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Por lo tanto enfocarnos en Ana Mendieta, su obra y los materiales que la componen
es tratar de apreciar también más allá del hecho creativo, el periodo histórico en el que se
presentó la actividad de la artista, específicamente el siglo XX, es por eso que al decir de
Avendaño (2012) “Ana posee una propuesta visual que no rehúye la complejidad del
entramado político-social que le toco vivir, dándose que su obra emerge en parte sustancial
de su formación en tanto sujeto vinculado dos mundos, Cuba su país natal y U.S.A…”
Refiriéndose a 1961 cuando el gobierno de los Estados Unidos y la Iglesia católica
programaron enviar miles de niños cubanos a Norteamérica.
Es importante también señalar los movimientos por los derechos civiles de los
afroamericanos, el auge del feminismo, las protestas anti guerra y un crecimiento en la
industrialización de USA y demás potencias como influencia en el pensamiento que la
artista vaciara en muchas de sus obras más importantes.
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Una vuelta al estado natural
Estas obras comienzan luego de obtener una licenciatura, una maestría en pintura y
un máster en Bellas Artes, se conoce por medio de sus trabajos en fotografías, videos,
esculturas, instalaciones y performances. Adopta un estilo propio en el cual muestra su
personalidad feminista y evidencia su postura crítica ante las acciones de la sociedad
tomando en consideración aspectos negativos como la explotación femenina para llevarlo
como temática. Por su postura de artista y mujer ante la sociedad, relacionamos que:
Mendieta, se alía a los reclamos feministas, desde un arte de acción que cuestiona
los cimientos mismos de las estructuras de poder patriarcales, que son las que
permiten la intimidación y agresión hacia este género, y para ello utiliza su propio
cuerpo que se ve alterado en su fisonomía, por influencia de factores externos, que
lo carcomen, lo fuerzan, lo vulneran, lo hacen mutar, degradándolo, y haciéndolo
revelar en ello, los surcos que la sociedad genera en los cuerpos y conciencias
femeninas.(Avendaño, 2012: 6).
Por lo planteado es que evaluamos y nos permitimos inferir como Mendieta transita
al estado natural ya que si nos fijamos detenidamente hay una estrecha relación entre la
obra de la artista, los elementos que trabaja y las ideas que exponen autores como Juan
Jacobo Rousseau (1755), “un estado natural donde el individuo es inocente, libre por
naturaleza y no existe moral puesto que este individuo es anterior a la civilización”.
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Una vuelta al estado natural
Por consiguiente y a partir de esta relación es que planteamos que Mendieta para
resolver las inquietudes propias y las carencias de la sociedad que critica y que ve presa del
sistema, dirige su cuerpo y su arte hacia un estado natural, expresando un desacuerdo con el
status quo en medio de un arte accionario con el cual mantiene una búsqueda continua y un
contacto directo con la naturaleza, naturaleza ya sea vista desde la desnudez de su cuerpo,
desde los elementos orgánicos y biológicos como la sangre de un sacrifico o el vello
corporal masculino, o el propio entorno que escoge entre arboles, ríos y montañas.
Mendieta no sólo fue una artista con una identidad fronteriza, fue mujer y tanto con
su cuerpo, como con la silueta del mismo, representó un deseo de comunión con el
universo, una necesidad de entrar de nuevo a formar parte de la tierra, que para
ella significaba lo esencial, lo que nos da la vida y a donde regresamos al morir.
Es por eso que consideramos que la artista Ana Mendieta inicia una vuelta al estado
natural humano, a la tierra como madre por medio de sus creaciones, tomando además un
estilo propio, lo que resulta conveniente si se afirma que la artista también mientras
desarrolla sus técnicas y propuestas va en cierto modo buscando reafirmar su identidad
situada en un plano de hechos sociales de relevancia como también señala María Iñigo
Clavo (2002)
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Pero por otra parte, esa identidad y esa estructura cultural versan sobre otros
aspectos como el activismo político, aquí, se desenvuelve más abierta y convencionalmente
su protesta, su rechazo al orden establecido y sus aspiraciones que mas que mostrarse
como artista se muestra como el ser social, el sujeto consciente que no es estático frente a
la realidad y que, dicho de paso, no viene a ser contradictorio si se considera que la
dirección que marquen las instituciones y las cúpulas, será también en mayor o menor
media la dirección que frene o aumente la actividad artística, su promoción y su desarrollo.
Esto lo asume Ana Mendieta y con firmeza llega a hacerse notar por ejemplo en un
discurso que se llamo “Arte y Política” que dio en 1982 en el New Museum de Nueva
York, donde según Vanessa Oniboni (2012) “la artista hizo un llamado a los artistas a no
venderse al dinero y a seguir luchando, acusando a la clase dirigente en los EEUU de ser
una clase reaccionaria que empuja para paralizar el desarrollo social del hombre”.
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Así que dentro de la vida de la artista es indudable que la forma en la que aborda las
cuestiones sociales y las que le competen como artista son determinantes en su desarrollo.
Fe de esto la dan impactantes acciones que llevo a cabo como siempre con su cuerpo como
parte integral de la escena y donde una famosa Rape Scene de 1973 constituye una visceral
y contundente denuncia de un abuso sexual en la Universidad de Iowa donde la propia
artista hizo vida académica, por lo que es válido decir que con su cuerpo y por medio del
dramatismo de la escena fluyen tanto la denuncia como la innovadora propuesta de la
performance.
Este patrón Ana Mendieta sabe identificarlo muy bien, quizá por eso, más allá del
acción transgresora esta sea una de las obras que mas caracterizaron el estilo de la artista,
porque es una muestra estándar llevada al plano de la expresión artística de cómo la
violencia ya sea física, emocional o verbal se expande en la cultura de masas, resultando
una coherente relación de significados a partir de la puesta en escena. Mientras que otra
muestra de este binomio arte y denuncia es el Facial Hair Transplant (1972) donde la
artista se coloca en la cara el pelo de la barba de uno de sus amigos, dentro de ese juego de
identidades característico reluce y permite denunciar también los cánones de belleza,
ciertamente establecidos por la sociedad.
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Esto nos lleva a considerar otro aspecto de relevancia que no por ser típico en la
obra de Mendieta se deba desestimar, la desnudez. ¿Qué considerar respecto a la desnudes?
Por una parte comporta necesariamente libertad, en el sentido de que socialmente a la mujer
como símbolo sexual se le reprochen normas morales que en definitiva no comparten los
hombres, entonces sí de volver al estado natural al que hemos tratado referir se trata, el
mismo hecho del cuerpo desnudo, tal como se presenta el ser humano despojado de los
convencionalismos que aseguran la vida en sociedad resulta un templo da la naturaleza
viva.
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Una vuelta al estado natural
Respectivamente allí quedaran estas piezas, porque de allí han nacido con la piedra,
de manera que a la luz de las décadas todavía podemos conservar en la naturaleza obras de
Mendieta que tal como las esculpió, en el lugar que las esculpió, deben permanecer como
piezas resguardadas, sus intenciones, sus visiones y el trabajo de la artista en diversos
ambientes el cual experimento de diversas formas y donde evidentemente el ser humano, el
cuerpo en sí, se relaciona directamente con la naturaleza y con todo el entorno de pureza y
libertad que se aspira cuando se nota la tristes realidades que trae negativamente la
modernidad en las ciudades por ejemplo.
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Mi arte se basa en la creencia de una energía universal que corre a través de todas
las cosas (…). Mis obras son las venas de la irrigación de ese fluido universal. A
través de ellas asciende la savia ancestral, las creencias originales, la acumulación
primordial, los pensamientos inconscientes que animan el mundo. No existe un
pasado original que se deba redimir: existe el vacío, la orfandad, la tierra sin
bautizo de los inicios, el tiempo que nos observa desde el interior de la tierra.
Existe por encima de todo, la búsqueda del origen (Ana Mendieta)
Por tal motivo es fundamental que Ana Mendieta sea observada como una de sus obras, con
atención, donde lo explicito a veces no basta a la simple comprensión, donde hay que ir
más allá de la impresión sensitiva, donde se mueve como en una eterna performance a
través de tendencias, ideales, luchas, convicciones y una marcada actitud creadora, que
como toda artista, hoy, aunque no presente físicamente, vibra y muestra al mundo su
propuesta, mientras el espectador estupefacto, asqueado, fascinado o conmovido se fija en
la obra de esta digna artista latinoamericana. En fin si se trata de su obra, inevitablemente
no puede concebírsele como un hecho aislado reservado a la pura creación como comenta
Beatriz García Moreno (2016) “A partir de su obra hecha de cuerpo y tierra, encuentra un
modo de hacer con el goce que irrumpe en su cuerpo, primero en tono de rebeldía, pero
luego en busca de algo que lo enforme, y así construyó un ego y un escabel desde donde se
ofrece al mundo para ser mirada y descifrada.”
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Referencias
ANTIVILO, Julia Peña. (2006) “Entre lo sagrado y lo profano se tejen rebeldías”. Arte
feminista latinoamericano. México. 1970-1980. Tesis. Universidad de Chile. Tesis
publicada en URL: http://www.tesis.uchile.cl/tesis/uchile/2006/antivilo_j/html/index-
frames.html
CLAVO, María Íñigo. (2002) “Ana Mendieta”. Espacio, tiempo y forma. Serie VII,
Historia del arte, ISSN 1130-4715, 15: 405-424.
JACOB, Mary Jane. (1991) Ana Mendieta: the “silueta” series, 1973-1980, New York:
Galerie Lelong.
MORENO, Beatriz García. (2016) Ana Mendieta, un escabel hecho de cuerpo y tierra.
Virtualia. Revista digital de la Escuela de la Orientación Lacanaian. [En línea]. Dirección
URL: http://virtualia.eol.org.ar/032/template.asp?Arte-y-psicoanalisis/Ana-Mendieta-un-
escabel-hecho-de-cuerpo-y-tierra.html
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ROUSSEAU, Juan Jacobo. (1755) Discurso sobre el origen de la desigualdad entre los
hombres.
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