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RESUMEN
Por tanto, es de no considerar que se pueda regir con los mismos principios del Código
Civil, las acciones o hechos cometidos por los particulares y los hechos cometidos por
funcionarios públicos; aunque esta responsabilidad no es ni general ni absoluta, tiene
sus reglas especiales las cuales varían según la necesidad de conciliar los derechos del
estado con los derechos privados, ya que en consecuencia, bajo los términos de la leyes
que ya enunciamos, la autoridad administrativa es la única competente para conocer del
tema.
De alguna manera surgió la idea que el estado respondiera por todos aquellos daños
que se ocasionaren a los ciudadanos y frente al que no hubiere responsable alguno, o
cuando habiéndolo no se tuvieran los medios para responder, pero esto seria un
detrimento a las finanzas estatales, es una propuesta inviable por dicho gasto en la
política económica de los estados.
DESARROLLO
Luego de las ideas regeneradoras de Núñez frente a las variables de Estado, Libertad y
orden, y las ideas de Caro de producir una regeneración en todas las bases de la
sociedad humana con el fin de garantizar una mayor participación de la población en el
estado, se iniciaron en nuestro país los primeros desarrollos jurisprudenciales sobre la
responsabilidad del estado colombiano, dando un giro a la irresponsabilidad que hasta
el momento se llevaba a cabo. Se produce una sentencia de la Corte Suprema de justicia
de 22 de octubre de 1896 en la cual se establece la responsabilidad del Estado
Colombiano, en los siguientes términos:
RESPONSABILIDAD INDIRECTA
RESPONSABILIDAD DIRECTA
a partir de esto, se empieza por parte de los tribunales superiores a constituir la teoría
de la responsabilidad directa. Por tanto, la responsabilidad civil por actos ilícitos, no solo
corresponderían a la persona natural si no, también la persona jurídica, por el hecho de
sus legítimos y plenarios representantes en el desempeño de sus cargos.
Si la entidad jurídica puede adquirir por medio de sus representantes, debe también, para
constituir una persona ser capaz de obligarse, así cuando al moverse en el radio de sus
atribuciones y funciones, los representantes de la persona jurídica han ejecutado
medidas perjudiciales a los intereses y sobre todo a la propiedad ajena, esta se encuentra
obligada a reparar el daño causado. Las personas jurídicas son pues, civilmente
responsables de los ilícitos cometidos por sus agentes en el ejercicio de su función o
cargo.
El concepto de responsabilidad civil extracontractual se funda, en el hecho delictivo o
culposo de donde se deriva el daño, ya por razón de un acto u omisión personales de su
autor, o del hecho de la cosa que esta bajo su guarda o custodia (culpa directa); o ya
también, por la conducta de un tercero que depende de otro, o que se halla a su cuidado
(culpa indirecta).
“Es primer deber del Estado, procurar la realización del bien común, propósito
consagrado en el artículo 16 de la Constitución; para ello dispone y organiza los llamados
servicios públicos. Si como consecuencia de un mal funcionamiento del servicio, o de su
no funcionamiento o del tardío funcionamiento del mismo se causa lesión o daño, el
Estado es responsable, y por consiguiente está en la obligación de indemnizar los
perjuicios ocasionados. La responsabilidad se origina en último término en el deber
primario del Estado de suministrar a los asociados los medios conducentes a la
efectividad de sus servicios, a la consecución de sus fines, en otras palabras, a la
realización del bien común.
Por ello importa mas reparar el daño causado, que castigar una acción u omisión
administrativa culpable. La finalidad de la responsabilidad patrimonial no consiste, pues,
en borrar una culpa, sino en hacer recaer sobre el patrimonio de la administración, el
daño sufrido por el particular.
Queda claro entonces, que el artículo 90 de nuestra Constitución Política exige que se
presenten tres requisitos para poder hablar de una responsabilidad patrimonial del
Estado.
Estos requisitos son: la presencia de una daño antijurídico, que como se vio, es aquel
que el administrado no está en la obligación de soportar pues no existe o no se presenta
ninguna causal que justifique la producción del daño por parte de la administración, la
existencia de una causalidad material –imputatio facti- esto es, que el daño sea efecto
inmediato de la acción o de la omisión de la autoridad pública y la atribución jurídica del
daño al Estado –imputatio iuris- en virtud de un nexo con el servicio. El título o factor de
atribución del daño (falla del servicio probada o presunta; daño especial, riesgo
excepcional, etc), será asunto que determinará el juzgador, en vista de lo allegado y
probado, en virtud del principio según el cual a las partes incumbe demostrar los hechos
y al juez dispensar el derecho.
No cabe duda de que la inserción en nuestro sistema jurídico del concepto de daño
antijurídico como fundamento único de la responsabilidad patrimonial de la
administración pública, es un fiel reflejo de dicha función resarcitoria, en la cual se le
presta mayor atención al daño causado al ciudadano que al funcionamiento normal o
anormal de los servicios públicos y la conducta del agente generador del daño.
Por otra parte, El daño es antijurídico, es el perjuicio provocado a una persona que no
tiene el deber jurídico de soportar. Ha sostenido la Corte Constitucional2, que es “la
lesión de un interés legítimo, patrimonial o extrapatrimonial que la víctima no está en la
obligación de soportar por lo cual se reputa indemnizable”.
Por último, El daño antijurídico como fundamento del deber de reparación por parte del
Estado armoniza con los principios y valores del Estado Social del Derecho, dado que al
ente estatal le corresponde la salvaguarda de los derechos de los administrados frente
a la administración.
La postura acogida por la jurisprudencia del Consejo de Estado consagra que “la fuente
de la responsabilidad patrimonial del Estado es un daño que debe ser antijurídico, no
porque la conducta del autor sea contraria al derecho, sino porque el sujeto que lo sufre
no tiene el deber jurídico de soportar el perjuicio, razón por la cual se reputa
indemnizable”. De tal manera que la responsabilidad del Estado reposa en la calificación
del daño que se causa y no en la “calificación de la conducta de la Administración.
CONCLUSIÓNES