaron con una barrera de fuego que, prácticamente, arrasó
a los iniciales efectivos que intentaron asaltar la posición. El terreno dominante
de la defensa había preparado corredores de fuego, aprovechando las caracterís-
ticas del terreno, por lo que la infantería aliada no disponía de ningún margen de
maniobra, y estaba a merced del fuego enemigo en forma constante.
Las dos columnas centrales se sostuvieron un mayor tiempo combatiendo
de frente a la posición, sin poder alcanzar los objetivos deseados. Allí, sobre el
campo de combate, se comprobó que el fuego realizado por la escuadra había
resultado ineficaz, al pasar sus cohetes por encima de las posiciones paragua-
yas y no afectarlas. El honor y la bravura eran insuficientes ante la posición
fuertemente defendida por los paraguayos en Curupaytí. Toda la ofensiva fue
rechazada, realizándose una retirada. La masa de los efectivos alcanzó la lo-
calidad de Curuzú a las 1700 hs (ilus. 2).
Con posterioridad a esta acción militar, las operaciones quedaron parali-
zadas casi por catorce meses. La única actividad militar era desarrollada por
la escuadra que bombardeaba con fuego de hostigamiento a las posiciones
paraguayas y les impedía un repliegue medianamente ordenado. En esta apre-
tada síntesis y con los mapas que nos sirven de guía, hemos recreado el relato
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
histórico de una de las acciones militares que más llenan de gloria a la Infan-
tería argentina, por ser ella el ejemplo del coraje, la abnegación, la entrega, la
subordinación; cualidades todas que describen las características del soldado
argentino a través de las distintas épocas.
Ilustración 2.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Parte II
4 Anónimo, “Cuento de Campamento”, en Soto, José C., Álbum de la Guerra del Para-
guay, Tomo 1, 1894, pág. 176.
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
Ilustración 3.
¡CURUPAYTI!
CURUPAYTI!... Curupayti imponente
Ha puesto en batería sus cañones,
Y un batallón Y muchos batallones
Al asalto se lanzan fieramente.
Ya silba la metralla… ya valiente
Sucumbe una legión y otras legiones
Marchan a colocar en los bastiones
La escala que el cañón troncha rugiente.
¡No se puede tomar!... y en los confines
Se oye sonar el son de “retirada”
Que repiten con fuerza los clarines.
No se pudo vencer en la jornada…
Pero la alianza coronó sus fines
Y la que fue intomable, fue tomada!
B. V. CHARRAS
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La Táctica en las Batallas de la Historia
5 Soto, José C., Álbum de la Guerra del Paraguay, Tomo 1, 1894. Con el título de “¡Jus-
ticia a los muertos!”, existe un trabajo firmado por Juan José Biedma donde detalla la
necesidad de reconocimiento a los combatientes y denuncia que pese a existir leyes
sancionadas para reparaciones históricas a efectos de erigir monumentos o repatriar
restos, las mismas, a la fecha (Bs As 30 de Julio de 1983), no se cumplían.
6 Soto, José C., Ob. cit., pág. 270.
7 NdA: Se refiere al ingeniero escocés R. Thompson, autor de la obra Historia de la Gue-
rra del Paraguay.
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
A esa hora, el enorme foso estaba lleno de agua, lodo, sangre, faginas,
escalas, cadáveres y heridos; detrás, el abatís sembrado de víctimas de su
arrojo; algunos pasos mas allá el parapeto con la tierra extraída de la zanja,
y en último término, la línea de cabezas con morriones de cuero y brazos
que disparaban sin cesar los fusiles que otras dos líneas que no se veían, les
pasaban cargados.
Empezaron a faltar las municiones, nuestras banderas rodeadas por pe-
queños grupos aún ondeaban sobre el campo de combate en la orilla del foso,
pero ya el desastre se había producido. Por nuestra parte, Rosetti, Fraga, Char-
lone, Díaz, Sarmiento, Córdoba, Nicolorich, Portela, Paz y algunos centenares
más de víctimas ilustres habían sacrificado sus vidas al pie de los abatís por el
honor de la bandera y para gloria del ejército argentino.
A pesar del contraste, la retirada se hacía en el mayor orden. El enemigo,
cuyas pérdidas eran relativamente insignificantes, quedó tan aterrado con el
asalto a fondo de la Alianza, que no se atrevió a lanzar ni la más pequeña gue-
rrilla fuera de sus fosos y sobre retaguardia del ejército en retirada.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
11 http://www.todo-argentina.net/historia/org_nac/mitre/imagenes/curupaiti.jpg.
La imagen que se muestra es del autor y refleja parte de su visión sobre Curupaytí.
12 Garmendia, José L., “Recuerdos de la Guerra del Paraguay - Campaña de Corrientes y
de Río Grande”, en Manual de Historia Militar, tomo II, Buenos Aires, Escuela Supe-
rior de Guerra, 1980.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
“El plan de atacar a Curupay ti nunca fue plan del general Mitre, pues
siempre sostuvo este ilustre estratégico el movimiento envolvente por la de-
recha, que decidió mas tarde la campaña de Humaytá.”
“Si el general accedió, contra su plan primitivo a la operación sobre Curu-
pay ti, fue por las ventajas indiscutibles que ofrecía el poderoso auxiliar de
la escuadra y la brillante victoria del bravo Porto Alegre, como también las
seguridades que le dio el Almirante Tamandaré de arrasar aquel campo atrin-
cherado y preparar el asalto casi sin efusión de sangre, (junta de guerra del 8
de Setiembre). “Además, quedó convenido que el día del ataque no se llevaría
este a cabo hasta el momento preciso en que estuvieran completamente des-
truidas las baterías enemigas y apagados sus fuegos, en cuyo único caso, se
haría una señal desde la escuadra que fijaría el momento de iniciar el ataque”.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
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La Táctica en las Batallas de la Historia
14 Peterson, Harold F., “La Guerra con el Paraguay: Defensa de los derechos diplomáticos,
1865 – 1870”, en La Argentina y los Estados Unidos: 1810-1914, Buenos Aires, Editorial
Hyspamerica, 1985.
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Mitre y la Batalla de Curupaytí
15 Peterson, Harold F., Ob. cit., pág. 221. “El ministro contra el almirante”.
16 Peterson, Harold F., Ob. cit.. Cita estas especulaciones y afirmaciones mencionando el
trabajo de Charles C Hyde, International Law: Chiefly as Interpreted and Applied by
the United States, Boston, Litle, Brown and C, 1951.
17 Peterson, Harold F., Ob. cit., pág. 223, cita (número 22) a José Antonio Saravia, ministro
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Reflexiones finales
Técnicamente, Curupaytí es el fracaso de un ataque frontal sin reconoci-
miento previo contra una posición prácticamente inexpugnable. Tal acción
tuvo un valor estratégico, ya que paralizó las operaciones de los aliados casi
durante un año.
Además, tuvo consecuencias en la política interior argentina ya que se cri-
ticó duramente la presencia de Mitre en el Teatro de operaciones, y el haber
dejado Buenos Aires y la República a cargo del vicepresidente. La derrota avi-
vó las protestas y el sentimiento generalizado contra la guerra, generando una
serie de acciones en contra del gobierno en diversas provincias .
El heroísmo demostrado y documentado por diversos autores presencia-
les de ambos bandos puesto de manifiesto por los efectivos argentinos en el
asalto a Curupaytí es un ejemplo para las generaciones futuras, del cumpli-
miento del deber militar y el sacrificio ofrendado en el marco de la institución
militar, sostén de la República.
Pasaron los años, y recordar este hecho histórico es, para el ejército argen-
tino, un ejemplo, ya que su Comandante en Jefe en operaciones asumió todas
las responsabilidades del día, sin ser plenamente responsable de muchos erro-
res que llevaron al resultado conocido; la conducción de los jefes y oficiales
se destacó porque hicieron un despliegue de coraje en el cumplimiento de
las misiones impuestas y la tropa en su conjunto, ya que compartieron las
| 134
Mitre y la Batalla de Curupaytí
Bibliograf ía
Beverína, Juan, La Guerra del Paraguay, Tomo II: Las Operaciones, Buenos. Aires,
Establecimiento Gráfico Ferrari Hnos, 1921.
Beverina, Juan, La guerra del Paraguay: 1865-1870, resumen histórico, Buenos Aires,
Círculo Militar, 1973, Vols. 652-653.
Garmendia, José L., “Recuerdos de la Guerra del Paraguay - Campaña de Corrientes
y de Río Grande”, en Manual de Historia Militar, tomo II, Buenos Aires, Escuela
Superior de Guerra, 1980.
Peterson, Harold F., “La Guerra con el Paraguay: Defensa de los derechos diplomáti-
cos, 1865 – 1870”, en La Argentina y los Estados Unidos: 1810-1914, Buenos Aires,
Editorial Hyspamerica, 1985.
Soto, José C., Álbum de la Guerra del Paraguay, Tomo 1, 1894.
135 |
BUENDÍA Y
LA BATALLA DE TARAPACÁ
Horacio E. Morales
Teniente Coronel (R) del Ejército Argentino. Cursó la Maestría en Historia de la Guerra
en la Escuela Superior de Guerra. Actualmente se desempeña como Vicepresidente de
la Junta de Estudios Históricos del Partido General San Martín, el Instituto Nacional
Belgraniano, la Asociación Cultural Sanmartiniana y el Instituto de Investigaciones
“Brigadier General Juan Manuel de Rosas”. Colaboró con diversas instituciones y rea-
lizó numerosas disertaciones relacionadas con temas históricos en institutos, jornadas
y seminarios.
Buendía y la Batalla de Tarapacá
Tcnl (R) Horacio E. Morales
Introducción
La Guerra del Pacífico enfrentó a los pueblos de Chile, Perú y Bolivia entre
los años 1879 y 1883. Tuvo consecuencias directas para nuestro país y su es-
tudio revista particular interés en la Historia Militar Sudamericana.
1. Antecedentes históricos:
Las guerras por la independencia libradas en las colonias españolas en
América, a partir de 1810, dieron paso a la creación de naciones independien-
tes, reconociendo como límites políticos los fijados por la corona, fundados
en el principio del Uti possidetis de 1810. En el presente caso, reconocía como
límite entre Bolivia y Chile al río Salado o Paposo, a 25º 2’ de latitud Sur. Des-
de este río, hacia el Norte, hasta el río Loa se encontraba la provincia bolivia-
na de Atacama o Antofagasta, única salida al mar que disponía la nación.1 Del
río Loa hacia el Norte, se extendía la provincia peruana de Tarapacá.
Mientras los territorios americanos dependieron de la corona española,
sus límites representaron simples divisiones administrativas, sin registrarse
incidentes fronterizos. Los estados sudamericanos iniciaron su vida inde-
pendiente “sin la convicción profunda de cuáles eran sus verdaderos límites
en el sentido nacional político de tal concepto”.2 Posteriormente, cuestiones
políticas, económicas, sociales, de aislamiento, etc., provocaron que no se
respetara la anterior división de las colonias, dando origen a largas dispu-
tas entre pueblos hermanos, finalizando algunos en sangrientos y costosos
conflictos armados.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
| 140
Buendía y la Batalla de Tarapacá
3. Teatro de Operaciones:
Se divide, de acuerdo con sus características, en tres zonas:
4. Situación Militar
a. Bolivia8
1) Ejército de Línea: de un efectivo inicial de 2.000 hombres, se incremen-
tó a 7.000 al inicio de la guerra. Su instrucción era deficiente. Recibió
un préstamo del Perú de 1.000 fusiles Chassepot y adquirió 5.000 fusi-
les Remington modelo español 1871.
2) Guardia Civil: disponía de 50.000 hombres sin instrucción ni armamento.
3) Armada de Guerra; no disponía de fuerzas navales.
141 |
La Táctica en las Batallas de la Historia
b. Perú9
1) Ejército de Línea: un efectivo de 7.000 hombres, con escasa instrucción.
Disponía de fusiles Chassepot, y al inicio de las operaciones, Bolivia le
facilitó 2.200 Remington.
2) Guardia Nacional: con un efectivo de 65.000 hombres, carecía de ade-
cuadas previsiones y no disponía de medios para su movilización.
3) Armada de Guerra: disponía de dos acorazados y dos corbetas.
c. Chile10
1) Ejército de Línea: disponía de un efectivo de 2.500 hombres, discipli-
nados e instruidos. La infantería estaba provista de fusiles Comblain.
La caballería, de carabinas Spencer y Remington y sable. La artillería
contaba con doce cañones de montaña modelo 1867 y cuatro cañones
de campaña sistema Krupp modelo 1873.
2) Guardia Nacional: su movilización fue parcial e improvisada.
3) Armada de Guerra: la más importante del Pacífico Sur. Disponía de
cuatro corbetas, dos acorazados y una cañonera, además de infantería
de marina. Su instrucción era eficiente. Algunos oficiales se habían ca-
pacitado en el extranjero.
9 Revista “Santa Bárbara”, Nro 34, Bs.As., Jun 2008, pág. 51.
10 Civati Bernasconi, Obra citada, pág. 449.
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Buendía y la Batalla de Tarapacá
Campaña de Tarapacá
Habiendo ocupado Chile el litoral boliviano, se dedicó a preparar el Ejér-
cito del Norte, destinado a ejecutar operaciones más importantes. Los aliados
concentrados en Tarapacá, se organizaban a la espera del momento en que los
chilenos pasasen a la ofensiva en territorio peruano. Para Chile era necesaria
la ocupación militar de la Provincia de Tarapacá, creyendo que con su domi-
nio se concluiría la campaña.
El 21 de setiembre de 1879, el presidente chileno, Aníbal Pinto, le envió
al Ministro de Guerra en campaña, Rafael Sotomayor, el siguiente despacho:
“Destruido el ejército peruano de Tarapacá y demás de ese departamento,
considero concluida la guerra”.13 El 1ro de octubre de 1879 ordenó la invasión
de Tarapacá.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Teatro de Operaciones
• Límites: el Departamento peruano de Tarapacá se extendía entre los
18º 56’ y los 21º 39’ de latitud Sur, y entre los 68º 25’ y los 70º 18’ de
longitud Oeste. Su litoral comprendía desde la desembocadura del río
Camarones hasta la desembocadura del río Loa. Abarcaba una superfi-
cie de 55.l76 kilómetros cuadrados.14
• Características del suelo: presenta zonas definidas y paralelas al mar, la
cadena de la costa y la Cordillera de los Andes, separadas ambas por el
desierto del Tamarugal. “La pampa o desierto del Tamarugal, desde el
Norte al Sur del Departamento de Tarapacá forma una zona arenosa,
sin vida, y separa el borde oriental de la cadena de la Costa, de los pri-
meros contrafuertes de los Andes. El ancho medio de la pampa, alcanza
los 50 Km”.15
• Hidrograf ía: sólo dos ríos la atraviesan, el Camarones y el Loa.
• Clima: en la zona costera el clima es bueno, con temperatura media de
18º. En el desierto del Tamarugal el clima es seco. Tiene una amplitud
térmica extrema entre el día y la noche con diferencias hasta de 40º.
En la Cordillera de los Andes el clima varía según la altitud, desciende
bruscamente a partir de los 3.000 metros.
• Recursos naturales: en todo Tarapacá, pero especialmente en su litoral
y en el desierto, la falta de agua para consumo es absoluta.
• Disponibilidad de caminos: con limitadas vías de comunicación, el Depar-
tamento estaba unido al resto del país y con el exterior por vía marítima.
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Buendía y la Batalla de Tarapacá
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Buendía y la Batalla de Tarapacá
La Batalla
Teniendo en cuenta los informes recibidos del comandante Vergara, el coro-
nel Arteaga resolvió, el día 26 a la noche, atacar a los peruanos al día siguiente. El
plan de ataque chileno disponía dividir los efectivos disponibles en tres columnas,
dos de las cuales descenderían a la quebrada por Quillahuasa y Huarasiña.
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Buendía y la Batalla de Tarapacá
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27 Paz Soldán, Mariano Felipe, Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y
Bolivia”, Bs.As., Imprenta y Librería de Mayo, Cap XIII, 1884, pág.349.
28 Paz Soldán, Obra citada, Cap XIII, pág.359.
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Buendía y la Batalla de Tarapacá
Bibliograf ía
Boletín de la Guerra del Pacífico, Año I, núm. 1, Santiago de Chile, abril 14 de 1879
hasta mayo 16 de 1881.
Caceres, Andrés, Memorias de la Guerra del 79, Lima, 1ra edición, Biblioteca Militar
del Oficial núm. 40, 1976.
Caceres, Andrés, La Guerra entre el Perú y Chile (1879-1883), Bs.As., Editora Inter-
nacional, 1924.
Civati Bernasconi, Edmundo, La Guerra del Pacífico (1879-1883), Bs.As., Círculo Mi-
litar, vol. 329 y 330, Tomo I y II, 1ra edición, 1946.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Dellepiane, Carlos, Historia Militar del Perú, Bs.As., Círculo Militar, vol. 269, Tomo
II, Tercer Edición, 1941.
Paz Soldan, Mariano, Narración Histórica de la Guerra de Chile contra el Perú y Boli-
via, Bs.As., Imprenta y Librería de Mayo, 1ra edición, 1884.
Comisión del Arma de Artillería, Revista “Santa Bárbara”, núm. 34, Jun 2008.
Thorndike, Guillermo, ¡Paso de Vencedores!, Lima, Comisión Permanente de Historia
del Ejército, 1ra edición, 1999.
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ESTIGARRIBIA Y
LA BATALLA DE
NANAWA CAMPO VÍA
Juan Sancho Vilarullo
Mayor del Ejército Arentino. Es alumno de la Maestría en Historia de la Guerra en la
Escuela Superior de Guerra y miembro del Equipo de Investigación en Historia Militar
de la misma institución.
Estigarribia y
la Batalla de Nanawa – Campo Vía
My Juan Sancho Vilarullo
M i intención es hacer una breve recorrida por la Guerra del Chaco, una
guerra sangrienta que sepultó las expectativas de una nación de con-
vertirse en una potencia regional y permitió el resurgir de otra (Paraguay), a
la que un conflicto anterior había condenado a la miseria.
Por su ubicación en la historia, este episodio bélico se constituyó en un es-
cenario de pruebas de armamentos y tácticas entre la primera y segunda gue-
rra mundial. Algunos personajes de la primera se encontraron y enfrentaron,
adaptando la realidad que les había tocado vivir a la complicada geograf ía de
la zona. Así, a lo largo de estas pocas páginas nos reencontraremos con Be-
laieff, general ruso que peleó en el frente occidental, enfrentándose al general
alemán Kundt. También veremos a Víctor Almonacid, piloto argentino que
combatió por Francia, entre otros.
En el desarrollo de este artículo, nos centraremos en el relato de la batalla
de Nanawa-Campo Vía, una extraordinaria contraofensiva con la que Para-
guay frenó un avance que se desarrolló durante más de seis meses en una línea
que se extendía por más de 250 kilómetros, encerrando a dos divisiones del
ejercito boliviano en un triple cerco.
La guerra, según Kundt, era una sucesión de ataques frontales; su rival,
Estigarribia, la veía como una sucesión de oportunidades que le brindaba el
movimiento. Su llegada a Bolivia, luego de un breve exilio durante el cual los
bolivianos habían sufrido la dura derrota de Boquerón, lo había convertido
en poco menos que un salvador. Durante el tiempo que se extendió entre que
se produjo la destitución de Peñaranda como jefe del Ejército y la llegada del
alemán, las operaciones estuvieron conducidas por el general Lanza, quien,
asesorado por la Misión Española -que venía de la guerra de Marruecos-, ha-
bía preparado un ataque de vastas proporciones, que quedó en sus primeros
pasos de ejecución al asumir él la conducción del ejército.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
La historia fue ingrata con Lanza, fue él quien logró poner freno a la avan-
zada Paraguaya luego de Boquerón. Fue él quien obtuvo las primeras victorias
que estabilizaron el frente y organizó una avanzada que quedo trunca por la
llegada de la nueva gestión.
Kundt asumió el mando integral. Su llegada fue un alentador presagio para
un ejército que confiaba plenamente en él, y que ahora pensaba que sus derro-
tas de los últimos meses se debían a su ausencia. No quiso siquiera tener a su
lado un jefe de Estado Mayor, producto de su convicción de disponer de una
máquina incontrastable a la cual sólo le faltaba una dirección poderosa. La
suya. ¿Dónde conducirá su esfuerzo ahora Bolivia? ¿Dónde asestará el golpe
formidable y aniquilador?
En este pequeño esquema (ilus. 1), se pretende graficar la disyuntiva frente
a la cual se encontraba el comandante germano-boliviano: realizar un ataque
sobre el sector sur del dispositivo paraguayo en Nanawa, donde se encontra-
ban las defensas mejor acondicionadas, o rodear el frente por el norte y caer
sobre Boquerón por la espalda, arrastrando todos los fortines.
A continuación, se citará en forma textual una descripción de la zona de
Nanawa, hecha por el comandante Julio Guerrero, observador peruano en la
Guerra y autor del libro La Guerra del Chaco, publicado en Lima en noviem-
bre de 1933.
Ilustración 1.
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Estigarribia y la Batalla de Nanawa – Campo Vía
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Ilustración 2.
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Estigarribia y la Batalla de Nanawa – Campo Vía
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el resto continuaba su marcha a Campo Vía. Con esta unidad y otras traí-
das de otros sectores, se consiguió detener la progresión del Destacamento
“Paredes” en la senda Alihuata-Saavedra, que era un objetivo para el coronel
Peñaranda con la 4ta DI hasta lograr el enlace con la 9na DI.
El 15 de julio la 9na DI boliviana adoptó el dispositivo de ataque en el
sector Sur, dando frente a Pirizal. En el mes de agosto, el RI 20 “Aca Yuasá”,
en cumplimiento de la misión de defender Pirizal, se encontraba conformado
por tres batallones de infantería, el 3° BI con frente oeste y noroeste, el 2° BI
con frente sur y suroeste, y el 1° BI en la reserva.
El dispositivo adoptado contaba con un escalón de seguridad, un escalón
de defensa con líneas sucesivas de retardo y un escalón principal de defensa
avanzada. Los días 1 y 2 de agosto, Bolivia intensificó sus acciones de pa-
trullaje, actividades aéreas y las señales que hacían sus aviadores constituían
señales claras de una próxima ofensiva.
Las fuerzas paraguayas intensificaron las acciones de vigilancia para evitar ser
sorprendidos o desbordados por los muchos claros existentes. A las 1400 horas se
tomó contacto con la primera patrulla enemiga en el sector del 2° BI, al sur.
El día 3 de agosto, en el frente de Pirizal, se inició un ataque limitado,
logrando posicionarse en la extrema derecha en el monte y su izquierda no-
roeste apoyada en un monte, con un frente aproximado de 1000 metros, con
un elemento de nivel subunidad. Así, también la artillería boliviana inició con
fuego al parecer de reglaje en la zona de acción del 3° BI.
A las 1045 horas comenzó la presión sobre el escalón. En la zona de acción
del 3° BI, comenzó la concentración de fuerzas sobre el Pique Samakay y con-
siguió llegar hasta 1000 metros del escalón de seguridad. En el sector del 2°
BI, una compañía enemiga presiona, tomando contacto con las fuerzas que se
movilizan por el Pique Samakay.
A las 1445 horas, el 3° BI recibió fuego a caballo del Pique Samakay, por
ambos flancos sur y norte, con una subunidad en cada eje. A las 1630 horas, se
rompieron las líneas defensivas y se logró conquistar el camino Gondra-Pirizal.
En este momento, se despejó la situación, observándose que Bolivia buscaba
aferrar las posiciones defensivas paraguayas que se encontraban en el sector
Oeste, y desbordar posiciones por el noroeste y el suroeste, para conquistar y
mantener el camino Pirizal-Gondra, Pirizal-Nanawa, Pirizal-Rancho 8.
A las 1645 horas, el 1° BI, reserva, inició el contraataque en la dirección general
Pirizal-Gondra, restableciendo el control del camino dos horas más tarde, ante la
indecisión del enemigo, que no logró posesionarse efectivamente del mismo.
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Estigarribia y la Batalla de Nanawa – Campo Vía
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Ilustración 3.
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Estigarribia y la Batalla de Nanawa – Campo Vía
Esta fue la oportunidad aprovechada por el mariscal Estigarribia para sus dos
operaciones ofensivas. Tomando ventaja de la saliente de Gondra, ordenó realizar
un rápido envolvimiento con la finalidad de aprovechar un descuido en el frente
defensivo boliviano. Una rápida ofensiva dejó al RI 18 en el medio de un bolsón y
el tiempo y el calor obligaron a que 900 hombres se rindan casi sin haber luchado
en Pampa Grande, combate mas conocido como de Pozo Favorita.
Ante esta situación, Kundt, al borde de la renuncia o el suicidio, se dirigió
a La Paz a los efectos de requerir nuevos contingentes. Al ser recibido como
un héroe en la capital boliviana, se sintió cohibido de reconocer la terrible
situación en que se hallaban las tropas en el Chaco, y regresó al teatro de ope-
raciones sin nuevos refuerzos. Esta fue la causa de Campo Vía.
No obstante las apariencias, se había filtrado desde la primera línea de
combate, la incapacidad de Kundt para dar respuestas a los problemas de la
guerra. Por un lado, su resistencia a reconocer que la brillante estructura mi-
litar que había construido para Bolivia requería, para enfrentar el conflicto, de
algunas adecuaciones. Sobre todo de una importante movilización. Por otro
lado, la creciente desconfianza entre sus oficiales y su filtración en el espectro
político, sumado a la caída en la moral de la tropa luego de los sucesivos tras-
piés, configuraron una situación complicada para el alemán.
En octubre y noviembre de 1933, las patrullas aéreas y terrestres para-
guayas detectaron algunas brechas importantes en las líneas bolivianas en
Campo Vía. Estigarribia, silenciosamente, concentró sus fuerzas, y el 3 de
diciembre desencadenó una maniobra envolvente doble, que rodeó rápida-
mente las 4ta y 9na divisiones bolivianas.
Banzer informó exactamente de la situación que se estaba constituyendo
en su ala izquierda a Kundt, quien se limitó a reforzar ese sector con algunos
elementos de la 4ta DI. Se trataba de escasos contingentes, producto de que
se había mandado a descanso a algunos de ellos, con la finalidad de demostrar
que las cosas estaban en orden en el frente.
En el bando paraguayo, se habían acumulado todas las fuerzas posibles
para el golpe final. Los informes de la fuerza aérea sobre la situación del frente
boliviano eran tan dramáticos que Salamanca, el presidente boliviano, ordenó
que se realizara un repliegue ante el temor de lo que pudiera ocurrir entre
Gondra y Alihuata.
El 5 de diciembre se produjo el doble envolvimiento guaraní, con catorce
regimientos en el ala sur, y sólo doce por el ala norte. El 6, el movimiento llegó
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Ilustración 4.
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Estigarribia y la Batalla de Nanawa – Campo Vía
Bibliograf ía:
Benítez, Luis G., Manual de Historia Paraguaya, Asunción, Asunción, 1981.
Delgado, Nicolás, Historia de la Guerra del Chaco, Asunción, Ed. Industrias Graficas
Nobel S.R.L., 1985.
Fernández, Carlos José, La Guerra del Chaco, Buenos Aires, 1956.
Guerrero, Julio, La Guerra en el Chaco, Lima, Imprenta Scheuch, 1934.
Zook, David H, La Conducción de la Guerra del Chaco, Buenos Aires, Círculo Militar, 1962.
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EL EQUIPO DE COMBATE
GÜEMES Y
EL COMBATE EN LA
ALTURA 234
Alejandro Amendolara
Es abogado, graduado de la Universidad de Buenos Aires. Cursó la Maestría en Historia
de la Guerra en la Escuela Superior de Guerra “Tte Grl Luis María Campos” (ESG).
Es miembro de la Comisión Argentina de Historia Militar. Integra el proyecto de in-
vestigación “Los principios de la conducción como variable de estudio de la tensión
entre los niveles táctico operacional y estratégico a través de la Historia Militar”, para
el Área Historia Militar Sudamericana en la ESG. Ha participado y presentado trabajos
de investigación en los Congresos de la Comisión Internacional de Historia Militar
celebrados en Trieste (2008), Oporto (2009) y Amsterdam (2010). Es investigador sobre
el Conflicto de Malvinas de 1982, habiendo publicado artículos en medios nacionales
y británicos.
El Equipo de Combate Güemes
y el Combate en la Altura 234
Dr. Alejandro Amendolara
1 Van der Bijl, Nicholas, Nine Battles to Stanley, South Yorkshire, Pen & Sword, 199, pág. 95.
2 Van der Bijl, ob.cit., pág.96.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
La reunión duró unas dos horas, sin que hubiera preguntas, sino sólo un
murmullo a su culminación. Lo único que no se había compartido todavía con
los presentes, era la fecha y hora del Día D.
El 16 de mayo, un equipo de reconocimiento del SBS (Special Boat Ser-
vice) fue desembarcado en botes de goma desde la fragata HMS Alacrity al
sur de Bahía Ajax, y estableció un puesto de observación dominando Bahía
San Carlos. El mismo día, otro equipo fue reinsertado en su anterior sitio de
operaciones en Bahía Ajax.3 Sus informes de inteligencia daban cuenta de la
existencia de una compañía argentina en Fanning Head.
Tan sólo tres días después de las órdenes para el desembarco, Thompson
recibió malas noticias. El comodoro Micheal Clapp, al mando del Grupo de
Tareas Anfibio, recuerda que “el 16 recibimos información de una patrulla del
SBS de que allí ahora había una posición enemiga ocupando Fanning Head,
dominando la entrada del Estrecho San Carlos. Era posible, también, que no
fuera sólo para observar e informar, sino para provocar demoras sobre cual-
quier desembarco británico, si eligiéramos esa área. No lo sabía entonces, si
bien no resultaba dif ícil adivinar, que este Puesto de Observación poseía al-
gunas armas antitanque”.4
El 17 de mayo, un tercer equipo del SBS fue enviado desde la fragata HMS
Brillant para ocupar una posición de observación dominando Puerto San
Carlos. Sin embargo, cuando se aproximaba al área del blanco, sus efectivos
vieron luces y escucharon voces. Evidentemente, se confirmaba la presencia
de una compañía enemiga en las proximidades, por lo que abortaron su mi-
sión y regresaron al Brillant sin desembarcar en tierra.
Así, “la primera necesidad en el área de desembarco sería remover, por un
medio u otro, la amenaza de la posición argentina sobre Fanning Head, un
promontorio elevado de cerca de 800 pies de altura que dominaba la entrada
de Bahía San Carlos”.5
La repentina mención del “EC Güemes” ubicado en San Carlos en los
mensajes de Northwood, fue recibida con alarma en el Puesto de Mando de la
3rd Brigade Commando. “¿Acaso había identificado el enemigo las playas de
3 Parker, John. SBS – The Inside Story of the Special Boat Service, London, Headline Book
Publishing, 2004, pág. 311.
4 Clapp, Michael, Southby Taylour, Ewen, Amphibious Assault Falklands – The Battle of
San Carlos Water, South Yorkshire, Pen & Sword, pág. 127.
5 Middlebrook, Martin, Task Force – The Falklands War, 1982, London, Penguin Books,
1987, pág. 206.
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
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10 Ruiz Moreno, Isidoro J., Comandos en Acción – El Ejército en Malvinas, Buenos Aires,
Grupo Editores Planeta, 2007, pág. 112.
11 Túrolo, Carlos M. (h), Malvinas – Testimonio de su Gobernador, Buenos Aires, Editorial
Sudamericana, 1983, pág. 159.
12 Túrolo, Carlos M (h), ob.cit., pág. 160.
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
“El estrecho de San Carlos tiene en ese lugar un ancho de cuatro kilóme-
tros, y si bien el alcance máximo de tales morteros era de tres mil novecientos
cincuenta metros -lo que tornaba imposible batir eficazmente con ellos a na-
ves-, los cañones eran de tiro direccional y colocados en Fanning Head (altura
234), podían hacer blanco”.21
“Pocos lugares peores: existía un microclima especial, donde práctica-
mente no dejaba de llover y soplar viento. Además, como observatorio re-
sultaba un poco cuestionable, ya que a veces estaba envuelto por nubes bajas
que impedían la visión, o la niebla descendía sobre el valle y tampoco podía
distinguirse nada”.22 Cuatrocientas yardas al este de Fanning Head se encuen-
tra Partridge Valley, que es atravesado por una corriente de agua que desem-
boca en el mar, y a unos nueve kilómetros, también hacia el este, está Puerto
San Carlos. No existe un camino definido entre los dos y, si bien el terreno se
encuentra relativamente nivelado, la marcha es dura.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
“Eliminen a la Pandilla”
Para los británicos ahora resultaba vital descubrir discretamente el pode-
río del enemigo en el área de San Carlos, dónde estaban y qué hacían, ya que
una fuerza poderosa podría llegar a complicar seriamente todo el desembar-
co. Entonces, se recurrió una vez más a las operaciones del SBS para vigilar
Bahía San Carlos, pero como no había helicópteros al replegarse el portaavio-
nes HMS Hermes más allá del horizonte tras el ataque sobre la Isla Borbón, la
información dependía completamente de Northwood y de las operaciones del
SBS, particularmente de la patrulla de Bahía Ajax.24
Pronto quedó en evidencia que el Equipo de Combate no era una patru-
lla de avanzada, y debido a que aun una unidad pequeña podía crear proble-
mas, tal como lo había hecho Keith Mills, Julian Thompson emitió órdenes
para las Fuerzas de Avanzada para destruir al enemigo en Fanning Head. El
3 Para se encargaría del puesto de base de la patrulla en Puerto San Carlos
luego del desembarco.25
El poderío enemigo informado era insuficiente como para disparar un
cambio en el sitio de desembarco, pero ahora resultaba importante que a esta
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
26 Freedman, Lawrence, The Official History of the Falklands Campaign – Vol.II: War and
Diplomacy, pág. 462.
27 Freedman, Lawrence, ob.cit., pág. 462.
28 Middlebrook, Martin, ob.cit., pág. 206.
29 Middlebrook, Martin, ob.cit., pág. 206.
30 McManners, Hugh, Falklands Commando - A Soldier’s Eye View of the Land War,
Harper Collins Pub. Ltd, 2002, pág. 131.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
adelante para “arriarlos” lejos de sus cañones. Una vez que no pudieran estar
en condiciones de disparar a la flota en el mar, intentaríamos tomarlos prisio-
neros. Tomamos un lingüista de español y un sistema de altoparlante portátil
con la idea de quedar dentro de su alcance (habiendo disparado algunas salvas
de cañón por atrás), y llamarlos para entregarse. Entonces dirigiría los pro-
yectiles aproximándose a ellos, y si al final aún se resistían a rendirse, tendría
que enviarlos sobre ellos”.31
El capitán Rod Bell acompañaría la patrulla. Basado en la limitada infor-
mación disponible, el plan era que el SBS fuera a tierra, poco antes de los
desembarcos para invitar a los argentinos a rendirse, lo que determinaría su
voluntad de combate.32
Se inicia la invasión
Poco después de la medianoche del 21 de mayo, el Grupo de Desembarco
se deslizó hacia los estrechos que custodiaban Bahía San Carlos. “El Fearless,
Intrepid y Yarmouth encabezaron el grupo hacia San Carlos, seguidos por el
Plymouth, Brillant, Canberra, Norland, Stromness y Fort Austin. Detrás venían
los cinco LSL y el Europic Ferry, escoltados por el Broadsword y Argonaut”.33
El último informe de inteligencia sobre el sector de Puerto San Carlos fue
pasado al 3 SBS, y entonces el Antrim lanzó al heroico “Humphrey”, que había
sido equipado con una cámara de imágenes térmicas. “Uno de los helicópte-
ros era el Wessex 3 propio del Antrim, equipado con radar y piloteado por el
capitán de corbeta Ian Stanley y su tripulación, que tan bien lo habían hecho
en la recaptura de Georgias del Sur; el segundo era un Wessex 5 piloteado por
el teniente Mike Crabtree, del 845 Squadron. Los helicópteros realizaron sus
primeras salidas cuando el Antrim aún estaba a unas 40 millas de distancia”.34
El helicóptero de Stanley desembarcó una pequeña partida del SBS para
que guiara más tarde al grupo principal. El helicóptero de Crabtree llevaba
un “detector de imágenes termales”, una pieza de moderno equipamiento que
mapeaba toda la superficie en una serie de barridas e identificaba la posición
exacta de los argentinos a partir del calor corporal.35
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
Se desató un intenso fuego naval desde varios navíos. Estos disparos ca-
yeron próximos al equipo de comunicaciones, aparentemente localizado por
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Para las 2.30 am, el Antrim había solucionado la falla y machacó Fanning
Head. Reyes ordenó suspender el fuego con los cañones sin retroceso y cam-
biar de posición. Mientras tanto, los dos morteros de 81mm continúan ba-
tiendo al enemigo, sin que puedan apreciarse los efectos de su acción.
En tanto, los efectivos británicos observaban el espectáculo. Recuerda
McManners: “Pudimos ver a la distancia en el estrecho el débil resplandor de
los cañones del Antrim como un recordatorio de las veinte salvas disparadas
-un total de 40 proyectiles. Entonces siguió un silencio, un silbido estremece-
dor y un breve silencio. Ordené proyectiles de fragmentación (que explotan
a 50 pies encima del terreno), y cuando llegaron, la noche se transformó en
día. El sonido hueco de las explosiones llegó segundos después. Los huecos
en medio se llenaban con exclamaciones y palabrotas de la patrulla, quie-
nes nunca habían visto cañones navales trabajando. Me sentía un poco como
Merlín desatando las fuerzas de la oscuridad”.45
44 McManners, Hugh, Forgotten Voices of the Falklands, London, Ebury Press, 2007, pág. 196.
45 McManners, Hugh, ob.cit., pág. 142-143.
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La Táctica en las Batallas de la Historia
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
Reyes asumió entonces que estaba emboscado por los británicos, por lo
que decidió intentar una acción ofensiva para romper el cerco. Junto con seis
hombres, entre ellos el sargento Colque y los soldados Cepeda y Bergero,
marcharon en procura de rodear otra altura y sorprender a los enemigos por
un flanco. Previo a ello, les ordenó a los cabos Godoy y Sánchez que trataran
de marchar hacia Puerto San Carlos para dar la novedad de los buques al jefe
del EC Güemes, mientras aseguraba que los dos heridos quedaran junto al
cabo Torres detrás de unas rocas.
“El objetivo era tratar de contrarrestar el nido de ametralladora desde don-
de nos estaban tirando, a unos trescientos metros hacia arriba. Empezamos a
correr, cuerpo a tierra, correr, cuerpo a tierra, después a subir, subir, subir, y
no llegábamos nunca. Cuando llegamos a la cima, miramos y no había nada.
Colque se adelantó y ahí fue cuando lo perdimos. Una onda expansiva de un
proyectil lo había dejado medio atontado, caminó solo, sin rumbo, durante
tres días, hasta que lo capturaron”.56
“Cuando comenzaron a descender por el faldeo opuesto a la elevación en que
se hallaban, quedó ante sus vistas toda la operación de desembarco inglesa”.57
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La Táctica en las Batallas de la Historia
eran. Sin otra alternativa, el cabo Sánchez y los dos conscriptos arrojaron sus
fusiles lejos de sí, como para que los ingleses no los encontraran y, enarbo-
lando una improvisada bandera blanca, se dirigieron con cautela hacia donde
estaba el grupo enemigo”.58
“Una sección fue enviada colina abajo para buscar a los enemigos heridos
-otra cosa insegura de hacer en vista de la cantidad de enemigos que habían
desaparecido en el área-, pero nuevamente nuestra lógica era humanitaria,
no militar. La sección encontró cuatro bajas que habían sufrido heridas de
bala y fueron tratados con morfina y vendas (y más tarde llevados en vuelo a
un buque hospital británico). La búsqueda fue un proceso prolongado y afor-
tunadamente no hubo más disparos de quienquiera hubiera permanecido, al
menos de la compañía de armas pesadas”.59
Ya en manos británicas, llegaron hasta donde estaba refugiado el último
de los soldados que había sido alcanzado por el fuego inglés. “El conscripto
se quiso levantar pero el médico le hizo señas de que no se moviera y, previo
darle una tableta de chocolate, le hizo una cuidadosa curación; después le
indicó que dejara una tela a su costado para que un helicóptero lo ubicara y
recogiera, y el grupo prosiguió en la búsqueda del resto de las bajas. Mientras
iban caminando, pudieron observar otros de los ataques aéreos a los buques
ingleses efectuados por aviones Mirage de la Fuerza Aérea Argentina”.60
Más tarde encontraron al cabo Torres, quien se hallaba con otros cinco
soldados en el punto en que la fracción se había separado, en la madrugada,
al recibir el fuego de las armas automáticas británicas. Luego de un breve in-
cidente, pues Torres no quería entregarse y llegó a cargar su fusil y apuntarlo
contra los ingleses, todos fueron tomados prisioneros. Los tres conscriptos
que se encontraban heridos recibieron rápidamente asistencia médica, siendo
luego trasladados en helicópteros hacia los buques británicos. El resto de los
efectivos capturados siguieron su camino bajo la custodia de los efectivos del
SBS, los cuales fueron relevados más tarde.
Repliegue Final
Ya en plena penumbra matutina, y con el desembarco británico en ple-
no apogeo, con gran movimiento de fragatas, buques logísticos, lanchones
de desembarco y helicópteros, el subteniente Reyes pudo reunir once de sus
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
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La Táctica en las Batallas de la Historia
Mientras tanto, en Puerto San Carlos, “con las primeras luces se comenzó
a tener un cuadro real de la situación, al observarse con toda nitidez, y la pre-
sencia de numerosos navíos enemigos de combate y transporte. De estos últi-
mos se desprendían numerosas barcazas que ganaban la costa, mientras que
una nube de helicópteros transportaba abastecimientos, y otros sobrevolaban
las alturas, en la búsqueda, seguramente, de los defensores argentinos. A las
8.30 hs., se logró establecer contacto con la Fuerza de Tareas Mercedes, y a
través de ella, el jefe de fracción informó la novedad que tenía ante su vista”.65
El objetivo y misión del EC Güemes se había logrado. “Finalmente a tra-
vés de Darwin nos llegó la información del teniente primero Esteban de que
cuatro barcos penetraban en la Bahía San Carlos. Serían las ocho y treinta
de la mañana. Enseguida hicimos un parte al continente informando lo de
los cuatro barcos y pidiendo apoyo aéreo, recordando aquello de los blancos
rentables”66, recuerda el general Menéndez. Por su lado, el teniente primero
Esteban, luego de obtener el derribo de dos helicópteros británicos, empren-
dió el repliegue hacia Puerto Argentino. “Por cierto que el combate realizado
por el EC Güemes no fue conocido en sus detalles en Puerto Argentino hasta
días después, porque las comunicaciones con dicha tropa se interrumpieron,
así como entre ambas fracciones de combate”.67
Finalmente, ya sin munición y aislados de todo contacto con el resto del
equipo de combate, el jefe de la fracción, subteniente Reyes, ordenó el replie-
gue hacia el este en procura de Puerto Argentino. “Cuando iba cayendo la
oscuridad de ese inaudito día, los once hombres pasaron una breve revista a
su equipo: contaban sólo con lo puesto, el poncho de lluvia y el armamento
individual, careciendo por completo de comida y agua”.68
La mayor parte de su grupo había escapado, pero pasaron unas tres sema-
nas durísimas por las condiciones climáticas y por carecer de alimentación,
eludiendo permanentemente las patrullas británicas que los buscaban. No
llegarían a destino, “sufriendo de pie de trinchera, congelamiento y hambre,
si bien habían sobrevivido gracias a los cormoranes y ovejas”69, siendo captu-
rados el 13 de junio, pocas horas antes de la rendición del día siguiente.
65 Aguiar, F.R., y Otros, Operaciones Terrestres en las Islas Malvinas, Buenos Aires,
Círculo Militar, 1985, pág. 138.
66 Túrolo, Carlos M., ob.cit., pág. 178.
67 Jofré, Oscar Luis, Aguiar, Félix Roberto, ob.cit., pág. 135.
68 Téves, Oscar, ob.cit., pág. 150.
69 Van der Bijl, Nicholas, ob.cit., pág. 104.
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El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
Bibliograf ía
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189 |
La Táctica en las Batallas de la Historia
ANEXO I
4
1
| 190
Punto de aterrizaje
del helicóptero naval
Posición argentina LAGUNA Artillería argentina
principal PALOMA
ANEXO II
Se escucha fuego
proveniente desde la
posición argentina.
La HMS Antrim
e
abre fuego.
ridg
FANNING
e Pat
HEAD
l
Val
La partida de reconocimiento
de la playa se mueve hacia el
Asentamiento San Carlos
Escala
km ISLA
FANNING
millas
Contornos en pies
ASENTAMIENTO
De LCM hasta PU
ERT SAN CARLOS
HMS Intrepid O S
AN
CA
RLO
S
BRAZO SAN CARLOS
El Equipo de Combate Güemes y el Combate en la Altura
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