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hermana mayor de Carlos II, y el Gran Delfín de Francia, único hijo Saboya (desde 1703)
primogénito de ambos que seguía con vida, parecía ser el
Comandantes
descendiente del "rey católico" con más derechos a la corona
española. Sin embargo, en su contra jugaba el hecho de que tanto Ana Felipe V de España Archiduque Carlos
de Austria como María Teresa de Austria habían renunciado a sus Marqués de Rafael Casanova
derechos sucesorios a la Corona de España, por ellas y por sus Villadarias
Basset y Ramos
descendientes,7 con la firma del Tratado de los Pirineos. Además,
Duque de Berwick
como el Gran Delfín era heredero también al trono francés, la reunión Leopoldo I
de ambas coronas hubiese significado, en la práctica, la unión de Cardenal Belluga
José I
España –con su vasto imperio– y Francia bajo una misma dirección, Marqués de Bay
Margrave de
en un momento en el que Francia era lo suficientemente fuerte como Luis XIV Baden-Baden
para poder imponerse como potencia hegemónica.
Duque de Vendôme Príncipe de Hesse-
Darmstadt
Duque de Villars
Duque de Villars
Por su parte el emperador Leopoldo I había estado casado con Conde de
Conde de Tessé
Margarita de Austria, hermana de Carlos II, y la hija de ambos, María Starhember
Duque de Villeroy
Antonia de Austria, fue depositaria de los derechos de sucesión de la
Príncipe de Saboya
Monarquía Hispánica ante la posible muerte de Carlos II, pero esta Duque de Boufflers
falleció en 1692, antes de la muerte de Carlos II. Así, los hijos del Ana I
Maximiliano II
emperador Leopoldo I, primos hermanos de Carlos II, que seguían Duque de
Duque de Mantua
vivos pedían su derecho sucesorio, aunque estos tenían un parentesco Marlborough
menor que el Gran Delfín ya que su madre no era española, sino la George Rooke
alemana Leonor de Neoburgo, así que, como ha señalado Joaquim
Marqués de
Albareda, "en términos legales la cuestión sucesoria era enrevesada,
Ruvigny
ya que ambas familias [Borbones y Austrias] podían reclamar
derechos a la corona [española]".8 Anthonie Heinsius
Señor de Overkirk
Por otro lado, las otras dos grandes potencias europeas, Inglaterra y
los Países Bajos, veían con preocupación la posibilidad de la unión de Conde de
las Coronas francesa y española a causa del peligro que para sus Albemarle
Mirando a la manutención entera de esta Monarquía hay poco que dudar, o nada, en que sólo entrando en
ella uno de los hijos delDelfín, segundo o tercero, se puede mantener
Así pues, Carlos II, persuadido también, por la presión de Harcourt, de que la "opción francesa" era la mejor para asegurar la
integridad de la «monarquía católica» y del Imperio –y ello a pesar de las cuatro guerras que se habían mantenido contra Luis XIV a
lo largo de su reinado: Guerra de Devolución entre 1667 y 1668; Guerra de Holanda entre 1673 y 1678; Guerra de 1683-1685; y
Guerra de los Nueve Años entre 1688 y 1697– testó el 2 de octubre de 1700, un mes antes de su muerte, a favor de Felipe de Anjou,
hijo segundo del Delfín de Francia y nieto de Luis XIV, a quien nombró «sucesor... de todos mis Reinos y dominios, sin excepción de
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ninguna parte de ellos» –con lo que invalidaba los dos tratados de partición–.
En el testamento Carlos II establecía dos normas de gran importancia y que el futuro Felipe V no cumpliría. La primera era el
encargo expreso a sus sucesores de que mantuvieran «los mismos tribunales y formas de gobierno» de su Monarquía y de que «muy
especialmente guarden las leyes y fueros de mis reinos, en que todo su gobierno se administre por naturales de ellos, sin dispensar en
esto por ninguna causa; pues además del derecho que para esto tienen los mismos reinos, se han hallado sumos inconvenientes en lo
contrario». Así decía que la «posesión» de «mis Reinos y señoríos» por Felipe de Anjou y el reconocimiento por «mis súbditos y
vasallos...»'[como] «su rey y señor natural» debía ir precedida por «el juramento que debe hacer de observar las leyes, fueros y
costumbres de dichos mis Reinos y señoríos», además de que en el resto del testamento se incluían nueve referencias directas más al
respeto de las «leyes, fueros, constituciones y costumbres». Según Joaquim Albareda, todo esto manifiesta la voluntad de Carlos II de
«asegurar la conservación de la vieja planta política de la monarquía frente a previsibles mutaciones que pudieran acontecer, de la
mano de Felipe V». La segunda norma era que Felipe debía renunciar a la sucesión de Francia, para que «se mantenga siempre
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desunida esta monarquía de la corona de Francia».
En conclusión, la elección de Felipe de Anjou se debió a que el gobierno español tenía como prioridad principal la conservación de la
unidad de los territorios del Imperio español, y Luis XIV de Francia era en ese momento el monarca con mayor poder de Europa y,
por ello, prácticamente el único capaz de poder llevar a cabo dicha tarea.
La aceptación del testamento por Luis XIV y la ruptura del Segundo Tratado de
Partición.
El 1 de noviembre de 1700 se produjo la muerte de Carlos II –tres
días antes había nombrado una Junta de Gobierno al frente de la cual
había situado al cardenal Portocarrero–. El 9 de noviembre se
confirmaba en Versalles que Carlos II había nombrado como su
sucesor al segundo hijo del Delfín de Francia, Felipe de Anjou, lo
que abrió un debate entre los consejeros de Luis XIV ya que la
aceptación del testamento supondría la ruptura del Segundo Tratado
de Partición suscrito en marzo con el reino de Inglaterra y con las
Provincias Unidas. El embajador francés en Londres relató la dudas
de Luis XIV: «se sentía contento por la reunión de las dos
monarquías, pero preveía que ello podía conducir a una guerra que
Proclamación de Felipe V comoRey de España en
se había propuesto evitar».19
el Palacio de Versalles (Francia) el 16 de
noviembre de 1700. Pintura de François Gérard.
Luis XIV finalmente respaldó el testamento. El 12 de noviembre de
1700, hizo pública la aceptación de la herencia en una carta destinada
a la reina viuda de España en la que decía:
Nuestro pensamiento se aplicará cada día a restablecer, por una paz inviolable, la monarquía de España al
más alto grado de gloria que haya alcanzado jamás. Aceptamos en favor de nuestro nieto el duque d'Anjou
el testamento del difunto rey católico.
El 16 de noviembre,20 el rey de Francia, ante una asamblea compuesta por la familia real, altos funcionarios del reino y los
embajadores extranjeros, presentó al duque de Anjou con estas palabras:
Señores, aquí tenéis al rey de España.
Pero a continuación le dirigió a su nieto una frase que inquietó al resto de potencias
europeas, cuya respuesta no se haría esperar:21
Estos temores se confirmaron al mes siguiente cuando Luis XIV hizo una declaración formal de conservar el derecho de sucesión de
Felipe V al trono de Francia –legalizada en virtud de cartas otorgadas por el Parlamento de París del 1 de febrero de 1701–,23 lo que
abría "la puerta a una eventual unión de España y Francia, se violaba el testamento de Carlos II y se amenazaba el equilibrio
europeo".22 Al mismo tiempo Luis XIV ordenó que tropas francesas ocuparan en nombre de Felipe V las plazas fuertes de la
«Barrière» de los Países Bajos españoles, debido "al poco entusiasmo de los Estados Generales de los Países Bajos españoles por
jurar al duque de Anjou como rey de España", lo que por otro lado provocó "un verdadero pánico en la Bolsa de Londres"24 ya que
podía ser el inicio de una guerra ya que la ocupación de esas plazas fuertes violaba el Tratado de Rijswijk de 1697. Además los
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enviados de Luis XIV empezaron a hacer cambios institucionales en los Países Bajos del Sur y a incrementar los impuestos.
Fue ungido como rey en Toledo por el cardenal Portocarrero y proclamado como tal por las Cortes de Castilla reunidas el 8 de mayo
de 1701 en el Real Monasterio de San Jerónimo.25 El 17 de septiembre Felipe V juró los fueros del reino de Aragón y luego se
dirigió a Barcelona donde había convocado las Cortes catalanas. Allí el 4 de octubre de 1701 juró las Constituciones catalanas y
mientras las Cortes estuvieron reunidas tuvo que permanecer en la capital del Principado. Finalmente a principios de 1702 pudo
clausurar las Cortes después de verse obligado a hacer importantes concesiones –como la creación del Tribunal de Contrafacciones–,
reforzándose así la concepción pactista de las relaciones entre el soberano y sus vasallos. Como recordó un memorial presentado por
las instituciones catalanas: «en Cataluña quien hace las leyes es el rey con la corte» y «en las Cortes se disponen justísimas leyes con
las cuales se asegura la justicia de los reyes y la obediencia de los vasallos». Las Cortes del reino de Aragón, presididas por la reina
ya que Felipe embarcó el 8 de abril desde Barcelona hacia el reino de Nápoles, no llegaron a clausurarse a causa de la marcha de la
reina a Madrid, quedando pendientes de resolverse las peticiones de los cuatro brazos que la componían. Las Cortes del reino de
Valencia nunca llegaron a convocarse.26
Por otro lado, tras su llegada a Madrid, Felipe V, siguiendo las indicaciones del
embajador francés Marqués de Harcourt, formó un "consejo de Despacho", máximo
órgano de gobierno de la Monarquía por encima de los Consejos establecidos por los
Austrias, integrado por el propio rey y el cardenal Portocarrero, presidente de la
Junta de Gobierno nombrada por Carlos II; Manuel Arias, presidente del Consejo de
Castilla; y Antonio de Ubilla, nombrado Secretario del Despacho Universal, y al que
pronto se unió el embajador francés, por imposición de Luis XIV, ya que en seguida
quedó claro, según la historiadora francesa Janine Fayard, que "Luis XIV iba a
actuar como el verdadero dueño de España". Así en junio de 1701 envió a la corte de
Madrid a Jean Orry para que se ocupara de sanear y aumentar los recursos de la
Hacienda de la Monarquía, y también negoció sin consultarle el casamiento de
Felipe con la princesa saboyana María Luisa Gabriela de Saboya –la boda real se
celebró en Barcelona a donde había acudido Felipe V a jurar como conde de
Barcelona ante las Cortes Catalanas–, quien dominó por completo al rey a pesar de
tener apenas catorce años, contando con el apoyo de la princesa de los Ursinos de
sesenta años nombrada camarera mayor de palacio por indicación de Luis XIV. Que
Luis XIV tomó las riendas del gobierno en la Monarquía de España también lo
prueban las 400 cartas que le envió a su nieto entre 1701 y 1715, "en las que fue
Felipe de Borbón, duque de Anjou
pródigo en consejos políticos, incluso órdenes" y el destacado papel que desempeñó por Hyacinthe Rigaud, 1701; Palacio
en la corte de Madrid su embajador.27 "Era, pues, el rey francés... quien controlaba de Versalles.
los auténticos resortes del poder. De este modo, los respectivos embajadores –
Harcourt, Marcin, los dos Estrées, tío y sobrino, y Gramont– no actuaron como
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representantes legales de Francia en el sentido estricto sino como auténticos ministros".
El interés de Luis XIV por la «monarquía católica» radicaba fundamentalmente en su Imperio de las Indias Occidentales, como
reconoció más adelante en una carta enviada a su embajador en Madrid una vez iniciada la guerra: «el principal objeto de la guerra
presente es el comercio de Indias y de las riquezas que producen». Esto es lo que explica que en seguida el "Consejo de Despacho"
tomara una serie de medidas para favorecer el comercio francés con el Imperio americano. Así, en pocos meses más de una treintena
de barcos realizaban continuos viajes entre los puertos franceses y los de Nueva España y Perú y más adelante "los puertos de la
América española fueron «pacíficamente invadidos» por cientos de navíos franceses haciendo saltar las férreas disposiciones que
habían estado en vigor durante dos siglos" y que concedían el monopolio del comercio con América a la Casa de Contratación de
Sevilla. La medida de mayor trascendencia fue la concesión delasiento de negros –el monopolio de la trata de esclavos con América–
a la "Compagnie de Guinée", el 27 de agosto de 1701 –compañía de la que Luis XIV y Felipe V poseían el 50% del capital–,nota 6
que también recibió el privilegio de extraer oro, plata y otras mercancías, libres de impuestos, de los puertos donde había vendido
esclavos. Algunos historiadores consideran esta decisión como el detonante de la Guerra de Sucesión española y así lo vieron algunos
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contemporáneos, especialmente ingleses y holandeses.
Estimulado por su abuelo, en 1702 Felipe V desembarcó cerca de Nápoles pacificando el Reino de las Dos Sicilias en un mes, tras lo
cual reembarcó hacia Finale. De ahí fue a Milán, siendo recibido con entusiasmo también allí e incorporándose a comienzos de julio
al ejército del duque de Vendôme cerca del río Po. La primera batalla tuvo lugar en Santa Vittoria y supuso la destrucción del ejército
del general Visconti por las tropas franco-españolas, a la que siguió un sangriento intento de desquite en la batalla de Luzzara. Su
comportamiento en estas batallas fue brillante, rayando lo temerario. Sumido en un nuevo acceso de su enfermiza melancolía, se
reembarcó y regresó a España, pasando por Cataluña y Aragón y haciendo entrada triunfal en Madrid el 13 de enero de 1703. A su
regreso le esperaban las malas noticias de que la Dieta imperial le había declarado la guerra a él y a su abuelo como usurpadores del
trono español. El ejército del duque de Borgoña tuvo que retirarse ante la superioridad del duque de Marlborough (protagonista de la
canción infantil Mambrú se fue a la guerra), perdiéndose Raisenwertz, Vainloo, Rulemunda, Senenverth, Maseich, Lieja y Landau en
Alsacia. Contrarrestaron un poco esto los éxitos del Elector de Baviera (aliado de la causa borbónica) tomando
Ulm y Memmingen.
Uno de los principales giros de la guerra tuvo lugar en el verano de 1703, cuando el reino de Portugal y el ducado de Saboya se
sumaron a los restantes estados que componían el Tratado de La Haya, hasta entonces formada únicamente por Inglaterra, Austria y
los Países Bajos. El duque de Saboya, a pesar de ser el padre de la esposa de Felipe V, firmó el Tratado de Turín y Pedro II de
Portugal, que en 1701 había firmado un tratado de alianza con los borbones, negoció con los aliados el cambio de bando a cambio de
concesiones a costa del Imperio español en América, como la Colonia de Sacramento, y de obtener ciertas plazas en Extremadura –
entre ellas Badajoz– y en Galicia –que incluía Vigo–. Así el 16 de mayo de 1703 se firmó el Tratado de Lisboa que convirtió a
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Portugal en una excelente base de operaciones terrestres y marítimas para el bando austracista.
La entrada en la Gran Alianza de Saboya y, sobre todo, de Portugal dio un vuelco a las aspiraciones de la Casa de Austria, que ahora
veía mucho más cercana la posibilidad de instalar en trono español a uno de sus miembros. Así el 12 de septiembre de 1703 el
emperador Leopoldo I proclamó formalmente a su segundo hijo, el archiduque Carlos de Austria, como "Rey Carlos III de España",
renunciando al mismo tiempo en nombre suyo y de su primogénito a los derechos a la corona hispánica, lo que hizo posible que
Inglaterra y Holanda reconocieran a Carlos III como rey de España. A partir de aquel momento había formalmente dos reyes de
España.43
El 4 de mayo de 1704 el archiduque Carlos desembarcó en Lisboa contando con el favor del rey Pedro II de Portugal. La causa
«carlista» (como fue llamándose, aunque no está relacionada con las Guerras Carlistas) iba ganando adeptos. El rey Pedro II publicó
un manifiesto en el que justificaba su decisión de retirar su apoyo a Felipe V.44 Carlos III llegó a Lisboa al frente de una flota
angloholandesa que contaba con 4000 soldados ingleses y 2000 holandeses, a los que sumaron 20 000 portugueses pagados por las
dos potencias marítimas. En Santarém Carlos proclamó su propósito de «liberar a nuestros amados y fieles vasallos de la esclavitud
en que los ha puesto el tiránico gobierno de la Francia» que pretende «reducir los dominios de España a provincia suya».
45
Permaneció en Lisboa hasta el 23 de julio de 1705.
El archiduque efectuó un intento de invasión por el valle del Tajo, en Extremadura, con un ejército anglo-holandés que fue rechazado
por el ya considerable ejército real de 40 000 hombres, a las órdenes de Felipe V desde marzo, y que posteriormente recibiría
refuerzos franceses al mando de James Fitz-James, I duque de Berwick, un general brillante de origen inglés. Un segundo intento
anglo-portugués tratando de tomarCiudad Rodrigo también fue rechazado.
Por su parte Inglaterra había apostado por el dominio de los mares desde hacía
mucho tiempo, y en realidad lo que deseaba era el desgaste de los dos contendientes,
así como el reparto de los territorios españoles para poder obtener puntos
estratégicos para su comercio y obtener los máximos beneficios. En 1704,sir George
Rooke y Jorge de Darmstadt llevaron a cabo el desembarco de Barcelona, empresa
que se convirtió en fracaso debido a que las instituciones catalanas, a pesar de sus
simpatías por la causaaustracista, no encabezaron ninguna rebelión. Sin embargo, de
regreso, la flota asedió Gibraltar, la cual estaba defendida sólo por 500 hombres, la
Navío de guerra británico frente a la mayoría milicianos, al mando de don Diego de Salinas. Gibraltar se rindió
roca de Gibraltar por Thomas honrosamente el 4 de agosto de 1704 al Príncipe de Darmstadt tras dos días de lucha
Whitcombe; hacia 1800; Denver Art –es decir, se rindió a tropas bajo la bandera de un autoproclamado rey español,
Museum.
Carlos III de Habsburgo– y el príncipe asumió elcargo de gobernador de la plaza.
Una flota francesa al mando delconde de Toulouse intentó recuperar Gibraltar pocas
semanas después enfrentándose a la flota angloholandesa al mando de Rooke el 24 de agosto a la altura de Málaga. La batalla naval
de Málaga fue una de las mayores de la guerra. Duró trece horas pero al amanecer del día siguiente la flota francesa se retiró, con lo
que Gibraltar continuó en manos de los aliados. Así que finalmente consiguieron lo que habían venido intentando desde el fracaso de
45
la toma de Cádiz en agosto de 1702: una base naval para las operaciones en el Mediterráneo de las flotas inglesa y holandesa.
En marzo de 1705, la reina Ana de Inglaterra nombró como comisionado suyo a Mitford Crowe, un comerciante de aguardiente
afincado en el Principado de Cataluña, «para contratar una alianza entre nosotros y el mencionado Principado o cualquier otra
provincia de España» y le dio instrucciones para que negociara con algún representante de las instituciones catalanas.48 Sin
embargo, Crowe no pudo entrevistarse con ningún miembro de las mismas a causa de la represión del virrey Velasco, así que se puso
en contacto con el grupo de los vigatans, para que firmaran la alianza anglocatalana en nombre del Principado. Así nació el pacto de
Génova, así llamado por la ciudad donde fue rubricado el 20 de junio de 1705, que establecía una alianza política y militar entre el
Reino de Inglaterra y el grupo de vigatans en representación del Principado de Cataluña. Según los términos del acuerdo, Inglaterra
desembarcaría tropas en Cataluña, que unidas a las fuerzas catalanas lucharían en favor del pretendiente al trono español Carlos de
Austria contra los ejércitos de Felipe V, comprometiéndose asimismo Inglaterra a mantener las leyes e instituciones propias
catalanas.49
Los vigatans cumplieron su parte del pacto y fueron extendiendo la rebelión en favor
del Archiduque y a principios de octubre de 1705 se habían adueñado prácticamente
de todo el Principado, excepto de Barcelona donde seguía dominando la situación el
virrey Velasco.50 Por su parte el archiduque Carlos, en cumplimiento de lo acordado
en Génova, embarcó en Lisboa rumbo a Cataluña al frente de una gran flota aliada.
A mediados de agosto la flota se detenía en Altea y en Denia el archiduque era
proclamado rey, extendiéndose a continuación la revuelta austracista valenciana de
los maulets liderada por Juan Bautista Basset y Ramos. El 22 de agosto llegaba la
flota aliada a Barcelona, cuando estaba en pleno apogeo la revuelta austracista
catalana, y pocos días después desembarcaban unos 17 000 soldados, dando
comienzo al sitio de Barcelona de 1705, al que se sumaron losvigatans.51
En Cataluña la actitud favorable de la población a la causa austracista se debió a varios motivos: en primer lugar, el mal recuerdo que
tenían los catalanes de los franceses desde que la Paz de los Pirineos (1659) certificó la cesión del Rosellón, con la ciudad de
Perpiñán incluida, a la corona francesa –los catalanes estaban convencidos de que nunca se reunificaría el Rosellón con Cataluña con
un rey Borbón en España–; en segundo lugar, el hecho de que la Casa de Austria siempre había respetado sus Constituciones, actitud
diametralmente opuesta al centralismo borbónico.[cita requerida]
Valencia se declaró por Carlos III el 16 de diciembre, así que a finales de año, en Cataluña y Valencia, sólo Alicante y Rosas
permanecían fieles a Felipe V.
Al partir de Madrid Felipe V dejó casi desguarnecido el frente portugués, por lo que casi al mismo tiempo que llegó a Barcelona la
escuadra aliada, un ejército anglo-portugués tomaba Badajoz y Plasencia y avanzaba sobre Madrid por los valles del Duero y del
Tajo. Los aliados tomaron en mayo Ciudad Rodrigo y Salamanca, lo que forzó al rey y a la reina a abandonar Madrid y trasladarse a
Burgos con la corte. El almirante de la escuadra borbónica, marqués de Santa Cruz, se pasaba al bando austriaco. Zaragoza
proclamaba a Carlos III, quedando en Aragón sólo Tarazona y Jaca leales a la causa borbónica. Carlos III dejó Barcelona y el 27 de
junio de 1706 tuvo lugar la primera entrada en Madrid del archiduque Carlos,54 siendo recibido con una frialdad que sorprendió al
propio Carlos. En Madrid fue proclamado el 2 de julio como Carlos III rey de España pero a finales de ese mismo mes abandonaba la
capital con destino a Valencia debido a la falta de apoyos que había encontrado –solo unos pocos nobles le habían jurado obediencia–
y a los problemas de abastecimiento de las tropas aliadas. Felipe V volvió a entrar en
Madrid el 4 de octubre ante el clamor popular, mientras el duque de Berwick junto
con el obispo Luis Antonio de Belluga y Moncada y «cuerpos francos» (precursores
de las guerrillas) reconquistaban Elche, Orihuela y Cartagena, capturando 12 000
prisioneros. Por contra, el mismo día en que Felipe V volvía a ocupar el trono en
Madrid, se proclamaba en el reino de Mallorca al Archiduque como su rey tras la
toma austracista de Mallorca. El 10 de octubre Carlos III el Archiduque juraba en
Valencia los Furs y quedaba asimismo consagrado como monarca del Reino de
Valencia.
A principios de 1709 comenzó en Francia una grave crisis económica y financiera que hizo muy difícil que pudiera continuar
combatiendo. Por eso Luis XIV envió a su ministro de Estado, el marqués de Torcy, a La Haya para que negociara el final de la
guerra. Se llegó a un acuerdo llamadoPreliminares de La Hayade 42 puntos pero éste fue rechazado por Luis XIV porque le imponía
unas condiciones que consideraba humillantes: reconocer al Archiduque Carlos
como rey de España con el título de Carlos III y ayudar a los aliados a desalojar del
trono a su nieto Felipe de Borbón si éste se resistía a abandonarlo pasado el plazo
estipulado de dos meses.56
Felipe V, de acuerdo con la reina «saboyana», reaccionó frente a Luis XIV, haciendo jurar a su heredero y recabando independencia
total para regir España.
Tiempo hace que estoy resuelto y nada hay en el mundo que pueda hacerme variar. Ya que Dios ciñó mis
sienes con la Corona de España, la conservaré y la defenderé mientras me quede en las venas una gota de
sangre; es un deber que me imponen mi conciencia, mi honor y el amor que a mis súbditos profeso.
Felipe V exigió a su abuelo la destitución de su embajador en España y también rompió con el Papado que había reconocido al
archiduque Carlos de Austria, clausurando elTribunal de la Rota y expulsando al nuncio en Madrid.
A principios de 1710 hubo un nuevo intento de alcanzar un acuerdo entre los aliados y Luis XIV en las conversaciones de
Geertruidenberg pero también fracasaron. Lo que conduciría al Tratado de Utrecht que puso fin a la Guerra de Sucesión Española
fueron las negociaciones secretas que inició poco después Luis XIV con el gobierno británico, a espaldas de Felipe V, como en las
dos ocasiones anteriores.
En la primavera de 1710 el ejército del Archiduque Carlos (Carlos III para sus partidarios) inició una campaña desde Cataluña para
intentar ocupar Madrid por segunda vez. El 27 de julio el ejército aliado al mando de Guido von Starhemberg y James Stanhope
derrotaba a los borbónicos en la batalla de Almenar y casi un mes después, el 20 de agosto al ejército del marqués de Bay en la
batalla de Zaragoza –también llamada batalla de Monte Torrero– causando una desbandada de las tropas borbónicas y haciendo
muchos prisioneros. Tras esta victoria el reino de Aragón pasó de nuevo a manos austracistas y Carlos III el Archiduque cumplió su
promesa y restableció los fueros de Aragón, abolidos por el Decreto de Nueva Planta de 1707. Finalmente se produjo la segunda
entrada en Madrid del Archiduque Carlos el 28 de septiembre —Felipe V y su corte se habían retirado a Valladolid— aunque sólo
permanecería allí un mes. Casi al mismo tiempo se organizó una expedición marítima en Barcelona para reconquistar el reino de
Valencia, formada por ocho naves inglesas a las órdenes del conde de
Savellà, en las que se enrolaron mil catalanes y mil valencianos
austracistas que se habían refugiado allí tras la conquista borbónica
de su reino, pero la empresa fracasó porque cuando los barcos
llegaron al Grao de Valencia el esperado alzamiento de los maulets
no se produjo.59
Sin mediar batalla alguna el archiduque Carlos se había retirado del hostil y frío terreno castellano (Vendôme le había obligado a
apostarse en Guadarrama), por la carretera de Aragón a invernar a Barcelona. Sus tropas saquearon iglesias en la retirada, lo que les
granjeó el odio del pueblo. Felipe V salió con sus tropas sin perder tiempo en pos del ejército austracista, que había cometido el error
de dividir sus fuerzas en la Alcarria. En medio de la helada ventisca que dominaba la Alcarria en invierno, el ejército británico de
James Stanhope se refugió en la hoya donde está la población de Brihuega, a 85 km de Madrid, sin asegurar las alturas que la
rodeaban. El ejército borbónico no vaciló en colocar piezas de artillería en las alturas circundantes y bombardear la ciudad para
desencadenar después un asalto, dando así inicio la batalla de Brihuega. Al cabo de unas horas, Stanhope capituló y la plaza fue
tomada junto con 4 000 prisioneros.
Esa misma noche, el príncipe de Starhemberg con el resto del ejército austríaco y las tropas aragonesas, unos 14.000 hombres,
llegaba para auxiliar a Stanhope y se detenía en las cercanías deVillaviciosa de Tajuña, a 3 km al nordeste, señalando su campamento
con hogueras para animar a los defensores de Brihuega. En la madrugada del 10 de diciembre fue avistado por los ojeadores del
ejército borbónico, el cual salió directamente al encuentro del contingente austracista comenzando la batalla de Villaviciosa a
mediodía y terminando al anochecer con la destrucción total del ejército austracista y la fuga de Starhemberg con 60 hombres. En
estas victorias se hizo evidente una cosa: el pueblo castellano colaboraba con entrega casi pasional con el rey borbónico. Esto colocó
a los integrantes de la Gran Alianza de La Haya ante una triste evidencia de que difícilmente podrían ganar la guerra en España, y
aunque ganasen las campañas militares las posibilidades de contar con la aceptación por el pueblo español, salvo en los reductos
aferrados a la causa austracista, eran muy escasas. Tras las victorias de la Alcarria, Felipe V prosiguió su avance hacia Zaragoza, la
cual se le entregó sin lucha el 4 de enero de 1711. Simultáneamente un ejército francés de 15.000 hombres al mando del duque de
Noailles acantonado en Perpiñán se aprestaba a cruzar la frontera de los Pirineos y atacar Cataluña.
Tras los triunfos borbónicos de Brihuega y de Villaviciosa, la guerra en la península ibérica dio un vuelco decisivo a favor de Felipe
V —el victorioso general francés fue aclamado en Madrid al grito de «¡Viva Vendôme nuestro libertador!»—. Y también tuvieron
una importante repercusión internacional porque sirvieron para que Luis XIV cambiara su postura de dejar de apoyar militarmente a
Felipe V y para que el nuevo gobierno británico tory, que había salido de las elecciones celebradas en otoño de 1710, viera reforzado
su programa político de acabar con la guerra lo más rápidamente posible. Así describió la nueva situación creada por las victorias
felipistas el propio Luis XIV:60
Mi alegría ha sido inmensa... [Las victorias de Felipe V suponen] el giro decisivo de toda la guerra de
Sucesión: el trono de mi nieto al fin asegurado, el archiduque desanimado... el partido moderado de
Londres confirmado en su deseo de paz
El final del conflicto (1711-1714)
En febrero de 1712 moría el duque de Borgoña, quedando sólo Luis, al cual todos consideraban como incapaz. Luis XIV deseaba
nombrar regente a su nieto Felipe, pero los ingleses pusieron como condición indispensable para la paz que las dos coronas de España
y Francia quedaran separadas. El que ocupara uno de los reinos debía forzosamente renunciar al otro. En España se produjeron por
aquellos días escaramuzas sin importancia, aunque se reafirmó el apoyo de Barcelona a Isabel Cristina, la esposa del Archiduque
Carlos, entonces ya Emperador Carlos VI del Sacro Imperio, que se había quedado en la ciudad en calidad de regente y como
garantía de que su marido no renunciaba a sus pretensiones sobre el trono español. En el escenario europeo se produjo el 24 de julio
la derrota del príncipeEugenio de Saboya en la batalla de Denain, lo que permitió a los franceses recuperar varias plazas. Finalmente
Felipe V hizo pública su decisión. El 9 de noviembre de 1712 pronunció ante las Cortes su renuncia a sus derechos al trono francés,
mientras los otros príncipes franceses hacían lo mismo respecto al español ante el parlamento de París, lo cual eliminaba el último
punto que obstaculizaba la paz.61
El Tratado de Utrecht
El 11 de abril de 1713 se firmó el primer Tratado de Utrecht entre la Monarquía de Gran Bretaña y otros estados aliados y la
Monarquía de Francia, que tuvo como consecuencia la partición de los estados de la Monarquía Hispánica que Carlos II y sus
consejeros tanto habían querido evitar. Los Países Bajos católicos (correspondientes aproximadamente a las actuales Bélgica y
Luxemburgo), el reino de Nápoles, Cerdeña y el ducado de Milán quedaron en manos del ahora ya emperador Carlos VI del Sacro
Imperio Romano Germánico, mientras que el reino de Sicilia pasó al duque de Saboya (aunque en 1718 lo intercambiaría con Carlos
VI por la isla de Cerdeña). nota 7 El 10 de julio se firmó un segundo Tratado de Utrecht entre las Monarquías de Gran Bretaña y de
España según el cual Menorca y Gibraltar pasaban a la Corona británica —la Monarquía de Francia ya le había cedido en América la
Isla de Terranova, la Acadia, la isla de San Cristóbal, en las Antillas, y los territorios de la bahía de Hudson—. A eso hay que sumar
los privilegios que obtuvo Gran Bretaña en el mercado de esclavos, mediante el derecho de asiento, y el navío de permiso, en las
Indias españolas.
El
El Tratado de Utrech.
Al intentar hacer un balance de vencedores y vencidos en el momento del tratado de Utrecht es un poco difícil hablar en términos
absolutos. Gran Bretaña puede considerarse vencedora, ya que se hizo con estratégicas posesiones coloniales y puertos marítimos que
fueron la base de su supremacía futura y del Imperio británico. El ducado de Saboya recibió ampliaciones que lo transformaron en el
Reino de Piamonte. El electorado de Brandeburgo se extendería transformándose en el Reino de Prusia. El lote italiano del Imperio
español pasó a manos del emperador austríaco Carlos VI, aunque España recuperaría de facto el Reino de Nápoles en 1734 tras la
batalla de Bitonto, durante la Guerra de Sucesión polaca. Es de reseñar también la pérdida para España de Orán y Mazalquivir en
1708 a manos del Imperio otomano, consecuencia indirecta de la guerra al no poder trasladarse tropas de refuerzo a esta ciudad por
estar combatiendo en Europa.
El gobierno catalán se componía entonces de tres instituciones, los Tres Comunes de Cataluña: el Consejo de Ciento que se
encargaba de la ciudad de Barcelona, la Diputación General o Generalitat, de atribuciones sobre todo tributarias sobre el conjunto del
territorio, y el Brazo militar de Cataluña. El 22 de junio de 1713 el príncipe Starhemberg comunicó a los catalanes que había llegado
a un acuerdo con el general borbónico en el llamado convenio del Hospitalet para la evacuación de las tropas, y como garantía les
había entregado Tarragona. Tras ello, se embarcó secretamente junto con sus soldados, dejando a Cataluña a su suerte. En Barcelona
se formó la Junta de Brazos de las Cortes, la cual decidió una defensa numantina. Mientras tanto el comandante borbónico, el duque
de Popoli, sometía las ciudades circundantes y terminó pidiendo la rendición de la propia Barcelona, a lo que ésta se negó. Entonces
Popoli inició un bloqueo marítimo, no demasiado eficaz, ya que era burlado por Mallorca, Cerdeña e Italia. En los siguientes meses
se produjeron levantamientos en el campo, que fueron rápidamente sofocados. En marzo de 1714 se firmó el Tratado de Rastatt,
confirmado en septiembre por elTratado de Baden, lo que suponía el abandono definitivo de Carlos VI. El emperador envió una carta
a la Diputación General de Cataluña en la que les explicaba que había firmado el tratado de Rastatt obligado por las circunstancias y
que todavía mantenía el título de rey de España.
En los momentos finales de la batalla, los Tres Comunes de Cataluña65 ordenaron publicar un bando llamando a la población
barcelonesa a "derramar gloriosamente su sangre y vida por su Rey, por su honor, por la Patria y por la libertad de toda España".66
Finalmente el 12 de septiembre se firmó la capitulación de Barcelona y el13 de septiembre las tropas borbónicas ocuparon la ciudad.
A pesar de que pensaba, según lo que dejó escrito en susMemorias, que aquella orden era desmesurada y «poco cristiana» —y que se
explicaba porque Felipe V y sus ministros consideraban que todos
« los rebeldes debían ser pasados a cuchillo» y «quienes no habían
manifestado su repulsa contra el Archiduque debían ser tenidos por enemigos»—,68 el duque de Berwick la cumplió nada más
entrar en la ciudad de Barcelona el 13 de septiembre. Al día siguiente creó con carácter transitorio la Real Junta Superior de Justicia
y Gobierno, de la que formaron parte destacados felipistas, y que sustituyó a las instituciones catalanas ya que su cometido era
gobernar «aquel principado como si no tuviera gobierno alguno». Así el 16 de septiembre, sólo cuatro días después de la
capitulación de Barcelona, el Duque de Berwick comunicaba a sus representantes la disolución de las Cortes catalanas y de las tres
instituciones que formaban los Tres Comunes de Cataluña, el Brazo militar de
Cataluña, la Diputación General de Cataluña y el Consejo de Ciento. Asimismo
suprimía el cargo de virrey de Cataluña y de gobernador, la Audiencia de Barcelona,
los veguers y el resto de organismos del poder real. En cuanto a los municipios los
cargos de consellers, jurats y paers fueron ocupados por personas de probada
fidelidad a la causa felipista y a finales de 1715 se impuso definitivamente la
organización borbónica. .
Toma de Mallorca
Para la campaña de Mallorca e Ibiza (Menorca, había quedado bajo soberanía
británica según lo estipulado en el artículo 11 del Tratado de Utrecht), el Intendente
General de la Marina José Patiño tuvo que organizar una flota con escasez de
efectivos y pertrechos, por lo que recurrió al flete de embarcaciones privadas,
catalanas pero también francesas y genovesas. Con estas embarcaciones y el auxilio
que se recibió de tropas francesas enviadas por Luis XIV, se logró la rendición de
Mallorca en julio de 1715. Posteriormente se produjo la ocupación de Ibiza. Con
estos episodios se dio por terminada la Guerra de Sucesión Española, aunque
Godfrey Kneller, retrato de James
políticamente no acabaría hasta la firma en abril de 1725 del Tratado de Viena entre
Fitz-James, I duque de Berwick, hijo
los representantes de los dos antiguos contendientes, Felipe V y el Archiduque de Jacobo II de Inglaterra de la
Carlos, desde 1711 Carlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico. dinastía Estuardo.
Consecuencias
La derrota en la guerra y la represión borbónica provocaron el exilio de miles de austracistas, hecho considerado por el historiador
Joaquim Albareda como el primerexilio político de la historia de España. Aunque también existió un exiliofelipista integrado por los
partidarios de Felipe V que fueron obligados entre 1705 y 1707 a abandonar los Estados de la
Corona de Aragón, el exilio austracista,
como ha señalado el citado historiador, fue mucho más importante ya que "alcanzó unas dimensiones sin precedentes en la historia de
España: entre 25.000 y 30.000 personas".70
El destino principal de los exiliados fueron las antiguas posesiones de la Monarquía Hispánica en Italia, como el reino de Nápoles, la
isla de Cerdeña o el Ducado de Milán, y los Países Bajos españoles, estados que habían pasado a la soberanía del Archiduque Carlos,
convertido en el emperadorCarlos VI del Sacro Imperio Romano Germánico.Otra parte, unos 1.500, marchó a la capital del Imperio,
Viena, donde algunos de los exiliados ocuparon cargos importantes en la corte de Carlos VI como el catalán marqués de Rialp
nombrado secretario de Estado y del Despacho. Hubo un grupo de unos 800 colonos que fundaron Nueva Barcelona en el Banato de
Temesvar en el reino de Hungría, que también era un dominio de Carlos VI.71
Una segunda oleada más reducida de represión y de exilio se produjo más tarde en momentos de crisis internacional que coincidía
con el renacimiento de la resistencia austracista como ocurrió con el movimiento de los Carrasclets de 1717-1719 durante la Guerra
de la Cuádruple Alianza.72
De los exiliados se ocupó por orden del emperador Carlos VI el Consejo Supremo de España creado en la corte de Viena a finales de
1713 y su ayuda se concretó en el pago de rentas y pensiones a los exiliados que procedían de los bienes confiscados a los partidarios
de Felipe V de los estados italianos incorporados a la Corona de Carlos VI. En esta ayuda desempeñó un papel esencial el marqués de
Rialp.71
Johan Willem Ripperdá, un noble holandés que había llegado a Madrid en 1715
como embajador extraordinario de las Provincias Unidas y que tras abjurar del
protestantismo se había puesto al servicio del monarca ganándose su confianza,
convenció al rey y a la reina para que lo enviaran a Viena, comprometiéndose a
alcanzar un acuerdo con el emperador Carlos VI que pusiera fin a la rivalidad entre
ambos soberanos por la Corona de España y que permitiera que el infante don Carlos
pudiera llegar a ser el nuevo duque de Parma, de Piacenza y de oscana.
T 75
Cuando las monarquías de Gran Bretaña y de Francia tuvieron conocimiento del Tratado de Viena firmaron el 3 de septiembre de
1725, con el reino de Prusia, el Tratado de Hannover para «mantener a los Estados firmantes en los países y ciudades dentro y fuera
de Europa que actualmente poseyeran». Esta postura beligerante de las potencias garantes del statu quo de Utrecht hizo que el
emperador diera marcha atrás y no consintiera el matrimonio de sus dos hijas con los infantes españoles Carlos y Felipe —doble
enlace matrimonial con los que se iba a sellar la nueva alianza—, y que anunciara que tampoco apoyaría a Felipe V si este intentaba
recuperar Gibraltar o Menorca. En contrapartida las concesiones comerciales prometidas a la Compañía de Ostende nunca se
78
materializaron y acabó disolviéndose en 1731 por la presión británica.
En cambio Felipe V respondió con elsegundo sitio a Gibraltaren 1727 que no tuvo éxito debido a la superioridad de la flota británica
que defendía el Peñón, que impidió que la infantería pudiera lanzarse al asalto después de que la artillería hubiera bombardeado las
fortificaciones británicas. Finalmente la guerra anglo-española de 1727-1729 se selló con la firma del Tratado de Sevilla del 9 de
noviembre de 1729 en el que Felipe V, a cambio de reconocer definitivamente el nuevo orden internacional surgido de la Paz de
Utrecht, obtuvo lo que venían anhelando él y su esposa Isabel de Farnesio desde 1715, que el hijo primogénito de ambos, el infante
Carlos ocupara el trono del ducado de Parma y del ducado de Toscana.79
Conclusiones
Véase también: Reformismo borbónico
A la pregunta ¿quién ganó la Guerra de Sucesión Española? la
respuesta suele ser unánime: la Monarquía de Gran Bretaña —que
consiguió el dominio del Atlántico y del Mediterráneo, con las bases
de Gibraltar y de Menorca, y que puso los cimientos del Imperio
Británico, con las concesiones territoriales y comerciales que
consiguió en América—. Pero también salieron beneficiados, aunque
en menor proporción, los otros dos firmantes de la Gran Alianza de
1701: las Provincias Unidas y el Imperio Austríaco. Este último se
quedó con las posesiones de la Monarquía Hispánica en Italia y en Coaliciones en Europa entre 1725 y 1730. Los
firmantes del Tratado de Viena de abril de 1725 en
los Países Bajos, aunque Carlos VI no consiguió la Corona española.
azul y los firmantes delTratado de Hannover de
La Monarquía de Francia, por su parte, alcanzó el objetivo de situar septiembre de 1725 en rojo.Prusia, en marrón, al
en el trono español a un borbón, aunque no sólo no obtuvo ningún principio se unió a la Alianza de Hanover, pero
rédito de ello sino que pagó un alto precio pues Francia salió de la después cambió de bando tras el Tratado de Berlín
guerra con una grave crisis financiera que arrastraría a lo largo de de diciembre de 1728
todo el siglo XVIII. "Fue la fortuna de su familia la que guio la
actuación de Luis XIV antes que los dictados de la razón de Estado",
afirma Joaquim Albareda.80
A nivel interno Felipe V puso fin a la Corona de Aragón por la vía militar y abolió
las instituciones y leyes propias que regían los estados que la componían,
instaurando en su lugar un Estado absolutista, centralista y uniformista, inspirado en
la Monarquía absoluta de su abuelo Luis XIV y en algunas instituciones de la
Corona de Castilla. Así pues, se puede afirmar que los grandes derrotados de la
guerra fueron los austracistas defensores no sólo de los derechos de la dinastía de los Retrato de Felipe V de España de
Austrias sino del mantenimiento del carácter "federal" de la Monarquía Jean Ranc (1723)
Hispánica.81
Según la historiadora y periodista suiza Sibille Stocker y el también historiador de la misma nacionalidad Christian Windler, autores
de Instituciones y desarrollo socioeconómico en España e Hispanoamérica desde la época virreinal (Bogotá, 1994), en el terreno
económico, los territorios de la Corona de Aragón se beneficiaron ampliamente de la derogación de las aduanas, así como del acceso
a un nuevo y amplio mercado; especialmente Cataluña que pudo amplificar sus réditos, al comerciar con las colonias americanas. Las
reformas del nuevo Rey, crearon un ambiente positivo que favoreció considerablemente la artesanía, la industria y el comercio, lo que
82
derivó en un ambiente favorable para la pacificación entre los contendientes en el conflicto.
Según el historiador Ricardo García Cárcel, la victoria borbónica en la guerra supuso el «triunfo de la España vertical sobre la España
horizontal de los Austrias», entendiendo por "España horizontal", la "España austracista", la que defiende «la España federal que se
plantea la realidad nacional como un agregado territorial con el nexo común a partir del supuesto de una identidad española plural y
"extensiva"», mientras que la "España vertical" es la «España centralizada, articulada en torno a un eje central, que ha sido siempre
83
Castilla, vertebrada desde una espina dorsal, con un concepto de una identidad española homogeneizada e "intensiva"».
Según el historiador Juan Pablo Fusi, la nueva monarquía llevó a cabo reformas favorables de gran calado: se promovió la educación,
el patronazgo de academias y se realzó la investigación científica, especialmente en las ciencias médicas y en matemáticas. Así
mismo se llevaron a cabo reformas positivas en el sistema de producción, con la creación de reales fábricas; esto conllevó a una
consecuente innovación de las técnicas productivas, de reanimación de sectores "decaidos" y a la creación de sectores productivos
antes inexistente.84
Véase también
Decretos de Nueva Planta
Guerra de Sucesión Española en el Reino de V
alencia
Guerra de Sucesión Española en Cataluña
Reformismo borbónico
Notas
La Gran Alianza justificó su intervención alegando la defensa de las "libertades" de Europa -la
resolución de la Cámara de los Comunes que aprobó la participación de Inglaterra en la guerra
decía que esta se emprendía para «preservar las libertades de Europa, la prosperidad y la paz
de Inglaterra, y para reducir el exorbitante poder de Francia». Por otro lado, la guerra de
sucesión española "activó" otros conflictos internacionales, como la Gran Guerra del Norte, así
como los levantamientos jacobitas y la guerra de independencia húngara de 1703-1711 –que
fueron apoyados por Luis XIV–, y laGuerra de los Camisards—apoyados por Inglaterra—
Una de las novedades de esta guerra fue la incidencia que tuvo en ella la opinión pública, pues
ambos bandos libraron una guerra de propaganda —una «guerra de folletos»— en favor de sus
respectivas causas en la que intervinieron escritores y filósofos tan destacados como los
británicos Daniel Defoe y Jonathan Swift, el alemán Leibniz y un jovencísimo Voltaire. En
España, además de las publicaciones oficiales —la Gaceta de Madrid en favor de Felipe V y la
Gazeta de Barcelona en favor de Carlos III— circularon una multitud de impresos borbónicos y
austracistas.
.
3. En su triunfo tuvo un papel importante el llamado "motín de Oropesa" instigado por el "partido francés"
aprovechando el malestar popular por la carestía y el hambre. Durante el motín fueron asaltadas las casas del
conde de Oropesa y del almirante de Castilla, y poco después Oropesa fue destituido y desterrado al igual que el
Almirante de Castilla —este último escribiría al duque de Medinaceli, quejándose de la "ruina" de la causa del
archiduque, y acabando la carta con un «vencer o morir»— 13
4. "Se decía que Carlos II era víctima de unos hechizos y que a ellos se debía el hecho que no podía tener sucesión.
El propio monarca se acabó de convencer de ello y, en 1698, pidió a la Inquisición que averiguase el asunto. El
Consejo de la Inquisición no hizo caso, pero el Inquisidor general, Rocaberti, y el confesor del rey, Froilán Díaz,
tomaron la cosa muy en serio y se pusieron a cazar los hechizos. Había entonces en España un fraile asturiano,
Antonio Álvarez Argüelles, que tenía gran fama de exorcista y pretendía hablar a los demonios. [...] Los demonios
con quienes conversó Argüelles confirmaron lo de los hechizos, pero los achacaron al partido austríaco; por lo visto
eran demonios franceses o afrancesados. Los alemanes se inquietaron y enviaron a España a un capuchino, fray
Mauro de Tenda, para exorcizar al rey. Esta vez parecía que los demonios se inclinaban más bien por el partido del
archiduque. Muerto Rocaberti, el nuevo Inquisidor acabó con aquella farsa encarcelando a Fray Mauro y
desterrando de la corte al confesor Froilán Díaz. ¿Hasta que punto influyeron los hechizos en la solución final del
pleito sucesorio? Lo más probable es que se tratara de un mero episodio –con carácter de farsa– de la lucha entre
los dos partidos, el francés y el austríaco".15
5. Según la historiadora Janine Fayard el sobrenombre tiene una cierta carga de ironía porque a Felipe V le aburrían
los asuntos de gobierno y no sabía divertirse y durante toda su vida –sobre todo al final– estuvo «preso de una
profunda melancolía patológica». «Sólo la guerra lo sacó por breves momentos de su apatía congénita, lo que le
valió el sobrenombre de «animoso». Toda su vida estuvo dominado por sus familiares. Pronto aparecieron
caricaturas alusivas. Una de ellas lo muestra guiado por el cardenal Portocarrero y el embajador de Francia,
marqués de Harcourt, con esta inscripción: Anda, niño, anda porque el cardenal lo manda".»(Fayard, pág. 428)
6. Felipe V, además de las ganancias correspondientes a su aportación de capital, se beneficiaría de un impuesto que
gravaba con 33 pesos cada esclavo (Joaquim Albareda, pág. 69).
7. Pero la investigadora alemana Sabine Enders ha descubierto recientemente el así llamado "Projet sur la Sardaigne",
un plano de Louis d'Albert, embajador de Baviera en Madrid que planeó con el sardo Vicente Bacallar y Sanna
conquistar Cerdeña para dar un reino al elector bávaro Maximiliano II Manuel de Baviera. Siempre según la misma
investigadora alemana, en el primer Tratado de Utrecht (11 de abril de 1713) Cerdeña pasó al duque de Baviera
Maximiliano II Manuel.
Referencias
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no se ha visto
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nunca», en 45.
luchaban
palabras del 7. Albareda Salvadó, 2010, p. 52.
cerca de
Almirante de 8. Albareda Salvadó, 2010, pp. 52-
1 300 000 53.
Castilla
soldados. Y 9. Albareda Salvadó, 2010, pp. 48-
Albareda Francia, la 49.
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dicha dinastía
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había
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arruinado la 178.
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14. Albareda Salvadó, 2010, p. 56. 41. Albareda Salvadó, 2010, p. 131-
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16. Albareda Salvadó, 2010, p. 57. 42. Albareda Salvadó, 2010, p. 133- de la ciudad
134. juntaron los
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ks.google.es/books?output=html&i 43. Albareda Salvadó, 2010, p. 134- suyos y
d=ia4LAAAAYAAJ&jtp=401). 135.
acometieron
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astella.pdf) en el Museo de protestantismo— fue el de
franceses, Historia de Cataluña. administrador de la Real Fábrica
que se iban 65. Serret y Bernús (1996: 111) de Paños de Guadalajara, una de
adelantando las primeras creaciones de la
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política económica de los
ordenados; catalán se puede encontrar en la
Borbones de Madrid.» Falta el
página 689 de "Los Fueros de
ambos |título= (ayuda)
Cataluña (http://bvpb.mcu.es/es/c
quedaron onsulta/registro.cmd?id=403676)", 76. Capel Martínez, 2006, p. 220-221.
escrita por José Coroleu, y José 77. Albareda Salvadó, 2010, p. 466-
gravemente
Pella y Forgas. También puede 467.
heridos. consultarse en Wikisource (https:// 78. Albareda Salvadó, 2010, p. 461-
Entonces es.wikisource.org/wiki/Bando_de_l 462; 467-470.
os_Tres_Comunes_de_Catalu%C
desmayaron 3%B1a_del_11_de_septiembre_d 79. Capel Martínez, 2006, p. 222-223.
los e_1714) 80. Albareda Salvadó, 2010, p. 484.
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las partes de socioecómico en España e
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Enlaces externos
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.
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