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¿Es posible intervenir o cambiar algo en nuestro entorno?

La pregunta planteada no es sencilla en ningún sentido. La perspectiva desde la que se


plantea tampoco lo es. La pregunta se sitúa desde la filosofía, por lo que para decidir si es o
no posible y cómo podría hacerse, habría de divisarse una respuesta a la siguiente pregunta:
¿qué es la filosofía y qué relación tiene el filósofo con la sociedad?

La idea que tengo de la filosofía tiene como punto central que es una actividad, lo cual implica
un modo de vida peculiar, porque lo que busca la filosofía es el saber por el saber. Siendo
así, el filósofo no se enfrenta a problemas, no resuelve problemas, pues hacerlo impone una
dificultad para el saber por el saber, es decir, que al resolver un problema se impone un fin
distinto al saber. Sin embargo, dada su condición de actividad y que ella sólo puede ser
realizada por un hombre racional, ella implica una cierta praxis. Es decir, el hombre que hace
filosofía no deja de ser hombre ni deja de estar atado a la vida mortal que incluye ciertos
instintos.

La filosofía siempre está en tensión con las prácticas políticas y sociales, pues la búsqueda
del saber hace aparecer al filósofo como alguien distinto de aquellos que buscan el bien de la
sociedad, hacer política o mantener su vida. La vida contemplativa es de una naturaleza
distinta que necesita entrar en contacto con una comunidad. Dada la naturaleza de ambas,
filosofía y sociedad siempre se encuentra en un conflicto constante.

Ahora, si respondemos parece que el filósofo no debe hacer nada al enfrentar los problemas
sociales, pues ello lo aleja de su búsqueda por la verdad. Además, que el filósofo haga algo
por su comunidad, implica la idea de que la filosofía es un bien para la sociedad, y que como
tal debe aportar siempre cosas buenas, tener productos buenos para ella. Para que la filosofía
pueda aportar algo bueno a una sociedad, primero la filosofía debe ser claramente un bien
para ella. No obstante, es posible notar casi de manera inmediata que ello no es así, que la
filosofía rara vez es vista como algo bueno, algo de interés común o algo donde depositar
las esperanzas para el bien de la comunidad.

Ello parece dejarnos en un muy desolador panorama, pero ¿a quién le corresponde combatir
los problemas políticos? Una respuesta posible es que le corresponde a la sociedad que
conforma la política. Todo hombre que participe de una sociedad debe buscar de cierta forma
el bien común, y por lo tanto, buscar resolver los problemas que a su comunidad afectan. Con
ello, podemos comenzar a tener ciertas acciones políticas, tener injerencia en nuestra
comunidad. Pero ello no es en nombre de la filosofía, sino en nombre de la humanidad que
me conforma. La filosofía no pertenece a lo social, su actividad no puede hacerse en público,
porque le pertenece al individuo que somete su pensamiento al examen último de la verdad,
y ello sólo puede hacerse en soledad. Pero dado que el filósofo es humano, y nada de lo
humano me es ajeno, puedo buscar libremente el modo de causar un bien a la comunidad en
la que me encuentro, notando que ello no tiene relación con la filosofía y su actividad.

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