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¿Qué le pasó A NUESTRO AMOR?

Horacio Bojorge
Respuestas divinas a preguntas humanas

Buenos Aires - México

El desarrollo del amor hacia sus más altas cotas y su más íntima
pureza conlleva el que ahora aspire a lo definitivo, y esto en un doble
sentido: en cuanto implica exclusividad —sólo esta persona—, y en el
sentido del “para siempre ”. El amor engloba la existencia entera y en
todas sus dimensiones, incluido también el tiempo. No podría ser de
otra manera, puesto que su promesa apunta a lo definitivo: el amor
tiende a la eternidad. Ciertamente, el amor es “éxtasis ”, pero no en el
sentido de arrebato momentáneo, sino como camino permanente,
como un salir del yo cerrado en sí mismo hacia su liberación en la
entrega de sí y, precisamente de este modo, hacia el reencuentro
consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios: “El que
pretenda guardarse su vida, la perderá; y el que la pierda, la
recobrará”, dice Jesús

Pero el hombre tampoco puede vivir exclusivamente del amor oblativo,


descendente. No puede dar únicamente y siempre, también debe recibir.
Quien quiere dar amor, debe a su vez recibirlo como don.

Es cierto —como nos dice el Señor— que el hombre puede


convertirse en fuente de la que manan ríos de agua viva. No
obstante, para llegar a ser una fuente así, él mismo ha de beber
siempre de nuevo de la primera y originaria fuente que es
Jesucristo, de cuyo corazón traspasado brota el amor de Dios...

S.S. Benedicto XVI Encíclica Dios es


Amor, Núms. 6 y 7
Í NDICE

1. Presentación

2. Diversas visiones acerca del hombre 3. La verdad revelada por Dios


acerca de la naturaleza humana

4. Varón y mujer en el principio

5. Varón y mujer bajo el pecado original: las culpas y las penas

6. Las penas comunes al varón y la mujer

7. La disimetría de las penas para el varón y la mujer

8. La sanación por la gracia: los sacramentos

9. El matrimonio: sacramento de sanación

10. El matrimonio: sacramento de santificación

11. Testimonios, consultas, respuestas

1. ¿Amar está en mi mano? Sonia

2. ¿Amar está en mi mano? Mariana

3. Al final volví al que siempre me había amado. Laura

4. Tentada contra el novio. Jacinta

5. Tentada contra el marido. Mercedes


6. Carta al esposo que se fue. Marta

7. La conversación entre esposo y esposa


Presentación
Estimado lector:

Este librito que hoy pongo en tus manos resume un itinerario


espiritual. Pasados los años y mirando hacia atrás, puedo reconocer el
camino que se le trazó a mi predicación y a los escritos nacidos de ella,
hasta llegar a esta obra que ahora te estoy presentando.

Y mirándolo en su conjunto, ese itinerario se expresa en el título de


este libro. Intrigado y admirado, me pregunté: Pero ¿qué le pasó a
nuestro amor?

O como lo expresaba un corrido mexicano: ¡Ay corazón! ¿por qué no


amas?

Y al decirlo, me refiero a todos los amores humanos. ¿Qué le pasó al


amor del hombre hacia Dios? ¿Qué le pasó al amor de los hombres entre
sí? ¿Qué le pasó al amor entre varón y mujer? ¿Hay un camino de
sanación para el amor herido? ¿Es posible que resucite un amor muerto?

En realidad, la pregunta sobre el amor es la pregunta sobre el hombre,


sobre la creatura humana que hoy ama y mañana odia a Dios, al otro, a sí
mismo.
¿Qué nos pasa con el amor a Dios?
Primero fueron tres libros que tratan sobre los impedimentos que hay
en el corazón humano para que amemos a Dios. A la gente, en general, no
le interesa Dios, ni el amor a Él. Lo mira como esos jóvenes que van
obligados a las charlas matrimoniales y dicen: “¡Ufa! ¿Nos van a hablar
de Dios?” O esos adolescentes que recalcitran y se irritan en la clase de
catequesis haciendo de todo para sabotearla.

Ante Dios, la creatura humana suele ser o interesada o indiferente.

El amor interesado a Dios no está del todo mal. 1 El amor a Dios debe
ser el amor que adolece de una mayor proporción de interés por parte de
sus creaturas. Pero a Él nuestro amor interesado, ¡por suerte!, no lo
desanima para amarnos siempre y desinteresadamente, como solamente
puede hacerlo Él.

Más dañosa para el hombre, en cambio, es la indiferencia. La


indiferencia generalizada ante Dios es un obstáculo que enfrentan
sacerdotes, catequistas y profesores de religión, y cuya naturaleza
espiritual muy a menudo desconocen. El Señor me mostró cuál es el
significado espiritual de la indiferencia y el desinterés ante Dios, que
tanto me hacían sufrir en el ministerio. Es la acedia. Un fenómeno
espiritual. Un espíritu que se llama así.

La consecuencia del espíritu de acedia en las almas son los vicios


capitales. Cuando el alma no encuentra el gozo del amor a Dios para que
fue creada, se apodera de ella la ansiedad, que es una especie de sed del

1 ¡Para empezar! ¡Y con tal de que no se quede en el interés!


alma por un bien que no conoce y no logra obtener. Esa ansiedad impulsa
al alma a buscar en las creaturas la alegría que anhela. Y como no la
encuentra, porque no está allí, se arrebata y corre a ciegas de adicción en
adicción. Así fue que escribí dos libros sobre la acedia 2 y otro sobre los
vicios capitales. 3

Amar a Dios-Padre como Jesucristo, su


Hijo, nos lo enseña
Luego se me dio a sentir que ya era hora de ocuparme de llamar a los
gritos al amor a Dios; de invitar al amor a Dios y de escribir sobre el amor
a Dios. Y entendí que debía presentar este camino del amor a Dios tal
como Jesús lo presenta en el Sermón de la Montaña, en las
Bienaventuranzas y en el Padrenuestro. Fruto de esas predicaciones
vinieron entonces otros tres libros dedicados a mostrar el camino de la
vida y de la oración filial, el camino para vivir y orar como el Hijo, para
vivir y orar como hijos: Anuncio del Sermón de la Montaña, Las
Bienaventuranzas y ¡Upa Papá! Elevaciones al Padre Nuestro.4

Y como del Padre se habla poco y de recibir la vida del Padre se dice
poco o nada, publiqué un cuarto librito sobre la espiritualidad filial y los
principales desvíos con que el amor al mundo, aparta a los hijos del amor
al Padre y, por lo tanto, de la fuente de la vida: Vivir de cara al Padre.
Nacidos de nuevo y de lo Alto.5

2 1) En mi sed me dieron vinagre. La civilización de la acedia. Ensayo de Teología pastoral, Buenos Aires, Lumen, 1999. 2) Al que
siguió completándolo: Mujer: ¿Por qué lloras? Gozo y tristezas del creyente en la civilización de la acedia, Buenos Aires, Lumen,
1999.
3 El lazo se rompió y volamos. Vicios capitales y virtudes, Buenos Aires, Lumen, 2001.
Si hay un camino para levantar al hombre de la incapacidad de amar
como conviene, es el camino que señala el Hijo de Dios hecho hombre: el
camino del Hijo, que enseña a los hijos de Adán y Eva a convertirse en
hijos de Dios Padre, a imitación suya y siguiéndolo como discípulos por
el camino de la filialización que solamente es posible transitar en el
Espíritu Santo, don del Padre y del Hijo y Vida divina.

4 1) Primero se publicó: Las Bienaventuranzas. Comentario


espiritual. Vivir como el Hijo, vivir como Hijos. Buenos Aires, Lumen,
2003.

2) Luego: Anuncio del Sermón de la Montaña, Vivir como el Hijo, vivir


como Hijos, En cinco lecciones, Buenos Aires, Lumen, 2004.

3) Y por último: ¡Upa Papá! Elevaciones al Padre Nuestro. Orar como el


Hijo, orar como Hijos, Buenos Aires, Lumen, 2004.

Buenos Aires, Lumen, 2009.


Creación, caída y elevación del amor
humano
Por fin me sentí impulsado a predicar y a escribir sobre el amor
humano. Porque si el río del amor creado se corta de su fuente celestial y
divina, le pasa lo que a cualquier río, queda sólo el “lecho” y una sed que
no se logra apagar con nada.

El primer libro sobre este tema fue La casa sobre roca. Noviazgo,
amistad matrimonial y educación de los hijos.

¡Por ese orden!: noviazgo, amistad matrimonial, educación de los


hijos. Porque es el orden histórico y terreno del desarrollo del amor
humano: su comienzo en el noviazgo, su realización en el camino de la
amistad matrimonial y la trasmisión de la cultura cristiana del amor
esponsal a la generación siguiente.

¿Por qué el título La casa sobre roca? Porque Nuestro Señor


Jesucristo dice que el que escucha sus Palabras y las pone en práctica es
como el que edifica su casa sobre roca, pero el que las escucha y no las
pone en práctica es como el que edifica su casa sobre arena.

Cuando se desbocan, las pasiones lo arrasan todo, porque la razón no


puede resistirlas ni dominarlas. Él tenía propósitos muy lindos, planes
preciosos para su matrimonio, pero llegó una pasión, se le cruzó otra
mujer. O ella se cansó de la lujuria del marido y encontró un buen amigo
que la comprendía. Y si no: se cansó “de pensar siempre en los demás” y
empezó a ocuparse solamente de sí misma.
Donde dos empezaron con los mejores planes e ilusiones, basta que
cambiara uno de ellos: el hombre, hacia donde suele cambiar el hombre, y
la mujer, hacia donde ella suele corromperse, y ¡se acabó el matrimonio!
De repente, uno empezó a ser víctima del otro o ambos comenzaron a
victimizarse recíprocamente. Y a fuerza de tironeos y empujones cada vez
más violentos, se rompió el vínculo. Una vez roto, cada uno trató de
“rehacer su vida”. ¡Rehacer la casa.! Edificaron sobre arena, y la casa se
la llevó la corriente. ¡Y ahora van a rehacer la vida.! ¿Y sobre qué
fundamento van a construir la nueva relación?

¿Por qué vemos suceder esto con tanta frecuencia? ¿Por qué tantos se
preguntan, en su corazón, “Qué le pasó a nuestro amor”, y no encuentran
respuesta? Porque no se conoce la Sabiduría revelada sobre la creación, la
caída y la elevación del amor humano.

De ahí la necesidad de estas enseñanzas sobre el amor esponsal, el


amor de los esposos: primero, el amor humano según el designio de Dios;
luego, el amor humano caído y herido por el pecado original; después
cuáles fueron las consecuencias de esa caída en el varón y en la mujer,
cuáles fueron las penas, las heridas que eso produjo en uno y otro; y, por
fin, cómo Dios quiso sanar las consecuencias del pecado original.

Esa obra divina de sanación y restauración comienza en la Antigua


Ley y culmina en el sacramento del Matrimonio, que es una acción divina
de sanación del amor matrimonial, por intervención de la gracia de Dios
que pasa a través del ministerio recíproco de los esposos.
“Instruidos por Dios para amaros
mutuamente”
Me ha llamado poderosamente la atención esta frase que les escribe
san Pablo a los fieles de Tesalónica: “Vosotros habéis sido instruidos por
Dios para amaros mutuamente”.4

La gente, comúnmente, se cree que sabe amar, que no necesita que


nadie le enseñe a amar. Después, cuando empiezan a tener problemas, van
unos a tirarse las cartas con brujos y adivinos, y otros, a los consultores
matrimoniales o a los psicólogos. Y les preguntan: ¿Qué nos está
pasando? ¿Qué le pasa, o qué le pasó a nuestro amor? ¡Había comenzado
todo tan bien, y de pronto parece que todo se deteriora y se pudre!

Habían comenzado el camino del amor pensando inocentemente que


sabían amar y se las iban a arreglar perfectamente bien por sí mismos,
como se las arreglan los patitos para salir nadando apenas nacen.

Sí, mucha gente —sobre todo los adolescentes, los jóvenes, pero
también muchos mayores inmaduros— cree que nadie tiene que enseñarle
a amar porque ya sabe lo que es el amor. Cuando los seres humanos se
asoman a la vida, sienten en ellos esos movimientos nuevos y
desconocidos de la atracción de los unos por los otros, y ya piensan que
basta dejarse llevar por esos impulsos para amar.

Y resulta que el Creador —desde las Sagradas Escrituras que


contienen la revelación de su divina sabiduría— nos dice que es Él quien
nos tiene que enseñar a amar.
4
4 1.a Tesalonicenses , 9.
Nos resulta algo sorprendente que tengamos que ser instruidos para
amar. ¿De veras tenemos que ser enseñados a amar? ¿Amar es algo que
nos tiene que ser enseñado? ¿Que nos tiene que enseñar Dios, entonces?
¿O sea que nosotros no sabemos amar, no sabemos amar como conviene?

Sabiduría del deseo, sabiduría del amor


En otra de sus cartas dice san Pablo: “No sabemos pedir como
conviene”.7 Se pide lo que se desea. No sabe pedir el que no sabe desear.
Y no sabemos desear porque no sabemos amar. Necesitamos pues que el
Espíritu del Amor venga en nuestra ayuda para enseñarnos a amar,
enseñarnos a desear, para de ese modo aprender a pedir como conviene.

7 Romanos 8, 26.

Por eso, el Espíritu Santo acude en nuestra ayuda con gemidos que no
se pueden expresar, los gemidos del Espíritu Filial que nos hace decir:
“Abba, Padre.”

Los tesalonicenses aprendieron a amarse como conviene cuando


aprendieron a amar a Dios como Padre y a vivir como hijos. Hasta
entonces no habían sabido amar como conviene y posiblemente habían
sufrido mucho por no saber amar.

Y el amor esponsal verdadero entre varón y mujer es un caso


particular de este mapa divino-humano del Amor.

¡Es así! El hombre, después de la caída del pecado original, no sabe


amar y sufre mucho por no saber amar, y porque aquellos a los que él ama
y desea que lo amen, no lo saben amar.

Este no saber amar no sólo es un mal de cada individuo aislado, sino


también de la sociedad humana. ¡No nos sabemos amar entre nosotros! Y
esto es así principalmente en el lugar por excelencia del amor: el amor
esponsal; amor que es la fuente de todos los demás amores: el fraterno, el
de las familias entre sí. Saber amar es una Sabiduría que se recibe por
gracia. Es un regalo de Dios.

Si el amor es una pasión de un ser espiritual y racional, algún papel


tiene que jugar la inteligencia en la dirección del sentimiento amoroso, del
afecto, para que sea un amor humano, un amor espiritual, un amor
racional.

Del flechazo de Cupido a la centella


bajada del Cielo
El amor en la verdad, la caridad en la verdad. Así se llama la encíclica
que el papa Benedicto XVI acaba de publicar mientras escribo estas
líneas. El amor es inseparable de la verdad, y en primer lugar, de la
verdad acerca del mismo amor, que es la verdad acerca de los que se
aman.

Saber es una cuestión de la inteligencia. Debemos ser enseñados a


amar, por Dios-Amor. Hay que darles a la inteligencia y a la sabiduría
venidas de Dios el lugar que les corresponde en los asuntos del amor.

Porque, de lo contrario, caemos en el amor ciego al que el mito griego


representa como un niño con los ojos vendados y que tira flechas a ciegas.
Cupido, quiere decir, en latín, “deseo”. Pero es un deseo infantil, un
capricho de niño, irracional y ciego.

¡Qué perspectiva tan distinta de la visión bíblica del amor! Para el


Cantar de los Cantares, el amor esponsal no es flechazo de un dios ciego.
¡Es un contagio del Amor Divino, una participación en el Amor que es
Dios! ¡El amor es un fuego bajado del Cielo!

Dice, en efecto, el Cantar de los Cantares: “Porque fuerte es el amor


como la muerte [o más que la muerte], obstinado como el abismo, saetas
de fuego sus saetas, una llamarada de Dios.” 5

Dios es un Fuego de Amor del que se desprenden llamas, que son las
que arden en el corazón de sus creaturas, que han sido creadas a imagen y
semejanza de esa hoguera del amor divino, siendo cada una de ellas como
una lengua de fuego, imagen y semejanza del amor divino.

El Cantar de los Cantares contiene enseñanzas importantes acerca del


matrimonio, ya que nos dice que el amor humano es una centella o una
chispa, o una flecha de fuego desprendida del amor divino, una
participación creada en el amor divino. Y esto confirma la doctrina del
Génesis que dice que somos imagen y semejanza de Dios; la confirma y
de alguna manera la explica. Nos dice que lo que hay en el corazón de la
creatura humana tiene origen divino. Está en la creatura por creación.
Pero. después —nos continúa revelando— ha sido herida por el pecado.

Por eso, no hay verdad acerca del amor humano si no dentro de la


verdad del amor divino.

5 Cantar de los Cantares 8, 6-7.


No hay aguas capaces de extinguir el
amor
¡Qué visión tan extraordinaria ya en el Antiguo Testamento, en el
Cantar de los Cantares, de lo que es el amor esponsal! Nos dice la Sagrada
Escritura que, por más que el pecado original haya herido al amor, no
logra destruir la obra de la creación divina. Es una participación de las
creaturas que las hace imagen y semejanza del Fuego de Dios. Y sin
embargo, aunque ese amor no puede ser extinguido por muchas aguas, ni
por la muerte, necesita ser sanado, como vamos a ver, porque está
amenazado y herido. “Muchas aguas no pueden extinguir el amor ni los
ríos anegarlo”, o “Muchos mares no podrían sofocar al amor”. Y “si
alguien diera todos los haberes de su casa por el amor, sólo lograría
desprecio.”6 Si alguien quisiera comprar el amor con todo lo que tiene, no
podría obtenerlo. ¿Por qué? Porque es una gracia, un don. Es algo que se
recibe y, al mismo tiempo, necesita ser sanado y salvado en el corazón de
los hombres. Hay que estar preparado para recibirlo, ser dócil.

Los abismos del mar: los abismos del mal


Para comprender mejor el sentido de esta enseñanza, según la cual
todas las aguas de los mares no serían capaces de anegar el amor, hay que
saber que el eje simbólico del mar es, en el lenguaje de las Sagradas
Escrituras, el lugar en cuya profundidad se sume todo lo que es opuesto a
Dios, lo que es enemigo de Dios.

6 Cantar de los Cantares 8, 7b.


El amor no puede ir al fondo del mar porque el fondo del mar
significa lo contrario al amor. Es el lugar simbólico a donde van los que
no aman a Dios: la generación del diluvio (Génesis 6, 5 y ss.), el ejército
del Faraón (Éxodo 14, 27-28), los pecados del pueblo elegido (Miqueas 7,
19), el profeta desobediente (Jonás 1, 16 y ss.), los imperios bestiales que
ve Daniel en sueños (Daniel 7, 2 y ss.), los que escandalizan a los
pequeños (Marcos 9, 42), los hombres a quienes los apóstoles fueron
enviados a pescar y sacar de las profundidades (Marcos 1, 17).

Las aguas del océano no podrán anegar y engullir el amor. A pesar del
pecado original, hay un designio divino que va a salvar al amor de
desaparecer anegado por las aguas del mar. 7

El arte de amar
Que hay que aprender a amar se lo dice también, a quien no crea en
las Sagradas Escrituras, el psicólogo Erich Fromm en su libro El arte de
amar. Allí afirma precisamente que hay gente que piensa que le basta
guiarse por sus sentimientos espontáneos, dejarse llevar por ellos, sin
ningún control. Él responde: “¡No! Amar es un arte.” Por lo tanto, entra la
inteligencia en la configuración, la purificación y la dirección de los
sentimientos. Amar es una obra de arte de la inteligencia que exige
también un talento práctico, como el del artista. Amar es una obra de arte
de los esposos, que se va realizando durante toda la vida. Una obra de arte
que se ha de lograr en común. Amar es un arte y hay que aprenderlo; y no
todos los artistas son buenos. Hay artistas buenos, artistas malos y artistas

7 Lo cual no quiere decir que por el pecado no se puedan morir muchas de esas realidades divinas. Porque el hombre puede
apartarse del amor.
pésimos. ¡El arte de amar!

Un arte y una gracia


El psicólogo ve un hecho y lo comprueba, pero no ve todo. Porque la
fe nos dice que sí, que amar es un arte, pero que es, sobre todo, ¡una
gracia! ¡Un don divino! Algo que hay que prepararse para recibir de Dios.
Algo que hay que pedir y hacerse capaz y digno de recibir. Y además,
algo que, para ser bien recibido, supone que quien lo recibe tiene que ser
sanado. Porque, en nuestra naturaleza herida por el pecado, lo que debe
ser restaurado, precisamente, es la capacidad de amar al otro sin los
límites del amor propio, que muchas veces está desviado y termina
utilizando al otro.

Es necesario, entonces, pedir la gracia de un amor puro, un amor


generoso, que es el que da la libertad. Es necesario beber de las fuentes de
la revelación divina, de la Sabiduría católica revelada por Dios, y amar de
tal manera que se pueda vivir después el amor esponsal y formar a los
niños en el matrimonio, en la familia, que es la escuela del amor. Si los
niños en esa escuela tienen malos maestros, después no sabrán amar.
Incluso pueden llegar a tener los conocimientos para salvar un examen
teórico, pero en el práctico, como lo muestra la experiencia, les puede ir
muy mal.

Sobre el origen de este libro


Este libro nació a partir de la desgrabación de predicaciones,
conferencias y entrevistas radiales sobre estos hechos.

Aunque he reelaborado el texto para pasar del estilo oral al escrito, el


lector percibirá fácilmente que cada capítulo no tiene una unidad temática
estricta, sino que se mantienen los vaivenes temáticos y las repeticiones
propias de la exposición oral. En una conferencia se adelantan motivos o
se retoman los ya expuestos para comentarlos o aplicarlos a situaciones
presentes. Eso da lugar lógicamente a repeticiones que tienen, sin
embargo, su utilidad pedagógica.

Debo aquí una palabra de gratitud a la autora de la desgrabación pero


también debo respetar su voluntad de que no mencione su nombre.
También los lectores que se beneficien de su trabajo, sin el cual este
escrito no estaría entre sus manos, le deben gratitud a quien solamente
pide a cambio una oración por ella y los que ama.

En la fiesta de Nuestra Señora del Santo Rosario.

Ciudad del Este, 7 de octubre de 2009

Diversas visiones acerca DEL HOMBRE


1) Los creyentes estamos sumergidos en una mezcla de culturas donde
circulan muchas ideologías acerca de la naturaleza del hombre. Muchas
veces, esas concepciones del hombre no son explícitas. Se dan por
supuestas sin explicitar sus principios.
2) Así, por ejemplo, los psicólogos de algunas corrientes psicológicas no
dicen claramente cuál es la idea de hombre que manejan en su práctica
profesional. Y hay pedagogos que formulan doctrinas pedagógicas pero
no dicen cuál es la antropología, cuál es la filosofía de la educación,
cuál es la imagen de hombre o de la naturaleza humana que gobierna
sus propuestas metódicas. Se rehúye la discusión de los principios y se
imponen simplemente los cambios metódicos. Hay un extendido
relativismo acerca de los principios debido al cual parece que todas las
opiniones acerca del hombre y de la naturaleza humana fueran lo
mismo. Pero al mismo tiempo hay una dictadura cultural que impone
los rumbos de la educación pública y privada.
3) Por eso quiero comenzar ubicando nuestra visión acerca del
hombre y contrastarla con otras opiniones diversas o antagónicas. Por
poner un ejemplo: no se entiende nada de lo que pasa actualmente
con los matrimonios, si no se recupera la Sabiduría religiosa, católica,
revelada por Dios, acerca del hombre y la mujer y sobre las
consecuencias del pecado original. El pecado original es algo que el
secularismo irreligioso, y aun antirreligioso, ignora por principio, así
como aborrece y descarta del horizonte de los hechos atendibles. No
está dispuesto a tomarlo en consideración ni como hipótesis.
4) Las ideologías secularistas que prescinden de Dios y de la revelación
histórica de Dios acerca del hombre se desentienden de la visión de la
verdad revelada acerca del hombre. Manejan en su lugar, muchas
veces, doctrinas o teorías parciales, mutiladas, que no reflejan la
verdad total del hombre que Dios nos ha revelado ni su situación. Por
ignorar entonces la revelación divina acerca del amor humano, han
surgido ciertas doctrinas religiosas o psicológicas que tienen
consecuencias nocivas para el amor. Son dañinas y actúan como
ciegos que guían a otros ciegos.
Menciono y caracterizo sintéticamente
algunas de esas doctrinas
5) En primer lugar, me voy a referir primero a las convicciones acerca
de la naturaleza humana de Martín Lutero y de los protestantes;
luego, a las convicciones de J. J. Rousseau, quien deriva sus doctrinas
de las protestantes; después, a las tesis de Sigmund Freud, y por fin a
la doctrina católica.
6) Hay muchas más, pero tomo éstas porque me parece que son
representativas de posiciones distintas acerca de la naturaleza
humana.

Martín Lutero
7) Para Martín Lutero, la naturaleza humana está corrompida total e
irremediablemente. El pecado original, realidad que Lutero admite,
corrompió según él la naturaleza humana tan radicalmente, que esa
naturaleza humana no puede ser restaurada. Ni Cristo, ni la Gracia, ni
los sacramentos logran remediarla. La Gracia cubre su corrupción con
la misericordia divina, pero no la sana.
8) Lutero, además, acepta solamente el sacramento del Bautismo y la
Eucaristía, y por lo tanto descarta que el Matrimonio sea un
sacramento. Para él, el matrimonio es una institución puramente
natural, de carácter civil. Por lo tanto, no hay una gracia propia de los
esposos, ni a estos se les reconoce la calidad de ministros de la gracia
recíprocamente, el uno para el otro, que ellos tienen según la fe
católica.
9) Por eso, ya en Lutero encontramos la raíz de la visión desacralizadora
del matrimonio. De Lutero y de Calvino derivan visiones pesimistas,
puritanas acerca del estado de la naturaleza humana, corrompida sin
remedio. El hombre no tiene más remedio que pecar. Peca inevita-
blemente. Y estas visiones pesimistas arrojan su sombra sobre la
concepción del varón y la mujer, y acerca de la naturaleza de la unión
conyugal, que de deterioro en deterioro, termina en la ideología de la
unión libre.
10) Según esta visión de moral fatalista, el hombre, que por un lado no
debe pecar, por otro lado no puede evitarlo y peca necesariamente. Está
preso en la cárcel de esta pena que lo hace necesariamente culpable.
11) En las doctrinas puritanas posteriores, se dice que uno tiene que tratar
por lo menos de no dar mal ejemplo. Se peca, pero que no se sepa.
Lutero llegó a decir: “Peca pero cree. Peca fuertemente y cree más
fuertemente.” El hombre no tiene más remedio que pecar, pero
entonces tiene que creer.
12) ¿Cuál es la consecuencia de estas doctrinas en el matrimonio? Si
por un lado, el matrimonio no es algo sagrado y, por otro, es
irremediable pecar, si es irremediable ser adúltero, si es irremediable
ser violento, si va a haber pecado en el matrimonio y no hay remedio
para ello, entonces, una de las consecuencias lógicas que deriva de
esta visión, y sobre todo de esta práctica, es el divorcio, tal como se
ha demostrado a lo largo de la historia, especialmente en los países
protestantes.
13) ¿Por qué surgió el divorcio primera y principalmente en los países
protestantes, mientras que fue resistido tenazmente en los países de
cultura católica? Porque aquéllos no tienen una visión sacra del
matrimonio; por ende, éste es un contrato puramente humano,
sometido a un desacuerdo inevitable, y por lo tanto rescindible. Si el
matrimonio es una institución puramente civil, también el Estado
puede disolver lo que los individuos pactan civilmente.
Jean Jacques Rousseau
14) El pensamiento de J. J. Rousseau es otra variante de estas visiones
que se apartan de la visión revelada. Rousseau sostiene que el
individuo, que no ha sido corrompido por el pecado original, nace
inocente y bueno. La naturaleza es pura en su comienzo. Pero es la
sociedad, el resto de los hombres, lo que luego corrompe al
individuo. Él niño cuando nace es bueno; los malos son los mayores.
Entonces, que el niño no se corrija ni se deje corregir.
15) De aquí surgen todas esas teorías o ideologías no directivas en
pedagogía y en psicología. Si la sociedad corrompe al individuo,
entonces la sociedad no tiene que influir sobre él; más vale que los
padres y los maestros lo dejen tranquilo, y respeten su inocencia y su
pureza, y no lo contaminen con doctrinas humanas. De acuerdo con
las psicologías y pedagogías permisivas, entonces, al niño no hay que
corregirlo sino dejarlo que siga su espontaneidad, porque él es bueno
y los mayores no tienen que arruinarlo.
16) Si yo soy bueno, pero me hacen malo los demás, esta visión parece
emparentarse, a través de los siglos, con la afirmación de Jean Paul
Sartre: el infierno son los demás.
17) En esta línea de pensadores que postula que el hombre es bueno
por naturaleza, es posible ubicar a León Tolstoi. Con razón se han
considerado como una descendencia espiritual del pensador ruso, a
los educadores socialistas y anarquistas. ¿Un representante típico?
Pablo Freire.8 En esa misma corriente podemos ubicar a los
permisivitas, como John Dewey. Estos educadores postulan que se ha
de dejar al niño una libertad absoluta.9

8 Véase el breve pero excelente análisis de Carlos Díaz: “Para una educación militante. (Más allá de la contradicción entre teoría
1
y práctica libertaria”, cap. 7, de su obra: ¿Tolerancia o apostasía? En el umbral del tercer milenio, Madrid, PPC, 995 (pp. 93-110).
9 De ahí viene la idea del maestro compañero y el papá amigo, que ha sido refutada así entre otros por J. R. Schmid: “La libertad
18) De ahí nace la siguiente convicción, hoy muy extendida, que se ha
convertido casi en opinión común: al niño, si los mayores lo
educamos, lo arruinamos. Detrás está el prejuicio anarquista que
confunde autoridad con autoritarismo.
19) ¿Cuáles son las consecuencias de esta visión para el matrimonio en
particular? La culpa la tiene el otro; el otro me hace malo. “Vos tenés
la culpa.” Es el ping-pong de la culpa y la culpabilización, la
acusación, como esquema casi de vinculación y de comportamiento.

Sigmund Freud
20) Sigmund Freud pertenece a una corriente de pensadores que,
apartándose de Rousseau, afirman francamente que la naturaleza
humana es buena, y el hombre no solamente no puede hacer nada
contra sus impulsos, sino que no debe reprimirlos para dejarse
conducir por ellos.
21) En mi exposición, naturalmente, simplifico estas doctrinas. Pero
cuando se divulgan también quedan simplificadas y funcionan así.
“No te reprimas”, “Hacé la tuya.”
22) De esta corriente proceden las inculpaciones contra la fe cristiana y
contra la Iglesia católica. La Iglesia, la religión católica “es
represora”. “No hay que reprimir los instintos.”“Hay que dejarse
llevar por los impulsos y las pasiones, y que ellos nos conduzcan.”

De aquí también derivan las psicologías y las pedagogías permisivas.

absoluta y la educación son dos nociones que se excluyen. En donde impera la libertad absoluta, la educación ha perdido sus
derechos, ya que la “libertad absoluta” no es otra cosa que la supre sión de la educación. La libertad absoluta es el fin por el que
lucha toda clase de educación, pero que está fuera de su alcance, ya que, a medida que se aproxima a alcanzar ese fin, la
educación misma desaparece” (El maestro compañero y la pedagogía libertaria, Barcelona, Fontanella, 1973, p. 233 (cit. por Carlos
Díaz en pp. 95-96).
Muchos psicólogos actuales tienen esa orientación.

23) Hay una íntima correlación entre esta doctrina que propone la
anarquía de las pasiones independizadas de la autoridad de la razón y
las doctrinas pedagógicas y políticas anarquistas antes mencionadas.
Rousseau y Freud están emparentados. Y ambos, a su vez,
emparentados con los pensadores epicúreos y hedonistas de todas las
épocas. Para unos, la felicidad y el bien del hombre es el bienestar y
para otros, el placer.
24) ¿Y cuáles llegan a ser las consecuencias para el matrimonio? El
libertinaje, la infidelidad. Se llega al intercambio de las parejas, que
estamos viendo que se introduce en la cultura. Yo me lo encontré con
gran sorpresa en los años sesenta cuando fui a estudiar teología a
Holanda. Me horroricé de lo que escuchaba. Pero ahora lo estamos
viendo acá. Se empieza por el amor libre y se termina por perder la
libertad para el amor verdadero que, entre otras cosas, es amor fiel.

La VERDAD REVELADA POR DIOS


ACERCA DE LA NATURALEZA HUMANA
¿Qué nos dice la revelación de Dios acerca de la
naturaleza humana?
1) Hemos expuesto algunas opiniones acerca de la naturaleza humana.
Algunos sostienen que está totalmente corrompida; otros, que es
buena y no hay que corregirla; y otros, que el individuo es bueno
pero la sociedad lo hace malo.
2) Veamos, por fin, lo que enseña la doctrina católica. La doctrina
católica contiene la revelación dada por Dios, que nos transmite la
Iglesia católica, acerca del hombre; la verdad revelada acerca de la
naturaleza humana. Dios ha revelado que la naturaleza humana es
buena por su origen, pero está herida en su estado actual.
3) Dios ha revelado que la naturaleza humana es buena porque ha sido
creada buena por Él. En el relato del Génesis, se nos dice que Dios va
creando las cosas y afirma la bondad de todo lo creado: “...y vio Dios
que era bueno.” Todo lo que ha creado el Señor es bueno. El hombre
y la mujer, también; los hizo a imagen y semejanza suya, los creó
varón y mujer. Los creó buenos y los enriqueció con bendiciones, y
les dijo: “Creced y multiplicaos, llenad la tierra y gobernadla.”
4) Pero Dios también ha revelado que la naturaleza humana fue herida
gravemente por el pecado original, y que esa herida se trasmite a toda
la raza humana.
5) Creada buena pero herida, la naturaleza humana necesita ser sanada
por la gracia. Y puede ser sanada porque Dios está empeñado en
sanarla.

Consecuencias que se sacan de esta revelación


6) Si la naturaleza humana es buena pero está herida —y ya veremos en
qué consisten estas heridas—, no podemos dejarnos llevar directa y
simplemente por los impulsos de nuestra naturaleza, sino que
necesitamos ser sanados por la gracia. Si no nos auxilia Dios, con su
gracia, si Dios no nos sana, sucederá que, inevitablemente, las heridas
de nuestra naturaleza se corromperán, se infectarán y producirán la
muerte en vida.
7) Por lo tanto, somos responsables si pecamos. Pero también podemos
colaborar con la gracia en el camino de santificación. Para este
camino de gracia, Cristo instituyó los siete sacramentos, 1 en los
cuales Él actúa a través de ministros para la santificación y el
remedio de la herida del pecado original. Ya volveremos sobre este
punto.

La naturaleza humana: herida pero sanable

8) Nos dice la Revelación, entonces, que esta herida del pecado original
es sanable. Cristo vino a sanarla y por eso dejó un sacramento, el
Matrimonio: para sanar las heridas del pecado y santificar a los
esposos. La sanación y la santidad son posibles cuando Dios está en
el medio, cuando los esposos se dejan enseñar por Dios a amarse
mutuamente, como dice el texto de Pablo a los Tesalonicenses. Hay
que dejarse enseñar por Dios a amarse mutuamente.

1 Ver la doctrina de los sacramentos en el Catecismo de la Iglesia


Católica, en los números 1210 y siguientes.

9) Por lo tanto, hay que vivir en gracia y hay que convertirse en lo que
Dios quiere que sean los esposos: ministros de su amor el uno para el
otro. Luego nos referiremos en detalle a este glorioso remedio del
sacramento y veremos cuán sagrado es.
10) Esta doctrina revelada acerca del amor humano, del amor esponsal
se encuentra en varios pasajes de la Sagrada Escritura pero
fundamentalmente en el primer, segundo y tercer capítulo del
Génesis, donde Dios dice que creó al hombre a su imagen y
semejanza —varón y mujer los creó—; sigue luego el relato de la
caída de ambos en el pecado original y las penas como consecuencia
de ese pecado que heredan todos sus descendientes.
Los relatos del Génesis no son cuentitos, proyectan luz
de sabiduría divina sobre la condición humana
12) El relato de origen, llamémosle el epos,2 o el gran poema épico de
los orígenes del hombre, es un relato de la obra divina, de la epopeya
divina, de las obras de Dios. Ese epos, relato del origen, revela la
Sabiduría para la vida, a la que podemos llamar el etos, el
comportamiento humano.
13) Los relatos del origen iluminan la vida de hoy. Y si esos relatos del
origen no nos dicen nada, si nos resultan oscuros, nuestra vida de hoy
también queda a oscuras. En cambio, si esos relatos se hacen
luminosos, con su luz iluminan nuestra vida. Vale la pena que
pidamos la Luz del Espíritu Santo para comprender estos relatos de
los primeros capítulos del libro del Génesis, esas revelaciones divinas
acerca de nuestra naturaleza, porque van a iluminar nuestra biografía,
van a arrojar luz sobre nuestra vida actual y sobre nuestra historia
personal.
14) Por eso, es importante considerar el matrimonio en el principio.
Cómo comenzó el matrimonio según el designio de Dios. Qué les
pasó a los primeros esposos por el primer pecado original. 3

Consecuencias del pecado original: Las culpas y las


penas
15) Notemos que nosotros no heredamos la culpa, heredamos las
penas. Me explico: la culpa del pecado original, por ser un acto
personal de Adán y Eva, es de ellos. Pero las penas derivadas de esa
culpa de ellos se trasmiten a toda su descendencia. Y esas penas son
la fuente de culpas individuales de sus descendientes.
16) Culpa es la consecuencia de que el hombre haga el mal
intencionadamente, por su propio querer y voluntad deliberada. Pena
es el mal que el culpable sufre ahora sin quererlo y contra su voluntad
a consecuencia de haber hecho el mal voluntariamente. O sea que la
pena es consecuencia de la culpa.
17) Si consideramos ahora las consecuencias del pecado original y de
la culpa de Adán y Eva, vemos que las penas que derivan de esa
culpa, para ellos y para sus descendientes, son diversas. Algunas de
esas penas son comunes y afligen por igual al varón y a la mujer.
Pero hay penas que son más propias del varón y otras penas que son
más propias de la mujer.

La acción reparadora del Señor


18) Después de la caída por el pecado original, Dios no abandonó a
Adán, Eva y su descendencia a las consecuencias de la primera culpa
y de sus penas. No los abandonó, a pesar de que la humanidad quedó
presa de un ciclo fatal en que las penas dan lugares a culpas y las
culpas aumentan las penas, retroalimentándose unas a otras
indefinidamente. Leemos en el libro del Génesis: “Viendo el Señor
que la maldad del hombre cundía en la tierra y que todos los
pensamientos que ideaba su corazón eran puro mal de continuo, le
pesó al Señor de haber hecho al hombre en la tierra.” (Gen 6, 5-6).
19) Se puede decir que la obra de restauración de la humanidad caída
comienza con una familia, la de Noé, pero continúa y se afianza con
otro matrimonio: éste sin hijos, el de Abraham y Sara. Así comienza,
mediante la restauración de la santidad del matrimonio, del varón y la
mujer en común, la regeneración de la humanidad caída en la
historia, que nos narra el Antiguo Testamento.
20) Sabemos qué larga es esa historia y su recorrido. En el Antiguo
Testamento, Dios habla de nuevo con el varón para restaurar, alianza
tras alianza, el vínculo roto por la desobediencia original.

La culminación de la obra salvadora por Jesucristo


21) Y por fin llegamos, con la encarnación del Verbo y la aparición de
Nuestro Señor Jesucristo, a la sacralización del matrimonio. El
matrimonio es un sacramento de sanación. Sana a los cónyuges por
los efectos de la gracia divina. Los hace ministros, administradores,
dispensadores de la gracia, el uno para el otro. Por lo tanto, así como
el sacerdote es ministro del perdón y ministro de la Eucaristía, ellos
son ministros del amor divino que pasa a través de ellos y se
administran recíprocamente el uno al otro; y ambos, a sus hijos.
22) El Catecismo de la Iglesia Católica, al tratar el sacramento del
Matrimonio reconoce estas cuatro etapas de la institución
matrimonial:

a) El matrimonio en el principio;
b) El matrimonio bajo el pecado;
c) El matrimonio bajo la Antigua Ley, en la que Dios se hace pariente
de su pueblo elegido para santificarlo;
d) El matrimonio bajo la Nueva Ley de Gracia, en la que Dios
hace a los hombres hijos, parientes de Dios, mediante el sacramento
grande del Matrimonio.

23) Expondremos esas cuatro etapas en los capítulos siguientes. Nuestra


presentación no repite la del Catecismo,10 la supone.

10 Catecismo de la Iglesia católica, N.° 1601-1617. Recomendamos encarecidamente su atenta lectura y meditación. La meditación
es un ejercicio que fortalece la razón, y lo hace para gobernar las pasiones.
Varón y mujer en el principio
El hombre: cuerpo y alma, materia y espíritu
1) Dios creó a Adán de materia y espíritu. Es un ser material y espiritual
a la vez.

Santo Tomás de Aquino dice, citando a Aristóteles, que el ser humano


es comparable al horizonte, porque en él parece que se tocan el cielo
y la tierra, lo terreno y lo espiritual. Es una creatura que representa un
punto de contacto entre el espíritu y la materia, entre la naturaleza
angélica y la naturaleza animal. Es una materia espiritualizada. Es de
alguna manera un ser híbrido y también un compendio de todos los
niveles de la creación. Y por lo tanto es una síntesis de la creación.

2) Participamos de todos los niveles de la creación. Del nivel mineral:


de la cremación de un cuerpo humano, sólo quedan cenizas. Del nivel
de vida vegetativo: se dice, de alguien que tuvo un accidente, “quedó
como un vegetal”, con las funciones vegetativas pero sin las funcio-
nes sensitivas propias del animal ni las cognitivas espirituales propias
del hombre. Del nivel animal, por la sensación y el instinto: de
algunos se dice que es un animal o una bestia o un bruto cuando da
muestras de no tener lo propiamente humano (la inteligencia, el es-
píritu).
3) Pero no somos meros animales; somos creaturas racionales,
espirituales; y por eso, de alguna manera, tenemos la posibilidad de
comunicación con el mundo espiritual, con Dios, con los Ángeles, y
también de recibir las agresiones de los demonios, seres espirituales.
4) Participamos de lo angélico y también de lo divino; podemos amar,
que es el principal acto espiritual que podemos hacer, el que empeña
lo más noble de nuestro ser, que es la voluntad. El conocimiento, la
inteligencia, la razón y la intuición están al servicio del amor, nos
muestran el bien; y la voluntad se adhiere libremente al bien, pero
podría no hacerlo. Y de hecho, a veces por envidia no nos adherimos
al bien; los ángeles malvados no se adhirieron al bien. Estamos ahí,
en una atmósfera espiritual donde hay ángeles buenos y malos, donde
está el Espíritu Santo solicitándonos.

Síntesis de todo lo creado: diputado de la creación para


amar y alabar al Creador
5) Somos como una síntesis de la creación entera. Yo diría que no hay
ser más compuesto que nosotros, más complejo y, de alguna manera,
más totalizante de toda la creación y que pueda ser el diputado de la
creación entera para comunicarse con Dios, conocerlo, amarlo, can-
tar su Gloria. En nosotros la materia puede amar a su Creador. En
cierto modo, somos diputados del resto de la creación para alabar a
Dios. Somos como la boca de la materia y, por eso, en nosotros la
materia canta si alabamos y amamos al Señor; en nosotros la materia
lo ama. Somos como un apéndice viviente, la punta del dedo de las
estrellas que señala hacia Dios.
6) En nosotros cantan y alaban al Creador también el mundo vegetal y
el mundo animal. Y hasta el mundo angélico participa de nosotros.
Hay un Salmo que dice: “Delante de los ángeles cantaré para Ti”; no
sé si es en presencia de los ángeles o con prioridad a los ángeles.

En la delantera de los ángeles podemos estar si conocemos a Dios.

7) Dice san Pablo que la creación entera está esperando la


manifestación de los hijos de Dios; de modo que la creación entera
está pendiente de que nosotros vivamos como hijos, de que tengamos
a Dios por nuestro Padre (Romanos 8, 19-23). Pablo se refiere a toda
la creación, no solamente la material. También los ángeles están
pendientes de nosotros.
8) Y dice san Pablo que ese sufrimiento de toda la creación es como el
de los dolores de parto. Un sufrimiento lleno de esperanza y
alborozo. El universo está esperando nuestra manifestación de hijos
de Dios, nuestro nacimiento como hijos, como la madre espera ver al
hijo que lleva en sus entrañas. Por eso, la Sagrada Escritura durará
mientras duren los Cielos y la tierra, porque habla de nosotros.
Durará mientras la humanidad exista en el tiempo. Tenemos en la
Sagrada Escritura, como se dice en el teatro, el “libreto” de la
voluntad del Padre sobre Jesús, que es nuestra cabeza, y sobre su
cuerpo, que somos nosotros.
9) Todo ello es consecuencia de lo que nos dice la Escritura acerca de
la creación del hombre. De cómo Dios tomó a Adán del barro de la
tierra y sopló en él un alma de vida. Por su condición espiritual, por
su inteligencia, por su voluntad libre, por sus pasiones anímicas, el
hombre es un ser espiritual. Por su condición animal, instintiva,
sensitiva y por sus pasiones físicas, un ser más próximo al animal. Y
por la combinación de lo animal y de lo espiritual, de lo sensitivo, del
apetito concupiscible 11 y del apetito irascible, 12 sus instintos13
obedecen a la razón y a la voluntad.

11 Apetito concupiscible se llama a la potencia del alma que desea y disfruta de los bienes presentes.
12 Apetito irascible se llama a la potencia del alma que la hace capaz de esforzarse por alcanzar el bien ausente, arduo o futuro.
Por ejemplo, el del estudiante que se fatiga estudiando por alcanzar el saber, el título, la profesión y todos los bienes que derivan
de ello.
13 Los instintos no están en la creatura humana de la misma manera que lo están en el animal, en el que no existe razón que los
gobierne ni libre albedrío. En el hombre, la instintividad debe estar sujeta a la razón. En el animal, el principio di rectivo es el
instinto. En el hombre, es un principio que debe ser dirigido por las potencias espirituales.
Ni animal ni ángel, pero con algo de los dos
10) El hombre, sin embargo, no es una mera suma de animal y de
espíritu. En él lo animal está como espiritualizado, asumido,
humanizado; lo animal es humano. Y lo espiritual tampoco es
puramente angélico; lo espiritual también en él está humanizado.
Diríamos que el ser humano es animal al modo humano y angélico al
modo humano. Nos estamos siempre refiriendo al ser humano en el
principio, antes del pecado original y sus consecuencias.
11) Estamos hablando del hombre en la creación, en el principio. Los
instintos de Adán obedecen a la razón y a la voluntad; son dirigidos
por ellas. Su inteligencia conoce el bien sin errores ni ignorancia. Su
voluntad elige el bien sin malicia. Su apetito concupiscible es
templado y usa de los bienes tanto cuanto y su apetito irascible le da
fortaleza, le da esperanza de alcanzar el bien arduo, lo hace paciente
ante lo adverso, lo hace constante para lograr el bien ausente.
12) Sus apetitos instintivos, por ejemplo el apetito de alimentarse o el
apetito sexual, están sometidos a la razón.

Él es capaz de conocer a Dios por su inteligencia y de amarlo por su


voluntad, y además es capaz de conocerse a sí mismo. Es el diputado
de la creación para alabar y glorificar al Creador. Ése es el estado de
inocencia del que suelen hablar los teólogos. Es un ser equilibrado,
armónico, lo cual no quiere decir que no pueda pecar.14

Hagamos al hombre
13) En el primer capítulo del libro del Génesis, el autor del relato de la

14 No quiere decir que, a consecuencia de poder adherirse al bien libremente, no pueda también no adherirse a él, pero el pecar
no es la finalidad de la libertad sino una consecuencia lamentable de la libertad.
creación hace una diferencia entre lo que Dios dice cuando va
creando cada creatura y lo que dice cuando crea al hombre. Mientras
crea las creaturas anteriores al hombre, Dios va diciendo:
“Hágase...”, “Hágase la luz.” Pero cuando llega al hombre, dice:
“Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza.” “Hagamos al
hombre.”
14) Este “hagamos” revela el consejo de las tres Divinas Personas para
hacer al hombre a su imagen y semejanza. Varón y mujer los creó.
Por lo tanto, persona y comunidad de personas. Y ahí ya tenemos el
origen divino de la familia. La familia es de origen divino porque es
una imagen del Dios Trino.
15) Cuando desaparece de una cultura la perspectiva del Dios Trino se
debilita y hasta se esfuma también la familia. Ya no se comprende el
arquetipo divino de la familia sobre la tierra ni la naturaleza mística,
sagrada, sacra de las relaciones entre las personas.

La creación del varón: lo amasó de la tierra y le sopló en


la nariz un alma viviente
16) Volvamos al Génesis. En el capítulo primero se nos dice que Dios
creó al hombre a su imagen y semejanza, y que por eso los creó varón
y mujer. Después se dice que los bendijo, “Creced y multiplicaos”, y
les entregó el dominio de la creación. Y este capítulo no nos dice
mucho más.
17) Pero en el capítulo leemos algunos detalles que nos pueden ayudar
a comprender cómo es esto de la imagen y semejanza, y cómo es esto
del varón y la mujer. Adán es creado primero y Eva creada después.
Adán es creado primero de una materia que es el barro de la tierra.
Dios lo amasa con sus manos. No como las otras creaturas a las que
crea simplemente con su Palabra sin un contacto material. Dios
amasa a Adán con sus propias manos. Lo plasma del barro de la tierra
entre sus manos divinas y le sopla un alma de vida en la nariz.
18) Lo animó con un soplo divino, una neshamá, dice el autor sagrado.
En realidad, esta palabra alude, según he leído en la obra de un
rabino, a una cierta melodía, a un cierto canto que es propio de cada
uno. Diríamos que le sopla un espíritu individual, de individuo. Ese
soplo divino lo hace ser “tú”. No hay nadie antes que él de quien
Adán pueda recibir su “yo” sino de Dios, por este soplo del Espíritu
de Dios.
19) Pienso que nuestras madres son las colaboradoras de Dios para
infundirnos la conciencia de ser “yo” a fuerza de decirnos “tú”, a
fuerza de mirarnos a los ojos. Si no hubiéramos tenido una madre que
nos dijo “tú”, nunca hubiéramos llegado a la conciencia de ser “yo”.
Creo que hay de parte de las madres una especie de ministerio divino
que insufla en nosotros este espíritu como un ministerio de Dios. Son
ministros de Dios para infundirnos el soplo de vida humana; es decir,
además de engendrarnos en su seno, evocan y ponen en acto la
potencialidad individualizadora del alma.

El jardinero del Edén


20) Sigue narrando el Génesis que Dios plantó un jardín cercado y
deleitoso.15 Y allí puso a Adán en Su presencia. En la presencia de
Dios. ¡Nótenlo bien! La capacidad de estar y percibir la presencia de
Dios le viene a Adán de su alma. De manera que el primer vínculo
del varón es con Dios. ¡Eva aún no existe! Esto significa que Adán
tiene un vínculo religioso con Dios antes de tener un vínculo
esponsal o un vínculo social. El varón Adán, en el principio, está de
cara a Dios en el Paraíso, como un yo de cara a su Tú principal.

15 Un huerto cerrado, que eso significa la palabra hebrea Ganan; el Gan Edén, un jardín cercado y delicioso.
21) Nos dice también la Escritura que Dios puso a Adán a cultivar el
jardín del Paraíso. Adán tiene, pues, desde el principio una relación
con la tierra, con la creación. Dios le encarga el jardín. El jardín no es
suyo. Lo cultiva por encargo de Dios.

No conviene que Adán esté solo; hagámosle un auxilio,


como él ante él
22) Vio Dios que Adán estaba solo y que no convenía que fuera así.
Entonces amasó otros seres del barro, de la tierra y formó los
animales, a los cuales dio vida, y los hizo pasar delante de Adán para
que él les pusiera nombre. Poner el nombre constituye un acto de
autoridad, de gobierno, de poder. Pero Adán, que vivía entre los
animales y se comunicaba con ellos, no encontraba en ellos una
semejanza completa; tenía una cierta incomunicación, una capacidad
espiritual “ociosa” que no podía ejercitar con los animales, aunque sí
con Dios. Es decir que los animales no eran un auxilio semejante a él,
frente a él; no encontró Adán esa ayuda. Dios había intentado, con la
creación de los animales, darle un auxilio semejante a él, frente a él.
Esta es una expresión un poco enigmática de la Sagrada Escritura:
“un auxilio semejante a él” o “frente a él”. 16 Detengámonos un
momento para meditar esta expresión y pidamos gracia para com-
prenderla.
23) La palabra “auxilio”, en hebreo ézer, es la misma con que se
designa el auxilio divino en el Salmo 120. En ese Salmo, el peregrino
que va hacia Jerusalén dice: “Levanto mis ojos a los montes. ¿De
dónde me vendrá el auxilio? (ézer)”. Y prosigue, “el auxilio me viene
del Señor que hizo el cielo y la tierra”. El auxilio para ir hacia el
templo del Señor, la fuerza de caminar en la peregrinación, el auxilio
16 En hebreo: 'ézer kenegdó.
en todos los peligros del camino. Son el conocimiento y el amor a
Dios los que sostienen al peregrino en las fatigas de la peregrinación
al Templo y la fuerzas que lo impulsa. Es el imán del amor religioso
lo que lo atrae.
24) Dios, Creador de cielo y tierra, era el Auxilio de Adán antes de que
tuviera mujer e hijos. Pero el mismo Señor quiso que Adán no tuviera
sólo el auxilio divino, sino “un auxilio semejante a él frente a él”. Y
se prepara aquí la creación de Eva, que se presenta como una
iniciativa divina y un don de Dios. Eva no es posesión de Adán sino
don de Dios para Adán.

Pero también nos dice el relato que, en la intención divina, Eva es


para Adán, y no Adán para Eva.

Primero Dios y después Eva


25) Según esta visión, el varón, de acuerdo con el orden divino de su
creación, primero es religioso y después social. Porque Adán, antes
de poder relacionarse con Eva o con otro ser humano, ya se
relacionaba con Dios. Pero tenía —como dijimos— una capacidad
“ociosa” de comunicación espiritual humana. Y para eso Dios crea a
la mujer. Dijo Dios: “Hagamos a la mujer.”
26) Según el relato inspirado, Eva viene después de Adán porque es
para Adán. La mujer no es para sí misma. La mujer es para el otro.
Tiene su sentido en aquel a quien está destinada por Dios para ayudar,
para auxiliar, porque sin ella no puede vivir plenamente lo que está
destinado a Dios.
27) Esta doctrina merece que nos detengamos a subrayar su
importancia para la actualidad mediante la siguiente reflexión.
Después del pecado original, vemos que, cuando se olvida la
sabiduría de esta divina revelación, la mujer cae con frecuencia en
una tentación: imaginar que el varón es para ella y no viceversa.
Suele caer en la tentación de volverse sobre sí misma y de empezar a
vivir para sí misma. O también la tentación de dominar, en vez de
auxiliar. O de usar del varón para sus propios fines. O de dominar la
vida de sus hijos, nueras, nietos.
28) Lo dice Juan Pablo II en la carta sobre la mujer: “La dignidad de la
mujer es que Dios ha encomendado al hombre a su cuidado.”7 Y dice
también que, cuando ella se vuelve sobre sí misma, se hace infeliz;
que ella es feliz precisamente cuando vive inclinada y dirigida al
cuidado del otro. Por eso, esta cultura que hace que la mujer se
vuelva sobre sí misma siembra la infelicidad de la mujer. La hace
profundamente soberbia e infeliz porque ella se encuentra a sí misma
en el darse a los demás; y si deja de darse, ya no se encuentra, se
pierde a sí misma. Cuando la mujer se niega a servir al que le parece
inferior, le pasa algo parecido que al Ángel rebelde que se rebeló
diciendo: “No serviré.” Con toda agudeza, ha observado una mujer
que “en donde la mujer se quiere y se busca a sí misma, allí se
esfuma su misterio metafísico: exaltando su propia imagen, destruye
la imagen eterna que había en ella.”8

La creación de Eva: construyó una mujer


29) Pero sigamos con nuestro comentario del relato bíblico. El Señor
entonces envió un sueño sobre Adán y tomó una costilla de su
costado. Va a hacer a la mujer. Pero el texto no dice que la plasmó o
la amasó de la costilla. No, de la mujer dice algo mucho más
sofisticado. Dice que la construyó. De la costilla del varón armó una
mujer, como un aparato mucho más complicado.
30) ¡Qué cosas más sabias contiene la Sagrada Escritura! Yo me
quedo asombrado. Dice que la construyó,9 usando la misma palabra
que se usa en la Escritura para referirse a fundar una familia, construir
una casa, una ciudad o un templo. Leemos que Caín construyó una
ciudad y que Salomón construyó un templo. ¡La misma palabra! ¿Por
qué? Porque la casa, la ciudad, el templo son habitaciones, son
lugares habitables. La casa está hecha para que habiten las familias.
La ciudad está hecha para que habiten los ciudadanos en amistad. El
templo está hecho para que habite Dios. La mujer está hecha para ser
un auxilio de Adán; es un ser acogedor.
31) En la intención de Dios, la mujer está hecha para recibir, para acoger.
¿Acaso esa misma ingenuidad suya, esa capacidad acogedora y
abierta para todo el mundo, la hace también receptiva para hablar con
la serpiente? No lo sé. Pero no nos adelantemos a la materia del si-
guiente capítulo.

Eva: la fuente de la vida


32) Esta revelación de la mujer creada como un ser habitable,
acogedor, tiene una profundidad muy grande porque tanto la casa
como la ciudad y el templo son los lugares donde habita el amor. El
hombre funda una familia por amor, construye una casa por amor,
construye una ciudad también por amor y construye un templo por
amor a Dios. Y Dios habita en el templo por amor a los hombres. Es
decir que también la mujer es un lugar amoroso. Ella está hecha para
ser maestra en la amistad y acogedora. Mientras que el destino de
Adán estaba en trabajar el Paraíso, era una destinación hacia fuera; la
de Eva es una destinación hacia adentro. El varón es extrovertido y la
mujer es interior, es introvertida. La mujer tiene su vida hacia
adentro, mientras que el varón tiene su vida hacia afuera, hacia el
mundo, hacia el jardín, hacia los animales. La mujer tiene una
vocación de interioridad, de amor, de amistad, de conversación, de
comunicación amorosa.
33) La destinación de Eva es una destinación espiritual para la ayuda
del varón, mientras él tiene una destinación terrenal de cultivar el
jardín. Diríamos que es la amiga del jardinero. Ella está destinada a la
amistad por designio divino. Destinada a colmar la capacidad ociosa
de comunicación espiritual del varón, que está insatisfecha, y a
cultivar la interioridad del varón que en su dirección hacia lo exterior
debe ser fomentada y cultivada.
34) Todas estas cualidades de Eva están ordenadas a su misión
principal: ser la madre de los vivientes, darle hijos a su esposo por
amor al esposo. Según las Sagradas Escrituras, los hijos de Eva están
destinados a que Adán no esté solo. Es decir, la familia, la ciudad, la
sociedad nace del seno de Eva, para Adán. La esposa manifiesta su
amor al esposo, dándole hijos. En la Sagrada Escritura, los hijos
nacen de la madre para el padre. Por eso, es el padre quien le pone el
nombre, como Zacarías a Juan Bautista. Estas verdades están
olvidadas en la cultura vigente en la que las figuras del varón y del
padre se han esfumado.

“Ni la mujer sin el hombre ni el hombre sin la mujer”10


35) Estas son, según la revelación divina, las destinaciones del
varón y la mujer. Después sobrevendrá la corrupción por el pecado
original. Veremos, precisamente, que una de las consecuencias del
pecado original es que el varón deje de apreciar esta ayuda; que en
vez de alegrarse con la amistad de la mujer y con la comunicación es-
piritual con ella, se aburra, hunda la cabeza en el diario o se
enfrasque en la tele. ¡Eso le pasa por el pecado original! Porque en el
Paraíso, donde no había ni televisión ni diario ni nada (y aunque los
hubiera habido), ¿cómo pasaba sus ratos agradables Adán? En
compañía de Eva. Supongo que Eva cantaría, no sé. Pero el
espectáculo del Paraíso para Adán era Eva, escucharla y comuni-
carse. Y era la maestra de la amistad para Adán.
36) Como veremos, la caída en el pecado original precisamente es lo
que hace que el varón tienda a hacerse polígamo. En cambio, la
mujer, que mantiene su deseo de ser amada y ser la única, es
monógama. Y ella es la que tiene que enseñar al varón cultivando la
amistad, y hacerse única. Pero esto no pertenece al plano de la sexua-
lidad sino al plano de la amistad. ¡Qué importante es esta visión!

Lo más fuerte y noble al servicio de lo más débil y


necesitado
37) Notemos, todavía, cómo Adán es creado del barro y Eva es creada
de carne humana. Es decir que la materia de que están hechos ya es
distinta. Adán de materia, Eva de materia ya humanizada. El cuerpo
de Eva, rasgo diferencial, no fue tomado del barro sino del cuerpo de
Adán. Hasta en su misma materia es más espiritual. La Escritura la
llama "ishá", varona, porque del varón, “ish", fue tomada. Esto se
condice con su función más espiritual de amiga del varón. En la
revelación bíblica, lo más digno y fuerte se pone al servicio de lo más
necesitado y débil. Por eso Eva, que es creada de materia más digna y
construida sofisticadamente, es puesta al servicio de Adán. Como los
Ángeles son puestos al servicio del hombre. Y como el Hijo de Dios
se pone al servicio de los hombres y viene a lavarnos los pies.
38) Es falso decir que Eva cayó por ser más débil. La historia bíblica
de la tentación demuestra claramente que era la más fuerte y
aventajaba al hombre. La mujer es fuerte en su profundidad de alma,
no por su vigor físico. Siempre que la mujer fue oprimida, no ocurrió
porque era débil, sino porque, habiéndola reconocido como la más
fuerte, se le temió. Y con razón. Porque en el instante en que el poder
más fuerte no quiere ser la abnegación sino la hegemonía, sobreviene
naturalmente la catástrofe. A la más profunda capacidad de entrega,
responde la posibilidad de la máxima abnegación.” 17

Carne de mi carne y hueso de mis huesos


39) Leemos en la Escritura que Adán se despertó del sueño, la encontró
allí y la reconoció como propia, exclamando: “Ésta sí que es carne de
mi carne y hueso de mis huesos” (Gen 2, 23). Es decir que Adán
tiende a reclamarla desde el comienzo, a necesitarla y reconocerla co-
mo parte suya sin la cual se sentiría incompleto, por lo que tiende a
atraerla hacia sí. Y ella se reencuentra en él como en su origen, como
en el todo al cual ella pertenece y sin el cual no tiene un sentido
autónomo. Cada uno reclama al otro como la parte al todo y el todo a
la parte. Y ninguno de los dos está completo sin el otro. ¡Qué
sabiduría la de este relato! ¡Tan infantil que parece!

Al mismo tiempo, ella es de la misma naturaleza humana que Adán


porque está tomada de la carne humanizada. Eva no proviene de
Adán por generación ni tampoco por separación. 12 No separa así a
Eva de Adán. Eva no es opuesta a Adán. Diríamos que Dios procede
en la creación de Eva por partición. Es como cuando uno parte un
pedazo de queso; es de la misma naturaleza el pedazo que el resto del
queso. Lo parte pero no lo hace de otra naturaleza. No separa lo
diverso sino que parte lo semejante. Ella es una parte: participa de la
misma naturaleza que el todo.

17 Gertrudis von Le Fort, La Mujer eterna, Madrid, Patmos, 1965, pág. 26.
El Dios Pariente: el Suegro de Adán, el Padre de Eva
40) Pero la reunificación solo puede ser en adelante libre y voluntaria.
Ya hicimos notar que Eva es dada a Adán por Dios. Y esto funda, en
el principio, una vinculación religiosa del hombre con Dios que es a
la vez del tipo de las relaciones de parentesco político. Voy a
detenerme en esto un momento. Normalmente los jóvenes encuentran
a su novia en otra familia y es un suegro o un cuñado el que les cede
una hija o una hermana como esposa. Se crea así un vínculo de
alianza también entre el suegro y el yerno, entre la suegra y la nuera.
Se crea lo que llamamos parentescos políticos, de alianza.
41) Pero el autor sagrado se pregunta: “Bueno, ¿y cuando no había otro
hombre para que Adán recibiera su mujer de otro hombre?” La recibe
de Dios. De nuevo: el vínculo religioso es anterior al vínculo social y
de parentesco. Pero ahora, con la creación de la mujer, el vínculo reli-
gioso entre Dios y Adán se refuerza con una relación de parentesco.
42) Podríamos decir que Dios es el divino Suegro de Adán porque le da la
esposa. Y por lo tanto, ya el primer matrimonio es una realidad sacra,
una realidad santa en la que Dios está en el medio, creando y uniendo.
“Lo que Dios ha unido, el hombre no lo separe.” Ahí ya aparece esa
frase. La obra es de Dios. El amor humano es una obra divina. Hay una
revelación de la santidad del amor que va a culminar en la revelación,
en el Nuevo Testamento, de la sacralidad del amor.

Varón y mujer bajo EL PECADO ORIGINAL


Las culpas y las penas Recapitulemos
1) Retomemos el hilo de lo expuesto en el capítulo anterior. El varón
fue creado con una destinación laboral, física: cultivar el jardín de
Edén. Y la mujer fue creada con una destinación amorosa, espiritual:
ser amiga del varón. Son dos destinaciones distintas: una hacia afue-
ra, a la acción exterior, y la otra hacia adentro, hacia lo espiritual,
hacia el vínculo, hacia la vinculación amorosa, hacia la amistad, al
cultivo de los amores.
2) Ella es más afín a lo espiritual, a lo angélico. Tiene una mayor
profundidad de alma. Satanás, que a pesar de ser un ángel malo es un
ángel —un ángel caído, malvado, pero ángel—, prefiere hablar con
ella porque ella es un ser más espiritual y un adversario de Satanás
potencialmente más peligroso. Es importante recordar que Adán es
amasado del barro y Eva es sacada de una parte de Adán. La carne de
Adán es ya materia humana, no materia inerte. Y a consecuencia de
eso, Eva tiene desde el principio una complejidad espiritual mucho
mayor.
3) El varón, puesto que está destinado a trabajar el Paraíso, que su
misión es exterior a él, hacia afuera, hacia el mundo, no tiene la
complejidad de alma que tiene Eva, que está destinada a una función
espiritual, a ser amiga, maestra de amor y de amistad. Por eso
comparo al varón con uno de esos Ford viejos que tienen cinco
relojitos y pocas funciones; mientras que, en cambio, el alma de la
mujer es compleja como un avión Boeing 707 con su complicado
tablero. ¿Quién lo entiende? ¡Hay que hacer un curso para
comprenderlo!
4) Dice san Pablo que el varón y la mujer tienen que ser “instruidos por
Dios para amaros mutuamente”.18 Creo que lo dice para que, a
consecuencia del pecado original, esa diversidad de la mujer no sea
para el varón motivo de irritación: “¡Ufa! ¿Quién las entiende?” Y

18 1.a Tesalonicenses 4, 9.
para que la simplicidad del alma del varón no sea un motivo de
escándalo para ella, que aprenda también a amar a alguien que no
tiene una complejidad de alma tan grande y al cual tiene que
enseñarle a escuchar su alma y a no aburrirse con lo que ella le dice.
5) Ella tiene que educar el oído del novio y el oído del esposo para que
sean un espejo acogedor de su imagen interior de mujer. Porque la
mujer necesita un oído de novio y un oído de esposo que escuchen su
alma. El varón que la ama es como un espejo donde ella se puede
mirar, con tal que se reconozca en la imagen que un varón de corazón
limpio le puede devolver. Y así como ella no puede arreglarse sin
tener un espejo delante, tampoco puede acomodar su alma sin mirarse
en el espejo del oído de su esposo: necesita que su esposo la refleje
para conocer su imagen interior; necesita verse en la comprensión de
su esposo. Y el esposo tiene que ser acogedor de esa necesidad de
mirarse a sí misma, porque si no, ella no se entiende.
6) Después del pecado original, esto sería imposible —y lo es—, sin la
ayuda de la gracia sanante y santificante. Sin santidad de alma, o de
espaldas a la profundidad del misterio de su alma, la mujer ya no se
busca a sí misma en su profundidad velada, entregándose al esposo y
a los demás, sino que se muestra a sí misma en su exterioridad
visible. Y mirándose solamente a sí misma, despersonaliza al varón
como espejo y lo hace prescindible.
7) Pero queda en pie que, aunque es mucho más profunda que Adán,
sin embargo ella necesita del espejo de Adán para mirarse en él. Me
comentaba un amigo que el padre siempre le decía: “M'hijo, a la
mujer no se la puede entender. Hay que atenderla y complacerla.”
¿Un poco pesimista? No. Creo que expresa la experiencia de alguien
que ha comprobado el hecho que estamos exponiendo. Cuando
ambos esposos son santos es cuando se puede lograr algo de la
bienaventuranza del principio, que el pecado original arruinó. Un
esposo santo no solamente logrará atenderla y complacerla, sino
también entender mucho, no todo, del misterio de su esposa santa.
8) Aún hoy, y aun entre esposos que no son santos, en el fondo, ella
siempre aspira a tener en el esposo un oído que escuche. Pero es
verdad que la mujer tiene una profundidad de misterio que nunca se
llega a calar del todo. Como dice Gertrudis von Le Fort: “Sólo Dios
puede levantar el velo bajo el cual Él mismo ocultó a la mujer.” 2
9) De modo que el Señor pone a Eva como la auxiliadora para
Adán en vistas a que llegue a ser un ser social, que tenga hijos, que
tenga una familia, una casa, una ciudad. ¡Es importante esto! Porque,
en el designio de Dios, Eva es para Adán, no Adán para Eva. Esto a
las feministas las pone mal. No sé por qué, dado que, como hemos di-
cho más arriba, siempre Dios pone lo más noble, lo más perfecto y lo
más fuerte al servicio de lo menos perfecto, lo menos noble y lo más
débil. Así Eva, que es más compleja espiritualmente, más rica, más
espiritual, es puesta al servicio de Adán. También mi Ángel de la
Guarda, que es mucho más digno que yo, como naturaleza pura, es
puesto a mi servicio. Y precisamente una de las causas de la rebeldía
de Satanás que explican los Santos Padres es “No serviré”, porque no
quiere servir al Verbo Encarnado, no quiere servir a Cristo. En la
Carta a los Hebreos, dice que a Él le fueron sometidos todos los
ángeles.3 Es esa la sumisión que rechaza Satanás. Y me parece que
es el engaño de cierto feminismo, una especie de soberbia por la que
la mujer no quiere servir.

Y no se da cuenta de que precisamente lo más digno está al servicio


de lo menos digno en el designo de Dios.
Y por eso ese tipo de feminismo tiene algo de demoníaco, algo de la
soberbia del “No serviré”.
10) ¿De qué admirarse entonces de que Eva sea más noble, más
perfecta, creada de una materia mejor, más espiritual y que tenga una
misión que no es trabajar la tierra? ¿Por qué a la mujer la ponen a
trabajar ahora en esta cultura? ¿Se han olvidado de la sabiduría
divina? ¡No es ésa su destinación! Los hombres le están dando una
destinación a la mujer que no es la que Dios le quiso dar. ¡Y así nos
va! No la puso a trabajar la tierra, la puso a ser la amiga de Adán. Y
por eso ella va a ser la maestra de la amistad. La hace más perfecta,
la hace más compleja. No fue creada para trabajar el Jardín del Pa-
raíso sino para ser la amiga del jardinero, porque el jardinero estaba
solo.

La tentación
11) Pero viene Satanás en forma de serpiente y habla con Eva. Yo
pienso que a Adán la serpiente lo mira con desprecio, como diciendo:
“Ese bicho hecho del barro.” Con el jardinero ni se molesta en hablar;
tiene las manos llenas de tierra, plantar el jardín. En cambio, en Eva en-
cuentra un interlocutor válido. Pero, a la vez, un enemigo en potencia al
que conviene convertir en vasallo y aliado contra Dios. Convertir a Eva
en rebelde como el demonio es la forma demoníaca de oponerse a Dios
en la intención de su obra. Pero es también envenenar las fuentes de la
vida en la humanidad.
12) Porque Dios se la dio a Adán como compañera, como amiga: “No
es bueno que Adán esté solo. Le voy a dar una ayuda semejante a él.”
Semejante a él. Dios ya era una ayuda para Adán desde el principio,
porque como vimos Adán era un ser religioso antes de ser un ser social;
antes de recibir a su esposa, él ya estaba en relación con Dios. El
carácter religioso del varón es anterior a su carácter social. Es cierto que
es un ser social, pero es ante todo un ser religioso.
13) Aunque también es cierto que, a consecuencia del pecado original, el
hombre puede tomarse a sí mismo por Dios. Puede ser un ser religioso
que se idolatra a sí mismo. La idolatría es la corrupción de lo religioso y
la adoración de sí mismo. Es lo que hace el hombre de hoy, que se
adora a sí mismo y considera que él puede prescindir de Dios, pero en
el fondo sustituye a Dios. No es irreligioso, es idólatra. No puede dejar
de ser religioso.
14) Cuando Adán recibe a Eva como compañera, ya tenía a Dios como
el primer vínculo. Más todavía, después que Dios le da a Eva, lo tiene a
Dios como el “suegro”. Entra en parentesco político con Dios.
15) Adán le debe a Dios su mujer; pero después de que Eva peca y le
da de comer, Adán, por amor a su mujer, desobedece a Dios. Ahí están
el desorden y el pecado propios de Adán: el haber preferido a su mujer
a Dios, siendo que su mujer era un don de Dios. Se quedó con

el don y se olvidó del dador. Y eso puede pasar también en el


matrimonio. Es una realidad posible actualmente, porque vemos que
sucedió en el origen. Y vemos que sucede ahora también.

Seréis como dioses, conocedores del bien y del mal


16) Lo que le promete la serpiente a Eva es en realidad un bien: “Seréis
como dioses, conocedores del bien y del mal.” En el fondo no está
mal, porque entra dentro de los designios divinos. Es un bien.
También Nuestro Señor Jesucristo nos promete lo mismo: “Ser como
dioses y conocedores del bien y del mal”, o sea, la divina rege-
neración que nos da la filiación divina, y el Espíritu Santo que nos da
discernimiento, consejo, sabiduría, inteligencia y ciencia. Es lo que
Jesús nos viene a traer: “Ser como Dios”, por gracia, por filiación y,
por lo tanto, ¡por obediencia! Aquí está la diferencia: Cristo nos ofre-
ce llegar a ser divinizados por obediencia, y Satanás extravía a Eva
por el camino de la desobediencia.
17) María, que va a ser la Madre del Hijo obediente, es obediente:
“Hágase en mí según tu Palabra.” María es la nueva Eva, pero la Eva
fiel; no se aparta del camino de la obediencia. Precisamente, Ella no
padece las consecuencias del pecado original. Por lo tanto, es la
mujer obediente. Y es obediente porque está llena del Espíritu Santo,
que va del Padre al Hijo y vuelve del Hijo al Padre. Ella está envuelta
en esa corriente de gracia del Espíritu Santo.
La pena de Eva: los amores atormentados de esposa y
madre
18) Lo que la serpiente promete a la mujer es ya el comienzo de lo que
va a ser su pena, porque por el conocimiento del bien, en Eva se va a
encender el amor. Pero por el conocimiento del mal, la asaltarán el
miedo, la tristeza y la ira. Y ella estará desgarrada entre sus amores y
sus tristezas, sus miedos y sus iras.
19) La mujer es un ser eminentemente amoroso: desea amar y ser
amada. Por el conocimiento del mal se van a suscitar en su alma
miedo, ira y tristeza, tres reacciones que tenemos ante el mal cuando
nos quita nuestros bienes o amenaza quitárnoslos, o se mezcla con
ellos. De modo que ya Satanás le está tendiendo a Eva el lazo que le
va a producir la pena que atormentará a ella y a sus hijas. La
consecuencia de su caída va a ser que Eva va a estar desgarrada entre
sus amores, sus tristezas, sus miedos y sus iras; y precisamente el
amor al esposo y el amor a los hijos van a ser las fuentes, al mismo,
tiempo de sus principales sufrimientos.
20) Porque, ¿qué le va a decir Dios a Eva que le pasará a
consecuencias de su pecado? “Darás a luz tus hijos con dolor” y “Tu
corazón irá hacia tu esposo pero él te dominará”,4 ¡o bien se te
morirá, se enfermará o te traicionará! Todas esos males posibles que
están siempre como sobrevolando el amor de la esposa: que el marido
tarda en venir y qué le habrá pasado. Ese sobresalto que rodea su
amor. Y algo parecido le sucede a su amor materno, que es la otra
fuente de felicidad del corazón femenino: ser madre, los hijos. La
fuente feliz de su amor materno se amargará con el sobresalto, el
temor, la ansiedad continua: “Darás a luz tus hijos con dolor.” No es
sólo el dolor del parto, es también el dolor de los trabajos, los
cuidados del bebé, la dependencia amorosa del niño que crece
necesitándola siempre, el cuidarlo y todas las preocupaciones
alrededor de los hijos. Hay una cantidad de temores ya desde la
gestación: ¿vendrá bien? ¿vendrá mal? Las inquietudes que tironean
el amor materno son algo muy largo enumerarl de aquí.

La desobediencia
21) Volvamos a cuando la serpiente le promete a Eva un bien, pero se lo
propone por el camino de la desobediencia. Es fuente de culpa el mal
uso de la voluntad que hace Eva, pues la usa para desobedecer y no
para obedecer. La voluntad nos está dada para obedecer con mérito.
Las estrellas obedecen pero no pueden desobedecer: están en su
órbita. Los árboles obedecen las leyes naturales pero no tienen
libertad para crecer para abajo si quieren: están determinados a crecer
para arriba. En la creatura humana, la voluntad no está determinada, y
ahí está precisamente su mérito. La voluntad es meritoria cundo se
mueve por amor: adherirse a la voluntad del que ama. En este caso
Dios, el Creador, el Padre, el Suegro divino.
22) Pero la consecuencia de poder obedecer libremente es que se puede
desobedecer, y eso es lo que hace Eva. Y cuando uno usa su voluntad
contra la voluntad divina, entonces voluntariamente incurre en culpa.
Culpa es precisamente usar la voluntad para elegir el mal en vez de
usarla para abrazar el bien al que está destinada. Es un hecho de
experiencia: podemos hacer el mal sabiendo que está mal. Yo sé que
está mal y sin embargo lo hago.

Lo dice san Pablo en la Carta a los Romanos: “Hago el mal que no


quiero y no puedo hacer el bien que quiero”; 19 “¿Quién me podrá
19 Romanos 7, 14-23.
librar de este cuerpo de muerte?. Soy yo el mismo que con la razón
sirve a la ley de Dios, pero con la carne a la ley del pecado.” 20

23) Entonces, como resultado de la culpa sobrevienen las penas. Las


penas no son culpas, son consecuencia de la culpa. Por haber querido
el mal, sobrevienen males que no quiero. Por haber querido el mal,
me pasan después cosas que yo no quería y que quizá, si hubiera
previsto antes que ese era el precio de cometer el mal, no lo hubiera
cometido. Penas le llamamos a los males no queridos que
sobrevienen a consecuencia de la culpa. Y culpa es querer hacer el
mal.

La culpa del varón: anteponer la esposa a Dios


24) ¿Qué nos enseña el diálogo de la serpiente con la mujer? La
serpiente le promete a la mujer: “Seréis como dioses, conocedores del
bien y del mal.” Es a través de la mujer que ese engaño de Satanás le
va a llegar al varón. Porque no se lo dice directamente al varón. Se lo
dice a través de la mujer, porque la mujer se la había dado Dios al
varón para su auxilio. Satanás lo podría haber destruido directamente,
pero no tenía gracia. Y como él se opone a Dios, quiere destruir el
plan de Dios y quiere cambiar el auxilio divino que es la mujer de
amiga en enemiga. “¿De amiga te la dio? Vas a ver. Yo te la pongo
de enemiga. Te va a destruir.” No tiene Satanás mayor victoria que
destruir al varón por manos de la mujer, porque Dios le dio al varón
el auxilio de la mujer.
25) Al primero que crea Dios es al varón, Adán. Y es a Adán a quien le
dice que no tiene que comer del fruto del Paraíso. No hubo problema.
Adán lo sabía, después viene Eva. Dios le había dicho a Adán que no
20 Romanos 7, 25.
comiera del árbol antes de que existiera Eva. Por lo tanto, Eva no había
escuchado la prohibición de comer del fruto del árbol de labios de Dios,
porque leemos en el libro del Génesis que esta prohibición es anterior a
la creación de Eva. De modo que cuando Eva desobedece, yo no sé si
desobedece primero a su marido y después a Dios, o primero a Dios y
después a su marido. Adán era santo en ese momento antes del pecado;
desobedecer al marido no era lo mismo que ahora, que estamos después
del pecado. Porque ahora suelen dar motivo los maridos para que sus
esposas no los obedezcan. Pero en ese momento no había motivo. Eva
desobedece entonces a su esposo y a Dios.
26) Desobedece a Dios desobedeciendo a su marido, que le había
trasmitido la prohibición. Eva lo sabía perfectamente. Se lo explica muy
bien a la serpiente. Adán se lo había dicho y ella se acordaba. Pero Eva,
en su diálogo con la serpiente, se suelta de la autoridad del marido. Y
no solamente come ella, sino que le da de comer a Adán. Éste, por
complacer a su mujer, desobedece a Dios y come. Consideremos cómo
se corrompe la inocencia del primer Adán y de la primera Eva, y cómo
este proceso de corrupción similar a un bosquejo, un esquema de pe-
cado que se va a ir repitiendo generación tras generación y que va a
causar la ruina de la humanidad, la destrucción de los pueblos.
27) Para comprender el daño que se produce con esta culpa, no
debemos perder de vista que la primera relación que tenía Adán era
directamente con Dios. Después viene su relación con el jardín, con los
animales y, por último, su relación esponsal con Eva, que va a ser la
que aumente sus relaciones sociales para formar primero una familia,
después una ciudad y, por fin, toda la sociedad humana. Pero el primer
vínculo del varón es con Dios. El varón está llamado a ser un ser
religioso.
28) Se oye preguntar a menudo por qué actualmente son más religiosas
las mujeres que los varones. Esto es consecuencia del pecado original.
No debería ser así. Tendrían que ser los varones los primeros en su
religiosidad. Pero Satanás lo aparta al varón de Dios por medio de su
mujer. Precisamente aquella que, por vocación, había sido llamada a ser
el auxilio divino para el varón. Porque, según el designio divino, la
esposa estaba destinada a ser ministro del amor de Dios para el esposo.
Eso será lo que va a restaurar el sacramento del Matrimonio. Para
remedio de lo que falta en esta sociedad y en toda sociedad humana
desde la caída.
29) Eva, que era una inquilina del Paraíso, quiso ser dueña. Se apoderó
del Paraíso. No podía ser que ahí, en el Paraíso, que era su jardín,
hubiera un árbol del que ella no pudiera comer. Se olvidó de que ella
era —digamos— inquilina y no, dueña. Lo que le propuso Satanás fue
ser como Dios: el ejercicio ilegal de la divinidad y la usurpación de la
Divina Providencia. Se dijo: ¿Por qué no?
30) Adán ¿qué tendría que haber hecho? Tendría que haber protegido a
su mujer de la tentación. Adán estuvo distraído. Él era el justo, cuya
primera y más importante relación era con Dios, el que había recibido el
encargo del cuidado del Paraíso, el que había recibido de Dios tanta
ayuda y, por fin, a su mujer como auxilio. ¿¡Cómo él se olvidó de la
relación con Dios por la relación con su esposa!?
31) Y todavía, después la acusa: “La mujer que Tú me diste por
compañera me dio del árbol y comí.”7 No se da cuenta Adán de que,
cuando él no cuida a su esposa, el Demonio la utiliza como puerta
para destruirlo. Si el varón no es religioso y no ayuda a su esposa a
mantenerse religiosa, la religiosidad desviada de la mujer o la mujer
tentada se vuelve contra él y lo destruye, porque lo aparta de la
relación con Dios. Hay muchas mujeres que se ponen celosas del
marido cuando es religioso porque son hijas de Eva y no se dan
cuenta de que el varón religioso es también su mejor protector contra
el enemigo. Otras bregan media vida para que el marido se convierta
a la fe o a la piedad; y, cuando el Señor les concede lo que tanto
pidieron, se disgustan y no saben ya qué hacer con un esposo
convertido.

El proceso de sanación de las penas


32) La sanación de las penas del pecado original en el varón y en la
mujer comienza ya pronto, desde el Antiguo Testamento. Pronto, por
la misericordia de Dios, el amor humano y la familia comienzan a ser
sanados. Porque ya en el Antiguo Testamento se opera la santifi-
cación de la familia, que culminará con la sacralización y
consagración del matrimonio, por obra de Jesucristo.
33) Podemos decir que en el Antiguo Testamento, Dios, por la
Alianza, contrae parentesco con el pueblo de Dios. Siendo Él pariente
del pueblo, le exige al pueblo que sea santo porque Él es Santo. Dios
entra en la familia humana y la santifica con su presencia. En el Anti-
guo Testamento, Él entró en el nosotros humano.

Sacralización y desacralización del matrimonio y la


familia
34) Jesucristo, en el Nuevo Testamento, nos introduce en el Nosotros
divino; de modo que quedamos divinizados. Ya no es Dios quien
entra en el Nosotros humano, sino que es la creatura humana la que
es admitida al parentesco, más aún, a la filiación divina. ¡Es una
lástima que no disfrutemos más de esta perspectiva maravillosa! Por
eso es tan importante predicarla. Desde Cristo, el matrimonio está
invitado a ser vivido como una realidad sagrada, sacral.
35) El actual proceso demoníaco de desacralización de la familia
equivale a su destrucción. Se opone frontalmente al designio divino.
Y en eso se ve que es obra del Ángel rebelde, homicida desde el
principio. Quiere destruir al hombre porque es la obra de Dios que
motivó su rebeldía. La desacralización de la familia termina con la
abolición de todo vínculo familiar esponsal y con la abolición del
hombre, también. Porque el hombre se forma en la familia, es un ser
familiar; y si se destruye la familia por la desacralización, al fin eso
equivale a la abolición del hombre.
36) La desacralización de la familia produce la destrucción de la
sociedad. Y por eso la necesidad de restauración de la familia. Éste
no es un mal de ahora; en el tiempo de Nuestro Señor Jesucristo,
también estaba destruida la familia en todo el mundo mediterráneo.
Se conservaba un poco en el pueblo de Israel porque Dios había
puesto la familia en el centro de su cultura de santidad. Los profetas
les habían dicho: “Tienen que vivir la santidad en la familia. Sean
santos. No hagan como en Canaán ni como en Egipto, donde el amor
no es el lugar donde la sexualidad está ubicada, en su santidad.” 21

El proceso divino de sanación del amor


37) Entonces, ¿qué hace Dios? Hace un pueblo santo y procura ahí
fomentar la santidad de la familia, como para guardarla; y dentro de
una familia santa y justa nace Nuestro Señor Jesucristo. En el libro
del Levítico,22 se da un primer paso en la doctrina de la ley acerca de
la santidad sexual en el pueblo de Israel. Dios le dice a Moisés que le
diga al pueblo que no tienen que hacer como en Egipto, de donde
vienen, ni como en Canaan, adonde van.
38) Pero la Ley de Moisés no había sido suficiente para restaurar la
naturaleza caída y sanar a fondo la dureza del corazón. Jesucristo
21 Ver el Levítico, la ley de la santidad familiar en el capítulo 18.
22 Levítico 18.
viene a restaurar el matrimonio, haciéndolo sacramento. El séptimo,
el último, pero en realidad aquél a cuyo servicio están todos los
demás. Porque es allí, en la unión esponsal sacramental, donde
culmina la realización —por obra de la gracia del amor esponsal—
de la imagen creada más perfecta de lo que es el amor divino.
39) El Cantar de los Cantares lo presenta como una chispa,
desprendida del Amor de Dios, que arde, y como que incendia los
corazones de las creaturas. Es una saeta de fuego, una chispa de amor
divino. Y es un amor tal, que muchas aguas no pueden extinguirlo. 23
En ese amor, la sensualidad y la sexualidad están al servicio del amor
y lo expresan.
40) Por el contrario, en Egipto y en Canaán, como sucede también hoy
en el mundo descristianizado, la sexualidad se desligaba del amor
esponsal. La sexualidad enloquecía y, perdida la razón, se desviaba
hacia el incesto, la promiscuidad sexual, hasta la bestialidad. Al separar
la sexualidad del amor, el ser humano se deshumaniza. Y la
deshumanización de la sexualidad produce la deshumanización del
matrimonio, de la familia y de la sociedad.
41) En la Antigua Alianza, si bien se tolera la poligamia, la monogamia se
tiene como lo ideal.

La historia de Jacob muestra cuánto sufrimiento acarrea la rivalidad de


las esposas y las envidias entre los hijos. Jesucristo reivindica la
monogamia del principio, la conquista total del amor único. “Que tenga
el esposo su esposa y la esposa, su esposo.”11 Una relación única.

42) La Antigua Alianza era un paso, gigantesco, pero todavía no el


definitivo, hacia una perfección que tenía que venir. Jesucristo dijo a

23 Cantar de los Cantares 8, 6-7.


los judíos que Moisés les había dado permiso para repudiar a su mujer
por la dureza de sus corazones todavía no sanados del todo. Pero que en
el Nuevo Testamento no debe ser así porque en el principio no era así.
En el principio los dos eran una sola carne. En el Evangelio, lo que
Jesús trae es el amor verdadero; y en el amor verdadero no puede haber
fractura. Hay fractura cuando no hay amor verdadero. Pero si los
bautizados desde niños y luego de jóvenes viven una vida cristiana
verdadera, van a amarse verdaderamente y por lo tanto van a poder
sufrir por amor.
43) Así que, por más que la familia sea atacada por Satanás para
destruirla, porque él es homicida desde el principio, mentiroso y padre
de la mentira, nosotros sabemos que el amor de Dios va a triunfar, que
no se puede extinguir la familia sobre la tierra por más dinero que
pongan para destruirla. Porque esto se hace con dinero. Todos estos
planes cuestan mucho dinero. Si lo emplearan en ayudar a las familias a
ser lo que deben ser, creo que también harían un negocio. ¡Pero no!
Hacen un negocio de la destrucción de la familia. Los negocios de la
pornografía, la prostitución, el aborto, y el tratamiento médico y
psicológico de los daños que provoca la industria del vicio y de los
espectáculos.
Las penas comunes al varón
Y A LA MUJER Ignorancia, malicia, falta de fortaleza y de
templanza
1) ¿Cuáles son las penas24 que le sobrevienen a Adán y Eva a
consecuencia del pecado original? ¿Cuáles son las penas comunes?

Las resume muy bien Santo Tomás de Aquino cuando dice: “Por la
justicia original, la razón controlaba perfectamente las fuerzas
inferiores del alma; y la razón misma, sujeta a Dios, se
perfeccionaba. Pero esta justicia original nos fue arrebatada por el
pecado del primer padre... Y por ello todas las fuerzas del alma
quedan como destituidas de su propio orden, por el que se ordenan
naturalmente a la virtud. Esa destitución se llama herida de la
naturaleza.”

2) Y prosigue explicando “Ahora bien: son cuatro las potencias del


alma que pueden ser sujeto de las virtudes, a saber:

a) la razón, en la cual reside la prudencia;


b) la voluntad, en la cual reside la justicia;
c) la pasión o apetito irascible, en la cual reside la fortaleza, y
d) la pasión o apetito concupiscible, en la cual reside la
templanza.

De modo que:

a') en cuanto la razón ha sido despojada de su orden a lo verdadero,


está la herida de la ignorancia;

b') en cuanto la voluntad ha sido destituida de su orden al bien, está la


herida de la malicia;

c') en cuanto la pasión irascible ha sido despojada de su orden a lo

24 Recordemos la diferencia entre culpa y pena. Culpa es el mal uso de la volun


arduo, está la herida de la debilidad;

d') en cuanto la pasión concupiscible está destituida de su orden a lo


deleitable, moderado por la razón, está la herida de la
concupiscencia.”

3) Y concluye: “Así, pues, éstas son las cuatro heridas infligidas a toda
la naturaleza humana por el pecado del primer padre. Mas, puesto que
la inclinación al bien de la virtud disminuye en cada uno por el
pecado actual, como es claro que éstas son también cuatro heridas
que se agravan por los pecados personales: a saber, en cuanto que por
el pecado la razón se embota, especialmente en las cosas que
debemos practicar; y la voluntad se endurece respecto del bien; y
aumenta la dificultad de obrar bien; y la concupiscencia se enciende
más.”25

Y así, debilitándose las potencias espirituales ante las sensitivas, se


explica que en la humanidad se extienda el poder de las adicciones
incontrolables.

Primera pena: en la inteligenc ia, la ignorancia

4) La primera pena es, pues, el debilitamiento de la inteligencia para


conocer el bien. Todo lo contrario de lo que Satanás, el padre de la
mentira, le había prometido a Eva: “Conocerás el bien y el mal.” Es
precisamente esa capacidad de conocer la que se debilita. La
serpiente le prometió conocer y ahora conoce menos. Santo Tomás
habla de “la ceguera de la mente y el embotamiento del sentido, que
se oponen al don de entendimiento”.3 “El embotamiento del sentido
en la inteligencia —dice el Doctor Angélico— implica cierta
debilidad mental en la consideración de los bienes espirituales; pero
la ceguera de la mente implica la privación total del conocimiento de
esos bienes. Lo uno y lo otro se oponen al don de entendimiento, por
el que, con la mera percepción, conoce el hombre los bienes
espirituales y penetra sutilmente en su intimidad. En cambio, tanto el
embotamiento de la inteligencia como la ceguera de la mente se lo

tad para hacer el mal. Culpable es el hombre por hacer el mal voluntariamente.
impiden.”26

5) El ser humano, debido a la herida de la ignorancia, conoce menos a


Dios, se conoce menos a sí mismo. ¡Cuánto desconocemos de
nosotros mismos, queridos hermanos! A veces nos sorprende lo que
nos dicen los demás acerca de nosotros mismos. Los demás nos
conocen como nosotros no logramos conocernos. A veces nos
examinamos y no logramos comprender cómo estamos delante de
Dios. Nos examinamos para ir a confesarnos y no logramos ver nada.
Y a veces, ¡cuánto nos engañamos respecto de los demás!
6) Nuestra inteligencia, nuestra razón, no solamente está herida
por el pecado original con la ignorancia de Dios y de los demás, sino
que también tomamos el bien por mal. Por ejemplo, cuando
envidiamos tomamos el bien ajeno por mal nuestro. ¿No es eso un
error? Con la acedia, tomamos el bien de Dios y de los que sirven a
Dios por mal nuestro. ¡Cuánta gente no puede aguantar un buen
sermón!5 ¡Cuánta gente menosprecia a los santos, los persiguió y
persigue. “Venid, persigamos al justo”,6 dicen los impíos.
7) El libro de la Sabiduría resume así los objetos del error y la
ignorancia: “Así piensan, pero se equivocan, pues los ofusca su
maldad. No conocen a) los secretos de Dios, b) ni esperan
recompensa para la virtud, c) ni valoran el premio de una vida
intachable.”7
8) Otra consecuencia de esta herida en la inteligencia es que se
encandila con el brillo de los bienes creados y ya no puede conocer al
Creador de ellos. Por eso, los hijos de Adán y Eva nos sumergimos
en el amor a las creaturas con olvido del Creador y preferimos los
bienes creados al Creador, que es el Bien supremo y nuestro Fin
último. Eso es lo que les pasó a Eva y a Adán, y lo que nos pasa
también a sus hijos. A esta herida se refiere San Pablo cuando dice:
“.los hombres que aprisionan la verdad en la injusticia; pues lo que
de Dios se puede conocer, está en ellos manifiesto: Dios se lo
manifestó. Porque lo invisible de Dios, desde la creación del mundo,

26 La primera pena es, pues, el debilitamiento de la inteligencia para conocer el bien.


Todo lo contrario de lo que Satanás, el padre de la mentira, le había prometido a Eva:
“Conocerás el bien y el mal.” Es precisamente esa capacidad de conocer la que se
debilita. La serpiente le
se deja ver a la inteligencia a través de sus obras: su poder eterno y su
divinidad, de forma que son inexcusables; porque, habiendo conocido
a Dios, no le glorificaron como a Dios, ni le dieron gracias, antes
bien se ofuscaron en sus razonamientos y su insensato corazón se
entenebreció.”8

Otra pena: el desorden de las pasiones


9) Otra consecuencia del pecado original es que los apetitos
instintivos y los apetitos del alma no obedecen a la razón. Dice san
Agustín que la consecuencia de haber desobedecido a Dios hace que
ahora una parte de mi propio ser no me obedezca a mí: “Por decirlo
en breves palabras, en la pena y castigo de aquel pecado, ¿con qué
castigaron o pagaron la desobediencia sino con ser desobedecidos?
¿Pues qué cosa es la miseria del hombre sino padecer contra sí
mismo la desobediencia de sí mismo, y que —ya que no quiso lo que
pudo— quiera ahora lo que no puede? [...] Porque, a pesar suyo,
muchas veces el ánimo se turba y la carne se duele, envejece y
muere, y todo lo demás que padecemos no lo sufriéramos contra
nuestra voluntad, si nuestra naturaleza obedeciese completamente a
nuestra voluntad; pero, a la verdad, padece algunas cosas la carne que
no la dejan servir a la voluntad.” 27

10) Cuando digo “apetitos instintivos”, me refiero por ejemplo a la


necesidad de comer o al apetito sexual; son los apetitos de nuestro
componente animal. En cambio, los apetitos del alma son los apetitos
relativos al componente espiritual: el deseo de ser amado, el deseo de
ser apreciado, el apetito de la propia excelencia. En sí mismas, estas
pasiones, sean físicas, sean anímicas, son buenas.
11) Pero a consecuencia del pecado original se desordenan, se exageran.
El apetito de propia excelencia se hace soberbia; el deseo de ser
considerado se hace vanagloria; el deseo de disponer de las cosas se
hace codicia, y así con todos.

27 Otra consecuencia del pecado original es que los apetitos instintivos y los apetitos del
alma no obedecen a la razón. Dice san Agustín que la consecuencia de haber
6 Sabiduría 2, 10-20.
7 Sabiduría 2, 21-22.
8 Romanos 1, 18-21.
12) Por haber desobedecido a Dios, ahora le desobedecen sus propios
impulsos instintivos o anímicos: gula, lujuria, avaricia, vanidad,
soberbia, ira, miedo y tristeza por la frustración de los deseos. Es
decir, los vicios capitales. A las pasiones les corresponden, por su
desorden, estos vicios.
13)Es decir que, como dijo san Agustín, por haber desobedecido la
creatura humana a Dios, ahora le va a suceder que él va a ser
desobedecido por una parte de sí mismo. Va a perder el autodominio.
Se paga desobediencia con desobediencia. Y en particular va a ser la
desobediencia de sus propias pasiones a su razón. Sus mismas pasio-
nes no le van a obedecer.
14) Por eso san Pablo dice que hay una ley interior en nuestros
miembros que hace que hagamos el mal que no queremos y no
hagamos el bien que queremos, que nos sintamos impotentes para
dominarnos a nosotros mismos.10 Y que el desconocimiento del
Creador hace que el hombre quede a merced de pasiones infames. 11
15) Esta pena o herida consiste pues en el desorden de las pasiones que
no obedecen a la razón. Por lo tanto, siendo un ser racional obramos
como irracionales. El hombre puede llegar a comportarse como
animal. A consecuencia del pecado original, puede perder la
condición racional y espiritual. Por eso, el profeta Daniel ve surgir
del fondo del mar a las naciones de este mundo en forma de
animales.12 ¡Claro! Vienen de la enemistad con Dios, y tienen forma
de animal porque han perdido lo que los configura como hombres,
que es su razón y su capacidad de relación con Dios. Al Hombre, en
cambio, Daniel lo ve bajar de las nubes, del Trono del Anciano. 13
Éste sí tiene figura humana.
14
16) Jesús siempre se atribuyó a sí mismo el título de Hijo del Hombre.
¡Él es el Hombre! El nuevo Adán que ha recobrado su figura humana,
su imagen y semejanza con Dios. Sólo si vivimos de acuerdo a la
Voluntad del Padre, obedeciendo, recobramos el poder de nuestra ra-
zón. El amor filial nos hace recuperar el poder de nuestra razón sobre
nuestros instintos. ¡Y no hay otro camino en que se sane la pena del
pecado original que el vivir como hijos; la fe en Jesús, en el Hijo del
Hombre! Él nos saca del fondo del mar, donde estábamos por el
pecado y donde, desfigurados, teníamos aspecto de animales.
17) En cuanto a la cuarta bestia, no es ninguno de los animales
conocidos, pero tiene aspecto de una serpiente o dragón de muchas
cabezas, que dice grandes cosas, pero grandes cosas perversas,
grandes mentiras. Es la perversión de lo más noble que tiene el
hombre y lo hace semejante al Verbo o Palabra de Dios. La bestia
habla, pero pervierte el logos. Lo convierte en propaganda de las
ideologías inhumanas del padre de la mentira, que es Satanás, que
nos está atronando por todos lados con falsos pastores y maestros. El
logos divino dice la verdad. La bestia habla para mentir. Los hijos de
Adán y Eva, quedamos inclinados a la mentira y a convertirnos en
hijos de la serpiente, homicida y mentirosa desde el principio y padre
de la mentira.

Pérdida de la templanza y de la fortaleza


Otras dos penas, como dice santo Tomás, son: a) la intemperancia,
18)
o sea la falta de moderación en el uso de los bienes y b) la debilidad ante
el mal, que tiene dos formas: a) la impaciencia o falta de tolerancia ante el
mal y el sufrimiento y b) la cobardía, la huida ante el peligro que uno
podría vencer.
19) En resumen, las penas comunes al varón y a la mujer descendientes de
Adán y Eva a consecuencia del pecado original son:

Primero, en la inteligencia, la ignorancia.

Segundo, en la voluntad, la malicia y a consecuencia de la malicia, la


injusticia.

Tercero, en el deseo del bien, la concupiscencia, la falta de moderación


en el uso de los bienes.

Y cuarto, en el deseo irascible, la debilidad, la impaciencia, la cobardía


y/o la pereza.

20) Estas son las consecuencias del pecado original que santo Tomás,
siguiendo a Beda, llama “las cuatro potencias del alma”. Esas cuatro
potencias del alma a las que santo Tomás se refiere aquí son:

1. Dos potencias espirituales: la inteligencia y la voluntad,


2. Dos potencias sensitivas:

a) el apetito concupiscible, ante el bien presente se mueve


necesariamente mi apetito
b) el apetito irascible, ante el bien ausente tengo que hacer un trabajo
para conseguir mover mi apetito.

21) El concupiscible es, por ejemplo, el que me hace moderarme en el


comer, el dormir, el trabajar, y en la moderación en todo lo placentero.
Por su debilitamiento se instala la adicción: un deseo que avasalla la
voluntad. El irascible, por ejemplo, es lo que me hace estudiar para
llegar a recibirme, que es un bien futuro, o el tolerar males presentes,
ahorrar por ejemplo, para poder después obtener un bien; privarme de
muchos bienes en aras de otro bien

Sanación de las heridas por las virtudes


22) Estos desórdenes tienen que ser sanados por las cuatro virtudes
cardinales animadas por las tres virtudes teologales.

a) A la sanación de la razón acude la virtud de la prudencia, que es la


que adapta los medios buenos para alcanzar al fin. Ella evita que nos
equivoquemos en la elección del fin, y en la elección de los medios
aptos para alcanzarlo.
b) A la sanación de la voluntad acude la virtud de la justicia, que se
mueve a darle a cada uno lo que le corresponde, cosa que a veces es
costoso porque implica sacrificios.

23) Por eso, para hacer posible la prudencia y la justicia, deben ser
gobernados los apetitos sensitivos por las potencias espirituales:
inteligencia y voluntad. Y este gobierno se realiza por la templanza y
la fortaleza.

c) A la sanación del apetito concupiscible acude la virtud de la


templanza, que modera el uso de los bienes e impide las adicciones.
d) A la sanación de la impaciencia, la cobardía y la pereza, acude la
virtud de la fortaleza. Esta virtud tiene dos modos de resistir el mal:
ante el mal invencible es virtud de paciencia y ante el mal vencible es
virtud de coraje o valentía.

24) Estas son las penas o consecuencias del pecado original comunes al
varón y a la mujer. Las cuatro heridas infligidas a toda la naturaleza
humana por el pecado de nuestros primeros padres.
25) Pero, además de esta herida inicial, el varón y la mujer sufren las
penas que derivan de sus pecados personales y de sus culpas propias. La
inclinación al bien de la virtud disminuye en cada uno, aún más por el
pecado actual. No se trata ya sólo de la carga del pecado original. Ella es
motivo de pecados personales míos que aumentan y agravan las
consecuencias del pecado original. Aumentan mi ignorancia. Aumentan
mi imprudencia. Soy capaz de mayor injusticia. Tengo menos continencia
frente a los bienes que se me ofrecen y me adicciono inmoderadamente y
hasta con daño propio. Soy más cobarde y más impaciente. Mi razón se
embota, especialmente en saber qué es lo que debo hacer. Mi voluntad se
endurece respecto del bien y de darle a cada uno lo que le corresponde.
Empiezo a hacer discreción de personas y a ser injusto con unos para
ganarme a otros. Todas esas son consecuencias del pecado original,
agravadas por las penas de los pecados personales.

La disimetría de las penas para EL


VARÓN Y LA MUJER
1) Veamos ahora cómo el pecado original hiere de manera distinta al
varón y a la mujer de modo que las penas comunes se presentan en
forma disimétrica. Ya la Sagrada Escritura nos dice que las penas que
Dios les anuncia a Eva y a Adán son distintas. 1 No son tanto castigos
impuestos por Dios, sino consecuencias penosas de la culpa
cometida, del mal elegido.2 No es que Dios tenga la Voluntad de
castigar vengativamente, sino que enuncia indicativamente las
consecuencias de su pecado.
2) Volvamos al relato revelador del Génesis. Después de relatar cómo
Eva desobedece y hace desobedecer a Adán, comienza el relato de las
consecuencias del pecado. Es como un juicio de Dios, en que se
declaran las penas a cada uno de los infractores, que son juzgados por
orden de gravedad de la culpa.

La pena de la serpiente
3) Lo primero que hace Dios es encarar a la serpiente: “Por lo que has
hecho te arrastrarás sobre tu vientre y Yo pondré enemistad entre ti y
la mujer, entre tu descendencia y la suya.”28 Esa pena que le declara
Dios a Satanás tiene consecuencias para la mujer de todos los tiem-
pos, y para los hijos de Eva de todos los tiempos. Porque la
enemistad que Satanás va a tener con la mujer, enemistad que se
extiende a la descendencia de ambos, tendrá sus consecuencias
permanentes: tanto en la antigüedad como cuando venga María.
Cuando comience la nueva descendencia de la mujer a través del Hijo
de María, la nueva raza de los hijos de Dios va a padecer la
enemistad de la raza de la serpiente. San Juan vio una prefiguración
de este misterio en el relato de Caín y Abel. 4

4) En el Nuevo Testamento, Nuestro Señor Jesucristo está hablando


continuamente de la raza de víboras. 5 los hijos del diablo,6 la
generación perversa o malvada,7 los que no creen, en oposición a los
hijos de Dios, a los que creen en Él, a sus hermanitos más pequeños.
Esa enemistad va a continuar, y es la que tenemos hoy en día. No
tenemos que extrañarnos. Jesucristo lo dijo: “Si a mí me han
perseguido, a vosotros os perseguirán.”8 Esa enemistad entre la raza
de la serpiente y la raza de los hijos de Dios continúa. Y si bien es
pena que sufre la serpiente como instigadora del pecado original y su
descendencia, es causa también de sufrimiento para la descendencia
de la mujer.

3 Génesis 3, 14-15. Aquí Dios habla de una descendencia de la

28 Lo primero que hace Dios es encarar a la serpiente: “Por lo que has hecho te
arrastrarás sobre tu vientre y Yo pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu
descen-
1 Pueden leerse en Génesis 3, 16-19.
2 Repito, una vez más, la importante distinción entre culpa y pena: culpa es el mal que yo hago voluntariamente; pero
el mal que yo hago voluntariamente va a tener consecuencias involuntarias, y ésas son las penas. Si hoy me complazco en el mal
(culpa), mañana tendré que sufrir otros males (penas). El mal que hago voluntariamente es la culpa; las consecuencias
involuntarias que voy a sufrir a consecuencia de mi culpa son las penas.
serpiente. Es una palabra misteriosa. ¿Satanás tiene hijos? La respuesta
hay que buscarla en las palabras de Jesús, cuando se refiere a los
incrédulos como raza de víboras, y afirma: “Vuestro padre es el diablo”
(Juan 8, 44).
4 “Éste es el mensaje que oísteis desde el principio: que nos amemos
unos a otros. No como Caín, que, al ser del Maligno, mató a su hermano.
Y ¿por qué le mató? Porque sus obras eran malas, mientras que las de su
hermano eran justas. No os extrañéis, hermanos, si el mundo os aborrece”
(1.a Juan 3,11-15).

Las penas para la mujer: Primero: La enemistad de la


serpiente
5) Luego, el Señor enuncia las penas a la mujer antes que al varón.
Después de la serpiente, la principal responsable, antes que Adán, fue
Eva. El pecado de la humanidad, el de Adán incluido, provino del
suyo. Por eso, el segundo juicio se le entabla a la mujer. Pues el
pecado empezó por ella; entonces, también la proclamación de las
penas consiguientes empiezan por ella.
6) No se trata, pues, de una manera de ver prejuiciosa, machista o
antifeminista. Lo revela la Sagrada Escritura. Gertrudis von Le Fort,
una mujer, lo entiende y acepta sin ambages y lo explica así:
“Siempre que haya entrega, hay también allí un rayo del misterio de
la mujer eterna. Pero cuando la mujer se quiere a sí misma, entonces
se esfuma el misterio metafísico: en la medida en que ensalza su
propia imagen [la mujer] destruye la imagen eterna [de la mujer].
Partiendo de esto, se comprende a Eva. [...] La caída de la mujer no
es en realidad la caída de la criatura a la tierra, sino que es más bien
la caída de la tierra misma, por cuanto la tierra significa lo femenino:
la humilde29 disponibilidad. En la escena del Paraíso, la caída no está
motivada por la tentación del dulce fruto, ni tampoco por una
curiosidad intelectual, sino por el seréis iguales a Dios. Consiste en la
contraposición al fíat.30 de la Virgen María. Según esto, la auténtica
caída en el pecado tiene lugar dentro de la esfera de lo religioso, por

29 La palabra “humilde” deriva del latín humus, tierra fértil.


30 La palabra latina fiat significa “hágase, suceda”. Y se encuentra en la frase de la Virgen: "Fiat mihi secundum Verbum Tuum"
(Hágase en mí según tu palabra). Es la expresión de la obediencia de María, que corrige la desobediencia de Eva.
ello es la más honda expresión de la caída de la mujer. Y la significa,
no porque Eva fuera la primera en tomar el fruto, sino porque siendo
mujer lo tomó. La creación cayó en su sustancia femenina, pues cayó
en lo religioso; por eso en la Sagrada Escritura se le atribuye con
razón la mayor culpa a Eva y no a Adán.” 31
7) La enemistad con Satanás no se presenta como una pena directa
sobre la mujer. La pena de Satanás es tener enemistad con la mujer.
Porque venció a Eva, pero no vencerá a María ni a la Iglesia santa, la
Esposa del Cordero.
8) Pero aunque esta enemistad no sea propiamente una pena de Eva,
tendrá sus consecuencias para ella y sus descendientes. Satanás le
será enemigo. Ella escuchó a la serpiente. De alguna manera, hizo un
acto de amistad con Satanás. A consecuencia de ese acto de amistad
con Satanás, ahora Satanás va a ser su enemigo. Y ella será enemiga
de Satanás: “Pongo perpetua enemistad entre ti y la mujer, entre su
linaje y el tuyo. Éste te aplastará la cabeza y tú le acecharás el
talón.”12
9) Esa enemistad se libra en el terreno espiritual y religioso. Satanás
tentará a la mujer de muchas maneras y tratará de conquistarla como
aliada o engañarla como enemiga. Entre las principales tentaciones
de Satanás a la mujer estará el convertir a la que Dios predestinó a ser
amiga en enemiga del novio y del esposo. No hay peor enemigo de
un hombre que su propia mujer cuando se la pone de enemigo. Pero
también, cuando la maestra de la amistad se equivoca y le brinda al
novio o al esposo una amistad indiscreta. Más vale no tener a la
mujer de enemigo porque no hay otro adversariopeor que conozca
mejor dónde herirlo y dañarlo. Pero aun de su amor indiscreto hay
que cuidarse. Y vemos que sucede a menudo que el demonio logra
poner a la mujer de enemigo del varón. A veces, el mismo varón se la

31 Pero dejando de lado los efectos negativos para la mujer de la enemistad y el odio
jurado que le tiene Satanás, vengamos las penas que el Señor le manifiesta en el tri-
bunal. ¿Cuáles son las penas que se le anuncian a la mujer? Son de carácter interior,
del espíritu, del afecto, del amor. Como ella tenía una destinación espiritual, es ahí
donde reside la pena. Además de la enemistad con Satanás, que es una lucha
continua, la mujer tiene dos penas que corresponden a cada uno de sus dos más
grandes amores, y a sus dos misiones divinas: Madre, en primer lugar; esposa, en
segundo lugar: “A la mujer le dijo: 'Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embara-
zos: con dolor parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu de-
gana como enemiga.
10) Pero, ¿por qué? ¿Qué es lo que busca Satanás al tentar a la mujer?
Es deshacer la obra de Dios. No es contra el hombre; ¡es contra Dios!
¿Amiga te quiso dar Dios? Yo te la voy a poner de enemigo.
¿Ayuda? ¡Ya vas a ver! Si fuera él poderoso, la humanidad ya se
hubiera terminado. Pero predomina la acción de la gracia. El mal no
es más fuerte que el bien. Y entonces, aunque a veces el enemigo
logre hacer de la auxiliadora una arruinadora, como rémora
destructora del varón, eso no puede ser la ley general. ¡Pero pasa! ¡Y
cuántas veces!

Segundo: Tantas serán tus penas cuanto son tus amores


11) Pero dejando de lado los efectos negativos para la mujer de la
enemistad y el odio jurado que le tiene Satanás, vengamos las penas
que el Señor le manifiesta en el tribunal. ¿Cuáles son las penas que se
le anuncian a la mujer? Son de carácter interior, del espíritu, del
afecto, del amor. Como ella tenía una destinación espiritual, es ahí
donde reside la pena. Además de la enemistad con Satanás, que es
una lucha continua, la mujer tiene dos penas que corresponden a cada
uno de sus dos más grandes amores, y a sus dos misiones divinas:
Madre, en primer lugar; esposa, en segundo lugar: “A la mujer le
dijo: ‘Tantas haré tus fatigas cuantos sean tus embarazos: con dolor
parirás los hijos. Hacia tu marido irá tu deseo, pero él te dominará.”13
El orden bíblico de las penas revela también las prioridades del
designio de Dios y de las dos misiones que le confiere a Eva.
Primero, la maternidad, dar hijos al esposo. Segundo, la
esponsalidad. El auxilio de Eva a Adán pasa en primer lugar por su
fecundidad materna.

Las amarguras de la esposa


12) Empezaré por la segunda pena que le anuncia el Señor a Eva. Es
una pena a nivel de su amor esponsal. Dios le dice a Eva: “Tu
corazón irá hacia tu esposo pero él... te dominará.” Recuerden que
Satanás le había prometido a Eva el conocimiento del bien y del mal.
Pues bien, el conocimiento del bien nos hace amar el bien. Pero el co-
nocimiento del mal puede provocar en nosotros tres reacciones: el
miedo, la tristeza o la ira. “Conocerás el bien y el mal”, le había
dicho la serpiente. Pues bien, ahora, precisamente a consecuencia de
su culpa, Eva va a conocer al novio o al esposo como un bien, y lo va
a amar. Pero va a conocer también los males que amenazan ese bien,
y va a temer, o va a entristecerse o a enojarse. La escritura dice que
su marido la dominará. Claro. Ya no será el Adán inocente, sino el
varón herido por el pecado. Entonces temerá a su marido, porque ya
no es el inocente Adán: es un hombre pecador capaz de pegarle
(miedo al que ama), traicionarla (ira) o aun morirse (tristeza).
13) El corazón irá hacia su esposo, pero él será fuente de tristeza (si se
le muere), de ira (si la traiciona) o de temor (si es que le pega, se
emborracha o tiene miedo de perder su amor). El más feliz de los
amores puede hundirse y arder en el infierno de los celos y de las sospe-
chas, que el demonio se divierte en avivar.
14) La mujer, a consecuencia del pecado original, está desgarrada
interiormente en su espíritu. El suyo es un sufrimiento espiritual,
interior, anímico, del alma. La mujer está atormentada a causa de sus
amores: por sus iras, sus tristezas y sus miedos, sus despechos, sus sos-
pechas, sus desilusiones, sus expectativas defraudadas. Y allí donde
tendría que beber la felicidad del amor, ahí mismo bebe las aguas
amargas: “Tardó una hora. ¿Qué le habrá pasado? Ya tendría que estar.
Estoy sin noticias. ¿Estará realmente en la oficina, como me dice.?”
15) Y con la maternidad y el amor de madre le sucede algo
equivalente: el temor de la gestación, el miedo al parto, los trabajos que
da un niño: cambiar pañales, estar con él, llevarlo y traerlo de la
escuela. Es una servidumbre. Además, en ella su deseo de ser madre y
sus temores por la maternidad producen una especie de desgarramiento.
¿Y qué pasa con Eva cuando Caín mata a Abel? ¿Qué pasa con la mujer
cuando ve las rivalidades y hasta los odios entre sus hijos?
16) Las penas que amargan sus amores pueden llegar a disuadir
a la mujer de involucrarse en los vínculos del amor. Pueden llegar a
convencerla de que es preferible no amar, para no sufrir. Creo que es
lo que le pasa a la mujer en esta cultura donde la mujer ha perdido el
sentido de que ella es para Adán y para darle hijos al esposo. A la
mujer la han mareado. Cree más bien que ella es para sí misma y que
Adán es para ella. La mujer de esta cultura, como está pensando tanto
en su propio bien, se desinteresa del bien de Adán. Dice: “Para no su-
frir más, vale no amar. Si mi amor es fuente de temor, tristeza e ira,
más vale no amar. Yo mejor no me caso, ni tampoco quiero hijos.”
Algunas he conocido que sí querían el hijo y no pensaban irse de esta
vida sin tener al menos uno. Y fueron capaces de robar un hijo
mediante una aventura ocasional. Y se unieron a un hombre para
robarle un hijo, quien resultaba, en su intención y en el resto de su
vida, un hijo para sí mismas. Su deseo apasionado, su capricho por un
hijo, les impedía pensar. Y, en su egoísmo, condenaron a ese niño que
ellas “tanto querían” a la triste carencia de crecer y vivir sin un padre.
17) Así obra la mujer que vive para sí. En el fondo, por miedo. “En la
sociedad del bienestar siempre vas a estar mejor sin marido y sin
hijos.” La sociedad que plantea que el bienestar es la felicidad le
aconseja a la mujer que no se case ni sea madre. Ella quiere a la mujer
para exhibir modelos de alta costura en una pasarela. ¡Lo estamos
viendo en el mundo! Esto ocurre por olvido de la Sabiduría revelada
por Dios. En cambio, si la mujer sabe que la Voluntad de Dios es que
sea para Adán, y que eso implica riesgos y la maternidad también, si
tiene la capacidad de relacionarse con Dios y aceptar con fe ese
designio divino sobre su vida, confiará también en que, junto con el
designio, el Señor le dará la fortaleza para vivir y realizar su misión.

Tentaciones frecuentes
18) A veces también ocurre que, cuando la mujer se vuelve religiosa, el
esposo se pone celoso de Dios y aparece un conflicto, pareciendo que
hablaran en lenguas diferentes. Porque estamos en una cultura que ya
no es la cultura católica del matrimonio. La cultura católica restauraba
la inocencia primera. La actual incita al varón a la lujuria durante el
noviazgo y en el matrimonio. Los convierte a menudo desde novios en
varones lujuriosos, a veces en verdaderos obsesivos sexuales. Y siguen
siéndolo en el matrimonio. Adictos que no quieren ser sanados por la
gracia. No se dan cuenta de que su lujuria los destruye a ellos también y
que los va incapacitando cada vez más para la relación con Dios, que
tendría que ser la prioritaria para un hijo de Adán. Es un hombre no
religioso: un anti-Adán. Son hijos del Adán que prefirió su mujer a
Dios. Hay que orar mucho.
19) Las jóvenes deben aprender que tienen que ayudar a su novio y
exigirles la castidad, porque ellas tienen el poder de exigir la castidad.
Si el novio la quiere verdaderamente, ella debe ser su amor, no para
condescender con su lujuria, sino para exigirle la castidad. De esa ma-
nera, lo va a llevar hacia el Señor. Con un varón lujurioso está siempre
el peligro de que otra mujer se lo lleve por su lujuria. Y por supuesto
que el varón lujurioso se pone celoso de la religiosidad de la esposa. Lo
que pasa es que no hay que provocar los celos. Ella debe ser muy
prudente, muy discreta, sin ceder sus derechos religiosos. A veces la
mujer no se da cuenta, pero se dedica demasiado a su parroquia y es
verdad que el marido la necesita, aunque sea un pecador.
20) Y a veces sucede también que los padres descuidan a sus hijos y la
vida de familia por alguna actividad apostólica. Y los hijos después
dicen: “Nuestros padres estaban siempre en la Iglesia; a nosotros no nos
atendían.” Cuando Satanás no nos puede hacer pecar, trata de que
exageremos en la virtud. Cuando no nos puede frenar ni torcer la
dirección, pisa el acelerador. Entonces uno quiere salvar el mundo y
resulta que pierde su familia.
21) La esposa debe rezar por el esposo, acompañarlo. Y él debe darse
cuenta de que, cuando la esposa se acerca a Dios, es mejor esposa.
Ella no debe descuidarlo. Que él no se sienta descuidado, aunque a
veces los celos son irracionales.
22) Para la mujer, la casa es fundamental. Se ha dicho, a mi parecer
con mucha razón, que el varón quiere tener una casa para tener una
mujer, y la mujer quiere tener un esposo para tener una casa. Es una
disimetría de las prioridades.
23) El corazón es también el lugar de la lucha de la mujer contra la
serpiente. Satanás lucha en el corazón de la mujer, muchas veces, a
través de las revistas femeninas, para tratar de destruir al varón por
medio de ella. Yo veo cada vez más casos en que la mujer se cansa
del marido y lo echa de la casa. No tiene más necesidad de él, le
molesta, ¡que se vaya!

Las penas de la mujer madre


24) El Señor le anuncia a la mujer las penas de la maternidad. Las
penas del parto y también todos los dolores de la educación, todas las
preocupaciones. Y a veces ella se va a apropiar de los hijos, los va a
dominar. Incluso, los puede dañar a ellos o se los puede arrebatar al
varón. Notemos bien que en el relato del comienzo, en el designio
primero Eva es para Adán y los hijos que ella tiene son en realidad
hijos de Adán. La mujer los tiene para el esposo. Nacen de ella, sí,
pero no son de ella, ella los concibe para su esposo. En la cultura
cristiana y en la cultura judía también, el padre pone el nombre a la
criatura. Él le da el nombre. Es Zacarías quien le pone el nombre a
Juan el Bautista y es José quien va a dar el nombre a Jesús. Es el
padre el que pone el nombre porque el hijo es de él. Se lo da su
esposa, por supuesto; pero se lo da a su esposo. A veces pasa que, a
consecuencia del pecado original, la mujer se apropia de sus hijos y
hasta puede hacer frente común con sus hijos contra el padre o puede
“chumbarle” los hijos al padre. Eso lo vemos a menudo.

Las penas para Adán


25) Para Adán las penas no vienen del alma, como en Eva, sino que
vienen del mundo exterior: “Al hombre le dijo: 'Por haber escuchado
la voz de tu mujer [despreciando la mía] y comido del árbol del que
yo te había prohibido comer, maldito sea el suelo por tu causa: con
fatiga sacarás de él el alimento todos los días de tu vida. Espinas y
abrojos te producirá, y comerás la hierba del campo. Con el sudor de
tu rostro comerás el pan, hasta que vuelvas al suelo, pues de él fuiste
tomado. Porque eres polvo y al polvo tornarás.'”14
26) En las penas del pecado se pierde algo relativo a la misión divina
en el Paraíso, ¡En vez del deleitable jardín del Paraíso, Adán será el
labriego de una tierra herida también por la maldición del pecado!
Antes, el hombre tenía que trabajar el Paraíso; y ahora tiene que
trabajar una tierra que le es enemiga y que lo va herir físicamente.
Tendrá que padecer la fatiga. La pena de Adán no es interior como la
de Eva. No es una pena del alma. Son penas físicas, laborales, fatiga,
heridas con cardos y espinas. Por supuesto que él también tendrá
temores, tristezas e iras que le amarguen sus amores, pero no son de
la misma magnitud interior que en la mujer. Porque como hemos
dicho ya, el varón tiene un interioridad más simple, menos compleja y
una sensibilidad de alma menos delicada que la de la mujer.
27) El alma femenina es tan rica y compleja que sufre mucho más
interiormente. Las penas de Adán van a ser fatiga y heridas, pero son
todas penas físicas y hacia el exterior. En cambio, en la mujer va a
quedar una lucha, un combate con el Demonio. La de la mujer va a
ser una lucha espiritual. Y si su esposo no está en Dios, no la puede
ayudar en esta lucha espiritual. Y estando sola, puede convertirse,
engañada o conquistada por el demonio, de amiga en destructora.
Esto puede suceder con mucha facilidad, convirtiéndola en
destructora consciente o inconsciente del marido. Las consecuencias
para Adán no son espirituales, interiores, ni el tormento interior de los
afectos y las pasiones que vive la mujer, sino que son exteriores.
28) La lucha del varón, entonces, no será principalmente la lucha
interna con las tentaciones de Satanás, ni el desgarramiento entre sus
amores y sus temores, aunque también él padecerá tentaciones y sus
amores serán motivo de temor, de tristeza o de ira. Pero no será esto
la pena principal para él, porque su sensibilidad para lo interior, para
los sentimientos y los afectos es menor que en la mujer, o es diversa.
En las mismas situaciones, parece que tiene el corazón más
embotado. En cambio, la mujer tiene el corazón en carne viva.

La pena de la muerte anunciada al varón


29) Adán, que había sido destinado a jardinero del Paraíso, ahora tiene
que ser labriego de una tierra inhóspita y adversa: “Y comerás de las
hierbas del campo”, ya no de los frutos del Paraíso. “Ganarás el pan
con el sudor de tu frente hasta que vuelvas a la tierra, pues de ella has
sido tomado, ya que polvo eres y al polvo volverás.” A pesar de que
los dos se mueren, la pena de la muerte se le anuncia al varón. El
varón tiene también todas las penas en el cuerpo, en lo físico, en su
fatiga, en herirse con los cardos y las espinas. En la mujer, el alma
está en el frente de las penalidades, mientras que en el varón es el
cuerpo el que está en el frente de las penalidades hasta que por fin se
disuelve y muere, y vuelve a la tierra de la que fue tomado.
30) Ambos son cuerpo y alma. Pero parecería que en el varón el polo
predominante es el corpóreo y en la mujer, en cambio, el anímico. El
hombre está, por lo tanto, por la pena del pecado original abocado a
sacrificarse en el esfuerzo físico, en el trabajo, en la modificación del
mundo exterior. Abocado a “sacrificarse” físicamente. El de la mujer
es más bien un sacrificio espiritual, más próximo a lo que la Sagrada
Escritura llama “sacrificio de alabanza”. 15
31) El escenario de las luchas del varón es la tierra, la naturaleza, el foro,
la sociedad; el campo de batalla; la fábrica, la empresa. Y la tierra
maldita puede ser el ámbito en que se mueve, aunque no sea
campesino. Y los cardos y las espinas: los jefes arbitrarios, los malos
compañeros, los envidiosos.

La esposa: de ministro del auxilio divino a ministro del


espíritu homicida
32) Aunque no lo mencione el Señor, no es pequeña pena, para el
varón, el hecho de que la mujer que Dios le dio como auxilio se
convierta, a consecuencia del pecado, en destructora.

Esto que al principio sucede con Eva vemos que pasa frecuentemente
a nuestro alrededor.

Este relato del origen nos ilumina acerca del sentido de este hecho
que tantas veces presenciamos, no comprendíamos cómo era posible
ni por qué sucedía. El enemigo procurará, por todos los medios,
convertir el amor primero en acedia, menosprecio, despecho,
rivalidad, rencor, odio. Logrará así, muchas veces, convertir a la
amiga y auxiliadora en agente del espíritu destructor. Hay que estar
atento a esta tentación. Porque además, a medida que la mujer conoce
más al varón, más conoce sus limitaciones. ¡Si es un ser pecador!
¿Cómo no lo va a conocer? ¡Pero más despreciable puede hacerse a
sus ojos! El Demonio no necesita inventar nada para ponerla contra el
marido. Basta que la envenene. Con razón se ha dicho: “¡No te
pongas de enemigo a tu mujer!” Aunque la enemistad de cualquier
mujer es muy temible, la de la esposa es la peor.

33) Pero esto, que puede suceder en uno que otro hogar, puede ir
convirtiéndose en cultura. Cuando la animosidad de la mujer contra
el varón se hace conducta y pauta de comportamiento en una cultura,
entonces la mujer puede llegar a anular la figura del varón, como
esposo y padre.

El triunfo de Satanás sobre la mujer, hecho hoy cultura


34) El padre Tony Anatrella describe, en uno de sus libros,16
cómo las consecuencias del pecado original están vigentes en nuestra
cultura, donde la mujer, en vez de ser la auxiliadora del varón, se ha
convertido en su rival y su enemiga, en la familia y en la sociedad. En
el capítulo “El padre despedido”, dice que vivimos en una sociedad
que ha erosionado progresivamente los roles del varón, especialmente
su rol de padre. Ha destruido así lo que el varón tiene de más noble.
Esto se produce junto con la desaparición del Padre Dios: “Vivimos
en una sociedad —dice— que ha devaluado progresivamente y
rechazado la imagen del padre. Los padres tienen dificultad para
luchar contra esta representación social. En efecto, si ejercen su
paternidad respecto de sus hijos y son capaces de recurrir a la
simbología paterna, no pueden luchar contra el modelo dominante,
difundido por los medios de comunicación, del padre ausente
humillado, indigno o incompetente. Así, en la mayor parte de los
guiones de las series televisivas, es presentado como incapaz de
situarse en la relación educativa, de ocuparse de adolescentes, menos
todavía de proclamar las exigencias necesarias de la vida en sociedad,
incluso de reprender cuando es necesario.”
35) “La que está valorada sobre todo en esta sociedad — prosigue
señalando Anatrella— “es la relación madre/hijo, y el padre cree que
tiene que ser una segunda madre para hacerse aceptar. Pero hay que
subrayar, igualmente aquí, que muchas mujeres reprochan a los
hombres no cumplir con el papel de padre cuando, más o menos
conscientemente, ellas se las han arreglado para no dejarles el lugar
que les corresponde. La madre aleja así al padre, con el riesgo de
culparlo en un proceso perverso que le permite confirmar su poder y
su sentimiento de omnipotencia sobre los hijos, sobre el hombre y
sobre el padre.”17
36) Hemos visto que, según el designio divino del principio, el varón
Adán tenía una relación primera y por lo tanto prioritaria con Dios.
Adán era el Homo religiosus. Y eso le aseguraba también su sitio en
el conjunto armónico de las demás relaciones, con la tierra, los
animales, la esposa, los hijos, la familia y la sociedad. Si el varón se
aparta de Dios, como sucedió a Adán por complacer a su mujer,
entonces también la presencia y la unión de los hombres con Dios se
debilita.
37) Por eso el Verbo eterno de Dios se encarna como varón, para
restablecer el vínculo justo entre el Hombre y Dios. Y al revelar al
Padre, muestra el modelo del padre terrenal. El varón ha de tener en
Dios su modelo para ser esposo y padre.
38) Hay actualmente un eclipse de Dios Padre que es correlativo y
simultáneo con un eclipse de la figura del varón y del padre en la
tierra. Esto se ve incluso en los ámbitos cristianos, donde se está
hablando cada vez menos de Dios Padre. El cardenal Joseph Cordes
dice, en su libro El eclipse del Padre,32 que incluso en la teología
católica y en la protestante se nombra poco al Padre: se habla de Dios
pero poco del Padre. Y que la presentación de la figura de Jesucristo
se hace prescindiendo de su relación con el Padre. De modo que se
presenta a un Cristo sin Padre.33
39) Sabemos nosotros que la conducta de los hombres sobre la tierra se
deriva de la causa ejemplar celestial: “así en la tierra como en el
Cielo” rezamos en el Padrenuestro. Si desparece el Padre del Cielo,
desaparecen los padres en la tierra. Y si los hombres en la tierra se
olvidan de Dios Padre, se olvidan de ser padres. No se casan para ser
padres, sino para tener mujer. Y así como los hombres relegan a Dios
en el asilo de ancianos del Cielo, después relegan a sus padres en el
asilo de ancianos de la tierra. Van a visitar a Dios Padre una vez por
semana. cuando van, y muchas veces se olvidan del domingo. Mu-
chos también van al hogar de ancianos a las cansadas a visitar al
padre.
40) Vivimos, entonces, la crisis del varón como padre. El psicólogo
Claudio Risé ha estudiado este fenómeno. 34 El padre está ausente,
dice Risé, no porque no esté presente sino porque se lo está
excluyendo. (Aunque hay que reconocer que la cultura forma varones
que se autoexcluyen porque no han sido formados para ser padres.)
41) Traemos estos hechos a colación porque son consecuencia del
pecado original. De alguna manera, la desaparición de la figura del
32 Mons. Paul Josef Cordes, El eclipse del Padre, Madrid, Palabra, 2003.
33 M. J. Le Guillou, El Misterio del Padre. Fe de los Apóstoles. Gnosis actuales, Madrid, Encuentro, 1998.
34 Claudio Risé, Il Padre, l’assente inaccettabile, San Paolo, 2000.
varón es consecuencia de una especie de enemistad que empieza a
surgir entre el varón y la mujer, una especie de rivalidad de los que
deberían ser complementarios. Como hemos oído a Anatrella: los
padres tienen dificultad para luchar contra esta representación social.
No es que no haya padres. Hay padres, pero los que hay y quieren serlo
tienen el mundo en contra. El mundo les vota leyes por las cuales no
tienen derecho a su hijo, y su mujer lo puede abortar; su mujer se puede
divorciar de ellos por su sola voluntad, y sin embargo él tiene que
seguir pagando. Es decir, el hombre va siendo desposeído de su au-
toridad, de su patria potestad. Los abogados saben cómo se ha ido
despojando progresivamente al padre de su autoridad en las leyes. Si
ejercen su paternidad respecto de sus hijos, es decir si son buenos
padres, igualmente les es muy difícil luchar contra el modelo de Los
Simpson: el padre es un estúpido, los inteligentes son los niños.
42) Sin embargo, el padre es el que debe poner los límites, porque es el
único que psicológicamente sabe hacerlo. Al padre le toca, digamos,
sacar al hijo de la simbiosis con la madre, que no le permite tomar
riegos, y hacer que el hijo tome riesgos. Al padre le toca exponer al hijo
al sacrificio y enseñarle a sacrificarse por la causa justa y por el amor.
En primer lugar, con su ejemplo. Y eso a veces no se lo permite su
misma esposa. Hemos oído a Anatrella: lo que está valorado no es la
relación padre- hijo sino la relación madre-hijo; valorada por las leyes y
por el modelo dominante.
43) Muchas veces, sin tomar en consideración la inconducta de la
madre, el juez le adjudica los hijos a ella. Y aunque los hijos quieran ir
con el papá, el juez se los adjudica igual a ella siendo cruel con la
voluntad de los niños. Hay como una especie de presupuesto de que la
mujer es la buena. El presupuesto legal es que ella es víctima y buena.
Parece que el legislador no pudiera tener en cuenta que a veces la mujer
puede obrar mal. Que, como Medea, puede sacrificar a un hermanito
para que su padre no logre alcanzarla. Que puede matar a un hijo para
vengarse de su esposo o de su novio; que a veces puede ser infiel y
abandonar a su marido para irse con otro por distintos motivos: porque
es mejor que el marido, porque tiene más plata. ¿Que hizo la mujer de
Herodías? Dejó al hermano del rey y se fue con el rey, porque a una
mujer ambiciosa le conviene uno que le pueda dar más. Es decir que la
mujer puede ser mala. ¡Claro que puede ser mala! Puede ser demoníaca.
Para los legisladores parece que no: la mujer es siempre la buena.
¿Recuerdan cuando hablábamos de esas doctrinas psicológicas o
antropológicas que dicen que el hombre es bueno, que la naturaleza
humana es buena? Aquí hay precisamente una suposición hemipléjica
por la cual la mujer siempre es buena y el varón siempre es el
sospechoso o el culpable. No es así; esto no es justo. Y esta injusticia
está dominando a esta sociedad. Ambos están heridos por el pecado
original de manera diversa. Esa es la verdad.
44) Da que pensar lo que dice Anatrella, que la que está valorada sobre
todo es la relación madre-hijo y el padre cree que tiene que ser una
segunda madre para hacerse aceptar. El padre tiene que imitar la
conducta de la madre. No puede hacer algo distinto de lo que hace la
madre. Si no, no lo aceptan la mamá ni los hijos. Pero hay que subrayar
que igualmente aquí muchas mujeres reprochan a los hombres no
cumplir con el papel de padres cuando más o menos conscientemente
ellas se las han arreglado para no dejarles el lugar que les corresponde.
45) Estamos hablando en términos generales. Por suerte esto no es
universal, y en el ámbito católico este mal todavía no ha dominado
totalmente. Pero es el que nos sitia e invade. El mundo católico, la
familia católica está como en un islote rodeado por la inundación de
esta cultura promovida principalmente en revistas femeninas. Porque la
acción de ingeniería psicológica esta apuntada a la mujer. Las revistas
que más daño hacen son las que les cambian el corazón a ellas. Una
cierta literatura psicológica ampliamente difundida por semanarios
femeninos tiene una parte de responsabilidad en esta devaluación del
hombre y del padre.

La disimetría de las penas


46) Éstas son consecuencias concretas del pecado original; digamos, de
la disfunción, de la pérdida de los roles sacramentales por los cuales
la gracia salva. Éstas son las consecuencias. Son terribles, ¡terribles!
47) Y es muy importante comprender la diferencia entre la herida
heredada por el varón y la heredada de la mujer, porque si no se
produce un malentendido. Nadie comprende la diferencia de lo que le
pasa al otro; piensa que ha sido herido igual que él, y entonces el
varón se enoja con la mujer y la mujer se enoja con el varón. Y lo que
es pena lo toman como culpa. Y empiezan a culpar e inculparse
mutuamente por lo que en realidad debería mover a misericordia y no
a reproche.
48) La Sabiduría revelada por Dios nos hace entender que a los dos les
desobedecen las pasiones, pero de manera distinta, como ya hemos
visto: en el varón, hacia el polo animal de la naturaleza; y en la mujer,
hacia el polo espiritual, pero exageradamente, desobedientemente, co-
mo le pasa a Satanás, que es un espíritu desobediente.
49) A la mujer se le desordena el deseo de ser amada y empieza a
querer controlar, a dominar a los que ama; se le desordena el deseo de
proteger a los que ama y le da por incurrir en el ejercicio ilegal de la
divinidad. En su pequeño “paraíso”, juega a ser Dios y usurpa la
Divina Providencia. Quiere tener todo bajo control, que nada se le
escape; se hace controladora y por controladora, dominadora.
50) Hace poco recibí un correo electrónico de alguien que me decía:
“Mire, Padre, a ver si me da una mano. Yo soy un maniático del
trabajo. Soy de esos hombres que están siempre trabajando, que no
han tenido tiempo para su familia.” (No sé si porque su esposa no le
dio lugar. No sé, para mí es una hipótesis.) “Descubrí que mi hijo
mayor hace dos años está conviviendo con una vecina casada, mucho
mayor que él.” ¿No será uno de esos casos en que la ausencia de la
figura paterna hizo que el chico soñara un modelo de mujer como
mamá? (No sé, es una hipótesis.) Pero ¡la esposa lo sabía y no le dijo
nada al padre!
51) Estas doctrinas de la Sagrada Escritura que estamos explicando son
fundamentales para entender el porqué de estas cosas, qué está
pasando en ese mundo y cómo nos tenemos que defender a muerte.
Tenemos que seguir defendiendo con uñas y dientes a la familia
católica, la familia sacramental, al Sacramento y a la vivencia sagrada
del amor matrimonial y esponsal. Tenemos que recuperar y defender
la sacralidad del matrimonio.

Disimetría en el desorden de las pasiones


52) A la disimetría de las penas corresponde también una disimetría en
el desorden de las pasiones instintivas y del alma. Si bien tanto en el
varón como en la mujer se produce el desorden de los deseos físicos y
del alma dando lugar a las concupiscencias, éstas —que hieren a
ambos— lo hacen de diversa manera. El varón —como ya hemos
dicho— cae hacia el polo animal de su naturaleza, hacia el polo
instintivo; tiende a convertirse en perro o en chancho. Y la mujer más
bien se exalta exageradamente hacia el polo espiritual; tiende a
convertirse en bruja o en demonio. A la mujer se le exageran los
apetitos espirituales del alma mientras que al varón, los apetitos del
cuerpo.
53) El varón se desordena más por la ira animal (caliente), la gula
(glotonería) y la lujuria (adicción sexual). Si bien también en la mujer
hay ira, gula y lujuria, se manifiestan de distinta manera; hay una
disimetría entre ambos. En ella, la ira es predominantemente fría: no
eclipsa la razón, como en el varón, sino que agudiza la inteligencia
para herir con la palabra. En ella hay también gula, pero es
golosinería, más que glotonería. Cuando incurre en glotonería es por
descarga ansiosa de sus problemas afectivos. En ella también hay
lujuria, pero es por búsqueda de afecto y ternura. Y si no por
utilización del sexo con otros fines premeditados: seducción,
manipulación, prostitución.
54) Una mamá subió al bus con un nenito y una nenita. Cuando
apareció un vendedor de alfajores la mamá le compró uno a cada uno.
Yo los observaba: el varón se lo comió en tres bocados, con
voracidad animal mientras la nena lo fue chupando durante todo el
viaje, degustándolo.

Ira
55) Con relación a la ira, por ejemplo, si bien los dos se enojan por una
frustración del deseo o por un mal presente, el varón lo hace tipo
perro y la mujer, tipo demonio. Cuando el varón se enoja, pierde la
razón, pierde la cabeza; actúa irracionalmente, patea, golpea, tira un
plato, las hijas se aterran, la mujer se disgusta sin entender por qué él
perdió su dignidad de ser racional. A la mujer, en cambio, cuando se
enoja se le agudiza la inteligencia; pareciera que piensa mejor lo que
va a decir para lastimar más; es una ira fría y racional. Cuanto más se
enoja él, más serena se pone ella y mejor piensa lo que le va a decir.
En Entre Ríos hay un refrán que dice: “Afilado como lengua de
china”, que corta (“china” se le dice a la mujer). La de la mujer es una
ira más espiritual, y la del varón más animal. Esto también puede pa-
sarle al varón así como la mujer también puede agarrarse a los
arañazos y tirarse de los pelos. Pero lo más propio es esto: que el
varón pierda la cabeza por la ira o por la lujuria y que a la mujer se le
agudice su inteligencia. Una mujer va con un ojo negro ante el juez,
pero éste no escucha la grabación de lo que ella dijo; habría que ver
qué dijo para que le pusieran el ojo así, pero la grabación no está.

Sexualidad
56) Algo parecido ocurre con la sexualidad, que es tan importante
como manifestación del amor y dentro del marco del amor. En el
varón, la pasión sexual desordenada es mucho más evidente, porque
él cae hacia el polo animal en todos los desórdenes instintivos, se
deshumaniza, se deja llevar por el instinto sexual como un animal, se
desconecta, se despersonaliza, se hace incapaz de vivir su sexualidad
de manera integrada con su capacidad de amar, pierde la capacidad de
manifestar su amor y de mantener una relación amorosa. Hay como
una especie de eclipse de la conciencia y de la capacidad
interpersonal.
57) No así en la mujer, donde la sexualidad expresa su amor, su
personalidad y su capacidad de entrega y de ternura, la manifiesta a ella
misma como persona en su capacidad de amar, su entrega amorosa. La
lujuria, es decir, el desorden de la sexualidad, se expresa en la mujer
más bien como instrumentación calculada de la sexualidad separada del
amor, pero no por sí misma como en el varón. Es decir que, si hay en la
mujer una corrupción de la sexualidad, puede venir por la manipulación
de la sexualidad al servicio de su posesividad amorosa o, en el caso de
la prostitución por ejemplo, al servicio de la codicia, para ganar dinero,
o también para tratar de conquistar el amor de un varón; aunque es un
mal camino porque precisamente así no se conquista a un varón, sino
que se lo hunde en su polo instintivo.
58) En la mujer, la sexualidad está armónicamente integrada, mientras
que en el varón hay como un hachazo del pecado en que
involuntariamente, por la pena del pecado original, cae hacia el polo
instintivo y tiene que luchar contra eso con la gracia. Por eso, el varón
tiene que trabajar mucho la virtud contraria a la lujuria, que es la
castidad, y debe ser ayudado por la novia y luego la esposa, para que
logre el dominio casto de sí mismo, no sólo para el bien del varón sino
también para la felicidad de la esposa.
59) Ésta es la razón por la cual, si hay relaciones prematrimoniales,
como no se ha fortalecido todavía suficientemente el marco de la
amistad, si se da un ejercicio de la sexualidad temprano antes de que se
haya creado un marco fuerte de amistad no erotizada, se produce un de-
sinflamiento o un impedimento en el crecimiento de la amistad en el
noviazgo.
60) El noviazgo es la escuela de la amistad matrimonial: el varón debe
ser enseñado por la novia a dominar su sexualidad. Si no, al poco
tiempo no pensará en ella sino en el cuerpo de ella. Será un encuentro
en el que cada vez se va a ir haciendo menos fuerte el vínculo amistoso
y más fuerte el pasional, a costa del amistoso.
61) De ahí vienen muchas veces las crisis de la relación de noviazgo y más
tarde en el matrimonio. La novia o la esposa no se explican por qué la
infidelidad del varón. Lo que asegura la fidelidad es la amistad, no la
sexualidad. En el confesionario muchas veces he dicho a las chicas que
dicen que han tenido relaciones sexuales con sus novios: “No sabés el
mal que le hiciste”, “Le pusiste el collarcito y ahora cualquiera le pone
la cadena”, “Cebaste al tigre con carne.” Y muchas lo reconocían.
62) Después, la mujer se asombra de que haya infidelidad en el varón,
pero no se da cuenta de que ella misma no lo ayudó a ser dueño de sí
mismo y de su sexualidad creando el marco de una amistad casta.
Muchas piensan que tener relaciones sexuales es una manera de
“agarrarlo” cuando en realidad lo sumen en una indiferenciación
afectiva y puede ser atraído por todas o cualquiera. El varón es
potencialmente polígamo. Si la mujer no lo “ata” por una amistad, es
como el fuego fuera de la hornalla.
63) Por ignorar estas cosas tan sencillas estamos viendo una catástrofe.
Es necesario que se entiendan estas diferencias entre el varón y la mujer
y se enseñen a los hijos, ya desde niños, antes de que despierten las
pasiones. Es muy importante cultivar una amistad fuerte en el noviazgo,
que debe seguir cultivándose en el matrimonio porque la esposa tiene
que seguir ayudando al esposo. Por eso, el matrimonio es un ministerio
entre bautizados. ¡Qué hermoso ministerio! Un ministerio de sanación.
Un ministerio de enseñanza. Un ministerio de pastoreo. Un ministerio
de santificación.
64) La ignorancia de las diferencias que hay entre el modo de
herir los vicios capitales al varón y a la mujer produce un
malentendido entre ambos. Hay un libro del siglo XIV del Arcipreste
de Talavera, Enrique Martínez de Toledo, que se llama El corbacho,
que en español antiguo significa látigo, el latiguillo, porque fustiga
los pecados y los vicios capitales. Él pone como vicio capital de la
mujer la avaricia y como vicio capital del varón, la lujuria. La
avaricia está conectada en la mujer principalmente con su deseo de
seguridad. Sobre todo, la mujer se mueve hacia la avaricia cuando no
encuentra la seguridad en el varón que tiene al lado; cuando ella se
siente desprotegida del amor que debería protegerla, se mueve para
buscar su seguridad en el dinero. Por eso, cuando hace crisis un
matrimonio, si lleva al divorcio van a observar ustedes que la pelea es
por los bienes, porque ella pierde la seguridad que le da el amor y en-
tonces necesita la que le da el dinero. Pero eso es una corrupción del
alma de la mujer.

El Señor misericordioso se hizo médico de nuestras


heridas
65) Estas heridas disimétricas que corresponden a las penas del pecado
original serían incurables y habrían obstaculizado gravemente y para
siempre, ya que no imposibilitado del todo, que el varón y la mujer
alcanzaran la felicidad que Dios les tenía destinada por el camino del
amor de amistad matrimonial recíproco. Era necesario que Dios sanara
lo que el pecado original había dañado, aunque no destruido del todo. Y
esto es lo que vino a remediar el Hijo de Dios, encarnándose y elevando
el Matrimonio a sacramento de salvación, sanación y santificación.
Porque, en la ignorancia de esta doctrina revelada por Dios,
frecuentemente se toma como culpa lo que es pena, y se le reprocha al
otro como culpa lo que en él es una pena. Por lo tanto, en el matrimonio
sacramental lo que impera es “enseñados por Dios para amaros
mutuamente”, misericordiosamente, de modo que el varón conoce las
consecuencias del pecado original en la esposa y tiene misericordia con
ella, y ella conoce las consecuencias del pecado original en el varón y
tiene misericordia con él. Y entonces se acaba el ping-pong de la culpa
y de la acusación recíproca. Ésta es una gracia de la Sabiduría revelada
sobre el varón y la mujer, y de la gracia sacramental del Matrimonio.
66) ¡Es hermosísimo lo que Dios ha hecho con el sacramento del
Matrimonio! Es un invento divino. Pero hay que vivirlo como hijos de
Dios, no de manera sacrílega sino sacramental. Hay gente que se casa
sacrílegamente, se casa por cualquier cosa menos por lo que Dios pre-
tende con el sacramento: mejor sería que no se casaran por el
sacramento. Y así, sin la restauración por la gracia, se produce la
corrupción de la unión esponsal, el amor humano se degrada, como
vemos en esta cultura que se ha desentendido de Dios, que ha
apostatado de la fe cristiana y no transita por el camino sacramental del
matrimonio.

La sanación por la gracia.


Los sacramentos
1) El ser humano fue creado como varón y mujer a imagen y semejanza
de Dios. Dios es amor, y el ser humano fue creado para amar a Dios y
para amarse entre sí el varón y la mujer y sus descendientes. Fueron
creados para amar, en un estado inicial de santidad y perfección que los
hacía semejantes a Dios en el amor.
2) Cristo vino a salvar al ser humano. Dicho de otra manera: Cristo vino a
salvar el amor. La principal y la peor consecuencia del pecado original
consistió precisamente en la pérdida de esta capacidad de amar a Dios y
de amarse entre sí con un amor santo y perfecto.
3) Una de las peores consecuencias —si no la peor— que tuvo el pecado
original para el varón y la mujer, fue que contaminó el amor con el
amor propio y la capacidad de amar al otro, por el amor propio. El amor
entre varón y mujer quedó herido a veces de muerte. Surgieron así el
malentendido por la ignorancia; la falta de misericordia y de
comprensión de la herida del otro por la malicia; la incapacidad por
hacer algo para sanarlo y salvarlo; el reproche, la inculpación. Cristo
vino a salvar al ser humano de todo esto.
4) Para salvar al hombre tenía que empezar por salvar el amor humano.
Primero al amor esponsal, que es la fuente de todas las demás formas
del amor familiar, social y civil. Si el amor esponsal está herido, todos
los demás vínculos humanos nacen llagados y prontos a infectarse.
5) Para salvar el amor humano entre esposos, era necesario volver a
reconectar ese amor con el Amor de Dios.

Dios es amor y fuente de todo amor creado. El amor creado que se


suelta del Amor de Dios se corrompe y muere. Para eso vino el Hijo
de Dios hecho hombre. Para enseñarnos a vivir como hijos, a vivir
como el Hijo.

6) Para eso hizo del matrimonio —que por su origen creado era santo y
por el pecado se había visto menoscabado y deteriorado— algo más
que santo. Hizo algo sagrado. Un sacramento de sanación y
santificación a la vez, por medio del cual los hijos de Dios pudieran
divinizarse a través de su mismo amor esponsal, recibido como un
don divino y vivido divinamente.
7) Si en el Antiguo Testamento Dios es miembro de la familia santa,
porque es como el Dios pariente de la familia del Antiguo
Testamento; ahora, por el matrimonio, los esposos bautizados, que
han sido introducidos en la vida divina por el Bautismo, son
introducidos en el Nosotros Divino, y por eso el Sacramento es
sagrado, no sólo santo sino sagrado. Introduce a los bautizados a
través del Matrimonio en la comunión con el Amor de la Santísima
Trinidad.

Qué es un sacramento
8) Con ese fin, Jesucristo hizo del amor esponsal entre los creyentes un
sacramento. Pero ¿qué entendemos por sacramento? Ante todo,
debemos decir que el único que puede instituir los sacramentos es
Jesucristo con su poder divino.
9) Un sacramento es un signo sensible que produce gracia divina; es
causante de gracia. Jesucristo dota a ciertas realidades sensibles de
una eficacia espiritual, hace de las realidades sensibles instrumentos y
vehículos de gracia. El agua del Bautismo, por ejemplo, es materia
del Bautismo y tiene una eficacia espiritual.
10) El que obra en un sacramento es Dios mismo por acción de
Jesucristo glorificado. En el Bautismo, es Dios- Padre quien nos
engendra. Obra —en y por el sacramento, por la materia y por la
forma, por el signo sensible, y por la palabra y la fe del que lo recibe
y del que lo imparte—, acciones divinas y efectos divinos.
11) Aunque Dios obre siempre por medio de un ministro humano, la
acción del sacramento no es humana sino sobrehumana, divina. Los
sacramentos no son de institución humana sino de institución divina,
y fueron instituidos por Cristo mismo para poder actuar desde donde
está sentado a la Derecha del Padre, por medio del ministerio visible
de su Iglesia, que es su Cuerpo Místico.
12) De modo que los ministros de los sacramentos actúan en nombre
de Cristo. Es Cristo el que obra en ellos y a través de ellos. Como yo
obro a través de mi mano, Cristo obra a través de sus miembros, que
actúan como ministros de los sacramentos en aquellos que los
reciben.
1
13) Cristo está sentado a la derecha del Padre, nos dice la Escritura. El
Padre ha entronizado al Hijo por su obediencia y lo ha hecho Señor
de todas las cosas. Está pues sentado a la derecha del Padre, pero
está desde allí derramando el Espíritu Santo sobre su Cuerpo, que es
la Iglesia. Cristo actúa ahora, durante el tiempo en que aguardamos
su venida gloriosa, por medio de los sacramentos instituidos por Él
para comunicarnos su gracia, hacernos hijos. 2

1 Es una frase tomada del Salmo 109-110: Siéntate a mi derecna. Yo


pondré a tus enemigos como escabel de tus pies.”
2 La gracia también puede venir por fuera de los sacramentos. Puede
venir por medios extraordinarios. Pero el medio ordinario es el eclesial: el
de los sacramentos.

14) Los sacramentos son necesarios para nuestra santificación. Y,


como decíamos, son signos sensibles: palabras y acciones que
percibimos por los ojos y por los oídos, y que son accesibles así a
nuestra humanidad actual.
15) Estos signos sensibles son además eficaces. Realizan eficazmente
la gracia que ellos significan, en virtud de la acción de Cristo y por el
poder del Espíritu Santo. Un sacramento es, pues —como nos lo dice
el Catecismo de la Iglesia Católica— un acto de Cristo mismo. 35
16) Así que vamos a ver que en el matrimonio es Cristo mismo el que
actúa en el esposo para la esposa y en la esposa, para el esposo,
Cristo que sentado a la Derecha del Padre, obra la sanación de las
consecuencias del pecado original y la santificación de los esposos,
por medio del ministerio esponsal recíproco. El ministerio esponsal
es el ministerio de dos bautizados, que obran en nombre y con el
poder y la misión de Cristo.
17) La eficacia sacramental no es una eficacia mágica. Los ministros
no son magos. Operan por misión de Dios y asumiendo en fe el
ministerio sacramental. Y cuando el Sacramento se vive en fe, uno va
experimentando los efectos del sacramento. La gracia en sí misma no
es experimentable, pero los efectos de la gracia, después de que uno
los ha ido recibiendo, se manifiestan en la vida. Reconocemos la
acción de Dios mirando hacia atrás en nuestra vida.
18) 'Los Sacramentos —dice el Catecismo de la Iglesia Católica—,
como fuerzas que brotan del Cuerpo de Cristo siempre vivo y
vivificante, y como acciones del Espíritu Santo que actúa en el
Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, son las obras maestras de Dios en
la nueva y eterna Alianza.”36
19) El Bautismo es una obra maestra, la Confesión o Perdón de los
pecados también. Y el Matrimonio también es una obra maestra; yo
diría que es la cumbre de las obras maestras de Dios. Es el
Sacramento al cual están ordenados todos los demás Sacramentos.
Incluso el Sacramento del Orden Sagrado, que está ordenado a la
consagración de la Eucaristía y el perdón de los pecados, está
ordenado a la santificación de los esposos.37 Los sacerdotes estamos
al servicio de los fieles y la vocación ordinaria de los fieles es la
matrimonial.

35 CIC 1127. Celebrados dignamente en la fe, los sacramentos confieren la gracia que significan (cf. Cc. de Trento: DS 1605 y
1606). Son eficaces porque en ellos actúa Cristo mismo; Él es quien bautiza; Él quien actúa en sus sacramentos con el fin de
comunicar la gracia que el sacramento significa. El Padre escucha siempre la oración de la Iglesia de su Hijo que, en la epíc lesis
de cada sacramento, expresa su fe en el poder del Espíritu. Como el fuego transforma en sí todo lo que toca, así el Espíritu Santo
transforma en Vida divina lo que se somete a su poder.
36 CIC 1116.
37 También, por supuesto, de los solteros; pero apunta a la santidad del matrimonio.
Los siete sacramentos
20) Los siete sacramentos instituidos por Cristo son, como ustedes
saben, el Bautismo, la Confirmación, la Eucaristía, la Penitencia o
Perdón de los pecados, la Unción de los enfermos, el Orden Sagrado
y el Matrimonio. El Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía se
llaman sacramentos de iniciación: con ellos comienza la vida
cristiana. El Bautismo es el nacimiento. La Confirmación confiere la
adultez en la vida de la gracia. La Eucaristía es el pan que nutre el
corazón filial. Estos tres sacramentos nos inician en la vida de hijos
de Dios. Nos inician en la vida cristiana.
21) Recibimos el ser filial en el Bautismo. Dios nos confirma en nuestra
condición de hijos suyos mediante la Confirmación en la que recibimos
el Espíritu Santo que nos permite decir “Abba, Padre”. La Eucaristía es
el pan cotidiano que alimenta nuestro ser filial con el Cuerpo y la
Sangre del Hijo, es decir con nuestra identificación con Jesucristo el
Hijo.
22) La Penitencia y la Unción de los enfermos se llaman sacramentos
de curación o de sanación. Porque nuestra vida filial está amenazada, se
deteriora o se puede perder por el pecado y en la enfermedad, y ante la
perspectiva de la muerte está sometida de manera especial a tentaciones
y peligros. Por eso son sacramentos de sanación.
23) Y por fin, el Orden sagrado y el Matrimonio se llaman
sacramentos de estado —otros los llaman del servicio a la
comunidad—, porque no están ordenados a la propia vida filial sino al
servicio del fomento de la vida filial de los demás. A) El sacerdote está
ordenado a la santificación de todos. B) Los esposos están ordenados a
la santificación mutua. El esposo, a la santificación de la esposa y la
esposa, a la santificación del esposo. De modo que nadie vive para sí. Si
vivimos, vivimos para el Señor.
24) Esto nos salva de la tentación de privatizar nuestra existencia
cristiana. Nos salva de secularizarnos, olvidando que somos hijos y que
estamos siempre recibiendo la vida divina como un don del Padre, que
nos engendra precisamente en el ejercicio de un diálogo filial-paterno.
25) Aunque el Orden Sagrado y el Matrimonio contribuyen a la
propia santificación y salvación, lo hacen mediante el servicio que
prestan a la filialización de los demás. Confieren una misión
particular en la Iglesia y sirven para la edificación del pueblo de
Dios.
26) ¿Qué significa “confieren una misión”? Quiere decir que son un
envío personal del Padre. El sacerdote es un enviado del Padre con
una misión semejante a la de Cristo para la santificación de todos los
fieles mediante la Eucaristía y el perdón de los pecados. Los esposos
tienen una misión del Padre para la santificación mutua. El amor
matrimonial es una vocación, un llamado de Dios. Y es una misión,
un envío divino que asigna el Padre a un hijo para una hija y a una
hija, para ese hijo.

Materia, forma y ministro de los sacramentos


27) En cada sacramento, por ser un signo sensible y eficaz de la gracia,
se consideran varios aspectos: a) una materia, b) una forma, c) un
ministro que lo imparte y d) un sujeto que lo recibe. Por ejemplo, en
el Bautismo la materia es el agua. La forma son las palabras “Yo te
bautizo6 en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. El
ministro es el que bautiza.7

El Bautismo
28) El Bautismo, como ustedes saben, tiene un sentido simbólico,
sumergir. Nosotros lo hacemos echando el agua encima de la cabeza.
Se puede hacer también por inmersión. Propiamente, el Bautismo es
una inmersión. La inmersión hace más visible el signo y expresa más
claramente la realidad aludida.
29) En la Sagrada Escritura, como ya vimos al referirnos a la cita del
Cantar de los Cantares sobre el amor, 8 el fondo del mar es el lugar
donde están los hombres enemigos de Dios. La generación del
Diluvio, la generación malvada, va al fondo del mar. El ejército del
Faraón, que es enemigo de Dios y del pueblo, va al fondo del mar. El
profeta Daniel9 ve, en un sueño, que del fondo del mar surgen unas
bestias que son los imperios de este mundo con formas animales, uno
de oso, otro de leopardo, animales que no hablan; y una cuarta bestia
que habla, que dice grandes cosas, pero que es el antiverbo. Y todos
ellos surgen del fondo del mar. Miqueas dice: “Tú arrojarás nuestros
pecados al fondo del mar.”10 Jonás, el profeta recalcitrante, huye de
Dios y se precipita en su caída; y no para hasta el fondo del mar y el
vientre del monstruo marino.
30) Nuestro Señor Jesucristo dice, consecuentemente con este sentido
bíblico, que al que hace tropezar a uno de los pequeños que creen en
Él en el camino que los conduce al Padre, más vale que le aten una
piedra de molino al cuello y lo arrojen al fondo del mar. Enseña
también que la oración cristiana va a hacer que el monte de Sión, es
decir su Templo, vaya al fondo del mar. Es decir que el culto sea
sustituido por otro tipo de oración.
31) Cuando Nuestro Señor Jesucristo es bautizado, toma sobre sí
nuestros pecados, los arroja al fondo del mar y sale del Jordán. Él
asume todos los pecados y los lleva al fondo del mar. Les dice a los
apóstoles que los hará pescadores de hombres porque, con su
predicación, sacarán a los que están en la lejanía, la ignorancia y la
enemistad con Dios y los van a salvar, sacándolos del fondo del mar.
32) Por eso, la orilla en el Nuevo Testamento es un lugar bautismal, y
Jesús suele predicar a la orilla del mar. Ese es el simbolismo del
Bautismo. Somos arrojados y somos rescatados del fondo, de la
lejanía de Dios; nacemos nuevas criaturas. Nuestros pecados son
arrojados al fondo del mar; el hombre viejo que había en nosotros es
arrojado al fondo del mar y por la fe sale del agua. Entonces, la
materia agua es necesaria, ya sea en forma de inmersión o en forma
de efusión sobre la cabeza. Y la forma del Bautismo es la fórmula:
“Yo te sumerjo en el Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.”
33) Te saco de la lejanía de Dios, del fondo del mar, y te sumerjo en la
intimidad con Dios, en el seno de la Trinidad. Somos divinizados por
el Bautismo. Somos arrojados al seno del Nosotros Divino. Y por eso
los Sacramentos solo pueden ser recibidos por los bautizados, los que
han sido arrojados a la intimidad del Padre y del Hijo y del Espíritu
Santo.

La Eucaristía, Confirmación y Penitencia


33) En la Eucaristía la materia es el pan y el vino y la forma son las
palabras de la Consagración que dice el sacerdote: “Éste es mi
cuerpo”, no el cuerpo de él sino el Cuerpo de Cristo, “Ésta es mi
sangre”, la Sangre de Cristo. El ministro es el obispo o el sacerdote.
34) En la Confirmación y en la Unción de los enfermos, la
materia es el aceite. En la Penitencia, la materia son los pecados y el
arrepentimiento del penitente, del bautizado que ha pecado. La forma
son las palabras de la absolución: “Yo te perdono tus pecados en el
Nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” El sacerdote orde-
nado, como ministro de Cristo, recibe de éste el poder y el ministerio
de perdonar. Este poder lo confiere a sus apóstoles Jesús Resucitado,
en el día mismo de su resurrección, Cuando sopla sobre los apóstoles
y les dice: “Recibid el Espíritu Santo; a los que les perdonéis los
pecados les son perdonados.” Así como el Padre me envió, yo os
envío a vosotros. Se trata de una transmisión y comunicación del
mismo envío que el Padre le dio a su Hijo.

Los sacramentos son acciones de Cristo mismo


35) Nos hemos detenido en la exposición de la doctrina acerca de los
sacramentos, porque ella nos permite comprender mejor la naturaleza
del matrimonio como sacramento de la sanación y santificación del
amor humano, herido por el pecado original y necesitado de sal-
vación.
36) Recordemos que los sacramentos son obras de Cristo.11 Cristo es
el que bautiza. Cristo es el que perdona los pecados. Cristo es el que
alimenta con su Cuerpo y nos da su Sangre. Cristo es el que, por el
sacramento del Matrimonio, ama al esposo en la esposa y el que ama
a la esposa en el esposo. Es el Amor de Cristo que pasa a través de
los esposos en forma de amor de ella y de él. Ese amor de ella y de él
no se puede privatizar como si fuera algo puramente humano. Es
sagrado, es divino. ¡Viene de Dios!
37) Los esposos son ministros del Amor de Dios a través de
Cristo Resucitado. ¡Qué maravilla! ¡Qué grandeza! ¡Yqué pocos son
incluso los bautizados conscientes de esta posibilidad divina que se
les ofrece! ¡Cómo la envidia de Satanás oculta esto para que a nadie
se le ocurra! Y nuestros bautizados están pecando en el noviazgo, ini-
ciando su relación amorosa con el pecado. ¡Qué ignorancia! ¡De lo
que se privan! ¡Lo que se están perdiendo!
EL MATRIMONIO:
Sacramento de sanación
1) Repasemos un poco lo que vimos en el capítulo anterior. En el
matrimonio los ministros son los esposos mismos. El sacerdote que
asiste al matrimonio no asiste como ministro del sacramento, asiste
como testigo de la Iglesia. Bendice sí el sacramento, por supuesto, pero
los ministros del sacramento son los esposos. Se confieren el
sacramento del Matrimonio, el uno al otro, recíprocamente.
2) Cristo obra en la esposa por el ministerio del esposo y obra en el
esposo por el ministerio de la esposa. De alguna manera, no sería
posible el “Sí” de los dos si cada uno no hiciera posible el “Sí” del otro.
3) La materia, la realidad sensible, son los esposos mismos en cuerpo y
alma. Ellos son ministros y a la vez materia del sacramento. Y la forma
es el consentimiento que se dan públicamente ante el sacerdote y ante la
Iglesia, y que se siguen dando durante toda la vida, hasta que la muerte
los separe, por el amor recíproco.
4) Por eso, es un sacramento que, como el Bautismo, se celebra una sola
vez porque se da para siempre. Y hay que vivirlo siempre. Todos los
días tengo que vivir de acuerdo a mi Bautismo como hijo. Y todos los
días deben vivir los esposos su matrimonio como hijos de Dios y
hermanos. Tengo que realizar en mi vida filial por la gracia que recibí
en mi bautismo y, de la misma manera en el matrimonio, tengo que
vivir en mi vida el “Sí” que pude dar porque mi Padre lo puso en mi
corazón junto con el ministerio esponsal.
5) Vimos que el ministro y el sujeto son recíprocamente el esposo para la
esposa y la esposa para el esposo. El esposo es ministro del amor y de la
gracia de Cristo para la esposa y la esposa es ministro del amor y de la
gracia de Cristo para el esposo. Cristo actúa en el uno para el otro. Y
por eso el matrimonio sacramental no es solamente algo santo, sino que
es algo sagrado, ya que es un acontecimiento divino. Es participación
en la intimidad del amor divino, en la realidad divina; y por lo tanto, si
se vive bien, en gracia, es divinizador. Por el ministerio del esposo,
diviniza a la esposa; y por el ministerio de la esposa, está llamado a
divinizar al esposo.
6) Dios instruye a los esposos cristianos no sólo con doctrina sino en el
ejercicio mismo de su amor matrimonial. Los va instruyendo
interiormente para poder ser ministros recíprocamente el uno del otro.
7) Esto sucede, muchas veces, de manera no muy consciente. Los esposos
que viven en gracia son movidos por los dones del Espíritu Santo para
vivir su matrimonio santamente como por un instinto divino no
razonado. Pero evidentemente sucede con mucha mayor eficacia y fruto
cuando se lo vive conscientemente. Es como cuando nosotros oramos:
siempre hay fruto y comunicación de la gracia, pero, si lo hacemos
conscientemente y con fervor, hay más fruto; es decir, hay más
percepción de los frutos.
8) Cada cónyuge recibe del ministerio del otro, la gracia de Cristo que el
otro le administra. La gracia no es experimentable, es invisible, es
imperceptible; pero sus efectos se experimentan, se van viendo a lo
largo de la vida. Todos conocemos esposas que han logrado que su
esposo llegara a la fe con su obra santificadora, y viceversa. El uno para
el otro son ministros de la acción de Cristo.

Es maravilloso lo que hace Cristo en el esposo a través de la esposa


cuando ella es santa; y lo que hace en la esposa a través de su esposo
cuando él es santo. Por eso, el esposo debe empeñarse en que su
esposa sea santa y la esposa debe empeñarse en que el esposo sea
santo. Así cada uno recibe la acción de Cristo a través del otro.
¡Cuando los dos se empeñan en la mutua santificación, los efectos de
la gracia son maravillosos!

9) Hemos dicho que todos los sacramentos, de alguna manera,


coadyuvan al sacramento del Matrimonio, porque en la vida ordinaria
de los cristianos, que es la vida esponsal, culmina la obra de Cristo.
Esta obra consiste en sanar al amor esponsal de las heridas del pecado
original y generar sobre la tierra un amor esponsal conforme al
designio de Dios “en el principio”. De esta manera se hace posible,
como dice el Cantar de los Cantares, una amor que es como flecha
encendida, desprendida del fuego de Dios. ¡Lo que nos estamos
perdiendo, queridos hermanos! Esto es posible y nos está siendo ofre-
cido. No lo perdamos. Aprovechemos la oferta de Dios. Está
regalado. Es gracia. El Cielo está regalado para los esposos.
10) Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La alianza matrimonial
por la que el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de
toda la vida, ordenado por su misma índole natural al bien de los
cónyuges y a la generación y educación de la prole, fue elevada por
Cristo Nuestro Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados.”38
El matrimonio es una realidad santa y sagrada, y si no se la
comprende y no se lo vive religiosamente, nunca se llega a
comprender lo que es en verdad.
11) Por ejemplo, cuando se recibe el sacramento por motivos que no son
religiosos, en realidad se comete un sacrilegio, porque se está
tomando lo sagrado como un medio para otra cosa, que no es su fin
propio. Se está tomando algo que Cristo instituyó con un fin
haciéndolo servir a otro fin; se está cometiendo una usurpación, un
“abuso del poder”, una desviación de la intención divina. Y eso es
38 CIC 1601, citando el Código de Derecho Canónico 1055, 1.
sacrilegio.
12) La fe católica nos revela esa verdad y nos permite vivir plenamente
y en toda su plenitud el misterio grande que es el matrimonio. Vivirlo
según su designio divino. Así, luego de herido por el pecado, fue
sanado y restaurado por la gracia del sacramento.
13) Toda la Sagrada Escritura comienza con un matrimonio entre varón
y mujer, y termina con un matrimonio entre Dios y la humanidad. Lo
uno apuntaba a lo otro. Y de ese modo todos los matrimonios de
bautizados son introducidos como la esposa en el amor divino, en el
seno del amor divino.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica: “La Sagrada Escritura se abre


con el relato de la creación del hombre y de la mujer a imagen y
semejanza de Dios (Gn 1, 26-27). y se cierra con la visión de las
'bodas del Cordero' (Ap 19, 7). De un extremo a otro, la Escritura
habla del matrimonio y de su 'misterio', de su institución y del sentido
que Dios le dio, de su origen y de su fin, de sus realizaciones diversas
a lo largo de la historia de la salvación, de sus dificultades nacidas del
pecado y de su renovación 'en el Señor' (1 Co 7, 39), todo ello en la
perspectiva de la Nueva Alianza de Cristo y de la Iglesia (cf. Ef 5, 31-
32).”39

14) En el sacramento del Matrimonio, los esposos bautizados, hijos de


Dios —y por lo tanto que están recibiendo continuamente la vida
divina— si viven realmente su Bautismo, están siendo engendrados día
por día por el Padre, están siendo divinizados. Naturalmente, esto no
sucede mágicamente. Sucede si los cónyuges hacen lo que al Padre le
agrada y evitan lo que al Padre le desagrada; si viven como hijos
realmente, teniendo en cuenta la voluntad del Padre como guía de su

39 CIC 1602.
vida. Si viven así, entonces están siendo dirigidos por el Padre —y en-
gendrados por el Padre— en el sacramento del Matrimonio. Entonces,
se administran, el uno al otro, un amor que no es puramente natural y
humano, laico y desacralizado, sino que es inseparable del amor de
Dios.
15) Amándose el uno al otro con amor esponsal de hijos de Dios, se
administran el uno al otro un amor que viene de Dios y los lleva a Dios.
Un amor que Dios obra por generación en el corazón de ambos. Dios no
se interpone entre los esposos sino que es la fuente y la meta de su amor
esponsal. Y por eso ambos se casan no mirándose el uno al otro sino
mirando ambos en la dirección de Dios; y es ese mirar de cada uno
hacia Dios el que los une entre sí. Si se miraran el uno al otro, al poco
tiempo en vez de amor surgiría el cansancio, el aburrimiento o el odio.
Lo que los mantiene precisamente en la dirección de la fidelidad es ese
casarse y vivir los dos de cara al Padre. Y eso los mantiene unidos. Su
vínculo con el Padre refuerza el vínculo entre ellos.
16) Hay otro número del Catecismo de la Iglesia Católica muy
hermoso que dice: “Dios que ha creado al hombre por amor lo ha
llamado también al amor, vocación fundamental e innata de todo ser
humano. Porque el hombre fue creado a imagen y semejanza de Dios
(Gn 1, 2), que es Amor (cf. 1 Jn 4, 8-16). Habiéndolos creado Dios
hombre y mujer, el amor mutuo entre ellos se convierte en imagen
del amor absoluto e indefectible con que Dios ama al hombre. Este
amor es bueno, muy bueno, a los ojos del Creador (cf. Gn 1, 31). Y
este amor que Dios bendice es destinado a ser fecundo y a realizarse
en la obra común del cuidado de la creación. “Y los bendijo Dios y
les dijo: 'Sed fecundos y multiplicaos, y llenad la tierra y sometedla'”
(Gn 1, 28).3
17) La Sagrada Escritura afirma que el hombre y la mujer fueron
creados el uno para el otro: “No es bueno que el hombre esté solo.”
La mujer, “carne de su carne”, su igual, la criatura más semejante al
hombre mismo, le es dada por Dios como un “auxilio”, representando
así a Dios que es nuestro “auxilio” (cf. Sal 121, 2). “Por eso deja el
hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer, y se hacen una
sola carne” (cf. Gn 2, 18-25). Que esto significa una unión
indefectible de sus dos vidas, el Señor mismo lo muestra recordando
cuál fue, “en el principio”, el plan del Creador: “De manera que ya
no son dos sino una sola carne” (Mt 19, 6).4
18) Ya hemos visto al comienzo cómo el Cantar de los Cantares
celebra el origen divino del amor humano y de su grandeza cuando lo
presenta como una flecha o una centella que procede del Fuego del
Amor de Dios y se enciende en el corazón humano. Porque es fuerte
el amor como la muerte o más que la muerte, es implacable la pasión
como el Sheol,5 es centella de fuego, llamarada divina —es decir, una
llama de fuego que es Fuego Divino—; las aguas torrenciales no
podrían apagar el amor ni anegarlo los ríos; si alguien quisiera
comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despre-
ciable, pues es algo que no se puede comprar. 40
19) ¡Cuanto más sublime y grande es una realidad, peor es su
corrupción! Así también sucede con esta grandiosa y sublime
realidad del matrimonio, destinada por creación a reflejar el amor
divino. De ahí que Dios aborrezca el adulterio. Se dice que una cosa
está adulterada cuando está corrompida, pero por una intención co-
rruptora. Adulterar un producto es con intención. Y, así adulterar el
matrimonio es corromper intencionalmente algo que es sagrado y
divino. El adulterio está en la esfera del sacrilegio y por eso le
desagrada a Dios, porque va directamente contra el amor. Y el amor
es lo más parecido a Dios entre sus creaturas. Es su epifanía más
acabada y perfecta. Por eso la infidelidad, por decirlo de alguna
40 Ver Cantar... 8, 6-7.
manera, “le duele” a Dios, lo hiere. Y al hombre lo aparta del querer
divino y, por lo tanto, lo separa del Padre, lo deforma como hijo;
más: deja de ser hijo. Por eso, Jesús insiste en esa gravedad del
adulterio.
20) El primer pecado tuvo terribles consecuencias para las relaciones
entre el varón y la mujer. El Catecismo las describe así: “El primer
pecado, ruptura con Dios, tiene como consecuencia primera la
ruptura de la comunión original entre el hombre y la mujer. Sus
relaciones quedan distorsionadas por agravios recíprocos (cf. Gn 3,

12) ; su atractivo mutuo, don propio del creador (cf. Gn 2, 22), se


cambia en relaciones de dominio y de concupiscencia (cf. Gn 3, 16b);
la hermosa vocación del hombre y de la mujer de ser fecundos, de
multiplicarse y someter la tierra (cf. Gn 1, 28) queda sometida a los
dolores del parto y los esfuerzos de ganar el pan (cf. Gn 3, 16-19)”.41

21) A estas consecuencias del pecado original nos hemos referido ya, pero
ahora las vuelvo a traer dichas por el Catecismo en relación
precisamente con la sanación de estas heridas por el sacramento del
Matrimonio: donde abundó el pecado se puede decir, con san Agustín,
que sobreabundó la gracia. Es la victoria de Dios sobre el pecado:
“Grandes aguas no pudieron extinguir el amor”, aunque Satanás quiso
anegar el amor con el pecado. El amor fue al fondo del mar, pero salió
bautizado por Dios en forma de sacramento divino, de camino de di-
vinización. El sacramento del Matrimonio es una victoria de Dios sobre
el pecado.
22) Como enseña la Iglesia: “Todo hombre, tanto en su entorno como
en su propio corazón, vive la experiencia del mal. Esta experiencia se
hace sentir también en las relaciones entre el hombre y la mujer. En
41 CIC 1607
todo tiempo, la unión del hombre y la mujer vive amenazada por la
discordia, el espíritu de dominio, la infidelidad, los celos y conflictos
que pueden conducir hasta el odio y la ruptura. Este desorden puede
manifestarse de manera más o menos aguda, y puede ser más o menos
superado, según las culturas, las épocas, los individuos, pero siempre
aparece como algo de carácter universal.” 8
23) ¡Conocemos tantos ejemplos! De ahí que el sacramento del
Matrimonio tenga un efecto de sanación de las heridas del pecado
original en el varón y en la mujer. Es un sacramento de sanación, en
el que Dios da la gracia necesaria para sanar las consecuencias del
pecado original: “Para sanar las heridas del pecado, el hombre y la
mujer necesitan la ayuda de la gracia que Dios, en su misericordia
infinita, jamás les ha negado (cf. Gn 3, 21). Sin esta ayuda, el hombre
y la mujer no pueden llegar a realizar la unión de sus vidas, en orden
a la cual Dios los creó 'al comienzo'.” 42 “Tras la caída, el [sacramento
del] matrimonio ayuda a vencer el repliegue sobre sí mismo, el
egoísmo, la búsqueda del propio placer, y a abrirse al otro, a la ayuda
mutua, al don de sí.” 43
24) “Jesús [...] viniendo para restablecer el orden inicial de la creación
perturbado por el pecado, da la fuerza y la gracia para vivir el
matrimonio en la dimensión nueva del Reino de Dios. Siguiendo a
Cristo, renunciando a sí mismos, tomando sobre sí sus cruces (cf. Mt
8, 34), los esposos podrán 'comprender' (cf. Mt 19, 11) el sentido
original del Matrimonio y vivirlo con la ayuda de Cristo. Esta gracia
del Matrimonio cristiano es un fruto de la Cruz de Cristo, fuente de
toda la vida cristiana.” 44

42 CIC 1608.
43 CIC 1609.
44 CIC 1615.
El MATRIMONIO: Sacramento de
santificación
1) Cristo, como sabemos, es: a) Maestro, b) Médico, c) Pastor y d)
Sacerdote.

a) Como Maestro nos enseña acerca de Dios, dándonoslo a conocer


como nuestro Padre; y acerca de nuestra vida de hijos.
b) Como Médico nos sana, no sólo el cuerpo sino sobre todo el alma,
nos resucita del pecado, que es una muerte espiritual.
c) Como Pastor: guía, defiende y alimenta. Nos guía y conduce al
Padre, nos defiende del enemigo, nos alimenta con el pan del camino al
Padre.
d) Como Sacerdote nos santifica, uniéndonos a sí mismo y al Padre.

2) Para obrar todo esto en los esposos bautizados, Cristo quiso valerse de
ellos mismos como ministros y sujetos recíprocos de esta cuadriforme
acción divina. De manera que, por el sacramento del Matrimonio, los
esposos bautizados son —el uno para el otro— ministros de Cristo
Maestro, Médico, Pastor y Sacerdote. Y al mismo tiempo son, el uno
para el otro, a) discípulo, b) enfermo o paciente, c) oveja y fiel que debe
ser enseñado, sanado, guiado, alimentado y defendido; y por fin, d) un
fiel que debe ser santificado, es decir, unido a Dios por el ministerio del
cónyuge.
3) Fíjense qué diferencia hay entre esta vocación a una vivencia religiosa
del matrimonio y esas vivencias desacralizadas, chatas y naturalistas,
con esas privatizaciones del Sacramento, con ese olvido de que ser
esposo; es tener una misión confiada por Dios con respecto al cónyuge.
4) Cuando no se vive sacramentalmente el matrimonio entre bautizados,
éstos se privan de la gracia divina del sacramento, no asumen su oficio
de ministros de Dios, por lo que no son trasmisores y dispensadores de
la gracia divina para el cónyuge, y se privan de la que un cónyuge
santificado le dispensaría a su vez.
5) Cuando un sacerdote celebrara la Eucaristía de manera descuidada,
distraída o automática, o perdona los pecados así nomás, o es negligente
en la oración, cuando ora mecánica o distraídamente en la misa, los
fieles lo notan enseguida. Porque sienten que ese sacerdote no los
levanta a la oración, a la fe, al arrepentimiento, al amor a Dios. Cuando
un sacerdote privatiza su vida sacerdotal y se convierte en funcionario,
los fieles lo padecen y se dan cuenta. Les resulta muy claro que el
sacerdote tiene para ellos una misión religiosa y sagrada, y que no está
cumpliendo con su ministerio.
6) Pero no les resulta tan evidente a los bautizados que algo semejante
pueda pasar con el matrimonio, porque no se lo vive como un
sacramento, se lo celebra sin fervor, sin caridad verdadera hacia el otro.
Sin advertir que es una realidad sagrada. Una vocación a levantar todo
lo que es natural, a una dimensión religiosa. Si los esposos se olvidan
de su misión divina, de su responsabilidad para con el otro, todo se
corrompe.
7) Naturalmente, hay grados en la corrupción del ejercicio del sagrado
ministerio matrimonial. Creo que cuanto más conscientes se hacen los
esposos de que son ministros sagrados, más bienaventuradamente y más
felizmente pueden vivir el uno para el otro. Porque, cuando santifican al
otro, reciben del otro también el retorno de la gracia y de la
santificación. Y ese retorno se convierte en un ir y venir, en progresión
geométrica, de gracia y santidad matrimonial. Ambos se van
santificando el uno al otro, como una especie de ida y vuelta, en una es-
pecie de espiral que se amplía y que los levanta a los dos.
8) Así como por la consagración en el Orden Sagrado el obispo y el
sacerdote son ordenados para la santificación de todos los creyentes,
para perdonarles los pecados en la Penitencia y alimentarlos con la
palabra y el cuerpo de Cristo en la Eucaristía, por el Matrimonio, son
consagrados los esposos —con una verdadera consagración— como
ministros recíprocos. Consagrados con un ministerio sacramental
exclusivo de fulano para fulana y de fulana para fulano.
9) ¿Cuál es la unción mediante la que son consagrados los esposos? Toda
consagración supone una unción. Los obispos y sacerdotes reciben una
unción con óleos consagrados, que es sacramento del Espíritu Santo
que se les confiere. Los esposos no reciben una unción sacramental con
óleo. Ellos son, sin embargo, consagrados por la unción del Espíritu
Santo que les infunde el óleo del amor conyugal. El Espíritu Santo
mismo unge sus corazones con el amor esponsal. El sí que encuentran
en su corazón y pronuncian ante Dios los esposos es la unción divina.
10) El amor esponsal, la amistad matrimonial los consagra para ser
ministros el uno del otro hasta que la muerte los separe. Si faltara esa
unción del amor que se expresa en el sí ante Dios frente al altar, faltaría
la consagración. Esa unción no se limita al momento en que se dice
ante el altar: “Sí, quiero”, sino que está destinada a renovarse día a día
y a mantener toda la vida ese sí del amor fiel.
11) La fidelidad que observamos en los matrimonios fervorosos, y que se
celebra festivamente en las bodas de plata en las y de oro, y en los
aniversarios, es la evidencia visible de una gracia invisible. Cuando uno
ve un matrimonio que perdura fiel a través de los años dice: “Esto no
viene de la carne”, como le dice Jesús a Pedro: “Esto no te lo enseñó la
carne y la sangre, esto te lo dio el Espíritu Santo.” El dedo de Dios está
aquí, las huellas digitales del Espíritu Santo están visibles en esta fideli-
dad matrimonial. La unción del amor divino ha consagrado estos
corazones para que se pertenezcan el uno al otro, con amor inalterable.
12) Asistimos hoy en día a una pérdida generalizada de esta visión del
carácter sagrado del matrimonio y de la unión esponsal. Esta pérdida
priva a los bautizados de la gran felicidad de saber que son, el uno para
el otro, ministros del amor divino, que pasa a través del amor de los
esposos. No es que el amor divino anule o sustituya en los esposos un
amor humano. ¡No! Es Dios mismo quien ama a la esposa con el amor
del esposo. Dios mismo quien ama al esposo con el amor de la esposa.
13) El amor que hay en el corazón de los esposos no nace de una fuente
puramente humana, sino que desciende de una fuente divina, que
enseña a amar, sana el amor, lo conduce, defiende y alimenta, y lo
santifica por una acción divina.
14) De modo que son ministros el uno para el otro, como que la gracia
divina pasando a través de uno y de otro toma forma de amor de esposa
para santificar al esposo, para enseñarle y sanarlo, para pastorearlo,
alimentarlo, guiarlo y defenderlo; y toma forma de amor de esposo para
hacer lo mismo con la esposa.

Qué es ser ministro de un sacramento


15) ¡Es una maravilla! Son ministros. Detengámonos una vez más en
este tema para ver mejor lo que es un ministro. El sacerdote, por
ejemplo, es ministro de la gracia de Dios para perdonar los pecados.
Si una persona se confiesa conmigo, yo le digo: “Yo te absuelvo”,
porque yo soy ministro de Cristo para absolverlo. En cuanto puedo y
esa persona lo necesita, lo absuelvo “en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espíritu Santo”. Soy ministro del perdón de Dios. No soy
yo el que está perdonando, es Dios el que está perdonando a través de
mi ministerio. Cuando yo consagro en el Altar el pan y el vino, no di-
go “Ésta es la sangre del Padre Horacio” sino: “Éste es ni cuerpo”,
“Ésta es mi sangre”, porque es Cristo el que está hablando en mí y
obrando a través de mí. No soy yo, es Cristo el que consagra con mis
palabras. Yo le entrego mi voz a Cristo para que Él la use.
16) Algo semejante sucede en el matrimonio. Es Cristo el que ama a la
esposa en el esposo y con amor de esposo. Y es Cristo el que ama al
esposo en la esposa y con amor de esposa. De manera que ellos son
ministros de un sacramento. La acción por la cual se aman y se
manifiestan el amor el uno al otro —y por la cual también dan la
vida, es decir traen hijos al mundo y al Cielo, con destinación
celestial— ¡es una acción sagrada!.
17) Este ministerio matrimonial es de carácter sagrado. Los esposos
son tan ministros de una acción divina como lo soy yo por el Orden
Sagrado. Como ya dijimos, tanto el Orden Sagrado como el
Matrimonio son los sacramentos de santificación de los demás: el
sacerdote para santificar a todos; y los esposos, para santificar cada
uno al otro. Por eso, ambos, se casan poniéndose los dos de cara a
Dios y no, mirándose el uno al otro.
18) Por eso, también, la Iglesia está allí presente, el sacerdote o el
diácono, la comunidad orante de los fieles, como testigos del “Sí” que
se han dado.
19) Los ministros del sacramento del Matrimonio son ambos
contrayentes. Y contraen matrimonio para ejercer su ministerio a favor
del cónyuge y, a la vez, beneficiarse con el ministerio del cónyuge. De
modo que los ministros son ellos dos.
20) En todos los sacramentos hay también una materia. Por ejemplo, el
agua en el Bautismo, el pan y el vino en la Eucaristía, los pecados del
penitente en la Penitencia. ¿Cuál es la materia del sacramento del
Matrimonio? Es la misma persona de ambos cónyuges, en cuerpo y al-
ma, expresándose en el sí quiero. El sí es la forma del sacramento que
se imparten en ese momento inicial, pero que seguirán dándose toda la
vida, renovándolo cada día, hasta que la muerte los separe.
21) Hay que vivir el Matrimonio como sacramento. Hay bautizados
que tienen dificultad en comprender esto porque ellos no están viviendo
de acuerdo a su Bautismo, a la plenitud de sabiduría de su Bautismo.
Hay mucha falta de esperanza entre los fieles. No esperan que Dios los
pueda hacer felices. Dios más bien les parece un obstáculo. A las clases
que se dan a los novios antes de casarse, muchos de ellos van forzados
o resignados, como diciendo: “¡Ufa! ¿Qué tiene que ver Dios en este
tema? Es un asunto nuestro.”
22) No deberían casarse por la Iglesia los bautizados que habitualmente
no conceden espacio a Dios en sus vidas y, en particular, en su
noviazgo. El Matrimonio es un sacramento y, por lo tanto, exige estar
encuadrado en una vida sacramental, donde se practiquen los demás
sacramentos: Penitencia, Eucaristía.
23) Sin embargo, muchísimos bautizados no viven como tales, sino
que ya desde su noviazgo mantienen relaciones sexuales. Pero contraen
matrimonio sin conciencia de pecado y sin confesarse; recibiendo así,
sacrílegamente, el sacramento del Matrimonio. Un matrimonio
sacrílego no es un comienzo promisorio para una vida matrimonial en
la gracia de Dios. ¡Así les va después!... a no ser que, por una
misericordia milagrosa, el Señor actúe. Lo que están diciendo las
estadísticas es muy grave. Existe una ignorancia generalizada acerca de
la naturaleza sacramental del Matrimonio, y de la vida sacramental en
general. Una ignorancia que no se remedia en la catequesis infantil, ni
luego, en los cursos prematrimoniales.
24) Esto se debe a que los bautizados no viven según la visión revelada
por Dios acerca de la naturaleza humana, el pecado original y sus
consecuencias, sino que comparten las visiones no católicas del hombre
que ya comentamos al comienzo. Ellos contraen un matrimonio
sacramental pero no están en las disposiciones debidas para percibir los
frutos de gracia del sacramento. Por eso, no reciben los remedios para
el mal de la naturaleza caída que el matrimonio en Cristo les aportaría,
y terminan separándose.
25) Así, en el matrimonio de estos bautizados, como en cualquier otro
matrimonio puramente natural, la culpa la tiene el otro. Uno mismo se
considera inocente, se cree bueno por naturaleza, y que es la sociedad la
que lo hace malo, y por lo tanto el socio o la socia es quien lo hace
malo. La culpa la tiene el otro: es un ping-pong de la culpa y el
reproche mutuo que desgarra los vínculos matrimoniales. Y si hay que
dejarse llevar por los impulsos no es raro que lleguen al intercambio de
parejas. Está llegándose a eso, está sucediendo; se sientan a una mesa,
tiran el llavero y sortean quién se lleva a la mujer o el marido del otro.
En una sociedad se llega a esos extremos porque se considera que todo
es bueno y no hay que reprimirse. Se está llegando a la aceptación
jurídica de la unión homosexual como si fuera un matrimonio. Una
unión homosexual podrá ser una sociedad. ¡Podrá ser reconocida
legalmente como una sociedad, pero no como matrimonio! Ésa es la
consecuencia de la visión freudiana que está dominando actualmente la
mentalidad de la así llamada ciencia psicológica.
26) En cambio, es posible un matrimonio sano, fiel, que puede superar
las consecuencias de las dificultades de la vida, en el que cada uno es
para el otro misericordiosamente maestro, médico, pastor y sacerdote.
Es posible en el sacramento del Matrimonio. Pero esto, sin Dios y sin
una relación con Dios, no se puede vivir. ¡No se puede vivir sin Dios!
Porque nuestro egoísmo sólo puede ser sanado por la gracia. Si bien es
difícil mantenerse en el amor, porque estamos heridos por el pecado y
el egoísmo siempre le pone límites al amor al otro, y porque amamos
hasta donde nuestro egoísmo nos permite amar; sin embargo, la gracia
es más poderosa que el pecado. El amor es más fuerte que la muerte, y
el fuego de Dios no puede apagar los mares ni ríos del pecado ¡Ésta es
la noticia! ¡Éste es el evangelio del buen amor! Así se puede vivir el
Matrimonio sacramental.
27) Aunque alguien lo haya recibido sin darse cuenta de lo que recibía,
si reamente dijo “Sí” y estaba en gracia en el momento de decirlo,
aunque después peque, en el momento en que los dos estén en gracia, el
Sacramento vuelve a revivir; vuelve Dios a tomarlos como ministros
recíprocos de la gracia divina.
28) Pablo llama al matrimonio misterio grande: “Gran misterio es éste,
lo digo respecto de Cristo y de la Iglesia.” 1 Cristo, el Verbo eterno de
Dios, es el esposo divino que viene a salvar a la humanidad, invitándola
a una alianza esponsal. Y la humanidad que le responde con amor de
esposa es la Iglesia. El matrimonio tiene, pues, su modelo en el amor
salvador de Dios y en su capacidad de morir por amor a la esposa. De
este modo, el matrimonio, que es por un lado el lugar del amor, es,
también por otro lado el lugar del sacrificio por amor, de la
autoinmolación del esposo por amor a la esposa. Es el lugar del
martirio. A esto se refiere, a mi parecer, lo que afirma san Pablo: de que
los que se casan tendrán tribulación en la carne. ¡Es así! Es el lugar de
la tribulación.
29) El Matrimonio es, de alguna manera, el sacramento al que apuntan
y a cuyo servicio están todos los demás, para permitirle ser, en el
singular concreto de cada matrimonio, la culminación de la obra
santificadora de Jesucristo. Todos los demás están ordenados a él. Hasta
la Eucaristía está al servicio de la sanación del amor. Y el amor, que
comienza a ser sanado en la Eucaristía, termina por ser sanado, en cada
matrimonio, por el sacramento del Matrimonio.
30) El amor humano está hecho a imagen y semejanza del amor divino.
No hay nada más grande en la creación que el amor humano. Yo diría:
todo el universo está hecho para el hombre, y el hombre está hecho para
amar; por eso Dios los hizo varón y mujer a imagen y semejanza de Él.
Es decir, los hizo a imagen y semejanza de la Trinidad, y Dios es
relación consigo mismo. No son tres dioses, pero es un Dios que se
relaciona consigo mismo y con la Creación, y crea al hombre para la
relación amorosa esponsal; y de ese amor, que es fecundo, nace una
familia, nace una sociedad, nace la humanidad. ¡Los vínculos
amorosos! Para eso somos creados: para que el hombre encuentre en el
amor su felicidad. No en el bienestar. El amor sabe sacrificar. Hay que
anunciar el amor sufriente. El que ama sufre, pero tiene fuerzas para
sufrir porque el gozo del amor le permite sufrir. A veces hay gente que
dice: “No quiero tener perro porque muere y sufro.” Yo le digo:
“Entonces no te cases ni tengas hijos, porque vas a sufrir.” Si amas, vas
a sufrir. En esta vida, si no quieres sufrir, no ames. Pero entonces, ¿para
qué quieres vivir?
31) La ideología del liberalismo radical destruye la familia porque plantea
como meta de la sociedad los individuos aislados, separados. El sujeto
de derechos es el individuo. A él se le debe todo, pero él no debe nada a
los demás. Es un hombre desvinculado, sin lazos. Se vincula consigo
mismo. Él tiene todos los derechos, pero no le debe nada a nadie. Ésa es
la ideología de este liberalismo salvaje.
32) Pero ese hombre desvinculado es un ser absolutamente
desgraciado. Lo vemos correr detrás del bienestar. Pero el bienestar,
cuando lo alcanza, tampoco le da la felicidad. Y es lo que estamos
viendo. Se está viendo en Europa, sobre todo en Suecia. En los países
más adelantados, más prósperos, es donde el hombre tiene bienestar
pero se está extinguiendo por falta de amor. Tienen el índice más alto
de suicidios. Es que no hemos sido creados para el bienestar sino para el
amor, y el amor exige sacrificio, no hay que temerle al sacrificio.
33) Nuestro Señor nos dio el ejemplo de que por amor al Padre
se sacrificó en la cruz. Tuvo la fuerza que le daba el amor de Hijo
para el sacrificio más extremo. Jesús nos enseña a no temer el
sacrificio. Es como si, con su ejemplo nos dijera: “No teman al
sacrificio.” Y lo mismo nos enseña María a los pies de la cruz. No
salió corriendo. No le dijo a su Hijo: “Bájate.” Al contrario, lo
sostuvo en la cruz para que cumpliera su misión de Hijo y nos
enseñara a nosotros que el camino de la felicidad está en el amor,
aunque sea sufriente. ¡Vale la pena sufrir con tal de amar! Si no
quieres sufrir, no vas a amar, pero entonces te pierdes todo, te pierdes
a ti mismo.
34) El que no quiere amar por miedo a sufrir está en camino de
perdición y necesita ser salvado. Este mundo plantea, precisamente,
ese erróneo concepto. Aristóteles ya dijo, trescientos años antes de
Cristo, que el placer y el bienestar no dan la felicidad, refutando a los
epicúreos y a los estoicos. El bienestar no es la felicidad.
35) Contemplemos a María. Todo el mundo la proclama
“bienaventurada”. Y Ella dice: “Todas las generaciones me
proclamarán 'feliz'.”Y su profecía se cumple ante los ojos de nuestra
generación. Ella dijo eso hace dos mil años. Una jovencita cantó ese
himno de alabanza visitando a su prima santa Isabel, que la llamó
“bienaventurada”. Y se está cumpliendo. Hoy vemos cuánta gente la
llama “feliz”, la considera madre suya. En el mundo no hay una
madre con tantos hijos, ni a través de los siglos. A pesar de que en su
vida hubo dificultades y contrariedades, como cuando va al templo y
el anciano Simeón le dice: “Una espada de dolor atravesará tu co-
razón”, y no temió al sufrimiento.
36) San Juan dice que el amor perfecto exorciza el temor, exorciza el
miedo.2 Es decir que uno teme el sufrimiento porque no ama bastante o
porque no tiene motivos para comprenderlo, le falta todavía crecer en el
amor; es algo infantil. El dicho de Juan implica que el miedo tiene algo
de demoníaco y que debe ser exorcizado. Y que el amor es la forma
adecuada de exorcizar el miedo, porque es participación en el poder
divino.
37) Es muy propio de los padres, del papá sobre todo, del varón,
animar a sus hijos al sufrimiento. Está bien que la mamá proteja al niño,
¡pero hasta ahí! Después tiene que permitirle al papá que le enseñe a
tomar riesgos, que le enseñe a sufrir, porque el padre es el que tiene que
sufrir, ganar el pan con el sudor de su frente, lastimarse con los cardos y
las espinas. Sobre todo es el varón el que debe asumir el sacrificio de
los dolores por amor. Y entre ellos está precisamente la castidad, que
supone un autodominio de su lujuria, del placer sexual, y un mortificar
la carne. Sobre todo es el varón el que está hecho para el sacrificio. No
tanto la mujer: la mujer está a su lado para sostenerlo en el sacrificio.
38) Es enemiga del varón la mujer que quiere ahorrarle a éste el
sacrificarse por amor. Por eso también la novia le tiene que exigirle la
castidad al novio. Esto también le significa a la novia renunciar a
aquellas manifestaciones de ternura que ella desearía, pero que dañarían
a su novio, excitando su pasión en detrimento de su autodominio. Es el
varón el que tiene que morir por los suyos. Por eso el sacerdote es
varón. Porque es el que se ofrece como víctima. Ofrece la víctima; pero
después, en el fondo, es él quien tiene que ser víctima. Él, quien debe
ser capaz de morir por los suyos.
39) Por eso el Verbo de Dios se encarna en varón, no en mujer. Porque
Él venía a dar su vida por nosotros, venía a morir por nosotros y a
enseñarnos a los varones cristianos a no tener miedo a la muerte.
Enseñarnos que, si amamos realmente, verdaderamente, si nos dejamos
invadir por el amor divino, ese amor va a expulsar el temor. Debemos
luchar contra nuestro miedo, naturalmente. El caballero cristiano fue el
hombre capaz de arriesgar su vida por las causas de la justicia, por el
bien, por los débiles y también por su dama.
40) Ya hemos dicho que la ignorancia es una de las consecuencias del
pecado original. Cuando se ignora lo que es el sacramento del
Matrimonio, no se lo puede vivir porque los esposos no se preparan.
También se ignora lo que es el Bautismo, lo que significa ser hijo de
Dios y que el Padre me da la vida, que Dios Padre realmente me da la
vida, que esto no es una teoría sino una realidad comprobable. El que
cree en esto ve en su vida lo que sucede por creer y por comportarse
haciendo lo que al Padre le gusta, y evitando lo que al Padre no le gusta.
Ve lo que sucede si toma por norma de su vida la voluntad del Padre.
Pero, claro, hay que tomar a Dios en serio. Hay que tomarse en serio
que Dios es alguien real.
41) Hay gente que se ilusiona diciendo: “Yo pienso en Dios y eso es Dios.”
¡No! Tu idea de Dios no es Dios. Dios existe. Tú no lo puedes imaginar,
pero tienes que creer en Él, que envió a su Hijo, y vivir de acuerdo a
Cristo. Él ha dicho lo que al Padre le gusta y lo que no le gusta. Si tú
haces lo que le gusta como hijo, entonces eres hijo. Si haces lo que no
le gusta y no te importa, no eres hijo. Si no te importa lo que el Padre
quiere, no me digas que eres hijo y no te ilusiones pensando que vas a
recibir vida divina. ¡Es así! Y si no eres hijo en tu vida privada,
individual y personal, no lo vas a ser en el matrimonio, no vas a poder
ser un buen esposo cristiano, no vas a ser ministro del amor de Dios
para tu esposa o para tu esposo. Vas a ser ministro de tu propio amor
que, muchas veces en vez de amor es pasión y, otras veces, tiene un
alambrado de púas que es tu egoísmo: hasta ahí llegó tu amor, y el que
quiere pasar de los límites de tu egoísmo se desagarra en el alambrado
de púas.
42) Hay que tomarse en serio a Dios. No se puede vivir sin Dios. Y por
eso la desacralización del matrimonio trae la desacralización de la
sociedad y equivale a una especie de suicidio de la humanidad. Cuando
la familia pierde su carácter sagrado y su carácter santo se destruye la
fuente de toda otra relación social. Y esto significa la abolición no solo
de la familia sino de la sociedad. Es la sociedad la que se aboca a su
disolución total. La humanidad va al suicidio apartándose de Dios. Va a
la abolición del hombre, a la muerte de los vínculos amorosos.
Realmente, es una civilización de la muerte. Se acaba el verdadero
amor esponsal. Se acaba el verdadero amor paterno y materno.
43) Afortunadamente, hay en la humanidad reservas muy grandes. La
agresión de los medios del gobierno mundial y de los poderes de este
mundo, a pesar de todo el dinero que invierten en propaganda contra la
naturaleza humana y, sobre todo, tratando de enconar las heridas de la
naturaleza, no logra destruir del todo la obra de Dios.
44) Nunca hay que olvidar que el mal no puede sobre el bien. Ya
vimos que el Cantar de los Cantares dice que el amor esponsal que
viene de Dios, por ser de Dios, es más fuerte que la muerte. La cultura
del amor es más fuerte que la cultura de la muerte, porque la cultura del
amor se basa en la gracia divina. Si no, es imposible. Y la gracia divina
es más fuerte que el señor de la muerte, el homicida, Satanás.
45) También vimos que el Cantar de los Cantares dice que el
amor es una llamarada divina que grandes aguas no podrán extinguir.
Esa llamarada divina, esa chispa, por creación, por redención y por
salvación por el Bautismo, está actuante en la humanidad. La semilla
de trigo está mezclada con cizaña y es imposible separarla, pero es
invencible. Y habrá un día en que se haga la cosecha y se separe a
quienes vivieron amando y a quienes no vivieron amando, y a quienes
vivieron recibiendo el amor de Cristo y del Padre como hijos, de los
que vivieron ignorando a Dios y pensaron que podían vivir de es-
paldas a Él, los viñadores homicidas que quisieron apoderarse de la
viña que pertenece al Señor.
46) Cristo vino a sanar en nosotros el amor. Vino a sanar el amor
humano. Vino a sanar el amor esponsal. Vino a llamar a la
humanidad a unas bodas eternas con Dios para que pudiéramos vivir
nuestra vida humana en unión con Dios de forma divinizada, sagrada.
La vida humana es sagrada. Y hoy vemos la violencia desatada contra
ella. La vida humana no vale nada. Y los niños se educan mirando
televisión, donde se ve una muerte cada tres segundos. Se habla del
derecho al propio cuerpo, así lo llaman las feministas que se dicen
católicas por el derecho a decidir.

El noviazgo: escuela del amor matrimonial


47) El comienzo de la amistad matrimonial está en el noviazgo. Allí se
pone el cimiento. Si es un noviazgo casto, en que la novia es maestra
de la castidad del varón y le enseña la castidad ya desde el noviazgo,
es una cosa y ese matrimonio funcionará de acuerdo al sacramento.
Pero si no les importó la voluntad del Padre cuando eran novios, me
pregunto para qué se casan por la Iglesia, delante de Dios. Si no han
vivido el noviazgo delante de Dios, ¿cómo pretenden vivir su
matrimonio delante de Dios? ¿Por qué esos jóvenes que vivieron su
noviazgo sin importarles Dios quieren casarse por la Iglesia?

¿Cuáles son los motivos para casarse por la Iglesia? ¿Son motivos
religiosos o motivos humanos de alguna índole? ¿Que ella quiera tener
fotos de novia vestida de blanco? ¿Es una respetabilidad social? ¡Pero
esos no son motivos religiosos! El que obra así no se da cuenta de lo
que está haciendo, porque está tomando una cosa sagrada con una
intención no sagrada. Y eso se llama sacrilegio. ¡Se está cometiendo
sacrilegio! Empiezan su vida de esposos con un sacrilegio, con una
gravísima ofensa a Dios. No les importa nada de Dios y hacen toda una
pantomima religiosa. Eso es un sacrilegio. Es como si yo celebrara
Misa nada más que para show, sin reparar en que estoy celebrando el
sacrificio de Nuestro Señor Jesucristo, sin creer eso, e hiciera una
payasada. ¡Es un sacrilegio!
48) Por eso se corrompe el tejido social católico y de la Iglesia, porque
no resiste un sacrilegio. Hay que defender a Dios de la ofensa y del
sacrilegio. Si fundan su matrimonio, si edifican su casa sobre un
sacrilegio y no sobre la roca de la fe y del amor a Dios, de escuchar las
enseñanzas de Cristo y vivir de acuerdo a ellas como un bautizado, un
hijo de Dios, es como edificar sobre un pantano, con la consecuencia de
que esa casa se va a hundir en su propio pantano.
49) Por eso es necesario dar una voz de alerta sobre lo que está
sucediendo. Hay gente que se sacude el agua del Bautismo, como un
perro el agua lo hace con del baño. Estamos en esa situación, aunque
afortunadamente hay muchos que no, que realmente viven como
bautizados y se casan como bautizados. Que hablemos del mal no
quiere decir que todos vivan en el mal, gracias a Dios. Es como cuando
hablamos de las enfermedades; no quiere decir que todos estén
enfermos, gracias a Dios. Pero es necesario advertir a los que van por el
mal camino; no ser ciegos que guían a otros ciegos. Debemos ense-
ñarles a ver.
50) Es muy importante en todo esto cultivar la amistad matrimonial,
porque la amistad es el nombre del amor. Pero es amor recíproco, y por
eso debe ser en las dos direcciones. No basta con que uno quiera al otro.
El esposo, por ejemplo, debe saber escuchar a la esposa. Él mismo no se
da cuenta a veces de que eso forma parte importantísima del ministerio
del esposo. Un médico que no escucha al paciente no puede
diagnosticar. Y como él es médico de su esposa, debe escuchar el alma
de su esposa, ponerle el oído para ver dónde está el mal si es que hay
mal y dónde está el bien si es que hay bien. Porque la esposa muchas
veces va con su alma al esposo esperando una claridad que ella no
consigue tener acerca de sí misma, y que el esposo, cuando vive en Gra-
cia, puede dársela. Él tiene la gracia de decirle: “Lo que te pasa es tal
cosa.” Y ella dice: “Realmente es así”, no porque se lo dijo él, sino
porque la razón del esposo resulta un reflector que se proyecta sobre la
oscuridad del alma de la esposa y le permite a ella ver.
51) Ya hemos hecho la comparación de que el oído del esposo es como
un espejo donde ella se ve. La mujer necesita un espejo, siempre
necesita un espejo. Sin espejo le cuesta mucho arreglarse. Y necesita el
oído del corazón del esposo como un espejo de su alma, para poder
verse en lo que el esposo entiende de ella. Pero todo debe comenzar en
el noviazgo. Si la novia le da relaciones prematrimoniales, el varón está
superdistraído del alma de ella. Está pensando en su cuerpo; de su alma,
aunque quiera, no puede interesarse. Y la novia no se da cuenta, porque
su sexualidad está integrada con su amor, mientras que en el joven la
sexualidad se desintegra cada vez más si no entra en la integración de la
castidad, que es una virtud que exige del varón un sacrificio de su
pasionalidad sexual por amor a ella.
52) La amistad matrimonial debe ser renovada diariamente. Si no, las
heridas se van enconando y el amor se va corrompiendo. O quizás hubo
una falla en los cimientos, al comienzo; y cuando llegó la prueba, no
resistió. Esta imagen de la casa sobre roca es muy importante, y es en el
noviazgo donde se pone el cimiento. Es practicar la Palabra de Cristo. Y
si no les importa su Palabra y ellos saben más que Dios, porque los
mandamientos los tienen claros pero no los cumplen, lo que es muy co-
mún entre los jóvenes, luego pagan cara esa soberbia.

TESTIMONIOS Consultas y respuestas


Presento a continuación algunos testimonios o consultas que se me
han hecho, con mis respuestas acerca de estos asuntos del amor humano.
Todas ellas se presentan con la debida autorización de los interesados
pero, obviamente, bajo pseudónimo.
Respondo a estos casos y situaciones concretas mediante la aplicación
de los principios expuestos en los capítulos anteriores.

Espero que eso contribuya a entenderlos mejor; y a apreciar cuánta luz


que arroja la sabiduría revelada acerca del amor humano, creado, caído y
elevado por la gracia, sobre vicisitudes de la vida concreta del ser
humano.

Amar: ¿está en mi mano?


¿Es posible enamorarse por voluntad y decisión, o
es imposible?

Esta pregunta la formuló una visitante del Blog del Buen Amor:

Padre:

Aprovecho la presente, para hacerle una pregunta que desde hace un


tiempo está dando vueltas en mi cabeza: ¿Es posible enamorarse por
voluntad y decisión o es imposible, siendo el único camino para el
enamoramiento la espontánea y casi natural inclinación del corazón por
alguien? Es decir, ¿se puede un hombre proponerse amar a una mujer, o
viceversa? De mi parte a veces pienso que sí y otras, que no...

¿Será que el mundo actual es tan sensiblero y hedonista? No sé. Se lo


pregunto por algo que me está pasando a mí misma y me hace dudar
dolorosamente. A mí me está ocurriendo que a mis treinta y un años
siento más con la cabeza y mi corazón está más ecuánime.

Pues le cuento que yo tengo un enamorado maravilloso, un hombre


muy bueno que me quiere mucho, y ese amor suyo me ha dejado atónita
hasta el punto de dudar si lo que yo siento por él es lo mismo... ; me aterra
pensar que no pueda corresponder a ese amor grande, pues es todo lo que
yo siempre soñé y le pedí al Señor que me diera. Lo quiero muchísimo
pero me preocupa no sentir por el ese apasionamiento del latir del
corazón, sino más bien un amor tranquilo, sereno, conforme... Y esto me
llevó a dudar si acaso realmente lo he amado.
Sin embargo, yo deseo corresponderle, serle fiel y casarme con él, tal
como lo soñamos... Mas, como le decía, no soy la adolescente que antes
amaba con furor a sus amores imposibles...; y no ser así me ha dado
preocupación. Pero, como le digo, deseo seguir adelante con él, porque mi
corazón me dice que es la persona indicada, y soy feliz.

Me encantará muchísimo recibir su respuesta; mil gracias, Padre.

Sonia

Primera parte de mi respuesta


Muy estimada Sonia:

Paso a contestar tu pregunta sobre si el amor entre varón y mujer


puede ser una decisión de la voluntad. Entiendo que me preguntas si uno
podría enamorarse de cualquiera, del que uno quisiera o decidiera
enamorarse. Quizás, como en tu caso, de alguien que lo ama a uno, y por
el que uno no se siente apasionadamente enamorado, o duda de estar
enamorado con amor verdadero, porque tiene sentimientos distintos a los
que sentía siendo más joven.

Primero te contesto con una visión global del hecho del amor humano.

El amor “debe” ser una decisión de la voluntad, pero no puede ser


exclusiva de ésta. ¿Por qué? Primero, porque el ser humano no consta
solamente de voluntad; y segundo, porque a consecuencias del pecado
original, la razón y la voluntad no tienen el dominio de toda la persona.

Me sigo explicando: el ser humano es un ser complejo, compuesto de


cuerpo y alma De ahí que sus operaciones o acciones son también
complejas. El amor humano también es una operación de todo el ser
humano: de su alma o su espíritu, donde reside la voluntad, pero también
de sus apetitos sensibles, pasionales e instintivos. Claro está que son la ra-
zón y la voluntad las que deben regirlos a todos los demás, por ser las
potencias o facultades espirituales, y más elevadas. Por eso, podemos
decir que amar es un acto principalmente de la inteligencia y la voluntad,
pero no solamente de ellas.
A esta consideración es necesario agregar otra. Y es que, a
consecuencia del pecado original, el poder de la razón y de la voluntad
sobre los apetitos sensibles se ve disminuido y a veces hasta anulado, de
modo que la atracción hacia el otro puede convertirse en un impulso
predominante o puramente sensible (sentimental), o predominantemente
pasional e interesado (lujuria, avaricia, promoción social) y hasta violento
e instintivo, con anulación de la razón (como en el violador compulsivo).

Así que enamorarse por voluntad o por una pura decisión voluntaria
“debería” ser posible si la creatura humana hubiera conservado el dominio
de sus facultades espirituales sobre las sensibles que tenía antes del
pecado original, en el estado de inocencia.

Pero puesto que por el pecado original el ser humano ha perdido ese
dominio; el amor se ha convertido en un lugar de conflicto entre sus
facultades o potencias espirituales y sus facultades o potencias sensibles.

Y eso, no solamente en el momento de enamorarse, sino durante toda


la vida en común de los enamorados, hasta que la muerte los separe. Por
eso dice san Pablo, con entera verdad, que los que se casan “sufrirán
tribulación en la carne” (1.a Corintios 7, 28).

Con el pecado original, los deseos ya no obedecen a la razón, y


sobreviene lo que se llama concupiscencia, o desorden de las pasiones,
que las potencias espirituales no podrían dominar por sí solas, si no fuera
con el auxilio de Dios y de su gracia. Por lo que Dios primero dio la Ley
de Moisés y luego instituyó un sacramento de sanación, gracia y
santificación: el Matrimonio. Este sacramento auxilia en las tribulaciones
de la carne, pero no las anula, ni las ahorra.

Vuelvo pues a tu pregunta y sigo matizando la respuesta. Es posible


enamorarse del que uno decida querer, por la voluntad y pura decisión, en
la medida en que la gracia sana la naturaleza herida por el pecado original
y le devuelve a las potencias espirituales, el dominio sobre las potencias
sensibles. Es decir, en la medida en que la sanación por la gracia devuelve
a un ser humano el dominio de sus potencias por su razón y su voluntad
sanadas.
Amarse es amistad recíproca. Para amarse se necesita que se amen los
dos.

Pero avancemos ahora un paso más. El amor entre varón y mujer, por
ser un amor de amistad, supone que se amen los dos. Es decir que los dos
tomen la decisión de amarse. Para eso sería necesario que los dos
estuvieran tan sanados por la gracia, que su razón y voluntad pudieran
hacer un acuerdo perfecto, dominando todo el ámbito de los afectos, los
sentimientos, etc.

Aquí se ve que tu pregunta, por referirse a una sola de las partes,


parece estar suponiendo que la otra parte ya ama. La pregunta sería sobre
si es posible corresponder al amor del otro por uno, por pura voluntad o
decisión. ¿Puede una mujer decidir enamorarse del hombre que la ama,
sin tener mayores sentimientos hacia él, por pura voluntad o decisión?

Comentario de Jorge Alberr


En mi experiencia personal, sí es posible enamorarse y, aún más,
amar a una persona por la voluntad. No olvidemos que el acto de amar es
un acto de voluntad y de realizar el esfuerzo de andar en la gracia del
Señor. Me enamoré de mi esposa y la amo por propia voluntad, ¡pero
dentro de este amor quiero que ella sea feliz!

Segunda parte de mi respuesta


Sonia:

Ahora voy a repetirte la respuesta que te adelanté globalmente en la


entrada anterior, pero procediendo esta vez por pasos.

Tu pregunta, en resumen era ésta: ¿es posible enamorarse por


voluntad y decisión, o es imposible, siendo el único camino para el
enamoramiento la espontánea y casi natural inclinación del corazón por
alguien?

i°) Por ser el ser humano una creatura compuesta, “espiritual-sensible-


instintiva”, los actos de la potencia espiritual que es la voluntad tendrán
resonancias en las demás esferas: sensible, afectiva, pasional. Por su
naturaleza, las resonancias en el dominio sensible son más “ruidosas” o
“perceptibles” que el deseo o la decisión espiritual de la voluntad.

2°) Pero, a consecuencia del pecado original, sucede que el hombre es


movido a menudo “involuntariamente”, al margen de su voluntad, o aun
en contra de ella.

¿Es movido por quién? Por los afectos, los sentimientos, las pasiones.
A consecuencia del pecado original, éstos quedaron independizados del
gobierno de la razón. Y así puede suceder, por ejemplo, que alguien no
sienta afectos de amor hacia el que lo ama. Que no sea bastante motivo,
para moverse a amar al otro, el hecho de que el otro lo ame.

El motivo de que se presente el drama del amor no correspondido es


que, a consecuencia del pecado original, alguien puede sentirse incapaz de
amar “por pura voluntad o por decisión” (como dices tú, Sonia) al que ve
que lo ama.

3°) La voluntad, que es la potencia amorosa por la que nos movemos


hacia el bien conocido por la razón y la inteligencia, es ciega. Ella se
mueve por el bien que la inteligencia y la razón conocen como bien y le
presentan como bien. Por eso, el diocesillo griego del amor que llaman
Cupido es representado como un niño con los ojos vendados y con un
arco y flecha en la mano: un niño, sin razón madura, caprichoso, y que
arroja sus flechas a ciegas.

Una de las consecuencias del pecado original es una herida su


inteligencia: la ignorancia. Y por eso, una voluntad guiada por una razón
ignorante puede abrazarse a lo que las pasiones o los instintos le presentan
como un bien, cuando de hecho son un mal. En ese caso, la voluntad no
hace culpable al hombre cuando él sigue las indicaciones que le da su
inteligencia ignorante y hace el mal que su inteligencia le presenta como
bueno.

Si al varón le dicen que debe fornicar y que no es hombre si no


fornica, y si ese hombre no conoce la ley de Dios que prohíbe fornicar,
cuando hace lo que dicen los hombres, su voluntad sigue con lo que le
presentan como bueno. Por eso era necesario que el Señor promulgara la
Ley, porque la razón humana ya no distinguía entre bien y mal.

Así que volviendo a tu pregunta, sería posible amar con la sola


voluntad al que nos ama si el alma fuera sanada por la gracia e instalada
en el orden de: a) una inteligencia sanada de la ignorancia (¿cómo?,
gracias a la revelación divina; a la fe, a la instrucción religiosa ortodoxa, o
a una cultura familiar y social que se lo enseñe, facilite y apruebe); b) una
voluntad sanada de su malicia; c) una sensibilidad ordenada por la
templanza y la fortaleza.

Dicho cortito: En la medida en que la inteligencia y la voluntad tengan


dominio sobre la sensibilidad, las pasiones y los deseos instintivos, es
posible amar por pura voluntad. En la medida en que pase al revés, las
pasiones pueden más que la voluntad. Eso es lo que procuro dar a conocer
en este Blog del Buen Amor. Por eso, agradezco tu pregunta que me per-
mite exponerla.

Bueno, vienen a buscarme y tengo que abandonar para seguir en otro


momento, porque el tema da para mucho. Y para responder bien tu
pregunta hay que tener en cuenta muchas cosas acerca de la verdad del
corazón humano, creado, caído, salvado por la gracia.

Miércoles 12 de agosto de 2009.

Tercera y última parte de mi respuesta


Sonia, sigo tratando del tema que me planteaste con tu pregunta...

Ayudará a entender el hecho de considerar lo que pasa con los


jóvenes. Resulta que la edad en que los jóvenes se ennovian es
precisamente la edad de las pasiones, en que éstas, especialmente las
amorosas y sexuales, son muy fuertes y compiten con la razón por el
dominio de la voluntad.

Los jóvenes en este caso, evidentemente, están muy influidos por la


pasión en su elección amorosa. Podrían elegir con la voluntad en edad
más avanzada, pero entonces se ha perdido capacidad dialogal y para
adaptarse al otro. Se ha perdido precisamente la vitalidad y la fuerza que
dan las pasiones. Los seres humanos se han hecho más razonadores, pero
no siempre por virtud, sino por desengaños o malas experiencias.

Lo ideal sería aunar el vigor de las certezas de la razón con la fuerza


de las pasiones y de los sentimientos, y la inteligencia dirigiéndolo todo,
iluminada por el conocimiento del Bien (Dios) y la voluntad orientada
hacia Él.

Eso no sucede debido al pecado original.

Creo que la cultura católica, inspirada por las virtudes teologales,


cuando regía el ámbito social y político, iniciaba desde niños a la cultura
de las pasiones dominadas y gobernadas por el amor a Dios. Educaba
personas para el matrimonio, desde niños.

A los varones les enseñaba especialmente a dominar su ira y su


tristeza, así como el impulso a la voracidad, por amor a Dios y respeto a
sus padres, a sus hermanas, a los suyos. A las niñas les enseñaba a
hacerse libres frente a sus caprichos, capaces de renunciar a su propia
voluntad, por amor a Dios, a los suyos, a los más débiles. Así se
preparaban desde niños para el dominio de las pasiones instintivas (más
bien, los varones) y las pasiones del alma (más bien las niñas). Y a go-
bernarse por la razón y por el buen amor, a Dios y a los demás;
jerarquizado ese “los demás” con el orden cristiano.

Tal como están las cosas en el orden (es más bien desorden) de la
naturaleza caída, elevada por la gracia y sanada por Cristo en los
sacramentos, es muy difícil “enamorarse por voluntad y decisión”, pero
no imposible. Creo que aquí, como en lo del celibato o la virginidad por el
Reino de los Cielos, vale lo que dice Jesús: “El que pueda entender que
entienda.”

En la vida de santo Tomás Moro, se lee que hizo una elección muy
racional de la que sería su esposa y la madre de sus hijos.

Hace unas semanas subí al blog el video de María Cecilia y Salvador,


porque demuestra cuánto puede sufrir en la tolerancia de los defectos
físicos en el otro, la voluntad de construir algo juntos y de perpetuarse en
los hijos.

Las culturas de los pueblos demuestran también que, en muchas, no


eran ni los sentimientos ni la decisión personal los que determinaban el
casamiento, sino la voluntad de los padres, de la familia. Y eso no era
obstáculo para que, interiorizando los imperativos del interés familiar o
social, los esposos compartieran un fin común, y de ese modo creciera
entre ellos el afecto y la amistad que hace fieles.

En una entradas del 31 de diciembre de 2008, subí a este Blog del


Buen Amor, una página de una web judía que expone su punto de vista
sobre el amor humano. Allí leemos:

“El verdadero amor no consiste en que dos personas se sientan


atraídos el uno hacia el otro por algo exterior que los junta. Hay verdadero
amor cuando se sienten más bien atraídos por la esencia del otro. Ellos se
identifican el uno con el otro y, en consecuencia, sus propias naturalezas
hacen que su amor mutuo sea inevitablemente verdadero y perdurable”

El tema da para largo... y pienso seguirlo tratándolo, pero ya no por mi


cuenta, sino a la luz de un libro que ha abordado el tema en forma muy
profunda e interesante. Les adelanto el nombre, por si lo encuentran, y les
recomiendo su lectura. Autor: Angelo Scola, Título: Identidad y
diferencia. Subtítulo: La relación hombre-mujer. Ediciones Encuentro,
Madrid, 1989 (Colección Libros de Bolsillo 52). Bueno, me empieza a
pesar mucho el sueño. Que el Señor la bendiga mucho.

Comentario de Jorge
Excelente post; muchos pensamos que el amor es solo romanticismo,
pero el amor maduro va más allá, y para eso requiere prepararse.

La respuesta final de Sonia


Por viajes y otras distintas ocupaciones, Sonia recién se enteró meses
después de nuestra respuesta a su pregunta. Le impresionó especialmente
la intervención de Mariana (ver el próximo testimonio). Sonia nos hizo
llegar este eco final.

¡Padre, me dio mucha alegría ver mi pregunta en el blog!

De hecho, como no encontraba mi nombre no sabía dónde estaba;


ahora sé que yo era “Sonia”; y bueno, leí todo y como siempre su
respuesta me volvió a dar luces y a confirmar lo que ahora siento por él.

Más aún, me llenó de alegría y gratitud el testimonio de Mariana...


¡Sinceramente qué alegría!, pues pensé que sólo a mí me pasaba, y hasta
en algún momento creí que era una cosa extraña lo que sentía, sin
precedentes... Y mire usted, luego, cuando me respondió, sentí
tranquilidad, paz, seguridad.

A estas alturas, le cuento que me siento felizmente enamorada, muy


segura de Manuel y sé —me lo dice la realidad por todos los lados— que
es el amor de mi vida. Incluso, en Una historia de Amor de Felicita lo
leí... José le describía su amor como algo tranquilo, suave, sin
aspavientos. (Un poco me recuerda a la llegada del Espíritu Santo, sin
rayos ni relámpagos, como uno lo esperaba.)

Amo a Manuel más allá de lo que yo misma creía y todo lo ha hecho


Dios. Ese doloroso tiempo de dudas, que jamás antes había sentido
porque jamás antes me había enamorado, pasó poco tiempo después de lo
que usted me dijo en su respuesta.

¡Ahora puedo confirmar que Mariana tiene mucha razón!... Y yo, así
como ella de su esposo, me enamoro cada vez más de Manuel. ¡Por favor,
le da usted muchas gracias de mi parte! Dígale que estoy muy feliz. Iba a
escribir un comentario al pie de su testimonio pero pensé que tal vez
saldría mi verdadero nombre y me abstuve.

Gracias, Padre, por ayudarme tanto.

Manuel estuvo aquí en agosto, no recuerdo si le conté mi historia de


amor, y nos pensamos casar, pero por motivos circunstanciales recién el
año que viene, por lo que le ruego que me ayude a rezar para que todo
salga bien. Ahora, estoy haciendo los trámites para viajar al país donde
vive él y conocer a su familia.

Conocí a Manuel el 7 de febrero de este año. Recibí un correo


electrónico suyo donde me contaba que me había visto participar en el
foro de solteros de “Catholic.net”...; de ahí en adelante conversamos
mucho por este medio, hasta que vio posible venir a verme en Semana
Santa para encontrarnos, y así fue. Luego, debí ir yo en julio pero no
pude, pero él sí pudo venir por segunda vez y por más tiempo en agosto.
Ahora yo, antes de fin de año, debo ir al país y a la ciudad donde él vive.
Es un hombre maravilloso, todo lo que soñé, su aparición en mi vida fue
providencial. Lo que si, cuesta mucho... Y eso lo vemos pacientemente
como una prueba también; es la distancia., y queremos superarla
prontamente.

Bueno, Padre, lamento haberme extendido. Le doy muchas gracias por


estar siempre ahí, Dios lo bendiga y que todo le salga bien en Paraguay y
luego en Argentina.

Con cariño, Sonia.

Mariana: ¿amar está en mi mano?


Mariana envió este comentario a la pregunta de Sonia de si “amar está
en mi mano”.

Estimado Padre:

He leído con mucho interés la pregunta de Sonia en el Blog del Buen


Amor. Quiero pasarle mi experiencia, pero se la mando a Ud. para que se
la reenvíe, por pudor personal no la publico en el blog, salvo que Ud.
quiera hacerlo con otro nombre si le parece que vale la pena.

Mire, luego de aquel tormentoso noviazgo con X (¿lo recuerda?), que


fue como amor adolescente, con pasión y temblor, la Providencia quiso
que un rayo me tirara al suelo a través del dolor, dolor que hoy bendigo
tanto. Eso permitió que no quisiera, de ningún modo, volver a
enamorarme de ese modo pasional, digamos, donde el sentimiento tiraba
más que la cabeza.

Cuando apareció mi actual esposo, sentí tranquilidad; nada de rayos y


truenos, sólo tranquilidad, tanta, que también me preguntaba, como Sonia,
si lo quería. Muchas veces dudé, pero todas las veces recurrí a la oración,
como enseña san Ignacio, para ver qué me decía el Señor: el silencio de la
oración me decía que era la persona para mí, que era la Voluntad de Dios.
Por fuera, los sentidos, tiraban hacia aquel primer amor, sensiblemente
tiraba para ese lado; pero en la oración, todo se ordenaba y Dios me
mostraba, con la certeza de una inmensa paz, que el que es ahora mi
esposo era para mí. De algún modo, la primer decisión fue con la cabeza:
aceptar sus invitaciones para conocernos de forma racional, si se quiere,
porque veía de algún modo que era lo que Dios quería. Estar con él solo
me traía tranquilidad. Luego, lo fui conociendo y me enamoré, y puedo
decir que cuando me casé, dos años después, me enamoré mucho más, y
me sigo enamorando cada día de una forma nueva; pareciera que nunca
terminaré de conocerlo, lo bueno y lo malo, en su conjunto, es una
continua sorpresa que solo me invita a quererlo más.

Las dudas afloraron muchas veces hasta cerca del casamiento, pero
esa paz y esa certeza, que veía y sentía en la oración, siempre me dieron la
respuesta. Cuando la cabeza y los sentidos están heridos, siempre querrán
añorar aquello tan sensible que vivieron una vez, sumado al mundo que
nos rodea, donde el amor es pasión, también tiran hacia ese lado, el
incorrecto. Cuando la cabeza se ubica en el lugar correcto, lo demás se va
ordenando, aunque ya está herida de algún modo, y algunas veces nos
quiere confundir.

Muchas mujeres dejan pasar al hombre que Dios les ha destinado


porque están esperando ese rayo que las fulmine, un enamoramiento
adolescente, sin saber que dejan pasar un amor tan cierto y firme, que es
mucho más hermoso, porque es verdadero. Siempre les he dicho a mis
amigas que elijan de este modo; no me comprenden en general. Por eso
me dio una gran alegría leer el testimonio de Sonia: creo que está con
quien Dios quiere para ella. Ojalá le sirva, Mariana.

Al final me volví al que siempre me había


amado
Un testimonio hermoso y verdadero
Es muy frecuente que Dios ponga el amor por una mujer en el corazón
del varón, pero ésta no reconozca al hombre que la ama, o que él no
responda a los ideales que ella tiene acerca del tipo de varón que desea
para esposo. Sus ilusiones y sus sueños le impiden ver el amor que tienen
delante y al príncipe que llega a golpear a la puerta de su corazón, porque
viene disfrazado de mendigo. Mendigo de su amor.

Muchas veces me he encontrado con mujeres que dejaron pasar ese


primer amor, o lo despreciaron, y luego quedaron solteras, porque los
hombres de los que ellas gustaban no gustaban de ellas. El caso que
presenta esta carta es un testimonio real de una joven que no reconoció de
entrada al que la amaba. Pero esta historia tiene un fin feliz. Hoy están pa-
ra casarse.

La joven debe cultivar los ojos de su corazón y tenerlos limpios para


poder ver el amor verdadero en el corazón del que Dios le envía como
esposo. Y cuando llega o pasa, debe poder poner de lado sus sueños. Si
ora, su Padre celestial no la dejará engañar. Pero si no, no hay garantía.

Querido Padre:

Cuando tenía 13 años tuve mi primer novio; Ernesto se llamaba. Fue


una experiencia muy dolorosa pues él me decía que me amaba, me hacía
sentir importante y querida. Yo, tan chica y muy carente de afecto, me
aferré a él; él era mi mundo. Un día empezó por gritarme, luego fue una
bofetada y más tarde un moretón, y yo no me daba cuenta de que no era
normal. Aceptaba su mal trato con tal de tener alguien que me diera
aunque sea un enfermizo amor. En cuanto a lo sexual, no llegó a haber el
acto en sí pero se enojaba mucho si yo no lo dejaba que me tocara.
Después del año y medio me dejó y yo sufría mucho, parecía que el
mundo se me había acabado, ¡estaba tan perdida, Padre!: Salía para verlo,
y cuántas locuras más! El volvía cuando tenía ganas o cuando estaba solo,
y yo me ilusionaba, y luego sufría más.

“El amor verdadero empezó a asustarme. Lo normal y


lógico me asustaba”

Luego a los 19, conocí al que ahora es mi novio, Eduardo, el callado,


un poco serio; me empezó a gustar. Por amigos en común nos pusimos de
novio, al principio era muy hermoso: yo lo atendía, lo cuidaba, él me
amaba y me decía que quería que fuera la madre de sus hijos; su amor
verdadero empezó a espantarme. Lo normal y lógico a mí me asustaba.

Un día lo engañé con otro, y luego lo dejé. Enseguida me puse de


novio con esta persona, claro que a los 4 meses me di cuenta de que él
sólo quería pasarla bien, y yo no quería eso; pero yo siempre buscaba
enredarme con personas que emocionalmente no me daban nada, sólo me
usaban, estaba tan perdida que no podía distinguir el verdadero amor,
dejaba que me usaran y me lastimaran sólo por un momento de afecto, me
engañaba a mí misma pensando “ya se va a enganchar, ya me va a amar;
tengo que darle tiempo”.

“¡Otro desengaño!”

En esta búsqueda, un día conocí a Raúl, diez años mayor que yo. Él
era el modelo de hombre que yo buscaba, me daba seguridad, era
divertido, inteligente; pero fue mi mayor desengaño.

Me enamoré de él, o al menos creía estarlo en ese momento, y sufrí


tanto. Estuvimos casi un año saliendo y yo tenía la esperanza de que él me
eligiera para formalizar, pero lejos estaba de eso; un día se fue, no me
llamó más, lo veía sólo pasar, hasta me rebajé y lo llamaba para pedirle
explicación, como si la tuviera; lo que mal comienza mal acaba. A él no le
importaba, sólo quería pasarla bien y que llenara el vacío que había
dejado su ex.
Con él toqué fondo, ¡otro desengaño! Ya no me acordaba de Eduardo,
lo menospreciaba, pensaba “yo estoy para más”, como si la pasión o el
dinero importaran más que la persona. ¡Estaba ciega! Y muy equivocada.

Sin Dios y sin mi padre estaba realmente perdida

Un día conocí a Jesucristo y comenzó el proceso del amor en mi vida,


yo en el fondo quería tener un noviazgo, formar mi familia pero hacia
todo mal, estaba muy herida y buscaba consuelo en las creaturas en vez de
buscarlo en Dios.

Un llamado interior

La única persona que de veras me amaba yo la había lastimado, y


subestimado: “Eduardo”, el callado, un poco serio. Sentía en mi interior
que debía pedirle perdón por todo lo que lo había lastimado y sincerarme
con él.

Un día lo llamé y hablamos. Le pedí perdón. Él con su bondad me lo


concedió. Pasaron los meses y un día hablamos, y nos vimos, y así fue
que desde el perdón y el respeto pudimos sanar muchas heridas que
ambos teníamos. Ya hace más de un año que estamos de novio, ¡y nos
vamos a casar si Dios quiere!

Humanamente nunca crei posible estar de nuevo con él, pero al sanar
mi corazón y buscar la voluntad de Dios, todo se fue dando de una manera
muy especial, porque puedo sentir que Dios está bendiciendo nuestro
noviazgo, y, aunque antes en la otra etapa teníamos relaciones, ahora
estamos viviendo un noviazgo puro y casto como quiere el Padre celestial.

Padre, espero que mi testimonio ayude a muchas personáis como usted


bien decía: “Mujeres que necesitan demasiado ser amadas.”

Me despido; un abrazo en Cristo, su hija Laura.


Tentada contra el novio Los dilemas de
Jacinta, indecisa en su vocación:
¿el convento, o Facundo , o el seminarista?

Presento un proceso de tentación y salida de la tentación en el


noviazgo que padece una joven, que llamaré Jacinta, de 24 años,
fervorosa, de vida de oración intensa.

Una tentación de la que sale gracias al auxilio divino, la oración, la


obediencia a los consejos, aún aquellos que tienen que ponerse a meditar
para entenderlos.

Les adelanto algo que Jacinta no se atreve, por vergüenza, a decirme


en sus primeros e-mails. El factor desencadenante de la tentación es un
“enamoramiento” con un seminarista.

He visto con demasiada frecuencia, casi como un estilo generalizado,


casos de seminaristas que en sus tiempos de “apostolado” coquetean o
galantean con las chicas. Hacen con ello un daño inmenso, no sólo a ellas,
sino a los varones de la parroquia o del grupo, contra los cuales practican
a veces una “competencia desleal”, porque el carácter presuntamente
“más espiritual” de los seminaristas es un fuerte factor de atracción para
ellas.

Ya en mis tiempos de estudiante de teología en Holanda, se había


introducido entre religiosos y religiosas una especie de galanteo amoroso
no comprometido, al que se le llamaba la tercera vía para la afectividad.
Se esgrimían como razones la madurez afectiva de quienes debían salir de
pasadas represiones de la sexualidad y exageradas cautelas en el trato en-
tre varón y mujer, aun consagrados. Un verdadero desastre que hoy veo
instalado como elemento de la cultura de seminaristas y sacerdotes
jóvenes en su “apostolado” con las jóvenes.

Jacinta me permite publicar el intercambio epistolar que mantuvimos


por correo electrónico, guardando siempre el secreto del blog sobre las
personas.
“Si mi caso —dice— puede ser de ayuda para chicas o chicos que
pasaron o pasan lo mismo que yo, ¡alabado sea el Señor! Tiene mi
bendición con este trabajo... Oremos juntos, padrecito, para que dé los
frutos que el Señor quiera. Encontré uno o dos correos suyos, con sus
consejos, quiere que se los envíe? Muchas gracias, padre, por ser
instrumento del Señor. María, Madre nuestra, lo bendiga. Su hijita,
Jacinta.”

Primera consulta de Jacinta

31 de marzo:

En este primer e-mail, Jacinta cuenta que ha hecho un retiro espiritual


donde ha tenido mucha consolación. Ha experimentado sanación
espiritual, psicológica y física. Pero, al mismo tiempo, le ha pasado algo
que no se atreve a decirme de entrada. Sólo me dice: “Mi alma está herida
de muerte.” Y pregunta si estoy dispuesto a escucharla y aconsejarla. Le
digo por e-mail que sí, que se anime a hablar. Ella responde en un
segundo mail solamente que ha suspendido la fecha de compromiso que
tenía fijada con su novio. Pero aún no se atreve a plantear cuál es su
problema, cosa que hará en el tercer e-mail.

Hola, padrecito mío:

[.] ¡Cuántas cosas por entender, Padre! ¡Cuántas cosas que busco
entender y no me corresponde saber! ¡Cómo puedo hacer para someter mi
racionalidad mental a la racionalidad de mi corazón, que sólo busca a su
Dios, con pasión; lo busca ardientemente como la Magdalena! ero como
dice la Palabra: nada más tortuoso que el corazón del hombre.

En enero de este año, hice un retiro de silencio ignaciano pero con


dinámica de sanación interior, de 7 días más o menos, en un pueblo antes
de llegar a Santa Fe, dirigido por un sacerdote diocesano, asesor
arquidiocesano de la Renovación Carismática.

Me cambió la vida, Padre, la existencia; las enseñanzas calaron lo más


profundo de mi corazón, y teníamos que hacer, mínimo, cuatro horas de
Santísimo diarias para meditar enseñanzas y orar las citas bíblicas que nos
daban los servidores o el Padre.

El Señor reveló muchísimas cosas; nunca vi ni sentí siquiera algo


parecido.

Es tremendo experimentar cuánto nos ama Dios, y es un amor real,


palpable, no es una nebulosa, me ama a mí, Jacinta Díaz, se entregó por
mi, por mis faltas, cada una de ellas, por amarme, por mi amor.
Experimentar en carne esto, no se lo puede explicar: cuando uno
experimenta el amor del Señor, no se conforma con menos. Mi corazón se
goza en el amor místico del Padre, de Jesús, del Santo Espíritu. Es Tri-
nitario, es algo que quiero vivir siempre.

En este momento no puedo expresarlo, Padre, porque estoy pasando


por un dolor particular, por eso le escribo, ¡para recordarme lo que me
ama Dios!

El Señor me regala un corazón para que lo adore diariamente, cada día


me postro a sus pies para cubrirlo con mis perfumes más hermosos y que
se sienta invitado a mi casa, a mi corazón bendecido por él. Aprendí a
amarlo, Padre, aprendí a amar a mis hermanos. El Señor resucitó en mi el
amor: tenía muertos los sentimientos totalmente, todo me daba igual, nada
me alegraba o me entristecía demasiado, mucho no me importaba mi vida
siquiera, tenía una tremenda opción de muerte, autodestrucción, me estaba
matando de a poco con una bulimia que ni mi médico, nutricionista, y
menos mi psicólogo podían combatirla, desde el día que ingresé al retiro
no vomité más, ni me di atracones. Después de años de lucha, se fue sola,
quedando sólo la tendencia, lógicamente, y un autoestima por sanar. Mi
autoestima estaba destruida, nada más que morirme quería, ¡y Jesús murió
por mi! ¡Valgo una gota de sus Preciosísima Sangre! ¡Es bellísimo!
Valgo, Padre, soy importante, ¡estoy escrita en la palma de la mano de mi
Dios!

Pero, como siempre, me pasan cosas particulares, y me gustaría


primero saber si está dispuesto a orar conmigo, si no es demasiado pedir;
pero sabe, Padrecito, que no tengo a quien recurrir, sólo a usted. Si
responde afirmativamente, le voy a contar lo que me está pasando y me
pasó, porque es muy complejo, y sólo el Señor, en su Misericordia, podría
revelarnos qué pasa acá.

Oremos, Padrecito, me da vergüenza pedírselo, soy tan insignificante


al lado suyo, pero esta humilde florcita que sólo quiere adornar el Altar de
Su Señor y perfumarlo para sus hermanos necesita de sus Ministros, ¡y
sólo encuentra puertas cerradas! ¡Cómo llora mi corazón, padre! ¡Cómo
sufre mi alma!; tanto, que deseo que la hermana muerte me lleve consigo,
¡porque no se puede continuar! ¡Cómo continuar si mi alma esta herida de
muerte?

Bueno, Padrecito de mi corazón, que tanto quiero, me despido


esperando pronta respuesta, y orando por usted como siempre. María lo
bendiga: su hijita Jacinta.

Primera respuesta

Le contesté un e-mail diciéndole que podía escribirme y con gusto


trataría de aconsejarla.

A lo que Jacinta contestó con otro en el que me confesaba que todavía


no lograba sincerarse.

Posteriormente, logró plantear su problema en el correo electrónico


que sigue más abajo. En un breve segundo e-mail que no reproduzco,
Jacinta me cuenta solamente que ha suspendido la fecha de compromiso
que tenía fijada con su novio. Pero aún no se atrevía a plantear cuál era su
problema, cosa que hizo en este tercer e-mail.

Recién ahora Jacinta logra vencer la dificultad que tiene para


expresarme cuál es el problema que la atormenta. Se ha implicado
afectivamente con un chico que es seminarista. Y eso la ha llevado a una
crisis en su relación con Facundo y a una mayor confusión interior,
volviendo a dudar acerca de su vocación. No sabe si debe entrar a la vida
religiosa o seguir con Facundo. Porque experimenta en su piedad
religiosa consolaciones sensibles que no encuentra en su noviazgo con
Facundo. Y encuentra en el seminarista afinidad, al mismo tiempo,
religiosa y sensible. Todo un nudo. Jacinta se confunde porque no
distingue entre voluntad y sensibilidad. Y piensa que allí donde su
sensibilidad se conmueve más es donde Dios la llama.

Estimado Padrecito mío:

Te voy a contar cómo viene la mano, aunque sea raro, y me dé


vergüenza. Resulta que para abril habíamos quedado con Facundo, mi
novio, que haríamos el compromiso formal con bendición y todo, y ver si
en octubre del año que viene podíamos casarnos.

Facundo es hijo único, su padre falleció hace años y su mamá está


inválida; por lo tanto, se demoró nuestro matrimonio por esos temas.
Bueno, para Navidad, Facundo me regala este retiro de silencio, porque
mi alma, Padre, estaba en agonía, y si bien Facundo no entiende nada de
nada de mis dudas vocacionales, en mis ojos siempre se notó la tristeza,
un dolor profundo. Siempre dudando si tengo vocación matrimonial o
religiosa.

Voy al retiro el 2 de enero al mediodía; entro en silencio ese día a las


19 horas. Apagué el celular, apagué toda conexión con el mundo exterior,
porque era mi oportunidad de reconciliarme con Dios, de encontrarlo, de
reconocerlo como mi Padre amado, de sentirme amada. Facundo es frío,
es buena persona, pero es como yo, un freezer total. Antes de ingresar al
silencio, conozco un grupo de chicos jóvenes, como yo, algo más chicos,
con una espiritualidad que es tremenda para su edad, realmente (Padre, ya
tengo 24 años), dos chicos de un grupo de adoración eucarística, y un
seminarista. Tomamos unos mates e intercambiamos experiencias
rapidito. Con uno de ellos, enseguida hablamos el mismo idioma, Padre, y
le pasé una poesía de san Juan de la Cruz que me gusta mucho, que es la
“Llama de amor viva”. Mis santos son Teresita del Niño Jesús, Teresa de
Ávila y Juan de la Cruz; los amo y tengo sus obras completas.

Cuestión que entramos al retiro, y si bien no me fue difícil el silencio


interior ni exterior, y estábamos todo el día ocupados con actividades y
orando, este chico me inspiraba ganas de rezar realmente, nos cruzamos
un par de veces, y sin mirarnos, porque corta el silencio, sentí una
comunión hermosa con él.
Al finalizar el retiro, él se me acerca y me dice lo mismo., que yo le
inspiraba ganas de orar, y que sentía conmigo esa misma comunión, me
resultó increíble. ¿No? Así que esa noche rezamos toda la noche juntos y
con los otros chicos, orando, cantando, alabando al Señor por tantas
maravillas. Muy bonito. Esa mañana nos volvíamos a nuestras casas.
Llegué siendo otra persona, pero no sabía por qué no tenía tanta necesidad
de estar con Facundo, después de no verlo ni saber nada de él más de una
semana. Casi no lo extrañaba. Llevamos dos años de novios.

Al retiro me fui llorando, porque me costaba separarme de él,


realmente. Y a la vuelta casi nada., no tenía la misma necesidad. Y él se
dio cuenta, Padre. ¡No sabes cómo sufrió! ¡Le rompí el corazón, sin
darme cuenta! ¡Qué descarada! Pero ¿qué ocurría en mí? ¿Qué me
pasaba? Me di cuenta de su frialdad, hasta malos tratos, a veces, su
acostumbramiento a mí, y que no tenía detalles. No era para él un suave
pétalo, dulce, que lo hacía feliz y perfumaba su vida! No, no. Nada de eso.
No me cuidaba más. Y ya parecíamos esos matrimonios de 80 mil años de
casados que están como si fueran un mueble.

A la par de eso, no dejé de tener contacto con este chico, que estaba de
vacaciones en su casa, de unas termas donde pensaba irme de vacaciones.
Así que invité a mi hermano (porque Facundo no viaja nunca y no quiere,
por el tema de su mamá, así que nunca va de vacaciones), y nos fuimos
con mi hermano a visitar a este chico, compañero mío de retiro,
cambiando mi lugar de vacaciones, ¿no?, y sólo 5 días.

Hablábamos por teléfono todos los días y orábamos juntos.


Lógicamente, como se lo debe imaginar, Padre, me enamoré de este
muchacho, ¡que es seminarista! Y él, supuestamente, de mí también, pero
su llamado al sacerdocio es especial, es muy místico, no sé explicarlo. Y
tenía millones de problemas en su aceptación masculina, debido a un
abuso sexual, así que eran sentimientos nuevos para él, y nuevos para mí
porque, de ser siempre fría, comencé a sentir, sentir de todo, cosas
increíbles, nunca tuve “ganas” de estar con alguien, de compartirle mis
escritos (porque escribo, Padre) o mi espiritualidad, y quería ofrecerle
todo de mí, y compartimos todo, sé cosas de él que nadie sabe y él de mí.
Todo esto, consciente de que caminaba a consagrarse, recién en
segundo año de su seminario. Cuando fui a verlo a su casa, que nos invitó,
en un momento solos me regala un beso suyo; nunca amé así, Padre,
jamás. Pero ¿qué iba a pasar después de tener una experiencia sensible de
un amor que yo era conciente que no lo iba a tener? Siempre aspiré a amar
sin poseer, siempre aspiré a ese amor místico, perfecto, trascendental, que
llena, ¡porque Cristo me regalaba un corazón de carne!

Pero estaba Facundo del otro lado, y no lo iba a dejar; así que volví,
me confesé de mi infidelidad, pero seguía charlando por teléfono con este
chico. Charlando de todo. No pasaba día que no rezara para que el Señor
ordenara mis sentimientos. Este chico ni siquiera calza dentro de mis pa-
rámetros humanos acerca de quién podría enamorarme.

Traté de ahogar mis sentimientos de todas formas, hasta que ingresó al


seminario, y los curas le prohibieron acercarse a mí; pero, cuando él les
expuso todo lo bien que le hacia amar a alguien, le dieron su bendición.
Son muy ortodoxos allá. Pero, como su gran herida está en el amor y es
enfermizamente escrupuloso, él sí intentó y pudo ahogar todo amor.

Ahora soy una más en su vida, una amiga de tantas, y me resulta increíble
por tanto que charlábamos; me siento usada, como si fuera descartable, y
lo acepto, pero ¿Dios me usaría así para sanar un alma de desecharme? Y
ya no parece él, es tan frío, distante, que me siento como si tuviera mi
corazón partido en mil, aunque nunca quise más que una especial co-
munión con él, a causa de su llamado.

Ayer decidí alejar de mí todo recuerdo, sentimiento, lo que sea que me


haga saberme enamorada, y postrarme ante mi Señor para que me
purifique, y que me sea claro el “porqué” de esto. ¿Dios lo dio para
sacarlo? ¿Es del demonio? Hablé esto con el sacerdote que nos guió a los
dos en los ejercicios, pero se encuentra muy lejos como para que sea mi
director espiritual, y me dijo que sentía que el Señor estaba detrás, por
cómo venía la mano; pero que siga con mi vida, porque notaba mi alma
exhausta, entre éste, Facundo y una posible vocación religiosa.

Entiéndame, Padre, que así no puedo comprometerme, y este


sacerdote me dijo que me tome mi tiempo, por eso le dije a Facundo de
suspender el compromiso, y hablé con él ese tema vocacional, lo otro no,
por consejo del mismo cura, y de nuevo le rompí el corazón, y ahora me
pide que, antes de retomar proyectos, confirme. Facundito, al no poder
hacer ejercicios en otro lado, los hace por Internet y lo guían sacerdotes
por el mismo medio.

Acá tengo un sacerdote que empezó a guiarme, y cuando le conté un


sueño rarísimo que tuve, me dijo: “Pedíle a María la luz, y rezá.”
Entonces le pedí que orara también conmigo, y me agregó: “¿Querés que
te diga los despelotes que tengo yo también?” Así que, a pesar de que
también le pedí para hacer mi discernimiento con él, porque es el más
espiritual de mi ciudad, encuentro puertas cerradas, sola totalmente, Pa-
dre. Así que bueno.

Ésa es la historia, Padre, y estoy tentada en pensar que es mejor ser


frío y calculador, porqué me siento traicionada, engañada. Y bueno, ahora
estoy en tratar de recuperar lo que eché a perder con Facundo y estemos
bien, pero no entiendo por qué sufro tanto, tanto. Perdón por ser tan larga
en contarle esto.

María lo bendiga, su hija Jacinta.

Respuesta a Jacinta

Montevideo, 3 de abril

Querida Hija:

Bien enredada está tu situación afectiva. Conviene, al parecer,


desensillar hasta que aclare. Tomarse tiempo. Pedírselo a Facundo sin
explicar motivos. Pero cortar toda comunicación con el otro chico, que al
parecer no está claro consigo mismo.

He visto muy a menudo la conducta de algunos seminaristas que


“coquetean” con chicas, pero luego no se atreven a dar el paso de un
compromiso firme con alguna y dan marcha atrás. En el galanteo se
buscan a sí mismos y no advierten de lo que sus actitudes provocan en el
alma y la sensibilidad femenina. O, si lo advierten, lo toman más con
cierta curiosidad que con compromiso amoroso efectivo, y no solamente
afectivo. Ese seminarista no tiene nada real que ofrecerte. Es un
espejismo. Y aunque no fuera seminarista, no te recomendaría dejar a
Facundo por otro.

En resumen: corta toda comunicación con aquél. Pídele un tiempo a


Facundo para concretar el compromiso y explicale que te sientes
confundida desde ese retiro. Si él te espera, es porque Él te ama. No
importa lo frío que te parezca. Y la mujer que no sabe amar al que la ama
deja pasar de largo al que Dios le envía y al que Dios le confía como
esposo, como le confió a Adán a Eva.

En el designio del principio, no es Adán para Eva, sino Eva para


Adán. No es Facundo para ti, sino tú para Facundo. Y esto viene ordenado
desde arriba así. Lo otro es el fruto prohibido que otra vez más ofrece
Satanás a Eva.

Podría seguir explicando, pero ojalá que te baste esta explicación, así
esbozada, para comprender cuál es la verdadera situación espiritual y
religiosa, que se ha oscurecido por la conmoción emocional de las
pasiones y emociones tuyas y de ese joven.

Así ha nacido en tu corazón una acusación contra Facundo: es frío, no


me manifiesta su simpatía ni su ternura. Creo que en ese joven todavía no
bien definido has encontrado un tipo de relación más cercana a la de una
amiga que a la de un varón como Facundo.

Pero no está Facundo para cortejarte y halagar tus gustos. Ni para


hacer las veces de “amiga tuya “masculino”. (Si bien es cierto que está
bien, en el buen varón, darle un trato de respeto y delicadeza a la mujer,
como buen amigo.) Sino que estás tú, puesta como la esposa que Dios le
ofrece a Facundo, para que le dé hijos por amor de esposa. Si él te ha
respetado hasta ahora sin exigirte tener relaciones con él, y si te ha pedido
compromiso, es signo cierto de que te ama. Y si no amas a alguien que te
ama, es tu corazón el que está mal. Se ha vuelto sobre ti misma. Te está
engañando para que te ames más a ti misma que a Facundo. Eso es lo que
intuyo que te está pasando. Un engaño con apariencia de bien. Todo bien
demoníaco.

En esta cultura todo se ha puesto patas para arriba. Que el Señor te


enderece el corazón

Jacinta: Eva fue creada para darle hijos a Adán como don de amor
puro. Una mujer ama verdaderamente a un hombre cuando es capaz de
querer darle hijos como don de su amor. Ese amor puro no es posible sin
la gracia. Y la gracia viene por los sacramentos: Confesión, Eucaristía,
Matrimonio.

Al contrario, las mujeres de la cultura pagana quieren un hombre para


tener hijos que consideran propios y no para su esposo. Quieren un
hombre para tener casa. Y ellos quieren casa para tener mujer. Ellas
ponen a los hijos contra el padre y se alían con ellos contra el padre.

Y creo que el Padre que te ama está empeñado en que no seas como
ellas, sino como Él te soñó: más parecida a María que a Eva.

Tu padre H. B.

Cuarto e-mail de Jacinta

4 de abril:

¡Un gran avance! Jacinta reconoce que el amor de Facundo y el del


seminarista no son iguales.

Padre mío:

El otro chico no me ama como Facundo, eso es una realidad de la que


me di cuenta, y lo sé. Pero eso es ahora, ya que al otro chico en su
seminario lo apretaron bastante por el tema, y se anuló por completo,
¿será de Dios? ¿Por qué, padrecito mío, por qué no puedo amarlo como lo
amaba antes a Facundo? Yo no veía la hora de formar una santa familia.
¿Qué me ocurre? ¿Por qué no me llena ese amor? ¿Tan enferma estoy?
Su hijita Jacinta.

Mi respuesta

Montevideo, 4 de abril

Hija mía:

Lo tuyo no es enfermedad. Es tentación. Y una tentación que viene a


caballo de una ignorancia acerca de la diferencia del amor (que es un acto
de la voluntad) y de los sentimientos (que están en la sensibilidad). Son
sentimientos, emociones y pasiones que se imponen a tu razón y le ponen
una venda a tus ojos, para que no veas como amor el amor que te tiene
Facundo y para que veas como amor el intercambio de sentimientos con
ese chico. Tú, en todo este asunto de tu vocación, has tomado por guía tus
propios sentimientos y deseos, y no la medida de la razón, que es la
medida de la realidad.

La razón dice que las relaciones virtuosas y los vínculos establecidos


históricamente con un hombre que te quiere, es decir que quiere tu bien,
son un asunto de fidelidad. Y que, ante el deber de la fidelidad, la
sensibilidad debe hacerse a un lado y no manotearle el volante a la razón.

La razón permite ver la complejidad de los elementos y las personas


en juego. Iluminada por la fe, discierne la voluntad de Dios. Y hasta es
capaz de sufrir y sacrificar por ser fiel.

¿No será que tu amor a Facundo no estaba puro de egoísmo, y necesita


ser purificado? ¿Y no será que esta prueba la permite el Señor para que se
purifique en el fuego de esta tribulación? A veces, sin darse cuenta, la hija
de Eva puede hacerse “adicta” a sus sentimientos y sus emociones. No
puede vivir sin ellos o sacrificarlos, de manera parecida a la del
drogadicto.

Supongamos que tu amor no era puro, porque, o no Facundo, mientras


te resultaba gratificante, sino el bien de Facundo no contaba, y me parece
que aún no cuenta verdaderamente para ti. Lo que estaba en primer plano
era tu amor a ti misma al nivel de tu autogratificación sentimental.
Querías a Facundo como un bien para ti. Pero no querías — y quizás aún
no quieres— el bien de Facundo como un bien para ti.

En este momento, ¿puedes querer el bien de Facundo como un bien


para ti? ¿Puedes entender que no tú sino tu bien es un bien para Facundo?
¿Puedes entender que Facundo, no el bien de Facundo, era un bien para
ti?

Y ahora te encuentras con otro más que resulta un bien para ti, que
agita tu pasión y se presenta como un bien para sectores de tu alma, como
la sensibilidad, la percepción estética, la gratificación en el trato, el halago
de tu vanidad, etc.

Pero tampoco el bien de este X es un bien para ti. Sino que él mismo
es un bien para ti. De hecho, no tiemblas ante la posibilidad de estar
coqueteando con un seminarista, o permitiendo que un seminarista
coquetee contigo. ¿Ése es el bien de X? ¿Será el bien que Dios quiere para
él? ¿O será una tentación para mal de X? ¿Sus formadores te lo sacan a ti?
¿O, convencidos de su vocación, defienden el bien de X viéndolo en
peligro por una tentación tan común en el varón? ¿Eres capaz de tener en
cuenta la posibilidad de que el bien de X no seas tú sino su vocación? ¿Y
no tiemblas de estar echando mano como Eva al fruto prohibido, teniendo
otro árbol en tu jardín?

A mi parecer, lo que te sucede es que no amabas bien a Facundo. Te


parecía amarlo bien. Pero lo amabas bien solamente a medias. Amabas a
Facundo con amor mezclado de concupiscencia y no, con puro amor de
amistad. Y de la misma manera amas ahora a ese chico: no con amor de
amistad sino de concupiscencia.

El amor de amistad quiere el bien del otro como su propio bien. Y por
eso puede sacrificarse por lograr el bien del otro, como cualquiera hace
sacrificios por lograr bienes. Tú no estás siendo capaz de sacrificarte por
el bien de ninguno de los dos. Estás presa en tu incapacidad de amistad
pura. Herida como hija de Eva por tu posesividad afectiva, quieres al otro
para tu bien, aun a costa del otro.

¿Cómo distinguió Salomón a la verdadera madre del niño? Porque era


la mujer capaz de renunciar a la posesión del niño, con tal de preservar el
bien del niño. La otra mujer no era la verdadera madre, sino una ladrona
de niños. Si Adán- Facundo ya no es un bien para ti, quieres ahora a
Adán-X como bien para ti.

Pero ¿y el bien de ellos? ¿Es un bien para ti el bien de cada uno de


ellos? No. Los quieres para ti. Porque, por lo visto, no te sabes ver a ti
misma como estando en función del bien de otro, en función del bien de
Adán F o X. Y lo mismo te pasaría con Adán Y o Z. Lo que tiene que
cambiar es tu corazón. Esta prueba es para tu purificación.

¡No es Adán para Eva! ¡Eva es para Adán! Y Eva no será feliz si no se
hace cargo del Adán al que Dios la destina. No es Eva la que reconoció a
Adán. Es Adán el que reconoció a Eva: “Esta sí es carne de mi carne y
hueso de mis huesos.” Eva no se hizo a sí misma. Dios la construyó con
un pedazo de aquél a quien estaba destinada. Sólo lo que Dios ha unido
no lo ha de separar el hombre.

Volvamos pues a tu pregunta: “¿Por qué no puedo amarlo como antes


a Facundo?” Voy a formular de nuevo mis hipótesis. Tú dirás si pueden
ser verdaderas. A mi parecer, no lo puedes amar como antes porque antes
no lo amabas bien. Tu amor era todavía impuro. Mezclado de egoísmo.
Facundo era el que te había rescatado de tu desesperación por tu soledad y
del fantasma de la soltería para toda la vida. Te habías agarrado a él como
a tu tabla de salvación. Había sido tu bote salvavidas.

Pero he aquí que ahora se presenta un yate que te parece mejor, más
confortable, que satisface otras necesidades tuyas, que halaga otras partes
de tu ser de Eva.

Entonces, tu amor de antes a Facundo ya no resiste la tentación, y la


parte de egoísmo que había mezclada con aquél amor, como un remedio
nuevo en paño viejo, tira de tu amor egoísta y lo desgarra.

La solución no está en dejar un amor egoísta por otro amor egoísta. La


solución está en purificar de egoísmo el amor primero. Y eso se llama
fidelidad. ¡No! No trates de volver a amar a Facundo como antes (como
tú dices). Tienes que empezar a amarlo mejor. Con otro amor. Menos mal
que a aquél amor que miras con añoranza indiscreta y te parece sano,
empieza a madurarle el abceso y le revienta el pus.

Ahora es cuando puedes empezar a amar a Facundo como se debe y


no con el amor posesivo y egoísta con que lo amabas antes. Amarlo
porque te ama. Porque es el hombre de tu vida, el hombre que te envió el
Padre, poniéndole a él en su corazón el amor a ti y el interés por ti.
Naturalmente que también en Facundo podrá haber heridas del pecado
original, propias del Adán pecador. También en él tendrán que reventar
abcesos y padecerá las fiebres como te está pasando a ti ahora.

Eva sufre las penas de Eva. Y Adán, las de Adán, que son
disimétricas. Tú ahora estás padeciendo las tuyas. La tentación de Eva es
amarse a sí misma más que a aquellos a quien Dios la destina. Pero la
felicidad a la que Dios la llama está en cuidar y procurar el bien de los
que Dios le confía. Y no, en apoderarse de los otros, poseerlos y
someterlos a sus intereses.

Medita esto y dime si te iluminó algo.

T. P. H. B.

Quinto e-mail de Jacinta

5 de abril

Querido Padrecito:

Me sorprendió un poco su respuesta, pero estoy a ciegas y no puedo


decirle que esto no es así, o al revés, solo que rezaré con especial atención
a sus palabras, ya que, como dice san Ignacio, en crisis no se puede tomar
decisiones. Gracias por su respuesta, y por orar por mí en esta cruz que
me consume. No dudo de que el Señor obrará en mí, porque mis ora-
ciones son sinceras y puras, y sólo quiero hacer su voluntad. ¡Que aleje al
enemigo de mí! Maria, Madre lo bendiga.

Su hijita.
Mi respuesta

Montevideo, 6 de abril

Jacinta: Las emociones fuertes ciegan la razón. Los bienes sensibles


no siempre son bienes para la voluntad; la cual, examinándolos con la
razón, ve que no son del todo buenos, y a veces son malos. Los afectos
desordenados son ciegos. Por eso lo que te digo te sorprende. Pero lo que
te digo es la verdad divina acerca del amor. Y fuera de esa verdad no hay
verdadero amor.

El gusto, es decir, el sentimiento, determina la visión: “Gustad y


mirad la bondad del Señor”; “Eva vio y probó, probó y vio.”

Que Jesús te sane los sentimientos y la razón. Mejor que te haya


pasado esto ahora y no después de casada. Intuyo que Facundo no es
perfecto, pero dudo de que otro te quiera como él. Aun sin conocerlo, y
por lo que me dices, es lo que siento. El Señor sabe si me equivoco. Y
quizás tú misma lo puedes saber.

Bendiciones, tu padre en el Señor.

La tentación vencida

2 de julio

El último e-mail de Jacinta: Se puede apreciar cómo ha aprendido a no


guiarse por la sensibilidad halagada, sino por la lectura de los hechos
objetivos, apreciándolos con su inteligencia y basando en ellos las
decisiones de su voluntad. Ha visto por fin los hechos que demuestran el
amor que Facundo le tiene, garantizado por el respeto, el perdón y la
relación casta, en la que puede crecer un amor fundado en la comuni-
cación de bienes, en la amistad, y no en sentimientos pasajeros o en el
halago de la vanidad espiritual. Un conocimiento de sí misma que es
gracia de Dios le permite ponerse en guardia contra sus propias
debilidades y los engaños del enemigo. ¡Gracias Padre, que has dado la
victoria a tu hija sobre el enemigo de la mujer! Ella, como hija de María,
le pisa ahora la cabeza.
Y de parte del varón se muestra también en esta circunstancia que
Dios había puesto en su corazón el amor por Jacinta, el deseo de su bien,
el sufrimiento con su mal, y la comprensión para su debilidad de hija de
Eva.

Para los que aman a Dios, todas las cosas cooperan para el bien, aun
las tentaciones. Ellas nos muestran nuestros puntos débiles, nuestros
defectos, pero también el poder del auxilio del Señor. Éste es el “happy
end" de los que viven en gracia.

Hola, Padrecito mío en Cristo!

[.] Le cuento rápidamente mi vida después de su consejo. Lo razoné.


De a poco las cosas se prestaron para que tomara una decisión. Así que,
bueno., empecé a mirar que el seminarista en cuestión sólo me buscaba
cuando necesitaba la contención que no tenía o no percibía y después
desaparecía, ya sea espiritual o afectivamente, y de usar y apropiarse.

No sé si me explicaría bien con esta comparación, pero algo así como


una garrapata espiritual, que terminaba asfixiándome y sacándome la
libertad; y se aprovechó de mi condición de poca estabilidad en ese
instante de mi vida. Y yo encontraba lo que la concupiscencia me
demandaba: halagos y palabras bonitas, sin enfrentar una realidad! ¿Me
explico, Padrecito mío?

Luego de su correo, empecé a verlo de otro modo, y después empecé a


tomar distancia, pidiéndole que por favor no me moleste. Y retomar así
con Facundo una relación casi rota, en total crisis y a punto de terminarse.
Él supo recibirme con los brazos abiertos sin dejar de decirme la verdad:
que me equivoqué realmente. Ese es el amor, Padre, el amor siempre dice
la verdad, espera y es paciente.

Y acá estamos, orando juntos, y en un buen momento en nuestro


noviazgo, porque junto, en un amor casto, queremos vivir en Él y para Él
que, como usted sabrá muy bien, hace nuevas todas las cosas.

En fin., esto es en resumidas cuentas el dolor que me causó mi pecado


que fue enorme, pero lo entregué al Señor, porque hice sufrir más todavía
a Facundo.

Ahorita estoy en mi casa, Padrecito, hoy me dan el alta porque me


contagié de gripe A y estuve en tratamiento una semana y sobre todo
aislada. Pero ya estoy algo mejor, las pastillas son realmente fuertes, ¡así
que mi debilidad corporal es normal, je je!

¡Que María lo bendiga!

Lo quiere, su hijita Jacinta.

Después que le envié a Jacinta el contenido de estas entradas, me


respondió:

Querido Padrecito:

He leído el archivo, es difícil el momento que pasé. Un corazón sano


ama más y mejor, y estoy dando esos pasos en confiar en el Poder de Dios
sobre mí. Leyendo esto, me doy cuenta qué afortunada que fui al ser
rescatada por las mismas Manos de Dios de semejante “lío”, ¿no?

De ser por mí, allí mismo hubiera quedado tirada, caída en el enorme
pozo de las tentaciones y en el río de la pasión, que corre llevándose todo
a su paso.

Estoy bien, Padre, algo herida, porque la sanidad viene en procesos.


pero avanzando, y es lo que importa. Mi Señor hace nuevas todas las
cosas; y mi felicidad es una felicidad de lago, mansa, calma, bella, que me
permite tener un corazón de Adoración. Amar a mi Cristo ya no me aleja
de Facundo sino que me integra más a él.

Mañana con más serenidad lo voy a releer, pero así como está me
parece bien claro y sobre todo fidedigno. Sé que a varias muchachas les
ocurrió lo mismo que a mí.

¡Ah! Me gusta mi apodo, Jacinta, ja ja!, es el nombre de mi mejor


amiga en Cristo!
Un abrazo de hija a su corazón de Padre. que María, madre nuestra lo
bendiga.

Su hijita Jacinta.

Y meses después, superada la tormenta de la tentación, Jacinta me


escribe contándome lo siguiente:

21 Setiembre

Hola, querido Padre mío!:

¿Cómo anda? ¿Qué me cuenta? Lo tengo presente en mis Eucaristías


diarias! Le estoy eternamente agradecida por ayudarme espiritualmente
siempre, siempre, siempre que lo necesité. Rezo en especial en este año
sacerdotal por Usted.

Le cuento que estoy bien, preparando mi trabajo final para recibirme


de [.] y sigo mi carrera de [.]. Estoy trabajando con Facundo, mi novio,
que ya está recibido, y compartimos una oficina en la ciudad. Dicho sea
de paso, ¡será pronto la fiesta patronal! Bueno, Padrecito, no le robo más
de su valioso tiempo, hoy estuve escuchando unos audios suyos del blog
del diácono Jorge Novoa; muy hermosos por cierto!

Un abrazo de hija a su corazón de padre. Unidos en cada Eucaristía.

Su hija, Jacinta.

Tentada contra el marido 1. La consulta


Una consulta de una buena esposa tentada contra un buen esposo pero.
¡mudo! Mi respuesta va en forma dialogada con el texto de la consulta.

MERCEDES: —Padre, quiero pedirle ayuda, porque de verdad no sé


si estoy haciendo lo correcto o no. Usted me conoce (creo que bastante), y
aunque me parece que nadie me va a entender, necesito contárselo.
PADRE HORACIO: —Mercedes, querida Hija en el Señor: Contesto
intercalando en rojo tu consulta y lo acomodo en forma de diálogo con
guiones.

MERCEDES: —Javier, mi esposo, no tuvo educación religiosa, es


hombre de las islas del río, sencillo, trabajador, recto, honesto, creyente,
noble.

PADRE HORACIO: Como ya leí todo tu correo, te voy a adelantar lo


que te diría al final, y creo que lo que te digo es un principio divino,
revelado por Dios, que a ti, como mujer de fe, estoy seguro de que te va a
iluminar de entrada para comprender todo lo que te voy a ir diciendo en
diálogo contigo y tu consulta. Ese principio divino dice: “No es Adán pa-
ra Eva, sino que Eva es para Adán.”

Adán es un cascote de barro al que le soplan un alma en la nariz. Eva


es un ser a quien Dios “construye” (¡sí, así!: construye, como se construye
una familia, una casa, una ciudad, un templo). Y la construye, no ya de
barro como amasó a Adán, sino de un pedazo de ser humano. Ella es más
digna, más compleja, más rica y superior. Pero está puesta al servicio de
Adán que le es inferior. No nos asombremos. ¡Esa es la ley divina!: que lo
superior esté al servicio de lo inferior. Como los ángeles, que son
superiores a nosotros, están a nuestro servicio. ¡Nada raro! ¡Pura lógica!
El que puede más tiene que ser el protector del que puede menos. Los
papás enseñan y protegen a los hijos. Los hermanos mayores enseñan y
protegen a los más chicos.

Adán podrá defender físicamente a Eva. Pero Eva tiene que defender
espiritualmente a Adán. Ya ves que Adán no supo defender
espiritualmente a Ev cuando Satanás la tentó.

MERCEDES: Desde el tercer año de casados, hace ya 16 años,


empezamos a participar en grupos católicos para matrimonios (en su
inicio se nos formaba para planificación natural de la natalidad y
formación en doctrina de la Iglesia al respecto). Creo (dudo ahora) que
Javier iba sólo porque yo quería, y para darme el gusto. Cuando había que
dialogar el tema en grupos para luego llevarlo al plenario, él no sabeía, no
contestaba, así que lo hacía yo sola. ¿Él? ¡Mudo!

PADRE HORACIO: Sí. Pero podía haberse negado a acompañarte y


no se negó. Es decir que para él darte el gusto era ¡muy importante!; y el
hecho de ir a la reunión no era tan molesto. Iba para darte el gusto pero no
a disgusto, como dices a continuación.

MERCEDES: Sin embargo, en las reuniones se mostraba gustoso.


Luego nos fueron dando “obligaciones” o responsabilidades y debimos
hacernos cargo de las charlas formativas para novios que hemos asumido
hasta ahora durante años. Otra vez, ahí sí se nota mucho, Javier va sólo
porque a mí me gusta, porque él no siente la evangelización como algo
necesario. Y bueno, va cuando puede, pero trato de que todo esté
ordenado en la casa, la cena temprano (y todos los etcétera) para que vaya
a la reunión lo mejor predispuesto posible. Y cuando está allá, ¡le gusta!
(¿qué contradicción, no?).

PADRE HORACIO: Al hombre, cuando no se siente seguro en un


campo, y más si es un poco tímido (y la timidez es a veces una faceta de
la humildad, que los muy desenvueltos y hasta desfachatados no
conocen), le cuesta ir a una reunión, pero una vez vencida la dificultad y
los temores, en el desempeño mismo de la actividad, lo hacen con gusto.
Así que tampoco ahora es sólo que “se muestra gustoso”. Está a gusto. Le
gusta, pero le cuesta. ¿Por qué le cuesta? ¡Nadie mejor que la esposa lo
puede averiguar! No me lo preguntes a mí, sonsácaselo a él., que buenas
artes te dará el Señor para cumplir tu ministerio de esposa y sacarle las
garrapatas al alma de tu encomendado.

MERCEDES: Y bueno, sucede entonces que desde hace un tiempo


me siento “más porquería”, porque me pregunto: “¿Qué hacemos nosotros
dando charlas a los novios? ¡Si les decimos cosas hermosas que nosotros
no podemos (o no queremos) vivir!” Con Javier hablamos de muchas
cosas; pero sobre Dios, la Iglesia, la muerte, etcétera, en general él es
incapaz de mantener una conversación: Dice que no sabe, o simplemente
no dice nada, no contesta. ¡Como mudo!

PADRE HORACIO: Fíjate si su corazón dice amén. Si dice amén, eso


basta. Es casi lo único que la Iglesia les pide a los fieles que digan.

MERCEDES: Siempre la educación de los hijos, pero principalmente


la de las nenas me ha tocado a mí.

PADRE HORACIO: ¡Y a quién le va a tocar, la educación de las hijas


si no es a la madre, que está en casa siempre, y no al padre, que es varón
se pasa media vida en su remolcador de lanchones y está mucho tiempo
ausente! ¡Por favoooor! ¡Qué empujón que te pegó el demonio!

MERCEDES: Si le hubiera hecho caso a un amigo que me recomendó


que iniciara en los sacramentos a mis tres varones y a mis dos nenas, sólo
cuando él se comprometiera más con su fe y con los apostolados,
¡entonces estarían sin bautizar!

PADRE HORACIO: ¿Pero se opuso en algún momento a que los


bautizaras, te reprochó, te lo echó en cara?

MERCEDES: Y le aclaro que él, siempre que viene de navegar y las


temporadas que pasa en casa, va a misa todos los domingos, se confiesa
dos o tres veces al año.

PADRE HORACIO:¿Y qué te parece? ¿Qué porcentaje de hombres


va a misa y se confiesa dos o tres veces por año en ese católico pueblo
donde vivís? ¡No creo que esté entre los peores! Y eso gracias a que es
dócil a la ayuda espiritual que el Señor le asignó, que eres tú, y que ahora
Satanás, quiere convertir de amiga en enemiga. Que el Señor te guarde y
libre de entrar en esa tentación. Ganaría Satanás, que es tu enemigo desde
el principio.

MERCEDES: ¿Sabe, Padre, que no logro entenderlo a mi esposo?

PADRE HORACIO: No logras entenderlo porque la ignorante y la


obtusa eres tú, que no sabes la diferencia entre un hombre y una mujer.
Me refiero a la diferencia de alma, de modo de ser, de pensar, de sentir y
de hablar., y a la manera diversa en que el pecado original lo hirió a cada
uno.
MERCEDES: No logro entenderlo porque, por ejemplo, ahora nos
invitaron a participar en otro movimiento para matrimonios y familia. Yo
le dije que sólo entraríamos a participar de ese movimiento si él se
comprometía a trabajar los temas y comentarlos entre los dos.

PADRE HORACIO: ¿¡Y por qué le pediste.!? ¡Santo Cielo! ¿¡Porqué


le pediste algo que sabes que le cuesta tanto que a pesar de quererte como
te quiere y de desear sinceramente darte el gusto, lo intenta una y otra vez
con un esfuerzo tremendo y tragándose la sensación de fracaso!?

MERCEDES: Él me dijo, como siempre, que sí.

PADRE HORACIO: ¿¡Y qué otra cosa le puede contestar el borracho


al policía que ya lo llevó tantas veces a la comisaría cuando viene otra vez
más y le pregunta: “¿Me querés acompañar?”

MERCEDES: Pero, e cuando llega el momento de conversar sobre el


tema, si es a la noche, se duerme, y si es de día, sale, da una vueltita,
vuelve con un destornillador y unas tuerquitas para regular la estufa y me
deja hablando sola. Cuando se trata de hablar de un tema espinoso, algo
que él sabe que no me gusta (por ejemplo), él se enfurruña, no dice nada y
se va. Él me dice que no es necesario explicar las cosas (“a mí nunca
nadie me explicó nada”).

PADRE HORACIO: ¡Porque no quiere disgustarte, y no sabe cómo


hacer para conformarte! ¡O cómo hacer para zafar del compromiso en que
lo pone tu pedido, sin que te enojes con él! ¡Estoy seguro de que, si
anduviera quebrado y con muletas, si lo sacás a bailar sale por darte el
gusto y después te pide perdón por haberse caído!

MERCEDES: A mí me parece que él no encuentra las palabras para


expresar lo que siente o lo que piensa (de hecho, es un sentimental). (¿O
pensar, esto es un consuelo de tonta?)

PADRE HORACIO: ¡Es varón! Un tablero de Ford viejo con una


lucecita y cuatro relojitos. Hecho para cultivar el jardín del paraíso y,
después de la caída, abocado a laburar una tierra que por el pecado le
produce cardos y espinas. Un mundo de navegantes y puertos de río,
lanchones de cereal o de piedra, acopiadores, despachantes y brutos. Y
mucha fatiga física para poner el pan sobre la mesa de su mujer y de sus
hijos. Ésa es la manera que tiene el varón de decirles “¡Los quiero!” Con
obras, con sudor, con el sacrificio de muchas cualidades que podría haber
desarrollado intelectuales, poéticas, políticas.

Así que déjate de manotear un corazón que se te confió para que lo


cultivaras con amor y paciencia, sin reproches amargos, sin
sobreexigencias.

MERCEDES: Pero lo más feo que me pasa es que, aunque lo quiero


mucho, muchísimo, cuando pienso en esto, me asalta el pensamiento:
“Este hombre no era para vos.”

PADRE HORACIO: ¡Ahhhh, ¿ves? ¡Ahí lo tenés! ¡Ahí tenés el


susurro de Satanás en tu oreja! ¿Así que el hombre que querés y que sabés
que te quiere, el hombre que te dijo sí delante de Dios en el altar y al que
tú le dijiste sí delante de Dios en el altar, y el Dios que los puso delante de
Él para decirse el sí que Él mismo les había puesto a los dos en el
corazón. ¡Ese Dios resulta que era un falluto! ¡Dejó que sus corazones se
engañaran? ¿Te engañó miserablemente? ¿No te das cuenta de quién es
esa voz? ¿No te das cuenta lo que te pregunta? Pero, sobre todo, ¿no te
das cuenta de todas las blasfemias que firmás, aceptando interiormente
esa pregunta, esa duda contra el amor?

MERCEDES: Y recuerdo las palabras de una amiga: “¡Pero vos lo


elegiste!”

PADRE HORACIO: ¡No es toda la verdad la que te dice tú amiga!


No. No es la mujer la que elige. (Y por lo general, cuando es ella la que
elige, elige mal.) La mujer es elegida. Elegida por Dios, para dársela a un
hijo suyo, como amiga y madre de hijos. Elegida por el hijo de Dios, a
quien el Padre celestial le pone en el corazón el amor por ella. Lo que
hace la mujer es reconocer al que la ama (cuando es capaz de reconocer, y
no cuando se equivoca miserablemente) y aceptar el amor que se le
ofrece, es decir, responder al amor con amor. Eso hiciste tú. Respondiste
con amor a la llamada del amor de tu esposo. Y porque viste amor y
apreciaste el amor más que otras cosas, no lo rechazaste esperando otro
mejor.

MERCEDES: Y cuando mi amiga me dice eso, una sensación de


tristeza me invade y me pongo a llorar.

PADRE HORACIO: - Eso nos pasa a todos cuando escuchamos la voz


de nuestro enemigo, en vez de la voz de Dios. La voz de Dios siempre nos
da paz y alegría. La voz del Demonio, inquietud, tormento y tristeza. Es
una “prueba promocional” de lo que nos espera si logra arrastrarnos al
infierno. ¿Y sos capaz de “comprar” esa tristeza que te dan a probar?

MERCEDES: Leo cosas tan lindas en su blog, sobre amor esponsal


¡David Criado hace unos comentarios tan lindos en el blog!; veo en mi
parroquia matrimonios que descubren a Dios después de años de casados
y “juntos” caminan hacia Dios.

PADRE HORACIO: ¡Cuidado, cuidado! Que veo la tentación que te


agarró. Primero que uno nunca sabe cómo es la intimidad de los
matrimonios que parecen felices. Pero te lo concedo. Y ojalá sean muchos
esos matrimonios que dices, donde los dos tienen una capacidad doctrinal
parecida, cualidades de expresión, labia, etc. Pero ojo, y ahí te agarra la
tentación, que esta comparación trae pegada a la cola: “¡También tú
caminas junto con tu esposo hacia Dios! ¡Si caminan en lo que se
prometieron ante Él ante el altar y si lo siguen cumpliendo a lo largo de
los años!”

MERCEDES: Y yo me siento tan sola, tan estúpida, tan


incomprendida “por el que necesito” que me comprenda.

PADRE HORACIO:¿No te escucha tu marido cuando le abres tu


alma? (Dejemos de lado ahora las quejas que tiene tu alma acerca de él,
que más vale no lo mortifiques contándoselas.) ¿No te oye, no te escucha?
¿No te trae el sueldo? ¿No te es fiel? ¿Y qué más puede hacer para verte
feliz?

MERCEDES: Me siento el burro que tira del carro de la familia; y


aunque en muchos aspectos no es así, al serlo en la parte espiritual y
educativa, me siento mal. Me pregunto, ¿dónde yerro?

PADRE HORACIO: ¡Pues justamente erras en la parte espiritual y


educativa de la que te sientes la única responsable! Porque, no conociendo
la diferencia entre el modo de ser de varón y mujer, yerras pretendiendo
que tu esposo sea tan locuaz como una amiga.

¿Sabes que tu tentación la he visto repetidas veces en muchas buenas


esposas de buenos maridos? Y es lo que te digo, Satanás quiere convertir
a la amiga en enemiga, y pone defectos imaginarios allí donde solamente
hay pena del pecado original, limitación de la naturaleza del varón,
diferencia en el modo de ser. Y por no entenderlo, ellas no saben por
dónde empezar para cambiar lo que es cambiable, cultivar lo que es
cultivable, enseñar lo que el otro es capaz de aprender. y no insistir en
cambiar lo que no es cambiable.

MERCEDES: Cuando le hago a mi esposo algún comentario de


alguna invitación o actividad apostólica, se levanta y se va. no me
contesta nada.

PADRE HORACIO:¿No será que él te necesita “a ti”, y no a tus


actividades apostólicas, ante las cuales se siente quizás despojado de la
atención de su mujer, del tiempo de estar junto con su mujer? ¿No será
que se siente acomplejado e inferior, porque no sabe ni puede despertar
por él tu interés, que ve volcarse, en cambio, entusiastamente,
empecinadamente, en esas actividades “apostólicas”, mientras el alma se
le queda hambrienta de ti? A menudo le pasa al buen esposo que ni él
mismo es capaz de ver en el espejo de su inteligencia ese sentimiento tan
recóndito y oculto, tan reprimido y sepultado, del que quizás se sentiría
culpable y avergonzado, y que, por eso mismo, tampoco logra decirlo. O
no se atreve, porque no quiere herirte.

MERCEDES: Y bueno, entonces no sé que hacer; antes dejaba pasar y


hacía como si nada., y nada cambió durante años. Desde hace unos días
probé cambiar de táctica: sólo le hablo lo necesario, ningún comentario,
nada de demostraciones de cariño, sólo lo necesario de buena educación.
¡Para que él se dé cuenta cómo me lastima su actitud! ¡Lo doloroso que es
para mí!

PADRE HORACIO: Es lógico. Es la lógica de la tentación de Satanás


que te lleva en la dirección que el demonio pretende. Te lleva a regatearle
lo que él más desea. Lo que, por conseguirlo, compra a precio de
acompañarte en tus hazañas apostólicas, como un escudero a sueldo de tu
amor.

MERCEDES: Entonces él me pide perdón por su manera de ser (me


explica que su corazón se cierra y que no le sale nada) llora., pero hasta
ahora nada cambia.

PADRE HORACIO:¡Lo que no cambia es tu corazón de piedra, o la


oscuridad de tu inteligencia, que no ve lo que salta a los ojos!

MERCEDES: Yo lo perdono.

PADRE HORACIO: Por un momento vence en ti la gracia del


sacramento y de tu ministerio esponsal, el consejo del Espíritu Santo, el
reproche de la conciencia que despierta el Ángel guardián, oponiéndose a
la voz de Satanás. Pero eso es gracias al ministerio de tu esposo; porque,
por un momento, él deja asomar en su conducta, en su actitud, la
confesión muda de algo de lo que siente y necesita, la imploración si-
lenciosa de su alma sedienta de tu atención, de tu amistad, de tu cercanía,
que él no sabe amarrar a sí, desde la mudez de su alma silenciosa y honda,
que tú exiges sea locuaz o charlatana.

MERCEDES: Yo lo perdono (antes que me lo pida). Vuelve todo a la


“normalidad” en nuestra relación, pero dentro de mí crece una feísima
sensación.

PADRE HORACIO: Sí, claro que crece, y crecerá cada vez más,
porque la tentación no sentida y no resistida se agiganta como un cáncer
del alma.

MERCEDES: Una feísima sensación: “Él nunca nada va a cambiar,


vas a llegar vieja con él, pero sola”, “nunca vas a poder tener un diálogo
profundo con él”, “a él nunca le va a interesar lo que a vos te interesa.”
PADRE HORACIO: ¿No te das cuenta que son las voces que te sopla
al oído Satanás? Son como flechas o arpones con que te traspasa el alma,
y si te descuidas te mata el amor, como se ve por lo que dices a
continuación.

MERCEDES: Y tengo miedo de dejar de creer en su amor, dejar de


amarlo, de traicionar a Dios por querer un exceso de bien. Dígame, Padre,
¿pedir diálogo en pareja es exceso de bien?

PADRE HORACIO: ¡Eso, eso! ¡Muy bien definido! ¡Un exceso de


bien! A los buenos, Satanás no los tienta con males, los tienta con bienes,
pero que exigen el sacrificio de los verdaderos bienes. Y luego dudas y
me preguntas: “Pedir diálogo en pareja es exceso de bien?” ¿Pedirle al
mudo que hable es la manera de entablar el diálogo con el mudo? ¿O
habrá que ponerse a aprender su sistema de señas? ¿No habrá que aguzar
el oído del corazón, para escuchar, o adivinar, lo que otro corazón no se
atreve a decir? ¿Quizás porque lo ha intentado dar a entender por señas
sin lograrlo, quizás, por no dominar el idioma del otro?

MERCEDES: Muchas veces siento que hago de madre de mi esposo,


porque él reza si yo rezo, va a reuniones si lo invito, se confiesa si se lo
pido.

PADRE HORACIO: Bueno, supongamos que lo hace por no


desagradarte; porque teme perderte; porque te necesita; porque recibe
algo de ti, de lo que no puede prescindir; porque espera y desearía recibir
otras cosas de ti, que ni siquiera acierta a saber bien qué son, que no sabe,
o no se atreve a pedir.

MERCEDES: En fin, no lo siento como una ayuda.

PADRE HORACIO: Esta frase es bien claramente opuesta a la


revelación bíblica. Y diría que es la frase que, casi al final de tu mensaje,
me hizo encabezar esta respuesta como lo hice. “No es Adán para Eva.
Eva es para Adán.” Ése es el orden y la intención de Dios creador. Bien
se ve que esa frase tuya no es tuya sino que te la sopla el Enemigo, de
Dios y tuyo. ¡No! No creó Dios a Adán como una ayuda para su mujer
sino a Eva como un auxilio, una ayuda para Adán. No está tu esposo
destinado por Dios a remediar tu soledad, de la que tanto lloras y te
afliges, sino que el plan de Dios es lo opuesto a lo que a todas luces te
está sugiriendo y diciendo Satanás, y lo que te está haciendo vivir como
un tormento. A todas luces es él, digo, ¡porque es todo lo contrario de la
intención de Dios!

MERCEDES: Varias veces le he dicho que él no es solamente el


“proveedor de la casa”. ¿O es que debo dejar el manejo de la casa y que
se arregle él solo?

PADRE HORACIO: Él es como Adán, el que gana el pan con el


sudor de su frente y lo pone en la mesa de los que ama, amasado con su
sudor y su soledad, con sus largas y aburridas horas atrás del timón, solo
y sin quien hablar en su timonera, pasando siempre ante las mismas
costas del río.

MERCEDES: A veces me dan ganas de ir a hablar con mi párroco y


decirle que no voy a trabajar más en la parroquia.

PADRE HORACIO: Quizás si descubrieras que el “ministerio” que


Dios te ha confiado en virtud de un “sacramento”, el Matrimonio, es que
te ocupes de ese hombre al que te destinó como ayuda y auxilio, para que
el amor de Dios pasara hacia él a través de ti y en forma de amor de
esposa; si descubrieras la felicidad de empeñarte totalmente en este minis-
terio santo, sacrosanto, ya no tendrías más ganas de “otros apostolados”
que no te asigna Dios sino los hombres, o tú.

MERCEDES: Que me voy a limitar a ir a misa, o dar catequesis, o


cosas que yo pueda hacer sola, y él “que joda”.

PADRE HORACIO: ¿Y el matrimonio? ¿Dónde queda? ¿Es


religioso? ¿Es de Iglesia? ¿¡Viste, viste que tengo razón!? ¿Viste que para
ti el sacramento del matrimonio no cuenta como algo religioso,
apostólico, misional, como una misión del Padre para ti, exclusivamente,
y que nadie en tu lugar puede desempeñar? No cuenta lo que para Dios
cuenta más. Porque ninguna de las demás cosas que enumeras, salvo la
misa, es un sacramento como lo es el matrimonio. Los fieles están
desorientados.
MERCEDES: Pero no puedo hacerlo, siento que entonces lo estaría
abandonando, y esa tensión es permanente.

PADRE HORACIO: Eso te lo da a sentir y entender mise-


ricordiosamente el Ángel de la Guarda, el Espíritu Santo, y la gracia del
ministerio que tienes como esposa, ¡y que te haría plenamente asumir en
su verdad grandiosa! ¡Cómo verías florecer la gracia en tu esposo si te
dedicaras más exclusiva o prioritariamente da ser esposa-ministro-de
Dios, no esposa fregona, ni esposa “yo qué sé”! Pero eso nadie lo está
enseñando, no te culpo.

MERCEDES: Siento que estoy trabajando (en la parroquia) en lo que


no debo.

PADRE HORACIO: En esto has dicho buena parte de verdad, porque


en la parroquia no estás trabajando en tu ministerio esponsal, que es ser la
amiga de tu esposo.

MERCEDES: Porque somos una “despareja”, pero a la vez es lo que


me parece, más necesario para nosotros.

PADRE HORACIO: Al final siempre triunfa la gracia. Y esta vez


también triunfó en ti. Al final, venías, por ti misma, guiada por el Espíritu
Santo, que es Espiritu de Amor en la Verdad, como dice el Papa en su
última Encíclica, a estar plenamente de acuerdo con lo que te he venido
diciendo.

MERCEDES: ¿Usted qué me dice, Padre? Su hija Mercedes.

PADRE HORACIO: Resumiéndote lo que he ido intercalando en rojo


como respuesta a tu consulta, te digo que pido al Padre que quiera
defenderte de ese demonio, y te permita descubrir la bienaventuranza de
tu ministerio de esposa de “ése hijo de Dios” que te han confiado, para
quien eres creada, para quien has sido hecha mejor y más perfecta. pero
por lo mismo, más odiada por Satanás y más susceptible de ser engañada
por éste.

Querida Hija: Tu carta pinta tan bien y de cuerpo entero una tentación
muy común del demonio a las buenas esposas de buenos esposos, que
sería muy provechoso que me dieras permiso para usarla cambiando todo:
nombres de los personajes, motivos de la tentación, lugares, y todas las
circunstancias. Quedaría irreconocible y te la mandaría para que la vieras
antes, por si te parece que hay que cambiar algo más para hacer todo
irreconocible.

Querido Padre: úsela usted como quiera. La tranquilidad que trajo a


mi vida su consejo (hace rato que tenía esas tentaciones, aunque nunca
tan fuerte como cuando le escribí) no tiene precio. Y si eso le sirve a
alguien más, úselo nomás. Y hágalo de la manera que usted crea mejor.

Su hija Mercedes.

Comentario de David Día z Criado

Hola, Mercedes, tal vez me precipite pero debes saber que el varón se
proyecta hacia fuera; es decir, puede explicar lo que ocurre en el mundo
pero no es capaz de explicar lo que le ocurre dentro de sí mismo y le
molesta sobremanera que, con la excusa del diálogo la mujer pretenda
entrar dentro de él para darle lecciones de lo que tiene que hacer o no.

No te molestes, pero tu marido se ha casado contigo, no con Dios.


Además, el varón lucha contra el mundo y la mujer, contra el demonio.

Por otro lado, ocurre que hemos rechazado a los varones en las tareas
educativas y ahora pagamos las consecuencias de este horror.

Aquí en España hay dos libros que indican lo que pasa: el primero se
llama Mujer liberada, hombre cabreado y efectivamente así es; el
segundo se llama El varón castrado y eso es lo que pasa, el movimiento
feminista ha castrado el alma de los varones, y ahora pagaréis las
consecuencias de esto.

La única solución al problema consiste en devolverle al varón la


autoridad que la historia le niega, pero san Pedro y san Pablo sí la
reconocen, pues primero fue forjado Adán y luego Eva, y no al revés.
Dicho de otro modo, hay que dejar que los varones sean como son en
realidad y no, como otros quieren.

Hay que respetar la autoridad de los varones y sus pequeñas iras,


porque ya lo dijo Salomón: “Más vale la rudeza del varón que la
zalamería de la mujer”,i es decir, las mujeres del feminismo han castrado
a los varones al querer educarlos como nunca pueden ser, y ahora los
varones no tienen ni fuerzas ni ganas de luchar, sólo esperan que Dios
haga un milagro.

Carta al esposo que se fue


Retrato de un mal amor: nunca supo ser padre y esposo

Son muy iluminadores los diagnósticos que hace Marta acerca de los
síntomas que le hacían temer este desenlace casi desde los comienzos de
la relación, ya desde el noviazgo. También reconoce en sí misma que se
autoengañó. No quiso verlos. Creyó que fueran signos pasajeros. Que el
tiempo iba a traer la sanación. Pero el tiempo demostró que eran verda-
deras fallas en los cimientos mismos de la relación, defectos personales de
Roberto que, lejos de sanarse, se fueron agravando.

Así Marta describe el origen y las causas de una situación, que ahora
ella viene a entender en toda su gravedad y en su verdadera naturaleza
incurable, desde las raíces del mal.

Gracias, Marta, por permitirme publicar y así dar a conocer esta carta.
Puede ayudar a muchas Martas a no engañarse con los males de los
Robertos. A muchas novias, a advertir a tiempo y a tomar en serio los
síntomas.

Hay que reconocer, para comprender a los Robertos, que la cultura


actual no los prepara para asumir sus roles de esposo y padre, sino que los
deja a merced de sus pasiones, que ellos confunden con amor; pensando
luego, cuando su pasión se apaga, que “ya no te quiero más”. No,
Roberto, “ya no te deseo más”. Los subtítulos los he puesto yo.
Roberto:

Sin culpas ni reproches, sin exigir que vuelvas. Quisiera reflexionar


contigo juntos, pero, ya que te niegas, lo hago de esta manera. Necesito
hacerlo. Por la salud mental de todos: tuya, de nuestros niños y la mía.

Simplemente te manifiesto todo lo que en estas largas dieciséis


madrugadas, desde que te fuiste, pude reflexionar a solas. Quisiera
encontrar el porqué de esta situación, que “culminó” con el arreglo de
esta casa. Pero que, a mi sentir, comenzó desde el vamos, desde que nos
ennoviamos.

Sabíamos los dos que éramos como el agua y el aceite. Pensá, si tenés
tiempo, desde veintidós años atrás, más de la mitad de lo vivido. Lo que
pasa es que yo pensé que el amor, que todo lo puede y para él nada es
imposible, nos iba a cambiar, a modelar el uno para el otro, sin someter a
nadie.

Los síntomas no tenidos suficientemente en cuenta

Se me vienen a la mente esas palabras que frecuentemente me has


manifestado a lo largo de casi i4 años. Y pienso que son la clave de lo que
está pasando.

“Yo, si no me hubiera casado, viviría como un rey; con la mitad de lo


que trabajo, me sobraría para hacer lo que quisiera;

vivir viajando, darme todos los gustos y no tener que preocuparme por
nada.” O esta otra que también es muy frecuente: “Si un día nos
separamos o me pasa algo, vendé esta casa, hacé tal o cual cosa,
preguntale a Daniel cómo manejarte.” “Si me muero, tenés el seguro de
vida por cien mil dólares.” Cada vez que las repito, se me hace más clara
y evidente tu idea de querer estar solo, la nostalgia de estar soltero y vivir
libre.”

“Si un día nos divorciamos, ni loco me vuelvo a casar, me quedo a


vivir solo, sin problemas; me dedico a viajar.”
Respuestas que no lograron sanar el mal

¿Te las acordás? ¡Son tan tuyas que no te puedo recordar sin esas
frases; y sólo pensar mis respuestas de siempre, me da angustia!:

“Roberto, si no te hubieras casado, no tendrías a los nenes, no


estaríamos juntos, igual también podemos viajar.” “Roberto, ¿por qué
traés el tema del divorcio sin ningún motivo, no sé por qué me lo repetís
casi cada vez que salimos los viernes, que es el único día que tenemos
para charlar tranquilos y estar solos?”

“Roberto, ¿Por qué te preocupa el tema del divorcio, o lo que hagas o


dejes de hacer si te divorcias; a mí no me pasa por la mente esa idea, de
eso estoy segura.”

“¿Por qué andás pensando para cuando te mueras?”

Y ahora mismo te lo pregunta una vez más: ¿Por qué en los viajes que
hacíamos solos al balneario, o al interior, a la ciudad de tu familia o a la
de la mía, siempre volvías con el tema de la separación, de dejarme,
¿siempre preparándome?

Abriendo los ojos a la realidad: reconocie ndo errores


pasados y marcando la diferencia de visiones de la vida

Ahora pienso y repienso acerca de lo nuestro, de mi porvenir


(separándolo del porvenir de los nenes, que por supuesto está ligado al
mío), pero que ahora me toca pensar en mí, cosa que siempre la relegué
por la armonía del hogar, para agradar a los demás; y cuando quise
reclamar algo de mis merecidos derechos, ya era tarde, le molestó a los
demás.

Quisiera expresarte que ¡no es la seguridad de tener los bienes lo que


me hizo cambiar! No son los bienes materiales lo más importante para mí,
esos bienes son de toda mi familia, para disfrutarlos todos juntos, siempre
lo sentí así, aunque a ti te parezca que no.

Porque hace muchos años que los tengo, y yo el cambio lo vengo


sintiendo necesario desde hace dos o tres años atrás. Desde que tanto te
ocuparon los negocios y tus cargos de tanta responsabilidad (merecidos
por otra parte), que te olvidaste (sin querer) de casa, de lo único que no te
da dinero “cash", pero sí da otros más importantes: la razón de existir; la
sal de la vida; el alimento del espíritu para ser feliz.

La renta de ese dinero (sembrado con amor en la familia) es lo único


que el día de la muerte nos vamos a llevar y, a la vez, vamos a dejar en el
recuerdo de nuestros hijos. Pero para eso hay que sembrar, regar, de lo
contrario no vamos a cosechar.

Es el mejor seguro de vida que podemos dejar a la familia. Por eso


siempre te dije, cuando luego de un problema venías con un regalo o me
decías que nunca me faltó el dinero, sí, es verdad que nunca me faltaron
los pesos.

No era dinero y regalos lo que necesité siempre de ti. Era


comprensión, respeto (porque tengo derecho a eso), demostración de
afecto (porque hace mucho, mucho tiempo que no sé casi lo que son, de
tu parte, las demostraciones de afecto).

Era el dinero del amor, del afecto, del alma, el que alimenta el espíritu,
ése es el que necesité de ti. Es ése dinero que se siembra a lo largo del
tiempo de cariño, se cosecha durante toda nuestra vida, nos mantiene
vivos en el recuerdo de nuestros hijos y sigue dando sus frutos aún
después de la muerte.

Eso es lo que yo siempre quise dejar. Desde que fui madre, nunca más
pensé para mí sola, ni soñé por mí, ni dormí un sueño corrido sin tener
que despertarme para amamantar (con amor) o para tapar a alguna, o para
simplemente darles un beso mientras estaban dormidas.

Por querer poner a nuestras hijas lindas, para llevarlas a pasear, las
vestía primero que yo; por acordarme de lo de los demás; por cambiar un
pañal a último momento, tardaba en quedar pronta para salir, y tú te
fastidiabas.

Por eso fui la última cada vez que salíamos, cosa que siempre me
reprochaste (“¡siempre sos la última en salir!”); y con dolor me tuve que
callar tantas veces, por la paz del hogar, aun sabiendo de la injusticia
(¡doble dolor!).

Pero de un tiempo a esta parte lo empecé a reclamar. No reclamé nada


que no me correspondiera, no le quise quitar nada a nadie; simplemente
reclamé ¡mi tiempo!, el que todos tenemos derecho a tener. Yo también
quería salir arreglada, para agradarte a ti; para sentirme bien. A ti, ¿quién
te medía el tiempo que necesitaste?. ¡A mí, sí! ¡Y siempre, durante estos
años!

La falta de conciencia de padre: Para ser padre hay que


estar preparado

¡Yo estoy viva!, por eso lo necesito. Necesito mi tiempo. Y por más
cosas que tenga que hacer, ¡me lo voy a tomar! Yo pienso que los hijos no
son sólo de la madre, son de los dos. ¿Cuántas veces cambiaste un pañal?
¿Cuántas veces diste una mamadera? ¿Cuántas veces te levantaste de
noche por oír llorar a alguno? ¿Cuántas veces acunaste a uno para que se
durmiera o para taparlo bien? ¿Cuántas veces te levantaste de noche
porque alguno no se sentía bien? ¿Cuántas veces diste un remedio?
¿Cuántas veces llamaste al médico o llevaste a uno al oculista o al
dentista? Tantas veces yo tenía varias de esas cosas a la misma hora y no
sabía que hacer, porque no podía contar contigo. ¿Cuántas veces supiste
hacerte el tiempo para estar con tus hijos, para charlar con tus hijas?

Todo lo que tengo eres tú y nuestros hijos, y nada más; y no podía


contar contigo. Gracias a Dios que me dio fuerzas suficientes para
poderlo lograr. ¡Ésa, para mí, es mi siembra!

¡Roberto!, no es sólo es mirar que no les falte el dinero; no todo son


los chiches; no son sólo los viajes; las idas al parque; no son los besos
sonriendo porque recién llegas y por algún motivo te tenés que ir
enseguida. No creas que te lo reprocho, no soy yo quien te lo va a
reprochar. Son tus hijos, son tus hijas (como en su momento yo se lo
reproché a mis padres).

A pesar de que sos un padre muy cariñoso, que los querés mucho y
ellos a ti también, pienso que cada uno siembra a su manera, pero que
debemos pensar que el tiempo pasa y se pasa la época de sembrar. Ya
después no nos van a necesitar tanto como en sus primeros años, hasta la
adolescencia. Ahora nos necesitan más que nunca, el mayor tiempo
posible.

Por todo esto es que saco la conclusión de que ¡para ser padre hay que
estar preparado, lo mismo que para convivir con amor y armonía en
familia!

La huida: “Te dejé de querer”

Si todos los problemas de una familia se resolvieran con irse, los


hoteles no tendrían lugar. Cuando me casé, pienso que sabía de las
grandes responsabilidades que me deparaba el casamiento. Pero también
sabía lo que quería; y el amor por mi familia y la Fe me ayudaron a
vencer el miedo a lo nuevo que me esperaba.

No es culpa de nadie el no sentirse preparado para afrontar tantas


responsabilidades (y más las tuyas, que eran muchas), que comprendo te
hayan sobrepasado.

Si bien me dijiste clara, y repetidas veces, que “me habías dejado de


querer”, “que para ti yo había muerto; que conmigo nada”. Yo respeto tu
decisión, pero aún sostengo lo que te dije, que “no se deja de querer de un
día para otro” a pesar de que los problemas sean muy grandes.

Pero cada uno es dueño de su universo y de su corazón. Pienso que


quizás desde hace mucho tiempo que me hayas dejado de querer.
¡Lástima no haberlo dicho antes!

Te pido disculpas como cristiana, por si en muchas cosas te ofendí;


por si te hice gastar lo que no podías; por si muchas veces no te entendí,
no te comprendí. No fue por egoísmo y mala fe.

Para entenderse tiene que haber diálogo, comunicación, amor grande.


Y entre nosotros, ¿te parece que fue posible? Todos tenemos nuestros
defectos pero, a veces, nos cuesta reconocerlos. ¡Qué lástima que, si no
me querías, no me lo dijiste antes! Con razón hace tiempo que te noto tan
distante.

Pienso, preocupada, que cuanto más pasa el tiempo, peor es la


situación, no sólo para nuestros hijos, que tanto quieres y te quieren, sino
para los dos.

Quiero expresarte de corazón, porque no puedo mentir, que ¡yo sí te


quiero todavía y no te he dejado de querer aún! A pesar de sentirme
dolida y abandonada y de que ¡quiero seguir viva! Por mí y por los nenes
que nos necesitan (aunque yo no pueda darles de mi parte lo material, que
tú sí les podés dar en este momento).

¡Quiero vivir feliz y en paz! Marta.

La conversación entre esposo y esposa


Para comunicarse mejor45
PERIODISTA (Miriam): En la segunda parte del libro La Casa sobre
Roca, usted toca un tema que a mí me gusta mucho: la amistad
matrimonial.

Padre BOJORGE: Sí, porque la amistad es el nombre del amor. Pero


es amor recíproco, y por eso debe ser en las dos direcciones. No basta con
que uno quiera al otro.

PERIODISTA (Miriam): Me gusta cuando dice que el varón tiene que


saber escuchar a la mujer. A nosotros nos cuestan otras tantas cosas, pero
al varón le cuesta escuchar a la mujer. Quizás porque hablamos
demasiado.

Padre BOJORGE: Sí, o porque él mismo no se da cuenta de que eso


forma parte importantísima del ministerio del esposo. Un médico que no

45 Tomo este fragmento de un diálogo radial que mantuve con Sandra y Miriam, en Radio Familia, y que publiqué por entregas
en el Blog del Buen Amor. Publico también algunos comentarios que me parece pueden resultar útiles.
escucha al paciente no puede diagnosticar. Y, como él es médico de su
esposa, debe escuchar el alma de su esposa, ponerle el oído para ver
dónde está el mal, si es que hay mal y dónde está el bien, si es que hay
bien. Porque la esposa muchas veces va con su alma al esposo esperando
una claridad que ella no consigue tener acerca de sí misma, y que el
esposo, cuando vive en estado de gracia, puede dársela. Él tiene la gracia
de decirle: “Lo que te pasa es tal cosa.” Y ella dice: “Realmente es así.”
No porque se lo dijo él, sino porque la razón del esposo fue como un
reflector proyectándose sobre la oscuridad del alma de la esposa; permi-
tiéndole a ella ver, verse, ver en su interior, leer su propia alma.

Podemos dar otra comparación y decir que el oído del esposo es como
un espejo donde ella se ve. La mujer necesita un espejo, siempre necesita
un espejo. Sin espejo, le cuesta mucho arreglarse. Y necesita el oído del
corazón del esposo como un espejo de su alma, para poder verse en lo que
el esposo entiende de ella.

PERIODISTA (Sandra): Eso es lo que muchas veces nos cuesta a


nosotros: poder reconocernos a través de ese espejo.

Padre BOJORGE: Eso hay que enseñarlo en el noviazgo. Y si la novia


le da relaciones prematrimoniales, el varón está muy distraído del alma de
ella. Está pensando en su cuerpo; de su alma, aunque quiera, no puede
interesarse. Y la novia no se da cuenta porque su sexualidad está
integrada con su amor, mientras que en el joven la sexualidad se
desintegra y cada vez se desintegra más si no entra en la integración de la
castidad, que es una virtud que exige del varón el sacrificio de su pasión
sexual por amor a ella.

PERIODISTA (Miriam): Sin duda. Y por otro lado, este “Sí” al que
usted hacía referencia al principio que es la renovación de la amistad
matrimonial diariamente.

Padre BOJORGE; Así es, diariamente.

PERIODISTA (Miriam): Por eso uno no se explica cómo matrimonios


de 20 ó 25 años se separan. En verdad yo creo que el problema empezó
mucho antes porque no se cultivó esa amistad.
Padre BOJORGE: Se fue corrompiendo. Las heridas se fueron
enconando. O quizás hubo una falla en los cimientos, al comienzo, y
cuando llegó la prueba, la casa no resistió.

Esta imagen de la casa sobre roca es muy importante, y es en el


noviazgo donde se pone el cimiento: practicar la Palabra de Cristo. Y si
no les importa Su Palabra —y ellos saben más que Dios, porque el
mandamiento lo tienen claro pero no lo cumplen, lo que es muy común
entre los jóvenes—, luego pagan cara esa soberbia.

Comentario de David Día z Criado

Hola, Padre: Verdaderamente, esta idea suya del espejo es fabulosa,


nunca se me hubiera ocurrido. También quiero aportar algo: el marido es
responsable del alma de la esposa para evitar que el demonio haga con
ella lo que hizo con Eva. No es bueno que la esposa quede sola. Por otro
lado, la esposa es responsable del cuerpo del marido porque el varón es el
alma de la esposa y la esposa es el cuerpo del marido. Es decir, que la
esposa pueda ser el médico de su marido y el marido el sacerdote de ella.

Escuchar a la esposa es importante, porque ella es la mejor consejera


del marido (igual que la Virgen); mientras también es importante que la
esposa escuche al marido, ya que su marido está llamado a ser su maestro
(igual que Jesucristo). También es importante aquí acordarnos de que el
marido es cabeza de la mujer y la mujer es el corazón de su marido, por
eso el marido es el maestro de la cabeza de su esposa y la esposa es la
consejera del corazón de su marido. Y todos felices, ¿o no?

Comentario del doctor Jorge

El marido debe escuchar a la esposa, pero esto requiere que ambos


pongan de su parte. El marido ha de saber que la mujer tiene un patrón de
comunicación circular que es diferente al de él, que es horizontal, por eso
él debe poner de su parte para evitar distraerse y debe tratar de que su
esposa se comunique en forma horizontal, porque no es su naturaleza. Y
la mujer ha de tratar de concentrar sus ideas fuerza en los primeros
minutos, para luego desarrollarlas. Con voluntad y la ayuda de Dios, todo
es posible.

Padre Horacio

Estimado Dr. Jorge: Muy interesante e instructivo su comentario.


¿Sería tan amable de explicarnos un poco mejor lo que entiende por
patrón de comunicación circular de la mujer y horizontal (¿lineal?) del
varón? Y ¿sería tan amable de exponer más detalladamente lo que usted
considera que la mujer debe “poner de su parte” para ser escuchada y
entendida por el esposo?

Yo me he referido en la conversación radial a lo que es deseable como


actitud del varón ante una buena disposición de la esposa. Por lo visto,
usted ve, con razón, otro lado de la relación a la que yo no me referí.
¿Qué es lo que Usted tiene en mente al hacer su comentario? Creo
entender que a veces a la mujer puede no interesarle abrir su alma, ya sea
por autosuficiencia, ya sea por falta de esperanza de ser comprendida (a
veces por una historia de desilusiones en ese sentido); otras veces, porque
ella misma no es capaz de escuchar al esposo. Es difícil hacer justicia a
todos los requisitos para una comunicación ideal entre ambos. Pero
podemos ir sumando y aproximándonos.

Apreciado en Cristo Padre Horacio: Gracias por sus palabras. Mi


intención ha sido complementar lo bien expresado por usted.

Existe en el cerebro humano una estructura llamada el cuerpo calloso,


que en la mujer es mucho más ancho que en el varón. Este cuerpo calloso
comunica los hemisferios derecho e izquierdo. Es decir que para la mujer
es más natural relacionar simultáneamente la parte lógica (del hemisferio
izquierdo) con la emotiva (del hemisferio derecho), y a eso llamamos
“comunicación circular”. En el varón, este cuerpo callosos es más
estrecho y no permite estas conexiones, así que o transmite con lógica
(hemisferio izquierdo) o emotiva (hemisferio derechp), eso es
“comunicación horizontal”.

Así, una conversación típica entre dos papás (vamos a ponerles Juan y
Pedro) que se encuentran puede ser:

—Hola, Juan, te cuento que mi hijo Pedrito está en el equipo de fútbol


del colegio.

—Hola, Pedro ¡Qué bueno! ¿Cuándo juega?

—Este domingo.

—Entonces, este domingo lo iré a ver para alentarlo.

La misma situación entre dos mujeres (vamos a ponerles María y


Cecilia) podría ser:

—Hola María, te cuento que estoy muy contenta porque mi hijo


Pedrito está en el equipo de fútbol del colegio. Está que no cabe en sí.

—Hola, Cecilia ¡Qué bueno! En cambio, mi hijo Juanito está muy


triste porque a él no lo eligieron.

—Sí, lo entiendo, es que el entrenador no sabe tratar a la gente, es


muy agresivo.

—Así es, dicen que tiene problemas personales. Pero en fin, voy a
decirle a Juanito para que vayamos a hacerle barra a Pedrito, ¿Cuándo
juega?

—Este domingo, está emocionadísimo.

—Entonces, este domingo iremos para alentarlo y que se sienta con


más confianza.

Así, cuando la mujer le habla al varón, después de dos o tres minutos


el varón suele pensar que su esposa lo está “sermoneando”, y no es así; o
se suele distraer, porque el mensaje que recibe implica una parte lógica y
una emotiva; por eso es que, muchas veces, después del tercer minuto ya
pierde la concentración.
Por eso, yo siempre recomiendo a las señoras que en los dos ó tres
primeros minutos traten de concretar y luego desarrollar lo que ya se dijo;
y a los hombres, que traten de repetir las ideas fuerza a ver si han captado
bien, pero que nunca esperen que su cónyuge cambie su mecanismo de
comunicación, porque le es propio de acuerdo a la estructura de su
cerebro.

Es más, no es conveniente que cambien, porque así diferentes como


son se complementan y potencian como matrimonio.

Padre Horacio

Muy estimado Dr. Jorge: Agradezco mucho su generosidad en dedicar


el tiempo a dejar este nuevo comentario en el blog. Enseña mucho y será
sin duda muy útil a los visitantes que lo lean. Sus observaciones, desde la
morfología o anatomía del cerebro masculino y femenino, reflejan, a mi
parecer, lo que la Sagrada Escritura nos dice en su lenguaje simbólico
propio cuando presenta a Dios “amasando” del barro al varón,
“construyendo”, en cambio, a la mujer de hueso del varón.

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