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EDUCACION DE LA ~TU.IER.

REFUTAOION

DEJ,

DISOUHSO PRONUN"CIADO f:>OBRE Ei::i'l'1\ ])IATERIA

POR F.J, SE~OU. IH lCTOI{

TEODORO V ALE NZUELA

EN LA SESION SOLEMNE CELEBRADA POR EL COLEGIO


PESTALOZZIANO EL 17 DE NOVIEMBRE DE 1889

POR G.A.HRJBL l{.OSAS.

BOGOTA.-1890.
,
DII'IIENTA 0~: AN'roN[O liARlA SlT.VIlSTllE.
Dú·ecto1', A. ]f. Si!uest,·e.

©Biblioteca Nacional de Colombia


EDUCACION DE LA MUJER.

Eu la sesión solemne celebmda por el Oolegio-


Pestalozziano el 17 de Noviembre del aiio pasado,
ante escogido personal de damas y cahallerm<, di-
rigió el sefíor doctor rl'eocloro Valcnzuela, {t las se-
fíol'ital'- graduadas, nu cliscnrso no escaso <le ornato
literario, pero en su fc>nflo digno de severa cen-
sura.
~ osotros, qne oí mm; a 1 doctor Valenzuela, pen-
samos desde lnégo que aquel discmso merecía
formal refutación, por haber sido pronunciado ante
un anllitorio cristiano y eu estilo de pláceme á se-
iíoritas que conservan pum. la fe en sn corazón;
pero como hasta hoy ningún escritor público se ba
encargaclo del asunto, y el doctor Valenzuela ha
dado ú lnz sn discurso (¡;;in duda por juzgarlo digno·
tle ello), y lo ha distribníJo gratis, hemos resuelto-
mh-ertir al público de los errores que contiene, á
fin de que las f:nnilias cristianas se gnanl<>n de caer
en t>llos. ·
Con la hncna intención <le ponderar los benefi-
c·ios que la mnjt>r delle al Cristianismo, el seííor
doctor Valenztll' la describe á gr:tn<les rasgos la si-
tnaci(Hl de la mnjtH' antes ele! advenirniento del
)Je¡.;ía¡.;, pero escoge como punto de partida de las
<lesrentnras que en aquellos tiempos afligieron al
IJel!o sexo, la 1mrmci6n mosaica sobre la caída ori-
ginal, no pa.ra reconocer esta \'e rdad histórica, sino
pam exhnmar la herejía pelagiana qne negaba el
peca(lo original. Oigamos sus palabras:

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Moisés atribuye (1) á la madre del género humano la
caida original tlel hombre. Así, para él la mujer repre-
senta la tentación; y es como el eterno instrumento del
mal en el mundo.
Moisés 110 es un impostor: ÍL sn nana.ci6n rin-
den cada día tributo de verdad los progresos de
todas las ciencias. El, al trasmitimos este grande
hecho, nos enseña una de las verdades fundamen-
tales de la Religión.
Y advierta el doctor Valenzuela que el dogma
de la caída original figma en todaR Jns Religiones
del muudo.
l;a scrpieut~ •lel paraíso mosaieo eí:> el Ah1·-i'lna-
nes de los Persas, que euvillio~o de la felicidad del
primer hombre, Meschia, y fle la primera murer,
Meschiane, se acerca á ellos bajo la fignra de una
culebra y leA oti·ece uu fmto engañoso; el Tiplwn
de los Egipcios, serpiente alada que llenó ue males
-el mar y la tierra; (2) el Tchi-cou, dragón sober-
bio de los Obinos, primer autor oe la rebelión de
la tierra contra el cielo; el !Jijo Je Lolíe de los
Escandinavos, serpiente enorme que penetra con
su veneno toda. la tierra ; el Pitlwn de los griegos,
destmctor de la viua. Los 1nonmnentos mexicanos
t·epresentan al primer !Jombre y :í la primera mu-
jer separados por un árbol, y :'L la mnjer Cilwa
Ooh1talt, coll frutos eu su mano; y la mitología
griega nos habla (]e Plinllora, Yirgen del gran cul-
pable Prometeo, la qne derrama to(los los males
sobre la tiena.
La serpiente eligió á la mujer, dice Santo To-
más, por instrumento de la prevaricación del pri-
mer hombre, porque la mujer, menos inteligente
que ell10mbre, puede hacerse más f~í.cilmente vana
(1) At1-iuuí1· es aplicar, sin conocimiento seguro, h echos 6
cualidades á una persona 6 cosa. (Diccionario de la Academia.)
{2) A nynipedcnt ctlaUs h-M->~teris typhnna f¡¡¡·entem.

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.Y orgullosa. Formada de la misma substancia que
el hombre, ella puede tomar sobre su corazón un
misterioso poder de que puede servirse tanto para
el Líen como para el mal. (1)
Hay, dice el doctor Valenzuela, frases, á veces pala-
bras solas 1 que llevan en sí como en gérmen, iueas que
revolucionan el mundo. El Cristianismo diec por boca
de San Pablo que la mujer es la compañera <lellwmbre.
[nvoco esta sentencia, porque es la única fórmula que da
solución completa á Jos innúmeros problemas que susci-
tan las relaciones recíprocas entre el hombre y la mujer.
Pero el Cristianismo, que ha elevado á esa cate-
goría á la mujer, reconoce también por boca del
mismo apóstol, y reproduciendo la ensefianza ue
la Santa Escritura, que "Adán no fué engañado,
mas la mnjer, engaúada por la serpiente, fué eausa
de ht prevaricación del hombre." (2)
Pretende el doctor Valenznela establecer igual-
dad entre el hombre y la mujer, mas lo hace en
términos contradictorios é interpretando errónea-
mente el 'J:exto Sagrado.
¡ Quién de vosotras ignora que según la l<'yenda sa-
grada (3) cuando Dios crió al hombre lo formó varón y
hembra en 1tn solo cuerpo, y que luégo, para dar á la
muj er una existencia independiente, la separó del costa-
do del varón 'f
La Sagrada Escritura no dice nada de esto. Dios
(1) In actu tentat.ionis diabolus erat sicut principale agens,
sed mulier assumebatur quasi instrument.um tentationis, ad
tlejici~ntleum virum: tum quia mulier er<'lt infirmior viro,
untle magis sed uci poterat; tum etiam. propter conjunctionem
ejus acl virum, maxime per eam diabolus poterat virum sedu-
cere. (Swmn. Theol, II. • U. ae p., quaest 165, a 2 ad 1.)
(2) Epist 1.• n. Timoteo, cap. U, v. 14.
(3) El término leyenda no puede aplicarse á la Santa Escritu.
ra, sino en sentido heterodoxo. Usanle siempre aquellos para
quienes la Biblia es "relación de sucesos que tienen más de tra.
dicionales ó maravillosos que de hi~t6ricos 6 verdRde ros."

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DO formó el primer llombre (1) varón y hembra, ni
la existencia independien te de Eva fné efecto de
tal separación.
"Dios, dice la. Santa Escritura, formó al hom-
bre (Adán) del lodo de la, tierra, é imprimió en el
rostro un soplo ó espíritu de vida, y quedó hec ho
el hombre, viviente con alma racional.
"Dijo asimismo el Sefíor Dios: No es bueno
que el hombre esté solo: hagámosle ayuda y com-
pafiía semejante á él.
"Por tauto, el Seiíor Dios hizo caer sobre Adún
un profundo sueño; y mientras estaba dormido,
le quitó u ua de las costillas .. ..
"Y de la costilla aquella que había sacado de
Adán formó el Señor Dios una mujer: la cual
puso delante de Auáu .
"Y llijo Adán : Esto es lmeso de mis huesos y
carne de mi. carne ....
" Por e uya causa dejará el hombre á sn padre
y á. su madre .... y los dos vmul'l·án á Sf~r ww, sola
carne." (2)
Adán, pues, no era varón y hembra á la ve:;,, y
Eva fué formada, no separada, de la eostilla ele
Adán, pues para esta, separación era inllispensabl e
la existencia anterior tle lm; dos.
En la expresión, y los dos •rend1·án á ser una
sola carne, no puede fundar el doctor Valeuznela
el falso principio que ha sentado. Con esa senten-
cia se estableee la indiRolubilidad del matrimonio ,
la unión perfecta que debe reinar entre los espo-
sos. Así lo han entendido Jos expol:'itorPs Ragm-
dos. De ella .se sirvió Cristo en el Eva11gelio para
(1) Cuando se habla de la especie, hnwln·e significa \'arón y
ltembra, pero no es éste el sentido en q11e el doctor Valenzuela
toma aquel término, pues en tunees no nos hablaría de la su pues.
ta separación de la mujer, y sus palai.Jras no tendrían objeto
en su teoría sob1·e igualdad de la pareja primiti n'l,
(2) Génesis, ca p. II.

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ponderar esa unión (1), y San Pablo, para estable-
cer la que reina entre .rcsucristo y sn Iglesia. (2)
La teoría ele q ne la formación de la mujer 110
fué un acto creador, si11o una separación de un ser
embriona rio qne llegó (t la existencia perfecta t~
independi ente por medio ele la acción diYina, es
heterodox a, porque 110 puede conciliars e con lo q1w
sobre este punto nos cnseíía el Sagrado 'l'exto.
Los estudios de embriolog ía qne en apoyo de su
rloctriua invoca el doctor Valenzue la uo llan descu-
bierto ni descubrirá n jamás qtw la cos;tilla adámi-
ca fné el germen viviP.nte de la madre del género
humano. I!}s;a doctrina no es más que un resabio
darwinista .
El doctor Valenzue la no (•stablece diferencia al-
guna entre la mujer hebrea y la gentílica, pue¡.;
que hace figurar al historiado r sagrado en pl'imem
línea entre lo~ sacrificad ores <le los legítimos pri-
vilegios que {t la mujer lm reco11ocido la sociedad
cristia11a. Quéjese ella de la lmmillació n á que la
snjetaro11 1\'lanú y los Espartailo s y la, institucio -
nes gri('gas .Y romanas. Quéjese igualme11te de lo
que es hoy <.lb en los países donde no impera el
Catolicism o; pero <le ningún modo ealitiqnc de
impostor ni de enemigo suyo al Libertado r <.le Is-
rael, quien si narrn. con ingenuida d y ptll'<:'Za la
verdad históriea de la primitiYa prcmricac ióo bu-
mana, ele,·a (L la mujer tL inmensa altura cuando
le anuncia qne de ella nacerá el divino Reparado r.
El tipo perfecto de la mujer se debe á lo. Es-
critores bíblicos, quienes con pluma. de om nos
hablan tle la ineompa.t able hermosur a y de la su-
blime virtud de la Madre de Dios, espejo purfsimo
en que ha de mirarse la mujer que aspire á su
perfeccion amiento espiritual . Dante lo lm cantado
(l) San Mateo, cap. XIX, v. 5.
(2) Epístola. 1.' á los CorintioR, cap. VI, v. 16.

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üOil i11tlecibl1~ dnlzm a cuand o di rigiéndose á la Vir-
gen Mal'fa exda ma :
In tn miseri cordia , in t.e pietate ,
In te magni ficenz a, in te s'adun a
Quant nmr¡n e in c¡·eatura e di hontat e.
(Pa>·adiso, Canto XXXII I.)

Pero an11 ].Jreseindiéndose Lle ht parte preciadf-


siiWt que á hL mujer concs pond e en las alabanzas
que el Sagra do Texto tributa, á, la Madr e del Al-
tfsimo, lea el <loetor Valen znela los siguie ntes pa-
sos, no imitados por niugú n poeta ni por ningú n
legislador gentil , en c¡ne la Santa Bscri tum elogia
{L la buena L'sposa :
"Dich oso el marido de una mujer virtuo sa, por-
Lllle Bel'{L uolJJado el llÚllle l'O de SUS ::tfiOS.
"La grada de la mujP.r Lacemlosa alegr a al ma-
rido, y le lle11a de jugo los huesos.
"Gnw ia es sobre graci a la muje r sanüt y ver-
gonzosa.
"No lla.y cosa Lle tanto valor que puecla equiYa-
ler á. esta alma casta .
"Lo qne es pa1a el mund o el sol al 11acer en las
altísim as mora das <le Dios, eso es la, gentil eza de
la muje r virtuo sa pam <'1 adom o de una casa.
"Colu mnas Lle ow sobre !Jases de plata son los
pies que descansan sobre las plaut as de una ma-
trona grave . (1)
" Qnien posee un:t bnena esposa comienza ya
eon eso {L forma r nn patrim onio, tiene nn ay·uda
semejante ú él, y mm colnmn:-t <.le apoyo." (2)
Del Ütlso princi pio t:n que 1'1 doctor Vnle nzneh
a¡.wya la ignaldarl física dell1010bre y la n¡njer, dt~­
l ira sn iguald ad im:electnal .Y moral
, ¡mm tledncir
de todo ello <Ille es preciso qne la. mujer sea edu-
(1) Eclesi.ist,ico, cap. XXIV.
(:2) _F]clesiá~ tico, cap. XXXV I , v. :2G .

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cada eientíficamentc, corno el hombre. Pero lnégG
agrega:
.As[ eomo á calla hombre se le tht la ~~ ducación apro-
piada á su destino en la socieuad, á sus aptitudes é in-
clinaciones, á sus facnltít~les de acción, as[ debemos dar
á las mujeres una educarión prol!ia de ellas.

Corno se Ye, el doetor Valenznela. olvida aquí


su principio, pues que deja comprender que no son
idénticos en la soeiechtd los destinos del hombre y la
mujer, ui sus inclinaciones. Es claro que la varietlad
(le fin arguye variedad de meclioR para alcam;arle ;
luego si el destino de In, mujer en la sociedad es
diferente uel !les tino del homb1 e, esos destinos
est{m regidos por leyes diversas, y por lo mismo,
el pcdi:lccionamiento del hombre y la mnjer uebr
ser armónico con el objeto qne cada cual debe lle-
nar en el plan de la creación.
Creemos que no hay homure de sentido común
que no profese el principio de que es preciso edu-
car á la mujer, y por eso nos parece a¡;m~ extraño
el empeiio con que el docto orador pestalozziano
insinúa y aun defiende, con aire filosófico, ese prin-
cipio. .
El enor instruccionista en este punto está en
sacar á la mujer del puesto que le asignó el Crea-
llor en la, fa.milia y en la sociedad, para, introducir-
la en el mundo de las letras y de los estudios se-
rios.
Para que la mujer llene su misión 1le !lija obe-
diente, de espom tiel y de madm tierna y próvida,
bástale una regula,r instrucciíJII, instntcciÓTt que
no sea tan pn'sun tnoíla q ne r1t.)'e en el orgullo de
las letras, ni tan humilde que toque en la ignorau-
cia de las últimas ca,pas sociales. .
Dificil es (y la llistoria Jo confirma) q tH=' broten
mujeres de vocación directa hacia los est,udios se-

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ríos. De aquí que sean dignas de admiraui6n y res-
peto aquellas qne, como Sevigné, Stael y lPeruán
Caballero, honran á su sexo declarándolo capaz de
los más alto¡:; nwlos <le la inteligencia. Oouarde
cosa sería desalentar á esas mujeres excepcionales
y refinado egoísmo el menospreciarlas.
Un notabilísimo escritor, nadfL partidario de la
rueca y de la aguja, dice á este prop6sito con rnu-
elm propiellad: " Circunscrita como está la sabi-
lluría al sexo fuerte, él mundo científico se agita
en la coufusión : extiéndase la sabiduría al sexo
déLil, y el mundo científico se agitará en una tone
¡le Babel." (1)
El predominio que ejercen en el <tima de la mu-
jer las facultadas imaginatiras, la hace más ade-
eualla para el cultivo del arte (!Ue para las especu-
laciones científicas, y por eso en touos los depar-
tamentos del arte, en touas las manifestaciones ele
la helle7.a, tiene no escasa pa.rticipaciÍin el genio tle
la mujeL
Los congresos de dalllas, que en sus ideales de
no lt>jano progreso di visa nuestro or atlor, reunidos
para fliscutir los grmw; interel:'es de la Patria,
!lOS recuerdan los delirios, hart,o f~tmosog, de la
Repúulica de Platón.
Quiere el lloctor Yalenzuela que la llllljer sea
instrnída e11 lns venlades (le la Religión, para que.
vea á Dios tal cual es, sol luminoso en las pn>fun-
dúlades dt' In conciencia.
La creencia religiosa, agrega, debe ser como todas las
otras creencias, conocimiento y no ignorancia.
Cierto que el conocimiento de la Religión es
para todo Rer dotado de razón un deber primor-
dial, y que e~;e conocimiento nos pl'eserva de~
error y de la superstición, en razón directa de la
(1) Severo Catalina, La Mt~;er, cap. XXIII,

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proftwditlatl {t t¡ue en él lmyamos llegado. 1~s ne-
eesario conocer {t Dios para amarle y para practi-
car la fe y la virtud qne JloS procuran la salvaciún
eterna. P e ro la fe Lm de ser pura y se11ci lla, .V el
cristiano debe abra;,arla porque tls Dios 1nisrno
quien le enseua. las \·erdades 4ue ella contiene.
Bu las almas humildes refléjanst~ dnlee mente las
1u ces de la te, al moJo que las estrellas del cielo
en el espl'jo de un lago tram¡uilo; y nada hay
más grato pant Dios t¡tte el mouesto l1o1nenajt\ de
nuestra sumisión á su autoridad.
':reresa de Jesús, aqnella alma illlllldad<t dt\ luz;
celestial, cuyas cartas HOil joyas val iosfsi nms para
el doctor Valenzuela, da en punto Ít instntcl;it'ln re-
ligiosa esta interesante lección {L la 11111jer: "Os
recomiendo mucho, <1 icl', que üll<tiHlo IL•yéredes al-
gún libm, ú oyérecles algún sermún, t'1 pensárt>dm;
en los misterios de nuestra Ragrada fe, que
lo que bueiialllellt.e 110 pnrlié.redes entender, 110 os
canséis, ni gastéis el ent.endin1it•r1to <\11 <lllelgaza-
llo. Nosotra1:1 eo11 llaiH~7.a hemos 1le tomar lo que
el Sellor nos di e re." (1)
Creer en la \·enlad religiosa porque Dios la IJa
revelatlo, es ereer con conocimiento. Las tlemáH
creencias "on también conocimiento, üonoeimiento
que puede llegar {t ser cinntHieo, cuando, como
UiCell lOS fiJÓSOÍ(lS. e.stJ'ilm ell la pereepCÍilll .\· aná-
liSiS de las causas.
Eso de qtH~ la, lllli.Íer vea {t Dios tal eual es, sol
lumiuoso en las profundidades del allna, nos pa-
rece 1111 ditirambo pa11tt'Í~ta. Ni11gll11a criatura
hnlllilll:L puede gozar IIIÍt'lltl'as \ iv1· en la tierm
de esa i 11eütble visión. La llllljer, eo111o to1lo cris-
tiano, sabe que Cristo está en PI Cielo y en el
altar santo, y que Dios, aunque por virtud de su
inmensidad, se halla e11 toda part1·, 110 se nos
(1) Concoptos dol an>Qr de DiQS, cap. r.

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m uestm si no por la acci6n <le Ru gracia y t]e RU
influjo Hantísimo, co111o lnmbre que ilumitm los se-
llOS tle la conciencia .
Aunque la fra:>e qne impugnamoR tiene dicho
sabor racionalh; ta, no queremos creer qnc ella en-
vuelve el Rentido, máR grave todavía, de qne la
esencia, real de Dios (tal cual es) cOJisista en ser
lur- esplenden te que alumhm las profundidades
del alma; porque el miRmo doctor Valenznela nos
había IJablado al principio de !:lll diHcurso •lt~ un
Dios Creador y uel Hombre divino que anoj<'l al
abismo, por la pendiente del Calvario, el monstruo
del antiguo paganism o.
Dios eR la Jur, que ilumina á todo hombre que
viene á, este mundo, pero Él goza <le esencia per-
sonalísim a,-snprem a verdad qne no se compadec e
con el falso priucipio de que el ser inefable de Dios
consiste real y verclaclem mente en esa iluminació n.
m doctor Valenzue la enuncia \111:1. gran Yenlad,
pero mezclada con nu grave error, cuando dice:
La verdadera religión no teme á la ciencia; por ~~¡
contrario, se sirve de ella para probar sus quilates.
Lo prilnero es evidente, porque la luz del sol
no puede huír ante la lnz de las luciémag as; pero
es notoriame nte thlso que la cienci~t sea la piedra
tle toque con que la Religión examina y aprecia
su venhttl. J-'Pjos de c•sto, Jos quilates de la ciencia
sana son los que se prueban ú la lnz de la verdad
católica; de consiguie nte, allf donde {L primera
vista parezca qne no se compadec e nn dogma ó un
principio religioso con nna conclusión científica,
es ésta la que '1ebe vacilar, 111as 110 la doctrina ca-
tólica, cuya verdad descansa en la. razón divina,
que jamás puede engañarno s. Pretencle r lo con-
trario sería suponer que el orden divino está
sujeto {L la n'gla-: de las concepcio nes bnrnanas.

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Hay venlarles religiol';as Qlll" at!elllás de tener
en la palabra divina, eomo totla l<t doctrina cntó-
lica, la prueba de Rn \'erdad, se al<:anznn natural-
mente y se demtwst ran por medio tlc argttnwn tos
sacmlos de la razón !J u mana; lo e na 1 re\'Cia que
tenemos 1uees suticien tes para conoeer q ne t•n tre
el on](:'Jl de la fl.\ y el 01 ch•tt natural no hay con-
tradicción, y c6mu Dios, conoc·edor ele nne ·tra fla-
queza, qniso, dt> una pmtr, faeilitantoR la entrada
:í la región de la eterna verdad, y dt• otra, que
uo penliése mos e:>l preriosísirno don tlt\ la ti.•.
La hor heterodo xa y í-lobremanera. i rtsensat a l'S
pretottdt"r llledir la ,·enlacl relí.gio¡.;a en el mismo
molde· clt\ la n•rdad c·ientffica, y qtH•rer qne en
caso tle ¡.;upuesto cuntlictu entre laR dos, la pri-
mera Jebe ceder el munpo á la segunda . Con todo,
._,.!positivismo moderno, qnc tanto alardea por boca
de Biich ner, Hcu{w y Femlmc h, de cien tífico y pro-
gresista, no ha llegaclo {L establecer el primer caso
de ese imaginar io conflicto; al contrario , elloK, con
~us propias contradi cciones y cludaH, y :'í, Yeces con
el espontáu eo 1 ecouocimiento que !tacen de al-
guna ,·crdatl católica, dcsacreclitan sn propia obra
y rinden, á su modo, homeu:tjll á la verdad.
No hay que prcocuparsf', dice el doctor Valenzucla,
con el trmor de que la ctlucación científica pnrda con-
ducir á las mujeres al camino ele la duda .... La duda
tiloséfica es sólo un método de investigación.
La duda filo 6fica 110 es méto<lo si11o principio
clcl mismo, y ella es ilícita., eonfi))·me :í la <loctl'iua.
católica, en los dominios de la ft>.
Ocasión se ofrccicí al oraclor pestalm~ziano de
traer á cuento, pa.m terminar su tliscurso, aquella
sátira acerba l'll q:w uno de Hut•stros poptas pintó
á lo vivo los frutos <le la enseiían za oficial que
hasta llace pocos aiios privaba en fa¡;¡ t-scuelas.
Piensa el doctor Valeuzu ela. que aquel escrito

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es fitlso en ¡.;u t(mna y en su pmp,í~i to ; pero se
eonsnela con el merecido em;tigo q11e t.nvu el poe-
ta en los (']ogio¡;; qne de ¡.;11 poema hieiemn los eue-
migos do la. ·i nstnrcci6 n.
~mpt·m, larant'a del poeta Ita sido ya fallada eu
honor suyo por la soeiedad , porque ésta Ita eom-
prelHlido q1w aquel informe amalgam a, llantado
mtseflan za oficia 1, dt• ttodones , ti:! lsas {L menudo,
sobre cuanto t~xistt~ y puede existir, envent~nado
con el despreei o (t Diof.:, eon el olvido de todo sen-
timiento <;ristiano, cotJ la t~t.lta tle prácticas reli-
giosas, no era ni podrá st•r jamfl¡.; la im;tnwci ón
que debe <larse :í. la mujer. Sin t>lroeío de los Cie-
los todo corazón, pero sobre todo t'l <'Ontz6n <le la
mujer, como flor delicada , se seca .Y agosta.
Gloria y no castigo ha sido para el poeta el que
los que le ha.)'all t'logiado sean partidari oR de la
educació n cristiana . El poeta que pnlsa sn lira
para cantar los beneficio s tle la enseiianz~t religio-
sa y moral ~- para pondera r Jo¡;; males de la que
no tiene á Dios por guía, y que canta. en tiempo
aciago pam la causa de la vt~nhul, tiene lJien mere-
cidos sus lameles.
l~ecuenle el orador qut~ la cieneia sin virtncl La
producid o Psos tipos que la historia lamenta e11
algnnas mujeres tle genio. Aspasia, poseedo ra de
todo el tesoro de la <.:ivilización helénica , l1asta el
punto dt-' que hombres com') f:lócratPs la bnscasen
para escuchar la eon a vide%, hubiera dado mayor es-
plendor al siglo dr Pericles y honrado {teste grande
hombre, l'i en ella hubieran brillaclo los etwantos
de la Yirtud. Pem Aspasia fné por sn condneta
piedra ele escándal o en Atenas. Thargt-'lin, Fryné
y las corte¡;an as de .Jonict y clP Corinto eran mu-
jeres instrn1da s, pero vivían en medio de la moli-
cie y la volnptuo sidatl.
Cuando la ciencia se engasta con la virtncl en mn-

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jeres de espíritu levantado, ejereen éstas poderosa
influencia en la sociedad y dejan huella luminosa en
el mundo científico y literario. Por eso lmn inmor-
talil'lado sns nombres Mónicay lrabiola, Marcela .Y
l~ustaquia, Teresa de Jesús .\' Juana Iués ele la
Crnz.
Clemencia Hoyer, mujer atea, cuya impiedad
ha escandaliza do al mismo Darwin, es el tipo de
la educación laica que el genio 1nodel'llo ha idea-
do para perfecciona r á la mujer.
Quien sabe cuán afortunado es el hijo ú quien
Dios di(, una madre cl'isti::w a, 110 puede extremar-
se jamás en su celo por la acertada edncaci611 del
sexo débil.
Nuestra madre, nuestra virtuosa rna,dre, alma
uobilísim<t {t quien no lm mucho Dios sn lle\·ó
al Cielo, fué educada en el santo temor de su
Creador. En su amoroso regazo aprendimos á
amar á Dios, y recil>imos, en los albores de la ra-
zón, esa primera enseñanza literaria y cristiana,
llena de indecible encanto, c1ue es más tarde base
fiobre que ha ele fundarse el cultivo formal de
nnestm espíritu.
A ella, después de Diol'l, debernos la fe que ado-
ramos, fe mil veces lJendita, en cuyos brazos llo-
ramofi con resignaeióu la pérdida (lP. aquel ser
querido, y deseamos dormir nuestro último sneiío.
Qnl';jase el doctor Valemmela de no haber teni-
do tlores qne derramar soure las cabezas de las
alumnas pestalozzian as. Cuando no se tienen flo-
res naturales que ofrecer á las seiíoritas cristia-
nas üll lns fipstas literari:1s qne celebran los triun-
tos de sn inteligt~ncia, hay que recoger otras flo-
res, mucho mús hermosas y de perfume siempre
ünrable, que brillan en los amenos jardines de la
verdad.

Bogotá, Fehrero de 18~)0.

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DIATRIBA PESTALOZ ZIANA.

II

Os habéis engaiiado, lectores, si esperábais ins-


truíros con algún escrito serio y de contundente
dialéctica opuesto á la refutación que en culto y
sobrio lenguaje hicimos en el número 178 de El
Orden de un discurso heterodoxo.
Lo que en contestación á esa crítica honrada y
digna ha visto la luz pública, es una larga y des-
maíiada diatriba, fundada en el temerario su-
puesto de que allí dimos á entender que en el Co-
legio Pestalozziano no se profesa 6 no se enseña
la Religión Católica, diatriba que por no haber
sido publicada en EL ORDEN apareció bá pocos
días en hoja volante.
Su autor, quien por parentesco de afinidad dice
corresponderle la honra 6 vituperio del Colegio,
ha preferido, para salvar esa honra (por nosotros
no discutida), uacernos aquella falsa imputación, á
protestar contra los errores que hemos victoriosa-
mente confutado.
Califica la boja de calcullula la publicación de
nuestra crítica, de llmíosa, oculta y cltntvlosa
nuestra sana intención, y de malévolo, simulado,
insillioso y subrept,icio aquel imaginario ataque.
En vista de este lenguaje, y de qne se ha sacado
la cnest,ión de su propio terreno para convertirla
en personal injuria, no imitaremos ni contestare-
mos al ofensor. Faltaríamo s si tal hiciéramos á
nuestro decoro y al respeto que profesamos á la
verdad católica, cuya defensa reclama armas bien
2

©Biblioteca Nacional de Colombia


-18-
templadas por hidalgo brazo, al calor de la razón y
de la fe, y condena esa esgrima apasionada y fútil
á que siempre apelan sus adversarios.
N os cefiiremos, por tanto, á, coro pletar, por yfa,
de epílogo, aquella censura nuéstra, patentizando
la justa causa de ia demora aparente eu publicar-
la, la pureza del pensamiento que á hacerla nos
movi6 y la realidad de los errores que combatimos.
Expusimos en nuestro anterior artículo cuáles
fueron los motiYos de aqueli~L demora. Si esa ex-
posición ba parecido insuficiente, Yamos á robus-
tecerla.
Ya se ha Yisto que el discmso en cuestión fné
pronunciado en la sesión tiOlemue celebracht por el
Colegio Pestaloz%iano el lí t1t~ N oYiembre de
1889, y que nosotros j nzgámos, después de llaber-
lo oído, que merecía formal refutación. N o la pu-
blicámos desde lnégo, porque esperábamos, de una
parte, que algún escritor de pluma más autoriza-
da que la humilde nnéstra. se encargara del asunto,
:r de otra, que el seiíor doctor Yalenznela diera á
la estampa su discurso, necesaria condición sin la
cual podríamos correr el peligro de que nuestras
afirmaciones fuesen fácilmente contradichas, si no
por el mismo orador, sí por cualquiera otra perso-
na interesada.
El discurso, empero, Yió la luz en no abundante
edición á fines ele Diciembre, cuando nos hallába-
mos fuera de Bogotá. Regresámos el 1~ de Enero,
y como {¡,los Yeinte dfas llegó por casualidad un
ejemplar á nuestras manos, {t tiempo en que de-
sempeiíábamo s graves funciones públicas, .r sen-
tíamos aproximarse, como amenazadora tempes-
tad, la muerte de nuestra querida y santa madre,
dolorosa prueba á que Dios en su infinita miseri-
cordia ha sometido nuestra sumisión á su adora-
ble voluntad.

©Biblioteca Nacional de Colombia


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Acaeció esta desgracia el 5 de Febrero. N u estro
pobre corazón lmbo de denamar por algunos días
amargo Jlauto, y no estaba aún repuesto de su
natural postración euamlo, cousidemmlo que de-
bíamos volwr á la Yida onlinal'ia, mh·ertimos que
era un deber nné¡;;tro censurar públicamente didw,
heterodoxa produceiún, y comenzar á eumplir,
con \'alerosa decisi<in, este ~nhlimc <..:OliSPjo de
nne.stra nmdre, cla!lo con mz e ntera y ii1me al im-
partirnos su amorol'a hentlieiún y entrar e11 sn ago-
nía:-" Hijo, no ol\"i(]¡•s qne es pretiso heml.mu
para recoge1 ."
Yetl allí por qué nuestra c:rítica f..e puhlk<'> más
tic tres mest'H dt's pués tlt' pronuJH:iatlo !' 1 tliscmso
solJre que n~ r:sa, ~-al eaho de dos meses dt• lJabL'l
sitlv éste tlistribuíd o, en Joll elo inqm·so, entre
,-,uias familias cristianas de la citHlatl.
Luego tal demora 110 fué fruto de dlc.:ulo alguno,
mucllo menot> tle cúlcnlo malé,·olo.
Xo hay en tollo nuestro escrito una ::-.ola pala-
\)la, fmse ú omisi{lll que l"L'\·elt• qu e, al refutar lus
errores del dii.;c·urso, tudmos intención de lanzar
ú las respetalJles institntoras pestaloz~iauas el
cargo simulado, insidioso ú sulJreptic.:io de que ella.
no profesan ú eusefian la doctrina católica. SalJfa-
mos pedectamente Jo contrario, y por eso aquella
infeliz alusión de la diatriha, consiclenula como el
golpe de gracia respecto del fingido cargo, ú que
nuestra madre lJabía confiado ú est> Colegio la
educación de una !Jija y no ·otros la de dos niüo ,
prueba precisamente que 110 podíamos tener tal
intención, y que más bien quisimos defender la fe
religio a de las alumnas, ofenditla en aquella fies-
ta literaria. N o sólo cabe aquí la f<:tmosa seutencia
dialéctica, quo(l nimis probat, nihil probat, sino la
consideración de que aquél ha siuo el golpe de gra-
cia para demostrar cou toda evidencia la sanidad

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y nobleza de los sentimientos que nos movieron á
criticar el discurso.
Pornorepetir tántas veces el nombre del orador,
usámos, como se estila en composiciones litera-
rias, de locuciones equivalentes, tales como mtes-
tro orador, orador pestalozziano. Si este último
modificativo se toma arteramente, como lo hace la
diatriba, cúlpese á sí mismo el ligero lector. Ora-
dor pestalozziano quiere decir en nuestro escrito
orador escogido, preferido, elegido, designado,
nombrado por el Colegio Pestalozziano; así como
(liatriba pestalozziana, significa diatriba acordada,
consentida por el Colegio Pestalozziano, que viene
de allí y no de otra fuente.
Si de las cosas y palabras santas se ha abusado,
¡, qué mucho que se baga lo mismo con el término
pestalozziano, adjetivo profano derivado de Pesta-
lozzi, (1) célebre institutor de Zurich T
Mas, para lJacer resaltar la sinrazón del cargo,
saquemos de este adjetivo, por el mismo procedí-
(1) Juan Enrique Pestalozzi, que murió en 1827, inspirado por
sentimientos humanitarios, recogió unos 50 niños abandouados
y fundó con ellos un Instituto escolar, donde comenzó á ensa.
yar sus teorías pedagógicas. El autor de la hoja asimila, con
perdonable pero evidente impropiedad, el método del institutor
suizo al descubrimiento del vapor y de la electricidad. Esta
invención tiene hoy día amplia y sorprendente aplicación en
todo el mundo, mientras qne el método pestalozziano, ruidoso
al principio, está hace años casi abandonado en Jos institutos
europeos y aun en América, á dc.nde irradian ciertas civiliza.
ci ones del Viejo Mundo años aespués de que allá han llegado á
su ocaso.
Aplaudimos la inspiración generosa del pedagogo de Zurich,
y jamás la asimilaremus á la filantropía con que los hijos de
Lutero y de Cal vino engañan hoy en Colombia á gentes demen.
guadas miras, que renuncian por un pan al amor á Dios y á
su Santa Madre; porque esos filántropos, que no cuentan para
ganarse adeptos con la verdad católica, única que cautiva con
nobilísimo y grandioso poder el espíritu y el corazón, á la vez
que se muestran dadivosos, derraman el veneno de su absm·da
doctrina y publican folletoK infames como La Religión del dine-
ro y La Confesión .auricular.

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-21-
miento con que el orador sac<Í {t Eva ya formada
del costado de Adán, el sentido de que aludimos
á identidad ele ideas entre la dirección del Colegio
y el orador, identidad sólo soiíada por el autor de
la diatriba. Pues en esta hipótesis es enormemen-
te ilógica la consecuencia de que la afirmación de
esa identidad entlaiía la de que en dicho plantel
no se da enseñanza religiosa ; porque ú uadie se
oculta que en todo el mundo hay Colegios (Y ad-
viértase que no nos referimos al Pestalozziano, que
es 'ltn Colegio Oat6lico, ni á otro establecimiento
colombiano en particular) donde los directores do-
blan la rodilla delante de Baal, al paso que por
múltiples y no ignorados motivos, muestran cierto
interés eu que los alumnos la doblen delante de
Dios, y por ende, eu que no ±~tite la enseñanza
religiosa. De consiguiente, de aquel adjetiYo no se
puede sacar tan exótica deducción.
Podemos asegurar con entera certidumbre que
no hay en nuestro escrito ningún otro término,
fuera del indicado, que se baya podido prestar á
errónea interpretación. La falta de lógica ha cau-
sado grandes trastomos en el mundo: ella es la
que tiene á muclws entendimientos sumidos en el
error, y la que, en el presente caso, ha sen·ido de
arrimo al autor de la hoja indicada, para referir á
ataque al Colegio, lo que uo fué sino complemen-
to de nuestra crítica ú oportuna manifestación de
nuestros t(tulos para condenar errores uotorios
sobre la educación de la mujer.
N o queremos creer que nuestro estimado amigo
el seüor doctor Lamo, rlignísimo Secretario del
Arzol>ispado, haya. sido Yíctima de esa ilusión,
cuando en la carta que á continuación publicamos
nos habla de frases, omisiones y cierto modo indis-
creto de refutar, que ba potlido hacer creer á no
vocas personas que es malo el Colegio Pestalozzia-

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-22-
no; pero ello es qnc sólo(~ esa ilusión pueden, en
hecho de Yerdad, atribnírse los indicados conceptos.
En efecto, la parte de nuestro escrito que prin-
cipia eon el título del mismo y termina con estas
palabras : " y ella es ilícita (la ~.lnda metódica),
conforme á la doetrina católica en los dominios de
la fe," no tiene palabras, frases ni modos ele re-
futar qne puedan prestarse á la creencia sobredi-
cha. Allí uos concretamo!.' á probar, sin alusión
ni omisión relativa al Colegio, estos puntos:
1? )loisés no le atribuye á la mujer la tentación
primera: él nos refiere una Yerdad histórica;
2? San Pablo, autoridad invocada por el doctor
Valenznela, para probar que la mujer es la com-
pañera del hombre, enseüa, siguiendo las doctrinas
de la Santa Escritura, que la mujer, engafiada por
la serpiente, fné cansa de la prevaricación del
hombre;
3~ Sólo en sentido heterodoxo puede decirse
que la Sagrada Biblia es leyend(t j
4:~ Dios no forrnó al primer hombre (Adán}
yar6n y hembra en un solo cumpo;
.)~ La pl'imera mnjer no fné separada, sino
creada, formada de la costilla de Adán ;
6? La embriología positivista, que supone que la
costilla adámica fué el germen viviente ele la ma-
dre del género humano, es contraria {L lo que el
Texto Sagrado nos enseña obre la formación de
la primera mujer;
7? :\Ioisés y los otros escritores bflJlicos recouo-
eieron la dignidélcl de la ulujer y en la person:t tle
Suestra Sefiora la Yirgen ::\farfa h Plemrou ;Í su-
blime pnesto ;
t-l'.l El destino de la mujer eu la :;;ociedmlno es
idéntico al tlellwmllrc, y, por lo mbnw, la ednca-
ciún dt• 1uw y otro está sometida á din:n.;as le\·es
1k <le:-;anollf; y perfetcionamieuto; ·

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-23-
9'! Sou excepcionales las mujeres de vocación
decidida hacia los estudios serios;
10. La fe debe ser humilde, y creemos con co-
nocimiento en las verdades que nos enseña cuando
sabemos que Dios nos las ha revelado ;
11. Dios no es una simple luz que alumbra las
profundidades tle la conciencia, sino un sér in-
finito que goza de esencia personalíshna ;
12. Ninguna criatura humana puede ver á Dios,
mientras se halle en este mundo, en la realidad
de sn esencia;
13. La Religión no se sirve de la ciencia para
probar sus quilates; al contrario, 1:1 sana ciencia
es la que acredita su verdad y sn nobleza á la luz
de la verdad católica;
14. La, eluda :filosófica no es nu método, y ella
es nícita en materia de fe .
Otras proposiciones hay en el cliscnrso, que son
altamente ofensivas {t los oídos piadosos, por lo
cual no las enunciamos siquiera en la refutación.
Del discurso leído en aquella :fiesta por la seño-
ra Gooding de 0., en el cual observámos delica-
deza de sentimiento católico, no hicimos mención
en nuestro artículo, porque no nos propusimos
describir la sesión solemne, sino dirigirnos exclu-
sivamente al discurso del orador.
En l::L elucidación de estos puntos, de snyo abs-
tractos, no teníamos para, qué emplear frases 6
modos de refutar re1eladores de la maldad, ima-
.a:inaria por supuesto, del Colegio Pestalozziano.
Fije el lector sn discreta y cuidadosa atención en
esa parte de nuestro escrito, y no hallar{L allí
nada que sirm de apoyo á la respetable afirmación
tle nuestro virtuoso sacerdote doctor IJamo.
Es en la segunda parte, destinada á acentuar
nuestro papel en el debate y á hacer justicia al
autor tlP El Joven Arturo, injustamente censura-

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-24-
do por el doctor Valenzuela, censura en que los
partidarios de la enseñanza cl'istiana fueron llama-
dos espÍ'ritu de tinieblcts y enemigos de lct instr1tc-
ci6n; es en esa parte, decimos, donde es forzoso
que séamos lógicos para no referir á objeto distin-
to los conceptos en ella consignados.
Después de reconocer el mérito de aquel poema,
y de calificar de muy pura gloria la que alcanza
un poeta cuando le aplauden los amantes de la
sana educación, expresámos en términos enérgi-
cos nuestras ideas sobre la enseñanza oficial qne
hasta hace pocos afios priYaba en las escuelas.
Muy seguros estamos, porque conocemos la pie-
dad y el celo religioso del señor doctor Lamo, de
que él jamás ha creído, cuánto menos hoy, después
de elocuentes y múltiples pruebas, que esa ense-
ñanza fué cristiana. Jamás podrá reconocérsele
tal carácter, aunque sea Yerdad que muchos co-
razones, como los de las señoras Directoras del
Pestalozziano, salieron puros de esa aura malsana
que la noble y delicada niña colombiana !espiraba
en las escuelas normales.
Por tanto, en esos conceptos, qne uo se refieren
al Pestalozziano, no puede hallar nuestro aprecia-
do amigo fundamento á su afirmación.
Y por lo que mira á !os niilos, cuántas Yece ,
como socios de San Vicente de Paúl, tnYimos que
llamar á la puerta de la escuela laica para llentr-
les el pan de la doctrina cristiamL que los institn-
tores les negaban !
Dijimos luégo, para robustecer nuestra tesis,
que la ciencia sin Yirtwl !Ja producido mnjeres
que han escandalizado á la sociedad, y citámos al-
gunos ejemplos. También obserrámos que la cien-
cia vinculaua con la virtncl en mujeres de genio
ha dado al mundo tipos excelentes ele venlaclera
grandeza, como Fabíola y Santa Teresa de ,J eRús.

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Se nos vino entonces á la mente, para terminar
nuestras observaciones sobre la enseñanza laica
de la mujer (no de la niña pestalozziana) el nom-
bre de aquella dama francesa, La Royer, mujer
impía y emancipada, no escasa de talento, pero
cuya audacia y atea impudencia escandalizaron
al autor del hombre-mono. Presentamos á ese
personaje como tipo acabado de la educación que
el genio moderno ba descubierto para elevar á la
mujer al rango que le corresponde. No creemos
que en este paso baya alusión, ni siquiera remota, á
la educación pestalozziana, que nada tiene de laica.
Necesitábamos, por último, acentuar, como he-
mos dicho, nuestro papel en el debate, para que
nuestros lectores no se admiraran tánto de nues-
tra enérgica actitud, y para ello evocamos el fres-
co recuerdo de una madre cristianamente educa-
da, en cuyo amoroso regazo aprendimos á amar á
Dios, madre <Í quien debemos, después de Dios~
la fe santa que adoramos. Muy legítimo es este
recuerdo, pobre tributo ¡ ay ! de un cmaz6n cris-
tiano á la madre que le formó en el santo temor
de su Creador.
Gracias á Dios porque las señoras Institutoras,
á quienes profundamente respetamos, hayan sido
siempre firmes en su fe. Lo coutrario sería dema-
siado grave para afirmado de una señora colom-
biana, en cuya alma germinan espontáneamente
los sentimientos más delicados de fe, de piedad y
de amor á N u estro Señor Jesucristo.
Y si esas gracias han de ser mny preciadm;, con
qué efusión las tributaremos 11osotros á Dios
cuando en la aurora de nuestra Yida, Yiendo Él que
comenzábamos á sentamos en somLras tle muerte,
nos llamó con la irresistible ,·oz de Bn amor, uos
envi6 su santa luz, fecundó con su riego el árbol
que ha criado para Él, le hizo le,·antar la frente

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al cielo y le ba coronado de flores, flores de verdad
y de amor que en su inefable misericordia espera-
mos no se agostarán .
Las revoluciones del alma se asemejan en sus
efectos á esos cataclismos que observamos en el
mundo físico. Bueno es que la naturaleza, somía
siempre cubierta de hermoso manto ele Yerdura y
bajo brillante cielo, mas en ocasiones es mejor,
conforme al plan divino, que una tempestad arra-
se la fértil campiña y la abundante mies, para que
se avigoren los gérmenes, se limpien las fuentes y
broten en toda parte la luz y la vida, como en per-
petua primavera.
Estamos ciertos de que el señor doctor Lamo
rectificará sus conceptos, y que en todo quedará
de acuerdo con nuestro excelente amigo seiior
rlocior D. Francisco .Javier Zaldúa, alma encendi-
da en el fuego del amor divino, y en santo celo por
la gloria de Dios, como la de los prhneros cristianos,
quien bien aposesionado de nuestro artículo ha ca-
lificado, con firmeza desusada y laudable, de hetero-
doxo, falso, erróneo, mal sonante, y ofensivo á los
oídos piadosos el di curso del doctor Valenzuela;
ba confirmado con su autoridad la pureza de nues-
tra intención ; no ha hallado en nuestras palabras
nada ofensivo á personas ni {L Colegios, y nos. ba
alentado r~l reconocer que hemos hecho uso de un
derecho y cnmpliclo con un sagrado deber.
~\.. la YOZ del eximio Censor eclesiástico del Ar-
zobispado ba unido ht snya el señor doctor D. José
.Toaquín Ortiz, soldado Yeterallo de la cansa cató-
lica, espíritu homaclo y corazón pmo, donde el sen-
timiento poético compite en Yigor y en gallan1ía
eon la entereza y elevaciúu de su fe religiosa .
.A continuación publicamos la carta que dirigi-
mo · al selior doctor Zaldúa y al señor doctor Or-
tiz y la contestaeión que nos l.Jan dado. A ambos

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a.gradecemos de corazón la rectitud ele sus concep-
tos y la benevolencia con que nos lJan tratado.
También insertamos la contestación del ejem-
plar sacerdote y amigo doctor Lamo. Bien sabe-
mos que sus afirmaciones son fruto de una con-
ciencia lJomada, así como lJarto inmerecidos de
nuestra parte los elogios que nos hace.
Por último, lamentamos que los recursos apa-
sionados ele que la diatriba pestalozziana se ha
servido, no se compadezcan con los calificativos
altamente honrosos para, el Colegio qne constan
en la carta del señor doctor Lamo.
Para terminar consignaremos una gran Yerdad
confirmada por h historia y por la experiencia
diaria.
Quien lJa deseado tener próspera navegación,
aunque sea por pmo entretenimiento ú solaz, ja-
más lJa confiado la nave á quien pueda llevarla
por ocultos anecifes 6 peligrosas conientes.
La Yenlad católica es úna: ella ha de informar
con su prodigioso espíritu hs ciencias y las artes,
la literatura y la industria, el hogar, la escuela y
la vida política y social.
Do aquí que sea ernpeúo Yano el buscar cienúia
6 literatura sa,nas donde los princirJios son inarmó-
nicos con la verdad católica:
.Bonwn est ex integm causa.
Yed aqní las cartas:
Bogot:í, ::llarzo 22 de 1890.

Mi estimado doctor y amigo :


Dígnese :Su :Seüoría darme una respuesta soure estos
puntos :
1" Si el discurso leído por el seüor t1octor Teodoro
Valenznela en la sesión solemne del CoiPaio Pestaloz-
ziano, c!·lchrada el 11 tle SoYiemhre 1lel aüo pasado,

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cuya censura publiqué bajo mi firma en el número de
EL ÜRDEN correspondiente all? de lVIarzo, es ortodoxo,
6 al contrario, contiene los errores indicados y refutados
por mí;
2'? Si hay en mi escrito alguna palabra 6 frase que dé
á comprender que en aquel establecimiento no se enseña
Religión ;
3? Si por el conocimiento que Su Señoría tiene de ruí
cree que yo me propusiera causar mal á ese Colegio, al
refutar dicho discurso, ó si no tuve otro interés que el
que debe tener todo católico de. defender la verdad reli-
giosa cuando quiera que errada é injustam ente se la
ataque, interés que siempre me ha movido cuando he
tomado mi pobre pluma para propaga r y defender esa
verdad.
Presento á Su Señoría mis excusas por esta exigencia.
El testimonio de Su Señoría lo recibiré con especütl
satisfacción, tanto porque ser:í inspirado por la verdad,
siempre pura en los labios de Su Señoría, como por la
alta cuanto merecid a posición de que Su Señoría goza
en el Clero de Colombia y entre todos los que, como yo,
admiran sus virtudes y su saber.
Con sentimientos de· alta consideración me suseribo
tle Su Señoría muy atento servidor y amigo,
GABRIE L ROSAS.

Bogotá, ~fflrzo 22 ele 1890.


Se11or doctm· D. Gabdel Rosas.
1\-lny estimado amigo.
Acabo de recibir su estimable carta de hoy, y tengo
el gusto de conte~tarle á las pregunta s que en ella me
hace.
Por lo que concierne á la primera, diré á usted : el
discurso que pronunció el señor doctor Teodoro Valen-
zuela en la sesión solemne del Colegio Pestalozziano, ce-
lebrada ell7 de ~oviembre del año pasado, es hetero-
do.x:o, porque sostiene doctrinas contrarias al dogma de
la Iglesia Católica, r en él aparecen proposiciones que
los teólogos llaman e1T6neas, heréticas, male sonantes
piis aul'ibus o.ffensiwe, etc. '

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-2D-
Por lo que respecta á la segunda, no hay, en mi con-
cepto, ni una palabra ó frase en su refutación que dé á
comprender que en el Colegio Pestalozziano no se ense-
ña la Religión Católica; así como tampoco puede juz-
garse ue la ortodoxia del Colegio porque en los certáme-
nes se haya pronunciado un discurso contra Jos uogmas
de la sacrosanta Religión que profesa ; antes bien, todos
los que hemos leído su refutación hemos creído que el
discurso se pronunció á pesar y contra la voluntad de
las señoras Directoras, en el supuesto de que el señor
Valenznela no hubiera sido designado para pronunciar
el discurso reglamentario.
Finalmente, por el conocimiento que de usted tengo
hace muchos años, puedo asegurar que usted, al refu~r
el discurso en cuestión, no ha tenido intención de henr
personalidades, ni ha escrito contra Colegios. Ha proce-
dido en virtud de un derecho y en cumplimiento de un
sagrado deber; deber y derecho que tiene todo hombre
que está en plena posesión de la verdad de combatir
el error donde lo encuentre.
Dejo así contestada su carta y me suscribo de usted
muy atento seguro servidor y amigo,
FRANCISCO J. Z.A.LDÚ.A..

En términos semejantes escribimos al señor


<loctor I)amo, pero agregamos el puuto que nos
contesta en el artículo 4?:
Bogotá, Marzo 20 de 1890.
Se1ior doctor D. Gabriel Rosas.
Mi estimado doctor y amigo.
Me es grato responder á usted ingenuamE>nte á los
puntos anteriores, como sigue:
Al 1 ~ El discurso del señor uoctor Valenzuela no es
ortodoxo y contiene los errores inuicados y refutados por
usted.
Al 2~ El escrito de usted claramente no inuica que
no se enseñe Religión en el Pestalozziano; empero, hay
en él frases, omisiones y cierto indiscreto modo de re-
futar, que ha podido hacer creer á no pocas personas
que es malo aquel excelente Colegio.

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AI 3° Por el conocimiento que de usted tengo, de su
educación :r de sus virtudes, no creo que usted se propu-
siera, al refutar el discurso del doctor Valenzuela, una
acción mala, cual seria el querer denigrar el buen nom-
bre y catolicidad del Colegio Pestalozziano; por el con-
trario, salvan<1o lo que me lw permitido notar á usted,
juzgo que no ha moYido á usted ningún interés torcido,
sino su amor á la .-erdad y al celo con IJUe 1lesde que la
conoció la ha defendido: amor y celo que han hecho á
usted acreedor á mu,v rlistinguido puesto entrt• nuestros
ilustres apologistas.
Al 4? Por tanto, )' no obstante lu que eu mi segunda
respuesta me tomé la liLertarl de hacer notar á n~trd-y
lo cual nunca ereeré hayu sido hecho por usted con in-
tención malé>ola,-no incluyo {~ usted ni ha sido mi
pensamiento inclnirle entre las gentes, ú mal informadas
ó mal intencionadas, que andan propagam1o errados con-
ceptos sobre d Uolegio Pestalozziano, sino I[UC con di-
chas palabras me refiero á 11uieues, ó por no conocer bien
aquel distinguido Colegio 1 ó por odio ú las sanas ideas
que constaotemente se incnlcan en él, se han YaJido de
algunas frasesillas del escrito de ustctl para har;erle la
guerra y desprestigiarlo.
Por lo demás, estoy seguro de que usted, como sincero
católico y amante de las letras y de las artes, apreciará
el Pestalozziano como yo lo aprecio, sabiendo, como sabe,
que en él no se enseña naüa !l1alo, sino que, por el con-
trario, fuera de otros muclJOs y útiles conocimientos que
en él se adquieren, se inculcan también nue&tras sanas
ideas y se ensefla {~ amar y llefender á S uestru Señor
Jesucristo.
Agradeciendo las consideraciones é inmerecido apre-
cio que me manifiesta, y esperando que usted hallará
esta contestación como ht deseaba, me suscribo muy
atento seguro servidor y amigo de usted,

ÜCTAYIANO DE J. LAMO,
Pres!Jítero.

La contestación del sefior doctor Ortiz es como


sigue:

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- 31 -

Bogotá, 24 de l\larzo de 1890.


Sefio,· D. Gab1·iel Rosas.
Muy estimado amigo.
El discurso leído por el señor doctor D. Teodoro Va-
lenzuela en el Colegio Pe~talozziano, ellí de N oviem-
bre último, que he leído impreso, contiene todos los
errores que anota usted en su artículo publicado en EL
ÜRDEN y algunos otros; y es, en este sentido, hetero -
doxo.
No he hallado en el escrito de usted en EL ÜRDE.'
ni una sola palabra que dé ÍL entender que en aqnel Co-
legio no se enseiíe Religión.
Conozco cí usted desde niño, y no creo que usted se
propusiera causar mal al Colegio Pcstalozzia no. Oreo
que usted en su escrito ejercitó sólo el deber de todo ca-
tólico en defensa üe la Religión.
Quedo de usted, como siempre, afectísimo amigo,
.q . h. s. m.
JOSÉ JO.A.Ql:IÍN ÜRTIZ.
:Muestras sou éstas, lectores, d.e las armas e;ou
que se lucha en el campo d.a la justicia, de la ver-
dad y del honor cristiano.
Bogotá, l\'Iarzo 23 de 1890.

©Biblioteca Nacional de Colombia

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