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Una de las máximas fundamentales de la filosofía de Comte es que nuestro método para estudiar al

hombre tiene que ser, ciertamente, subjetivo, pero que no puede ser individual, porque el sujeto
que traíamos de conocer no es la conciencia individual sino el sujeto universal. Si designamos
este sujeto con el término "humanidad" tendremos que afirmar entonces que no es la humanidad la
que debe ser explicada por el hombre sino el hombre por la humanidad.

"Para conoceros a vosotros mismos —dice Comte—, conoced la historia." Por eso, la psicología
histórica reemplaza a todas las formas anteriores de psicología individual. "Las llamadas
observaciones de la psique, considerada en ella misma y a priori —escribía Comte en una carta—,
son pura ilusión. Todo lo que llamamos lógico, metafísico, ideología, es una fantasmagoría vana
y un sueño, cuando no un absurdo."

En la obra Human Nature and Conduct de John Dewey hallamos una crítica muy clara e impresionante
de esta manera de pensar.

Sobre la manera en desuso del término “instinto” e “inteligencia”: La palabra instinto, que
puede ser muy útil para la descripción de la conducta animal o humana, se hipostasia en una
especie de poder natural. Cosa curiosa; este error fue cometido a menudo por pensadores que en
todos los demás aspectos se sentían muy seguros de no recaer en el realismo escolástico o
psicología de las facultades. En la obra Human Nature and Conduct de John Dewey hallamos una
crítica muy clara e impresionante de esta manera de pensar. No es científico —nos dice— tratar
de reducir actividades originales a un número definido de clases bien perfiladas de instintos;
el resultado práctico de este intento es desastroso. Clasificar es algo tan útil como natural.
La mente se enfrenta con la multitud indefinida de fenómenos particulares y cambiantes mediante
actos definí-torios, inventariando, estableciendo listas, reduciendo a epígrafes comunes y
encasillando, Pues si suponemos que nuestras listas y encasillados representan separaciones y
compilaciones fijas in rerum natura, entonces impedimos, en lugar de facilitar, nuestro trato
con las cosas. Nos hacemos culpables de una presunción que la naturaleza sanciona muy pronto.
Nos hacemos incompetentes para tratar efectivamente con los matices y novedades de la naturaleza
y de la vida.

Que el ser humano se distingue del animal por el pensamiento es algo que se da por
sabido desde antiguo hasta el punto de haberse hecho trivial; puede parecer trivial
[desde luego], pero debería también parecer extraño que hubiera necesidad de
recordar esa antigua creencia. Y sin embargo puede tenerse como una necesidad
[recordarlo ahora] ante ¿"prejuicio de nuestro tiempo que separa de tal modo
sentimiento y pensamiento que los opone, y tan enemigos deben ser, que el
sentimiento, especialmente el religioso, se mancha y pervierte por el pensamiento; es
más, se aniquila, de tal modo que [según este prejuicio] religión y religiosidad no
tienen esencialmente su raíz y su lugar en el pensamiento [sino en el sentimiento]. Al
hacer esa separación se olvida que sólo el ser humano es capaz de religión; al animal,
por el contrario, [a pesar de tener sentimientos] le compete tan poca religión como
derecho y moralidad.

En términos de Kant, es dominio de la ciencia cualquier cosa que pueda ser expresada en
términos matemáticos.

Cada unidad es representada por una partícula separada de las otras por un cierto intervalo;
ese aislamiento es 10 que da lugar al número, bien sea a la unidad o al número compuesto de
varias unidades. En este sentido, los pitagóricos postularon la existencia de espacio vacío

La cualidad fundamental de los números en virtud de la cual se combinan los opuestos


sustancia y forma, es la armonía: «Es como es, por la Naturaleza y la Armonía. El Ser de las
cosas es eterno y la Naturaleza misma requiere una inteligencia divina y no humana. No está
fuera de lugar citar unos pocos fragmentos más, dado que el espíritu de que están imbuidos
tuvo tan gran influjo sobre Platón: «En efecto, todas las cosas cognoscibles tienen número;
pues no se puede pensar ni conocer nada sin éste»

Ese énfasis puesto sobre la interconexión de número y mundo sensorial -tal como aparece por
primera vez en la doctrina de Pitágoras- pudo haber sido el origen de la explicación matemática
del mundo físico en la línea de la teoría moderna, pero Platón interrumpió ese desarrollo,
abandonando la creencia en que la armonía cósmica pudiese revelarse a través del contacto
con el mundo sensible.
LA FÍSICA
A comienzos de nuestro siglo, los físicos toman el relevo y van más lejos. Los átomos
que se creían insecables (éste es el significado de la palabra a-tomo) están también
compuestos de partículas más elementales: los electrones, los protones y los
neutrones. Estas tres partículas desempeñan, a su vez, el papel de letras con respecto a
los átomos. El núcleo del átomo está constituido por protones y neutrones (llamados
conjuntamente nucleones). El número de protones fija la naturaleza química del
elemento. Si hay 6 protones, es un carbono; si hay 26, es un hierro; si hay 92, es un
uranio.

Durante los tres últimos decenios, los físicos de las altas energías han conseguido
descubrir, en el interior de los nucleones, estructuras más íntimas llamadas quarks.

El protón está constituido por la combinación de 2 quarks de tipo u (por “up”) y un


quark de tipo d (por “down”). Para el neutrón, se toman 2d y 1u. Se conocen otras
cuatro especies de quarks, llamados respectivamente s (por “strange”), c (por
“charmed”), t (por “top” o “truth”) y b (por “bottom” o “beauty”). Estas fantasiosas
denominaciones sólo reflejan, naturalmente, la juguetona imaginación de los físicos.

EL PIE DE LA ESCALA
Hasta 1986, la máquina más poderosa está en el CERN en Ginebra. Lanza las partículas
a más de quinientos mil millones de electrones-voltios. La velocidad alcanzada por
estas partículas se aproxima mucho a la de la luz (0.99999 de c). Con semejante bisturí
se disecciona a los nucleones y se pone en evidencia su estructura íntima: los quarks.

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