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El Templo Mayor y el Recinto del Templo Mayor eran el centro de la vida religiosa
mexica y uno de los edificios ceremoniales más famosos de su época, ubicado en
lo que hoy es el centro de la Ciudad de México. Conoce su historia aquí.
Según la tradición, el Templo Mayor fue construido justo en el sitio donde los
Pero los mexicas no podían olvidarse de los demás dioses, pues todos ellos
propiciaban la existencia armónica del universo, equilibrando las fuerzas de la
naturaleza, produciendo el viento y la lluvia y haciendo crecer las plantas que
alimentaban a los hombres. Así, una de las deidades principales, que alcanzó
una jerarquía similar a la de Huitzilopochtli, fue Tláloc, el antiguo dios de la lluvia
y patrono de los agricultores; por ello, y con el transcurrir del tiempo, aquel
sagrado
Las más recientes investigaciones arqueológicas llevadas a cabo en las ruinas del
Templo Mayor ediÚcio muestran por lo menos siete etapas constructivas, de las
cuales sobresale aquella que se realizó durante el gobierno de Huitzilíhuitl,
segundo tlatoani de Tenochtitlan; de esa etapa se conservan los muros de los
adoratorios, el téchcatl o piedra sagrada de los sacriÚcios y una escultura del
Chac- Mool. Destaca también la etapa constructiva ejecutada durante el gobierno
de Izcóatl, de la que se descubrieron, sobre la escalinata que conducía al
adoratorio de Huitzilopochtli, varias esculturas de portaestandartes que, a manera
de guerreros divinos, defendían el ascenso al templo de la suprema deidad.
Sin embargo, el hallazgo más notable fue el del monolito circular de la diosa lunar
Coyolxauhqui, que proviene de la etapa correspondiente al gobierno de
Axayácatl, quien ocupó el solio supremo de Tenochtitlan entre 1469 y 1480.
Sólo los sacerdotes y las víctimas del sacriÚcio podían ascender por aquellas
escalinatas y llegar a la cúspide del templo, desde donde se podía contemplar la
ciudad-isla en todo su esplendor.
A la entrada de los adoratorios del Templo Mayor había unas vigorosas esculturas
de hombres en posición sedente, cuya misión era sostener los estandartes y las
banderolas hechas de papel amate que evocaban el poder de los númenes
patrones. Ya en el interior de las sacras habitaciones, protegidas de la luz por
unas piezas de tela a manera de cortinas, se encontraban las imágenes de las
deidades.
Dado que el panteón indígena era muy amplio, pues se divinizaba a cada una de
las fuerzas de la naturaleza, poco a poco el espacio sagrado alrededor de la
pirámide doble se fue poblando con numerosos ediÚcios que sirvieron de
aposento a dichas deidades.
A principios del siglo XVI el recinto sagrado abarcaba una gran extensión de
aproximadamente
400 metros por lado, y para separarlo de la zona habitacional, según lo han
constatado los arqueólogos, se construyeron largas plataformas con múltiples
escalinatas ubicadas armónicamente. El recinto contaba con tres accesos
mayores, a manera de entradas, en sus lados norte, oeste y sur; de ellos salían
las principales calzadas que conectaban a la ciudad con tierra Úrme. En las
crónicas antiguas se relata la visita que hiciera al recinto sagrado de México-
Tenochtitlan, por invitación misma del tlatoani tenochca, un señor del pueblo
enemigo de Huexotzinco, acompañado de sus parientes más cercanos. Para
poder ingresar al recinto este personaje tuvo que conducirse de manera sigilosa,
vistiendo un disfraz que lo confundía entre los miembros de la nobleza mexicana;
de esa manera, el visitante pudo admirar por vez primera aquel espectacular
centro del que en su lejano pueblo sólo escuchara múltiples y asombrosas
narraciones. Después de ingresar por la entrada sur, los visitantes debieron ver a
lo lejos la pirámide de Tláloc y Huitzilopochtli, mientras que su dignatario se
detenía unos instantes frente al templo piramidal dedicado a Tezcatlipoca, la
temible deidad guerrera, donde justo al pie de su escalinata se ubicaba un
monumento de forma cilíndrica, mandado tallar en tiempos de Moctezuma
Ilhuicamina, en cuya superÚcie se llevarían a efecto, más tarde, una serie de
combates cuerpo a cuerpo entre los prisioneros enemigos y los guerreros
mexicas, evento al cual había sido invitado. En tales combates los guerreros
mexicas encaminaban a los primeros hacia su muerte, atemorizando los
corazones de espectadores y visitantes.
EL PALACIO DE LOS GUERREROS ÁGUILA Y EL PALACIO DE LOS
GUERREROS JAGUAR
En los lados norte y sur del Templo Mayor los arqueólogos han encontrado
evidencias de conjuntos palaciegos decorados con la representación de
procesiones de guerreros y otros elementos de tradición tolteca; se trata, por un
lado, del llamado Palacio de los Guerreros Águila, y por otro, de un conjunto aún
no identiÚcado que probablemente se trate del Palacio de los Guerreros Jaguar.
Con el paso del tiempo el Templo Mayor sufrió el terrible destino al que los
propios mexicas habían condenado a muchas de las capitales indígenas: fue
destruido a sangre y fuego por los conquistadores españoles. Después de la total
rendición de la capital tenochca ocurrida el 13 de agosto de 1521, Cortés ordenó
la demolición de lo poco que aún se mantenía en pie, para construir sobre las
ruinas los cimientos de la capital de la futura Nueva España.
El templo mayor durante mucho tiempo se consideró un recinto perdido para los
habitantes actuales de la ciudad de México. El "descubrimiento" casual de sus
vestigios, ocasionó la apertura der una nueva etapa para la Arqueología mexicana
porque nos permite el estudio cercano de algo que durante siglos solo fue
"descrito".