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3 AUTHORS, INCLUDING:
Marcela Arrivillaga
Pontificia Universidad Javeriana - Cali
47 PUBLICATIONS 181 CITATIONS
SEE PROFILE
MARCELA ARRIVILLAGA
YADIRA EUGENIA BORRERO
JUAN PABLO SALCEDO
Editores
INTRODUCCIÓN
En el terreno de las condiciones de vida de las personas, el efecto del libre comercio
puede traer consecuencias aún indeterminadas en la salud de los colombianos. Sería de
esperar que, producto de la liberalización del comercio, se generara una especie de
nueva riqueza de la cual resultaran beneficiados, en especial, los hogares más
empobrecidos del país, y que en ellos se redujeran las tasas de morbimortalidad, se
tuvieran más y mejores condiciones de acceso a agua potable y se disminuyeran, entre
otras, las enfermedades relacionadas con deficiencias nutricionales. Lo deseable sería
que estos mismos hogares pudieran abstenerse del consumo de alimentos procesados,
ricos en calorías, grasas saturadas y sal pero pobres en nutrientes, que estarán
disponibles en el país a precios reducidos, para prevenir los riesgos de enfermar y morir
a causa de malnutrición. En últimas, la mayor expectativa es que los tratados de libre
comercio firmados por Colombia no produzcan mayor inequidad social, y que esto
redunde en una población que no pueda vivir con buena salud.
Juan Pablo Salcedo y Marcela Arrivillaga y analizan la esencia, las fuerzas y el motor
capitalista de base de este fenómeno en el capítulo “Globalización, inequidades sociales
y financiarización de la salud”; también describen la relación globalización-mercados
financieros e inequidades sociales, e ilustran el caso de la financiarización del sector
salud en Colombia.
Sara del Castillo, en “¿Es el TLC una amenaza para la seguridad alimentaria y
nutricional de los colombianos?”, presenta, con datos de la Encuesta Nacional de la
Situación Nutricional en Colombia, las amenazas en materia de disponibilidad, acceso,
consumo, aprovechamiento biológico y calidad e inocuidad de alimentos. Concluye que
el tratado de libre comercio con Estados Unidos es una gran amenaza para la garantía
del derecho a la seguridad alimentaria y nutricional de la población, en especial para
comunidades rurales y vulnerables.
Posteriormente, para poner en contexto las discusiones tratadas por los autores,
Globalización, libre comercio y salud se adentra en debates propios del derecho a la
salud. Francisco Cortés Rodas, en el capítulo “Sobre la fundamentación filosófica del
derecho social a la salud”, plantea el problema de si la salud puede considerarse un
derecho fundamental. Analiza las implicaciones que ha tenido no haberla incluido en los
derechos fundamentales en la Constitución de Colombia, muestra las dos grandes
tradiciones en este campo –el neoliberalismo y el liberalismo social– y plantea cómo
proponer que sea considerada como tal.
María Esperanza Echeverry, en “Justiciabilidad del derecho a la salud: un reto para una
globalización alternativa”, aborda este concepto a partir de dos tesis. Una plantea que la
acción de tutela, principal recurso jurídico para la exigibilidad de ese derecho en
Colombia, se ha configurado como un campo de disputa entre dos concepciones acerca
del papel del Estado y del sistema judicial, de la justicia distributiva y del derecho
porque las reformas puestas en marcha en las dos últimas décadas imponen la
realización del derecho a la salud en el mercado, de acuerdo con la posición
socioeconómica y la capacidad de pago de los ciudadanos, y no ven con buenos ojos la
tutela en salud. En cambio, el Estado social de derecho concibe los derechos sociales
como fundamentales y considera que la justicia distributiva es indispensable para su
realización y que el sistema judicial es un instrumento de inclusión social, por lo cual
defiende la tutela.
Capítulo 1
Globalización financiera, regla fiscal y gastos sociales
Jorge Iván González
Capítulo 2
Globalización, inequidades sociales y financiarización de la salud
Juan Pablo Salcedo y Marcela Arrivillaga
Capítulo 3
Globalización y envejecimiento: el sur global sin pensión
Deisy Arrubla
Capítulo 4
Tratados bilaterales de libre comercio y acceso a la salud: el caso colombiano,
entre el neoinstitucionalismo y la biopolítica
Luis Alejandro Arévalo
Capítulo 5
Ciudadanía, derechos humanos y acceso a medicamentos
Steven Orozco
Capítulo 6
Por un modelo de investigación y desarrollo de medicamentos al servicio de los
pacientes: una convención mundial de carácter obligatorio
Germán Velásquez
Capítulo 7
Derechos fundamentales y protección de datos de prueba de productos
farmacéuticos
Xavier Seuba
Capítulo 8
¿Es el TLC una amenaza para la seguridad alimentaria y nutricional de los
colombianos?
Sara del Castillo
Capítulo 9
Sobre la fundamentación filosófica del derecho social a la salud
Francisco Cortés
Capítulo 10
Justiciabilidad del derecho a la salud: un reto para una globalización alternativa
María Esperanza Echeverry
Capítulo 11
Construcción del derecho a la salud desde los movimientos sociales:
la globalización desde abajo
Yadira E. Borrero Ramírez
Victoria Eugenia Estrada
DE LOS EDITORES Y AUTORES
Este capítulo tiene dos propósitos. El primero, poner en evidencia algunos hechos que
muestran que el sistema financiero mundial es estructuralmente frágil. Destaco dos
aspectos: el diferencial de tasas de interés y el inusitado crecimiento de la relación entre
el saldo de la deuda pública (SD) y el PIB, expresada como SD/PIB.
Hace seis meses, el ministro de Hacienda en Colombia, Juan Carlos Echeverry, dijo que
la economía estaba “blindada” contra las perturbaciones de los mercados de capitales
del resto del mundo. Ahora, cuando se empieza a destapar la situación de Interbolsa,
que manejaba el 34 % del mercado bursátil colombiano, se quiere minimizar la crisis y
los hechos se presentan como si fueran apenas la consecuencia de las equivocaciones de
administradores irresponsables. Tal diagnóstico desconoce las interacciones que existen
entre las tendencias especulativas de los mercados mundiales y las de la Bolsa de de
Valores de Colombia. El principal nexo entre ambas dinámicas es el diferencial de tasas
de interés.
El segundo propósito es mostrar que la regla fiscal que se aprobó en el Congreso el año
pasado reduce la disponibilidad de recursos para la salud y la seguridad social. De
acuerdo con los argumentos del Gobierno, la regla fiscal busca disminuir la exposición
de la economía colombiana a los vaivenes de los capitales internacionales.
1. Panorama internacional
1
Profesor de la Universidad Externado de Colombia, en Bogotá. Dirección electrónica:
jorgeivangonzalez@telmex.net.co.
El sistema financiero internacional es frágil por dos razones. Primero, porque en los
últimos años ha aumentado el distanciamiento de los movimientos financieros con
respecto a las transacciones reales. Segundo, porque los gobiernos han optado por
financiarse mediante deudas y no a través de los impuestos. Los dos fenómenos están
relacionados. Estas tendencias afectan las decisiones que los gobiernos toman frente a
gastos sociales como la salud. En otras palabras, la globalización financiera incide en el
gasto en salud. Las restricciones que crean los mercados internacionales reducen el
margen de maniobra de los gobiernos en los aspectos relacionados con el gasto público
social.
En los informes del Banco de Reglamentos Internacionales (BIS, por su sigla en inglés)
se hace un diagnóstico muy completo de la evolución del mercado de capitales. De los
dos últimos informes (BIS, 2011 y 2012) destaco dos temas: el diferencial de tasas de
interés y la forma como ha ido aumentando la relación SD/PIB.
Diferencial de tasas de
interés
hacia los mercados emergentes. La tasa de interés de los bonos del Tesoro de Estados
Unidos cayó de manera dramática2. La comparación de los dos extremos (Estados
Unidos y Brasil) supera los ocho puntos. Esta enorme brecha incentiva la especulación
y el movimiento de los capitales golondrina hacia las economías emergentes. La
dinámica de la Bolsa de Valores de Colombia tiene relación directa con los flujos
especulativos. Este contexto es propicio para que los intermediarios financieros realicen
operaciones arriesgadas. La volatilidad financiera, dice Salama (2005), hace que las
economías sean más vulnerables.
2
La reducción de la tasa de interés se explica por el aumento de la liquidez internacional. Las tres grandes
emisiones (EQ1, EQ2, EQ3) –quantitative easing– realizadas por Estados Unidos han modificado de
manera sustantiva el panorama de la liquidez internacional. La primera quantitative easing (QE1) tuvo
lugar a finales de 2008 y terminó en marzo de 2010. El principal propósito fue mitigar la crisis de la
deuda hipotecaria. El monto total de la operación fue de US$1,42 billones. La segunda (QE2) se llevó a
cabo entre noviembre de 2010 y junio de 2011. Tuvo un valor de US$600.000 millones y buscó estimular
de manera directa la producción. Ahora está comenzando el QE3, cuyo monto es de US$40.000 millones
mes, durante un periodo de tiempo no determinado. El QE3 se destinará –como una parte del QE1– al
respaldo de las deudas hipotecarias. Estas emisiones son cuantiosas, QE1 y QE2 suman US$2 billones. La
permanencia de QE3 depende de la forma como vaya evolucionando la actividad económica.
cae) se acentúa; 2) la volatilidad aumenta, y 3) las importaciones crecen, con graves
perjuicios para la industria nacional. Colombia se ha convertido en un gigantesco
“sanandresito”.
El segundo aspecto del panorama internacional que vale la pena resaltar es el notable
incremento de la relación SD/PIB. Cuando el indicador pasa de un determinado nivel, la
sostenibilidad fiscal entra en peligro. También en este caso la situación de las
economías emergentes es muy distinta de la de las economías avanzadas.
En Colombia, en el año 2010, el saldo de la deuda pública como porcentaje del PIB era
de 39 % (Ministerio de Hacienda, 2010). Esta cifra es excelente según los criterios
actuales, pero pésima si se compara con las exigencias que se les hacían a los países
latinoamericanos en los años ochenta. El porcentaje correspondiente a Colombia es
mayor que el de Argentina en 1993, pero muy inferior al de los países avanzados.
Aunque el nivel de Colombia no es elevado en términos relativos, el Ministerio de
Hacienda prendió las alarmas, el Congreso modificó la Constitución (Acto Legislativo
03 del 1.o de julio de 2011) y aprobó la Ley de Regla Fiscal (Ley 1473 del 5 de julio de
2011). La regla fiscal obliga a reducir el gasto para cumplir con el nivel de balance
fiscal primario que la tecnocracia juzgue óptimo para disminuir SD/PIB.
3
El otro tema relevante de la discusión tiene que ver con los problemas medioambientales. El Informe de
Desarrollo Humano de 2011, Sostenibilidad y equidad (PNUD, 2011), tiene un doble mensaje. En el
sentido positivo, se observa que los avances en esperanza de vida y salud pueden lograrse sin afectar
demasiado las emisiones de carbono. En el negativo, el esquema de desarrollo basado en la generación de
ingresos es altamente contaminante porque es intenso en emisiones de carbono.
El primer tema tiene que ver con el cambio de énfasis de los gastos hacia el ingreso. En
las discusiones nacionales e internacionales se ha propuesto mejorar la situación fiscal
reduciendo el gasto público. Es la exigencia que se les hace a España y a Grecia. Pero
en ninguno de los casos se les pide a los países que aumenten el ingreso por la vía
impositiva y mucho menos que la tributación sea progresiva. Este tipo de alternativa no
es prioritaria en las exigencias de los organismos internacionales o las agencias de
riesgos. Si el componente de los ingresos se introdujera de manera sistemática, la
discusión sobre la sostenibilidad fiscal sería muy diferente de la que se presenta cuando
el énfasis se hace en el lado del gasto. La propuesta de reforma tributaria que propone el
gobierno del presidente Juan Manuel Santos en Colombia no pretende, como lo
reconoce él mismo, aumentar los ingresos. Tampoco es equitativa porque reduce de
manera significativa la tarifa de las personas de altos ingresos y, además, beneficia al
capital.
Además, Hollande y otros gobernantes del mundo están promoviendo en forma muy
activa un impuesto a las transacciones financieras internacionales, o impuesto Tobin.
También lo ha recomendado la ONU. Se trata, entonces, de que los ricos y los
banqueros contribuyan al bienestar del conjunto de la sociedad. Es el camino adecuado
y la única forma de financiar los costos crecientes, no sólo de la salud y de la seguridad
4
La tarifa superior de Cárdenas, del 15 %, es ridícula. La diferencia con la tarifa del 75 % de Hollande es
de 60 puntos.
social, sino de otros gastos sociales como la educación. La Organización de las
Naciones Unidas considera que el impuesto a las transacciones financieras puede ayudar
a financiar las inversiones ambientales de mitigación y adaptación al cambio climático.
Desde esta lógica, la reforma tributaria que presentó el ministro Cárdenas es torpe
porque desconoce la importancia que tiene la tributación a los ricos y a las grandes
empresas.
5
La opción del BIS es pragmática y se explica porque la modificación del indicador implica tocar ejes
neurálgicos del funcionamiento del sistema financiero internacional. El indicador SD/PIB está
estrechamente ligado a los intereses bancarios actuales.
cercanas a la dinámica industrial, el volumen de importaciones y el balance entre
importación de alimentos básicos y producción nacional, entre otros.
La atención que se les presta a los indicadores financieros ahoga la pregunta por el
bienestar de las personas (Sen, 2009). Puesto que no existe correlación entre ahorro y
desarrollo humano (PNUD, 2010, p. 74), pierden su razón de ser los argumentos a favor
de la priorización de la regla fiscal. La construcción analítica alrededor de la regla fiscal
no es pertinente. Por tanto, el enfoque debe cambiar en forma sistemática. La
financiación de la salud no se puede seguir mirando con el lente estrecho de la
sostenibilidad fiscal. El punto de referencia se tiene que replantear radicalmente.
Hayek (1952) critica soluciones como la sostenibilidad y la regla fiscal porque nacen de
la falsa pretensión de organizar la sociedad. Se nutren del espíritu que guía
L’Organisateur (1819-1820) de Saint Simon, en cuya visión la sociedad puede ser
organizada. El Gobierno, el Ministerio de Hacienda y el Banco de la República han
defendido la sostenibilidad y la regla fiscal como la gran panacea, como si se tratara del
“gran organizador”. Es la expresión más clara de la ingeniería social y de la pretensión
ingenua de que la supermente, que concibe la sostenibilidad y la regla fiscal, puede
ordenar al resto de la sociedad (presupuesto, marco fiscal a mediano plazo, volumen del
gasto, prioridades de la gestión, etc.).
Si la definición de la sostenibilidad fiscal es confusa, también lo es la de la estabilidad
macroeconómica, y mucho más la relación de estos conceptos con los derechos
fundamentales.
La segunda discusión tiene que ver con el significado mismo de estabilidad y el tipo de
política anticíclica que deba llevarse a cabo. Las aproximaciones cuantitativas a la
estabilidad ponen el énfasis en los indicadores de deuda. La política anticíclica suele
expresarse de esta manera: en las épocas de bonanza se ahorra y en las de crisis se gasta.
Desde otra perspectiva se afirma que actualmente –dado que hay bonanza– los recursos
se deben aprovechar para las grandes infraestructuras y el estímulo a la demanda y el
empleo por la vía keynesiana. Para los amigos de la regla fiscal, esta alternativa sería
inconveniente al no favorecer los indicadores convencionales de la deuda.
En cuanto a los derechos fundamentales, el debate tiene que ver con la prioridad de la
sostenibilidad fiscal con respecto a otros derechos. Desde la perspectiva de la regla se
puede argumentar que a mediano y largo plazos es preferible la sostenibilidad fiscal que
el aumento de las coberturas en educación y salud. En la coyuntura podría dársele más
relevancia al equilibrio fiscal que al gasto social. El sacrificio de hoy se justificaría por
los mayores beneficios sociales que se recibirían mañana gracias a las bondades de la
sostenibilidad fiscal. De todas maneras, la indefinición normativa sobre el significado
de la sostenibilidad fiscal y de la macroestabilidad hace que la jerarquía de opciones no
sea clara.
Para explicar las opciones entre reglas y discreción, propongo las relaciones 1 y 2. La
primera corresponde a la lógica de la regla y la segunda a la de la discreción. En ambos
diagramas, la sostenibilidad fiscal (SF) está en el centro de la reflexión porque en
6
Ver, por ejemplo, Barro (1986), Baumol y Quandt (1964), Kopits (2001), Kydland y Prescott (1977).
ningún caso se pone en duda la conveniencia de la SF. Al darle relevancia a ésta, insisto
en que el tema es relevante pero su definición no es única. En los diagramas, Y
representa los ingresos, G corresponde al gasto, T a los ingresos tributarios, NT a los
ingresos no tributarios, y g1... gn representan las distintas opciones de gasto.
Conclusión
Las normas sobre sostenibilidad y regla fiscal están inspiradas en un espíritu estrecho,
positivista y cercano a la ingeniería social, que reduce la discusión a un problema de
consistencia interna. Hay otras opciones. El equilibrio razonable entre ingresos y gastos
puede conseguirse sin necesidad de caer en las trampas de fórmulas estrechas. La
discusión razonable basada en principios de consistencia externa no lleva a soluciones
insostenibles desde el punto de vista fiscal. En otras palabras, no se requiere la
consistencia interna para que haya responsabilidad fiscal. La consistencia externa no es
intrínsecamente irresponsable, como se derivaría de la intencionalidad del Gobierno al
presentar los proyectos de sostenibilidad y regla fiscal.
7
De acuerdo con la norma, en el caso de las entidades territoriales el máximo valor de la relación SF es
80 %. Cuando SF es mayor que 80 % el semáforo está en rojo. Entre 50 y 80 % el semáforo está en
amarillo, y menos de 50 %, en verde.
La priorización de la sostenibilidad fiscal significa un fortalecimiento de la lógica de la
regla frente a la discreción. Sería conveniente volver a pensar en la discrecionalidad
keynesiana, con el fin de no car en la trampa simplista de la ingeniería social de la regla
fiscal.
Claro que, aun volviendo la mirada a Keynes, se debe evitar caer en el positivismo de
Saint Simon y Comte. Tanto Keynes como Hayek están de acuerdo con la opción
discrecional y no con la regla. Pero el significado de la discrecionalidad es diferente en
ambos. Para Keynes, la discrecionalidad tiene que ver con la acción sobre el colectivo.
El Gobierno actúa sobre la sociedad y su intencionalidad es compatible con la
consecución de las metas del colectivo. En cambio, desde la perspectiva de Hayek la
discrecionalidad únicamente tiene sentido para los individuos, y no se aplica a las
instituciones. Los colectivos no deciden. Únicamente pueden elegir las personas. Para
Hayek la discrecionalidad es una característica de las personas y no de las instituciones
colectivas.
Referencias
El capítulo comienza por ubicar la esencia, las fuerzas y el motor capitalista de base
de la globalización como fenómeno presente a lo largo de la historia; igualmente, se
muestran las esferas de su intervención y sus efectos sobre la vida humana en general,
para luego adentrarse en la relación globalización-mercados financieros; por último, se
ligan sus impactos con las inequidades sociales y su expresión en el caso del sector de la
salud en Colombia.
8
Facultad de Ciencias Económicas, Universidad San Buenaventura Cali. Centro de Estudios para el
Desarrollo de la Salud Pública (Cesap). Dirección electrónica: juan.salcedo@cesaplatinoamerica.com.
9
Departamento de Salud Pública y Epidemiología, Pontificia Universidad Javeriana Cali. Centro de
Estudios para el Desarrollo de la Salud Pública (Cesap). Dirección electrónica:
marcela.a@cesaplatinoamerica.com.
descentralización de la producción, el libre mercado y el fortalecimiento de la propiedad
privada.
Las tecnologías de producción flexible y las redes de información han sentado las bases
para nuevas estructuras productivas que convergen en reformas institucionales,
impulsadas por un fundamentalismo que algunos califican de neoliberal (Stiglitz, 2012),
pero que como todas las teorías económicas, desde las clásicas, acuña el individualismo
como técnica para sobrevivir. Aunque la globalización impacta tantas esferas de la vida
humana, es un fenómeno de preeminencia económica, que no por asociarse con las
nuevas tecnologías se puede decir que es contemporáneo. Desde la aparición del
comercio, la sociedad, y con ella el individuo, han sido entidades globalizantes que
necesitan ampliar sus espacios y transgredir las fronteras para dominar y expandir
mercados; por eso es un fenómeno mercantil de base y, en esencia, económico.
Sea cual sea la teoría que se revise, lo cierto es que la globalización –definida como se
la quiera definir– está presente y tiene un lugar e interpretaciones en la historia. Está
asociada con el interés humano de trascender fronteras y de ampliar espectros,
impulsada por las fuerzas propias de cada momento. No obstante, tales fuerzas –
cualesquiera que sean– están impulsadas por un motor capitalista de base, que busca la
creación y la acumulación de riqueza, para lo cual utiliza los avances técnicos y
tecnológicos, con miras a reducir tiempo, bajar costos y optimizar rendimientos, hoy en
día eminentemente financieros.
Son múltiples las esferas tocadas por la globalización. Se puede afirmar, sin temor a
equivocarse, que ha cambiado la forma de vivir y la manera de ver la vida de las
personas en cada momento histórico, ha reconfigurado los estados en una tendencia
creciente hacia el capitalismo, y ha generado inmensos desequilibrios económicos,
financieros y culturales, que se expresan en la profundización de las inequidades
sociales.
Para prosperar, una economía globalizada debe contar con las garantías estatales que
fomenten la libertad mercantil y el libre traslado de los factores económicos, en especial
del capital. Por ello, la panacea de lo global necesita estados pequeños, que a su vez
limiten su papel a la protección del capital. La globalización económica, regida por la
lógica mercantil, promueve relaciones entre actores y estados, basadas en la idea de que
el desarrollo de las sociedades parte de la acumulación del capital. En razón de ello, sus
bases ideológicas defienden el derecho individual a la libertad de elección, en un
mercado supuestamente autorregulado, que reduce la capacidad del Estado como
protector y garante de los derechos humanos. De hecho, cada día somos más testigos del
establecimiento y puesta en marcha de relaciones económicas, financieras y comerciales
que van en contravía del bienestar de las poblaciones; el poder del capital se concentra
en unos pocos y la pobreza se masifica.
A causa de lo anterior, los estados globalizados, los más ricos, han ido perdiendo la
capacidad redistributiva de la riqueza. En medio de un liberalismo, premisa de la
internacionalización, han convertido derechos humanos fundamentales en servicios
esenciales del mercado, que atiende a los que tienen capacidad de compra y desatiende
a los desposeídos. Las desigualdades, incluso en esos países más desarrollados, que
propugnan las libertades como premisa de la distribución de la riqueza, son cada vez
más notorias, opacan cualquier capacidad de crecimiento y son la señal de que algo está
mal y equivocado. Sumidos en la más grande recesión desde la depresión de los años
treinta, y con un desempleo estructural, estos países sufren las consecuencias de más de
cuatro décadas de ampliación de la brecha entre ricos y pobres como fruto de la
globalización.
De acuerdo con el estudio más reciente sobre la posesión de la riqueza global del World
Institute for Economic Research (Wider, por su sigla en inglés), de la Organización de
las Naciones Unidas (ONU), la inequidad muestra cifras alarmantes por su estado y
tendencia creciente. El 40 % de los activos globales se concentra en el 1 % de la
población, los más ricos. La mitad de la riqueza se concentra en el 2 % de la población
mundial, en tanto que sólo el 10 % concentra el 85 % de la riqueza existente (Davies,
Sandstrom, Shorrock y Wolff, 2008).
Hasta aquí se podría hablar de una primera conclusión muy radical: abrir la polémica
diciendo que la gran culpable de la globalización es la economía y que esta misma
10
El coeficiente de Gini es un indicador de desigualdad que varía en un rango de 0 a 1, en el entendido de
que 0 es la igualdad perfecta. Los países con mejores indicadores de igualdad muestran un coeficiente
alrededor de 0,3; índices superiores a 0,5 son señal de una alta desigualdad. Para Estados Unidos, este
indicador se acerca al punto de quiebre y se establece en el 0,47, siendo el más desigual de los países
desarrollados (Stiglitz, 2012).
economía es la que está sufriendo sus efectos, medidos en materia de una mayor y cada
vez menos disimulada inequidad. Está claro para los economistas y para las bancas
globales y multilaterales11, que la inequidad se deriva de la desigualdad en el ingreso y
que ésta deviene, a su vez, como resultado de la libre asignación y fijación de precios
del mercado. El crecimiento económico y el aumento en el ingreso per cápita no son
indicadores de reducción de la pobreza y está probado que los excedentes del ingreso,
generados por un mayor crecimiento económico, se concentran y no se distribuyen
cuando es el mismo mercado el que los asigna.
11
Entiéndase todas las instituciones de carácter supranacional que, como el Banco Mundial o el Fondo
Monetario Internacional, fundamentan en la posesión del capital la imposición de lineamientos de
políticas económicas dictadas por los mismos dueños de ese capital, países más ricos, para que las
cumplan los estados menos ricos.
postor, y los modelos, que en principio se deberían diseñar para proteger y cuidar la
vida de las personas, terminaron apoyando al capital financiero y defendiendo la
acumulación nacional y trasnacional de aseguradoras e inversionistas.
El mercado de dinero global es atractivo por lo grande y complejo, así como por la
multitud de oportunidades que ofrece para el lucro. En el mercado financiero actual, las
inversiones no tienen restricciones, cualquier inimaginable tiene sentido para ese
monstruo de mil cabezas. Es un mercado plagado de productos financieros, derivados,
ofertas y demandas complejas, que poco se entiende, pero al que muchos acuden porque
de esa misma desorientación sacan sus riquezas. Como el mercado de dinero no tiene
límites de localización y se realiza en cualquier espacio, se virtualizó y es difícil
reglamentarlo, depende del comportamiento ético de sus agentes, que de esto poco
conocen. El dinero de la globalización vuela sin restricción de país en país, buscando
estados de refugio con legislaciones laxas y países con crecimiento económico
sostenido, que permitan tasas de interés atractivas. Pero cuando estos receptores,
refugios de dinero, muestran signos de inestabilidad, los capitales se van tan fácil como
llegaron; es cuando comienzan los déficits, el crecimiento se frena y lo que fue bonanza
se torna en recesión, desempleo e inequidades sociales.
Lo curioso de todo esto es que, pese a ser los causantes de la crisis, los bancos no
pierden. Es la única empresa que de verdad socializa las pérdidas, término bastante
peyorativo para significar que los pobres pagan los errores de los ricos. Y es que son
ellos, los banqueros, los verdaderamente ricos, quienes usufructúan los recursos de sus
inversionistas, manipulan y amañan los mercados, manejan la información, ponen y
deponen gobiernos. En últimas, generan verdaderas pirámides bursátiles, espirales de
auges globales, burbujas que ellos mismos estallan, no sin antes resguardar sus
cuantiosos capitales en paraísos fiscales12.
Esa es y será la historia de nunca acabar. El problema es que antes era una historia local
y hoy es una historia global: un sistema financiero que genera utilidades ofensivas para
una clase trabajadora que ve cómo sus ingresos aumentan al ritmo de la inflación, en
tanto que las instituciones financieras duplican sus ganancias cada año. El problema del
negocio financiero es que, con su auge, acaba con la producción. El auge de la banca
12
Los paraísos fiscales son territorios o estados donde se aplica un régimen tributario favorable para
aquellos ciudadanos y empresas no residentes que se domicilien allí. Según la OCDE (Organización para
la Cooperación y el Desarrollo Económico, grupo que aglutina a las veinte economías con el reporte de
mayor PIB agregado y a la Federación Rusa), a 20 de enero de 2010 se consideran paraísos fiscales
Andorra, Anguila, Bahamas, Belice, Dominica, Granada, Islas Cook, Islas Marshall, Liberia, Montserrat,
Nauru, Niue, Panamá, San Cristóbal y Nieves, San Vicente y las Granadinas, Santa Lucía y Vanuatu.
Así mismo, existen otros territorios que aplican políticas similares y que en su día fueron reconocidos
como paraísos fiscales por la OCDE; estos son Antigua y Barbuda, Antilas Neerlandesas, Aruba,
Barbados, Bahréin, Bermudas, Chipre, Gibraltar, Guernsey, Isla de Man, Islas Caimán, Islas Turcas y
Caicos, Islas Vírgenes Británicas, Islas Vírgenes de Estados Unidos, Jersey, Liechtenstein, Maldivas,
Malta, Mauricio, Mónaco, Samoa, San Marino, Seychelles y Tonga. Hay otra serie de territorios que no
se consideran paraísos fiscales pero cuya tributación es mínima o inexistente, entre los que se encuentran
Suiza, Hong Kong o Albania. Uruguay es considerado paraíso fiscal por otros países suramericanos, ya
que tiene una política de exoneración fiscal y secreto bancario para atraer inversiones. Sin embargo, el
Gobierno introdujo una reforma tributaria con impuesto a la renta de las personas físicas, eliminó las
SAFI (sociedades financieras de inversión que daban cobertura legal a empresas off-shore) y se
comprometió a cumplir con los estándares tributarios de la OCDE. Según la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económico, cuatro son los factores claves utilizados para determinar si una
jurisdicción es un paraíso fiscal: 1) Si la jurisdicción no impone impuestos o éstos son sólo nominales. La
OCDE reconoce que cada jurisdicción tiene derecho a determinar si impone impuestos directos. Si no hay
impuestos directos pero sí indirectos, se utilizan los otros tres factores para determinar si una jurisdicción
es un paraíso fiscal. 2) Si hay falta de transparencia. 3) Si las leyes o las prácticas administrativas no
permiten el intercambio de información para propósitos fiscales con otros países en relación con
contribuyentes que se benefician de los bajos impuestos, y 4) Si se permite a los no residentes
beneficiarse de rebajas impositivas, aun cuando no desarrollen efectivamente una actividad en el país.
depende de los elevados márgenes de intermediación, y éstos los pagamos los
consumidores y las empresas que se endeudan y terminan en la quiebra porque no hay
rentabilidad que cubra los intereses.
Los elevados costos financieros son generadores de pérdidas para los negocios, sobre
todo para los de más bajo apalancamiento, los de los más pobres. Empresas con altos
niveles de endeudamiento, en economías estancadas, no generan los suficientes recursos
para pagar sus créditos. Para sobrevivir, los negocios pequeños –paradójicamente, los
que más empleos generan– deben bajar sus costos y despedir trabajadores. Por ello, las
ganancias astronómicas de unos deben pagarlas otros, los que más ganan construyen su
fortuna sobre el infortunio de los otros, y lo que los bancos ganan se lo cobran a los más
pobres.
Un signo claro de la inequidad está en las tasas de interés. Los intereses más elevados se
les cobran a los pobres, a quienes se les carga el mayor riesgo reportado por esa misma
pobreza. La diferencia entre las tasas de interés de las empresas grandes y las que se
otorgan a las empresas pequeñas y a las personas naturales es abismal. En Colombia, un
crédito promedio de tesorería para una gran corporación es caro cuando ronda el 10 %
anual, mientras que a una persona natural se le cobran tasas en crédito de consumo del
21 % anual y del 31 % anual cuando se trata de tarjeta de crédito; pero eso no es nada: a
una pequeña empresa se le cobra el módico 36 % por un microcrédito.
Lo claro de estas cifras es que resulta más fácil y más productivo para el sector
financiero recibir las dádivas de los gobiernos que ejercer como prestadores de
servicios, y mucho menos garantes de derechos humanos. Si tienen el respaldo de
gobiernos que utilizan los fondos públicos para rescatarlos en las crisis, y además les
prestan dinero a tasas más bajas que las del mercado, la ganancia está asegurada. Por
esto se produce la creciente desbancarización, que es la forma como se denomina la
tendencia de los bancos a operar más como agentes de inversión que como captadores y
prestadores de fondos al público13.
Abordar este tema se vuelve más delicado cuando se encuentra que la estructura del
manejo financiero no se queda sólo en los bancos, sino que además se traslada a otros
13
Para el año 2011, bancos como Davivienda en Colombia obtuvieron el 35 % de sus ingresos totales del
manejo de sus inversiones, en especial de sus productos derivados, negociación de futuros y de la
valorización tanto de esas mismas inversiones como de sus contratos de forward. De acuerdo con los
estados financieros consolidados de Davivienda, el total de sus inversiones se fijó en los 5 billones de
pesos, en tanto que el total de sus colocaciones de créditos fue de 25 billones. El total de sus ingresos para
ese año fue de 3 billones de pesos y sólo el manejo de inversiones y derivados cambiarios le reportó 1
billón de pesos del total de 3 billones que, ya se dijo, fue el agregado de sus ingresos. La productividad de
un negocio como el de manejo de inversiones fue del 20 %, mientras que la productividad del negocio de
intermediación fue de sólo el 6 %. Otro banco, Bancolombia, reportó al 2011 el 57 % de sus ingresos
totales, derivado de fuentes diferentes de los intereses. Estos ingresos, ajenos a la labor de intermediación,
provienen principalmente de la valorización de inversiones, manejo de derivados y actividades
cambiarias. En este año, el total de inversiones a corto plazo y derivados de Bancolombia fue de 9
billones, 1 billón más que en el 2010, y la cartera de crédito se reportó en 42 billones, algo así como 10
billones más que en el año precedente. Los ingresos totales de este banco, junto al Banco de Bogotá, el
más grande gestor financiero de Colombia, fueron de 12 billones, de los cuales la gestión de inversiones y
derivados dejó 8 billones y los intereses de la cartera tan sólo 4 billones.
sectores. En el caso de la salud, el ejercicio de administración de este sistema lo ha
convertido en un negocio financiero y de inversión. La figura de aseguramiento
soslayado de las entidades promotoras de salud (EPS) en Colombia hace que estas
empresas sean unas grandes captadoras de recursos de sus afiliados, por lo que su
principal problema no es prestar servicios de salud de calidad o asegurar cobertura.
14
Creado con la Ley 100 de 1993, es una cuenta adscrita al Ministerio de Salud y la Protección Social,
manejada por encargo fiduciario. Tiene las subcuentas de compensación interna al régimen contributivo,
de solidaridad al régimen de subsidios en salud, de promoción de la salud y del seguro de riesgos
catastróficos y de accidentes de tránsito. Los recursos deben manejarse en cada subcuenta para los fines
consagrados exclusivamente en la ley y los rendimientos financieros que produzcan deben incorporarse a
la respectiva subcuenta (Fosyga, 2013).
una alianza nefasta y mortal, han convertido los recursos de la salud en la fuente de
financiación de grupos empresariales, que se consolidan en el sector de la salud pero
cuyas ramificaciones tocan otros negocios, que son los verdaderamente lucrativos.
Con el lema de que administrar una EPS no es rentable –y, de hecho, no debe serlo–,
los administradores –léase dueños de las EPS– intermedian financieramente cuando
captan a cero costo los recursos de la salud, que terminan en las arcas de sus
contratistas, casi siempre, empresas vinculadas. Una verdadera maraña de intereses
confluye para llevarse la “platica” de los “enfermos” colombianos, utilizando tanto las
redes empresariales como el mercado financiero con el único propósito de generar
rentabilidades en Colombia o incluso en paraísos fiscales como Panamá o Uruguay, o
como en el sonado caso de las inversiones en Dubái.
Una expresión clara del efecto globalizador del mercado financiero en el sector de la
salud se expresa en la presencia de capital extranjero y la intervención de éste en el
sistema de salud colombiano. Algunas EPS se fundaron en Colombia con estos fondos;
de hecho, al revisar la estructura organizacional de estos conglomerados empresariales,
se evidencia la existencia de complejas ramas que permiten que los fondos públicos
queden en manos de privados en paraísos fiscales. En el país, una sola sociedad,
registrada en Colombia como sociedad anónima, tiene como principales accionistas a
compañías extranjeras localizadas en Uruguay, país considerado paraíso fiscal por la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE). La sociedad en
Colombia es dueña de una EPS, de dos empresas de medicina prepagada, de una
promotora inmobiliaria (con el mismo nombre de la EPS), de clínicas, farmacias,
ópticas, una publicación mensual dedicada a temas de salud, centros de imágenes
diagnósticas, lavanderías especializadas, empresas de confección y centros de servicios
psicológicos. De manera alterna a estas subsidiarias, llama la atención que esta holding
de la EPS también es dueña de varias compañías filiales en el exterior, las cuales se
pueden utilizar como intermediarias receptoras de los fondos de importaciones
realizadas para la prestación de los servicios en Colombia. La labor de intermediación
puede ser muy lucrativa si en el proceso se sobrefacturan los costos a las sociedades
colombianas y se deja el grueso de las utilidades en el exterior o en paraísos fiscales.
Estos casos muestran cómo la salud se volvió un negocio financiero en Colombia,
apalancado en las posibilidades que otorgan la globalización económica, el avance del
capitalismo y el crecimiento desmesurado del mercado financiero. Los recursos de la
salud, que son recursos públicos, a los cuales aportamos todos los trabajadores en
Colombia y personas merecedoras del goce efectivo de este derecho fundamental, se
convirtieron en la palanca financiera de negocios impensables del orden nacional y
trasnacional.
Es obvio que la premisa para que un esquema tan turbio funcione es que las EPS
trabajen a pérdida y la causa de este exabrupto financiero son los sobrecostos no
auditados en que incurren para filtrar los fondos a otras empresas, donde quedan las
utilidades. No es factible, desde el punto de vista de la ortodoxia y la ética, que las EPS
tengan entre sus activos inversiones en las empresas que les prestan servicios y con las
cuales contratan. Tampoco es factible, desde la ética y a la luz de las prácticas del buen
gobierno corporativo, que si se trata de un servicio público, las personas con quienes
contratan sean accionistas y participen en sus juntas directivas. Estas mezclas de
intereses permitieron el goteo o más bien el chorreo de los fondos, que hoy de seguro
está en bancos extranjeros, de preferencia en paraísos fiscales. Si las firmas que prestan
servicios son de los mismos administradores de las EPS o de la misma empresa, se
pierde toda transparencia en la contratación, no hay cabida a las licitaciones y se
producen los sobrecostos, como medio de desviar recursos a manos privadas. Si son los
administradores, dueños de las EPS, y a la vez sus amigos participan en las juntas
directivas, es muy sencillo asignar prebendas a esos administradores, asignarse sueldos
exorbitantes y participaciones o “primas” en negociaciones de medicamentos e insumos,
entre tantos otros.
Así se va y se sigue yendo el dinero público a manos privadas, sin ningún control del
Estado, porque los mismos tomadores de decisiones asignaron a dedo a quienes podían
administrar esos recursos, y porque los aportantes, quienes finalmente somos dueños de
gran parte de los fondos, carecemos de participación y de reconocimiento. Uno a uno se
fueron configurando entramados irreconocibles y difíciles de auditar, que junto a la falta
de voluntad política por una reforma estructural al sistema de salud y seguridad social
en Colombia, nos tiene en un escenario al parecer sin salida. Si en últimas el tema es de
modelo político y económico, digamos que los tomadores de decisiones políticas tienen
la conciencia nublada, pero más que eso, carecen de conciencia ética basada en el valor
y defensa de lo público, y debe dolerles el alma en razón de tantas muertes evitables y
prevenibles en Colombia.
15
Contraloría General de la República (2012). Sistema Nacional de Salud: inmensamente rico en su
miseria. Economía Colombiana, N.º 336.
16
Se hace referencia al afán exagerado de generar utilidades que lleva a la explotación del factor humano
productivo. En esta carrera desbordada el más beneficiado y protegido es y ha sido el sector financiero
global, ya que por su habilidad de generar y procrear riqueza monetaria, con la utilización de poco o nulo
capital productivo, es el que mayores utilidades genera y el que soporta la circulación rápida del dinero
emitido por los estados.
Cuando se le deja la responsabilidad al mercado, sobre todo al mercado financiero, de
dirigir la ruta del crecimiento económico y la asignación de los recursos marginales, se
cae en la parcialidad, y el premio es sólo para los que tienen acceso a ese mercado. Tal
parcialidad del sistema es un contrasentido de la democracia. Vista como hoy se ejerce,
no puede existir democracia si no es el pueblo el que gobierna y si no es este mismo
pueblo el que distribuye sus recursos y equilibra el acceso a los bienes. Por ello no
puede existir “parcialidad democrática”, porque la democracia es, en esencia, igualitaria
en derechos y de vocación distributiva.
Si somos consecuentes con estos razonamientos, podemos afirmar que no hay verdadera
democracia desde que la globalización la convirtió en una herramienta para el ejercicio
del poder de unos pocos. Para contrarrestar las inequidades que genera la globalización,
es necesario pasar de una democracia de contenido político a una democracia de
contenido social, caracterizada por la preeminencia de los derechos humanos. La
asunción de este concepto implica también un imperativo ético de defensa de lo público,
la confluencia de esfuerzos colectivos y de respuestas adecuadas que trasciendan las
actuales políticas compensatorias, asistencialistas y focalizadas17.
17
Esta política, basada en el concepto de pobreza, proviene de las tesis de mercado según las cuales la
satisfacción de necesidades sociales es un bien que se compra y satisface en forma individual. De esta
manera, las personas que no tienen medios propios deben ser objeto de asistencia por el Estado. Desde
esta perspectiva, las políticas no contemplan la mejoría de condiciones estructurales de vida, lo que deja
intactos los mecanismos esenciales que producen la pobreza, negando el mismo objetivo de superarla. El
Estado sólo cubre una parte de algunas necesidades que además se consideran homogéneas para todos los
pobres.
Referencias
GLOBALIZACIÓN Y ENVEJECIMIENTO:
EL SUR GLOBAL SIN PENSIÓN18
Deisy Arrubla19
En los años setenta, con la crisis del petróleo, el Estado de bienestar de las sociedades
angloeuropeas fue puesto en la mira de políticos y economistas. La crisis de los estados
de bienestar se acompañó de una serie de reformas estructurales que han afectado a los
sistemas de bienestar del mundo y generado un impacto negativo sobre la vida de las
personas mayores.
Durante los últimos cuarenta años, el fenómeno del envejecimiento demográfico ha sido
utilizado como un discurso que explica la crisis financiera de los sistemas de seguridad
social, estructurado como parte de la ideología que acompaña las reformas de las
políticas de bienestar (Arrubla, 2010; Messu, 2008; Pérez Díaz, 1998; Vincent, 2005).
18
En este documento se presentan resultados parciales del proyecto de tesis doctoral “Asistencialismo y
vejez: en épocas neoliberales”. Colombia (1974-2009).
19
Docente del Departamento de Salud Pública y Epidemiología de la Pontificia Universidad Javeriana de
Cali. Dirección electrónica: deisyar@javerianacali.edu.co.
El discurso demógrafo-economicista se presenta en documentos oficiales de la
Organización de las Naciones Unidas (ONU) y del Banco Mundial (BM) como
herramienta intelectual con pretensión de universalidad; muestra el envejecimiento
poblacional como un fenómeno homogéneo y formula intervenciones públicas que
perpetúan estructuras de desigualdad social (Cohen, 1998; Estes & Phillipson, 2002;
Vincent, 2005).
El informe recogía los discursos deficitarios sobre la vejez que habían prevalecido con
el paso del tiempo, como el concepto de retiro como cercanía a la muerte-salvación
establecido durante la Edad Media (Minois, 1987), la explicación de déficit
psicobiológico e incluso la propia concepción de retiro o muerte social configurada
durante el apogeo de los estados de bienestar y bien sustentada por teorías funcionalistas
como la de Cumming-Henry en 1963 (King & Calasanti, 2006).
La política social en Europa había logrado, en palabras del sociólogo y demógrafo danés
Esping-Andersen (1993) la desmercantilización de las personas. Es decir, a los mayores
se les garantizaba, a través de la seguridad social y específicamente la pensión, la vida
material y el ocio en el retiro sin depender del mercado de trabajo o la familia. La
pensión para la jubilación en la vejez logró superar o por lo menos contrarrestar la
pobreza generada por la pérdida de la fuerza de trabajo. Había acuerdo en que la
pensión era la principal estrategia de inclusión económica de las personas mayores
(Castel, 2004; Paul Johnson, Conrad & Thompson, 1989; Paul Johnson & Thane, 1998;
World Bank, 1994).
Lo anterior permitía afirmar que las políticas del bienestar buscaban mejorar la calidad
de vida de las personas mayores (Esping-Andersen, 1993; Walker, 2006). La
comprensión de la llamada “muerte social” de las personas viejas promovió en
intelectuales y políticos nuevas formas de ver la vejez. A finales de los sesenta se
empezó a gestar en diferentes sociedades angloeuropeas el ideario de la inclusión social
de las personas mayores como parte de las políticas de la vida. Como en el caso francés,
con el informe de la Comisión de Estudios de Problemas de la Vejez, en 1962, y el Acto
para Americanos de Edad en 1965, en Estados Unidos, que se acompañó de
pronunciamientos frente a la discriminación por edad en el mercado del trabajo
(Guillemard, 1980).
En los años ochenta, durante los gobiernos de Reagan en Estados Unidos y Thatcher en
Inglaterra, se iniciaba la implementación de las llamadas reformas estructurales del
Estado, que frenaban las conquistas logradas en materia de seguridad social,
específicamente pensiones, como era el caso de Inglaterra, o afectaban las políticas de
asistencia vía means tested, como en el caso de Estados Unidos.
Las reformas del sistema de la seguridad social, específicamente de las pensiones, las
cuales se incrementaron en los noventa, traerían para la población inglesa mayor serias
consecuencias en su calidad de vida. Años después se reconocería en la Unión Europea
su empobrecimiento. En el periodo 2000-2004 se advertía que cerca de la mitad de los
miembros del sector privado experimentaban cierre de su esquema pensional, y cerca de
la tercera parte veía reducciones de tal esquema. Lo anterior era un reflejo del principio
de racionalidad por edad, que prevalecía en los fondos privados de pensión (Ginn et al.,
2009).
El marco general de la agenda fue la ratificación de los derechos humanos para las
personas mayores, y la comprensión del fenómeno demográfico. Estos principios se
formulaban en franca contradicción con los que operaban en las nuevas políticas
sociales de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económico (OCDE), y en las reformas estructurales del Estado que para esa época ya se
iniciaban en América Latina. La solidaridad que operaba en los sistemas de reparto, y
que se había constituido como aspecto nuclear del bienestar de las personas viejas, era
cuestionada en el escenario político y académico de las reformas y acusada de inequidad
entre las generaciones.
Lo que en realidad estaba detrás del ahorro individual era que los trabajadores activos se
convertirían en una especie de inversores en el mercado y las contribuciones que
realizaban a lo largo de su vida laboral no quedarían comprometidas para las
generaciones venideras de viejos sino, por el contrario, estarían disponibles para la
inversión en el tiempo presente. Esto se traduce en un juego de mercados de capital en
el que se invierten las contribuciones que las personas hacen durante su vida y, sin
saberlo, ponen en juego la seguridad económica de su vejez.
20
Para Van Dyk & Turner (2010), el discurso de la vejez como recurso productivo se configura en los
ochenta en Estados Unidos. La idea de una vejez productiva se establece desde abajo, en los movimientos
de derechos humanos de los sesenta y setenta, como una manera de reivindicar el derecho de las personas
viejas al trabajo y en contra de la discriminación por edad. En los ochenta, durante el periodo Reagan, las
reformas de los sistemas pensionales proponen el discurso de la productividad en la vejez, y con ello el
aumento de la edad de jubilación para garantizar la sostenibilidad financiera. Ésa es la doble cara de la
productividad en la vejez. En este texto se propone que esa doble cara está presente en el Plan
Internacional de Madrid (2002).
lugar de los dependientes (necesitados y carentes), aunque también el de los que
aprovechan el recurso de las nuevas generaciones, reproduciendo el patrón de las
sociedades industrializadas (King & Calasanti, 2006).
Pero el discurso de la dependencia no tenía lugar en el sur global, donde el grueso de las
personas viejas no tenía pensión, y por el contrario, aún se encontraba en el mercado de
trabajo. Existía un fuerte contraste en la relación que las personas viejas del norte y sur
global tenían con el mercado laboral. En este último, sólo tres de cada diez trabajadores
recibían una pensión, con coberturas principalmente de personas del servicio militar o
de la administración pública. En contraste, en el norte global nueve de cada diez
recibían la pensión. En países como Ruanda, cerca del 87 % y 78 % de los hombres y
mujeres mayores de 60 años, respectivamente, trabajaban, con notorias diferencias entre
las zonas urbanas y rurales en todo el sur global (King & Calasanti, 2006; Paul & Paul,
1995).
La situación de las personas viejas en el sur global era discutida y conocida. El propio
BM afirmaba que cerca del 70 % de la población vieja del mundo no tenía una pensión
social. Sin embargo, en clara ambigüedad proponía mantener lo que hasta ese momento
recibía el nombre de sistemas informales y tradicionales de protección. Es decir, la
protección de las personas mayores del sur global debía ser resuelta en la familia.
La Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento “Una sociedad para todas las edades”
(Madrid, 2002) fue precedida por dos acontecimientos: por una parte, en la OMS se
fortaleció el movimiento global por el envejecimiento activo; y por otra, el Comité de
Desarrollo Social y Económico realizó diferentes actividades para el logro de dos
informes del secretario general de la ONU. Informes presentados a la Asamblea General
durante el periodo 2001-2002, que contendrían las tres orientaciones prioritarias del
Plan Internacional para el Envejecimiento y la Vejez aprobado en Madrid: las personas
21
El programa se conformó en 1995 por solicitud de Ian Lang, director del Comité consultivo de
negocios y se estructuró en el Centre Econonomics Resource en 1997.
de edad y el desarrollo, fomento de la salud y el bienestar en la vejez y creación de un
entorno propicio y favorable (ONU, 2002).
Esto significaba que las personas viejas del sur global debían hacerse responsables de su
propio destino económico, lo cual iba acorde con la propuesta que en 1994 había
realizado el BM sobre los sistemas de protección informales y la responsabilidad de
ellas.
En Madrid, en 2002, los problemas de las personas viejas del sur global se discutieron
aceptando el ideario de la escasez de recursos. Forjaron un discurso moralizante dirigido
a ellas en cuanto a la responsabilidad de mantenerse activas, saludables y productivas,
es decir, alusivo a su deber de aportar al desarrollo. Esto fue posible gracias a un cambio
en la concepción de las relaciones entre vejez y sociedad.
El nuevo lugar de la vejez en la sociedad genera nuevas formas de relación de ésta con
el mercado laboral; las personas viejas cualificadas deberán formar parte del mercado de
trabajo, con remuneración aunque en condiciones salariales diferentes. El lugar de las
que no estén cualificadas será el trabajo reproductivo, que se valora como parte de las
nuevas solidaridades entre generaciones.
Sin embargo, el BM en sus recomendaciones y las naciones en sus políticas, han dado
continuidad a la privatización; se puede decir que las reformas de los sistemas de
seguridad social ya tienen su propia dinámica, con matices en cada contexto político.
Lo anterior profundiza las relaciones de dependencia de las personas mayores con los
demás miembros de la familia y con el mercado laboral, y se reproducen patrones de
desigualdad social insertados en nuestras sociedades. El trabajo de Chak (1998)
evidencia que en Hong Kong las políticas familiaristas apalancan el bajo de desarrollo
de políticas de bienestar. Lo anterior fue asociado a una mayor estigmatización del viejo
como dependiente del núcleo familiar, la persistencia del viejo en el mercado laboral, y
las altas tasas de pobreza individual y de suicido en la vejez.
Desde la perspectiva del sexismo, se han encontrado evidencias sobre la doble carga de
la mujer y las inequidades en el mercado laboral. Las políticas que responsabilizan a la
familia del cuidado de las personas impiden que sus miembros, en especial las mujeres,
se inserten en el mercado laboral –cuando éste existe–, y con ello profundizan las
estructuras de desigualdad que perpetúan una vejez femenina sin pensión (Esping-
Andersen, 2002; Esping-Andersen, 2008; Estes & Phillipson, 2002).
La tercera transformación que se está produciendo es la relación entre las personas
viejas sin pensión y el mercado laboral. Los estudios presentados por Unrisd en Madrid
(2002), dirigidos a la sociedad civil, señalaban que las personas mayores del sur global
aportan al desarrollo a través de las llamadas transferencias a la familia (Unrisd, 2002a).
Sin embargo, estas transferencias no sólo son expresiones de productividad en la vejez;
en realidad muestran el panorama de unas personas viejas cuyo trabajo reproductivo es
el medio para garantizar la subsistencia propia y del núcleo familiar. El trabajo de
subsistencia o reproductivo ha sido históricamente subvalorado. De acuerdo con
Wallerstein (1988) y Esping-Andersen (1993), la no valoración del trabajo de
subsistencia es funcional al mercado en la medida en que disminuye el salario de la
familia y favorece la mercantilización de sus miembros para garantizar las necesidades
de bienestar.
Po otra parte, las personas viejas del sur global también se han mantenido productivas
por necesidad, si bien la discriminación por edad tiene como fondo la no valoración de
su trabajo y, con ello, la explotación por el mercado (Huenchuan & Guzmán, 2007;
King & Calasanti, 2006; OIT /Oficina Regional para América Latina y el Caribe, 2009;
Paul & Paul, 1995).
Conclusiones
Los contenidos del discurso han permeado las dos asambleas internacionales del
envejecimiento realizadas en Viena (1982) y Madrid (2002). Los discursos que
reivindicaban la productividad de las personas mayores en el sur global han encontrado
en el BM el mejor receptor. La diferencia estriba en que el BM los utiliza para sustentar
la propuesta de formalizar los sistemas informales de protección, y de esta manera
responsabilizar a las familias de la protección material de las personas mayores, lo cual
legitima la no existencia de una pensión social universal en el sur global.
Finalmente, tanto en el norte como en el sur global, las relaciones de las personas viejas
cambian en cuanto al mercado de trabajo. La vejez como recurso productivo se
constituye en la repuesta moral de la vejez para no ser carga económica. La OMS y la
Onuid aportan a esta construcción. La primera al proponer el envejecimiento activo
como una nueva forma de productividad y solidaridad en la economía mundial. La
segunda al proponer el trabajo de las personas viejas calificadas, insertas en un mercado
laboral flexible y de menor remuneración. A esto se suma la naturalización del trabajo
en la vejez, mayor edad como requisito para obtener la pensión y, en el sur global,
trabajo reproductivo o productivo con francas manifestaciones de explotación.
Referencias
La ciencia política estudia los tratados bilaterales de libre comercio como una estrategia
geopolítica de los países que los implementan para defender sus intereses políticos,
económicos y culturales en lo que se denomina, la era de la biopolítica, en términos
foucaultianos. Por ello ya no se entienden las negociaciones comerciales en el marco de
un neoinstitucionalismo como se podría plantear desde otras disciplinas como la
economía o el derecho comercial internacional. Sugiere, en cambio, que la biopolítica
se instrumentaliza mediante la implementación de la gouvernamentalité
(gubernamentalidad), lo cual incluye el desarrollo y la aplicación de tecnologías de
seguridad, ante todo humana, coordinadas por el influjo del biopoder.
22
Pontificia Universidad Javeriana, Cali, Colombia. Dirección electrónica:
arevaloluis@javerianacali.edu.co.
El neoinstitucionalismo se erigía entonces como el nuevo modelo, y se apostaba por un
mundo más democrático y participativo, que permitiera que la libertad de mercados
fuese el motor del desarrollo y redistribución de la riqueza, y se enfrentara con la
crudeza de la realpolitik.
De este modo, lo que hace referencia al sector de la salud global ha visto con asombro
una modificación impensable en uno de los sistemas de salud de una de las grandes
potencias como Estados Unidos. La reforma norteamericana en este tipo de sistema y la
aparición del Estado como nuevo intérprete en un sector tradicionalmente dominado por
la empresa privada en este país, fue uno de los aspectos que logró darle la presidencia a
Barack Obama durante el último proceso electoral. Esta reforma en el tema de la salud,
sumada al papel cada vez más relevante de los estados europeos en la regulación de sus
mercados financieros, ante la crisis (que aún parece no tocar fundo), constituyen dos
realidades con un factor común: el fin de la idea neoliberal de una esfera estatal de
reducida influencia ante el clásico laissez faire de los mercados, que en su momento se
planteaba ya como el leitmotiv para el orden global.
El tratado de libre comercio (TLC) se ha declarado como una clara estrategia que se
enmarca en la política de seguridad nacional norteamericana. Mientras muchos
colombianos creían que negociar un TLC era parte de la agenda comercial de Estados
Unidos, el desconcierto fue mayúsculo para algunos al corroborar que en el documento
titulado “The national security strategy of the United States of America”, firmado por el
presidente Bush en Washington en septiembre de 2002, justo un año después de los
ataques terroristas en Nueva York, se puede leer lo siguiente:
Move ahead with bilateral free trade agreements. Building on the free trade
agreement with Jordan enacted in 2001, the Administration will work this year to
complete free trade agreements with Chile and Singapore. Our aim is to achieve free
trade agreements with a mix of developed and developing countries in all regions
of the world. Initially, Central America, Southern Africa, Morocco, and Australia will
be our principal focal points (U.S. Department of Defense, 2011, p. 132).
Propiedad intelectual
Debe recordarse una de las frases más famosas de Pascal Lamy (el entonces director de
la OMC): “Es el acceso a la tecnología y a sus nuevos avances lo que determina el
fracaso o el éxito económico de un país en la época presente”. De lo que realmente se
trata la propiedad intelectual es de contraponer el derecho privado de quienes ahora
generan y poseen la tecnología y han patentado estos productos relacionados con la
salud, la alimentación, los nuevos desarrollos educativos, la tecnología y las
comunicaciones, con el derecho público a tener acceso a ellos.
En el caso concreto de este tratado, las limitaciones que la OMC impuso de un máximo
de veinte años para las patentes podrían ser extendidas por el Gobierno colombiano
entre veintiuno y veinticuatro años en algunos casos. El efecto de la concesión de
patentes y la extensión del tiempo de éstas tendría como consecuencia un incremento
del 11 % en el precio general de los medicamentos. Esto equivaldría a que, para
mantener el mismo nivel de acceso actual a medicamentos, el Estado debería llegar a
incrementos de US$240 millones anuales en los próximos diez años. Por otro lado,
según Germán Holguín (2007a), al finalizar una patente, el precio del fármaco cae entre
el 22 y 80 %, dependiendo del número de competidores que entran al mercado.
Datos de prueba
Otra forma de proteger los productos es mediante la defensa de los datos de prueba.
Según disponía el texto original del tratado, con esta cláusula una multinacional podía
proteger su trabajo ya que tendría la exclusividad del proceso investigativo de sus
productos por cinco años. Esto quiere decir que sólo la empresa que inventó un
determinado producto puede hacer la investigación sobre su eficacia, así no haya
obtenido su respectiva patente.
Según la Asociación de Industrias Farmacéuticas Colombianas (Asinfar), esto se
convertiría en una segunda opción de protección que podría ser usada por las grandes
empresas cuando no hubieran obtenido la patente de alguno de sus productos. Esta
cláusula no le permite a la autoridad sanitaria otorgar el registro a un genérico basado en
la prueba de seguridad y eficacia que anteriormente le presentó el innovador, sino que el
productor de dicho genérico debe presentar sus propias pruebas de eficacia y seguridad
de la sustancia si quiere comercializar su producto. Lo anterior, teniendo en cuenta el
costo de realizar las pruebas, se convierte en una barrera más para las empresas locales.
Aunque es cierto que este sistema de protección con exclusividad fue establecido en
Colombia mediante el Decreto 2085 de 2002 (Ministerio de Salud de Colombia), que de
hecho fue declarado inaplicable por el Tribunal Andino de Justicia mediante sentencia
de 2005, el hecho de que lo contuviese el tratado le daba un carácter definitivo y no
derogable, como podría ocurrir con el decreto (Tribunal de Justicia de la Comunidad
Andina, 2005). Para cerrar este punto cabe anotar que los datos de prueba relativos a
productos agroquímicos tendrían una protección de diez años. La regla vigente en
Colombia es de cinco años.
Linkage
Una nueva forma de protección es el vínculo en la oficina sanitaria por intermedio del
Linkage. Esta concesión consiste en vincular las actuaciones del Invima con la
Superintendencia de Industria y Comercio. La figura obliga a que ésta publique un
listado de los productos que están solicitando una patente para que cualquiera pueda
acceder a una información que anteriormente era clasificada. Esto podría implicar que
un tercero con intereses comerciales pudiera entrar a la disputa de la patente y
descalificara el trabajo de la empresa que la solicita. Esto último podría haber generado
un choque de intereses en el cual las empresas con mayor poder económico hubieran
hecho prevalecer sus intereses mediante el uso de estrategias legales, como lo
mencionó, sobre el Protocolo Modificatorio, Germán Holguín (2007b) de Misión Salud.
Para tener una idea del impacto a mediano y largo plazo en el sector de la salud es
importante señalar las estimaciones de Germán Holguín (2007b) en su estudio TLC y
Medicamentos: la verdad sobre lo negociado. Según éste, los medicamentos
provenientes de las grandes multinacionales farmacéuticas, que hoy representan el 4 %
del mercado nacional, pasarán a tener una representación del 50 % en 2010 y más del 60
% en 2020. Esto podría llevar un alza en el precio de medicamentos hasta llegar a más
del 40 % en 2020. Esto se traduce en que si el Gobierno desea mantener el mismo nivel
de consumo debe incrementar el gasto en medicamentos, y lograr un aumento de
US$500 millones anuales hacia 2010 y del doble para 2020. Si no se aumenta el gasto
en medicamentos, según el mismo Holguín, esto generaría una reducción de más de 40
% hacia 2020 del consumo de estos bienes esenciales.
Por último, cabe señalar que, de acuerdo con Holguín, la industria nacional de genéricos
se verá afectada dramáticamente de aprobarse todos los mecanismos de protección
descritos anteriormente. Hoy, esta industria abastece el 67 % del mercado nacional.
El texto del tratado deja en claro que cada parte (el país que firme el TLC) deberá
permitir las patentes para plantas y animales. En este tema ¿cuál es el planteamiento de
Estados Unidos? Específicamente en cuanto a patentes de invención, trata de que sea
posible patentar materia viva, componentes de material biológico e indirectamente,
aunque en algunos casos en forma muy directa, conocimientos de pueblos originarios
que pudieran estar asociados a la biodiversidad.
Lo delicado del asunto de patentes de seres vivos es que son famosos los casos de las
que se concedieron en Estados Unidos a productos de la biodiversidad andina y
amazónica como la ayahuasca, la maca y la quinua, pasando por encima de las normas
de los países involucrados. Esto constituye un flagrante caso de biopiratería. Por lo
anterior, se considera indispensable que el Gobierno estadounidense se comprometa
seriamente en la lucha contra la biopiratería antes de hacer cualquier esfuerzo por
patentar seres vivos en tratados como este.
Como el segundo país con mayor biodiversidad, Colombia cuenta con culturas
indígenas que han convivido con su medio ambiente y han desarrollado un extenso y
preciso conocimiento de los usos y propiedades que ofrece la naturaleza. Obtienen
medicinas, alimentos, propiedades químicas, productos y hasta cosméticos, lo que ha
llevado a que con el TLC este tipo de productos desarrollados por los indígenas puedan
ser explotados por las industrias estadounidenses sin un eficiente método legal de
protección, ya que se ha generado un interés en acceder a dichos recursos por parte de
industrias y multinacionales, en especial las farmacéuticas y químicas, cuyas actividades
generan enormes ganancias económicas.
Infortunadamente, a pesar de que los recursos genéticos son valorados y existen
métodos legales de protección a nombre de quien los “descubra” (derechos de propiedad
intelectual), el conocimiento tradicional no está cobijado. Los derechos de propiedad
intelectual incluyen patentes, derechos de autor y marcas registradas; se basan en la
propiedad individual y se reglamentan en términos occidentales.
En materia legal, cabe resaltar que Estados Unidos firmó el Convenio de Río (Convenio
sobre la Diversidad Biológica, 1992) pero a la fecha no lo ha ratificado. En el artículo
1.º se establece que habrá una “participación justa y equitativa en los beneficios que se
deriven de la utilización de los recursos genéticos, mediante, entre otras cosas, un
acceso adecuado a esos recursos y una transferencia apropiada de las tecnologías
pertinentes (…)” (ONU, 1992, p. 3). No obstante lo anterior, sin una ratificación del
tratado no se puede esperar que los empresarios estadounidenses estén obligados a
respetar el dictamen.
Por su parte, la política de diversidad biológica colombiana se encuentra enmarcada a
escala regional con la Decisión Andina 391 de 1996 y la 436 de 1998. La 391 de 1996
establece un régimen común sobre acceso a los recursos genéticos. En este aspecto se
presenta una clara asimetría en términos jurídicos.
4. Sector agropecuario
En efecto, lo que se acordó tras la negociación no cumplió con los objetivos del país,
puesto que Estados Unidos mantuvo su política de protección y estabilización a la
agricultura a través de las ayudas internas a la producción, mientras Colombia aceptó
desmontar el Sistema Andino de Franjas de Precios y el Mecanismo Público de
Administración de Contingente para las importaciones originarias de Estados Unidos.
Tampoco fue posible incluir en el tratado un mecanismo sustituto del sistema de franjas
como hubieran sido las medidas de salvaguardia de precios con vigencia durante la
permanencia del tratado.
En ese mismo sentido, los estadounidenses no aceptaron la inclusión de una cláusula
que permitiera revisar el programa de desgravación de algunos productos en caso de que
ellos decidieran aumentar los niveles de las ayudas internas que actualmente otorgan a
sus bienes agropecuarios. Ante tales circunstancias, se dejó expuesta la producción
nacional agropecuaria a una competencia inequitativa frente a las exportaciones
subsidiadas de Estados Unidos, sin lograr contraprestación alguna por parte de dicho
país, como hubiera sido el caso del establecimiento del fondo de reconversión con
recursos estadounidenses, incluido como uno de los intereses prioritarios del Ministerio
de Agricultura en la negociación.
Por si fuera poco, lo acordado en materia agrícola contiene dos aspectos adicionales
claramente inequitativos y no recíprocos. En primer lugar, el Gobierno estadounidense
también decidió excluir el programa de liberación al azúcar y los productos con alto
contenido de ella no listos para el consumo, y no aceptó exclusión alguna por parte de
Colombia.
En segundo lugar, el país aceptó otorgarle a Estados Unidos una cláusula de preferencia
no recíproca que obliga a extenderle toda preferencia arancelaria que le conceda a
cualquier otro país con el que suscriba acuerdos a partir del 27 de febrero de 2006, en
caso de que tal preferencia sea mejor que la otorgada a través del TLC.
Por otra parte, en uno de los temas de mayor interés ofensivo de Colombia en la
negociación agropecuaria, referente al manejo de las medidas sanitarias y fitosanitarias,
lo finalmente negociado implicará beneficios certeros para los exportadores
estadounidenses y únicamente expectativas de posibles avances para los colombianos.
En efecto, las cartas adjuntas intercambiadas en esta materia contienen exigencias muy
claras para Colombia en materia de acceso a las exportaciones de productos cárnicos de
Estados Unidos. Además de la claridad de los compromisos asumidos por el país,
sorprende que los mismos se hayan establecido en medidas y productos específicos
(enfermedades asociadas a la carne de res y de pollo), teniendo en cuenta que los
negociadores estadounidenses se negaron a incluir compromisos de tipo similar,
aduciendo que en un acuerdo bilateral no podían abordarse estas materias, las cuales
debían circunscribirse a los avances en la agenda multilateral.
Así, lo contenido en la carta adjunta en materia sanitaria y fitosanitaria por parte del
Gobierno estadounidense se caracteriza por tener un lenguaje condicional y poco
afirmativo, y de lo allí establecido no se derivan compromisos taxativos a favor de
Colombia, como era de esperarse en una negociación de temas normativos.
Por último, respecto de los países centroamericanos, Colombia otorgó una mayor
proporción del comercio actual en el tratamiento de desgravación inmediata en la época
de la negociación (95 % vs. 69 %), e igualmente brindó una mayor posibilidad a
Estados Unidos de aumentar las exportaciones una vez implementado el acuerdo
mediante los contingentes otorgados (30 % vs. 8 %) según lo denotan fuentes oficiales.
Las anteriores concesiones no se vieron contrarrestadas con un mayor acceso relativo de
las exportaciones colombianas frente a lo que lograron los países centroamericanos, sino
lo contrario.
En primer lugar, el exministro Andrés Felipe Arias arguyó que aunque Colombia había
renunciado a la aplicación del sistema de franjas frente a Estados Unidos, los dos países
habían conservado la posibilidad de utilizar ayudas internas a la producción. En el
mismo sentido afirmó que la salvaguardia especial agropecuaria era un sustituto
adecuado de dicho sistema. Sostuvo también que había grandes posibilidades de que en
el marco de las negociaciones multilaterales en la OMC se redujeran hasta en un 50 %
las ayudas internas estadounidenses y que no era cierto que en todos los tratados
Estados Unidos hubiera aceptado exclusiones dado que en el suscrito con Chile no se
contemplan exclusiones. Finalmente, justificó la cláusula de preferencia por
considerarla una justa compensación, ya que Estados Unidos había otorgado a
Colombia el 99 % del valor de las exportaciones agropecuarias en la canasta de
desgravación inmediata (Guerrero, 2007).
Aunque es cierto que los dos países tienen la posibilidad de utilizar ayudas internas, la
capacidad económica de cada uno es bastante diferente. Para formarse una idea, es de
resaltar que el monto de ayudas internas directas al sector alcanza el 39 % del PIB
agropecuario estadounidense, en comparación con un 3 % en el caso de Colombia,
según datos del Ministerio de Agricultura.
Por otro lado, con respecto a una supuesta reducción de las ayudas internas por parte de
Estados Unidos, debe señalarse que la ronda Doha está estancada y que por el momento
no existe una oferta no condicionada de los estadounidenses para la reducción de su
ayuda interna. Es de anotar que a Chile sí se le permitió excluir técnicamente a todo el
sector azucarero y, para poner otro ejemplo, en el tratado suscrito con Marruecos se
permitieron exclusiones para dos áreas importantes de su sector agropecuario como la
carne de res y toda la cadena de trigo.
En el caso del arroz, en junio de 2005 la oferta de Colombia era permitir el ingreso sin
aranceles de 27.000 toneladas de arroz blanco, imponer 80 % como arancel de castigo
para cantidades mayores y permitir que esa cantidad de arroz libre de impuestos creciera
a un ritmo de 3,5 % anual hasta por veinte años, al cabo de los cuales de todos modos
quedaba un impuesto para las importaciones del 25 %, que se conoce como arancel
residual.
En relación con la carne de pollo, el problema del sector se centra en la amenaza que
representa la importación masiva de cuartos traseros de pollo (leg quarters) derivada de
los resultados de la negociación de dicho acuerdo. Éstos han sido considerados un
“desecho” en el mercado estadounidense, de tal forma que tienen un precio de saldo en
el mercado internacional.
Uno de los puntos neurálgicos del acuerdo se relaciona con la exportación de cuartos
traseros de pollo condimentados. Mientras el Gobierno negoció un periodo de
desgravación de dieciocho años y un arancel de 164 % para los cuartos traseros de pollo
sin condimentar, los cuartos traseros condimentados tendrían un arancel extra de 70 %
durante diez años con una desgravación lineal hasta llegar a cero en el año dieciocho.
Según el gremio, aun con la presencia del IVA esto permitirá la entrada masiva de
cuartos traseros de pollo desde el primer día de vigencia del acuerdo. Partiendo de su
experiencia arguyen que condimentar o adobar un pollo es un proceso sencillo que no
representa para nada un valor adicional sobre el del producto crudo.
Para el caso del algodón, en julio de 2005 se había fijado para las fibras largas y medias
–las de mayor producción en el país– que toda importación tendría un impuesto del 10
% que se llevaría a cero en cinco años, disminuyendo de manera proporcional en ese
lapso. En la negociación se acordó su ingreso libre en cualquier volumen desde el
primer año de vigencia del TLC, así como se había hecho con el trigo y la cebada. En
relación con el fríjol, las 6.000 toneladas libres de arancel que se habían ofrecido en
junio de 2005 se volvieron 15.000 en febrero de 2006 y el plazo de veinte años,
contemplado para llevar a cero el arancel del 60 % pasó a ser de diez años.
En el sector porcicultor la situación es también bastante dramática. En septiembre de
2005, las partidas de productos de porcicultura se ofrecieron con algunas salvaguardias,
y se hablaba de desgravaciones desde el 70 % a quince y veinte años. Con la firma del
tratado este plazo se volvió de cinco años y el máximo arancel quedó en el 30 %,
aunque es conocido que la carne de cerdo de Estados Unidos es precisamente un 30 %
más barata. Sobre esta negociación, Freddy Velásquez, presidente de la Asociación
Nacional de Porcicultores, dijo: "El sector porcicultor tiene un sentimiento de
frustración por lo negociado en carne de cerdo con Estados Unidos (...) los efectos
negativos sobre la producción nacional se podrían observar a partir del año tres"
("Cómo se negoció de rodillas", 2007, p. 12).
Como último punto, cabe resaltar que según el estudio de Garay, Barberi y Cardona se
concluye que las pérdidas previsibles con el tratado sólo se podrían compensar a largo
plazo si el valor de la producción agropecuaria aumentara entre US$ 900 y US$ 1.400
millones al año, lo que equivale a más que duplicar las exportaciones que se han
alcanzado en virtud del Atpdea. Además, dicha expansión recaería sobre los sectores de
frutas y hortalizas y de carne de res, para los cuales no es nada claro su acceso al
mercado estadounidense ante las condiciones negociadas en materia sanitaria y
fitosanitaria, así como sobre el sector de biocombustibles, que aunque cuenta con
potencialidades importantes en el país, ni el propio Gobierno ha podido sustentar que es
capaz de generar un crecimiento de la magnitud señalada.
A lo hecho, pecho
La agenda interna parece ser la clave para entender lo que podemos hacer frente a la
realidad económica que nos espera con la implementación del TLC. Esta agenda interna
la tenía preparada Estados Unidos desde hace más de diez años, y la refinaron
notablemente durante los últimos cinco los sectores que se verían medianamente
tocados por el tratado con Colombia (azúcar). En Colombia se recuerda con un tardío
titular de prensa de octubre del 2011 en el principal diario de circulación del país,
titulado “A desempolvar agenda para preparar el TLC”. Los ejemplos de Brasil e India
son dicientes frente a la necesidad de apalancarse en la educación como herramienta que
construye desarrollo mediante la creación de tecnologías propias. Este es el camino de
nuestra agenda interna y, de nuevo, afectados por lo que en inglés se conoce como el
technology gap o brecha tecnológica, tenemos la esperanza de por lo menos saber cuál
es el camino de nuestro propio desarrollo y cuál el papel que nos espera en el concierto
de las relaciones políticas globales. Definitivamente, una de las claves explicativas de
nuestra situación reside en la relación entre la regulación de lo público y lo privado,
atravesado por el negocio trasnacional del narcotráfico y toda la violencia y la
corrupción que genera. Es posible que no haya salida a nuestra situación de país
subalterno mientras no se implementen soluciones creativas y audaces a nuestra realidad
sociopolítica, en la que la biopolítica es uno de sus ejes transversales.
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Capítulo 5
Steven Orozco23
Para ello, en primer lugar, se asume la ciudadanía como un concepto y una práctica que
ha sido objeto de una amplia transformación, y se destaca el proceso que ha abarcado
desde momentos históricos tan importantes como la aparición de los estados modernos
y la consolidación de los estados de bienestar europeos, hasta los acontecimientos
actuales en que se ve enfrentada a la diversidad de eventos y fuerzas propias de la
globalización.
Se plantea que, en este último escenario, tanto la ciudadanía sustantiva como la formal
experimentan graves amenazas y retrocesos por cuenta de la vulneración de diferentes
tipos de derechos que en especial la globalización económica ha traído consigo; a la
vez, y en un sentido contrario a esta lógica, se propone que la ciudadanía emerge como
una identidad o práctica que les permite a las personas luchar por la recuperación de sus
derechos.
En segundo lugar, se señala que los derechos económicos, sociales y culturales (en
adelante DESC)24, entre ellos el derecho a la salud en sus múltiples dimensiones, ha
resultado especialmente lesionado por el proceso de globalización económica en la
medida en que ha sido convertido por el capital transnacional en un espacio propicio
para la rentabilidad económica. Es el caso de los medicamentos, cuya creciente y
desmedida mercantilización por parte del sector farmacéutico internacional los ha
convertido en simples bienes de consumo ligados a la capacidad de pago de las
23
Universidad de Antioquia. Medellín, Colombia. Correo electrónico: sorozco27@gmail.com.
24
Los derechos económicos, sociales y culturales fueron reconocidos y adoptados por los países
integrantes de la ONU mediante el Pacto Internacional de los Derechos Económicos Sociales y Culturales
(Pidesc) de 1966.
personas, lo cual ha acentuado las inequidades en el acceso y la prestación del servicio
en general. Entonces, de manera adicional, será objeto de análisis el proceso mediante el
cual la Organización Mundial del Comercio (OMC) ha favorecido tales situaciones.
Finalmente, con base en los apartados anteriores, se pasa a proponer que la ciudadanía,
entendida como lucha por los derechos humanos, tiene una expresión importante a
través de las luchas y las acciones que personas y organizaciones de la sociedad civil
llevan en torno al acceso a medicamentos a escala tanto local como global. En este
contexto, se reconocen los éxitos y las estrategias desarrollados en el marco de estas
acciones durante los últimos años, y también se reconoce que este movimiento
ciudadano por el acceso a medicamentos se enfrenta hoy, y de cara al futuro, a enormes
dificultades y desafíos.
Gran parte del sentido desde el cual se comprende la ciudadanía fue forjado durante la
aparición de los estados modernos europeos, así como durante la consolidación de los
estados de bienestar en la mitad del siglo pasado. Sin embargo, los constantes cambios
que se vienen experimentando por cuenta de la globalización política, económica y
cultural han abierto un complejo debate sobre lo que se entiende por ciudadanía (Rubio,
2007), más en el marco de los enormes retrocesos que en materia tanto de derechos
políticos como DESC se están presentando en todos los rincones del mundo. En este
contexto, diferentes nociones de ciudadanía con fuertes componentes de
cosmopolitismo, y de ejercicio y recuperación de derechos, se están abriendo espacio en
los ámbitos político y social. Es lo que ocurre con los conceptos de ciudadanía global y
ciudadanía desde abajo, que serán revisados en este apartado y servirán como punto de
partida para un posterior análisis de las luchas ciudadanas por el acceso a
medicamentos.
Aunque los orígenes del concepto de ciudadanía se remontan a la Grecia clásica, tuvo
desarrollos claves en dos momentos históricos concretos: el surgimiento de los estados
modernos y la aparición de los estados de bienestar europeos.
Respecto del primer momento, se destacan el papel que frente a la recuperación del
olvidado concepto de ciudadanía tuvo el pensamiento moderno y los cambios políticos
y sociales que se derivaron de éste. Según Horrach (2009), en el siglo XVIII cambió
drásticamente el panorama relativo al principio de ciudadanía y, por extensión, el
principio de la política en general. El acumulado que la Ilustración había logrado en
términos de ciencia y política fue clave para que se diera un renacimiento de las ideas
del modelo clásico de democracia, así como de las luchas sociales por obtenerlo, lo que
vigorizó de manera inusitada la esfera política. De este modo, según el mismo Horrach:
Se trataba, por tanto, de que el Estado diseñara y pusiera en práctica una serie de
estrategias tendientes a facilitar al conjunto de la ciudadanía el acceso a determinados
bienes y garantías de vida que permitieran disfrutar de un cierto nivel de bienestar. En
concordancia con esto, se implementaron políticas públicas dirigidas a fomentar la
igualdad económica y social de los ciudadanos y a extender el ideal de ciudadanía a
toda la sociedad. De esta forma:
Así, los desarrollos obtenidos en este periodo histórico condujeron a que la ciudadanía
fuera considerada como un valor de inclusión e integración social; una forma de
construcción jurídica y administrativa de la realidad comunitaria que hacía que las
diferencias entre las personas se volvieran secundarias en la creación de un proyecto
común nacional de soberanía y bienestar (Alonso, 1999). Fue este proceso de
integración y articulación positiva de las diferencias de clase mediante una ciudadanía
conjunta nacional, soportada en los valores del bienestar y la seguridad en el modo de
vida, la fórmula que les permitió a varios países occidentales salir de la crisis económica
de los años treinta y cuarenta y, al mismo tiempo, avanzar por una senda de crecimiento
sostenido con cierta redistribución social y una evidente limitación de las diferencias
materiales.
Para ello, son dos los ejes en torno a los cuales se han articulado los cambios
introducidos en la esfera laboral por el modelo económico neoliberal. El primero es la
ruptura del pacto social entre capital y trabajo, para avanzar hacia una nueva división
internacional del trabajo basada en la globalización de la producción, en la que la
implementación de la externalización y especialización productivas les permiten a las
grandes empresas rebajar los costos de producción contratando fuerza de trabajo barata,
sobre todo en países pobres. El segundo eje se relaciona con el viraje de una política de
pleno empleo y elevada rigidez contractual a una política de contratación flexible,
precaria y temporal que expone de manera frontal al trabajador a condiciones de
vulnerabilidad social. Como consecuencia, se hace visible una erosión de los derechos
laborales individuales y colectivos, que en el escenario de una débil y cambiante
legislación laboral tienen más dificultades para organizarse y exigir el cumplimiento de
sus demandas (Aguiló, 2008).
Aparte de las pocas posibilidades con que cuentan las personas para acceder a bienes y
servicios como la salud, la educación y la vivienda por cuenta de trabajos inestables,
mal pagados y sin ninguna garantía, se han vulnerado derechos a través de reformas
sectoriales mediante las cuales se han debilitado las redes públicas encargadas de
proveer éstos y otros servicios sociales, cuya prestación se ha asignado al sector
privado. Tal ha sido el caso de lo sucedido en América Latina desde principios de los
ochenta, y en estos momentos incluso en Europa, donde dichas reformas al Estado y la
política social han sido implementadas por mandato de organismos supranacionales
como el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM) (Homedes y
Ugalde, 2005). De este modo, las líneas de una agenda estratégica a escala mundial han
sido unificadas en torno a asuntos como “(…) la disminución del papel del Estado en lo
social y una nueva concepción de política social y de derechos centrada en la
responsabilidad individual, en la rentabilidad de servicios y en el mercado como agente
eficiente en la asignación de recursos” (Echeverry, 2006, p. 81).
Esto es lo que Amin y Toutart (2003) denominan una “mundialización sin democracia”
(p. 270), es decir, un periodo en el que a la violación de los derechos políticos e incluso
civiles se suma el hecho de que un número cada vez mayor de facetas de la vida
humana, tales como la educación, la salud, la seguridad social y la cultura, están
penetradas por una exacerbada lógica de mercado que debilita su carácter de derechos
para convertirlos en objetos o bienes supeditados a la solvencia económica de las
personas. De esta forma, la globalización económica, sustentada principalmente en la
ideología de expansión del mercado único, acentúa y a la vez genera graves asimetrías
sociales que se expresan en la denegación de la ciudadanía tanto formal como sustantiva
para millones de personas (Franco, 2010).
Ahora bien, tal como se mencionó antes, este progresivo desmonte de derechos o
“lumpenización de la ciudadanía”, como la llama De Sousa (2003), ha permitido,
paradójicamente, que el concepto o categoría de ciudadanía haya sido dotado de nuevos
significados y alcances, los cuales emergen a partir del análisis que de las acciones y
vivencias de los propios actores de la ciudadanía, es decir, desde (o con) los ciudadanos
hacen diversos estudiosos del tema de la movilización social. En este contexto,
categorías como las de ciudadanía desde abajo y ciudadanía global, entre otras, surgen
como intentos explicativos acerca de la manera en que personas de todos los rincones
del mundo viven y comprenden su ciudadanía.
Sin embargo, en lo referente a estas categorías también es necesario aclarar que sólo
adquieren sentido en la medida en que previamente se haya avanzado en considerar que
la ciudadanía se relaciona no sólo con una “condición” en la que los sujetos esperan
pasivamente por sus derechos, sino con un ejercicio de acciones y luchas por
recuperarlos y expandirlos. En esta última tendencia pueden ubicarse, por ejemplo,
planteamientos como los de Custo (2003), quien con respecto a la ciudadanía considera
que se refiere a un tema o espacio que le permite a la sociedad civil construir la
recuperación de sus derechos civiles, políticos y sociales en diferentes espacios públicos
y societales; o también el planteamiento de Alonso (2007), quien piensa que la
ciudadanía se refiere a una vivencia histórica y lucha por el reconocimiento efectivo de
los derechos, que les permite a diferentes actores ampliar los límites reales de su
condición de existencia. Hechas estas aclaraciones, es posible avanzar hacia la
presentación de las categorías que cobran vigencia en relación con la ciudadanía.
25
La categoría de ciudadanía desde abajo guarda una estrecha relación con la de globalización desde
abajo que, como su nombre lo indica, emerge a manera de antítesis de la globalización desde arriba, pues
se opone a un modelo de desarrollo en el que las fuerzas transnacionales del mercado dominan la escena
política, y en general, la vida social.
En últimas, lo que se plantea a través de las reflexiones que le dan cuerpo a la categoría
de la ciudadanía desde abajo es que los derechos que van obteniendo los grupos son el
producto de sus luchas históricas más que de concesiones hechas por estados y grupos
dominantes; son sus luchas las que cumplen un papel principal en la conformación y
remodelación de los derechos. Tal situación se puede constatar si se acude a ejemplos
como las luchas obreras del siglo XIX, las luchas por los derechos civiles y políticos de
los negros en Estados Unidos y las más recientes luchas sociales que en todo el mundo
han llenado de contenido los derechos al medio ambiente y la cultura, entre otros. Frente
a este hecho, anota Kabeer (2007): “(…) muchas personas perciben esta participación
activa en una lucha política más amplia como una dimensión fundamental de la
ciudadanía: para algunos (…) constituye la esencia de la ciudadanía, aun en ausencia de
derechos formales” (p. 29).
Una segunda categoría de interés en este apartado es la de ciudadanía global, que puede
comprenderse mejor si se acude previamente a argumentos como el de Franco (2001)
acerca de los procesos comunicativos que tienen lugar en la globalización. Este autor
sugiere que una de las facetas o explicaciones más notorias de la globalización radica en
los procesos de comunicación y la forma en que éstos se organizan, situación que ha
reducido los espacios y el tiempo en las comunicaciones y las transacciones, haciendo
posibles sistemas globales de interacción instantánea que ponen en circulación
información, conocimientos y esquemas culturales. Por lo tanto, desde esta óptica se
podría agregar que el avance tecnológico en el campo de las comunicaciones y la
consecuente disminución de las distancias que el mismo ha traído, ha potenciado el
encuentro virtual y físico de numerosos actores en torno a múltiples causas globales.
En un sentido similar, Franco (2006) indica que la ciudadanía global es una propuesta
impulsada a partir de la internacionalización de las organizaciones de base de la
sociedad, como respuesta a la incapacidad de las naciones y sus gobiernos para lograr
políticas sociales progresistas, pues todos aquellos que hablan de ella se apoyan en el
concepto de justicia global, que se sustenta en la necesidad de establecer principios
éticos universales que conduzcan al pleno ejercicio de los derechos humanos para todas
las personas por igual.
Así las cosas, los argumentos empleados hasta este momento nos permiten sugerir la
existencia de una tensión entre una ciudadanía debilitada en los planos formal y
sustantivo a raíz de las reformas económicas y políticas neoliberales, y una ciudadanía
que, basada en el precepto de la expansión y recuperación de los derechos, avanza en
sentido contrario a la primera. Tal tensión ocurre también en el campo de la salud, en el
que, por una parte, las reformas estructurales a los estados y a los sistemas de salud,
26
Sin embargo, es necesario aclarar que las acciones ciudadanas a escala global no se concentran
solamente en torno a los gobiernos, sino también frente a organismos supranacionales como el FMI y el
BM, y frente a multinacionales de distintos campos.
impulsadas por los organismos multilaterales de crédito, han fortalecido un mercado de
prestación de servicios de salud que niega la concepción de ésta como derecho o valor
fundamental (Franco, 2002); por otra parte, se configuran diversas iniciativas y
movimientos ciudadanos que enarbolan la bandera de la salud como derecho humano
fundamental (San Sebastián, Hurtig, Breilh y Quizhpe, 2005).
La salud de las personas, y el derecho a ella, han sido afectados de manera contundente
por el fenómeno de la globalización durante las dos últimas décadas. Las formas en que
ello ha tenido lugar son múltiples, y se relacionan, entre otros, con asuntos políticos,
económicos, ambientales, culturales y de prestación de bienes y servicios. No obstante,
reconocer y hacer evidentes estas afectaciones de la salud que ocurren a través de
relaciones más complejas requiere igualmente asumir nociones “amplias” tanto de salud
como de derecho a la salud. Es decir, partir de una noción de salud en la que se supere
la perspectiva de la mera ausencia de enfermedad o de la salud-enfermedad como
proceso exclusivamente biológico, para avanzar hacia una en la que se propenda al
logro del mayor grado de bienestar social y humano posible, y que por tanto se concreta
en una noción de derecho a la salud que trasciende el otorgamiento o cumplimiento de
su componente asistencial, para avanzar hacia una noción de derecho a la salud
relacionada con el goce de las mejores condiciones posibles de vida a escala social,
laboral, nutricional y ambiental, entre otras (Programa Venezolano de Educación-
Acción en Derechos Humanos, 2000), son dos condiciones mínimas a la hora de
intentar visualizar precisamente aquellos componentes políticos, económicos y
culturales de la salud que por lo regular quedan relegados en análisis exclusivamente
biomédicos, o que se concentran en el componente de servicios de salud.
Ahora bien, con respecto a la relación más específica que tiene lugar entre el proceso de
globalización y los bienes y servicios que integran el sector de la salud, autores como
Echeverry (2006) sugieren que las reformas en salud que se vienen implantando desde
hace más de dos décadas bajo las directrices de instituciones como el BM y la OMC, se
encuentran inscritas en un proyecto estratégico mundial estructural de transformación
del modelo de acumulación del capital, en el que a la vez que se reforman el Estado y el
alcance de la política social, se propende a la reconfiguración del sector de la salud con
el fin de convertirlo en un espacio estratégico de rentabilidad financiera internacional,
de donde se desprenden indudablemente múltiples violaciones del derecho a la salud.
En este mismo sentido, Franco (2001) considera que uno de los asuntos más delicados a
la hora de abordar la relación globalización-salud tiene que ver con la infiltración
perversa del capital financiero internacional (multinacional) en el campo sanitario,
situación que tiene sus inicios en las reformas implementadas para el sector de la salud
desde la década de los ochenta, y las cuales, como se sabe, fueron apoyadas por los
organismos internacionales de crédito económico y cooperación, como el FMI y el BM.
Al respecto, el caso latinoamericano resulta bastante ilustrativo, pues las reformas
sanitarias implementadas en casi todos los países de la región han sido precisamente una
de las mayores vías o dispositivos preestablecidos con el ánimo de facilitar la entrada y
ubicación del capital financiero internacional en el campo de la salud y en otros sectores
sociales. Este hecho es fácilmente verificable una vez que se acude a la revisión de la
forma en que el capital privado extranjero ha venido, en unos casos, a reforzar la
infraestructura y dinámicas de los prestadores de servicios locales, y en otros, a
influenciar reajustes en el ámbito privado e incluso público de los fondos y empresas de
la seguridad social, no sólo en el componente de salud sino también en aspectos como
las pensiones y los riesgos profesionales.
De igual manera, han sido incorporadas con fuerza en el campo de la salud las
tendencias de la atención gerenciada y del eficientismo, lo mismo que elevadas
exigencias a los países en cuanto a la reducción de costos de producción y
flexibilización del mercado laboral en salud, así como exigencias frente al equilibrio
financiero de los sistemas de salud y frente a la autorresponsabilidad en el cuidado de la
salud (Franco, 2001). Todos estos hechos dan cuenta de las múltiples vías a través de las
cuales las reformas de mercado han venido vulnerando el derecho a la salud de millones
de personas en diferentes partes del mundo. Dicho análisis será complementado
enseguida con una presentación sobre la situación actual del acceso a medicamentos en
el mundo y sus implicaciones también para el derecho a la salud.
Es así como a las múltiples vulneraciones del derecho a la salud que se han mencionado,
se deben agregar todas aquellas producidas por el desarrollo de la industria de la salud,
campo en el que la producción y comercialización de todo tipo de bienes e insumos de
salud generan multimillonarias ganancias, y en el que las multinacionales farmacéuticas
han desempeñado un papel central. Este hecho resulta evidente cuando se revisan
asuntos como las cifras del mercado mundial de medicamentos, que para el año 2008 se
calculaban en más de US$600.000 millones anuales (Organización Mundial de la Salud
[OMS], 2008); o cuando se vuelve sobre el reportaje de la revista Fortune de 2002,
según el cual dentro de las 500 empresas más rentables a escala mundial ese año, se
encontraban diez compañías farmacéuticas que habían obtenido ganancias por cerca de
US$35,9 billones (Public Citizen, 2002).
27
“Los medicamentos esenciales son aquellos que satisfacen las necesidades asistenciales prioritarias de
la población. Se seleccionan prestando la debida atención a su importancia para la salud pública, a las
pruebas sobre su seguridad y eficacia, y a su rentabilidad comparativa. Los medicamentos esenciales
deben estar disponibles en el contexto de los sistemas de salud existentes, en todo momento, en
cantidades adecuadas, en las formas farmacéuticas apropiadas, con una calidad garantizada y a un precio
asequible para los individuos y la comunidad” (OMS, 2004a).
posibles (incluido el de salud) en las lógicas del libre comercio internacional (Pignarre,
2005).
En contravía de las promesas según las cuales las reglas introducidas para los derechos
de propiedad intelectual provocarían un aumento en la transferencia y difusión de
tecnología hacia los países en desarrollo, al igual que un refuerzo en la investigación y
desarrollo locales, lo que en la práctica ha venido ocurriendo, por lo menos en el campo
de los medicamentos, es todo lo contrario; es decir, se han aumentado las dificultades
para acceder a éstos para los países y las poblaciones más pobres como consecuencia
del encarecimiento generalizado que ha ocasionado la implementación de los regímenes
de propiedad intelectual de los cuales forman parte los mecanismos de patentes (Cabral,
2004). Al tiempo que los precios se constituyen en la mayor barrera para que millones
de personas tengan acceso a medicamentos, éstos se convierten también en la clave del
crecimiento económico del sector, tal como lo demuestran los índices de ganancia
obtenidos por las multinacionales farmacéuticas a partir de la implementación del Adpic
en los países miembros de la OMC (Girona, 2005).
Con todo, la instauración de complejos regímenes de propiedad intelectual sobre los
medicamentos no es la única estrategia a la que han acudido las farmacéuticas para
asegurar sus extraordinarios márgenes de ganancia. Adicionalmente, son bien conocidas
otras estrategias en las que esta industria gasta millones de dólares cada año, entre las
que se pueden mencionar asuntos como influencia en la prescripción de los médicos,
designación de “asesores” que influencian las actuaciones de congresistas y altos
funcionarios gubernamentales, instauración de demandas internacionales en contra de
gobiernos por supuesta violación de los Adpic, investigación y producción exclusiva de
medicamentos rentables, producción de publicidad de todo tipo orientada a los
consumidores (en ocasiones falsa), etcétera (Angell, 2006). Todo lo anterior da cuenta,
entonces, de la apuesta hecha por la industria farmacéutica internacional para insertarse
plenamente en las lógicas de la globalización económica, proceso que, como ya se dijo,
ha generado acumulación de poder económico y político en unos lugares, mientras en
otros ha acentuado la pobreza y la negación de los derechos fundamentales.
Los medicamentos, aunque desde su aparición han sido catalogados como “bienes
sanitarios” o bienes para mejorar la salud, no escapan a esta tendencia de la
acumulación y la inequidad propias del nuevo siglo, y de ello dan cuenta cifras
internacionales y locales. Por ejemplo, aun cuando en la actualidad existe la capacidad
técnica y financiera para elaborar los medicamentos que la totalidad de la humanidad
necesita, lo que ocurre en la práctica es que uno de cada tres habitantes del planeta, es
decir, más de dos mil millones de personas, no tiene acceso regular a éstos, y de ellos,
las tres cuartas partes viven en países en vías de desarrollo (Velásquez, 2008).
Así, mientras que más del 80 % de la producción mundial de fármacos se dirige a los
países ricos, el consumo conjunto de los países pobres llega sólo al 8 %, pese a que son
éstos los que cuentan con las mayores tasas de población. En tal sentido, los datos
evidencian que mientras América del Norte (47,2 %), Europa (23,7 %) y Japón (12 %)
consumen el 83 % del mercado mundial de medicamentos, la representatividad del
consumo mundial para los países africanos es de apenas el 1 % (Barrutia y Zabalo,
2003). En otros términos: como producto de la alta inequidad en el acceso a los
medicamentos, cada día mueren en el mundo más de 30.000 personas a causa de
enfermedades curables, y más del 90 % de estas muertes ocurre en el mundo en
desarrollo, donde solamente la malaria ocasiona tres muertes por minuto (cerca de 1500
diarias) y el sida el doble (Holguín, 2004a).
Un caso de amplio interés público, el del tratamiento para los enfermos con VIH/sida,
resulta bastante ilustrativo al respecto: en 2008, diez años después de la aparición en el
mercado de los primeros tratamientos antirretrovirales, el 99 % de las personas que tenía
acceso a éstos se encontraba en los países desarrollados; y de los nueve millones de
personas que deberían estar recibiendo tratamiento, según estimaciones del informe
conjunto entre la OMS, la Unicef y la ONU, correspondiente al 2008, solamente tres
millones podían acceder a éste a finales de 2007 (Velásquez, 2008).
Para el caso de América Latina, la OPS señalaba en el 2007 que pese al avance de
algunos indicadores de morbimortalidad en la región, uno de los problemas
socioeconómicos y sanitarios más graves que no se han resuelto todavía es el del acceso
a medicamentos esenciales para sus habitantes. Los análisis de esta organización
señalan que más de la mitad de la población latinoamericana presenta dificultades para
acceder a medicamentos esenciales a causa de los precios y de la poca capacidad
adquisitiva que poseen (OPS, 2007).
En relación con la situación colombiana, pese a los esfuerzos realizados por aumentar la
cobertura en salud, en el 2007 más de la mitad de la población carecía de acceso
suficiente a medicamentos, bien porque no pertenecía al sistema de salud (alrededor de
once millones) o porque pese a pertenecer no podía pagar los medicamentos que el
sistema no suministraba, los cuales podían representar, según la OPS, cerca del 40 % de
las prescripciones. En el contexto nacional, nuevamente el tratamiento para el sida se
constituye en indicador del precario acceso, pues de los 21.000 enfermos que requerían
antirretrovirales en dicho momento apenas los recibían 12.000, mientras que los 9000
restantes estaban condenados a su suerte. Igualmente, frente al problema del cáncer,
sólo entre el 20 y el 30 % de los medicamentos existentes en el mercado se encontraban
en el POS, y únicamente el 40 % de los enfermos recibía un tratamiento adecuado
(Holguín, 2007).
No obstante, las cifras presentadas dan cuenta de lo lejos que se está aún de llegar a un
acceso equitativo a medicamentos entre países y dentro de éstos. Por el contrario,
autores como Girona (2005) plantean que la actual política farmacéutica mundial ha
“separado el mundo en dos grandes bloques” (p. 198), distinguiendo entre regiones
ricas, de ciudadanos con alta capacidad adquisitiva (que, sin embargo, cuentan con
amplios sectores sociales empobrecidos que quedan por fuera del acceso), y regiones
pobres, incapaces de pagar los medicamentos que deben importar, y además sin
infraestructura ni capacidad de investigación propia para la producción de sus propios
medicamentos. En medio de un panorama tan complejo, veamos entonces el papel que
han cumplido los ciudadanos y sus organizaciones para tener más acceso a
medicamentos.
Estas luchas ciudadanas han encontrado soporte conceptual en planteamientos como los
de la OMS-OPS, según los cuales el derecho a la salud no puede ser disfrutado
plenamente por la personas si no se les asegura un acceso equitativo a medicamentos
esenciales (OPS, 2007). Lo mismo ocurre con los artículos y observaciones generales
del Pidesc en los que se plantea el acceso a medicamentos esenciales como parte del
Contenido Mínimo Esencial28 del derecho a la salud (Seuba, 2006a).
En tal sentido, la Observación General N.o 14 del Pidesc, que trata del derecho a la
salud, ha establecido, como parte de los compromisos adquiridos por los estados
firmantes, el suministro de medicamentos esenciales de manera universal para todos sus
habitantes; es decir, los medicamentos como parte de lo mínimo (no lo máximo) que los
28
El contenido mínimo esencial del derecho a la salud, tal como está previsto en el Pidesc, contempla,
además de medicamentos esenciales, el acceso universal a bienes y servicios de salud, a asistencia médica
y sanitaria preventiva y curativa, a un plan nacional de salud pública, así como a la educación e
información en salud. Este contenido mínimo esencial es de efecto inmediato e independiente de los
recursos económicos.
estados están obligados a suministrar a la totalidad de su población para concretar en la
práctica el derecho a la salud (Echeverry, 2006). Desde esta perspectiva garantista del
derecho, se afirma por tanto que el acceso a los medicamentos es un componente
esencial del derecho a la salud que los ciudadanos pueden exigir a sus estados en la
medida en que estos últimos han suscrito instrumentos internacionales de derechos
humanos, entre ellos el Pidesc (Van Rompeay, 2009). En tal escenario de debate, se ha
llegado incluso a hablar del “derecho humano a los medicamentos” (Hunt y Khosla,
2008).
Por otra parte, las acciones que se han emprendido desde las organizaciones ciudadanas
para promover el acceso a medicamentos son diversas. Pasan por asuntos como el
cuestionamiento y oposición a la implementación del Adpic, además de los intentos
para revertir incluso sus términos actuales (Keen, 2005); el ejercicio de presión y
generación de opinión en las calles y en los medios de comunicación en contra de
aquellas compañías farmacéuticas que atentan contra el interés (Médicos Sin Fronteras,
2012a); la publicación de material educativo sobre medicamentos para organizaciones y
personas (Fundación Ifarma, Fundación Misión Salud y Cinep, 2009); la conformación
de redes de conocimiento sobre derechos y medicamentos; el suministro de
medicamentos en zonas de conflicto y extrema pobreza (Médicos Sin Fronteras, 2011);
la denuncia de los efectos nocivos de los tratados de libre comercio (Red Colombiana de
Acción frente al Libre Comercio y el ALCA, 2007), y por último, el activismo para
exigir por la vía judicial el acceso a medicamentos (Hogerzeil, Samson, Vidal y
Rahmani, 2006). A pesar del desarrollo de muchas de estas acciones, hoy día se
especula bastante acerca de los logros y limitaciones que las luchas y acciones
colectivas por los medicamentos tendrán en el futuro. Mientras algunos plantean que
habrá poco efecto en el rumbo de la globalización y mercantilización de la industria
farmacéutica, otros intentan destacar sus posibilidades.
En cuanto a los logros, éstos son diversos y de diferente nivel. Para empezar, se destaca
la gran movilización y concientización que sobre el tema de los derechos de propiedad
intelectual en los medicamentos han generado organizaciones ciudadanas.
Es claro que desde el mismo momento en que se conformó la OMC –en 1995– y
entraron en vigencia los Adpic, varios sectores sociales y gubernamentales expresaron
su preocupación acerca de los efectos de éstos sobre el acceso a medicamentos de las
personas y naciones más pobres (Correa, 2006). Pese a cierta demora, diversos sectores
sociales empezaron a plantear de manera progresiva tanto en el debate nacional como
internacional, aspectos relativamente desconocidos hasta ese momento como los de
patentes, cifras de inequidad en el acceso, así como las consecuencias económicas y
sociales de la implementación de los Adpic para los países en desarrollo (Velásquez,
2006).
En efecto, junto a las preocupaciones planteadas por los gobiernos de varios países,
especialmente de los africanos, en los escenarios internacionales, vinieron a sumarse
campañas de educación y movilización ciudadana realizadas por ONG como Médicos
Sin Fronteras, Oxfam y Farmacéuticos Mundi sobre los efectos de los Adpic
(Velásquez, 2008). Fue así como éstas y otras tantas organizaciones empezaron a
incursionar de manera continua en escenarios sociales y gubernamentales, tales como
las reuniones de la OMC, el Foro Social Mundial, la Asamblea Mundial por la Salud de
los Pueblos y el Foro Social Mundial, destacando el acceso a medicamentos como un
asunto de prioridad internacional, sobre todo para el tratamiento de enfermedades
endémicas de los países pobres, como el VIH, la malaria y la tuberculosis (Marset,
2005).
29
El acuerdo sobre los Adpic da a los gobiernos la flexibilidad necesaria para ajustar con precisión la
protección otorgada, con el fin de alcanzar sus objetivos sociales. En el caso de las patentes, permite que
los gobiernos establezcan excepciones de los derechos de los titulares de patente en caso de emergencia
nacional o de existencia de prácticas anticompetitivas, o cuando el titular del derecho no ponga a
disposición la invención, luego de haberse cumplido determinadas condiciones. En cuanto a las patentes
de productos farmacéuticos, la flexibilidad les permite a los países que se encuentren en una emergencia
social o de salud pública, hacer uso fundamentalmente de dos mecanismos tendientes a garantizar el
acceso a medicamentos para sus habitantes: las licencias obligatorias y las importaciones paralelas. “Una
licencia obligatoria es la autorización que el Estado puede dar a un tercero para utilizar un medicamento
patentado sin el consentimiento del titular, en aquellos casos en los cuales no se explota la patente, se
presenta una emergencia sanitaria o en otras circunstancias que pueden ser definidas por las legislaciones
de cada país” (Velásquez, 2006). Por lo tanto, las licencias obligatorias son el mecanismo que da lugar a
la fabricación y distribución de genéricos bioequivalentes en estos casos de emergencia. Por su parte, las
importaciones paralelas tienen lugar cuando, sin la intervención o consentimiento de su titular, se
importan medicamentos protegidos por patentes, con el fin de obtener precios más bajos que aquellos con
los que esas medicinas han sido vendidas (legítimamente) en otro país (Velásquez, 2006).
Es un triunfo en la medida en que, por medio de la Cumbre Ministerial de Doha y su
consecuente declaración, se llegó al consenso de que en un sistema internacional de
comercio el derecho a la salud debía estar por encima de las obligaciones e intereses
comerciales (Velásquez, 2006), motivo por el cual se ratificaron los mecanismos de
excepción a la propiedad intelectual de medicamentos que se encontraban poco
desarrollados en los Adpic. Así, la Declaración de Doha es un buen ejemplo de lo que
sociedades y países pueden lograr juntos en la defensa de la vida y la dignidad humanas.
Sin embargo, no se debe olvidar el desconocimiento que se viene dando a esta
declaración en los últimos años, a través de la firma de tratados de libre comercio que
desconocen su espíritu mediante el otorgamiento de nocivos regímenes de propiedad
intelectual para los medicamentos que han sido llamados Adpic plus (Useche, 2007).
Otros logros que se deben mencionar tienen que ver con las campañas realizadas para el
abastecimiento de medicamentos para las poblaciones de países pobres que, de otro
modo, nunca accederían a éstos, como es el caso de los pacientes con VIH en África
(Keen, 2005), y las victorias jurídicas obtenidas por ciudadanos y organizaciones ante
las cortes nacionales, al interponer acciones legales cuyos fallos obligan a los estados a
cumplir con su deber de suministrar medicamentos a sus ciudadanos como parte de los
compromisos adquiridos internacionalmente en tratados como el Pidesc (Hogerzeil
et al., 2006). También merecen un reconocimiento las acciones legales de las
organizaciones civiles y no gubernamentales, mediante las que se han interpuesto
demandas a las farmacéuticas que han violado las normas internacionales en términos
de calidad y seguridad de los medicamentos, en cuanto a publicidad engañosa y abuso
de poder, entre otros (Médicos Sin Fronteras, 2012b).
Por otra parte, es necesario también fortalecer los vínculos entre los sectores
industriales, científicos y gubernamentales interesados en la fabricación y suministro de
medicamentos genéricos de calidad como vía para garantizar el derecho a la salud, y así
mismo, entre éstos y las organizaciones comunitarias que trabajan en temas de salud, tal
como ha ocurrido en el caso brasileño (Bermúdez y Oliveira, 2006). Estas alianzas,
previstas inicialmente a escala local, deben luego consolidarse en los ámbitos regional e
internacional, como lo ha sugerido la OMS, de modo que se puedan efectuar
negociaciones y compras conjuntas que abaraten los costos de los medicamentos y
aumenten el acceso a éstos (OPS, 2011).
Por último, una apuesta importante de las organizaciones ciudadanas que trabajan en el
acceso a medicamentos debe ser generar procesos educativos tendientes a promover por
parte de todas las personas un uso racional y seguro de los medicamentos (Acción
Internacional por la Salud Latinoamérica, 2012).
Conclusiones
Las tareas pendientes, sobre todo frente a la resolución de las inequidades relacionadas
con el acceso a medicamentos a escala mundial, son muchas, aunque sin duda hay un
camino recorrido del cual se debe aprender y rescatar los mejores puntos con
proyección al futuro. En últimas, la superación de las inequidades en el acceso a
medicamentos se relaciona directamente con la superación de las inequidades
estructurales que son propias de las sociedades actuales, en las que el modelo de
producción y acumulación capitalista se ha salido de todo control, incluso del control
moral que suponen valores como la vida y la dignidad humanas, tan defendidos luego
de episodios como la segunda guerra mundial. Allí, en la superación de las grandes y
perpetuadas disparidades de la humanidad, radica finalmente el reto más grande para
superar las inequidades en salud y en el acceso a medicamentos en la sociedad
contemporánea.
Referencias
Germán Velásquez30
30
Asesor principal para Salud y Desarrollo, Centro Sur, Ginebra (Suiza). Dirección electrónica:
gvelasquez.gva@gmail.com.
Varios informes y estudios, así como la Estrategia Mundial y Plan de Acción sobre
Salud Pública, Innovación y Propiedad Intelectual (EMPA), adoptada por los estados
miembros de la OMS (2003-2008), han reconocido estos problemas.
Al mismo tiempo, el contexto para abordar el problema del acceso a los productos
farmacéuticos está cambiando. Los países en desarrollo –incluida la India, el mayor
proveedor de medicamentos genéricos– han aplicado el acuerdo de la Organización
Mundial del Comercio (OMC) sobre los Aspectos de los Derechos de Propiedad
Intelectual (Acuerdo sobre los Adpic) con respecto a la patentabilidad de los productos
farmacéuticos. Como resultado, la proporción de medicamentos protegidos por patentes
va en aumento y se espera que se traduzca en precios más altos (Sampath, 2006).
Esta pista, identificada por la EMPA, fue aprobada por los estados miembros de la OMS
en mayo de 2008 (Resolución WHA 61.21, OMS, 2008), que reconoció los problemas
mencionados y recogió una serie de propuestas concretas:
Tras el rechazo en el 2010 del informe presentado por el Grupo de Trabajo de Expertos
(EWG) de la OMS, creado por la Asamblea Mundial de la Salud para examinar las
cuestiones de coordinación y financiación de I+D farmacéutica, se creó a principios de
2011 el Grupo Consultivo de Trabajo de Expertos de la OMS (CEWG, por su sigla en
inglés) con el objetivo de tratar el asunto. El 18 de noviembre de 2011 el presidente de
la CEWG anunció que éste “recomendará a la Asamblea Mundial del 2012 el inicio de
las negociaciones intergubernamentales formales para la adopción de un instrumento
global y vinculante para la I+D para la salud”.
Como una forma de garantizar el acceso, será fundamental que el nuevo modelo
defina mecanismos para desvincular el costo de la I+D del precio de venta de los
medicamentos. El precio final deberá fijarse de manera que los medicamentos sean
accesibles a quienes los necesitan.
Es muy probable que a lo largo de la negociación se tengan que abordar otros temas
como:
Criterios éticos y mecanismos financieros para llevar a cabo ensayos clínicos con la
revelación completa de los datos de prueba.
Mecanismos para construir y fortalecer la investigación y las capacidades locales de
los países en desarrollo.
Mecanismos para asegurar que el resultado de la I+D se mantendrá en el dominio
público o estará de algún otro modo accesible en los países en desarrollo.
Conclusiones
Referencias
Xavier Seuba32
Por un lado, están las propias del derecho administrativo, comunes al régimen de las
licencias y las autorizaciones, o a aspectos transversales de la acción de la
administración, como la transparencia. Por otro, se plantean complejos temas de
propiedad industrial y derecho de la competencia, relacionados con la tutela y el posible
uso de la información. A los dos bloques mencionados cabe agregar un tercero, de
atención incipiente, relacionado con la afectación a derechos fundamentales que resulta
de las opciones escogidas a la hora de regular diversos aspectos relacionados con la
información facilitada para el registro.
31
Republicación parcialmente enmendada del capítulo homónimo en X. Seuba Hernández (ed.),
Regulación farmacéutica y propiedad intelectual en un marco jurídico procompetitivo, Ginebra-Bogotá-
Barcelona: ICTSD-PUJ Bogotá. Las claves del derecho, 2012 (en prensa).
32
Profesor de Derecho Internacional Público en la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona; investigador
asociado sénior del Centre d'Études Internationales de la Propriété Intellectuelle (Ceipi) de la Universidad
de Estrasburgo. Dirección electrónica: xavier.seuba@ceipi.edu.
33
Existen otras variables, como cuando el producto se aprueba por referencia a un registro extranjero o
por bioequivalencia o similitud con otro ya comercializado en el país. Sin embargo, en ambos casos se
parte del supuesto de que bien otras autoridades o las propias recibieron el dosier completo del producto o
de aquel con el que se compara el que se registra.
El presente capítulo se centra en este último aspecto y trae a colación cinco derechos
fundamentales: a la vida, a la salud, a no sufrir tratos inhumanos o degradantes, a
participar en los avances de la ciencia y sus aplicaciones, así como a la información.
En primer lugar, los efectos que sobre el acceso a la salud tiene una regulación de la
protección de datos de prueba que concede lapsos que, si bien en teoría son de
exclusividad de uso de los datos, en verdad lo son de mercado. Las normas que en
materia de datos de prueba prohíben el uso por periodos de entre cinco y ocho años de
la información suministrada, con el fin de obtener un registro sanitario, se traducen en
una exclusividad de mercado que puede superar los doce años. Se trata de un tiempo
que coincide, o se suma, al de la patente, por lo que se refuerza o se prolonga el control
monopólico del producto. Como se tendrá ocasión de detallar, las consecuencias
económicas y en términos de acceso a medicamentos son sobresalientes.
34
Cabe apreciar algunas afectaciones de derechos fundamentales que son consecuencia del propio diseño
y mandato de la norma, y otras que, impulsadas por dicho diseño y contenido obligatorio, acaban de
concretarse en violaciones de derechos humanos, habida cuenta del contexto socioeconómico.
En tercer lugar, el avance de la ciencia y la modernización de los patrones de relación
entre la administración y los ciudadanos plantean nuevos e interesantes asuntos en
términos de derechos fundamentales. El derecho al acceso a la información entra
claramente en liza cuando datos cuya importancia de primera magnitud en términos
vitales y científicos deben permanecer –en virtud del régimen normativo que se viene
expandiendo– en dosieres confidenciales como si esa información no existiera.
Ciertamente, esta práctica también suscita cuestiones en planos distintos pero
relacionados con el de los derechos fundamentales, por ejemplo el de la eficiencia como
valor en la administración pública y la unidad del ordenamiento jurídico.
Modelos de protección
35
Existe abundante doctrina sobre el artículo 39 del Adpic y el artículo 10 bis del Convenio de París.
36
Caso de Estados Unidos desde la Bay-Dohle Act o de la UE, actualmente con la Directiva 2004/27.
que siempre se suman a la obligación de mantener la confidencialidad de los datos en
forma indefinida (Roffe, Tansey y Vivas-Eugui, 2006).
La opción regulatoria que suscita más cuestiones desde la óptica del derecho de los
derechos humanos, y que se analiza en este capítulo37, es la que suma la protección
frente a la competencia desleal, la concesión de un monopolio temporal de uso de los
datos, y la imposibilidad de tener en cuenta por parte de la autoridad que tales datos
existen a los efectos de aprobar un producto igual. Este último es el modelo al que se
propone adherir a los socios comerciales de Estados Unidos, la UE y la Asociación
Europea de Libre Comercio (AELC), fundamentalmente a través de tratados de libre
comercio. Estos convenios, sin embargo, admiten otras interpretaciones.
En los países que han adoptado el modelo que suma las tres capas de protección
descritas, todo fabricante que quiera competir en el mercado con un medicamento que
ya se comercializa y cuya protección de datos aún no ha expirado, deberá presentar sus
propios datos.
Generar los datos necesarios para lo que en algunos países se ha denominado evaluación
farmacológica requiere reproducir parte de la información que resulta de los ensayos
preclínicos y clínicos. Concretamente, implica desarrollar de nuevo información sobre
la eficacia, seguridad, dosificación, indicaciones, contraindicaciones, interacciones y
advertencias, relación beneficio-riesgo, toxicidad, farmacocinética, condiciones de
comercialización y restricciones especiales del medicamento38.
37
Si bien elementos de ésta se pueden extrapolar a otras situaciones en función de qué componentes de la
situación analizada se repitan en estas otras situaciones.
38
Este es el contenido de la evaluación farmacológica en Colombia, que se suma a las evaluaciones
farmacéutica y legal. Ver, por ejemplo, artículos 20 a 29 del Decreto 677 de 1995 (abril 26). Diario
Oficial, 41.827 del 28 de abril de 1995.
información por repetir, se suscitan conflictos con el derecho de los derechos humanos y
los principios de la ética médica.
Quienes reciben el tratamiento a través del ensayo del fármaco conocido pueden hacer
peligrar su vida y salud por los frecuentes e inevitables efectos adversos y secundarios
que todo fármaco provoca, y que fueron descritos en la evidencia sobre seguridad que
presentó el titular del registro que obtuvo la protección de datos.
Para quienes participan en un ensayo clínico de un producto competidor de otro que está
en el mercado y obtuvo protección de datos y reciben un placebo, el régimen de
protección de datos significa que tales participantes no reciben tratamiento, por más que
éste existe en el mercado y se sabe que es seguro y eficaz para tratar su dolencia. En
principio, el régimen de protección de datos se aplica de manera indiscriminada a todos
los medicamentos, por lo que tanto los fármacos vitales como otros medicamentos
dedicados a tratar enfermedades que no implican un riesgo vital se encuentran bajo la
misma protección.
El régimen descrito implicaría, por ejemplo, someter a una persona con cáncer a
ensayos con placebo, a pesar de que existe un tratamiento oncológico seguro y eficaz
para su enfermedad, cuyo único efecto es que duplica una información que la autoridad
sanitaria no puede utilizar para aprobar el medicamento. En principio, ningún comité de
ética debería aprobar este tipo de ensayos, pero es en cambio el único mecanismo al que
habilita el régimen que suma las tres capas de protección si el titular de los datos no
autoriza el registro de un competidor.
Implicaciones sobre el acceso a los medicamentos
Si bien han sido numerosos los estudios prospectivos del impacto de la regulación de
datos de prueba (OMS, 2006), sólo recientemente se han demostrado las consecuencias
durante un periodo prolongado en un país en desarrollo. Según una reciente publicación:
39
En el sistema de Naciones Unidas, desde tratados de alcance universal como Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales, hasta otros de alcance poblacional (por ejemplo el
Convenio de Derechos del Niño o temático (Convención para la Eliminación de Todas las Formas de
Discriminación Racial) limitados, recogen el derecho a la salud.
marco del Pacto Internacional de Derechos Económicos Sociales y Culturales40,
celebrado con el auspicio de las Naciones Unidas.
Junto a las obligaciones que resultan del derecho a la salud, aparecen también los
llamados elementos interrelacionados de éste, cuya concreción ha sido especificada por
el mismo comité, y retomada luego por importante jurisprudencia nacional42. Se trata de
la calidad43, la disponibilidad44, la accesibilidad45 y la aceptabilidad, como se verá a
40
Sobre la importancia de este tratado, ver Toebes (1999), y sobre su aplicación al ámbito concreto de los
medicamentos, Seuba (2010).
41
Ejercicio que realizó de forma especialmente detallada en una de sus llamadas “observaciones
generales”. Consultar la Observación General N.º 14 del Comité sobre Derechos Económicos, Sociales y
Culturales, Derecho al máximo nivel de salud posible, 2000, E/C.12/2000/4.
42
En la sentencia 760/08 de la Corte Constitucional, del magistrado J. Cepeda, se afirma que “El Comité
de Derechos Económicos, Sociales y Culturales considera que el derecho a la salud ‘en todas sus formas y
a todos los niveles’ abarca cuatro elementos esenciales e interrelacionados, cuya aplicación dependerá de
las condiciones prevalecientes en un determinado Estado parte, a saber: disponibilidad, accesibilidad,
aceptabilidad y calidad”.
43
Que remite a que los servicios sanitarios sean científica y médicamente apropiados.
44
Por la que se entiende que los bienes, servicios y programas de salud deben estar disponibles en
suficiente cantidad. Si bien no detalla exhaustivamente los bienes y servicios que deben estar disponibles,
el comité sí menciona algunos, como los medicamentos esenciales.
45
Las cuatro dimensiones son la no discriminación en el acceso a los servicios de salud; la accesibilidad
física, especialmente por parte de los más vulnerables; la accesibilidad económica, que remite a la
equidad y al carácter asequible de los bienes y servicios sanitarios, y la accesibilidad a la información.
continuación. Estas dos últimas están particularmente relacionadas con el régimen de
protección de los datos de prueba (OMS, 2012).
46
La Asociación Médica Mundial ha adoptado numerosos textos relativos a la investigación médica y el
desarrollo de fármacos, entre los que sobresale la Declaración de Helsinki, adoptada en 1964, que ha
tenido cinco grandes revisiones y diversas notas aclaratorias.
En la Declaración de Helsinki son relevantes varios principios cuando se examina el
régimen de protección de datos de prueba, particularmente en lo que tiene que ver con la
repetición de ensayos clínicos para obtener información que ya obra en poder de la
administración, a los meros efectos de respetar una exclusividad del solicitante original.
A continuación se realiza una revisión sumaria de estos principios y su relación con el
régimen de protección de datos.
El principio tercero de la Declaración de Helsinki establece que “El deber del médico es
promover y velar por la salud de los pacientes, incluidos los que participan en
investigación médica”. Más adelante, la declaración incide en una idea relacionada, en
el principio undécimo, que “es deber del médico proteger la vida, la salud, la dignidad,
la integridad, el derecho a la autodeterminación, la intimidad y la confidencialidad de la
información personal de las personas que participan en investigación”. También el
principio sexto resulta relevante, puesto que establece que “El bienestar de la persona
que participa en la investigación debe tener siempre primacía sobre todos los otros
intereses”. No parece posible conciliar estos tres deberes con el hecho de que galenos
participen en ensayos clínicos a sabiendas de que éstos son innecesarios o peligrosos, y
que mediante la generación de información redundante persiguen meramente objetivos
regulatorios y comerciales47.
47
Se está frente al principio básico de la ética médica, expresado también en otros textos: la Declaración
de Ginebra de la Asociación Médica Mundial vincula al médico con la fórmula “velar solícitamente y
ante todo por la salud de mi paciente”, y el Código Internacional de Ética Médica afirma que “El médico
debe considerar lo mejor para el paciente cuando preste atención médica”.
Por su parte, el principio séptimo establece que “El propósito principal de la
investigación médica en seres humanos es comprender las causas, evolución y efectos
de las enfermedades y mejorar las intervenciones preventivas, diagnósticas y
terapéuticas (métodos, procedimientos y tratamientos)”. Se trata de un propósito distinto
del de ensayos con medicamentos conocidos, realizados únicamente para generar la
información requerida para obtener el registro.
Los datos de prueba y la accesibilidad como elemento esencial del derecho a la salud
48
En congruencia con dicho principio, se establece en el principio trigesimocuarto que “El médico debe
informar cabalmente al paciente los aspectos de la atención que tienen relación con la investigación”. Es
decir, de acuerdo con éste, al paciente se le tiene que explicar que tiene posibilidades de estar en el grupo
de control que recibe un placebo, o de recibir un fármaco que en su caso particular puede dar lugar a
reacciones adversas, por más que existe un tratamiento adecuado que no va a recibir. Es difícil imaginar
que un paciente acepte tras esta información.
49
Para un sobresaliente estudio sobre el impacto de las patentes en el precio de los fármacos, ver Dumolin
(2001). Entre sus conclusiones: la introducción de patentes puede aumentar el precio de un fármaco hasta
un 67 % (p. 65), si bien estudios en países concretos han arrojado cifras superiores. Watal (2002), por
ejemplo, estimó que el impacto del Adpic sobre el precio de los medicamentos podría llegar hasta el 242
% en la India.
El impacto sobre el precio se traduce en un mayor gasto de la entidad financiadora del
medicamento, probablemente pública, o en un mayor gasto de bolsillo por parte del
paciente. En un caso y en otro es previsible una reducción del acceso al producto
requerido. En el primero porque el financiador público o privado puede optar por dejar
de sufragar el medicamento, y en el segundo porque es probable que el paciente no
disponga de recursos para pagar el tratamiento. Buena parte del conocido fenómeno de
la judicialización de la salud, especialmente extendido en América Latina (Motta y
Sulpino, 2009; Biehl, Petryna, Gertner, Amon y Picon, 2009; Yamin y Parra-Vera,
2009; Zamora, 2007; Den Exter y Hermans, 1998), tiene por causa la imposibilidad de
costear tratamientos médicos y productos farmacéuticos debido a la inaccesibilidad
económica. Si el precio es el motivo directo, sus determinantes y de la falta de acceso
se encuentran en las normas y políticas, o en la ausencia de éstas, que conducen a tales
precios. Adoptar un régimen de protección de datos que impide la entrada de
competencia en el mercado durante un periodo mínimo de cinco años es una de tales
normas y políticas.
50
Ver apartados 3.1 y 5.1 del capítulo 2 de esta obra.
51
A diferencia del secreto industrial, que tiene valor precisamente por el hecho de ser secreto, en este
caso el valor económico lo adquiere, principalmente, cuando se facilita a la administración y ésta otorga
el registro al producto que acompaña. Sobre la distinción entre secreto industrial e información presentada
al registro sanitario, que se pueden concebir como subcategorías de otra más amplia, la información no
divulgada, ver en esta obra J. C. Pérez, capítulo 4.
médicos y científicos (Lexchin, 2004; Graham, 1998; International Working Group on
Transparency and Accountability in Drug Regulation, 1997).
Las obligaciones específicas derivadas del derecho a la salud son respetar, proteger y
cumplir53. La obligación de respetar hace referencia a un deber de tipo negativo, que se
cumple con la inacción del Estado. Por su parte, la obligación de proteger remite a la
supervisión y represión de las violaciones del derecho a la salud cometidas por
particulares. Por último, la obligación de cumplir implica adoptar medidas positivas por
parte de las autoridades, que incluyen por ejemplo la adopción de planes de salud y el
impulso de leyes en ámbitos que impactan sobre la salud.
La prohibición de divulgar los datos sobre la seguridad y eficacia del producto merece
diversas consideraciones a la luz del derecho de los derechos humanos55. Si bien caben
matices a la obligación de no retener información relativa a la salud, como la que se
halla en el dosier farmacéutico, el régimen actual se aplica como si la obligación
contraria, la de no divulgar, no conociera también tales matices. Son muy escasos los
supuestos en los que se accede a peticiones de ciudadanos, médicos o científicos de
divulgación de datos que obran en poder de la administración. Incluso, de mantener el
régimen actual a este respecto, existen numerosos supuestos en los que legalmente se
podría divulgar la información, algo que no sucede.
54
Como ha señalado la Corte Constitucional colombiana, “La jurisprudencia constitucional ha reconocido
desde un inicio que el Estado, o las personas, pueden violar el derecho a la salud, bien sea por una
omisión, al dejar de prestar un servicio de salud, o bien por una acción, cuando realizan una conducta
cuyo resultado es deteriorar la salud de una persona. En lo que respecta a las dimensiones negativas del
derecho a la salud, de las cuales no se deriva la obligación de realizar una acción positiva, sino más bien,
obligaciones de abstención, en tanto no suponen que el Estado haga algo, sino que lo deje de hacer, no
hay razón alguna para que sean obligaciones cuyo cumplimiento sea pospuesto hasta que el Estado
entidad o persona cuente con los recursos suficientes y la capacidad administrativa adecuada”. Sentencia
T-760/08 de la Corte Constitucional (M.P. Manuel José Cepeda Espinoza).
55
Ver arriba las consideraciones sobre el elemento de la accesibilidad a la información y el régimen de
protección de datos, y también el capítulo 4.
56
Así lo ha compartido la Corte Constitucional colombiana, que ha señalado que “respetar el derecho a la
salud puede implicar no realizar un experimento en contra de la voluntad de una persona, pero también
puede implicar tomar las medidas adecuadas y necesarias para deshacerse de los residuos hospitalarios.
De forma similar, la obligación de protección puede implicar la elaboración de una compleja política
pública, por ejemplo en vacunación, pero también puede implicar dejar sin efecto una decisión
administrativa o una determinada regulación”, y también que “El Comité resalta que dentro de las
‘violaciones resultantes de actos de comisión figura la revocación o suspensión formal de la legislación
necesaria para el continuo disfrute del derecho a la salud, o la promulgación de legislación o adopción de
políticas que sean manifiestamente incompatibles con las preexistentes obligaciones legales nacionales o
trata, de nuevo, de no violar con los propios actos –en este caso, la adopción de
normas– el derecho a la salud. Cuando se adopta un régimen de protección de los datos
de prueba que impide el registro de medicamentos a partir de la prueba de
bioequivalencia durante un periodo de tiempo, el Estado viola su obligación de respetar
el derecho a la salud. Los motivos ya han sido expuestos: por la exposición a ensayos
innecesarios que con ello provoca, y por las previsibles consecuencias negativas en
materia de acceso a medicamentos que se van a producir, a raíz del mantenimiento de
precios monopólicos y más elevados durante cinco años.
Cabe una salida a la contradictoria situación descrita: obligar al titular del registro
original a divulgar los datos y que éstos puedan utilizarse por el competidor, o a
permitir la aprobación del fármaco subsiguiente por bioequivalencia con su producto.
59
Existe cierta confusión en la versión española, en la que se repite dos veces, en el marco de la
obligación de cumplir, la de facilitar. En verdad, la segunda referencia debería decir “proporcionar”,
como se extrae en buena lógica (y de las otras versiones lingüísticas del texto). Para constar este error
tipográfico en un texto oficial, examinar el párrafo 37 de la observación general en la versión española:
Naciones Unidas, Recopilación de observaciones generales y recomendaciones generales adoptadas por
órganos creados en virtud de tratados de derechos humanos, HRI/GEN/1/Rev.7, 12 de mayo de 2004, p.
105.
Entre las actividades que permiten satisfacer la obligación de cumplir se encuentra el
impulso normativo. A partir del marco descrito, se puede indagar en cuáles son las
normas necesarias para adecuar el régimen de protección de datos a las exigencias del
derecho de los derechos humanos. Un régimen respetuoso no sólo en la práctica sino en
su concepción con las normas de la ética médica, y que no provoca dificultades
adicionales en materia de accesibilidad económica a los productos farmacéuticos.
En los países que ahora adoptan regímenes de protección de datos que implican
conceder periodos temporales de exclusividad, se acaba con un marco más competitivo
64
En el mismo sentido, Corte Constitucional de Colombia, sentencia T-760/08 (M.P. Manuel José
Cepeda Espinoza).
en el que, una vez agotado el periodo de tiempo de protección mediante patente, los
competidores podían comerciar sus productos mediante prueba de bioequivalencia. Los
efectos económicos y sobre el acceso detallados demuestran que se trata de una medida
regresiva y, según la Oficina del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, “la prohibición (de regresión) se aplica a cualquier medida
adoptada conscientemente que reduce el disfrute de derechos económicos, sociales y
culturales, sea o no que la regresión fuera una consecuencia querida e intencional de la
medida” (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2005, p. 28).
Este mismo organismo ha tenido ocasión de conocer el impacto sobre los derechos
humanos que resulta de diversos tratados de libre comercio y sus disposiciones en
materia de propiedad intelectual. Una de las disposiciones más controvertidas del
tratado de libre comercio entre Colombia y Estados Unidos es la relativa a la obligación
de conceder periodos temporales de exclusividad de datos. En este contexto, es
interesante traer a colación las palabras que el Comité de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales dedicó a Colombia en su análisis del informe-país. En ellas, el
comité no hizo una crítica directa al tratado de libre comercio sino que dejó espacio
para su implementación e interpretación de modo compatible con las obligaciones en
materia de derechos humanos. En último término, señaló que si esto no era posible
convendría revisar el tratado. Las pistas que ofreció el comité a este último respecto
fueron abundantes.
En primer lugar, señaló que le preocupaba “la posibilidad de que los acuerdos
comerciales pudieran afectar al disfrute de los derechos económicos, sociales y
culturales”. Más concretamente, que:
(...) el acuerdo de libre comercio firmado entre el Estado parte y
Estados Unidos de América contenga disposiciones sobre la propiedad
intelectual que pueden causar un alza de los precios de los
medicamentos e incidir negativamente en el disfrute de los derechos a
la salud (Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
2010, p. 3).
Por ello recomendó a Colombia adoptar medidas efectivas, con el fin de que en todos
los acuerdos de libre comercio y en todos los acuerdos comerciales bilaterales y
multilaterales se tengan en cuenta los derechos económicos, sociales y culturales, y que
elabore políticas eficaces para proteger los derechos de la población contra los efectos
perjudiciales de esos acuerdos (Comité de Derechos Económicos, Sociales y Culturales,
2010, p. 3).
Otros países que han suscrito acuerdos de libre comercio con disposiciones en materia
de propiedad intelectual que pueden encarecer y dificultar el acceso a productos
farmacéuticos han recibido comentarios similares a los de Colombia. Un rasgo común
en todos los países en cuestión es que en sus respectivos acuerdos se recogían
disposiciones en materia de datos de prueba que daban lugar, como resultado, al
régimen ahora objeto de comentario (ONU, 2006).
El comentario más reciente del comité en este ámbito es el que dedica a Perú. En mayo
de 2012 el comité señaló que tomaba nota “con preocupación de que el Estado parte,
cuya población hace un gran uso de los medicamentos genéricos asequibles, concertó,
en diciembre de 2005, un acuerdo de libre comercio con Estados Unidos (Acuerdo de
Promoción Comercial Perú-Estados Unidos) que incorpora normas más estrictas que las
del acuerdo sobre los Adpic que restringen considerablemente el acceso futuro a nuevos
medicamentos genéricos asequibles (art. 12)”. Por ello el Comité sobre Derechos
Económicos, Sociales y Culturales (2003) recomendó que:
65
Ver apartado 2 de este mismo capítulo.
En esta sección del capítulo se presentan los fundamentos que se encuentran en el
régimen del derecho internacional de los derechos humanos para sostener que el
régimen de protección de datos de prueba suscita cuestiones a la luz del derecho a la
vida, tal como está previsto en el artículo 6 del Pacto Internacional de Derechos Civiles
y Políticos y también en el marco del Sistema Interamericano de Derechos Humanos.
El análisis y alcance actual del derecho a la vida difieren del usual a finales de los años
setenta y principios de los ochenta, cuando se sostenía una visión restrictiva que lo
circunscribía a obligaciones negativas. En la evolución de la dimensión positiva del
derecho a la vida ha influido de modo significativo el avance en la implementación del
principio de la interdependencia e indivisibilidad de los derechos humanos66, así como
la búsqueda de cauces para asegurar la exigibilidad de los derechos económicos y
sociales.
66
Cançado Trindade y Alirio Abreu, en un voto concurrente en el asunto Villagrán Morales, afirman que
“esta visión (la que deriva obligaciones positivas del derecho a la vida) conceptualiza el derecho a la vida
como perteneciente, a la vez, al dominio de los derechos civiles y políticos, así como a los derechos
económicos, sociales y culturales, ilustrando de este modo la interrelación e indivisibilidad de todos los
derechos humanos”.
67
Específicamente sobre la aplicación de esta aproximación al derecho a la vida, ver De Schutter (2002).
Si bien la tipología tripartita de obligaciones ofrece un mayor rendimiento explicativo,
no es imprescindible para deducir obligaciones positivas del derecho a la vida, como es
la de impedir atentados cometidos por particulares, o la de legislar de modo que se
eviten privaciones arbitrarias de la vida.
68
Si bien hay quien sostiene que también de la obligación de respetar cabe deducir obligaciones positivas,
como adoptar las medidas necesarias para evitar las privaciones ilegales del derecho a la vida. Ver
Ramcharan (1985).
personas en “cualquier momento de su desarrollo humano”, y se mencionó la obligación
de sustento derivada de la conjunción de los términos “integridad corporal” y “cualquier
momento del desarrollo humano”69. Así mismo, se mencionó el “deber de la sociedad
de proteger el derecho a la vida del individuo”70, que remite a las obligaciones
socioeconómicas del Estado con respecto al derecho a la vida. Tras la redacción del
pacto, en la Asamblea General de las Naciones Unidas uno de los negociadores señaló
que, en las deliberaciones sobre el derecho a la vida, junto al “imperativo tradicional
[…] ‘No se debe matar’” se habían considerado también “estipulaciones positivas
referentes al derecho a la vida que [...] pueden ser asumidas como significantes del
derecho de cada persona a la preservación y disfrute de su existencia como individuo”
(Ramcharan, 1985, p. 9).
69
2ª Sesión de la Comisión, ver el resumen preparado por el secretario general, A/2929.
70
A/3764, N.º 112, A/C.3/SR.810, N.º 10; A/C.3/SR.813, N.º 35.
71
Que remite a la “realización personal que, a su vez, se sustenta en las opciones que el sujeto puede
tener para conducir su vida y alcanzar el destino que se propone”. Cfr. Loayza Tamayo, caso 11.154,
sentencia de 17.9.1997.
72
De acuerdo con el tribunal, con respecto a los niños de la calle se viola también el derecho a la vida
cuando los estados no evitan que sean lanzados a la miseria, privándoles así de unas mínimas condiciones
de vida digna e impidiéndoles el pleno y armonioso desarrollo de su personalidad. Villagrán Morales y
otros, caso 11.383, sentencia de 19.11.1999.
73
Por ejemplo en Lurie y Wolfe (1997).
existe una violación del derecho a la vida. Pero sobre todo se trata de un modelo para la
gestión de datos de prueba que conoce múltiples opciones no lesivas para con los
derechos fundamentales. Las obligaciones positivas derivadas del derecho a la vida, esto
es, la obligación de proteger evitando las actividades que resulten en muertes arbitrarias,
y la de cumplir adoptando medidas que reduzcan o eliminen las amenazas a la vida
humana, hacen que el Estado sea responsable de evitar que los ensayos clínicos resulten
en muertes de sus participantes o de terceras personas a través de la adopción de los
mecanismos necesarios para reducir tal riesgo. Entre estos mecanismos está el de
permitir que se lleven a cabo procedimientos sumarios de aprobación sobre la base de
estudios de bioequivalencia, sin necesidad de esperar a que expire el término de
protección del uso de la información no divulgada.
Los comentarios del Comité de Derechos Humanos sobre el derecho a la vida han
confirmado el carácter positivo de las obligaciones que se derivan del mismo y su
contenido socioeconómico. A las previsibles referencias a la obligación de respetar74 y a
la de proteger75, se han sumado otras referencias a la obligación de cumplir el derecho a
la vida, quizás la más apta para recoger la interacción con el derecho a la salud. En sus
observaciones generales el comité se ha acercado cada vez con más claridad a las
cuestiones sanitarias, hasta declarar que la lucha contra cuestiones como la enfermedad
y la malnutrición forma parte del derecho a la vida.
74
Las autoridades deben evitar la privación arbitraria de la vida cometida por las propias fuerzas
gubernamentales.
75
Deben tomarse medidas para impedir la desaparición de personas y establecer los medios para realizar
investigaciones profundas.
76
General Comment 3. Implementation at the national level (art. 2), 29/07/1981.
derecho a la vida es inherente a la persona” no puede ser correctamente entendida de un
modo restrictivo y la protección del derecho requiere que el Estado tome medidas
positivas. El comité considera que sería deseable que los estados parte tomaran todas las
medidas posibles para reducir la mortalidad infantil e incrementar la esperanza de vida,
especialmente tomando medidas para eliminar la malnutrición y las epidemias”77.
Una de las medidas de control del cumplimiento del pacto son los informes periódicos
estatales, mecanismo convencional de naturaleza no contenciosa al que subyace también
una fiscalización de las políticas estatales. En los comentarios a los informes periódicos
estatales, el comité ha encontrado un medio idóneo para expresar el extenso alcance del
derecho a la vida. En estas observaciones el comité alude con frecuencia a la relación
entre el derecho a la vida y la salud. Además de hacer hincapié en temas como el aborto,
el comité ha expresado en el artículo 6 su preocupación con respecto a la falta de
accesibilidad a los servicios de salud, la mutilación genital femenina, los altos índices
de mortalidad infantil y materna, la salud en centros tutelados por el Estado, la
vinculación existente entre vivienda, salud y vida y, de un modo más genérico, la
esperanza de vida y las condiciones de salud y vida de las mujeres78.
Por lo tanto, desde la apertura del derecho a la vida a las cuestiones sanitarias y las
obligaciones que de este derecho se derivan en el plano normativo, cabe analizar la
doble problemática suscitada por el presente régimen de protección de datos. No parece
que, en efecto, sea compatible con la dimensión sanitaria del derecho a la vida ni con el
componente normativo del mismo desarrollar o mantener una normativa que puede, por
77
General Comment 6. The right to life (art. 6), 30/04/1982.
78
Entre otras, las observaciones del Comité en los informes CCPR/C/79/Add.113; CCPR/CO/77/MLI;
CCPR/CO/74/HUN; CCPR/CO/74.GEO; CCPR/C/79/Add.76.
79
Responsabilidad que no exime la escasez de recursos financieros.
un lado, dejar sin acceso a tratamiento a parte de la población y, por otro, implicar la
repetición de ensayos redundantes.
Por un lado, de este derecho se han derivado diversos principios fundamentales propios
de la investigación biomédica, como el de obtener el consentimiento informado81. Esto
es importante puesto que, como se vio al señalar las implicaciones del actual régimen de
protección de datos de prueba, se llega a la situación de forzar la repetición de ensayos
80
Causa 5619/05, en el asunto Novartis Pharma AG c. Monte Verde SA s/ varios propiedad intelectual,
sentencia de la Sala III de la Excelentísima Cámara Nacional de Apelaciones de la Nación Argentina, 1.o
de febrero de 2011.
81
Artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos.
sobre productos que ya se conocen, y parece poco probable que alguien dé su
consentimiento informado a participar en un ensayo con un producto que ya existe en el
mercado, y en el que tiene posibilidades de caer en el grupo de control con placebo
mientras, fuera del ensayo, recibiría el medicamento con toda normalidad82.
Por otro lado, y esto es interesante tanto por las consecuencias sobre el precio y la falta
de acceso en que puede resultar el régimen de protección de los datos de prueba, como
por la situación a la que se expone a los posibles participantes de ensayos con placebo,
el Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha impedido la extradición de personas a
países donde no recibirían el tratamiento vital que se les venía suministrando (asuntos
BB. c. Francia y D. c. Reino Unido)83. El argumento del tribunal fue que dejarles sin
tratamiento suponía condenarlos a una muerte segura, lenta y dolorosa, lo que equivalía
a un trato inhumano o degradante puesto que la misma era evitable. Se trata de retomar
en relación con aquellos que quedan excluidos del tratamiento por el aleatorio sistema
de control con placebo, y también con respecto a quienes el mayor costo del fármaco va
a impedir acceder a un tratamiento que necesitan.
82
Se trata de un supuesto que, como se señaló, también plantea cuestiones desde el punto de vista de la
aceptabilidad, como elemento esencial del derecho a la salud. Ver el apartado 3.2.1.
83
B.B. v. Francia, Solicitud 30930/96, 1998 y D. c. Reino Unido, Solicitud 30240/96, 1997.
84
Además de tratarse en asuntos como las extradiciones de personas en necesidad de tratamiento, el
derecho a no sufrir tratos inhumanos y degradantes ha sido esgrimido y tutelado por los tribunales en
casos con trasfondo sanitario que van más allá de las torturas en el sentido estricto del término, por
ejemplo, al examinar las condiciones de encarcelamiento o de internación en instituciones mentales.
distintos niveles de perturbación física y psicológica para los
afectados. Así, se determinó que incluso en ausencia de lesiones
físicas, el sufrimiento psicológico y moral del afectado, aunado a una
perturbación psíquica generada por las autoridades, puede constituir
trato inhumano, mientras que el trato degradante se caracteriza por los
sentimientos de miedo, ansiedad e inferioridad inducidos a la víctima
con el propósito de humillarla (Corte Constitucional de Colombia,
1991, p. 53).
Los ensayos repetitivos, con placebo o sin éste, en los que puede resultar el régimen de
protección de datos, no se justifican por el beneficio que el placebo, el no tratamiento o
inclusivo el fármaco real reportan al participante en el ensayo. El trato de las personas
que reciben el placebo es instrumental, es decir, el paciente está al servicio de un bien
ulterior, una autorización de comercialización. En congruencia con la comprensión
kantiana del ser humano como un fin en sí mismo, el placebo no debe utilizarse en
personas necesitadas de un fármaco excepto cuando éste no exista. Esta es la
aproximación que adopta el Convenio Europeo sobre los Derechos Humanos y la
Biomedicina que, tras afirmar que el propósito del convenio es la protección de la
dignidad humana, establece que “El interés y el bienestar del ser humano deberán
prevalecer sobre el interés exclusivo de la sociedad o de la ciencia” (Consejo de Europa,
2004, art. 2), y prohíbe experimentos con personas a menos “que no exista un método
alternativo al experimento con seres humanos de eficacia comparable” (Consejo de
Europa, 2004, art. 16).
Más allá de la expresa prohibición de los ensayos sin consentimiento que establece el
artículo 7 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que también puede
entenderse subsumida en la dimensión de libertad que acompaña al derecho a la salud,
no proporcionar el tratamiento que se conoce efectivo y sustituirlo por un placebo, o
dejar sin tratamiento a personas por el impacto del régimen de protección de datos sobre
el precio, significa abandonar a las personas a una muerte segura y más o menos
dolorosa según la enfermedad. Ya se señaló que el Tribunal Europeo de Derechos
Humanos ha sostenido el mismo argumento en los casos D. c. Reino Unido85 y B.B. c.
85
Junto al art. 3 del Convenio Europeo que prohíbe los tratos inhumanos y degradantes, también se hizo
referencia al art. 2, es decir, al derecho a la vida. La corte consideró que al haber lugar en el caso a la
Francia86, en los que, para evitar los “tratos inhumanos y degradantes” que supondría
una extradición que dejaría a los demandantes sin la terapia antirretroviral necesaria
para continuar con vida, el tribunal invocó el artículo 3 del convenio, que prohíbe
precisamente dichos tratos y las extradiciones.
estimación del artículo 3, no era necesario entrar a valorar el artículo 2 (par. 59). D. c. Reino Unido,
Solicitud 30240/96, 2/5/1997.
86
B.B. c. Francia, Solicitud 30930/96, 7/9/1998.
87
El “progreso científico y sus aplicaciones” se concreta en el ámbito sanitario en los productos
farmacéuticos.
88
Otra opción es entender que los fármacos son fruto del progreso científico.
89
Ver Asamblea General de las Naciones Unidas (2012).
directrices de un comité de expertos, reunidos con el patrocinio de la Organización de
las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) y la Oficina del
Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Derechos Humanos.
En el plano nacional también algunos altos tribunales han reparado en este derecho. Es,
por ejemplo, el caso de Colombia, cuya Corte Constitucional ha señalado:
90
Ver el apartado 6.3.3 sobre la sentencia de la Corte Suprema de Justicia de Venezuela, Cruz del Valle
Bermúdez y otros vs. MSAS, Sala Político - Administrativa de la Corte Suprema de Justicia de Venezuela,
Cruz del Valle Bermúdez y otros vs. MSAS, 15 de julio de 1999, Expediente N.° 15.789, sentencia N.°
916, en http://www.escr-net.org/docs/i/400745
91
En este último caso, recogido en su artículo 15.1.b).
La protección de los datos de prueba no es una categoría de propiedad intelectual que
premie la innovación, ni que proteja vínculo personal alguno entre quienes desarrollen
tales datos y los datos en sí mismos. Es pacífica la afirmación de que la protección de
los datos de prueba premia la inversión realizada para desarrollarlos. Así se justifica en
todos los ordenamientos jurídicos que la reconocen, y es una afirmación compartida
tanto por la industria que genera tales datos como por sus competidores92. Esta
acotación es importante, puesto que excluye de raíz cualquier conflicto entre el artículo
15.1.b del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales –derecho
a acceder– y el artículo 15.1.c) del mismo tratado, que reconoce el derecho de autores e
inventores a beneficiarse de la protección de los intereses materiales y morales
resultantes de la propia creatividad. La protección de los datos de prueba, a diferencia
de lo que sucede con títulos de propiedad industrial como las patentes, no entra en
diálogo o conflicto con el artículo 15.1c, dado que no premia innovación o creatividad
alguna (sobre estas otras relaciones, ver Seuba, 2010).
Una lectura integral del artículo 15 del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, con sus respectivas alusiones al derecho a participar del progreso
92
Ver el capítulo 2, apartado 2.5.1, de esta obra.
93
Ver el capítulo 2, apartado 3.2 de esta obra.
y a los beneficios materiales y morales resultantes de la propia creatividad, sumada a las
medidas necesarias para la protección de otros derechos humanos, conduce a un
régimen de propiedad intelectual en el que la privatización de un bien público no se
traduce en la imposibilidad de acceso a los resultados de éste, sino que se entiende que
la propiedad intelectual es un producto social y tiene una función social (Chapman,
1999).
A partir de este derecho cabe abordar los efectos negativos que tiene, sobre la
innovación y el avance de la ciencia, un régimen de protección de datos basado en el
secretismo perpetuo. En efecto, la no divulgación de los datos de prueba representa un
grave obstáculo para la innovación y el desarrollo de la técnica, y para el progreso y
mayor bienestar general (Dukes, 1996). Tal como lo afirmó, hace ya más de treinta
años, un panel del Comité Científico Asesor del Presidente de Estados Unidos:
Se trata de un aspecto que, si bien es posible tratarlo desde la óptica del derecho a la
información, suscita cuestiones desde el punto de vista del derecho a participar de los
avances de la ciencia y de la técnica.
Obligaciones
Obligación de respetar
Obligación de proteger
94
Por ejemplo, en el caso de la fatwah a Salman Rushdie, ver Concluding observations of the Committee
on Economic, Social and Cultural Rights: Iran (Islamic Republic of). 09/06/1.993, 9 June 1993,
E/C.12/1.993/7, párr. 7.
En el primer caso, textos como la “Declaración sobre el uso de la ciencia y la tecnología
en beneficio de la humanidad” (1975) ofrecen numerosos ejemplos95. En relación con la
obligación de adoptar medidas para proteger a los sujetos que participan en la
investigación científica, la misma remite a estándares éticos y legales, presentados al
tratar el derecho a la salud96. En el caso del régimen de protección de datos de prueba,
debe incorporarse en los elementos por considerar en el debate el factor riesgo, que se
deriva de la repetición de ensayos innecesarios, y del hecho de que quienes están en
posesión de la información para evitar tales ensayos (el propietario de los datos y la
administración) no impidan (suministrando la información o utilizándola para aprobar el
fármaco) tales riesgos y daños concomitantes.
La obligación de cumplir
También en este caso la obligación cumplir conmina a los estados a adoptar medidas
legisaltivas, admistrativas y presupuestarias para permitir la completa satisfacción del
derecho a disfrutar de los beneficios del progreso científicos y sus aplicaciones.
95
Ver artículos 2, 6 y 8 de la Declaración sobre el uso de la ciencia y la tecnología en beneficio de la
humanidad, UNGA, 1975.
96
Ver el apartado 3.2.1.
nacional; d) Programas en ciencia y educación97; e) Programas y normas que faciliten el
acceso al progreso científico y sus aplicaciones.
Conclusiones
El análisis del régimen de protección de datos desde el ángulo del derecho de los
derechos humanos permite contextualizarlo en un más amplio ordenamiento en el que
dicho régimen coexiste con otros regímenes normativos que tutelan, en algunos casos,
bienes jurídicos superiores. También supone dar un paso más allá de las críticas
planteadas desde la ética de la investigación médica. Si bien los códigos éticos han
adquirido cierto valor normativo, el análisis basado en derechos fundamentales permite
poner en funcionamiento todo el engranaje judicial, y conmina además a amoldar el
marco normativo de la protección de datos de forma que sea compatible con el derecho
de los derechos humanos.
Referencias
En los años ochenta, Amartya Sen incorporó otros elementos importantes para definir la
seguridad alimentaria al referirse a que el acceso a los alimentos estaba mediado por los
ingresos, los derechos de los individuos y el entorno social e institucional. En los
noventa inició la discusión sobre la seguridad nutricional, según la cual no sólo con el
acceso a los alimentos se determinaba la seguridad alimentaria sino que las condiciones
sanitarias y el estado de salud afectaban la disponibilidad de éstos e incidían
directamente en el estado nutricional de la población y, por lo tanto, en la seguridad en
esta materia.
98
Profesora de Nutrición Pública, coordinadora del Observatorio de Seguridad Alimentaria y Nutricional
(Obsan) de la Universidad Nacional de Colombia. Dirección electrónica: sedelcastillom@unal.edu.co.
comercio (TLC) firmado por Colombia con Estados Unidos, en cada uno de sus
determinantes.
El TLC con Estados Unidos se planteó inicialmente en Colombia como una estrategia
para ampliar el acceso del mercado colombiano al estadounidense, eliminando las
barreras arancelarias y no arancelarias de los productos, y manteniendo herramientas de
protección y estabilización para los agricultores colombianos (Garay, Barberi &
Espinoza, 2006). No obstante, este objetivo se vio diluido en el marco de la
negociación, pues a pesar de haber trabajado bajo la definición de unos intereses para el
país, como lo afirma el estudio realizado por Garay et al. (2006), al final se dio un
resultado asimétrico a favor de Estados Unidos, que pone en riesgo de
desmantelamiento la política comercial colombiana y la producción nacional.
Si bien desde 2008 el país cuenta con el Documento del Consejo Nacional de Política
Económica y Social (Conpes, 113) (Departamento Nacional de Planeación [DNP],
2008), por el cual se define la política nacional de seguridad alimentaria y nutricional en
Colombia, y posteriormente, mediante el Decreto 2055 de 2009 del Ministerio de la
Protección Social, se crea la Comisión Intersectorial de Seguridad Alimentaria y
Nutricional (Cisan), encargada de coordinar dicha política, a la fecha Colombia no tiene
definido un plan de seguridad alimentaria y nutricional, ni mucho menos de soberanía
alimentaria. Sólo algunas regiones han logrado con esfuerzo propio estructurar planes
e iniciativas de soberanía alimentaria, como los departamentos de Cauca y Nariño, y de
seguridad alimentaria y nutricional (SAN) los departamentos de la Costa Atlántica,
Bogotá y Medellín.
Este análisis se presenta desde los componentes de la SAN que plantea el Conpes 113
(DNP, 2008). De esta manera se evidencia la crítica situación actual, que en vez de
mejorar, empeora. Así se observa al comparar la mayor parte de los resultados de la
Ensin 2010 con los de la Ensin 2005 (Profamilia, 2010; 2005).
1. Disponibilidad de alimentos
Como lo muestran las cifras del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, hoy no
hay problemas de disponibilidad de alimentos a escala nacional. No obstante, es una
alerta la situación de Centroamérica, donde países como Haití ya declararon la
emergencia por la reducción en la disponibilidad nacional, además del incremento en
los precios de los alimentos como consecuencia de la producción de agrocombustibles
que entran a competir con el alimento de los seres humanos. Adicionalmente, incentivar
la producción de agrocombustibles y la explotación minera desemboca en el
monocultivo en el primer caso y en franco deterioro de los suelos y la contaminación de
fuentes hídricas en el segundo. Esto genera mayor dificultad para asegurar la
producción nacional de alimentos y garantizar la disponibilidad como componente
esencial de la seguridad alimentaria y nutricional. Pimentel y Patzek (citados por
Morales, 2008) refieren que con el maíz necesario en la producción del etanol que
requiere un automóvil del primer mundo para recorrer 32.000 km/año, podrían cubrirse
las necesidades calóricas diarias de una persona durante 22.947 días, lo que equivale a
62 años.
Los resultados de las negociaciones del TLC con Estados Unidos afectan
profundamente la disponibilidad de alimentos en Colombia. Según los estudios
realizados por Garay et al. (2006), en el proceso de negociación se dio una asimetría a
favor del país norteamericano que implicó que el 53,7 % de las importaciones que
realiza Estados Unidos a Colombia quedara con desgravación inmediata y el 41,1 % con
desgravación a un año, lo que corresponde a un total de 94,8 % de las exportaciones
efectuadas. Esto indica que las exportaciones de Colombia solamente serán de 63.000
toneladas, mientras que las importaciones provenientes de Estados Unidos ascenderán a
4.629.000 millones de toneladas, lo que en dinero representa un aumento de 191
millones de dólares para Colombia frente a 571 millones, respectivamente. La asimetría
es evidente (Banco de la República, 2006).
Este panorama pone en riesgo la soberanía y autonomía alimentaria del país al causar un
debilitamiento de la producción nacional como consecuencia del bajo poder competitivo
de los productores colombianos, específicamente del pequeño agricultor respecto de los
productores norteamericanos, que ofrecen precios más bajos por las facilidades con que
cuentan para acceder a créditos con fines de exportación y a créditos para la producción
de alimentos. Estos riesgos significan mayores niveles de pobreza y desempleo en la
población rural, mayor limitación en el acceso a los alimentos y mayor migración del
campo a la ciudad; todo ello como consecuencia de la competencia desigual entre los
campesinos norteamericanos y los colombianos.
Esto evidencia claramente cómo se ven amenazados los mínimos elementos que deben
garantizarse en este determinante de la SAN, pues no se asegura para el país la
suficiencia, estabilidad y autonomía alimentaria que satisfagan las necesidades
nutricionales y alimentarias de la población colombiana.
Con respecto a este determinante de la SAN, es importante tener en cuenta que con el
TLC el pequeño y mediano agricultor o campesino es el que se ve afectado,
principalmente. Esto se traduce no sólo en un deterioro económico de la familia sino
también de su situación alimentaria y nutricional. Por un lado, se disminuirá la
producción de alimentos, lo cual limita el acceso a éstos, y por el otro, el dinero recibido
por estas familias será menor debido a la reducción en la venta de la producción
agropecuaria. Las familias tendrán dificultades para comprar alimentos adecuados en
cantidad y calidad, así como para suplir sus necesidades.
Si bien el TLC plantea a corto plazo una disminución de precios para el consumidor, a
largo plazo esto puede revertirse, pues al no disponer de alimentos Colombia dependerá
de la importación. Por tanto, incluso más allá de Estados Unidos, los países serán los
responsables de fijar los precios. Esta situación generará incertidumbre en cuanto al
control interno de precios, y limitará a las familias colombianas para la compra de
algunos grupos de alimentos.
Lo anterior se ve agravado por las altas cifras de pobreza, que han obligado a millones
de familias en el país a disminuir tanto la cantidad como la calidad de los alimentos
comprados, debido a su alto precio en el mercado. Es el caso del grupo de alimentos de
lácteos y derivados y de las carnes, que son los que representan los mayores costos. Las
familias recurren a comprar los de menor costo y mayor poder de saciedad, lo que se
convierte claramente en una amenaza para la garantía del derecho a la seguridad
alimentaria y nutricional de la población.
3. Consumo de alimentos
Este componente se refiere a los alimentos que consumen las personas y está
relacionado con la selección de éstos, las creencias, actitudes y prácticas, tal como se
describe en el documento Conpes 113 de la política nacional de SAN.
Renglones de la producción nacional como lácteos, carnes y huevos, que son la opción
económica para que los integrantes más vulnerables de las familias consuman proteína
de alta calidad, se ven amenazados por el TLC, más aún cuando el consumo antes de la
entrada en vigencia del tratado era de todas maneras muy bajo (figura 4).
Elaboración de la autora con datos de la Ensin (2010).
Por otra parte, el alto consumo de alimentos procesados que entran a muy bajo costo por
causa del TLC, la mayoría de ellos con altos contenidos calóricos, va en contravía de la
situación que se registra en cuanto a la producción de frutas y verduras, cada vez más
amenazada y marginal. En especial con respecto a las verduras, el pequeño productor
campesino, sin apoyo estatal, tiene menos canales de comercialización y más altos
costos de producción. Esto repercute en el costo de dichos alimentos en la canasta
familiar y en la baja disponibilidad en las regiones del país que menos los consumen por
razones económicas y culturales. A continuación se muestran los bajos porcentajes de
consumo de frutas y verduras, básicos para el balance nutricional y la ingesta adecuada
de vitaminas y minerales en la dieta de la población colombiana (figura 5).
Elaboración de la autora con datos de la Ensin (2010)
Este componente se refiere a cómo y cuánto aprovecha el cuerpo humano los alimentos
que consume y cómo los convierte en nutrientes para que el organismo los asimile
(ICBF, 2008). A partir de las cifras por regiones de Colombia, es muy diciente en los
indicadores de SAN la deficiencia dramática de micronutrientes, especialmente en lo
que respecta a la anemia por deficiencia de hierro en niños menores de cinco años. Por
ser éste un problema prevalente en el total de la población, si se compara con otros
países de Latinoamérica, en muchas regiones de Colombia el comportamiento del
indicador muestra una situación de emergencia nacional de SAN. A este problema no se
ha dado respuesta, a pesar de que los datos para el 2010 continúan alertando sobre
regiones del país críticas (figura 6).
Elaboración de la autora con datos de la Ensin (2010).
Figura 6. Prevalencia de anemia en niños menores de cinco años por departamento y región.
Colombia, Ensin 2010.
99
Cepal-PMA. Modelo de análisis del impacto social y económico de la desnutrición infantil en América
Latina. Santiago de Chile, 2006, pp. 35-44.
Figura 7. Prevalencia de anemia, deficiencia de zinc y vitamina A en niños menores de cinco
años. Colombia, Ensin, 2010.
Al desagregar la información, las cifras son aún más dramáticas, pues se ve claramente
que en la población rural, de indígenas y de afrodescendientes, así como en la de los
niveles más bajos del Sisbén, prevalecen las deficiencias de micronutrientes con
respecto al país (figura 8). Llaman especial atención los datos relacionados con el zinc,
específicamente en la población indígena, donde el porcentaje de deficiencia alcanza un
56,3 %, lo cual constituye un problema grave de salud pública en el que debe intervenir
el Estado.
5. Calidad e inocuidad
Este componente hace referencia al conjunto de características que aseguran que los
alimentos no representen un riesgo biológico, físico ni químico para la salud.
Reflexión final
El TLC con Estados Unidos se convierte en una gran amenaza para la garantía del
derecho a la SAN de la población colombiana, pues si analizándola solamente desde sus
determinantes convencionales tiene un impacto negativo, mucho más grave es la
situación al hacer el ejercicio desde la mirada de los determinantes de la seguridad
humana y ambiental, indispensables para el cumplimiento de dicho derecho. En igual
forma, desde el enfoque diferencial, la situación de las comunidades afrocolombianas e
indígenas, entre otras, es más dramática por estar ubicadas en las zonas objeto de
disputas territoriales no sólo para cultivos ilícitos sino para extracción de recursos y
cultivo de agrocombustibles.
Referencias
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Estados Unidos en la balanza de pagos hasta 2010. Recuperado de
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Bogotá: Fundación Semillas.
Capítulo 9
En la Constitución Política de 1991 la salud no está contemplada dentro del capítulo que
habla de los derechos fundamentales, pero aparece en el de los derechos económicos,
sociales y culturales, en el que se lo considera un derecho irrenunciable al tenor de lo
dispuesto por el artículo 48, que dispone: “Se garantiza a todos los habitantes el derecho
irrenunciable a la seguridad social”. Por su parte, el artículo 49 dice:
101
Este capítulo forma parte del proyecto de investigación “Los fundamentos normativos de la
democracia y el problema de la representación política”, aprobado por el Comité para el Desarrollo de la
Investigación (CODI) de la Universidad de Antioquia.
102
Instituto de Filosofía, Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Dirección electrónica:
franciscocortes2007@gmail.com.
Las preguntas que se desprenden de esto son las siguientes: ¿es la salud un derecho
fundamental? Y si lo es, ¿por qué no se incluyó en el capítulo de los derechos
fundamentales de la Constitución? Reconociendo la salud como un derecho
fundamental, ésta sólo puede garantizarse como un servicio público a cargo del Estado;
entonces, ¿cuáles serían los contenidos mínimos exigibles de este derecho? ¿Cómo
resolver la tensión entre la salud como un derecho y la salud como servicio público a
cargo del Estado? Estas son algunas de las preguntas que se han planteado una y otra
vez en el marco de discusiones sobre el derecho a la salud y que ahora, con ocasión de
la entrada en vigencia del tratado de libre comercio con Estados Unidos, es necesario
volver a discutir.
1. La salud no es un derecho
La primera cuestión que tenemos que plantear es, entonces, si los derechos económicos
y sociales son fundamentales. Por un lado, el neoliberalismo afirma que los derechos
fundamentales son únicamente los derechos liberales civiles y políticos. Uno de sus más
eminentes representantes, Robert Nozick (1988), concibe todo el conjunto de derechos
subjetivos dentro del espacio normativo de la “libertad negativa” (p. 39). En la tradición
liberal clásica, inspirada en el primado de la libertad individual y de la propiedad
privada, la libertad fue entendida básicamente como “ausencia de constricción” y esfera
de no interferencia política. Por el otro, el liberalismo social concibe que los derechos
fundamentales son, además de los derechos liberales (civiles y políticos), los
económicos y sociales.
Con esta definición tan estrecha de la libertad, Nozick y O’Neill desconocen los
problemas de una parte muy importante de los habitantes del planeta e ignoran que el
lenguaje de los derechos y las reivindicaciones de éstos, contenidas en documentos de
validez nacional e internacional, van mucho más allá de la esfera de la libertad negativa.
La libertad negativa es una noción universal que comprende las libertades civiles y
políticas; pero este liberalismo, limitado a asegurar sólo un mínimo fijo mediante los
derechos y libertades civiles y políticas, deja sin ninguna protección a una parte muy
grande de los habitantes del planeta, que requieren que el Estado les asegure y garantice
no solamente las libertades individuales, sino también los elementos normativos
contenidos en la idea de libertad positiva, es decir, los derechos económicos, sociales y
colectivos.
Este liberalismo tan limitado ha sido funcional para las transformaciones de las
instituciones del Estado que permitan realizar los imperativos sistémicos impuestos por
los poderes financieros y empresariales privados en esta época de globalización de los
mercados y de la economía. Dichas transformaciones afectan básicamente las garantías
institucionales de los derechos fundamentales, tanto los civiles y políticos como los
económicos y sociales. Mediante la privatización de derechos sociales como la salud o
la educación, al permitir la sustitución, en todo o en parte, del servicio público por
seguros privados voluntarios, por préstamos o becas-préstamos, se termina degradando
el derecho social de derecho fundamental a derecho patrimonial de crédito, lo cual
genera consecuencias muy problemáticas para la construcción de una sociedad
democrática.
Para el liberalismo social, entonces, toda autoridad política que viole ese espacio de
acción de la libertad individual es ilegítima, como lo es toda aquella que no actúe
positivamente para dar a los derechos sociales las garantías positivas de prestaciones
requeridas en materia de subsistencia, previsión, asistencia sanitaria y educación. De
este modo, el liberalismo social representa una ampliación del paradigma del Estado
liberal de derecho, que comprende en el pacto constitucional de convivencia la
afirmación de los derechos sociales y no sólo de los de libertad. La estructura del Estado
constitucional de derecho, cuyo fundamento es el liberalismo social, se caracteriza por
la protección de las necesidades vitales de las personas a través de su reconocimiento
como derechos humanos fundamentales y por el establecimiento de un sistema de
garantías que comprende prohibiciones de lesión —negativas— y obligaciones de
prestación —positivas—. El liberalismo social se focaliza no en promover los más altos
estándares de vida, ni en identificar la mejor o más justa forma de sistema económico,
sino que se orienta hacia los más graves problemas y abusos en la esfera económica.
(...) no debe intentar dar una completa explicación de los requerimientos de justicia
distributiva. Más bien, debe mostrar cuáles son los requerimientos más imperativos de
equidad distributiva y de igual ciudadanía y dejarles a los países un espacio
considerable para responder por sus propios estándares de equidad social y económica a
través de los procesos de decisión democrática (Nickel, 2007, pp. 1857-1861).
En similar sentido entiende Charles Beitz los derechos sociales como parte de los
derechos humanos. “Lo primero y más importante es su amplio alcance normativo. Los
derechos humanos son concebidos algunas veces como requerimientos mínimos —
condiciones mínimas para cualquier forma de vida en general—, o protecciones contra
las más inequívocas formas de abuso del poder” (Beitz, 2010, pp. 381-386).
Si es verdad que el fin del derecho y la razón social de las instituciones políticas es la
tutela de la vida, entonces es la satisfacción de los mínimos vitales, y no sólo la garantía
de la prohibición de matar lo que debe entrar a formar parte de las cláusulas del pacto de
convivencia como corolario del derecho a la vida. Naturalmente, privar de la vida
voluntariamente, como sucede con la pena de muerte y con el homicidio, es distinto de
no garantizar la supervivencia. Es precisamente la diferencia que existe entre los
derechos individuales negativos, que requieren garantías negativas de no lesión, y los
derechos sociales positivos, que piden garantías positivas de prestaciones —en materia
de subsistencia, previsión, asistencia sanitaria, educación— y, por lo mismo, entre
agresión intencional a la vida y omisión de socorro (Ferrajoli, 2011, p. 380).
Aquí se encuentra una gran división entre los derechos fundamentales: por un lado, los
derechos sociales, consistentes en expectativas positivas de prestaciones; por otro, los
derechos negativos, consistentes en expectativas negativas de no lesiones. Entre los
primeros están todos los “derechos a” comportamientos o prestaciones de otros: los
derechos sociales fundamentales. Entre los segundos, además de las inmunidades
fundamentales como la libertad personal y el derecho a la vida, todos los “derechos de”
actuar sin interferencias o constricciones por parte de otros, como el derecho de
propiedad y los distintos derechos de libertad y de autodeterminación. El derecho a la
salud está enfocado hacia el bienestar. La ampliación de la razón social del Estado a los
derechos sociales se ha convertido para éste en una condición de su legitimación,
similar a como fue la tutela del derecho a la vida y las libertades fundamentales en los
orígenes de la cultura política moderna. “Hacer vivir y no dejar morir es, en suma, tan
esencial para la convivencia pacífica como no hacer morir y dejar vivir” (Ferrajoli,
2011, p. 381).
Los mayores problemas relativos a los derechos sociales son los que se producen por su
forma lógica de expectativas positivas universales y por las garantías positivas que éstas
requieren. Los derechos sociales plantean problemas de carácter económico y político.
Las garantías de los derechos sociales tienen un alto costo y requieren una pesada y
compleja mediación burocrática. Pero la garantía de los derechos sociales, por costosa
que resulte económicamente, y por difícil que sea su organización burocrática, lo es
bastante menos que su ausencia o violación. Además, no sólo es costosa la garantía de
los derechos sociales, también lo es la de los derechos individuales.
Los derechos cuestan dinero. Es imposible protegerlos o exigirlos sin fondos y apoyo
públicos. […] Tanto el derecho al bienestar como la propiedad privada tienen costos
públicos. El derecho a la libertad de contratar supone costos no menos que la atención
médica, el derecho a la libertad de expresión o a una vivienda decente. Todos los
derechos reciben algo del tesoro público (Holmes & Sunstein, 2011, p. 33).
Para concluir esta parte, se afirma que las garantías de los derechos a la subsistencia, a
la salud y a la educación son las condiciones elementales no sólo de los mínimos vitales
103
Se aclara que en Colombia este reconocimiento se ha dado en virtud del desarrollo jurisprudencial
realizado por la Corte Constitucional.
sino también del desarrollo económico de una sociedad. Por ello la garantía de estos
derechos, aun siendo costosa, constituye la inversión productiva más importante.
3. La Constitución y la salud
Por otro lado, el artículo 50 de la Constitución consagra que la salud debe ser asegurada
a todo niño menor de un año que no esté cubierto por algún tipo de protección o de
seguridad social. Y el artículo 44 afirma: “Son derechos fundamentales de los niños: la
vida, la integridad física, la salud y la seguridad social”. También establece el artículo
49 que el Estado dedicará especial atención al enfermo dependiente o adicto y a su
familia, y desarrollará campañas de prevención contra el consumo de drogas.
104
Por su parte, en sentencia T-419 de 1992 señaló que “los derechos fundamentales son los que
corresponden al ser humano en cuanto tal, es decir, como poseedor de una identidad inimitable
caracterizada por su racionalidad que le permite ejercer sus deseos y apetencias libremente. De ahí que
se le reconozca una dignidad –la dignidad humana– que lo colocan en situación de superior en el
universo social en que se desenvuelve, y por ello, es acreedor de derechos que le permiten desarrollar su
personalidad humana y sin los cuales ésta se vería discriminada, enervada y aún suprimida. Son los
derechos fundamentales que le protegen la vida, proscriben la tortura, aseguran su igualdad frente a sus
congéneres, amparan su derecho a la intimidad, garantizan su libertad de conciencia, de cultos, de
expresión y pensamiento; salvaguardan su honra, le permiten circular libremente, le preservan el
derecho al trabajo, a la educación y la libertad de escogencia de una profesión u oficio, las libertades de
enseñanza, aprendizaje, investigación y cátedra; su juzgamiento debe respetar el debido proceso, se le
garantiza el derecho a la libre asociación y a formar sindicatos, etc.”. || En el mismo año 1992, en
sentencia T-420 esta corporación indicó que los derechos fundamentales se caracterizan “porque
pertenecen al ser humano en atención a su calidad intrínseca de tal, por ser él criatura única pensante
dotada de razonamiento; lo que le permite manifestar su voluntad y apetencias libremente y poseer por
ello ese don exclusivo e inimitable en el universo social que se denomina dignidad humana”. Junto a la
idea de que existen elementos materiales, propios o derivados del mismo derecho, que definen el carácter
fundamental de un derecho constitucional, la Corte ha señalado que también deben considerarse las
circunstancias materiales y reales del caso concreto [Ver sentencias T-491 de 1992, T-532 de 1992, T-571
de 1992, T-135 de 1994, T-703 de 1996, T-801 de 1998, entre otras], así como el referente en el derecho
positivo. En sentencia T-240 de 1993, la Corte señaló que La Constitución como norma básica de la
convivencia social y de estructura abierta y dinámica tiene en la comunidad su correlato necesario. Los
bienes que la Carta protege y valores que prohíja tienen igualmente relevancia social y su existencia o
defecto no son ajenos a su realidad fenomenológica. Sin embargo, el concepto de derecho fundamental,
pese a inspirarse en la realidad y buscar en cierto modo moldearla, es fruto de la consagración o del
reconocimiento del derecho positivo, de suerte que se impone encontrarse en un supuesto comprendido
dentro de su ámbito material delimitado o supuesto por el Constituyente para poder gozar de él”.
En varias sentencias la Corte Constitucional ha reconocido el carácter fundamental del
derecho a la salud, considerando que ésta se constituye como un valor del Estado social
de derecho. Al respecto, en la sentencia T-573 de 2005 la corporación indicó lo
siguiente:
(…) hoy sería muy factible afirmar que el derecho a la salud es fundamental no sólo por
estar conectado íntimamente con un derecho fundamental –la vida– pues, en efecto, sin
salud se hace imposible gozar de una vida digna y de calidad sino que es en sí mismo
fundamental (Corte Constitucional de Colombia, 2011, p. 49).
Ahora bien, es necesario decir además que la posible vulneración del derecho
fundamental a la salud puede ser reclamada por vía de tutela105. Para que proceda la
tutela ante la Corte, la persona debe demostrar que hay algún incumplimiento grave de
un derecho legal o contractual ya existente a la salud. La Corte Constitucional ha
señalado que el derecho a la salud es complejo, tanto por su concepción como por la
diversidad de obligaciones que de él se derivan, al igual que por la magnitud y variedad
de acciones y omisiones que su cumplimiento demanda del Estado y de la sociedad en
general. Su complejidad implica que la plena garantía de este derecho depende de la
disponibilidad de recursos materiales e institucionales. Esto está definido en algunas
sentencias de la Corte: “Esta obligación constitucional de las EPS, respaldadas por el
Fosyga, ha sido básicamente dirigida a ofrecer, en algunos casos, protección médica a
quienes no la tienen” (Corte Constitucional de Colombia, 1998, p. 43), o a “expandir la
farmacopea y los tratamientos ofrecidos por el Plan Obligatorio de Salud a una idea un
105
La tutela es el mecanismo constitucional propuesto por el constituyente para lograr la efectiva
protección de los derechos fundamentales cuando éstos estén amenazados de vulneración o hayan sido
conculcados. “La Corte ha señalado que sólo una vez adoptadas las medidas de orden legislativo y
reglamentario, las personas pueden, sin excepción, acudir a la acción de tutela para lograr la efectiva
protección de estos derechos fundamentales cuando quiera que éste se encuentre amenazado de
vulneración o haya sido conculcado, previo análisis de los requisitos de procedibilidad de este mecanismo
constitucional”.
La anterior regla tiene una excepción, pues también ha indicado la Corte que ante la renuencia de las
instancias políticas y administrativas competentes en adoptar e implementar medidas orientadas a realizar
estos derechos fundamentales en la práctica, los jueces pueden hacer efectivo su ejercicio por vía de tutela
cuando la omisión de las autoridades públicas termina por desconocer por entero la conexión existente
entre la falta de protección de los derechos fundamentales y la posibilidad de llevar una vida digna y de
calidad, particularmente de sujetos de especial protección o, en general, de personas puestas en situación
evidente de indefensión.
tanto más ampliada de qué medicinas y qué tratamientos puede exigir un
derechohabiente del común a su EPS” (SU-480/97, T-409/00, T-933/00).
(...) hay órbitas de la protección del derecho a la salud que deben ser garantizadas por
vía de tutela, por la grave afección que implicarían para la salud de la persona y para
otros derechos, expresamente reconocidos por la Constitución como “derechos de
aplicación inmediata”, tales como la vida o la igualdad (p. 31).
Cabe recordar aquí que por mandato expreso del artículo 44 superior, el derecho a la
salud de los niños, de las personas de la tercera edad, o sujetos de especial
protección constitucional es fundamental y, por consiguiente, no hay necesidad de
relacionarlo con ninguno otro para que adquiera tal estatus (Corte Constitucional de
Colombia, 2008b, p. 50).
106
Es un tratado multilateral general que reconoce derechos económicos, sociales y culturales y establece
mecanismos para su protección y garantía. Fue adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas
mediante la Resolución 2200A (XXI) del 16 de diciembre de 1966 y entró en vigor el 3 de enero de 1976.
Económicos, Sociales y Culturales, conocido como Protocolo de San Salvador. De lo
anterior se desprende que la prestación del servicio público de la salud constituye un fin
primordial en un Estado social de derecho como lo es Colombia.
Sobre el alcance del derecho a la salud la Corte ha dicho que éste goza de una
proyección múltiple: es un derecho fundamental y es un derecho prestacional, y como
servicio público requiere desarrollo legal, apropiación de recursos y ejecución de
procesos programáticos. También se complementa con otras finalidades sociales del
Estado. Puede entonces concluirse que el derecho a la salud es, sin duda, un derecho
fundamental que implica obligaciones de contenido prestacional a cargo del Estado.
(...) en los que no existe una garantía pública del derecho a la salud. Ante todo la garantía
de éste mediante el aseguramiento sanitario hace vana la universalidad, tanto en el plano
objetivo como subjetivo, pues, en efecto, el grado de tutela de la salud dependerá de la
cuantía de la prima y de las condiciones contractuales y, en todo caso, quedarán sin
cobertura los sujetos no asegurados. En segundo término, tal sistema discrimina
abiertamente a los sujetos más débiles, porque sean pobres o porque se trate de ancianos,
enfermos o personas que, de algún modo, se hallen más expuestas al riesgo de nuevas
enfermedades. En tercer lugar, es inevitablemente bastante más costoso para los
ciudadanos que cualquier sistema público por los beneficios que han de obtener las
empresas aseguradoras. No es casual que en Estados Unidos la asistencia sanitaria esté
entre las más costosas y al mismo tiempo más insuficientes de los países avanzados
(Ferrajoli, 2011, p. 396).
Referencias
107
Capítulo financiado con recursos de la estrategia de sostenibilidad 2011-2012, línea de investigación
“Derecho a la salud y luchas sociales por la salud en Colombia”, del Grupo de Investigación de Gestión y
Políticas de Salud, de la Facultad Nacional de Salud Pública de la Universidad de Antioquia. Agradezco
al doctor Óscar Parra Vera, juez de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, y a los autores de las
investigaciones sobre acción de tutela en salud, realizadas en Medellín, por sus aportes para la
elaboración de este artículo.
108
Enfermera. Magíster en Salud Pública y en Ciencia Política. Doctora en Ciencias en Salud Colectiva.
Profesora titular de la Facultad Nacional de Salud Pública. Universidad de Antioquia. Coordinadora de la
línea de investigación “Derecho a la salud y luchas sociales por la salud en Colombia”. Dirección
electrónica: esperanzaecheverry@yahoo.com.mx.
108
Los derechos sociales en Colombia están consagrados.
La otra tesis es que los instrumentos del derecho internacional, formulados en el
contexto del Estado de bienestar del siglo XX, reconocen tardía y lentamente a la salud
como derecho fundamental, y aunque avanzan en definir su contenido y las
responsabilidades derivadas para los estados, en la práctica, la protección es muy
limitada y el predominio, en las últimas décadas, de la racionalidad mercantil en el
ámbito de las políticas sociales genera dos efectos: la regresividad en la realización del
derecho a la salud en los estados que han puesto en marcha reformas con esa
orientación, pero también un incremento de la visibilidad de las violaciones, de la
producción teórica y del litigio en torno a ese derecho, y es esta tendencia la que habría
que potenciar como elemento de una globalización alternativa.
Para argumentar esas tesis, este artículo está estructurado en tres partes: en la primera se
presenta el debate teórico sobre la justiciabilidad de los derechos sociales, desde dos
posiciones: la de la teoría liberal que ha incidido en las reformas de mercado de las tres
últimas décadas y que es contraria a la justiciabilidad, y la del ESD, que está a favor. En
la segunda se sintetizan los resultados de varios trabajos de investigación y se muestran
los alcances y limitaciones de la acción de tutela, principal recurso para la exigibilidad
jurídica del derecho a la salud en Colombia. En la tercera se articulan el derecho a la
salud y la globalización, analizando las restricciones y posibilidades para la
justiciabilidad de ese derecho en el derecho internacional.
109
Los derechos sociales en Colombia están consagrados en el título II, capítulo 2, artículos 42 a 77 de la
CP, y son los siguientes: la protección integral de la familia; la igualdad de derechos y oportunidades
entre mujeres y hombres; los derechos fundamentales de los niños, entre otros, a la vida, la integridad
física, la salud y la seguridad social; la protección y formación integral del adolescente; la protección
integral de personas discapacitadas y de la tercera edad; la seguridad social, la atención en salud y el
saneamiento ambiental en su carácter de servicios públicos; la atención gratuita en salud a los menores de
un año no protegidos por la seguridad social; la vivienda digna; el deporte; el trabajo; la negociación
justiciabilidad es afín al ESD y se ha incorporado al derecho internacional como una
obligación de los estados –parte del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, en adelante Pidesc–110, entre los cuales figura Colombia y también
está prevista para el derecho a la salud (Comité de Derechos Económicos, Sociales y
Culturales [CDESC], 1990, art. 2).
El mecanismo de justiciabilidad más utilizado por los ciudadanos ante la violación del
derecho a la salud es la acción de tutela (en adelante AT), establecida en la CP de 1991111
(República de Colombia, 1991, art. 86)), por la cual los ciudadanos pueden solicitar a las
autoridades judiciales la protección inmediata –que el juez deberá resolver en diez días
hábiles– de sus derechos fundamentales, cuando sean amenazados o vulnerados por la
acción u omisión de autoridades públicas o de particulares encargados de la prestación de
servicios públicos que concreten esos derechos; también cuando la actuación de esas
instancias afecte el interés colectivo o cuando el solicitante esté en situación de
indefensión y subordinación o carezca de otro medio de defensa judicial. La AT es un
procedimiento gratuito, “preferente y sumario”, es decir, prima sobre otros procesos, es
ágil, no se requiere abogado y el dictamen puede ser apelado ante un juez de segunda
instancia. Algunas tutelas también son revisadas por la Corte Constitucional.
En Colombia, el contexto de ese debate en las dos últimas décadas es la tensión entre dos
tendencias simultáneas y antagónicas, puestas en marcha en los años noventa: la
formulación de un ESD en la CP de 1991 y la transición hacia un nuevo modelo de
desarrollo neoliberal. Ambas tendencias se inscriben en el ámbito de la teoría liberal. Esto
implica que aunque comparten, entre otros fundamentos, la relevancia de la dimensión
subjetiva de los derechos y la aceptación del mercado, cada una defiende concepciones
opuestas de los DESC y de su justiciabilidad que si bien no se dan puras en la práctica, sí
se vinculan con matrices teóricas, jurídicas y políticas diferentes en cuanto al papel del
Estado, del mercado y del sistema judicial en la sociedad, y a la fundamentación moral de
los derechos.
Esas matrices son el ESD y las reformas de mercado, y se han transformado en el tiempo
con una clara orientación hacia la profundización de estas últimas112, paralela al
desmantelamiento del ESD y a los intentos de restricción del alcance de la AT, como se
describe a continuación.
112
Nos referimos a las reformas realizadas en los sectores del bienestar en las dos últimas décadas, con
una orientación hacia la mercantilización de los servicios sociales; la participación del sector privado con
ventajas competitivas y consolidación de la posición dominante frente al sector público; mayores cargas
económicas para los ciudadanos, y eliminación o reducción sustancial de los mecanismos colectivos de
solidaridad. En las dos últimas décadas, en Colombia se han hecho reformas laborales a las pensiones, a
la salud y a la educación) con esta orientación.
113
Los derechos civiles, que son los asociados a la libertad: física, de palabra, de pensamiento, de culto; el
derecho a la propiedad y a firmar contratos y el derecho a una justicia independiente por parte del Estado,
para llevar una vida digna–, en la solidaridad (Arango, 2004, pp. 66-68) y en
principios de universalidad, no discriminación, equidad y gratuidad –entendida ésta
como no condicionamiento de su disfrute a la posesión de recursos económicos del
titular– (Programa Venezolano de Educación-Acción en Derechos Humanos
[Provea], 2000); generan obligaciones de realización inmediata e irreductible para el
Estado como el “núcleo o contenido mínimo esencial”114.
con base en el principio de igualdad ante la ley. Los derechos políticos son el derecho al ejercicio del
poder político, a elegir y ser elegido, al sufragio y a la participación política.
114
El núcleo o contenido mínimo esencial de un derecho se refiere a las obligaciones concretas que el
Estado tiene que poner en marcha para la realización de un derecho social; para la provisión de ese
contenido el Estado no puede aducir falta de recursos. Para salud, se aborda aquí en la tercera parte de
este documento.
La debilidad estructural del ESD y del derecho a la salud como derecho
fundamental en Colombia
Tal debilidad es anterior a la coyuntura de las dos últimas décadas, pero se acentúa con
el fortalecimiento de las reformas de mercado y se explica por:
115
Una base redistributiva solidaria de largo plazo implicaría, por ejemplo, una estructura tributaria
basada no en los impuestos como el IVA o la gasolina, que afectan a todas las personas,
independientemente de sus ingresos, sino en gravámenes a los altos ingresos, a la renta, a la propiedad y a
las herencias. Otras medidas redistributivas serían la limitación de la concentración de la propiedad
urbana y rural, la exención de impuestos y la inversión y los subsidios permanentes dirigidos a los grupos
más pobres.
116
El artículo 357 de la CP de 1991 crea la participación de los municipios en los ingresos corrientes de la
nación (ICN), constituidos por ingresos tributarios y no tributarios. Los ICN se incrementarían del 14 %
en 1993 hasta –mínimo– el 22 % en 2002. Los criterios de equidad determinaron que el 60 % de estos
recursos se asignarían en proporción directa a la población pobre por necesidades básicas insatisfechas,en
adelante NBI, y al nivel relativo de pobreza, y el 40 % con base en la población total y de acuerdo con la
eficiencia fiscal y administrativa y el progreso en calidad de vida. Las transferencias son la principal
fuente de financiación de la política social, en especial en los municipios más pequeños. Según Sarmiento
(1999) esos recursos representaban seis o siete puntos del producto interno bruto entre 1991 y 1999.
los recursos para salud, educación y saneamiento ambiental117. Otra enmienda en 2011
–Acto Legislativo 03– (Departamento Administrativo de la Presidencia de la República,
2011) prioriza el equilibrio macroeconómico del Estado a la realización de los derechos
sociales e implicaría restricciones para la AT y, en general, para el constitucionalismo
social, aunque el Gobierno paradójicamente la presenta como “un instrumento para
alcanzar progresivamente el ESD”118. En consecuencia, algunos analistas plantean que
el ESD se ha construido en el país fundamentalmente por vía jurídica y del
constitucionalismo social, en especial a partir de la AT119.
La Corte, en esa sentencia, mantiene tal ambigüedad: por un lado, con base en los
criterios enunciados, avanza, eliminando la conexidad y definiendo el derecho a la salud
como fundamental autónomo y planteando que su contenido no está delimitado por el
POS sino por la necesidad, cuando se comprometen en forma grave la vida, la dignidad
o la integridad personal, valoradas en cada situación concreta. Por otro, también afirma
que el reconocimiento de la fundamentalidad puede ser restringido considerando los
principios de razonabilidad y proporcionalidad; es decir, se priorizan los recursos
disponibles, la sostenibilidad financiera y la capacidad de respuesta institucional y no
las necesidades de la población. Esa ambigüedad121 fragmenta el derecho y la
justiciabilidad porque implica que algunos contenidos –cuando son fundamentales–
pueden ser exigidos y protegidos por AT; y otros no –los de realización progresiva, o
dictaminados como no prioritarios en el análisis individual de cada caso–.
120
El bloque de constitucionalidad se refiere al conjunto de normas que reconocen los derechos humanos
y que incluyen los tratados y convenios internacionales ratificados por Colombia, que prevalecen en el
orden interno –art. 93, CP– (República de Colombia, 1991), como en el caso de las disposiciones sobre el
derecho a la salud contenidas en el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y
en las observaciones generales que lo desarrollan.
121
La ambigüedad es una calificación de quien escribe este documento, y debe interpretarse considerando
la diferencia entre los enfoques del derecho y la salud pública. Para el derecho, como disciplina, una de
las tendencias del constitucionalismo es la de que no existen derechos absolutos, esto implica que unos
componentes son obligatorios e inderogables para el Estado, y son justiciables, pero otros son ponderados
de acuerdo con cada situación, con criterios de razonabilidad y proporcionalidad. Para quienes, desde la
salud pública, defendemos el derecho fundamental a la salud, algunos límites son admisibles, pero tales
criterios no pueden estar por encima de las necesidades y problemas de salud de la población, con mayor
razón, en contextos de predominio de la racionalidad mercantil, porque esto implicaría que unos
componentes serían tratados judicialmente como derecho fundamental y otros no. Agradezco al doctor
Óscar Parra Vera su aclaración sobre la perspectiva del constitucionalismo.
122
La CSR, conformada en 2010 y reconocida por una auto de la Corte Constitucional, ha presentado
varios informes de seguimiento a las órdenes de la ST 760 de 2008, ha participado en varias audiencias
públicas y, recientemente, ha puesto en discusión un proyecto de ley estatutaria en salud, consensuado
contribuido a crear alguna cultura ciudadana de exigibilidad. Más allá del debate
teórico, la AT ha sido el único recurso eficaz para la resolución de necesidades
concretas de salud en la realidad cotidiana de muchos ciudadanos en el país.
Tales reformas están inspiradas en una reinterpretación de la teoría liberal clásica del
siglo XIX, de John Locke, según la cual los derechos a la propiedad, a la vida y a la
libertad son los verdaderos derechos; la libertad es el máximo valor social y político –
por eso el Estado debe limitar su intervención a garantizar la seguridad, dirimir
conflictos y velar por el cumplimiento de contratos–; y el límite de las políticas
orientadas al bienestar general –aunque sean aspiraciones mayoritarias– son las
libertades individuales (Cortés, 2001). Esta concepción neoliberal, aunque no se ha
llevado a la práctica tal como lo proponen los postulados clásicos, sí ha permeado el
proceso de reforma del Estado y consecuentemente de las instituciones y de los
con otros actores y organizaciones sociales, basado en la concepción de la salud como derecho
fundamental.
derechos sociales, y ha generado cambios en la relación entre Estado y ciudadanos y en
el trámite de los conflictos, individualizando las demandas. A continuación, se
mencionan los más relevantes:
a. Los derechos sociales no son compatibles con la teoría liberal clásica porque
implican objetivos sociales de bienestar colectivo y excesiva intervención del
Estado con fondos públicos (Gargarella, 1999, pp. 173-177); por eso, más que
verdaderos derechos, son aspiraciones o exigencias de los ciudadanos, pero no
generan obligaciones para el Estado; en consecuencia, tampoco serían justiciables.
c. En cuanto a la relación entre justicia y sistema político, según García et al. (2006), el
neoinstitucionalismo económico representa un movimiento de derecho y economía
orientado a promover e incorporar las políticas neoliberales del Consenso de
Washington en la reforma del Estado y del sistema judicial, cuyos énfasis son la
protección del derecho de propiedad, el fortalecimiento gerencial de la justicia y las
decisiones judiciales predecibles, para lo cual aboga por la supresión del activismo
constitucional en el ámbito de los derechos sociales –o sea, del constitucionalismo
social– y, por tanto, de la AT.
123
Los derechos positivos requieren una intervención del Estado referida al “hacer”; por ejemplo, proveer
infraestructura en salud, poner en marcha políticas públicas para erradicar la pobreza, o la discriminación.
Los derechos negativos implican abstención o respeto: por ejemplo, abstenerse de prohibir cuidados
preventivos y medicinas tradicionales.
Desarrollo y Fondo Monetario Internacional–, con la aquiescencia de sectores
gubernamentales y técnicos y de gobiernos nacionales, aunque con implicaciones,
avances y retrocesos diferentes, de acuerdo con los procesos sociopolíticos y el papel de
los movimientos sociales y de los gobiernos progresistas de los últimos años en algunos
países de la región.
Los documentos del Banco Mundial (1987, 1993, 2000) incorporan y actualizan, en las
dos últimas décadas, la fórmula del Consenso de Washington basada en la disminución
de la intervención estatal, apertura e internacionalización económica, privatización y
flexibilidad del mercado de trabajo, protección del derecho a la propiedad (Williamson,
1991), y orientada en el ámbito de la política social a la concentración del gasto social
estatal en la población extremadamente pobre –focalización–; el traslado de costos de
los servicios sociales, antes financiados con recursos públicos, a los ciudadanos; la
descentralización; la privatización de instituciones públicas, y la disminución del papel
social del Estado y, por ende, del contenido y alcance de los derechos sociales.
124
Juan Luis Londoño y Julio Frenk fueron ministros de Salud de Colombia y de México,
respectivamente. Además, se desempeñaron, el primero en el Banco Mundial y el segundo en la
Organización Mundial de la Salud. Esto ayuda a entender por qué las reformas de mercado en salud
fueron bien recibidas en la región por algunos actores técnicos y gubernamentales y cómo se pudieron
impulsar desde posiciones de poder.
Obligatorio de Salud (POS) diferencial con menores servicios para el régimen
subsidiado. El papel del Estado sería la conducción del sistema, y la provisión del
seguro subsidiado y de los servicios de salud pública porque éstos no son de interés para
el mercado.
125
A partir de las órdenes de la sentencia ST 760 de 2008, se han realizado varias homologaciones del
POS en 2010 y 2011 para los menores y para la población mayor de 60 años. En julio de 2012, el
gobierno anunció la igualación del POS, sin incrementar la prima del seguro, para toda la población
afiliada a los dos regímenes de aseguramiento; recientemente la Corte Constitucional ha ordenado al
Gobierno igualar también el valor de la prima del seguro.
126
La segmentación se refiere a la provisión desigual de derechos para distintos segmentos de población,
según capacidad de pago. Antes de la actual reforma a la salud, se concretaba en una franja de población
pobre que recibía servicios, vía caridad en las instituciones adscritas al Ministerio de Salud; un grupo
conformado por los trabajadores formales cotizantes contaba con la seguridad social y otro, con capacidad
de pago, compraba servicios en el mercado. Con la Ley 100/93 y sus reformas posteriores, esa
segmentación ha aumentado: hay afiliados a los regímenes subsidiado y contributivo con planes
diferenciales, vinculados, complementarios, medicina prepagada.
concretarse con los cambios legislativos más recientes que le dan primacía al equilibrio
macroeconómico del Estado sobre la realización de los derechos sociales127.
La tensión descrita entre ESD y reformas de mercado se resume en que la Ley 100 de
1993, los ajustes legislativos posteriores –Ley 1122 de 2007 y Ley 1438 de 2011
(República de Colombia, 2007a; 2011)– y sus normas reglamentarias, sostienen la
noción de “derecho” contractual y diferencial según forma de adscripción al sistema de
salud y capacidad de pago, y limitado a la prestación de servicios de salud,
privilegiando la dimensión prestacional del derecho a la salud. Desde esta perspectiva
no cabría la justiciabilidad porque el contrato, representado en el plan de beneficios
cubierto por el seguro, define el alcance y contenido del derecho. En contraste, la acción
de tutela en salud, aunque ha dado lugar a una jurisprudencia no siempre consistente u
homogénea, ha instaurado la noción de derecho a la salud como derecho fundamental
basado en la dignidad humana, garantizado por el Estado o por las instancias en el que
éste delegue el aseguramiento o la prestación de servicios, y sujeto a la justiciabilidad.
127
Según García et al. (2006, p. 472), los dos proyectos de reforma a la tutela más importantes han sido:
uno, en 1997, presentado por el Consejo de Estado y la Corte Suprema de Justicia; y otro, por el gobierno
de Álvaro Uribe en 2002. Algunos analistas (Santana, 2010) ven en la ley de regla fiscal aprobada en
2011 una restricción estructural de la tutela para derechos sociales porque prioriza la sostenibilidad
financiera sobre la realización de aquellos.
128
Aunque la Corte Constitucional afirma en la sentencia ST 760 de 2008 que es “un error categorial”
hablar de derechos prestacionales y no prestacionales porque todos los derechos tienen ambos
componentes y algunas obligaciones prestacionales son de cumplimiento inmediato y otras de
cumplimiento progresivo, lo cierto es que, en la práctica, el derecho a la salud es –en el mejor de los
casos– un derecho de prestación, vinculado más con la disponibilidad de recursos y con la disposiciones
pronunciamiento y por el constitucionalismo social en general, en la realidad cotidiana
los efectos de los fallos judiciales favorables son individuales, a corto plazo, y los
ciudadanos se enfrentan a todos los obstáculos para obtener sólo el componente
asistencial de ese derecho, el cual es más un derecho de prestación del ámbito ya no de
la dignidad humana sino de la disponibilidad de recursos y de la capacidad de pago de
los usuarios; y su justiciabilidad no es prioritaria para el Estado.
Utilidad de la AT: entre la lucha por el acceso a los servicios y la generación de una
cultura de la exigibilidad.
programáticas y técnicas del Gobierno de turno que con los criterios de fundamentalidad establecidos en
la jurisprudencia. Ese planteamiento de la Corte respecto de la doble naturaleza del derecho a la salud –
fundamental y prestacional– se mantiene en la sentencia ST 760 de 2008.
129
En este libro, en proceso de edición, se compilan cuatro investigaciones realizadas en Medellín, en
diferentes momentos del periodo 2001-2009.
El conjunto de los trabajos mencionados coincide, en general, en algunos de los
siguientes resultados:
b. Hay una tendencia garantista de los jueces porque más del 70 u 80 % de las AT
fallan a favor de los ciudadanos en primera instancia, y son reconfirmadas, en una
proporción similar, en segunda instancia.
130
La sentencia ST 760/08 se emitió con base en el estudio de 22 tutelas consideradas “paradigmáticas”
–dos de ellas interpuestas por EPS– por la Corte Constitucional.
servicios o a las barreras de acceso: aunque hay desconocimiento con respecto a los
mecanismos de justiciabilidad en general, y a la tutela en particular, ponen en marcha
diversas estrategias para obtener servicios: por ejemplo, buscan llegar a acuerdos con
las instancias del SGSSS, estudian, aprenden a interponer y argumentar la tutela y
buscan asesoría con vecinos, en las organizaciones de usuarios y en la Personería;
también consideran que pueden reclamar porque “la salud es un derecho fundamental”,
motivo por el cual la AT ha propiciado una cultura de la exigibilidad al instalar en la
mentalidad colectiva, en algunos sectores académicos y en el litigio judicial la noción de
derecho fundamental como responsabilidad estatal (Echeverry, 2008; Paja et al., 2009).
131
A partir del 1.o de julio de 2012 el Gobierno nacional ordenó la igualación del Plan Obligatorio de
Salud.
132
Es el caso de una necesidad en salud cuya resolución requiere varias prestaciones –por ejemplo,
exámenes y medicamentos– de las cuales unas están incluidas en el POS y otras no.
133
Por ejemplo, cuando se le dice al ciudadano que un servicio no está incluido en el plan de beneficios o
que no se puede entregar una prestación porque no hay contrato o insumos. Otro ejemplo es la citación de
decretos, el empleo de terminología técnica y la atribución de competencias a terceros.
encima del 65 % (Defensoría del Pueblo, 2010; 2011; 2012). El incremento ha
afectado más a los afiliados al régimen subsidiado para quienes el porcentaje de
tutelas por negación de servicios POS casi se duplicó entre 2008 y 2011, mientras
las del régimen contributivo disminuían (figura 1). Este descenso ocurre
simultáneamente con un incremento desbordado del 280,7 % de los recobros en el
periodo 2008-2010 (Defensoría del Pueblo, 2011). El comportamiento descrito
plantea un interrogante, cual es el de si el efecto de medidas regulatorias –como la
ST 760/08– en contextos donde prima el poder de los agentes de mercado –las EPS–
lleva a la reconfiguración de las formas de captación de recursos, en tanto las
solicitudes de los afiliados al régimen contributivo se están resolviendo por comité
técnico-científico (CTC) mientras las de los del régimen subsidiado lo están
haciendo por vía de la tutela134.
134
La ST 760/08 amplió las competencias de los CTC para que autorizara todas las prestaciones no-pos.
También dispuso recobrar sólo el 50 % del valor de los servicios no POS obtenidos vía AT y negados o
no tramitados por CTC. Las EPS del RC recobran directamente al Fosyga, mientras que las del RS deben
pasar por dos instancias: primero el ente territorial y luego, cuando éste reciba los recursos del Foyga, por
la espera del pago, que generalmente es tardío e incompleto. Por tanto, resulta más rentable recobrar
directamente al Fosyga, como ocurre en el RC, y negar o aplazar servicios a los afiliados del RS, lo que
los obliga a recurrir a la AT. Además, para el RS la situación es aún más grave porque además las EPS
afirman que la UPC no es rentable y prefieren retirarse del mercado o quedarse únicamente con el RC.
Elaborado con base en los estudios, “La tutela y el derecho a la salud”,
de la Defensoría del Pueblo.
Figura 1. Servicios POS solicitados por acción de tutela, según régimen de aseguramiento,
Colombia 1999-2011.
d. La AT implica una “trayectoria” para los ciudadanos con numerosos trámites que
generan gastos onerosos para la población pobre135, agravamiento del estado de
salud, no resolución de la necesidad y, en ocasiones, desistimiento (Paja et al.,
2009).
135
Gastos de transporte para ir a la Personería, a los juzgados y a las EPS. Para allegar la documentación
requerida, también, con frecuencia, el proceso de tutela representa menos ingresos porque se deja de
trabajar en empleos informales.
136
La AT ordinaria es la que se refiere a casos sobre los cuales ya existe jurisprudencia o experiencia
previa y por tanto el trámite es más rápido; la extraordinaria hace alusión a casos complejos o sobre los
cuales no se conocen antecedentes y su estudio y trámite demora más tiempo.
La globalización como proceso de interdependencia y conexión del mundo se remonta
al siglo XIV, con el desarrollo del capitalismo y de la ciencia moderna, las migraciones
y la difusión del conocimiento, pero en el mundo contemporáneo la dimensión
económica es la perspectiva más difundida de la globalización porque ha implicado la
primacía de los mercados, de la competitividad, de la productividad y de las finanzas
sobre otros ámbitos de la vida social, generando, entre otros cambios, procesos de
reforma del Estado orientados a la reducción de la política social y de los derechos. Uno
de los resultados de tres décadas de globalización económica ha sido el incremento de la
concentración de la riqueza y de la pobreza y las inequidades socioeconómicas en el
mundo (Yepes, 2004).
Ese contexto suscita una doble lectura: por un lado, los estados nacionales entregan
parte de su soberanía –por ejemplo, con los procesos de reforma a la salud que siguen la
agenda del Banco Mundial y de otros organismos económicos multilaterales–. Por otro,
hay una reconfiguración de actores y demandas que proponen una globalización
alternativa en la búsqueda de justicia social y redistribución económica mundial137. En
el tema de la justiciabilidad, el vínculo entre derecho a la salud y globalización
presentado aquí se refiere al derecho internacional de los DESC, ámbito en el que, en
los últimos años, han ocurrido algunos cambios potencialmente positivos y al mismo
tiempo, propuestas regresivas que buscan recortar el poder de los organismos
internacionales.
Aquí se abordan tres aspectos relevantes para sintetizar un panorama general de ese
debate: el reconocimiento y la asimetría de los DESC en el derecho internacional, el
contenido y el estatuto del derecho a la salud, y el alcance y los límites de la protección
en los dos sistemas internacionales.
El derecho a la salud ha sido reconocido jurídicamente desde mediados del siglo XX,
137
Nos referimos, por ejemplo, a los foros sociales mundiales realizados en Brasil, la India y África que
buscan crear opciones de justicia social y por eso se reúnen simultáneamente al Foro Económico Mundial
de Davos. Otras iniciativas son movimientos internacionales que rechazan el efecto de las reformas de
mercado en salud, como la Asamblea Mundial por la Salud de los Pueblos o la Asociación
Latinoamericana de Medicina Social.
primero en la conformación de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 1946, y
en 1948 en la Declaración Universal de Derechos Humanos. Luego en los dos sistemas
del derecho internacional: el Interamericano y el de Naciones Unidas. El Sistema
Interamericano es regional, tiene sus antecedentes en la conformación en 1948 de la
Organización de los Estados Americanos (OEA) constituida con la Declaración
Americana de Deberes y Derechos del Hombre. Sus instrumentos para la protección de
los DESC son la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José
de Costa Rica, 1969) y el Protocolo de San Salvador de 1988 (adicional a la
Convención Americana sobre Derechos Humanos en materia de DESC); la primera
reconoce la progresividad de los derechos sociales138 (art. 26) y crea la Comisión y la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, y el segundo define la salud como “bien
público”. Todos ellos reconocen el derecho a la salud y el compromiso de los estados
parte del pacto de garantizar derechos sociales, pero la protección formal es limitada,
como se verá más adelante.
138
La Convención Americana sobre Derechos Humanos, en el art. 26, alude al derecho a la salud en el
marco del compromiso de adoptar medidas, para “lograr progresivamente la plena efectividad de los
derechos que se derivan de las normas económicas, sociales y sobre educación, ciencia y cultura,
contenidas en la Carta de la Organización de Estados Americanos”.
139
Las observaciones generales son interpretaciones de las disposiciones del Pidesc y sirven para darle
contenido a los derechos sociales. La OG N.º 14 sobre “el derecho al disfrute del más alto nivel posible de
salud”, de agosto de 2000, en desarrollo del artículo 12 de dicho pacto, establece las obligaciones
estatales y determina el contenido y alcance del derecho a la salud.
Además, el derecho a la salud está incorporado en otros instrumentos de protección de
grupos vulnerables y en otras cartas y declaraciones mundiales140 y en declaraciones
específicas como las de Alma Atta (1978) y la Carta de Ottawa (1986). Éstas reconocen
la relación directa entre salud, desarrollo y calidad de vida y el requerimiento del
compromiso estatal para avanzar en la justicia social y en la equidad en salud
(Defensoría del Pueblo, 2010).
El Pidesc reconoce el derecho de toda persona al disfrute del más alto nivel de salud; el
Protocolo de San Salvador define la salud como un “bien público”142 y la Observación
General N.º 14 como un derecho fundamental: este estatuto implica obligaciones de
respeto, protección y satisfacción143 para los estados parte, entre ellas la provisión de
mecanismos judiciales para evitar y reparar las violaciones producidas (CDESC, 2000,
párr. 59), además de la universalidad, la no discriminación, la equidad y el no
condicionamiento a la capacidad de pago para su realización. También los informes del
relator especial para el derecho a la salud, el CDESC, la jurisprudencia y las
observaciones generales han contribuido a la definición de contenidos para cada uno de
los componentes de ese derecho: disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad
(Defensoría del Pueblo, 2010)144 y de las obligaciones de efecto inmediato y de
cumplimiento progresivo.
142
La Defensoría del Pueblo (2010), con base en la interpretación de los instrumentos internacionales,
considera un bien público aquel que no admite ser tratado como mercancía ni para el usufructo de los
particulares y que requiere estricta vigilancia y protección del Estado.
143
La Observación General N.º 14 establece obligaciones estatales de respeto, protección y satisfacción o
cumplimiento del derecho a la salud, se refieren respectivamente a la abstención por parte del Estado de
realizar prácticas que vulneren el derecho; a la protección de conductas arbitrarias del propio Estado o de
los particulares; y a formular políticas públicas, leyes y a la provisión de servicios para la realización del
derecho a la salud.
144
La disponibilidad se refiere a la oferta de infraestructura, programas, servicios y recursos humanos en
salud y a la provisión de factores determinantes básicos de la salud; la accesibilidad a que la
disponibilidad sea universal y no discriminatoria en aspectos geográficos, económicos, de información y
de distribución equitativa; la aceptabilidad al respeto por las particularidades individuales y colectivas y
por las diferencias culturales y de otra índole en el ejercicio del derecho a la salud y en la provisión de
servicios y a la ética médica; la calidad se refiere a eficacia, oportunidad y pertinencia de servicios y
componentes del derecho a la salud.
145
Los FDBS se refieren a la obligación estatal de provisión de: agua potable, condiciones sanitarias
adecuadas, centros de atención, recurso humano en salud y medicamentos esenciales.
OG N.º 14 define en el párrafo 43 (CDESC, 2000), el contenido o nivel mínimo esencial
del derecho a la salud como una obligación básica de los estados que implica garantizar
el acceso a centros, bienes y servicios de salud, sin discriminación y priorizando los
grupos vulnerables o marginados; a alimentación esencial mínima, nutritiva, adecuada y
segura que garantice que nadie padezca hambre; a vivienda y condiciones sanitarias
básicas, así como al suministro adecuado de agua limpia potable; y a medicamentos
esenciales, según las definiciones periódicas de la OMS.
Forma parte también del CME la distribución equitativa de las instalaciones, bienes y
servicios de salud; y la obligación de aplicar un plan de acción nacional de salud
pública, periódicamente revisado y monitorizado con la participación de la comunidad.
Otras obligaciones prioritarias son la atención materno-infantil, los programas de
inmunización y de prevención de enfermedades endémicas y epidémicas, la educación y
la información sobre problemas y programas de salud, y la capacitación adecuada de los
trabajadores del sector de la salud (CDESC, 2000, párr. 44).
Varios autores consideran que los derechos fundamentales no son absolutos y, por tanto,
deben precisarse a través de las leyes. Así, el CME “es un núcleo básico intocable para
los poderes públicos” y una obligación de efecto inmediato e inderogable para los
estados, la cual debe ser garantizada con independencia de los recursos, y su limitación
sería inconstitucional (Provea, 2000; Pérez, 2010; Ronconi, 2012). No obstante, el CME
da lugar a varios asuntos polémicos: en primer lugar, los autores mencionados han
señalado que el sentido del “mínimo esencial” es el de un “piso” y no el de un “techo”;
ese piso debería ir ampliándose con base, entre otros criterios, en las necesidades de la
población, en indicadores de salud, en el cumplimiento de la ley y en la atención a
sujetos de especial protección.
146
Ese proyecto de reforma ha sido impulsado y defendido por Brasil, Ecuador, Venezuela y Argentina,
y Colombia también se ha sumado. Dice Boaventura de Sousa (2012) que a espaldas de la Corte y con
muy limitada participación de los defensores de derechos humanos, el Consejo Permanente de la OEA
busca aprobar, en la asamblea de marzo de 2013, una reforma que contempla, entre otras medidas, más
recursos para promoción de derechos y menos para las investigaciones de violaciones; acortar los plazos
de investigación para impedir análisis cuidadosos, eliminar del informe anual la referencia a países cuya
situación de derechos humanos amerite atención, restringir el alcance de las medidas cautelares, cancelar
el informe anual de libertad de expresión e impedir pronunciamiento sobre violaciones que parecen
inminentes pero no se han concretado.
palabra a las víctimas147 no ha entrado en vigor porque se requiere la ratificación de diez
estados parte y cuatro años después, sólo ocho –todos países del Sur o de tradición
comunista– lo han hecho, y Colombia ni siquiera lo ha firmado148. En un análisis del
texto del PF Pidesc, realizado por Courtis (2008), se reconoce que este instrumento
avanza en la compensación del déficit histórico en protección de los DESC, pero se
narra lo que hubo que ceder en la negociación con los estados parte y se destaca, entre
otras limitaciones, el hecho de que se requiera la voluntad expresa de aquéllos para
quedar vinculado a un proceso de investigación, lo cual no ocurre en otros instrumentos
de derechos humanos.
Otras limitaciones en los dos sistemas son la debilidad de los efectos vinculantes, es
decir, no hay obligatoriedad de cumplir las disposiciones ni sanciones drásticas a los
estados parte por la vulneración de los DESC (Rossi, 2004); el derecho internacional es
subsidiario, lo cual implica que las víctimas deben agotar los recursos jurídicos
nacionales antes de acudir a la instancia internacional; y la mayor resistencia a la
globalización de la justiciabilidad de los DESC proviene de los países desarrollados.
Del lado de las posibilidades, varios autores reconocen que, desde mediados de la
década de los noventa y en especial en los últimos años, los tribunales internacionales
reconocen crecientemente: la justiciabilidad de los DESC, el CME obligatorio e
inderogable para los estados, el deber de proteger a los grupos vulnerables y marginados
y de poner en marcha medidas progresivas para la realización de los derechos sociales;
también han ordenado revertir casos de incumplimiento o violación, mediante el
aumento del gasto social o recomendaciones de política pública, todo esto promovido
por el aumento del litigio y de la producción teórica en ese campo (Pérez, 2010; Rossi
& Filippini, 2010; Parra, 2011; Ronconi, 2012).
147
Las comunicaciones individuales serían presentadas por las víctimas (art. 2), permitirían discutir los
casos concretos de violaciones a los DESC. Las comunicaciones entre estados las puede presentar un
Estado parte cuando otro Estado no cumpla sus obligaciones (art. 10) El Comité DESC –organismo
supervisor del Pidesc– es el encargado de realizar las investigaciones y de hacerles seguimiento a los
casos.
148
Según la organización no gubernamental mexicana Fundar, a diciembre de 2012, 41 estados parte
habían firmado el Protocolo Facultativo del Pidesc (PF Pidesc) y ocho lo habían ratificado. Véase
fundar.org.mx/mexico/?p=8809. Los estados que lo han ratificado, según
http://campanaprotocolopidesc.wordpress.com/, son Argentina, Bolivia, Bosnia Herzegovina, Ecuador, El
Salvador, Eslovaquia, España y Mongolia. Cabe aclarar que el PF fue aprobado en la Asamblea General
de la ONU, en diciembre de 2008, pero se requiere adicionalmente que cada Estado parte del Pidesc lo
firme internamente y lo ratifique, en documento escrito, ante el secretario general de Naciones Unidas.
El Sistema Interamericano ha admitido, por ejemplo, quejas por violaciones a los
derechos a la salud y a la seguridad social en Argentina, a la pensión en Perú, al acceso
a medicamentos y a la no discriminación para personas con VIH/sida en El Salvador,
Chile y Guatemala, y a la seguridad alimentaria y la salud en poblaciones indígenas del
Paraguay. La jurisprudencia en estos casos se ha basado en la interdependencia de todos
los derechos humanos, en una “interpretación ampliada del derecho a la vida, a través de
la noción de ‘vida digna’, en el derecho a la salud como parte del derecho a la vida, en
la reiteración de las obligaciones estatales de protección a grupos desaventajados y de
vigilancia y control de la prestación de servicios de salud, y en las consecuencias sobre
la salud de la violación de otros derechos”149 (Parra, 2011; Rossi & Filippini, 2010).
En el sistema de Naciones Unidas, los informes periódicos del CDESC150 que recogen
las evaluaciones de los gobiernos y de las ONG sobre medidas adoptadas por los
estados y progresividad en materia de DESC tienen un carácter diplomático y de
exhortación. Pero habría que aprovechar la potencial incidencia de las ONG en el
control social de las políticas públicas (Martínez, 2004) para la denuncia y la visibilidad
internacional de los estados que incumplen derechos sociales y violan la prohibición de
no regresividad. Otra posibilidad estaría en presionar la ratificación del PF DESC.
Conclusiones
En Colombia, las dos tendencias se expresan en salud: por el lado de las reformas de
mercado, en las leyes 100 de 1993, 1122 de 2007 y 1438 de 2011, y sobre todo, en su
puesta en marcha, porque se ha privilegiado la sostenibilidad financiera del SGSSS y
los intereses de los aseguradores privados sobre las necesidades de salud de la
población, lo cual deviene en un derecho a la salud segmentado, inequitativo y mediado
por la capacidad de pago y por la posición socioeconómica; y, en ese escenario, ha
habido varios intentos de restringir la acción de tutela, el principal recurso para la
justiciabilidad del derecho a la salud. Por el lado del Estado social de derecho, la
promesa de su realización en la Constitución Política de 1991, es una aspiración
frustrada porque varias reformas constitucionales en 2001, 2007 y 2011 han disminuido
estructuralmente los recursos para el gasto social. Esa tendencia corre paralela a la
profundización de la orientación de mercado de la reforma a la salud, pero en este
escenario la acción de tutela ha logrado mantenerse.
Con todo, una alternativa para la larga tarea de realización del derecho a la salud en el
escenario de la globalización es la de la presión para la ampliación de ese derecho por
las vías de la movilización y las luchas sociales, del litigio ante la Corte Interamericana
y de las denuncias sobre regresividad, incumplimiento o aplazamiento de las
obligaciones de los estados parte ante el Comité DESC, órgano encargado de la
supervisión del Pidesc.
Referencias
Así mismo, las desigualdades entre los países se han incrementado. Según datos de la
Conferencia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre Comercio y
Desarrollo (Álvarez, 2007), la brecha entre países se hace cada vez más grande; por
ejemplo, en 1965 el PIB promedio per cápita del 20 % de los países más desarrollados
era 30 veces mayor que el PIB per cápita del 20 % de los países más pobres; esa
diferencia en 1990 había llegado a 60 veces. Para empeorar el panorama mundial, se ha
documentado un incremento en los costos de los productos básicos alimenticios, sobre
todo por el aumento global de su demanda, la utilización de productos agrarios para
biocombustibles y la desregulación de acuerdos globales para el control de los precios
de alimentos, al presentar un aumento sostenido entre 2000 y 2008, pero con mayores
incrementos entre 2007 y 2008 (Oya, 2009; Rubio, 2008). Como efectos de la crisis
alimentaria, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura (FAO, 2008)
planteaba que en 2007, 24 millones de personas más tenían desnutrición aguda.
Simultáneamente, hubo protestas frente a esta crisis en África y Asia, y también en
países de Latinoamérica, como Haití.
2. Reforma de los sistemas de salud: parte de los procesos de ajuste del capital
A partir de la crisis económica de finales de los ochenta, los países con alta deuda
externa –como el caso de LA– fueron presionados por el BM y el FMI para recortar el
gasto social en campos como la salud y la educación e implementar los llamados
procesos de modernización del Estado. En el seno de la política de salud se
implementaron dos asuntos centrales: inicialmente un proceso de descentralización
sectorial, que empezó a finales de la década de los ochenta, y luego se direccionaron
procesos de reformas a los sistemas de salud (Banco Mundial, 1993), para que éstos
pasaran de sistemas públicos a cargo del Estado a sistemas con creación de mercados de
servicios de salud (Homedes & Ugalde, 2010), financiación parcial por los usuarios a
través de copagos y manejo gerenciado de la atención en salud (Almeida, 2005).
El proceso de reforma del actual presidente Obama logró que se limitaran algunos de los
abusos históricos de las aseguradoras. Por ejemplo, se las forzó a recibir a todo tipo de
personas y con diferentes patologías. Con todo la reforma, principalmente, permitió la
extensión del mercado de salud al incrementar la población asegurada a través de
subvenciones con ventajas fiscales, y ha obligado a todas las personas a contar con una
póliza de seguro privado. Es decir, no generó un sistema universal de salud sino que
amplió el mercado de la salud.
Otro ejemplo es el caso de España, uno de los países con menor gasto per cápita y
menor proporción del PIB invertido para salud de los países de la UE (6,5 % del PIB es
gasto sanitario, en contraste con 7,3 % del PIB dedicado al gasto sanitario en el
promedio de los países de la UE) (Navarro, 2012); a pesar de esto, en el marco del
último periodo de recesión económica viene tomando decisiones alrededor de recortes
al gasto social.
A continuación, y teniendo en cuenta esta apuesta teórica, se hará una breve descripción
de algunos espacios y procesos de articulación en torno al DS que se están dando en la
actualidad, especialmente en el marco de la propuesta de una “globalización solidaria”.
En el marco del FSM, la cuestión de la salud y del derecho a la salud ha emergido como
un asunto clave de la discusión global; de manera similar a lo que muestran los primeros
resultados nacionales de investigación sobre AC por la salud, la reflexión, disputa y
lucha por la salud está articulada a otras luchas sociales como la protección del
ambiente con una crítica al modelo extractivista de producción; la autonomía
alimentaria, la exclusión social y la violencia social y estatal, al reconocimiento de
saberes ancestrales de los pueblos originarios, y explícitamente a la concreción de los
DESC en forma articulada e interdependiente (FSM, 2007). En 2007, durante el Foro de
Nairobi (Kenia), fue explícito un eje de debate alrededor de los DESC “especialmente
los derechos a la alimentación, salud, educación, habitación, empleo y trabajo digno”.
Reiterando que la división sectorial es más un asunto teórico que hacemos los
investigadores para explicar y comprender algunos problemas que nos movilizan, y no
es igual a las maneras en que se organiza la vida cotidiana y los procesos de resistencia
de los pueblos.
Adicionalmente, el tema del derecho a la salud ha generado por lo menos cuatro eventos
claves en el corazón del FSM: el Foro de Medio Ambiente y Salud en Egipto y el Foro
de Salud, Medio Ambiente y Tierra “Rumbo a una acción colectiva” en 2010; y el IV
Foro Social Mundial de la Salud y la Seguridad Social, que se celebró como antesala del
Foro Social Mundial de Dakaren 2011, y el Foro Temático de la Salud y la Seguridad
Social en 2012. Los dos primeros planteaban explícitamente la necesidad de repensar la
relación entre los modelos de desarrollo extractivistas, la pobreza, la exclusión social y
sus efectos sobre la salud. Los dos últimos foros (2011 y 2012) plantean directamente la
discusión sobre la salud y la seguridad social como derechos humanos fundamentales.
Dentro de las asambleas del MSP se puede decir que se ha desarrollado una agenda
amplia que permite comprender que hay una discusión que no se restringe al campo de
la prestación de servicios de salud, al igual que en el FSM. A manera de ejemplo,
durante la primera asamblea los ejes temáticos de discusión fueron salud, vida y
bienestar; desigualdad, pobreza y salud; atención y servicios de salud; medio ambiente y
sobrevivencia, y la ruta por seguir. La segunda Asamblea Mundial por la Salud de los
Pueblos, realizada en Cuenca (Ecuador), se concentró en definir “la salud como derecho
humano fundamental y no como mercancía” (Movimiento por la Salud de los Pueblos,
2005, p. 2), y también centró su reflexión alrededor de los procesos de resistencia
comunitaria. Como lo dice uno de sus miembros:
La tercera asamblea mundial de Ciudad del Cabo, este año, ratifica lo planteado por el
MSP y trabaja de manera más contundente el problema de cobertura universal y equidad
en sistemas de salud integrados e integrales, siguiendo una agenda semejante a la de los
foros sociales temáticos.
3. Los actores colectivos por la salud se articulan a partir de por lo menos dos sentidos
compartidos. Por un lado, la percepción –construida intersubjetivamente– de lo que
es justo e injusto en salud; constructo sobre el cual los procesos de reforma han
provocado una discusión global en la cual los actores subalternos comprenden,
significan y actúan de acuerdo con lo que consideran justo. Por otro, se ha ido
incorporando la noción de derecho a la salud en una dimensión ética y otra jurídica,
de tal manera que se está construyendo un sentido compartido no sólo de las
injusticias sociosanitarias sino de la necesidad de avanzar por el sendero de la
materialización del derecho a la salud para todos.
Reflexiones finales
Así como la sociedad salarial logró la “humanización del capital” a través de las luchas
obreras en el siglo XIX, hoy se debe mirar cómo se gesta una futura sociedad más
solidaria, equitativa y humanizada en los procesos de resistencia social que
cotidianamente interpelan el orden injusto y excluyente; en las formas creativas como
las comunidades intentan resolver sus problemas de salud y bienestar; en las redes que
se tejen a través de espacios virtuales y presenciales y que potencian la acción colectiva
y la construcción de movimientos sociales cuyo norte es avanzar en el derecho a la
salud y no sólo en el derecho a la prestación de servicios de salud.
La agenda está puesta, las bases ideológicas de los modelos de mercado se intentan
incorporar en sistemas de salud usualmente basados en una perspectiva de derechos;
pero las sociedades no esperan impávidas el destino marcado por la historia. Al
contrario, se organizan, sueñan, construyen, tejen vínculos que traspasan los estrechos
límites nacionales y… demandan a los poderosos una alternativa que reconozca el DS y
la interdependencia con otros derechos como parte de la dignidad humana. Además, no
se limitan a la protesta, intentan construir –incluso en condiciones muy adversas–
opciones y soluciones solidarias a sus condiciones de salud. Así como pasó con la
condición de asalariado varios siglos de disputa antes de configurarse como sujeto de
derechos, así pasará con las condiciones que hoy apenas se pueden vislumbrar: que otro
mundo más solidario, humano y por lo tanto más saludable es posible y se construye
desde el presente a través de las nuevas formas de sociabilidad, organización y
movilización social.
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