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Cielo y tierra
Clase de filosofía de la naturaleza

La contribución griega a la astronomía, la más antigua de las ciencias, fue especialmente


notoria en los siguientes tres ámbitos: a) la mejora de las mediciones astronómicas, b) el desarrollo de
modelos de explicación geométricos para los movimientos estelares, c) el cálculo de las dimensiones
cósmicas. En el primero, los griegos continuaron a partir del punto alcanzado por egipcios y babilonios.
El mejor criterio del progreso realizado en las observaciones astronómicas durante el período
griego es el grado de exactitud alcanzado en la determinación de la duración del año. El año solar de 365
días fue conocido por los griegos a finales del siglo VI a.C. a partir de fuentes egipcias.
Los astrónomos griegos del siglo V a.C. redujeron las antiguas aproximaciones mediante
observaciones de los solsticios en los días más más corto y más largo del año. En el 432 a.C. Metón de
Atenas estimó la duración del año en 365 días, 6 horas, y 18 minutos y 56 segundos, calculo que sólo
sobrepasa en 30 minutos y 10 segundos el valor correcto.
Frecuentemente se subrayan los factores prácticos, y especialmente los económicos, que
condujeron al desarrollo de la investigación astronómica.
Hesíodo, por ejemplo, aconsejo a los granjeros sobre las épocas de siembra, ciega y vendimia
por medio de las alturas de ciertas constelaciones después de la caída del sol o antes del amanecer. Del
mismo modo, el campesino egipcio había aprendido desde tiempos inmemoriales a calcular mediante
las estrellas el comienzo de la inundación del Nilo.
Los cambios en las fases de la luna, la periodicidad de 24 horas de toda la disposición de la
cúpula celeste, con las alternancias del día y la noche que le acompañan, todo este vasto cuadro de ciclos
enteramente recurrentes, despertó la conciencia del hombre antiguo al enorme contraste existente entre
la firme certeza de los cielos y la incertidumbre de la vida humana sobre la tierra.
En ellos encontramos una contraposición doble: la vida humana es única y sólo puede ser
vivida una vez, mientras que en los cielos se da una recurrencia sin fin: el individuo es un juguete de la
suerte, mientras las estrellas obedecen una ley de maravillosa constancia. Este contraste es la fuente de
la fascinación religiosa que mantuvo a la mente humana esclavizada desde los tiempos más antiguos a
los cuerpos celestes y que se expresó como mera divinización de los astros o, de forma racionalizada,
como una llamada a seguir los más mínimos detalles de tales manifestaciones de precisión y regularidad.
Al elemento irracional se añadió el objetivo práctico de fijar las fiestas religiosas mediante un calendario.
En tiempos modernos, el ejemplo mejor conocido es el apoyo oficial concedido por la Iglesia Católica a
las observaciones astronómicas que condujeron a la introducción del calendario gregoriano en 1582.
¿Quién decidió cómo se estructuraban los 365 días que tarda la Tierra en dan la vuelta al Sol?
Actualmente utilizamos en casi todo el mundo el calendario gregoriano, sistema para medir el paso del
tiempo y que tiene su origen en Europa.
El calendario gregoriano es un calendario originario de Europa, actualmente utilizado de
manera oficial en la mayoría de los países. Así denominado por ser su promotor el Papa Gregorio XIII,
vino a sustituir el 24 de febrero de 1582 al calendario juliano utilizado desde que Julio César lo instaurase
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en el año 46 a.C. El calendario se adoptó inmediatamente en los países donde la Iglesia Católica tenía
influencia. Sin embargo, en países que no seguían la doctrina católica, tales como los protestantes,
ortodoxos, y otros, este calendario no se implantó hasta varios años (o siglos) después. A pesar de que
en sus países el calendario gregoriano es el oficial, las iglesias ortodoxas (excepto la de Finlandia) siguen
utilizando el calendario juliano (o modificaciones de él diferentes al calendario gregoriano). El
calendario gregoriano distingue entre: año común (365 días), año bisiesto (366 días y ocurre cada 4
años), año secular (terminado en 00 múltiplo de 100).
El origen de este cambio llegó a raíz de los acuerdos en el Concilio de Trento. El objetivo era
eliminar el desfase producido desde el primero Concilio de Nicea, en el 325. En aquel momento se
fijaron los días en los que se tenía que celebrar la Pascua, y por consiguiente el resto de celebraciones
religiosas. Es decir, lo que se tenía que hacer era adaptar el calendario civil al año trópico.
La unión de ciencia y religión en el enfoque dado a los fenómenos de los cielos se vio alterada por el
método científico, introducido por la escuela milesia en los primeros días de la ciencia griega.
Ya hemos visto que Anaximandro explicó las revoluciones del sol y la luna con la ayuda de modelos
mecánicos y, más aún, Anaxágoras dijo que el sol y las estrellas eran rocas ígneas, atribuyéndoseles
opiniones similares a Leucipo y Demócrito, los fundadores de la escuela tomista, amén de algunas de
las conjeturas de Empédocles sobre los fenómenos celestes tienen también un carácter estrictamente
físico. Pero incluso en esa época la noción religiosa no estaba completamente excluida del pensamiento
científico y, así, la sublimación científica de la divinización astral aparece con renovada firmeza en la
escuela pitagórica, en la que las tendencias místicas y religiosas prevalecieron sobre, y se combinaron
con el punto de vista científico. Del médico pitagórico de comienzos del siglo V a.C. Alcmeón,
Aristóteles dijo en el curso de su discusión sobre la naturaleza del alma: “Alcmeón también parece haber
mantenido un punto de vista similar sobre el alma, él dice que es inmortal porque asemeja a los
inmortales y que dicha inmortalidad le pertenece en virtud de su incesante movimiento, pues todas las
cosas divinas, la luna, el sol y los planetas, así como todos los cielos, están en perpetuo movimiento”.
El movimiento cíclico de los cuerpos celestes exhibe esa combinación de inmortalidad y continuidad es
su forma más pura, dando prueba activa de la divinidad de las estrellas.
Esta relación del alma y las estrellas, tuvo una peculiar secuela en la doctrina de Platón. Su
famosa prueba de la inmortalidad del alma comienza con la siguiente afirmación: “toda alma es inmortal
porque aquello que se mueve perpetuamente es inmortal”.
Aristóteles decía que los hombres deberían ver una prueba de la inteligencia de los astros y de la totalidad
de sus recorridos en el hecho de que siempre reproduce los mismos movimientos y esto porque repiten
desde un tiempo prodigiosamente largo unos actos que ellos han decidido ya en otra época, en lugar de
cambiar de opinión si norma alguna, de variar sin cesar sus movimientos y tener en consecuencia,
revoluciones errantes y desordenadas.
Fue la influencia de Platón la que decidió a favor de punto de vista de que las estrellas son
divinas, y en contra de la tendencia estrictamente fisicista del periodo presocrático. Platón mismo
discutía explícitamente las opiniones de Anaxágoras en el libro decimo de Las leyes: “cuando tú y yo
tratamos de probar la existencia de dioses señalando a esos mismos objetos (el sol, la luna, las estrellas
y la tierra) como ejemplos de deidad y divinidad, la gente que ha sido convertida por esos científicos
afirman qué tales cosas son simplemente tierra y roca, y capaces de ocuparse de los asuntos humanos”.
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En el libro duodécimo Platón repasa sus puntos de vista sobre la existencia de los dioses Y encuentra
dos pruebas: la inmortalidad del alma como resultado del movimiento perpetuo, y el movimiento de los
cielos.
Una vez que Aristóteles aceptó Y dio una base física más amplia, la suerte de la ciencia griega
estaba echada Y la división entre cielo y tierra pasó hacer una parte integrante de la física antigua y el
cosmos griego, situación que seguiría siendo la misma hasta Galileo. Incluso Epicuro, que intentó seguir
los pasos de Anaxágoras y Demócrito y, por tanto, se opuso a los puntos de vista platónicos sobre la
divinidad de las estrellas, mantuvo esa separación aunque con la intención opuesta. Puesto que el punto
de vista aceptado en que el alma y la inteligencia de las estrellas se revelaba en su conformidad a una
ley y en la absoluta regularidad de sus movimientos.
La ciencia moderna nació el siglo XVII cuando se mostró que las leyes de la mecánica terrestre
se satisfacían en el movimiento de los planetas o, en otras palabras, nació con el derrumbamiento de la
barrera que separaba los cielos de la tierra. Esta es la razón por la que la historia de tal separación es
importante a la hora de entender el cosmos como lo hicieron los griegos, tendremos que volver sobre
ello en varias ocasiones, sobre todo al tratar de Aristóteles, que fue quien dio a esta separación sanción
científica y cuya enorme autoridad intelectual contribuyó a preservarla durante casi 2000 años, pero
también saber que Epicuro contribuyo a su vigencia.
El más alto grado de exactitud en las observaciones astronómicas fue el alcanzado por el más
grande de los astrónomos griegos, Hiparco ( 190-120 a.C.). Algunas de sus observaciones fueron
realizadas en Rodas y Alejandría y sus hallazgos formaron la base del compendio de Ptolomeo alrededor
de 300 años más tarde.
A Hiparco Se le considera el primer astrónomo científico. Fue muy preciso en sus
investigaciones, de las que conocemos una parte porque se comentaron en el tratado
científico Almagesto del famoso astrónomo alejandrino Claudio Ptolomeo, sobre quien ejerció gran
influencia.
Sus cálculos del año tropical, es decir, la duración del año determinada por las estaciones, tenían un
margen de error de solo 6 minutos y medio con respecto a las mediciones modernas. Murió en Rodas,
Grecia en el año 120 a.C.

Sólo ha sobrevivido uno de sus trabajos, llamado Commentary on Aratus and Eudoxus el cual
no es precisamente de sus principales labores. Fue escrito en tres libros: en el primero nombra y describe
las constelaciones, en el segundo y tercero publica sus cálculos sobre la salida y entrada de las
constelaciones, al final del tercer libro da una lista de estrellas brillantes. En ninguno de los tres libros
Hiparco hace comentarios sobre matemáticas astronómicas. No utilizó un solo sistema de coordenadas
sino un sistema mezclado de varios tipos de ellas.

Realizó importantes contribuciones a la trigonometría tanto plana como esférica, publicó la


tabla de cuerdas, temprano ejemplo de una tabla trigonométrica, cuyo propósito era proporcionar un
método para resolver triángulos. También introdujo en Grecia la división del círculo en 360 grados.
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En astronomía descubrió la precisión de los equinoccios y describió el movimiento aparente


de las estrellas fijas cuya medición fue de 46', muy aproximado al actual de 50,26". Calculó un periodo
de eclipses de 126.007 días y una hora.

Hiparco también calculó la distancia a la Luna basándose en la observación de un eclipse el


14 de marzo de 190 a.C. Su cálculo fue entre 59 y 67 radios terrestres, el cual está muy cerca del real
(60 radios). Desarrolló un modelo teórico del movimiento de la luna basado en epiciclos.

Otra grande aportación de la relación del cielo y la tierra fue Ptolomeo. Ptolomeo propuso el sistema
geocéntrico como la base de la mecánica celeste que perduró por más de 1400 años. Sus teorías y
explicaciones astronómicas dominaron el pensamiento científico hasta el siglo XVI.

Claudius Ptolemaeus nació en Egipto aproximadamente en el año 85 y murió en Alejandría en el año


165. Sin embargo, se sabe muy poco de él pero, por lo que nos ha llegado, puede decirse que fue el
último científico importante de la Antigüedad Clásica.

Aunque debe su fama a la exposición de su sistema ptolomaico, su saber fue mucho más allá; recopiló
los conocimientos científicos de su época, a los que añadió sus observaciones y las de Hiparco de Nicea,
y formó 13 volúmenes que resumen quinientos años de astronomía griega y que dominaron el
pensamiento astronómico de occidente durante los catorce siglos siguientes. Esta obra llegó a Europa en
una versión traducida al árabe, y es conocida con el nombre de Almagesto (Ptolomeo la había
denominado Sintaxis Matemática).

El tema central de Almagesto es la explicación del sistema ptolomaico. Según dicho sistema, la Tierra
se encuentra situada en el centro del Universo y el sol, la luna y los planetas giran en torno a ella
arrastrados por una gran esfera llamada "primum movile", mientras que la Tierra es esférica y
estacionaria. Las estrellas están situadas en posiciones fijas sobre la superficie de dicha esfera. También,
y según la teoría de Ptolomeo, el Sol, la Luna y los planetas están dotados además de movimientos
propios adicionales que se suman al del primun movile.

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