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.Emanucl Lasker
LUCHA
EDICIONES !\!ERAN
©Del prólogo Ricardo Calvo
©De la tr a ducción Ricardo Calvo
ISBN: 84-932593-0-6
Depósito legal: M-33807-2002
Ninguna pm1c de CSlil publicaci6n. incluido d tlisciio de lzi cubic11a.. pu�de ser reproducida. alma
ce-nad:1 o ni por ningún medio. ya sea eléctrico. quimko. mcdnicu.
transmilitla en manera alguna.
óp1ico. de g:rnbación o de fotucupi<1, sin �rmiso previo. y por cscritu. del cdiwr. La infnicd1in tle
lus Jcrcchos mcndonados pu�de ser cons1i1u1iva Je un dclilo contra la pn:11>icdad intclc1..·tual.
INTRODUCCIÓN 9
EL PROBLEMA 21
ESTRATEGIA 33
EL PRINCIPIO DE LA ECONOMÍA 59
EQUILIBRIO Y VENTAJA 67
SUERTE 85
9
Emanuel Lasker
Toda la vlda de Lasker fue una lucha. Una pelea por la subsistencia,
pri mero en ciud a des ale manas, luego en sus años d e emi g raci<Ín a
Inglaterra, l uego en su traslado a Estados Unidos, donde ap rovech an
do una exce pcional coyuntura arrebató el título mundial de a jedrez a su
admirado Steinitz. "El ju¡.,rador -diría- derrotó al pensador''.
El jugador J.asker iba de un torneo a otro. El intelectual, de una uni
versidad a otra. En uno de sus regresos a Alemania, se doctoró en
matemáticas por Ja u n iver sidad de Erlangen en 1902. Aun así no le era
fácil la lucha por la s ub si s ten cia, para la que estaba máximamente
entrenado. Como anécdota, cuenta Hannak (ver b i bl iogra fía) '¡ue sien
do ya cam pe<Ín del mundo y d octo r en matemáticas se le vio como
fi¡.,>uran te en el coro de gitanos de la ópera verd iana "11 Trovatore".
Su vida no fue solamente aj ed rez. I nvesti¡.,'<) con apasionamiento
lógico much os aspectos de la existencia humana. Se interesó por los
juegos como modelo de lucha. D io clases de b ridge, entre otros al
patri arca americano Culberston. Patentó inventos que n u nca eran ren
tables, c reó una granja avícola en donde su mujer esctibía en los hue
vos frescos de las aves la fecha de recogida y la frase "piensa ta mbién
en mf'.
Pensar era su ej ercicio continuo, d iario e implacable. No aceptaba
dogmas. Pem su honcsticlacl y sent ido ético han dejado una huella
impereCl."Clera en la historia del ajedrez. Su p res tigio ern tal que en todos
los grnndes romeos de su época en los que hubo, y jugo en casi todos,
cuak1uiei: conflicto, cm some ti do a su c1iterio arbitral .
Pocos hiswriadores del aj ed rez saben del momento crucial de
I..askcr, cuando su honestidad inte l ectua l al terminar la.< eno1·111cs ix·nu
rias de fa Primera Guerra ]vfundial le i ndujo por reflexión y análi si s a
renuncia r a su titulo de ca mpeún del m u ndo y a otor¡.,'lirselo por su
cuenta a Capahlanca. 1 '.I documento ha sido rescatado y publicado por
Kent Whyld (ver bi bl i ogra fía) . Es una carta manuscrita fechada en el
hotel Stadt Elberfeld de Amstcrdam el 18 de junio de 1920 (el año
anterior a su duelo oficial con Capablanca), en la que d ice tcxnmhnen
te lo siguiente:
IO
Introducción
''.'ieñorJR Copablanca
Qmrido se1ior:
Por vmios hechos fellf!J q11e dedncir q11e ol 1n1111do del '!iedrez no k g11skln los
condiciones de 1111estro ocmrdo. No puedo jugar 1111 1notch sabiendo q11e va a ser
01uplio1nente unpopnlar. Por eUo abdico del título de Ca111peón del M11ndo o Sii
fervor.
Vd. se ho ganado el tit11/o no co11 la.fon110/idod de sn desqflo, sino por s11 bri-
llante maestría. T � deseo, en s11/11t11ra comro, lo.r 1noyores éxitos.
S!fJO Umo defe''.
Á1Rsterdo111, j1111io de 1907
EMANUEL LAJKER
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Emanuel Lasker
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Introducción
ello una rigidez que ya señala su amig o Einstein. Por un lado, es una
rigidez típica de aj edre cista y qui?.á
por a ñadidura de la mentalidad ger
mánica. Si en la confusión de los casi infinitos factores que influyen en
una lucha hay que establ ecer como ¡,>uía una serie de p rincipio s o man
damientos absolutmnente inamovibles (¿las Tablas de la Ley de lamen
talidad hebrea?), esos principios hay que desarrollados coherentemen
te hasta sus ultimas consecuencias finales, aunque con ello se ronde el
disparate. A sí, Lasker, a tac a a las vacunaciones como el "mayor peca
do" de la medicina de su tiempo, porque las considera contrarias al
"principio de economía". De h abe r visto la desaparición de la viruela,
de la poliomielitis, la prevención de la di fteri a, tosferina o té ta nos, que
s uponen uno de los l ogros más auténticos de los esfuerzos médicos de
la hu manidad, hubiera tenido que tragarse alguna s de sus considera
ciones teóricas. Personalmente, soy aquí a n t es un traductor que un
licenciado en medi c i na, y debo ante todo ser lo más fi el al texto. Pero
de haber tenido la fortuna de dialogar p erson alm en te con Lasker,
hubiese permanecido probablemente en relativo silencio ante las mani
festaciones de su apasionada coherencia in tel ectu al y an te las laceran
tes aristas de su entusiasmo por la lógica.
f ..asker publicó el libro 1.ncht1 a sus e xpensas en N ueva York.
La fecha de edición es de 1907, y la de p rep a ración el periodo de su
a je treada estancia en los E.�tlldos Unidos tras el torneo de Cambridge
Sprin¡,>s de 1904. Es extraña la poca repercusión del libro y su falta de tra
ducción a lamaroáa de los idiomas (otro más de sus fracasados intentos).
Para este traductor, se trata de un intento fascinante sobre el miste
rio filosófico de la lucha , ceñido a los más rígidos principios de la lé>gi
ca, en los que J..askcr se h abía educado en las ¡,>er1n."Ínicas aulas de su
tiempo. l..as palabras le b rotab an casi con verborre.'l y significativa
mente su primera redacción fue en su materno alemán: Ko111pf. l..a ver
sión inglesa, pocos meses despué s, lleva el titulo de Strur,¡je. Fracaso
editorial y comercial para la I...usk�r Puhlisbi11/!, Co111pan.J• 116 Nassau
Stree t, New York. Filoso fía, antes que com e rcio. Minerva enfrentán
dose a Marte. Escapada final del inasequible Mercurio.
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Emanuel Lasker
EL PRÓL OGO
la versión alemana.
El prólogo de Kampflo expli ca todo y dice así:
"L:t presente obra contiene con.riderociones sohre lo estrategia de 1111 co111bote,
romo los q11 e oc11rren en la g11erra, en los p11g110s de 11n hombre de negocios, en lo
lncho interno de 11n orlisto, en el combate contra los ene111igos del bienestar del tilma,
etc. L:t vida e.i; según dichos oncestraks, 11110 l11cho pen110ne11te. De ahí q11e lo te o
rio del ro111hote ronlrlrnee al verde árlml de la vida.
Mis actividades me han cond11cido de 111anero not11ral o lo obseT'llO(ión de kis
.
erroresy de las ventf!ias de lar decisiones estratégicos, y tras q11ince años de trob'!)o
he co11seg11ido alfin, seglÍn creo, desc11hrir olg11nos principios estratégiros básicos lle
nos de signijkodo. Estar ideos vienen oq11í comentadasy expresadas.
Eslr!J ¡;rondB111ente agradecido o mi her111ono por s11 estim11/oy '!Jlldo de m1«bar
clases".
N11el/<11órk, noviembre 1906
EMANUEL TASKER
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Introducción
LOS N EOLOGISMOS
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Emanuel Lasker
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Introducción
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Emanuel Lasker
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Introducción
.rmse in chess London, New York, 1895-96. Está basado en las conferen
cias que impartió en la capital británic a .
Pueden mencionarse St. Petersburg lbu rn ament Book 1909, New
York, 191O. Mein Wettkatnpf 111it é.apahlanco, Berlin-Leipzig, 1922.
Alekhine-Bogoljubov Rerurn Match, London, 1935.
Su texto más inolv i dable es su manual de ajedrez Liskerºs Chess
/\'lon11ol Lo nd o n, 1932. New York, 1934. Está traducido al castellano,
la primera vez en México, la más rec iente en España por la editorial
.Jaque.
Lasker editó en Estados Unidos entre 1904-1908 la magnífica revis
ta Loskerºs Chess Molflzfne, que como tantas de sus empresas resultó un
fracaso comercial.
Encontré por casualidad en una librería anticuaria una obra de
1 �'lske r que no viene apenas reseñada. Trata, no de ajedrez, sino de la
historia de los juegos de tablero en diferentes culturas: Brettspirle der
Vólker, Augu st Scherl, Berlin, 1931. Su con tenido, aunque con iniciati
va pionera, no es comparabl � en cuanto a exhaustividad con obras aca
RICARDO CALVO
El problema
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El problema
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Emanuel Lasker
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El problema
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Emanuel Lasker
i n s ignific a ncia, la fe nos s usu rra al oído (jUe no hay que tener miedo a
la i n ju s ti ci a . L'l espera nza y la fe aqu i eta n el latido del corazón cuando
ni la voluntad ni la razón p ueden superar los obstáculos, y en conse
cuencia, l a s d u da s y la ansiedad hacen estremecerse al corazón.
N i ngún ser ha nacido s i n esperanza. l .a esperanza es el poder
i mpulsor de todas las vidas. Incluso los animales más inferiores viven
ani m o s ame nte , aunque la muerte o el dolor po d rían asal tarlos de
i n m ed i a to, La i ¡.,moranc i a n o l e s i mp o rtun a . Pero existen muchos
hombres que no ti en en fe. La fe es cora j e después de la a cci ó n , y por
e so refuerza al individuo para ulteriores e mpre sas. A porta paz. En la
e v o l uci ón de la mente, es el miembro más j o ven de la familia de sen
timientos. Es la convjccicín de que la justicia determina todo lo que
oc u r re, la ex presi ó n de aceptación y co n fia n z a . Fundamentalmente,
ello se c o nstruye sobre la idea de j us tici a . Ya que lo más i n ter n o del
ser está basado sobre la j us t i c i a, c u al q ui e ra que esté pos e íd o por los
sentimientos de ju sticia no p ued e menos que tomar parte en ella. De
ahí se si¡.,rue tJUe únicamente a tj uellos que ten¡.,ran sentimientos de j us
ticia p u ed en esperar alcanzar algl'm día las bendiciones de la fe. Quien
no tiene fe, no p ued e adquirirla por una s im p l e o rden o petición.
Ti en e tJUe crecer como una planta. Se nutre de las experiencias gana
das en empresas cuyo resu l tado no pod e mo s predeterminar comple
tame n te: navegar a vela por el océano, escalar montañas, busca1· la
verdad, co mba ti r contra fuerzas sociales del mal o hasta el tomar el
tren expreso o e l transbordador del Atl á n tic o.
Consideremos por un momento la po s i ci ó n del hombre que no
tiene fe. Pa ra empezar, las dimensiones de sus iniciatiV11 s van a depen
der de su conocimiento, y natural m ente él s ol o puede moverse den
tro de un peq ueñ o círculo. Cuando se topa con una gran fuerza cuyo
p oder no p uede ni dominar ni abarcar, la carencia de fe le o b liga a
bu sc a r continuamente un conocimiento q u e no p u e de obtener. El
m iedo le convierte en un mi serable que no tenía por qué s erlo, su
esp íri t u de i n i cia tiva se debi l ita y sus habilidades no alcanzan su de s
arrollo natural.
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El proble ma
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E s trategi a
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Estrategia
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Estrategia
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Estrategia
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Estrategi a
los stratoi enemi¡,ros más mó v ile s. Cuando las fuerzas hostiles se acer
quen una a la otra, la tarea de Ja organización qu eda ensombrecida en
im portancia por otras tareas. Pero incluso entonces no es desdeñable.
Por el contrario, en medio del e n fre nta m iento de las armas el proceso
de organizació n es ta rá p rocediend o con rapidez al s umi ni stro de líne
as de fuerzas de reserva para cuando sean mas necesitadas. Y un pro
ceso de organización, reorganización y desor¡,•imización tiene lugar
durante el entero transcurso de una 111aquia eu111óqNica.
Es imposible, sin l a ayuda de los principios que serán discutidos
mas adelante, el dar una des cri pción mas detallada y p re c i sa del p roce
so 111óq11ico, pero incluso el esbozo dado aquí es capaz de enseñar
muchas lecciones. Porque es deb ido a su uso u nive rsal y a la facilidad
con la cual pueden ser aplicadas el que estas máximas tengan valor para
el ciudadano m ed i o. Tanto si un hombre está ocupado en los negocios,
o en el estud i o, o en el arte, o en la vida social , o en el j uego o co mpi
tiendo en una confrontación de c o n secuencias graves, será general
m ente un asunto fácil para él determinar el campo de l u cha l' los sfra
toi, y el obtener por lo m e nos una idea aproximada de sus efectos y
jonts, de su an11oostia y de su presi ón . Y así, sigu i e ndo los principios
expuestos, sus acciones, aunque ha)'a e stud i ad o la situación un poco, se
aproximarán por l o menos algo a una acción e1U11óq11ica. De ordin a rio,
los hombres a ctúan muy locamente en 111aq11ios que han examinado
sólo por encima. C o meten los errores más elementales en oposi c ión
directa a las reglas antes mencionadas.
Para encontrar ej emp l o s i l ustrativos de lo que se ha dicho hasta
aquí, nos basta sólo con echar una ojeada al azar, en la co rri ente de la
vida. En la esgrima, esta claro que la hoja del arma sirve como mu ro,
que la posición i nici al que los luchadores as umen usualmente se pro
cura que sea la p osición de máxima ormoostia, que el ojo, muñeca y pie
son stratoi valiosos, mientras que el cuerpo l' la cabeza requieren pro
tección. La estrategi a de los esgrimidores maqueidos es difícil de deter
mina r, ya que de pende en cada i ns tante de la movilidad l' del esrado de
fatiga del ojo, muñeca y pie, del movimiento que el arma y la mu ñeca
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Estrategia
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El postulado del trabajo
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El postulado del trabajo
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Emanuel Lasker
Examina todas las cosas, sin ning una excepción, por sus efectos y
por el esfuerzo que cuestan y valóralas de acuerdo con ello.
El principio de economía
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Emanuel Lasker
punto, porque entonces el enem igo podáa, mediante una acción emnó
qnica, obtener un triunfo s in pérdidas. Por lo común, no es dificil deter
minar los puntos donde los muros de los oponentes deben encontrar
se: tienen que yacer en la línea de iguale s presi ones.
Abstenerse de cualquier defensa mientra s las amenazas del opo
nente p u ed an ser pa rad as sin preparación es una tarea que e xige cora
je y aguda i nte l ige n ci a. Antes de que una deci s ión s e i mp onga , el peli
gro amena z ante tiene que s er analizado con precisión y l a pregunta
de sí el peligro es real o aparente tiene que ser exa m i n ada .
Para que una maniobra defensiva c um p la con el pri ncipi o de econo
mía, tiene que ser ejecutada con el m enor esfuer.i:o que sea suficiente.
E in cl uso si la maq11eida no puede evitar pé rdi das, sus i ntentos para
satisfacer el pri ncipio de economía obli!,ra a actuar de tal manera que
el s obre peso de s u s pérd i d as en en e rgía sobre las del oponente sea
mínimo. S e re nam e nte, ante la d es dich a que se aproxima, la 111aq11eida
a n al i z a el peligro en pro fundid ad y en c u en tra la maniobra que esté de
acuerdo con l a regla a n teri or. La 111aq11eida por ello no está sometida
al pánico del miedo. Ella es objetiva i n cl uso ante circunstancias que
l a ponen a pru eba .
Esto es de gran i mpor tan cia aunque con mucho mas sentido contra
la estrategia de la de fe n s a e11111óq11ica. S u ponhram os que el de fenso r ocupe
la posición de mayor annoostia, de j émo sl e di spon er sus fuerzas de tal
manera q ue en todas las direcciones por l a s que pueda venir un ataque,
.
su resistencia ten!,>a la misma fortaleza, de mod o que no haya puntos
débiles en su armadura. Pero una vez bajo el fuego, tiene q ue atenerse
a la pos ición e s cogida, inmóvil como un puercoe spín atacado hasta que
se ve a obl i !,rad o a actuar. Y baj o c ualq ui e r circu n stancia, tiene que Sf!,>Uir
l l en o de fe los mandamientos del p rin c i pi o de economía. l lay poca glo
ria para el defensor. El a!,>resor ex i toso satisface las ansias que ti ene una
multitud por l o e spectac ul ar y rom á nti c o -ya sea la maquia de !,>ti erra, de
arte, de política, de nf!,>ucios o de cualquier cla s e - y por co nsi!,>U ie nte es
reco mpen s ad o con abundancia de h o nore s. En ca mbio, los trajines q ue
en su naturaleza s o n p uramente de fensi vos , tales como la ej ec ución
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El principio de economía
llena de fe de una tarea o una permanenc ia temporal con tra todo s los
pronósticos para cubrir una reti rada , son a menudo tan efectivas y a
menudo tan heróicas como un asalto brillante a una po sición enemiga.
El a¡,rresor con genio deposita una alta estima en aquel los en quienes
p ued e delegar una tarea defensiva. Se da cuenta de que cada reparti
miento de fue17.a colocada para que pueda estar lista para parar golpes
potenciales que a menudo nunca tienen l ugar le q ui ta pane de s us armas
agresivas. Sabe que es precisamente su ha bilidad para prevenir amena
za.� con el mínimo de co nsumo que sea suficiente es lo que le suminis
tra los medios para segu i r con tácticas agresivas, incluso ba j o di ficulta
des. Esta misma facultad le permite ver con an telación las maniobras
del defensor y detectar las debilidades del en emigo que le permiten ata
car con rapidez y con instantaneidad.
A la vi sta de la generalid ad de las co nce pcion e s máq11icas, no tene
mos que preguntarnos si estas c o ns i deraci o n e s ti en en aplicaci o nes
más a mpli a s de lo que pa rec e a pri mera vista. Las máximas de la
estrategia de defensa no son solamente válidas en un conflicto entre
d o s o más bandos, y reti e n en s u fuer-1.:a, cuando un ho mb re pugna
contra una tarea, siendo por con s igu i e n te de particular valide:t para el
artista y el hombre de ciencia.
En este contexto, los pr i n c ip ios son de interés e s pecia l porque
,
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Equilibrio y ventaja
brir lo que debe temer )' para de termi nar su plan de ataque. Muy a
menudo queda agobiado intentando construir un ataqu e o porque
encuentra que en cada uno de sus in te nto s , por muy ingeni o s o s que
sean, h ay siem pre un pequeño error en al go. También a menudo ve
acercarse el peligro y no puede prever el resultado. I nclu s o si perma
nece frío y toma las mejores medidas para la defensa, la i ncerti dum
bre del resultado final le supone un agobio.
Consideremos ahora la po s i c ió n de este hombre cuando se le hace
ver que su b an d o ti e n e una l i¡,te ra ven raj a. Su incertidumbre y su ago
bio se borran de un pluma zo. Porque si hay un ataque d i rigido con
tra su bando, sabe de antemano que por muy p ode roso q u e p ueda
parecer, en la realidad tiene q ue e x isti r en algú n sitio un recurso al
alcance de l a mano que refutara el atat1u e y que posi bl e men te p ued e
infligir u n a decisiva d erro ta a l enemigo. De nuevo, si él adop ta el p l an
agresivo sabe que tiene derech o a es perar alguna pet¡ueñ a ganancia
debido a s u leve ventaja .
O d igamo s que él tiene una leve desventaj a ; se dará cuenta enton
ces desde el pri ncipio que tiene que evirar acciones agresivas y que
tiene que buscar la segu ri dad en una posic ió n firme. No em pu j ará
entonces su muro tan a lo lejos como su an tagoni s t a. En caso de que
el e nemigo le presione ardientemente, tiene el consuelo de sabe r que
con la mejo r defensa sus pé rdi d a s pued e n como mucho no ser dema
s i ad o severas, como debe de ocurrir e n proporción a su desventaja,
que es s olame n te de grado leve. El ata q ue del adversari o le propor
ciona incluso la esperanza de cambiar l as tornas porque en las accio
nes viole nt a s de un vivaz m ovimiento agre si v o se pu eden obtener
rápidamente grand es efec to s.
En cualquiera de los casos, antes de qu e em p iece su búsqueda
para encontrar la ma n i obra e stra tégica aprop i ada puede estar seguro
de que la agobiante ex periencia de perseguir cansi na y p acientemen
te un fantasma no será la suya.
Los m é todos de llevarse a casa una ventaja -siendo como so n
diversos- tienen unos cuantos rasgos comunes de lo s que a conti-
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toi hasta t¡ue se vulnere un punro vi tal tras otro del e n e m igo.
Para llevar a cabo tal ataque es necesaria, sin embargo, una mur
ampl ia preponderancia d e fuerza en los puntos d ecisi vo s. De otra
manera, contra un enem igo correoso )' con cabeza fría, e l atat¡ue
puede acabar en una retirada desasl rosa.
Aunque estemos usando térmi nos bélicos, podemos aplicar estas
consideraciones a propósitos pacíficos, como por ejemplo la i nven
ción de una patente. El enem igo es en este caso la dificultad inhe
rente a la tarea y los slrotoi son nuestras células cerebrales. Cuando el
inventor h a t1uitado de en medio al¡,runos obstáculos, l a ormoo.rtio del
enemigo ha disminuido en el mismo grado. La estrategia correcta es
la investigacicín paciente del p r ob l e ma d e s d e s us disti ntos án¡,rulos, a
no ser que uno esté apremiado por el tiempo. En este caso, lo c1ue
tendrá lugar será una batal la entre las valientes células cerebrales con
tra el wzudo enemigo en l a cual tiene que h aber muchos desrcllos
heróicos. La tarea es d i ficil antes de que se pueda obtener la victoria.
Si la tJ11tlfJOsfio del enem igo es amplia, es necesario antes de poder
dirigir un ataque contra él rebajar su or111oosfi{/. El que esto sea posi
ble depende de la situación global y de la movilidad de sus debilida
des. Incl uso si sólo u n a de sus debilidades puede ser atacada existe
casi la incertid u mbre de una gran victoria. La debilidad atacada
requiere una defensa, Ja fuerza defensiva puede ser atacada, otra para-
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Equilibrio y ventaja
estocadas, debería asal tar las debi lidades correspondientes con gol pes
ráp i dos q ue q u i ebren el ritmo y requ i era n para su p arada exitosa una
rápida concepción.
Consideremos ah o ra una 111aqnio e n la que los hombres se ven
envueltos día a día sin considerarla sin embargo como una l ucha, ya se
trate de la comprensi ón de una verd ad o de la aceptación críti ca de una
i mpresión. Para empezar, estudiemos el campo. El cerebro es un ejér·
cito o rgan i zad o de cé l ulas o, di¡.,ramos, de órganos elementa les de vi d a
tras rec ibir impactos por on d as de materia q ue prod ucen son i d o, luz,
olor o gusto. Un organ i smo que se ha hecho particularmente se n sibl e
por herencia o por adaptación a tales impresiones com un i ca el trastor·
no al cerebro, mediante un proceso electrolíticc1 Hablando en ge n eral
y en términos me nos defini tims, un movimiento que ven¡.,<a desde
fuera, vi a j ando a lo largo de los c o rd o nes nerviosos, produce un esta·
do de conmoc i ón en las células cerebrales. Como los movimientos e n
la natura lel'.a nunca se acaban, la vibración en el cerebro q ue podría·
mos denominar como una idea pasa despacio a través de él hasta que
coloca en movimiento a al¡.,runos músculos para transformarse en una
risa, en un sollozo, en ge stos o e n otros movi mientos. En este proce·
so, la idea original , d i fundiéndose y de h i litand o continuamente, produ
ce movimientos que se corres ponden con paquetes de otras i deas pero
con intensidad disminuida. J'� stas son las ideas asociadas con el impul·
so origi nal, el cual, pues to q u e a la idea se le ha permitido labrar su pro·
pio camino, cae i nsensiblemente debajo del nivel c o ns ciente. Producen
así el estado de baja conciencia al q ue l lamam os s ueñ tl
Dentro de cada cél ula, la idea crea un proce so químico que con·
sume a lgu n a sustancia que ha d e ser reemplazada por la sang re. Al
actu a r así, la idea sobrepasa una resistencia, porque nin¡.,rún moví·
miento pu ede i n i c i a r otro movimien to sin quedar por ello d ebilitad tl
De acuerdo con una ley b iológica general , cualq uier cambio en la
composición de u n o rgan is m o vivo pro d uce fati ga ; y si la fariga es
gra n d e , produce dolor. El dol or de las cé l ula s cerebrales se m an i fie s
ta a sí mismo en caren ci a de atención y p érd i d a de i n terés y, si se agra·
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Emanuel Lasker
va, en di sgusto. N o te n e mos razón para dudar de que cada idea pro
duce u n pequeño grado de dolor, porque la naturaleza nunca salta de
un estado a otro, sino q ue los conecta mediante estados de transición
continua. Las cél ulas que o fre cen una fuerte resistencia a la i d ea que
dan materialmente afectadas por ella y alteradas de tal modo que
pierden su ide n tid ad . El hecho es com parable con otros que conoce
mos en los cuerpos elásticos. Oscilaran hacia su posición origi nal, si
están sometidos a un leve estiramiento, pero se romperán, o por lo
menos se aflojarán, si la energía del esti ramie n to va mas allá de un
cierto límite de intensidad. De ahí yue la idea, al reformar algunas
células de ¡?;tan res i ste nci a , debilite la resistencia to tal . Y si nos o tro s
quedamos de nuevo s ome ti d os a la conmoción que causa la idea
ofreceremos menor resistencia contra ella . Así que una ide a, repetida
a menudo, pavim en ta por sí misma un camino de menor resistencia,
con lo que su fuerza aumen ta e n grados.
Hagamos ahora que diversas conmocion es se sigan la una a la otra
en una sucesión tan rápida que no tengan tiempo suficiente pa ra ins
taurar el estado peculiar para cada una de ellas. De ello surgirá un con
moción complicada que será dolorosa, a no ser que las ideas estén
entre ellas mismas en una relaci ó n armoniosa. Puede servir como
ejemplo una obra musical. Cada noca indivi<l ual es un impulso al cual
corresponde un c ier to estado vibratorio en el centro musical del cere
bro. Si antes de que cese esta vibración se sobreimpone otra vibración,
la soñolienta, semiconsciente conmoci<'m debida a la primera nota, está
todavía presente mientras la fuerza total del segundo ataque tonal está
desarrollándose. Si el murie nte impacto debido al p ri mer tono puede
a bsorber la e n e rgía del segunao tono, entonce s tenemos ar mon ía. Si se
antagonizan el uno al otro, tenemos entonces discordancia. Lo m is mo
es válido para el color. A cada col or le corresponde otro con el que está
más en armon ía , y esta correspondencia es la mi s m a para todos los
seres humanos. El rojo y el verde, por ejemplo, están así relacionados.
No ha)' razón para d ud ar que podríamos hablar también de olores o
gustos armoniosos, o incluso de armoniosos pensamientos.
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¿Tomaría el animal la dirección bisectriz del ángulo que forma con los
perros? Muy posiblemente se produci ría en el mismo plano. Y cuando
las piedras, maderos, colinas, montículos están por ahí, el animal selec
cionaría probablemente la línea de menor resistencia probable, no
importa cuán complicada pueda ser la situación. Los animales son rápi
dos para extraer inferencias. Un lobo sigue el sendero trazado por una
probable víctima. Si, alertado por su excelente sentido del olfato, pien
sa que él mismo está perseguido, corre hacia un montículc� no en línea
recta, sino en semicírculo, para enterrarse él mismo allí donde solo
muestra sus ojos, y para mirar si es que su pista está siendo seguida.
Cuando lo h a determinado con certeza, se marcha rápidamente. En la
cacería <le grandes presas tiene una manera típica de solicitar la ayuda
de sus camaradas. En la búsqm.-da de presas, la compañía se dispersa.
Algunos insectos rienen la sabid uría o el instinto de sed ucir a sus
enemigos para que saquen falsas inferencias. Cuando temen un ata
que fi ngen que están muertos. Cuando el atacante no se deja engañar
por ello h uyen entonces rápidamente. Muchas especies de i nsectos
tienen dos variedades de las cuales los pajaros encuentran una apro
piada a su gusto y la otra no. Ocurre a menudo que un insecto gus
toso asume el di sfraz de la otra variedad. Podemos mirar a ésms y a
otras cuestiones rel acionadas como el resultado natural del principio
de supervivencia de los mejor dotados. Pero, sin embargo, sigue sien
do un hecho curioso cuán grande es l a destreza estratégica desplega
da por los animales y cuán precisos son en su j uicio de las probahili
dades q ue más directamente l e s afectan.
Sabemos que en una 1naq11ia equi l i brada entre dos bandos, cada
posible ataque tiene una defensa suficiente. Si el azar se inmisc uye en
las condiciones de la 1naqNit1, la probable ganancia derivable de un ata
que que es contrarrestado correctamente será al menos igual a la pro
bable pérdida. Y si una maqHeida tiene la ventaja, las probables ganan
cias de su adversario serán i nferiores a SIJS probables pérdidas. De ahí
c¡ue si la maqHio entre los dos se repite frecuentemente, l a 11111qHeid11
será fi nalmente la vencedora.
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po rci onad a a la puesta en realización que el stmtoi tie n e que hacer para
produci r la unidad de efecto sobre el punt<1
La presi ón de varios sfrgfoi so b re un punto me parece a rrú que no
puede ser más que l a suma de las pre s i o nes ej e rc id a s individualmente
por los slmloi sob re él, pero puede ser menor porque los stmtoi pueden
estorbarse unos a otros en sus efectos.
Hay que hacer una distinción taj ante entre pre si 1)n y efectc1 Un "efec
"
to está siempre disminuyendo la capacidad enemiga o fuerza. Es indi
ferente cómo se alcanza esta meta, el efecto p uede ser temporal o tam
bién permanente. Pu ede crecer o d i s m i nuir con el tiempo, si un punto
no esta ocu p ad o por un simios h ostil no se puede allí gan."lr efectos. Pero
la presión sobre ese punto existe y esa puede ser la razón por la q ue el
enemigo no lo ocupa; atravesar zonas de gran presión entraña pérdidas
en energía 111áqNicg y no estarla j ust i ficada a no ser que haya un provecho
correspondiente en el e fecto o en el efecto potencial. No bay ni nguna
razón por la que un cerebro pe rfecto no d eb a ser capaz de calcular las
magnitude s referentes a esto. In cl uso si nosotros no podemos hacerlo de
mome nto, pod emos, por lo menos, ll ega r cerca de la verdad. En la gran
mayoría de 111oqllios que nos son conocidas -las artes, las ciencias, las
luchas de la vi d a, las guerras, la s competiciones atléticas, el ajedrez, etc
el cerebro tiene que cu mpli r la tarea que desarrolla el general, y con for
me crezca su experie nc ia y de st reza , una aptitud que llamamos "juicio"
y que permi te una est i mac ió n rápida y al mismo tiempo considerable
mente exacta de estas valías. No hay nada absurdo en el concepto de que
este juicio puede ser tan perfecto como lo es en l a 111m¡11eiÓtl. Por ello no
es ilógico asumir la exi stencia de estos valores como cantidades mate
máticas. Y este aserto es s u fi ciente para nosotro s.
Supongamos que el valor de las debilidades, la presión y el efecto
son conocidos y que las alteraciones de estas ma¡,rn i tudes mediante
todas la s alteracione s p o sib les están tan exactamente cuantificadas
como si un dicciona rio o un cód i ¡,ro tele¡,mífico de maniobras pudiera
se r escrito y se p odría aplicar a todas las mgq11ios, fuese n de la naturale
za que fuesen.
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de enteramente de su ps i col ogía y es, por con sigui en te, muy vari abl e.
Pero la ley que tiene que ser s egui da es s iempre la misma; el maestro,
al i!,rual q u e el artista, no tiene que derrochar el interés. Tiene que ser
económico en s us llamadas de atención. El m aestro tiene que usar la
persuasión solamente donde el artista hubiera sido enfático. Ambos
tienen que ser ahorrati vos con los medios que utilizan.
Es muy dudo s o que nuestros maestros en las escuelas p úb lica s o
n u e stros cole¡,ras se acerquen al ideal. Lo que ellos logran no parece que
sea propo rci o nado al tiempo utilizado y a la puesta en marcha que ellos
exigen. N uestros jóvenes, después de haber pasado por un perforan te
entrenamiento de doce años, muy rara vez con oce n su propio lengua
je. Y en m atemá ti ca s y fís ica tienen lagunas. Se les han dado prob lemas
para sol ucionar poco naturales, han sido enseñados en asignaturas
i nn ecesari as y com o resultado se i m aginan que la destreza en matemá
ticas se muestra por la habilidad en solucionar retorcidos acertijos, y
que los matemáticos son h om b re s con dotes maravillosas para recor
dar fórmulas extrañas y para hacer cálculos prolongados. Sobre la
arm onía d el p en samiento, sobre el pode r l' adaptabilidad y sob re las
verdaderas mecas de las matemáticas permanecen completamente
ignorantes.
El desafortunado res u l tado de nuestro sistema de ense ñan za de la
física es que las ideas de nuestros jóvenes, en lo que se refiere a las pro
pie dades de la materia y la actuación de fuerzas, se co nvi erte n en fija
ciones. El cerebro el ástic o y altamente i maginativo d e u n j ove n asimi
la con a n sia una teoría que e x pl iq ue un fenómeno en términos de dibu
jos concretos. La teoría de los dos fl uidos eléctricos, por ejemp lo, apela
con tanta fuerza a Ja i m agin ación de un joven alumno que se convier
te en un asunto de firme creencia y él considerara cualquie r intento de
dar otra explicación como casi una herejía. Él auténtico fisico mira una
hipótesis solamen te como una ayuda para l a mem ori a o, todo lo más,
como un estímulo para la inve n ción . Él dis tingue con agudeza entre
axioma, d educción, hecho e xperi men tal y s up osici ón, y media nte ello
apren d e como evaluarlos correctamente. La fluidez de sus ideas sobre
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Los res u l tados a los q ue hemos l lega d o son suficientes para mos
trar de qué manera los acontecimientos de una 1tN1qnia están suj etos a
la razón, y que no i mp orta cu án ex tensa p ue d a ser la tarea del gene
ral, cómo tiene que proceder para hacerle justicia. Hemos mostrado
que el desarrol lo de las fuco.as debe tender a ejercer presión adicio
nal sobre el campo y h a cerl o con u n mínimo de p ue s ta en marcha y
un máximo de nt7tloostia. Hemos probado que un ataque tiene que
es tar fondado sobre una ve ntaj a y c1ue, v i c eve rsa, una ventaja llama
para un ataque. 1 1 emo s explicado que l a característica esencia l de la
defensa es su economía, ll ue por co n sihruie n tc tiene siempre que
actuar en el m o m ento preciso -ni ames , ni de s pués - y con los med i os
ahorrativamente suficientes. H emos i n troducido un en te ideal , el per
sona j e i n fin i ta m ente l ógi co y j u sto q ue es Mt1qu1•0, q u i en en la \0 itla es
p erc i bido como l a conciencia cri tica d e la 111t1qnin y ante l l U Ícn d agrl"
sor d e Ja 111aquia tiene que c l ari fic a rse a sí mismo, e n el código . J ,·
maniobras, de los cargos esg rimidos desde el mismo c<>d igo por d
defensor de la 111aquia, de q ue s ea de alguna manera dcfiniliva i n j 1 1 S 1 1 1
o i lógico e n sus pretensiones. H e m os visto que con l a 111111¡11i,1 < º l l d
ca m po se corresponde paso por pa s o una acción ante M11q11m. 1 ': 1 r a
aplicar estas ideas en nuesrras l uchas tenemos que estud i a r , · n n . J,·1 a
lle el cód i go de man íobms ele l a 1Raqnia, tal como estudiarí; 1 1 1 11 •s 1 1 1 1
idioma, y des p ués llevar nuestro caso a n te A1aqueo, como lo l w ri.1 1 1 11 1:.
ante un i n sobo r nable j ue;-; h umano.
Sí lo hacemos así, obtendremos final mente los mejon·s n·s1 1 h ; 1 1 l1 1· .
que p odemo s alcanzar, porr¡ne ni11gn11a �ey qne 11 0 sftl c11f>11>. dt '""' ¡,�''.'"'
deducción de las �s estahlecidas en este lihro puedt ser válida r11 111t.1 """!'"·'·
Esto pue d e mosrrarse con un razonamiento ri guroso. Ca.la J
1 1 1;11 111 1 .1 .1
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