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1/3/2018 Mercedes de Francisco, psicoanalista: “El amor es una elección absolutamente inconsciente, no eres dueño en tu elección” - La Casa de la…

La Casa de la Paraula · Llibreria virtual

ENTREVISTA

MERCEDES DE FRANCISCO, PSICOANALISTA:


“EL AMOR ES UNA ELECCIÓN
ABSOLUTAMENTE INCONSCIENTE, NO ERES
DUEÑO EN TU ELECCIÓN”
11 DESEMBRE 2013 | LA CASA DE LA PARAULA | DEIXA UN COMENTARI

Marta Berenguer. Barcelona. Diciembre 2013.


La música, el cine y la literatura han escrito páginas y páginas sobre el amor. El amor siempre tiene algo de
enigmático. ¿Por qué elegimos amar a quien amamos? ¿Lo elegimos de manera consciente? La psicoanalista
lacaniana Mercedes de Francisco parte de estas y muchas otras preguntas para presentarnos ‘Un nuevo amor’, un
libro que el lector puede hacer suyo a medida que se adentra en sus páginas. Una lectura que no necesariamente
tiene porque ser lineal, cada capítulo tiene su autonomía y a la vez forma parte de un universo que nos interroga
sobre el amor y también sobre nuestra forma de amar. Sus múltiples referencias literarias y cinematográ cas

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empujaran a buen seguro a los lectores más inquietos a encontrar o descubrir escenas de películas y fragmentos de
libros que intentan atrapar o acercarse a aquello de imposible que tienen las relaciones entre hombres y mujeres.
Desde La Casa de la Paraula hemos querido entrevistar a su autora que presentó su libro el lunes dos de diciembre
en la Biblioteca del Campo Freudiano de Barcelona. En la entrevista conversamos sobre este nuevo amor que ella
nos propone a través de la enseñanza del psicoanalista Jacques Lacan, su propia experiencia analítica y las
palabras que escucha en su clínica. Hemos intentado encontrar alguna respuesta. No todas, por supuesto. Eso
sería otro imposible, otra ilusión.

Sí, es una marca que además en la niñez tienes presente siempre pero a la
que no das ningún valor especial. Es un tema que se comenta, se hacen
chascarrillos, tu misma haces chistes. Una cosa buena que tiene es que es
una fecha señalada con lo cual todo el mundo se acuerda de ella. Eso es
muy bueno para que te feliciten el cumpleaños (risas). Aunque siempre te
encuentras con eso lo vives como algo que no tiene importancia y que
deviene muy cotidiano, sin darle ningún valor. Fue en el trabajo analítico
donde eso tomó otro sesgo. Lo hizo, además, de manera imprevista.
Empecé a trabajar, a interesarme por ciertos textos. Estos temas los leía
con un interés mayor. En un momento me encontré con la lectura del
homenaje de Lacan a Marguerite Duras –en Otros escritos– me interesó
mucho por como ella aborda estos temas hasta que en un momento dado
me di cuenta que había algo de esa marca de nacimiento que yo había
Fuente de la imagen: blog de Juan Carlos pasado por alto pero que estaba ahí. Ahora puedo decir: algo debe tener
Pérez Jiménez del Instituto del Campo
que ver mi interés por este tema al que siempre estoy dándole vueltas
Freudiano de Granada.
con este dato absolutamente casual, azaroso. Cuando escribí ‘Un nuevo
amor’ pensé que seguramente hay algo de esta marca que
inevitablemente ha tenido su peso. En el pequeño preámbulo que he titulado “Sin ton ni son” también
cuento mi interés por el nombre y por la cifra. Para mi siempre fue muy enigmática la letra. Cuando de
niña, ya de muy pequeñita, todavía no sabía leer para mí era un enigma: ¿Qué era eso? ¿Qué eran esas
formas que querían decir algo y que yo no podía captar?. Todas esas cuestiones me llevaron a darle
vueltas a todo esto, también a la cifra de un cumpleaños o a un nombre. Y así, devine analista.

¿Cómo han ido cambiando a lo largo de la historia las formas del amor?

Como plantea Lacan, existe una envoltura formal del síntoma. El amor también tiene una envoltura formal
que a lo largo de las épocas ha ido variando. En realidad hay algo transversal, hay algo que atraviesa el
amor que no ha variado, se mantiene y se trata de ese punto fundamental y más esencial que nosotros [los
analistas] abordamos. De esas formas que han cambiado a lo largo de la época quedan restos, no es que
desaparezcan, se van quedando unos sedimentos. Eso ocurre por ejemplo en el amor cortés, este amor
imposible como el de Romeo y Julieta. La mayoría de las películas de amor ya muestran esta cuestión de
la imposibilidad. El otro día estaba dando una charla a jóvenes de 20 años, estudiantes de derecho, para

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hablar del amor y el capitalismo. Les comenté que fueran diciendo cada uno qué de nición tenían en su
cabeza de lo que podía ser el amor. Me hizo gracia porque fui anotando en la pizarra sus de niciones y
empezaron a salir las que ya encuentras en ‘El Banquete’ de Platón: uno decía que el amor era una cuestión
de interés, el otro que el amor era una cuestión de hacer de dos uno, etc. Yo les dije: no sé si lo sabéis pero
entre todos hemos conseguido que surjan los temas que ya hace 2.500 años aparecían para hablar del
amor. La in uencia platónica es evidente.

Pero contestando a tu pregunta es verdad que lo que


realmente ahora es un poco distinto es que el discurso
capitalista no da la posibilidad de una nueva forma de amor
lo que hace es tocarlo en el sentido de su valor. El valor del
amor ha quedado sesgado, reducido a términos
contractuales. Se trata de hacer una serie de explicaciones
neurogenetistas del amor. Se transforma en una mercancía,
como casi todo, igual que ocurre con los cuerpos o los
sujetos. Lo que todo eso provoca es una afectación del
amor, una desvalorización, una degradación entre
comillas. Por eso ahora habrás visto las numerosas publicaciones de sociólogos o lósofos que se ocupan
de este tema. Hay una preocupación por esta afectación que para todos, o casi, es un problema.

Hace unos días leyendo la prensa me encontré esta frase: “cientí cos alemanes desarrollaron una
sustancia basada en la “hormona del amor” que aseguraría la delidad del sexo masculino”. ¿Los delirios
sobre el amor también existen en nuestra contemporaneidad?

Está muy bien como planteas la pregunta porque una cosa es el delirio de amor -que también lo hay- y otra
cosa es el delirio sobre el amor. Esta frase creo que es más bien un delirio pseudo-cienti cista muy acorde
con el capitalismo. En un capítulo del libro hablo, precisamente, de un tema que se le acerca mucho: la
psicología evolutiva. En el diario El País publicaron hace dos o tres años una noticia sobre unos
experimentos con topillos de campo. El experimento consistía en comparar dos grupos para averiguar
cuales eran más eles y porque. Es esa idea de “animalizar” al ser humano, al hombre, a la mujer. Tomar el
modelo animal y aplicarlo. En eso hay, evidentemente, un error y claro está, un delirio. Suena muy chistoso
pero es un discurso que va calando.

¿Por qué crees que este tipo de discurso, aunque pueda sonar casi a broma, cala tan profundamente?

Cala sobre todo porque cada uno de nosotros nos tenemos que enfrentar a eso que, más allá de cada
época, es transversal. Se trata de lo que Jacques Lacan plantea muy bien: hay algo de imposible en las
relaciones entre hombres y mujeres que tiene que ver con su manera de gozar y con su sexualidad. Ante
eso el amor es una suplencia, una construcción que tiene que ver con la cultura, con la palabra, con el
lenguaje. El problema aparece cuando nos cuesta afrontar esa imposibilidad. Te enamoras de alguien y

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existe como un momento de ilusión en el que parece que eso imposible se ha hecho posible. Pero al mismo
tiempo se empieza a captar la cuestión de esa imposibilidad, de que no hay ese acuerdo, ni esa
complementariedad, ni ese hacer de dos uno, ni esa armonía. Frente a eso este discurso pseudo-
cienti cista viene fenomenal. En lugar de pensar o entender qué hacer, hacerse preguntas: ¿Por qué los
hombres tienden a cierta manera en su sexualidad? o ¿Cómo se enfrentan ellos a lo femenino? Pues no,
vamos a encontrar una hormona que los haga eles.

¿Sería como pasar gran parte de la responsabilidad de eso en lo que el sujeto está implicado a una causa
externa?

Claro, por supuesto. En el caso de los hombres, pero también en el caso de las mujeres. Se quiere tratar
siempre de que sean como no son. Lo que los hombres se juegan en la sexualidad y lo que se juegan las
mujeres es distinto. Esa diferencia radical es la que hace imposible la complementariedad. A pesar de
ello las relaciones siguen siendo posibles por los lazos amorosos. Si no andaría cada uno con su goce. Una
tendencia que, por otro lado, ocurre cada vez más.

¿Cuándo dices goce qué quieres decir?

Lacan tiene una de nición de goce muy interesante. Uno goza de su propio cuerpo, son esos
acontecimientos en el cuerpo. Estamos tan afectados por la palabra que ya no podemos ser como los
animales.

Como decía ya muy tempranamente Lacan es ese goce que


experimentamos en el cuerpo y no es nada homeostático,
tiene que ver con el exceso, con el gasto. Ese goce primero
es singular para cada sujeto, es diferente en cada uno. Y
después, claro, hay una marca distinta si uno está en una
posición masculina o si está en una posición femenina. Éste
es un tema importante porque la presencia del cuerpo
femenino en el mundo, esta diferencia y esta relación con el
cuerpo marca, introduce una alteridad que siempre ha
estado presente y siempre ha habido mucha di cultad en
cómo tratarla. Eso es muy palpable en la historia de las mujeres, por ejemplo. Ahora estoy releyendo ‘El
segundo sexo’ de Simone de Beauvoir en el que se habla de cómo el derecho trató la cuestión de las
mujeres. El hecho de lo femenino en el mundo implica una alteridad. Y no sólo para los hombres, también
para las propias mujeres. Lo que pasa que no es lo mismo que una mujer con el cuerpo que tiene que portar
se enfrente con esa alteridad a un hombre que a su vez está en relación con otro cuerpo. Lacan habla en su
seminario ‘Encore’ [Aun] del goce de lo femenino en el sentido de algo que algunas mujeres sienten pero
que no pueden terminar de decir. Eso es lo imposible de pasar a la palabra. El goce masculino tiene mucha
mayor referencia al órgano, su goce es mucho más parcializado. Su forma de elección o de causa de deseo

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es mucho más fetichista. También por eso se plantea que en el caso de un hombre es mucho más fácil que
sustituya a su partenaire. Para un hombre el amor va por un lado pero el deseo y la sexualidad pueden ir por
otro.  El hombre, en principio, no goza a través del amor como puede hacerlo una mujer. Eso no quiere decir
que los hombres no amen, pueden amar y mucho. Sin embargo, para la mujer su goce sexual está muy
enlazado al amor, a ser amada, a amar. Esta diferencia ya marca un problema porque un hombre puede
amar realmente a una mujer, mantener intocable el amor y sin embargo puede tener una relación con
otras.

¿El amor y el deseo están divididos? ¿Se pueden dar simultáneamente?

Se pueden dar simultáneamente y también se pueden desconectar. Con los pacientes, en la clínica se ve
claramente cuando te hablan de sus situaciones de pareja. La sociología incluso para este tema ya se atreve
a poner cifras y todo: a los cinco años la pareja ya empieza a entrar en “crisis”, dicen, por ejemplo. En el libro
comento que una ministra alemana propuso de cara al matrimonio crear una especie de contrato de cinco
años porque transcurrido este tiempo se veía que la cosa empezaba a aquear. La ministra proponía que ya
que los sociólogos dicen que dura cinco años, pues hagamos contratos matrimoniales de cinco años y
gastemos menos en divorcios (risas). Bromas aparte, es verdad que hay algo del deseo en las relaciones
amorosas que con el tiempo puede empezar a aquear. Y tiene que ver con todas estas imposibilidades que
se ponen en juego a pesar del amor.

Aunque dos personas se amen mucho hay algo de la


imposibilidad de coordinar la complementariedad en esos
goces que va a afectar al deseo. Ahora bien, si un sujeto ha
podido analizar ciertas cuestiones está, al menos, más
advertido y puede llegar a tener cierta comprensión de la
imposibilidad. Como decía Lacan: aunque no lo parezca
“todos tenemos la experiencia de que la relación sexual es
imposible” lo que pasa es que luego se necesita
comprenderlo. Todo el mundo si hurga un poco en su
historia se da cuenta que eso está allí.

Por otro lado lo que sí que existe es la presión social ante este tema que no acepta esta imposibilidad
estructural. Para ponerte un ejemplo, hay ahora un anuncio para los hombres que tienen eyaculación
precoz. Lo anuncian dos cerillas. Una se prende antes que la otra y la otra se queda como apartada. En la
siguiente imagen –se entiende que después del tratamiento- las dos se prenden a la vez. Está muy bien
pensado por los publicistas. Esto evidencia que todo el tiempo, todos los mensajes publicitarios y los
mensajes sociales nos hacen creer que esa imposibilidad no existe. Vas a la terapia sexológica, vas a hacer
esto para resolver el tema de la erección, vas a lograr que esas diferencias en la manera de gozar, esa
diferencia que introduce lo femenino, no esté. Pero esas diferencias existen, no es posible la
complementariedad, insistir en este tipo de mensajes provoca una frustración permanente.

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¿Aunque existe ese imposible, se puede lograr amar de una manera digna?

Claro. Lo imposible es la relación sexual en el sentido de complementariedad, de hacer de dos uno. Amar
no es imposible. Cuando el sujeto más sabe de estas cuestiones y las puede  entrever es más probable que
el amor con el otro tenga un lugar más digno, que ponga esta imposibilidad en su justo lugar y no se
convierta en una impotencia. El problema de no afrontar la imposibilidad, de no hacer la experiencia de
esta imposibilidad, de no vivirla y aceptarla de alguna manera, es que eso se transforma en un discurso de
la impotencia: se ha fracasado, se es impotente, la pareja no salió, no se logró encontrar la pareja que
convenía, etc.

Supongo que no es lo mismo un nuevo amor que un amor nuevo. Cambiar de partenaire no garantiza
tampoco que sea posible. ¿Por qué has titulado este libro ‘Un nuevo amor’?

A veces es inevitable cambiar de partenaire porque con esa persona no se puede jugar el juego que uno
elige inconscientemente. Eso son cuestiones más complejas. Pero no, no se trata de que cambiamos de
pareja. No se trata de que terminamos con una, empezamos con otra y entonces esto va a resolver el tema.
Sino se cambia el paradigma, se va a seguir repitiendo. Lo que probablemente pase es que al principio sea
algo bueno, empezamos, es el momento álgido del amor, ese momento ilusorio en el que, como plantea
Lacan, creemos que esta relación imposible sí que es posible. Pero ese momento es temporal, desfallece y
volvemos a encontrarnos con los mismos síntomas, las mismas cuestiones una y otra vez. Entonces no se
trata de un amor nuevo sino de un nuevo amor, es decir, de una nueva forma de amar.

Todas las formas históricas del amor que plantea Lacan en


sus recorridos, son formas de tratar esta imposibilidad pero
olvidándola, alejándola. El amor cortés es el que más cerca
está de poner en primer plano lo imposible, pero pone fuera
esta imposibilidad. Los amantes no pueden encontrarse
porque hay algo externo que se lo impide: las
circunstancias, la sociedad, las familias. Cuando dice Julieta
a Romeo: “cámbiate el nombre. Si así fuera quizás nuestra
amor podría ser posible”. ¡Pues ni por esas!

Ahora que citas a Romeo y Julieta. Hay una frase de Julio Cortázar en ‘Rayuela’ que dice:  “Lo que mucha
gente llama amar consiste en elegir una mujer y casarse con ella. La eligen, te lo juro, los he visto. Como
si se pudiera elegir en el amor, como si no fuera un rayo que te parte los huesos y te deja estaqueado en
la mitad del patio. Vos dirás que la eligen porque la aman, yo creo que es al revés. A Beatriz no se la elige,
a Julieta no se la elige. Vos no elegís la lluvia que te va a calar hasta los huesos cuando salís de un
concierto.”

¿El amor es un encuentro contingente? ¿De qué depende ese encuentro?

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Es genial esta frase de Cortázar. Está bien planteado su cuestionamiento de la elección. Pero claro es tan
poética que todo lo que diga a partir de ahora va a ser para destrozar esta magní ca forma de hablar del
amor. Por eso me cuesta. Creo que cuando dice que no se la elige es en este sentido de creer que uno elige
a alguien conscientemente, que es una elección consciente, que es el ‘yo’ el que elige. No se trata de ese
tipo de elección, es una elección absolutamente inconsciente, no eres dueño en tu elección, en eso estoy
totalmente de acuerdo con Cortázar.

Por eso en el primer capítulo del libro cuando comento la frase de Philippe Sollers en la que dice que “el
amor es clandestino” es en este sentido. Hay algo absolutamente no sabido en el momento que eso
ocurre. El sujeto no lo tiene en su mano, ni lo puede manejar, ni lo puede elegir como quien elige
comprase un IPhone o un coche. Y es precisamente en esta época donde se pretende pensar la cuestión
de la elección amorosa de esta manera, como quien elige un sofá. Por eso es muy interesante como
Cortázar lo expresa: “creen que la eligen y luego la aman, cuando en realidad es un rayo que te parte”. Este
tema hay que separarlo de lo matrimonial porque es a partir del siglo XVIII-XIX cuando se empieza a juntar
amor y matrimonio. Hasta ese momento el amor era una cosa y el matrimonio era otra. A veces el sujeto
cree que está enamorado y a veces, simplemente, va a seguir los cauces que le indican los años o la
sociedad. Se encuentra y se junta con una mujer o con un hombre a quien quiere, quizás no
exageradamente pero tiene una familia y ahí sigue. El amor puede ser de muchas manera, no digo que el
amor tenga que ser siempre una cosa.

A donde apuntan muchos sociólogos en la actualidad es


precisamente a indicar que la que está tocada es la
intensidad del amor. Algo que verdaderamente es un rayo,
que produce un verdadero cimbronazo a un sujeto. Por eso
Lacan incluso decía que “el amor es lo que permite cambiar
de discurso”. En el caso de la relación analítica, por ejemplo,
hay algo de ese amor. Hay algo del amor en la relación con
el analista, lo que en términos psicoanalíticos nombramos
como transferencia. Freud decía que esta relación es un
amor de pleno derecho, es un amor sin la cuestión de los cuerpos, justamente, dejando fuera el encuentro
sexual. Es un amor de pleno derecho y por tanto una experiencia. La intensidad de esa experiencia es lo
fundamental y es lo que le permite al sujeto cambiar de discurso, pasar de un discurso a otro,
verdaderamente un viraje. Cuando un analizante viene y te va contando como está con una pareja en la
actualidad y de repente dice: bueno pero hay una historia que tuve que fue terrible, desastrosa. Y resulta
que la historia desastrosa terminó mal o como sea, pero es esa historia lo que le tiene totalmente
enganchado desde hace años y cualquier cosa que aparezca va a quedar tocada por eso. Para que ese
sujeto pueda seguir en su vida encontrándose y volviendo a amar, tiene que ver qué se trató allí, tiene que
ver qué pasó con ese rayo que le partió. Quizás de eso no quiere saber nada, porque ya lo terminó, fue
desastroso, mejor pasar página, me voy a otra experiencia… Pero pueden pasar muchos años, llegar a ser

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una persona mayor y de repente darse cuenta que todo eso que vivió, en realidad, tiene mucho que ver con
eso qué tiene pendiente desde los 20 años, de los 30, desde que aconteció.

¿Qué aspectos del sujeto tienen que ver con la elección amorosa? ¿Por qué elegimos a quien elegimos
como partenaire? ¿Qué papel juega nuestro inconsciente en eso?

Por ejemplo las marcas de cada sujeto tienen un papel importante. Pero la elección se trata más bien de
una mezcla. Porque por un lado está el encuentro, hay algo azaroso, y luego existen las determinaciones
inconscientes. Esas determinaciones marcan mucho. Lo que pasa es que hay elecciones que van por el lado
de las determinaciones edípicas: el papá, la mamá. Y hay otro lado de la cuestión, que es un poco distinto,
que es lo que justamente hace que este nuevo amor sea de otro orden. Que ya no tiene que ver con las
determinaciones edípicas, sino que tiene que ver con esa marca singular e irrepetible del sujeto, con esa
respuesta que uno ha dado a la imposibilidad. Cada uno de nosotros nos hemos encontrado con esa
imposibilidad, la hemos captado, la hemos vivido y entonces respondemos construyendo algo de una u otra
manera. Con esa construcción vamos por la vida. Lacan dice en ‘Encore’ [Aun] que se trata del encuentro
entre dos exilios. Mi marca del exilio de la relación sexual encuentra una sintonía con la marca del exilio de
la relación sexual del otro. No se sabe muy bien porque ocurre así, pero no es con cualquiera que eso
sucede. Y ahí está la diferencia por ejemplo entre el amor y el deseo. Uno puede desear y puede cambiar de
un objeto a otro.

El deseo tiene muchas posibilidades de sustituir un objeto


por otro, por eso el capitalismo va muy bien, te dan un
Iphone3, y después quieres un 4 y un 5… Como dice Lacan
se trata de una metonimia, va de uno a otro, de uno a otro.
¿Pero cuándo se ja ese deseo? ¿Por qué con uno ese deseo
se transforma en amor? ¿Por qué con esa persona y no con
otra? Ese es el punto milagroso de la transferencia, del
amor y también es su punto enigmático. Por eso ese
encuentro tiene que ver con la marca, con la marca singular,
ya no tanto con las determinaciones edípicas que es más
fácil que caigan en la dependencia. La marca singular de cada uno es la que es más difícil de entrever, de
poder captar, es a lo que Lacan llama sinthome, es decir es ese singular de cada uno, es una manera de
respuesta de cada uno, mucho más ja y que insiste en escribirse de la misma manera una y otra vez.

¿En qué contribuye el propio análisis en la posición amorosa? ¿La forma de amar puede transformarse
gracias a un análisis?  

Se transforma. Ocurre con personas que no son psicoanalistas y que ni tan siquiera lo van a ser, vienen a la
consulta y realmente hay transformaciones increíbles. Personas que llegan con una historia, un
matrimonio, y de repente al cabo de un tiempo descubren que estaban ahí por miedo, que estuvieron allí

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pero que no se trata de eso. Y por el camino se encuentran con otro hombre y pueden entrar en otra
sintonía. Aunque con ese hombre ocurren cosas muy distintas y realmente está en juego el amor de otra
manera, vuelven a aparecer las repeticiones, se trata de las repeticiones edípicas que di cultan, que
entorpecen. Por eso el análisis se trata de una escucha para ir despejando todo ese panorama con la
intervención del analista. El sujeto va entreviendo las cosas propias. Quizás se de cuenta de que a lo que
aspira repentinamente deja de tener sentido, o que quiere tener al hombre que le haga caso
continuamente porque sino se tambalea. Esto es muy típico de las mujeres en su posición histérica. Tiene
que ver también con algo de lo femenino porque la mujer necesita un signo del otro para amar. Jacques-
Alain Miller lo trabaja magní camente en un seminario que se titula El partenaire-síntoma.  Para que una
mujer ame está más en juego el signo del otro. El otro le tiene que hacer signo del amor. El hombre, en
cambio, puede amar a una mujer de una vez por todas sin estar pendiente del signo. El hombre no
necesita eso para poder estar, para poder encontrarse con el cuerpo del otro, por ejemplo. La mujer, sí. Por
eso muchas veces las mujeres no quieren tener relaciones sexuales. Pero no porque no les guste o no
disfruten. No quieren tener relaciones sexuales porque les falta ese signo porque no pueden sostenerse en
el encuentro con el otro sin eso. Y te lo dicen de alguna u otra manera: “después que no me hace caso
quiere que tengamos relaciones sexuales”. Al hombre no le hace falta eso para poder desear a la mujer,
estar con ella y tener un encuentro sexual. Para una mujer sí, en ese momento de cuerpo a cuerpo sí. Todo
eso se puede ir entreviendo en la propia experiencia analítica.

¿El amor y el enamoramiento se llevan bien? ¿Se dan siempre de manera sincronizada o no tiene por
qué?

Si la relación sexual es imposible, la pregunta sería: ¿Por qué nos enamoramos? ¿Cómo es que necesitamos
otro cuerpo y a otro? En un momento dado lo necesitamos. Toda la poesía muestra eso. Las canciones
románticas, la literatura, el cine… hay algo en ello de milagroso, de “loco” entre comillas, porque las
pasiones amorosas a veces también pueden ser delirios. La socióloga Eva Illouz dice en uno de sus libros
que el echazo está desapareciendo. Cuando habla de echazo se re ere de alguna manera a la frase que
comentábamos de Cortázar, ese rayo que te atraviesa, eso que yo no elijo, eso que no sabes bien qué es
pero que ocurre. Evidentemente todo echazo tiene un aprés-coup, es retroactivamente, echando la vista
atrás, como se puede ubicar ese primer instante que nos arrebató. En un primer momento se puede tener
una a nidad con alguien y que eso no vaya a ningún lado. Otras veces esa a nidad puede llevar a algo muy
intenso. En el comienzo se puede dar el deseo y luego eso no se transforma en amor, esta transformación
ocurre unas veces y otras no. Por eso es una cuestión de azar y de contingencia. A lo mejor ha pasado por
delante tuyo un hombre a quien hubiera sido magni co amarle y que te amara pero no, aunque haya
habido esto no ha habido nada más después. En las primeras entrevistas los pacientes cuando hablan del
amor o de la pareja es interesante lo que dicen sobre el encuentro. Porque ahí se ponen en juego
importantes claves y ellos mismos se sorprenden de sus propios relatos. A menudo a ese encuentro no le
dan importancia pero cuando empiezan a indagar resulta que tiene más peso de lo que parece. El
encuentro es algo azaroso y también contingente. Tiene que ver con nuestras marcas. Algo que no se
puede escribir, la relación sexual, de repente, contingentemente “cesa de no escribirse” y se tiene la ilusión

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de la posibilidad, de que es posible. Y si de ese instante se pasa a querer seguir escribiéndolo, querer
eternizarlo a través de esa escritura, a no cesar de escribir ese amor. Ante eso Lacan es muy claro: “valentía
ante fatal destino”.

¿Cómo nos explicarías de manera resumida –porque de ello podríamos hablar largo y tendido- como
entiende el amor Freud y como lo entiende Lacan?

Jacques-Alain Miller ha hecho un enorme trabajo sobre estos temas y le agradezco especialmente su
orientación. Tiene un seminario que se titula ‘Los divinos detalles’ en el que habla de esos divinos detalles
que encuentras en el otro. Y nos habla de Beatriz y Dante, del coup de foudre, del echazo. Para mi en ese
seminario Miller hace un trabajo magni co que puede orientar a quien quiera trabajar el tema del amor de
Freud a Lacan. Hace un trabajo sobre los planteamientos freudianos del amor y que saltos dio Lacan. Miller
nos habla, por ejemplo, de como uno ama a quien le supone el saber sobre uno mismo. Lacan da en otro
momento de su enseñanza, en ‘Encore’ [Aun], un salto y claramente se desprende de alguna manera de
Freud de nitivamente. En distintos lugares Lacan va mostrando que incluso en algún momento “hay que
dejar de dormir en el mismo lecho que heredamos de los padres”. En este punto se re ere de alguna
manera a Freud. Hay algo de la idea del amor en Freud que termina siendo un amor que tiene que ver con
la repetición. La repetición que lleva la marca del Edipo. Con ese punto de repetición no hay manera de
salir de las determinaciones, es muy difícil. Por eso Lacan introduce algo distinto. Va a seguir habiendo
repetición pero ésta tiene que ver con una escritura del sujeto, una repetición que tiene que ver con su
marca, con su marca más singular que ya no es dependiente del Otro, que ya no es referida al papá o la
mamá.

Hay momentos en un análisis muy interesantes en los que


el propio analizante se va desprendiendo de su “mito
individual de neurótico”. A partir de entonces ya se trata de
otra cosa. Esto se va haciendo desde el principio, del lado
del analista, el analista interviene para que el sujeto vaya
encontrando esto. No se trata de ir aconsejando nada, sino
con la escucha interviene para hacer aparecer la diferencia
entre esas determinaciones edípicas y lo más propio. Y en
ese momento el sujeto ya no puede volver atrás. Ya no es
que mi papá, mi mamá, mi hermano, mi hermana… es algo suyo, se trata de una invención que cada uno ha
hecho.

En el libro haces muchas referencias al cine y a la literatura. ¿Qué amores del cine o de la literatura
podrían responder a ese nuevo amor del que hablas en tu libro?

Es interesante tu pregunta. Efectivamente en el cine o la literatura vemos o leemos una narración, hay algo
de eso que no se puede captar. Y este nuevo amor tiene que ver con la imposibilidad de decir. Entonces más

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que ponerte un ejemplo de qué película o qué libro serían un ejemplo de este nuevo amor, se trataría más
bien de qué escritor, qué escritores, qué cineastas tratan o pueden encarnar mejor esta imposibilidad. Y
eso depende. Cada uno tiene sus preferencias. No es para darte un ejemplo de este nuevo amor, pero en
‘Los puentes de Madison’, que es una película contemporánea, se nos muestra, por ejemplo, una típica
relación imposible. Imposible no porque ella no se pueda ir con él, se puede ir con él perfectamente. En la
película de Clint Eastwood está el cuerpo y luego está esa decisión entre comillas. Se muestra bien la
diferencia entre su matrimonio, donde ella quiere a ese hombre que, además, es el padre de sus hijos; y
este amor que la parte en dos, que no lo elige, que es un encuentro, que es puro azar y que compromete su
cuerpo. Ahí está este punto fundamental. La película transmite, de alguna u otra manera, que con ese
hombre al que quiere, con el que se va a quedar, con el padre de sus hijos, hay algo del cuerpo a cuerpo que
no la atravesó de esa manera, no tocó ese punto en ella. Creo que quizás hay momentos en las películas,
momentos en las historias donde esa imposibilidad puede mostrarse. Pero se trata de eso de cómo cada
película bordea mejor ese imposible de decir, como cada película o libro logran enmarcar mejor la
imposibilidad.

El amor también tiene algo de dolor y de pérdida.

Ya que introduces este tema de la pérdida. Yo creo que habiendo entrevisto en un análisis algo de esta
cuestión de lo imposible una pérdida en el amor no va a dejar de tocarte el cuerpo, si ha sido un amor
intenso, no va a dejar de tener efectos en tu cuerpo y en tu vida pero no va a ser devastador. El problema es
cuando eso de lo imposible está forcluido. La socióloga Eva Illouz en sus libros, -de los cuales me interesan
sus descripciones de campo más que su visión en la que tenemos opiniones muy distintas-, lo describe bien.
Illouz habla de como todo se ha psicologizado y se cree en una elección como si se tratara de una decisión
consciente y voluntariosa, lo contrario de lo que plantea Cortázar. Se repudia toda la idea de inconsciente
y se trata entonces de elegir bien, como si eligieras el mejor sofá. Y teniendo eso como referencia,
comenta ella, cualquier pérdida en el amor, cualquier historia que termina se acaba convirtiendo en un
fracaso para “el yo”, se termina traduciendo en un fracaso de orden vital. La pregunta es siempre. ¿Por qué
has fracasado? Se centra en el paradigma de que los sujetos no “han sabido hacerlo bien”, no han sabido
elegir, es una mala elección, etc. Pero puede que haya sido una experiencia magni ca, puede haber sido un
amor muy intenso que te deja cosas muy importantes para la vida, una experiencia que te ha lanzado a
hacer otras cosas y te abrió otros campos y, sin embargo, que en un momento dado se termine y tener que
sufrir el nal de eso y aceptarlo e incluso de ahí también sacar consecuencias y encontrar fórmulas. No se
trata de psicologizar la pérdida en el sentido de: igual que viene usted a curarse de la falta de erección o de
la eyaculación precoz, venga usted a curarse de sus malas elecciones, y conéctese en la página de Meetic
que tenemos unos per les estupendos que vienen muy bien para su “yo ideal”. Ese estilo de elecciones
buenas para que la cosa salga bien es una absoluta falsedad, pero sobre esa falsedad se sostiene todo
eso.

Como he comentado antes uno encuentra algo en el otro que tiene que ver con tu propia marca, algo tuyo
lo encuentras en otro, cuando a ese otro lo pierdes te planteas ¿qué hago ahora con esta ausencia? Esto

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1/3/2018 Mercedes de Francisco, psicoanalista: “El amor es una elección absolutamente inconsciente, no eres dueño en tu elección” - La Casa de la…

mío pero que lo había puesto en otro cuerpo. Era con ese cuerpo y no con otro, y eso ya no está. Eso tiene
unos efectos importantes. Y no hay que quitarle nada de su intensidad, ni de su fuerza. Creo que esa
intensidad y ese dolor si uno en su experiencia analítica ha logrado entrever todo esto de lo que venimos
hablando se vive de otra manera, o al menos de mejor manera que si sólo se trata de la pura pérdida y el
puro desconocimiento.

¿Y cómo se llega a descubrir o a descifrar esta marca singular? 

Con un análisis, claro.

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LACAN MARTA BERENGUER

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