Se trata de un artículo que analiza dos métodos de ascenso social anómicos conocidos como arribismo y achoramiento, ambos presente en la historia del Perú. En primer lugar describe el método arribista, que consiste en ganar la aprobación de un superior sin importar los medios utilizados y así ir consiguiendo progresar socialmente. Este fenómeno se da debido a la dificultad de ascender en una sociedad oligárquica controlada por unos pocos. Cuando el arribismo pierde efectividad por las circunstancias socioeconómicas del momento, el individuo, que sigue sintiendo la necesidad del ascenso social, comienza a utilizar medios no lícitos como la corrupción, donde se da la vuelta a la estrategia y ya no se busca la aprobación de la autoridad, sino pasar por encima de esta. Hay varios factores que propician estas conductas y todas tienen que ver con un contexto sociocultural concreto en un país de determinadas características. El hombre tiene un afán intrínseco de progreso, totalmente lícito. El problema viene cuando la sociedad no te brinda un marco legal y moral para que se lleve a cabo, eso conlleva una frustración y un sentimiento de injusticia que pueden derivar en los fenómenos que estamos viendo. La brecha social es un primer detonante pues genera un malestar en la sociedad y un fuerte deseo de ascenso por autocomparación. Cuando se aplica el arribismo y se generaliza como algo “que todo el mundo hace” sin que esto te reporte consecuencias negativas, sino todo lo contrario, se fragua en la sociedad una mentalidad anómica que distorsiona la moralidad y relativiza esos comportamientos. Esta mentalidad ya adoptada y aceptada por la sociedad genera un umbral de frustración bajísimo, donde siempre se va a querer más, y la experiencia del individuo le demuestra que sus actos no tienen consecuencias, lo le licita cualquier conducta. Esto deriva en una pérdida de autoridad y en el achoramiento. Muchos aspectos de la sociedad peruana derivan de estas conductas acumuladas donde casos como los de la corrupción están instaurados ya en todos los estratos sociales y en todos los agentes de la ley. Parte del problema es que esos actos no tienen consecuencias pues las instituciones de justicia y la policía son corruptas también, esto nos ilustra que el agente de motivación al que todo el mundo responde es el económico. Tristemente es lo único que ha quedado y esto hay que perseguirlo. A pesar de que es muy difícil cambiar la mentalidad de una sociedad, hay que crear un pensamiento y un sentimiento colectivo que luche contra esto, crear una denuncia social que pase por la renuncia de los intereses egoístas personales. Es clave además para el desarrollo del país, pues hasta que no se acabe con la corrupción no es posible crear una sociedad próspera, pues hay un agujero económico donde la autoridad se enriquece a costa del dinero público. La gente ve estos comportamientos y ante la imposibilidad de poner solución comienzan a actuar de la misma forma, entrando en un círculo vicioso donde todos quieren enriquecerse a toda costa. Por lo tanto entre otras medidas es necesario un cambio de mentalidad empezando por lo personal.