La estructura dualista del ego se propaga por un posicionamiento que tiende
a ver todo en términos de agresor / víctima (el clásico error relativista de Karl Marx). En virtud de una posición arbitraria, los sucesos se dividen en opuestos, y la consecuente culpabilidad puede ser dirigida hacia el interior como culpa o proyectada hacia el exterior como odio y paranoia. Por tanto, el ego juzga y sin darse cuenta se convierte en su propia víctima. Si odia, se siente inconscientemente culpable por violar la verdad y puede reprimir la culpa acumulada, lo que añade más energía al odio proyectado. Como será discutido en un capítulo posterior, esto también incide en el nivel de miedo, por que las proyecciones del ego, inconscientemente espera que regresen. A pesar de sus dispositivos, el ego no puede escapar a las consecuencias, cuando por turnos ataca por dentro o por fuera. La falacia inherente de la posición del ego es que no es en realidad la verdadera persona la que siente culpa u odio, sino sólo el ego mismo. El Yo real no se ve afectado porque la verdad es inmune a falsedad. Así el juego odio / culpa está operativo sólo en la política interna en la cual diferentes voces tratan de dominar y conquistar la alianza de uno. El ego es envidioso de aquello que intuye como superior a sus limitaciones y por lo tanto odia fácilmente y denuncia lo que no puede entender. Tiene un gran interés en hacer daño o denigrar lo que no puede comprender. Así, el escéptico sutilmente odia la verdad espiritual o la conciencia superior y sus valores (el amor, la verdad, la Divinidad, la belleza). El odio a la pureza o lo estético se expresa por la obscenidad y la vulgaridad bruta, así como por la profanación (destruir la Pietat, el desfile de la feminidad, los insultos eruditos, difamar la integridad, etc.) Muchas supuestas críticas (disfrazada de “libertad de expresión”) son escasamente disimuladas, acompañadas de odio envidioso para racionalizar la justificación a fin de disminuir la culpa. El combustible del odio ideológico en el debate público sobre casi cualquier tema o problema en la sociedad actual, del cual el ego deriva lo que percibe como ganancia en forma de atención. El odio a menudo toma la forma de culpa proyectada a través de la culpabilidad. Análogamente, la política del ego tienen su contrapartida en la sociedad, que está muy preocupada en culpar. Mientras que los individuos juegan una aparte, lamentables acontecimientos voluntarios a menudo representan un fracaso del proceso social subyacente en sí debido a las políticas que son innatamente falaces. Mientras que castigar a los culpables satisface al público, por lo general defrauda a la sociedad porque la resolución es descubierta al examinar el proceso subyacente en sí. La culpa que surge de alguna crítica carente del pasado es superada por los dispositivos de la reparación, la confesión, y la dedicación moral, así como por la compensación de las buenas obras (el proceso de “deshacer”). La humildad ayuda a la recuperación con la admisión de que una parte de la culpa proviene del orgullo, por ejemplo, “no debería haber cometido ese error.” Hay un error en la palabra “debería”, la cual representa lo hipotético. Lo hipotético nunca es realidad y realmente es una abstracción idealizada. Lo hipotético por tanto representa una fantasía. La historia personal pasada representa lo mejor que uno pudo verdaderamente hacer entonces, bajo determinadas circunstancias, que incluyen percepciones emocionales y estados mentales del momento. Los errores pueden tener un efecto positivo, porque ellos sirven al mantenimiento de una humildad