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stados Unidos: los superhéroes (“Superman”, “Batman” y “Capitán

América”)

1. La Gran Depresión de 1929 impulsaría una renovación temática y

estilística en la historieta estadounidense.

Se considera que Norteamérica es la cuna del cómic, pues allí se inició su

publicación en forma masiva en los periódicos, y también se empezaron a

publicar los "comics books" (revistas de comics).

El origen de la historieta en los Estados Unidos está estrechamente ligado al

desarrollo del periodismo moderno. La causa principal fue la lucha de poderes

de Hearst y Pulitzer, dos magnates de la prensa norteamericana, en la puja

por la conquista de nuevos lectores de los diarios de información.


Efecto en el arte de los EE UU

Durante la década de los años treinta del siglo XX los EE UU vivieron al

borde del precipicio. Los efectos del crac de la bolsa de Nueva York de octubre

de 1929 dejaron al país al borde del colapso: en 1933 la mitad de los bancos y

50.000 empresas cerraron y las acciones sólo valían el veinte por cien de su

cotización. La población del país resultó dramáticamente salpicada: 15 millones

de personas perdieron el trabajo, el 30 por cien de la de mano de obra.

La exposición 'Después de la caída' muestra el narra el turbulento clima estético

que dominó la década siguiente al crac de Wall Street Crash de 1929. En la

muestra podrá verse por primera

vez fuera de los EE UU el tantas

veces parodiado 'Gótico americano', la

pareja dos campesinos pintada por

Grant Wood.

Quizá la obra más conocida y

desde luego el mayor atractivo de la

exposición sea American Gothic

(Gótico Americano), el retrato de

dos granjeros impávidos y

dramáticos de una zona rural de

Iowa, pintado en 1930 por Grant Wood. Es la primera vez que el cuadro,

muchas veces citado en la cultura popular del siglo, sale de las fronteras de los

EE UU —es propiedad del Instituto de Arte de Chicago— para ser exhibido en

el extranjero.La pintura al óleo, de pequeño tamaño (78 por 65 centímetros),

fue adquirida por el museo de Chicago tras la convocatoria de un premio dotado

con 300 dólares. Wood (1891-1942), natural de la zona, pretendía que el retrato
—una pareja de granjeros, padre e hija, posando sin emociones palpables en el

rostro ante un granero— fuese una afirmación positiva sobre los valores rurales,

una imagen de tranquilidad en un momento de gran dislocación y desilusión.

'Supervivientes'

"El hombre y la mujer, en su mundo sólido y bien elaborado, con todas sus

fuerzas y debilidades, representan a los supervivientes", afirmaba el pintor, que

utilizó como modelos a su hermana y el dentista que atendía a la familia.

Wood se inspiró en el estilo de los pintores flamencos El estilo de alto detalle y

la rígida frontalidad de las figuras, inspiradas en el estilo de los artistas de la

edad de oro del renacimiento flamenco que Wood admiró en un viaje por

Europa, convirtió la pieza en un comentario plástico de carácter editorial sobre

el carácter y la forma de ser de los habitantes del inmenso Midwest

estadounidense. Centenares de veces parodiado y reinterpretado, en cine,

televisión, publicidad, animación y otros soportes, el retrat0 sólo ha salido una

vez de los EE UU, en 1949, para una exposición en Canadá.

La Gran Depresión en América (mediados de la década de 1920 a 1939)

En Estados Unidos y en Inglaterra, la crisis de los años treinta generó, además,

la aparición de una verdadera "cultura de la Depresión". Ello tuvo que ver con

la mayor gravedad de la crisis en aquellos países. Pero tuvo también que ver, y

mucho, con algunos rasgos diferenciales fundamentales de la tradición cultural

anglosajona.

Porque fue el empirismo desideologizado y pragmático, aunque profundamente

ético, de dicha tradición lo que hizo que apareciera una literatura realista,

descriptiva, muy próxima al documental, y como tal, carente de explicaciones y

reflexiones trascendentes y metafísicas.

Esa misma tradición empírica explicaría -además- que fuera precisamente en

Inglaterra donde el debate se planteara en términos prácticos de teorías y


políticas económicas y donde se formulara, como veremos, la respuesta más

sólida y eficaz a la crisis.

La literatura de la Depresión fue copiosísima. Erskine Caldwell (Tobacco Road,

1932), James T. Farrell, autor de la trilogía Studs Lonigan (1932-35), cuyo

último volumen describía la destrucción del protagonista en el Chicago de los

años 30, James Agee, Henry Roth, Mike Gold, Richard Wright, en Estados

Unidos; y George Blake -autor de varias novelas sobre la crisis en los astilleros

del Clyde, en Glasgow-, Phyllis Bentley, H.V. Hodson y Richard Llewellyn (Qué

verde era mi valle, 1939), en Inglaterra, escribieron novelas relacionadas con

aquélla. El mismo realismo social de obras como la trilogía U.S.A. (1930-36), de

John Dos Passos, o como las novelas "negras" de Dashiell Hammett, publicadas

entre 1929 y 1934, respondía al clima ideológico y social generado por la crisis

(que afloraba, de alguna manera, incluso en novelas como Suave es la noche, de

1934, y El último magnate, de 1940, de Scott Fitzgerald, el novelista tenido

tópicamente por el mejor representante de la frivolidad de los años 20).

Pero tres obras sacudieron la conciencia del público lector inglés y

norteamericano. En Love on the Dole (Amor en el paro, 1933), Walter

Greenwood, un escritor de Manchester con experiencia personal de la vida

obrera, contaba con verismo y crudeza insuperables la historia de la destrucción

de las ilusiones y esperanzas vitales y de la progresiva degradación moral de

los jóvenes de una localidad obrera cercana a Manchester, golpeada por la crisis

y condenada al paro, la miseria, los subsidios de subsistencia, los prestamistas,

la protesta estéril y la corrupción. George Orwell (1903-1950) hacía referencia a

él en su obra El camino de Wigan Pier, la segunda de las tres obras aludidas.

Orwell, además, fue un caso aparte en los círculos intelectuales británicos.

Radical y socialista como tantos otros intelectuales de su generación -lucharía,

como ya se ha dicho, en la guerra de España y resultaría gravemente herido en


ella-, su concepción moral de las cosas, su manera de entender la independencia

intelectual, le llevarían a asumir sus compromisos con una autenticidad

insobornable y a convertirle en un hombre incómodo hasta para la propia

izquierda. El camino de Wigan Pier sería su primer aldabonazo. Luego seguirían

la denuncia de la política de los comunistas en la guerra de España (Homenaje

a Cataluña), la sátira de la revolución rusa (Rebelión en la granja) y la

advertencia contra la amenaza del totalitarismo (1984).

Otras formas artísticas se ocuparon igualmente de la crisis. En 1931, se fundó

en Estados Unidos el Group Theatre para producir obras de significación social.

Uno de sus miembros Clifford Odets (1906-1963) escribió en 1935 los dos

mejores textos de aquel teatro de protesta social, Waiting for Lefty (Esperando a

Lefíy) y Awake and Sing (¡Despertad y cantad!), en los que abordaba temas

directamente relacionados con las secuelas de la crisis económica (como la

huelga de taxistas de Nueva York, asunto de la primera de aquellas obras),

labor sin paralelo en el teatro europeo (Giraudoux, Salacrou, Noel Coward...)

que, con independencia de su indudable calidad literaria, siguió rumbos, muy

distintos: ni siquiera Brecht, cuyo gran teatro épico sería algo posterior, ni el

autor irlandés Sean O'Casey, ambos militantes comunistas, llegarían a un

realismo social tan directo.

Odets y otros colaboradores suyos -como él, filocomunistas- se incorporaron a

Hollywood en 1935, colaborando en el guión de la película El general murió al

amanecer (1936), de Lewis Milestone, uno de los directores más próximos a la

izquierda en el cine norteamericano de los años treinta, como demostraría en

sus films Sin novedad en el frente (1930), Primera plana (1931) y Halleluja

I'am a Bum (1933), un musical de la Depresión. El cine de Hollywood, y el cine

en general, sufrió ciertamente los efectos de la crisis, aunque sólo fuese porque

ésta afectó profundamente a su misma estructura económica: en 1931, por


ejemplo, la asistencia a salas comerciales en Estados Unidos había disminuido

en un 40 por 100 y en Francia la industria cinematográfica estaba, en 1935, al

borde del colapso.

La reacción del cine ante la Depresión económica fue ambigua y

contradictoria. De una parte, la propia necesidad de supervivencia de la

industria -en Hollywood trabajaban en los años treinta unas 10.000

personas, llevó a los productores a promover un cine estrictamente

comercial orientado a conquistar con fórmulas poco exigentes

intelectualmente aunque cinematográficamente óptimas, el gran mercado

del entretenimiento de masas. Los años treinta conocieron el gran auge

del musical (Busby Berkeley, Fred Astaire-Ginger Rogers), del cine cómico

(Chaplin, hermanos Marx), del cine, policíaco, de la comedia ligera (los

films de Capra, principalmente), del cine fantástico (como King Kong,

1933), del cine de aventuras y sobre todo "westerns", y del melodrama

amoroso, a veces combinado con novela histórica romántica, como en Lo

que el viento se llevó, de 1939, sin duda el éxito de masas de toda la

década. Fuera de Hollywood, los treinta fueron los años del poético

encanto del cine de René Clair en Francia, y de la divertida ironía de

los primeros films de suspense de Hitchcock en Inglaterra. Pero al

tiempo, el cine no pudo permanecer ajeno al clima de preocupación e

incertidumbre creado por la crisis y el desempleo. El cine de "gansters"

-con films clásicos, como El enemigo público, de William Wellman, Hampa

dorada, de Mervin Le Roy, y Scarface, de Howard Hawks- expresaba de

alguna forma la crisis moral de un país, Estados Unidos, que vivía

dramáticamente el fin de la prosperidad de los felices años veinte.

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