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Lengua y Literatura 1

Material para trabajar el desarrollo de la Unidad N° 4

Etraído de: Cátedra de Redacción 1, Universidad Nacional de Rosario,


Licenciatura en comunicación social
El miedo

TEXTO PARA TRABAJO PRÁCTICO

SOBRE LLOVIDO, ASUSTADOS

EL MIEDO

Aumentó el delito, pero más aumentó el miedo: la sensación térmica. Cada personaje cumple su
papel: los medios lo fomentan, los progres omiten la urgencia de los hechos, los individuos compran
cerraduras nuevas. El poder, agradecido, se queda donde está.

Por Jorge Lanata

Cuando sonó el teléfono que escondía en un cajón del escritorio, cuando llamaron al número que
nadie tenía, el espía supo que ahora lo espiaban a él. El espía era Gene Hackman en La conversación, la
película de Francis Ford Coppola. El espía era prolijo y calvo, y llevaba un piloto de plástico transparente
Made in Taiwan, y se escondía en un garage abandonado donde trabajaba con equipos de sonido de alta
sofisticación. El espía vivía de escuchar conversaciones tan ajenas como su propia vida, múltiple y
secreta. El espía tenía una amante, pero dejó de pagarle el alquiler cuando ella comenzó a preguntarle
por su trabajo. Tenía también una secreta pasión por el saxo, y un ícono de plástico de la Virgen María en
el anaquel más alto de la biblioteca. Hasta que un día sonó aquel teléfono de nadie, y el espía escuchó su
propia sesión de saxo del otro lado de la línea. Entonces comprendió que sabía demasiado y ahora lo
estaban grabando a él. Como Icaro, cuando descubrió que el sol iba a derretirle las alas, pero ya había
llegado demasiado cerca.

En el mito griego, en la película yanqui, o en la vida real se abre la misma puerta hacia el abismo. Y
cuando eso sucede ya no importa que la Física sostenga que el Sol derrite, o que la Lógica advierta que
los espías espían, porque lo que se acaba de disparar es el miedo.

Se dice:
-Tengo miedo.
Aunque en realidad sería más exacto decir:
-Construyo el miedo.

Cuando ya se fue se dice bien:


-Perdí el miedo.
-Le perdió el miedo.

El miedo se pierde de golpe, como una vuelta de cubilete, sin importar su tamaño ni su edad. Lo que se
construyó en la noche desaparece al entrar la luz.
El miedo no nace, sino que se dispara, construyéndose en la angustia de la víctima.
Así funcionan las amenazas: una voz, del otro lado, que dispara el miedo. La voz no necesita exhibir su
poder, sino recordar que está. Será la víctima quien haga que ese poder sea todavía mayor.

Los policías saben de memoria que es el miedo a ser descubierto lo que delata al sospechoso: una
mirada que se salió de cauce, el cuello de la camisa que empezó a ajustar. En una novela regular pero de
título brillante, El temblor de la falsificación, Patricia Haghsmith cuenta que en toda falsificación, por
perfecta que sea, el especialista puede descubrir un temblor. Un momento de duda casi imperceptible, el
milímetro de miedo necesario para ser culpable.

El que amenaza ya colgó; ahora amenazará a otro, y a otro más, y después irá al cine, o a jugar
con sus hijos. Pero la víctima ya no tendrá paz: fue condenada a construir su miedo.
Como cualquier otra cosa verdaderamente importante, como el amor, o la fe, o la pasión, el miedo
no guarda relación alguna con el dinero o el poder.

Del miedo militar a lo distinto surgieron los desaparecidos, o la censura. El miedo al cambio
produce, en distinto grado, las definiciones, los diccionarios, la tasa de interés, la virginidad, las fronteras.

Heráclito, aquel filósofo griego que sostuvo que la vida era una especie de río en el que todo fluye,
se moriría de risa: el miedo al cambio no detiene nada, la realidad sucede con independencia del deseo.

Construimos sistemas redondos, metálicos y perfectos para defendernos del miedo. Esos sistemas
podrán llamarse Windows o KGB, en cualquier caso ideas absolutas, falsas y atractivas. El mito de la
seguridad figura en ese chart de los diez miedos más vendidos.

A SEGURO SE LO LLEVARON PRESO, PERO QUIZÁ LO INDULTEN. Kennedy cayó en el asiento


trasero de su limusina sin saber si el que disparó fue Lee Harvey Oswald, la CIA u Oliver Stone. Pero
murió consciente de que la seguridad no existe.

Las multinacionales saben que cualquier sistema puede ser violado; llevan años contratando
hackers para descubrir nuevas cerraduras en sus propias puertas.

Los servicios de inteligencia alimentan mitos ingenuos pero efectivos: la amenaza latente de los
coches bomba con conductor suicida (frente a los cuales siempre es poco todo lo que se pueda gastar en
seguridad); los terroristas internacionales culpables de casi todo (remember el venezolano Carlos),
etcétera.

Todos saben que el miedo – ajeno- los favorece: las víctimas gastarán más dinero y se quedarán
quietas.

El miedo favorece al orden: nadie se anima a cruzar la raya amarilla. Quizá por eso el Poder se
lleva mal con el Humor: porque la sátira hace perder el miedo. ¿Quién le temería a un tirano que provoca
risa?.

Construimos el miedo silenciosamente, en la intimidad, y es esa cercanía del fantasma lo que nos
impide verlo. Si acerco ahora los ojos hasta tocar el papel, no podría tener una dimensión real del
tamaño de la página.

La fantasía de un control cada vez más cercano, entrometiéndose en la vida cotidiana, se alimenta
de esa trampa de la corta distancia: no se si hay un guardia dormido del otro lado, pero cuando veo una
cámara temo que me estén mirando.

Quizá suene como un juego de palabras, pero podría decirse que el tamaño de nuestro miedo es
proporcional al miedo que depositamos en él. Para decirlo de otro modo: temeremos todo lo que estemos
dispuestos a temer.

Nadie sino nosotros puede prender la luz.


La información derrota al miedo.

DE TOMÁS MORO A AMERICAN EXPRESS, CON PARADA EN EL HOMBRE NUEVO. Cuenta Pablo
Neruda en Confieso que he vivido, la historia de una mucama que poco antes del triunfo de Allende, hizo
un pozo en el jardín:

-¿Para que hace eso?- le preguntaron.


-Para enterrar mí vestido azul, porque tengo dos.
La mucama temía que la Unidad Popular expropiara la mitad de sus bienes.
El lado opuesto no fue muy distinto, negando las matanzas de Stalin, o la existencia de presos de
conciencia, o subordinando la libertad de expresión a la alimentación colectiva.

Una arquitecta de veintipico me contó una noche, en la terraza del Habana Libre, sus peripecias
para que la dejaran salir de Cuba sin ser miembro del Partido. La chica decía que no quería exiliarse, sino
conocer, y que pensaba volver a su país, pero le negaban la salida. De pronto dio en la clave:

-Parece- dijo- , parece como que no nos tuvieran confianza.

El Hombre Nuevo nacería por decreto. Pero con el tiempo murió de vida real.

Miedo a estar equivocado: la insistencia o la represión no lo disipan, del mismo modo que el miedo
a saber no detiene el cáncer.

Cualquiera que alguna vez haya aprendido algo sabe que el miedo al error no enseña.

¿La necesidad de creación del Hombre Nuevo fue fruto del miedo de la izquierda al Hombre Viejo?.

Aquella vieja polémica entre los “estímulos morales y los estímulos materiales” parece confirmarlo:
¿porqué, después de un duro año de trabajo, “estaba bien” recibir un diploma a la mejor vaca lechera y
“estaba mal” querer un sillón confortable?

Años más tarde, en nuestros grises ochenta, ¿el desmesurado elogio de lo irrealizable fue solo
miedo a ver lo que éramos capaces de hacer? ¿Cómo salió la pelea de Tomás Moro con Fukuyama?
¿American Express ganó por puntos?
¿Puedo entristecerme por lo que nunca pasará? ¿Puedo estar triste porque el hombre no vuela? ¿Seré un
burgués mediocre si sueño con construir un avión? ¿No es, finalmente, reaccionario lo imposible? ¿No
hace que, finalmente, nos quedemos quietos?

¿Una consigna encierra la realidad o muestra el miedo a conocerla?


E=mc²
¿Esa es la Consigna de la Relatividad o el fruto de años de trabajo posible?

Las definiciones perfectas no sólo son cómodas porque cierran, también porque son falsas.
Nadie, nunca va a ponerlas a prueba.

Angustia “progre” frente a la cercanía del poder:


-¿Y ahora que hacemos?
Método histórico-socialista para conjurarla:
-Decimos que somos los únicos que tenemos razón.
Seremos felices cuando lo que sea (la síntesis, la utopía, la revolución) llegue. Pero nadie nos explica qué
hacer con los problemas mientras llega la solución.
En el fondo, no es tan distinto de algunas posturas oficiales: el gobierno tose cuando le preguntan que
harán con los desocupados mientras se reactiva la economía. La izquierda tose cuando le preguntan que
harán con la seguridad hasta que, una vez en el gobierno, logren revertir el ajuste y disminuir la
marginación social.

La realidad tiene un solo defecto: es urgente.


Durante la violencia de un asalto es difícil recordar al Emilio de Rousseau: el tipo que apunta con una 9
milímetros no es un salvaje natural, pervertido por lo social, sino solamente un tipo que apunta con una 9
milímetros y está dispuesto a pegarle un tiro.

Es cierto: el ajuste salvaje generó finalmente violencia salvaje.


Para decirlo de otro modo: el miedo a quedarse fuera de la economía construyó caminos violentos y
rápidos para mantenerse adentro.
Es curioso: nos extraña que los delincuentes salgan dispuestos a matar mientras el Sistema le
responde con NAPALM sin que se les mueva un pelo.

En la izquierda, la teoría le teme tanto a la práctica que habla como si esta no existiera. El poder,
por su parte, se revuelca en el realismo haciéndose transfusiones de encuestas. Así, los que mostraron
histórica mano blanda para la corrupción, los indultos, la obediencia debida, las excenciones, los gastos
reservados, son los que, frente al miedo piden mano dura

Por oposición, los que pidieron mano dura en todos los casilleros anteriores ahora ruegan una
mano blanda para cumplir la ley. La tarjeta progre es encantadora para presentarse en las fiestas, pero a
veces construye trampas reaccionarias: la paradoja que todavía se vive entre los travestis, los vecinos y
el Código de Convivencia resulta un buen ejemplo.

-No seas ignorante, querido- acota el progre-. Mirá más allá. Ahí el bolonqui de fondo es que les
cortamos a la cana el curro de las putas.

Es extraña esa postal en la que De la Rúa le quita todas las coimas a la policía
mientras Duhalde se arrepiente hasta hoy de haberles pedido a los uniformados una división de bienes.
Cualquier turista que encienda la tele del hotel recordará para siempre la Argentina: aquel país en el que
los travestis parecen un tercio de la población y no hay chicos desnutridos. Eso, al menos, muestran los
noticieros.

Los miedos que la policía disparó en el Código de Convivencia guardan un origen moral:
prendemos la luz sobre las coimas de la prostitución. El Código, sin embargo no ataca la Convivencia
policial con la distribución de drogas. Un bebé podría, con la ayuda de una calculadora, descubrir que las
cifras de los operativos contra el narcotráfico apenas suman al año, los kilos de dos o tres días de
consumo en la ciudad. El problema es que el otro 98% no se vende en los supermercados. ¿Quién
convivirá con él? En Caos, una colección de artículos que escribió para diarios italianos Pier Paolo
Passolini se preguntó que harían las Brigadas Rojas con la policía si llegaran al poder: llegó a la molesta
conclusión de que tendrían que dejarla. Depurarla durante cinco o diez años es un trabajo lejano,
mediocre, espantoso y probablemente expuesto al error: pero es posible.
Disolverla parece heroico y plausible pero es también el mejor modo para que siga como está .
Deliberada o ingenuamente, los medios fomentan esta geometría del miedo y entonces cada protagonista
actúa su rol: el público se siente más inseguro, los delincuentes aumentan sus salidas porque la tele dice
que son ellos los que van ganando, y las calles se vacían porque los medios adelantaron que iba a estar
así.
El poder agradece: temerosos y en medio de este caos lo único que nos animamos a hacer es pedirle que
se quede donde está .

Revista XXI, Año 1, Nº 11, página 19


El derecho al delirio

En “Patas arriba”. Eduardo Galeano (1999).

Una invitación al vuelo.


Milenio va, milenio viene, la ocasión es propicia para que los oradores de
inflamada verba peroren sobre el destino de la humanidad, y para que los
voceros de la ira de Dios anuncien el fin del mundo y la reventazón general,
mientras el tiempo continúa, calladito la boca, su caminata a lo largo de la
eternidad y del misterio.

La verdad sea dicha, no hay quien resista: en una fecha así, por arbitraria
que sea, cualquiera siente la tentación de preguntarse cómo será el tiempo
que será. Y vaya uno a saber cómo será. Tenemos una única certeza: en el
siglo veintiuno, si todavía estamos aquí, todos nosotros seremos gente del
siglo pasado y, peor todavía, seremos gente del pasado milenio.

Aunque no podemos adivinar el tiempo que será, sí que tenemos, al menos, el


derecho de imaginar el que queremos que sea. En 1948 y en 1976, las Naciones
Unidas proclamaron extensas listas de derechos humanos; pero la inmensa
mayoría de la humanidad no tiene más que el derecho de ver, oír y callar.
¿Qué tal si empezamos a ejercer el jamás proclamado derecho de soñar? ¿Qué
tal si deliramos, por un ratito? Vamos a clavar los ojos más allá de la
infamia, para adivinar otro mundo posible:

el aire estará limpio de todo veneno que no venga de los miedos humanos y de
las humanas pasiones;

en las calles, los automóviles serán aplastados por los perros;

la gente no será manejada por el automóvil, ni será programada por la


computadora, ni será comprada por el supermercado, ni será mirada por el
televisor;

el televisor dejará de ser el miembro más importante de la familia, y será


tratado como la plancha o el lavarropas;

la gente trabajará para vivir, en lugar de vivir para trabajar;

se incorporará a los códigos penales el delito de estupidez, que cometen


quienes viven por tener o por ganar, en vez de vivir por vivir nomás, como
canta el pájaro sin saber que canta y como juega el niño sin saber que
juega;

en ningún país irán presos los muchachos que se nieguen a cumplir el


servicio militar, sino los que quieran cumplirlo;

los economistas no llamarán nivel de vida al nivel de consumo, ni llamarán


calidad de vida a la cantidad de cosas;
los cocineros no creerán que a las langostas les encanta que las hiervan
vivas;

los historiadores no creerán que a los países les encanta ser invadidos;

los políticos no creerán que a los pobres les encanta comer promesas;

la solemnidad se dejará de creer que es una virtud, y nadie tomará en serio


a nadie que no sea capaz de tomarse el pelo;

la muerte y el dinero perderán sus mágicos poderes, y ni por defunción ni


por fortuna se convertirá el canalla en virtuoso caballero;

nadie será considerado héroe ni tonto por hacer lo que cree justo en lugar
de hacer lo que más le conviene;

el mundo ya no estará en guerra contra los pobres, sino contra la pobreza, y


la industria militar no tendrá más remedio que declararse en quiebra;

la comida no será una mercancía, ni la comunicación un negocio, porque la


comida y la comunicación son derechos humanos;

nadie morirá de hambre, porque nadie morirá de indigestión;

los niños de la calle no serán tratados como si fueran basura, porque no


habrá niños de la calle;

los niños ricos no serán tratados como si fueran dinero, porque no habrá
niños ricos;

la educación no será el privilegio de quienes puedan pagarla;

la policía no será la maldición de quienes no puedan comprarla;

la justicia y la libertad, hermanas siamesas condenadas a vivir separadas,


volverán a juntarse, bien pegaditas, espalda contra espalda;

una mujer, negra, será presidenta de Brasil y otra mujer, negra, será presidenta de los Estados Unidos de
América; una mujer india gobernará Guatemala y
otra, Perú;

en Argentina, las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental,


porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria;

la Santa Madre Iglesia corregirá las erratas de las tablas de Moisés, y el


sexto mandamiento ordenará festejar el cuerpo;

la Iglesia también dictará otro mandamiento, que se le había olvidado a


Dios: «Amarás a la naturaleza, de la que formas parte»;

serán reforestados los desiertos del mundo y los desiertos del alma;
los desesperados serán esperados y los perdidos serán encontrados, porque
ellos son los que se desesperaron de tanto esperar y los que se perdieron de
tanto buscar;

seremos compatriotas y contemporáneos de todos los que tengan voluntad de


justicia y voluntad de belleza, hayan nacido donde hayan nacido y hayan
vivido cuando hayan vivido, sin que importen ni un poquito las fronteras del
mapa o del tiempo;

la perfección seguirá siendo el aburrido privilegio de los dioses; pero en


este mundo chambón y jodido, cada noche será vivida como si fuera la última
y cada día como si fuera el primero.
2001

Manuel Vicent

En el principio fue la Acción la que se hizo pensamiento y no el Verbo el que se hizo carne. Gracias a que
hubo un mono curioso cuyo dedo pulgar hacía de pinza con el resto de la mano este antepasado nuestro
comenzó a jugar con un palo manipulándolo de mil formas durante miles de años hasta que esta
experiencia acabó por insertarle el germen de la lógica en el fondo del cerebro.

La ciencia universal se inició con este silogismo: “Le pego un garrotazo a mi enemigo, luego queda
eliminado; hago palanca con el palo, luego la piedra se mueve con más facilidad; así lo haré en
adelante”. El resto ha sido una ráfaga de la inteligencia que nos ha llevado hasta la bomba atómica y la
clonación.

El mono se hizo sabio mediante un infinito ejercicio de dedos sobre la materia, pero se tardaría un millón
de años en llamar a esto cultura digital. Internet es hoy el cerebro de la humanidad. Se trata de un
organismo vivo, aunque ya no carbónico, que condensa electrónicamente todo cuanto el cerebro de las
personas vierte en él hasta formar la gran amalgama de la nueva inteligencia humana.

Como sucedió en el inicio de la cultura también este cerebro universal es excitado sólo con los dedos
sobre un teclado sin que en esta acción intervenga todavía el principio de causalidad. Ante cualquier
dificultad con el ordenador se oye la voz del maestro pidiendo ayuda: que venga el niño. Y el niño de
cinco años se sienta ante el aparato y comienza a realizar el mismo juego con las teclas que el primer
mono sabio ejecutaba con el palo.

El niño se limita a improvisar variados impulsos nerviosos con las yemas sin pensamiento alguno. Como
tiene ya una conciencia nueva que es sólo digital sabe que el ordenador al final acabará obedeciendo a
sus deseos a medida que lo vaya excitando con los dedos hasta insertar en sus bulbos microscópicos el
principio de causalidad.

El tercer milenio de nuestra era se inicia con este regreso a la acción de la mano como germen de la
inteligencia, sólo que el cerebro al que hay que excitar ya es electrónico y universal. La selva virgen la
forma ahora la Red manipulada por tiernos monos albinos que ya son felices bajo los modernos
cocoteros. La conciencia digital es el último estadio del espíritu: pensar con los dedos, amar con los
dedos, ser juzgado con los dedos. Y así hasta que el teclado de Internet establezca definitivamente en el
mundo el nuevo pensamiento metálico. Feliz milenio.

El país (Madrid)
Publicado en La Capital el 2 de enero de 2001
Trabajo práctico unidad n° 4. Primera parte

Contra el miedo

En este práctico deben aplicar lo estudiado sobre la superestructura argumentativa integrando estos
conocimientos con los ya vistos anteriormente, especialmente, en la unidad de Coherencia y Cohesión.

Escribir un texto argumentativo con la siguiente premisa:

“No es posible vivir con miedo”

Para ello:

1. Seleccioná algunas de las razones que te proponemos a continuación o ideá otras:

· Porque el miedo es paralizante.

· Porque no es posible ser feliz si se vive amenazado.

· Porque el miedo se cimenta en la desinformación.

· Porque el miedo a quedarse afuera de la economía conduce a la violencia.

· Porque el miedo favorece la quietud social, muy necesaria para mantener el orden.

· Porque el miedo alienta a no discutir con el Poder.

2. Planificá el texto de acuerdo con lo que vimos en clase

3. Cuando tengas el borrador listo, revisalo y corregilo.

4. Escribí la versión final.

5. Entregá todo el material: planificación, borrador, reflexiones sobre la aplicación del cuestionario,
versión final.
Franco Trovato Fuoco(1999)

El miedo y la impunidad: dos formas de hacer política

Don Miguel de Unamuno, en “Del sentimiento trágico de la vida”, nos dice que todo, absolutamente todo,
lo que mueve al hombre se deriva, en forma directa o no, en forma consciente o no, del miedo a una
certeza: la certeza de la muerte. Entonces, nos sigue diciendo, todo lo que el hombre hace es por miedo.
Puede discutirse, si se quiere, la veracidad del pensamiento de Unamuno con respecto a la muerte, pero,
hay algo que no admite discusión: el miedo moviliza nuestras acciones, el miedo es coercitivo.

Así, cuando niños, el miedo al “cuco” nos hace comer con avidez esas verduras que tanto despreciamos,
o nos hace dormir, o nos hace “portarnos bien”.

Luego, cuando adolescentes, el miedo a ser iguales que el resto del mundo nos hace rebeldes; y, al
mismo tiempo, el miedo a no ser aceptado por nuestros pares, los otros adolescentes, nos hace sumisos
a esa rebeldía.

Seguimos carreras universitarias, obtenemos trabajos, nos casamos, nos afiliamos a una A.F.J.P,
contratamos seguros de vida, acumulamos bienes, cuidamos nuestra salud, hacemos dieta, tratamos de
dejar el cigarrillo, cumplimos los diez mandamientos; y más tarde o más temprano les imponemos estos
preceptos, y muchos más, a nuestros hijos y les decimos: “Es por tu bien”. A su vez, nuestros hijos
repetirán, con pequeñas variaciones de puesta en escena y reparto de personajes, estas acciones, ¿Por
qué? : por miedo. Detrás de todas las acciones está, con una fusta de mango corto el miedo,
obligándonos a caminar.

Alejándonos del plano individual, la conciencia social se impone al individuo, de la misma manera que los
padres a los hijos. Así, por miedo, los egipcios construyeron las pirámides, los hebreos mataron a Jesús,
se levantó la Muralla China, se llevó a cabo la inquisición, se destruyó la cultura indígena, se dividió
Alemania, se produjo la guerra fría, se montó el “Operativo Cóndor”; los ejemplos parecen caprichosos
pero no lo son, ya que todo hecho histórico, toda acción llevada a cabo por la civilización, luego de cierto
examen nos conduce, invariablemente, al miedo.

Examinemos un ejemplo con brevedad.

La Muralla China, según los historiadores fue construida a los fines de impedir el ataque de los pueblos
nómadas del norte de China. Borges, en “Otras inquisiciones”, opina que Qin Shi Huangdi, la mandó a
construir por miedo al tiempo, para matar al pasado y para detener al futuro. Uno puede quedarse con
una u otra explicación, pero lo cierto es que 6000 Km, de tierra y piedra formaron una muralla que se ve
desde la luna, ¿y todo por que? : Por miedo. Elija el que más le guste, miedo a los invasores, miedo al
tiempo, o cualquier otro; lo cierto es que el miedo movilizó durante muchísimos años a toda una nación
con un solo objetivo: levantar una inmensa pared.

Lo anterior nos permite afirmar que el miedo es el mejor combustible, tiene todas las cualidades
necesarias para serlo: una pequeña chispa lo enciende de manera asombrosa; su rendimiento, una vez
encendido, es muy prolongado; y por último vemos que su fuerza de propagación es tan asombrosa
como su empuje.

Hoy día se habla de inseguridad, que no es más que una de las tantas expresiones del miedo. ¿A quién
beneficia la inseguridad? ¿Quién nos carga ese poderoso combustible? ¿Para quién y para qué estamos
levantando qué muralla?.

La respuesta no la sabemos, o mejor: ¿No la sabemos?.

Imaginemos lo siguiente: Shi Huangti, advirtió que el tiempo inevitablemente no solo lo mataría a él, sino
que también mataría su recuerdo, siglos y siglos de historia terminarían por borrar su imagen. Sigamos
imaginando, este emperador advirtió que el miedo puede movilizar a todo un pueblo y encontró así la
solución a su problema. De aquí en más sólo le quedaba encender el miedo y esperar que el pueblo
construya la obra que lo inmortalice.

Volvamos a nuestro tiempo y pensemos quién es ahora la reencarnación de nuestro imaginario Shi
Huangti y qué propósitos tiene.

Nuevamente, la respuesta no la sabemos, o, mejor dicho: ¿No la sabemos?.

Lo cierto es que nos han cargado hasta el tope de ese combustible, entonces, compramos alarmas,
contratamos seguridad privada, adquirimos armas, y nos olvidamos de todos los demás problemas
cuando aparece la inseguridad.

Lo cierto es que mientras nosotros hacemos todo eso el poder permanece dónde está y es el único que
parece no tener miedo.

Repito la pregunta: ¿A quién beneficia nuestra inseguridad?.


El miedo puede ser considerado como un sentimiento natural del espíritu humano, que le ayuda a
permanecer vivo en ciertos casos.

Pero, ¿qué pasa cuando nos implantan el miedo?.

No podemos vivir con el miedo que nos imponen los sectores de poder para permanecer impunes,
debemos informarnos, para poder saber a quién beneficiamos con nuestro miedo. Esta es la única forma
de combatir la impunidad.
Trabajo práctico unidad N° 4. Segunda parte

Un nuevo tipo de racismo

La solvencia en el manejo del lenguaje se consigue ejercitándose, trabajando, corrigiendo y volviendo a


hacer. Ese es el motivo por el cual les planteamos este nuevo práctico. Sigamos ejercitándonos en el
difícil pero apasionante juego de la argumentación.

1. Leer el artículo “Demasiado Rubio para un apellido árabe”.

2. Fijar una posición a favor o en contra, con respecto a la problemática planteada.

3. Planificar un texto argumentativo de acuerdo con todos los elementos que te hemos brindado al
comienzo de este curso.

4. Escribir el texto argumentativo. Extensión mínima: 20 líneas.

5. Revisar el borrador.

6. Entregar todo el material trabajado.

DEMASIADO RUBIO PARA UN APELLIDO ÁRABE

La Corte de Apelaciones de la ciudad francesa de Belfort determinó que un niño no puede llevar el
apellido de su padre, de origen argelino, porque es demasiado rubio y con la piel clara. El niño, conocido
por la inicial V., “tiene la piel demasiado clara, los cabellos rubios y los ojos azules, como la madre, y
sería para él un shock llevar un apellido argelino”, determinó el tribunal.
La sentencia parece hija de un nuevo tipo de racismo, con el cual la Corte inventó el criterio de la
adecuación física de un niño a su apellido, y sobre todo provocó estremecimientos al revivir viejos y
malos recuerdos.
El padre se llama Abdelnacer Ahmed Fouatih, trabaja en Belfort y pasa con su hijo, dos fines de semana
por mes.
El niño lleva el apellido de la madre, que lo reconoció al nacer, pero en 1998 el hombre se dirigió a la
Justicia para poder darle el suyo, como lo prevé el Código Civil. Ese año, en Belfort, se presentaron más
de 8.000 demandas similares. Sucede a menudo que parejas no casadas desean cambiar el apellido, si es
extranjero, para no crear problemas futuros al niño.
La jurisprudencia, por su parte, es favorable a los padres naturales que quieren dar su apellido a los
hijos, porque así “ se da apariencia de hijo legítimo, siempre preferible para el niño”.
En este caso, en cambio, la Corte le hizo caso a la rubia y etérea madre, con un estridente aire de
racismo.
“Reemplazar el apellido de la madre por el del padre – sentenciaron los tres jueces – sería perjudicial
para el niño, en la medida en que no tiene las características físicas de tipo mediterráneo”.

La Capital, sábado 7 de julio de 2001, pág. 25.

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