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Debates sobre el espacio

en la geografía contemporánea
OVIDIO DELGADO MAHECHA

Debates sobre el espacio


en la geografía contemporánea

UNIVERSIDAD
NACIONAL
DE COLOMBIA
Red de Estudios de Espacio
y Territorio, RET
Delgado Mahecha, Ovidio

Debates sobre el espacio en la geografía c o n t e m p o r á n e a / Ovidio Delgado Mahecha


— Bogotá : Universidad Nacional de Colombia, Unibiblos, 2003

254 p .

ISBN : 958-701-309-3

1. Geografía 2. Geogi'afía física 3. Geografía h u m a n a


I. Universidad Nacional de Colombia. Facultad de Ciencias H u m a n a s . D e p a r t a m e n t o
de Geografía

910.01-dc21

Catalogación División dc Bibliotecas Universidad Nacional de Colombia

D e b a t e s sobre el espacio
en l a g e o g r a f í a c o n t e m p o r á n e a

© Universidad Nacional de Colombia


R e d d e E s t u d i o s d e Espacio y T e r r i t o r i o , R E T

© Ovidio Delgado Mahecha


Profesor, Universidad Nacional de Colombia
Facultad de Ciencias H u m a n a s ,
Departamento de Geografía

Primera edición: 2003


Tiraje: 1.000 ejemplares

ISBN: 958-701-309-3

Corrección de estilo
Martha Elena Reyes

Diseño de carátula
Comité editorial
Camilo U m a ñ a Caro
Gustavo Montaíiez Gómez
Diagramación electrónica Julio Carrizosa Umaiia
Ana Rita Rodríguez, UNIBIBLOS N o r m a n d o Suárez Fernández
Ovidio Delgado Mahecha
Preparación edilonal Julián Arturo Lucio
Universidad Nacional de Colombia
UNIBIBLOS Foto portada
C o r r e o electrónico: unibibío@uual.edu.co Título: Homo Geographiciis
Bogotá, D.E., Colombia Autor: Christian Delgado Bejarano
CONTENIDO

PRESENTACIÓN 9
PRÓLOGO 13
INTRODUCCIÓN
GEOGRAFÍA, ESPACIO Y TEORÍA SOCIAL 17

CAPÍTULO I
L A GEOGRAFÍA REGIONAL: PAISAJES, LUGARES,
ÁREAS Y REGIONES EN VEZ DE ESPACIO 23

CAPÍTULO II
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL 33
Los fundamentos de u n nuevo paradigma 33
Los contenidos del nuevo discurso geográfico 41
Los modelos de interacción espacial 50
Movimiento, estructuras espaciales y geometría del movimiento. . . 52
Análisis de redes y flujos 53
La localización de las actividades humanas, el problema
locacional y la teoría locacional 57
El caso de la geografía económica como "ciencia espacial" 65
Crítica 69
CAPÍTULO III
LA GEOGRAFÍA RADICAL: LA PRODUCCIÓN SOCIAL DEL ESPACIO SOCIAL. . . . 79
Los fundamentos del discurso radical 79
Richard Peet: el espacio como entorno natural 82
David Harvey: el espacio como un producto social 83
Edward Soja: la producción de la espacialidad de la vida social. . . . 94
Milton Santos: el espacio como estructura de la sociedad 97
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Las críticas a la geografía radical 100


CAPÍTULO IV
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO 103
Los fundamentos discursivos de la geografía humanística 103
La experiencia del espacio 111
El lugar, el espacio y la experiencia 111
Sobre el cuerpo, las relaciones personales y los valores espaciales. . 114
La geografía humanística contemporánea 119
Crítica 119
CAPÍTULO V
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS; LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO
Y DEL LUGAR 123
Introducción 123
El discurso del posmodernismo 124
Posmodernismo y geografías posmodernistas 130
Posmodernismo, feminismo y geografía de género 134
Geografías modernistas de la posmodernidad 138
Conclusión 141
CAPÍTULO VI
" L A TERCERA VÍA": EL ESPACIO GEOGRÁFICO
DESDE LA TEORÍA DE LA ESTRUCTURACIÓN 143

EPÍLOGO 151
REFERENCIAS 153

ÍNDICE DE ILUSTRACIONES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales 46


Figura 2. Transformación de un mapa de una red
de transportes (a) en un grafo (b) 54
Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2 55
Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2 55
Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de Von T h ü n e n 58
Figura 6. Triángulo de la ubicación industrial en el modelo
de Alfred Weber 60
Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber 61
Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo
de W Christaller 62

8
PRESENTACIÓN

Hace apenas u n poco más de una década, a finales de los años ochenta del si-
glo que acaba de finalizar, en el país eran contados los cursos que sobre tenden-
cias del pensamiento geográfico se ofrecían en el nivel de pregrado. Una de las
razones para esa abstinencia de teoría geográfica en nuestro medio era el bajo
número de profesores y estudiosos del tema con una formación sólida para em-
prender esa faena. Otra circunstancia adversa, relacionada con la anterior, se de-
rivaba de la escasa disponibilidad de publicaciones en español para impulsar y
apoyar la reflexión en el desarrollo de los primeros cursos universitarios sobre
esta temática. Al fin y al cabo no existía una carrera de geografía en el país.
Desde entonces, las condiciones han venido modificándose, aunque no lo su-
ficiente. Hay ahora un mayor número de profesores universitarios formados en
estas lides y al mismo tiempo la literatura geográfica no tiene la connotación de
rareza de aquellos tiempos. Sin embargo, los textos que circulan ahora, traduci-
dos del inglés o del francés, e incluso del portugués, pocas veces presentan el ma-
terial de la manera integral, organizada y analítica, como debería ocurrir para
atraer el interés y la atención de los estudiantes. En mi opinión, ese es el principal
mérito de este texto de Ovidio Delgado, Profesor Asociado del Departamento de
Geografía de la Universidad Nacional de Colombia, fruto de una concienzuda
reelaboración de las notas, apuntes y materiales desarrollados en sus cursos de la
carrera de geografía.
Con evidente prolijidad bibliográfica y rigurosidad analítica, el profesor Del-
gado expone de manera clara y sencilla el pensamiento de las principales pers-
pectivas teóricas de la geografía, destacando los debates más candentes presentes
entre los geógrafos contemporáneos. De ahí el apropiado título del texto que la
Red de estudios de Espacio y Territorio, RET, publica en esta oportunidad. Este
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

trabajo agrega un nuevo libro a la colección de la RET, con el cual la Universidad


espera estar contribuyendo de manera singular y significativa no sólo a la forma-
ción de geógrafos, sino también de urbanistas, arquitectos, sociólogos y otros
profesionales interesados en las complejidades de la teoría espacial. Este libro
rescata, por sus características, el valor del texto universitario en la formación
académica y profesional. Sabemos que por diversas razones, incluyendo el carác-
ter polémico y controversial de los discursos y las teorías sociales, el texto, medio
pedagógico efectivo y frecuente en las ciencias naturales, cayó hace varias déca-
das en descrédito en los procesos de formación disciplinaria y profesional del
ámbito de las ciencias humanas y sociales de nuestro medio. Algunos círculos
académicos incluso lo estigmatizaron hasta casi proscribirlo como elemento de la
práctica universitaria. Las consecuencias negativas de esa actitud de prevención ex-
trema no han sido evaluadas con la ponderación y objetividad que los procesos pe-
dagógicos debieran merecer. No obstante, al mismo tiempo, con frecuencia se
reclama la necesidad de disponer de un material fundamental, organizado y articu-
lado, que sirva de referencia indiscutible en la estructuración conceptual básica de
diferentes campos del conocimiento dentro de las disciplinas sociales y humanas.
A la luz de la cotidianidad universitaria, el texto se constituye en un vehículo
peculiar de apoyo para el desarrollo de ciertos cursos básicos en la formación de
estudiantes de pregrado. En su ausencia, convertida en necesidad, se concreta
una délas razones objetivas que tiene el profesor consumado para emprender la
generosa tarea de reelaborar su material de trabajo y entregarlo en la forma más
apropiada a sus estudiantes, para que entre las críticas y las alabanzas, se formen
y transformen, e incidan en el resto de las nuevas generaciones.
Por ello, el texto universitario sintetiza un intenso trajín académico. Él es al
mismo tiempo la expresión de un estilo particular del docente, de su fortaleza
disciplinaria y de su experiencia pedagógica. Es algo así como la fotografía del
curtido profesor. Tiene el sello personal de su constructor y maestro, quién lo es-
culpe y valida en medio de la implacable y saludable crítica de sus alumnos. En él
se registran las respuestas, provisionales o duraderas, a tantas inquietudes com-
partidas en el aula y en los pasillos de la universidad. Es un instrumento portátil
para hilvanar y precisar u n tejido de conceptos con el cual se intenta comprender
una parte del la complejo m u n d o en que vivimos.
Esta publicación muestra cómo un texto universitario puede ser un canal in-
mejorable para la exposición sencilla y comparada sobre diferentes perspectivas
filosóficas y metodológicas para comprender un mismo problema. O, en sentido
inverso, sirve también para contribuir a discriminar con la pausa propia de la ra-
zón, cómo diferentes interrogantes que suscitan nuestra atención, contienen en sí
mismos variados retos metodológicos para construir respuestas satisfactorias. Y

10
PRESENTACIÓN

cómo la naturaleza de los diferentes problemas nos invita a aproximarnos a ellos


desde enfoques también diversos. Estas inquietudes fundamentales subyacen en
el trabajo del profesor Delgado y fueron ellas las que concitaron su interés y dedi-
cación para elaborar con nitidez una trama conformada por los elementos claves,
las principales tensiones teóricas y la filigrana de las discusiones más relevantes
en la geografía actual. Los estudiantes, los profesores y el público lector serán los
grandes beneficiados con esta publicación.

Gustavo Montañez Gómez


Coordinador RET
Universidad Nacional de Colombia

11
PROLOGO

Este texto tiene como destinatarios principales a mis alumnos de la Universi-


dad Nacional de Colombia. Sus orígenes se remontan al año de 1993 cuando, al
ingresar como docente al Departamento de Geografía de la Universidad, asumí
la tarea de guiar a los estudiantes por los laberintos teóricos y metodológicos de
la geografía contemporánea. Desde entonces fui explorando y recolectando ma-
teriales, la mayoría de ellos en inglés y en portugués, y muy pocos en español,
pues la producción teórica en nuestra lengua materna es escasa, y las traduccio-
nes no van al mismo ritmo de las publicaciones en libros y revistas, que en otros
idiomas sirven de medios de circulación de las ideas geográficas.
Con el transcurrir del tiempo creció la necesidad de profundizar en temas
clave de la teoría geográfica. Uno de esos temas es el del espacio, que día a día co-
bra importancia en la teoría social, y en la geografía, por supuesto. Muchos años
de lectura de libros y artículos provenientes de varias disciplinas -entre ellas la
geografía, la sociología, la filosofía, la economía y la antropología-, me dejaron
en claro que el concepto de espacio ha sido permanentemente reconstituido y re-
definido según el interés que jalonee en u n momento dado la producción de co-
nocimiento. La existencia de varias aproximaciones al concepto, unas
coincidentes, otras con algo en común y otras francamente contradictorias, deja
ver que el espacio es, tal vez, el tema de discusión más importante, tanto en la
geografía como en las ciencias sociales contemporáneas, pero también que, al
mismo tiempo, su discusión es una de las cosas más confusas y contradictorias.
Como Foucault lo había advertido, los años que corren y los que vendrán serán
los de la revaloración justa del espacio como variable de primer orden en la es-
tructuración de la sociedad.

13
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los materiales acumulados y leídos en estos años, las dificultades de u n a ta-


rea docente apasionada pero no siempre de buenos resultados, y, sobre todo, una
emergencia pedagógica, fueron los motivos que me llevaron a hacer una síntesis
didáctica para facilitar a los estudiantes una aproximación general a las ideas más
actualizadas, salvando así, de manera parcial, las dificultades de tiempo y de idio-
ma que ellos tienen para acceder a la teoría.
Entiendo la síntesis didáctica como la pensó y la expuso Vladimir Kourganoff
en su libro La cara oculta de la universidad, es decir, como la disposición de los
conocimientos

en un orden que permita a los no especialistas asimilarlos con facilidad y que los
haga utilizables en las aplicaciones prácticas. La síntesis didáctica implica, evi-
dentemente, la desestimación de los detalles de importancia secundaria, la pues-
ta en evidencia de las grandes perspectivas, y la necesidad de podar a hachazos
en el matorral creado por la actividad cada vez más febril de los especialistas
(Kourganoff, 1973: 174).

Esta síntesis didáctica es un trabajo de u n docente más que el de un investiga-


dor. Asumo el papel del maestro como traductor y recontextualizador de saberes,
oficio que considero una tarea académica digna y por demás necesaria. Al fin y al
cabo se trata de buscar las mejores estrategias para tener éxito en la formación de
los nuevos geógrafos. Ellos no están exentos de leer lo que yo he leído sobre el
asunto; en efecto, este material didáctico no tiene semejantes pretensiones, pero
aspiro a que esta síntesis con cara de manual, de texto escolar o de cuaderno de
trabajo en clase, sea la puerta de entrada a los espinosos debates teóricos que se
dan hoy entre algunos geógrafos, y en los que espero se enreden mis alumnos.
¿Qué se ha dicho y qué se dice en geografía sobre el espacio? Aquí se intentan
poner en escena los principales elementos que caracterizan el discurso geográfi-
co sobre este tema, desde de los años cincuenta del siglo XX. A partir de una revi-
sión de la bibliografía más reciente y reconocida sobre el asunto, se dará al lector
la información básica que le permita comprender cómo los conceptos de espacio
y los discursos elaborados en torno al mismo han estado cambiando al ritmo de la
metamorfosis paradigmática de la geografía a través de su historia.
Pues bien, lo que resultó es un texto que muestra en puntadas largas las meta-
morfosis del concepto de espacio en la geografía, durante los últimos cincuenta
años. Con el propósito de reseñar y analizar estos cambios discursivos, este escri-
to se organiza en seis capítulos. En el primero se trata el espacio en la tradición de
la geografía regional clásica. En el segundo se explora el concepto de espacio y
los discursos espaciales que caracterizaron a la "Nueva geografía" o "Geografía
cuantitativa". En el tercero se tratan la producción del espacio social y la

14
PRÓLOGO

espacialidad en las geografías radicales de corte estructuralista y marxista. En el


cuarto se exploran los discursos sobre el espacio en algunas de las corrientes de la
geografía humanística. En el quinto se hace una exposición de las denominadas
geografías posmodernistas, con énfasis en la geografía de género, y de sus consi-
deraciones sobre el carácter y el significado del espacio y del lugar. En el sexto se
reseñan los aportes de la teoría de la estructuración al entendimiento de la pro-
ducción del espacio social, como alternativa o "tercera vía" entre los extremos del
estructuralismo y el posestructuralismo.
No sobra advertir, una vez más, que lo que se persigue en este trabajo es po-
ner sobre la mesa, y en conjunto, estos elementos discursivos que deben ser cono-
cidos y asimilados por los estudiantes de geografía como requisitos previos para
iniciarse en el debate. El escrito, repito, tiene el carácter de una síntesis didáctica,
lo cual lo coloca muy cerca de los manuales o textos de enseñanza, y bastante lejos
de los escritos polémicos que caracterizan la presentación de teorías propias o la
defensa de una corriente particular. Yo mismo escribí este texto para aprender y
para enterarme mejor de lo que está ocurriendo en la geografía contemporánea.
Todas las partes del texto tienen continuidad y en algunos aspectos se sola-
pan, pero se escribieron por separado y en tiempos distintos, aunque con los mis-
mos fines. En otros formatos y de manera desarticulada, h a n sido expuestas todas
estas cosas en clases, congresos y seminarios, y a veces en charlas informales con
colegas geógrafos, y con amigos que ejercen como profesores de filosofía, de so-
ciología y de antropología. Todo eso me ayudó a entenderlas mejor, aunque no
totalmente, y a veces creo que estoy más confundido que al principio. Ahora, gra-
cias al año sabático que me concedió la Universidad Nacional de Colombia, las
p u d e rescribir y poner juntas, y también las cosí con el gancho titulado "Debates
sobre el espacio en la geografía contemporánea". Y como el que expone se expo-
ne, espero los comentarios críticos de quienes se aventuren a leer estas notas.

Ovidio Delgado Mahecha

15
INTRODUCCIÓN

Geografía, espacio y teoría social

Entonces, frente a esas soledades, el topoanalista interroga: "¿Era grande


la habitación? ¿Estaba muy atiborrada de objetos la buhardilla? ¿Era caliente
el rincón? ¿De dónde venía la luz? ¿Cómo se saboreaban los silencios, tan
especiales, de los diversos albergues del ensueño solitario?".

Aquí el espacio lo es todo, porque el tiempo no anima ya la memoria. La


memoria -¡cosa extraña!- no registra la duración concreta, la duración
en el sentido bergsoniano. No se pueden revivir las duraciones abolidas. Sólo
es posible pensarlas, pensarlas sobre la línea de un tiempo abstracto privado
de todo espesor. Es por el espacio, es en el espacio donde encontramos
esos bellos fósiles de duración, concretados por largas estancias.
(Gastón Bachelard. La poética del espacio).

Algo común en las ciencias sociales de nuestro tiempo es el reconocimiento


de la importancia del espacio y la espacialidad de todos los fenómenos, sistemas y
procesos sociales. La teoría social y sus practicantes celebran su descubrimiento
del espacio (Santos, 1998; Wallerstein, 1998). Y es así como historiadores, antro-
pólogos, sociólogos, economistas, filósofos, entre otros, aseveran que no es posi-
ble la comprensión de la sociedad y sus procesos sin considerar el espacio, o en
versiones más refinadas, sin tener en cuenta los diferentes espacio-tiempos en
que se estructura la sociedad. Santos (1998: 150), por ejemplo, asegura que "dis-
tingo cuatro espacios en las sociedades capitalistas (que también son cuatro tiem-
pos) estructurales: el espacio doméstico, el espacio de la producción, el espacio
de la ciudadanía y el espacio mundial".
Pero el espacio no siempre fue importante en la teoría social, y esos mismos
teóricos denuncian con vehemencia el marcado acento historicista que caracterizó
a todas las teorías sociales hasta finales del siglo XX (Fals, 2000; Giddens, 1995; Ja-
meson, 1991; Lefebvre, 1991; Santos, 1998; Soja, 1993). Giddens (1995: 143), por

17
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

ejemplo, señala que, con excepción de los trabajos de algunos geógrafos, como en
el caso de Hágerstrand, "los especialistas en ciencia social han omitido construir su
pensamiento en torno de los modos en que los sistemas sociales se constituyen por
u n espacio-tiempo".
Según Foucault (1980: 70, citado por Soja, 1993), la obsesión modernista por
la historia produjo una ciencia social en la que "el espacio fue tratado como lo
muerto, lo fijo, lo no dialéctico, lo inmóvil. El tiempo, al contrario, era la riqueza,
la fecundidad, la vida y la dialéctica". Soja (1993: 27-28) cita la siguiente anécdo-
ta contada por Foucault en una entrevista en 1984:
Haciendo una observación entre paréntesis, recuerdo haber sido convidado por
un grupo de arquitectos, en 1966, para hacer un estudio del espacio, de algo, que
en la época, yo llamaba "heterotopías", esos espacios singulares encontrados en
determinados espacios sociales, cuyas funciones son diferentes o aun opuestas.
Los arquitectos trabajaban en eso y, al final del estudio, se levantó una voz -de un
psicólogo sartreano- que me bombardeó, diciendo que el espacio era reacciona-
rio y capitalista, pero que la historia y el devenir eran revolucionarios. Ese discur-
so absurdo no era nada fuera de lo común en esa ocasión. Hoy en día, todos
estallarían en carcajadas frente a un pronunciamiento de ese estilo, pero no en
aquella época.
Pero hoy en día, diferente a lo que ocurría en los tiempos referidos por Fou-
cault, la discusión sobre el espacio es importante e intensa, aunque todavía insufi-
ciente, y no exclusivamente en el campo de la geografía. Los más recientes
movimientos de la teoría social hacen énfasis en la importancia de los aspectos es-
paciales de los fenómenos sociales, se interesan en el análisis de la naturaleza es-
pacial de la realidad social, e insisten en la necesidad de construir una nueva
ontologia espacial que permita dar un tratamiento teórico adecuado a estas nue-
vas problemáticas. A la vez, se busca aclarar la confusión creada por la fragmenta-
ción teórica que nos ha puesto a divagar sobre la naturaleza del espacio y a tratar
de remplazar una noción por otra. Son comunes las afirmaciones de geógrafos en
torno a que el espacio no es absoluto sino relativo y social, o las de sociólogos que
declaran equivocada y obsoleta la noción de espacio absoluto (Fals, 2000).
Según Schatzki (1991), una nueva ontologia del espacio debe adicionar - e n
lugar de remplazar- la noción de espacio objetivo con la noción de espacio social,
por lo que considera pertinente distinguir entre espacio objetivo y espacio social,
y entre sociedad y espacio. Agrega que existen dos clases de espacio objetivo, el
absoluto y el relacional, y que hay un espacio social y una espacialidad social onto-
lógicamente diferentes, pero complementarios. En su versión absoluta -dice
Schatzki-, el espacio tiene existencia propia e independiente, es homogéneo y es
el medio isotrópico en el que existen o se localizan los objetos, incluidos los

18
INTRODUCCIÓN

cuerpos humanos y los objetos construidos. En su versión relacional-argumenta-,


el espacio es un sistema de relaciones entre objetos, y su existencia depende necesa-
riamente de la de los objetos. La idea del espacio objetivo se aplica sobre todo, al es-
pacio físico; pero en tanto que la realidad social contiene toda clase de objetos o
cuerpos, seres humanos, herramientas y edificios, entre otros, esta realidad tiene ca-
racterísticas de espacio objetivo, que se pueden analizar como distribuciones, locali-
zaciones relativas e interacciones, las cuales constituyen la espacialidad.
Pero ocurre - n o s recuerda Schatzki- que la realidad social no es de ninguna
manera un conjunto de objetos situados en el espacio objetivo, sino que esta reali-
dad es, ante todo, relación social de vidas humanas. Por esta razón, la realidad so-
cial no se puede explicar con referencia al espacio objetivo, aunque no se puede
desligar de éste, dentro del cual existe. Como cuerpos, los seres humanos ocupan
espacio y existe entre ellos atracción gravitatoria; esto es una realidad física y de
interés para la ciencia, pero no constituye la base de la preocupación de la teoría
social. La espacialidad social tiene una segunda dimensión denominada espacio
social, que solamente existe en la medida en que existen los seres humanos en in-
teracción social. Es el tejido social el que crea dicha espacialidad.
El espacio social (Schatzki, 1991) es una realidad relacional concreta surgida
de las relaciones sociales que se dan más allá de las puras relaciones entre indivi-
duos. El espacio social no se refiere al espacio de la experiencia individual, ni se
puede caracterizar como mental o subjetivo. La espacialidad de la vida social es la
espacialidad de esa realidad social, constituida por seres humanos socialmente
relacionados y existentes en un m u n d o interconectado. Es necesario explicar y
comprender tanto el espacio social como realidad relacional en sí misma, al igual
que las relaciones entre este espacio social y el espacio objetivo como marco real
de su existencia.
Todos estos elementos considerados por la teoría social contemporánea ali-
mentan los debates sobre el espacio, tanto los de naturaleza disciplinaria como
los de carácter interdisciplinario y transdisciplinario. Mención especial merece el
trabajo del filósofo francés Henry Lefebvre, cuya obra sobre la producción social
del espacio comentaremos más adelante. Mucho de lo que tiene que ver con estos
planteamientos está afectando - a u n q u e a m e n u d o con poca intensidad- el pen-
samiento geográfico y sus discursos sobre el espacio.
Una primera conclusión permitiría afirmar que la poca importancia dada al
espacio es la causa del escaso interés que se le concedió a la geografía, y de la mala
reputación de que gozaban los geógrafos en comparación con otros científicos so-
ciales (Glick, 1985). Y en concordancia con lo anterior, la importancia dada al es-
pacio en la época posmoderna podría significar una reivindicación y un nuevo
aire para la geografía; al menos, si se tiene en cuenta que las miradas de los

19
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

científicos sociales se han dirigido muchas veces a explorar lo que los geógrafos
han dicho o tienen que decir sobre el asunto. Giddens (1995: 143) desde la socio-
logía celebra que:
Por fortuna, no tenemos que abordar estas cuestiones de novo. En los últimos años
se ha producido una convergencia notable entre la geografía y las otras ciencias so-
ciales, con el resultado de que los geógrafos, inspirados en las diversas tradiciones
establecidas de teoría social, hicieran aportes importantes al pensamiento social.

Una mirada somera a la historia del pensamiento geográfico revela cosas in-
teresantes, como la de que, hasta hace pocos años, tampoco la geografía se había
preocupado lo suficiente por el espacio y que, por consiguiente, no era la ciencia
espacial par excellence. Por ejemplo, se sabe que hasta los comienzos de la "revolu-
ción cuantitativa" el espacio no fue una categoría central para la geografía, ni
mucho menos su objeto de investigación reconocido (Harvey, 1983; Santos,
1990). Los geógrafos de la tradición regional, que dominó el panorama académi-
co hasta mediados del siglo XX, y de la incipiente "Nueva geografía" de los sesen-
ta, basaron su trabajo en la idea de espacio absoluto, como contenedor de
paisajes o de objetos en interacción, pero el espacio mismo no era objeto de refle-
xión (Gregory, 1984).
Se puede decir también que la geografía, paradójicamente, tiene una saga
como ciencia aespacial e historicista. Por lo menos, a finales de los años sesenta,
las cuestiones teóricas relacionadas con el espacio eran poco importantes y, sobre
todo, nada claras, como lo afirma David Harvey. En efecto, Harvey (1983: 204)
señala que: "En su mayoría, los geógrafos aceptan que un determinado lenguaje
espacial es el apropiado, sin examinar la razón de esta elección". Y no deja duda
de la pobreza del discurso geográfico sobre el espacio cuando indica (Harvey,
1983: 2 2 2 ) q u e :

Por el momento será suficiente señalar que gran parte de la geografía todavía
descansa en el concepto kantiano del espacio absoluto, un concepto que lleva de-
sacreditado un siglo o más, mientras que por otro lado gran parte del trabajo
práctico realizado por geógrafos recurre a concepciones relativistas del espacio.
Estas concepciones están en abierto conflicto. La oposición entre Hartshorne y
Bunge, por ejemplo, puede interpretarse casi directamente como la oposición
entre un concepto de espacio absoluto y uno relativo. El espacio bien pudiera
ser el concepto central con que cuenta la geografía para su coherencia interna
como disciplina. Pero la propia naturaleza del espacio y las diferentes inter-
pretaciones del concepto no se han tenido casi en cuenta [Énfasis agregado].

Milton Santos (1990: 107) es aún más contundente al hacer notar el poco o el
nulo interés reflexivo de la geografía por el espacio:

20
INTRODUCCIÓN

... los geógrafos callan con relación al espacio. Algunas veces se callan también al
trabajo innovador de otros geógrafos y de otros espaciólogos.
La geografía es viuda del espacio. Su base de la enseñanza y de la investigación
es la historia de los historiadores, la naturaleza "natural" y la economía neoclási-
ca, y las tres tienden a sustituir el espacio real, el de las sociedades en su devenir,
por cualquier cosa estática o simplemente no existente, ideológica.
Por eso muchos geógrafos discuten tanto sobre la geografía -una palabra cada
vez más vacía de contenido- y casi nunca del espacio como objeto o contenido de
la disciplina geográfica. Por consiguiente, la definición de este objeto, el espacio,
se hace difícil y el de la geografía, imposible [Énfasis agregado].
Desde los años setenta, se ha emprendido en la geografía una tarea teórica
de gran importancia y productividad en torno al espacio. Hoy es abundante la li-
teratura sobre el tema, aunque mucha de ella sigue ignorada por los teóricos so-
ciales, y lo que tal vez es más grave, desconocida por muchos geógrafos, que
nutren su concepción espacial en otras fuentes. Pero es necesario resaltar que la
discusión teórica sobre el espacio es tanto o más reciente en la geografía que en
las ciencias sociales en general. Esto posiblemente permita entender el hecho de
que las disciplinas de las ciencias sociales traten de llenar por su cuenta y riesgo
sus propios vacíos en lo que se refiere al espacio, y no precisamente mediante una
fructífera relación interdisciplinaria con la geografía.
En la geografía se vive actualmente un intenso debate sobre concepciones es-
paciales con fundamentos filosóficos y políticos divergentes. Positivismo, marxis-
mo, existencialismo, posestructuralismo, posmodernismo y otros "ismos"
sustentan una variopinta teoría geográfica sobre el espacio, no exenta siempre de
u n enmarañamiento conceptual que se excusa en la reconocida complejidad del
asunto. Espacio no ha significado siempre lo mismo en la historia de la geografía;
las ideas contemporáneas sobre el espacio de u n a tradición o paradigma n o son
compatibles con las de otras escuelas geográficas, y así por el estilo.
De todas maneras, aunque la geografía llegó tarde a la cita con el espacio, los
esfuerzos teóricos que se iniciaron en los años sesenta han tenido buenos frutos.
Así se colige de la relativa abundancia de publicaciones y de la importancia cre-
ciente que la teoría social le concede al trabajo de varios geógrafos (Harvey, 1989,
1996, 2000; Soja, 1989; Massey, 1994), por sus aportes a la comprensión de la ex-
periencia del espacio y del tiempo en las sociedades posmodernas.

21
CAPITULO I

La geografía regional: paisajes, lugares,


áreas y regiones en vez de espacio

Como ya se dijo en otro lugar de este escrito, la geografía no siempre se de-


finió disciplinariamente como una ciencia espacial, es decir, que tuviera al espa-
cio mismo como objeto de estudio. La referencia geográfica al espacio se dio
fundamentalmente desde el p u n t o de vista de la localización de objetos en con-
tenedores espaciales, pero la geografía debía ocuparse del contenido y no del
contenedor en sí mismo.
Por supuesto, la existencia del espacio como algo independiente de los obje-
tos no es una idea geográfica; la geografía tomó prestado el concepto de espacio
absoluto que formaba parte del discurso de las ciencias físicas. Se dio por sentado
que el espado absoluto era una verdad sólida sobre la que el desarrollo de la geo-
grafía podía consolidarse, sin necesidad de participar en las discusiones filosófi-
cas o científicas sobre su naturaleza. En el mejor de los casos, cuando la geografía
se definía como el estudio del "espacio geográfico", se delimitaba su campo dife-
renciándolo de otras disciplinas como la física, las matemáticas o la geometría,
aclarando que el espacio geográfico era la superficie de la tierra transformada
por el hombre.
Se puede afirmar que casi siempre, los geógrafos regionales utilizaron indis-
tintamente los términos "espacio", "lugar", "región" y "territorio" como sinóni-
mos, es decir, como porciones de la superficie terrestre. En los párrafos siguientes
trataremos de mostrar más en detalle los fundamentos de estas primeras
aseveraciones.
Comencemos nuestra orimera anroximación al concepto de esoacio, utili-
zando como fuente un diccionario de términos geográficos de amplia circulación
entre las comunidades geográficas anglosajonas e hispanas durante los años se-
senta, en el que las dos únicas acepciones sobre el término espacio (Monkhouse,
1978: 179), dicen lo siguiente:

23
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Espacio muerto; zona oculta.

Espacio vital: expresión en otros tiempos usada por los geopolíticos alemanes
para justificar la agresión y la expansión de su Estado, especialmente en la época
hitleriana. Se usa a veces la forma original alemana "lebesnsraum".

La cita del diccionario se puede interpretar como reveladora de que el con-


cepto de espacio, por lo menos hasta la primera mitad del siglo XX, no era parte
esencial del cuerpo teórico de la disciplina geográfica. La geografía tenía su inte-
rés en los fenómenos localizados en u n contenedor con existencia propia e inde-
pendiente, y no en el contenedor en sí mismo (Claval, 1974; Capel, 1981).
El contenedor era el espacio absoluto ajeno por su naturaleza al objeto pro-
pio de los estudios geográficos. En consonancia con los principios de la ciencia
positiva definida por Comte, los ojos de los geógrafos eran educados para ver y
estudiar los paisajes y sus significados, y no para buscar estructuras abstractas o
posibles causalidades ocultas. Gregory (1984: 43) ilustra el caso de la siguiente
manera:

Cari Sauer, en su ensayo clásico sobre La morfología del paisaje, publicado en


1925, representaba a la geografía como "una ciencia que encuentra su campo en-
tero en el paisaje". Según él, "la organización sistemática del contenido del paisa-
je avanza mediante la represión de las teorías apriorísticas que a él se refieren",
de modo que la geografía se basa en "un sistema puramente evidencial, sin pre-
juicios sobre el significado de su evidencia"... "La geografía causal" declaró, que-
daba ya atrás y había llegado el momento de establecer la geografía como
"ciencia positiva". No hay duda de que esto lo entendía en un sentido comteano,
puesto que afirmaba como Goethe, que "no es preciso buscar algo más allá de los
fenómenos; ellos mismos son el saber (Lehre) [las leyes]".

Hartshorne (1978: 22) reafirma en los años sesenta que "la geografía tiene
por objeto proporcionar la descripción y la interpretación, de manera precisa, or-
denada y racional, del carácter variable de la superficie de la tierra", y recuerda la
advertencia de Hettner en el sentido de considerar como una exageración de
Ratzel su intención de concebir las relaciones espaciales como parte esencial de la
geografía, en detrimento de las diferencias de contenido de las áreas. La interac-
ción espacial, afirma, "sólo puede significar relaciones entre fenómenos de luga-
res diferentes".
Hartshorne consideró a la geografía como una ciencia regional y singular
cuyo objeto era el análisis y la síntesis de los fenómenos contenidos en el espacio y
no el espacio mismo. Como Sauer, Hartshorne le asignó a la geografía la función
de estudiar lugares o regiones, y su geografía regional monográfica, al decir de

24
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

Unwin (1995: 149), "suministró la visión estándar y generalmente aceptada de la


disciplina hasta los años 1950".
Un genuino estudio de geografía regional partía de delimitar una porción de
la superficie terrestre para luego describir sus características físicas, humanas y
culturales, de modo que dicha descripción llegara a reflejar la personalidad de
esa porción de tierra denominada región. Esta descripción hacía posible la com-
paración de similitudes y diferencias con otras regiones. Lo que se estudiaba era
el contenido visible en el paisaje y las posibles relaciones que se lograran estable-
cer entre todos los elementos, como por ejemplo entre el suelo, el clima y la vege-
tación, o entre las características del medio físico y las formas de uso del suelo por
parte de las comunidades habitantes del lugar. Desde luego, se partía de la consi-
deración de que la geografía debía tener una dimensión histórica que pudiera re-
velar el significado del origen y el desarrollo de las características geográficas de
la región.
Este carácter de los estudios geográficos se logra comprender mejor si acudi-
mos a una exposición detallada que hace Broek (1967: 42) sobre la metodología
empleada en su estudio histórico-geográfico del Valle de Santa Clara (California):
Mi intención principal era comprender los cambios en la configuración de ese
valle, inmediato al sur de la bahía de San Francisco. Allí, diferentes culturas y fa-
ses económicas se habían sucedido unas a otras rápidamente en menos de 200
años: el período de los indios antes de la llegada del hombre blanco; el español,
de misiones y ranchos ganaderos, correspondiente a la primera mitad del siglo
XIX; la primera fase del período de economía norteamericana de ganado y tri-
go, que duró hasta la década de 1870-1880, cuando empezaron los cambios que
transformaron el valle en un distrito de horticultura. Si el estudio se hiciera
ahora, habría que agregar otra fase: la urbanización del valle, que provino en
mayor grado después de la segunda guerra mundial. Cada período hasta el
"presente", era un pasado geográfico. El artificio, un tanto original que usé, fue
dividir el estudio de cada período en dos partes. La primera era aclaratoria, ya
que analizaba las fuerzas y funciones que dieron forma al modo de vida en el va-
lle. La segunda describía la estructuración cultural resultante de los determi-
nantes sociales y económicos. En esta forma el "proceso" recibió la atención
debida, pero su amplitud fue conducida y restringida por la importancia de sus
fuerzas y el propósito del estudio, es decir, comprender la panorámica del te-
rreno [énfasis agregado].

Como ya se indicó, la preocupación de la geografía regional, con o sin los


matices históricos, se centra en las cosas y en los procesos de transformación de
los paisajes, pero su referencia al espacio apenas tiene que ver con el lugar donde
están las cosas en la superficie terrestre. Para la geografía, el "dónde" constituye

25
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la referencia espacial básica y fundamental, de la que se derivan los términos


"ubicación", "situación", "sitio", "distribución" y "colocación", que son los de más
frecuente uso en el lenguaje geográfico (Broek, 1967).
El uso del término "espacio" por el geógrafo francés Jacques Dupuis (1975),
se revela como sinónimo de región, objeto primario del análisis geográfico. Al
menos es lo que se indica en su obra sobre Asia Meridional (1975: 169), en la que
al referirse al espacio indio expresa que: "El espacio indio está considerado como
u n a entidad geográfica desde los tiempos más antiguos: su nombre deriva del de
la región que los occidentales conocieron en primer lugar: el río Indo". Con la
misma connotación se refiere al espacio indochino y al espacio malayo. Estos es-
pacios a su vez son subdivididos en regiones o subespacios, que constituyen las
unidades básicas que se describen según sus características físicas, el poblamiento
y la población, y los aspectos económicos, a partir de las cuales se establecen las
diferencias y se revela la diversidad entre unos espacios y otros. Como descrip-
ción y análisis del espacio, esta geografía se refiere a porciones de la superficie te-
rrestre delimitadas con algún criterio de homogeneidad que permita
diferenciarlas de otras. Es a estas unidades a las que Dupuis denomina espacios o
regiones.
Pierre George, otro conspicuo representante de la geografía regional france-
sa, considera el espacio como sinónimo de la superficie terrestre, y como espacios
o regiones las divisiones de esta superficie. Cuando se refiere al espacio geográfi-
co, es evidente que alude a la superficie terrestre o a una parte de ésta ocupada y
transformada por el hombre; de ahí su afirmación de que la geografía comparte
con las otras ciencias del espacio el espacio mismo, pero que se diferencia de ellas
en que sólo se interesa por lo que este espacio representa para los hombres que en
él viven.
George utiliza con la misma connotación espacio, región y medio geográfico
(George, 1967: 20), pero deja en claro que el "objeto de estudio de la geografía es
el espacio terrestre, en la medida en que es, bajo cualquier aspecto, un medio de
vida o una fuente de vida, o bien, un paso indispensable para alcanzar un medio
de vida o una fuente de vida". Es esta condición de la disciplina la que le permite
asegurar su carácter de una ciencia humana.
Sin duda, cuando George se refiere al espacio, lo hace a la superficie terrestre
como marco de la existencia humana, o a una porción o región de dicha superfi-
cie; pero como geógrafo sólo se interesa por dicho espacio en la medida en que
éste es el sustento o medio de vida de una población, es decir, como marco en el
que se dan y se desarrollan las relaciones de producción y de consumo. George
(1967: 38) plantea entonces que:

26
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

El problema específico de la geografía es el de estudiar, en el interior de un es-


pacio definido, todas las relaciones de causalidad entre los fenómenos de con-
sumo, entendidos en el más amplio sentido de la palabra -incluyendo en ello la
ocupación de las viviendas y la utilización de los servicios- y los fenómenos de
producción, el de determinar los grupos homogéneos de evolución sincrónica y
correlativa, aislados de los simples haces de coincidencias circunstanciales, y
poner de relieve las contradicciones y las supervivencias inhibidoras.

El espacio geográfico conceptualizado por George como espacio terrestre


humanizado se puede clasificar según sus usos, ya sean industriales, mineros o
agrícolas, entre otros, a la vez que permite definir la geografía como el estudio
del espacio humanizado. En u n caso como el del espacio agrícola, éste se define
según George (1970: 31), "simplemente como la superficie utilizada por las di-
versas formas de explotación agrícola. Por esta razón se divide en... el espacio de
pastoreo y el espacio de cultivo". Lo que le interesa a la geografía, en esta pers-
pectiva, es una región o porción de espacio delimitada con algún rasgo físico o
histórico que permita diferenciarla claramente de otras y revelar al mismo tiem-
po su carácter único.
La región según George es una porción de espacio o de territorio, es decir, de
superficie terrestre. Esto nos permite afirmar que para este autor los términos
"espacio", "región" y "territorio" son intercambiables, pues los tres se refieren a
toda o a una porción de la superficie terrestre. La siguiente alusión de George
(1970: 169) corrobora esta consideración:
El término "región" es de esencia geográfica en la medida en que designa una
porción de espacio caracterizada por una o más realidades definidas por el califi-
cativo añadido a la palabra región. Pero sólo existe región propiamente geográfi-
ca cuando la porción de espacio considerada se presenta en el mayor número
posible de sus particularidades como conjunto sintético. Es natural que encontre-
mos, en la búsqueda de definiciones de la región como realidad geográfica, todos
los problemas epistemológicos de la geografía, puesto que la región es precisa-
mente el tema de representación geográfica del espacio y, por tanto, el tema fun-
damental de la misma geografía. Pero, sin dejar de estar caracterizada por una
visión sintética, la región, como representación geográfica, puede ser definida
partiendo de distintos sistemas de convergencia y de correlación de factores. Se
afrontan dos elaboraciones principales, la de la "región natural" y la de la "región
histórica".

La geografía regional en todas sus versiones se definió como una ciencia sin-
gular, en la que las conclusiones obtenidas sobre una región no podían extrapo-
larse a otras, de modo que se proclamaba sin rodeos que no existían leyes en
geografía, y no sólo en geografía humana, sino en la geografía en general, pues

27
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

incluso se reivindicaba el carácter zonal de la geografía física (George, 1967).


Haggett (1976: 7-8) nos recuerda que en el ambiente de mediados del siglo XX
r o n d a b a la idea de que no era necesario formular leyes generales en geografía.
Agrega que el papel convencional atribuido a esta disciplina se limitaba a "dife-
renciar la superficie de la tierra, entresacar y separar en ella sus áreas de caracte-
rísticas semejantes", y remata su juicio contra el enfoque singularista afirmando
que "la diferenciación por áreas ha dominado la geografía en detrimento de la
integración de superficies".
La geografía regional no se interesó por el espacio más que como un conte-
nedor, con existencia absoluta e independiente de los fenómenos contenidos en
él, o como superficie terrestre modificada por el hombre, y en este caso espacio,
región y territorio eran objetos idénticos de descripción y análisis geográfico. El
espacio en sí mismo no formó parte del objeto de investigación o de reflexión, y
por tal razón los geógrafos no se interesaron en participar en los debates filosófi-
cos y científicos relacionados con su naturaleza.
Es en este sentido que se puede calificar a esta geografía como aespacial, o
"viuda del espacio", al decir de Milton Santos. Esta característica le trajo serias
consecuencias para su desarrollo teórico, pues, por una parte, la construcción de
la geografía como ciencia espacial durante los sesenta asumió sin crítica las ideas
de la física, de la astronomía o de la economía neoclásica, y por otra, cuando los
teóricos sociales, en los ochenta, descubrieron la importancia del espacio en las
sociedades modernas, los geógrafos poco o nada podían aportar. Así, su depen-
dencia conceptual de otras disciplinas se hizo más evidente. No se podía esperar
otra cosa de una disciplina rica en datos pero pobre en teoría, como la calificó Da-
vid Harvey.
Esa misma pobreza teórica, el poco o nulo interés de los geógrafos por la teo-
ría y su afición por lo concreto, y las definiciones poco rigurosas en el sentido
epistemológico, llevaron al geógrafo francés Yves Lacoste (1982: 219) a formular
sus críticas en los siguientes términos:
Por lo demás, la mayoría de los geógrafos teorizan lo menos posible y se conten-
tan con afirmar, sin ambages, que "la geografía es la ciencia de la síntesis", convi-
niendo, sin duda, en que "la geografía no puede definirse ni por su objeto ni por
sus métodos, sino únicamente por su punto de vista". Tales declaraciones revelan
a la vez un desconocimiento total de los caracteres no menos sintéticos de las dis-
ciplinas a las que recurren los geógrafos, su aislamiento (pues tales declaraciones
deberían haber provocado un grito de indignación) y un cierto afán de proble-
mas teóricos, incluso los más fundamentales que han debido abordar todas las
ciencias, y ello hace tal vez mucho tiempo. Además muchos geógrafos no ocultan
su menosprecio por las "consideraciones abstractas" (en especial las de los

28
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

economistas y los sociólogos) y se glorian afirmando su predilección por lo "con-


creto", Algunos proclaman "la geografía, ciencia de lo concreto", sin presentir las
sonrisas que tal declaración provoca, al menos cuando se pronuncia fuera del
círculo de los geógrafos.
A mediados del siglo XX, las nuevas realidades de la industrialización y la ur-
banización, lo mismo que la emergencia de un sistema m u n d o más complejo, hi-
cieron parecer obsoleta y nada útil la geografía regional, que se empeñaba en
compartimentar el espacio terrestre en unidades físicas, históricas o políti-
co-administrativas, ya fueran comarcas, países o continentes. En el nuevo contex-
to, la región no parece expresar ya en su "personalidad" la realidad de las nuevas
relaciones de poder, ni las complejidades de las relaciones entre los hechos físicos
y los hechos humanos. Como lo expresa Lacoste (1982), esa "personalidad" de la
región se convirtió en u n concepto-obstáculo que bloqueó la reflexión sobre las
escalas, pues bien sabido es que los fenómenos de interés para la geografía no
ocurren todos a la misma escala regional que imponen los geógrafos en sus estu-
dios, a veces macro o micro según sus preferencias.
Por otra parte, el mismo Lacoste hace notar el poco interés que los episte-
mólogos y los filósofos, en general, h a n mostrado por el espacio. En tanto que
en sus análisis, unos y otros han privilegiado el tiempo, el espacio aparece como
algo neutral, inocente y descargado de cualquier significación política; por esa
misma razón considera necesario, y cada vez más indispensable, " e m p r e n d e r la
elaboración metodológica del utillaje conceptual que permita captar el espacio,
lugar d o n d e se entremezclan las múltiples contradicciones que originan las cri-
sis" (Lacoste, 1982: 271), pues de lo contrario, agrega, sería imposible, por
ejemplo, c o m p r e n d e r la forma como el capitalismo y el imperialismo organizan
el m u n d o .
Pero para Lacoste, el espacio no puede ser concebido simplemente como un
objeto real, es decir, como la superficie terrestre, sino que deben considerarse los
distintos espacios de conceptualización que nos permitan comprender que vivi-
mos en una espacialidad diferencial, que se percibe de forma diferente según las
clases sociales. Y así como no deben confundirse los diferentes tiempos del histo-
riador, afirma que es necesario diferenciar los espacios de conceptualización y es-
tablecer las relaciones entre ellos, lo que podría lograrse mediante un trabajo
teórico que diferencie el espacio en cuanto objeto real, y el espacio en cuanto ob-
j e t o de conocimiento.
La verdadera crisis del concepto de espacio absoluto que dominó en la geo-
grafía regional tuvo que ver fundamentalmente con la crisis de la propia geogra-
fía regional. Sus productos monográficos, amén de su poca valoración científica,
tenían poca demanda social, pues los requerimientos de la economía, de la

29
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

política o de la planificación del desarrollo, iban más allá de lo que una ciencia
descriptiva y singular podía ofrecer en u n ambiente científico ávido de teorías y
modelos de predicción.
La práctica de la geografía a mediados del siglo XX se encontraba restringi-
da a los círculos universitarios relacionados con las humanidades o con la docen-
cia, y allí mismo, su desprestigio, asociado con su inutilidad y con el poco
reconocimiento de la comunidad científica, era de tal magnitud que su perma-
nencia como disciplina académica fue puesta en entredicho. Esta situación es
bien ilustrada por Glick (1985: 9), quien narró así las penurias de la geografía re-
gional en los Estados Unidos:
La revolución en la geografía humana norteamericana, de la que resultó el rem-
plazo de la geografía regional por una "ciencia espacial" de orientación cuantita-
tiva -que alcanzaría una posición de preeminencia intelectual y dominancia
política en la mayor parte de los departamentos norteamericanos hacia finales de
los años sesenta- disfrutó de un ascenso al poder relativamente fácil. Este hecho
fue posible por la debilidad de los fundamentos intelectuales, la falta de visión y
el escaso prestigio que caracterizaba entonces a la geografía regional. La medio-
cridad de este campo de estudio, tal como era percibida por otros académicos,
dio como resultado la extinción del programa de geografía de Harvard en 1948.
El intento de resucitar las enseñanzas en geografía en 1949-1950 (...) fracasó, en
buena medida, porque los destacados geógrafos que fueron llamados como ex-
pertos periciales por el "Comité de Geografía" de Harvard fueron incapaces de
convencer a los miembros de dicho comité del valor intrínseco del campo geo-
gráfico, o incluso de proveer una descripción coherente de la naturaleza de este
campo.

Situación parecida vivía la geografía regional y del paisaje en Alemania. En


1969 algunos representantes de la Asociación Estudiantil de Geógrafos denun-
ciaban que "el lamento sobre la miseria de la geografía escolar y universitaria ale-
mana se ha convertido ya en tema obligatorio en las asambleas de geógrafos"
(Gómez, 1978: 22), al tiempo que los resultados de las consultas avanzadas entre
los estudiantes mostraban que la geografía era considerada como la peor entre
las ciencias naturales, y la candidatizaban para ser excluida de los planes de
estudio.
En el congreso alemán de geografía celebrado en 1969 se discutió el tema de
la permanencia de la geografía regional, y uno de los participantes en el evento
expuso su insatisfacción, en los términos que señala Gómez (1978: 10):
En una primera intervención posterior a la lectura de la ponencia, un estudiante
(Kloche), manifestó que "la cuestión de la eliminación de la geografía regional
como materia de enseñanza no debía causar ningún problema, ya que podría

30
LA GEOGRAFÍA REGIONAL

llegarse a un consenso rápido" debido a la poca utilidad del tipo de conocimiento


proporcionado por dicha disciplina, proponiendo a continuación como tema bá-
sico para la discusión el problema de la formación de teorías. Al mismo tiempo
rogaba a los profesores que diariamente daban sus clases sin tener en cuenta ese
problema, "que expresen su opinión sobre la formación de teorías y su concep-
ción sobre la ciencia".
Y nuevas formas de hacer geografía comenzaron a emerger en el seno de la
comunidad geográfica. De una de esas nuevas formas, de la denominada "ciencia
espacial", nos ocuparemos en la siguiente sección.

31
CAPITULO II

La geografía como ciencia espacial

Una forma de tratar con problemas complejos consiste en simplificarlos...


Nuestra tierra es casi infinitamente compleja... La forma más fácil de simplificar
este problema para que empecemos a ver su naturaleza consiste en imaginar
una tierra ideal poblada por personas hipotéticas.
Cárter, George, 1975. Man and Land: A Cultural Geography,
New York, Holt Rinehart and Winston, p. 34 (citado por Butler, 1986: 89).

El problema de la ubicación real puede distinguirse respecto a la ubicación


racional. No es necesario que ambas coincidan
(Lósch, August, 1954. TVie Economics of Location, New Have,
Yale University Press (citado por Butler, 1986: 123).

LOS FUNDAMENTOS DE UN NUEVO PARADIGMA

A mediados del siglo XX, la geografía entró en una etapa de cambio de para-
digma, y una revolución científica socavó los cimientos de la geografía regional.
De dicha revolución surgió una geografía distinta que se conoce en la historia de
la disciplina como la "Ciencia espacial", "Geografía cuantitativa" o "Nueva geo-
grafía", cuyo proceso de consolidación como ciencia normal fue realmente de
corta duración. En 1963, el geógrafo lan Burton escribió que la revolución cientí-
fica iniciada por la geografía a finales de los cuarenta y comienzos de los cincuen-
ta, ya se había consumado en 1960, pues "una revolución intelectual se ha
realizado cuando las ideas aceptadas se descartan o se modifican para incluir
nuevas ideas" (Burton, 1982: 414).
La revolución científica reseñada por Burton constituye la primera aproxi-
mación de los geógrafos al campo formal de la teorización epistemológica (Bar-
nes, 2001) y tuvo su inicio en los Estados Unidos de América, en la Universidad

33
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de Washington bajo la dirección de William Garrison y Edward Ullman, y en la


Universidad de lowa de la mano de Harold McCarthy. En Europa fueron perso-
najes clave Peter Haggett y Richard Chorley en el Reino Unido, y Torsten
Hágerstrand en Suecia.
Las nuevas ideas o ideas revolucionarias, que ya en los sesenta formaban par-
te del conocimiento convencional de la geografía, provenían de la filosofía, de las
matemáticas, de la física, y desde dominios vecinos como la economía. Pero, sobre
todo, fue el interés de los geógrafos por la teoría lo que constituyó el rasgo funda-
mental de la metamorfosis disciplinaria, pues, como lo reconoció el mismo Bur-
ton (1982: 418), la revolución "se inspiró en una necesidad genuina de hacer la
geografía más científica y en u n interés por desarrollar un cuerpo teórico. En las
raíces de la revolución cuantitativa se encuentra la insatisfacción respecto a la
geografía idiográfica".
Barnes (2001) sostiene que la denominada "revolución cuantitativa" introdu-
j o por primera vez en el ámbito de la geografía económica anglo-americana -tra-
dicionalmente pobre o carente de teoría- la verdadera idea de teorización
"epistemológica", cuya tarea central era "desarrollar vocabularios abstractos que
reflejaran - a u n q u e parcialmente- una realidad externa e independiente" (Bar-
nes, 2 0 0 1 : 546). Esos vocabularios abstractos, formales y racionalistas formaliza-
dos en hipótesis, leyes, modelos y representaciones cartográficas constituyeron el
núcleo de la teoría para producir explicaciones de fenómenos geográficos obser-
vados en el m u n d o real. El mismo Barnes (2001) recalca que el lenguaje de la teo-
rización "epistemológica" de la geografía provino, inicialmente, de las ciencias
naturales y de las ciencias sociales modeladas a su imagen - u n a especie de "física
social"-, e ilustra su comentario con el ejemplo de la introducción del vocabulario
de la física en la geografía económica durante los cincuenta, por parte de William
Warntz, quien, a partir de la descripción de los lugares como puntos dentro de un
campo gravitacional, desarrolló los modelos de gravedad y de potencial, en coo-
peración con geógrafos, astrónomos y físicos.
Los fundamentos epistemológicos para la construcción teórica de la nueva
geografía como una ciencia esencialmente espacial fueron encontrados en las
ideas del "positivismo lógico", "empirismo lógico" o "neopositivismo", movi-
miento intelectual asociado con los filósofos pertenecientes al "Círculo de Viena",
y cuyos objetivos y características estaban claramente definidos hacia 1930. Sin
embargo, Barnes (2001) argumenta que en un principio los geógrafos compro-
metidos con el nuevo paradigma no fueron conscientes de su vínculo con el neo-
positivismo, aunque desde el comienzo sus formulaciones teóricas tuvieron el
carácter fundacional y cerrado propio de ese marco epistemológico.

34
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El positivismo lógico afirma que la ciencia se ocupa de las proposiciones con


sentido, es decir, de las proposiciones empíricas que deben ser sometidas al rigor
del análisis lógico y a los métodos más refinados de verificación. Busca alcanzar
una visión unificada del m u n d o y de la ciencia, y propende a u n lenguaje neutral
para expresar proposiciones y resultados libres de la subjetividad de los lenguajes
comunes.
Uno de los postulados básicos del positivismo lógico es el de la unidad de la
ciencia. Con un lenguaje fisicalista y de pretensiones universalistas, la ciencia uni-
ficada es u n sistema no contradictorio de protocolos y de leyes; es una actividad
normativa, aunque no rigurosamente determinista, que ni hace demarcaciones
entre ciencias naturales y ciencias sociales, ni reconoce la posibilidad de hacer jui-
cios axiológicos o de valor, ratificando así su neutralidad.
El positivismo lógico no establece diferencias metodológicas sustanciales en-
tre las ciencias naturales y las ciencias sociales. Como indica Capel (1981: 376),
"se abordó el estudio del hombre y de la realidad social postulando que éstos per-
tenecen plenamente al m u n d o físico y que como tales han de ser estudiados, y
aceptando que las regularidades que se encuentran en la naturaleza aparecerán
también en las diversas esferas de la realidad sociocultural". Esta afirmación ga-
rantizaba de hecho la unidad metodológica de toda la ciencia, unidad que se ex-
presaba en el uso común del método científico hipotético y deductivo, cuyos
refinamientos se alcanzaron en las ciencias naturales y se extendieron a buena
parte de las ciencias sociales.
La geografía no fue la excepción, y la revolución que se está glosando incur-
sionó también en el campo metodológico, pues los geógrafos debían proceder en
adelante resolviendo los problemas geográficos con la misma metodología co-
m ú n a toda la ciencia. Parte de la conversión a la nueva ciencia geográfica consis-
tió en aprender el método científico positivista, por lo que a partir de entonces
los cursos de metodología científica constituyeron u n elemento central en los
programas de formación y entrenamiento de los geógrafos.
La discusión metodológica sobre el problema de la inducción y la deducción
constituye una de las disputas internas más fuertes dentro del movimiento neo-
positivista, pero la ascendencia de las corrientes deductivistas llevó a la mayoría
de los científicos a tomar partido por una vía metodológica hipotético-deductiva,
muy cercana a las propuestas de Popper (Capel, 1981).
Las críticas a la geografía del paisaje, o de la tradición regional, se hicieron
corrientes en los años cincuenta y se incrementaron a medida en que las ideas del
positivismo lógico fueron acogidas, en buena parte sin tener conciencia del he-
cho, por las nuevas generaciones de geógrafos (Barnes, 2001). A mediados del si-
glo XX, Schaefer "abrió la puerta a la admisión formal del positivismo lógico

35
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

dentro de la geografía" (Gregory, 1984: 48) y ésta se transforma paulatinamente


en una "ciencia espacial" teórica y empírica, con énfasis en el orden espacial y en
la búsqueda de las leyes generales de la organización espacial, mediante un méto-
d o científico naturalista.
En el nuevo paradigma, el espacio es considerado, por una parte, como espa-
cio concreto referido a la actual superficie de la tierra con toda la variedad del
m u n d o real, y por otra, como espacio abstracto referido a la estructura espacial
no visible. Peet (1998: 32) se refiere así a esta transformación disciplinar:
En los 1940s la geografía se sintió de nuevo segura internamente como descrip-
ción regional pero vulnerable externamente en razón de las críticas a su naturale-
za científica y a su utilidad práctica. El período de la posguerra conoció una
geografía redefinida como la ciencia del espacio -el espacio no en los términos de
la escuela de Berkeley como la superficie de la tierra transformada por la acción
humana en un paisaje cultural, sino del espacio a imagen de la física, espacio re-
ducido a la distancia entre puntos-, con la conducta espacial como minimización
de la distancia, y la geometría como lenguaje disciplinar. Con tal espacio se pudo
emplear el moderno método científico, inicialmente midiendo regularidades es-
tadísticas en forma inductiva, eventualmente con la lógica matemática como una
ciencia deductiva.

Pero lo esencial no era la cuantificación en sí misma, como pudiera creerse si


nos atenemos al remoquete de "Revolución cuantitativa" con el que fue califica-
da, o al hecho de que muchos geógrafos creyeran ingenuamente en el aserto po-
sitivista de que "sin calcular es imposible razonar"; se trató, ante todo, de una
forma distinta de ver las cosas en geografía. Como resultado de esta revolución, la
geografía abandonó sus pretensiones de ciencia singular, se tornó abstracta, y el
paisaje, como objeto principal de estudio, cedió su puesto al espacio (Yeates,
1972; Holt-Jensen, 1980; Stoddard, 1982; Butler, 1986; Haggett, 1994). En pala-
bras de Unwin (1995: 173), "los intereses centrales giraban en torno al espacio, a
la cuantificación y a la elaboración de teorías".
La nueva definición de la geografía como la ciencia que busca "explicar la va-
riación espacial de los fenómenos sobre la superficie terrestre" (Stoddard, 1982),
p o n e en claro que el ámbito de la "Nueva geografía" se reduce a la superficie de la
tierra como espacio concreto, y que los problemas que debe formular el geógrafo
tienen que ver con la distribución de todo tipo de fenómenos sobre dicho espacio.
Así que cualquier fenómeno, si su distribución es cartografiable, es decir, si se
p u e d e hacer un mapa de ella, es susceptible de ser estudiado geográficamente, y
su distribución espacial se puede explicar en relación con otras distribuciones es-
paciales de fenómenos asociados, por medio de u n a teoría abstracta que refleje
como u n espejo su ocurrencia en el m u n d o real.

36
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

El resultado de esta nueva definición del objeto fue una variedad de geogra-
fías, tantas como distribuciones espaciales de fenómenos de todo orden se pue-
dan cartografiar, tales como geografías de las enfermedades, geografías
electorales, geografías de los precios del suelo, geografías de la vegetación, etc.
Queda también sentado que tales distribuciones constituyen una estructura espa-
cial abstracta y ordenada cuyo orden se debe explicar en términos científicos.
Como ejemplo, y para ilustrar lo expuesto en el párrafo anterior, a partir de
un mapa que muestre la distribución espacial de las carreteras que comunican lu-
gares en u n espacio determinado, se p u e d e n identificar patrones de densidad
vial; pero al mismo tiempo, los lugares se pueden identificar como nodos; las ca-
rreteras se pueden transformar en una red abstracta analizable en términos loca-
cionales, para detectar el estado de desorden de la misma y proponer los
correctivos que eleven su grado de ordenación, teniendo como referencia u n mo-
delo ideal o normativo de redes. En las mismas condiciones, el tráfico de perso-
nas, mercancías e información se puede conceptualizar como movimiento; las
ciudades, lugares centrales, pueblos o conglomerados de población se p u e d e n
identificar como nodos de una red, es decir como puntos de cruzamiento o vérti-
ces de la red.
El nuevo discurso geográfico se expresa con claridad en la siguiente cita (Gá-
mir, et al., 1995: 91) de u n manual sobre análisis espacial:
En el análisis espacial, los nodos o vértices de la red pueden venir constituidos
por los puntos de origen y destino de los intercambios (ciudades, puertos, aero-
puertos o centros de zona -denominados centroides, si trabajamos a escala urba-
na, a los que se atribuyen las características del área que representan-). Los arcos
o aristas se identifican con las rutas, tanto si tienen una estructura física o soporte
(rutas terrestres) como si no cuentan con ella (rutas marítimas, aéreas, o referidas
a teleflujos), o con los flujos (pasajeros, mercancías, flujos telemáticos...) que por
ellas circulan, cuando se trata de redes valorizadas. En las redes urbanas de trans-
porte público, como puede ser, por ejemplo, una red de metro, los nodos pueden
venir constituidos por las paradas de las líneas de la red (o de forma más simple,
por los puntos de origen y destino de las mismas) y las aristas pueden identificar-
se con los recorridos de las líneas... Los resultados de este tipo de análisis de cara
a la planificación permiten potenciar nodos a través de las mejoras en las cone-
xiones de la red.

Es evidente oue este tioo de trabaio imolica oue el geógrafo tenea u n conocí-
miento profundo de la geometría de las redes y la teoría de los grafos, las cuales le
permiten hacer comparaciones precisas entre la conectividad y la configuración
de las redes (Haggett, 1976), lo mismo que u n dominio de medidas de centrali-
dad, dispersión de áreas y puntos, análisis de vecindad, de las técnicas de análisis

37
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de interacción espacial, y de correlación y autocorrelación espacial (Gámir, et al.,


1995).
En los términos de u n nuevo paradigma, la geografía como ciencia espacial
debería tener las mismas finalidades de predicción de toda la ciencia positiva.
Pero esta transformación de la disciplina no constituye u n hecho aislado y mucho
menos autónomo, pues como lo señala Unwin (1995: 172):

Un interés por modelar la organización espacial de la sociedad y por elaborar


descripciones matemáticas y geométricas de las relaciones sociales quedó así per-
fectamente establecido en diferentes disciplinas en los Estados Unidos en los
años 1940 y 1950... No obstante, fue en el campo de la geografía donde este nue-
vo enfoque alcanzó una posición de preeminencia, pues ofreció a los geógrafos
una justificación fundamental de su disciplina. La conceptualización de la geo-
grafía como ciencia del espacio abrió una alternativa marcadamente diferente a
la tradición cada vez más desacreditada de la geografía regional.

Aunque en un principio algunos geógrafos regionales pusieron en duda la


emergencia de una "Nueva geografía", alegando que todas las geografías ante-
riores habían sido nuevas, o que la geografía siempre había utilizado estadísticas
(Vilá, 1983), lo cierto es que la ruptura epistemológica - p a r a usar los términos de
Bachelard- con la geografía regional, no sólo fue clara sino definitiva.
Como lo expresa Chisholm (1975), una comparación entre la obra de Hart-
shorne, The Nature of Geography (1939) y la de Harvey, Explanation in Geography
(1969), permite captar la esencia del cambio. Chisholm anota que en la obra de
Hartshorne la aproximación es explícitamente inductiva y la geografía es una
ciencia corográfica, relacionada con la naturaleza de los diferentes lugares, de
modo que los fenómenos que interactúan en cada una de las áreas crean la dife-
renciación de las mismas. En esta situación, el papel del geógrafo es integrar y
sintetizar conocimientos producidos por otras disciplinas que tienen visiones
particulares y parciales de la realidad. En la obra de Harvey, en cambio, se persi-
gue una meta diferente de la propuesta por Hartshorne, que identifica a la geo-
grafía como una ciencia que difiere de la simple acumulación de hechos, que
debe aplicar el método científico hipotético-deductivo para alcanzar el carácter
explicativo, de manera que la geografía se pueda definir como una explicación
positiva de la forma como funcionan el m u n d o o segmentos de éste. En la pro-
puesta de Harvey, los objetos de investigación geográfica son problemas de carác-
ter espacial que reclaman una explicación en los términos de la ciencia positiva,
por lo que la tarea de la geografía tiene que ver con la formulación de leyes gene-
rales, más que con el estudio de casos únicos.

38
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Para Chisholm (1975), Hartshorne y Harvey representan la antítesis entre


una visión mística o romántica de la geografía, asociada con la tradición filosófica
alemana del siglo XIX, y una aproximación más analítica basada en la aceptación
de los cánones del método científico naturalista e inspirada en el pensamiento de
los filósofos del positivismo lógico y del racionalismo. Así que la "Nueva geogra-
fía" es u n nuevo paradigma en el que la obra de Hartshorne representa el fin y la
de Harvey el comienzo del mismo.
Treinta años después de la publicación de The Explanation in Geography en
1969, Harvey responde en entrevista a los editores de New Left Review (Harvey,
2001: 4, en traducción) que:

En Explanation in Geography trataba de buscar una respuesta a lo que consideraba


un problema central de la disciplina. Tradicionalmente, el conocimiento geográ-
fico había estado extremadamente fragmentado, orientado a enfatizar en gran
medida lo que se denominaba "excepcionalidad". De acuerdo con la doctrina es-
tablecida, el conocimiento adquirido mediante la investigación geográfica es di-
ferente a cualquier otro tipo de conocimiento. No es posible establecer
generalizaciones o sistematizarlo. No existen leyes geográficas; no existen princi-
pios generales a los que se pueda apelar; lo único que se puede hacer es salir ahí
afuera y estudiar, pongamos por caso, la zona seca de Sri Lanka, y pasarse toda la
vida tratando de comprenderla. Quería hacer frente a esta concepción de la geo-
grafía insistiendo en la necesidad de comprender el conocimiento geográfico de
un modo algo más sistemático. En aquel momento me parecía evidente que había
que recurrir a la tradición filosófica del positivismo que, en la década de 1960,
continuaba incorporando como parte de sí un poderoso sentimiento, provenien-
te de Carnap, acerca de la unidad de la ciencia. Este es el motivo por el que me
tomé a Hempel y a Popper tan en serio; pensé que debía existir algún modo de
usar su filosofía de la ciencia para contribuir a la construcción de un conocimien-
to geográfico más unitario. Se trataba de un momento en el que, en el seno de la
disciplina, existía un fuerte movimiento que apostaba por la introducción de téc-
nicas estadísticas y nuevos métodos cuantitativos a la investigación. Se podría de-
cir que mi proyecto consistía en desarrollar la vertiente filosófica de esta
revolución cuantitativa.

La ruptura con la geografía regional se notó en la adopción de nuevas formas


de organizar y analizar la información, especialmente mediante el uso creciente
de modelos. Chorley y Haggett publicaron en 1971 una antología titulada La geo-
grafía y los modelos socioeconómicos, en la que varios autores dan cuenta del uso as-
cendente de modelos de distinta clase en varias ramas de la geografía teórica y
aplicada, al mismo tiempo que exponen las razones que justifican su adopción.
En la introducción de esta obra se argumenta que:

39
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

1. La información geográfica se puede tratar en los términos de la teoría


general de la información, de manera que la relevancia de u n dato se es-
tablece únicamente dentro de u n marco teórico, y la información se or-
ganiza en varias escalas, puesto que la regularidad de la misma puede
darse o desaparecer al cambiar de escala.
2. La organización y el análisis de la información requieren una selección
previa que separe la regional de la local y elimine todas las formas de rui-
do informativo.
3. Es normal que se intente establecer los tipos de regularidad que se pre-
sentan en la información geográfica en las correspondientes escalas es-
paciales y temporales. Es necesario buscar el orden en la realidad en
función de las características del conjunto, en vez de concentrarse en las
diferencias específicas.
Los modelos geográficos, agregan Chorley y Haggett (1971), pueden ser una
teoría, una ley, una hipótesis o una idea estructurada; p u e d e n ser una función,
u n a relación, una ecuación o u n a síntesis de datos. En todos los casos, deben ser-
vir para razonar sobre el m u n d o real. La construcción y aplicación de modelos
obedece a una necesidad de idealización y de simplificación de la realidad, que
facilite su entendimiento. Tales modelos se asumen como estructuraciones sim-
plificadas de la realidad que presentan en forma generalizada, facetas y relacio-
nes simplificadas de la misma; son aproximaciones inexactas, altamente
selectivas y subjetivas, pero realzan los aspectos fundamentales y desechan los de-
talles sin importancia. Por contera, los modelos deben ser de carácter especulati-
vo y sugestivo, y lo bastante simples para que se p u e d a n manejar y comprender
con facilidad.
Los modelos geográficos, insisten Chorley y Haggett (1971), son necesarios
para salvar las diferencias entre la observación y la teoría, y por supuesto, deben
satisfacer las demandas de simplificación, reducción, concreción, experimenta-
ción, acción, extensión, establecimiento y explicación de teorías. Y agregan que
entre las funciones que ellos p u e d e n cumplir se pueden señalar las siguientes:
a) Función psicológica, pues permiten comprender y abarcar grupos de fe-
nómenos que por su complejidad sería imposible abordar de otra forma.
b) Función adquisitiva y organizativa, porque proporcionan una base para
definir, recoger y ordenar la información.
c) Función de fertilidad, porque permiten la extracción del máximo de
información.
d) Función lógica, que facilita la explicación de la aparición de un fenóme-
n o particular, y explicar los sistemas complejos por medio de sistemas
simples.

40
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

e) Función normativa, que hace posible la comparación de ciertos fenóme-


nos con algunos más conocidos.
f) Función sistemática, porque la construcción sucesiva de modelos permi-
te la exploración y comprobación de los sistemas.
g) Función constructiva, como elementos básicos en la construcción de teo-
rías y leyes de alta probabilidad, y
h) Función cognoscitiva, porque p u e d e n promover la difusión de las ideas
científicas.
Bunge (1982) también había sugerido en los comienzos de los sesenta la ne-
cesidad de asumir un paradigma basado en modelos, que sustituyendo los cam-
pos de especialización temática del tipo climatología, geografía de la población o
morfología del suelo, se especializara en campos teóricos espaciales relacionados
con puntos, zonas y descripción de superficies matemáticas, problemas de luga-
res centrales, etc.
Harvey (1983) reconoce que a finales de los setenta, los modelos geográficos
ya formaban parte del saber geográfico institucionalizado, y comenta que su uso
no dejaba de ser problemático y hasta peligroso, amén de la dificultad misma de
construirlos. Y agrega que la insistencia en su utilización se debió a que dado el
escaso desarrollo de la teoría geográfica, no se tenía otra alternativa que acudir a
ellos. Sin embargo, él mismo pone en guardia a los geógrafos frente al peligro ge-
nerado por la tentación de usar indiscriminadamente los modelos, sugestionados
p o r su variada funcionalidad, y sentencia que no se debe pasar por alto "que en
términos de investigación básica, la función principal de la modelización en geo-
grafía debe apuntar a la creación de teoría geográfica" (Harvey, 1983: 181).
El cambio ya aludido implicó asumir el espacio como elemento articulador
de la disciplina y como objeto mismo de teorización. Esto trajo como consecuen-
cia u n viraje en los métodos, en el lenguaje, en las formas de representación y en
las relaciones teóricas con ciencias poco exploradas por los geógrafos, como la
matemática, la estadística, la teoría económica neoclásica y la teoría de sistemas,
entre otras. Con nuevos problemas, nuevos marcos teóricos y nuevas metodolo-
gías y técnicas, se reconstruyó el discurso geográfico (Lounsbury y Aldrich, 1979).

LOS CONTENIDOS DEL NUEVO DISCURSO GEOGRÁFICO

El nuevo discurso espacial (Gregory, 1994) se presentó como u n entramado


metafórico emparentado con los discursos de la economía neoclásica y lleno de
modelos lógicos y analogías de la ciencia física. El interés mayor se centró en la
formulación de hipótesis y en la construcción de teorías acerca de la organización

41
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

del espacio. En este escenario floreció la teoría locacional, como un intento de in-
tegrar la dimensión espacial con la teoría económica clásica, para explicar y pre-
decir las decisiones geográficas resultantes del agregado de decisiones
individuales. Esto explica el interés de los geógrafos por los trabajos pioneros de
Von T h ü n e n , Christaller y Weber, entre otros, en los que se encontraron las bases
para la construcción de modelos normativos de interacción y difusión espacial.
Tales modelos hacen énfasis en la racionalidad económica de agentes maximiza-
dores de beneficios con el mínimo esfuerzo, y en el papel determinante de la fric-
ción de la distancia como restricción espacial en la oferta y demanda de bienes y
servicios.
El nuevo discurso geográfico pone su mayor interés en los asuntos relaciona-
dos con la organización espacial (De Souza, 1992), es decir, con la forma como los
individuos y las sociedades organizan el espacio para ajustarlo a sus necesidades.
Este concepto provee una estructura apropiada para analizar e interpretar las de-
cisiones de localización y de movimiento, al igual que las estructuras espaciales
relacionadas con patrones de uso del suelo, localización industrial, asentamien-
tos humanos, etc. Las agencias del gobierno encargadas de la planificación, o las
empresas privadas interesadas en optimizar los rendimientos del capital, deman-
daban conocimientos de esta naturaleza, y la geografía trató de responder con es-
tudios que se apoyaron en la cuantificación y la experimentación con un amplio
rango de técnicas estadísticas.
La idea central de este nuevo discurso es que lo real es una estructura espa-
cial abstracta y ordenada, cuyo orden es posible revelar y representar a partir de
teorías, leyes y modelos generales, como elementos constitutivos de la nueva
ciencia espacial.
Esta forma de abordar el estudio del espacio trajo nuevas demandas, pues en
adelante los geógrafos tuvieron que tratar con los asuntos de los métodos de aná-
lisis locacional, relacionados con la recolección y análisis de los datos; con la des-
cripción de las localizaciones absolutas y relativas y con el problema de su represen-
tación; con la construcción y delimitación de las regiones, y con la formulación y
verificación de las hipótesis mediante analogías y métodos estadísticos.
En los primeros años de la década de los setenta, el discurso de la "ciencia es-
pacial" ya se encontraba bien sistematizado y expuesto en textos y manuales utili-
zados en la formación de geógrafos (Harvey, 1969; Abler, Adams y Gould, 1972;
Haggett, 1976; Lounsbury y Aldrich, 1979). Uno de esos textos es el publicado en
1972 p o r Ronald Abler y Peter Gould, de la Universidad de Pensilvania, y por
J o h n S. Adams de la Universidad de Minnesota, que se titula Spatial Organization:
The Geographer's View ofthe World, y cuyo objetivo principal es "introducir a los es-
tudiantes a la forma como los geógrafos piensan acerca del mundo". Este libro,

42
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

que hace una profunda exposición de los elementos constitutivos del discurso
científico predominante en la comunidad geográfica de la época, es la fuente
principal de la exposición que sigue sobre este tema, aunque en la misma se utili-
zan otras obras cuya referencia se hará oportunamente; por tanto se advierte al
lector que, en ausencia de otras referencias, debe entenderse que lo expuesto
proviene de la fuente en comentario.
Abler, Adams y Gould (1972) consideran que la geografía h u m a n a es una
ciencia social y del comportamiento que analiza las actividades humanas en el es-
pacio terrestre. El carácter científico de la geografía no difiere del de otras cien-
cias, y por tanto su esencia debe ser un conjunto de problemas y un método para
resolverlos; el método científico es universal, es decir común, y lo que distingue a
unas ciencias de otras es el tipo de problemas o preguntas no resueltas que tratan
de explicar. El método de la geografía es igual al de todas las ciencias, pero su
pregunta fundamental y que la distingue de otras prácticas científicas es: ¿Por
qué las distribuciones espaciales están estructuradas en la forma en que ellas es-
tán? De modo que los geógrafos tienen que ver ante todo con distribuciones espa-
ciales y con procesos espaciales.
Una distribución espacial se refiere a la frecuencia con que u n fenómeno su-
cede en el espacio, y su naturaleza depende de la escala en que tal distribución es
observada, pues u n a distribución puede presentar, por ejemplo, u n patrón de
aglomeración en una escala de observación, o u n patrón disperso en otra. Pero,
aunque la distribución de un fenómeno en el espacio es el punto de partida para
el análisis geográfico, es necesario tener en cuenta que las distribuciones en sí
mismas no son el objetivo para el geógrafo, sino que lo que a éste le interesa es
por qué las distribuciones varían en patrón e intensidad de u n lugar a otro. Por
otra parte, el interés tradicional por la descripción exacta de la localización abso-
luta de las distribuciones se ha abandonado para centrarse principalmente en la
localización relativa de unos fenómenos con respecto a otros, la cual se p u e d e ex-
presar en unidades relativas de distancia medidas en tiempo o de costos de trans-
porte, por ejemplo. Estas localizaciones relativas pueden cambiar a través del
tiempo, aunque sus localizaciones absolutas, es decir, sus posiciones en u n siste-
ma convencional de coordenadas, permanezcan constantes, como ocurre con las
medidas de latitud y longitud que sirven para localizar u n lugar en la superficie
terrestre.
Del concepto de distribución espacial se derivan los conceptos de "estructura
espacial" y de "procesos espaciales". La estructura espacial es la organización in-
terna de una distribución, y se refiere tanto a la localización de cada elemento con
relación a cada u n o de los otros, como a la localización de cada elemento con rela-
ción a todos los otros tomados en conjunto. Como ejemplos pueden darse la

43
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

estructura espacial de la distribución de los hospitales en una determinada re-


gión, o la estructura espacial de la distribución de los centros comerciales u otros
centros de servicios en una ciudad. Si tomamos el caso de los hospitales, la estruc-
tura espacial tiene en cuenta tanto la localización de cada hospital con relación a
cada u n o de los otros hospitales, como la localización de cada hospital con rela-
ción al conjunto de los hospitales de la región.
Los procesos espaciales se refieren a los mecanismos que producen las estruc-
turas espaciales de las distribuciones espaciales. Procesos y estructuras espaciales
son circularmente causales y se determinan mutuamente. Los procesos son espa-
cialmente variables y tienen distribuciones como fenómenos concretos, de d o n d e
se deriva que la estructura espacial es un concepto aplicable tanto a la distribu-
ción estática como a los procesos dinámicos. Se puede decir que procesos y es-
tructuras son "la misma cosa", pero que veamos procesos o estructuras depende
de la perspectiva de tiempo que adoptemos y de la rapidez con que transcurren
los procesos. Así, por ejemplo, los movimientos de personas en vehículos o a pie
son procesos espaciales que se estructuran en objetos como redes de carreteras,
caminos, ferrocarriles, aeropuertos sobre la superficie terrestre. O de forma simi-
lar, las decisiones por una actividad económica como la agricultura, la industria o
el comercio, se expresan en estructuras económicas espaciales de uso de la tierra.
Aunque en los mapas las estructuras se presentan estáticas, es obvio que las distri-
buciones y sus estructuras están en constante cambio y debemos asumirlas como
muy dinámicas. Esto último no es obstáculo para que tomando intervalos de
tiempo tales estructuras se consideren estáticas y como u n índice del estado pre-
sente de u n proceso en marcha.
Los problemas o preguntas sobre procesos y estructuras espaciales del tipo
cuál es la estructura espacial de los eventos, y cómo la estructura espacial y los
procesos interactúan, son las que diferencian a la geografía de otras ciencias,
pues ninguna otra disciplina científica se interesa en forma consistente por los
procesos y las estructuras espaciales, ni hace ni resuelve preguntas acerca de la lo-
calización, aunque localice sus objetos de análisis y reconozca su ocurrencia en el
espacio.
También es propio del nuevo discurso un contexto espacial distinto, que se
fundamenta en la naturaleza relativa del espacio. Hasta la mitad del siglo XX, los
geógrafos pensaron y elaboraron hipótesis acerca de distancia y espacio en térmi-
nos absolutos, como ya se indicó cuando nos referimos a la geografía regional;
pero a partir de entonces se inició el cambio progresivo hacia un contexto espa-
cial relativo, cambio considerado como el más fundamental en la historia de la
geografía, pues abrió un número casi infinito de nuevos mundos para explorar y
cartografiar. La utilización del concepto de distancia relativa como base del

44
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

espacio relativo conllevó a la incorporación de geometrías no euclidianas y gene-


ró nuevas posibilidades de análisis espacial. Así, por ejemplo, mientras en el es-
pacio euclidiano la distancia más corta entre dos puntos es una línea recta, en el
espacio de Riemann la distancia más corta entre dos puntos es una línea curva, lo
cual resulta más apropiado para describir y explicar la conducta espacial de los
seres humanos, caracterizada por las percepciones y valoraciones psicológicas de
los factores de la relación costo-tiempo-espacio.
Las representaciones del espacio relativo se desvían de las técnicas tradicio-
nales de representación de las relaciones espaciales, y surgen nuevas formas que
superan los mapas de localización absoluta. Las nuevas formas de representación
incluyen, entre otras, los cartogramas árcales de Erwin Raisz, popularizados en
los años treinta; las proyecciones logarítmicas de Edgar Kant, que Hágerstrand
utilizó en estudios de migración en Suecia; los mapas de isócronas y las matrices.
Las matrices se consideran muy útiles cuando se trabaja con distancias que no son
simétricas, y son muy eficientes a la hora de presentar redes complejas que se tor-
nan confusas cuando se dibujan en mapas. Además, su simplicidad facilita el tra-
tamiento mediante ordenadores.
Es preciso señalar que el nuevo discurso mantiene las preguntas tradiciona-
les de la geografía, pero las replantea en el nuevo contexto espacial relativista.
Aun la pregunta por el dónde se mantiene, considerando que la acción del hom-
bre cambia permanentemente la localización y que, incluso, las cosas que siempre
se consideraron fijas, como el fondo de los océanos o las masas continentales, es-
tán localizadas en u n espacio relativo si se consideran largos períodos de tiempo,
como puede colegirse de las explicaciones científicas de procesos como la deriva
continental, la tectónica de placas o la expansión de los fondos oceánicos.
El concepto de convergencia espacio-tiempo desarrollado por Donald G. Ja-
nelle, expresado en lenguaje común como "encogimiento" o "compresión" del
m u n d o , se constituyó en una herramienta útil en el seguimiento o monitoreo de
los cambios locacionales en el espacio relativo, puesto que es posible medir la rata
a la que los lugares localizados sobre la superficie terrestre se aproximan o se
separan unos de otros en distancia-tiempo. Este concepto, que tiene efectos
significativos en el comportamiento humano, fue utilizado en los años 80s por
David Harvey, para explicar la experiencia del espacio y del tiempo en la condi-
ción p o s m o d e r n a o etapa actual del capitalismo, caracterizada por la experien-
cia sensorial y cultural de u n m u n d o que se contrae p e r m a n e n t e m e n t e , como
consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías del transporte y de la
comunicación (Harvey, 1989).
Otro caso de recontextualización similar ocurre con los conceptos de región y
regionalización. La construcción de taxonomías en el espacio relativo produjo

45
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTOS REDES NODOS

4
•••' A

JERARQUÍAS SUPERFICIES

Figura 1. Estadios en el análisis de los sistemas regionales.


Fuente: Haggett (1976:28)

regiones de naturaleza distinta a las identificadas en el contexto del espacio abso-


luto. Las clasificaciones árcales en el espacio absoluto generan regiones unifor-
mes compuestas por fenómenos estáticos y con poca variación en la densidad y en
la intensidad de su ocurrencia. Pero, en cambio, las regiones nodales, identifica-
das en el espacio relativo, d e p e n d e n de fenómenos en movimiento cuya intensi-
dad y densidad del flujo es significativamente variable dentro de las mismas.
Las regiones nodales son sistemas espaciales constituidos por la interrelación
de lugares con funciones similares. Estas regiones se pueden definir por los flujos
de personas, de dinero, de mercancías, de mensajes, entre otros, que varían de
acuerdo con la distancia desde un centro o nodo.
Haggett (1976) propuso organizar el análisis locacional alrededor del concep-
to de la región nodal como un sistema espacial abierto constituido por movimien-
tos o flujos, redes, nodos, jerarquías y superficies y gradientes, representables en
u n modelo geométrico abstracto, e identificables en la realidad empírica en mo-
vimientos de personas, mercancías e información; en redes de carreteras; ciuda-
des de distinto rango y tamaño como nodos articuladores de las redes, con sus
respectivas áreas de influencia (figura 1). Dicho sistema, con su orden y sus com-
ponentes, se puede reconocer, medir, conocer en su funcionalidad y en sus

46
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relaciones internas. También se puede regular, modificar o reordenar en su es-


tructura y funcionamiento, de acuerdo con las intencionalidades e intereses de
los actores económicos o de las instituciones organizadoras del espacio.
Haggett (1976), en contraposición a la definición de la región como sistema
cerrado que predominó en la geografía regional tradicional, propone considerar
las regiones nodales como sistemas espaciales abiertos, en los que es necesario fi-
jarnos primero en sus características propias y comprobar su existencia dentro
del sistema regional. Siguiendo a Chorley, Haggett (1976: 28), señala que los sis-
temas abiertos poseen algunas de las características siguientes:
(1) la necesidad de un suministro de energía para el mantenimiento y preserva-
ción del sistema, junto a la capacidad de (2) llegar a un "estado estático" en el cual
la importación y la exportación de energía y material se ve compensada por ajus-
tes de forma, (3) regularse a sí mismo por medio de ajustes homeostáticos, (4)
mantener magnitudes óptimas durante períodos de tiempo; (5) mantener su or-
ganización y su forma a través del tiempo en lugar a tender (como ocurre en los
sistemas cerrados) hacia un máximo de entropía y (6) comportarse de modo
"equifinal", en el sentido de que condiciones iniciales diferentes puedan condu-
cir a resultados finales semejantes.
Según Haggett (1976), considerar la región como un sistema espacial abierto
permite dirigir la mirada hacia los vínculos entre proceso y forma, lo cual coloca a
la geografía en condiciones similares a las de otras ciencias biológicas y sociales
que organizan su pensamiento de forma parecida.
Volvamos a nuestra fuente principal (Abler, Adams y Gould, 1972) para con-
tinuar la exposición del discurso de la geografía como "ciencia espacial". En el
contexto del espacio relativo, son muchas las posibilidades combinatorias de las
preguntas ¿dónde?, ¿cuándo?, ¿qué?, ¿por qué?, y la espacialidad de las mismas
es casi infinita. Las preguntas ¿dónde? y ¿qué está dónde?, que en la tradición re-
gional basada en el espacio absoluto fueron consideradas como fines en sí mis-
mas, en el contexto del espacio relativo son preguntas preliminares en la
búsqueda de explicaciones. De modo que los nuevos fundamentos de la geografía
ya n o están en la descripción de la organización espacial del mundo, sino en la ex-
plicación por medio de leyes y teorías, en procura de ser una ciencia diagnóstica y
prescriptiva; aunque no debe olvidarse que la descripción de distribuciones, de
estructuras y procesos espaciales constituye el punto de partida.
El interés en la distribución se enfoca siempre sobre las estructuras y proce-
sos que las producen, y sobre las interrelaciones resultantes. Como ejemplo, los
movimientos (flujos) a través del espacio generan sistemas de movimiento (re-
des) que influyen en los nuevos movimientos; los sistemas de movimiento favo-
recen algunos lugares a expensas de otros, de m o d o que las relaciones entre

47
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

movimientos (procesos) y sistemas de transporte (estructuras) no son de u n solo


sentido, sino reflexivas y circularmente causales. De igual manera, los sistemas
de movimiento son poderosos determinantes de la localización de actividades
h u m a n a s ; en tanto que los lugares que son nodales y contenedores de actividad
h u m a n a intensa, tienen gran influencia sobre los sistemas de comunicación y
transporte. En síntesis, la interacción entre procesos y estructuras es u n aspecto
fundamental de cualquier problema locacional, ya sea que se trate de explicar
u n a d e t e r m i n a d a distribución, o de decidir d ó n d e localizar u n elemento - u n
hospital, una escuela, una estación de bomberos, e t c . - para atender a u n a po-
blación con determinada distribución espacial; en ambos casos el problema se
p u e d e analizar en términos de los procesos, las estructuras y sus interacciones.
Otro aspecto importante del nuevo discurso es el relacionado con la medi-
ción. El análisis en términos de procesos, estructuras e interacciones lleva implíci-
to el asunto de la medición cuyo objetivo es refinar la descripción. Se parte del
supuesto positivista de que, en geografía, como en toda ciencia, todo es mensura-
ble en el continuo cualidad-cantidad, y se argumenta que sin medición es imposi-
ble hacer ciencia. La medida, en todas sus formas, se asume como la asignación
de valor a las cosas de acuerdo con reglas claras y bien definidas, que pueden ser
tan simples como dar valores de uno (1) o cero (0) a una variable, o tan sofistica-
das como asignar valores que permitan establecer intervalos. El geógrafo dispone
de varias posibilidades de medición, entre las cuales cabe resaltar:
a) Mediciones binarias y nominales, cuyo objetivo es establecer dicotomías
como Sí-No, Presente-Ausente, Uno-Cero.
b) Mediciones en escala ordinal, con el objetivo de establecer órdenes de
magnitud, para lo cual se usan criterios como tamaño (mayor que, me-
nor que) o distancia (cerca de, lejos de), y se asigna el rango 1, 2, 3, 4... N.
Se usa por ejemplo para ordenar preferencias.
c) Mediciones en escala de intervalo, que establecen intervalos como por
ejemplo la distancia entre puntos. El caso más clásico en geografía es el
de la localización usando latitud y longitud.
d) Mediciones en escala de proporción, cuyo objetivo es comparar propor-
ciones, como por ejemplo distancias o tiempos de viaje entre ciudades,
áreas de países, densidades de población, etc.
La geografía como ciencia espacial hace énfasis en el estudio de las relacio-
nes geográficas, como se ha venido reseñando. Pero es conveniente aclarar qué se
entiende por una relación geográfica y qué implica decir que una cosa está rela-
cionada con otra. Por una relación geográfica se entiende la forma en que u n fe-
n ó m e n o varía en el espacio con respecto a otro, como en la forma elemental de Y
= f(X), aunque formas más complejas de variaciones pueden ser abordadas. Con

48
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Y = f(X) se dice que Y es alguna función de X o que Y covaría con X. Es posible


bajo esta forma expresar relaciones del tipo "Y varía con la localización de X", "el
tamaño de Y cambia con la población de X", o "la interacción de Y es una función
de la distancia X".
Especificando exactamente una función y describiendo la forma de la varia-
ción de modo regular, por ejemplo mediante u n modelo, es posible hacer predic-
ciones sobre dichas relaciones espaciales, aunque es necesario tener en cuenta
que es poco factible que la conducta humana pueda ser predicha en forma deter-
minista, por lo que las predicciones de relaciones espaciales pertenecen más bien
al campo de las probabilidades.
Las relaciones geográficas son de varios tipos:
a) Localización de yuxtaposición o proximidad: si dos objetos tienen la
misma localización o son próximos, podemos esperar que entre ellos
exista alguna relación.
b) Grado de regularidad espacial de eventos a través del tiempo, como, por
ejemplo, procesos de colonización y ocupación del espacio, patrones de
poblamiento en el tiempo asociados con características espaciales de re-
lieve, clima, suelos, etc.
c) Covariación de dos o más variables en el espacio geográfico, como en el
caso en que una alta densidad de rutas corresponde con el área en donde
se encuentran los principales centros de poblamiento, lo cual se puede
combinar con la variable preferencia por residencia, de modo que en
una superficie se p o d r á n observar picos (altos) y valles (bajos) de prefe-
rencia, o áreas favorables y desfavorables.
d) La tendencia regular de una variable en una región.
En la descripción de las relaciones enumeradas, los geógrafos tradicional-
mente utilizaron métodos como la superposición de mapas, para examinar el
grado de correspondencia entre los patrones representados en cada uno, y con
base en esos análisis elaboraban juicios subjetivos sobre la fuerza de las relaciones
entre las variables. Pero, argumentando que el ojo no siempre es el mejor instru-
mento para captar las relaciones espaciales, la "Nueva geografía" incorporó he-
rramientas de análisis más sofisticadas, como los diagramas de dispersión, o las
medidas de correlación, regresión y asociación. El análisis cuantitativo de las rela-
ciones espaciales recurre a técnicas de correlación y regresión simple, modelos de
regresión múltiple, análisis de varianza en superficies y regiones, o modelos de
curva logística y cadenas de Markov para describir y explicar patrones espaciales
de tiempo y difusión (Yeates, 1972).

Ay
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

LOS MODELOS DE INTERACCIÓN ESPACIAL

Una característica importante de la geografía como ciencia espacial es la ten-


dencia a la construcción de modelos espaciales tanto descriptivos como normati-
vos. La necesidad de idealización era corriente a fines de los años sesenta, y se
reconocía la simplificación de la realidad como u n camino obligatorio y seguro
para su comprensión, pues permite prescindir de los detalles que no tienen inte-
rés p a r a la definición y explicación de u n sistema. La simplificación es la clave
para la construcción de modelos de la realidad que se supone presentan formas
generalizadas de la misma, y que aunque son aproximaciones subjetivas y no in-
cluyen todas las dimensiones, sí realzan los aspectos fundamentales de la reali-
dad, evitando los detalles incidentales que dificultan encontrar el orden. En fin,
los modelos se consideran necesarios para integrar los niveles de la observación y
la teoría y para la simplificación, reducción, concreción, experimentación, ac-
ción, extensión, globalización, establecimiento y explicación de teorías (Chorley,
y Haggett, 1971). Chorley y Haggett (1971) hacen una exposición detallada del
uso de modelos socioeconómicos en la geografía de los años sesenta. Tras descri-
bir las funciones de los modelos, su naturaleza y sus características fundamenta-
les, dan cuenta de que la práctica del modelamiento espacial se ha extendido
tanto, que bien se puede considerar que el nuevo paradigma geográfico tiene
como base el uso de modelos. Según los autores citados, la disciplina cuenta con
modelos de geografía urbana y localización de centros de poblamiento, de locali-
zación industrial, de localización de la actividad agrícola, de difusión y de toma
de decisiones locacionales, entre otros. Con el propósito de ilustrar un poco más
las características del discurso geográfico en comentario, se describen a continua-
ción los modelos de potencial de interacción y de gravedad, siguiendo de nuevo
el texto de Abler, Adams y Gould (1971).

El modelo de potencial

El modelo de potencial supone que, dado u n conjunto de centros o lugares


especializados localizados en un determinado contexto espacial, cada centro ten-
drá algún potencial de interacción con cada uno de los otros centros de la región.
La pregunta sobre cuánta interacción se p u e d e esperar nos indica que el concep-
to de potencial sugiere una medida, y que, por tanto, es posible estimar dicho po-
tencial. El modelo utiliza analógicamente las ideas de la física de Newton, y
supone que se pueden esperar entre unidades sociales las mismas regularidades
que se observan entre unidades físicas. Por consiguiente, es lícito pensar que dos
objetos sociales (dos ciudades, por ejemplo), se atraen uno al otro con una fuerza

50
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

gravitacional que varía directamente con el producto de las masas de los objetos y
disminuye en razón del cuadrado de la distancia entre ellos.
Así, aplicando en forma de analogías esas ideas gravitacionales, es posible
derivar una medida de interacción potencial para cada localización, de modo que
el potencial de un punto es simplemente una medida agregada de la influencia
de todos los lugares distantes sobre dicho punto.
Este modelo se puede aplicar al estudio del mercado, la migración, los inter-
cambios de población (commuting), la comunicación y otras clases de problemas.
Por ejemplo, el mercado potencial es u n índice de la intensidad de la interacción
espacial posible entre productores y mercados.
Otro asunto crítico del modelo de potencial es el relacionado con las defini-
ciones de la masa y la distancia. En este modelo, la medida apropiada de la masa
depende de la clase de interacción que se esté considerando. El modelo de mer-
cado potencial, por ejemplo, utiliza como medida las ventas al detalle (minoris-
ta). Pero en otros casos pueden ser la población, las ventas, el poder de compra, el
número de familias, los carros registrados, las camas de hospital, la inversión en
tractores y equipo agrícola, el valor agregado de la manufactura, el producto re-
gional bruto, la circulación de periódicos o la matrícula escolar, entre otras, las
medidas que se utilicen para establecer la masa. En suma, la clase de interacción
estudiada es la que determina el tipo de medida utilizada para definir la masa de
un lugar.

El modelo de gravedad

Este modelo es de gran simplicidad e integra la complementariedad geográ-


fica con la fricción de la distancia. En ciencias sociales ha sido utilizado para ex-
plicar muchas de las variaciones espaciales de los movimientos de personas,
bienes e información. Es una representación de hechos acerca de la interacción
espacial, y sus bases lógicas establecen que dos lugares interactúan entre sí, en
proporción directa al producto de sus masas e inversamente de acuerdo con algu-
na función de la distancia entre ellos. Esto es:
M¿M,
h f-jr1-
a ¡i
en donde / y es el número de interacciones entre i y j durante un período de
tiempo; ¿Les la distancia entre i y j . M es la medida del tamaño o masa del par de
lugares en interacción.

51
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

MOVIMIENTO, ESTRUCTURAS ESPACIALES Y GEOMETRÍA DEL MOVIMIENTO

El asunto del movimiento de personas, de mercancías o de información so-


bre la superficie terrestre es u n o de los temas dominantes en el discurso de la
ciencia espacial, de m o d o que las preguntas sobre el mismo, sobre su estructura-
ción y sobre la forma de representarlo y explicarlo ocupan buena parte de las ta-
reas de los geógrafos. Los movimientos, de todo tipo, crean estructuras
espaciales que u n a vez establecidas tienen gran influencia en los movimientos
subsecuentes, tal como ocurre con las migraciones que redistribuyen la pobla-
ción en u n período, y de esa forma inciden en los movimientos siguientes de la
misma o en la distribución espacial de centros comerciales en una ciudad, que
afecta la localización de nuevos centros. U n a vez más acudimos a Abler, Adams y
Gould (1972) para presentar u n ajustado resumen de los elementos más signifi-
cativos del discurso geográfico sobre estos aspectos. Los planteamientos funda-
mentales son los siguientes:
1. Las estructuras espaciales están recíprocamente asociadas a los procesos
de movimiento. Todos los movimientos de personas, mercancías o infor-
mación se dan entre nodos y a través de redes.
2. El movimiento se realiza siguiendo la ley del mínimo esfuerzo. Las cosas
se mueven en la naturaleza para alcanzar una meta haciendo el menor
esfuerzo, y los movimientos ocurren por la ruta más fácil. En el espacio,
el menor esfuerzo se traduce en la reducción de la distancia para ir de un
lugar a otro o en rebajar el costo de mover los objetos; es decir, se persi-
gue la optimización del movimiento.
3. El movimiento se estructura en patrones espaciales de movimiento que
generan redes.
Es posible descubrir cómo se mueven las cosas y establecer las leyes del
movimiento, y por esta vía predecir y controlar eventos sociales y natura-
les. Al descubrir u n principio que gobierne muchos movimientos es posi-
ble considerar todas las implicaciones de dicho principio.
4. La principal preocupación de la sociedad es si las estructuras espaciales
del movimiento, es decir, las redes, permiten el flujo eficiente de perso-
nas, bienes y mensajes, en condiciones de bajo costo, precisión, veloci-
dad y confort. Por eso es pertinente la pregunta sobre cómo aumentar la
eficiencia de las redes existentes, o cómo diseñar redes óptimas para re-
bajar los costos de operación de los usuarios.
5. Para dar respuesta a las preguntas anteriores es necesario construir mo-
delos normativos contra los cuales comparar las redes y los patrones de
movimientos existentes. El grado de coincidencia entre los patrones

52
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

observados y los modelos normativos constituye una medida de la efi-


ciencia de tales patrones.

ANÁLISIS DE REDES Y FLUJOS

Uno de los problemas más importantes en el estudio de los movimientos en


el espacio es el que se deriva de su representación. En efecto, los modelos de mo-
vimiento se construyen con puntos, líneas, áreas y volúmenes, que son la base del
lenguaje cartográfico con el que se elaboran los distintos tipos de mapas. Pero las
técnicas que se utilizan para describir las distribuciones espaciales, como los ma-
pas de puntos, de isopletas o de coropletas, no son adecuadas, dado su carácter
de representaciones estáticas que no permiten mostrar el dinamismo del movi-
miento. Incluso los mapas de flujo, que representan orígenes, destinos y magni-
tud del movimiento no logran satisfacer las necesidades aludidas, pues no se
puede representar en ellos el cambio de los flujos a través del tiempo. Esta situa-
ción, que muestra las limitaciones representativas y analíticas de la cartografía
convencional para hacer análisis de redes y de flujos en el nuevo paradigma, fue
resuelta, en parte, acudiendo a formas más efectivas como las ofrecidas por la teo-
ría de grafos y el análisis de matrices.
Haggett y Chorley (1969) definieron las redes como un conjunto de localiza-
ciones geográficas interconectadas en u n sistema por un número de rutas, y desa-
rrollaron ampliamente el análisis de redes teniendo como base la consideración
de que los distintos sistemas funcionales de flujos, de los que se ocupan tanto los
geógrafos físicos como los geógrafos humanos, tienen en común la propiedad
fundamental de que ocurren a través de u n canal o de una red de canales. Su estu-
dio comienza con el reconocimiento de las redes tal y como existen en el m u n d o
real y con el análisis de su estructura espacial en términos de sus componentes to-
pológicos y geométricos, para luego proceder a su evaluación y optimización, y al
análisis de su crecimiento y transformación en el tiempo.
Para el análisis de las redes (Abler, Adams y Gould, 1972) se desarrollaron
algunas medidas de la estructura de u n a red y sus posibilidades de flujo, y se im-
plementaron técnicas para medir la estructura de una red y la localización rela-
tiva de los lugares dentro de ella. Estas medidas permiten la comparación de
una red con otra en la misma región o en otra diferente, a la vez que la contrata-
ción de una reu empírica con una re«a normativa es consiueraua como mcuio
idóneo para establecer el grado de ajuste de la realidad a los modelos de perfec-
ción o ideales.

53
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Una de las formas más elementales del análisis de redes y flujos es la reduc-
ción de u n a red a un grafo, y la transformación de éste en una matriz de conectivi-
dad (figuras 2, 3 y 4). La teoría de grafos es una rama de la topología
ampliamente desarrollada a partir de los años cuarenta del siglo XX (Haggett y
Chorley, 1969). Los grafos y sus respectivas matrices permiten representar una
red de transportes completa y sus partes como u n sistema total. Un grafo está
constituido por bordes que representan rutas y vértices que indican nodos o luga-
res. Los grafos tienen muchas propiedades en común con las redes de transporte,
como que:
1. Cada red tiene un número finito de lugares.
2. Cada ruta conecta dos lugares diferentes.
3. Un par de lugares es conectado por una sola ruta.
4. Las rutas permiten el movimiento en doble vía.
Como tal, un grafo sólo muestra la posición topológica de un nodo, la cual es
calculada en términos de su posición sobre el grafo, sin tener en cuenta su

Figura 2. Transformación de un mapa de una red de transportes (a) en un grafo (b).


Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

54
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Figura 3. Formas topológicas derivadas del grafo de la figura 2.


Fuente: Haggett y Chorley (1969: 5)

Vértices (V) Lados (E)


I 2 3 4 5 6 7 I 2 3 4 5 6 7 8 9
I "0 0 i 0 0 0 0 I 0 I I I 0 0 0 0 0
2 0 0 I 0 0 0 I 2 i 0 I 1 I 0 0 0 0
3 I I 0 I I 0 0 3 I I 0 I 0 I I 0 0
4 0 0 I 0 I I 0 4 I 1 I 0 0 I 0 I 0
5 0 0 I r 0 0 I 5 0 I 0 0 0 0 0 I I
6 0 0 0 i 0 0 I 6 0 0 I I 0 0 I I 0
7 0 T 0 o I I 0. 7 0 0 I 0 0 I 0 0 I
i
8 0 0 0 I I I 0 0 T
Regiones (R) 9 .0 0 0 0 I 0 1 r 0
I 2 3 4
I 0 I r I
2 I 0 i i / = Conectado
3 I I 0 I 0 = Desconectado
4 .1 I i OJ

Figura 4. Matriz de conectividad basada en el grafo de la figura 2.


Fuente: Haggett y Chorley (1969:6).

55
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

posición en el m u n d o real, y por tanto n o se registran ni las coordenadas ni la es-


cala del mismo. La distancia entre nodos no se expresa en unidades métricas sino
mediante los intervalos entre los nodos.
En u n grafo, una ruta conecta dos lugares, y un curso o una trayectoria es el
conjunto de rutas que conecta una serie de lugares diferentes, es decir, en térmi-
nos topológicos, el número de rutas del grafo.
La distancia topológica entre dos lugares es la longitud de la trayectoria más
corta entre los dos. El número asociado de un nodo es la distancia topológica de
ese n o d o al nodo más lejano de la red, de modo que cada nodo tiene u n número
asociado y, topológicamente, el lugar más central en una red es el lugar con me-
nor número asociado, y el mayor número asociado constituye el diámetro de la
red. Utilizando estos conceptos y su definición es posible establecer qué tan bien
conectados están los lugares en una red y cuál es la localización relativa o accesibi-
lidad de los diferentes nodos.
Es conveniente aclarar que el tratamiento de las redes en el contexto de la
teoría de grafos tiene sus ventajas y sus desventajas, reconocidas desde el comien-
zo por los pioneros de su uso en geografía. Haggett y Chorley (1969) identifica-
ron como ventajas el alto nivel de abstracción que se logra con la transformación,
la relativa facilidad con que se puede manipular u n gran número de redes com-
plejas y su gran flexibilidad que permite tratar tanto sistemas físicos como siste-
mas n o físicos. Entre sus desventajas señalaron la simplicidad y la pérdida de
mucha información relevante.
Los grafos se p u e d e n transformar en matrices de conectividad (figura 4).
Una matriz es una disposición de números ordenada en filas y columnas que per-
mite describir una red en la que se identifican orígenes, destinos y sus respectivas
distancias. Los lugares en el grafo identifican las filas y las columnas en la matriz,
cuyos totales de fila y de columna, indican el número de destinos que se pueden
alcanzar directamente desde u n origen en la columna o en la fila, es decir el nú-
mero de rutas servidas por cada lugar.
El análisis de la matriz algebraica permite medir el grado de conectividad de
una red, comparando el número existente de rutas con el máximo número de ru-
tas posibles. Si una red de M nodos representada en u n grafo se transforma en
una matriz M x M ó M 2 , como la de la figura 4, y si se sustraen los valores redun-
dantes de la diagonal, puesto que u n lugar n o se puede conectar con él mismo,
entonces la mitad de la matriz simétrica describe el máximo de rutas posibles, es
decir, Vz (M 2 - M) = fi^,, El número de rutas observadas dividido por el número
de rutas posibles es el índice de conectividad (IC). La contraparte de Rmax es el
número mínimo de rutas posibles para conectar M nodos, o Rmm, que es (M — 1).

56
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Así, el Rmm para 2 es 1, para 3 es 2, y si un nodo no está conectado Rmm = 0. Enton-


ces, el índice de conectividad IC puede variar entre 0 y 1. Como IC = Rutas ob-
servadas/ Rmax, se pueden tener los siguientes casos:
1. No conectividad absoluta = 0 / Rmax = 0;
2. Conectividad mínima = (Ai - 1) / Vz (M2 - M) = 2 / M;
3. Conectividad intermedia = Rutas observadas / ií max ;
4. Conectividad máxima = Rmax I R ^ - 1
Las redes son consideradas como estructuras nodales jerarquizadas, en las
cuales las actividades especializadas de toda índole como negocios, servicios gu-
bernamentales, servicios educativos, servicios bancarios, etc., se concentran se-
gún el nivel jerárquico de cada nodo. Cada actividad en u n nodo mantiene un
conjunto regular de contactos funcionales con actividades relacionadas en otro
nodo. Tales contactos se pueden medir por medio de la dirección y el volumen de
los flujos de carga, pasajeros, llamadas telefónicas, etc. Estos contactos funciona-
les se tornan muy complejos con el paso del tiempo y forman patrones predomi-
nantes en el espacio geográfico que constituyen estructuras organizadoras de la
funcionalidad.
Esas estructuras de funcionalidad son las regiones nodales que se componen
de u n nodo principal y u n área tributaria o zona de influencia, y que pueden con-
tener u n número de pequeñas regiones nodales de orden inferior. Esta estructura
jerárquica en que u n centro o nodo organiza el espacio a su alrededor mediante
las relaciones funcionales es multiescalar. El análisis de los flujos permite revelar
las estructuras jerárquicas que permanecen ocultas para el observador.

LA LOCALIZACIÓN DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS,


EL PROBLEMA LOCACIONAL Y LA TEORÍA LOCACIONAL

Una buena parte del programa de investigación de la geografía a partir de la


segunda mitad del siglo XX estuvo copada por ía que se denominó la "teoría lo-
cacional". Muchas de las teorías geográficas acerca de la localización tienen ante-
cedentes remotos en ideas que fueron desarrolladas primero por los economistas
alemanes T h ü n e n , Weber y Losch, quienes se interesaron por una teoría econó-
mica con fundamentos espaciales.
La otra fuente importante del nuevo discurso fue la "teoría de los lugares
centrales" desarrollada p o r el geógrafo alemán Walter Christaller. Por ser de gran
importancia para la comprensión del discurso de la teoría locacional, en seguida
se describen brevemente las características esenciales de estos modelos.

57
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

hSXVrtfTREsS/JV
,^>-
Mercado del poblado

" ~""j Hortalizas ; granjas


lecheras
Productos forestales

|i¡i!i|i!í'i! Producción de gramíneas


1i, 1111 iI , , • , . ,
' l i ' 1 " (mas intensiva)
Producción de gramíneas
(menos intensiva)
Producción de gramíneas
(la menos intensiva)
Pastoreo de ganado

^ V E S T R U S ^

Figura 5. Uso de la tierra en el modelo de V. Thünen.


Fuente: Butler (1986: 98)

El modelo de Von T h ü n e n (figura 5) sobre el uso de la tierra agrícola es con-


siderado como el primero en tener en cuenta los aspectos espaciales para expli-
car la ubicación económica. El origen del modelo se remonta a 1826 cuando
Christaller publicó el trabajo El Estado aislado, basado en sus observaciones sobre
el escenario económico en el norte de Alemania, en el que notó y se preguntó por
qué los lotes de tierra con idénticas características ambientales tenían diferentes
usos (Butler, 1986), asunto que ponía en duda la teoría de la renta económica de
David Ricardo basada en las diferencias del medio ambiente.
Von T h ü n e n partió de la idea de que todas las personas tienen el mismo com-
portamiento económico, hábitos de consumo similares y conocimiento completo
de las condiciones del mercado, a la vez que buscan racionalmente obtener el má-
ximo beneficio con el mínimo esfuerzo. Supuso la existencia de un Estado aislado
del resto del mundo, constituido por un poblado grande con funciones de comer-
cio, rodeado de una planicie isotrópica de fertilidad homogénea, un ambiente
homogéneo, un sistema de transporte único (el carro con caballo), población uni-
forme de agricultores que proveen el poblado y recursos distribuidos uniforme-
mente. La variable única del modelo de uso de la tierra fue la distancia entre una
granja y el pueblo, y "mostró que la renta está generada por el factor de la

58
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

distancia, incluso si se supone que el medio ambiente es el mismo en todas partes. A este
tipo de renta se le aplica el término de renta de ubicación" (Butler, 1986: 91.
Énfasis de Butler). De tales condiciones hipotéticas surgió un modelo de uso agrí-
cola constituido por zonas especializadas y concéntricas alrededor del centro de
mercado. En dicho modelo, el costo del transporte aumenta con la distancia de
las granjas al mercado, de modo que los rendimientos o rentas obtenidas por el
agricultor son mayores en la medida en que éste se localiza más cerca al mercado.
Más tarde, T h ü n e n introdujo algunas modificaciones al modelo. Éstas in-
cluían (Chorley y Haggett, 1971: 414) un río navegable, con transportes más rá-
pidos y costos equivalentes a la décima parte del transporte por tierra, u n centro
de mercado secundario con su propia zona de influencia, y la diferenciación zo-
nal en la fertilidad de las tierras de la llanura que rodea al centro principal.
La teoría locacional de Alfred Weber está relacionada con la localización de
la industria mediante la solución del costo mínimo y de la distancia como variable
clave para explicar la variación espacial en la renta económica respecto de la ofer-
ta y la demanda. Basado en la observación del escenario económico del norte de
Alemania, que para las primeras décadas del siglo XX experimentaba u n proceso
de industrialización, Weber publicó en 1909 u n modelo aplicado a la localización
de la manufactura en el que intentaba desarrollar u n a teoría pura aplicable en
cualquier lugar dentro de cualquier sistema social o político (Butler, 1986).
El modelo de Weber utiliza los costos de la distancia y el transporte como la
variable principal, y asume los centros de mercado como fijos en el espacio; pero,
a diferencia del modelo de Thünen, sus supuestos de partida no consideran u n
espacio o ambiente natural homogéneo, sino uno en el que algunos recursos,
como el carbón y el hierro, están localizados espadalmente en forma irregular, en
tanto que otros, como el agua, la arena, la arcilla y la piedra, son ubicuos. Estos re-
cursos o materias primas pueden ser más o menos móviles según pierdan o ganen
peso en el proceso de transformación.
En este espacio o ambiente heterogéneo los empresarios localizarán sus in-
dustrias en los puntos de costo mínimo, que resultan de la relación entre los cos-
tos de transporte, de la mano de obra y de la aglomeración. Como el costo de los
transportes es una función del peso y la distancia, entonces el punto de menor
costo de transporte es aquel en el que se d a n los mínimos desplazamientos de ma-
teria prima desde sus lugares de origen y de los productos terminados al mercado
(Chorley y Haggett, 1971). Weber (Butler, 1986: 103) "observó que la localización
de la producción orientada a la transportación está relacionada tanto con la dis-
tancia a los recursos localizados como con la distancia al mercado... y reconoció
que la localización de la planta está influenciada algunas veces por otros dos

59
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

factores: diferencias espaciales en los costos de la mano de obra y eficiencia de la


aglomeración de la empresa".
El modelo de Weber (figura 6) utiliza el triángulo de localización de Laun-
hardt (Chorley y Haggett, 1971), en el cual la solución locacional para una planta
manufacturera que produzca un solo producto es el punto geométrico que repre-
senta el menor costo (Butler, 1986). Para mostrar lo relativo a la mano de obra,
que no consideró invariable espacialmente sino como un factor de costos diferen-
ciales y como un factor subsidiario de la ubicación, Weber utilizó una gráfica en la
que alrededor del punto P de costo de transporte mínimo se trazan las líneas con-
céntricas de igual valor llamadas isodapanes -donde todo se iguala-, que muestran
cómo los costos totales de transporte se incrementan con el aumento de la distan-
cia al punto P (figura 7). La isodapan cuyo valor es el mismo que el de los ahorros
en el costo de la mano de obra se denomina isodapan crítica.
Otro factor subsidiario de localización considerado por Weber es el generado
por los efectos de la aglomeración. Este factor se refiere a que unas empresas se

P = Punto de producción
C = Punto de consumo
M I = Localización de la fuente de material 1
M2 = Localización de la fuente de material 2
A, b y c son distancias
X, y y z reprsentan los "jalones" ejercidos por las esquinas
respectivas del triángulo de ubicación

Figura 6. Triángulo de ubicación industrial en el modelo de Weber.


Fuente: Butler (1986:104)

60
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

= Punto de producción con costo


de transporte mínimo
s = Costo de la mano de obra
LI = Fuente de mano de obra
de bajo costo
L2 = Fuente de mano de obra de bajo
costo con incremento de costos
por transporte
M I = Localización de la fuente
de material 1
M2 = Localización de la fuente
de material 2
= Punto de consumo

Figura 7. Isodapanes en el modelo de Alfred Weber.


Fuente: Butler (1986: 108)

pueden favorecer en sus beneficios por el hecho de localizarse j u n t o a otras con


las que comparte mano de obra especializada, servicios y mercados. Los benefi-
cios que se logran por los ahorros del efecto de aglomeración se saturan en el mo-
mento en que la congestión y la competencia por la tierra elevan los otros costos
(Butler, 1986).
Las principales críticas al modelo de Weber se relacionan con el hecho de
que, además de sobreestimar los efectos espaciales de la demanda, no se valora-
ron los cargos terminales en el transporte ni los ahorros que se obtienen cuando
se manejan cargamentos grandes. Igualmente se criticó por su restricción a unos
pocos recursos, por no tener en cuenta la posibilidad de operar plantas múltiples,
por no contemplar la relación entre el precio y la disponibilidad del producto ni
considerar las implicaciones de las economías de escala. Pero estas limitaciones
eran plenamente reconocidas por el autor como necesarias para lograr la cons-
trucción de una teoría general y abstracta, aplicable a casos reales. Como lo ex-
presa Butler (1986: 109), "el modelo weberiano representa, como todos los
modelos, un compromiso entre la generalidad abstracta y su aplicabilidad al
m u n d o real. Enfatizando la importancia de la ubicación de recursos masivos y lo-
calizados, él pudo dar una buena explicación respecto a los patrones espaciales
de las industrias de manufactura pesada...".

fe
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La teoría del geógrafo alemán Walter Christaller, publicada en 1933, se rela-


ciona con la distribución espacial de la demanda del consumidor y los patrones
de ubicación de los servicios, y con la distribución espacial y las funciones de los
centros urbanos; marca los inicios de la llamada "teoría del lugar central", y se
p u e d e considerar como u n complemento de la teoría de Von T h ü n e n (Butler,
1986). Butler (1986: 110) señala que "el modelo de lugar central de Christaller
ayuda a explicar dos aspectos interrelacionados del desarrollo urbano: (1) la ubi-
cación de los asentamientos humanos como centros óptimos de distribución para
los servicios y ciertas mercancías, y (2) la forma en la cual estos servicios y mercan-
cías se distribuyen dentro del sistema espacial de los lugares urbanos".
En el modelo de Christaller, las ciudades y poblados son centros de intercam-
bio que tienen como función abastecer de bienes y servicios a sus propios habitan-
tes y a los que se encuentran en su área de influencia; es decir, son lugares
centrales con respecto a su área de influencia o de mercado. Las actividades

(ip Lugar central de pi'imer orden (ciudad grande)


• Lugar central de segundo orden (ciudad pequeña)
O Lugar centi-al de tercer orden (poblado)
• Lugar central de cuarto oi'den (caserío)
— Rutas de transporte en linea recta que conectan
las grandes ciudades

Figura 8. Jerarquía de lugares centrales en el modelo de W. Christaller.


Fuente: Butler (1986: 121)

62
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

comerciales y de servicios prestadas por cada centro se organizan en una jerar-


quía determinada por la frecuencia de su uso y la demanda.
Como cada bien o servicio requiere u n determinado número de consumido-
res para que sea rentable, se espera, según el modelo, que aquellos productos de
alta demanda, uso muy frecuente y costos bajos se ofrezcan en todos los centros,
como ocurre con el pan, la leche y los servicios de peluquería; en tanto que los
productos de menor demanda, uso menos frecuente y costo más alto se ofrezcan
sólo por un número reducido de empresas en algunos centros que cubren áreas
de mercado más amplias, verbigracia las ventas de automóviles y algunos servi-
cios muy especializados. Puesto que los consumidores, en cada caso, sólo están
dispuestos a costear cierta distancia para adquirir lo que demandan, y como los
bienes sólo se pueden transferir dentro de cierto rango de distancia sin que se
pierda su rentabilidad, la relación entre estas dos variables define el área de mer-
cado o región complementaria servida por cada centro.
De acuerdo con los anteriores supuestos (Méndez, 1997), los lugares centra-
les se jerarquizan según sus funciones y sus áreas de mercado, tendiendo a una
distribución espacial regular, con cada centro generando un cono de demanda y
un área de mercado de forma circular. Como esas áreas circulares dejan intersti-
cios sin servir, el modelo se ajusta a formas hexagonales, consideradas como las
más eficientes para abastecer a toda la población con el menor número de lugares
centrales. Así, las áreas de mercado se articulan unas a otras formando redes je-
rarquizadas de centros dispuestos regularmente dentro del territorio (figura 8).
En el discurso de la geografía como ciencia espacial, la explicación de la loca-
lización geográfica de las actividades humanas y de los patrones espaciales es-
tructurales resultantes se basa en el análisis de los procesos de toma de decisiones
espaciales por los actores. El asunto de la toma de decisiones acerca de la localiza-
ción o "problema locacional" se resuelve de manera distinta por las diferentes co-
rrientes teóricas de la geografía. Para el caso que ahora nos ocupa, el nuevo
paradigma asumió u n modelo normativo en el que los tomadores de decisiones
son actores públicos o privados racionales, que buscan minimizar el esfuerzo y al-
canzar el máximo beneficio.
El tomador de decisiones, considerado dentro de u n modelo ideal o normati-
vo y no en el m u n d o real, es un individuo o una firma constituida por individuos;
es un actor racional con conocimiento completo de la información que afecta las
decisiones locacionales. Este actor toma decisiones racionales con base en infor-
mación, tratando de alcanzar el máximo beneficio posible. Su comportamiento
es el de un homo economicus que busca optimizar el factor locacional y su inciden-
cia en la generación de renta. Los patrones espaciales o estructuras locacionales
son el resultado de las decisiones de los actores económicos, de modo que para

63
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

p o d e r explicar dichos patrones es necesario penetrar en los procesos de toma de


decisiones que los originan.
El "problema locacional" (Abler, Adams y Gould, 1972) incluye preguntas del
siguiente estilo: ¿Por qué están estructuradas las distribuciones espaciales de una
forma determinada? ¿Cómo los tomadores de decisiones públicos o privados de-
ciden localizar algunos objetos en el espacio geográfico, como por ejemplo un
buzón de correos, una taberna, una librería, una planta de energía o cualquier
otra cosa? ¿Qué criterios son importantes en una decisión, y qué tipo de patrones
de distribución se crean cuando se toman decisiones de localización en forma ra-
cional y deliberada? ¿Qué patrones de localización surgirán si los tomadores de
decisiones no están perfectamente informados o actúan en forma azarosa? ¿Cuál
es el óptimo locacional para una nueva localización, teniendo en cuenta las es-
tructuras locacionales, del mismo tipo o complementarias, ya existentes?
El problema locacional que se ha venido describiendo es variado y complejo
en su temática y en su escala geográfica. Abler, Adams y Gould (1972) y Haggett
(1976) plantean que el estudio de la localización de las actividades humanas se
enfoca, p o r una parte, en la conducta locacional o espacial de individuos, empre-
sas o gobiernos, y por otra, el énfasis se hace en el examen de los patrones de lo-
calización que tales actores crean. Ambos tipos de investigación se pueden
e m p r e n d e r en cualquier escala espacial micro, meso o macro, desde un vecinda-
rio, la ciudad, la región, la nación o el m u n d o . Si los estudios locacionales tienen
un sesgo económico, se debe al hecho de que la mayor parte de las actividades
humanas tienen este componente, pero esto no implica que obligatoriamente se
tengan que reducir a los asuntos económicos.
Las decisiones de localización afectan el interés público y el privado, por lo
que es necesario investigar los efectos de las localizaciones y si en la toma de deci-
siones debe primar el interés público o el privado. Es válido preguntarse, por
ejemplo, ¿cómo afecta a una determinada localidad la localización de una planta
industrial, un basurero, una estación de suministro de gasolina, una estación de
policía, etc.? ¿Cómo se afectan los valores de las propiedades? ¿Aumentará la
congestión del tránsito y los niveles de contaminación? Del mismo modo, es im-
portante tener en cuenta que la localización bajo el capitalismo de libre empresa
produce desequilibrio entre regiones en las oportunidades económicas: la indus-
tria incrementa la aglomeración, y las decisiones de localización se orientan hacia
las regiones de mayor crecimiento porque ofrecen más ventajas al capital y al ca-
pitalista interesado en maximizar los beneficios.
La investigación geográfica de estas situaciones problemáticas implica la des-
cripción y el análisis de la toma de decisiones espaciales locacionales, que unas
veces tratan de maximizar un valor como la renta por hectárea, el disfrute

64
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

familiar o los beneficios netos por año, y otras intentan minimizar algún aspecto
como el desempleo, los costos de transporte o los costos de operación de una em-
presa, el esfuerzo o la distancia para acceder a un lugar, etc. En todos los casos, el
discurso teórico locacional considera eventos de cualquier clase, en diferentes es-
calas y en distintos niveles de desarrollo económico, los cuales son susceptibles de
una aproximación abstracta y normativa, suponiendo que es posible descubrir las
leyes de la localización y formular teorías dentro de un marco general de propie-
dades espaciales.

EL CASO DE LA GEOGRAFÍA ECONÓMICA COMO "CIENCIA ESPACIAL"

U n a de las aplicaciones más importantes de la nueva ciencia espacial de ca-


rácter positivista es la desarrollada por la geografía económica, que centró su ob-
jeto de estudio en la integración espacial y en la denominada "teoría locacional"
(Barnes, 2001), y que llevó a geógrafos y economistas a interesarse por la explica-
ción de relaciones espaciales a partir de las teorías económicas llamadas "neoclá-
sicas". Las características más importantes del nuevo discurso de la teoría
locacional en la geografía económica se exponen en los párrafos que siguen, to-
mando como fuente el texto Location and change de Healey e Ilbery (1990).
La geografía económica como teoría locacional se interesó en desarrollar ge-
neralizaciones y principios para buscar y explicar regularidades en los patrones
espaciales de la actividad económica, y para ello asumió que 1) existe u n orden
identificable en el m u n d o material; 2) las personas son agentes que toman deci-
siones racionales y que responden de la misma forma ante estímulos iguales; 3)
las personas que toman decisiones económicas están completamente informadas
y buscan obtener el máximo beneficio, y 4) la actividad económica se desarrolla
en u n ambiente de libre competencia y dentro de un marco espacial uniforme o
isotrópico. El énfasis se enfocó en el desarrollo de modelos y teorías dentro de un
contexto espacial, para lo cual la teoría económica neoclásica suministró los fun-
damentos teóricos que sustentaron modelos de actividad económica. Dichos mo-
delos de carácter inductivo, entre los que se cuentan los más conocidos de von
T h ü n e n (1826) sobre el uso de la tierra agrícola, de Christaller (1933) sobre la
teoría de los lugares centrales, y de Weber (1909) sobre la localización industrial,
fueron tomados como base para generar nuevos modelos normativos mediante
procedimientos de razonamiento deductivo y no a partir de la observación
empírica.
Esos modelos no mostraban la realidad, ni pretendían mostrarla, sino que es-
tipulaban patrones espaciales de agricultura, industria y servicios que deberían

65
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

presentarse desde unos supuestos dados acerca de los procesos que regulan y orde-
nan las distintas actividades económicas en el espacio. Utilizando a menudo proce-
dimientos matemáticos y estadísticos, geógrafos y economistas diseñaron modelos
de localización óptima, en los que la distancia fue considerada como la variable ex-
plicativa principal, al tiempo que se minimizaron otros factores locacionales, tales
como las condiciones ambientales o los desequilibrios demográficos, considerados
como ruido dentro de los modelos, por no tener suficiente significancia locacio-
nal. Este tipo de geografía económica supuso también que la explicación de los
patrones espaciales considerados debía encontrarse dentro de los patrones espa-
ciales mismos y no en el contexto local, regional o global en el que se desarrollan
las actividades económicas; es esta descontextualización la que permite no tener
en cuenta la influencia de factores externos de carácter social, cultural, económi-
co, político o del ambiente fisio-biótico.
Los principales conceptos que articularon el discurso de la geografía econó-
mica como ciencia espacial los organizó De Souza (1992: 15-21) bajo los aparta-
dos de propiedades del espacio, procesos espaciales y estructuras e interacción
espacial, y se resumen así:
Propiedades del espacio. Algunas veces los geógrafos consideran el espacio
como tridimensional (volumen), otras como espacio unidimensional (una línea
entre dos puntos), pero la mayoría de las ocasiones lo representan en dos dimen-
siones (mapas). El espacio se puede considerar como abstracto o como concreto.
Como abstracto es isotrópico e independiente de cualquier referencia a la super-
ficie terrestre y permite elaborar modelos idealizados de estructuras y organiza-
ción. Como espacio concreto corresponde a la actual superficie de la tierra con
toda la variedad y diferenciación del m u n d o real.
La descripción, la definición y la medida del espacio requieren pocos ele-
mentos. Una representación bidimensional del espacio abstracto se puede sol-
ventar mediante puntos, líneas y áreas, a partir de los cuales es posible definir los
conceptos básicos de distancia, dirección y conectividad, o los de aglomeración y
accesibilidad como extensiones del concepto de distancia (figura 7). Tales con-
ceptos y sus extensiones son absolutos cuando se aplican en una superficie isotró-
pica. En el espacio concreto también se p u e d e n aplicar medidas absolutas o
relativas. Así, por ejemplo, la localización relativa p u e d e ser medida en términos
de los costos o del tiempo requerido para vencer el obstáculo de la distancia. Esos
costos son definidos como fricción de la distancia.
Procesos espaciales y estructura espacial. Por proceso espacial se entiende un
movimiento o flujo en el espacio, o una localización estratégica de u n objeto. La
estructura espacial se refiere a la organización interna de u n a distribución de ele-
mentos u objetos espaciales; estas estructuras limitan, canalizan o controlan los

66
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

procesos espaciales. Por ejemplo, se puede afirmar que todo movimiento en el


espacio se da entre nodos a través de redes, por lo que los atributos de localiza-
ción, distancia, accesibilidad o conectividad son asuntos críticos para cualquier
elemento del sistema, de modo que la estructura es un determinante de los pro-
cesos y éstos, a su vez, son determinantes de la estructura.
Interacción espacial. Los flujos de mercancías, personas e información se re-
conocen como interacción espacial, fenómeno cuya cantidad tiende a decrecer
con el aumento de la distancia. Este es un principio conocido como distance-decay
effect y se considera válido para toda clase de cosas en todas las escalas geográfi-
cas. La interacción es también una función del tamaño de los nodos del sistema
espacial, de donde se desprende la importancia del concepto de jerarquía. Para la
explicación de la interacción espacial se desarrollaron los conceptos de comple-
mentariedad, oportunidad de intervención y transferibilidad, bajo la hipótesis de
que el movimiento entre dos lugares es una función de la oferta de bienes o servi-
cios en u n lugar y de la d e m a n d a por esos mismos bienes y servicios en otro lugar
(complementariedad); de la oportunidad de intervención de otro lugar, y de la
razón costo-distancia (fricción de la distancia). Se supone que el incremento de
los costos del movimiento con la distancia tiene u n umbral más allá del cual la
transferibilidad se hace imposible a pesar de la complementariedad o de la au-
sencia de oportunidades de intervención de otros lugares. Dada la importancia
de los conceptos de complementariedad, de oportunidades de intervención y de
transferibilidad para comprender los fundamentos de la integración espacial, a
continuación se expone más a fondo el significado de los mismos, siguiendo el
texto de Able, Adams y Gould (1972).
La complementariedad es u n requisito básico para la integración espacial.
Para que entre dos lugares haya interacción se necesita que u n producto tenga de-
manda en u n o y oferta en el otro. Por ejemplo, si en la ciudad A se demanda carne
y en la ciudad B se ofertan cereales, en este caso la oferta y la demanda no son
complementarias, y los cereales no fluyen de B hacia A porque se d e m a n d e carne
en A. Sin complementariedad, los movimientos y la interacción espacial no tie-
nen lugar.
La complementariedad entre lugares puede generar intercambio sólo en el
caso de que u n tercer lugar tenga oportunidad de intervención. Así, si se conside-
ra el movimiento entre A y B, es necesario tener en cuenta cualquier lugar C entre
A v B rme nijerja a e r u a r r> i n t e r v e n i r r n m n orí tren o d e s t i n o a l t e r n a t i v o , ármeme n o
siempre esa oportunidad de intervención anula la interacción a larga distancia,
pues puede ser complementario y constituir una red con los otros centros.
La transferibilidad o "fricción de la distancia" es u n a medida en tiempo real
y en costos monetarios. Si el tiempo y los costos de atravesar u n a distancia son

67
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

muy grandes, es posible que el movimiento no tenga lugar a pesar de la perfecta


complementariedad y de la ausencia de oportunidades de intervención. La
transferibilidad difiere entre lugares, entre clases de movimientos y entre mo-
dos de movimiento, y es muy cambiante a través del tiempo como consecuencia
de los cambios en las condiciones tecnológicas y en los costos del transporte. Mer-
cancías que anteriormente eran circunscritas al consumo en áreas de mercado
pequeñas, hoy son transferibles a muchos lugares del m u n d o gracias a que se ha
rebajado su costo de transporte. Un buen ejemplo es el de las cervezas que pue-
den ser distribuidas desde un centro en una amplia área de mercado de carácter
mundial.
En resumen, cuando la interacción espacial ocurre es porque se cumplen las
condiciones de complementariedad, oportunidad de intervención y transferibili-
dad. Y si dos lugares no están en interacción, podemos considerar u n o o más de
esos factores como la razón de dicha situación.
Desde luego, el discurso de la geografía como ciencia espacial no cubrió sólo
la geografía económica. Como ya se indicó, el nuevo paradigma tuvo pretensio-
nes unificadoras, y las categorías, los conceptos, y el método fueron transferidos a
todos los subcampos, tanto del orden físico-biótico como del dominio de la geo-
grafía humana. En geografía física, el positivismo lógico sentó sus reales con más
complacencia y menos sentido crítico que en la geografía humana (Bauer, 1999),
y el concepto de espacio absoluto p u d o convivir con el de espacio relativo mode-
lado en términos de sistemas, redes, nodos y superficies. La geografía física, espe-
cialmente la geomorfología, fue pionera en la incorporación de la teoría general
de sistemas como marco teórico y metodológico, el cual fue rápida y ampliamen-
te aceptado (Bauer, 1999). Como rama de la geografía, la geografía física también
hace énfasis en las relaciones espaciales, entendidas como la disposición sistemá-
tica de los elementos ambientales en patrones regionales sobre la superficie te-
rrestre, y pretende explicar las causas de esos patrones (Strahler y Strahler, 1992);
utiliza modelos dinámicos de procesos espacio-temporales y apela a métodos
geoestadísticos para hacer predicciones espaciales (Wilson y Burroug, 1999). En la
actualidad, la geografía física permanece orientada metodológicamente por el po-
sitivismo, en tanto que la geografía humana se acerca cada vez más a los métodos
no positivistas de las ciencias sociales. Este hecho hace que la unificación de la geo-
grafía en un discurso único sea difícil de lograr, pues en vez de una convergencia
metodológica entre los dos grandes campos, se nota una continua divergencia
que las propuestas de utilización de métodos múltiples parecen no resolver.

68
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

CRÍTICA

Desde los años setenta las críticas a la "ciencia espacial" se hicieron sentir con
rigor, particularmente desde orillas filosóficas opuestas al positivismo lógico
como el marxismo, la fenomenología y las epistemologías posmodernistas. Las
razones de la crítica son varias y se refieren a su pretendida objetividad, a su mar-
cado carácter abstracto, lo mismo que a su alejamiento de la realidad social y sus
compromisos con los intereses de las clases sociales en el poder. Haber concentra-
do sus esfuerzos científicos en las estructuras espaciales como si ellas fueran autó-
nomas, autosuficientes y ahistóricas le valió la asociación de su práctica con u n
verdadero "fetichismo espacial" (Gregory, 1994).
El descontento de algunos geógrafos con la geografía cuantitativa era algo
común en las discusiones internas de la misma disciplina, a mediados de la déca-
da del setenta. Para ilustrar el caso podemos traer a colación las quejas de Brian J.
L. Berry, uno de los más connotados representantes de la "nueva geografía", so-
bre las limitaciones de la "ciencia espacial" y de los peligros que se corrían al con-
siderar el carácter simple y ordenado del espacio isotrópico que dominaba en la
teoría locacional, j u n t o con el uso indiscriminado de técnicas estadísticas como
los análisis de correlación, de regresión, factoriales y otros semejantes, bajo el su-
puesto, también erróneo, de la linealidad y la independencia de las variables con-
sideradas, tal como lo reflejaban muchos estudios de geografía humana. En
efecto Berry (1975: 13-15) expresa su insatisfacción en los siguientes términos:
Pensando acerca de las implicaciones de las teorías del campo espacial, me había
ido sintiendo más frustrado cada vez respecto de lo que con demasiada rapidez se
había convertido en geografía estadística "tradicional", con su descuidada utili-
zación de la estadística deductiva convencional y de las medidas de asociación en
la investigación geográfica, sin prestar atención alguna a la validez de sus presun-
ciones. ... Al propio tiempo, los "nuevos" ambientalistas -verdaderos ecoactivistas
de nuestros días- venían señalando lo irrelevante que resulta teorizar sobre el
plano uniforme tan querido de los teóricos de la localización... De aquí que el
plan de mi trabajo consista en expresar, en primer lugar, la naturaleza de mi ac-
tual insatisfacción respecto del estado en que se encuentra la geografía estadísti-
ca. Las conclusiones obtenidas de tal estudio crítico conducen naturalmente
hacia una preferencia filosófica por una "metageografía del proceso", la cual, a su
vez, lleva hacia un paradigma de la gestación de las decisiones ambientales y de
localización en los sistemas complejos, por el que yo me inclino, como orienta-
ción directriz para la próxima generación de investigación geográfica.

Haggett y Chorley (1971), quienes fueron, sin duda, responsables directos de


los desarrollos más significativos de la geografía como ciencia espacial, no fueron
tampoco ajenos a las críticas que desde entonces se hacían a los modelos y teorías

69
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

simplificadoras. Su mirada se dirigía precisamente al fundamento del paradigma


mismo que consideraba que la complejidad de la realidad sólo era abordable me-
diante la simplificación. Ellos (Haggett y Chorley, 1971: 17), advertían que:
El peligro de la generalización desorbitada y del desprecio por los aspectos parti-
culares ha sido avisado por muchos filósofos, que han considerado que la reali-
dad es demasiado compleja para ser susceptible de racionalizarse por analogías y
que se han preguntado si realmente la utilización de modelos distorsiona excesi-
vamente el proceso de la razón.

El geógrafo marxista Richard Peet (1998: 32-33) hace énfasis en el carácter


instrumentalista de la geografía cuantitativa y recoge el sentido general de las crí-
ticas en la siguiente forma:
A pesar de su gran funcionalidad, la geografía humana como ciencia espacial fue
aislada de la ciencia social en general, que tuvo dificultades para reconocer la sig-
nificancia de "toda esta teoría acerca del espacio". La revolución espacial también
produjo un dualismo entre espacio y ambiente, irónicamente en el momento en
que los problemas ambientales ganaban importancia (geografía como el estudio
de los efectos sociales sobre la naturaleza).

Aunque sin pretender hacer una crítica profunda y detallada de la geografía


económica de orientación locacional, se puede señalar que los principales repa-
ros a su discurso, los cuales se pueden hacer extensivos a la geografía como "cien-
cia espacial", hacen notar su carácter descriptivo más que explicativo de casos
empíricos de escala micro en firmas económicas, fincas u oficinas y no en sistemas
económicos, al mismo tiempo que resaltan su desvinculación del m u n d o real de
las condiciones sociales, dado el carácter esencialmente abstracto de sus modelos.
Un resumen (Healey e Ilbery, 1990) de las que se consideran como las princi-
pales limitaciones de dichos modelos se presenta en la siguiente lista:
1. Los supuestos neoclásicos de hombre económico, la maximización del be-
neficio, el conocimiento completo y la capacidad perfecta para utilizar y
manejar la información por parte de los actores económicos es insosteni-
ble, puesto que las razones no económicas también son importantes para
comprender la conducta o el comportamiento económico. Los modelos
basados en estos supuestos no consideran que el conocimiento de la gente
es imperfecto; que todos los actores no tienen la misma oportunidad de
acceder a la información, ni de comprenderla y manejarla para tomar de-
cisiones, así la información esté a su disposición. Por otra parte, tales mo-
delos no tienen en cuenta elementos esenciales en la conducta espacial
humana como las motivaciones, las preferencias, las percepciones, las ac-
titudes y las valoraciones que los individuos hacen de los distintos

70
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

ambientes, e ignoran los condicionantes históricos y contextúales que


afectan la toma de decisiones. Estos modelos desconocen la variedad de
respuestas humanas ante un mismo estímulo y naturalizan el concepto
de hombre económico, pues asumen que u n individuo siempre respon-
de de forma natural y única a la misma clase de estímulos.
2. La mayor parte de estos modelos carecen de contenido empírico y no
son realistas. Como ya se expuso, los modelos normativos se basan en el
"deber ser" y en espacios ideales y abstractos que no describen ni expli-
can la realidad existente.
3. No es posible derivar explicaciones sobre los patrones espaciales y su va-
riación desde dentro de los mismos patrones, porque muchas de las cau-
sas que los generan son externas a ellos. Por tanto, las explicaciones en el
ámbito de la firma carecen de valor explicativo real, pues desconocen los
factores contextúales de escala que estructuran tales patrones.
4. La mayor parte de los modelos son estáticos, y la teoría no permite pre-
decir los cambios sociales y económicos que ocurren en el m u n d o real.
Ésta es una limitación que pone en entredicho una de las principales as-
piraciones de la ciencia espacial positivista, que tiene el objetivo de ser
una ciencia explicativa y predictiva, mediante teorías, leyes y modelos
espaciales.
5. Los modelos neoclásicos ignoran la historia y la posición de las firmas
dentro del sistema económico en las diferentes escalas geográficas. La
conducta locacional se aisla de su contexto histórico, pretendiendo ex-
plicar las decisiones fuera de los condicionantes del modo de produc-
ción o formación económica dentro de la cual se realiza la actividad
económica. _
6. Los modelos locacionales se consideran independientes de la realidad
económica y cultural, sin tener en cuenta que son los procesos sociales y
sus relaciones los que tienen una forma espacial, y que no existe ningún
proceso espacial en sí mismo. Estos modelos deberían referirse a los con-
textos sociales en que fueron creados y solamente a esa situación particu-
lar, sin pretensiones de generalizar. Dado que la generalización está
viciada por el carácter aislado y particularista de los modelos, las preten-
siones de construir teorías a partir de los mismos carecen del suficiente
rigor científico.
Otra fuente de críticas a los modelos mormativos y mecanicistas de la interac-
ción hombre-medio ambiente es la de algunas de las vertientes de la geografía del
comportamiento desarrollada a comienzos de los años sesenta. La insatisfacción
con estos modelos llevó a algunos geógrafos a proponer que una comprensión

71
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

profunda de la interacción hombre-medio ambiente sólo se podía alcanzar por


medio del análisis de los procesos psicológicos a través de los cuales el hombre co-
noce el ambiente donde vive, y mediante el examen de la forma en que esos proce-
sos influyen sobre el comportamiento resultante.
C o m o consecuencia de lo anterior, la teoría locacional ha introducido varia-
ciones considerables, y en varios casos los modelos normativos basados en el
concepto de homo económicas han sido remplazados p o r modelos probabilísticos
que asumen la toma de decisiones como un asunto con alto grado de incerti-
d u m b r e y riesgo, en contextos poco o nada conocidos por los individuos. Se
p u e d e citar como ejemplo la aplicación analógica de la "teoría de los juegos"
como u n a estructura conceptual normativa para analizar la toma de decisiones
espaciales como u n problema complejo, en el que el individuo asume el papel
de u n j u g a d o r y el ambiente o naturaleza es considerado u n adversario poco co-
nocido y frente al cual se p u e d e n escoger varias estrategias para vencer o para
minimizar el riesgo.
Otros modelos probabilísticos se enmarcan en estructuras descriptivas no
normativas, asumiendo que si bien es cierto que en un alto nivel escalar es posible
descubrir regularidades en el comportamiento, en escalas pequeñas e individua-
les nunca se reúnen las condiciones de la conducta racional y la información
completa.
La corriente comportamental hace énfasis en la toma de decisiones en el
ámbito individual, y da mucha importancia a lo actuado y a las actividades que se
desarrollan dentro de la mente. Se parte de la afirmación de que las leyes morfoló-
gicas que describen los patrones geométricos son insuficientes para comprender
cómo se han formado dichos patrones espaciales, y se argumenta que los procesos
sólo se pueden descubrir si se dirige la atención hacia las actividades de toma de
decisiones en que están involucrados los agentes creadores de los patrones. El ra-
zonamiento seguido por esta geografía del comportamiento es de carácter induc-
tivo y descriptivo, y se enfoca sobre dos grandes campos de investigación
relacionados con el análisis del comportamiento espacial y con la percepción del
ambiente, temas que fueron abordados principalmente por una corriente de ca-
rácter empírico y otra de carácter humanístico.
A la categoría de los estudios empíricos pertenecen los que hacen énfasis en
los procesos de toma de decisiones por las que los seres humanos se ajustan a los
riesgos naturales. Los primeros trabajos se iniciaron en la Universidad de Chica-
go con el objetivo de mejorar la planificación y manejo de las planicies inunda-
bles, y se basaron en un tipo de agente geográfico definido como un animal
racional con limitaciones, alejado del ideal del homo económicas. Este agente geo-
gráfico busca u n grado de "satisfacción" en vez de una decisión "óptima".

72
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

Los estudios empíricos demostraron mucho interés por la observación de la


conducta humana y la construcción de modelos inductivos de los procesos que
operan en la mente del actor, con la premisa de que el conocimiento de las actitu-
des facilita la predicción del comportamiento. El supuesto básico es que los indi-
viduos obtienen información sobre el ambiente mediante la percepción
sensorial, evalúan esta información en el marco de un sistema de valores y cons-
truyen una imagen cognitiva, con respecto a la cual toman las decisiones. Así, el
concepto de "cognición ambiental" es el más importante en la investigación de la
geografía del comportamiento.
La geografía del comportamiento de carácter humanístico no reconoce la
existencia de leyes reguladoras de la conducta humana. Hace énfasis en la com-
prensión del m u n d o tal como éste es visto por los individuos. El paisaje, por
ejemplo, es algo que nos rodea y que es permanentemente creado y recreado,
aunque no siempre en forma consciente, a la vez que es imbuido de significado
simbólico y cultural.
Los geógrafos humanistas argumentan que los individuos tienen mundos
personales subjetivos que regulan sus comportamientos. Dichos mundos subjeti-
vos dependen de factores como la edad, el género, el nivel socioeconómico o el
grado de educación. La relación con el ambiente se da en términos de espa-
cio-tiempo y es mediada por la subjetividad, lo que hace posible que su estudio se
pueda abordar desde una perspectiva experiencial, como lo proponen Tuan
(1974)ySack(1997).
Tuan (1974) acuñó el término topofilia para describir las percepciones, la
afectividad, las actitudes y las valoraciones que desarrolla la gente ante los luga-
res. Sack (1997) explora la naturaleza geográfica de los seres humanos, y las con-
secuencias empíricas y morales de nuestra condición de homo geographicus,
mediante una estructura teórica que integra la naturaleza, las relaciones sociales
y los significados, y que conecta el m u n d o en las experiencias del espacio y el lu-
gar. Esta perspectiva del espacio en la geografía humanística será tratada con más
detalle en un capítulo aparte de este trabajo.
Las críticas de la geografía del comportamiento a las teorías de la geografía
económica sobre la localización económica y el cambio locacional resaltan el re-
duccionismo de la conducta espacial de la categoría de homo economicus, que no
tiene en cuenta la influencia de las motivaciones, los valores, las preferencias, las
percepciones y las opiniones de los individuos en la formación de los patrones de
actividad económica. El concepto de "óptimo económico" se sustituye por el de
"grado de satisfacción", "conducta de satisfacción" o "conducta no óptima",
como guía del comportamiento individual que se manifiesta en alguna forma es-
pacial expresada en movimientos o patrones.

73
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Los geógrafos del comportamiento no comparten la categoría de homo econo-


micus, entre otras razones por las siguientes:
a. El conocimiento de la gente es imperfecto.
b. La gente actúa sin información suficiente.
c. La evaluación intelectual de los problemas es insuficiente.
d. Las elecciones se hacen dentro de un rango limitado de posibilidades.
e. La maximización del beneficio es apenas una de las metas de los
individuos.
f. Los niveles de aspiración pueden ser bajos según factores de personali-
dad, o por bajos niveles de aspiración de la sociedad.
g. Las decisiones se basan en experiencias históricas de éxito o fracaso.
h. Cuando se toma u n a decisión, todas las opciones deseables p u e d e n no
estar disponibles.
i. Las decisiones son afectadas por el optimismo o el pesimismo, conside-
rando las consecuencias de la acción.
j. En las comunidades, las decisiones no las toma una sola persona aislada,
sino en el ámbito de hogares con diferencias de ingresos, necesidades,
etc.; dentro de familias o entre familias, y en organizaciones en el con-
texto de relaciones internas de poder y en respuesta a un determinado
problema.
k. Las decisiones se toman teniendo en cuenta las limitaciones externas in-
ternalizadas, como por ejemplo, las normas sociales percibidas, los es-
tándares de oportunidades y la conducta aceptable en la sociedad.
Hay que advertir también que las ideas sobre el espacio y el reduccionismo
de la distancia han sufrido cambios importantes dentro de la geografía como
ciencia espacial. Además de que la teoría geográfica de corte positivista incorpo-
ró varias de las consideraciones del enfoque comportamental, especialmente en
el análisis de la toma de decisiones espaciales individuales en estructuras descrip-
tivas no normativas, algunas variantes de la teoría locacional han desarrollado
modelos complejos que incorporan muchas variables y varias perspectivas teóri-
cas en el análisis de la toma de decisiones de los actores en el espacio. La llamada
"dictadura de la distancia" ha sido fuertemente criticada internamente por la
misma ciencia espacial y desde otros discursos geográficos, y en lugar de este re-
duccionismo y de la isotropía espacial, se estructuran modelos de análisis que
contienen varios contextos en interacción, sin que ninguno tenga prioridad ex-
plicativa permanente sino circunstancial.
Estos modelos multivariados y de perspectivas teóricas múltiples (Healey e
Ilbery, 1990) incluyen el contexto ambiental, el contexto histórico, el contexto

74
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

demográfico, el contexto cultural, el contexto organizacional, el contexto de los


factores de producción (tierra, trabajo y capital), el contexto tecnológico, el con-
texto de los transportes y las redes de comunicación y el contexto político, entre
otros, cuando se quiere explicar la conducta de los tomadores de decisiones, sean
éstos individuos o firmas. Incluir y analizar estos contextos significa reconocer la
variabilidad en su distribución espacial, considerando el espacio como la superficie
terrestre. También implica aceptar la posibilidad de que en un momento dado uno
de estos contextos, o varios a la vez, sean decisivos en la conducta espacial
analizada.
La aceptación de la complejidad de las estructuras espaciales en la nueva teo-
ría locacional no significa un cambio esencial en la concepción del espacio objeti-
vo como contenedor de objetos, ni como espacio relacional generado por las
relaciones económicas que se dan en el espacio objetivo en escalas locales y globa-
les. Como se advirtió antes, los modelos que reconocen la complejidad de la toma
de decisiones locacionales no son modelos espaciales sino formas analíticas y es-
tructuras de razonamiento sobre los factores que pueden afectar las decisiones en
el espacio, en las cuales u n determinado contexto puede ser definitivo en un mo-
mento dado, o puede pasar inadvertido en otro caso.
La idea de que las pequeñas influencias no pueden ser ignoradas para privi-
legiar una variable principal, y de que estas pequeñas influencias p u e d e n amplifi-
carse y definir la conducta espacial en un momento dado, ha permitido al análisis
locacional contemporáneo incorporar elementos ignorados por el pensamiento
neoclásico positivista, tales como las influencias climáticas, las cualidades del sue-
lo, las políticas gubernamentales, o el "clima político de un lugar". Desde luego,
esta transformación del discurso locacional n o se da en el marco del positivismo
en estado puro, sino que se propone un híbrido teórico y metodológico que invo-
lucra una combinación de diferentes perspectivas teóricas, incluidos el positivis-
mo, el conductismo o el realismo, dentro de u n marco estructuralista. Un
ejemplo de esta mirada híbrida o mixta es la adoptada en el trabajo ya citado de
Healey e Ilbery (1990) titulado Location and Change, en el que esta aproximación
se ha empleado para analizar la naturaleza compleja de la toma de decisiones lo-
cacionales en el uso de la tierra y en el cambio locacional en los sectores primario,
manufacturero y de servicios.
Pero la geografía como ciencia espacial de orientación predominantemente
positivista no ha desaparecido de la escena, y su vigencia se nota, por ejemplo, en
la gran demanda de información espacial de carácter empírico-analítico e interés
técnico y en el incremento del uso de los Sistemas de Información Geográfica
(SIG). Y su vigencia tiene explicación en el hecho de que el conocimiento genera-
do por este tipo de geografía tiene alta d e m a n d a en los sectores hegemónicos de

75
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la sociedad. Para e n t e n d e r el p o r qué de su vigencia, p u e d e ser útil la tesis de


H a b e r m a s de que el conocimiento tiene raíces históricas y sociales, y que éste
d e p e n d e de los intereses cognoscitivos que p u e d e n ser técnicos, prácticos o
emancipatorios (Unwin, 1995). De este modo podemos asociar el discurso de la
geografía como ciencia espacial, como conectado específicamente con el interés
técnico. En tanto se mantenga este interés, la producción de conocimiento técni-
co no desaparecerá.
Actualmente sigue teniendo interés la localización óptima de firmas o cual-
quier otro objeto en el espacio objetivo, lo mismo que la funcionalidad del espa-
cio en términos de flujos, conectividad o accesibilidad. Colocar en el espacio
objetivo, es decir localizar, digamos por caso un nuevo almacén para distribuir
productos al por menor, requiere conocer las características de la disposición es-
pacial de los otros almacenes existentes, y de aquellos otros objetos que tengan
relación, como las vías de acceso, la localización de estacionamientos, zonas de
carga, etc.
Como indica Méndez (1997: 256), "aunque la geografía económica ha am-
pliado sus perspectivas... los estudios sobre localización continúan siendo uno de
sus principales activos y una temática de amplio desarrollo actual". Y agrega el
mismo Méndez (1997: 256) que los estudios sobre localización de actividades
económicas se caracterizan por: 1) la descripción de las pautas de localización
propias de cada tipo de actividades y de empresas; 2) la identificación de patro-
nes de localización; 3) el establecimiento de asociaciones espaciales entre empre-
sas y actividades, sin que se suponga siempre una relación de causa-efecto; 4) el
análisis del dinamismo espacial de las actividades; 5) la elaboración de clasifica-
ciones o tipologías de espacios, y 6) la consideración del impacto territorial de la
localización de las actividades económicas sobre la movilidad y estructura de la
población, la urbanización, el crecimiento económico, el bienestar social o el me-
dio ambiente.
Hay que reconocer también que tales preocupaciones por la localización
abarcan todas las escalas geográficas, y que recientemente la geografía económi-
ca se ha preocupado por comprender y explicar el comportamiento espacial de
actores globales como las empresas multinacionales, y los patrones espaciales re-
sultantes, lo mismo que la interdependencia entre las escalas (Dicken, 1986;
Méndez, 1997).
La creciente d e m a n d a de datos espaciales de alto valor agregado, relaciona-
dos con la localización y distribución de fenómenos sobre la superficie terrestre, y
la tendencia de especialistas de muchas disciplinas a espacializar sus datos y rela-
cionarlos con otros datos espacializados es clara evidencia de que las concepcio-
nes y las prácticas científicas basadas en las ideas de espacio objetivo absoluto y

76
LA GEOGRAFÍA COMO CIENCIA ESPACIAL

relacional mantienen plena vigencia. Digamos, por ejemplo, que los especialistas
en salud consideran de suma importancia un mapa que muestre la variación es-
pacial de una determinada enfermedad, o la variación espacial de la asignación
del presupuesto en salud, de la misma manera que a u n político le parecerá de
gran utilidad un mapa electoral que muestre la variación espacial o distribución
de los votos en una determinada región. Y qué decir de la utilidad del mapa que
muestra la variación espacial de la criminalidad en una ciudad.
También puede ser de gran utilidad para los planificadores del transporte
urbano o interregional disponer de mapas y bases de datos espaciales que especi-
fiquen las redes de carreteras y el volumen de los flujos de pasajeros y carga entre
los distintos nodos de la red. Esto se hace evidente en el tipo de información es-
pacial que se maneja en los planes de ordenamiento territorial de los municipios.
El manejo automatizado de grandes cantidades de información espacial por me-
dio de los SIG es también una muestra contundente de la vigencia de las mencio-
nadas ideas espaciales.
Lo que sí debe quedar claro es que el discurso de la geografía como ciencia
espacial con enfoque positivista ya no es hegemónico; la unidad de la geografía
ha quedado otra vez cuestionada por la emergencia de una gran variedad de co-
rrientes (Peet, 1998). La geografía como ciencia espacial comparte y disputa con
otras tendencias y otros intereses un puesto en la práctica disciplinar y profesio-
nal. Del discurso espacial de los geógrafos "radicales" marxistas, con intereses no
técnicos sino críticos y emancipatorios, se ocupará el capítulo siguiente.

77
CAPITULO III

La geografía radical: la producción social


del espacio social

La geografía que conocemos fue la hija bastarda de la Ilustración


(Harvey, 2001: 233).

LOS FUNDAMENTOS DEL DISCURSO RADICAL

La revolución cuantitativa se consolidó rápido, y así lo reseñó lan Burton,


pero su permanencia como paradigma exclusivo y dominante fue efímera. Una
nueva revolución epistemológica se gestó en las entrañas mismas de la comuni-
dad geográfica, y varios de sus más connotados líderes lo habían sido también de
la revolución cuantitativa. Los años setenta del siglo XX están marcados en la his-
toria de la geografía como los de la revolución de la "Geografía radical". Este
nuevo movimiento intelectual tuvo primero bases ideológicas liberales, luego
planteamientos socialistas, y después encontró en el marxismo el sustento teórico
para su actitud de ciencia crítica.
Los nuevos geógrafos, denominados radicales por su actitud crítica frente a
la comunidad geográfica institucionalizada, acogieron paulatinamente -y no sin
contradicciones-, el proyecto de una geografía comprometida políticamente con
la transformación revolucionaria de la sociedad capitalista. Paso a paso fueron in-
corporando, sin un entendimiento total, el marxismo en diferentes versiones
como marco teórico de referencia para construir el conocimiento geográfico. El
rasgo distintivo del nuevo discurso geográfico es que privilegia "la dimensión so-
cial", en la que las relaciones espaciales son entendidas como manifestaciones de
las relaciones sociales de clase en el espacio geográfico, producido y reproducido
por el modo de producción.

79
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

El espacio de interés para la geografía radical no es el espacio absoluto como


contenedor de objetos geográficos; ni una determinada porción o región de la su-
perficie terrestre; ni el sistema abstracto de movimientos, nodos, redes, superficies
y jerarquías, sino el espacio social producido por las relaciones sociales y las relacio-
nes entre la sociedad y la naturaleza. Esta última incluye tanto la naturaleza prísti-
na, como la naturaleza transformada por el trabajo humano o segunda naturaleza.
El espacio geográfico y sus formas son productos sociales que no se explican por sí
mismos. El espacio en sí mismo no explica nada, sino que necesita ser explicado.
La geografía debe explicar los procesos de producción social del espacio geo-
gráfico, en lugar de centrar su interés sobre el espacio mismo y sus formas. Y esas
explicaciones, puesto que no se encuentran en el espacio mismo, se deben cons-
truir apelando a las disciplinas de las ciencias sociales que se interesan por los
procesos, como la historia, la sociología, la economía política, la antropología, o
la ciencia política, entre otras. La geografía no debe hacer del espacio un fetiche,
cuyo estudio pueda reducirse a la geometría de sus formas, sin tener en cuenta las
condiciones históricas que lo generaron.
En esta perspectiva, el espacio social se define como un producto social histó-
ricamente constituido por la dinámica de los modos de producción, lo cual trae
consecuencias teóricas y metodológicas trascendentales. Como señala Josefina
Gómez etal. (1982: 150):
...si el espacio es la proyección de la sociedad, sólo podrá ser explicado -y esta es
la consecuencia metodológica fundamental de la asunción inicial- desentrañan-
do en primer lugar la estructura y el funcionamiento de la sociedad o formación
social que lo ha producido. No es posible, según este razonamiento, explicar las
configuraciones espaciales permaneciendo en el nivel de lo espacial, hay que ad-
quirir primero las claves del sistema de relaciones sociales, hay que aproximarse
al estudio espacial "a través del análisis histórico de las bases de los modos de pro-
ducción de la formación social". De esta forma, el concepto de modo de produc-
ción aparece como concepto central. "La utilización del concepto de modo de
producción -dice R. De Koninck- permite comprender mejor el desarrollo de las
técnicas de producción y de las sociedades clasistas y, por tanto, la naturaleza del
dominio territorial".

La geografía de orientación marxista se declara como una ciencia eminente-


mente social. Distinto del positivismo, el marxismo rechaza la posibilidad de em-
p r e n d e r la comprensión o las explicaciones de los fenómenos sociales por la
misma vía por la que se conocen los fenómenos de la naturaleza. El materialismo
histórico y dialéctico distingue de modo explícito el estudio de la sociedad del es-
tudio de la naturaleza, y formula que la naturaleza presenta formas de causalidad
distintas a las que caracterizan a los procesos de la sociedad (Moraes y Da Costa,

80
LA GEOGRAFÍA RADICAL

1987), razón por la cual la discusión marxista sobre la geografía se debe centrar
en la relación sociedad y espacio.
Pero como Marx no desarrolló una teoría sólida sobre el espacio geográfico, y
algunos críticos consideran que el marxismo, fiel a su estirpe moderna, es histori-
cista y en buena medida aespacial, la construcción de la teoría espacial marxista
fue difícil, entre otras cosas, por el poco conocimiento de los geógrafos sobre el
marxismo. Al respecto, Harvey (2001: 10, en traducción) confiesa que: "De lo que
me di cuenta tras escribir Social Justice and the City es que no había entendido a
Marx...". Ivés Lacoste, u n o de los geógrafos franceses más versados en estos asun-
tos escribió sobre las dificultades de esta tarea, y según relata Josefina Gómez et
al. (1982: 152), este autor hace caer en cuenta que:

con el enfoque marxista, los problemas básicos del entendimiento geográfico


quedan diluidos e irresueltos en un discurso articulado por -y para- otros domi-
nios del conocimiento social, de forma que a menudo no se hace sino extrapolar,
para las estructuras espaciales, interpretaciones que remiten a estructuras econó-
micas y sociales, a reflexiones de la historia y de la economía política. Siempre se-
gún Lacoste, el razonamiento marxista no basta, en particular para garantizar un
fecundo entendimiento de las estrategias diferenciales sobre el espacio.

Aunque ei discurso que se comenta no es unificado, dadas las diferencias en


la comprensión y asimilación de las teorías de Marx y de los desarrollos de éstas
por parte de otros teóricos, es posible encontrar rasgos comunes. En el caso de la
geografía económica (Healey e Ilbery, 1990), el espacio es lo que la economía
hace de él, y el paisaje económico es el producto de la estructura total del sistema
económico en el cual actúan los individuos que toman decisiones económicas.
Aquí, la aproximación es holística y plantea que la conducta o comportamiento
de los actores económicos está regulada por los procesos sociales, económicos y
políticos en los que están inmersos dichos actores. Por tanto, las explicaciones so-
bre la localización y el cambio espacial toman como base las condiciones estructu-
rales que subyacen en la sociedad capitalista en que se generan las estructuras
espaciales, y hacen más énfasis en el análisis de los procesos de producción que en
la localización como hecho particular.
En este caso, el espacio es considerado como un producto del modo de pro-
ducción, y su comprensión requiere el conocimiento de la forma como opera di-
cho modo de producción, como proceso histórico-geográfico. Los cambios
espaciales obedecen a los ajustes necesarios que cada m o d o de producción debe
hacer en la organización del espacio para garantizar su propia reproducción. Así,
por ejemplo, la expansión o ampliación de las áreas de mercado, la colonización
y el imperialismo, la globalización y la conformación de bloques económicos y

81
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

zonas de mercado libre, la relocalización de la producción y de la fuerza laboral,


entre otras, son estrategias espaciales que el capitalismo ha utilizado a lo largo de
su historia para constituirse y mantenerse como sistema hegemónico. La conquis-
ta espacial del capitalismo es clave (Lefebvre, 1991) en el fortalecimiento y conso-
lidación del capitalismo, pues le ha permitido, en buena medida, la solución de
sus crisis periódicas de acumulación.
Los geógrafos económicos que se guían por este marco teórico se muestran
particularmente interesados en analizar los procesos macro-económicos que re-
gulan las estructuras espaciales y los cambios de dichas estructuras. Consideran
que las formas espaciales son fenómenos superestructurales que no se explican
por sí mismos, y dado que los hechos económicos se dan en condiciones históri-
cas concretas e irrepetibles, y en tiempos y lugares determinados, rechazan los
modelos que pretendan generalizar patrones espaciales (de localización, uso del
suelo, jerarquías, disposiciones espaciales, etc.).
Con todo y lo dicho, varios geógrafos e m p r e n d e n la construcción de una
geografía marxista y antipositivista. En las páginas que siguen se presentan en
forma sintética las ideas principales que han desarrollado los geógrafos Richard
Peet, David Harvey, Edward Soja y Milton Santos sobre el espacio.

RICHARD PEET: EL ESPACIO COMO ENTORNO NATURAL

Las primeras críticas radicales al llamado "fetichismo espacial" de la geogra-


fía como ciencia espacial son más de tinte político que metodológico, e invitan
conceptualizar las relaciones entre el espacio -la naturaleza- y la sociedad. El es-
pacio, a secas, se consideraba contérmino de naturaleza, y el espacio geográfico
como el producto de las relaciones de la sociedad con la naturaleza. Como lo des-
cribe el geógrafo marxista Richard Peet (1998), los primeros trabajos de los radi-
cales reconocían a la geografía como una ciencia espacial y del ambiente, pero
reclamaban un giro disciplinar hacia los problemas espaciales de relevancia so-
cial, y u n a actitud de compromiso político con el cambio social por parte de los
geógrafos. El mismo Peet (1998: 1-2, en traducción) define la geografía como:

el estudio de las relaciones entre la sociedad y el ambiente natural. La geografía


como la sociedad forma, altera, e incrementalmente transforma el ambiente na-
tural, creando formas humanizadas por la acción sobre la naturaleza prístina, y
sedimentando capas de socialización unas dentro de otras, una sobre la otra, has-
ta que resulta un paisaje complejo natural-social. La geografía también mira
cómo la naturaleza condiciona la sociedad... La "relación" entre sociedad y natu-
raleza es entonces un sistema total, un complejo de interrelaciones... Entonces, el

82
LA GEOGRAFÍA RADICAL

centro sintético de la geografía es un estudio de las interrelaciones naturaleza-


sociedad.

El espacio es, según Peet, el entorno natural permanentemente transforma-


do por el hombre, es decir, primera y segunda naturaleza; es una fuerza física que
opone resistencia y limita la acción de humanización de la tierra. Y se pregunta y
se responde a la vez: "¿Pues qué es el espacio sino la extensa superficie del am-
biente natural? ¿Y qué son las relaciones sociedad-naturaleza, sino (en parte) la
influencia de las fuerzas espacio-naturales, como la gravedad y la fricción de la
distancia, sobre las actividades humanas, y los efectos de retorno de los procesos
sociales sobre las cualidades (naturales) del espacio?" (Peet, 1998: 2, en traduc-
ción). Peet acusa a la ciencia espacial positivista de despojar al espacio de su con-
dición natural y social, para transformarlo en u n objeto abstracto, en el que las
regiones y los lugares, como concretos espaciales que manifiestan las diferencias
socio-naturales, pierden todo interés.

DAVID HARVEY: EL ESPACIO COMO UN PRODUCTO SOCIAL

El geógrafo David Harvey, quien, como se indicó en otro apartado, intentó


encuadrar el discurso geográfico dentro de las concepciones filosóficas del positi-
vismo lógico, planteó la necesidad de realizar una nueva revolución en el pensa-
miento geográfico, aduciendo que la disciplina no brindaba los elementos para
transformar una realidad de desequilibrio e injusticia social. Si bien, en u n princi-
pio, reconoció que tanto el positivismo como el marxismo compartían una base
materialista y u n método analítico, no vaciló en aclarar que "la diferencia es que
el positivismo trata simplemente de comprender el mundo, mientras que el mar-
xismo trata de cambiarlo" (Harvey, 1977: 135). Más tarde, y en la medida en que
avanzaba en su exploración del trabajo de Marx, Harvey deslindó campos e hizo
explícitas las contradicciones entre el positivismo y el materialismo dialéctico.
El trabajo teórico de Harvey revela sus distintas metamorfosis políticas e in-
telectuales. Él, formado en la escuela clásica de la geografía regional, fue actor
importante de la revolución cuantitativa, y por supuesto de la geografía radical.
Harvey reconoce que su libro Explanation in Geography (1969) no toca los aspec-
tos políticos que sirven de marco al trabajo intelectual de la década de 1960, entre
otras cosas ñor la Drescrioción oositivista de la neutralidad valorativa de la cien-
A í 1 l

cia, que descalificaba cualquier intento de relacionar las orientaciones políticas


de los científicos con su actividad productora de conocimientos. Las razones de
su conversión en u n radical convencido las expone así (Harvey, 2001: 5-6, en
traducción):

83
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Bien, mi orientación política en aquel momento se situaba cerca del progresismo


fabiano, motivo por el que me sentía seducido por las ideas de la planificación, la
eficacia y la racionalidad. Leía a economistas como Oskar Lange, que pensaban
en esta línea. De modo que en mi mente no existía ningún conflicto real entre la
aproximación científica racional a las cuestiones geográficas y una aplicación efi-
caz de la planificación a las cuestiones políticas. Sin embargo, estaba tan absorbi-
do en la redacción del libro que no advertí todo lo que estaba colapsando a mi
alrededor. Entregue mi opus magnun a los editores en mayo de 1968, para inme-
diatamente después sentirme intensamente avergonzado por el cambio general
de la temperatura política. A esas alturas me sentía profundamente desilusiona-
do con el socialismo de Harold Wilson. Justo en ese momento conseguí un traba-
jo en Estados Unidos, llegué a Baltimore un año después de que gran parte de la
ciudad hubiera ardido a raíz del asesinato de Martin Luther King. En Estados
Unidos, el movimiento en contra de la guerra y el movimiento por los derechos
civiles estaban completamente encendidos; y allí me encontraba yo, tras haber es-
crito aquel tomo neutral que de uno u otro modo no parecía encajar. Me di cuenta
de que tenía que repensar un montón de cosas que había dado por supuestas du-
rante la década de 1960.

Y como Harvey se declaró políticamente socialista, encontró en el materialis-


mo histórico y en la dialéctica marxista los pilares sobre los cuales construir u n
nuevo discurso geográfico, esta vez sobre la idea de que "el espacio creado rempla-
za al espacio efectivo en cuanto principio predominante de organización geográfi-
ca" (Harvey, 1977: 325), razón suficiente para desarrollar una geografía histórica
de la creación y organización del espacio por el m o d o de producción capitalista,
cuya comprensión consideraba necesaria para poder proponer organizaciones
espaciales alternativas y revolucionarias. El resultado de su replanteamiento cien-
tífico y político se manifestó en su libro titulado Social Justice and the City (1973),
en el que formuló los fundamentos de u n nuevo discurso sobre lo urbano. En ese
libro se exponen planteamientos de tipo liberal, formulaciones socialistas y pos-
tulados marxistas, secuencia que el mismo Harvey calificó de fortuita, pues "...me
incliné hacia formulaciones marxistas con el fin de comprobar si proporcionaban
mejores resultados. El cambio de un enfoque a otro no fue premeditado; me tro-
pecé con él" (Harvey, 2001: 7, en traducción).
Este discurso desnaturaliza el concepto de espacio geográfico, pues asume
que éste no es u n ente natural, sino u n subproducto social del modo de produc-
ción, y que su comprensión sólo es posible a partir de una geohistoria que implica
el conocimiento de los procesos involucrados en su producción; de modo que la
geografía es una especie de "economía política" de la producción del espacio en
todas las escalas geográficas (Harvey, 1982, 1989, 1990, 1996, 2000, 2001). Aquí,

84
LA GEOGRAFÍA RADICAL

la teoría de la renta se considera como el instrumento conceptual fundamental


para confrontar el problema de la organización espacial, puesto que la tierra sir-
ve como medio de producción y como base espacial de la producción humana, lo
que hace necesario que se retomen los conceptos de valor de uso, valor de cambio
y valor, y se analicen sus propiedades espaciales. De modo que poniendo en mo-
vimiento "nuestra comprensión de las propiedades espaciales materiales de los
valores de uso, j u n t o con los conceptos de valor de cambio y de valor", es posible
"descifrar el significado de las propiedades espaciales de los valores de uso en su
aspecto social" (Harvey, 1990: 341).
Al abordar el asunto de la organización espacial desde la perspectiva de la
renta, Harvey reconoce que el espacio no es absoluto ni relativo o relacional en sí
mismo, sino que, dependiendo de las circunstancias, éste adquiere una de esas ca-
racterísticas, según lo que los seres humanos hacen con respecto a él. Como pro-
piedad privada o como forma territorial fija, el espacio se vuelve u n a unidad
absoluta a través de la cual circula el capital; pero se torna espacio relativo cuando
las mercancías se tranzan en el mercado, puesto que la localización privilegiada
de u n productor o de un consumidor con respecto al mercado, puede ser una
fuente adicional de renta. En sus propias palabras (Harvey, 1990: 341-342):

La propiedad privada territorial confiere poder exclusivo a las personas privadas


sobre ciertas porciones del planeta. Esto trae consigo una concepción absoluta
del espacio, una de cuyas propiedades más importantes es un principio de indivi-
dualización establecido por medio de la exclusividad de ocupación de cierta por-
ción de espacio; no hay dos personas que puedan ocupar exactamente la misma
ubicación en este espacio y ser consideradas como dos personas separadas. La ex-
clusividad de control sobre un espacio absoluto no está confinada a las personas
privadas sino que se extiende a los estados, las divisiones administrativas y cual-
quier otra clase de individuo jurídico. La propiedad privada de tierras, que en la
práctica se registra a través de una encuesta catastral y un mapa, establece clara-
mente la porción de la superficie de la tierra sobre la cual tienen poderes exclusi-
vos de monopolio los individuos privados.

Cuando los productores de mercancías las llevan al mercado, las trasladan a tra-
vés de un espacio que se puede definir como relativo. Bajo este concepto del es-
pacio se rompe el principio de individualización, porque muchos individuos
pueden ocupar la misma posición en relación con algún otro punto -por ejem-
c 1
piu, uitis uc un pruuuCLOr pue^e estar exactamente aíi cuez
f l í e z K i l ó m e t r ' ^ Í^* *! rr\f*rm-
KI
do- mientras que la métrica que prevalece dentro del espacio también se puede
modificar de acuerdo con las circunstancias; las distancias medidas en costo o en
tiempo no son las mismas, y ambas son muy diferentes de las distancias físicas"
[itálicas en el texto].

85
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La renta, como se deduce de los textos citados, está afectada por el espacio en
sus connotaciones absolutas y relativas, por el lugar y por la ubicación. Pero las
ventajas de la ubicación de espacios absolutos específicos -lotes de propiedad pri-
vada o territorios de entidades estatales o privadas- pueden ser modificadas por
la acción humana, como cuando se invierte capital en la construcción de infraes-
tructura. Esto, agrega Harvey (1990: 344), nos permite concluir que "los atribu-
tos espaciales de los valores de uso pueden ser traídos de regreso entonces al
terreno del análisis como cualidades creadas socialmente y, por tanto, como un
tema correcto y apropiado para su plena investigación en relación con la opera-
ción de la ley del valor". Pero también advierte que esas configuraciones espacia-
les n o pueden ser consideradas como el simple reflejo de los procesos de
acumulación y reproducción de clase, sino como un "momento activo" de la diná-
mica de la acumulación y la reproducción social. Es en este sentido que el espacio
se considera como un producto social.
Harvey se interesa por una geografía histórica del capitalismo que explique
los procesos que han producido las configuraciones espaciales desequilibradas
que le son propias, y que han vinculado espacialmente todos los rincones del
m u n d o y subordinado todas las acciones humanas a la dictadura del capital. La
necesidad de analizar teóricamente estos asuntos es crucial puesto que:
Hay mucho que hacer aquí y desgraciadamente no tenemos suficientes guías teó-
ricas para hacerlo. La dificultad está en encontrar una forma de abordar el asun-
to, que esté basada teóricamente en conceptos marxistas básicos y sea lo
suficientemente robusta como para manejar las evidentes confusiones, antago-
nismos y conflictos que caracterizan la articulación espacial de las actividades hu-
manas bajo el capitalismo. Además, los fenómenos que tenemos que observar
aquí son de una variedad aparentemente infinita. Incluyen sucesos y procesos tan
diversos como las luchas individuales sobre los derechos jurisdiccionales a un lote
de tierra, las políticas coloniales y neocoloniales que siguen las diferentes nacio-
nes-Estado, la diferenciación residencial dentro de las zonas urbanas, las luchas
entre pandillas callejeras sobre su "territorio", la organización y diseño del espa-
cio para transmitir significados sociales y simbólicos, la articulación espacial de
diversos sistemas mercantiles (financieros, de mercancías, etc.), las pautas regio-
nales de crecimiento dentro de una división de trabajo, las concentraciones espa-
ciales en la distribución del ejército industrial de reserva, las alianzas de clase
formadas alrededor de conceptos territoriales como la comunidad, la región y la
nación, y así sucesivamente (Harvey, 1990: 376-378).

Harvey aboga por una geografía que comprenda cómo se han producido y
cómo se reproducen las formas espaciales y la organización del espacio en el capita-
lismo, caracterizadas por el desarrollo geográficamente desigual de las condiciones

86
LA GEOGRAFÍA RADICAL

ecológicas, culturales, económicas, políticas y sociales, para lo cual se requieren


formas críticas de pensamiento. A partir del a r g u m e n t o de que las diferencias
espaciales y ecológicas son constitutivas de los procesos socio-ecológicos y polí-
tico-económicos, considera que es fundamental "proveer un aparato concep-
tual para investigar sobre la justicia de tales relaciones y sobre cómo el sentido
de justicia está histórica y geográficamente constituido" (Harvey, 1996: 6). Y
puesto que el marxismo ortodoxo se concentra en los procesos temporales
m a n t e n i e n d o la espacialidad constante, plantea que es necesario asumir una
aproximación dialéctica relacional, histórico-geográfica y materialista, como
única forma de teorizar sobre la producción del espacio.
En u n ajustado resumen, se resaltan aquí los siguientes argumentos de Har-
vey (1989, 1996, 2000, 2001) sobre la producción social del espacio:
1. Espacio y tiempo son construcciones sociales profundamente arraigadas
en la materialidad del m u n d o y son el producto de las distintas formas
de espacio y de tiempo que los seres humanos encuentran en su lucha
por la supervivencia material. El descubrimiento de las características
variables de tiempo y espacio (a través de la física, la ecología, la biolo-
gía, etc.) es fundamental para comprender la elección social de los pro-
cesos usados para la construcción social del espacio y del tiempo.
2. Las concepciones de espacio y de tiempo dependen igualmente de las
acervos culturales, metafóricos e intelectuales de los grupos sociales.
Tiempo y espacio son hechos de la naturaleza, pero tales hechos no se
pueden conocer por fuera de nuestro entramado cultural simbólico que
incluye el lenguaje y los sistemas de creencias.
3. La construcción social del espacio y del tiempo opera con la fuerza total
de los hechos objetivos a los que todos los individuos e instituciones res-
p o n d e n necesariamente. Decir que algo es socialmente producido no es
reconocerle el carácter de subjetividad individual.
4. Las definiciones sociales de espacio objetivo y tiempo objetivo están im-
plicadas en procesos de reproducción social, de manera que una forma
particular de representación del espacio y del tiempo orienta la práctica
social en u n sentido que asegura el orden social. Las representaciones
del espacio y del tiempo surgen del m u n d o de las prácticas sociales pero
son a su vez instrumentos de regulación de dichas prácticas.
5. La producción social del espacio y del tiempo es un escenario de lucha
política y confrontación social en el que se involucran cuestiones como
las diferencias de clase, de género, culturales, religiosas y políticas. El in-
trincado control social por el orden espacial, las formas de desafío del or-
den social por las transgresiones de los límites espaciales, los espacios

87
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

simbólicos y la semiótica de los órdenes espaciales, crean textos que de-


ben ser leídos en términos sociales. La organización espacio-temporal
interna del hogar, del lugar de trabajo, de las ciudades, es el producto de
luchas entre fuerzas sociales opuestas por mantener o cambiar un orden
social. La dinámica social es también lucha de poder por el espacio, lu-
cha por órdenes espaciales alternativos.
De lo anterior, el autor en referencia colige que el espacio y el tiempo son
p e r m a n e n t e m e n t e creados y recreados para adaptarlos a las condiciones del
m o d o de producción, que fija el contexto de posibilidades en que pueden ocurrir
estas creaciones. De suerte que las diferenciaciones geográficas son rasgos activa-
m e n t e reconstituidos del modo de producción capitalista y no meros residuos his-
tóricos. Un producto de la reestructuración capitalista contemporánea es el
desarrollo geográfico desigual, cuyas manifestaciones se notan, por ejemplo, en
escala global en los desequilibrios entre centro y periferia, o en escala local en los
paisajes urbanos altamente estratificados social, económica y políticamente.
Sobre el método para abordar la comprensión del espacio, particularmente
en lo que tiene que ver con el desarrollo geográficamente desigual del capitalis-
mo, lo mismo que sobre las formas para evaluar la justicia/injusticia de las dife-
rencias producidas por el desarrollo capitalista, Harvey (1996) propone, como ya
se enunció, reconstruir una teoría marxista del espacio que él denomina materia-
lismo dialéctico histérico-geográfico, cuyos presupuestos centrales se exponen a
continuación.
Harvey asume una aproximación dialéctica (relacional), historica-geográfica
y materialista al conocimiento, y considera que las reglas de la teorización son
aquí diferentes de las que se pueden construir en la aproximación analítica o po-
sitivista, sin que esas teorías sean totalmente incompatibles unas con otras. Como
las metanarrativas teoréticas sociales (como las de Marx y Weber) se concentran
generalmente sobre los procesos de cambio temporal, manteniendo la espaciali-
dad constante, Harvey se interesa en reconstruir la metateoría marxista incorpo-
r a n d o la espacio-temporalidad (y los hechos socio-ecológicos) dentro de esta
estructura. Rechaza los argumentos singularistas relacionados con la idea de que
la espacialidad hace imposible la construcción de una teoría general sobre el es-
pacio, y declara su interés por teorizar sobre "la producción del espacio", en par-
ticular, o más generalmente, sobre la "producción de la naturaleza". Esta tarea
implica construir una teoría general del materialismo dialéctico históri-
co-geográfico, que considere el espacio como u n elemento constitutivo de la tota-
lidad social, y no como algo secundario que pueda ser ignorado, tal como ocurre
en todas las versiones del historicismo. Su tarea se inicia con una lectura de pri-
mera m a n o de la obra de Marx para buscar los fundamentos de una teoría sobre

88
LA GEOGRAFÍA RADICAL

el espacio. En el Manifiesto Comunista de 1848, encuentra que la acumulación de


capital ha sido siempre un hecho profundamente geográfico, y que sin las posibi-
lidades de expansión espacial, sin la reorganización espacial y sin el desarrollo
geográficamente desigual, el capitalismo no hubiera podido sobrevivir y consoli-
darse como sistema político-económico (Harvey, 2000). Esta espacialidad del ca-
pitalismo, que ha sido ignorada por casi todos los marxistas, es abordada por
Harvey en The Limits to Capital (1982) con la intención de reconstruir la geohisto-
ria de este modo de producción.
Harvey aspira a mostrar que mediante el materialismo dialéctico histórico-
geográfico es posible integrar los temas de espacio, lugar y ambiente o entorno
(naturaleza) en la teoría social. Considera que en geografía y en las ciencias socia-
les el razonamiento dialéctico no ha sido bien entendido, en tanto que este méto-
do ha sido dominante en la teoría literaria que ha recibido, en años recientes, una
gran influencia de Hegel, Althusser, Foucault, Ricouer, Derrida y muchos otros de
la tradición filosófica europea.
Tras recalcar que la dialéctica es un proceso en el que las separaciones carte-
sianas entre conciencia y materialidad, entre pensamiento y acción, entre teoría y
práctica no tienen cabida, Harvey (1996) p r o p o n e u n a aproximación dialéctica 1
al análisis del espacio y resume los principios de ésta en once proposiciones, cu-
yos puntos esenciales son los siguientes:
1. El pensamiento dialéctico privilegia la comprensión de los procesos, flu-
jos, cambios permanentes y relaciones sobre el análisis de elementos, co-
sas, estructuras y sistemas organizados. Más importante que inventariar
y medir los flujos, como hace la geografía positivista, es preguntarse por
las razones por las cuales ocurren los flujos.
2. Los elementos o "cosas" son producto de flujos, procesos y relaciones que
operan dentro de campos delimitados que constituyen sistemas estructu-
rados o totalidades. La concepción dialéctica de las "cosas" individuales y
de los sistemas estructurados de los que son parte descansa completamente

La aproximación dialéctica al análisis del espacio es una constante en la obra de Harvey a partir de su
adopción de la teoría marxista como marco teórico de sus investigaciones. Pero la formulación de las
proposiciones que se exponen aquí tuvo un propósito específico: "Diseñé el capítulo sobre la dialéctica
en Justice, Nature and the Geography ofDifference con el fin de intentar explicar a los ingenieros y a los
científicos cuál era el misterio alrededor de esto. Por este motivo, se articula más en términos de proceso
natural que como una categoría filosófica. Evidentemente, si hubiera estado enseñando dialéctica en un
programa de humanidades, tendría que haber hablado de Hegel... Esto da un toque bastante diferente a
la argumentación dialéctica, si lo comparamos con el filosófico-literario que es más común..." (Harvey,
2001: 121, en traducción).

89
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

sobre la comprensión de los procesos y relaciones por las que las cosas y
los sistemas estructurados están constituidos.
3. Las "cosas" y sistemas que muchos investigadores tratan como irreducti-
bles, y por tanto no problemáticos, son vistos en el pensamiento dialécti-
co como internamente contradictorios en virtud de los múltiples
procesos que los constituyen. Las cosas y los sistemas son perpetuamente
constituidos y reconstituidos; son el producto de procesos.
4. Las "cosas" son siempre asumidas como internamente heterogéneas en
todos los niveles. De esto se desprende que: a) cualquier cosa puede ser
descompuesta en un conjunto de otras cosas que están en alguna rela-
ción unas con otras. La reducción es ad infinitum. Nada es irreductible.
Ejemplo: una ciudad puede ser considerada una cosa en interacción con
otras ciudades, pero puede ser descompuesta en vecindarios o zonas que
a su vez pueden ser divididas en personas, casas, escuelas, factorías, y así,
ad infinitum; b) si todas las cosas son heterogéneas en razón de los procesos
complejos que las constituyen, entonces la única forma de comprender los
atributos cuantitativos y cualitativos de las cosas es comprendiendo los pro-
cesos y las relaciones que las constituyen y que ellas internalizan. Se re-
quiere internalizar la heterogeneidad y las contradicciones asociadas.
Por contradicción se entiende "una unión de dos o más procesos interna-
mente relacionados que simultáneamente se sustentan y se socavan uno
a otro"; c) Los procesos ocurren dentro de un campo delimitado, pero no
hay límites a priori, y d) en el desarrollo de conceptos, abstracciones y
teorías es necesario establecer límites con respecto a espacio, tiempo, es-
cala y ambiente. Es usual que cualquier cambio en los límites modifique
radicalmente los conceptos, las abstracciones y las teorías. En geografía
encontramos a menudo estos problemas en forma de paradojas genera-
das por diferentes escalas de correlación ecológica.
5. Espacio y tiempo no son ni absolutos ni externos a los procesos, pero son
contingentes y contenidos en ellos. Existen múltiples espacios y tiempos
(espacio-tiempos) implicados en diferentes procesos físicos, biológicos y
sociales. Todo produce sus propias formas de espacio y tiempo. Los pro-
cesos no operan en sino que construyen activamente espacio y tiempo.
6. Las partes y el todo se constituyen m u t u a m e n t e . "Las partes hacen el
todo, y el todo hace las partes". Mucho más que el concepto defeedback,
esto implica la transformación mutua de uno y otro. Las prácticas re-
duccionistas olvidan estas relaciones y el holismo hace énfasis en la
totalidad.

90
LA GEOGRAFÍA RADICAL

7. El entretejido de las partes y el todo implica la intercambiabilidad de su-


jeto y objeto, de causa y efecto. Los organismos, por ejemplo, p u e d e n ser
vistos como sujetos y objetos de la evolución, en la misma forma en que
los individuos pueden ser considerados como sujetos y objetos del cam-
bio social.
8. La conducta transformativa -"creatividad"- surge de la naturaleza hete-
rogénea de las cosas que constituyen los sistemas. Heterogeneidad signi-
fica más que mera diversidad: las partes y los procesos se confrontan
unos a otros como opuestos. La creatividad es producto de la contradic-
ción entre opuestos.
9. El cambio es característico de todos los sistemas y de todos los aspectos
de los sistemas. Este es el principio más importante. El cambio y la ines-
tabilidad es la norma. Y la apariencia de estabilidad en las cosas y los sis-
temas debe ser explicada. El cambio es siempre parte de las cosas.
Nuestra investigación debe ser sobre cómo, por qué, cuándo y dónde las
cosas y los sistemas cambian y otros parecen no cambiar.
10. La investigación dialéctica es en sí misma u n proceso que produce perma-
nencias tales como conceptos, abstracciones, teorías, y estructuras institu-
cionalizadas de conocimiento que están sujetas a ser aprobadas o
negadas por los continuos procesos de investigación. U n a cierta relación
está implicada entre el investigador y lo investigado. El investigador no
es u n observador externo del objeto sino que es u n sujeto activo, y ambos
se transforman en su interacción. La observación del m u n d o es inevita-
blemente intervención en el m u n d o . Como Marx insiste, únicamente
por la transformación del m u n d o podemos transformarnos nosotros
mismos. No podemos cambiar el m u n d o sin simultáneamente cambiar
nosotros mismos.
11. La exploración de "mundos posibles" es integral al pensamiento dialéc-
tico. Según esta idea que proviene de Aristóteles y que fue rechazada por
la ciencia del siglo XVII, es de la naturaleza del ser la constante actuali-
zación de sus potencialidades. La exploración de potencialidades de
cambio, la búsqueda de la auto-realización, la construcción de nuevas
identidades colectivas y órdenes sociales, es fundamental en el pensa-
miento dialéctico. La investigación dialéctica incorpora necesariamente
la construcción de elecciones éticas, morales y políticas.
En su trabajo reciente, Harvey (2001) pone en duda que el "espacio" sea la
categoría más importante de la geografía. Considera que esta idea, compartida
por él en gran parte de su obra y privilegiada por la mayoría de los geógrafos, es
"...inverosímil y potencialmente engañosa" (Harvey, 2001: 222), puesto que las

91
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

ciencias físicas, la ingeniería, la filosofía, la literatura, la antropología y otras


ciencias sociales tienen una larga historia en el trato con los conceptos de espacio
y de espacio-tiempo. En cambio, sí le parece interesante el hecho de que múlti-
ples discursos sobre el espacio y el espacio-tiempo converjan en la geografía, y
cree que esta convergencia puede ser la que ponga a la disciplina geográfica en el
mismo plano problemático de otras ciencias.
Como tiempo y espacio no se pueden considerar separadamente, y puesto
que espacio, tiempo y materia son categorías ontológicas fundamentales para en-
tender el mundo, Harvey piensa que el espacio-tiempo o espacio-temporalidad
es la categoría fundamental, de lo cual se deriva el carácter histórico de toda geo-
grafía, y el hecho de que la métrica y las medidas del espacio tiempo cambien sig-
nificativamente a través de la historia. Esto hace necesario que la comprensión y
la búsqueda de alternativas para, por ejemplo, la globalización capitalista neoli-
beral, se enmarque en su propia espacio-temporalidad, que es radicalmente dife-
rente de la de otros períodos históricos.
Precisamente éste es el intento que hace Harvey (1998: 314) al indagar por la
experiencia del espacio y del tiempo en la posmodernidad, cuya característica bá-
sica es "una intensa fase de compresión espacio-temporal, que ha generado un
impacto desorientador y sorpresivo en las prácticas económicas, en el equilibrio
del poder de clase, así como en la vida cultural y social". La posmodernidad, con-
siderada como la etapa actual del capitalismo, ha acelerado el tiempo a tal punto
que asistimos a un nuevo episodio del proceso de aniquilación del espacio por el
tiempo, como es la constante del desarrollo histórico capitalista.
La aceleración del tiempo de rotación de la producción, la aceleración de la
circulación de las mercancías, la aceleración del consumo, la reducción de la vida
útil de los artículos de consumo, la rapidez con que se mueven los flujos de dine-
ro, y la experiencia del espacio caracterizada por la sensación de simultaneidad y
cercanía, son hechos que cambiaron la experiencia de pensar, de sentir y de ac-
tuar, hasta el punto de que se está volviendo común hablar de la "...presunta desa-
parición del tiempo y del espacio como dimensiones materializadas y tangibles
de la vida social" (Harvey, 2001: 324). Pero un análisis detallado de estas circuns-
tancias le permite a Harvey realzar el significado del espacio en el m u n d o capita-
lista contemporáneo, e indicar que:
Sin embargo, el colapso de las barreras espaciales no quiere decir que la significa-
ción del espacio disminuya. No es la primera vez en la historia del capitalismo
que encontramos testimonios que avalan la tesis contraria. La competencia acre-
centada en condiciones de crisis ha obligado a los capitalistas a prestar mucha
más atención a las ventajas relativas de la localización, precisamente porque dis-
minuir las barreras espaciales permite que los capitalistas exploten las menores

92
LA GEOGRAFÍA RADICAL

diferenciaciones espaciales con buenos resultados. Así, las pequeñas diferencias


en aquello que el espacio contiene bajo la forma de abastecimientos, recursos, in-
fraestructuras y cuestiones semejantes han adquirido una mayor significación. La
superioridad en el control del espacio se convierte en un arma aún más impor-
tante en la lucha de clases. Se trata de uno de los medios para imponer la intensi-
ficación y la redefinición de las competencias a fuerzas de trabajo rebeldes. La
movilidad geográfica y la descentralización se utilizan contra un poder sindical
que, tradicionalmente, se concentraba en las fábricas de producción masiva. La
huida de capitales, la desindustrialización de algunas regiones y la industrializa-
ción de otras, la destrucción de las comunidades obreras tradicionales como fun-
damentos de poder en la lucha de clases, se convierten en temas recurrentes de la
transformación espacial en las condiciones de la acumulación flexible... La dismi-
nución de las barreras espaciales nos sensibiliza mucho más para los contenidos
de los espacios mundiales. La acumulación flexible suele explotar un amplio es-
pectro de circunstancias geográficas presuntamente contingentes, reconstituyén-
dolas como elementos estructurados internos de su propia lógica abarcadora...
(Harvey, 1998: 324-325).

Al intentar la comprensión geohistórica de los procesos de producción de las


configuraciones espaciales en el capitalismo y, recientemente, en otras formacio-
nes sociales, Harvey cree posible explorar mundos posibles con organizaciones
espaciales más justas socialmente, en todas las escalas geográficas y en todos los
órdenes de la vida social. En Space ofHope (Harvey, 2000) plantea la necesidad de
-sin olvidar que no hemos elegido las condiciones histórico-geográficas de nues-
tra existencia, y sin desconocer las restricciones para nuestro desarrollo como se-
res sociales- construir una nueva utopía centrada en el interés por la
transformación, y que dirija la práctica política hacia la creación de un nuevo or-
den socio-ecológico y de producción, que permita reconstruir nuestras relaciones
con la sociedad y con la naturaleza, en u n marco de democracia y justicia social,
más allá de las meras expectativas redistributivas. Se trata de una utopía que re-
configure la combinación del repertorio de potencialidades humanas de compe-
titividad, aclimatación, cooperación, adaptación al medio, y de ordenamiento
temporal y espacial, como alternativa al sesgo del darwininismo social que funda-
menta su proyecto en la exaltación del individualismo y en la competencia.
La utopía propuesta por Harvey incluye el desarrollo de la capacidad para
imaginar los ordenamientos espacio-temporales alternativos, dentro de los cua-
les las colectividades y los individuos p u e d a n satisfacer a plenitud sus necesida-
des y deseos. Tiene que ver con ordenamientos espaciales en d o n d e el trabajo
tenga los mismos derechos de movilidad del capital, la persecución política
p u e d a ser resistida p o r el movimiento geográfico voluntario, o que el derecho a

93
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

ia diferencia incluya también el derecho al desarrollo geográfico diferente,


frente a las pretensiones unifícadoras del capitalismo global.
Parte de la utopía es el derecho a la producción social del espacio, y esto sig-
nifica el derecho a reconstruir las relaciones espaciales, tales como las formas te-
rritoriales, las capacidades comunicativas y las reglas de la vida social en el
espacio y en los lugares, de m o d o que el espacio deje de ser una estructura abso-
luta y fija de la acción para transformarse en una condición más maleable, relati-
va y relacional de la vida social. La utopía implica construir espacio, más que
reivindicar el derecho a circular dentro de un m u n d o preordenado espacialmen-
te en el que los intereses de las clases hegemónicas han definido a su antojo las
prácticas espaciales, las representaciones del espacio y los espacios de representa-
ción, tanto en la escala local como en la global. La utopía implica pensar en geo-
grafías alternativas distintas a la heredada del pensamiento ilustrado.

EDWAR SOJA: LA PRODUCCIÓN DE LA ESPACIALIDAD DE LA VIDA SOCIAL

Edward Soja es u n geógrafo marxista, interesado en reubicar la geografía


dentro del contexto de la teoría social contemporánea mediante el análisis de la
espacialidad de la vida social. Los planteamientos de Soja (1993, 1996) tienen
fundamento en el marxismo heterodoxo, particularmente en la obra de Lefebvre
(1991) sobre la producción social del espacio. Para Lefebvre, quien centra su inte-
rés en el espacio social, el espacio es abstracto y al mismo tiempo concreto; abs-
tracto puesto que no tiene existencia sino en virtud de la intercambiabilidad de
todas sus partes componentes, y concreto puesto que es socialmente real y como
tal está localizado; el espacio es por consiguiente homogéneo, aunque al mismo
tiempo diferenciado, es decir, constituye una contradicción dialéctica no revela-
ble ni con el método de Hegel ni con el de Marx, ambos basados en el análisis del
tiempo histórico. El análisis de la producción (social) del espacio (social), es abor-
dado p o r Lefebvre como una "economía política del espacio y su producción", es
decir, como un proceso histórico desde tres ámbitos: las prácticas espaciales, las
representaciones del espacio y los espacios de representación.
Las prácticas espaciales se refieren a la producción de la espacialidad de cada
formación social. La práctica espacial de una sociedad es revelada descifrando su
espacio. Las representaciones del espacio tienen que ver con el espacio interpre-
tativo, y se refieren al espacio conceptualizado por científicos, planificadores, ur-
banistas, tecnócratas, artistas, etc., generado en las relaciones de producción; es
el espacio dominante en cualquier sociedad (o modo de producción) y se expresa
mediante el uso de sistemas verbales y signos gráficos, mapas y planos e imágenes
LA GEOGRAFÍA RADICAL

mentales del espacio que contienen las representaciones del poder y de la ideolo-
gía dominantes. Los espacios de representación son espacios vividos por los habi-
tantes y usuarios del espacio; son espacios de resistencia, espacios simbólicos y
contraespacios que contienen simultáneamente a los otros espacios.
El interés de Soja es hacer visible para la teoría social la espacialidad de la
vida social, mantenida oculta por el historicismo que la despojó de toda significa-
ción política y práctica. En su criterio, la geografía forma parte de la teoría social,
y le corresponde desarrollar y reafirmar el carácter espacial de la vida social rei-
vindicado por las tendencias posmodernas.
La espacialidad, según Soja (1993), es el espacio socialmente producido por
el conjunto de las relaciones sociales, económicas, políticas y culturales entre los
individuos y los grupos. La espacialidad o espacio social existe en formas concre-
tas de organización social y como medio propio de la vida social; es tanto el resul-
tado de la acción social sobre la naturaleza, como de la propia dinámica social. Es
diferente del espacio físico de la naturaleza material y del espacio mental de cog-
nición y representación de los individuos, los cuales son incorporados en la pro-
ducción de la espacialidad y transformados en el proceso, pero no son su
equivalente. La espacialidad se torna concreta, material y contingente, contradic-
toria y dialéctica, y se puede describir como el medio y como el resultado de la di-
námica de la sociedad. La vida social es materialmente constituida en su
geografía histórica en los diferentes modos de producción. La existencia social se
vuelve concreta en la geografía y en la historia, es decir en su espacialidad, que
debe ser constantemente reajustada, reestructurada y reproducida socialmente,
lo que la hace una fuente perpetua de contradicción y conflicto.
Estas consideraciones exigen (Soja, 1993) una interpretación materialista de
la espacialidad que permita rescatarla de la opacidad y de la ilusión de transpa-
rencia e irrelevancia política en que la han mantenido el positivismo, el idealismo
y el marxismo. Este último -y más en sus versiones contemporáneas-, apenas le
concede al espacio la condición de un epifenómeno reflejo de la estructura eco-
nómica. La interpretación materialista del espacio propuesta por Soja tiene como
fundamento las siguientes premisas (Soja, 1993: 158):
1. La espacialidad es un producto social consustanciado y reconocible, par-
te de una "segunda naturaleza" que incorpora, al socializarlos y transfor-
marlos los espacios físicos y psicológicos.
2. Como producto social, la espacialidad es, simultáneamente, el medio y
el resultado, el presupuesto y la encarnación de la acción y de las relacio-
nes sociales.

y>.
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

3. La estructuración espacio-temporal de la vida social define el modo la


acción y las relaciones sociales (incluso las relaciones de clase) son mate-
rialmente constituidas y concretadas.
4. El proceso de constitución/concreción es problemático, lleno de contradic-
ciones y de luchas (en medio de muchas cosas recurrentes y rutinizadas).
5. Las contradicciones ocurren, primordialmente, en la dualidad del espa-
cio producido, como resultado/encarnación/producto y medio/presu-
puesto/ productor de la actividad social.
6. La espacialidad concreta -la geografía humana efectiva- es un terreno
competitivo de luchas por la producción y la reproducción sociales, de
las prácticas sociales que dirigen, mantienen y refuerzan la espacialidad
existente.
7. La temporalidad de la vida social, desde las rutinas y los eventos de la ac-
tividad cotidiana hasta la construcción de la historia en el largo plazo, se
articulan en la contingencia espacial, de la misma forma en que la vida
social se arraiga en la contingencia temporal/histórica.
8. La interpretación materialista de la historia y la interpretación materia-
lista de la geografía son inseparables y ninguna es prioritaria a la otra.
En u n a reciente relectura de The Production ofSpace de Lefebvre (1991), Soja
(1996) -asumiendo con Heidegger y Sartre que la existencia del ser es simultá-
neamente histórica, social y espacial- retoma la ontologia trialéctica del ser, cons-
tituida por espacialidad, historicidad y sociabilidad. Esta trialéctica es el
fundamento para la construcción de una teoría social que no da prioridad onto-
lógica a ninguno de los momentos de la relación, sino que los considera íntima-
mente relacionados, interdependientes y contenidos entre sí. La teoría social, a
su juicio, ha estudiado estos momentos en disciplinas separadas, ha privilegiando
la historicidad y la sociabilidad sobre la espacialidad, y ha tratado el espacio como
u n contenedor, estado o ambiente externo constrictivo de la conducta humana y
de la acción social.
Soja (1996) considera que la geografía, al estudiar la espacialidad, debe par-
tir de u n a epistemología del espacio fundamentada en una relación trialéctica
entre la espacialidad percibida (espacialidad física), la espacialidad concebida y la
espacialidad vivida. Ninguna de las espacialidades debe ser estudiada en com-
partimentos disciplinares especializados, ni dotada de prioridad ontológica so-
bre las otras. Por lo que tiene que ver con la geografía, esta disciplina ha
confinado el conocimiento espacial al "primer espacio" (espacio percibido) y al
"segundo espacio" (espacio concebido) y a sus teorizaciones asociadas con el aná-
lisis empírico y las prácticas sociales. El "tercer espacio" (espacio vivido) ha sido

SS
LA GEOGRAFÍA RADICAL

marginado. Las ideas centrales que sirven de fundamento a la propuesta de Soja


son las siguientes (Soja, 1996: 76-81):
Las epistemologías del "primer espacio" hacen énfasis en las prácticas espa-
ciales o espacio percibido. Han privilegiado la objetividad y la materialidad de la
espacialidad física, produciendo una ciencia en forma de física social, como en el
caso de la "geografía como ciencia espacial". Actualmente, este tipo de geografía
hace énfasis en el uso de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) y de las
imágenes de satélites para recolectar y organizar grandes cantidades de datos.
Desde la perspectiva de la geografía histórica de corte positivista e historicista, la
producción del primer espacio se trata como una secuencia histórica de geogra-
fías cambiantes, que son el producto de las relaciones dinámicas de los seres hu-
manos con el ambiente construido y con el ambiente natural.
Las epistemologías del "segundo espacio" tienen bases idealistas y se caracteri-
zan por su énfasis en la explicación del espacio como cosa pensada. Por eso la expli-
cación se torna más reflexiva, subjetiva, introspectiva, filosófica e individualizada,
como se nota en el interés de la geografía por los mapas mentales y en las denomi-
nadas geografías humanísticas.
Las epistemologías del "tercer espacio" son, por ahora, posibilidades que de-
berán surgir de la deconstrucción de las anteriores epistemologías; se deberán
enfocar sobre los espacios de representación relacionados con el lado clandestino
de la vida social. Estos espacios están llenos de política e ideología, y se funda-
mentan en las prácticas materiales que concretan las relaciones sociales de pro-
ducción, explotación y sometimiento. Deberán hacer énfasis en los espacios
dominados, en los espacios de las periferias, en los márgenes y en los margina-
dos, en los espacios de la oposición radical y de la lucha social, en los espacios de
la diferencia y de la diferenciación.

MILTON SANTOS: EL ESPACIO COMO ESTRUCTURA DE LA SOCIEDAD

En América Latina el geógrafo que más se ha interesado por teorizar en tor-


no al espacio es el brasileño Milton Santos. Ya en este texto reseñamos su queja
sobre el poco interés de los geógrafos sobre el espacio y el método para abordarlo
científicamente, queja que sintetizó al calificar a la geografía como "viuda del es-
pacio", y como una disciplina más encantada con el suelo que con la sociedad. Sus
reflexiones son ya de vieja data y se hicieron más intensas en los últimos años, de-
bido a su urgencia de interpretar la aceleración contemporánea de procesos
como la globalización y la transformación espacial producida por el desarrollo
tecnológico, procesos que han creado u n medio científico-informacional con

97
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

tendencia a la predominancia de u n único sistema técnico en el mundo, pero con


densidades distintas en su espacialización.
La obra de Santos sobre el espacio ha sido presentada en diversas publicacio-
nes en portugués, y unos pocos de sus libros h a n sido traducidos al español. A
nuestro juicio, y tras una cuidadosa revisión de la bibliografía pertinente (Santos,
1987, 1990, 1991, 1996a, 1996b, 1997a, 1997b, 1997c), existen dos textos funda-
mentales que contienen lo esencial de sus planteamientos sobre la materia; se tra-
ta de A natureza do espaco (1996a) y de Espago e método (1997a), y a partir de los
mismos se presentan sus principales ideas acerca de la ontologia espacial desa-
rrollada por este autor. Santos n o sólo discute sobre relaciones espaciales o sobre
formas espaciales, sino que plantea una teoría sobre la naturaleza misma del es-
pacio geográfico y sobre el método para abordarlo como objeto mismo de la
geografía.
Santos critica el hecho de que cuando la geografía se tornó en ciencia espa-
cial, el espacio se definió a partir de una reducción al espacio económico, es decir
al que se expresa como un sistema de relaciones económicas abstractas y matema-
tizadas. Ese espacio definido como espacio económico, que se interesa por pun-
tos, líneas, superficies y volúmenes, es un espacio banal, en el cual los seres
h u m a n o s y los objetos económicos se encuentran localizados. Ese espacio de los
economistas, que importaron los geógrafos sin mayor juicio, no es otra cosa que
una porción de la superficie terrestre definida por los flujos que la surcan. El es-
pacio en este sentido no es sino u n conjunto de puntos emisores y de puntos re-
ceptores de flujos, que constituyen el esqueleto de u n espacio neutro. Así, la
geografía definida como ciencia espacial cuantitativa fragmenta el espacio e im-
pide pensarlo como totalidad estructural concreta.
Santos comparte con las aproximaciones estructuralistas marxistas de Har-
vey y Soja las ideas de que el espacio es producido socialmente y de que cada
m o d o de producción crea y recrea el espacio a su conveniencia. Pero toma distan-
cia de ellos al considerar que el espacio es u n concreto social con identidad pro-
pia, u n a estructura de la sociedad en evolución permanente, y cuya realidad
material no se reduce a un mero producto o epifenómeno de la estructura econó-
mica. El espacio es una instancia de la sociedad del mismo tipo de las instancias
económica y cultural-ideológica, y como tal contiene a las demás instancias y está
contenido en ellas. El espacio - p a r a Santos el verdadero objeto de la geografía-
es "un sistema complejo, u n sistema de estructuras, sometido en su evolución a la
evolución de sus propias estructuras" (Santos, 1997a: 16). Una estructura espa-
cial es:

98
LA GEOGRAFÍA RADICAL

Una combinación localizada de una estructura demográfica específica, de una es-


tructura de producción específica, de una estructura de renta específica, de una
estructura de consumo específica, de unas estructuras de clases específica y de un
arreglo específico de técnicas productivas y organizativas utilizadas por aquellas
estructuras y que definen las relaciones entre los recursos presentes... La realidad
social, en tanto espacio, resulta de la interacción entre todas esas estructuras
(Santos, 1997a: 17).

Para Santos (1997a), la esencia del espacio es social, histórica y política, pero
el espacio es en sí mismo u n híbrido que participa igualmente de lo social y de lo
físico. Éste debe considerarse como una instancia constitutiva de la sociedad, en
los mismos términos que las instancias económica y cultural-ideológica, y no
como una simple superestructura o producto reflejo del modo de producción. El
espacio no es apenas u n conjunto de las cosas naturales y artificiales, sino todo
eso j u n t o con la sociedad. Los objetos geográficos distribuidos sobre u n territorio
constituyen su configuración geográfica o configuración espacial.
El espacio como una estructura es, agrega Santos, una totalidad cuyos com-
ponentes en interrelación son los hombres, las firmas, las instituciones, el medio
ecológico y las infraestructuras. Los hombres son elementos del espacio, ya sea en
calidad de trabajadores, jóvenes, desempleados o empleados. Las demandas de
cada individuo como miembro de la sociedad total son atendidas por las firmas y
las instituciones; las firmas tienen como función esencial la producción de bienes,
servicios e ideas, en tanto que las instituciones son productoras de normas, órde-
nes y legitimaciones. El medio ecológico es el conjunto de los elementos territo-
riales que constituyen la base física del trabajo humano, y las infraestructuras son
el trabajo h u m a n o materializado y geografizado en objetos como casas, planta-
ciones, caminos, etc. Mediante el estudio de las interacciones entre los diversos
elementos se comprende la totalidad social, es decir, el espacio como un todo.
La geografía, según Santos (1996a), es una disciplina cuyo objetivo principal
tiene que ver con el estudio del espacio, definido como una totalidad estructural
formada por u n sistema, indisoluble y contradictorio, de objetos y de acciones,
cuadro único en el que acontece la historia, cada vez más artificializado y extraño
al lugar y a sus habitantes. El medio de la primera y segunda naturaleza, someti-
do a una transformación creciente mediante el incremento de la carga técnica, se
está convirtiendo en un "medio tecnico-científico-informacional", homogéneo y
fraornentado simultáneamente. Esta fracmentación se exnresa en la desigual
concentración de la técnica en los territorios y lugares y en la ruptura de las conti-
nuidades, haciendo que unos lugares se articulen en redes hegemónicas y jerar-
quizadas nacionales y mundiales, en tanto que otros quedan desvinculados de los
lugares contiguos y de las redes. Los espacios más tecnificados son islas de

99
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

modernización que se articulan a los espacios en redes hegemónicas de alcance


mundial, mientras que los menos tecnifícados son excluidos y se mantienen como
espacios letárgicos y atrasados.
Definiendo las cosas como el producto de una elaboración natural, y los obje-
tos como el producto de una elaboración social, Santos observa que asistimos a un
proceso acelerado de transformación en el que cada vez más los objetos toman el
lugar de las cosas y todo tiende a ser objeto. Así, la naturaleza se transforma en un
verdadero sistema de objetos, mediante un proceso de desnaturalización de la
naturaleza. El espacio no es neutro, sino que "su evolución es al mismo tiempo un
efecto y u n a condición del movimiento de la sociedad global", y "cada combina-
ción de formas espaciales y de técnicas correspondientes constituye el atributo
productivo de un espacio, su virtualidad y su limitación" (Santos, 1996b: 25).
Si bien Santos se resiste al determinismo económico que caracteriza a los
marxistas ortodoxos, una especie de determinismo técnico-científico parece do-
minar en su concepción del espacio, y por eso el estudio de las técnicas es consi-
derado como clave para comprender los distintos momentos históricos de la
sociedad. Dice Santos (2000: 145) que:
Las características de la sociedad y del espacio geográfico, en un momento dado
de su evolución, están en relación con un determinado estado de las técnicas. Por
tanto, el conocimiento de los sistemas técnicos sucesivos es esencial para la com-
prensión de las diversas formas históricas de estructuración, funcionamiento y
articulación de los territorios, desde los albores de la historia hasta la época ac-
tual. Cada período es portador de un sentido, compartido por el espacio y por la
sociedad, representativo de la forma como la historia realiza las promesas de la
técnica.

LAS CRÍTICAS A LA GEOGRAFÍA RADICAL

Sobre la geografía crítica que se ha descrito es necesario hacer algunas consi-


deraciones adicionales. Los críticos situados en el positivismo le enrostran su
poca utilidad práctica. A esto se puede responder que su inutilidad se debe a que
no tiene interés técnico sino crítico, y de ahí su énfasis en la comprensión del es-
pacio y de las estructuras espaciales, más que en el espacio o en las estructuras en
sí mismas. La geografía crítica no está interesada en producir conocimiento sobre
la geometría de las formas espaciales, sino sobre los procesos que generan las for-
mas; de ahí su inclinación por la geohistoria de dichas formas. Un marxista con-
vencido dirá que el conocimiento geográfico crítico es útil para cambiar el
m u n d o , pero no para mantener el estado de las cosas, afirmando así el carácter
revolucionario de su teoría.

100
LA GEOGRAFÍA RADICAL

Otras observaciones hechas por el posmodernismo, el posestructuralismo y el


feminismo son fuente de fuertes debates. Por ejemplo, se señala que el discurso es-
pacial de la geografía marxista, en sus distintas vertientes, no es suficiente para en-
tender la naturaleza de nuevos movimientos sociales que no tienen origen en la
lucha de clases, tales como los asuntos de género, los problemas ambientales, la lu-
cha contra la discriminación de homosexuales, los problemas étnicos, entre otros.
La geografía marxista, como ciencia modernista, es generalizadora, centris-
ta, occidental, occidentalista y masculinista (Unwin, 1995). Es poco sensible a re-
conocer las diferencias como entidades propias y positivas, que no son simples
resultados de la naturaleza desequilibrada del modo de producción capitalista, o
negatividades o carencias, como ocurre, por ejemplo, cuando se define lo feme-
nino como carencia de masculinidad. Al menos muchas de las diferencias que los
marxistas reconocen son consideradas como no fundamentales e imposibles de
explicarse por sí mismas.
Tampoco se pasa por alto el hecho de que el espacio mismo, cuando no se
soslayó por completo, se concibió como u n derivado social que no explica nada ni
se explica por sí mismo. Todavía muchos geógrafos marxistas tienen dudas sobre
si la geografía tiene sentido como ciencia del espacio, o si en el futuro está llama-
da a formar parte de una teoría social que no reconoce fronteras disciplinarias.
El posestructuralismo, el posmodernismo, el feminismo, o el llamado pensa-
miento poscolonial, critican con vehemencia el metadiscurso marxista p o r su to-
talitarismo y por su poca o nula sensibilidad por la diferencia. Muchos geógrafos
marxistas ven en estos movimientos actitudes reaccionarias y les reprochan su fal-
ta de compromiso anticapitalista, que a su juicio ha sido remplazado por u n a acti-
tud antimoderna y antieuropea. Como se expone en detalle en otra parte de este
escrito, la crisis de los meta-relatos, de las grandes teorías y de los paradigmas ya
está haciendo carrera en la geografía. Al parecer no basta con que el materialismo
histórico-geográfico esté dispuesto a hacer algunas concesiones como las que
plantean Harvey y Soja en sus recientes escritos, y que presentaremos en detalle
cuando confrontemos las geografías marxistas y las geografías posmodernistas,
en el apartado ya anunciado varias veces. Una de esas manifestaciones es la geo-
grafía de género, de cuyo discurso espacial nos ocuparemos más adelante.
De otro lado, los geógrafos humanistas han criticado el discurso geográfico
marxista por su tendencia mecanicista y objetivista, que al igual que el positivis-
mo, excluye a los actores individuales y hace una "geografía sin hombres".
El marxismo, como el positivismo, desestima con frecuencia este tipo de ob-
servaciones críticas, y tilda a la geografía humanística de anticientífica y reacciona-
ria. Sobre la geografía humanística se trata en el capítulo que sigue y se presentan
en detalle estas discusiones.

101
CAPITULO IV

La geografía humanística
y la experiencia del espacio

Pajom, el marido de la hermana menor, sentado en la estufa, escuchaba


la charla de las mujeres.

-Es la purísima verdad -exclamó-. Cuando uno se acostumbra desde pequeño a


trabajar la madrecita tierra, ninguna materia puede sorberle el seso. Lo único
malo es que tenemos pocas tierras. Si tuviésemos todas las que queremos, no
temeríamos ni al diablo...

-Yo no tengo por qué abandonar mis tierras; pero si se fueran algunos vecinos
nuestros, estaríamos más anchos. Compraría sus tierras y viviríamos mejor. De
otro modo, estaríamos más estrechos, pensó Pajom
(León Tolstoi, ¿Cuánta tierra necesita el hombre?)

"...mientras usted mira, yo siento" (Leandro Díaz, músico colombiano ciego).

Los FUNDAMENTOS DISCURSIVOS DE LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA


A finales de los años sesenta, muchos geógrafos se mostraron descontentos y
desconfiados con las corrientes positivistas y marxistas dominantes en la discipli-
na, y optaron por formas alternativas de conocimiento relacionadas con perspec-
tivas humanistas como el existencialismo y la fenomenología, dando origen a la
llamada geografía humanística (Buttimer, 1990; Unwin, 1995; Peet, 1998).
El existencialismo como filosofía del sujeto h u m a n o intenta abarcar todo el
rango de su existencia concreta en el aquí y en el ahora, o lo que Heidegger llama
Dasein o condición de la existencia. Para u n existencialista como Sartre, la exis-
tencia es anterior a la esencia, y es en la existencia en donde se define el sujeto.
Para el existencialismo el "mundo", es decir la organización interesada de los fe-
nómenos con algún criterio de unidad, no existe aparte de los seres humanos; los
humanos no existen aparte del "mundo" en que ellos viven, y dada la diversidad

103
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de intereses humanos en dicha organización, existen múltiples "mundos", cuyo


entendimiento no está sujeto a reglas o leyes generales, ni mucho menos al domi-
nio de la objetividad y de la racionalidad científicas. Difiere del positivismo, entre
otras cosas, por su énfasis en la experiencia interna, por la valoración del conoci-
miento logrado por la participación más que por la observación, y por el privile-
gio de la subjetividad sobre la objetividad.
Filósofos como Marcel, Sartre o Merleau-Ponty dan gran importancia al cuer-
p o como modo de participación humana en el m u n d o cotidiano, de donde se de-
riva la importancia de su localización espacial como cuerpo que lo ocupa, y su
posición en relación con otros cuerpos. Esta participación en el espacio como
cuerpos concretos implica la necesidad inherente a la existencia de organizar el
espacio en términos de la propia existencia y del cuerpo mismo como medida y
referencia de todas las cosas. Izquierda, derecha, arriba, abajo, enfrente y atrás,
p o r ejemplo, son formas fundamentales de organización del espacio, y son con-
naturales a la experiencia de vivir en el m u n d o .
La fenomenología, como crítica al empirismo y al positivismo científico tiene
sus bases en el pensamiento del filósofo E d m u n d Husserl (1859-1938), a quien se
reconoce como su verdadero fundador, aunque ya desde el siglo XVIII el vocabu-
lario filosófico clásico utiliza esa palabra para designar la rama de la filosofía que
estudia los fenómenos (Schérer 1982). Su rasgo fundamental es que aboga por
una mirada integral de los fenómenos que no separa las apariencias y las esencias,
no establece escisión alguna entre objetividad y subjetividad, ni desliga la expe-
riencia del mundo externo, puesto que toda experiencia siempre es experiencia de
algo. Como explica Schérer (1982: 542), la fenomenología trascendental desarro-
llada p o r Husserl se puede definir por su insistencia en "la vuelta a las cosas mis-
mas", en franca oposición al espíritu de sistema, por su privilegio a la
intencionalidad de la conciencia, por su atención a la vivencia, y por el papel cen-
tral que le asigna a la subjetividad.
La vuelta a las cosas mismas implica la necesidad de despojar al conocimien-
to de la carga de los sistemas de ideas y de interpretaciones. La intencionalidad
de la conciencia significa que la conciencia está orientada hacia las cosas, es "con-
ciencia de", y,

elimina el prejuicio idealista de que la conciencia está encerrada en sus propias


representaciones, el prejuicio psicológico según el cual la conciencia no es más
que un reflejo en la superficie del mundo real. La fenomenología se caracterizará
en ese sentido como una rehabilitación del derecho de la conciencia al conoci-
miento de ella misma y del mundo (Schérer 1982: 542).

104
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

La gran atención que la fenomenología le presta a la vivencia implica su mar-


cado interés por lo concreto y por la reflexión indefinida, en contravía de la prác-
tica filosófica tradicional que le da prioridad a las abstracciones y a los conceptos.
Como indica Schérer (1982: 542), "proceder a u n análisis fenomenológico es, en
primer lugar, sustituir las construcciones explicativas por la descripción de 'lo
que sucede' efectivamente desde el punto de vista de aquel que vive tal o cual si-
tuación concreta".
La subjetividad tiene un papel central y una gran importancia funcional en
la fenomenología. La subjetividad es parte sustantiva de la u n i d a d del sujeto, y
la necesidad de unificación teórica realza su funcionalidad, de m o d o que la re-
flexión sobre la vivencia y el conocimiento científico de la experiencia no pue-
den relegarla al plano de lo precientífico, como lo p r o p o n e el más refinado de
los enfoques positivistas. La ciencia, en consecuencia, no p u e d e ser asociada
con objetividad.
De este modo, el estudio o descripción de los fenómenos requiere que las co-
sas se describan tal como las experimentan las personas en la vida cotidiana, es
decir, como las ven, las oyen, las sienten, las palpan, las huelen, las recuerdan o
las imaginan. En fin, es necesario describir todas las relaciones sensoriales de la
gente con las cosas, incluidas las experiencias físicas como tocarlas o moverlas, lo
mismo que sus juicios, actitudes y valoraciones. La fenomenología reivindica la
experiencia cotidiana de la gente, como algo esencial para la comprensión del lu-
gar de los seres humanos en el m u n d o .
La fenomenología existencial argumenta (Peet, 1998) que el m u n d o es inteli-
gible en virtud de la acción humana sobre éste, que es prioritario caracterizar y
comprender la experiencia ordinaria de los seres humanos como seres viviendo
en el mundo, objetivo que se p u e d e lograr mediante la hermenéutica. Este argu-
mento es de gran trascendencia para la geografía, pues valida la importancia de
regiones geográficas como el hogar, el lugar de trabajo, en fin, aquellas en las que
se da la relación entre el ser y el espacio. La relación entre el ser y el espacio es
una experiencia comprensible en los términos expuestos por la fenomenología,
de modo que es posible u n a fenomenología del lugar como experiencia espa-
cio-temporal de los seres humanos. La geografía es, desde este punto de vista, ex-
periencia, vivencia y conciencia intencional de espacio y de lugar; y como ciencia,
es u n estudio fenomenológico, una hermenéutica del espacio y del lugar vividos
cotidianamente por los seres humanos (Tuan, 1977).
Buttimer (1990) señala que el término "geografía humanística" tiene varias
connotaciones en la literatura geográfica, de modo que a veces se ha considerado
sinónimo de "social" y "cultural". Y añade que la geografía humanística que se
desarrolló después de la Segunda Guerra Mundial fue una postura crítica frente a

105
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

las limitaciones del positivismo y del materialismo, en la que los geógrafos huma-
nistas se fijaron la misión de restaurar la subjetividad humana, excluida por el
dominio del objetivismo de las prácticas científicas positivistas y marxistas. Con
esa misión, agrega, algunos geógrafos optaron por hacer énfasis en las actitudes y
valores humanos; otros se interesaron por el patrimonio cultural, la estética del
paisaje y la arquitectura, en tanto que varios resultaron atraídos por el asunto del
significado emocional del lugar en la identidad humana, o por el compromiso en
la solución de problemas sociales y ambientales. Sin embargo, previene Butti-
mer, el entusiasmo humanista se fue aminorando rápidamente, y ya en los ochen-
ta, la geografía humanística se asociaba con u n discurso muy idealista.
Geógrafos como Relph, Ley, Samuels, Entrikin, Yi Fu-Tuan y Buttimer (Peet,
1998) se interesaron por situar la geografía entre las ciencias sociales no positivis-
tas, para reconciliarla con la comprensión de la situación del ser humano en el
m u n d o , desde una perspectiva antinaturalista más interesada en comprender
que en dar explicaciones causales. Distintos de los geógrafos positivistas que al
mirar el ambiente ven u n espacio mensurable, en el que la relación con el ser hu-
m a n o está mediada por la fricción de la distancia, los geógrafos humanistas mi-
r a n el ambiente y ven el lugar, escenario de las experiencias de la vida y cargado
de significado.
Según Peet (1998), las críticas humanísticas, que recuperan las nociones pre-
positivistas de paisaje y lugar, son de orden ético y moral, más que político, y sus
fundamentos deben buscarse en el existencialismo y en la fenomenología. Como lo
expresa Unwin (1995: 205), "el interés de la fenomenología por la intencionalidad
y la construcción de conocimientos parecía ofrecer unas vías completamente nue-
vas para la investigación de los geógrafos", y, "la preocupación del existencialismo
por los seres humanos en situaciones particulares y por la individualidad también
ofrece u n foco potencial para nuevas investigaciones geográficas" (Unwin, 1995:
208). De modo que los autores que ocupan buena parte de la reflexión de los geó-
grafos humanistas son Heidegger, Sartre, Marcel, Merleau-Ponty, Brentano, Hus-
serl y Shutz, entre otros.
En líneas generales, los argumentos de la geografía humanística en la tradi-
ción fenomenológica (Peet, 1998) son los siguientes:
1. La experiencia práctica (incluida la de lugar) es la fuente original de las
nociones científicas.
2. La geografía positivista describe (en forma errónea) el aspecto cuantita-
tivo de las relaciones espaciales (distancia, transporte), a la vez que no
tiene en cuenta otros aspectos igualmente significantes (lugar, vivienda,
localidad).

106
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

3. La ciencia geográfica necesita comenzar de nuevo a construir teorías que


abarquen la amplitud y la profundidad de la experiencia de la vida en los
lugares.
4. La geografía humanística apoyada en la fenomenología y en la herme-
néutica puede tratar con éxito los temas del lugar, el espacio, el ambien-
te, el paisaje y la región, los cuales han sido de interés tradicional en la
geografía.
Entre los geógrafos más representativos de la corriente de la geografía hu-
manística están Edward Relph, Anne Buttimer, David Ley y Yi Fu-Tuan, (Pett,
1998). Relph, autor de Place and Placelessness (1976), considera que lo humano
debe ser el punto de referencia de todos los objetos y hechos de la naturaleza.
Esta visión antropocéntrica permite la comprensión de los humanos y la natura-
leza como un sistema unificado por referencia a las necesidades humanas, y el es-
tudio de dicho sistema constituye el objeto de una geografía unificada.
Pero esta comprensión, según Relph, no se puede lograr con los métodos po-
sitivistas como los descritos por Harvey en Explanation in Geography (1969), los
cuales asumen que los seres humanos son predecibles, racionales y mensurables;
el camino adecuado es la fenomenología que supone de los humanos son descri-
bibles más en relación con su conciencia que con su conducta, dado que viven en
un conjunto de mundos subjetivos y significativos modificados según la intencio-
nalidad de los actores. El lugar es esencial para la existencia humana, puesto que
éste es el contexto de la experiencia de la vida cotidiana; la localización o posición
del mismo no es suficiente para su comprensión, como lo pretende la geografía
positivista. Para Relph, la geografía es una disciplina comprensiva cuyo objeto de
estudio es el lugar, y la fenomenología el camino apropiado para alcanzar su
objetivo.
Anne Buttimer (Buttimer, 1990) se interesa por la humanización de la tierra,
vista como un conjunto de procesos en el que la gente ha buscado estilos de habi-
tar en espacio y tiempo. En su parecer, las ciencias sociales de corte positivista no
disponen de las ideas ni de los lenguajes apropiados para explicar la experiencia
humana de la naturaleza, de espacio y de tiempo; pero la fenomenología, dice, sí
lo logra por ser un modo de reflexión sobre la experiencia consciente, que trata
de explicar el significado y la significancia de dicha experiencia en el mundo o
ambiente en que la conciencia es revelada. En vez de las formas y las relaciones
espaciales de la geografía positivista, lo que le interesa estudiar a Buttimer es el
espacio constituido por el mosaico de lugares marcados por la impronta de la in-
tención humana, de sus valores y de su memoria.

107
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

En 1980, David Ley publicó su trabajo titulado Geography Without Human


Agency: A Humanistic Critique (Ley, 1996), en el que critica los paradigmas positivista
y marxista-estructuralista, por haber hecho una geografía sin humanos. La ciencia
espacial, la geografía del comportamiento y la geografía radical marxista compar-
ten, ajuicio de Ley, el error de carácter epistemológico, teorético, existencial y mo-
ral, que consiste en relegar o excluir la acción humana para aislar la subjetividad
del observador, en devaluar la conciencia humana y en estimular las soluciones téc-
nicas a los problemas humanos. Dicho error se ha perpetuado, dice Ley (1996),
porque los geógrafos, desde el siglo XIX, abandonaron las doctrinas posibilistas de
Vidal de la Blache y se acogieron a los postulados positivistas de Durkheim, gene-
rando así la pérdida del sujeto geográfico y la erosión de las visiones activas de los
seres humanos.
Según Ley (1996), Durkheim -como seguidor de la metodología y la episte-
mología positivistas de C o m t e - transfirió a las ciencias sociales el pensamiento
naturalista y su preocupación por los hechos observables y medibles, lo mismo
que el rechazo por lo intangible de los valores y las motivaciones individuales. Y
geógrafos partidarios de Durkheim, como Brunhes y Demangeon, adoptaron el
estatuto de la ciencia positivista, excluyeron de la geografía los asuntos de la con-
ciencia y la motivación del hombre, y remplazaron el tejido dialéctico posibilista
por el fenomenalismo, los objetos y sus formas. En efecto, Ley insiste en que
Brunhes reinterpretó la geografía humana desde el punto de vista de sus "hechos
esenciales" como los tipos de vivienda, los sistemas agrarios y las formas de los
asentamientos.
La misma crítica de Ley insiste en que la dirección indicada por Brunhes se
siguió y se refino en los trabajos de Demangeon, caracterizados por el incremen-
to de la abstracción y el tratamiento cuantitativo de los asentamientos rurales, lo
mismo que en los estudios de Christaller sobre los lugares centrales. Hacia 1930,
la geografía, sin los hombres y sus experiencias, era una geometría del espacio y
su forma; una ciencia abstracta de las relaciones espaciales entre objetos. En esa
transición del lugar al espacio, la riqueza del encuentro h u m a n o con el ambiente
se reduce, -como es evidente en la teoría del lugar central- a la simple presun-
ción de la racionalidad del esfuerzo de minimizar la fricción de la distancia. En
esta reformulación, advierte de nuevo Ley, se modificaron los papeles de la socie-
dad y del ambiente; la acción humana se limitó a su presencia pasiva, y el deter-
minismo ambiental se popularizó en geografía, como extensión del naturalismo.
Del mismo tipo positivista, dice Ley, resultaron la geografía cultural que de-
sarrolló Sauer, la cual se basó en la concepción orgánica de la cultura avalada por
el antropólogo Alfred Kroeber, y la geografía como ecología humana propuesta
por Barrows, centrada en la etología y no en la cultura. Barrows, agrega, abogó

108
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

por u n modelo biológico con énfasis en los instintos en vez de las percepciones, y
con privilegio de la psicología en detrimento de la conciencia. Por su parte, la
geografía del comportamiento, predica Ley, si bien intentó recuperar lo subjeti-
vo, lo hizo bajo los cánones del positivismo, es decir, sin considerar los valores, las
actitudes y la conciencia.
Como ya se anotó anteriormente, Ley (1996) no exime a los geógrafos mar-
xistas de la responsabilidad de proponer u n a "geografía sin humanos", y les en-
dilga el mismo error de los positivistas, dado el carácter naturalista del marxismo
y la admiración de Marx por la obra de Darwin. No sólo llama la atención sobre el
parecido entre la teoría darwinista de la evolución y el materialismo histórico
marxista, sino que no considera fortuita la dedicatoria del primer tomo de El Ca-
pital a Darwin. En resumen, los puntos centrales de su crítica resaltan que:
1. El análisis marxista en geografía mantiene un modelo de mecanicismo
en el que los actores mismos no tienen u n papel activo. Los humanos vie-
nen a ser como títeres que actúan de acuerdo con las funciones prepara-
das por los teóricos.
2. Como el análisis locacional positivista, el estructuralismo marxista en
geografía no escapa a una visión del m u n d o fundamentalmente econó-
mica y racionalista.
3. La geografía marxista como la propuesta por Harvey ve la sociedad
como una totalidad en la que las estructuras económicas determinan las
superestructuras, lo cual acentúa el papel no protagonice de los indivi-
duos. En la lógica de las estructuras, propuesta por Althusser y aplicadas
por Harvey y Castells en la geografía urbana, no hay campo para consi-
derar las acciones, los sentimientos, las percepciones y valoraciones de
los seres humanos.
4. El concepto de modo de producción y la lógica del capital asumen un es-
tatus teórico privilegiado que opera según sus propias lógicas internas.
5. La subjetividad humana no tiene cabida como determinante en la geo-
grafía marxista, porque los agentes de los procesos históricos no son per-
sonas sino abstracciones como las relaciones de producción. La gente
únicamente desempeña las funciones prescritas para ella, no por ella
misma, sino por las necesidades funcionales de la lógica estructural.
El error que impide una visión activa de las personas tanto en el positivismo
como en el marxismo, es ajuicio de Ley, de carácter epistemológico, teorético,
existencial y moral. Sus argumentos son los siguientes:
El error es epistemológico porque tanto el marxismo como el positivismo
han desplazado lo subjetivo como algo no científico, y por tanto no forma parte

109
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

del objeto de investigación. La tarea primaria del marxismo estructuralista no es


la clarificación de la experiencia de la realidad social, sino la preservación de la
pureza de un modelo intelectual mecanicista. En dicho modelo se supone que la
teoría misma es productora de hechos científicos.
El error es también teorético porque se devalúa el poder de la conciencia y de
la acción humanas para cambiar el curso de los eventos, a la vez que se limita el
p o d e r de la intencionalidad de las personas. Ni el marxismo ni el positivismo tie-
n e n en cuenta que los hechos geográficos no son rigurosamente determinados,
sino el producto de constreñimientos y elecciones y de procesos de negociación
entre agentes geográficos. Es erróneo desde una perspectiva teorética no recono-
cer la interdependencia y la autonomía de los diferentes componentes de la so-
ciedad, sobre todo cuando existe un consenso en que la ciencia social que
explique adecuadamente las acciones humanas debe incluir tanto las limitaciones
impuestas por las estructuras físicas y sociales, como la creatividad espontánea
del m u n d o vivido. Es erróneo excluir de la explicación los estados subjetivos de
las personas y los significados que ellas le dan al mundo.
Es u n error existencial porque se presentan falsamente los asuntos de signifi-
cado como asuntos de técnica, d a n d o soluciones técnicas inapropiadas a proble-
mas humanos. En muchos casos, la definición de prioridades políticas de acuerdo
con bases puramente técnicas excluye o minimiza los argumentos sociales y cultu-
rales. El dominio de lo subjetivo, es decir, los valores, las percepciones y experien-
cias de la vida cotidiana, se considera, a menudo, como algo intangible que se
debe excluir de los factores determinantes de la toma de decisiones.
La forma como se reduce la acción humana es u n error de tipo moral porque
los hechos éticos y morales se asignan al dominio de lo técnico y, con frecuencia,
algunos valores éticos y morales se consideran incompatibles con los sistemas ra-
cionales de planificación y control manipulados por los planificadores. Este error
se refleja en la vida cotidiana, pues la supresión de lo humano en la teoría justifica
su supresión en la práctica. Una determinada teoría de la gente, o sobre la gente,
puede justificar una ideología de dominación.
Sin embargo, a pesar de su crítica a los paradigmas positivista y marxista, la
cual se ha expuesto aquí con algún detalle, Ley concluye que sería otro error, tan
grave como el criticado, practicar una geografía humanística caracterizada por el
reduccionismo de la conciencia, puesto que la realidad de la vida diaria ocurre
siempre dentro de un contexto estructural de relaciones espacio-temporales con-
cretas. De modo que la geografía debe ser una síntesis de lo simbólico y lo estruc-
tural, en la que los valores y la conciencia se sitúen en u n ambiente o contexto
contingente.

110
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

Yi Fu-Tuan (Peet, 1998) es un geógrafo para quien la geografía humanística


se interesa en explorar la experiencia humana del espacio y del lugar Sus investi-
gaciones se dirigen a comprender las relaciones de las personas con la naturale-
za, su conducta geográfica y sus sentimientos e ideas respecto al espacio y al lugar.
Para Tuan, la geografía humanística es útil a la sociedad en la medida en que le
sirve para elevar los niveles de conciencia de las personas como agentes geográfi-
cos primordiales. Las personas, en esta perspectiva (Tuan, 1974), son organismos
biológicos, seres sociales e individuos, y sus percepciones, actitudes y valores re-
flejan esos tres niveles del ser; los humanos tienen la capacidad de percibir una
vasta gama de estímulos ambientales con la totalidad de los sentidos, pero sus po-
deres perceptuales pueden ser limitados de acuerdo con los sentidos que cultu-
ralmente sean favorecidos. En el libro Topophilia, Tuan (1974) analiza las
relaciones afectivas de los seres humanos con los lugares, haciendo énfasis en las
percepciones, las actitudes y las valoraciones del ambiente, y en las manifestacio-
nes y consecuencias de la experiencia estética de sentir amor y afecto por los luga-
res (Peet, 1998).
En Space and Place: The Perspective ofExperience, Yi Fu-Tuan (1977) explora con
profundidad la experiencia humana de vivir en el m u n d o en espacios y lugares,
muestra sus especificidades en diferentes culturas y señala aquellas similitudes
transculturales que permiten algún grado de generalización. Las ideas principa-
les sobre la experiencia humana del espacio desarrolladas por Tuan en el texto ci-
tado se exponen a continuación. La larga paráfrasis se justifica porque estas ideas
son fundamentales en el discurso de la geografía humanística, y han alimentado
una importante corriente de pensamiento que se revitaliza en el presente (Sack,
1997).

EL LUGAR, EL ESPACIO Y LA EXPERIENCIA

Tuan (1977) considera el lugar, el espacio y la experiencia como los concep-


tos clave de su argumentación y los define in extenso. El lugar es una clase especial
de objeto cargado de significados, que existe en diferentes escalas; un rincón, la
casa, una esquina, el barrio, la región, el país o el planeta, son lugares en donde se
materializa el acto de vivir en el m u n d o . El espacio es una entidad geométrica
abstracta definida por lugares y objetos; es una red de lugares y objetos que las
personas pueden experimentar directamente a través del movimiento y el des-
plazamiento, del sentido de dirección, de la localización relativa de objetos y lu-
gares, y de la distancia y la expansión que los separa y los relaciona. Espacio y

111
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

lugar, sin ser sinónimos, son dos conceptos que se articulan en la geografía hu-
manística de tal forma que no es posible que se puedan comprender el u n o sin el
otro.
La experiencia es tanto sensación como pensamiento, y se refiere a las distintas
formas en que una persona conoce y construye la realidad; sensación y pensamien-
to son las partes constitutivas del continuum experiencial humano que involucra a
todos los sentidos y a los actos de simbolización.
La experiencia o conocimiento del espacio, argumenta Tuan, involucra di-
recta o indirectamente a todos los sentidos y no se reduce a la visión; se siente con
todos los sentidos. La vista provee la percepción tridimensional y es por esencia
el sentido espacializador; pero el gusto, el olfato, el oído y la sensibilidad de la
piel, si bien no permiten una experiencia espacial directa, en combinación con
las facultades espacializantes de la vista y el tacto, enriquecen nuestra aprehen-
sión del carácter espacial y geométrico del m u n d o ; la nariz humana puede distin-
guir u n a dirección y estimar una distancia relativa a través de la intensidad de u n
olor. Una persona al manipular un objeto, además de apreciar la textura del mis-
mo, siente sus propiedades geométricas de tamaño y forma. El m u n d o del sonido
está espacialmente estructurado y, a pesar de que nuestras orejas no son flexibles
como las de otros animales, una persona es capaz de detectar con bastante apro-
ximación la dirección de los sonidos, localizar sus fuentes, estimar su volumen,
establecer las relaciones de proximidad y distancia, y así construir un espacio au-
ditivo. Las personas ciegas pueden usar el sonido y sus reverberaciones para eva-
luar el carácter espacial del ambiente. En fin, todos los sentidos se articulan en la
construcción de la experiencia del espacio, pero es necesario reconocer que la or-
ganización del espacio humano depende únicamente de la visión, en tanto que
los demás sentidos expanden y enriquecen el espacio visual.
La experiencia del espacio, asevera Tuan, tiene también una dimensión sim-
bólica que no es independiente de la sensorial. Los espacios humanos reflejan la
cualidad de los sentidos y su mentalidad, pues la mente extrapola más allá de la
mera experiencia sensorial. Por ejemplo, la noción de amplitud y vastedad de un
océano o de u n continente no es directamente percibida, sino aprehendida a tra-
vés de símbolos verbales o numéricos, tales como días de viaje, que generan el
efecto emocional de la percepción. Tuan cita varios ejemplos que demuestran
que la mente elabora diseños geométricos y principios de organización espacial
en el ambiente; así, reseña que mientras los indios dakota encuentran evidencias
de formas circulares en la naturaleza en casi todas partes, desde los nidos de los
pájaros hasta el curso de las estrellas, los indios de América del sudoeste tienden a
percibir espacios de geometría rectangular.

112
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

De esos espacios construidos que dependen del poder de la mente para ex-
trapolar más allá de los datos de los sentidos y que se sitúan en el límite del conti-
nuum experiencial, el autor en referencia distingue tres clases entre las cuales
existen grandes áreas de intersección. Son ellas el espacio mítico, el espacio prag-
mático y el espacio abstracto o teorético.
El espacio mítico es u n esquema conceptual, pero también es un espacio
pragmático, puesto que en el mismo se ordenan actividades como la plantación y
la cosecha de los cultivos. Pero existe diferencia entre los dos, pues el pragmático
se define esencialmente por las actividades económicas, y cuando los espacios
pragmáticos se describen por medio de símbolos, como ocurre con su representa-
ción cartográfica, la definición del espacio se mueve hacia el modo conceptual,
abstracto y teorético. No es posible separar la experiencia sensorial del espacio
de su conceptualización abstracta; la experiencia sensoriomotora y táctil suele es-
tar en la base de los teoremas euclidianos sobre las formas congruentes y el para-
lelismo, y la percepción visual es el fundamento de la geometría proyectiva.
El espacio mítico, argumenta Tuan, no es exclusivo del pasado, sino que per-
siste en las sociedades modernas en dos formas principales. En una primera for-
ma, constituye u n contexto de conocimiento impreciso y nebuloso que circunda
al conocimiento empírico y estructura el espacio pragmático; es una extensión
conceptual de los espacios familiares y del trabajo diario, dados por la experien-
cia directa. Nuestra imaginación construye geografías míticas que pueden tener
poca o ninguna relación con la realidad. En las sociedades occidentales actuales,
la gente de u n vecindario conoce su área habitada, pero aunque desconoce casi
completamente la ocupada por el vecino, tiene una imagen brumosa de la misma
y puede compartir con otros visiones míticas de áreas como la región o la nación.
Este conocimiento, a pesar de ser inexacto, es indispensable para dar sentido a la
realidad empírica, y sirve de contexto para que los hechos adquieran significado.
En una segunda forma, el espacio mítico es el componente espacial de u n m u n d o
vivido, y funciona como parte de la visión del m u n d o o cosmología; es una con-
cepción de valores localizados dentro de la cual las personas realizan sus activida-
des prácticas cotidianas.
El espacio mítico es u n a construcción intelectual y u n a respuesta de sensa-
ción e imaginación a las necesidades humanas. Se diferencia del espacio pragmá-
tico y científico porque ignora la lógica de la exclusión y la contradicción; por eso
puede ser multicéntrico, o la parte puede simbolizar al todo, lo cual es inacepta-
ble desde el punto de vista lógico y científico. En el espacio mítico lo pequeño re-
fleja lo grande, el microcosmos contiene todas las propiedades macrocósmicas; la
casa puede ser el universo.

113
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Además de discernir patrones geométricos en la naturaleza y crear espacios


abstractos en la mente, los seres humanos, dice Tuan, tratan de expresar y encar-
nar sus sentimientos y pensamientos en objetos materiales tangibles y concretos.
De ello resulta el espacio escultural y arquitectónico, y en escala mayor la ciudad
planeada. Los lugares y los objetos son elementos esenciales en la definición del
espacio como expresión geométrica, de modo que sin ellos es prácticamente im-
posible su reconocimiento. Reconocer un triángulo, por ejemplo, requiere iden-
tificar previamente los lugares que son los vértices; y un vecindario, que se
presenta al principio como u n espacio borroso para el recién llegado, se va ha-
ciendo nítido en la medida en que, tras la residencia prolongada que permite su
conocimiento íntimo y la construcción de significados, se identifican localidades
significantes como esquinas de calles y puntos arquitectónicos de referencia.
Tuan insiste en que el hombre es el único de los animales que tiene concien-
cia del espacio que construye y habita. El espacio construido afecta el ambiente y
también al hombre que lo construye y a la gente que lo habita. En el espacio cons-
truido se expresa el orden social, se clasifican los roles y las relaciones sociales. En
él son más evidentes las demarcaciones de adentro y afuera, lo cerrado y lo abier-
to, lo privado y lo público, lo oscuro y lo iluminado; en él las personas tienen más
claro quienes son y cómo deberían ser. La arquitectura, afirma Tuan, "enseña",
tiene u n gran poder simbólico y puede ser una clave para comprender el mundo;
es decir, es un texto que puede ser leído e interpretado. Pero en las sociedades oc-
cidentales modernas, a diferencia de las antiguas, el espacio arquitectónico tiene
significados fragmentados y es casi incapaz de construir una visión colectiva del
m u n d o ; en lugar de visiones cósmicas, transmite creencias e ideologías fragmen-
tadas y fragmentadoras, y en la medida en que los símbolos verbales han ido rem-
plazando a los símbolos materiales, el ambiente construido pierde poder para
encarnar los valores de la cultura y no logra crear consenso sobre su significado,
pues, como lo explica Tuan, frente a un moderno rascacielos las opiniones se divi-
den, y mientras para unos éste puede ser arrogante, monolítico y agresivo, para
otros p u e d e ser atrevido, elegante y ligero.

SOBRE EL CUERPO, LAS RELACIONES PERSONALES Y LOS VALORES ESPACIALES

En la geografía humanística propuesta por Tuan, el cuerpo es el referente


principal de la experiencia espacial y de la organización espacial del mundo, y
aunque cada experiencia es particular, existen ciertas similitudes transculturales
porque "el hombre es la medida de todas las cosas". El cuerpo es un objeto que
ocupa espacio, que vive en el espacio, y a través de esa situación se integran el

114
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

hombre y su ambiente en el "mundo". Las personas experimentan el espacio a


través de su cuerpo situado en el espacio, y lo organizan de acuerdo con sus nece-
sidades biológicas y con las relaciones sociales con otras personas. El ser humano
vive en el espacio y construye espacio relacional con los demás.
Con ejemplos procedentes de diferentes culturas, Tuan muestra que, a pesar
existir grandes diferencias, el vocabulario de la organización y valoración del es-
pacio tiene mucho en común, y es, en general, derivado de la estructura y los va-
lores de la postura erguida del cuerpo h u m a n o . El ser h u m a n o por su mera
presencia impone un esquema sobre el espacio; la estructuración en los ejes ade-
lante-atrás, izquierda-derecha, horizontal-vertical, arriba-abajo corresponde a
posiciones y coordinaciones corporales que se extrapolan a la articulación y orga-
nización del espacio. Estos ejes tienen distintas valoraciones según las culturas.
Por ejemplo, la postura erguida puede ser valorada como liberadora; el lado de-
recho es superior al lado izquierdo; alto puede significar superioridad y conferir
prestigio a quien habita en posiciones altas; las localizaciones en las regiones ba-
jas pueden ser indicadoras de inferioridad y bajo nivel en la jerarquía social; el
centro comanda el espacio visual y otorga prestigio a quienes lo habitan; el frente
de una edificación puede estar reservado para que entren los de rango social su-
perior, mientras los humanos de bajo rango y condición deben entrar por las
puertas traseras. Tuan expone ejemplos de culturas de Europa, Medio Oriente,
África, India y sudeste de Asia, en las que el lado derecho del espacio social se
considera superior al izquierdo; en estas regiones, la derecha significa poder sa-
grado y principio de toda actividad efectiva, fuente de todas las cosas que son
buenas y legítimas, en tanto que la izquierda es la antítesis y significa lo profano,
lo impuro, lo ambivalente, lo maligno que debe ser temido. En estas regiones,
agrega, en el espacio social el lado derecho del huésped es el lugar de honor; en
el espacio cosmológico la derecha representa el cielo y la izquierda se asocia con
la tierra; el lado derecho es el de la vida, de la luz y del día, mientras el lado iz-
quierdo es el de la oscuridad y la muerte. Pero en China, advierte, el lado honora-
ble es el izquierdo, porque su izquierda es el este por donde nace el sol y su
derecha es el oeste por donde se oculta; la izquierda es Yang y pertenece a lo mas-
culino, y la derecha es Yin y de género femenino.
En el plano de la experiencia espacial, el cuerpo es el referente y la medida,
como que la mayoría de las proposiciones espaciales son antropocéntricas. El
cuerpo h u m a n o es la medida de la dirección, la localización y la distancia. Tuan
apoya estas afirmaciones suyas con ejemplos de diferentes culturas, y recuerda
que en el antiguo Egipto la palabra para "cara" era la misma utilizada para "sur",
"detrás de la cabeza" tenía el significado de "norte", y que en varias lenguas

115
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

africanas se pueden encontrar correspondencias como espalda = atrás, ojo = en-


frente de, cuello = encima, estómago = adentro.
Tuan recuerda que muchas de las medidas de longitud, capacidad, volumen
o área usadas por la gente se derivan del cuerpo o de artefactos construidos por el
hombre para el trabajo cotidiano. Sus ejemplos incluyen medidas de longitud
como la cuarta, la pulgada, el pie, la vara de arriar los bueyes, la lanza o segmen-
tos de cordones o cadenas, o la estimación de distancias largas a partir de la expe-
riencia e idea de esfuerzo. Partes del cuerpo o artefactos construidos por el
hombre se usan como referente para medidas de capacidad: el hueco de la mano,
el p u ñ a d o , la brazada; la carga de un hombre, de un animal o de un bote; el con-
tenido de un calabazo o de una canastilla. Igual, se miden áreas con el cuero de
un buey, con una estera, con una capa, o por el campo que se puede arar en u n día
con u n a yunta de bueyes, o por la tierra que se puede sembrar con una determi-
nada cantidad de semilla. El cuerpo h u m a n o experimenta la longitud, el volu-
m e n y la capacidad; el cuerpo humano es u n "contenedor" que siente cuando está
"lleno" o "vacío". La sensación de distancia tiene connotaciones físicas y sociales,
y es u n indicador de accesibilidad tanto física como social; el cuerpo siente la dis-
tancia física de los objetos, de los otros cuerpos, y la distancia social con las otras
personas. En fin, el autor en referencia es prolijo en los ejemplos que señalan que
ciertas divisiones y valoraciones espaciales deben su existencia y significado al
cuerpo h u m a n o y a las relaciones interpersonales.
Otras experiencias de sensaciones espaciales del cuerpo y de las personas en
relación social, que Tuan analiza en detalle en la obra comentada, son las de am-
plitud (spaciousness) y de estrechez (crowding).
La amplitud está asociada con la sensación de tener espacio para moverse li-
bremente y de tener el poder y el campo suficientes para actuar. Una llanura
abierta y extensa se siente como amplia y como posibilidad de libertad. El espacio
se torna amplio en la medida en que sentimos poca interferencia de otros objetos
o de otras personas. Amplitud es sensación de comodidad y libertad de movi-
miento, por medios corporales propios o por extensión del poder del cuerpo me-
diante herramientas y artefactos. Espacio y libertad se asocian en la sensación de
amplitud, pero apertura y libertad también p u e d e n generar sensaciones de peli-
gro y vulnerabilidad. El espacio delimitado, cerrado y humanizado es u n lugar. El
ser h u m a n o vive en u n movimiento dialéctico entre libertad y constricción, entre
la exposición y la vulnerabilidad de la amplitud espacial, y la atadura y la seguri-
dad del lugar. Pero también los lugares se experimentan como espaciosos, o como
muy densos, estrechos y saturados.
La necesidad de amplitud, es decir de espacio, es al mismo tiempo una necesi-
dad biológica y una necesidad social creada culturalmente. ¿Cuánta tierra necesita

116
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

el hombre? ¿Cuánto espacio necesita un cuerpo humano para poder vivir conforta-
blemente? La respuesta, nos dice Tuan, no es sencilla, pues el espacio como recur-
so es una evaluación cultural, y el tamaño apropiado puede variar según las
condiciones históricas particulares. Los apetitos biológicos de espacio tienen lími-
tes, pero los anhelos sociales, que toman la forma pervertida de la codicia, son po-
tencialmente ilimitados, porque el espacio como recurso no sólo satisface
necesidades de supervivencia, sino que su posesión da rendimientos de riqueza y
poder y es símbolo de prestigio. "El gran hombre" tiene acceso y ocupa más espa-
cio que los seres menores, o el ego colectivo de una nación poderosa puede recla-
mar para sí mayor espacio vital a expensas de sus vecinos débiles. El espacio es una
necesidad biológica para todos los animales, pero en los seres humanos espacio y
amplitud son también una necesidad psicológica, un prerrequisito social y un atri-
buto espiritual, con distinto significado en las diferentes culturas.
La estrechez espacial (crowding), como lo opuesto a la amplitud (spaciousness),
denota saturación, llenura, demasiada proximidad y amenaza del otro, restric-
ción a la libertad de movimiento, en fin, falta de campo o escasez del recuso espa-
cial biológico y social. Como en el fragmento de Tolstoi que encabeza este
capítulo, la ambición insaciable de tierra hace que el hombre del cuento se sienta
estrecho y tentado a expulsar a los otros. El crowding es u n a sensación de estre-
chez, de no tener campo para moverse con libertad, es conciencia de ser observa-
do y de no ser libre, pero no está directamente asociado con la densidad o el
número de personas en un espacio determinado, sino que puede d e p e n d e r del
grado de disfrute y de tolerancia que una persona pueda sentir por las otras, de
las costumbres o del tipo de actividad que se desarrolle. Una persona no necesa-
riamente siente estrechez en un país densamente poblado, ni viendo televisión
con la familia, ni en el estadio. En este último caso, la sensación de llenura del es-
tadio es positiva, mientras que el estadio vacío o sin llenar puede generar frustra-
ción. Pero leer o tocar el piano son actividades que toleran a pocos vecinos, y el
espacio se satura con pocas personas alrededor. El mundo, agrega Tuan, se siente
espacioso y amigable cuando se acomoda a nuestros deseos, pero se siente estre-
cho cuando esos deseos se frustran.
El crowding puede depender de la abundancia o escasez de los recursos y de la
forma como se perciba la relación del cuerpo y el espacio. La idea malthusiana so-
bre la población es de saturación de la capacidad de la tierra para ser poblada, y
los esquimales sienten que son muchos cuando hay hambruna. Tuan ilustra su
aseveración con una leyenda esquimal que cuenta que la muerte no existió en los
comienzos, y que los primeros esquimales vivieron sobre una isla en Hudson
Strait, en donde se multiplicaron rápidamente, hasta el punto de que hubo tanta
gente aglomerada que la isla comenzó a hundirse. Entonces u n hombre viejo

117
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

gritó: Let it be so ordered that human beings can die, for there will no longer be roomfor us
on earth.
Tuan, en el mismo texto ya citado y objeto de esta reseña, analiza la relación
del tiempo con el espacio. Estas categorías, explica, son inseparables y se confun-
den aparentemente en la experiencia que es en gran medida subconsciente,
como cuando se expresan longitudes en unidades de tiempo; sentimos el espacio
porque nos podemos mover, y sentimos el tiempo porque como seres biológicos,
con frecuencia nos sumergimos en fases de tensión y de descanso. Pero ocurre, in-
siste, que la sociedad moderna nos compele a separar conscientemente el tiempo
y el espacio, aun en el plano de la experiencia.
En el epílogo de su libro, Tuan (1977) recalca en la idea de que es imposible
discutir la experiencia del espacio sin tener en cuenta los objetos y lugares que
definen el espacio. El espacio abstracto se vuelve concreto en el lugar y se llena
con significados. Su conocimiento se logra más por la experiencia que por la ins-
trucción formal; para aprender sobre el espacio y el lugar es necesario vivirlos en
plenitud, pero la "conquista del espacio" ha sido posible gracias a los productos
del pensamiento analítico que han transformado nuestro ambiente físico y social.
Si el sentido común y la vivencia nos permiten sentir la experiencia íntima del es-
pacio y del lugar, los mapas, la brújula y otros artefactos técnicos desarrollados
por la ciencia nos permiten saber mucho acerca del m u n d o . Pero la ciencia ha
marginado la experiencia estética, y todo lo que no se puede expresar en su rigu-
roso lenguaje tiende a ser negado o abandonado.
Tuan recrimina a los geógrafos que hablan como si su conocimiento del espa-
cio y del lugar fuera derivado apenas de los libros, mapas, fotografías o trabajos
de campo muy bien estructurados, y que escriben como si la gente estuviera dota-
da de mente y de visión, pero con ningún otro sentido con el que aprehender el
m u n d o y encontrar significado en él. Tal proceder ha dejado en el olvido una
gran cantidad de datos experimentales porque no se ajustan a los marcos rígidos
de la ciencia naturalista. De modo que la imagen del m u n d o que nos ofrece la
ciencia es truncada e incompleta, y por eso es bueno recurrir con alguna frecuen-
cia a las descripciones precisas que hacen el arte y la literatura sobre cómo vive la
gente, e invita a descubrir los modos en que los artistas y los escritores trabajan
para transmitir ideas complejas de la realidad del espacio y del lugar. Y termina
con u n llamado a planificadores y diseñadores de espacios y lugares a tener en
cuenta estos asuntos.

118
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA CONTEMPORÁNEA

Como se dijo en otra parte de este escrito, la geografía humanística no flore-


ció en los años ochenta del siglo XX. El auge de la ciencia espacial positivista y la
popularidad de las corrientes marxistas, además de su criticado acento idealista,
la colocaron en una posición marginal. Pero en los años noventa retornó con nue-
vos bríos y argumentos fuertes, al amparo de las ideas posmodernistas críticas de
los metadiscursos positivistas y marxistas, y exaltadoras de la diversidad y la dife-
rencia. El lugar y el espacio y la espacialidad han sido reposicionados en el discur-
so geográfico contemporáneo, como se expone en detalle en otro capítulo de este
escrito.
Sack (1997), en su trabajo titulado Homo Geographicus, retoma y desarrolla
muchos de los conceptos centrales de la geografía humanística, en particular los
de Tuan. Para Sack, homo geographicus es la condición natural de los seres huma-
nos que transformamos la tierra y la convertimos en nuestro hogar, y que a la vez
somos afectados por ese m u n d o transformado. Homo geographicus es una condi-
ción ineludible, y acrecentar la conciencia de ello es necesario ahora que estamos
convertidos en un leviatán geográfico capaz de destruir el complejo entramado
de la vida en la tierra, constituido por la naturaleza, las relaciones sociales y los
significados. Sack resalta la centralidad geográfica de la naturaleza humana ex-
presada en el espacio y en el lugar en la escala local y en la global. Nuestras accio-
nes, insiste, ocurren en espacio y lugar y están influidas por estas fuerzas; sus
efectos sobrepasan la escala local, pueden ser regionales y globales y tienen alcan-
ce moral. La exploración de nuestra naturaleza geográfica, dice Sack, nos condu-
ce a las complejas concepciones de lugar y espacio, pero debido a que es nuestra
naturaleza humana el objeto de descripción, esas complejidades y abstracciones
están enraizadas en la experiencia cotidiana de ser en el m u n d o y en el significa-
do ordinario de conceptos geográficos elementales y accesibles. Reconocernos
como homo geographicus nos permite ver no solamente cómo transformamos el
m u n d o y cómo somos afectados por su transformación, sino también las posibles
direcciones morales que debemos tomar para ser más responsables de nuestras
acciones y hacer mejor nuestros lugares, nuestra casa y nuestro m u n d o .

CRÍTICA

El primer dardo proviene de las corrientes positivistas que p o n e n en duda


que los conceptos de lugar y de espacio de la experiencia sean susceptibles de un
tratamiento científico riguroso. La geografía humanística, cargada de subjetivi-
dad e incapaz de producir generalizaciones más allá de las opiniones personales,

119
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

es considerada anticientífica. Además, se le echa en cara su inutilidad para resol-


ver problemas técnicos de uso y manejo eficiente del espacio, y su discurso se ca-
taloga como cargado de retórica y sentido común.
Los geógrafos marxistas le reprochan el marcado acento idealista, y su inca-
pacidad para analizar las estructuras y los sistemas sociales que determinan las
posibilidades de acción de los actores geográficos. El énfasis en la acción humana
desestructurada, dicen, no permite investigar los procesos generales de produc-
ción del espacio y de los lugares, regidos por fuerzas sistémicas que no están al al-
cance y control de los individuos; de modo que la teorización de la geografía
humanística soslaya las relaciones de poder que estructuran los lugares y el espa-
cio, y n o es apropiada para explicar y comprender la dinámica y la historicidad
del capitalismo, ni la producción y reproducción del espacio geográfico capitalis-
ta, lo que a la postre limita su capacidad para transformar el mundo. Algunos til-
dan de romántico, místico y hasta reaccionario el discurso de la geografía
humanística, puesto que la excesiva identificación con el sentido y la nostalgia del
lugar se presta para la manipulación política y religiosa, particularmente si se
aplica a territorio, región y localidad, lo que puede fomentar el espíritu naciona-
lista, el conservadurismo localista y el comunitarismo (Peet, 1998).
Los geógrafos humanistas defienden su campo denunciando el carácter re-
duccionista y objetivista de las geografías positivistas y marxistas en todas sus va-
riantes, y reivindican el valor de la perspectiva comprensiva que rescata a los seres
humanos del anonimato y de la pasividad como actores geográficos. Sólo en la
medida en que el positivismo y el marxismo, y sus esquemas de conocimiento,
han ido perdiendo poder en la academia y en la opinión pública, la geografía hu-
manística ha podido renacer y labrarse cierto prestigio para ser reconocida como
una corriente con derecho propio. La emergencia de formas de teorización her-
menéutica como las señaladas por Barnes (2001) y el empoderamiento de las
ideas posmodernistas, como se anotó antes, han permitido el redescubrimiento
de sus conceptos fundacionales. El renacer del idealismo y del humanismo, el in-
dividualismo estimulado por el capitalismo, la fetichización del cuerpo y la sobre
valoración del sujeto, la negación o puesta en duda de los conceptos de sociedad,
de clase social, o de cualquier sistema o estructura, en fin, lo que Alain Touraine
(1997) denomina "desmodernización", pueden ser el terreno fértil para una geo-
grafía humanística de corte posmodernista que, haciendo énfasis en el conoci-
miento local y rechazando la búsqueda de teorías generales, se declare como un
saber excepcional sin posibilidades ni intereses de generalización.
Es posible que, como advirtió Ley (1996), la salida a la trampa tendida por el
reduccionismo de la conciencia sea una geografía con seres humanos que sinteti-
ce lo simbólico y lo estructural, y que sitúe los valores y la conciencia en un

120
LA GEOGRAFÍA HUMANÍSTICA Y LA EXPERIENCIA DEL ESPACIO

ambiente o contexto contingente. En esa misma dirección, Johnston (1991) pro-


pone estudiar el lugar en el marco de la teoría de la estructuración desarrollada
por Giddens. Y Harvey (2000) aboga por el reconocimiento de los dos regímenes
discursivos para intentar integrar el "hablar del cuerpo" con el "hablar de la glo-
balización", retomando en su dimensión más amplia la dialéctica.
Es importante reconocer que la geografía humanística no circunscribe el lu-
gar a la escala local, sino que le asigna un carácter multiescalar que abarca desde
las microescalas de las experiencias íntimas de las personas, hasta el planeta ente-
ro como lugar constituido en el hogar de la humanidad. El discurso contemporá-
neo de la geografía humanística, si bien hace énfasis en la experiencia total del
lugar, también insiste en que la comprensión de dicha experiencia requiere tener
en cuenta las relaciones entre los lugares y las relaciones entre escalas; es decir, no
se puede entender el lugar sin analizar las estructuras y fuerzas regionales que re-
gulan y orientan la acción humana, y tampoco es precisa una visión global que
desconozca la acción que se expresa en el lugar. Lo local y lo global no son reali-
dades distintas, sino los polos constitutivos de una totalidad integrados dialécti-
camente. Este hecho ha llevado a varios autores -geógrafos y de otras disciplinas-
a definir el m u n d o contemporáneo como una totalidad "glocal", cuya compren-
sión requiere el análisis de los procesos de "glocalización". Al respecto, Beck
(1998: 79-80) anota que la globalización implica acercamiento y mutuo encuen-
tro de las culturas locales, de m o d o que local y global n o se excluyen mutuamen-
te, y argumenta que:
Esta síntesis verbal -"glocalización"- expresa al mismo tiempo una exigencia, la
exigencia por excelencia de la teoría cultural; que parece absurda la idea de que se
puede entender el mundo actual, sus colapsos y sus arranques, sin aprehender al
mismo tiempo los sucesos contenidos bajo las palabras guía "política de la cultu-
ra, acervo cultural, diferencia cultural, homogeneidad cultural, etnicidad, raza y
género".

No es exagerado afirmar que la línea divisoria que separa la nueva y culturalmen-


te aceptada "sociología de la globalización" de, por ejemplo, planteamientos más
viejos de la teoría del sistema mundial, discurre precisamente por aquí. El axio-
ma, bien perfilado, que separa el trigo de la paja, reza así:

"La cultura global" no puede entenderse estáticamente, sino sólo como un proceso
contingente y dialéctico (y en modo alguno reducible de manera economicista a su
lógica del capital aparentemente unívoca) según el modelo de la "glocalización",
en cuya misma unidad se aprecian y descifran elementos contradictorios. En este
sentido, se puede hablar de paradojas de las culturas "glocales" [las itálicas son
de Beck).

121
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La necesidad de comprender el m u n d o como una unidad "glocal" no debe


privilegiar las miradas que excluyen la subjetividad humana, que también se ma-
nifiestan en los imaginarios globales y locales (García, 1999). Vivir y sentir el es-
pacio, la espacialidad y los lugares del m u n d o glocal con todos los sentidos, en su
objetividad y en su subjetividad, constituye la experiencia fundamental del homo
geographicus contemporáneo. Incrementar la conciencia de esta condición, que
nos permite vernos y evaluarnos como parte del mundo, es una tarea primordial
para la geografía.

122
CAPITULO V

Geografías posmodernistas: la reivindicación


del espacio y del lugar

Porque la tierra en que vais a entrar para poseerla no es como la tierra


de Egipto... donde echabas tu simiente y la regabas con tu pie, como se riega
una huerta. La tierra en que vais a entrar para poseerla es una tierra de montes
y valles que riega la lluvia del cielo (Deuteronomio, XI, 10-11).

INTRODUCCIÓN

En los años sesenta del siglo XX, muchos geógrafos estaban convencidos de
que sólo el carácter de ciencia general podría darle a la geografía u n puesto res-
petable en la academia. Esta circunstancia era razón suficiente para abandonar el
excepcionalismo y entrar en los dominios de la ciencia moderna. Q u e en adelan-
te los geógrafos serían conocidos por sus teorías, decía David Harvey (1969), en
sus intentos por convencer a la comunidad geográfica de abrazar los cánones del
monismo científico del positivismo lógico; y Peter Gould afirmaba, sin ambages,
que quien no fuera ducho en álgebra lineal no podía ser u n geógrafo de verdad
(Curry, 1991). Y quienes no compartían la "revolución cuantitativa", pero sí el ca-
rácter general de la geografía, se cubrieron con la gran carpa del metarrelato
marxista.
En los últimos veinte años una contrarrevolución se ha estado gestando, y
parte de la comunidad geográfica ha hecho causa común con el anarquismo epis-
temológico que, en la jerga de las ciencias sociales, se conoce como "crisis de los
paradigmas". Son muchos los geógrafos y geógrafas que, tras renegar de la cien-
cia moderna y declararse libres de las ataduras del método, de Comte y de Marx,
consideran que sus discursos tienen validez apenas en el contexto en que se pro-
duce su trabajo reflexivo. Y, a su juicio, quien no comprenda a Derrida, a Foucault
o a Lyotard, e ignore los códigos de la estética y la semiótica, no tiene el derecho

123
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de portar la escarapela de geógrafo. Para ellos y ellas, que insisten en la superio-


ridad del conocimiento local, la historia reciente de la disciplina ha reservado el
apelativo de "geógrafos posmodernistas".
A continuación se exploran los aspectos más sobresalientes que caracterizan
el discurso de las geografías posmodernistas, y se reseñan los elementos centrales
de las críticas a esta corriente del pensamiento geográfico contemporáneo.

EL DISCURSO DEL POSMODERNISMO

Una vieja lección de historia enseña que quien esté interesado en compren-
der la naturaleza de la reforma protestante, debe conocer bien aquello contra lo
que Lutero y los demás reformadores protestaban. Asimilando en parte la lec-
ción, ahora que intentamos explorar el carácter del posmodernismo, se hace im-
perativa una somera referencia a la condición de la modernidad, objeto de su
crítica, y volver luego por el camino principal. Según la descripción de Vattimo et
al. (1994: 51):

La modernidad surgirá con la idea de sujeto autónomo, con la fuerza de la razón, y


con la idea del progreso histórico hacia un brillante final en la tierra. Dicho pen-
samiento se constituye en dos tiempos; el primero será el período que va desde el
Renacimiento a la Ilustración. La tesis clave de dicho período será la tesis del su-
jeto: "Todos los hombres son, por naturaleza, esencialmente idénticos entre sí";
de esta tesis se desprende una cierta idea de universalidad y de identidad; el se-
gundo tiempo iría desde el romanticismo hasta la crisis del marxismo, "la tesis
fundamental no es ya el sujeto sino la historia", y de ella se desprenderá una cier-
ta óptica relativista. El sujeto pasará a ser pensado "desde categorías colectivas: la
nación, la cultura, la clase social, la raza". Dentro de la tesis historicista, tomarán
cuerpo el nacionalismo y el socialismo como las dos grandes y principales versiones
políticas [las cursivas son del autor citado].

Uno de los rasgos del proyecto de la modernidad (Rincón, 1995) es la inten-


ción de dominar al m u n d o y darle forma en el espacio y en el tiempo en términos
universales e infinitos, incluyendo los mecanismos de auto-corrección de un pro-
ceso considerado como emancipador, expansivo, democratizador, con capacidad
de innovación y auto-renovación permanente. La modernidad crea y destruye
creativamente, y bajo su imperio, al decir de Marx, "todo lo sólido se desvanece
en el aire" (Berman, 1988).
La modernidad es un proyecto con centro en Occidente, es decir en Europa,
con pretensiones de colonizar todo el m u n d o eliminando las diferencias que obs-
taculizan su difusión. La historia universal es historia europea y de la expansión

124
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

europea. La desigualdad del m u n d o es el producto de los distintos ritmos del


proceso modernizador, y como anota Rincón (1995: 130), "la idea del desarrollo
desigual permitía pensar, cuando más, retrasos, discronías, la simultaneidad de
lo no simultáneo, sobre el horizonte normativo de una modernidad euro-
norteamericana" .
En lo que toca al conocimiento científico, la modernidad se asocia con la fe
en el carácter liberador de la ciencia aplicada a la naturaleza, con la victoria de lo
racional sobre lo irracional y con la certidumbre del saber científico y su superio-
ridad sobre otros saberes (Peet, 1998; Santos, 1998). El saber en la modernidad se
definió como la ciencia o le dio privilegio a ésta, y se legitimó por medio de gran-
des relatos (metarrelatos), "como la dialéctica del espíritu, la hermenéutica del
sentido, la emancipación del sujeto razonante o trabajador..." (Lyotard, 1986: 9).
Para Habermas (Rincón, 1995), la modernidad como proyecto universalista
de civilización es u n proyecto vigente pero inacabado; es factible corregir sus de-
formaciones y ponerlo en el camino correcto, si se adopta una postura reflexiva
frente a los procesos de modernización contemporánea (tercera revolución tec-
nológica, internacionalización de la economía, globalización de los mercados).
Lyotard, al contrario, considera que la modernidad se disuelve, lenta pero
inexorablemente, para dar paso a una nueva condición "posmoderna", caracteri-
zada por la incredulidad ante los metarrelatos y ante los grandes sistemas, y por
el determinismo local y la obsolescencia de las totalidades. Alain Touraine (1997)
considera que la modernidad hizo crisis j u n t o con la disociación de los elementos
que constituyeron su modelo clásico, a saber, la racionalización, el individualismo
moral y el funcionalismo sociológico; los tiempos actuales son de "desmoderniza-
ción" o de ruptura de los vínculos que unían la libertad personal y la eficacia co-
lectiva; la desmodernización es la crisis del Estado-nación, pero también es
"des-socialización", porque se han roto los vínculos entre el actor y el sistema.
El término "posmodernidad" fue introducido en la discusión filosófica por
Lyotard (1986) para caracterizar la condición del saber en las sociedades más de-
sarrolladas. En La condición postmoderna, Lyotard (1986: 9) dice que la palabra
posmodernidad se usa para designar "...el estado de la cultura después de las
transformaciones que han afectado a las reglas de juego de la ciencia, de la litera-
tura y de las artes a partir del siglo XIX". Vattimo et al. (1994: 53) afirman, con
base en otros textos, que la intención de Lyotard al utilizar el término era "llamar
la atención sobre el hecho de que algo no marchaba como hasta entonces en la
modernidad".
El mismo Lyotard (1986: 9) señala como propio de la condición posmoderna
el hecho de que "la ciencia está en conflicto con los relatos", y que, "en tanto que

125
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

la ciencia no se reduce a enunciar regularidades útiles y busca lo verdadero, debe


legitimar sus reglas de juego".
En líneas generales, la condición posmoderna se manifiesta (Connor, 1996)
en la multiplicidad de los centros de poder, en la disolución de las narrativas tota-
lizadoras, en la decadencia de la autoridad cultural de Occidente y sus tradicio-
nes políticas e intelectuales, y en la emergencia de las diferencias étnicas y
culturales. Contraria a la modernidad, la posmodernidad celebra la anarquía y
exalta la diferencia desarticulada, desordenada y carente de elementos comunes
y sistematizadores. Connor (1996: 14), recordando a Borges ilustra esta situación
de diferencia absoluta de la siguiente manera:

La imagen más famosa de esta situación de "diferencia pura" es la cita de Michel


Foucault de un pasaje de Jorge Luis Borges en el que se habla de cierta enciclope-
dia china que divide los animales en las siguientes categorías: (a) pertenecientes
al emperador, (b) embalsamados, (c) domésticos, (d) lechones, (e) sirenas, (f) fa-
bulosos, (g) perros extraviados, (h) incluidos en la presente clasificación, (i) enlo-
quecidos, (j) innumerables, (k) dibujados con un fino pincel de pelo de camello,
(1) etcétera, (m) aquellos que rompieron un jarro de agua, (n) aquellos que distan
mucho de parecerse a moscas.

El posmodernismo es, en principio, u n concepto vago y genérico, que circula


horizontalmente entre la teoría literaria, la arquitectura, el cine, el arte, la ficción
y la ciencia (Connor, 1996; Hayles, 1998), pero es decididamente antimoderno
(Peet, 1998). En todos los casos se trata de una ideología que privilegia la estética
sobre la ética, exalta la diferencia y se revela contra la norma, y se puede asociar
con u n estilo, con una época o con un método (Curry, 1991).
Como un estilo, por ejemplo, en arquitectura se nombran posmodernistas
las construcciones que se salen del estilo internacional homogéneo y se encajan
mejor en la variedad de lo vernáculo, o aquellos estilos mixtos que ponen juntas
muchas cosas desterritorializas y deshistorizadas, como en Las Vegas; se tildan
como posmodernistas los arquitectos que se revelan contra la dictadura de la lí-
nea recta y contra los megaproyectos de planificación. En literatura son posmo-
dernistas las novelas que en lugar de una gran historia cuentan muchas historias
a la vez, sin que exista un hilo que conecte los relatos. Igual denominación reci-
ben el arte pop, el estilo punk, el pastiche televisivo de los magacines y el collage. El
arquitecto Aldo Rossi, la cantante Madonna y el escritor García Márquez pertene-
cen, según Rincón (1995), a este género. Rossi, porque contradice los megapro-
yectos de planificación urbana y reivindica los pequeños proyectos que
garantizan la diversidad de la ciudad; Madonna, porque la multiplicidad de imá-
genes descontextualizadas que componen sus videos no permite establecer

126
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

ninguna relación entre las mismas; García Márquez, porque su obra reciente es
leve y divertida, pretende una historicidad que rehuye la historia y construye
imágenes y frases vacías, aunque de gran valor estético.
Como época que trasciende o no la modernidad, lo posmoderno denota los
tiempos presentes, la llamada sociedad posindustrial, la era del posfordismo y la
acumulación flexible, o el capitalismo contemporáneo y su lógica cultural domi-
nante (Jameson, 1991; Harvey, 1998, 2000). En esta línea, todos somos posmo-
dernos porque vivimos en la posmodernidad, como los griegos son antiguos
porque vivieron en la antigüedad. Como en el viejo aforismo chino, "aunque le
pese, cada u n o pertenece a su siglo".
Como método, el posmodernismo es una forma de proceder científico aso-
ciado con la "deconstrucción" de los discursos modernos, práctica a la que Derri-
da, Rotry y Lyotard le dieron vigencia a partir de 1960, y que parece tener
vínculos con el pensamiento de Wittgenstein y Nietzsche. Quienes se declaran
metológicamente posmodernistas, denuncian las pretensiones racionales del
modernismo; rechazan la posibilidad de un fundamento único para el conoci-
miento humano, y consideran que el orden conceptual no existe en la naturaleza
de las cosas, sino que es un reflejo de los sistemas filosóficos adoptados por los
pensantes, por lo que su trabajo no sólo atañe al objeto sino a los sujetos. El cien-
tífico posmodernista es constantemente reflexivo, está convencido de que pala-
bras y discursos tienen su significado determinado por el contexto en que se
producen, afirma que el conocimiento tiene carácter local, rechaza los métodos
universalistas y milita en el anarquismo epistemológico.
Los posmodernistas han encontrado en las obras de filósofos posestructura-
listas -como Derrida, Foucault y Lyotard-, muchos elementos clave para su argu-
mentación en contra de la razón abstracta, y para alimentar su aversión a los
sistemas, los metarrelatos, los metalenguajes y las metateorías, y en general a
cualquier proyecto que pretenda buscar "la emancipación humana universal a
través de la movilización de la tecnología, la ciencia y la razón" (Callinicos, 1993;
Harvey, 1998: 58). Los posmodernistas se oponen a todo intento de representa-
ción unificada del mundo. Y en esos mismos filósofos fundamentan su gusto por
la pluralidad discursiva del poder y de los juegos del lenguaje, por la fragmenta-
ción, por la discontinuidad, por lo efímero y lo caótico, por la yuxtaposición y la
disyunción; de ellos aprendieron a preferir la diferencia sobre la uniformidad, la
fluidez sobre la permanencia, y a preocuparse por los "otros mundos" y por las
"otras voces" ocultadas y reprimidas por la modernidad (mujeres, homosexuales,
negros, indígenas, pueblos colonizados, entre otros). Harvey (1998: 63) corrobo-
ra lo anterior y p o n e en duda los alcances emancipatorios o revolucionarios del
postmodernismo, al expresar que:

127
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Sin duda, Foucault creía que sólo mediante un ataque multifacético y pluralista a
las prácticas de represión localizadas podía estructurarse algún desafío global al
capitalismo que no cayera en las múltiples represiones del capitalismo bajo nue-
vas formas. Sus ideas apelan a los diversos movimientos sociales que surgieron
durante la década de 1960 (feministas, gays, grupos étnicos y religiosos, autono-
mías regionales, etc.), así como a aquellos que se desilusionaron de las prácticas
del comunismo y de la política de los partidos comunistas. Sin embargo, Fou-
cault, en particular a causa de su rechazo a cualquier teoría global del capitalis-
mo, deja abierta la cuestión de la senda por la cual esas luchas localizadas
podrían sumarse a un ataque progresista, más que regresivo, contra las formas
básicas de la explotación y la represión capitalistas. El tipo de luchas localizadas
que Foucault parece alentar no han tenido efecto al desafiar el capitalismo.

Otro rasgo del posmodernismo -ya señalado en este texto, pero que vale la
pena tratar con más profundidad- es el que se refiere a la sobrevaloración del co-
nocimiento local y al repudio del conocimiento global. El conocimiento local re-
clamado por el posmodernismo goza, desde finales del siglo XX, de una amplia
aceptación en filosofía, feminismo, crítica literaria y análisis cultural, entre otros
discursos (Hayles, 1998).
Los teóricos posmodernistas plantean la necesidad de que se respeten las va-
riaciones locales en sí mismas y no como partes secundarias de los sistemas globa-
les. Lo global se refiere tanto a los sistemas culturales considerados como
totalidades, como a cualquier teoría que pretenda incluir determinados textos o
fenómenos en una explicación universal, como lo hacen el marxismo, la teoría de
la relatividad o la gramática. Lo local connota un lugar, una región o cualquier si-
tio textual que se resiste a ser generalizado teóricamente. Las teorías globales son
desacreditadas y rechazadas porque son construcciones sociales y lingüísticas que
forman parte de sistemas represivos y prácticas políticas totalitarias, que sirven a
determinadas clases o estructuras de poder, como lo denunció Foucault en sus ar-
queologías de las teorías totalitarias de la Ilustración (gramática, biología, dere-
cho penal). De esta circunstancia se desprende la consideración de que el
conocimiento local es liberador.
El conocimiento local se ha convertido en una tendencia en trance de con-
vertirse en un nuevo universal absoluto. Y su carácter liberador se pone en duda
precisamente cuando los procesos de globalización son más intensos y penetran
en todos los rincones del planeta. Esta duda la confirma Hayles (1998: 357) cuan-
do señala como paradójico que:
Al mismo tiempo que las redes globales de comunicación, las finanzas, las fuentes
de energía, la investigación bélica determinan que las vidas de los seres humanos
en nuestro planeta sean más interdependientes que nunca, los teóricos del

128
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

posmodernismo plantean urgentes exigencias de fragmentación, discontinuidad


y diferencias locales... En sus aspectos teóricos, el posmodernismo cultural de-
fiende la destrucción de las formas totalizadoras y las estructuras racionalizadas.
En sus aspectos tecnológicos sigue construyendo redes de creciente alcance y
enorme poder.

En el plano de la política, el posmodernismo aboga por la micropolítica que


subyace a todas las relaciones sociales en el ámbito local. La idea de que el poder
está en todas partes, y de que éste no se restringe a los estados o a las relaciones de
clase que tienen carácter global, conlleva a la descentralización y a la atomización
de la acción política de grupos que se reconocen diferentes, en contextos diferen-
tes, negando de paso los metarrelatos políticos, los sistemas políticos, y, por con-
tera, los partidos políticos, los cuales son considerados ajenos a los nuevos
movimientos sociales. Vista así, la política se disuelve y se rinde ante la posibili-
dad de una verdadera crítica del capitalismo que supere sus propios marcos de
referencia.
Connor (1996) afirma que la micropolítica en esta versión es u n a simulación
tolerada por el capitalismo como parte de sus estrategias de control, consolida-
ción y supervivencia. De Baudrillard son las siguientes palabras citadas por Con-
nor (1996: 167):

... Esta vez nos encontramos en un auténtico universo, en un espacio que irradia
poder pero que a un mismo tiempo está cascado como un parabrisas hecho añi-
cos que todavía se mantuviera en pie. Sin embargo, este "poder" continúa siendo
un misterio -partiendo de una centralidad despótica se convierte a medio cami-
no en una "multiplicidad de relaciones"... y culmina en el polo opuesto con es-
fuerzos de resistencia... tan pequeños y tenues que, hablando de forma literal, los
átomos de poder y los átomos de resistencia se mezclan en un nivel microscópico.
El mismo fragmento de gestos, cuerpo, mirada y discurso encierra tanto la carga
positiva del poder como la carga negativa de la resistencia.

La micropolítica se expresa en juegos metafóricos de espacios y territorios de


resistencia, en regionalismos, minorías, en proyectos políticos de alcance local, y
en las imágenes de centro y margen, dentro y fuera, posición y límite. El posmo-
dernismo establece u n idílico romance con lo marginal, ese allí o ese aquí en don-
de se hace la verdadera historia, generando una territorialización fácil pero vana
de poder. Como lo expresa Martha Roster (citada por Connor, 1996: 168): "La
producción de significados críticos todavía es posible a través de una estrategia
de 'guerrillas' que resista la universalización mortal del significado al retener una
posición de marginalidad. Sólo en los márgenes podemos llamar la atención a
todo aquello que abandona el sistema 'universal'".

129
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

Mucho se ha escrito sobre el posmodernismo y contra el posmodernismo.


Por ejemplo, Jameson (1991) no encuentra ninguna ruptura que pueda legitimar
la existencia de u n a época nueva que trascienda la modernidad. Las estructuras
del capitalismo, asevera, se mantienen intactas, aunque con una nueva cara en su
fase tardía. Y la llamada cultura posmoderna y sus expresiones posmodernistas
en el arte, en la moda, en el comportamiento cotidiano o en la sobrevaloración
del cuerpo y del sujeto, no son otra cosa, dice Jameson, que la lógica cultural del
capitalismo tardío, u n epifenómeno o u n a superestructura, para cuya compren-
sión sigue siendo válido y necesario el metarrelato marxista. La fragmentación, la
descentralización, la exaltación del individualismo, el consumo compulsivo, la es-
quizofrenia presentista y la sensación de no pasado y no futuro de las generacio-
nes actuales, el desprecio de la historia y la mercantilización de lo histórico, son
expresiones de las mutaciones del capitalismo, que sin contendor a la vista con-
quista todos los rincones del m u n d o .
Callinicos (1993) en su crítica marxista al posmodernismo, lo cataloga como
un movimiento reaccionario que se niega sistemáticamente a transformar la rea-
lidad social existente, que invita a confiar en las virtudes de la democracia bur-
guesa y del mercado libre, y cuya herencia cercana se puede encontrar en los
pensadores de mayo de 1968, y en general en el movimiento posestructuralista.
Aquí cabe u n a aclaración, pues si bien es cierto que n o existen profundas di-
ferencias entre el posestructuralismo y el posmodernismo, el primero es funda-
mentalmente u n a crítica de las pretensiones de universalismo, coherencia,
neutralidad y verdad del conocimiento moderno, en tanto que el segundo es eso
mismo más un discurso alternativo y de resistencia a las fuerzas de la modernidad;
en palabras de Peet (1998), el posmodernismo es más antimoderno que anticapita-
lista, más nihilista que radical, indisciplinado e ingenuo ante la imponencia de los
megapoderes.

POSMODERNISMO Y GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS

La geografía no ha sido inmune a los discursos de la posmodernidad y del


posmodernismo. No es pequeña la tentación para una disciplina que secular-
m e n t e h a hecho énfasis en la diferenciación del m u n d o , en la excepcionalidad d e
los lugares y las regiones, y en las rugosidades de la superficie terrestre. Y el he-
cho de que pensadores posestructuralistas y posmodernistas reclamen y resalten
la importancia del espacio y del lugar, y la necesidad de hacerlos visibles para po-
der comprender la sociedad contemporánea, hace que la geografía mire con sim-
patía las críticas a los metarrelatos modernistas. Los modernos no fueron

130
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

afortunados al tratar con el espacio, pues por privilegiar el tiempo y la historia lo


consideraron algo muerto, vacío, inmóvil, no dialéctico y como u n mero escena-
rio del acontecer histórico (Soja, 1989; Gregory, 1994).
Es corriente encontrar posturas abiertamente posmodernistas, por ejemplo,
en las geografías de género, en algunas tendencias de la geografía económica o
en las nuevas corrientes de la geografía cultural (McDowell, 1994; Morag, 1994;
Hanson, 1994). Lo que sigue es un intento por mostrar, en resumen, los rasgos
generales de la situación descrita.
En geografía económica (Martín, 1994) hay u n fuerte movimiento posmo-
dernista que plantea la urgencia de ver el m u n d o como una pluralidad de espa-
cios y temporalidades heterogéneas, de diferencias y contingencias, más que de
generalidades y necesidades. Son comunes el rechazo a las metanarrativas isotro-
pistas de la ciencia espacial positivista, la negación de la vigencia de los enfoques
radicales marxistas, y el impulso a las micronarrativas ricas en contexto, al cono-
cimiento local y a la explicación particular. Se han criticado las teorías modernis-
tas, los métodos y las formas de verificación. Se ha promovido el interés en la
geografía como discurso ideológico socialmente construido, en los sistemas de
lenguaje, y en la retórica y la persuasión que despliega en sus teorías, modelos y
paradigmas.
Se han retado los contenidos centrales del objeto de la geografía económica,
para dar paso al interés en las prácticas discursivas que sustentan las teorías y las
explicaciones del paisaje económico. Se considera que dada la gran diversidad
social y espacial del capitalismo y su extendida fragmentación, es imposible una
teorización general sobre el mismo. Poniendo lo local y lo único en el centro de la
agenda investigativa se retorna a la "diferenciación de las áreas" y al "excepciona-
lismo". Desde esta perspectiva, la geografía económica es decididamente local,
contextual, hermenéutica e interpretativa.
En el campo de la geografía cultural podemos seguir, de la mano de Linda
McDowell (1994), los rasgos más sobresalientes de lo que se ha dado en llamar la
"reinvención de la geografía cultural" (Price and Lewis, 1993). Las críticas, por
supuesto, hacen blanco en la obra de Sauer. McDowell relata que mientras los pri-
meros geógrafos culturales hicieron más énfasis en las formas de los paisajes que
en las relaciones sociales que los produjeron, los nuevos analistas afirman que los
paisajes no son neutrales, sino que reflejan las relaciones de poder y las formas
dominantes de ver el m u n d o de quienes los produjeron.
Para los nuevos geógrafos culturales, los paisajes no son solamente construi-
dos, sino también percibidos a través de representaciones de visiones ideales de
pintores, poetas y escritores de discursos científicos. De modo que el nuevo paisa-
j e de los geógrafos está cargado de retórica, y expresa, además del producto

131
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

material d e las relaciones de la sociedad con la naturaleza, formas específicas de


mirarlo, representarlo y narrarlo.
En la "nueva geografía cultural" ha ocurrido u n desplazamiento desde la
producción material del ambiente, hacia la problematización de las formas en
que los paisajes han sido representados como texto escrito, mapas, arte o levanta-
mientos topográficos. Esta nueva situación acarrea que los elementos de lectura y
análisis del paisaje como un texto, haya que buscarlos en la teoría literaria, en la
semiótica, o en la teoría del discurso.
Al considerar el paisaje como un texto que se puede leer desde muchas pers-
pectivas, la geografía de género ha encontrado que la representación simbólica
del paisaje refleja relaciones de género como la superioridad masculina y la infe-
rioridad femenina, la pasividad de la mujer y su confinamiento a la esfera de los
espacios privados.
Tras reconocer que los sentidos de lugar, de comunidad, de nacionalidad y
de región están enraizados en contextos locales, la geografía cultural vira hacia
nuevos métodos; el geógrafo se torna etnógrafo, se interesa por la descripción
cualitativa y densa de sus aproximaciones detalladas y de escala micro, se vale de
entrevistas en profundidad, de historias de vida, de la memoria espacial y carto-
gráfica de los sujetos. Los nuevos geógrafos culturales han recuperado el sentido
del trabajo de campo como base de la información, como exploración y como es-
cenario de vínculo con la comunidad. El trabajo de campo se asume como un via-
j e y como una experiencia de observación participante para el estudio de
sociedades, tradiciones, comunidades e identidades en términos espaciales
(Nast, 1994; Katz 1994; Kobayashi, 1994; England, 1994; Gilbert, 1994; Staeheli
and Lawson, 1994; Escolar, 1998; Elliott, 1999; Dyck, 1999; Wilton, 1999; Cut-
chin, 1999; Marshall and Phillips, 1999; Robinson and Elliott, 1999; Garvín and
Wilson, 1999; Baxter and Eyles, 1999; Pedone, 2000).
En geografía médica ocurre algo similar. Como lo expresa Dick (1999), ésta
se ha reinventado como geografía de la salud, gracias a los nuevos enfoques que
han redefinido las relaciones entre lugar, gente y salud, utilizando para el efecto
las estrategias de la investigación cualitativa. Se sugiere que las entrevistas en pro-
fundidad, como u n o de los métodos de investigación cualitativa, han podido re-
velar cómo la gente percibe su experiencia en el tema de la salud, y cómo las
fuerzas sociopolíticas tienen impacto en los individuos.
De u n enfoque restringido a la dimensión espacial de u n a epidemia, y basa-
do en aproximaciones cuantitativas, la geografía de la salud ha pasado a u n o
más amplio que da gran importancia a la experiencia subjetiva y al marco de las
relaciones y distribución del poder. Además de la entrevista en profundidad, se
utilizan grupos focales, observación participante, historias orales, archivos de

132
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

periódicos, autobiografías, fotografías y análisis de textos. En fin, los métodos


cualitativos ofrecen una variedad de estrategias y la flexibilidad requerida para
explorar diferentes dimensiones de u n fenómeno y las bases de una investiga-
ción de la cotidianidad, en los propios sitios en d o n d e se practica el cuidado de
la salud.
Así, utilizando la experiencia personal y de grupo en la compleja relación en-
tre gente, lugar y salud, se ha podido estudiar el proceso de construcción de las
¡deas sobre la salud, y se han examinado las variaciones de esas ideas en el tiempo
y en el espacio, haciendo énfasis en las especificidades históricas y culturales. Re-
sulta obvio que si el contexto local afecta decididamente las condiciones de la sa-
lud, los resultados de dichas investigaciones tienen poca posibilidad de ser
exportados a otros contextos que tendrán sus propias particularidades. Pero
como se argumenta, estas investigaciones pretenden solucionar problemas loca-
les de salud, más que formular teorías generales para alimentar el cuerpo teórico
de la geografía médica.
La nueva geografía cultural es también muy crítica de las representaciones
del espacio de carácter modernista, eurocéntrico o imperialista que caracterizan
muchas de las geografías hechas desde el centro o desde la periferia con mentali-
dad colonialista. Morag (1994) denuncia las representaciones eurocéntricas del
Tercer Mundo que muestran la pobreza y las limitaciones físicas y humanas de la
periferia, y la superioridad física, cultural, científica, técnica e institucional del
centro. Esta superioridad construida en el discurso sirve de justificación al impe-
rialismo y al colonialismo, hoy disfrazados de ayuda para alcanzar los logros y
promesas de la modernidad.
Morag concluye que es necesario hacer una geografía crítica del desarrollo y
del Tercer Mundo que rechace las grandes teorías que sustentan las narrativas
centristas, para mostrar, en cambio, la variedad de contextos históricos y geográ-
ficos, desde la periferia y con sentido de periferia. Por eso recomienda explorar
las potencialidades del pensamiento poscolonial, que denuncia el carácter impe-
rialista de las representaciones "científicas" que produjeron y producen imágenes
fetichistas de África, "Oriente" o América Latina, y que reprimen cualquier inten-
to de auto-representación de sus habitantes. Esta geografía debería empezar,
agrega, por deconstruir críticamente tales representaciones, y no caer en la sim-
ple tarea de traducir y reeditar las crónicas o los estudios de científicos y viajeros
ilustres.

133
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

POSMODERNISMO, FEMINISMO Y GEOGRAFÍA DE GÉNERO

Quienes pretendan comprender la naturaleza del cambio social de los tiem-


pos presentes no pueden pasar por alto el continuo y creciente reconocimiento
del papel desempeñado por las mujeres en este proceso. Por una parte, la con-
quista de nuevos escenarios por parte de las mujeres en la vida social, y por otra,
el consecuente empoderamiento de las mujeres en la sociedad son características
del m u n d o contemporáneo sobre las cuales el discurso de las ciencias sociales se
ha volcado, especialmente en las últimas tres décadas. Las ciencias sociales (Saba-
té, 1995) han desarrollado desde los años setenta líneas de investigación empíri-
ca y teórica en las que el concepto de género aparece como un elemento
explicativo de la organización de la sociedad. Pero la teoría social desde la pers-
pectiva de género ha ignorado el papel del espacio, y la geografía centrada en los
análisis del espacio ha ignorado la perspectiva de género como variable impor-
tante de la diferenciación social. Esta es la razón por la cual apareció un movi-
miento importante en el seno de la geografía, particularmente entre quienes se
declararon feministas.
Antes de profundizar algo en lo que es la geografía de género, conviene acla-
rar algunos conceptos. El género se refiere a todas las diferencias entre hombres y
mujeres que han sido construidas socialmente, y no significa lo mismo que sexo,
puesto que este último es de naturaleza biológica y no social. Las relaciones de
género, tales como las surgidas en la división del trabajo, en la familia, o en el lu-
gar de trabajo y fuera del trabajo, son relaciones sociales que tienen importantes
variaciones espaciales. Como señala Sabaté (1995: 14):

Las relaciones de género en sentido estricto hacen referencia a las relaciones de


poder existentes entre hombres y mujeres; en la mayor parte de ámbitos espacia-
les, culturales y temporales existe una relación de subordinación de las mujeres
con respecto a los hombres. Sin embargo, las condiciones precisas, las contrapar-
tidas y la intensidad de esta subordinación experimentan grandes diferencias
regionales.

La geografía de género es influida por corrientes marxistas, posmodernistas


y posestructuralistas, y pretende llevar a cabo una deconstrucción de las geogra-
fías que, tradicionalmente parcializadas a favor del hombre, h a n ignorado esta
perspectiva. La idea central es que el espacio no es neutro desde la perspectiva
del género; es necesario incorporar estas diferencias sociales en el análisis espa-
cial y territorial, porque ellas permiten entender las claves de la organización de
la sociedad que discrimina a las mujeres el acceso al espacio, y que utiliza el espa-
cio como medio de control social y político.

134
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

El espacio, en la geografía de género, es un instrumento de discriminación,


de dominación y control que sustenta el dominio masculino en la sociedad. La
desigualdad social entre hombres y mujeres se espacializa, y la espacialización de
la mujer constituye un medio de dominación. Entonces, la lucha por la justicia en
las relaciones de género pasa necesariamente por la lucha política por el espacio
y las espacialidades alternativas que incluyen, entre otras, las esferas del hogar, el
trabajo, la recreación y la vida comunitaria. Para ilustrar, basta con señalar que la
lucha de las mujeres por conquistar espacios de trabajo fuera del hogar implica el
cambio sustancial de la espacialización tradicional, que confina el trabajo femeni-
no al adentro o interior del espacio doméstico. Mostrar que el espacio no es u n
ente neutral en la organización y reproducción de la vida social, es también hacer
visibles sus potencialidades políticas.
De acuerdo con Sabaté (1995: 18) existen al menos tres áreas de interés geo-
gráfico en donde las perspectivas de género son esenciales y justifican una geo-
grafía de género:
1. Las relaciones existentes entre el género y conceptos clave en la geogra-
fía como son el espacio, el lugar y la naturaleza; el espacio en cuanto
construcción social y el género; el concepto de lugar y la importancia
que en su definición introducen las diferencias de género, y la relación
entre género y naturaleza (o medio ambiente, en un sentido amplio).
2. Las diferencias territoriales en los roles y relaciones de género.
3. El uso y experiencia diferenciales del espacio entre hombres y mujeres, a
distintas escalas: desde la escala local (utilización del espacio cotidiano,
por ejemplo) a la global (movimientos migratorios transnacionales).
La geografía de género tiene sus orígenes en las geografías radicales y en los
movimientos feministas de los años setenta, pero sus desarrollos recientes se han
orientado hacia la construcción de delimitaciones ontológicas, marcos epistemo-
lógicos y métodos diferentes. Este giro se explica en la medida en que se hacen
más evidentes las diferencias y especificidades de género de sus visiones, expe-
riencias y prácticas sociales de espacio, lugar y ambiente. Y el discurso propio se
consolida con el incremento de la conciencia de que los metadiscursos de las epis-
temologías tradicionales de la modernidad excluyen las diferencias de género,
raza, sexualidad, religión, etnicidad, dominio colonial, etc.
Aunque muchas geógrafas feministas se declaran marxistas -como el caso de
Massey-, ellas expresan sus desacuerdos con la ffeoerafía marxista como la desa-
rrollada por Harvey y Soja. La critican porque considera las diferencias de género
como no fundamentales en la dinámica social que produce el espacio, y porque se
centra en la lucha de clases e ignora la naturaleza no clasista de nuevos movimien-
tos sociales como el feminismo. Este discurso geográfico, como ya se indicó, se

135
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

sustenta teóricamente en el marxismo revisado, y en la mayoría de los casos, en las


tendencias posestructuralistas y posmodernistas que rechazan los metadiscursos
globales y reivindican el pensamiento fragmentado y el conocimiento local y singu-
lar. Esta situación es fuente permanente de contradicciones e inconsistencias teóri-
cas, metodológicas y, en consecuencia, políticas. La geografía de género es en sí
misma diversa. Pero todas las tendencias coinciden en señalar que las geografías
modernistas, tanto las positivistas como las marxistas, asumen una visión occiden-
talista del mundo, son de perspectiva masculina, ignoran "el otro" femenino y, a
menudo, definen la feminidad como ausencia de masculinidad (Massey, 1994).
Por estas razones, la geografía de género declara la urgencia de explorar las
prácticas sociales de producción y reproducción del espacio, teniendo en cuenta
las diferencias de género y las relaciones de poder que de ellas se derivan. Lo fe-
menino se debe definir en términos positivos como "el otro" diferente, y no como
el "otro" incompleto carente de masculinidad (Sabaté, et a l , 1995). Doreen Mas-
sey - q u i e n se declara marxista y feminista -, señala que dicha tarea requiere visio-
nes alternativas del espacio fundadas en las siguientes proposiciones (Massey,
1994: 264-269):
1. El espacio no es estático y el tiempo no es aespacial. De hecho, la espaciali-
dad y la temporalidad son diferentes, pero ninguna puede ser conceptua-
lizada como la negación de la otra. Es necesario insistir en la necesidad de
pensar que todas las cosas ocurren en el espacio-tiempo.
2. Es necesario conceptualizar el espacio como producto de las interrela-
ciones, como la coexistencia simultánea de interpelaciones e interaccio-
nes en todas las escalas desde el nivel más local hasta el más global. Urge
reconocer que lo espacial es socialmente constituido, tanto como que lo
social es necesariamente constituido espacialmente. El espacio no es es-
tático porque las relaciones sociales que lo crean son dinámicas. Como
consecuencia de su creación social, el espacio está lleno de poder y sim-
bolismo, y es una compleja red de relaciones de dominación, de subordi-
nación, de solidaridad y de cooperación.
3. Lo espacial es tanto u n elemento de orden como de caos. El espacio contie-
ne y expresa el orden impuesto por lo socialmente planeado, pero también
el desorden producido por la yuxtaposición de espacialidades contradicto-
rias, por los posicionamientos espaciales de los "otros", o las contraespacia-
lidades de los subordinados. En este sentido, el espacio es político y abierto
a la lucha política. No es fijo, ni muerto, ni mucho menos neutral.
4. Los roles desempeñados por las mujeres en el hogar, en el trabajo y, en
general, en todos los ámbitos de la vida social, son espacialmente organi-
zados y espacialmente controlados por los hombres, y constituyen un

136
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

instrumento de dominación y discriminación. Las prácticas sociales de-


sarrolladas por las mujeres son diferentes y generan espacialidades pro-
pias de su género.
5. La emancipación femenina incluye la conquista del espacio, el empode-
ramiento espacial y la ruptura de espacialidades opresoras como las ge-
neradas en las relaciones patriarcales.
Con estos elementos teóricos, entre otros, la geografía feminista explora en
diferentes escenarios de la vida social las complejas relaciones entre espacio, lu-
gar y género; busca las posibilidades y oportunidades de la lucha política para
destruir espacialidades injustas, como las creadas por el capitalismo y por el "ma-
chismo", y para construir nuevas espacialidades que permitan el reconocimiento
y la expresión de la diferencia.
Los geógrafos marxistas no comparten en su totalidad los argumentos de las
geografías de género. Consideran que esta visión es fragmentadora del espacio y de
la acción política. Denuncian un carácter reaccionario de estas luchas localizadas y
no clasistas, haciendo énfasis en que las contradicciones de género no son esenciales
y desvían la lucha necesaria contra el capitalismo. Insisten en que la micropolítica,
connatural a los movimientos posmodernistas como el de la geografía de género,
multiplica por miles los escenarios de lucha política, los aisla y les resta efectividad.
Son tan evidentes las diferencias que hoy se expresan, que el concepto mar-
xista de clase social parece insuficiente para tratar la gran diversidad de intereses
de género, de etnia, de edad o de sexo que constituyen la realidad de la vida coti-
diana. Y al lado de las geografías de género surgen otras geografías de grupos ex-
cluidos o no reconocidos por los metadiscursos de la geografía modernista. La
geografía marxista se torna ahora sensible a estas consideraciones, e intenta
construir aproximaciones teóricas generales incluyendo estas diferencias y las di-
ferenciaciones que el espacio produce, aunque sin darles carácter ni fundamental
ni determinante. Para Harvey y Soja es imposible que u n geógrafo no admita que
el espacio es generador de diferencias y u n instrumento de diferenciación, de in-
clusión y de exclusión. Pero insisten en que la injusticia espacial, la territorializa-
ción y la desterritorialización, como estrategias de espacialización, son hechos
causados por la estructura del modo de producción que no se pueden explicar
como casos singulares. Y agregan que la micropolítica, que responde a espaciali-
dades y espacializaciones de las relaciones sociales en el nivel local, se debe arti-
cular con la macroestructura del sistema de circulación del modo de producción
capitalista y con la macropolítica anticapitalista.
La geografía no puede pasar por alto estas cosas, pero tampoco debe olvidarse
de la localidad de las relaciones sociales, que como en el caso del género, se expre-
san en la discriminación de las mujeres por sus mismos compañeros de clase. Es un

137
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

hecho real que maehistas de todas las clases sociales ejercen y fortalecen las espa-
cialidades de la vida social que les dejan ventajas en relación con las mujeres. La ar-
ticulación de lo local con lo global es una tarea que reta a la teoría geográfica.
En resumen, las geografías posmodernistas celebran la diferenciación, la
fragmentación y la desarticulación de las diferencias, y hacen énfasis en el valor
de los lugares y regiones como los equivalentes locales del discurso posmodernis-
ta. El m u n d o es visto como un mosaico de realidades desarticuladas y contextuali-
zadas; las teorías sólo tienen validez local, lo que hace imposible pensar en algún
discurso general de la disciplina.

GEOGRAFÍAS MODERNISTAS DE LA POSMODERNIDAD

Las críticas a las geografías posmodernistas son abundantes y ofrecen diferen-


tes alternativas. Martin (1994), al hacer un balance de los desarrollos recientes de
la geografía económica, señala como perniciosas tanto las generalizaciones univer-
salistas y objetivistas de los positivistas y marxistas, como las miradas subjetivistas,
localistas y fragmentarias de los posmodernistas, porque cada una de esas aproxi-
maciones opaca una parte de realidad. Y propone como alternativa una geografía
ecléctica, que combine escalas múltiples y perspectivas metodológicas diferentes,
para construir teorías nuevas sobre realidades nuevas que no pueden explicarse
dentro d e los esquemas de las teorías modernas, pues a su juicio, ni Marx, ni Ricar-
do, ni Foucault proporcionan elementos suficientes para entender una sociedad
posindustrial urbanizada, globalizada, informatizada y de economía terciarizada.
Como marxista más ortodoxo, Peet (1998) señala el carácter fragmentador,
anarquista, nihilista, eseéptico y hasta reaccionario y cómplice de las geografías
posmodernistas, y recuerda que mientras son sugestivas sus políticas de la dife-
rencia, estas geografías son incapaces, deliberadamente, de producir las redes
para comprender el m u n d o y actuar con eficacia por su transformación. En su
criterio, la geografía debe construir una teoría general del espacio, basada en los
principios de la teoría social global, que permita comprender el carácter del capi-
talismo. Peet cree que en vez de actitudes antimodernistas, son más urgentes una
teoría y u n a acción anticapitalistas.
Soja (1989, 1996) asume la posmodernidad como la época actual del capita-
lismo y comparte los diagnósticos sobre la condición posmoderna. Le reconoce al
posmodernismo la valoración de la espacialidad mantenida oculta por la ciencia
social tradicional, tanto positivista como marxista, pero no considera válida su
forma de tratar con el espacio, y le reprocha las posturas fragmentadoras y loca-
listas, así como su carácter reaccionario que lo ha alineado con el thatcherismo y

138
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

el reaganismo. Aboga por una "geografía posmoderna" capaz de reinsertar la es-


pacialidad dentro de la narrativa marxista, para repensar, mediante un materia-
lismo histórico y geográfico, la dialéctica del espacio y del ser en el capitalismo
posmoderno. Su p u n t o de apoyo es la obra de Lefebvre (1991) sobre la produc-
ción social del espacio. Soja cree que la geografía que corresponde a la posmo-
dernidad debe ser crítica y sintonizada con los desafíos políticos y teóricos
contemporáneos, pero no puede perder su condición de ciencia general.
David Harvey (1996, 1998, 2000) es tal vez el geógrafo más crítico del pos-
modernismo, al que considera como una ideología dominante del capitalismo
presente, y como una de las formas discursivas erróneas de pensar los tiempos
que corren. Su libro The Condition of Postmodernity (1989) es reconocido dentro y
fuera de la disciplina como u n o de los ensayos más esclarecedores sobre la natu-
raleza del capitalismo contemporáneo, y particularmente de la condición del
tiempo y el espacio en la posmodernidad, a la que él define como una condición
histórico-geográfica.
Harvey se mantiene fiel al Capital de Marx porque lo considera fundamental
y vigente para entender las condiciones actuales y la historia del desarrollo capi-
talista. Manifiesta y argumenta su convicción de que es posible elaborar una
teoría general que permita estudiar los cambios evidentes, pero también las per-
manencias del modo de producción capitalista y las contradicciones dialécticas de
lo local y lo global. Considera factible integrar mediante la dialéctica el espacio, el
ambiente y el lugar en u n discurso general, coherente, sólido y revolucionario.
El materialismo dialéctico histórico-geográfico propuesto por Harvey (1998:
387-388) se aleja de la ortodoxia marxista, incorpora en su discurso algunos ele-
mentos de las reivindicaciones posestructuralistas y posmodernistas y formula los
siguientes aspectos esenciales:
1. El tratamiento de la diferencia y de la "otredad" no como algo que debe
agregarse a las categorías marxistas más esenciales (como las de clase y
fuerzas productivas), sino como algo que debiera estar omnipresente en
cualquier intento dirigido a analizar la dialéctica del cambio social. La im-
portancia que posee la recuperación de aspectos de la organización social
como la raza, el género, la religión dentro del marco global del análisis
materialista histórico (con su énfasis en el poder del dinero y en la circula-
ción del capital) y la política de clase (con su preocupación centrada en la
unidad de la lucha de emancipación) no puede sobreestimarse.
2. Un reconocimiento de que la producción de imágenes y de discursos es
una faceta importante de la actividad que tiene que ser analizada como
parte de la reproducción y transformación de cualquier orden simbólico.

139
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

La estética y las prácticas culturales importan, y del mismo modo las con-
diciones de su producción merecen la mayor atención.
3. Un reconocimiento de que las dimensiones del espacio y el tiempo son
importantes y que hay verdaderas geografías de la acción social, verda-
deros y metafóricos territorios y espacios de poder que resultan vitales
en tanto fuerzas organizadoras en la geopolítica del capitalismo, al mis-
mo tiempo que son los lugares de las innumerables diferencias y de las
"otredades" que se deben comprender por derecho propio, y dentro de
la lógica mayor del desarrollo capitalista. Por fin, el materialismo históri-
co está empezando a tomar en serio su geografía.
4. El materialismo histórico-geográfico es una modalidad abierta y dialéc-
tica y no un cuerpo de concepciones fijo y clausurado. La meta-teoría no
es una afirmación de la verdad total, sino un intento de reconciliarse con
las verdades históricas y geográficas que caracterizan al capitalismo, tan-
to en general como en su fase actual.
Harvey (2000) reitera sus críticas a las prácticas discursivas posmodernistas
que fomentan la fragmentación y el corte de conexiones, aunque les reconoce la
virtud de poner en relieve muchas cosas que de otra manera hubieran permane-
cido ocultas. Pero no considera válido ni conveniente escoger entre las particula-
ridades y las universalidades para definir un modo de pensar u n mundo, en el
que las unas y las otras están implicadas e internalizadas en una dialéctica relacio-
nal. Se deben hacer esfuerzos para establecer, por ejemplo, conexiones entre algo
tan concreto y localizado como las condiciones de producción de camisas en u n
lugar determinado, y la condición abstracta y universal de los procesos de mer-
cantilización, monetización, circulación y acumulación capitalista. Para Harvey es
necesario articular los conceptos de la "globalización" como discurso macro y del
"cuerpo" como discurso micro. La globalización, dice, es u n o de los conceptos
más hegemónicos para comprender la economía política del capitalismo interna-
cional, y el cuerpo es la categoría fundamental del posestructuralismo y la de-
construcción para entender la sociedad; pero ocurre que ambos regímenes
discursivos operan en los extremos del espectro epistemológico que utilizamos
para entender la vida social, sin que se hayan hecho mayores esfuerzos para inte-
grar el "hablar del cuerpo" con el "hablar de la globalización".
No obstante, Harvey resalta algunas integraciones fructíferas que se revelan
en casos como el de los derechos humanos y los derechos individuales (Ej. El tra-
bajo de Amnistía Internacional); la vinculación de los derechos de las mujeres a
controlar sus propios cuerpos con las estrategias globales de regulación de la po-
blación (temas dominantes en la Conferencia del El Cairo sobre población en
1994 y en las reuniones de mujeres de Beijing en 1996), y lo logrado en el campo

140
GEOGRAFÍAS POSMODERNISTAS: LA REIVINDICACIÓN DEL ESPACIO Y DEL LUGAR

ambiental cuando se relacionan la salud personal y las prácticas de consumo con


problemas globales de generación de residuos tóxicos, el agotamiento de la capa
de ozono, el calentamiento global, etc. Estas situaciones son bien ilustrativas de la
potencia y el poder de tales relaciones entre estos dos regímenes discursivos.
En fin, el panorama de la geografía contemporánea está tachonado de som-
bras y dudas, no es tiempo de paradigmas dominantes y se alejan las esperanzas
de construir una ciencia normal hegemónica. Las diferencias y las divergencias
son profundas y los juegos del lenguaje confunden a la audiencia como en Babel.
Todos sus relatos macro y micro están en crisis de legitimidad. Fiel a los tiempos
presentes, la geografía vive y padece su propia "condición posmoderna".

CONCLUSIÓN

De lo expuesto en este texto es posible concluir que las ideas del posmoder-
nismo y del posestructuralismo han sido tomadas como soporte teórico para in-
tentar reorientar la geografía como ciencia reflexiva y de carácter local. En estas
condiciones es imposible generar una teoría global unificadora de la disciplina, y
se somete ésta a un alto grado de atomización y anarquía, con las ya mencionadas
consecuencias políticas, ideológicas y metodológicas; no es correcto pretender
conocer el lugar sin conocer el m u n d o , o creer que el m u n d o es un todo que surge
de la suma de lugares.
Pero tampoco resultan convincentes los llamados a ignorar o rechazar sin
juicio las proposiciones discursivas posmodernistas, ni sus prácticas investigati-
vas, pues bien sabemos que cuando la geografía acogió los discursos generalistas,
pareció olvidar el carácter diferenciado y desequilibrado del mundo, y descono-
ció esos "otros" que hoy reclaman reconocimiento. Es necesario reconocer la dife-
rencia, pero no se puede por ello aceptar la imposibilidad de construir teorías
generales e integradoras, a menos que pensemos que el mundo es un mosaico de
diferencias absolutas y sin conexión, como los animales de la enciclopedia china
que inventó la imaginación de Borges. Pero u n m u n d o isotrópico e indiferencia-
do es igual de ficticio.
No cabe duda sobre la necesidad de redefinir las relaciones ente el conoci-
miento científico y la subjetividad posmoderna. Esta actitud implica reconocer
que no existe una única forma de conocimiento válido, y que hay tantas formas de
conocimiento como tantas son las prácticas sociales que las generan y las sostie-
nen. Como plantea Boaventura de Sousa Santos (1998: 431):
La ciencia moderna se apoya en una práctica de división técnica profesional y so-
cial del trabajo y en el desarrollo tecnológico infinito de las fuerzas productivas

141
DEBATES SOBRE EL ESPACIO EN LA GEOGRAFÍA CONTEMPORÁNEA

de las que el capitalismo es hoy el único ejemplar. Prácticas sociales alternativas


generan formas alternativas del conocimiento. No reconocer estas formas del co-
nocimiento implica deslegitimizar las prácticas sociales que las apoyan y, en ese
sentido, promover la exclusión social de los que las promueven. El genocidio que
puntualizó tantas veces la expansión europea fue también un epistemicidio: se
eliminaron pueblos extraños porque tenían formas de conocimiento extraño y se
eliminaron formas de conocimiento extraño porque se basaban en prácticas so-
ciales y en pueblos extraños. Pero el epistemicidio fue mucho más extenso que el
genocidio porque ocurrió siempre que se pretendió subalternizar, subordinar,
marginalizar o ¿legalizar prácticas y grupos sociales que podrían constituir una
amenaza para la expansión capitalista o, durante buena parte de nuestro siglo,
para la expansión comunista (en este tema, tan moderna como el capitalismo); y
también porque ocurrió tanto en el espacio periférico extraeuropeo y extranor-
teamericano del sistema mundial, como en el espacio central europeo y nortea-
mericano, contra los trabajadores, los indígenas, los negros, las mujeres y las
minorías en general (étnicas, religiosas, sexuales).

Cómo resolver el asunto de la convivencia temporal y espacial de todas estas


formas de conocimiento requiere el reconocimiento del otro en su plenitud.
Incluso que los absolutos del posmodernismo más radical reconozcan a la ciencia
y a los científicos como "los otros". Eso no significa que no se señalen las limita-
ciones de cada forma de conocimiento. Es urgente el desarrollo de u n nuevo pa-
radigma que revalorice los conocimientos y las prácticas no hegemónicas, que
están lejos de ser minoritarias.
Santos (1998: 433) reclama como necesaria "una competencia epistemológica
leal entre conocimientos como proceso para reinventar las alternativas de la prácti-
ca social de que carecemos". Y con el mismo Santos compartimos la idea de que no
es relativismo "toda actitud epistemológica que se rehuse a reconocer el acceso pri-
vilegiado a la verdad que ella cree tener por derecho propio". Al fin y al cabo, la
ciencia es una forma discursiva cuyas "verdades" son socialmente convenidas.
De todas maneras, las propuestas aquí reseñadas merecen ser consideradas
con juicio y con rigor. Y es conveniente seguir buscando orientaciones para salir del
laberinto de "juegos del lenguaje" en que parece haberse encerrado la geografía
posmodernista. Varios geógrafos exploran ahora las posibilidades que ofrece la
"teoría de la estructuración" para construir una geografía que valore por igual las
estructuras y los actores o agentes sociales que producen el espacio y los lugares. El
siguiente capítulo intenta mostrar los rasgos distintivos de esa tentativa.

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