con audacia acomplejada me aventuré a explorar tu mano. Ojos cerrados, rodeados de compañeros a oscuras. Avergonzado, retiré mis dedos. Viejos fantasmas, antiguos complejos volvían para reír mi osadía. También te sentí, como tú a mi. Poco después, al ritmo de músicas orientales vi danzar tu pasión, mover las caderas, embrujar los sentidos. Mujer, no me avergüenzo si te confieso que imaginé placeres insospechados. Si alguna vez vuelven a coinicidir nuestras estaciones, Tú pon el encanto y el hechizo, que esta vez yo pondré la Música: Haremos arder los cielos al son de un tango prohibido. Amén. Carlos Calbet (inédito)