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Todos los elementos y aparatos que componen cualquier circuito eléctrico de potencia, tienen en
mayor o menor medida una cierta resistencia óhmica (R), una capacidad (C) y una inductancia (L), pues
se trata de unas características constructivas, en cierta forma inevitables.
El paso de una corriente eléctrica por el circuito hace que en la resistencia se produzca un calor por
efecto Joule (I2 R) por tanto, una energía eléctrica que sale del circuito (se «pierde») convertida en
calor.
Por tanto en un circuito de tensión y corriente alternas estas energías almacenadas fluctúan entre un
máximo, correspondiente a Umáx e Imáx, respectivamente, y cero, para valor nulo de u o i.
En régimen permanente, los valores de tensión, intensidad e impedancia en las diversas partes de un
circuito están relacionados de acuerdo con las leyes de Ohm y Kirchhoff.
Cuando se produce un cambio brusco en los valores de las impedancias, las corrientes y también
ciertas tensiones del circuito varían de valor hasta alcanzar un nuevo estado de régimen que cumpla
con las citadas leyes.
Ahora bien, este cambio de un régimen permanente a otro, se produce a través de un período
transitorio normalmente de muy corta duración (del orden de microsegundos), durante el cual,
pueden producirse sobretensiones y/o sobrecorrientes que en ciertos casos pueden llegar a ser
peligrosos para los elementos del circuito.
Figura 1
En efecto, al producirse este cambio brusco en la configuración del circuito, las energías almacenadas
en aquel momento en las inductancias L y capacidades C, se redistribuyen para adaptarse a la nueva
configuración ya que las corrientes y las tensiones parciales también han variado.
Por tanto una variación instantánea (t = 0) de la tensión requeriría una corriente de valor infinito.
En consecuencia estas variaciones de corrientes, tensiones y energías, dan lugar al período transitorio
antes indicado.
Cambio de régimen en el interruptor
Como es sabido, un cortocircuito es habitualmente una situación anormal no deseada, pues provoca o
bien una sobreintensidad peligrosa, o bien una corriente de recorrido anormal, o ambas cosas a la vez.
También puede provocar sobretensiones (por ejemplo, en cortocircuitos fase-tierra en redes trifásicas
con el neutro aislado o conectado a tierra a través de impedancia elevada).
Ahora bien, esta apertura del interruptor representa un nuevo cambio brusco en el circuito pues se
elimina una parte del mismo. En el de la figura 3, serían R2, L2 y C2.
Figura 3: Circuito básico monofásico.
Es evidente pues que en la apertura de un interruptor sea por maniobra normal, pero en mayor
medida en caso de cortocircuito se produce un fenómeno transitorio que en muchos casos da lugar a
sobretensiones en los bornes del interruptor y también en otras partes del circuito.
Estas sobretensiones son en general más importantes en las aperturas de cortocircuitos que en las de
maniobra normal, pero por ejemplo en la desconexión normal de baterías de condensadores pueden
ser también peligrosas.
Por tanto un interruptor adecuadamente diseñado, especialmente si es para media o alta tensión (MT
o AT), debe ser capaz de soportar y dominar estas sobretensiones, provocadas por su propia acción de
apertura.
El fenómeno en MT y AT
En los sistemas de media y alta tensión, por la naturaleza constructiva de sus elementos
(transformadores, generadores, líneas, cables, etc.), la resistencia óhmica R es muy pequeña frente a la
reactancia inductiva XL (Lω), de forma que la impedancia Z es aproximadamente igual a la reactancia
XL (Z ≈ X).
Por lo tanto, en caso de cortocircuito, la corriente que se origina (corriente de cortocircuito), está
prácticamente desfasada 90º en atraso respecto a la tensión. esto hace que su interrupción sea más
difícil.
No obstante, si bien a estos efectos la resistencia R es despreciable, en otros aspectos juega un papel
importante. Concretamente por su característica de «elemento pasivo» disipador de energía produce
un efecto amortiguador de las sobretensiones tanto en su valor (V o kV) como en su curso temporal.