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Gehl: la paradoja de planificar la informalidad

 15:00 - 21 Febrero, 2018 por Fabian Dejtiar

La siguiente publicación apareció originalmente en Next City con el título 'Embracing the
paradox of planning for informality', y es el número dos de cuatro publicaciones del trabajo
de Gehl en América Latina.
En esta, Mayra Madriz -asociada en Gehl- y Jeff Risom -socio y director general de Gehl
US- evidencian su paso por la Villa 31 en conjunto con cinco lecciones de diseño que han
aprendido del asentamiento informal más emblemático de Buenos Aires. Una interesante y
compleja historia acompañada por las ilustraciones del argentino Fernando Neyra.
Fuimos a Buenos Aires con la tarea de ayudar a rediseñar el asentamiento informal más
emblemático de la ciudad y acabamos valorando lo que sus residentes ya habían construido.
Los planificadores y diseñadores urbanos a menudo encaran a una incómoda paradoja: la
gente suele preferir los vecindarios que se han desarrollado orgánicamente, gracias a las
contribuciones de muchos, sobre aquellos planificados por un pequeño grupo de expertos. A
los urbanistas les encanta usar términos como ‘orgánico’, ‘espontáneo’ y ‘auténtico’; sin
embargo, tienden a planificar y diseñar áreas que restringen esas mismas características. Nos
enfrentamos de modo muy explícito a esta paradoja cuando Gehl, la compañía en donde
trabajamos como diseñadores urbanos, recibió una invitación del gobierno de Buenos Aires
a brindar asesoría sobre diseño en un ambicioso proyecto, liderado por la Secretaría de
Integración Social y Urbana de la ciudad, para el redesarrollo del asentamiento informal más
emblemático de la capital argentina. El plan busca convertir la Villa 31 -villa, en argot
argentino, significa barriada- en un vecindario, un barrio propiamente dicho.
La Villa 31 es uno de los vecindarios más interesantes y vibrantes de Buenos Aires. Posee la
granularidad y la escala de los asentamientos medievales a los que acuden en masa los turistas
en lugares como Siena, Italia. Posee esa vida en la calle, con niños corriendo y jugando, a las
que ciudades como Nueva York o Melbourne aspiran alcanzar a través de iniciativas Play
Streets - en las que las calles se cierran al tráfico por períodos definidos para así abrirlas a la
comunidad y promover la actividad física. Con las calles repletas de ciclistas y peatones, la
villa posee una división modal más parecida a la de Copenhague y otras ciudades a la
vanguardia en materia de transporte que a la de otros barrios bonaerenses.
Sin embargo, debemos tener cuidado de no idealizar estas características.
Estratégicamente situada junto al barrio más adinerado de la capital, la Villa 31 es un
doloroso recordatorio de la profunda disparidad socioeconómica en Argentina. Si bien la
mayor parte de la ciudad es venerada como una sofisticada metrópoli, el 37 por ciento de los
ocho mil hogares en este asentamiento informal carece de cocinas y una cuarta parte de los
mismos no cuenta con inodoros. Algunos residentes llevan consigo un par de zapatos extra
para calzarse después de haber caminado por las calles cubiertas de barro. Algunos
corredores son tan angostos que no permiten el paso de los vehículos de emergencia, lo que
significa que cientos de familias se encuentran fuera del alcance de los mismos. El grueso de
las viviendas no cuenta con agua potable ni se encuentra conectado a la red de alcantarillado.
La electricidad está disponible a través de peligrosas conexiones informales, las cuales han
resultado en electrocuciones y explosiones fatales. La mayoría de los hogares están hacinados
y carecen de una adecuada calidad del aire en el interior. Aunque la villa está ubicada en las
inmediaciones de un centro de transporte, ninguna de las líneas de tránsito atraviesa la
comunidad y el acceso peatonal se ve aún más limitado debido a las pandillas que controlan
ciertas vías de acceso.
Después de 80 años de abandono, el gobierno municipal ha decidido enfrentar el desafío y
ampliar el alcance de los servicios e infraestructura en la Villa 31. El objetivo es elevar los
estándares de calidad de vida a los mismos niveles que en el resto de la ciudad. A la cabeza
de tal extraordinaria y compleja tarea se encuentra un motivado equipo de jóvenes
arquitectos, ingenieros, sociólogos y expertos en políticas públicas. Gehl se les unió para
ayudarlos a llevar adelante la misión social del proyecto a través del diseño urbano, haciendo
hincapié en la movilidad sostenible y el espacio público. Como parte de nuestra labor, nos
dedicamos a estudiar la vida pública en siete barrios representativos de la diversidad de
Buenos Aires y a aprender del equipo de alcance público que ha estado trabajando con los
residentes durante casi dos años. Nuestros hallazgos revelan que, en los indicadores clave de
vitalidad urbana y movilidad sostenible, la villa supera a las zonas más ricas de la ciudad. En
las calles y espacios de la Villa 31 hay un mayor número de personas caminando, andando
en bicicleta, socializando, jugando y mirando a la gente pasar que en el resto de los seis
vecindarios que estudiamos. Además, nos dimos cuenta de que, en comparación con las
barriadas informales construidas por los habitantes mismos previa intervención
gubernamental, la mayoría de los proyectos de vivienda social subvencionados por el Estado
durante el último siglo ha dado peores resultados (en lo que se refiere a seguridad y salud).
No cabe duda de la urgente necesidad de extender el acceso a los servicios públicos en esta
zona. Durante décadas, los residentes de la Villa 31 han exigido infraestructura básica y
presencia gubernamental; no obstante, cuanto más tiempo pasamos en la comunidad, mejor
hemos podido apreciar la infraestructura urbana que ya ha desarrollado la gente del barrio.
Estas familias enfrentan graves privaciones en muchos aspectos y, sin embargo, en medio de
la escasez, el vecindario posee características —entre ellas, calles transitables y una vida
pública dinámica— que algunas de las ciudades más privilegiadas ambicionan.
Junto con un dedicado equipo —Diego, Lucho, Licho, Nacho y Juani— Gehl ha ideado
estrategias para conectar el vecindario, el cual ha estado aislado por mucho tiempo, con su
entorno formal. El objetivo de hacer que la comunidad sea físicamente más accesible se
complementa con el complejo proceso de integración formal de la villa en el tejido social y
económico de la ciudad. Hemos ayudado a diseñar calles y espacios para interconectar las
microcomunidades que conforman la villa y así reforzar la noción de que el espacio
público realmente constituye la base común y la esencia del distrito.
A medida que nuestros diseños han evolucionado, nos hemos vuelto más conscientes de los
riesgos que implica la reurbanización. En la villa, adherirse a los códigos de construcción
modernos significa ensanchar las calles, restringir el afán emprendedor de los residentes y,
posiblemente, incrementar los costos de construcción. Para cumplir con las normas, la
comunidad se vería obligada a renunciar a algunos de sus más potentes atributos.
Los arquitectos de la Villa 31, es decir, sus habitantes, han creado un lugar cuyas
características es necesario preservar al mismo tiempo que los arquitectos se unen al
proyecto. A continuación, exponemos las cinco lecciones de diseño más importantes que
hemos aprendido de la Villa 31, ilustradas por el artista local Fernando Neyra.

01. La proximidad es importante


Construida por los residentes mismos en terrenos de propiedad pública situados cerca del
principal centro de tránsito de la ciudad, la Villa 31 les ha proporcionado a los migrantes y
las familias de bajos recursos algo que ni el mercado ni la mayoría de los programas
gubernamentales han podido: la oportunidad de habitar en la proximidad de las fuentes de
empleo, servicios y demás comodidades que la ciudad brinda. En Argentina, al igual que en
los Estados Unidos y Europa, existe una demanda no satisfecha de vivienda asequible cerca
de los centros de trabajo. Lamentablemente, la oferta de viviendas asequibles, incluidas las
de asistencia social, a menudo se limita a las zonas residenciales de la periferia, las cuales
carecen de acceso al transporte público y a puestos de trabajo adecuados. Esto restringe las
oportunidades para los residentes y, al obligarlos a desplazarse a diario al lugar de trabajo,
los condena a desperdiciar innecesariamente tiempo valioso.

02. Un barrio puede al mismo tiempo ser denso y tener


escala humana
En una ciudad marcada por rascacielos y el movimiento rápido del tráfico en avenidas de
ocho carriles, las calles estrechas y la forma compacta de la villa proporcionan un descanso
del ruido y el ajetreo de la vida urbana. A pesar de que la Villa 31 es uno de los barrios más
densos de la ciudad, la mayoría de los edificios tiene menos de cinco plantas de altura. El
ancho de la calle oscila entre los tres y los 16 metros, generando así una red de callejuelas
compartidas caracterizadas por un agradable microclima. Con dinámicas plantas inferiores y
balcones abiertos, las angostas edificaciones que conforman las densas manzanas, garantizan
que siempre haya un par de ojos vigilando la calle. En lugar de ajustarse a una cuadrícula
perfecta, estas callejuelas se curvan alrededor de las estructuras, generando una red de pasajes
ondulantes que descubre distintas vistas del distrito y sus alrededores. Estos pasajes
irregulares varían en anchura, lo que permite que surjan pequeñas plazas y espacios de
reunión. Los callejones se convierten en atajos entre las vías paralelas, permitiéndole a los
peatones tomar trayectos más cortos y directos que los vehículos.
03. Las calles pueden ser espacios públicos alegres y seguros
Las callejuelas angostas, junto con la actividad constante, obligan a los conductores a circular
lentamente a través del tejido de la villa. El ritmo lento del tráfico genera un entorno social
más seguro y sosegado que otras áreas de la ciudad que han sido diseñadas específicamente
para el flujo de automóviles. Las calles de la villa se convierten entonces en punto de
convergencia —un espacio para intercambios casuales y encuentros frecuentes. Incluso
desde muy temprana edad, los niños se reúnen a jugar fuera del hogar sin supervisión, pero
siempre a meros pasos de los adultos. Al transitar por las calles de la villa, se puede observar
a las familias sentadas al frente de las casas, reunidas para conversar con los vecinos o vigilar
a los niños. Es posible ver a los residentes de la tercera edad entablar, desde el balcón o la
ventana del salón, conversación con los transeúntes. En la villa, una pequeña unidad en la
planta baja permite que una persona mayor viva de manera independiente y participe en la
vida de la comunidad.
04. La arquitectura flexible genera oportunidades
económicas
En la villa, la casa es mucho más que una vivienda —es una plataforma para el progreso
económico. Una familia de inmigrantes puede comenzar, por ejemplo, con una estructura de
dos habitaciones en una sola planta. Una puerta o ventana que dé hacia la calle es lo único
que hace falta para establecer una pequeña tienda. Las iniciativas empresariales pueden
ponerse a prueba sin los riesgos ni los costos que implica el alquilar un espacio comercial. Si
el negocio falla, es posible transformarlo y ensayar otra vez con una idea nueva y mejor. Si
el negocio tiene éxito, puede expandirse y ocupar la primera planta, mientras que los ingresos
del negocio se pueden utilizar para costear la construcción de una segunda planta destinada
a la vivienda. Asimismo, una tercera planta con acceso independiente se puede convertir en
un apartamento para alquilarle a un primo o a una pareja de inquilinos. La casa
constantemente se adapta y se ajusta; puede subdividirse cuando la familia crece o ponerse
en alquiler cuando un miembro de la familia se muda. Muchos de los residentes de la villa
habitan al margen del sistema bancario formal, por lo que una casa más grande representa
una forma de ahorrar lo mismo que una fuente de ingresos. Con el tiempo, una empresa
exitosa puede convertirse en un valioso activo para el barrio, el cual les permite a los vecinos
satisfacer sus necesidades a la vuelta de la esquina. En la actualidad, una de cada cinco
edificaciones en la villa aloja un negocio. En una sola de estas callejuelas se encuentran un
mercado de verduras, un cibercafé, una peluquería, una lavandería, una sandwichería y hasta
un consultorio dental. Cada uno de estos negocios se erige como testimonio del impulso
empresarial de los residentes.

05. El carácter único de cada vivienda configura el espacio


Los proyectos de vivienda pública tradicionales colocan a los habitantes en módulos
regulares y estándar; se trata de estructuras con formas predecibles y uniformes, repetidas en
ordenadas filas. Se desincentivan o prohíben las modificaciones personalizadas al exterior de
las viviendas, puesto que afectan la pureza arquitectónica de la visión del proyecto. Libre de
ideas estéticas estrictas y monolíticas, las casas de la villa reflejan en cambio la personalidad
y el gusto de sus habitantes. Con la mirada atenta, un paseo por la villa revela, por medio de
los colores y materiales escogidos, el orgullo que la gente siente por sus hogares. En una
callecita tranquila, una fachada porta un azulejo pintado a mano, indicando el número de la
casa y el apellido de la familia; la vivienda pintada les recuerda a quienes por allí pasan a la
orgullosa familia que la habita.

Un nuevo paradigma
Durante dos décadas, los residentes de la villa han exigido cambios. Hoy en día, muchos
agradecen las mejoras que el gobierno realiza en el barrio. Mas es imprescindible recalcar
que no debemos idealizar estas condiciones, surgidas de la escasez y la necesidad. Sin
embargo, también es preciso que reconozcamos los valores y las fortalezas de la comunidad,
con el fin de preservarlos en el barrio tras el redesarrollo, y que apliquemos las lecciones allí
aprendidas a otros proyectos de diseño urbano.
Las nuevas inversiones deben dirigirse a las necesidades reales de la comunidad, respetando
las estructuras sociales que le han permitido mantenerse enérgica frente a las adversidades.
Estamos convencidos de que la forma urbana de la villa —proximidad a los lugares de
empleo, arquitectura flexible y adaptable, calles compactas y transitables y plantas inferiores
dinámicas— no solo ha influenciado el fuerte nexo social que une a los residentes, sino
también las estructuras extraordinariamente resilientes en las que éstos habitan. Al estudiar
y aprender de comunidades autoconstruidas como lo es la Villa 31, los arquitectos
involucrados en la creación de viviendas de interés social en Latinoamérica y otros lugares,
brindan un gran aporte a la ciudadanía. Los dirigentes locales deben aceptar y adoptar la
paradoja que lugares como la villa simbolizan. Estos espacios urbanos requieren de apoyo
público sin que se regule excesivamente la vida orgánica que ya ha florecido en su ausencia.

Extendemos nuestro especial agradecimiento a todo el equipo de Barrio 31 y sobre todo a


Diego, Lucho, Licho, Nacho y Juani. Le damos también las gracias a David Sim, quien
influenció nuestro enfoque para este proyecto y las ideas en este artículo.
 Ilustraciones por Fernando Neyra

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