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HANS-GEORG GADAMER

El problema
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA EL PROBLEMA
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA
Traducción e Introducción de
AGUSTÍN DOMINGO MORATALLA

U^iVf-.RSiOAO DF BUB'OS AMES


ÍACULTAc •:' v ■ ¿r.TKMS
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Título original: Le probléme de la conscience historique

Diseño de colección: Rafael Celda y Joaquín Gallego

Impresión de cubierta: Gráficas Molina

ÍNDICE

Introducción: HISTORIA Y FILOSOFÍA EN H.-G.


GADAMER ... Pág. 9
1. La gestación de un pensar rememorante . 9
2. La obra de Gadamer: la experiencia de una historia
compleja . 15
3. Una anticipada síntesis de Verdad y Método.. 20
4. La transformación hermenéutica de la fenomenología 23
5. Una racionalidad dialógico-experiencial frente al
anonimato tecnológico. 28
6. Voluntad de responsabilidad y autoconocimiento his¬
tórico ..'.. 33

EL PROBLEMA DE LA CONCIENCIA HISTÓRICA ... 39

Reservados todos los derechos. De conformidad con lo dispuesto I. LOS PROBLEMAS EPISTEMOLÓGICOS DE LAS CIENCIAS
en los artículos 534 bis a) y siguientes del Código Penal vigente, HUMANAS. 41
podrán ser castigados con penas de multa y privación de libertad
quienes sin la preceptiva autorización reprodujeren o plagiaren, en II. Aportaciones y límites de la obra de Dilthey. 55
todo o en parte, una obra literaria, artística o científica fijada en
cualquier tipo de soporte. III. Martin Heidegger y el significado de su «her¬
menéutica DE LA FACTICIDAD» PARA LAS CIENCIAS
HUMANAS.71

© J. C. B. Mohr (Paul Siebeck) IV. EL PROBLEMA HERMENÉUTICO Y LA ÉTICA DE ARIS¬


Introducción © Agustín Domingo Moratalla, 1993 TÓTELES . 81
© EDITORIAL TECNOS, S.A., 1993 .
Telémaco, 43 - 28027 Madrid V. Bosquejo de eos fundamentos de una hermenéu¬
ISBN: 84-309-2298-9 tica .. 95
Depósito Legal: M-8050-1993

Printed in Spain. Impreso en España por Grafiris, c/ Codorniz, s/n.


Fuenlabrada (Madrid)

6
7
INTRODUCCIÓN*

HISTORIA Y FILOSOFÍA
EN H.-G. GADAMER

1. LA GESTACIÓN DE UN PENSAR
REMEMORANTE

El 11 de febrero de 1900 nace en Breslau Hans-


Georg Gadamer, hoy profesor emérito de la Universi¬
dad de Heildelberg y maestro reconocido de otros no
menos ilustres filólogos y filósofos como Volkmann-
Schluck, J. Habermas, K. O. Apel, D. Henrich o E.
Tugendhat. Su padre, de temperamento técnico y ana¬
lítico como buen químico, nunca vio con buenos ojos
que su hijo se dedicase a las tareas literarias, artísticas,
históricas o filosóficas. La disciplinada y sólida
formación humanística que recibió le permitió esclare¬
cer progresivamente sus motivaciones en los albores
de un siglo que se iba a caracterizar no sólo por el fer¬
vor tecnológico, sino por la ruptura con las tradiciones
humanísticas postrománticas que aún pervivían y
resultaba imposible reconstruir. Como confiesa en su

* El presente trabajo se ha realizado con una de las ayudas a la


investigación concedidas por Caja Salamanca y Soria en el marco
del convenio con la Universidad Pontificia de Salamanca. Deseo
constatar en estas líneas mi agradecimiento á ambas instituciones
por el impulso que ello ha supuesto para que estas páginas vean
la luz. AvúV/V- ■ ■ ;¿-T
Autobiografía, el desconcierto de estos primeros años
se convirtió en un estímulo para el estudio (479)\ cotidiana, una dirección a la que ya habían apuntado
La vitalidad intelectual que encontró en Marburgo —entre otros— Kierkegaard y Dostoievski. Aun
donde llegó en 1919 formado por Hónigswald en filo¬ siendo todavía poco consciente de ello, se estaba ina-
sofía trascendental, le permitió orientarse durante la gurando una nueva época histórico-filosófica:
primera posguerra de una Europa desorientada. La
Algunos comprendieron a través de él quién era Marx,
filosofía de la vida de Nietzsche y la pasión artística
otros quién era Freud y, finalmente, todos comprendimos
poética y literaria que aprendió de S. George le permi¬ quién era Nietzsche. También yo aprendí, gracias a Heideg-
tieron reivindicar una verdad inmediata y originaria ger, que era ahora cuando podíamos repetir el filosofar de
como la del arte frente a las pretensiones de una verdad los griegos, ahora, desde que la historia de la filosofía escri¬
fríamente conceptual, entretenida en disputas metodo¬ ta por Hegel y deletreada por el problema histórico del neo-
kantismo había perdido su fundamentum inconcussum, su
lógicas, fragmentada en una racionalidad cosmovisio-
autoconciencia [482].
nal y determinada por el problema del relativismo his¬
tórico, tal como había sido discutido por Dilthey y Tro- Si Nietzsche despertó a estos jóvenes del sueño
elsch. Sm embargo, al igual que la verdad inmediata de dogmático del historicismo, fue Heidegger quien
la experiencia artístico-literaria le sirvió para despertar impuso el ritmo de un nuevo caminar; con él la propia
de una formación excesivamente academicista, la radi- tradición filosófica era otra cosa. Se trataba de superar
calidad de Nietzsche estaba exigiendo a estos jóvenes la atemporalidad de los planteamientos filosóficos,
la revisión de una conciencia histórica idealizada, for¬ romper con el escepticismo y el relativismo histórico-
malizada y limitada metodológicamente. documental. Con Heidegger recobró su sentido un
La respuesta a la radicalidad de Nietzsche y a los filosofar historificante. que respondía, reapropiándose
planteamientos historicistas vendría del arte descripti¬ interrogativamente, a las preguntas de una tradición
vo de la fenomenología. Si la figura de Husserl fue que hundía sus raíces en los griegos:
relevante estos años de formación, y se mantuvo viva
en las construcciones hermenéuticas, fue la arrolla¬ De los griegos se pudo aprender que el pensar filosófico
dora personalidad de Heidegger la que le impulsó a no tenía por qué seguir la idea sistemática de una ultima
fundamentación sobre una máxima superior [...], sino que
un pensar histórico y originario que se mantuviera
se encuentra desde siempre bajo una directriz: debe, en el
íel a las exigencias de la existencia humana básica y despliegue del pensamiento sobre las primeras cosmovisio-
nes, retomar el análisis de la fuerza conceptual y axiomática
del lenguaje en el que nos movemos [484-485].
1 Gadamer, «Hermeneutik II», Gesammelte Werke Mohr Tü-
íngen, 1986, II, p. 479. Las citas que aparecen en eí cuerpo del
texto pertenecen a la paginación de este volumen. Cuando citamos En 1922, y promocionando con una disertación
3,27/256 estamos señalando que nos referimos a la’ sobre Platón que le dirigió Nicolai Hartmann, comien¬
pagina 327 de la traducción española de Verdad y Método. Funda¬ za a configurarse una orientación reflexiva marcada no
mentos de una hermenéutica filosófica (trad. de A. Agud y R de
sólo por lá fenomenología, sino por la fuerza del diálo¬
Agapi o, Sígueme, Salamanca, 1975), y a la página 266 del original
del volumen I de las Ges. Werke g go platónico. Sus intereses ya no eran sólo historiográ-
ficos, sino filosóficos; por ello, en 1923, durante su
10
participación en el seminario que Heidegger dirigió
ción y re-memoración, por el cual salía a la luz la
idodeantCa “ NÍCÓmüC° en acabó coúvfm estrecha vinculación entre las tareas de «pensar»
do de que era preciso estudiar de nuevo y sistemáti
(Denken) «agradecer» (Dankeri), y «rememorar»
oamente filología clásica. En aquel momento compmm
(Gedáchtnis). Esta forma de seguir preguntando podía
dio que su anterior dedicación a la literatura y“farte
permitir que la relación del pensar con su objeto no
había sido inútil. A pesar de confesarse discípulo de
fuera una instrumental relación de dominio; incluso se
P aceptado en el seminario filológico de podía atisbar otra forma de pensar no determinado por
P. Fnedlander. Desde este encuentro con Heidegger
una voluntad de poder. Será a la luz de estos plantea¬
3 PlMtearSe d0S temas basicos: por mi lado mientos como la hermenéutica se plantea el papel que
hov ltmár "eS e"tre techne y phronesis, entre lo que desempeña el lenguaje no sólo en la determinación
hoy llamaríamos una racionalidad técnico-instrumental
conceptual de las experiencias humanas básicas, sino
y ima racionalidad histérico-comunicativa; por otro las
relaciones entre dynamis y energeia entre lo que pudié en la conformación de la conciencia histórica.
ramos determinar como acontecer mecamco causaít Platón representaba para Gadamer la posibilidad de
que este pensar pueda realizarse, y Nietzsche, en este
DlatónTo06" vital'0ri«inari°- A la fuerza del diálogo itinerario, es el símbolo emblemático de cómo la his¬
prácticas/imufr ^ ^ Vertebran la raci°nal.dfd toria de la Metafísica ha acabado por arrinconar esta
P actica se unió durante estos años otra inquietud míe
estaba en la raíz misma de la situación de toque parto dimensión fundamental. El pensar rememorante,
estructurado desde la dialéctica del re-tener y re-cor-
dad en el ^ “ pretensión «mítica e idealista de uni¬ dar vital, ha guiado a un platonismo gadameriano pre¬
dad en el conocimiento de la naturaleza y la historia
ocupado por «aclarar mediante un análisis fenomeno-
?.artlnan mies estudios que concluyeron con la
abilitacion en Filología durante el curso 1928-1929 lógico de los acontecimientos reales la función de la
Las lecturas heideggerianas ofrecían la posibilidad dialéctica platónica a partir de la fenomenología de la

tu,itszst»■■ ■»”»¡S
, 1 ' , e 0lan desde la cátedra tonos inusuales
vida» (488). Aquí «lo platónico» es el origen del pre¬
guntar, aquella inquietud y espíritu de búsqueda al que
responde Platón con las Idéas (502-503). Este plato¬
extraacadem.cos, que a todos fascinaban principal
nismo gadameriano no consiste en la fácil actualiza¬
fía6 gr¡en a‘ntensidad con la que se evócatela filoso-
ción de un idealismo academicista y ahistórico, sino
qu/aítatemar
que, al integrar f
lo*v ??
histérico preguntar
y lo vital, «memorante
giraría unn« en la recuperación historificante de la voluntad onto-
lógica de la fenomenología:
sardrfteid rde ef't0rn° al término Andenken. Un pen-
Sar defmid0 en termmos de memoria, con-memora- El arte descriptivo que intenté aprender de Husserl (en
Friburgo durante 1923) y de Heidegger encontraría su
manifestación en una interpretación de los textos antiguos
la otord™atmeraCí? ^ P3pd de Heidegger “ ^ conjunto de
orientada por «las cosas mismas» [ihíd.].

Lo que estaba en juego durante estos años de


1991-» **
formación era una capacidad de apropiación del pasa-
12
do que no fuera puramente taxonómica, museística o 2 LA OBRA DE GADAMER: LA EXPERIENCIA
mtelectuahsta. Lo esencial no sólo se encuentra en el DE UNA HISTORIA COMPLEJA
retener o en el olvidar, sino en la tensión interna, en
esa plástica fuerza que nos permite situarnos ante el Si hay algún calificativo que podamos otorgar a la
pasado como algo que (lo queramos o no, lo pensemos obra filosófica de Gadamer es el de ser una obra «de
°iT^n°S !S pr°pi0’ nos constituye y nos lanza hacia madurez»: recordemos que la primera edición, y el
el futuro Ante la enfermedad historicista que asépti¬ primer volumen, de Verdad y Método se publica en
camente disocia al intérprete de su historia, la herme¬ 1960. Sin embargo, no nos hallamos ante una obra
néutica los piensa conjuntamente puesto que, al cons¬ totalmente acabada y terminada con su publicación,
tituirse como pensar rememorante, como dialéctica del sino en el momento central de todo un proceso. Resul¬
preguntar, busca esclarecer las posibilidades y los ta difícil presentarla en conjunto como un pensamien¬
limites tanto de la realidad personal como de los acon¬ to sistemático donde se puede determinar fácilmente
tecimientos humanos en su singularidad histórica3 su génesis y configuración. Hay un dato que nos
Antes de esclarecer este pensar rememorante que puede ayudar a darle sentido y coherencia: ha sido un
nos ofrece la hermenéutica gadameriana, será preciso testigo privilegiado en la compleja historia de nuestro
que nos detengamos en cómo se gestó Verdad y Méta- siglo 4. La hermenéutica que cristaliza en Verdad y
d°, la obra clave de este singular discípulo de Heideg- Método y que en sus líneas maestras se halla esbozada
ger. Ello nos ayudará a dilucidar las motivaciones bási- en El problema de la conciencia histórica es, también,
cas de la obra que presentamos y el alcance histórico- el resultado del contexto europeo en el que se ha gene¬
filosofico de unos planteamientos que, en El problema rado, no siempre silenciosa y pacientemente, el queha¬
de la conciencia histórica, aparecen germinalmente. cer gadameriano.
Vivir dos veces ía reconstrucción de una Europa
destruida por sí misma no es una experiencia que
pueda olvidarse tan fácilmente. La densidad y comple¬
jidad de su propio pensamiento son también la densi¬
3 A esta tensión han intentado responder otros pensadores de dad y complejidad problemática de nosotros mismos,
nuestro tiempo; en este sentido puede verse nuestro estudio ^ una complejidad que lo es de las relaciones con nues¬
humanismo del siglo xx. El personalismo, Cincel, Madrid 1985 Es tra propia historia acontecida. No es de sorprender
curioso como la recepción de la obra de Gadan^r ha revivado de que, por ello, la sustantividad dialogica de la herme¬
este modo la pregunta por nuestra relacción con la tradición En
néutica retome la tarea práctica de «tender puentes» y
“a han.sldo Paneros los trabajos de J. García Roca, «Onto-
«salvar distancias».
1979) enn T79 2r/y “fí?1!?6 1& palabra>>’ ¿nales Valentinos, 9 La arquitectura del patrimonio cultural y filosófico
( 979), pp. 179-227, y J. M. Almarza, «La tradición: pertenencia v
critica», Estudios Filosóficos, 29, xxix (1980), pp. 65-104 Tam¬
ben6 r reCePCÍÓn’ PUCde Verse
^ m TT y cifncias sociales: la acogida conflictiva de Ver- 4 Cfr, E. Lledó, «Testigo del siglo. En él 90 aniversario de H. G.
Gadamer», presentación a H.-G. Gadamer, La herencia de Europa,
(WÍ), pp n9-mUademOS Salmantinos de Filosofía, XVIII
trad. dé P. Giralt, Península, Barcelona, 1990, pp. 7-15.
14 15
europeo que Gadamer lleva a cabo se compone de tres
pos no universitarios. Al final de la guerra, en 1945,
momentos. No son tres fases en su prop.aobraotres
es nombrado rector de la universidad de Leizpig, dedi¬
etapas de una evolución historiográfica. Nos hallamos
cándose a las tareas político-administrativas en detri¬
ante un proceso de profundización, ante la decanta-
mento de las filológico-investigadoras. Fue sin duda el
cion de una vocación filosófica que se ha clarificado
poco tiempo del que carecía lo que propició la rentabi¬
en el dialogo con otras sensibilidades. El primer
lidad del mismo. Hasta entonces, como él mismo sos¬
momento recibiría el nombre de histórico-filológico tenía,
porque en el los trabajos fundamentales son de cíác-
r filolofjco; desde ellos se producirá, progresiva¬ escribir había sido para mí una auténtica tortura. Siempre
mente, una clarificación en las motivaciones filosófi¬ tuve la impresión de que Heidegger me miraba en mi que¬
cas. be trata básicamente de unos años de aprendizaje hacer por encima del hombro [491].
y encuentros fructíferos (Friedlander, Natorp HarT
mam, Scheler, Heidegger, etc.) en los que comida la Entre los estudios destacados de este período se
docencia filosófica desde la formación filológica con hallan Platos dialektische Ethik 6, Platos Staat der
la posibilidad «de aprender cada semestre cosas nue- Erziehung \ Volk und Geschichte im Denken Herder y
gran parte de los trabajos del segundo volumen de los
STlaS 3 QUe SU actividad como profesor estaba Kleine Schriften 8. Durante estos difíciles años pone en
ción S%\9APr0PI0S Planteamient0s de “vestiga- práctica la tradición humanístico-filológica en la que
se formó; podríamos hablar más de una «hermenéuti¬
Con diez años de actividad lectiva se le ofreció una
cátedra de Filología Clásica en Halle, aunque finTl- ca vivida» que de una «hermenéutica pensada».
En el otoño de 1947, con su llegada a la universidad
mfíeFeClbl ~ e‘ "°“bramien‘o Para la de Leizpig en de Francfort, y tras el trabajo del rectorado, regresa de
mente a 6" '°S qUe Se dedicó Pina¬ nuevo a las tareas de docencia e investigación. A partir
mente a la filología; las investigaciones filosóficas y
algún que otro ejercicio sobre Husserl sólo se podían de entonces se iniciará un segundo momento de aper¬
tura y encuentro que nos hemos atrevido a llamar epis¬
menTe»(491)e: -Sab¡0 ComPortarse d^creta- temológico porque el resultado de estos trabajos traerá
Tras el retiro de T. Litt se vio obligado a tener que como consecuencia la explicitación teórico-epistemo-
transmitir no solo el mundo griego, sino toda la tradi- lógica del quehacer filosófico iniciado en los trabajos
filológicos. La fecha clave en este momento que cul-
nlsand aSICa’ deS<fc San Agustín faasta Heidegger,
pasando por seminarios sobre la poesía de Hólderlin
6 Aunque la primera edición es de 1931, disponemos de una ree¬
no°éric: < Veíadero poeta de la asistencia dición ampliada con otros estudios en 1983 (F. Meiner, Hamburg),
poética»). Con los bombardeos aliados sobre Leizpig
previa a la edición ya canónica de las Ges. Werke (Bde. 5, Greie-
el «terror del partido» tuvo que emigrar a otros cam
chische Philosophie, I, pp. 3-163).
7 La edición original es de 1927, ahora recogida en las Ges.
Werke (Bde. 5, pp. 249-262).
Lekiahre- K1“»• 8 Conjunto de interpretaciones variadas sobre cuestiones estéti¬
cas, históricas y literarias: (Mohr, Tübingen, 1967).
16
17
mmari con la publicación de Verdad y Método será
cia histórica. No podemos decir que la publicación en
iy4f; cuando acePta sustituir a Jaspers en un mundo
académico como el de Heidelberg. No se trataba de la 1960 de Verdad y Método es el muro que divide una
realización de una «gran síntesis» more leibniziano o etapa de otra. Y no lo podemos decir por la sencilla
negeliano, sino de dar cuenta teórica de un modo de razón de que lo que tan sólo se publicó en 1960 fue la
hacer que ya era habitual a través de sus estudios y primera parte de la «Hermenéutica». Así, en la
lecciones: «[...] la hermenéutica es antes que nada una reciente publicación de las Obras completas, el pro¬
practica» (494). En Heidelberg continuará una labor pio Gadamer ha incluido con el título de Verdad y
docente que exigía una reflexión, no en tanto que Método //un nutrido grupo de artículos entre los que
desarrollado teóricamente a priori, sino abierta y exi¬ se encuentran algunos que él considera preparatorios,
gente de una ilustración continua en el preguntar. otros que considera complementarios, y otros que
Sirviéndonos de sus propias palabras: son respuestas, correcciones, añadidos y excursus a la
publicación de su obra. Por consiguiente, y sin atre¬
[...] la aparición de mi «filosofía hermenéutica» es tan sólo vernos a marcar una fecha concreta, podríamos decir
el intento de dar cuenta teóricamente del estilo de mis estu¬ que con la aclaración de algunas ideas básicas de su
dios y lecciones. La práctica era lo primero. Desde siempre hermenéutica y con las réplicas a sus críticos se inicia
me esforcé, casi con temor, en no decir demasiado y hun¬
dirme en construcciones teóricas que no fueran resueltas
—básicamente durante la década de los sesenta y los
completamente por la experiencia [...]. Este trabajo exigió años cercanos a su jubilación (1968)— este tercer
casi diez anos de dedicación y durante este tiempo evité momento. Lo hemos llamado ontodialógico porque en
mientras era posible, toda distracción. Cuando apareció ei él se consolida el lenguaje como hilo conductor del
íbro fue precisamente durante su impresión cuando se giro ontológico de la hermenéutica. A la explicicita-
me ocumo el tituló de Verdad y Método- no estaba muy
seguro de si no llegaría demasiado tarde y era, en realidad ción del lugar que el lenguaje tiene en la hermenéuti¬
superfluo. Ya entonces se podía adivinar que se avecinaba ca ha dedicado Gadamer los mejores trabajos inci¬
una generación que había sucumbido, en parte, a las espe¬ diendo en el horizonte diseñado al final del Verdad y
ranzas tecnológicas y, en parte, a las simpatías de la crítica Método.
de las ideologías [492-493]9
Además, este horizonte se ha completado desde la
praxis del diálogo, existiendo momentos en los que se
Gracias a un pequeño intervalo en la dedicación a ha visto obligado a matizar o reformular alguna de sus
Verdad y Método, cuando compartía la «Cátedra Car¬ expresiones de la primera edición. Pero el diálogo no
denal Mercier» con M. Müller, pudo surgir el común- era únicamente el modo en el que se reconstruía la
to de conferencias dictadas en 1958 en la universidad hermenéutica, sino el horizonte existencial desde el
de Lovaina que componen El problema de la concien- que se hace inteligible la comunicación humana y sus
realizaciones culturales. Las interpretaciones de la
filosofía de Husserl y Heidegger, los numerosos estu¬
Con el fin de precisar su posición en las coordenadas del filo¬ dios sobre Poética y las inacabables lecturas de la tra¬
sofar contemporáneo, Gadamer nos ofrece una autocrítica de su
dición. desde su radical platónico-aristotélico, se han
? l—T ?ue f1 mismo describe mediante el transitar llevado a cabo en estos últimos años desde el imperati¬
entre la Fenomenología y la Diaíética: Ges. Werke, II, pp. 3-23.
vo de la integración del monólogo de las ciencias par-
18
19
Aculares en el dialogo de la existencia comunicativa mana ha sido Verdad y Método I0. Como ya hemos
En esto consistía la universalidad del problema herme-
señalado, se trataba de un título polémico para un sub¬
neutico, en el mantenimiento del imperativo de la
comunicación: título desconocido n. Los compañeros de Gadamer lo
esperaban como una hermenéutica filosófica; sin
La hermenéutica no toca a su fin allí donde la comuni¬ embargo, por la extrañeza del editor ante la aquella
cación parezca imposible porque se hablan «distintos len¬ oscura palabra «hermenéutica», büscó, no sin dificul¬
guajes». Ahí, más bien, se plantea la labor hermenéutica tades, un título que tuviese mayor impacto filosófico.
justo en toda su seriedad, como el imperativo de encon¬ Fue así como surgió un título que mantuviese la «dife¬
trar un lenguaje común. Pero esto no es nunca un hecho
dado [...]. La posibilidad de la comunicación no puede ser
rencia ontológica» 12, un título que mantuviese la ten¬
negada nunca entre seres racionales. Incluso el relativismo sión filosófica y la energía histórica de los conceptos
que parece encontrarse en la pluralidad de lenguajes huma¬ que la obra quería sacar a la luz. Continuando la her¬
nos no es ninguna barrera para la razón, cuya palabra es menéutica iniciada por Heidegger en Ser y Tiempo y
común a todas las lenguas, como ya sabía Heráclito [497]. por Bultmann en Creer y Comprender, había pensado
que un título adecuado podía ser el de Comprender y
En este tercer momento, impreciso y difuso, puesto
Acontecer. Sin embargo, y puesto que en la base de su
que aun estamos pendientes de algunos volúmenes de
estudio se encontraba «la insuficiencia del moderno
sus Obras, podríamos hacer otros análisis en virtud
concepto de método» (467/555), al final prevaleció la
de la numerosa producción con la que nos encontra¬ tensión —nunca excluyente— que marcaban «Ver¬
mos, pero no es éste el momento. Si antes habíamos dad» y «Método».
pasado de una «hermenéutica vivida» a una «herme¬ Aunque está prevista una próxima publicación del
néutica pensada», podemos decir que ahora nos texto manuscrito que actualmente se conserva en la
hallamos ante una «hermenéutica universatizada» Biblioteca universitaria de Heidelberg (donado por
porque ha explicado en la lectura de los aconteci¬ Gadamer con ocasión de la exposición celebrada por
mientos históricos y en la interpelación de la propia su octogésimo aniversario), por el momento uno de los
tradición los supuestos en los que se asentaba; ¿cuᬠdocumentos privilegiados con los que contamos es El
les eran éstos?, ¿qué papel desempeñaban las ideas problema de la conciencia histórica. Al igual que el
centrales de la obra que presentamos?, ¿cómo situarla texto manuscrito que se conserva de aproximadamente
en el ya amplio espectro de la fenomenología herme¬
néutica?
10 F. Volpi, Ermeneutica e filosofía pratica, Guerini, Milano,
1990, p. 7.
3. UNA ANTICIPADA SÍNTESIS 11 Hermenéutica dialógica, pp. 90-95.
12 Cfr. M. Heidegger, Wegmarken, 6 Auf., Klostermann, Frank-
DE VERDAD Y MÉTODO
furt, 1980, pp. 185 ss. De una validez incuestionable nos parecen
las aportaciones de J. Grondin, «Le sens du titre Étre et Temps»,
Para algunos analistas, después de Ser y Tiempo, la Dialogue, 25 (1986), pp. 709-725; Le tournant dans la pensée de
obra más significativa e influyente de la filosofía ale¬ M. Heidegger, PUF, París, 1987.
unas ochenta paginas ", hay claras diferencias en la cías del espíritu venían desarrollando; en segundo
estnictura, la expresión y los temas abordados. Para lugar, una reivindicación de los aspectos ontológico-
siguiente' d'ferencias’ debemos indicar lo existenciales que puedan permitir plantear rigurosa¬
mente el problema de la verdad; en tercer lugar, el
esclarecimiento de la estructura y funcionalidad prác¬
resultado 2í 2^°UrS0 quep6r0 “Uy trabaJado; es el
^'ármente daba desde
tica de la historicidad humana a la luz de uno de los
problemas centrales de toda la hermenéutica clásica:
m c Introduccion « ¡as ciencias humanas. el problema de la aplicación y la constitución de la
tmniJZ ir^Q un text° ágil que es el resultado de la racionalidad humana como valorativa. Por consiguien¬
anscnpcion de las conferencias dadas en 1957 iusta- te, el problema de la conciencia histórica no es sólo el
^rá2lPrimer borrador de 'a «hermenéutica problema de la verdad en el seno del devenir histórico
f losofica» estaba concluido (1956). La complejidad y (fragmentación de la racionalidad, perspectivismo,
el barroquismo estilístico de Verdad y Método dan relativismo); tampoco es únicamente el problema de la
ahora paso a una obra breve, relativamente sencilla y unidad de referencias en las múltiples disciplinas que
donde con mayor claridad percibimos las verdaderas abordan la realidad humana (convergencia, pluralidad
intenciones del autor.
o unidad de métodos); se trata, básicamente, de res¬
c) De estas conferencias tan sólo hay traducción ponder a la pregunta de cómo y en virtud de qué se
italiana e inglesa —el original ya no existe—; de ahí conforma la voluntad humana en una voluntad memo¬
que hayan cobrado un especial valor. rante, es decir, en una voluntad de responsabilidad his¬
tórica.
Al plantear esta obra como «el problema de la con-
ciencia histórica», se sitúan en primer plano alguna de
las ideas directrices que aparecerán en Verdad y Méto¬ 4. LA TRANSFORMACIÓN HERMENÉUTICA
do. Nos estamos refiriendo a que estas páginas ofre¬ DE LA FENOMENOLOGÍA
cen elementos determinantes para entender las dos
primeras partes de la obra: aquellas en las que se plan- Quien se acerque a la hermenéutica gadameriana
d/jii6 eClmient° de la cuestión de la verdad buscando un pensamiento sistemático difícilmente lo
cuestión 5Te"?*.deí arte ® y 13 exPansió“ de la encontrará. Sus aportaciones aparecen dispersas y,
def espíritu m rf “ c°mPresión en las ciencias sobre todo, con ocasión de interpretaciones o recorri¬
. sp,mtu (II). ¿Que significa esto? Tres cosas: en dos históricos. Siempre se detiene en la historia del
primer lugar lo determinante que hasta entonces había problema o en la génesis de las cuestiones, haciendo
sido para Gadamer el particular quehacer que las cien- imprescindibles interpretaciones filológicas desde las
que el lector podrá descubrir la línea argumentativa,
de» nf/'J' Gf°?dÍn’ f?r KomPositi°n von Wahrheit und Metho- pero este último siempre tendrá problemas para llegar
ttn £ f ^ 1 G 990-1991), citado en «L’univerValisa-
tion de I herméneutique chez Gadamer. En hommaee a son 90° a una idea «clara y distinta». Quizá se trate con ello de
anmversaire», Archives de Philosophie, 53 (1990), pp S531.545. la aplicación del principio hermenéütico de la «con-
22
23
ciencia de la efectividad histórica» por el que es preci¬ de explicar, como que la conciencia histórica es «el
so actualizar la cadena de determinaciones históricas privilegio del hombre moderno de tener una plena
de un concepto, problema, idea o narración de aconte¬ conciencia de la historicidad de todo presente y de la
cimiento con el fin de hacernos cargo de la realidad relatividad de todas las opiniones».
que con él se está encauzando. Esto sucede en El pro¬ Con ello nos situamos ante «la revolución más
blema de la conciencia histórica, permaneciendo importante de las que hemos experimentado con la lle¬
todos un poco insatisfechos ante un trabajo que, bien gada de la época moderna». Ajuicio de Gadamer, los
sea en su primera o segunda lectura, siempre nos sabe grandes cambios espirituales de nuestro momento his¬
a poco. Quizá sea preciso entenderlo como la intro¬ tórico se deben precisamente a este hecho puesto que
ducción más adecuada y sencilla a los dos volúmenes esta «toma de conciencia» está surtiendo sus efectos
de Verdad Método. Aunque lo normal sea el proceso no sólo en los modos de conocer, sino en los modos de
inverso, te recomiendo, paciente lector, que te dirijas a obrar y de esperar. Ya no basta recluirse en los límites
los «fundamentos de hermenéutica» desde este trabajo tranquilizadores de una tradición exclusiva, es preciso
que podríamos llamar propedéutico, preparatorio y comprender nuestra propia perspectiva desde la del
clarificador de las intenciones de esa significativa otro; nuestro momento histórico no desde la provisio-
obra.
nalidad que lo determina, sino desde el sentido interno
Puesto que no podemos realizar una exégesis deta¬ que le da la historicidad que lo constituye.
llada de todos y cada uno de los problemas que en Aunque en un primer momento pudiera parecer que
estas breves páginas aparecen, nos detendremos en ha sonado la hora del relativismo y del perspectivis-
tres puntos básicos: la ampliación del horizonte feno- mo, lo que una hermenéutica filosófica como la de
menológico que la hermenéutica ha realizado, el bos¬ Gadamer intenta esclarecer es precisamente la histori¬
quejo de una racionalidad dialógico-experiencial. Y la cidad del conocimiento, la estructura y funciones de
indicación de dos actitudes básicas, definitorias del un sentido histórico que aparentemente ha desapareci¬
filosofar gadameriano: la explicitación de una expresa do de la reflexión que se realiza desde la pluralidad de
voluntad de responsabilidad y la exigencia de un con¬ ámbitos y dispersión de saberes. A tal fin urge pregun¬
tinuo autoconocimiento histórico.
tarse por las causas de esta falta de sentido histórico,
La ampliación del horizonte fenomenológico ha por las razones originarias de la disgregación en los
supuesto no sólo la puesta en conexión de la filosofía saberes, por las motivaciones últimas de la «crisis de
de Dilthey con la radicalidad de Husserl, sino la nece¬ las ciencias europeas». Es menester, por tanto, una
sidad de reganar en nuestros días la vitalidad de la dia¬ reflexión disciplinada, poco condescendiente con los
léctica platónica reivindicada por Hegel14. ¿Qué signi¬
dogmatismos e intransigente con la falta de formación
fica todo esto? Algo tan sencillo, y a la vez tan difícil histórica; tanto el conocedor como lo conocido, tanto
el sujeto como el objeto no se dan «ónticamente»,
14 Cfr. H.-G. Gadamer, La dialética de Hegel, 2.a ed., trad de sino «históricamente» (327/266).
Manuel Garrido, Cátedra, Madrid, 1981 (ahora en Ges. Werke, És preciso reganar filosóficamente la unidad dialéc¬
tica de referencias en el conocimiento humano, la
24
25
génesis y el sentido de los distintos saberes; un movi¬ difícilmente conciliable una subjetividad trascendental
miento genético-regresivo que se pregunte por sus raí¬ con este a priori histórico. Por ello, era preciso conec¬
ces y un movimiento proléptico-teleológico que clari¬ tar el concepto de vida de Husserl con el de Hegel,6.
fique toda aplicación de los mismos. Una tarea que se b) Historicidad y autoafirmación de la vida en
plantea escasamente brillante, no exenta de riesgos y Yorck. En la hermenéutica de Gadamer éste es un per¬
que exigirá antes que nada— fuertes dosis de hu¬ sonaje central por ser puente obligado entre Husserl y
mildad y responsabilidad. Para ello, tanto la particular Hegel, Dilthey y Heidegger. Yorck pide una fundamen-
situación de Gadamer como la nuestra exigen, proba¬ tación previa a la psicológica, exige una lógica anterior
blemente, respuestas distintas. Sin embargo, participa¬ a las ciencias en tanto que disciplinas metódicas. La
mos en tradiciones comunes y ellas nos aportan ele¬ vida se plantea ahora como autoafirmación y la con¬
mentos que la hermenéutica ha reganado para nuestros ciencia debe entenderse como comportamiento vital,
días. Con ello asume la intención de Dilthey que pre¬ meta a la que sólo se llega partiendo de una compresión
tendía, con un entusiasmo equiparable al de Kant la de la historicidad como unidad primitiva y originaria
realización de una Crítica de la razón histórica. que vincula lo óntico a lo histórico, lo natural y lo espiri¬
tual, lo causal-natural y lo motivacional-histórico.
La transformación hermenéutica de la fenomenolo¬
gía no ha supuesto una pragmatización de la misma, c) Hermenéutica de la facticidad e historicidad
sino la ampliación de su horizonte histórico y el absoluta. Facticidad es aquí enraizamiento y media¬
ción continua, referencia incuestionable en todo plan¬
ensanchamiento de su voluntad de radicalidad (y, por
teamiento histórico de la libertad y singularidad
consiguiente, de su voluntad de verdad). Podríamos
humana. El Estar-ahí (Dasein) que se proyecta hacia
determinar esta ampliación y ensanchamiento desde
tres ejes básicos ,5. su «poder ser» es ya siempre sido, no hay perspectivas
sin expectativas, ni prospectivas sin retrospectivas. La
a) La investigación de correlaciones en Husserl. finitud y la historicidad humana no pueden ser asumi¬
Las vivencias, por su constitución intencional, se si¬ dad como un «defecto» del estar-ahí fáctico (Dasein).
túan en un continuum de naturaleza temporal constitu¬ Era preciso pensar conjuntamente «ser» y «tiempo»
yendo toda intencionalidad en horizóntica. Ya no se puesto que desde un concepto de «ser» como lo «sin¬
trata de buscar un fundamento a la relación trascenden¬ tiempo», la tematización de nuestra conciencia históri¬
tal de toda conciencia a su objeto, sino de la introduc¬ ca como limitación y condicionalidad nos acerca hacia
ción de la apertura ideológica de todo presente. Esta la amenaza mortal del relativismo 17. Así, la historici-
continuidad histórico-vivenciál configura lo que Hus¬ 16 Cfr. J. M. García Gómez-Heras, «Vía hermenéutica de la filo¬
serl llamará el mundo de la vida (.Lebenswelt) en tanto sofía: la matriz husserliana», Cuadernos Salmantinos de Filosofía,
que a priori trascendental y suelo básico que estructura 14 (1987), pp. 5-36. ; .
17 Para, un análisis de las relaciones entre hermenéutica y relati¬
el significado de toda experiencia posible. Pero era
vismo y la mostración de la «relatividad» del relativismo desde una
rigurosa perspectiva hermenéutica, cfr. J. Grondin, «Herménéuti-
'5 Cfr. nuestro estudio «Raíces fenomenológico-lingüísticas de
que et relativismo», Communio, 12, 5:1987, pp. 101-120 (trad. de
(199l^pp0 50?524H "G Gadamer>>’ Estudios Filosóficos, XL, 115 A. G. Rosón en Communio, 9, 1987, pp. 305-321).

26 27

¿ti:
potaciones de Dilthey, Heidegger y Aristóteles. ¿En
dad hace posible la mutua relación de pertenencia
qué va a consistir? ¿Quedará planteado umcamen e
entre conocedor y conocido:
como la adquisición de un sentido histórico? ¿Que
la historicidad del Dasein en toda su movilidad del esperar otros elementos, además de la conciencia histórica,
y del olvidar es la condición de que podamos de algún contribuyen a esta constitución? Es menester comple¬
modo actualizar el pasado [327/266].
tar la historicidad con otra categoría basica como es la
lingüisticidad; en ella se realiza, matenzalizandose y
Desde esta facticidad vinculada al concepto de his¬
actualizándose, la comprensión en tonto que modo o -
toricidad absoluta ganamos un nuevo horizonte para
ginario —intrasubjetiva e intersubjetivamente dialo¬
conceptuar la comprensión no ya en tanto que «tarea»
go— de estar-en-el-mundo. Es un problema complejo
específica de las «ciencias del espíritu» por contrapo¬
porque desde él se esclarecen las relaciones entre
sición a las «ciencias de la naturaleza», sino en tanto
Ithos y logas, entre materialidad e idealidad en el
que modo de ser básico, radical, originario y práctico
planteamiento de la vida práctica y su consiguiente
del existir humano en el mundo histórico. Con ello se
produce, consiguientemente, una transformación fundamentoción/i/osó/«ca. , ,
En este contexto, la racionalidad hermenéutica ha
interna de la fenomenología en hermenéutica. Frente a
surgido como exigencia de una época caractoizada
la libertad absoluta e incondicionada de todo transcen-
no sólo por su hostilidad tecnológica hacia lo histon-
dentalismo o formalismo abstracto, la hermenéutica
co, sino por la autolimitación metódica del conoci¬
reclama la pertenencia a la historia, una pertenencia
miento. Como hemos demostrado recientemente, y
que actúa como contraconcepto de la libertad incondi¬
como él mismo ha indicado repetidad veces a
cionada. Desde esta radicalidad histórica, toda expe¬
pesar de sus intérpretes-, el «y» de Méto¬
riencia es siempre experiencia-en-reflexión, el com¬
do no puede ser entendido como una alternativa
prender en tanto que posibilidad no se encuentra como
excluyeme ■•. Es preciso delimitar lo que pueda ser
«pura posibilidad» o voluntad vacía, sino que se halla
una concesión al mercado editorial que provoque
históricamente mediado.
controversia, conflicto y debate y las auentmas
intenciones que dan sentido a una obra. Asi por lo
que respecta a esta última, lo que aquí pretende es no
5. UNA RACIONALIDAD
restringirse a un moderno concepto de método ajeno
DIALÓGICO-EXPERIENCIAL
a la verdad de la cosa que se investiga; en una inves¬
FRENTE AL ANONIMATO TECNOLÓGICO
tigación humanística y filosófica no hay dos momen¬
tos perfecta y claramente delimitabas el d^la de te
El pensar rememorante al que nos hemos referido minación del método a emplear y el de la delimita¬
anteriormente y el modo que hemos visto en el que se
ción del objeto a investigar. La unidad en estos dos
plantea la historicidad dan forma a un modo particular momentos se ha disuelto desde la aplicación del car-
de entender la racionalidad que se plantea explícita¬
mente en la primera y última parte de El problema de
la conciencia histórica e implícitamente en las Ínter- 18 Hermenéutica dialógica, p, 91.

29
28
tesianismo metodológico. Para Gadamer es Hegel
tai-epistemológica en su auténtica amplitud histórico-
retomando la energía conceptual de la dialéctica
griega, el que intenta recuperar la unidad. ontológica como un «camino para la determinación de
la esencia de la verdad»21. Así, la racionalidad herme¬
Todo método filosófico comporta en la hermenéuti-
néutica se plantea como un intento de reganar para
ca una - cima opción ética que honestamente no se debe
eludir . Con ello, lo que se hace es ampliar el rigor nuestro días no sólo un conocimiento que busque ser
hacer un pensamiento más radical y poner al descu¬ «cierto», sino que también sea verdadero; de ahí que
sea preciso releer y deconstruir una racionalidad estre¬
bierto los presupuestos desde los que se ofrecen las
chamente planteada, más preocupada por la certeza
investigaciones, algo no siempre fácil y gran parte de
las veces incómodo en una época que ha concebido la que por la verdad. Tareas para la cuales no sólo es pre¬
ciso caminar con Heidegger, sino con un Hegel gada-
experiencia desde el experimento y la singularidad
humana desde la repetitibilidad del obrar y la homoge¬ merianámente reclamado.
Además de una ampliación argumentativa, cotidia¬
neidad en el actuar. Como señala en la réplica a sus
críticos: na y lingüística del concepto de experiencia (cuya cla¬
rificación superaría con creces estas líneas y que parte
El que mi planteamiento de la hermenéutica filosófico- de la demoloción hegeliana del concepto «empirista»
universal haya tomado como punto de partida la crítica a la de experiencia22), la articulación de ethos y logos se
conciencia estética y a la reflexión sobre el arte—y no nos ofrece desde tres presupuestos básicos: la explici-
directamente a las llamadas ciencias del espíritu— no signi¬
fica de ningún modo que me aparte del requisito metodoló¬ tación de la reflexión filosófica como participación en
gico de la ciencia, sino que ha sido, más bien, una primera el devenir histórico productivo [u)], la orientación pru¬
mediación del alcance que posee la pregunta hermenéutica dencial de la vida práctica [£)], y el diálogo apalabran¬
y que se propone menos caracterizar a ciertas ciencias te del lenguaje donde encontramos alojamiento je)].
como hermenéuticas que poner al descubierto una dimen¬
sión que precede al uso del método en la ciencia [471].
a) La experiencia histórico-filológica que la tradi¬
La pregunta por el método pasa a un primer plano ción había transmitido era una experiencia moral que
porque no consiste sólo en buscar, examinar e investi¬
gar; no es únicamente un instrumento auxiliar-externo 21 M. Heidegger, Nietzsche, vol. II, Neske, Pfullingen, p. 133.
que otorga certeza a los conocimientos20, sino que 22 Cfr. T, W. Adorno, Tres estudios sobre Hegel, versión de S. de
debe ser pensado más allá de su dimensión instrumen- Zabala, Taurus, Madrid, 1969, p. 83. Gomo Gadamer sostiene «es
necesario tomar el concepto de experiencia de una manera más
amplia que en Kant, de modo que la experiencia de la obra de arte
ne^metnanr profundización en Ios aspectos éticos que las cuestio-
pueda ser comprendida también como experiencia» (139/103),
«[...] en el comportamiento de los hombres entre sí lo que importa
es experimentar al tú realmente como un tú, esto es, no pasar po.r
fZomv,Cuadernos Salman“"os de alto su pretensión y dejarse hablar por él. Para esto es necesario
estar abierto [...]. La conciencia hermenéutica tiene su realización
Frlw-n'rt'<ftdvmer’ in der Wmenschafien, no en su certidumbre metodológica sobre sí misma, sino en la aper¬
Frankfuit, Suhrkamp, 1976, p. 132 (La razón en la época de la
ciencia, trad. de E. Garzón Valdés, Alfa, Barcelona, 198?, p. 99). tura a la experiencia que caracteriza al hombre experimentado fren¬
te al dogmático» (438-439/367).
30
permitía al individuo entenderse a sí mismo en su vida él, el acontecer del lenguaje y de la historia son pensa¬
histórico-práctica; el intérprete (y, como vemos en esta dos conjuntamente. La racionalidad humana se con¬
obra, el concepto de «interpretación» será central en ceptúa como apalabrada humanamente, como situada
su filosofía) participa en el conocimiento transmitido y localizadora del diálogo que ya somos. Esto no sig¬
y decantado en las tradiciones integrándose argumen¬ nifica llevarlo todo al lenguaje y determinar todos los
tativamente en una comunidad moral. Por su entrega problemas como «lingüísticos», sino su conceptuación
continuada a las tareas educativas la reflexión es plan¬ experiencial-dialógica o, lo que es lo mismo, su deter¬
teada en Gadamer siempre mediada por el grado de minación desde una lógica de la pregunta-respuesta.
participación en las tradiciones lingüísticas. La deli¬
mitación del estatuto ontológico de la reflexión sólo
podra hacerse con rigor si el intérprete atiende al hori¬ 6. VOLUNTAD DE RESPONSABILIDAD
zonte comunitario del lagos. Y AUTOCONOCIMIENTO HISTÓRICO
b) Debemos a la hermenéutica gadameriana, vía
Heidegger urbanizado23, el recuerdo de la distinción Tras el esclarecimiento filosófico del quehacer de
aristotélica entre saber técnico y saber prudencial. La las ciencias humanas y el consiguiente intento de
autointerpretación de nuestra existencia y explicación repensar universalmente el lenguaje desde una lógica
racional de nuestra estructura motivacional, como rea¬ histórica del preguntar, se halla una escasamente pre¬
lización no-anónima de la comprensión, tiene un tenciosa voluntad de responsabilidad. El bosquejo de
carácter valorativo puesto que nos hallamos histórica¬ los fundamentos de una hermenéutica filosófica tiene
mente vinculados a un determinado ethos. Todo saber como intención básica despertarnos de un pragmatis¬
práctico, sea técnico o poético, adquiere su sentido en mo lingüístico que desvincule la realidad del lenguaje
la conexión con el ethos del que surge y desde el que del esclarecimiento de la experiencia humana en tanto
se estructura prudencialmente. Al vincular tan estre¬ que experiencia-en-reflexión. La hermenéutica no
chamente ethos y logas, se nos está exigiendo pensar a limita las pretensiones de un planteamiento crítico,
partir del lenguaje la esencia de lo que en el lenguaje sino que las amplía y las ensancha a través del auto-
ya esta, una esencia apalabrada en el acto de la expre¬ conocimiento histórico-experiencial.
sión comunicativa en tanto que acto fundante de la Lo que en Verdad y Método se plantea como los
vida práctica históricamente acontecida24. «fundamentos para una teoría de la experiencia her¬
c) Si la reflexión parte de la correlacionalidad con menéutica» ha supuesto una llamada a la radicalidad
el mundo, la tarea pendiente es la de pensar la apertu¬ en el pensar postheideggeriano. Esta llamada no está
ra de la experiencia desde un diálogo apalabrante; en exenta de cierta intempestividad al reclamar la legiti¬
midad del prejuicio, la tradición, la autoridad y el cír¬
23 Ha sido Habermas quien ha sintetizado la obra gadameriana culo hermenéutico. Este criticismo prejuicial25 deter¬
como una «urbanización de la provincia heideggeriana»; cfr. Perfi¬ minará las dos aportaciones centrales de la hermenéu-
les filosófico políticos, versión de M. Jiménez, Taurus, Madrid
1975, pp. 346-354.
24 Hermenéutica dialógica, p. 87. 2- Hermenéutica dialógica, pp. 193-196.

32 33
tica a un pensar rememorante: el principio de la con- rico cuyo resultado más evidente es la débil autocom-
ciencía de la efectividad histórica (wirkungsgeschich- prensión de nuestro presente e incluso la disolución y
tliche Bewusstsein) y el principio de la fusión de hori¬ dispersión de nuestra propia identidad personal. La
zontes (honzontverschmelzung); con ellos se hace jus¬ reivindicación del autoconocimiento histórico se plan¬
ticia a la historicidad y a la lingüisticidad como tea en Gadamer no como una tarea fríamente especu¬
determinaciones explicativas básicas de la experiencia lativa, sino como el auténtico quehacer de la concien¬
humana Además, la estructura arqueológica y teleoló- cia histórica. Así, la tradición (filosófica, histórica,
gica de la racionalidad que la fenomenología plantea
cultural...) se convierte para la conciencia histórica en
dota de peso específico a un pensar que elude todo
fuente de reconocimiento, en autoencuentro del espíri¬
dogmatismo. Deberíamos preguntarnos hasta qué
tu humano:
punto este afán por evitar todo dogmatismo, esta con¬
tinua instalación en la revisabilidad reflexiva, limita el No es en el saber especulativo del concepto sino en la
carácter asertivo y propositivo que la hermenéutica conciencia histórica donde se lleva a término el saber de sí
puede llevar a cabo26. Sin embargo, con el fin de con¬ mismo del espíritu [...]. La misma filosofía no vale sino
como expresión de la vida y, en la medida en que ella es
cluir esta pequeña introducción que sirve de marco a
consciente de esto, renuncia también a su antigua preten¬
estas conferencias, debemos señalar dos puntos en los sión de ser conocimiento por conceptos [290/216-217].
que se entrecruzan la voluntad de responsabilidad y el
autoconocimiento histórico. Aquí la hermenéutica parte del supuesto de que la
historia no nos pertenece, somos nosotros los que per¬
a) Nuestro momento histórico se caracteriza por¬ tenecemos a ella, esto es, la conciencia histórica no es
que cada vez son más los ámbitos de nuestra vida per¬ una forma privilegiada de adueñarnos y apropiarnos
sonal y comunitaria que caen bajo formas culturales de la historia, sino una forma de autoconocimiento
anónimas y coactivas dificultando el reconocimiento argumentativamente compartido. La hermenéutica no
en las objeciones de la realidad social. Esta distorsión sustrae la reflexión a la historicidad como hacía el his-
tria y anónima se debe a que, un gran número de toricismo, tampoco se piensa como un momento radi¬
veces, el pensar tecnológico olvida su propia historici¬ calmente superior, sino como un momento nuevo que
dad, percibimos una hostilidad tecnológica a lo histó- pretende reconocer la acción de la tradición en la pra¬
xis histórica intentando esclarecer su propia produc¬
“ Quienes c°n mayor radicalidad se han prodigado en estas
criticas proceden también de una tradición fenomenológica No tividad. Y todo esto desde una convicción básica
nesde6 A hT?,^ erxpjicitar las nada despreciables aportado-
que preside la fenomenología hermenéutica «ser his¬
tiaue» AITTrf<<SUr ^ herménéutique de la herménéu- tórico quiere decir no agotarse nunca en el saberse»
tique» Rev. Phil. de Louvain, 60 (1962), pp. 573-5891 P Ri-
(372/307).
Seua Ptór&o' n í Ínterprfta,ions- &*a> d’herménéutique,
Seü ’ o£\ "77? “ l aC,ÍOn' Essais d’herménéutique II, b) Nos hallamos ante un replanteamiento producti¬
torta D?r/' 98í y ' rÍZ, (-Medi,aciónfilosófica sobre la his-
vo de la propia realidad humana en tanto que «reali¬
’Madrid> 199°; y° quiero’ s“ dad histórica», un replanteamiénto de los elementos
34
35
antropológicos y existenciales que están conformando dosis de tolerancia pero también grandes dosis de
"“?,S ras ac,1tudes’ Perspectivas y pretensiones. Con el rigor filosófico. En esta voluntad de responsabilidad
uttllaje que nos proporciona la fenomenología herme¬ han incidido muchos de sus alumnos, bástenos el
néutica podemos replantear de nuevo las relaciones ejemplo de K. O. Apel, quien ha indicado una direc¬
entre identidad personal e identidad cultural, esto es ción en la que profundizar este autoconocimiento his¬
se aportan nuevas luces a la fuerza en que hoy deben tórico y esta voluntad de responsabilidad al señalar
hltórica yy°dlahorbjetÍtdad y d í6”8"3-*6’la comun>dad que
histórica el horizonte narrativo. Se apunta asi a la
elevancia del «otro» en la constitución del «yo» una la exigencia de sustituir la formación histórica por la infor¬
dirección en la que la identidad cultural de tes pérso- mación empírico-sociológica, en nombre de lo socialmente
nas y los pueblos es pensada desde el entrecruzamien- relevante, constituye un grave síntoma de confusión episte¬
mológica28.
to de 1a identidad narrativa y 1a identidad histórica.
No cabe duda de que, con 1a mediación comunitaria Una dirección de la que debemos ir tomando buena
del lenguaje, con 1a reivindicación del diálogo platóni¬ nota si no nos resignamos a permanecer en la noche
co y una lógica existencial en 1a que es más importan- oscura de la trivialización histórica.
te el preguntar que el responder, Gadamer está mar¬
cando referencias importantes en lo que será el pensar Agustín Domingo Moratalla
deun»^' QU1Za T eU° está marcando la necesidad
o® ?a t3rSIS en e suel° de las humanidades para
que estas recuperen su propia sensibilidad y «sentido
““i’ pensando la realidad humana no desde una
dentidad-permanencia, sino desde una identidad his-
onficamente, dialógicamente productiva. Quizá con
J° con f Stói 1“v'tando 8 superar 1a noche oscura en la
que con facilidad nos instalamos cuando perdemos tes
“ftr narratlvas qu® Pasan por 1a consideración
del «otro» como camino privilegiado por el que nos
ción deTori ’ T nocha ^ue surge de la seudoestetiza-
tod °S problemas> de 1a vanalización de
canela dfri^ aS y ^ k condescendencia con la
Estar a la altura de nuestro tiempo exigirá regañar el
28 K. O. Apel, La transformación de la filosofía, vol. II, versión
problema de 1a conciencia histórica, reganar grandes de J. Chamorro, J. Conill y A. Cortina, Taurus, Madrid, p. 62, nota
106. En esta dirección, al buscar una hermenéutica crítica de la
razón experiencial y una antropología de la técnica y la responsabi¬
ha lidad, se sitúa el ensayo de J. Conill, El enigma del animal fantásti¬
co, Tecnos, Madrid, 1991, pp. 235-270.
36
37
EL PROBLEMA
DE LA CONCIENCIA
HISTÓRICA
I. LOS PROBLEMAS
EPISTEMOLÓGICOS
DE LAS CIENCIAS HUMANAS

El tema central de estas lecciones tiene su origen en


el problema epistemológico que presentan actualmen¬
te las ciencias humanas.
La aparición de una toma de conciencia histórica es
verdaderamente la revolución más importante de las
que hemos experimentado tras la llegada de la época
moderna. Su contenido espiritual sobrepasa probable¬
mente aquel que reconocemos en las realizaciones de
las ciencias naturales, realizaciones que tan visible¬
mente han transformado la superficie de nuestro pla¬
neta. La conciencia histórica que caracteriza al hom¬
bre contemporáneo es un privilegio, quizá incluso una
carga que, como tal, no ha sido impuesta a ninguna
otra de las generaciones anteriores.
La conciencia que tenemos actualmente de la histo¬
ria es fundamentalmente diferente de la manera en que
otras veces el pasado aparecía a un pueblo o a una
época. Entendemos por conciencia histórica el privile¬
gio del hombre moderno de tener plenamente concien¬
cia de la historicidad de todo presente y de la relativi¬
dad de todas las opiniones. Está claro que esta toma de
conciencia histórica no permanece sin efecto sobre el
actuar espiritual de nuestros contemporáneos, y basta
para ello pensar en los inmensos cambios espirituales
de nuestra época. Así, por ejemplo, la invasión del

41
pensamiento filosófico o político por las ideas que en sentido histórico es vencer de una manera consecuente
alemán designamos por las palabras «cosmovisión» y esta ingenuidad natural que nos haría juzgar el pasado
«conflicto de cosmovisiones» es sin duda a la vez una según los parámetros considerados evidentes en nues¬
consecuencia y un síntoma de la conciencia histórica. tra vida cotidiana, en la perspectiva de nuestras institu¬
Se manifiesta todavía por la manera en la cual las ciones, de nuestros valores y de nuestras verdades
diferentes cosmovisiones expresan actualmente sus adquiridas. Tener un sentido histórico significa esto:
divergencias. En efecto, porque las partes en litigio pensar expresamente en el horizonte histórico que es
desde sus puntos de vista respectivos, llegan a un coextensivo con la vida que vivimos y que hemos
acuerdo y esto ha sucedido más de una vez— sobre vivido.
el hecho de que sus posiciones opuestas forman un El método de las ciencias humanas se remonta en
todo comprensible y coherente (concesión que presu¬ cuanto a sus motivos espirituales a Herder y al Ro¬
pone manifiestamente que de una y otra parte no se manticismo alemán, pero se ha esparcido un poco por
rechaza reflexionar sobre la relatividad de su propia todo y ejerce su influencia y su progreso científico en
posición). Es necesario que cada una de las partes sea otros países. Obedeciendo a este método, la vida
plenamente consciente del carácter particular de su moderna comienza a evitar ingenuamente una tradi¬
perspectiva. Nadie podría actualmente sustraerse a ción o un conjunto de verdades tradicionalmente
esta reflexividad que caracteriza al espíritu moderno. admitidas. La conciencia moderna toma —justamente
De ahora en adelante sería absurdo recluirse en la como «conciencia histórica»— una posición reflexiva
ingenuidad y los límites tranquilizadores de una tradi- en la consideración de todo aquello que es entregado
ción exclusiva, mientras que la conciencia moderna por la tradición. La conciencia histórica no oye más
esta llamada a comprender las posibilidades de una bellamente la voz que le viene del pasado, sino que,
multiplicidad de puntos de vista relativos. También reflexionando sobre ella, la reemplaza en el contexto
estamos habituados a responder a los argumentos que donde ha enraizado, para ver en ella el significado y el
se nos oponen por una reflexión que se coloca delibe¬ valor relativo que le conviene. Este comportamiento
radamente en la perspectiva del otro. reflexivo cara a cara de la tradición se llama interpre¬
Las ciencias históricas modernas, o ciencias del tación. Y si algo puede caracterizar la dimensión ver¬
espíritu —traducimos el término por «ciencias huma¬ daderamente universal de este acontecimiento es sobre
nas», aunque para nosotros esta traducción expresa todo el papel que el término «interpretación» ha
sobretodo una convención—, se caracterizan por este comenzado a desempeñar en las modernas ciencias
modelo de reflexión del que os acabo de hablar, y del humanas. Esta palabra ha tenido, como pocas, la for¬
que hacen un uso metódico. ¿Qué es sino aquello que ! tuna de expresar de forma simbólica la actitud de toda
comunmente se entiende por «tener un sentido históri- | nuestra época.
co» . Podemos definir el «sentido histórico» por la dis- ¡ Hablamos de interpretación cuando el significado
pombilidad y el talento del historiador para compren- i de un,texto no se comprende en un primer momento.
der el pasado, quizá incluso exótico, a partir del con- i Una interpretación es entonces necesaria; en otros tér¬
texto propio desde donde él se encuentra. Tener un i minos, es preciso una reflexión explícita sobre las
42 ■ - |
43
cond¡ciones que hacen que el texto tenga tal o cual ciencias (fuentes, vestigios de épocas pasadas) sea tal
significado. El primer presupuesto que implica el con¬ que reclame una interpretación crítica. Este presu¬
cepto de interpretación es el carácter «extraño» de puesto desempeña un papel decisivo y fundamental
aquello que debería ser comprendido. En efecto, aque¬ para las ciencias modernas de la vida histórica y social
llo que es inmediatamente evidente, aquello que nos en general. El diálogo que mantenemos con el pasado
convence por la simple presencia, no reclama ninguna nos coloca en una situación frontalmente diferente de
interpretación. Si imaginásemos por un instante el arte la nuestra —situación «extraña», diríamos— y nos
de los antiguos de interpretar texto, tal como fue apli¬ exige consecuentemente una limitación interpretativa.
cado en filología y en teología, señalaríamos que tenía Las ciencias humanas, también, se sirven de un méto¬
siempre un carácter ocasional. No se hacía uso de él do de interpretación. Éste las coloca en nuestro círculo
más que allí donde el texto transmitido comportaba de interés. Nos hemos preguntado por el sentido y la
aspectos oscuros. Sin embargo, hoy, el concepto de predisposición de la conciencia histórica en el plano
interpretación se ha convertido en un concepto univer¬ de los conocimientos científicos. Todavía vamos a
sal y quiere englobar la tradición en su conjunto. colocar el mismo problema preguntándonos por la
La interpretación, tal y como nosotros la entende¬ idea de una teoría de las ciencias humanas. Debemos
mos hoy, se aplica no sólo a los textos y a la tradición precisar, sin embargo, que la teoría de las ciencias
verbal, sino a todo aquello que nos ha sido entregado humanas no es simplemente la metodología de un
por la historia; así hablaremos, por ejemplo, de la cierto grupo determinado de ciencias, y vamos a ver
interpretación de un acontecimiento histórico, o de la enseguida que es filosofía propiamente dicha en un
interpretación de expresiones espirituales, mímicas, de sentido más radical que lo es, por ejemplo, la metodo¬
la interpretación de un comportamiento, etc. Lo que logía de las ciencias naturales.
siempre queremos decir con ello es que el sentido de Si las ciencias humanas están en una relación deter¬
lo dado que se ofrece a nuestra interpretación no se minada con la filosofía no es únicamente en razón de
tu s^n me^ac^ny que es necesario mirar más un esclarecimiento puramente epistemológico. Ellas
allá del sentido inmediato para poder descubrir el no son sólo un problema para la filosofía, ellas repre¬
«verdadero» significado oculto. Esta generalización sentan por el contrario un problema de la filosofía. En
de la noción de interpretación remonta a una concep¬ efecto, todo lo que se podría decir de su estatuto lógi¬
ción metzscheana. Según Nietzsche, todos los enun¬ co o epistemológico, de su independencia epistemoló¬
ciados que reconstruyen la razón son susceptibles de gica frente a las ciencias naturales, es muy poco para
una interpretación, ya que su sentido verdadero o real medir la esencia de las ciencias humanas y su signifi¬
no nos llega más que asimilado y deformado por las cado propiamente filosófico. El papel filosófico que
ideologías. desempeñan las ciencias humanas sigue la ley del todo
De hecho, la metodología moderna de nuestras o nada. Ellas no tendrían ningún papel si las tomáse¬
ciencias filológicas e históricas corresponde exacta¬ mos como realizaciones imperfectas de la idea de una
mente a esta concepción nietzscheana. En efecto, pre¬ «ciencia rigurosa». Esto entrañaría sobre todo que la
supone que el material sobre el cual trabajan estas filosofía llamada «científica» toma forzosamente ella
44 45
también por norma científica la idea de las ciencias do alusión a Hegel parece estar en oposición con los
aueTfZ^"13^^31 eS‘° sabemos lugares íntimos que tienen las ciencias humanas con
que la filosofía no sena más que un tipo de organon las ciencias naturales, lugares que precisamente los
de las cencas. Si por el contrario se reconoce en las distinguen de una filosofía idealista: las ciencias
ciencias humanas un modo de saber autónomo, si se humanas quieren también ser verdaderas ciencias
acuerda la imposibilidad de ser reducidas al ideal del empíricas, libres de toda intromisión metafísica, y evi¬
conocimiento de las ciencias naturales (lo que implica tan toda construcción filosófica de historia universal.
ídUeeaMCallflqUe í atfurdidad Presentar para ellas el Sin embargo, ¿no es cierto que la filiación de las cien¬
deal de una similitud tan perfecta como posible con cias humanas por relación a las ciencias naturales, y la
° “ cdo.s y el 8rado de certeza válidos en las cien¬ controversia antiidealista y antiespeculativa que han
cias naturales), entonces es la filosofía misma la que heredado al mismo tiempo, han impedido hasta nues¬
es puesta en cuestión, en la totalidad de sus pretensio¬ tros días a las ciencias humanas proceder a una toma
nes. También es inútil, en estas condiciones, limitar el de conciencia radical? Aunque el deseo constante de
esclarecimiento de la naturaleza de las ciencias huma¬ las ciencias humanas sea el de apoyarse en la filosofía
nas a una pura cuestión de método; no se trata sólo de contemporánea, no resulta menos cierto que para ase¬
definir simplemente un método específico, sino de gurarse una buena conciencia científica, las ciencias
verdad"? “"VT f?"^ ¡dea de co»°cimiento y humanas, desarrollando sus métodos histórico-críti-
verdad. Cuando la filosofía sea quien retome estas cos, continúan siendo atraídas por el modelo de las
exigencias, tendrá otras pretensiones distintas de las ciencias naturales. Pero sería preciso presentar la pre¬
motivadas por el concepto de verdad de las ciencias gunta: ¿Tiene sentido y hasta que punto es válido bus¬
nahirales. Es por una necesidad intrínseca de las cosas car por analogía con el método de las ciencias natura¬
P°r *° qae asegurar un verdadero fundamento a las les matematizadas, un método autónomo y propio para
ciencias humanas, tal como lo propuso recientemente las ciencias humanas y que permanezca constante en
Dilthey, es asegurar un fundamento a la filosofía es todos los dominios de su aplicación? ¿Por qué en el
decir, pensar el fundamento de la naturaleza y dé la dominio de las ciencias humanas la idea cartesiana del
historia, y la verdad posible de la una y de la otra. método no se denuncia como inadecuada? ¿Por qué no
sería, sobre todo, el antiguo concepto de los griegos el
* * *
que tendría derecho de citarse?
Expliquémonos. Según Aristóteles, por ejemplo, la
Notemos también que, confirmados o no por las idea de un método unitario, de un método que pueda
tendencias filosóficas de Dilthey, los cuadros elabora¬ ser decidido antes mismo de penetrar la cosa, es una
dos por el idealismo de Hegel se adaptaron con soltura falsa abstracción: es el objeto mismo el que debe
determinar el método de su penetración. En efecto,
del eSreSa J°SÓñT UM 1ÓgÍCa de las ci“
resulta curioso; si echamos un vistazo sobre las inves¬
Ss es siempre 11113 filos°- tigaciones efectivas de las ciencias humanas a lo largo
Sin embargo, esto que acaba de ser sugerido hacien- del último siglo, parece que aquello qué concierne a
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47
íhLrffmÍentOSJefectÍVOS de las ciencias humanas empírica es también el único que sigue siendo válido
(Hablo de los procedimientos que realizan la evidencia en el campo de investigación de las ciencias morales.
y el conocimiento de nuevas verdades, y no de la En esto su doctrina no es más que la confirmación de
reflexión sobre estos procedimientos) es mucho más una tradición inglesa secular cuya formulación más
valido caracterizarlo por el concepto aristotélico de poderosa la encontramos en la Introducción del Trata¬
método que por el concepto seudocartesiano de méto¬ do de la naturaleza humana de Hume. Las ciencias
do historico-crítico. Es preciso preguntarse si un méto- morales no constituyen una excepción —propiamente
do que autoriza a separarse del campo investigado dicha— cuando buscamos uniformidades, regularida¬
(método bastante fecundo en el caso de la matematiza- des y leyes, en orden a la previsión de hechos y aconte¬
cion que conocemos en las ciencias naturales) no con¬ cimientos particulares. Por otro lado, la predisposición
duce en las ciencias humanas al desconocimiento del a las leyes con la que concluimos [una investigación]
modo de ser específico de este campo de investiga- en las ciencias naturales no es siempre la misma, pero
cmn Cuestión que nos conducirá de nuevo en la esto no le impide a la meteorología, por ejemplo, traba¬
vecindad de un Hegel para el que, como sabemos, jar exactamente sobre la base de los mismos principios
todo método es un método ligado al objeto mismo \ que la física; y la única diferencia que las separa es que
ara una lógica de las ciencias humanas, ¿habrá en en meteorología el sistema de los datos comporta rela¬
ello algo que aprender de la dialéctica hegeliana? tivamente más lagunas que en física. Pero esto no afec¬
Sin duda, al mirar las conclusiones metodológicas ta más que al grado de certeza de las hipótesis res¬
que se han sacado en la prolongación del desarrollo pectivas, y no constituye más que una diferencia meto¬
electivo de las ciencias humanas a lo largo del siglo xix dológica. Así, se dirá, sucede igual en el campo de
esta segunda alusión a Hegel puede parecer de nuevo investigación de los fenómenos morales y sociales, no
absurda; es evidente que son exclusivamente las cien¬ sólo en las ciencias naturales; el método inductivo es
cias naturales las que sirven de modelo a estas conclu¬ independiente de todo presupuesto metafísico. Es per¬
siones Esto se descubre por la palabra Ciencias del fectamente indiferente saber lo que se piensa, por
espíritu: admitiendo que es la supervivencia del idea¬ ejemplo, sobre la posibilidad de un fenómeno como la
lismo en las conciencias lo que incitaba al traductor
libertad humana: el método inductivo no se dedica a la
alemán de la lógica inductiva de I St Mili a tomar
búsqueda de las causas ocultas, observa únicamente las
«moralSciences» por «Ciencias del espíritu»2, es pre¬ regularidades. Así, es posible creer en la voluntad libre
ciso rechazar en Mili la intención de haber querido
al mismo tiempo que en la validez de las previsiones
atribuir a as «moral Sciences» una lógica propia. El
en el dominio de la vida social. Sacar las consecuen¬
• mA def Ml era por el contrario mostrar que el método cias a partir de las regularidades no implica ninguna
inductivo que se encuentra en la base de toda ciencia
hipótesis sobre la estructura metafísica de las relacio¬
2 f^^f^cha/tderLogik, Ed. Lasson, vol. II, p. 486.
nes en cuestión, sirve únicamente para la previsión de
J. St. Md , System der deduktiven und induktiven Logik tradu¬ regularidades. La entrada en acción de las decisiones
cido en aleman por Schiel, 1863, 2.’ ed.; 6 o libro, «Von de Loeik libres es uno de los momentos del universal obtenido
der Geisteswissenschaften oder moralischen Wissenschaften»; S por inducción. Se ve así en qué consiste la adopción
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49
del ideal de las ciencias naturales sobre el plano de los Pero ¿de qué especie de conocimiento hablamos en
fenómenos sociales. el presente, y qué es preciso entender aquí por ciencia?
Sin duda, ciertas investigaciones que han sido reali¬ Acabamos de ver un tipo de ciencia manifestando un
zadas en este sentido, por ejemplo en psicología de las carácter y un fin radicalmente diferentes de los de las
masas, han culminado con un éxito incontestable. Sin ciencias naturales. Tal y como hemos caracterizado
embargo, con la simple constatación del descubri¬ este tipo de ciencia, ¿no deviene una determinación
miento de regularidades no se realiza un progreso puramente privativa? ¿Es preciso, pues, hablar en su
efectivo en las ciencias humanas, no se llega más que favor de una «ciencia inexacta»? Será en la perspectiva
a enmascarar el verdadero problema que presentan de esta cuestión donde conviene examinar las reflexio¬
estas ciencias. La adopción de este modelo humano no nes de H. Helmholtz en 1862, buscando una solución a
permite circunscribir la experiencia de un mundo so¬ los problemas que aquí nos preocupan3. Aunque insista
cial e histórico; al contrario, se desconoce totalmente en la importancia y el significado humano de las cien¬
la esencia de esta experiencia cuando se la plantea cias del espíritu, es todavía el ideal metodológico de
únicamente en medio de procesos inductivos. Así las ciencias naturales el que le inspira cuando intenta
pues, lo que se entienda por ciencia no se obtiene de delimitar su carácter lógico. Helmholtz distingue entre
las regularidades, ni por su aplicación al actual fenó¬ dos tipos de inducción: por una parte, inducción lógica
meno histórico, que aprehenderá el elemento específi¬ y, por otra, inducción instintiva, la inducción, por así
co del conocimiento histórico. decir, artística. Esto, señalémoslo bien, es una distin¬
Se puede admitir que todo conocimiento histórico ción psicológica y no sólo lógica. Para Helmholtz, las
comporta una aplicación de regularidades empíricas dos ciencias se sirven del razonamiento inductivo; sólo
generales en los problemas concretos a los que se que, en aquello que concierne a las ciencias humanas,
dedica; por tanto, la intención verdadera del conoci¬ el razonamiento inductivo se practica implícitamente,
miento histórico no es la de explicar un fenómeno inconscientemente, y se encuentra, por consiguiente,
concreto como un caso particular de una regla general, deudor de aquello que en alemán llamamos «Taktge-
incluso aunque estuviera subordinado a la perspectiva fuhl» (tacto, delicadeza, discreción), un tipo de tacto,
puramente práctica de una eventual previsión. Su fin de sensibilidad sim-pática. Esta sensibilidad se apoya
verdadero —aun utilizando los conocimientos genera¬ aún en otras facultades espirituales, como, por ejem¬
les es sobre todo el de comprender un fenómeno plo, la riqueza de memoria, el respeto a la autoridad,
histórico en su singularidad, en su unicidad. Lo que etcétera. Por contra, el razonamiento explícito del natu¬
interesa al conocimiento histórico no es el saber cómo ralista reposa enteramente sobre el uso de una única
los hombres, los pueblos, los Estados se desarrollan en función, la del entendimiento.
general, sino, por el contrario, cómo este hombre, este Se admitirá voluntariamente que este gran saber
pueblo, este Estado ha llegado a ser lo que es; cómo
esto ha podido pasar y llegar a suceder allí.
3H. Helmholtz, Vortrage und Reden, 4.a ed., vol. I, «Über das
Verháltriis. der Naturwissenschaften zur Gesamtheit der Wíssens-
* * *
chaften», pp. 167 ss.
50 51

...L
haya resistido a la tentación de tomar su propia autori¬ De hasta qué punto es todavía el modelo de las
dad científica para medir, pero para caracterizar los ciencias de la naturaleza el que aquí se plantea, no hay
procedimientos de las ciencias humanas no disponía mejor prueba que el plural empleado para decir «Cien¬
en ultima instancia más que de una única categoría cias del espíritu» o «Ciencias humanas». Sin embargo,
lógica, que había tomado de Mili: la inducción. Para este «modelo» no significa necesariamente una identi¬
el, también el modelo que daba la mecánica al conjun¬
dad epistomológica: por el contrario, las ciencias de la
to de las ciencias del xvm permanecía válido. Pero naturaleza constituyen un modelo para las ciencias
que esta mecánica sea un fenómeno histórico, que ella humanas en la medida en que se someten al ideal de
pueda consiguientemente estar sometida a una interro¬ un valor científico autónomo y fundado. La lógica de
gación histórica (igual que hizo P. Duhem más tarde
la historia de Droysen, que él llama «histórica», fue
de una manera fructífera4), le era totalmente extraño. la primera investigación de una epistemología de
Por tanto, en la misma época ya, el problema apare¬
este tipo.
cía de una forma mucho más acuciante. Pensemos úni¬
camente en las investigaciones tan florecientes de la
escuela histórica.
¿No hubiera sido preciso que se elevase al nivel de
una toma de conciencia lógica? Ya en 1843, el autor
que primero llama la atención sobre la historia del
helenismo, escribía: «No hay ciertamente un dominio
científico que esté —hablando teóricamente— tan
poco justificado como tan poco circunscrito y tan
poco articulado como la Historia.» Y apelaba a un
nuevo Kant para desarrollar el sendero vivo de la his¬
toria en un imperativo categórico «de donde brotaría
-■por emplear sus propias palabras— la vida histórica
de la humanidad». Que Droysen recurra a Kant indica
que no concibe en absoluto-la epistemología de la his¬
toria como un organon lógico, sino como una tarea
verdaderamente filosófica. Se atiene a aquello de que
«una concepción profunda de la historia hace posible
un nuevo progreso de las ciencias humanas y se con¬
vierte en el centro de gravedad allí donde sus propias
oscilaciones se establecen»5.

4 P- H. Duhen, Études sur Léonard de Vinci, 3 vols., 1907 ss. v


Le systeme du monde, obra postuma, 10 vols., 1913 ss.
J. G. Droysen, Historik, reedición de 1925, p. 97

52
II. APORTACIONES Y LÍMITES
DE LA OBRA DE DILTHEY

La obra filosófica de Dilthey está consagrada a esta


misma tarea, la de constituir, paralelamente a la crítica
de la razón pura, una crítica de la razón histórica. Pero
la diferencia entre Droysen y Dilthey es notable.
Mientras que Droysen es un sucesor —dispuesto a la
crítica, es cierto— de la filosofía de Hegel (señalemos
únicamente que, su lógica de la historia, el concepto
fundamental de historia se ha presentado como con¬
cepto genérico de hombre), en Dilthey la herencia
romántica e idealista está mezclada con la influencia
que ejercía desde mediados de siglo la Lógica de Mili
Es cierto que Dilthey se creía ya superior al empiris¬
mo inglés en virtud de la intuición viva que tenía de la
superioridad de la escuela histórica por relación a todo
pensamiento naturalista o dogmático. He aquí lo que
decía: «es únicamente en Alemania donde podría sus¬
tituirse el empirismo dogmático y lleno de prejuicios,
la práctica de una empiria auténtica; Mili es un dog¬
mático porque le falta erudición histórica» 6. Estas
líneas se encuentran anotadas en el ejemplar que pose¬
ía Dilthey de la Lógica de Mili. Y, en efecto, el penoso
trabajo realizado por Dilthey durante varías décadas
para fundamentar las ciencias humanas y para distin¬
guirlas de las ciencias naturales, es un debate continuo
con el ideal metodológico naturalista tal como Mili, en

6 W. Dilthey, Gessammelte Schriften, vol. V, p. LXXÍV.

55
su famoso último capítulo, le había asignado a las esto es lo que explica su idea de completar la crítica
ciencias humanas7. A la psicología llamada «explicati¬ de la razón pura de Kant mediante una «crítica de la
va» —en el sentido naturalista de la palabra— Dilthey razón histórica».
oponía la idea de una psicología «científico-espiri¬ Plantear así el problema es abandonar ya el idealis¬
tual». Se trataba de una psicología despejada de todo ! mo especulativo: y la analogía que comporta el pro¬
dogmatismo y de toda construcción hipotética, a la j blema de la razón pura debe ser comprendido en el
que incumbe el conocimiento y la descripción de las j sentido literal. La razón histórica está buscando una
leyes de la vida espiritual, que deben servir de funda- ! justificación en no menor medida que como lo estuvo
mentó común a las diferentes ciencias humanas. En j en otro tiempo la crítica de la razón pura. La crítica de
efecto, todas las constataciones de las ciencias huma- I la razón pura no planteaba únicamente la destrucción
ñas conciernen finalmente a los hechos de la experien¬ de la metafísica como ciencia puramente racional del
cia interior: un campo de investigación del ser que no mundo, del alma y de Dios, sino también el desarrollo
responde a la categoría de «explicación», sino a la de simultáneo de un nuevo dominio en el interior del cual
«comprensión». la ciencia racional tenga un uso justificado. En este
orden de pensamientos, asistimos entonces a un doble
* * * I acontecimiento filosófico. Por una parte, si la crítica
de la razón pura denunciaba «los sueños de un visio¬
El esfuerzo de Dilthey para fundamentar filosófica¬ nario», no dejaba de proporcionar una respuesta a la
mente las ciencias humanas se apoya en las conse- [ cuestión del saber cómo es posible una ciencia pura de
cuencias epistemológicas que había asimilado de todo la naturaleza. Por otra parte, el idealismo especulativo,
aquello que la escuela histórica (Ranke y Droysen) introduciendo el mundo histórico en el desarrollo
había intentado valorar en oposición al idealismo ale¬ autónomo de la razón, integra el conocimiento históri¬
mán. Según Dilthey, la mayor debilidad de las refle- I co en el campo del saber puramente racional. La histo¬
xiones de los discípulos de la escuela histórica se halla ria llega a ser un capítulo de la Enciclopedia del es¬
en su falta de consecuencia: «en lugar de descubrir los píritu.
presupuestos epistemológicos de la escuela histórica Por ello, la filosofía llega de hecho al problema
por un lado, y examinar los del idealismo que marca ! siguiente: ¿cómo producir para el mundo del conoci¬
su camino de Kant a Hegel, por otro, para descubrir miento histórico algo parecido a aquello que había
sus incompatibilidades, han confundido acríticamente logrado producir Kant para el conocimiento científico
los unos con los otros»8. El fin que persigue está de la naturaleza?, ¿hay algún medio de justificar los
claro: descubrir en los confines de la experiencia his¬ conocimientos empíricos en la historia, renunciando a
tórica y de la herencia idealista de la escuela histórica, las construcciones dogmáticas?
un fundamento nuevo y epistemológicamente sólido: Es aquí donde Dilthey se pregunta cómo puede lle¬
gar a ocupar mediante la conciencia histórica el lugar
7 Cfr. vol. V, pp. 56 ss. que había ocupado en Hegel el saber absoluto del
8 Vol. VII, p. 281. espíritu. Pero esto plantea un mayor número de proble-

56 57
mas de los que resuelve. Dilthey subraya que sólo que el grandioso y épico olvido de sí practicado por
podemos conocer desde una perspectiva histórica Ranke.
puesto que nosotros mismos somos ya siempre seres Esto explica en qué sentido preciso la perspectiva
históricos. Pero el modo de ser histórico de nuestra de la finitud y de la historicidad no causa, en la óptica
conciencia ¿no constituye ya un limite infranqueable? de Dilthey, ningún prejuicio de principio a la validez
, fSfJ r®sue1Vj e! Problema por la superación inclusiva de los conocimientos en las ciencias humanas. Para
[Aufhebung] de la historia en el saber absoluto; pero Dilthey, la tarea de la conciencia histórica es una vic¬
para Dilthey, que admite la posibilidad de que haya toria que se ha de conseguir en la propia relatividad,
variaciones continuadas en la interpretación de las justificando así la objetividad del conocimiento en el
relaciones históricas, un saber que ha alcanzado la campo de las ciencias humanas. Pero ¿cómo legitimar
objetividad ¿no está ya excluido? Dilthey meditaba esta pretensión de objetividad de la conciencia históri¬
estos problemas incansablemente: sus reflexiones ca en despecho de su modo de ser condicionado y
teman precisamente como fin legitimar el conoci¬ limitado, y en oposición incluso a todas las otras for¬
miento científico de lo históricamente condicionado mas cognitivas que conocemos por la historia, formas
como «CHcrn objetiva. Una gran ayuda le vino con la siempre relativas a una perspectiva determinada?
idea de una estructura que se constituía en unidad a Según Dilthey, esta legitimación no puede residir en
partir de su propio centro. Era un esquema muy mane¬ saber absoluto de Hegel. Este saber absoluto hegeliano
jable: el conocimiento de las relaciones históricas infi¬ es una autoconciencia actual que reúne la totalidad de
nitamente complicadas llegaba a ser pensado y se las fases del devenir del espíritu. ¿Qué es si no la pre¬
ensanchaba hasta incluir el conocimiento histórico tensión de la conciencia filosófica de contener en sí
universal. Que una relación estructural pueda llegar a toda la verdad de la historia del espíritu, tesis rechaza¬
ser inteligible a partir de su propio centro, esta idea da precisamente por una visión histórica del mundo?
corresponde al viejo principio de la hermenéutica Nos es preciso reconocer una experiencia histórica
y responde al mismo tiempo a las exigencias del pen¬ puesto que la conciencia humana no es una inteligen¬
samiento histórico. Según estas exigencias, todo mo¬ cia infinita en la cual todo estará simultáneamente
mento histórico debe ser comprendido a partir de él presente. Por principio, para una conciencia finita e
mismo y no puede estar sometido a las medidas de un histórica, la identidad absoluta de la conciencia y del
presente que le sea exterior. Pero la aplicación de este objeto es algo fuera de alcance: se halla siempre
esquema presuponía que el historiador pueda librarse sumergida en las influencias históricas. Pero ¿en qué
de su propia situación histórica. Y, en efecto, tener un consiste entonces su privilegio de poderse superar y
«sentido histórico» ¿no es acaso precisamente preten¬ volverse capaz de un conocimiento histórico objetivo?
der estar liberado del dominio que ejercen los prejui¬ He aquí la respuesta de Dilthey: tan impenetrable
cios de la época en que se vive? Dilthey estaba con¬ como sea el fundamento de la vida histórica, esta vida
vencido de haber acometido un examen verdadera- no existe sin poder comprender históricamente su
mente histórico del mundo; y, en el fondo, lo que su posibilidad de tener un comportamiento histórico.
reflexión epistemológica quería justificar no era más Desde la llegada de la conciencia histórica y su victo-
58
59
na, esto se encuentra ante una nueva situación. De objetivos» vitales; esta reflexión no es posible más que
ahora en adelante, esta conciencia no es simple y úni¬ si tomamos una cierta perspectiva, situándonos por
camente expresión irreflexiva de la vida real. Deja de debajo de las relaciones que establecen nuestras dife¬
juzgar todo lo que ha sido transmitido en la medida de rentes actividades. Dilthey subraya —y tiene razón sin
la comprensión que tiene de su propia vida, y deja duda— qUe esto que llamamos sentido de la vida se
también de establecer así la continuidad de una tradi¬ forma también, incluso ante toda objeción científica,
ción. Esta conciencia histórica sabe ahora colocarse en en una panorámica natural de la vida sobre sí misma.
una relación reflexiva consigo misma y con la tradi¬ Esta panorámica natural de la vida sobre sí misma se
ción: ella se comprende a sí misma por y a través de encuentra objetivada en la sabiduría de los proverbios
su propia historia. La conciencia histórica es un modo y de los mitos, pero sobre todo en las magistrales
de conocimiento de sí. obras de arte. El arte, en efecto, constituye el órgano
r Se nos propone, pues, comprender la aparición y privilegiado por el cual se comprende la vida, porque,
génesis de una conciencia científica mediante un anᬠsituado «en los confines del saber y de la acción»10,
lisis de la esencia del conocimiento de sí. Pero ense¬ permite a la vida revelarse ella misma en una profun¬
guida saldría a la luz el fracaso filosófico de Dilthey didad donde la observación, la reflexión y la teoría no
en lo que concierne al problema que él mismo había tienen acceso.
escogido. Hay que estar prevenido para limitar el sentido
reflexivo de la vida a la expresión pura que encontra¬
* * *
mos en las obras de arte. Es preciso decirlo: toda
expresión de la vida implica un saber que la conforma
El punto de partida de Dilthey es que la vida com¬ desde lo interior. ¿Es la expresión únicamente este
porta en sí misma la reflexión. Es a G. Misch a quien medio plástico del espíritu —el espíritu objetivo de
compete el mérito de haber sacado a la luz la orienta¬ Hegel— cuyo reino engloba toda forma de vida huma¬
ción de Dilthey hacia una filosofía de la vida. Así na? En su lenguaje, en sus valores morales y en sus
pues, esta orientación tiene como fundamento la idea formas jurídicas, el individuo —el ser aislado está
de que toda vida comporta, en cuanto tal, un saber. siempre más allá de su particularidad. El medio ético
Incluso la familiaridad íntima que caracteriza lo vivi¬ en el que vive y en el cual él se comunica constituye
do entraña un tipo de retorno de la vida sobre sí algo «sólido» que le permite orientarse en despecho
misma. «El saber está ahí; está, sin reflexión, ligado a de la contingencia un poco vaga de sus impulsos sub¬
la vida»9, dice Dilthey. Es la misma reflexividad inma¬ jetivos. Consagrarse a los designios comunes, consa¬
nente de la vida que, según Dilthey, está en la base de grarse a una actividad para la comunidad, esto es lo
la experiencia vivida que tenemos del significado. La que libera al hombre, dice Dilthey, de su particulari¬
experiencia del sentido en la cohesión de la vida no es dad y de su ser efímero.
posible más que si se libera de la «persecución de sus Esto hubiera podido ser aceptado todavía por Droy-

9 Vol. Vil, p. 18. 10 Vol. VII, p. 207.

60 61
sen, pero toma en Dilthey un relieve muy particular. —toma de conciencia, reflexión— debe valer también,
«Investigar las formas sólidas»11: he ahí, según Dil¬ según Dilthey, para la reflexión filosófica. Es una
they, la tendencia vital de nuestra vida, tendencia pre¬ Autorreflexión [Selbstbesinnung] que perfecciona la
sente en la contemplación y en las ciencias, no menos reflexividad de la vida; la filosofía desde entonces se
en la reflexión que implica siempre la experiencia debe comprender como una objetivación de la vida. La
práctica. Se comprende, pues, que en la perspectiva de filosofía deviene así una «filosofía de la filosofía»,
Dilthey la objetividad del conocimiento científico, no pero seguramente no con el sentido ni con las pretensio¬
menos que la reflexión meditativa de la filosofía, sea nes que le atribuía no hacía mucho tiempo el idealismo.
como un desarrrollo de las tendencias naturales de la Esta reflexión no tiene por programa construir partien¬
vida. Lo que dirige las reflexiones de Dilthey no es do de la unidad de un principio especulativo la sola y
pura y simplemente una adaptación superficial del única filosofía posible, sino que sigue la vía de la auto¬
método de las ciencias humanas a los procedimientos rreflexión histórica. Y, en este sentido, no está en modo
de las ciencias naturales, sino el descubrimiento de alguno afectada por la acusación de relativismo.
algo que es auténticamente común en los dos métodos. Dilthey, es cierto, no dejaba de preocuparse por este
Pertenece a la esencia del método experimental sobre¬ problema del relativismo y meditaba mucho sobre la
pasar las contingencias de una observación subjetiva, cuestión de saber cómo asegurar la objetividad en el
y Por rehúsa descubrir las leyes de la naturaleza. interior de todas esta relatividades, cómo concebir la
Sobrepasar metódicamente las contingencias de una relación de lo finito con lo absoluto. «Nuestra tarea
perspectiva puramente subjetiva y realizar así un cono¬ consistiría —decía él— en explicar cómo los valores
cimiento histórico y objetivo, tal es la aspiración pro¬ relativos de una época pueden adquirir un alcance en
funda de las ciencias humanas. Y para acabar recono¬ cierta medida absoluto»13. Sin embargo, buscamos en
cía a la reflexión filosófica una intención y un sentido vano en Dilthey una respuesta efectiva a este problema
análogos, al menos cuando renuncia a la pretensión de del relativismo. Y esto menos porque él no ha encon¬
un conocimiento puro por el análisis de los conceptos trado una respuesta auténtica que porque, en último
y «se objetiva a sí mismo a título de hecho humano e término, este problema no tocaba el verdadero centro
histórico»n. de su pensamiento. En efecto, en el desarrollo de la
La posición de Dilthey, basada enteramente en la Autorreflexión histórica que traía a Dilthey de relativi¬
relación entre la vida y el saber, resiste perfectamente a dad en relatividad, se sentía siempre en la ruta de lo
la objeción idealista que la tacha de «relativismo histó¬ absoluto. En este sentido, E. Troelsch resumía muy
rico». Arraigar la filosofía en el hecho primordial de la bien la obra de Dilthey por la fórmula: «de la relativi¬
vida es abandonar la búsqueda de un simple sistema no dad a la totalidad». La expresión corresponde perfec¬
contradictorio de enunciados y de conceptos. El papel tamente a la fórmula del mismo Dilthey: «ser.cons¬
que ocupa en toda la vida la meditación [Besinnung] cientemente un ser condicionado»l4. Es evidente que

" Vol. VII, p. 347.


12 Vol. V, pp. 339 ss.; cfr. vol. VIII.

62
esta fórmula condensa una crítica explícita del idealis¬ válido»i6. Esta cita muestra bien que en realidad no se
mo por el cual la verdad o la culminación de la con¬ trata para Dilthey, como para los epistemólogos de
ciencia es real en tanto que conciencia infinita, es estilo cartesiano, de quebrantar los prejuicios filosófi¬
decir, espíritu absoluto. cos, sino que es la vida real en su totalidad —la tradi¬
Pero, al considerar las meditaciones que no acababa ción moral, religiosa y jurídica, etc.— la que debe
de retomar a propósito de la objeción de relativismo, provocar la reflexión y reclama un orden racional
se percibe rápidamente que no culminaba con claridad nuevo. En este texto, Dilthey entiende por «saber» y
el alcance antiidealista de su filosofía inspirada por el «reflexión» otra cosa distinta que la simple inmanen¬
problema de la «vida». Cómo explicar, en efecto, de cia del saber en la vida, inmanencia universal de la
otra manera el hecho de que Dilthey no haya remarca¬ cual hemos hablado más arriba. En efecto, las tradi¬
do el motivo intelectualista de la objeción de relativis¬ ciones vivas, como la tradición moral, religiosa y jurí¬
mo, intelectualismo incompatible no sólo con el alcan¬ dica, son siempre tributarias —-y sin reflexión— del
ce último de su filosofía de la vida, sino ya con el saber que la vida posee ella misma espontáneamente.
punto de partida que había elegido: la inmanencia del Ya hemos señalado con ello que, dedicándose a la tra¬
saber en el seno de la vida misma. dición, el individuo se eleva al nivel del espíritu obje¬
La razón profunda de esta inconsecuencia en el tivo. Estaremos, pues, de acuerdo con Dilthey para
seno del pensamiento de Dilthey reside sin duda en su decir que la influencia que ejerce el pensamiento
cartesianismo latente. Sus reflexiones histórico-filosó- sobre la vida «brota de una necesidad intrínseca de
ficas en orden a fundamentar las ciencias humanas no encontrar en el interior de las variaciones inconsisten¬
pueden ser ciertamente conciliadas con el punto de tes de las percepciones sensibles, deseos y afecciones,
partida de su filosofía de la vida. Exigía de su filoso¬ algo sólido, haciendo posible un comportamiento esta¬
fía que se extienda a todos los campos de investiga¬ ble y armonioso»17. Pero esto se efectúa precisamente
ción donde «la conciencia, por una actitud reflexiva y por las objetivaciones del espíritu tales como la moral,
dubitativa, se liberará de la empresa de los dogmas el derecho positivo y la religión, ligando al ser particu¬
autoritarios y aspirará a un saber verdadero»15. Nos lar con la objetividad de la sociedad. He aquí, pues, lo
parece que esta afirmación refleja adecuadamente el que es incompatible con la filosofía de la vida de Dil¬
espíritu de la ciencia y de la filosofía moderna en they: que reclama al mismo tiempo para todas las
general. Igual que no se pueden olvidar las resonan¬ objetivaciones del espíritu una toma de posición
cias cartesianas que comporta. Y sin embargo, cosa «reflexiva y dubitativa» que reemplaza un trabajo de
curiosa, Diltey lo aplica en un sentido diferente: «Por orden «científico». Aquí Dilthey continúa adherido al
todo y siempre, la vida conduce a reflejar sobre aque¬ ideal científico de la filosofía de las luces. Así pues,
llo que se coloca en ella, la reflexión conduce a la esta filosofía de las luces concuerda tan poco con la
duda, y la vida no puede resistir en la duda más que meditación [Besinnung] inmanente de la vida, que es
persiguiendo el pensamiento hasta adquirir un saber
16 Ibíü
15 Vol. VII, p. 6. 17 Ibid;

64 65
w

precisamente a su intelectualismo y a su dogmatismo a de la pavorosa realidad de la vida. Pero, para vencer la


los que se opone, en principio, lo más radicalmente la incertidumbre de la vida, espera encontrar algo sólido
filosofía de la vida de Dilthey. en la ciencia y no en la seguridad que podría ofrecer la
De hecho, la certeza a través de una duda es profun¬ experiencia de la vida misma.
damente diferente de esta otra certeza —inmediata El proceso personal de secularización que hace de
aquélla-— que poseen en la vida los fines y los valores Dilthey —el estudiante de teología— un filósofo,
que allí se presentan a la conciencia con una preten¬ puede ser puesto en paralelo con el proceso histórico
sión absoluta. Hay una diferencia decisiva entre esta del nacimiento de las ciencias modernas. Al igual que
certeza aprehendida en el seno de la vida y la certeza las ciencias naturales nos introducen en los secretos de
de la ciencias. La certeza obtenida en las ciencias la naturaleza una luz limitada y, sin embargo, segura,
posee siempre una resonancia cartesiana; es el resulta¬ se opone al presente en los misterios de la vida el
do de un método crítico. Ésta pone en duda las opinio¬ poder científicamente desarrollado de «comprender».
nes recibidas con el fin de adquirir por un nuevo exa¬ La filosofía de las luces se realiza en la conciencia
men su confirmación o su rectificación. A buen segu¬ histórica.
ro se habla aquí de una duda metódica. Por el artificio
de la duda hiperbólica, por una experiencia análoga a * * *

la del laboratorio. Descartes propone demostrarnos en


sus célebres meditaciones el fundamentum inconcus- Es partiendo de allí como se comprenderá en qué
sum: la conciencia de sí. De igual forma, una ciencia medida Dilthey es deudor de una hermenéutica
metódica duda por principio de todo aquello que se romántica. Esto oculta la diferencia esencial que hay
pudiera dudar para llegar así a la certeza de sus cono¬ entre la experiencia histórica y el conocimiento cientí¬
cimientos. Ahora bien, es característico del pensa¬ fico, es decir, permite despreciar la historicidad esen¬
miento de Dilthey no diferenciar entre esta duda metó¬ cial del modo de conocimiento de las ciencias huma¬
dica y la duda que invade la razón espontáneamente. nas y reordenarlas en la metodología de las ciencias de
Para Dilthey, la certeza científica no es más que la la naturaleza. Así, Dilthey mantiene, por ejemplo, para
culminación de esta certeza que reina en el seno de la las ciencias humanas, un ideal de objetividad que no
vida. Esto no quiere decir que Dilthey no haya experi¬ puede servir más que para asegurarse un rango igual al
mentado la incertidumbre de la vida en todo el peso de las ciencias exactas. De ahí también el uso frecuen¬
que le da la historicidad concreta. Más bien al contra¬ te que Dilthey quiere hacer del término «resultados» y
rio, cuanto más se consagraba concienzudamente en su preferencia por las descripciones metodológicas,
las ciencias modernas, más comprobaba ciertamente uso y preferencia que sirven a un mismo fin. En esto,
la tensión entre la tradición de sus orígenes, y los la hermenéutica romántica le es útil porque también
poderes históricos que la vida moderna tiene libera¬ desconocía la naturaleza histórica de la experiencia
dos. Su investigación de algo —como él dice— de que está en la base de las ciencias humanas. Ella parte,
«solidez» se explica precisamente por un tipo de ins¬ en efecto, del presupuesto de que el objeto propio de
tinto de defensa que se ha desarrollado en él a la vista la comprensión es el texto por descifrar y comprender,
66 ^ ■ 67-
y que todo reencuentro con un texto es un reencuentro romántica de Schleiermacher ambicionaba ser un ins¬
del espíritu con él mismo. Todo texto es bastante trumento universal del espíritu, pero se acercaba con
extraño para plantear un problema y, por tanto, bastan¬ la ayuda de este utensilio a expresar la fuerza salvado¬
te familiar para que, en principio, la posibilidad de ra de la fe cristiana, para la Fundamentación diltheya-
descifrar el sentido esté asegurada incluso cuando no na de las ciencias humanas en compensación, la her¬
se sabe al comienzo del texto el hecho de que es texto menéutica es el telos de la conciencia histórica. Sólo
escrito, es decir, espíritu. existe para ella una única especie de conocimiento de
Como se puede ver en Schleiermacher, la herme¬ la verdad: el que comprende la expresión y, en la
néutica tiene como modelo la comprensión recíproca expresión, la vida. En la Historia nada es incomprensi¬
que se consigue en la relación entre el yo y el tú. ble. Todo se comprende ya que todo se asemeja a un
Comprender un texto comporta la misma posibilidad texto. «Como las letras de una palabra, la vida y la
de adecuación perfecta que la comprensión de un tú. historia poseen un significado»decía Dilthey. Con¬
Lo que indica el autor se ve inmediatamente por su secuentemente, el estudio de pasado histórico es con¬
texto: el texto y el intérprete son absolutamente con- cebido no como experiencia histórica, sino como des¬
temporáneos. He aquí, pues, el triunfo del método ciframiento. He aquí lo que constituye una diferencia
filológico, aprehender el espíritu pasado como presen¬ importante entre las concepciones de Dilthey y los
te, recibir lo extraño como familiar. Es evidente desde planteamientos de la hermenéutica romántica que las
entonces que, en detrimento de la diversidad de méto¬ vinculaciones del primero a éste no deben disimularlo.
dos, la «diferencia» con las ciencias naturales no es Ahora bien, la experiencia histórica se define por la
sólo una, ya que, aquí y ahí, es a un objeto ya presente adquisición histórica de donde ella procede y por la
al que nosotros dirigimos nuestras cuestiones, a un imposibilidad donde se encuentra de arrancarla de este
objeto que contiene toda la respuesta. origen: no será, pues, nunca un método puro. Habrá
Desde este punto de vista, Dilthey reemprende la siempre un cierto medio de deducir de esta experien¬
tarea que se había asignado: justificar epistemológica¬ cia las reglas generales, pero el sentido metodológico
mente las ciencias humanas concibiendo el mundo de este trámite impide que se saque una ley propia¬
histórico como un texto por descifrar. Afirmación que mente dicha y que se subsuma de ahora en adelante de
resume bien la posición de la «escuela histórica». Ya una manera unívoca el cunjunto de casos concretos
Ranke asignaba como tarea sagrada en el historiador dados. La idea de reglas de experiencia exige siempre
descifrar los jeroglíficos de la historia. Pero Dilthey va —las reglas son lo que son por su uso que se aprue¬
más lejos. Que la realidad de la histórica tenga un sen¬ ben con q\ uso. Esto es lo que permanece válido, de
tido tan transparente que pueda ser descifrado como una forma general y universal, para los conocimientos
un texto, esto no vale más que para el intérprete que que tenemos en las ciencias humanas. No esperaron
reduce la historia a la historia del espíritu. Es Dilthey nunca una «objetividad» distinta de la que comporta
mismo quien saca esta consecuencia y reconoce de toda experiencia.
hecho incluso su filiación por relación a la filosofía
del espíritu de Hegel. Y mientras que la hermenéutica * Vol. VII, p. 291.
68 69
El esfuerzo de Dilthey para comprender las ciencias
humanas por la vida, y ello comenzando por la expe¬
riencia vivida, no está nunca verdaderamente concilia¬
do con el concepto cartesiano de ciencia, del cual no
se había deshecho. Ha podido subrayar tanto como III.
MARTIN HEIDEGGER
quería las tendencias contemplativas de la vida misma Y EL SIGNIFICADO
la atracción de este algo de «solidez» que la vida com¬
DE SU «HERMENÉUTICA
porta; su concepto de objetividad tal como lo reducía a
la objetividad de los «resultados» permanece apegado DE LA FACTICIDAD»
a un origen diferente de la experiencia vivida. Ésta es PARA LAS CIENCIAS HUMANAS
la razón por la que no se puede resolver el problema
que se había elegido: justificar las ciencias humanas
con el fin expreso de restituirlas iguales a las ciencias
naturales. Entretanto, la investigación fenomenológica, tal
como fue inaugurada por Husserl, ha quebrantado las
trabas del metodologísmo neokantiano. Husserl retor¬
nó a la dimensión de la vida vivida un tema de investi¬
gación absolutamente universal, sobrepasando así el
punto de vista que se limitaba a la problemática pura¬
mente metodológica de las ciencias humanas. Sus
análisis del mundo de la vida (Lebenswelt) y de esta
constitución anónima de todo sentido y de toda la sig¬
nificación que forma el suelo y la textura de la expe¬
riencia, han mostrado definitivamente que el concepto
de objetividad representado por las ciencias no expre¬
sa más que un caso particular. La oposición entre
naturaleza y espíritu es una oposición que hay que
revisar: ciencias naturales y ciencias humanas deben
ser comprendidas a partir de la intencionalidad de la
vida universal. Esta comprensión es sólo para satisfa¬
cer la exigencia de una Selbstbesinnung (autorrefle-
sión) de la filosofía.
Con estos descubrimientos de Husserl, Heidegger
da, a la luz de la cuestión del ser que él renueva, un
sentido más radical todavía. Sigue a Husserl en que
para él es necesario separar, como Dilthey, el ser his-
70 • 71
tonco del ser de la naturaleza, para legitimar en el
plano de la teoría del conocimiento la especificidad distancia libre de sí una de las posibilidades funda¬
metodológica de las ciencias históricas. Todo lo con¬ mentales de la vida, posibilidad sobre la que el fenó¬
trario, el mundo del conocimiento que es el de las meno de la comprensión debe estar fundado. Heideg¬
ciencias naturales es una especie de derivado de la ger, partiendo de Dilthey, va más lejos, llega a ser el
comprensión que, como dice Heidegger en Ser y Tiem¬ iniciador de una reflexión ontológica radical y desa¬
po. «se ha aplicado a la tarea legitima de aprehender rrolla toda comprensión como pro-yecto (Entwurj). La
las cosas (Vorhandene, el ente “subsistente”) en tanto comprensión es el movimiento mismo de la «trascen¬
justamente que ellas son esencialmente incomprensi¬ dencia».
bles» . Para Heidegger, comprender, la comprensión Ciertamente para la hermenéutica tradicional las
no es sólo un ideal del conocimiento en el cual debía tesis heideggerianas suenan a una auténtica provoca¬
resignarse el espíritu que envejece —como para Dil- ción. El verbo alemán verstehen («comprender»)
they , tampoco el ideal de método para la filosofía posee dos sentidos: en primer lugar, el mismo sentido
como Husserl. Al contrario, el comprender es la forma que en francés cuando decimos, por ejemplo, «com¬
original de realización del estar-ahí humano, en tanto prendo el significado de algo»; a continuación tam¬
que ser-en-el-mundo. Y, ante toda diferenciación del bién significa «conocerse allí alguna cosa». Demos un
comprender en las dos direcciones del interés pragmᬠejemplo para este último caso: «er versteht sich nicht
tico y del interés teórico, el comprender es este modo auf das Lesen» se traduce en francés: «al hacer una
de ser del estar-ahí que constituye a aquél en «saber- lectura él no se conoce allí», es decir, él no «sabe»
ser» y «posibilidad». leer. El verbo «verstehen» significa en otros términos,
En el fondo del análisis existencial del estar-ahí de más allá de su primer sentido, un «saber hacer», un
Heidegger, con las numerosas perspectivas nuevas que «poder», una «capacidad de» realizar satisfactoria¬
implica para la metafísica, la función de la hermenéu¬ mente una tarea en el nivel práctico. Pero, según este
tica en las ciencias humanas nos aparece también con último sentido, se distingue—parece—por esencia de
una luz totalmente nueva. Cuando Heidegger resucita la comprensión que se obtiene por un conocimiento en
el problema del ser bajo una forma que va más allá de las ciencias. Y sin embargo, mirarlo allí, más de cerca,
toda metafísica tradicional, se asegura al mismo tiem¬ se encuentra cuando hay incluso algo común. En los
po una posición radicalmente nueva frente a las apo- dos casos, hay un acto de conocer, un «conocerse en
nas clásicas del historicismo: su concepto de com¬ algo», un «saber como reencontrarse en ello». Quien
prensión tiene un peso ontológico. Así, la compren¬ comprende un texto —por no hablar incluso de una
sión no es sólo una operación en el sentido inverso y ley— no se proyecta únicamente en el esfuerzo de
ulterior a la operación de la vida constituyente, sino el comprensión hacia un significado, sino que adquiere
modo de ser original de la vida humana misma. Mien¬ por la comprensión una libertad de espíritu inédita.
tras que, partiendo de Dilthey, Misch descubre en la Ello implica numerosas y nuevas posibilidades, como
interpretar un texto, ver las relaciones escondidas que
19 Heidegger, Sein und Zeit, 1927, p. 153. oculta, sacar conclusiones, etc,.: todas las cosas que
definen precisamente aquéllo que queremos decir
72
hablando de la comprensión o del conocimiento de un Teniendo esto en cuenta, se ve fácilmente que la
texto. De una manera parecida, aquel que «se conoce» hermenéutica tradicional restringía demasiado el hori¬
en mecánica, o bien aquel que se conoce en tal oficio, zonte de los problemas que se vinculaban a la idea de
como, por ejemplo, el sabio que se conoce en herme¬ comprensión. Bajo esta óptica, la iniciativa tomada
néutica, sabe bien cómo «aprehenderse». Así pues si por Heidegger en un plano mucho más amplio que el
incluso parece perfectamente evidente que la com¬ de Dilthey, será particularmente fructífera en aquello
prensión simplemente práctica de un fin racional que concierne a nuestro problema de la hermenéutica.
posee otras normas que la comprensión de un texto o Ciertamente, Dilthey rechazaba los métodos naturalis¬
de alguna otra expresión de la vida, resultará no tas en las ciencias humanas, y Husserl, como sabemos,
menos verdadero que todas las comprensiones se tachaba de absurda la aplicación del concepto natura¬
reduzcan finalmente al nudo común de un «sé cómo lista de objetividad en las ciencias humanas, mostran¬
me aprehenderé allí», es decir, en una comprensión de do la relatividad básica que implica todo tipo de
si, con relación a algo de otro. mundo, todo tipo de conocimiento histórico. En Hei¬
De una manera parecida, comprender un gesto o degger asistimos a una valoración ontológica del pro¬
una expresión mímica es más que aprehender directa¬ blema de la estructura de la comprensión histórica,
mente su significado inmediato, es descubrir esto que fundada sobre la existencia humana que está orientada
esta escondido en el alma y es aprender cómo desde esencialmente hacia el futuro.
e los debemos «tomarnos en ello». Se dirá justamente Al haber reconocido el tributo que paga el conoci¬
en el punto de vista del caso que se acaba de enumerar miento histórico a la estructura proyectiva del estar-
que realizar una comprensión es formar un proyecto ahí, nadie pretenderá poner en duda los criterios inma¬
de la propias posibilidades. nentes de esto que llamamos conocimiento. El conoci¬
La historia lexicológica del término alemán verste- miento histórico no es un tipo de proyecto de
hen confirma este resultado. El significado primitivo planificación, ni extrapolación de fines queridos, ni
de la palabra parece ser aquel que había en el antiguo todavía la disposición de las cosas según el buen que¬
lenguaje jurídico que utilizaba la expresión «compren¬ rer, prejuicios vulgares o sugestiones de un tirano,
der una causa» en el sentido de «defender la causa de sino que se trata de una mensuratio ad rem. Aquí la
una parte en el tribunal». Que más tarde el empleo de cosa no se entiende en el sentido dtfactum brutum:
la palabra haya evolucionado en el sentido que hoy no se trata de ningún ente «subsistente» (bloss vorhan-
nos es familiar, se ve claramente por el hecho de que den en sentido heideggeriano), no se trata de un ente
la defensa de una «causa» significa necesariamente constatable o mensurable instrumentalmente, sino
que se la asume —que se la comprende— hasta el aquella relativa al modo de ser del estar-ahí humano.
punto de no perder pie ante ningún argumento posible Únicamente, lo importante es comprender muy bien
esgrimido por el adversario. esta afirmación tantas veces repetida. Esto no signifi¬
ca de ningún modo que el cognoscente y lo conocido
* * * sean modos de ser homogéneos, y que el método de
las ciencias humanas se fundamente en esta homoge-
74 75
neidad. Esto haría de lo «histórico» una psicología. La ahí como el hecho de que este estar-ahí es siempre en
correlación común que posee el conocimiento y lo proyecto hacia sus posibilidades futuras. Sobre este
conocido este tipo de afinidad que liga el uno al otro, punto Heidegger subraya justamente que los dos
momentos del «estar-arrojado» (Geworfenheit) y del
ser siifUndr,menta en la aqUIValencia de su modo de
ser, sino sobre esto que es este modo de ser. Esto sig¬ «pro-yecto» (EntwurJ) deben ser pensados siempre
nifica que ni el cognoscente ni lo conocido están conjuntamente. Así, no hay ninguna comprensión o
«onticamente» y simplemente «subsistentes», sino que interpretación que no implicase la puesta en obra de la
totalidad de esta estructura existencial, al suponer
de iSriciS “ ^ tÍ6nen d m°d° de Ser incluso que la intención del conocimiento no sobrepa¬
sa una lectura simplemente literaria de un texto o de
tal o cual acontecimiento.
ISdídd1* mLI?,StI¡a ,aoPosición que separa la homoge-
* * *
^, dad ^e.ser,de la aflnidad —aquello que distingue a
la Zugehongkeit de la Gleichartigkeit-- evidenciará
el problema que desarrollará con toda su radicalidad Estos apuntes no constituyen todavía una respuesta
suficiente al problema que plantea la hermenéutica.
hahltr d8P6wara eSt®i’ d heCh° de que sól° Podamos
La interpretación heideggeriana de la compresión
mismnf t, ?■ 3 M 13 medida en que somos nosotros
«f i!'n1St0riC0S S18n,fica que es la historicidad del como existencial no lo representa como el elemento
estm-ahi humano en su incesante movimiento de aten¬ más fundamental. Si la comprensión es una determi¬
ciones y de olvidos la condición de poder revivir el nación trascendental de toda existencia, la compren¬
pasado. Aquello que aparecía hace poco como74 sión propia de la hermenéutica recibe también una
d 1 en el concepto de ciencia y de método, como nueva dimensión y un alcance universal. El fenómeno
™a™era( ^lamente «subjetiva» de aproximar el y la problemática de la «afinidad» que la escuela his¬
conocimiento histórico, se coloca actualmente ante el tórica no sabía justificar tendrá seguidamente un sig¬
P7a ,de U1)a interrogación fundamental. La afinidad nificado concreto, y la tarea propiamente dicha de la
(Zugehorigkeit) no condiciona sólo el interés histórico hermenéutica será precisamente la de aprehender para
en el sentido de que los factores no científicos y sub¬ sí este significado que es el suyo.
jetivos motiven la elección de un tema o de una cues¬ La estructura existencial de «pro-yecto-arrojado»,
tión: aceptando semejante hipótesis, se interpretaría el fundamento de la comprensión como operación signi¬
concepto de afinidad como un caso particular de una ficante del estar-ahí, es la estructura que se encuentra
servidumbre emocional: la simpatía. Por el contrario también en la base de la comprensión tal como se
la afinidad con la tradición es tan originaria y esen¬ efectúa en las ciencias humanas. Los lugares concre¬
cialmente constitutiva de la finitud histórica deí estar- tos que representan una moral o una tradición, más
generalmente las condiciones históricas concretas,
P 2°rJZCk’ enJrief*echsel wischen W. DiHhey und dem Grafen
incluso las posibilidades futuras que ellos implican,
r. Yorck von Wartenburg 1877-1897, 1923, p. 191 J definen el asunto del que se trata en el interior de la
77
ce de una doctrina exttlnciál"0138 h,umanas' El alean¬ completamente extraño. Aquello con lo que prepara¬
do» -de la 6™ 2 a “m013 del «^-arreja¬ mos la acogida tiene alguna resonancia en nosotros y
que el estar-ahí 7u(”em^eZTaCmmente m<*‘rar es el espejo donde cada uno de nosotros se reconocía.
futuro es un serque desde ah h 3 S“ <<saber-ser» La realidad de la tradición no constituye, de hecho, un
modo que todos los ,v, de 31013 y ya rófo, de problema de conocimiento, sino un fenómeno de apro¬
carade'sí,^:^ t!::i::a7v°Lta™lemos,Iibres caía a piación espontánea y productivo de contenidos trans¬
facticidad de su se/lfe aquí Dues"3" “ ® V1Sta Con la mitidos.
investigaciones de la comtitnrlÁ Y" oposic,ón a las Dicho esto, es hora de preguntarnos si la aparición
fenomenología husserliana el " trascendental de la de la conciencia histórica ha abierto un abismo infran¬
«hermenéutica de la facticidad p.*!?t0 cruc¡al de una queable entre nuestra actitud científica y nuestro com¬
Plenamente conscíenStu nfr^t Éste 68 portamiento natural y espontáneo en la consideración
precedido por aquello uue le d» i lnfranqueablemente de la historia. Dicho de otra forma, la llamada con¬
de tener un pro-yec o nro Í J, P°Slbllldad incluso ciencia histórica ¿no se equivoca cuando califica la
no podría hecho incluso totalidad de su historicidad como un simple prejuicio
del que debe liberarse? La «ciencia sin prejuicio» —la
consigo, ella tambiéi^ vi! trad,CIÓn histórica traerá Vorurteilslose Wissenschaft— ¿no participa ella
esta estructura existendal ddUSSuH * m6"3 de misma, y aunque no lo piense, en la actitud de la
plantea entonces para saber cóme * Pr°blema se recepción y de la reflexión ingenuas por las cuales el
Ha en la hermenéutTca de t Y reC°nocer esta de¬ pasado se nos hace presente en tanto que tradición
para las ciencias humana no nnCd3S humanas' Pues> viva? ¿Sin otras actitudes —científicas o cotidianas—
«oponer»-se al proceso de la trÍdUed? SM cuestión de que ve únicamente por las exigencias que le llegan de
tónico, al cual ellas deben tradicion, el mismo his- una tradición? ¿No será preciso admitir que el signifi¬
tancíarse, h'berarse de la talY680 3 la bisto™. Dis¬ cado de los objetos de investigación que recibe de una
mera preocupación en mie« 0D’ n° puede ser Ia pri- tradición está formado exclusivamente por una tradi¬
a cara del paLdo en7cu7nlCOfmPOrtamÍentos cara ción? Incluso si un objeto histórico dado no respondía
COp participamos hÍStóri- a ningún interés histórico actual, pues entonces en este
caso verdaderamente extremo de la investigación his¬
interpela a ’ma^cúhma^dffo^H^ “ 3quella tllle tórica se confirmaría todavía que no hay objeto histó¬
literal de la palabra uTdesa 'o Y C1Ón en el se«bd° rico que no se impusiera siempre con la obligación de
de aquello que reconóceme y U"a cont>nuación ser interrogado originalmente como fenómeno históri¬
concreto entre todos “ososos Elfo0 ^ eI lu«ar co, es decir, aprehendido en un significado que no
dentemente hasta que miramos^!, Se ?simila «¡vi- tiene nada de inmutable, sino que nunca estará deter¬
vista lo que nos ha «¿Hn * en un esPlr^u objeti¬ minado definitivamente.
cados, es decir, como el ohipfí pornuestros antepa- Para proceder a una hermenéutica histórica es preci¬
co o como si Vue7ato nrof dn mé'°do dentl'fí- so consecuentemente comenzar sacando a la luz la
uese algo ptofundamente diferente,
78 oposición abstracta que yace entre tradición e investi-

79
mam
nuevo, caso verdaderamente extremo i
IV EL PROBLEMA HERMENÉUTICO
Y LA ÉTICA DE ARISTÓTELES

Stuti
En este punto de nuestra exposición resultará que el
problema que nos preocupa muestra una conexión
central con la problemática que ha desarrollado Aris¬
tóteles en sus investigaciones de ética21. En efecto, el
problema que nos presenta la hermenéutica puede
definirse mediante la siguiente pregunta: ¿qué sentido
es preciso dar al hecho de que un solo y mismo men¬
saje transmitido por la tradición se aprehenda siempre
como nuevo de forma diferente, a saber, relativo a la
situación histórica concreta de aquél que lo recibe? En
el plano lógico, el problema del comprender se pre¬
sentará como el de un caso particular de aplicación de
algo en general (el mensaje idéntico) a una situación
concreta y particular. Ahora bien, la ética de Aristóte¬
les no se interesa por el problema hermenéutico y
menos todavía en las dimensiones históricas de éste,
sino por el papel exacto que debe asumir la razón en
todo comportamiento ético, y es este papel de la razón
y del saber el que muestra analogías sorprendentes
con el del saber histórico.
Criticando el intelectualismo socrático-platónico en
la cuestión del Bien, Aristóteles se convierte en el fun¬
dador de la Ética como disciplina independiente de la
Metafísica. Mostrando que la Idea platónica de Bien

21 En lo que sigue nos referiremos sobre todo a lá Ética a Nicó-


maco y en particular al 6.° libro de esta obra aristotélica.
80
8fnerahdad vacía de sentido, le opone el bien ciencia ética es la de medir una situación concreta a la
ítlAhmbre’ e deClr’ el bien con relación a la activi¬ luz de exigencias éticas más generales. El reverso de
dad humana. Esta crítica se realiza sobre la identifica la medalla es que un conocimiento general, no sabien¬
sido defendió/ - amé y hgos’tal como había do cómo aplicarse a una situación concreta, amenaza,
sido defendida por la etica socrático-platónica Defi en razón de su generalidad, oscurecer el sentido de las
mfento etnt0nae,\el element0 fundamental del conoci¬ exigencias concretas que una situación de hecho
miento etico del hombre por la Orexis, por el «deseo» podría plantearle. No queremos únicamente decir por
y por la organización de este deseo en una actitud ello que el aspecto metodológico de una ética filosófi¬
cerrada -en una BexU-, Aristóteles renueva la doc ca esté lejos de ser una cosa simple, sino sobre todo
ina de sus maestros en una justa proporción Indique que, en este sentido, todo método filosófico comporta
E »!a teoría de Aristdteles’i-Sl él mismo ya un cierto problema ético. En oposición a
°n y el habito los que se encuentran en la base de la la teoría plátonica de la Idea de Bien, Aristóteles
de «Ética»0 * ^ ^ “ el «-*> delTomlre subraya vigorosamente que no es cuestión de querer
alcanzar en el campo de la ética una precisión de un
El ser etico como comportamiento específicamente grado tan elevado como en matemáticas; para las
humano se distingue del ser natural porque él ser™ tico situaciones humanas donde se encuentra esto sería
no es simplemente un conjunto de capacidades o de incluso faltar a su fin. Se trata de ordenar los elemen¬
fuerzas activas. El hombre, por el contrario es ™ ser tos de un problema ético según sus líneas de fuerza
que solo llega a ser lo que es y sólo se apropia de su más significativas y proporcionar así por el diseño
Srr1? POr lo,que hace’ P°r el Cómo de su general de los contornos, un tipo de apoyo a la con¬
pnp pi ’ E e ^sentldo en el que Aristóteles distin- ciencia ética. Al verlo de cerca, esto mismo implica en
gue el campo del Ethos del campo de la Phvsis El seguida un problema de moral.
eaSida7;eaUnqUe él n° 6Sté 1-PravistoTe fed En efecto, pertenece claramente a la esencia del
regularidad, se opone en razón del carácter cambiante fenómeno ético que el agente sepa no sólo decidirse a
la acción, sino que deba él mismo saber y comprender
cómo debe actuar, carga de la cual él no podrá nunca
f Aa cuest.lón que en este momento se plantea Aristó- liberarse. Es esencial, en este sentido, que la reflexión
fífeSr >a P-ihiHdad de unPconocimfe„t ética contribuya a este fenómeno de clarificación y
®™,de! hombre en tanto que ser ético, y él se concreción de la conciencia. Entiéndase bien, en el
flar el saber/nT0 “T3 -qué función debe desempe- oyente de una lección de Aristóteles, en este oyente
éticos Si en
en efecto,
efZf0”8!1'/610/ que querría encontrar allí un apoyo para su conciencia
eos. bi, el hombrederecibe
loS comPortamientos
el bien su nrh ética, todo esto presupone una serie de cosas. Para
pío bien, en una situación práctica concrete,’la tarea comenzar, debe ser suficientemente maduro para no
que lleva a cabo un saber ético es la de llegar a ser exigir del enseñante que reciba más de lo que puede
aquello que esta situación le reclama en lo fusto Se dar. Expresémonos de una manera positiva: es indis¬
dirá lo mismo afirmando que la tarea propia ¿e fe con! pensable que, por la práctica y la educación, el oyente
82
83
tenga ya formada una habitudo que mantenga en la, cia». La ciencia, es decir, el conocimiento de lo inmu¬
s uacmnes concretas de su vida, habitudoq“fse”Ó*! table, es conocimiento fundado sobre la demostración
f Comoy 36 estable?erá mediante cada acción nueva y que, consecuentemente, todo el mundo está en con¬
tételes 0e emX;rf0rme aI princiPio general de Aris¬ diciones de «aprender». Oponer a este conocimiento
tóteles el método que se sigue está definido en fun teórico el conocimiento ético es cosa fácil. Es evidente
o den a °bjet°- °bjet° nos ***** »brc todo en que, en el sentido de esta distinción, las ciencias
orden a comprender -según la exposición que nos humanas son consideradas como «ciencias morales».
presenta Aristóteles en su ética— krejación entre ser Su objeto es el hombre y lo que él sabe de sí mismo.
St,ycolC,rel,C‘- ArÍStÓteleS Permanece todavía Éste saber que tiene él hombre de sí mismo le concier¬
socratico-platomco en este sentido en el que para él el ne de entrada como un ser actuante, no apunta de nin¬
v un,momento esencial del comporta- guna forma a constatar lo que es. Más bien al contra¬
lento etico Es el equilibrio que realiza entre la rio, se relaciona con aquello que no es siempre tal
AZ^CrátlC0-platÓniCa y s concepción propia como es y que puede también ser de otro modo que no
esté en tal o cual momento determinado. Es así única¬
anáffs siíSer841^ d ^ " de
mente en las cosas que están de esta última forma en
arribaeVe|drte qU6: tal COm° lo hemos “puesto más la que puede intervenir la acción humana.
un «f’i conocimiento hermenéutico debe rechazar Gomo se trata de un conocimiento que dirige lak
un estilo objetivista de conocimiento. Es más hablan actividad, podremos pensar en aquello que los griegos '
llamaban Techne, el saber o la habilidad del artesano
toét :tae y
interprete a td rcaracteriza
la tradición que debea interpretar
k hemos que sabe cómo fabricar tal cosa. ELconocimiento éticc
visto que la comprensión constituye ella misma un es, pues, parecido a aquel de la Techne, en él «¿Sé yi
momento del devenir histórico. Así pues el conoci¬ perfectamente cómo debo situárriíé en él?». ¿Hay uní
miento etico tal como Aristóteles nos lo ha’descrito no similitud entre el hombre que hace de sí mismo aque
es únicamente un conocimiento «objetivo» Aqü? lio que debía hacer, y el artesano, que actúa a su gusto
frenTealf COnocimiento *> « encuentra simplemente en función de una intención y de un plan que ha con¬
frente algo que se trata de constatar; el conocimiento cebido primero? ¿Hay una similitud entre el hombre
se encuentra referido e investido ¿or su ob Óm es que, como dijimos más arriba, es un proyecto a partir
decir, por aquello que tendrá que hacer. J ’ de sus posibilidades --digamos ahora a partir de su
* * *
Eidos— y el artesano que se prepara un plan intencio¬
nal, un Eidos, y que se sabe cómo ejecutarlo en una
materia? Es innegable que Sócrates y Platón han des¬
| La distinción que establece Aristóteles entre el cubierto algo muy verdadero aplicando el concepto de
Techne en el plano del comportamiento ético. Es evi¬
dente, en efecto, que saber ético y saber técnico tienen
esto en común, que ni lo uno ni lo otro son un saber
abstracto, sino que —determinando y dirigiendo la
84
“CjÓ,n7 rplican nn saber práctico formado a la teles, este saber ético se distigue tanto del conocimien¬
medida de la tarea concreta.
to técnico como del conocimiento teórico. Dice en una
finS? Última caracterización nos conduce a una dis- forma audaz y original que el saber ético es un «saber-
c“afmatmp0rtante *” C'ertas condiciones. Con- para-sí». Por ello el saber ético se distingue claramen¬
cierae al matiz que opone las adquisiciones dadas a te del comportamiento teórico de la Episteme. Pero
una técnica enseñable, en las adquisiciones que se ¿cómo distinguir el saber-para-sí del saber técnico?
hacen gracms a una experiencia concreta, en la prácti Aquel que sabe cómo fabricar algo conoce por ello
ca cotidiana. Los conocimientos transmitidos por ins-

Tdf:io rnuai’por ejemp^°—^no z


necesanamente de un valor práctico superior al saber
adquirido por el ejercicio. Esto no quiere decir aue un
un bien y él lo conoce —lo sabe «para sí»— de una
manera tal que, allí donde la posibilidad le es dada, es
capaz de pasar efectivamente a la ejecución. Elige
buenos materiales y medios adecuados. Lo que él ha
conocimiento expresado anterior a la práctica (el arS aprendido en general, sabe cómo aplicarlo en una
sea puramente teórico: en efecto, es tamban haciendo situación concreta. Aquel que toma una decisión ética
USO de este conocimiento enseñado como se adquiere también ha aprendido algo. Por la educación y por lai
la experiencia indispensable. Con razón Aristóteles formación que ha recibido, posee un conocimiento!
mnaa 7’e /dagl° de qUe <<Techne ama a Tyche y Tyche general de aquello que llamamos un comportamiento!
i ama a Techne»> « decir, la suerte de conseguir se ofre¬ justo y recto. La función de la decisión ética consiste!
ce pnmero a aquel que «sabe» su oficio entonces en encontrar, en una situación concreta,
Esto que se acaba de decir no vale menos para el aquello que es justo. En otros términos, la decisiónv
saber etico. Está claro que la sola experienCa tan rica ética está ahí para ver todo aquello que comporta una
como sea, no basta para fundar un saber érico o para situación concreta y para colocar allí el orden. En este
ción rier|Una deClslón confo™e a la moral: la dfrec- sentido, igual que el artesano ha decidido comenzar su
cion de la conciencia moral por un saber anterior es trabajo, la puesta en ejecución de una decisión ética
1 amePvídénte1SP/Sab!e- ^ PU6S> Una «S dispone de un «material» —la situación— y de la
| £ * evidente entre el saber ético y el saber técnico elección de los medios. Pero, entonces, la distinción
í mi dé su dSf* d dÍfídl 7 Urgente que veíamos ¿no se desvanece?
Encontramos toda una serie de elementos de res¬
puesta en el análisis aristotélico de la Phronesis.
* * *
Como ya señaló Hegel, lo que hace precisamente la
genialidad de Aristóteles es la totalidad de perspecti¬
enfreaeíesaPbeerdéti8o vas tomadas en consideración en sus descripciones.
entre el saber etico “T T^
y el saber diferencias
técnico. radicales
Es evidente míe
Mostremos tres.
hombre no dispone de sí mismo como el artesano
dispone de su material. La cuestión es saber cómoT 1 .a Una técnica se aprende y se puede olvidar, se
nguir el saber que se tiene de sí como persona ética puede perder un oficio. Pero el saber ético no se
del saber que se tiene para fabricar algofparaAristó-- aprende ni se olvida. No es como el saber profesional,
86
87
s:ss ción, se constata que lo que ella significa en el nivel
del saber del artesano significa otra cosa muy distinta
en el nivel ético. Se puede considerar que en ciertas
condiciones el artesano esté obligado a renunciar a la
ejecución exacta de su plan de trabajo, por estar some¬
SU situación concreta **“laS ex'«encias de tido a condicionamientos externos, porque le falta un
utensilio, un material, etc. Pero el hecho de que renun¬
cie y se contente con un trabajo imperfecto no implica
que su conocimiento de cosas haya aumentado o haya
llegado a ser más perfecto por la experiencia del fraca¬
so. Sin embargo, cuando se aplica una ley, la situación
es enteramente diferente. Puede llegar a ello en razón
de las características de una situación concreta y en la
que se esté obligado a suavizar el rigor de la ley. Pero
«suavizar» no es «no aplicar» el derecho que expresa
la ley, ni sólo permitir un «dejar-ir» ilegítimo. Cuando
se «suaviza» la ley, no es que allí se «renuncie», sino
que sin este aliviamiento allí no habría verdaderamen¬
te justicia.
Aristóteles nos habla muy explícitamente de la Epi-
keia en tanto que «rectificación» o «ajuste» de la ley.
Funda su concepción sobre el hecho de que toda ley

=arsS“H'~
t™erIP0„tar^qUÍZá’ <lue> Precisamente en la persnec
comporta una cierta tensión interior en relación con
las posibilidades concretas de la acción: una ley es
siempre general y no puede implicar toda la compleji¬
dad concreta de un caso particular. (Notemos en el
pasaje que ahí radica el problema original de una her¬
menéutica jurídica.) Una ley es insuficiente, no en
razón de un defecto intrínseco, sino porque el mundo
como campo de nuestras acciones es siempre imper¬
aquello que llegará^ ser depende deI derecho, fecto por relación al orden ideal representado por las
mente de\pl caf una levV JU °>>5 ¿n° resulta simple“ leyes.
Refluir? i U a y a un caso concreto?
Ésta es la razón por la que en la cuestión del dere¬
apfcac“a cuaS)sere dl°’ ?\Verá ^ la Mea de cho natural Aristóteles adopta una posición matizada:
ca. Siempre que se cons.V^ ? °b-|etante no es mívo- para él, el derecho codificado no realiza por sí mismo
tada de una negación hf r la/Pllcación afee- las condiciones dé la justicia, y ve consecuentemente
una negación, bajo la forma de la no-aplica-
89
en ^ deliberación, en fiinción de la equidad, una tarea junto de los conceptos de que dispone el hombre para
determinar lo que debería ser. Estos conceptos no
cado1oZPOr!flte ^ COmpletar el ^echo codifi¬
cado. Oponiéndose vigorosamente al convencionalis¬ están fijados en el firmamento como las estrellas: lo
mo de un positivismo jurídico, distingue entre el dere- que son, no lo son más que en una situación concreta
1^10 positivo y el derecho natural. Pero sería erróneo en la que nos encontramos. Así, para determinarlos, es
realizas- esta distinción recurriendo al único criterio de preciso restituirlos al uso y a la aplicación que hace de
t,caseneier|nmiílabili<iad’ rehuyendo estas caracteris- ellos la conciencia ética.
rhnt f ,d AreCh° P°SItlV0 y atribuyéndolas al dere-
cho natural Asi pues, según Aristóteles, la idea de un 2.a Lo que acabamos de decir entraña también una
Í™ k#“tUBl inmutable no vale más que para un diferencia de relaciones conceptuales entre el fin y los
undo áTOo, y nos declara que, en nosotros los hom¬ medios, en el saber ético, por un lado, y en el saber
bre, el derecho natural es tan cambiante como el dere¬ técnico, por otro. .
cho positivo. Esta teoría se confirma por los ejemplos Notemos para comenzar que, contrariamente a lo
que leemos en Aristóteles. Considera que —la idea que sucede en el nivel de la técnica, la finalidad del
viene de Platón-, si por naturaleza la mano derecha saber ético no es la de una «cosa particular», sino que
imicho mas fuerte que la mano izquierda, nada la finalidad misma determina toda la rectitud ética de
mpide, sin embargo, que, entrenándola, la mano la vida en su conjunto. En otro sentido, y éste es más
izquierda llegue a ser tan fuerte como la otra. Otro importante todavía, la actividad técnica no exige que
ejempto: las medidas del vino son en todos lugares los medios que le permiten alcanzar un fin sean sope¬
denticas; en la compra, sin embargo, son —según sados de nuevo por el sujeto en persona que practica
A Hstr^Tn^nCla~"’ más pequeñas que en la venta. esta actividad: «se conoce en ello». Y, ya que semejan¬
Aristóteles no entiende por ello que el vendedor enga¬ te posibilidad está eri principio excluida para el saber
ne regularmente al comprador, sino que cada aplica- ético, se sigue que se caracteriza el campo de la ética
cion concreta de la ley implica que no es injusto tole- como un campo donde el saber técnico cede su puesto
rar un cierto juego en la exactitud. a la deliberación y a la reflexión. Pero es mejor mos¬
Se sigue de ello que, según Aristóteles, la idea de trarlo en un aspecto positivo: en todas las situaciones,
la conciencia ética es la que, sin disponer en principio
crítica °NaadtUraItdeSempuña únicamente una función
critica. Nada autoriza a hacer un uso dogmático atri- de conocimientos totalmente comprobados, es necesa¬
buyendo, por ejemplo, la inviolabilidad del derecho riamente la única responsable de sus decisiones. El
atural a contenidos jurídicos concretos y determina- saber ético no mantiene ningún tipo de consejo con
dos. Su uso no es legítimo más que cuando un derecho nadie más que consigo mismo. Jodo el problema se|j
nos parece irreconciliable con la justicia. El derecho resume en el hecho de que no se tiene conciencia del]
ea^daHlene “T **» “lucirnos, en función de la los medios justos más que realizando el fin, y esto . i
equidad, a una solución más conformada a la justicia ante todo porque .los fines misnips nó se dan nunca |j
como si estuviesen Perfectamente detéMiñádos. Esto J
cento rieerf^abum0S de mostrar> a propósito del con-
epto de derecho, es en principio válido para el con- es lo que explica también que habíanlo dé Xa Phrone-
90 91
Sis Aristóteles oscile constantemente entre el conoci¬ Llamamos saber ético a este que engloba de una
miento de los fines y el conocimiento de los medios, forma tan original nuestro conocimiento de los fines y
irnos que no hay un uso dogmático del derecho de los medios y se opone precisamente desde este
deSe^T aÚ" ^13 étÍCa' Cuando Aristóteles nos punto de vista a un saber puramente técnico. Por ello^
describe las formas concretas de un comportamiento no tiene ya ningún sentido distinguir entre saber y
equilibrado en cuanto a la elección de medios válidos experiencia, siendo ya el mismo saber ético una espe¬
e apoya ante todo sobre la conciencia ética que model cie de experiencia. Se trata de una forma absolutamen¬
la desde el interior de las exigencias éticas una^tua te originaria de experiencia, y quizá todas las otras
mon concreta. El saber ético que se orienta por sus experiencias no constituyen más que formas deriva¬
mnciLeS 6 miSm-° saber que debe responder a las exi¬ das, ño originarias, por relación a ella.
gencias momentáneas de una situación dada. Tampoco
e puede hablar nunca, cuando se trata de fines éticos 3.a El «saber-para-sí» de la reflexión ética implica
en términos de oportunidad de los medios; la rectitud efectivamente una relación consigo mismo absoluta¬
fiñ«Pp o606 esencialmente a la validez ética de los mente extraordinaria. Es esto lo que nos enseñan los
fines. Reflexionar sobre los medios es ipso un análisis aristotélicos de las variantes de la Phronesis.
compromiso ético. p
Al lado de la Phronesis se encuentra el fenómeno
Arktóteí!.?’ el ^«ber-para-sh del cual nos habla de la «comprensión» en el sentido de la Synesis [dis¬
Aristóteles es precisamente esta aplicación perfecta cernimiento comprensivo]. Es una modificación inten¬
que se desarrolla como «saber» en la intimidad de una cional del saber ético cuando es cuestión de un saber
situación dada. Aunque tan sólo sea un «saber» de lo no sólo para mí, sino para el otro. Comporta un apre¬
actualmente dado en el que se realiza un saber ético- ciación ética en el sentido de que se coloca por ella
f/no se trata del «saber» que se da en el orden de las misma en la situación donde debe actuar el otro. Aquí
í tuicmnes sensibles. Así pues, aunque es necesario todavía no se trata de un saber en general, sino de su
1 ceociónno*6 °íd°S 310 qUe 6XÍge la situación, su per¬ concreción animada por la actualidad del momento.
cepción no es una percepción bruta y sin significado Por otro lado, el hecho de «vivir en sintonía» con
Es una percepción ética donde la situación nos apare¬ alguien no manifiesta su carga ética más que por el
ce como situación-de-nuestras-acciones y a la tez de fenómeno de la «comprensión». La comprensión de
aquello que es «justo». La conciencia que tenemos de otro, como fenómeno originario, no es sólo el conoci¬
%S Una e“Ía de U" ™ q- resuelve miento técnico del psicólogo, o la experiencia de
todos los días que posee igualmente el picaro o el
Ver aquello que es justo no es lo contrario del error espabilado. Supone un compromiso por una causa
o de la ilusión, sino de la ceguera. En otros termteos justa, compromiso que descubre quién se pone en el
sumergid0 por las pasiones, el hombre no ve única- lugar del otro. Esto se concreta en el fenómeno del
”e sí mismo no"6 eS.juSt0 ° injust0' Pierde el control «consejo moral». Sólo se recibe y sólo se da aquello
que llamamos un «buen consejo» únicamente entre
fa la dialéctica de'las^Tsfone” ^ ble“ ***[ experimen- amigos. Indico esto para subrayar que la relación que
92
93
■asií"*4**»2¿*í
'.arrojado». m.«pra„
ofrece un contexto anterior. Pero, entendámoslo bien,
este sentido global puramente anticipado espera ser
|Como historiadores es decir Uüa 1 usión- Incluso confirmado o rectificado para poder formar la unidad l
luna ciencia moderna v r ° rePresentantes de de una mirada concordante. Pensemos esta estructura j
una cadena &S^S^Ca'1Som08 miem^os de de una manera dinámica; se constata enseguida que la j
i dirige a «JSSS;^ PaS3d° «* comprensión ensancha y renueva por círculos concón- :
;es ai mismo tiempo un saber ét' conc|encia ética tríeos la unidad efectiva del significado anticipado. Es i
una mtegraciónSabe e?P ? y “ se»«tícP- Es la coherencia perfecta del significado global y final el
dad, es la «afincad» de íaTei SUS,anC,a de ]a moral¡- que se convierte en criterio de la comprensión. Cuan¬
™» (en el sentidSo.éS° de la <* do la coherencia falta, entonces hablamos de fracaso
del conocimiento concr to de at. hlL '13 éÜCa y de la comprensión.
fines, la que nos va a servE de í ?C10nes y de los El círculo hermenéutico del todo y de las partes,
las implicaciones ontolóai™ a ^odel° Para analizar principalmente en sus aspectos objetivos y subjetivos,
ca. Al igual que SX h ,concien«a toóri- ha sido ya examinado por Schleiermacher. Por un
'rente, vamos a ver me ! bastante dife- lado, todo el texto pertenece al conjunto de las obras
>a vez saber *“**» - a del autor y, por consiguiente, al conjunto de la literatu¬
ra de la que proviene. Por otro, si queremos captar el
la estructma^eTaromprenS^Tu máS COncretamen<e texto en la autenticidad de su sentido original, es pre¬
base de la hermenéutka es q ae encuentra en la ciso verlo como la manifestación de un momento crea¬
algo así como una<<afiñiHa’n °ya ° hemos visto, dor y resituarlo en el todo del contexto espiritual del
ción. En este momento "¿a re^^0’31 COn la trad¡- autor. Únicamente partiendo de la totalidad que no
ctonal viene en nuestro auxilio^íw^T103 tradi_ sólo forman factores objetivos, sino primariamente la
mera vez ñor la - • ’ ^ue ^ornmlada la pri- subjetividad del autor, puede nacer la comprensión. En
¡gen sl rlZ^r^ per° su °"- la prolongación de la teoría de Schleiermacher reen¬
!relación circular entre el todo yTas pártesela™3 r h contramos a Dilthey, que nos habla de una «orienta¬
í cion anticipada por un tnrin * y P ñ la S1gmfica~ ción hacia el centro» para describir la comprensión de
¡ tes, pero es adaCTel mi COmprende P<*r las par- una totalidad. He ahí cómo Dilthey aplica al conjunto
1 su función clarificante. C°m° 3S Partes asumen de los problemas históricos el principio tradicional de
la hermenéutica de que un texto debe ser comprendido
nos"servirá de ejemplo^una'f81'3 extranJera eI Que por él mismo. Queda por ver, sin embargo, si la idea
de que comprenda™» 1 forma general. antes del círculo de la comprensión se funda en una descrip¬
dice, procSoS^^ T Ua> exprestó" se *» ción correcta.
que constituye asíel asiento de ,estructuraclón previa Ahora bien, por una parte, todo esto que Schleier¬
rior. Este proceso estáXtln ulte- macher y el Romanticismo nos aportan sobre los fac¬
i»- tores subjetivos de la comprensión no nos parece con¬
vincente. Cuando comprendemos un texto no nos
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colocamos en el lugar del otro, y no se trata de pene¬ las Luces se está persuadido de que es el sentido razo¬
trar en la actividad espiritual del autor; está en cues¬ nable de un texto que se ofrece espontáneamente a la
tión únicamente captar el sentido, el significado la comprensión y que tan sólo la ausencia de semejante
pretensión de aquello que nos ha sido transmitido. En razonabilidad obliga a interpelarlo mediante una inter¬
otros términos, lo que aquí está en cuestión es captar pretación histórica. Resulta curioso como, justamente
el valor intrínseco de los argumentos propuestos, y cuando el Romanticismo y Schleiermacher se convier¬
captarlo de la forma más completa posible Nos ten en artesanos en la toma de conciencia histórica, este
encontramos de golpe en la dimensión de la preten¬ mismo Romanticismo e incluso el mismo Schleierma-
sión del texto, comprensible por sí misma, y sin que cher no piensan ni siquiera atribuir a la tradición de la
exija además retomar la pretensión que implica la sub¬ que han surgido el valor de un fundamento verdadero.
jetividad del interlocutor. El sentido de la investiga¬ Todavía entre los predecesores inmediatos de Sch¬
ción hermenéutica es desvelar el milagro de la com¬ leiermacher hay uno, el filólogo F. Ast, que se atenía.a
prensión y no únicamente la comunicación misteriosa esta tarea de la hermenéutica. Según el, la hermenéuti¬
de almas. La comprensión es una participación en la ca tiene un papel mediador que desempeñar: el de
pretensión común. establecer un acuerdo entre las tradiciones verdaderas
Por otra parte, el aspecto objetivo del círculo her- de la Antigüedad y el cristianismo. Frente a la Ilustra¬
menéutico también se podrá describir de una manera ción, esta perspectiva crea una situación nueva; en este
diferente a la que leemos en Scheleiermacher. Así sentido, no es cuestión únicamente de conciliar la
pues, lo que tenemos en común con la tradición con la autoridad de la tradición con la razón natural, sino
que nos relacionamos determina nuestras anticipacio¬ poner en relación dos tradiciones diferentes. Sm
nes y guía nuestra comprensión. Consecuentemente, embargo, Ast pretende un acuerdo intrínseco y concre¬
este circulo no tiene en su totalidad una naturaleza to de la Antigüedad con el cristianismo, y preserva
puramente formal, ni desde un punto de vista subjeti¬ desde allí la tarea real de una hermenéutica no-formal;
vo, ni desde un punto de vista objetivo. Juega, por el tarea olvidada por la época de Schleiermacher y de
contrario, en el interior del espacio que se establece sus sucesores. Si el filólogo Ast ha evitado este olvi¬
entre el texto y quien comprende. La intención del do, es gracias al poder espiritual de los filósofos idea¬
interprete es la de hacerse mediador entre el texto y la listas, y gracias a Schelling sobre todo, en el cual se
totalidad que subyace al texto. Por consiguiente, el fin
de la hermenéutica es siempre restituir y restablecer el
* *
acuerdo, colmar las lagunas.
Esto está enteramente confirmado por la historia de
la hermenéutica cuando se vincula a sus líneas diviso¬ / Actualmente, es por el análisis existencial de Hei-
rias mas importantes; San Agustín nos habla de un I deecer como redescubrimos el sentido de la estructura
Antiguo Testamento que debe ser visto a través de las ?\ circular de la compresión. He aquí lo que leemos en
verdades cristianas; el protestantismo retoma esta Heidegger: «Este círculo no debe rebajarse al nivel de
misma tarea en la época de la Reforma; en el Siglo de un circulus vitiosus, ni siquiera tolerarlo. En el se
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alberga una positiva posibilidad de conocer en la Pensemos una vez más en la interpretación de un
íorma más original, aunque una posibilidad que sólo texto. El intérprete, tan pronto como descubre algunos
es empuñada de un modo genuino cuando la interpre¬ elementos comprensibles, esboza un proyecto de sig¬
tación ha comprendido que su primera, constante y nificado para la alteridad de éste. Los primeros ele¬
ultima función es evitar que las ocurrencias y los con¬ mentos significativos se perciben cuando se ha puesto
ceptos populares le impongan en ningún caso el en la lectura un interés más o menos determinado.
tener , el ‘ver” y el “concebir” “previos”, para de¬ Comprender la cosa surge ahí, ante mí, no es mas que
senvolver éstos partiendo de las cosas mismas, de elaborar un primer proyecto que se corregirá después,
suerte que quede asegurado el tema científico»22. en la medida en que poco a poco se vaya descifrando.
En cuanto tales, estas líneas no enuncian únicamen¬ Descripción que no es evidentemente mas que un tipo
te las exigencias que se imponen a la práctica de la de abreviatura ya que el proceso es cada vez mas com¬
comprensión. Describen la manera como procede plicado: en primer lugar, sin la revisión del primer
siempre la interpretación que pretende una compren¬ proyecto, no hay allí nada para constituir las bases de
sión medida por la cosa misma. Es la primera vez que un nuevo significado. Seguidamente, pero también al
se afirma explícitamente el sentido otológicamente mismo tiempo, los proyectos discordantes ambicionan
positivo del círculo que implica la comprensión. Toda formar una unidad de significado hasta que la «prime¬
interpretación auténtica se debe prevenir contra la ra» interpretación se bosqueja para reemplazar los
arbitrariedad de las ideas barrocas que afloran al espí¬ conceptos esbozados por otros más adecuados.
ritu y contra los límites que causan hábitos incons¬ Es esta oscilación perpetua de perspectivas mterpre-
cientes del pensamiento. Es evidente que, para ser tativas la que Heidegger nos describe es decir, la com¬
autentico, la mirada investigadora debe estar dirigida a prensión como el continuo proceso de formación de
la cosa misma, y de manera que ella se aprehenda, por un proyecto nuevo. Quien así procede se arriesga
asi decirlo, «personalmente». De igual modo, es evi¬ siempre a caer bajo la sugestión de sus propias ofusca¬
dente que la comprensión fiel del sentido de un texto ciones; corre el riesgo de que la anticipación que ha
por ejemplo, no es únicamente el asunto de un simple preparado no esté conforme con lo que la cosa^es. La
deseo, más o menos vago; no es un asunto de buenas y tarea constante de la comprensión reside en la elabora¬
piadosas intenciones, sino que constituye el sentido ción de proyectos auténticos y proporcionados al obje¬
mismo del problema que designaba Heidegger por to de la comprensión. En otros términos, se trata ahí
«tarea primera, permanente y última» de la compren¬ de un golpe de audacia que espera ser recompensado
sión interpretativa. Ahora bien, el carácter circular de por una afirmación que viene del objeto. Lo que se
la comprensión es precisamente el resultado del puede calificar aquí de objetividad sería únicamente la
esfuerzo que realiza el intérprete para atenerse severa¬ confirmación de una anticipación en el curso mismo
mente a este programa, en despecho de los errores que de la elaboración de esta última. Así pues, ¿como
podría cometer en el curso de sus investigaciones. damos cuenta de que una anticipación es arbitraria y
no es proporcionada a su tarea, de no ser colocándola
22 Heidegger, Sein und Zeit, 1927, p. 153. en presencia de la cosa que le pueda permitir mostrar

100
UWVÍRSin.AD DE BUENOS AIRES
facultad or >■" iLosofía y liítraí
PíRfcCCIOM DI BftíUOTtCAS
“d'bilidad? Toda interpretación de un texto debe Lo que vale para las perspectivas implícitas de un
comenzar por una reflexión del intérprete sobre las
uso lingüístico, las tendencias significativas, de las
meS Prec°nce.bldas qne resultan de la situación her- cuales están cargadas las palabras, es todavía más
n ^ ? 6 “ encuentra- Debe legitimarlas, es válido en lo que concierne a nuestras anticipaciones
decir, preguntarse por su origen y valor,
sobre el contenido de un texto, anticipaciones que
, (_Se ectuprenderá en estas condiciones por qué la
determinan positivamente la precomprensión que de
area e la hermenéutica, tal como es descrita por Hei-
ello tenemos. Así, este caso es más complejo que el
de ufmirCArrnKÚnÍC?mente a la recomendación que acabamos de ver hace un instante.
de un método. Mas bien al contrario, lo que exige no
Está comúnmente admitido que, cuando se habla de
como1 MT que 7a radicalización del comprender tal lenguaje ordinario, se emplean las palabras en su sen¬
a cTbo 3 Un°’ qUe COmprende>]0 ueva ya siempre tido habitual. Dando por supuesto éste, no se presupo¬
ne nunca que lo pensado o, mejor, los «dichos de
Para poner un ejemplo del proceso que acabo de
otro» que acaban de ser aprehendidos así, sean de sí,
mencionar, pensemos en las cuestiones que se presen¬
del hecho mismo de que haya sido aprehendidos, orgá¬
tan después del análisis de un texto antiguo o bien
nicamente integrados en mi sistema particular de opi¬
cuando se nos pide una traducción. Se percibe fácil¬
niones y expectativas. Aprehender algo que me es
mente que la empresa debe comenzar por un esfuerzo
dicho no es todavía «aprobarlo». Está siempre sobre¬
que hagamos para aprehender la maneja personal que
entendido —para comenzar— que yo tomo conoci¬
e autor tiene para servirse de las palabras y los signT
miento de los «dichos de otro» sin que esto compro¬
QuererS 611 SUS 7°^ de igual modo’ sería arbitrario meta mis propias opiniones.
querer comprender un texto en función exclusivamen-
Esta distinción debe ser mantenida. Es preciso agre¬
e nuestro vocabulario y de nuestro particular baga-
gar, sin embargo, que es prácticamente inexistente que,
deheneC?tUa1' Sf'ta 818 VÍSta que nuestra comprensfón al conocer los «dichos de otro», yo no me sienta ipso
debe estar guiada por los usos lingüísticos de la época
facto invitado a tomar posición en relación con él; y se
o del autor mismo. Sin embargo, es preciso que nos
trata incluso de acostumbrarme a sentirme invitado a
P guntemos como puede ser realizada esta tarea in
una toma de posición favorable. Se ve en qué sentido
concreto, sobre todo en aquello que concierne a la
vamos a poder decir que la intención hermenéutica
semántica: como distinguir entre el lenguaje general-
implica siempre que desliza a una cuestión de otro
píop o ddte fjeC7!lte y 61 *en8uaJe Poco frecuente orden: ¿cuál es el sentido «aceptable» de una «opi¬
el hecho 1 S0lu “ PUede resPonder clarificando nión» enunciada, el sentido «integral» de una signifi¬
el hecho de que recibamos nuestra primera iniciación
cación? Que en una situación concreta los dos momen¬
“ZT dd teXt° mÍSm°: 68 18 “P—ta del tos no sean separables es evidente: el momento «ulte¬
rior», aquel que es más que un «captar» puro y simple,
determina de ahora en adelante el sentido concreto del
ssssfir1-*"
102
«captar» mismo, y es ahí donde va a insertarse precisa¬
mente el problema de la hermenéutica.
¿Cuáles son, en efecto, las implicaciones de esta conciencia que, cuando designa nuestras opiniones y
descripción? No me hagan decir aquello que no he prejuicios, los califica como tales quitándoles de
dicho; y yo no he dicho nunca que cuando escucha¬ golpe su carácter exagerado. Y es al realizar esta acti¬
mos a otro, o cuando hacemos una lectura, debemos tud cuando surge en el texto la posibilidad de aparecer
olvidar nuestras propias opiniones, o evitar formarnos en su diferenciación y en la manifestación de su ver¬
una idea anticipada sobre el contenido de la comuni¬ dad propia, frente a las ideas preconcebidas que le
cación. En realidad, abrirse a los «dichos de otro», de oponemos primariamente.
un texto, etc., implica, a partir de ahora, que están Las descripciones fenomenológicas de Heidegger
situados en el sistema de mis opiniones, o bien que me son perfectamente correctas cuando, en el seno de los
sitúo yo mismo por relación a ellos. Dicho de otra pretendidos «datos inmediatos», ponen en cuestión la
forma, es cierto y todo el mundo lo admite que los estructura de anticipación constitutiva de toda com¬
«dichos de otro» pueden tener «en sí» un número prensión. Pero esto no es todo. Ser y Tiempo es un
absolutamente abierto de sentidos diferentes (por con¬ ejemplo de aplicación a un caso concreto de la tarea
traste con las concordancias relativamente perfectas hermenéutica universal que deriva de la estructura de
que presentan las palabras del diccionario). En concre¬ anticipación característica de la comprensión. En Ser y
to, sin embargo, cuando escuchamos a alguien o cuan¬ Tiempo este «caso concreto» es el problema ontológi-
do leemos un texto, a partir de la situación donde nos co. Todavía es preciso que la cuestión que se presenta
encontramos, operamos una discriminación entre los a la ontología sea presentada concretamente, es decir,
diferentes sentidos posibles —que consideramos sin hacer abstracción de la espesura de la situación
nosotros, como posibles—, y rechazamos el resto que hermenéutica que condiciona el sentido de la cuestión.
nos parece «absurdo en un primer momento». Esto Para poder explicar la situación hermenéutica de la
hace que, a pesar de las fuertes presunciones que se «cuestión ontológica», es decir, sus «adquisiones, sus
dirigen «a la letra», demos la palabra a nuestra tenden¬ vistas previas y sus anticipaciones» implícitas, es
cia natural a sacrificar, calificándolo de imposibilidad, indispensable, según Heidegger, poner la cuestión
todo aquello que no rehusamos integrar en nuestro sis¬ ontológica general concretamente a prueba, y por ello
tema de anticipaciones. se dirige sistemáticamente a los momentos decisivos
Sin embargo, la intención auténtica de la compren¬ de la historia de la metafísica. Con toda evidencia, la
sión es ésta: al leer un texto, al querer comprenderlo, gestión heideggeriana se ha hecho en función de esta
siempre esperamos que nos enseñe algo. Una concien¬ tarea universal que no aparece con todas sus exigen¬
cia formada por una actitud auténticamente hermenéu¬ cias más que a una conciencia histórico-hermenéutica.
tica será receptiva en los orígenes y caracteres entera¬ Por ello una necesidad se deja sentir con toda su
mente extraños de aquello que le viene de fuera. En fuerza, la de elaborar en nosotros una conciencia que
todo momento esta receptividad no se adquiere por dirija y controle las anticipaciones implicadas por
una neutralidad objetivista: no es posible, ni necesaria, nuestras gestiones cognitivas. Se asegura así una com¬
ni deseable, que se ponga a sí misma entre paréntesis. prensión ciertamente válida ya que está íntimamente
La actitud hermenéutica supone tan sólo una toma de ligada al objeto inmediato de nuestras intenciones.
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Esto es lo que Heidegger quiere decir cuando reclama rrido un texto en todas las direcciones y en todas sus
que «aseguremos el tema científico por un desarrollo articulaciones, el movimiento circular desaparecía
[...] según las cosas mismas»; de ahí que ellas consti¬ finalmente a la luz de una comprensión perfecta. En
tuyan el horizonte de nuestra investigación. Schleiermacher esta teoría de la comprensión herme¬
néutica encuentra su apogeo en la idea de un acto adi¬
* * *
vinatorio puro, una pura función subjetiva. Tal idea de
la comprensión hermenéutica no es evidentemente de
No se nos acusará ciertamente de avanzar demasia¬ tal naturaleza que puede garantizar la inviolabilidad de
do cuando en la prolongación de estos análisis estima¬ lo auténticamente extraño y misterioso que se esconde
mos que la conciencia histórica no es ya un proyecto en los textos. Heidegger, por el contrario, insiste vigo¬
libre. Es indispensable que la conciencia rinda cuenta rosamente en su descripción del círculo intelectivo
de sus prejuicios seculares y de sus anticipaciones sobre el hecho de que la comprensión de un texto no
actuales. Sin esta purificación, la luz que recibimos de cesa nunca de estar determinada por el esfuerzo antici-
la conciencia histórica no es más que una luz velada, pador de la precomprensión.
inoperante. Sin ella nuestros conocimientos de lo his¬ Demos un paso más. Acabo de decir que toda com¬
tóricamente otro no son más que simples reducciones; prensión puede ser caracterizada como un conjunto de
un procedimiento cognitivo que implica prejucios o relaciones circulares entre el todo y sus partes. La
anticipaciones, ideas preconcebidas sobre el método y caracterización por la relación circular deber ser, sin
sobre aquello que debe ser un dato histórico, nivela la embargo, completada por una determinación suple¬
experiencia y conduce inevitable a traicionar esto que mentaria: lo expresaría voluntariamente hablando de
es específicamente «otro». la anticipación de una «coherencia perfecta». Esta
Vamos a examinar ahora cómo valorar en el campo coherencia perfecta puede ser entendida, en primer
de investigación de la hermenéutica aquello que lugar, en el sentido de una anticipación de naturaleza
hemos constatado de la conciencia histórica «realiza¬ formal. Ella está siempre actualizándose y poniéndose
da». Sobre este punto todavía, la descripción heideg- en ejercicio cuando se trata de efectuar una compren¬
geriana del círculo hermenéutico marca un giro sible si no se presenta efectivamente con la forma de
importante. Las teorías que preceden a la de Heideg¬ un significado coherente. Así, por ejemplo, la inten¬
ger se sitúan por relación a un planteamiento pura¬ ción de la lectura de un texto implica, a partir de
mente formal entre el todo y las partes. Para expresar ahora, que consideremos el texto como «coherente»;
la misma cosa desde un punto de vista subjetivo, en tanto que este presupuesto no se considere insufi¬
caracterizamos el círculo hermenéutico como una dia¬ ciente o en tanto que el mensaje del texto no se denun¬
léctica entre la «adivinación» del sentido del todo, y cie como incomprensible. Éste es entonces el instante
su explicación ulterior por las partes. Dicho de otra preciso en que aparece la duda, y en que ponemos en
forma: según las teorías románticas, el movimiento movimiento nuestro aparato crítico. No es necesario
circular no es un resultado, sino una forma deficiente, que precisemos aquí las reglas de este examen crítico,
aunque necesaria, de la investigación. Habiendo reco- ya que, de todas formas, su justificación nunca podría

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estar separada de la comprensión concreta del texto misma. Esto confirma que el significado original de la
La guia de nuestra comprensión: la anticipación de la idea de comprensión es el de «conocerse allí en algo»,
coherencia perfecta se muestra así estando a partir de y esto no es más que un sentido derivado que signifi¬
ahora en posesión de un contenido que no es única¬ ca: comprender la pretensión del otro en tanto que una
mente formal. En efecto, no es únicamente una unidad opinión personal. Se llega así a la condición original
de sentido inmanente la que está presupuesta en la de toda hermenéutica: debe ser una referencia común
operación concreta de la comprensión: toda compren¬ y comprensiva en «las cosas mismas». Es esta condi¬
sión de un texto presupone que esté guiada por expec¬ ción la que determina la posibilidad de que se pueda
tativas trascendentes, expectativas cuyo origen debe apuntar a un significado unitario y, por lo tanto, la
ser buscado en la relación entre la pretensión del texto posibilidad de que la anticipación de la coherencia
y la verdad.
perfecta sea efectivamente aplicable.
Cuando recibimos una carta, vemos las cosas comu¬ Haciendo valer el papel que desempeñan en nues¬
nicadas con los ojos del que nos escribe; pero, viendo tros recorridos intelectuales ciertas anticipaciones
completamente las cosas por sus ojos, no es su opi¬ absolutamente fundamentales, es decir, comunes a
nión personal sino mas bien el acontecimiento mismo todos nosotros, tenemos la oportunidad de precisar
o que creemos deber conocer por la carta. Mirar en la con mayor exactitud el sentido del fenómeno de la
lectura de una carta los pensamientos de quien nos «afinidad», es decir, el factor tradición en el compor¬
escribe y no aquello que él piensa contradice el senti¬ tamiento histórico-hermenéutico. La hermenéutica j
do mismo de lo que es una carta. Incluso, las anticipa¬ deber partir del hecho de que comprender es estar en j
ciones que implica nuestra comprensión de un docu¬ relación a la vez con la cosa misma que se manifiesta j
mento transmitido por la historia emanan de nuestras por la tradición y con úna la tradición desde donde la j
relaciones con las cosas y no de la manera como las cosa puede hablarme. Por otra parte, quien realiza una j
cosas nos son transmitidas. Al igual que creemos en comprensión hermenéutica debe caer en la cuenta de ;
las noticias de una carta porque suponemos que quien que nuestra relación con las cosas no es una relación
os escribe asistía en persona al acontecimiento o está que «va de suyo» sin presentar problemas. Fundamos
validamente instruido, de igual manera estamos abier¬ la tarea hermenéutica precisamente sobre la tensión
tos a la posibilidad de que el texto transmitido sea más que existe entre la familiaridad y el carácter extraño
autentico en aquello que concierne a la «cosa misma» del mensaje que nos transmite la tradición. Pero la ten¬
que nuestras propias hipótesis. Sólo la decepción de sión de la que hablamos no es como en Schleierma-
haber Rejado hablar al texto por sí mismo y de haber cher una tensión psicológica. Se trata, por el contrario,
ntwbiCad° Cn md resultado Podría incitarnos a del sentido y la estructura de la historicidad herme¬
p obar el comprender recurriendo a un punto de vista néutica. Ésta no es de un estado psíquico, sino de la
psicológico o histórico suplementario. cosa misma liberada por la tradición que es el objeto
nntóiantlClPÍ!C1Ón de la coherencia perfecta presupone de interrogación hermenéutica. Por relación con el
samTi tque 6 textofa “presión adecuada de un pen- carácter a la vez familiar y extraño de los mensajes
amiento, sino también que nos transmita la verdad históricos, la hermenéutica reclama en alguna medida
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109
una situación central. El intérprete es atraído entre su de prejuicios no controlados que ocultan un verdadero
pertenencia a una tradición y su distancia hacia los contenido —auténtico o no— de estas obras. Los ren¬
objetos que son el tema de sus investigaciones. dimientos de actualidad deben borrarse para que poda¬
mos saber si se trata de obras de arte o no y que poda¬
* * * mos descubrir el verdadero sentido que podría hacer
entrar al arte contemporáneo en una tradición conti¬
Esta «situación hermenéutica», por la cual la her¬ nua. Esto no sucede de un momento a otro, sino que se
menéutica se va a colocar a partir de ahora en el cen¬ desarrolla en un proceso indefinido. La distancia en el
tro de las cosas, sirve para valorar un fenómeno que tiempo que produce el filtro no es una magnitud defi¬
hasta aquí había sido muy poco cuestionado. Se trata nible, sino transformada en un movimiento continuo
de la distancia temporal y de su significado para la de universalización. La universalidad purificada por el
comprensión. Contrariamente a lo que a menudo se tiempo es un segundo aspecto productivo de la tempo¬
imagina, el tiempo no es sólo un precipicio que se ralidad. La obra de ésta consiste precisamente en
debería franquear para retornar al pasado; es en reali¬ poner de relieve un nuevo tipo de prejuicios. Se trata
dad el suelo que acompaña el futuro y donde el pre¬ de prejuicios que no son ni parciales ni particulares,
sente hunde sus raíces. La distancia temporal no es pero que constituyen por el contrario las ideas directri¬
una distancia en el sentido en el que se habla de fran¬ ces fundadas de la comprensión verdadera.
quear o vencer una distancia. Éste era el prejuicio Así se precisa de nuevo la tarea de la hermenéutica.
ingenuo del historicismo. Creía poder lograr el terreno Es tan sólo gracias al fenómeno de la distancia tempo¬
de la objetividad histórica esforzándose en colocarse ral y a su concepto clarificado como podría resolverse
en la perspectiva de una época y pensar con los con¬ la tarea propiamente crítica de la hermenéutica, a
ceptos y las representaciones propias de la época. En saber, la tarea de distinguir los prejuicios que oscure¬
realidad se trata de considerar la distancia en el tiempo cen y los prejuicios que aclaran, los prejuicios falsos y
como fundamento de una posibilidad positiva y pro¬ los verdaderos. Es preciso limpiar la comprensión de
ductiva de comprensión. No es una distancia que haya los prejuicios que la orientan y realizar en ella la posi¬
que franquear, sino una continuidad viva de elementos bilidad de que «otras perspectivas» de la tradición se
que se acumulan para llegar a ser una tradición que, desprendan de su parte, esto es, la realización de la
ella misma, es la luz donde todo lo que nos es transmi¬ posibilidad de que algo pueda ser comprendido como
tido hace su aparición. otro. ... , r
No es exagerado hablar aquí de una productividad Denunciar algo como prejuicio es suspenderle en su
del proceso histórico. Cada uno sabe la forma más o presunta validez; en efecto, un prejuicio no puede
menos arbitraria como juzgamos cuando nuestras actuar sobre nosotros como prejuzgado en el sentido
ideas no son aclaradas por la distancia del tiempo. propio del término más que en tanto que nosotros sea¬
Para limitarnos a un ejemplo, pensemos en la incerti¬ mos suficientemente conscientes. Pero caer en la
dumbre que caracteriza nuestras posturas estéticas cuenta de un prejuicio es algo que no puede lograrse
frente al arte contemporáneo: se trata manifiestamente mientras esté actuando: es precisó que en alguna

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medida sea provocado. Ahora bien, esta provocación ciado no puede desempeñar su nuevo papel más que
de nuestros prejuicios es precisamente el fruto del explotado al máximo. Si es difícil reemplazar una con¬
encuentro renovado con una tradición que estuvo vicción, denunciarla como prejuicio, es porque preci¬
quizá ella misma en su origen. Y, en efecto, esto que samente quien reclama su puesto no puede presentar
reclama nuestros esfuerzos de comprensión es esto sus cartas credenciales en tanto que la convicción ata¬
que se manifiesta en principio y por él mismo en su cada no esté ella misma desenmascarada y denunciada
carácter de diferente. Esto nos trae de nuevo a una como prejuicio. Toda «nueva» posición que la reem¬
constatación que ya hemos hecho más arriba, a saber, place como otra, continúa teniendo necesidad de la
que toda comprensión comienza por el hecho de que «antigua», pues ella no puede por sí misma explicitar-
algo nos interpele. Ya que conocemos ahora el signifi¬ se mientras que no sepa en qué, no por qué, oponerse.
cado preciso de esta afirmación, reclamamos ipso Se ve que hay allí relaciones dialécticas entre lo
facto la puesta entre paréntesis de los prejuicios. Y «antiguo» y lo «nuevo», entre el prejuicio formando
aquí llegamos a nuestra primera conclusión: la puesta orgánicamente parte de mi sistema particular de con¬
entre paréntesis de nuestros juicios en general, y natu¬ vicciones o de opiniones, es decir, el prejuicio implíci¬
ralmente de nuestros prejuicios en particular, acabará to, y el nuevo elemento que le denuncia, es decir, el
imponiéndonos la exigencia de una reflexión radical elemento extraño que provoca mi sistema o uno de sus
sobre la idea de interrogación como tal. elementos. De igual manera sucede entre la opinión
«mía» a punto de perder su fuerza de persuasión
* * * implícita desplegándose como prejuicio, y el elemento
nuevo que por un instante está todavía en el exterior
La esencia de la interrogación es poner al descu¬ de mi sistema de opiniones (pero que está a punto de
bierto las posibilidades y mantenerlas despiertas. Vea¬ llegar a ser «mío» desplegándose como verdadera¬
mos en qué sentido. Cuando una de nuestras opiniones mente «otro» que la opinión anteriormente «mía»). En
o convicciones se convierte en problemática a conse¬ otros términos, hay relaciones dialécticas entre el
cuencia de un nuevo dato hermenéutico, cuando se «mío» inauténtico y el «mío» auténtico, es decir, entre
despliega como prejuicio, no significa que deje su lo prejuzgado implícito que está a punto de denunciar¬
lugar a un tipo de «verdad definitiva»; ésta era la tesis se como prejuicio (o todavía entre lo mío a punto de
ingenua del historicismo objetivista. Consistía en olvi¬ llegar a ser auténtico por la nueva aportación herme¬
dar que la convicción que pierde su puesto y la verdad néutica que lo había provocado) y la aportación her¬
que la denuncia y se instala en el lugar dejado vacío menéutica misma (la aportación a punto de entrar en
son cada una miembros de una cadena ininterrumpida mi sistema de opiniones y de convicciones de llegar
de acontecimientos. El «antiguo» prejuicio no es pues¬ a ser «mía»—), es decir, la aportación que entra allí
to simplemente en un rincón. En realidad tendrá un por la oposición que manifiesta en el prejuicio denun¬
papel importante que desempeñar enseguida aunque ciado y se desvela por esta oposición como extraña¬
diferente del que hasta entonces estaba todavía implí¬ mente «otro». El mediador universal de esta dialéctica
cito. Es preciso decir también que el prejucio denun- es la interrogación. Denunciar uña opinión como pre-
112 113
juicio y desvelar en la aportación hermenéutica lo ver¬ por otra, era él resultado de una interpretación obj eti-
daderamente diferente, hacer de lo «mío» implícito un vista o naturalista; las dos interpretaciones son solida¬
«mío» auténtico, de lo «otro» inasimilable un «otro» rias: se completan mutuamente.
verdaderamente «otro» y, por consiguiente, asimila¬ No sólo el concepto sino también la expresión
ble, es cada vez una posibilidad que se ha dejado «objeto histórico» me parece inservible. Lo que quere¬
abierta, una nueva posibilidad que se desvela por la mos designar por ello no es un objeto, sino una unidad
interrogación. del «mío» y del «otro». Llamo de nuevo la atención
El historicismo objetivista es ingenuo porque no va sobre aquello en que ya he insistido varias veces: toda
nunca hasta el fin de sus reflexiones; se fía ciegamen¬ comprensión hermenéutica comienza y acaba por la
te en las presunciones de su método, olvida totalmente «cosa misma». Pero, por una parte, es preciso guardar¬
una historicidad que es también «suya». Una concien¬ se aquí del desconocimiento del papel de la distancia
cia histórica, que se ha propuesto la tarea de ser verda¬ temporal que está entre el comenzar y el concluir, y,
deramente concreta, debe considerársela ella misma por otra, operar una objetivación idealizante sobre la
como fenómeno esencialmente histórico. Sin embar¬ cosa misma, tal como hace el historicismo objetivista.
go, definir o plantear la conciencia como conciencia La desespacialización de la distancia temporal y la
histórica es algo puramente verbal en tanto que la con¬ desidealización de la «cosa misma» nos conducen
ciencia histórica no esté realizada; es decir, que es entonces a comprender cómo es posible conocer en el
preciso interrrogar, e interrogar radicalmente. Hay una «objeto histórico» el verdadero «otro» frente a las
idea de «objeto histórico» que es simplemente el convicciones y opiniones «mías»> es decir, cómo es
correlato ingenuo del pensamiento histórico objetivis- posible conocer los dos. Es, pues, verdadero afirmar
ta^ Para el historicismo objetivista, la historicidad del que el objeto histórico en el sentido auténtico del tér¬
objeto es una ilusión que hay que vencer: más allá de mino no es un «objeto», sino la unidad del uno y del
las ilusiones, el objeto «verdadero» no es histórico. otro. Es la relación, es decir, la afinidad por la cual se
Expresado de otra forma: para el historicismo objeti- manifiestan los dos: la realidad histórica, de una parte,
vista, el «objeto histórico» es una mezcla de lo «en sí» y la realidad de la comprensión histórica, por otra.
y del «para nosotros», una mezca del «objeto verdade¬ Esta unidad es la historicidad original donde se mani¬
ro ahistórico» y de nuestras ilusiones históricas La fiestan de una manera «afín» el conocimiento y el
interrogación radical denuncia la idea del «objeto his¬ objeto histórico. Un objeto que nos alcanza por la his¬
tórico» así caracterizado como una construcción del toria que no es sólo un objeto que se divise alo lejos,
pensamiento objetivista, motivado —digo bien: moti¬ sino este centro en el que aparece el estar siendo efec¬
vado; es una motivación implícita— por la historici¬ tivo de la historia y el estar siendo efectivo de la con¬
dad originaria del conocimiento y del objeto histórico ciencia histórica.
que tienen afinidades. El concepto de «ilusiones histó¬ Diría, pues, que la exigencia de la hermenéutica de
ricas» era, por una parte, el resultado de una interpre¬ pensar la realidad histórica propiamente dicha nos
tación subjetivista o fenomenista de esta originarie- viene de aquello que llamo el principio de la producti¬
dad; el concepto de «objeto verdadero y ahistórico», vidad histórica. Comprender es operar una medición
114 WMMñs.
entre el presente y el pasado, es desarrollar en sí COLECCIÓN FILOSOFÍA Y ENSAYO
misma toda una serie continua de perspectivas por las Dirigida por Manuel Garrido

este sentido rarT 1PreSenta y Se diri®e a nos°tros. En Austin, J. L.: Sentido y percepción.
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