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Reporte de lectura

Discurso sobre la libertad de pensar, hablar y escribir

José Carlos Hernández Pineda

Filosofía de México II

La tesis central de José María Luis Mora es que todos somos libres para opinar. Ello implica
ser libres para expresar nuestra opinión hablada y/o escrita; libres para pensar. Al inicio,
Mora identifica y a la vez relaciona dos épocas: la de Tácito y la suya. En ambas se trata de
la libertad de pensamiento. La diferencia es que, en la época de Tácito, se encuentra un
régimen bajo la dirección de un señor, mientras que en la de Mora un gobierno. De Tácito no
escribe más.
A continuación, Mora considera que se trata de que la libertad es condición de
posibilidad de un gobierno, incluso su causa y el fundamento de su permanencia. No se trata
de que el gobierno tenga leyes sino de que la libertad tenga leyes. Las leyes deben cumplirse.
Las opiniones deben estar libres de toda coacción, censura, prohibición, dicho de otro modo,
la libertad -de opinión- debe estar liberada absolutamente de todo aquello que la obstaculice.
Las leyes limitan la acción no la opinión. En los siguientes párrafos Mora justifica y
argumenta la tesis principal.
Hay justificación de orden ontológico, lógico, analógico y epistemológico. El
entendimiento humano tiene un modo de ser necesario que no es elegido. No hay doctrina
que pueda determinarla. Si se impusieran restricciones, o hubiera alguna posibilidad de
imponerlas efectivamente, al pensar se le restaría la potencia de pensar lo verdadero y lo
falso, se restringiría el conocimiento. No es casual que Mora compare el entendimiento y el
alma con la vista y el cuerpo. Si se censura el pensar se censura o se deja ciega al alma. Para
justificar este modo de ser del entendimiento afirma que este modo de ser no es elegido, como
tampoco lo es la vista que tiene un modo necesario de ver las cosas. Muestra la falta de esta
elección en el sufrimiento de cada que tiene recuerdos amargos o se anticipa al futuro, de
algún modo estos pensamientos salen de la nada y no por elección de cada uno. Para Mora
esta es la prueba de que no se puede poner limites al pensamiento, porque de un modo u otro
somos conducidos, de manera irresistible, acertada o errada, perfecta o defectuosamente, al
conocimiento de las cosas. En el orden metafísico no es libre, tiene su modo de ser necesario,
pero en el orden político y moral debe ser libre.
De este modo de ser, que parte de pocos y los mismos principios para todos, se
desprende una pluralidad infinita de opiniones debido a los diversos hábitos y costumbres de
la educación, a las diversas personas con que tratamos, al diferente estilo de vida adoptado.
En la segunda parte, se aborda la relación del gobierno con la libertad de opinión. Y
expone que muchos gobiernos han querido encadenar el pensamiento. ¿Tienen derecho a
ello? Los gobiernos se han erigido con el fin de conservar el orden público y esto no es
incompatible con la libertad absoluta de las opiniones. Se puede sancionar una acción, pero
no el pensamiento. Se puede obligar a hacer algo, pero no obligar a creer en algo. Un derecho
que quisiera obligar a creer supondría dos cosas: 1) o un cuerpo de doctrina comprensivo que
abarque todas las verdades o 2) una autoridad infalible. En el primer caso, la prueba de que
el conocimiento mejora – o por lo menos se plantean nuevos problemas con sus respuestas-
muestra que ninguna doctrina puede abarcarlo todo. En el segundo, si los gobiernos están
compuestos de hombres, y por tanto, falibles, no tienen derecho a restringir o censurar
ninguna opinión. No se puede censurar el pensamiento de manera externa porque el modo de
ser del pensamiento lo impide, pero, además, porque es arbitrario, y no se logra tal propósito,
incluso podría darse lo opuesto: que en el intento de censurar se incite aun más el
pensamiento.
Las leyes no pueden clasificar todas las opiniones, ni tampoco todas las acciones. Lo
primero no tiene sentido sancionarlo. Lo segundo, sí, pero tomando en cuenta que hay leyes
que clasifican algunas acciones que atentan contra la libertad de opinión, leyes que no
clasifican algunas acciones que atentan contra la libertad de opinión -y por ello mismo se
necesita el pensar libre para tematizar estas lagunas-, leyes que clasifican algunas acciones
que no atentan contra la libertad de opinión pero no que la defienden y leyes que no clasifican
algunas acciones que no atentan sino defienden la libertad de opinión – y aquí la ley puede
volverse tiránica contra una acción de esta carácter. Ninguna opinión debe ser censurada,
algunas acciones sí e incluso algunas leyes también. Cierra Mora con la advertencia a
cualquier gobierno o instancia, que criminalice la opinión, de que se expone a castigar los
talentos, las virtudes, los conceptos y a hacer ilustre la memoria de sus víctimas.

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